FOTOGRAFÍA
Y DISIDENCIA
Entrevista con Gloria Gervitz (1943-2022) José Ángel Leyva Brevedad, intensidad y muerte prematura: la obra narrativa de Ignacio Rodríguez Galván Marco Antonio Campos
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 8 DE MAYO DE 2022 NÚMERO 1418
Enrique Rivera y los conciertos de rock en México O m a r L ó p e z M o n ro
y
LA JORNADA SEMANAL
Portada. Rosario Mateo Calderón.
2 8 de mayo de 2022 // Número 1418
ROCK, FOTOGRAFÍA Y DISIDENCIA. ENRIQUE RIVERA Y LOS CONCIERTOS DE ROCK EN MÉXICO A las generaciones recientes puede parecerles exageración o mentira pues, descartado el período crítico de la pandemia por covid, hoy en día nada tiene de particular un concierto masivo de rock. Empero, durante la década transcurrida entre 1971 y 1981, en México estuvo literalmente prohibido un evento de esta naturaleza. La causa de esa censura, como todas las que se parapetan en la falsa idea del “bien público” era en verdad una sinrazón: como quien arremete contra el mensajero, el gobierno represor de aquellos tiempos vio en el rock a un “agente” que estimulaba la disidencia y la subversión juveniles contra un régimen que, a pesar de todas las evidencias, se negaba a reconocer su propia descomposición. Enrique Rivera no fue el único, pero sí el fotógrafo más consistente que se dio a la tarea de llevar a cabo el registro visual de los conciertos masivos de rock en México, celebrados desde aquellos años ochenta hasta el presente, en una labor que enriquece la historia gráfica de nuestro tiempo. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN: Rosario Mateo Calderón MATERIALES DE VERSIÓN DIGITAL: Juan Gabriel Puga LABORATORIO DE FOTO: Adrián García Báez, Israel Benítez Delgadillo, Jesús Díaz, y Ricardo Flores. PUBLICIDAD: Eva Vargas 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
Ignacio Rodríguez Galván.
Brevedad, intensidad y muerte prematura: la obra narrativa de
Ignacio Rodríguez Galván I Ignacio Rodríguez Galván (18161842) es, como se verá en este ensayo, un buen ejemplo de gran talento truncado por una muerte injustamente adelantada. En sólo veintiséis años dejó una obra narrativa, drámatica y poética que vale la pena recordar y revalorar.
Marco Antonio Campos ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
gnacio Rodríguez Galván (Tizayuca, 1816-La Habana, 1842) escribió tres cuentos y una novela corta que tienen como escenario Ciudad de México. Un par de narraciones ocurre en la Nueva España y el otro par en las dos primeras décadas independentistas: “La hija del oidor” tiene su campo de acción en 1809, un año antes del grito de Independencia; “El visitador”, en 1567, año de la supuesta o real conspiración de Martín Cortés, hijo de Hernán Cortés y La Malinche; “Manolito el pisaverde”, quizá el más complejo y mejor resuelto, en 1832, y “La procesión”, en el cual se narran sucesos entre 1820 y 1836, y que desde el principio se le va de las manos al autor. En sus poemas, en su teatro y en su narrativa, los asuntos de IRG son netamente románticos y aspiran en su desarrollo y en sus desenlaces tristes o trágicos a emocionar o sacudir al lector. En la segunda mitad de la década de los treinta del siglo XIX –estrechamente conservadora–, cuando escribe Rodríguez Galván, las mujeres
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decentes eran como objetos bellos y útiles de la casa. En sus cuentos hay historias de jóvenes desdichadas, padres severísimos o consentidores, amantes ambiciosos, esposos crueles, autoridades abusivas o extranjeros trepadores. El destino de los jóvenes y las jóvenes en las narraciones, salvo en “La procesión”, es inevitablemente funesto, y en el mejor de los casos, como el del Brujo de “La hija del oidor”, la cárcel. Algunos rasgos distintivos ligan a las principales protagonistas femeninas de las ficciones (Juanita, Teodora, María, Ana, Isabel): ser jóvenes, bellas, ricas (salvo María) y huérfanas de madre, y desde luego y tristemente, víctimas.
Amargura, melancolía y resentimiento, transformados A LOS ONCE años, traído por su madre, Rodríguez llega a Ciudad de México a vivir a la casalibrería de su tío Mariano Galván, quien era el hacedor asimismo de los bellos y didácticos Calendarios Galván, los cuales empezaron a circular en 1826 y que en los siglos XX y y XXI han sido continuados por otros. Ignacio Rodríguez Galván trabajó de mil usos para su tío, pero la librería fue el azar más feliz que tuvo en su escasa vida, que le permitió descubrirse como un voraz lector, lo cual a su vez lo llevaría a la escritura de diversos géneros, destacándose en la poesía, el teatro y el cuento, lo cual resultó un bien de fortuna para la tradición literaria mexicana. Fue el mejor poeta del primer romanticismo, y la “Profecía de Guatimoc” es uno de los cuatro o cinco poemas mayores de nuestro siglo XIX. ¿Es poco que Rodríguez Galván, a los veintidós años de su edad, en el prólogo a su drama Muñoz, visitador de México, puesto en escena en 1838 en el Teatro Principal, escribiera que tenía casi la certeza de que se trataba del “primer drama histórico mejicano escrito por un mejicano”? Pobre, poco agraciado en su aspecto físico, extravagante en su conducta y vestimenta, Rodríguez respiraba melancolía, amargura y resentimiento social, y esa melancolía, esa amargura y ese resentimiento, para quien posee un talento fuera de lo común como el suyo, pueden llegar a ser buen campo de cultivo para escribir bella literatura. Rodríguez detestó a las élites, pero moría por tener a sus jóvenes hijas, representadas ante todo en la delgada y delicada actriz Soledad Cordero, en quien pensó para escribir sus personajes femeninos principales. Soledad Cordero, “la Rosa del [Teatro] Principal”, como la llamó Guillermo Prieto en sus Memorias de mis tiempos, era un destello de diamante en el lodazal del ámbito de la farándula; asimismo de los ricos Rodríguez criticó acerbamente su frivolidad y arrogancia, como cuando narra, por ejemplo, los bailes o paseos que organizaban, en los cuales la élite solía solazarse en el chismorreo infecto y la murmuración envenenada. Detestó a los franceses, a quienes caricaturizó en la nouvelle “La procesión” en el personaje La Braconier, el prometido de Isabel, y arremetió contra ellos en su poema “Guerra a los galos, guerra…”, escrito un año después de la injusta y abusiva Guerra de los Pasteles. Eso no anula que admirara a sus poetas y artistas. Borges decía que Francia, como el Japón, era un “país literario”; Rodríguez vio de esa manera a Francia. Salvo pasajes, los ambientes de las ficciones del joven hidalguense Galván son opresivos: las estrechas y sombrías calles del centro histórico y casas de ricos que parecen cárceles suntuosas. Las calles que menciona son San Francisco, Tacuba,
Ciudad de México en el Virreinato. Imagen tomada de https://twitter.com/ElMuseoSoumaya.
Un voraz lector, lo cual a su vez lo llevaría a la escritura de diversos géneros, destacándose en la poesía, el teatro y el cuento, lo cual resultó un bien de fortuna para la tradición literaria mexicana. Fue el mejor poeta del primer romanticismo, y la “Profecía de Guatimoc” es uno de los cuatro o cinco poemas mayores de nuestro siglo XIX.
Seminario, Arzobispado y Santa Teresa, y desde luego, por otro lado, la gran plaza, que los mexicanos llamamos Zócalo desde 1843. Sin embargo, Rodríguez no nombra las calles precisas donde los protagonistas habitan. En alguna página cita de paso que había tabernas en las calles de San Pablo y la Palma. Aparecen también las acequias y canales. De los suburbios, sirve de escenario, en un pasaje de “La hija del oidor”, el Paseo de la Viga, en cuyo canal navegaban desde el sur los indios en sus canoas para vender su mercancía y donde los “léperos y villanos” tocaban la guitarra y el bandoneón y bailaban “el monótono e insulso jarabe”. En “Manolito el pisaverde” el capítulo final ocurre en el pueblo de San Ángel, y más precisamente a sus orillas, en El Cabrío, que muy probablemente sería lo que son hoy Tizapán y el Pedregal con su cascada, sus barrancos, peñascos y sus “enormes lavas”.
