



























Es también una pausa para la reflexión sobre el futuro del Festival
Enel gran festejo por sus primeros 50 años, el Festi val Internacional Cervantino (FIC) llega este 2022 a los escenarios de Cuévano con la infatigable frescura de la creatividad de sus artistas invitados, algu nos de ellos de la mano de innovaciones escénicas que, como siempre, obsequiarán a los espectadores momen tos para recordar toda la vida.
Cuando nació el encuentro, en 1972, presentó 39 espectáculos musicales con 22 artistas, 40 funciones de teatro, 14 actividades de danza, tres recitales de poesía y cuatro exposiciones de artes visuales. Esa fue la semilla de la que es hoy una de las experiencias culturales más importantes de Iberoamérica y el mundo.
A partir de este 12 de octubre y hasta el día 30, el FIC recibirá a 2 mil 941 artistas de 34 países, los cuales forman parte de una espectacular programación que incluye 20 funciones de danza, 85 presentaciones musicales, tres recitales de ópera, 57 funciones teatrales, así como 45 exposiciones de artes visuales.
Los ánimos se encuentran en punto de ebullición luego de los difíciles meses de confinamiento debido a la pandemia de covid-19; por eso, se agradece y emo ciona el anuncio de compañías como la catalana La Fura dels Baus, que estrenará su primer macroespectáculo interactivo al aire libre, hecho especialmente para cele brar el medio siglo del festival.
El público podrá apreciar un recuento de la historia de Guanajuato, desde el descubrimiento de las vetas de plata y oro que fueron el motor del crecimiento de la ciudad, hasta su transformación en un atractivo destino cultural. Sobre todo, la propuesta de los catalanes de la Fura hará que cada uno de los asistentes sea parte
del espectáculo por medio de sus teléfonos celulares. Será una sorpresa interactiva que encantará a chicos y grandes.
Por ello, se espera que la gran protagonista de este Cervantino sea, precisamente, la calle, esa que tanto se añoraba durante el encierro ocasionado por la crisis sanitaria. La Ciudad de México, estado invitado de honor, ha tomado la estafeta y entre la vasta programación que ha propuesto para la edición 50 del FIC destacan tres proyectos que ocuparán las plazas de Guanajuato y que el público podrá disfrutar de manera gratuita.
Para empezar, se realizarán conciertos auspiciados por el Salón Los Ángeles con motivo de su 85 aniversa
rio, además de una demostración de lucha libre y tres espectáculos organizados por el Instituto de la Juventud de la Ciudad de México en el que participarán más de 350 jóvenes con la intención de dar a conocer el trabajo artístico que se lleva a cabo en los barrios de la capital.
Como el árbol pródigo en el que se ha convertido el festival, sus raíces se extienden en más de 20 entidades del país donde se desarrollarán actividades cervantinas durante todo octubre.
La directora general del Festival Internacional Cervan tino, Mariana Aymerich Ordóñez, consideró que cuando pensamos en Guanajuato, “en la cabeza de todos está la Alhóndiga de Granaditas, un espacio de la memoria patria que hoy también es vista como el escenario más querido por los guanajuatenses y el que recibirá este 2022 a artistas de gran prestigio” como Joan Manuel Serrat; la Orquesta del Jazz at Lincoln Center, encabe zada por el gran músico Winton Marsalis, y Café Tacvba, en compañía de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato.
También participarán Lila Downs, Francisca Valen zuela, Sean Kuti, Rosario Flores, Paté de Fuá y como representantes de Corea del Sur, país invitado de honor, los grupos Coreyah y Kard.
“La programación de este año se construyó con la memoria nostálgica del 50 aniversario, pero también como una pausa para la reflexión sobre el futuro del FIC. La paz, la sostenibilidad, la inclusión, los derechos colectivos, el reconocimiento a la diversidad, la descen tralización, así como la defensa del patrimonio cultural, son los temas y valores que nos animan”, concluyó la funcionaria n
Una línea del tiempo se ha formado de manera natural durante el último medio siglo de la cultura en México. La sucesiva presencia de los mejores exponentes de todas las artes en el Festival Cervantino ha creado fenómenos singulares.
Un ejemplo: la visita del teatrista polaco Tadeusz Kantor (1915-1990), con tinuador de la línea del tiempo creada por su maestra Pina Bausch, cimbró a tal grado la vida de las artes escénicas de México que en pocos meses comenzamos a ver puestas en escena de los mejores exponentes del teatro mexicano claramente influenciadas por la estética de Kantor.
Tal fue el caso de los montajes de Luis de Tavira y de Juan José Gurrola. Fue muy evidente el antes y el después de la visita de Kantor con su teatro alucinante, único, original, al mismo tiempo aterrador que bello.
