Suplemento Semanal

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EL INSOMNIO Y OTRAS OBSESIONES: los teatros de la mente

Enrique Vila-Matas Michael Taussig Alejandro García Abreu

SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 7 DE JUNIO DE 2020 NÚMERO 1318

La balada de Guido Cavalcanti Elsa Cross y Marco Antonio Campos

¡Atrás de la raya! Circos, cirqueros y saltimbanquis en la pantalla Rafael Aviña

Entre transterrados y enterrados José María Muriá


LA JORNADA SEMANAL

Portada: Rosario Mateo Calderón

2 7 de junio de 2020 // Número 1318

EL INSOMNIO Y OTRAS OBSESIONES Aunque una idea romantizada quiera sugerirlo, el insomnio no es una situación exclusiva, y quizá ni siquiera uno de los principales rasgos, del artista: ese cliché que cristaliza en la imagen de quien, atormentado e infeliz, pasa en vela las horas más altas de la noche para luego entregarle al mundo el fruto literario, musical, pictórico, de unos sueños que a sí mismo se negó. Con toda seguridad los hay, pero en todo caso el insomnio es de propiedad universal: lo tienen –y lo padecen, sobre todo en tiempos del coronavirus– igual el escritor que el oficinista, el chofer que el estudiante, y todos pueden estar detrás de aquella ventana iluminada a deshoras. Acerca de esa obsesión inescapable llamada insomnio hablan aquí Enrique Vila-Matas, Michel Taussig y Alejandro García Abreu.

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Entre transterrados

y enterrados:

ocho décadas del exilio español en México Con buen tono y mucho acierto, aquí se recuerda uno de los grandes acontecimientos del siglo pasado en nuestro país: la llegada de un gran número de españoles que en 1939 huían de la barbarie del régimen de Franco. Sin embargo, a pesar del reconocido éxito de tan difícil proceso, hubo reacciones adversas y “propagandas detractoras” que el autor del trabajo De no ser por México comenta y aclara con puntualidad en este artículo.

José M. Murià ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

E

l 13 de junio de 1939 llegó a Veracruz el primer barco copeteado de refugiados republicanos españoles. Casi todos, hasta muy poco antes de embarcar en Sète, el 25 de mayo, habían dormido todavía en campos de concentración. A todos ellos el gobierno del presidente Cárdenas les proporcionó ayuda y les dio facilidades para llegar a México. Ello es ya de por sí meritorio, pero la verdadera grandeza de la diplomacia mexicana se alcanzó un año después, a fines de junio de 1940, cuando los nazis invadieron Francia y los muchos republicanos que aún permanecían ahí quedaron prácticamente atrapados entre el fuego y las brasas: nazis y franquistas. Entonces fue cuando las figuras de Luis i. Rodríguez Taboada, embajador en Francia, y Gilberto Bosques Saldívar, Cónsul General en el mismo país, crecieron una enormidad, pues la gesta ya no fue solamente administrativa, sino una verdadera epopeya. De no ser por México, por una razón o por otra se salvaron decenas de miles de vidas. ¡Qué bueno! Muchas vinieron a dar a México: ¡Mejor! Aunque haya ahora quienes tienen aviesas intenciones de minimizarlo, en total fueron más de cuarenta mil quienes vinieron en busca de refugio por la vía de Veracruz y varios otros caminos entre 1938 y quizás hasta 1952. Conviene subrayar que, para todo fin práctico, deben considerarse también parte de ese exilio


LA JORNADA SEMANAL 7 de junio de 2020 // Número 1318

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Página anterior: Refugiados de Gurs. cat anc-539-n71/ Fons Josep Franch-Clapers. Fecha de actualización: 07.01.2019 Camino del exilio (1943).

cat anc1-539-n19/

Fons Josep Franch-Clapers Fecha de actualización: 01.04.2019 Tomadas de: http://anc.gencat.cat/ca/ cercador/?q=Josep+FranchClapers&site=default_ collection&lr=lang_es

muchos españoles que se trasladaron a nuestro país después de 1945, ya sin un documento que los catalogara como “asilados” o “refugiados” políticos, que incluso zarparon de puertos españoles, pero con la misma intención de quedarse y vivir seguros en México mientras durara la dictadura franquista. Casi en su totalidad, esta segunda oleada más o menos “legal”, estaba compuesta por amigos, correligionarios y parientes de quienes ya estaban aquí, considerando incluso que muchos eran ni más ni menos que sus hijos o conyugues. Entre unos y otros “había de todo”: académicos, artistas, profesionistas, obreros, campesinos, empleados, técnicos, etcétera. Asimismo, puede decirse que prácticamente sin excepción fueron gente valiosa y trabajadora en sus diferentes campos. Debo confesar que en los años ochenta se me ocurrió promover una búsqueda de estos migrantes que hubieran tenido problemas con la justicia mexicana y la lista que llegamos a formar fue en verdad ínfima. No obstante, los españoles antiguos residentes, que ya vivían en México cuando llegaron los refugiados, alentados por el gobierno de Franco al que respaldaban y secundados por la derecha mexicana, que “no canta mal las rancheras”, desataron una dura propaganda detractora, con ánimo de lesionar de paso la imagen de Lázaro Cárdenas y los seguidores de éste. Finalmente, los argumentos de los detractores fueron cayendo por su propio peso, aunque nunca dejó de haber rescoldos. De ahí que fuera habitual y hasta un reflejo condicionado que no pocos mexicanos y asilados reiteraran constantemente sus argumentos en favor de la tal inmigración y lo beneficioso de ésta, lo mismo por lo que se refiere a su conjunto como a muchos casos particulares. En fin: hoy día es muy difícil que alguien, cuya opinión merezca ser tomada en cuenta, afirme lo contrario. Empero, con el paso de muchos años hemos llegado a resentir un cierto hastío y a percibir cierta exageración y abuso de la importancia y el valor para México, por parte de un contingente de relativa importancia de descendientes de primera generación y, quizá, más aun de segunda, de dicho grupo migratorio.