“La hija del oidor” y “Manolito el pisaverde” CREEMOS QUE DE lo más logrado en “La hija del oidor” es el juego de disfraces del joven personaje, quien es lo mismo un hombre bien parecido que salva a la muchacha de ahogarse en el Canal de la Viga, que un insolente pordiosero que insulta al oidor en la calle nocturna, que seduce y preña a Juanita fingiendo ser el Licenciado Primo Verdad –el verdadero (ahora héroe mexicano) había muerto un año antes en la fallida conspiración de 1808–, que al último se revela como un hombre apodado el Brujo, asesino de profesión. Juanita, una adolescente de dieciséis años, como lo fue en el virreinato, como lo fue en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, fue una niña bien, conservadora, de ésas que solían vivir en “el encierro y la tiranía” hasta casarse, a la espera de que los padres le hallaran un buen partido matrimonial. “Manolito el pisaverde” ocurre en 1832. Manolito, elegantemente vestido, de facciones hermosas, es en verdad María, la esposa guatemalteca / PASA A LA PÁGINA 4
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Baltasar Quesada es Baltasar Sotelo, o más explícito, en la conjuración están los hermanos Pedro y Baltasar Quesada, pero éste no es el prometido como en el cuento, sino un conjurado. En la obra de teatro es más intensa que en el cuento histórico la crueldad de Muñoz. Narrada en verso, los metros más utilizados son el octosílabo y el endecasílabo. El largo tercer acto, cuando se urde la conspiración para matar a Muñoz, y el desenlace sorpresivo, son lo más intenso de la obra.
El melodrama germinal de Rodríguez Galván
VIENE DE LA PÁGINA 3 /
de un advenedizo guatemalteco, Jacinto Almaraz, quien ha venido a México en 1829 haciéndose pasar como perseguido político, pero su fin es casarse (se llega a casar por segunda vez), con una joven heredera rica llamada Teodora. María, una muchacha de dieciocho años, quien lo ama profundamente, a su vez ha venido a buscarlo, disfrazándose de hombre, y la noche de su boda se ha colado a la alcoba de Teodora y le ha contado toda la historia. El objeto clave que demostrará la infidelidad de Jacinto es una cruz que Manolito (María) da a Teodora, quien a su vez la mostrará Jacinto. Al día siguiente, en el paseo en San Ángel, Jacinto ha reconocido a María y la tragedia es inevitable. Los hechos acaecen en dos días: la noche de un sábado y en el curso del domingo.
Muñoz, el siniestro visitador virreinal SOBRIO E INTENSO, el otro cuento de la época virreinal es “El visitador”, el licenciado Muñoz, funcionario español enviado a la Nueva España con autoridad de virrey de facto, quien llega en 1567, el turbulento año de la conspiración de Martín Cortés. Muñoz, hombre obstinado en la extrema crueldad, consuma sin tregua y en brevísimo tiempo un estrago entre culpables y sospechosos en nombre de la Corona: destierros, cárceles, ejecuciones. Una de las imágenes más impresionantes es cuando Rodríguez Galván describe las cabezas de los auténticos o supuestos conspiradores “levantadas sobre escarpines en la gran plaza”. Agigantado por la leyenda, Muñoz es uno de los personajes más siniestros en la historia de la Nueva España, y Rodríguez Galván, al hacer su retrato moral y físico, lo hace más siniestro. En una recreación de fábula, Rodríguez (como lo llamaban los amigos) le crea una debilidad y lo lleva a enamorarse de una joven de veinte años, virtuosa y bellísima, benefactora de los indios, Ana Cervantes, hija del alcalde, quien está a un día de casarse con un noble, Baltasar Quesada, a quien Muñoz, para separarlos, lo manda a encarcelar, y al verse Muñoz imperiosamente rechazado por Ana, ordena decapitarlo. Advertido de los excesos criminales, Felipe II ordena a Muñoz volver a España, quien conocerá y ya un inmediato y aciago adiós. “El visitador” tiene su correspondiente en el teatro de Rodríguez Galván en la pieza Muñoz, visitador de Méjico. La historia es esencialmente la misma pero varían nombres, estado civil, hechos secundarios y conclusión. Ana en la pieza es Celestina; “una criada de edad provecta” es Berta;
Pobre, poco agraciado en su aspecto físico, extravagante en su conducta y vestimenta, Rodríguez respiraba melancolía, amargura y resentimiento social, y esa melancolía, esa amargura y ese resentimiento, para quien posee un talento fuera de lo común como el suyo, pueden llegar a ser buen campo de cultivo para escribir bella literatura.
SI EL MELODRAMA en México ha sido lo natural en las ficciones, en el teatro, en el cine y en la televisión, en la novela corta de Rodríguez, La procesión, hallamos un típico ejemplo de esa primera mitad del XIX. Los hechos acaecen durante el Jueves de Corpus de 1836, y los protagonistas, que se hallan en la calle de San Francisco viendo el acto religioso, son doña Joaquina, su hija, su sobrino Julián y su amiga doña Manuela. Doña Joaquina detesta las procesiones porque en 1820 Dorotea, su primera hija, un mismo Jueves de Corpus, se extravió y porque son un pretexto para que los ricos se luzcan en sus carruajes, presuman un catolicismo artificioso y desprecien a quienes son económicamente inferiores. Su sobrino Julián, muchacho de veintidós años, está enamorado de una muchacha rica (Isabel), quien está por casarse con un petimetre francés, que sólo va a la caza de la fortuna del padre. Julián la busca desesperadamente, esperando a que asome al balcón. No sabe ni imagina que la joven Isabel es Dorotea, la hija que doña Joaquina perdió y el hecho cambió esencialmente la vida de la familia. Doña Joaquina perdió a Dorotea, luego perdió al marido y acabó adoptando a su sobrino Julián. En las ficciones, más importante que lo verdadero es que parezca verosímil, es decir, lo que se cuenta y cómo se cuenta; en La procesión hay algo que nos aleja por la exageración fácil de la credibilidad: no parecen verosímiles ni la entrada subrepticia de Julián a la casa de Isabel; ni que el año anterior, desde que la sigue, Isabel se haya enamorado también del muchacho pobre sólo de verlo furtivamente de lejos; ni que Julián vaya a buscar al cobarde petimetre francés (La Braconier), prometido de Isabel, a desafiarlo; ni que los azares lleven a descubrir que Isabel es Dorotea, la hija perdida de doña Joaquina, es decir, su prima, y que a las primeras el padre de Isabel, don Santiago, gustoso consienta de inmediato la boda. No es que eso no pueda ocurrir, sino que en la narración suenan falsamente lacrimosos.
Mala estrella y muerte prematura ESTOS TRES CUENTOS y la novela corta, más allá de digresiones moralistas o sentenciosas, de metáforas de dudoso gusto, de exageraciones sentimentales, dejan ver que Rodríguez no sólo tenía un talento inusual como poeta, sino también tenía buenas dotes como narrador y dramaturgo, y duele comprender lo que significó para la literatura mexicana su repentina muerte a los veintiséis años en La Habana, Cuba, a causa de la malaria, el 25 de julio de 1842. Su destino era Caracas, donde gracias a la recomendación del ministro de guerra, el general José María Tornel, que estimaba su talento, iría a trabajar en la Legación Extraordinaria de las Repúblicas del Sur e Imperio del Brasil. Su “mala estrella”, de la que él hablaba de tener, se volvió una sombra sin regreso ●
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DESDE CATALUÑA
RAMÓN ANDRÉS: AFORISMOS DE LA DESTEMPLANZA EXISTENCIAL Ramón Andrés (Pamplona, 1955) –genial escritor español y teórico e historiador de la música– es autor, entre otros volúmenes, de Johann Sebastian Bach. Los días, las ideas y los libros (2005), El mundo en el oído. El nacimiento de la música en la cultura (2008), No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio (2010), Diccionario de música, mitología, magia y religión (2012), El luthier de Delft. Música, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza (2013), Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente (2015), Pensar y no caer (2015), Claudio Monteverdi. “Lamento della Ninfa” (2017) y Filosofía y consuelo de la música (2020). Desde 2018 es miembro de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi y ganó el Premio Nacional de la Crítica 2020.
Un libro crepuscular RAMÓN ANDRÉS (Pamplona, 1955) –extraordinario ensayista y poeta– es autor, entre muchos otros libros, del profundo Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente (Acantilado, Barcelona, 2015). Cultiva el aforismo, género al que ha dedicado cuatro libros: Los extremos, Puntos de fuga, Malas raíces y Caminos de intemperie (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2022), volumen crepuscular en el que ahonda en la desesperación, la mirada, la escritura, la noche, la música y el asombro. A continuación, algunas entradas de Caminos de intemperie:
La noche no es el reverso del día. Es una condición nuestra. La Desesperación como autora de biografías. Vistos los tiempos, espero que me disculpen las horas leídas. La Historia desaparecerá con nuestra civilización. Los venideros no recordarán, no querrán evocar nada. Será su estrategia para dar un buen comienzo a sus vidas, a sus cálculos. Desconocer la Historia los hará firmes. Ni un nostálgico sobrevivirá. No hay que olvidar que las lenguas antiguas ya nos dijeron lo importante. Más fácil crear un mundo que habitarlo.
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Ramón Andrés. Foto: Foto Carles Escur.
en el que tenemos a nuestras espaldas, en ese que hemos dejado atrás y nos ha traído hasta aquí. La literatura deja más damnificados que la música, y la música menos que el silencio. El destino de plagiar la noche. La trampa está en que siempre queda un mundo por soñar.