Un caso semejante ocurrió con la visita de Maguy Marin y su estremecedora visión del teatro de Samuel Beckett.
Dramaturgos, actores, profesionales y estudiantes, se formaron en los escenarios del Festival Cervantino.
La generación dorada del periodismo cultural de México, a principios de los años ochenta, documentó todos esos acontecimientos de manera puntual y directa.
Hoy como decano de la prensa cultural cervantina, me recuerdo como un mocoso que se tragaba el mundo a puños y se esmeraba en consignar en sus crónicas todos aquellos fenómenos, difíciles de descifrar para reporteros sin preparación cultural.
Salíamos de los teatros temblorosos, pálidos, con el corazón a todo galope, como zombies. De pronto, una reportera exclamaba: “necesito un trago” y terminábamos horas discutiendo, analizando, intercambiando nuestros pareceres en una taberna de Cuévano, para escribir nuestras respectivas crónicas, cosa que hacía yo de madrugada casi siempre, para no perder el efluvio, el tremor del cataclismo, la fuerza del rayo que nos acababa de partir en mil pedazos.
Eso es el Festival Internacional Cervantino n
En una ciudad de noble piedra y cerco campirano se ha escrito el más reciente medio siglo de la cultura mexicana.
Ella Fitzgerald, B. B. King, Rudolf Nureyev, Carlos Kleiber, Royal Shakespeare Company, Ballet Bolshoi, Kazuo Ono…
La lista de gigantes cuyos pies de acero han pisado Guanajuato es intermi nable. Lo cierto es que la presencia de las figuras más importantes de la cultura en todas y cada una de sus especialidades ha significado avances evidentes en las artes escénicas, la literatura, la música de México.
Asumo la primera persona del singular por la condición de decano del Fes tival Internacional Cervantino: en Guanajuato prácticamente me formé como reportero de cultura. Desde 1979, he cubierto el Festival Internacional Cervantino año con año, sin falta.
Comí junto con Zubin Mehta, Yehudi Menuhim, Rudolf Nureyev, en esas mesas enormes del Mesón de San Antonio, donde aprendía a diario de las bromas, anécdotas y las historias que me contaban en persona esos gigantes.
Viajaba a Guanajuato cada octubre con una selección breve de libros de mi biblioteca: Shakespeare, Goethe o algún volumen sobre Beethoven, de acuerdo con la programación del año, si la Royal Shakespeare Company nos sacudi ría con una puesta en escena del poeta de Devon, o si veríamos en escena textos de Johann Wolfgang von Goethe, o si Carlos Kleiber nos haría volar por los cielos del Teatro Juárez con su insuperable (solamente la versión de Wilhelm Furtwängler se le puede comparar) dirección de la Quinta Sinfonía de Beethoven.
Y una selección de diccionarios de idiomas y mi imprescindible Dictionnaire de Musique et Musiciens.
Ahí inicié mi hábito de viajar siempre con los dos tomos del Ulises, de James Joyce, en la mejor traducción al español, la de José María Valverde, en los libros de bolsillo de Bruguera.
Y una selección lo más amplia posible de libros de poesía, fuente fundamental de las crónicas periodísticas que escribía cada noche, en pleno delirio unos ins tantes después de dejar la butaca humedecida con mis lágrimas, con el corazón latiendo a todo galope y el alma en vilo, en vuelo, luego de presenciar prodigios.
Cada año llevaba libros de Jorge Ibargüengoitia, ese guanajuatense ilustre gracias a quien aumenté la sinonimia para no repetir la palabra Guanajuato todos los días y en todas las notas que enviaba a la redacción: Cuévano pasó a ser la sede del Cervantino y Plan de Abajo todo el estado de Guanajuato.
El cumpleaños de oro, el cincuentenario, el jubileo del Festival Internacional Cervantino es ocasión propicia para narrar breves episodios como muestras en botón del mar de prodigios que ha acumulado en medio siglo esa ciudad de noble piedra y cerco campirano.
Comenzamos n
Escalinatas del Teatro Juárez. Anochece.
A lo lejos, veo ascender los escalones con particular parsimonia a un hom bre muy alto, muy fornido de gafas muy gruesas y poco pelo blanco a los lados de la cabeza. Sonríe.
En el segundo piso del Teatro Juárez hay un coctel de bienvenida. Todos depar ten alegremente, pero nadie se fija en el hombre anónimo, a quien me acerco tímidamente:
–¿Maestro Crumb, George Crumb?
El hombre vestido de gris sonríe, sorprendido. No se incomoda de haber perdido su condición de anónimo en una reunión donde todos se conocen. –¿Me permite platicar con usted, maestro Crumb?
