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CON CAMARÓN

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TRINI DE LA ISLA

TRINI DE LA ISLA

Desde La Fragua, seguimos contactando con músicos y gente del flamenco en general para que nos cuenten la influencia que ha tenido Camarón en sus vidas, en su arte, cómo lo conocieron, qué hicieron juntos, en fin… sus experiencias con el Maestro.

Manuel el del Lunar //// Amigo de Camarón

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Camarón era muy supersticioso y quizás por eso no cantó mucho por peteneras, (por aquello del mal bajío) aunque en su primera etapa grabó una con Paco de Lucía. Sin embargo, una vez lo acompañé a un concierto a Zamora y, estando ya en el escenario, le dijo a Tomatito que tocase por peteneras, y las cantó. Todo fue bien, pero a la vuelta por la noche al hotel, calló una tormenta que por poco nos lleva por delante. Tuvimos que parar el coche en el arcén y esperar a que escampase sin poder movernos. Y Camarón dijo: «Esto es por haber cantao por peteneras, pa que después digan que no tiene mal bajío»

Salvador González Cuenca //// Amigo de la infancia de Camarón

Febrero de 1950, año en el que nací y me crie, en las callijuelas, igual que toda mi familia que son callejoleros, mismo barrio de Camarón, como ya sabéis, y nuestra escuela fue el Liceo del Sagrado Corazón de Jesús, de los padres Carmelitas Descalzos, colegio de pago donde aparte estábamos los niños pobres de las callijuelas, en un aula que era gratis. Tengo que decir que Camarón es su nombre artístico, porque de niño su mote era Pijote, como su hermano Jesús. Recuerdo en la escuela que Don Eugenio, el maestro que teníamos, le decía: «Pijote, tírate un cantecito», pero se lo tenía que repetir varias veces porque era muy tímido, hasta que se arrancaba y los niños aplaudíamos. Luego salíamos al recreo y nos daban el desayuno de entonces, que consistía en la leche en polvo y el queso americano con un trocito de pan. Cuando Camarón se bebía la leche y cogía el queso y el pan, no siempre, pero algunas veces, salía corriendo y saltaba la tapia del colegio que daba al callejón del tranvía, y por ahí se escapaba hasta el día siguiente. Yo alguna vez también lo hice con él, porque yo quería ser torero, al igual que Camarón, y nos íbamos a entrenar y torear de salón al Canal y a la Huerta Margallo, que estaba junto al Cantillo, donde vivía el torero Paquito Ruiz, el Espontaneo, hoy Francisco Ruiz Miguel, primo de mi madre.

Mi padre compró la finca nº 4 de la calle Santa Bárbara, más conocida como la calle El Pozo. Allí montó un bar, el Güichi del Lele, como le llamaban. Camarón cantó muchas veces de niño, porque él pasaba casi todas las noches, de camino a su casa. Se asomaba a las puertas del güichi y preguntaba por Carmencita, que era mi madre, que al igual que mi tía Maruja eran muy amigas de su madre Juana y de toda la familia. Entonces, mi madre le decía: «Joselito, entra, entra», y Camarón entraba porque mi madre siempre le preparaba alguna cosita de comer. Los hombres que estaban en el güichi le pedían que cantara, pero él no quería. Cuando mi madre se lo pedía, sí lo hacía. Una de las noches, cuando Camarón terminó de cantar y se fue, estábamos en el güichi, ya tardecito, mi padre, mi madre, yo y tres o cuatro clientes más. Uno de ellos, pescador, dijo unas palabras que yo creo que fue el primero en vaticinar lo que luego con el tiempo pasaría. Nunca se me olvidarán esas palabras. Y dijo ese buen hombre de una edad avanzada: «Este niño va a ser uno de los grandes del cante». Al escuchar esas palabras, nos quedamos todos en silencio, asintiendo con la cabeza. No se equivocó este buen hombre, pero sí se quedó corto, porque Camarón no es uno de los grandes, es el más grande, y no de este tiempo, sino de todos los tiempos. Camarón, grande de los grandes, adiós amigo.

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