La lucidez, visita guiada al Infierno. Soy de los que ven en su sombra un escrito antiguo. Mirar es recolectar. ¿Qué somos? Agua pasada que mueve molinos.
A cierta edad la vida no tiene otro destino que la continua reconstrucción del otoño. La tristeza llaga.
Una mente serena, que no desea, es un laberinto en desuso. Leer restaña y escribir cicatriza. La melancolía, los infiernos racheados, la inquietud, la repentina acedia, son gajes de mi oficio. La existencia tiene algo de venta ambulante. *** Pisar máscaras, como si vendimiáramos el mundo.
Alejandro García Abreu
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Sólo pensamos el infinito como una proa que se abre paso en el Tiempo. Jamás reparamos
Hay vida después de la muerte, y se oye. Jünger escribe en el Diario de la guerra que, al adentrarse en los bosques conquistados, era audible el sonido de los cadáveres del enemigo. En plena descomposición, emitían un zumbido de gusanos e insectos y dejaban oír pequeños estallidos internos. El bisbiseo de la fuga del mundo. A lo largo de mi vida, el abandono. La música ha sido mi hospicio. Cuanto sucede es obra de lo fortuito, fruto del azar, del az-zahr, que en árabe señalaba la flor en su significación de lo efímero, de lo que brota y está llamado a no establecerse ●
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Si tan sólo te quedaras: la poesía migrante de
GLORIA GERVITZ (1944-2022)
Gloria Gervitz.
Significativa conversación con Gloria Gervitz (1944-2022), poeta mexicana recientemente desaparecida, de ascendencia judía y autora de Migraciones, tomo que en realidad es un largo poema en el que se reúnen siete libros, a lo largo de cinco décadas. Su postura ante la poesía es tan contundente como sencilla: “Me interesa una poesía que comunique, sin duda. No me gusta la poesía críptica, la poesía que evita decir algo y se vuelve sólo sonidos y figuras retóricas.”
José Ángel Leyva ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Entrevista con Gloria Gervitz ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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loria Gervitz (1944-19 de abril, 2022) ignoraba que un cáncer pulmonar residía en su cuerpo. Conversamos en línea el 1 de octubre de 2021. Lucía un vestido blanco en medio de las níveas paredes de su casa de San Diego, California. Abraham, su marido, y ella hablaron de lo complicado que es ponerse de acuerdo entre dos personas mayores que han disfrutado la soledad. Los dos se mostraban exultantes, dispuestos a integrar hábitos, costumbres e incluso manías, para continuar juntos. Un par de semanas antes habíamos tenido otra conversación para Casa Cultural de las Américas, que preside Elizabeth Quila. Su marido la asistía para que luciera radiante y desenvuelta. En ambas ocasiones, un tosecilla impertinente solía aparecer y la poeta argumentaba que se debía con certeza a ciertas alergias. Poco tiempo después supe por Elizabeth Quila que le habían diagnosticado un cáncer terminal, con metástasis que afectaban ya varios órganos vitales. Ante la desoladora noticia evoqué la sonrisa desbordante de Gloria, su satisfacción por haber termi-
nado Migraciones y ver la obra publicada en varios idiomas, y celebrar la fortuna de haber encontrado el amor y de ser, en esa etapa avanzada de la vida, migrante por voluntad propia. Comenzamos el juego de la bibliomancia. Era obvia la razón de su traslado a San Diego, pero decidimos preguntarle a Migraciones: ¿Qué le había dado fuerzas para abandonar su vida en México? Escogió la página 59, línea cinco, que sentenció: “Sobre la mesa unas fotografías.” Qué interesante, qué interesante, repetía con asombro. “Sí, esa fue una motivación muy fuerte”, afirmaba. Gloria contaba que había leído, en un libro de Martin Buber, la pregunta del rabino Susya: “¿Por qué no llegaste a ser aquello que sólo tú podías llegar a ser?” La interrogante sería epígrafe y detonante de su libro Septiembre. Pero, ¿Gloria había llegado a ser aquel imperativo? Estaba convencida de que en 2002, cuando había terminado de escribir Septiembre, no lo había logrado aún, pero casi veinte años después, cuando cerró la saga de sus libros que conforman Migraciones, ese largo poema compuesto por diversos libros, encontró a esa otra, también ella. El poema se fue publicando en partes, sin orden cronológico, pero se fundía y se fusionaba con las otras piezas, con los otros libros. “Muchas veces sentí que me secaba y el poema venía de nuevo, luego se alejaba y yo estaba allí siempre para él, paciente –comentaba la poeta entornando la mirada, dulcificando la voz, fuerte y grave–. Tengo cincuenta y un años de escribir poesía, y casi cuarenta años, desde 1976, de trabajar en lo que vendría a ser Migraciones, en su edición de 2020. Al inicio, no imaginé que esas partes que brotaban de manera espontánea, no programática, iban a poder unirse de una u otra manera y se convertirían en un proyecto de vida y en un matrimonio como el de las monjas con Dios. Fue una simbiosis por largos años entre el poema y yo.” Gloria recordaba su viaje a Israel con Myriam Moscona y Esther Seligson, ambas escritoras de ascendencia judía, con quienes mantuvo un fuerte vínculo afectivo. Esther falleció, pero la relación con Myriam continuó; lamentaba que se hubiese enfriado más tarde la amistad entre ambas. Tras la muerte de Gervitz, Myriam Moscona publicaría en su muro de Facebook que había viajado a San Diego para el reencuentro final. Gloria le había dicho: “La cerradura se oxidó, pero la llave sigue viva.” Enumeramos a las escritoras judías mexicanas: Perla Schwartz, Margo Glantz, Ethel Krauze, Andrea Montiel Rimoch, Angelina Muñiz-Huberman, Becky Rubinstein, entre otras. Gloria sonreía y afirmaba que la mayoría, como ella, eran judías gua-
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dalupanas, pero con distintos intereses literarios y diferentes trayectorias. Se reconocía como una autora muy solitaria.
“Aunque uno sea feliz, el recuerdo siempre duele…” “YORGOS SEFERIS dice que la memoria donde quiera que se le toque duele –afirmaba la poeta–. Aunque uno sea feliz, el recuerdo siempre duele porque es algo que ya pasó y no volverá a ser. Yo traía desde muchacha muchas preguntas sobre mis orígenes. Por ejemplo, ¿qué habrá sentido mi abuela paterna cuando llegó a México? Desembarcó en Veracruz, no sabía nada de este país, ni siquiera el idioma que se hablaba y murió antes de que naciéramos sus nietos. El miedo, la zozobra, el desconcierto embargaba a esas mujeres que hablaban y escribían en yiddish. Recuerdo un relato que me conmovió mucho desde la infancia. Una migrante escribía muchas cartas para un misterioso destinatario. Cuando falleció, toda su correspondencia no enviada fue descubierta entre sus enseres de tejido. Nunca se supo a quién estaba dirigidas, o si sólo fue una fantasía, una necesidad de hallar un motivo para vivir. Se me quedó grabada esa historia y así apareció en mi poema. Quise darles voz a todas esas mujeres, que además de abandonar sus orígenes, fueron determinantes para sacar adelante sus familias, a costa de renunciar a sus sueños y sus deseos personales. Del lado materno mi abuela era una señorita católica de Puebla que se enamoró de aquel joven que venía de Ucrania. Mi abuelo. No obstante, uno es el que es hasta la muerte. Mi abuela se convirtió al judaísmo, pero siempre traía en su bolso un rosario. A mí me tenía confianza y decía para cualquier cosa: ‘Ave María Santísima’, ‘El señor nos ampare’ y frases por el estilo. Uno no siempre es otro, también es lo que fue desde el inicio.” Gloria pensaba que su condición de migrante en California era muy cómoda. Había decidido cambiar de país, pero nada ni nadie la había forzado a tomar esa decisión para estar al lado del hombre que amaba. Antes de ese momento le resultaba imposible la sola idea de imaginarse una vida fuera de México. “Me pasé veinticinco años sumergida en los libros. Ahora prácticamente no leo. Los viajes más maravillosos los hice sentada con un libro entre las manos. Fueron recorridos por dominios autorales. Me leí todo Borges, Milan Kundera, todo Bashevis Singer. Por este autor comencé a leer en inglés, porque la traducción que llegó a mis manos era una traducción española hecha al vapor; Bashevis acababa de ganar el Premio Nobel y tenían urgencia por llenar las librerías con su obra. La lectura del inglés me abrió un horizonte insospechado y descubrí un idioma directo y claro, más económico que el español. Un día tuve que parar porque me di cuenta de que no estaba yo en mi mundo sino en el mundo de los demás. Era necesario vivir también mi propia realidad; el tiempo de uno es irrepetible. Ahora sólo leo por partes, no leo toda la obra de un autor sino ciertas cosas, y no todo un libro, sino fragmentos. Leo, más que libros de los poetas, sus poemas, ciertos poemas. Además he dejado de leer otros géneros, leo exclusivamente poesía. Creo, definitivamente, que Bashevis influyó en mi escritura. Para mí como autora es muy difícil advertir a plena conciencia quiénes en verdad me influenciaron. Uno puede decir por conveniencia que viene de Seferis, de Octavio Paz, de Borges, de Elliot, de Saint-John Perse. Pero en realidad suele
¿Qué habrá sentido mi abuela paterna cuando llegó a México? Desembarcó en Veracruz, no sabía nada de este país, ni siquiera el idioma que se hablaba y murió antes de que naciéramos sus nietos. El miedo, la zozobra, el desconcierto embargaba a esas mujeres que hablaban y escribían en yiddish.