De las charolas que deambulan por el Salón de Fumadores del Teatro Juárez tomamos un whisky cada quien y nos sentamos en un sillón enorme, rojo, circular. –Su Vox Balaenae, maestro Crumb, me hace soñar con ballenas.
Ríe de buena gana el compositor, su carcajada no le impide seguir anónimo entre la multitud, solamente un asistente –yo– lo ha reconocido. El Festival Cer vantino ha cambiado provisionalmente de fechas debido a la temporada de lluvia, ahora ocurre en plena primavera.
George Crumb (1929-2022) es uno de los más grandes compositores de la historia.
Estamos tan inmersos en nuestra charla, que de pronto un alboroto mayúsculo nos hace levantar la cabeza: todos los reporteros, invitados especiales, personali dades y funcionarios abandonan el recinto, despavoridos, al enterarse de la noticia que rueda, literalmente, como pólvora:
Acaban de matar a Colosio.
El compositor y el reportero se quedan en el salón, a oscuras y siguen hablando de ballenas que nos visitan en el sueño.
Durante las mañanas siguientes nos reuníamos a desayunar y luego nos enca minábamos hacia la taberna La Dama de las Camelias, donde el maestro Juan Ibáñez nos recibía sonriendo con su habitual botella de vino en una mesa junto a la barra, donde yo fungía de diyéi: ponía a sonar cintas con música cubana, jazz y danzones.
George Crumb no cesaba sus historias mientras comía a puños palomitas de maíz recién preparadas y sorbíamos cerveza helada.
Así transcurren los festivales cervantinos.
Así ocurre la vida cultural de México desde hace 50 años en Guanajuato n
Despunta la década de los ochenta. Un mediodía de octubre aparece de la nada un hada: es el mimo, poeta, bailarín, dramaturgo Lindsay Kemp, quien camina desnudo por las calles del centro de Guanajuato, ataviado tan sólo con un tul blanco transparente.
Se introduce, ante el asombro escandalizado de beatas, párrocos, sacristanes y circunstantes que sonreímos y caminamos junto con él, en el Templo de San Diego y recita versos y sale bai lando y saltando.
Así preparó al público para el estreno, que ocurrrió por la noche en el Teatro Principal, de su espectáculo Flowers, donde entremezcla de manera magistral el teatro noh con el kabuki, la danza clásica y el arte de Etienne Decroux y su discípulo, Marcel Marceau.
Lindsay Kemp (1938-2018) pasó a la historia por su hazaña de hacernos soñar despiertos. Fue maestro de David Bowie y de Kate Bush, a quienes enseñó a soñar con todo el cuerpo.
Fundó su Mime Company, donde acudió el joven, entonces desconocido, David Jones, quien protagonizó varias obras de Lindsay Kemp, entre ellas su personaje de pared: silente, inmóvil durante toda la obra. David Jones pasaría luego a la historia como David Bowie.
En escena, Lindsay Kemp presentó también Alice, su propia versión, personalísima, de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Toda la obra transcurre como un sueño y en las butacas todos nos pellizcábamos para corroborar que, en efecto, estábamos soñando n
Pablo Espinosa
as jóvenes tinieblas tienden venas como luces temblorosas bajo las cortinas de los párpados, inquietos. Una música, metales del Barroco, dibuja los contornos de un arlequín ensimismado heraldo que anuncia el primero de los títulos de las muchas historias de los sueños. Porque esta noche los sueños se suceden como una serie de preludios donde el primer canto solemne es la vida. Y el sueño sitúa la fantasía desde una butaca y todos los colores edénicos se juntan en la paleta de un artista pintor, y el blanco es una isla: un rostro de mimo clásico que flota y danza sobre el escenario.
Con un par de manos y el prodigio del cuerpo humano, ese señor de cara blanca y pies desnudos construyó el universo en unos cuantos minu tos, con sus hombres y sus sentimientos y sus plantas y sus animalitos.
Nos conduce a un parque, donde da vida a todas las personas que por él transitan, luego a un tribunal, donde sus manos hacen sonar la verbo rrea del fiscal y se escuchan luego los estruendosos clamores del silencio.
El episodio de la máscara es aterrador: el señor del rostro blanco hace movimientos con sus manos, como descorriendo un telón, y aparece su rostro sonriente, cierra el telón con las manos y aparece su rostro llo roso, abre y cierra, abre y cierra a velocidades supersónicas pero hay un momento en que por más que abre y cierra, la máscara de la sonrisa se le ha quedado atorada en el rostro y así muere, el señor de cara blanca, no así la sonrisa.
Episodios como éstos, que puso en vida el señor Marcel Marceau, con forman la vida de 50 años
edad
Akira Kasai, 2005 / Marcel Marceau en 1971 No Gravity, 2021 / Legend Lin Dance Theatre, 2013