La puerta que nunca se cerró COMO ES NATURAL, máxime en la medida que se iba alargando la vida de la dictadura y prácticamente se perpetuaba la imposibilidad de regresar a España o, al menos, como decían, de hacerlo “con la frente en alto”, muchos de los que vinieron paulatinamente se fueron diluyendo e integrando en la vida nacional. José Gaos, mi maestro en El Colegio de México, acuñó para sí la palabra transterrado: sin dejar de ser español, como lo imponían sus orígenes de los cuales no renegó jamás, procuró interiorizarse en su nueva tierra y hacerla también suya. Tan fue así, que el último trabajo académico que dirigió estaba encaminado precisamente hacia lo que él definía como “descolonización mental”. La palabra gustó y muchos, que más bien tendían a mantenerse al margen cuanto podían de la realidad mexicana, también procuraban arrogárselo, siendo que Gaos lo había forjado justamente para diferenciarse de ellos. Así pues, en el seno de aquella migración hubo dos tensiones extremas con todas las combinaciones posibles: los transterrados, con tendencia a la mexicanización, y otros, a los que algunos gustamos de llamar enterrados, aunque no sea feliz el término, que procuraron vivir lo más apartados que se pudo de la realidad mexicana, llegando a crear, aunque fueran sutiles, verdaderos guetos… Me gusta presumir que los más brillantes tendieron a alinearse a la primera fuerza, pero entre los segundos, curiosamente, se dieron los más entusiastas porristas del exilio. Los descendientes de los primeros, por lo regular, como se apuntó, sin perder la noción de su origen se fueron compenetrando con la sociedad mexicana; los otros cultivaron su pertenencia a una España que, claro, ya no era lo que ellos creían que había sido. No dejaba de ser patético cuando, con el paso del tiempo, suspiraba por “regresar a España” gente ya adulta que había enterrado su ombligo en México. Es que a pesar de haber nacido aquí, en realidad no vivían realmente en él ni le pertenecían. En consecuencia, cuando fue el caso de que “regresaran a su España” se encontraron con que ésta no existía y e incluso que no había existido nunca o hacía

mucho que se había esfumado, y algo peor, que ellos tampoco existían para la España real. Recuérdese que, al sobrevenir eso que llaman “democracia”, ésta procuró mantener a los vestigios del exilio lo más apartados posible. “Haya sido como haya sido” el caso es que los hijos de ese tipo de exilio “enterrado” mantienen a “mucha honra” lo que hicieron sus padres y abuelos y, para hallar una razón de ser, se han convertido en propagandistas a veces muy enfadosos y hasta ofensivos. Diversas veces nos ha tocado soportar descargas exageradas de elogios hasta el extremo de escuchar esta frase: “Los exiliados sacamos a México de atrás de la cortina de nopal.” De ahí que, en alguna ocasión, hemos aprovechado la grabadora de algún periodista para responder, humildemente, asumiendo un aire de franciscano más falso que un billete de quince pesos, que en efecto el exilio español le había traído muchas ventajas, ¡muchas!, a nuestro país. A cambio, éste, solamente les había ofrecido la vida… y la oportunidad de ganársela decorosamente, en muchísimos casos, desarrollando las actividades de su preferencia. De ahí el título que le puse a un trabajo mío, De no ser por México, que se refiere a lo que hicieron los mexicanos aquellos, conforme a esa política exterior de antaño, que tal vez no tiene parangón en la historia de la humanidad. Como decían con frecuencia los “refugiados” españoles: “Cárdenas nos abrió las puertas” ¡Es cierto!, aunque quizá deberían agregar que ni Ávila Camacho ni Alemán las cerraron. Pero ello es algo que se ha visto muchas veces. Lo más extraordinario de este caso es que el gobierno mexicano no sólo “abrió las puertas” sino que, además, realizó una gesta de extraordinario valor y hombría para salvar la vida a los españoles en Francia, sacarlos de los campos de concentración, esconderlos de la Gestapo y de los esbirros franquistas, con los pantalones muy bien fajados, facilitando su escape y, finalmente, recibiéndolos con los brazos abiertos. Esto fue ratificado cuando, el año pasado, Porfirio Muñoz Ledo promovió que se pusiera con letras doradas la leyenda “Exilio español en México”, en la Cámara de Diputados de la Nación. Por cierto que en esta España actual, a la que llaman “democrática”, nunca se ha hecho, a modo de agradecimiento, un acto de tal envergadura l