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ignorar las influencias profundas. Bashevis habla mucho de esos pequeños pueblitos polacos, de ese mundo desaparecido que emerge en la imaginación del autor. Un mundo aparentemente en armonía con Dios y con los hombres, pero él nos lo presenta con sus infidelidades, sus traiciones, sus demonios. Un mundo humano y delirante a la vez. Esas historias me dejaban huella.” Se definía a sí misma como “algo fashionista”. Le daba importancia a la vestimenta, al arreglo personal, a la belleza del lugar donde escribía y leía, al momento mismo cuando se disponía a escribir. Reconocía su pasión por los objetos producto del quehacer humano, los derivados de la artesanía o de fabricación industrial, la arquitectura, la ingeniería, la estética de las cosas concebidas y producidas por el hombre. “Hubo una época que amé todo el art nouveau, pero desde hace tiempo comenzó a parecerme muy recargado y ahora prefiero el minimalismo, la síntesis. Prefiero los artefactos, las cosas derivadas del trabajo y el talento humano y no tanto las de la Naturaleza”, reiteraba la poeta. En cierta forma esa tendencia a despojar de ornamentos sus poemas la condujo a cambiar el dibujo de sus versos. “En Septiembre sentí que los versos se hacían tan cortos que estaban tocando el silencio. Prácticamente chorreaban, se resistían a ser líneas horizontales. Más que palabras son pulsaciones. Tuve la sensación de que me estaba hundiendo en el silencio junto con las palabras.” Observé que en su poesía participaban las tres personas del singular. ¿Era ella consciente del empleo de dicho recurso? ¿Qué sentido tiene su empleo? “Yo creo que no soy muy consciente. Allí sí pienso que son estos encuentros con esos otros que somos. Son exigencias mismas del poema, no acciones programadas. Es una voz femenina que se desdobla en otras voces, que a su vez se desdoblan en varias más. Yo obedecí las órdenes del poema, estaba atenta a sus indicaciones. Si el poema me hubiese cuestionado, seguro hubiese seguido otros caminos, empleado otras técnicas, dispuesto de otros recursos discursivos. Pero no, el poema imponía sus condiciones. Uno de los interlocutores centrales del poema es la madre. No mi mamá en particular, aunque ella está allí, sino la madre como emblema y como motivo. La madre universal. La palabra es el otro interlocutor. Hay un diálogo recurrente y hondo con la palabra. Y hay momentos en que la voz femenina se convierte en un ruego, en una plegaria, en una súplica para no ser abandonada. Al mismo tiempo hay una exigencia de liberación por parte de ambas figuras, que son voces que derivan en otras voces.” La poesía de Gloria Gervitz carece de una retórica recargada, tiende más a la sencillez, a expresarse de manera más directa y transparente, es más comunicativa. ¿Qué opinaba ella de esta observación? “Me interesa una poesía que comunique, sin duda. No me gusta la poesía críptica, la poesía que evita decir algo y se vuelve sólo sonidos y figuras retóricas. En mi poesía me preocupo mucho por la musicalidad. Los versos necesariamente tienen que estar envueltos en música. Aunque el ritmo de su respiración llegue en ocasiones casi al ahogo. Más que inhalaciones y exhalaciones suelen sonar a pulsaciones. La imagen, el carácter plástico de los poemas no es cosa menor. La metáfora puede o no vestir el poema, y éste puede incluso aparecer en una casi absoluta desnudez retórica.” A Gloria le encantó el juego de la bibliomancia y me pidió una última pregunta a Migraciones. Tomamos uno de sus propios versos: “¿Y qué queda de mí, para qué, para quién?” Página 99, línea 9, y otro verso le contesta: “Si tan sólo te quedaras.” ●
LA JORNADA ORNADA SEMANAL
8 8 de mayo de 2022 // Número 1418
fotog y dis
Enrique Rivera M n e k c o r e d s o t r e i c n y los co Preludio El rock en México tiene muchos caminos. Uno de ellos es el que han seguido los conciertos masivos en nuestro país, algunos de los cuales fueron documentados por el fotógrafo Enrique Rivera, cuyo trabajo se reseña aquí. Con tino y experiencia, el artista asevera, refieriéndose al rock: “El espíritu musical no cabe en una fotografía, ni en un libro.”
Arriba: concierto de Los Lobos, 2 de marzo de 1991. Ciudad de México, Enrique Rivera Barrón.
Omar López Monroy ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
UNA MAÑANA. Una estrepitosa harmónica corriendo junto a una guitarra acústica te llevó a conocer la famosa “Stuck inside of mobile with the Memphis blues again”. Era Bob Dylan. Nada volvió a ser lo mismo. Era una nueva lengua universal que estabas adquiriendo llamada rock –parafraseado de un escrito creado por Enrique Rivera Barrón a propósito del presente texto.
Un toque de rock HOY EN SU mayoría son jóvenes quienes dan vida a festivales musicales masivos en los cuales todavía el rock es la oferta principal, como los recién realizados Vive Latino (iniciado en 1998), Pa’l Norte (que comenzó en 2012), y otros eventos organizados en espacios públicos como el Zócalo capitalino, donde el rockero y activista Roger
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grafía idencia Primero fue la Reina
México
Abajo: Iron Maiden, 1 de octubre, 1992. Arriba, de izquierda a derecha: Concierto de Peter Gabriel, 26 de septiembre, 1993, Ciudad de México. Bob Dylan, 2 de marzo, 1991. Jethro Tull, 20 de octubre, 1992. Enrique Rivera Barrón.
Waters, líder de la legendaria banda Pink Floyd, realizó un concierto memorable y sumamente politizado en 2016 –con el recuerdo/rencor vivo de la desaparición forzada de 43 jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, en 2014. Fueron jóvenes quienes en septiembre de 1971 se congregaron por miles en el Festival de Rock y Ruedas Avándaro: piedra de toque en la historia del rock mexicano, que también trajo como consecuencia el veto al rock en nuestro país; sobre todo se prohibió la realización de conciertos masivos. Y eran jóvenes estudiantes quienes fueron masacrados meses antes en el llamado Halconazo, el 10 de junio de 1971, durante la realización de una marcha en demanda de libertad a los presos políticos y democratización de la enseñanza, entre otras consignas. El camino ha sido largo para que llegaran a realizarse conciertos masivos de rock en nuestro país. Los años setenta fueron los de mayor cerrazón al respecto; sería hasta las siguientes dos décadas que paulatinamente la situación fue cada vez más favorable para el desarrollo del rock en México. Justo por esos años, Enrique Rivera comenzaba su paso por la fotografía y buscó documentar algunos de estos conciertos pioneros.
EN 1981, LA icónica banda Queen vino a México, primero tocó en Monterey y luego lo hizo en Puebla. Enrique Rivera tomó su cámara y acudió al segundo concierto. Refiere que al mismo llegaron muchas personas “que no sabían a detalle qué tocaba el grupo... apenas empezó la primera canción aquello fue un desmadre, se notaba la aridez de no haber tenido en donde abrevar rock”. Este fue para muchos jóvenes mexicanos su primer concierto de rock. Al término del mismo fue notoria la nula experiencia que se tenía entonces para la organización de este tipo eventos. No había suficientes corridas de autobuses a Ciudad de México, de donde habían viajado muchas personas; tampoco había lugares suficientes para hospedarse, entre otras pifias, como el control de la seguridad dentro y fuera del estadio donde se realizó el concierto. Durante un par de años, Enrique Rivera vendió las fotografías que logró hacer durante ese suceso histórico en el tianguis musical organizado en el Museo Universitario del Chopo a partir de 1980, en lo que a la postre sería la cuna del Tianguis Cultural del Chopo, un espacio de creación colectiva en torno a la cultura rockera chilanga, en el cual Enrique participó desde sus inicios. Lamentablemente, los negativos de ese primer concierto se extraviaron.
Una imagen del rock DURANTE LOS AÑOS ochenta, Enrique continuó su aprendizaje en la fotografía y en la siguiente década continuó sus andanzas fotográficas y rockeras, principalmente en Ciudad de México. En marzo de 1991 cubrió el concierto de Bob Dylan, en el cual Los Lobos fue la banda telonera –retomando al maese Parménides García Saldaña: antes que tener una guitarra Dylan tuvo el blues, y renunció a ser sólo un símbolo para idiotizar a la juventud, y con su vocación de compositor y cantante llego a ser Johnny B. Good. En junio de ese mismo año asistió al concierto de Carlos Santana, el único mexicano que forma parte del Salón de la Fama del Rock y que impactó al público durante su participación en el Festival de Arte y Música de Woodstock de 1969. La mirada de Enrique en las imágenes inéditas que acompañan este texto estuvo en su mayoría concentrada en los músicos. La historia detrás de las mismas nos permite advertir el panorama complejo que fue para muchos rockeros y al mismo tiempo interesados en documentar estos / PASA A LA PÁGINA 10
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De izquierda a derecha: Aerosmith, 26 de enero, 1994. Los Lobos, 2 de marzo, 1991. Carlos Santana, 25 de junio, 1991.
VIENE DE LA PÁGINA 9 /
primeros eventos masivos. Rivera Barrón refieree que, ante la negativa de poder pasar cámaras sin acreditación de algún medio informativo a los conciertos, había que ingeniárselas primero para meter la cámara al concierto y luego buscar hacer una buena toma. Al año siguiente, en octubre de 1992, Enrique estuvo en el concierto de Iron Maiden; y ese mismo mes fue a escuchar al Auditorio Nacional a la banda Jethro Tull, para lo cual consiguió ser acreditado a través de la extinta revista independiente Avant Garage, y por tanto tuvo la oportunidad de tomar algunas fotografías mientras el grupo cantaba un par de canciones. Poco a poco el mercado musical fue controlando la documentación de los conciertos y, en cierta medida, la monopolizó. Aunque se diga que hoy con un teléfono celular se pueden hacer proezas, capturar imágenes de un evento musical masivo con él no es del todo fiable.
La ruta del rock ENRIQUE RIVERA CERRÓ 1992 tomando fotografías en el concierto de Black Sabbath el mes de noviembre. Para septiembre de 1993 fue a tomar fotos al multifacético y vanguardista Peter Gabriel, al Palacio de los Deportes; recuerda que las fotografías de ese concierto se las debe al fotoperiodista Arturo Bermúdez, y como él estaba acreditado pasaron los dos al evento. En ese concierto reapareció Sinnead O’Connor, lo cual fue un suceso, ya que un año antes la cantante irlandesa, durante una presentación televisiva en Estados Unidos –país que se autonombra defensor de la libertad a ultranza–, rompió una fotografía del papa Juan Pablo II, a manera de denuncia en torno a los casos de pederastia en la Iglesia católica; la reacción contra O’Connor de buena parte de la sociedad estadunidense fue cruel y desmedida. El último concierto que Enrique Rivera retrató en esa época fue el de la banda estadunidense
El camino ha sido largo para que llegaran a realizarse conciertos masivos de rock en nuestro país. Los años setenta fueron los de mayor cerrazón al respecto; sería hasta las siguientes dos décadas que paulatinamente la situación fue cada vez más favorable para el desarrollo del rock en México.
Aerosmith, en enero de 1994. En torno a esta experiencia menciona que “el espíritu musical no cabe en una fotografía, ni en un libro”, y qué bueno que así sea, porque siempre habrá diversas formas de mirar el rock, ese género musical identificado aún con una actitud disruptiva y contestataria. Las versiones definitivas son asuntos de mercadotecnia. Justamente en aquel 1994, cuando los demonios andaban sueltos y se habían hecho con el poder, y como en una novela negra en las cúpulas del poder las diferencias se arreglaban a balazos, fueron asesinados el entonces candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, y José Francisco Ruiz Massieu, en ese momento secretario general del mismo partido; entró en vigor del Tratado de Libre Comercio; oficialmente surgió el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y en julio se realizó un concierto masivo de rock en apoyo al EZLN en el Estadio de Prácticas “Roberto Tapatío Méndez” de la UNAM. De nuevo fueron las y los jóvenes unidos por el rock, manifestándose en torno a una causa social. En la ruta del rock estos primeros conciertos y festivales fueron punta de lanza para la asimilación del género por la sociedad y el mercado, con todo lo que ello implica, y es sólo un aspecto de dicha ruta.
Coda ENTRE 1994 Y 2006, Enrique Rivera encabezó la galería callejera De la calle y en la calle, la cual se instaló sábado a sábado en el Tianguis Cultural del Chopo. Enrique conjuntó sus andanzas fotográficas… y su vínculo con el Chopo, donde forjó parte de su cultura musical, para dar vida a este proyecto colectivo en torno a la cultura fotográfica; en la galería se presentaron varias exposiciones dedicadas al rock (ver edición número 1388 de La Jornada Semanal) ●
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PRIMAVERA ADELANTADA
A Los cambios en el clima del planeta afectan todos los órdenes de la vida, y el arte no es excepción. Para recordarnos eso, aquí se mencionan algunos artistas cuyo tema ha sido la naturaleza, en especial los bosques y árboles, muchos de ellos amenazados de extinción por la actividad humana.
Anitzel Díaz ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
finales de enero comenzaron a florecer las jacarandas en Ciudad de México y Cuernavaca. Su ciclo normal es de finales de febrero a principios de abril. Es el primero y más evidente anuncio de la primavera. Fenómenos similares se observaron en varias partes del mundo; con el cambio climático, el aumento de las sequías y las temperaturas la primavera se está adelantando. Una investigación publicada en Nature Climate Change concluyó que “sólo este efecto de las precipitaciones provocará un adelanto de la primavera biológica de entre 1.2 y 2.2 días cada década de este siglo”. En Veracruz, en la región de Huatusco, se ha observado el adelanto paulatino de la floración del cafeto, lo que ocasionó disrupciones en la producción del café. Nuestro entorno cambia, influye en nuestra manera de ser y disfrutar, en nuestros hábitos. Gustav Klimt pasó años observando y pintando los bosques; en su etapa de ermitaño realizó una serie de pinturas, entre abstractas y realistas, siempre impresionantes. Lo que más lo reconfortaba era el claro paso de las estaciones en el bosque. El otoño era su estación favorita. Beth Moon, fotógrafa estadunidense, ha viajado por todo el mundo buscando árboles arcaicos, los más peculiares, los más espectaculares. “A menudo me asombra, tengo un gran aprecio por muchos aspectos de la naturaleza, así que tal vez sea esta emoción la que estoy tratando de capturar y traducir. No quiero simplemente documentar, sino registrar la belleza y el entusiasmo que siento hacia el sujeto cuando tomo la fotografía.”
Izquierda: Bosque de abedules. 1903. Gustav Klimt. Derecha: Rosales bajo los árboles, 1905. Gustav Klimt.
Beth fotografía baobabs, árboles de la aljaba, pinos de Balfour, olivos, enebros, árboles de Josué, secuoyas, robles y castaños en la noche, el contraste entre el árbol y las estrellas, los contornos de la oscuridad rotos por la complicada silueta de ejemplares centenarios, testigos iluminados del inexorable paso del tiempo. Francis Hallé, botánico francés, especialista en arquitectura de los árboles, ha dibujado miles de especies. Ha tenido el privilegio de estudiar durante sesenta años magníficos ejemplares. Siempre con un cuaderno en mano traza hojas, troncos, flores, ramas, raíces. La sensación de asombro lo acompaña cuando observa la fragilidad de estos seres frente al avance de la actividad humana; un método y conocimiento que resultan en sorprendentes piezas de arte contemporáneo. En una entrevista, Hallé dijo que “es hora de reconocer que el árbol no es propiedad exclusiva de nadie, que merece ser reconocido como un patrimonio común a toda la humanidad y que su conocimiento debe ser colectivo”. Se calcula que existen hasta tres billones de árboles hoy en el mundo. Cada año el hombre destruye 15 millones. ¿Cómo irá a cambiar el paisaje de nuestro entorno? ¿Qué van a fotografiar o pintar esos artistas que aún no han nacido? ¿Qué imágenes quedarán en la memoria? ●
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12 8 de mayo de 2022 // Número 1418
UN DIÁLOGO SOBRE LA VEJEZ Y LAMUERTE H
La muerte contada por un sapiens a un neandertal, Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás, Alfaguara, España, 2022.