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4 7 de junio de 2020 // Número 1318

LA “BALADA” DE GUIDO CAVALCANTI: DOS VERSIONES Y UN SOLO POEMA VERDADERO

Elsa Cross y Marco Antonio Campos ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Seis poetas toscanos, Giorgio Vasari, 1511-1574. De izquierda a derecha: Marsilio Ficino, Cristoforo Landino, Francesco Petrarca, Giovanni Boccaccio, Dante Alighieri y Guido Cavalcanti

He aquí un hermoso y doble ejemplo de un gran poema y dos versiones a nuestra lengua, por dos de nuestros poetas que le hacen justicia cada uno a su manera. No es cosa menor, pues se trata de Guido Cavalcanti (Florencia 1255-1300), amigo cercano del Dante y, según Ezra Pound, un poeta de “ésos que en su campo, propio por elección o por destino, no se han inclinado ante nadie”.

Cantar antes de la propia muerte (Nota y versión de Elsa Cross) ES INDUDABLE QUE palabras tales como virtud, gentileza, cortesía, o expresiones como “siervo de Amor”, han perdido irremisiblemente el significado que les era propio en tiempos de Guido Cavalcanti, en que no sólo respondían a una serie de valores estéticos, religiosos y vitales que formaban un todo indisoluble, sino que conservaban toda la riqueza de connotaciones derivada de los códigos amorosos y caballerescos. El legado de la lírica provenzal y del dolce stil novo encuentra una sublimación en La divina comedia, donde cristalizan grandiosamente los ideales del espíritu trovadoresco que veían en la amada, la Dama, la clave para toda empresa superior. En esencia, el caballero andante y el trovador no perseguían cosas diferentes. Dante rebasa, sin embargo, los cánones presupuestos por el arte poética de los trovadores, y en este sentido es lícito considerar a Guido Cavalcanti como al último –o al primero— de los trovadores italianos. Nacido en Florencia después de 1250, de una familia principal, Cavalcanti gozó de la amistad y la admiración de Dante, adolescente apenas cuando él era ya el mejor poeta de la Toscana. En uno de tantos episodios intricados de la lucha entre güelfos y gibelinos, Cavalcanti fue desterrado, junto con otros miembros de la facción güelfa blanca, al ser descubierta una conjura de la facción negra. El gobierno de la Signoria, del cual formaba parte Dante, güelfo blanco también, se vio obligado a castigar por igual a miembros de los negros y los blancos, y para estos últimos decretó destierro en Sarzana, lugar cercano a la región


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genovesa. Esa sanción fue impuesta en junio y tuvo que ser revocada de inmediato, ya que en Sarzana se había extendido una epidemia mortal. Cavalcanti volvió a Florencia en agosto, pero había contraído la enfermedad y murió días después. Era el año de 1300. Esta Balada de exilio, escrita en Sarzana, cuando Cavalcanti veía acaso la proximidad de su propia muerte, ha sido especialmente celebrada. Fue traducida al inglés por Dante Gabriel Rossetti y por Ezra Pound, quien decía que nadie había escrito nunca una balada mejor. t. s. Eliot, por su parte, en el poema “Ash-Wednesday” hace una paráfrasis del primer verso de la Balada: “Because I do not hope to turn again/ Because I do not hope/ Because I do not hope to turn.” Entre los poetas, Pound no situaba a Cavalcanti junto a los poetas mayores, pero le asignaba un lugar “con los que han cantado, no todas las formas de la vida, pero sí algunas de ellas, insuperablemente; ésos que en su campo, propio por elección o por destino, no se han inclinado ante nadie.” La presente traducción ha intentado rescatar el ritmo y la medida del poema, y también la rima, que ha significado algún empobrecimiento del texto; parecía necesaria, sin embargo, para preservar el juego de sonoridades, la musicalidad, que en una balada es fundamental. La rima entre los versos finales de cada estrofa, presente en Cavalcanti, deriva de formas provenzales.

Balada Porque no espero regresar ya más, Baladilla, a Toscana, Ve tú ligera y llana Hacia la dama mía Que por su cortesía Te hará muy gran honor. Tú llevarás noticia que suspire Llena de espanto y de mucha tristeza; Mas cuida bien que alguno no te mire Si es enemigo de la gentileza; Que entonces, infeliz en mi certeza, Serías reprendida, Tanto de ella reñida, Que la angustia me obsede. A la muerte sucede Llanto y nuevo dolor. Tú sientes, Baladilla, que la muerte Me apresa ya, la vida me abandona; Sientes al corazón batir tan fuerte Por quien cada sentido bien razona. Tan destruida está ya mi persona, Más no puedo sufrir: Si me quieres servir Lleva el alma contigo, En súplica te digo, Cuando deje este ardor. Ah, Baladilla, hoy en tu amistad Esta alma temblorosa va confiando; Contigo llévala hacia la piedad De aquella bella dama a quien te mando. Ay, Baladilla, dile suspirando, Cuando le estés presente: “Esta vuestra sirviente Con vos morará fiel Ha partido de aquél

Que fue siervo de Amor.” Tú, temerosa y débil vocecilla, Que en llanto sales del pecho doliente, Con el alma y con esta Baladilla Ve y da razón de la perdida mente. Hallaréis una dama complaciente De tan dulce intelecto Que os será ya dilecto Estar siempre ante ella. Y tú, alma, a la bella Adora en su valor.