Alejandro Badillo |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
ay una idea constante en La muerte contada por un sapiens a un neandertal, segundo libro escrito al alimón entre el paleontólogo Juan Luis Arsuaga y el narrador Juan José Millás: el ser humano –y algunos animales de compañía– son las únicas criaturas en la Tierra que experimentan la vejez. Sin embargo, al contrario de los perros y gatos que han prolongado sus vidas gracias a nuestros cuidados y cuya propia trascendencia les es indiferente, las personas fantaseamos no sólo con querer vivir más sino, incluso, con la inmortalidad usando la tecnología. Para problematizar la muerte y el proceso que nos lleva hasta ella, Millás y Arsuaga emprenden una serie de excursiones que, en el papel, pudieron haber formado parte de un documental, pero que se presentan en una especie de diálogo socrático entre maestro y discípulo. En lugar de escribir una novela al respecto, Millás –capítulo tras capítulo– interroga a su acompañante, experto en evolución y declarado epicureísta, sobre los genes, la reproducción y la singularidad humana que, en el transcurso de las páginas, no parece tan ventajosa. Lo más interesante de La muerte contada por un sapiens a un neandertal son las ideas que surgen en las charlas entre los dos amigos y las comilonas que las acompañan. La perspectiva del palentólogo, absolutamente materialista, desecha cualquier fantasía religiosa o aspiración metafísica a las que se recurre cuando se envejece y se comienza a pensar en la muerte. Comparándonos siempre con los animales salvajes, entendemos que quizás ellos viven mejor, pues siempre están en un estado de plenitud. Un búfalo, un ratón o una serpiente no alcanzan a envejecer porque mueren antes a manos de un depredador o fulminados por el hambre, incapaces de valerse por sí mismos. Por el contrario, el ser humano intenta prolongar su vida por medios cada vez más sofisticados y, por supuesto, artificiales. Sin embargo, como apunta Arsuaga en uno de los pasajes del libro, la misión está destinada al fracaso, pues la cuenta final llega a cero y dejamos de existir. La longevidad –una vez superada la función repoductiva– nos condena a una caja de sopresas, enfermedades que la selección natural no pudo eliminar porque el ser humano se ha quedado sin depredadores. Acostumbrados a ver nuestras dolencias como un enemigo a exterminar, no entendemos que, simplemente, mientras
más vivamos, más provocamos errores en nuestra reproducción celular. Quizás para darle más profundidad y, sobre todo, justificación a la serie de rodeos que nos llevan a las enseñanzas del paleontólogo, Millás pudo llevar un poco más lejos sus reflexiones sobre la vejez y su papel como miembro de una generación (nació en 1946) que se está despidiendo. En el principio del libro podemos ver el conflicto entre un hombre que aún se siente con la capacidad para valerse por sí mismo, pero que se siente en el límite de un territorio desconocido. Ese reconocimiento o fugaz toma de conciencia queda diluido en el resto del texto. Sin embargo, podemos rescatar varias preguntas: ¿quién es más pleno? ¿El ser humano que, hipnotizado por el solucionismo tecnológico –un dogma de nuestros días– intenta ganarle a la naturaleza? ¿O son mejor aprovechadas las vidas más cortas de muchos animales que, sencillamente, viven en armonía con sus posibilidades? Como apuntaba el filósofo alemán Ivan Ilich en su libro Némesis médica publicado el siglo pasado, dedicar esfuerzos y recursos a la trampa de la inmortalidad nos impide ver que podríamos mejorar las vidas de una mayoría sometida a enfermedades prevenibles, lastres que disminuyen su calidad de vida ya afectada por factores como la contaminación o la desigualdad económica. Así pues: mientras una minoría sueña con la eternidad, condena a los demás a una precaria sobrevivencia. Esto no lo mencionan el paleontólogo ni el escritor, pero las ideas que surgen en sus encuentros pueden provocar este tipo de lecturas ●
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En nuestro próximo número
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA
PAUL CEZANNE
EN LA MIRADA DE RILKE
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Artes visuales / Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
Somos Malinche: sobreviviente e icono
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l Museo de Arte de Denver, Colorado (EU) presenta una exhibición sui generis, cuyo tema por demás vigente está vinculado a los estudios de género más actuales, en especial en el campo de la cultura chicana: Traidora, sobreviviente, icono. El legado de La Malinche. La exposición, integrada por sesenta y ocho obras, es un recorrido visual por los avatares de ese personaje icónico –también conocida en sus orígenes como Malinali Tenepal o Malintzin, y doña Marina, para los conquistadores– a lo largo de más de quinientos años de interpretaciones de lo más variopintas. El interesante guión curatorial estuvo a cargo de Victoria I. Lyall, curadora del Departamento de Arte Antiguo de América de este museo que alberga una colección importante de nuestro pasado prehispánico y colonial, y Terezita Romo, destacada especialista en estudios feministas chicanos. A decir de Lyall, la figura de La Malinche no ha sido plenamente reivindicada a consecuencia de una larga tradición de narrativas negativas que han promovido su imagen de traidora, de la que surge el término peyorativo de “malinchista”, “La Chingada”, que Octavio Paz satanizó en su ensayo “Hijos de la Malinche” (1950). Señala Lyall: “La exhibición explora cinco conceptos que han servido como metáfora de La Malinche: la intérprete, la mujer indígena, la madre del mestizaje, la traidora y, finalmente, el peor: la esclava.” A esto agrega la curadora: “La oportunidad de reflexionar sobre la mujer que fue esclavizada y víctima del tráfico me transportó al momento actual en el que nuestras hermanas, mujeres indígenas en todo el territorio de Estados Unidos, siguen sufriendo este tipo de abusos.” El recorrido da comienzo con dos esculturas mexicas representativas de la figura femenina, en alusión a los orígenes de Malintzin, nacida hacia 1503 en la costa del Golfo
de México. Vemos la imagen protagónica de doña Marina al lado de Hernán Cortés en unos bellos manuscritos pictóricos de los siglos XVI y XVII, en los que aparece como la figura clave que alentó, a través de su discurso, a los nativos –en especial a los tlaxcaltecas– a unirse a las filas de los conquistadores para derrocar al imperio azteca. Además de compañera y traductora de Cortés, en las pinturas religiosas coloniales doña Marina se presenta como metáfora del mestizaje de las dos culturas y la estética neoclásica la idealiza como una moderna Palas Atenea. Tras la Revolución Mexicana (1910-1920), con la revalorización del pasado prehispánico, el mundo indígena y la búsqueda de una identidad nacional, la figura de La Malinche cobra otro sentido y sirve de fuente de inspiración para numerosos artistas plásticos. En Estados Unidos, el movimiento chicano de los años sesenta se apropia de La Malinche como icono simbólico del mestizaje, y las mujeres artistas y activistas resignifican su imagen, como bien expresa la antropóloga y destacada feminista Marta Lamas: “Las feministas chicanas buscan su identidad como mujeres, asumen una voz individualizada y denuncian el machismo de sus compañeros. Por ello, y por aceptar el aspecto liberador de la cultura estadunidense, con su discurso igualitario y democrático, son acusadas de
1. Alfredo Ramos Martínez, La Malinche (Muchacha de Yalalag, Oaxaca), 1940. 2. María Cristina Tavera (artista chicana), La Malinche conquistada, 2015. 3. Vicente Telles (artista chicano), La Malinche, 2018.
‘malinchistas’ o ‘vendidas’. El paralelismo con La Malinche es notorio: si Malintzin fue acusada de hispanizarse, las chicanas lo fueron de anglizarse.” En 1992 las protestas por las celebraciones de los quinientos años del llamado Encuentro de dos mundos encienden de nueva cuenta la polémica, y artistas, escritores, poetas y activistas enarbolan a La Malinche como signo cultural perpetuado hasta nuestros días en el arte contemporáneo de ambos lados de la frontera. A lo largo de los siglos, La Malinche ha sido venerada por unos como madre de nuestra cultura mestiza y vilipendiada por otros como traidora de sus raíces indígenas. Esta exposición, con el nutrido libro-catálogo que la complementa con ensayos de reconocidos especialistas, es la primera exploración exhaustiva de la imagen y legado de este icono imperecedero ●
LA JORNADA SEMANAL
14 8 de mayo de 2022 // Número 1418
Tomar la palabra/ Agustín Ramos
Pensar juntos no, empujar juntos sí LAS FRASES DEL Mayo de 1968 de París ya son patrimonio de la humanidad. Vean estas dos para empezar: Prohibido prohibir. La libertad comienza con esta prohibición. La libertad es la conciencia de la necesidad. La segunda frase aparecía sin firma pero es marxista, aunque no estoy seguro de quién la formuló, si Marx o Engels. Refiriéndose a los jóvenes parisinos, Cortázar dijo, palabras más, palabras menos: “Ustedes son la guerrilla contra la guerra climatizada que quieren vendernos con el nombre de porvenir.” ¿O fue otro quien lo dijo? En realidad no importa mucho, pues ese fue un “proceso colectivo” que contrapuso “el ‘nos’ del pueblo con el ‘yo’ o el ‘mí’ del Poder”, según declaró Thierry Grillet en 2018, y en Nanterre, la Sorbona, el Odeón, Bellas Artes y demás, las frases anónimas y los versos de Rimbaud, Artaud, Éluard, Pottier, Hugo, se fundieron con los pensamientos de Nietzsche, Bretón, Sade… 1989. Muerto el fantasma del comunismo “realmente existente”, al capitalismo le iba la vida en inventarse un nuevo enemigo, el narcotráfico. Pero antes, y sin extinguirlo del todo, había procreado el terrorismo, hijo ilegítimo del falso comunismo en el que derivó la revolución soviética. Muerto éste y huérfano aquél, hubo que elaborar el narcotráfico, la antesala del terror que hoy prolifera en las ramas del crimen organizado y mañana estallará en migración… El terrorismo fue más que nada la resignificación de todas las actividades revolucionarias de izquierda. Por eso en el Mayo de París se escribió:“Izquierdismo, remedio contra la enfermedad senil del comunismo.” Y es que para Lenin el izquierdismo era la “enfermedad infantil del comunismo”, como también el populismo era entonces una “desviación” y ahora, ya se sabe, es el adjetivo predilecto de los constructores de la mentalidad neoliberal para descalificar a quienes resisten. 2018. Resistiendo tres fraudes electorales, uno estatal y dos nacionales, un descalificado llega a la Presidencia de la República Mexicana. Llega sin habla achilangada ni doctorados. Todavía peor, llega sin aspiraciones de riqueza material y sin necesidad de cubrir con poder sus carencias personales. Llega sólo con votos y sin permiso de ningún encaramado. Es instantánea la desilusión de los genios incomprendidos y los científicos envidiados que aspiraban a ascender del buen nivel de vida a la pura vida de amos; del desprecio pasaron al despecho y del despecho al odio; nada les parece, conjuran, se inventan miedos, traen agruras en el alma y andan chípiles aunque aparenten no perder el estilo de moda ni los favores de turno ni la certeza acumulada ni los pasos en la alfombra roja (dime a qué premio aspiras y te diré a quién darle las gracias). Como para reafirmar otras frases de hace cincuenta y cuatro años. La poesía está en la calle. Transformar el mundo y cambiar la vida. Seamos realistas, exijamos lo imposible. La imaginación al poder. Junten rabia. Yo decreto el estado de felicidad permanente. Debajo del adoquín está la playa. Esta última consigna replica o traduce o desglosa otra frase pintada en la Sorbona: “Arrancar adoquines de las calles es plantar la aurora de la destrucción del urbanismo.” He aquí otra frase de aquel mayo para este tiempo de doctorados y otros títulos de nobleza: “Debido a los exámenes y a los profesores, el arribismo comienza a los seis años.” Y para terminar, reproduzco la frase que me parece más ad hoc en este mayo de 2022 ardiente de polémicas internas y de terror programado por traidores: “Pensar juntos no, empujar juntos sí.” ●
Biblioteca fantasma/ Eve Gil
Los blancos no saben rapear ANTES DE ESCRIBIR varios de los más representativos títulos de toda una generación, entre otros La broma infinita, considerada por el Times una de las mejores novelas en lengua inglesa entre 1923 y 2006, y poco después de figurar como una joven promesa del tenis, David Foster Wallace (1962-2008) era uno de esos raros chicos blancos que amaba apasionadamente el rap, con tan buena suerte que se topó con otro de estos escasos ejemplares, Mark Costello (1962) y juntos escribieron un libro, el primero para ambos, en plena era Reagan, que retrata magníficamente tanto la industria como el ambiente del que surgieron varios de los máximos exponentes de este género, Ilustres raperos, el rap explicado a los blancos (Malpaso, Barcelona, 2018). Foster Wallace y Costello eran estudiantes de la prestigiosa Universidad de Harvard, de Literatura y de Derecho respectivamente, y acordaron compartir el alquiler de un cuchitril en la calle Houghton de Boston que para nada es una coincidencia: se encontraba justo donde, subterráneamente, se cocinaba la escena rapera de finales de los ochenta, inmersa en pandilleros y raves callejeros a los que, temblando de miedo y todo, se volvieron asiduos. Que dos jóvenes de sus características vivan esta película que le encantaría dirigir a Spike Lee y escriban sobre un asunto al que, en apariencia, son totalmente ajenos, implica no sólo “explicar” qué es el rap a otros como ellos, sino además consignar los riesgos que supone infiltrarse en un ámbito donde el rap llega a ser el producto artístico de una serie de circunstancias históricas, sociales y hasta criminológicas que campean esos barrios, y que para una inmensa mayoría blanca son escenografías de películas violentas. Imposible negar los vínculos del rap con los bajos fondos. Los sitios donde tienen lugar sus producciones se circunscriben a áreas con altos índices de delincuencia que, casualmente, se caracterizan asimismo por la injerencia de algunos de sus intérpretes en tales actividades –nar-
comenudeo, casi siempre–, según lo demuestran aquellos y aquellas que purgan condenas o han perdido la vida en atentados y fuego cruzado entre bandas, todo ello descrito al detalle en las letras de sus canciones. La agresión incluye robarse mutuamente las ideas, las letras, las tonadas. La venganza más viable es contrarrestar con otra canción que acuse y denigre al plagiario, algo que funciona mejor que las demandas que muy raras veces prosperan. En el mundo del rap, afirman Wallace y Costello, las copias descaradas corren a la par de los falsos cumplidos. Más allá del romanticismo inherente a los mundos sórdidos que ofrecen diversiones épicas, Wallace y Costello no permiten que su gusto por el rap nuble su objetividad como críticos musicales autodidactas. El rap es, en relación con el arte musical, un collage en el que cabe de todo, incluida la “basura”, que es, técnicamente, la función del sampler. La gran factoría musical, como el arte en sí, está hecha de sonidos de ollas haciéndose añicos, de timbrazos de teléfono, de antiguos comerciales de detergente y señales perdidas de la NASA. Si tales elementos se manipulan para dar forma a una profunda inconformidad, hay arte palpitando allí. Los raperos no crearon el sampleo, pero lo volvieron central en sus creaciones, prescindiendo de instrumentos. Una canción de rap se compone de retazos de otras canciones, y sus intérpretes conversan más de lo que cantan. ¿Qué tan significativo resulta que algunas de esas melodías que nutren al “monstruo” pertenezcan a blancos? Luego de que Aerosmith interpretó “Walk This Way” junto con los legendarios Run DMC, se derrumbó la endeble pared que dividía el rock pop blanco del rap surgido como oro de las alcantarillas. Wallace vivió para constatarlo, antes de su segundo intento de suicidio que, por desgracia, fue el definitivo. Costello, por su parte, publicó dos novelas detectivescas, vive en Nueva York y es profesor de la Escuela de Derecho en Fordham University ●
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Bemol sostenido / Alonso Arreola
T : @LabAlonso / IG : @AlonsoArreolaEscribajista
Antonio Sánchez, constructor de tiempo LA SEMANA PASADA fue Día del Niño, pero también Día Internacional del Jazz, razón por la cual el periódico The New York Post publicó una serie de fotografías honrando a pilares del género, como Louis Armstrong, Miles Davis, Nina Simone, Chet Baker y, felizmente, Antonio Sánchez. Se trató de un gesto generacional y cultural atinado que confirma la posición del baterista mexicano en el imaginario del swing mundial. Otra prueba de ello fue lo ocurrido poco antes en el Lincoln Center de Nueva York. Por invitación del bajista John Patitucci, numerosos y connotados músicos nutrieron un concierto que honró la memoria del gran pianista Chick Corea, recientemente fallecido. Allí sonaron combos y repertorios múltiples durante casi cuatro horas. Hacia el final, empero, pudimos sonreír con una imagen memorable (está en Youtube). Antonio intercambiaba su batería con Dave Weckl, Brian Blade y Steve Gadd, como en el juego de las sillas, recordándonos la estatura en la que se desarrolla su trabajo. ¿Quiénes son esos tipos? Weckl fue el baterista de la Chick Corea Electric Band, un proyecto que en la década de los ochenta revolucionó al jazz fusión acercándolo al rock progresivo, pero desde el sonido del pop. Tal fórmula lo llevó a la cresta de una ola que tuvo gran influencia en los aprendices de su tiempo. El segundo, Brian Blade, es referente de un jazz más tradicional y acústico, además de ser líder de su propia “comunidad”, como le gusta decir. Steve Gadd, finalmente, tiene estatus de leyenda. Baterista