Última Noticia Para La Amada (Nota y versión de Marco Antonio Campos) PODEMOS CREER, COMO dicen la verdad o la leyenda, que Guido Cavalcanti escribió esta balada, o baladilla, como la tituló, en la Sarzana, en el exilio, entre junio y agosto de 1300, a los cuarenta años de su edad, presa de la malaria y muy próximo a morir. Como nadie hasta hoy ignora, Dante Alighieri llamó a Guido en La vita nuova, “il primo amico”, el mejor amigo; eso no obstó para que en aquel 1300, año del Gran Jubileo, Dante fuera uno de los que votó por su destierro. Ni Dante ni nadie en Florencia, creemos, hubiera imaginado el fallecimiento del que era en ese momento, junto a Dante (La commedia aparecería más de dos décadas después), el más aplaudido de los rimadores del dolce stil nuovo. Los otros rimadores a los que se suele unir a Guido en los libros son Cino da Pistoia, Dino Frescobaldi, Lapo Gianni y Gianni Alfani. Guido es no sólo uno de los poetas más musicales del duecento, sino de la poesía italiana de cualquier siglo. Hacia 1918 Ezra Pound lo ubicó, junto con Dante, entre los inventores, los que crearon algo nuevo, lo cual es el mayor elogio en poesía. Pound escogería de Guido unos dieciocho poemas y una docena de sus contemporáneos, y claro, y ante todo, La commedia. “En Italia, alrededor de 1300, se establecieron nuevos valores, se dijeron cosas que no se habían dicho en Grecia, Roma o en ninguna otra parte.” Pese a lo socorrido de la balada en los siglos xiii y xiv, el contexto que rodea la de Guido adquiere una dimensión dramática. No obstante la cercanía de la Sarzana, situada en la región de la Liguria (quizá ciento veinte kilómetros), Guido no espera regresar ya a Toscana, sinécdoque por Florencia, y por tanto, no podrá despedirse de la amada. La manera de hacerlo es que la balada, como paloma mensajera, vaya hasta la dueña y le haga oír las noticias dolorosas. La amada cortésmente la acogerá. Cada estrofa de la balada de Guido Cavalcanti se lee como una premonición de su muerte. He tratado de ser en el poema lo más fiel posible a la música y al sentido originales. En un ya lejano 1972, gracias a la fervorosa recomendación de Ezra Pound, me acerqué a la poesía de Guido y cuando he estado en Florencia me parece oír a menudo la música verbal de su poesía. Entre nosotros la Ballatetta ha sido traducida, hasta donde sé, sólo por Elsa Cross. Es fielmente admirable.

Balada Porque no espero regresar jamás, baladilla, a Toscana, ve tú, ligera y llana, donde la dueña mía, quien por su cortesía, te dará un gran honor. Le llevarás noticias de suspiros, de dolor llenas y de mucho miedo, mas cuida que persona no te mire que sea enemiga de gentil natura, que, de cierto, y por mi desventura te hallarás impedida, por ella reprendida, lo que me dará angustia; luego de muerto lleguen llanto y nuevo dolor. Tú sientes, baladilla, que la muerte me apremia, sí, y la vida me abandona, y sientes cómo el pecho late fuerte por el que cada espíritu razona. Está tan destruida mi persona que no puedo sufrir: si me quieres servir lleva el alma contigo, mucho en el ruego obligo, cuando saldrá del pecho. Oh, baladilla, esta alma temblorosa a tu amistad estoy recomendando: en toda su piedad, contigo llévala, a aquella dueña con quien yo te mando. Ah, baladilla, dile suspirando, cuando le estés presente: “esta vuestra sirviente, a estar viene con vos, partida desde aquel que fue siervo de amor”. Tú, voz disminuida y espantada, que en llanto sales del dolido pecho, con el alma y con esta baladilla ve y dile de mi mente devastada. Tú hallarás una dama complaciente, de tan dulce intelecto, que te será dilecto estarle a toda hora. Alma que tú la adoras, siempre, por su valía l

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6 7 de junio de 2020 // Número 1318

¡ATRÁS DE LA RAYA!

CIRCOS, CIRQUEROS Y SALTIMBANQUIS EN LA PANTALLA Abundante y acucioso recuento de las películas o escenas que en México se han filmado, desde mediados del siglo pasado a nuestros días, con el tema del circo, ese espacio a veces callejero y otras profesional en el que confluyen varios aspectos del drama y la comedia humana, propicio para el asombro y el erotismo, la miseria y la risa, y para la fantasía que no pocas veces pone en evidencia una cruda realidad.

P

uesto que mi infancia transcurrió en el Centro Histórico –entre el Zócalo y La Lagunilla–, observé en innumerables ocasiones a cirqueros trashumantes. Incluso, varias veces me topé con el célebre húngaro y su macilento oso, como aquel que se integra al patético y a la vez fascinante espectáculo circense galáctico del cabaret El Géminis en la modernísima película de Juan Ibáñez Los Caifanes (1967). Un show que incluye, además, cantantes de ópera, exóticas y un payaso que cae sobre la mesa de un vejete barbón, debido a la solución jabonosa que el Mazacote (Eduardo López Rojas) ha esparcido en la plataforma. Sobre aquellos figurantes del circo-calles, como lo llama mi madre, nuestro cine propuso perturbadoras imágenes, como las escenas de Un rincón cerca del cielo (Rogelio a. González, 1952), con un notable Pedro Infante en el papel de Pedro González, que “llega de la provincia como tantos otros, con la ropa puesta, treinta pesos en el bolsillo, un millón de ilusiones en el alma y una carta de recomendación para un influyente…” En una de las secuencias clave, él y Marga López atestiguan el pobre acto de unos saltimbanquis; uno de ellos se arrastra como perro con su sombrero entre los dientes, pidiendo monedas, a lo que Pedro dice: “Es lo último que yo haría. El colmo de la ridiculez y la falta de dignidad… eso de hacerla de perro. ¡Ni muriéndome de hambre!” Tiempo después, en la pobreza absoluta, Marga y el hijo de ambos (Peque Navarro) descubren a Pedro ejecutando piruetas como payaso callejero, con esa gran extra del cine nacional, Leonor Gómez, y mendigando caridad en cuatro patas…

La vida y sus tres pistas

Rafael Aviña ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

EN LA RISA de la ciudad (Gilberto Gazcón, 1962), José Elías Moreno como Don Tencho, busca al nieto que abandonó de niño: Beto (Joaquín Cordero), saltimbanqui callejero cuyos padres eran payasos de un circo y murieron en un incendio. Su grupo recorre mercados, ferias, la Basílica de Guadalupe, el estadio de Ciudad Universitaria, el parque Lincoln en Polanco, el Zócalo y más. A Beto lo acompañan Lety (la bella Alma Delia Fuentes); Polo (Julio Alemán), un palero que toca la guitarra y roba carteras; Pipirín, su hermanito (el entonces niño Valentín

Trujillo), Ronson (Resortes), un payaso alcohólico padre de éstos y su perro Rififí, así como una mujer madura y su hijo ciego (Fanny Schiller y un joven Aarón Hernán), y Rosco (David Silva), el hombre fuerte con su hija minusválida (Rosa Lila Fuentes), en un relato tan populista como sincero y bienintencionado, escrito por Gazcón y Pancho Córdova. En el extremo opuesto se ubica La sangre enemiga (Rogelio a. González, 1969). Inspirado en una inquietante novela de Luis Spota, se centra en otros saltimbanquis de barriada. El tema del circo y sus zonas oscuras, cuyo argumento da fe de los recovecos marginales y la promiscuidad en el interior de una pequeña comunidad de cirqueros en una colonia proletaria al sur de Ciudad de México (San Francisco, Culhuacán), no exenta de truculencias desbordantes. David Reynoso es un repelente jorobado convertido en payaso callejero junto con la bailarina Meche Carreño, hija de una prostituta, examante de aquél, con la que se ha amancebado; Juan Miranda, su hijo, es un fortachón con retraso mental cuya madre era una enana, encargado de un oso; un músico ciego (Carlos Ancira) y su mujer (Magda Guzmán), con una hija de otro: Leticia Robles. Desde la primera escena de créditos queda claro el rumbo excesivo y morboso que seguirá la trama, en función de los desnudos de ese gran símbolo sexual que por aquellos años representó la guapa Meche Carreño, en una suerte de melodrama freudiano repleto de atrocidades, donde se conjugan deseo sexual, culpa y horror. Por su parte, Ángel de fuego (1991), de Dana Rotberg, pareciera una suerte de continuación emocional de La sangre enemiga: incesto, locura, suicidio y más, en una fábula circense sobre los peligros de las sectas y los excesos religiosos…

En el principio fue el circo EL CIRCO ES un mundo aparte en el que coinciden suspenso, alegría, asombro, temor, romance, luz y oscuridad. Un microcosmos mágico, erótico e incluso siniestro de la vida cotidiana, tal y como sucede en la película silente Varieté (1925), de Ewal André Dupont, obra maestra del expresionismo alemán con fotografía del genial Karl Freund. Es el relato de un triángulo amoroso que termina en tragedia, bajo la mirada caleidoscópica de una carpa de circo y en la que participó la


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Izquierda: Santa Sangre, Alejandro Jodorowsky, 1989. Al centro: Un rincón cerca del cielo, Rogelio a. González, 1952. Derecha: Los Caifanes, Juan Ibáñez, 1967.