de planta de Paul Simon, es uno de los más grabados de la historia. Así que imagine la relevancia de que Antonio actúe con ellos. Hay que decir, por cierto, que Sánchez es un músico laureado por cuenta propia al que compositores y críticos ponen especial atención. De sus colaboraciones con Danilo Pérez a las giras con Pat Metheny pasando por lo hecho con sus propios combos (Migration y Bad Hombre), reconocemos en su presencia una muy particular combinación de fuerza y sutileza, de precisión y libertad, de universalidad y latinidad sin clichés. Algo que también es posible notar y aplaudir en la increíble banda sonora de Birdman, película de Alejandro González Iñarritu; e incluso en Get Shorty, la serie de televisión para la cual compone música actualmente. Tan personal estilo, según sus propias palabras, tiene que ver con el laboratorio de una escena en la que se renovó el jazz latino de la Gran Manzana durante los últimos veinte años. Hablamos de un movimiento liderado por los saxofonistas David Sánchez y Miguel Zenón, titanes con los que Antonio trabajó mucho y en cuya complicidad encontró su voz. Yendo más atrás, empero, hay lenguaje cocinado a fuego lento que, nos parece, comenzó a gestarse desde la cuna, extramusicalmente. Él es nieto de Ignacio López Tarso, actor sin parangón de nuestro cine, teatro y televisión. Su madre, también metida en el mundo del arte, fue una melómana comprometida que hizo hasta lo imposible por cumplirle el sueño de estudiar en Estados Unidos. Es así que Antonio sabe de la importancia de un contexto familiar propicio para la creatividad y la libre elección de un oficio. Desde joven tomó clases con Tino Contreras, luego vio la película Amadeus y quiso aprender piano, por lo que entró a la Escuela Superior de Música; luego se fue al Berklee College of Music de Boston y más tarde al Conservatorio de Nueva Inglaterra, donde su carrera despegó. Obsesivo, inquieto y amante de la incomodidad, Antonio es también un piloto aviador en ciernes que, a base de construir un tiempo distinto, enriquece al mundo con sustancias que le exigen alta concentración. Desde aquí lo celebramos anunciando su segunda residencia pedagógica en el CENART durante el próximo mes de agosto, así como una nueva visita junto a la banda del guitarrista Pat Metheny en octubre. Imperdible. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos ●
Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
De western y amores de otro modo (II y última) “…HOMBRE RUDO tirando a tosco; de poquísimas palabras, y si se puede ninguna; poco o nada familiarizado con la educación académica y la cultura; poseedor y practicante de un sentido de la justicia y el honor que, sobre todo, emanan de la tradición familiar [y el cual], si bien suele acompañarse sólo de otros hombres, es esencialmente solitario”: esta breve definición de la masculinidad, propuesta reiteradamente por el cine western clásico, fue aplicada incluso en la publicidad –recuérdese al Marlboro Man de los cigarros homónimos– y no por casualidad, pues bastaban esos trazos mínimos para lograr identidad, memorabilidad, reproductibilidad y deseo de imitación. Empero, como sucede frecuentemente con los arquetipos endebles, sin remedio degeneraría en estereotipo y lo que alguna vez fue modelo derivó a parodia. El género mismo, tan dependiente de la fortaleza y eficiencia de su icono de masculinidad, estaba tocado de muerte. Es entonces que tuvo lugar la referida reinvención/revisión genérica, en la cual destacan Brokeback Mountain y la muy reciente The Power of the Dog, bien traducida de manera literal como El poder del perro, precisamente en lo que se refiere al arquetipo de masculinidad. Tocante a la última cinta, es posible un análisis parte por parte, somero pero esclarecedor, de dicha revisión a partir de los rasgos básicos del arquetipo: Phil Burbank (un sobresaliente Benedict Cumberbatch) es un vaquero rudo tirando a tosco, que habla lo estrictamente indispensable, preservador de la fortuna, la seguridad y el honor de su familia, que suele andar en compañía de otros hombres incluyendo a su comparativamente tibio y timorato hermano, pero que prefiere la soledad. Hay un punto en el que Burbank no responde de manera absoluta al modelo y otro en donde lo hace sólo relativamente: el primero, que no es analfabeta ni funcional ni a secas sino todo lo contrario, pues cuenta con estudios universitarios, de los cuales por cierto no
se ufana; el segundo, que el honor de la familia no lo defiende a balazos ni bravatas sino a fuerza de silencios y secrecías: sugerida desde el inicio mismo del filme, pero con tal sutilidad que cualquiera se va tras el señuelo de la rudeza majadera y la misoginia orgullosa que Phil despliega con una enjundia sospechosa en sí misma, su condición homosexual es ocultada no bajo el manto de subterfugios ni furtividades, sino de algo mucho más eficiente por sutil: la discreción, la preservación a rajatabla del espacio individual e íntimo y, por esa vía, ya sea en solitario o cuando ha encontrado o creído encontrar caja de resonancia en alguien más, también por la contemplación y la experimentación de belleza. Esa es, sobre todo, la función del deslumbrante paisajismo al que Campion, la directora, recurre a lo largo de toda la cinta: de ese modo hace posible que el espectador vea la hermosura intrínseca de aquel medio agreste, tal como la mira Phil Burbank, y de ese modo establece el parangón perfecto entre la aparente hosquedad/fealdad de paisaje y personaje, pero revelando lo bello que los habita: son quienes son, sin ocultarse pero sin alardear, y están ahí, como la imagen del perro, para quien sepa mirarlos. No conforme con haber quebrado, claramente para siempre, el estereotipo del tipo duro del viejo oeste, para proponer la complejización de una masculinidad de ese modo más verídica y cercana a la realidad, Jane Campion avanza hasta el punto de contar, alegóricamente, lo que podría considerarse un crimen homofóbico germinal o pionero: traicionado en lo más íntimo, Phil Burbank acaba siendo víctima de la única ocasión en la que muestra lo que su entorno llamaría debilidad –o poca hombría–, nada menos que a manos de quien aparentemente no sólo era el menos amenazante de quienes lo rodeaban, sino alguien de quien tanto Phil como los otros vaqueros toscos hacían escarnio homofóbico. Si los géneros cinematográficos se renuevan de modos como éste, bienvenidas sean las revisitaciones ●
LA JORNADA SEMANAL
16 8 de mayo de 2022 // Número 1418
Xavier Guzmán Urbiola
Arquitecturas efímeras Ante la creciente población desplazada, refugiada o marginada por muchas y diversas razones, la arquitectura ofrece una solución versátil, ligera y eficiente para resolver, aunque sea de manera temporal, las necesidades de albergue y protección.
L
as estructuras neumáticas experimentaron en los años sesenta del siglo XX un fugaz florecimiento y un rápido olvido. Las actuales son muchas veces efímeras, más etéreas y solucionadas con adecuadas telas ligeras o plásticas, de planta orgánica, costuras industriales, ventiladores, eficientes y fáciles de transportar, aunque debe considerarse el firme donde levantarlas, su capacidad interior, el viento, algunos lastres y la insolación, pues los plásticos generan microclimas cambiantes. Un ejemplo de estas burbujas perecederas y nómadas fue montado en Casa del Lago, gracias a la gestión de la Coordinación de Difusión Cultural, en colaboración con la Facultad de Arquitectura, ambas dependencias de la UNAM, y el Instituto Goethe. Sus autores son Marco Canevacci y Yena Young, de la Universidad Libre de Berlín, quienes la bautizaron como Plastiquefantastique. Para ésta en específico usaron tela plástica de paracaídas, a partir de un rollo industrial, cortada en gajos en la sección más amplia de planta circular, con catorce metros de diámetro, y en anillos en la dona. Ambas pueden recorrerse interiormente. Las arquitecturas efímeras permiten, como ningunas otras, la experimentación, pues en su concepción y desarrollo deben priorizarse soluciones sencillas y prácticas. Existen ejemplos tipológicos canónicos: los pabellones expositivos, las museografías en recintos interiores y las escenografías teatrales o cinematográficas. Todas deben concebirse, montarse y desmontarse en plazos perentorios. Pero existen otras aplicaciones y por eso la Facultad de Arquitectura de la UNAM apoya y propicia este tipo de experiencias. Obviamente
interesan los resultados prácticos que derivan en soluciones artísticas, lúdicas, intervenciones multidisciplinarias y transversales en que la luz, la música y la ocupación de los espacios interiores y públicos generan activaciones disímbolas, pero de los resultados concretos, a partir del estudio de materiales diversos y las condiciones distintas para su aplicación, también surgen ideas para ofrecerles techo, resguardo, protección y cobijo a 55 millones, u 80 millones de personas, nadie sabe la cifra exacta, que hoy en día y en este momento se hallan en condición de desplazados por distintas razones (hambre, guerra, violencia étnica, persecuciones políticas o religiosas, etcétera) y se encuentran en las fronteras entre México y Estados Unidos, en Centroamérica, en Siria, entre Ucrania y Polonia, a lo largo y ancho de toda África, y en Kutupalong, Bangladesh; sólo ahí se calcula que viven de modo improvisado más de 923 mil personas en 194 mil viviendas levantadas con bambú, plásticos y basura (Arturo Cano, “Kutupulong, el campo de refugiados del que nadie habla” y “En Bangladesh, desplazados por la violencia que el mundo ignora”, La Jornada, 27 de marzo de 2022). Debiera preocuparnos ofrecerles un techo fácilmente transportable, armable y que pueda desplazarse con ellos mismos. Es una necesidad imperiosa que reclama usar la inteligencia y el corazón. Plastique-fantastique se traslada en un empaque de 80 por 60 centímetros. El poeta hispano-mexicano Tomás Segovia, tan entrañable amigo de la UNAM, y en concreto de sus facultades de Filosofía y Letras, así como de Arquitectura, en su Cuaderno del nómada, aspiraba a despojarse de casi todo, “a la desnudez”, pero sin quedar a “la intemperie”. La arquitectura es o debiera ser ante todo un cobijo ●