familia Corona, afamados trapecistas mexicanos de aquel entonces. No obstante, nuestro cine registró desde sus primeros balbuceos el devenir del arte circense en México: Salvador Toscano filmó en 1904 Gimnastas excéntricos, un cortometraje con trapecistas del Circo Orrín. En 1938 Manuel Ojeda dirige El circo trágico, primer melodrama de ficción nacional con esa temática: los pequeños circos que recorren los pueblos, el payaso que sufre la tragedia de los celos, la bella trapecista… Lo más inquietante: la presencia del verdadero Faquir Harris, antecesor de El increíble profesor Zoveck y stuntman en Las calaveras del terror de Fernando Méndez, de 1943, año en que murió trágicamente. A éstas seguirían las imágenes del clásico de Mario Moreno Cantinflas, El circo (Miguel M. Delgado, 1942), en la que el mimo deja de lado el simple remake chaplinesco para insertar con ingenio el subversivo humor verbal de su primera etapa. La venenosa (Miguel Morayta, 1949), con la sensual Gloria Marín, hija de una domadora de serpientes, resulta un risible pero en ocasiones inquietante drama de hampones de ambiente circense, filmado en el célebre Circo Atayde, con los trapecistas Hermanos Esqueda. El propio Morayta dirigiría una segunda versión con locaciones internacionales y otra belleza: Ana Luisa Peluffo.

Tin Tan, trapecista y algo más EL CIRCO ATAYDE Hermanos aparece también en Venganza en el circo (Roberto Rodríguez, 1953), relato de suspenso con equilibristas, domadoras, acróbatas, motociclistas y un gorila embrutecido por el alcohol. La institución circense es recuperada por Germán Valdés Tin Tan en El cofre del pirata (Fernando Méndez, 1958), donde supuestamente ejecuta suertes a caballo y en el trapecio al lado de Sonia Furió e Irma Dorantes. El propio Tin Tan ya había rendido antes un homenaje al circo en El vagabundo (Rogelio A. González, 1953); aquí, el hombre fuerte (Wolf Ruvinskis) y la artista ecuestre (Aurora Segura) intentan que la Chiva sufra un accidente, para cobrar un seguro en el rascuache Circo Coloso. Henner Hofmann y Óscar Menéndez realizaron cortos sobre el tema en 1974 y 1975 para el cuec y el Centro de Producción de Cortometraje. En esa década surgirían a su vez los horrorosos Circos de Capulina, Cepillín y Chanoc. En cambio, un par de

décadas y fracción más tarde, dos debutantes del más nuevo cine mexicano se internaban a su vez en los laberintos circenses: Emilio Portes proponía la divertida y bizarra comedia negra Conozca la cabeza de Juan Pérez (2009), con un circo de quinta y sus ilusionistas, payasos y trapecistas rascuaches, en la historia de un mago empeñado en robar una antigua guillotina. Y Demián Bichir, en Cuento de circo/Refugio (2013), narra un relato de redención sobre la memoria, el amor, la familia y el circo como una alegoría de ilusiones perdidas. Nada comparado con las delirantes imágenes de Santa Sangre (1989), del exclown Alejandro Jodorowsky, otro de sus retratos perturbadores sobre las pesadillas y el erotismo que trasminan las carpas circenses. La escena inicial, con un águila planeando sobre la Plaza de la Soledad en el Centro Histórico, donde se ha montado el circo del Gringo (Guy Stockwell), al tiempo que la banda sonora revienta con “Caballo Negro” a cargo de Dámaso Pérez Prado, es uno de los instantes estelares de nuestro cine y de los mundos subterráneos del circo, el burlesque y la nota roja. Blanca Guerra es Concha, fanática religiosa y trapecista histérica y sexualmente reprimida, que contrasta con la vulgar sensualidad de la “lame cuchillos”, la Mujer tatuada que interpreta Thelma Tixou, quien enloquece de deseo a Orgo, el alcohólico lanzador de dagas, marido de Concha y padre del temeroso niño mago Fénix (Adán Jodorowsky).

El tema del circo y sus zonas oscuras, cuyo argumento da fe de los recovecos marginales y la promiscuidad en el interior de una pequeña comunidad de cirqueros en una colonia proletaria al sur de Ciudad de México

El show debe continuar POR ÚLTIMO, ESE espacio de asombro permanente que es el circo propone hoy en día un escenario emocional de la devastación social y moral del país, como lo muestran tres potentes documentales realizados por mujeres: Chuy, el hombre lobo (2014) de Eva Aridjis, se mueve entre el rechazo y el miedo a lo otro, en la historia de Jesús Aceves, zacatecano con hipertricosis congénita: un exceso de vello sobre todo en el rostro que convierte a hombres, mujeres y niños en freaks sociales y lobos humanos. La cuerda floja (2009), de Nuria Ibáñez, sigue a una familia empeñada en sacar adelante su paupérrimo espectáculo circense ambulante, con sus perritos pintados de rosa, dos chivos, un caballo y un avestruz: es el Circo Aztlán, que recorre las inmediaciones de Texcoco con una hija que desea abandonar el incierto negocio familiar. Finalmente Tempestad (2016), de Tatiana Huezo, es una obra aterradora en un universo casi surrealista por el que transita el individuo común, víctima potencial en un país que sobrevive dentro del caos. Una joven recluida en una prisión controlada por el crimen organizado y una mujer de mediana edad: payasita en un circo ambulante que busca a su hija desaparecida, llevando risas a las personas cuando en su vida no existe, presa de extorsiones e incompetencia de las autoridades. Se trata de una radiografía del México profundo y a la vez cotidiano; un retrato de violencia y horror en los tiempos de Calderón y Peña Nieto, en que fueron filmados l

Tempestad, Tatiana Huezo, 2016.


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8 7 de junio de 2020 // Número 1318

El insomnio y otra

los teatros de la me

En este texto sobre la obsesión se ahonda en el insomnio, sus posibilidades destructivas y creativas, la angustia del ser derivada de la privación del sueño y las especulaciones nocturnales sobre la existencia. Para pensar y acaso tolerar el espacio que abre o hunde el insomnio, aquí se evoca el pensamiento de varias mentes de probada lucidez, como Paul Auster Paul, Valéry, Maurice Blanchot, Martin Amis, Jorge Luis Borges, Richard Dawkins y Emil Cioran, quienes de manera directa o indirecta se las han tenido que ver, para bien y/o para mal, con “las cumbres peladas del insomnio” (José Gorostiza dixit).

Alejandro García Abreu ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Ilustración: Rosario Mateo Calderón.


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as obsesiones:

ente

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aul Auster –pensador de la privación del sueño: “Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche de insomnio, otra noche en blanco en la gran desolación”– incluyó “Notas de un cuaderno de ejercicios” en Collected Poems, hermoso libro cuya portada es un retrato del escritor realizado por Sam Messer, publicado en Nueva York por The Overlook Press en 2004. Escrito en 1967 –cuando el traductor, cineasta y escritor tenía veinte años–, se trata de uno de sus primeros textos. Traduje “Notas de un cuaderno de ejercicios” en 2007 para conmemorar el cuarenta aniversario de la escritura de las trece proposiciones que lo componen. En 2017 –cincuenta años después de la escritura de las “Notas”–, otros cuatro periodistas y el autor de estas líneas fuimos invitados a charlar con Auster en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Durante la entrevista conversamos sobre las “Notas”. Las recordó emocionado. Le pregunté: –¿Cómo percibes “Notas de un cuaderno de ejercicios”, texto escrito en 1967 que ahora cumple medio siglo, en función de tu vasta obra, desde la poesía hasta tu novela más reciente, 4 3 2 1? Me respondió, contundente: –Es verdad. Pasó medio siglo. El transcurrir del tiempo es una maravilla; resulta increíble que menciones el origen de todo: “Notas de un cuaderno de ejercicios”. Escribí ese texto hace

cincuenta años exactamente. Puedo recordar cuándo y dónde escribí las trece proposiciones que lo componen. Estaba sentado a la mesa de trabajo en la biblioteca de la Universidad de Columbia. Tenía un pequeño cuaderno. Comencé a escribir breves enunciados sobre arte, vida, realidad y percepción. No he releído el texto en años. Lo recuerdo como el trazo de mi posición estética sobre la escritura y sobre cómo uno vive en el mundo. No he cambiado de opinión. La primera proposición posiblemente es lo más interesante que he escrito en toda mi vida, esos dos primeros enunciados que encapsulan todo lo que he escrito hasta hoy: “El mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo está en el mundo.” Intentaba capturar la esencia doble de la existencia humana. Todos percibimos el mundo de manera distinta. Todos tenemos una visión de la realidad, sin embargo somos parte de un mismo mundo, juntos. Aunque nuestros cerebros funcionan de maneras distintas. Somos seres dobles. Durante mi estancia en el Hotel Hilton Guadalajara suscitada por el encuentro literario –después de un largo día que culminó en la Cantina La Reforma Uno– extrapolé, una noche en la soledad de mi habitación, los dos enunciados de Auster: El universo está en mi cerebro. Mi cerebro está en el universo.

La máxima derivada del más temprano pensamiento auteriano me mantiene despierto y me conduce a las especulaciones, certezas y preguntas de la astrofísica, las neurociencias, la genética y la física cuántica, temas sobre los que leo con fruición. Se trata de la curiosidad. Jamás seré un experto en esas áreas del conocimiento, aunque los libros se acumulen en mi mesa de trabajo. Pero la divulgación científica me seduce como un vaso de ginebra pura, una cajetilla de Gauloises o las investigaciones sobre el suicidio realizadas por Ramón Andrés –entre otros geniales escritores suicidólogos–, en las que incluye la idea de la muerte en Occidente, “la existencia y sus paradojas, a veces temibles.” El dolor y el sufrimiento ante la expectativa insoslayable de la muerte –referidos por Francisco Calvo Serraller, director del Museo del Prado de 1993 a 1994– son inseparables del surgimiento de la conciencia, que no comprendemos del todo. De esa manera surge en mí una tendencia a lo nocturnal. Soy un insomne perpetuo e intranquilo. Me asaltan las preguntas sin respuesta y el desasosiego que conllevan. A un personaje de Martin Amis –escritor que estudió la psicología de los suicidas– le ocurre algo similar. En Tren nocturno, la detective Mike Hoolihan –mujer alcohólica cuyo hígado está al límite– se encarga del caso de la muerte de Jennifer Rockwell, astrofísica que se suicidó disparándose tres tiros en la cabeza. Ese misterio de la / PASA A LA PÁGINA 10

El insomnio de Proust / Michael Taussig Michael Taussig (Sidney, 1940), antropólogo excepcional, escritor multifacético y uno de los más importantes pensadores de la actualidad, escribió sobre los ciclos dificultosos del insomnio de Marcel Proust.

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uando llegó el turno de que Proust muriera, vio, en su mente, una pintura de Vermeer. Dictó un último enunciado: “Hay una paciencia china en el oficio de Vermeer...” Bueno, al menos esa es la historia. Durante toda su vida de escritor, Proust estaba “muriendo”, inspirado de muchas maneras diferentes por este sentimiento en el lecho de muerte –en su fase “activa” de “animosa decadencia” con-

tinuo dentro de nosotros, desde el primer día como inconsciente corporalmente. Si no moría exactamente como Bergotte [personaje de En busca del tiempo perdido, escritor cuyos libros son admirados por el narrador], al menos existía en una especie de espacio mortal análogo a la muerte, de la misma manera en que el insomnio es algo parecido a dormir, morir por oxígeno, morir de alergias o miedo a lo que sea que le cerró los pulmones, un inválido viviendo en tiempo prestado de tal manera que mientras tenía todo el tiempo del mundo, acostado en la cama, era como si no tuviera ninguno. Walter Benjamin sintió que la sintaxis de Proust “rítmicamente y paso a paso reproduce su miedo a sofocarse” y que era posible que fuera su arte el que causara su asma tanto como era posible que fuera viceversa. Esto une la escritura y el cuerpo de manera inesperada. En busca del tiempo perdido también puede considerarse un libro definido por quedarse dormido como otro tipo de colapso corporal. No el hecho de dormir en sí mismo. Pero cayendo

y fallando. En lugar de sueños, los ciclos dificultosos del insomnio. “Está terminado”, Proust anunció a su devota sirvienta, ésa otra balanza celestial, Celeste Albaret, a quien llamó a su lado para anunciar que acababa de escribir Fin. “Ahora puedo morir”, dijo. Asimismo, pudo haber dicho: “Ahora puedo dormir.” ¿Y cuál fue el punto final, aparte de su muerte inminente? ¡Era que al final ahora podía comenzar! Fue el final –en otras palabras, la muerte– lo que le dio al narrador de Proust, su alter ego, la licencia para convertirse en escritor y comenzar su gran obra, las 3 mil páginas de trabajo duro alentado y cargado con esta nueva confianza. ¡Qué extraño es eso! ¡Sólo al final del libro el escritor puede comenzar a escribirlo! l Traducción de Alejandro García Abreu. Fuente: Michael Taussig, What Color Is the Sacred?, University of Chicago Press, Chicago, 2009. El título es de la redacción de La Jornada Semanal.


LA JORNADA SEMANAL

10 7 de junio de 2020 // Número 1318 VIENE DE LA PÁGINA 9/ EL INSOMNIO Y OTRAS...

muerte voluntaria es el eje de la novela. Al investigar el suicidio, Hoolihan esboza su propia muerte.

Las desintegraciones y sus símbolos ¿CUÁLES SON LAS razones por las que alguien quiere desaparecer?, me pregunto –a la manera de Blanchot– a las 02:42 am. La noche es larga. Viajo en mi propio tren nocturno. Las especulaciones no cesan. ¿Cuáles son las razones por las que alguien desaparece a través del consumo de alcohol?, me cuestiono a las 3:16 am. La transición de un pensamiento a otro ocurrió en treinta y cuatro minutos. Es el teatro de la mente. “En vano espero/ las desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño”, leo en el poema “Insomnio” de Borges. Yo también en vano espero. En una ocasión le dijo a Georges Charbonnier: “Para librarme de todo ello escribí esa historia de Funes que es una especie de metáfora del insom-

nio, de la dificultad o imposibilidad de abandonarse al olvido. Ya que dormir es esto, abandonarse al olvido total.” Y tras ese pensamiento me digo: la muerte es abandonarse a la nada. Leo a Richard Dawkins, pletórico de razón y melancolía: “Vamos a morir, y esto es una suerte. La mayoría de la gente no tendrá oportunidad de morir porque nunca habrá nacido. Las personas que podrían haberse encontrado aquí en mi lugar y que nunca verán la luz del día son más numerosas que los granos de arena de Arabia. Estos fantasmas no nacidos seguramente incluyen poetas más grandes que Keats y científicos más grandes que Newton. Podemos asegurarlo porque el conjunto de individualidades posibles que permite nuestro adn excede con mucho el de personas reales. Entre las incontables posibilidades que podrían haberse materializado, somos el lector y yo, en nuestra medianía, los que estamos aquí...”

Continúan mis especulaciones a las 5:09 am. Me abruma la inminente llegada de la luz solar, precedida por el trinar de los pájaros. Ese canto cifra el amanecer. Taciturno, reflexiono. Pero sé que la respuesta a la pregunta “¿qué se siente estar muerto?” –mas no el proceso de morir– es: “lo mismo que un ser humano sentía antes de haber nacido”. Entonces me resulta imposible negar la futilidad de la existencia. Recuerdo a Paul Valéry: “Todo proviene de la nada, pero la nada persiste.” Se crea un coctel sugestivo: imposibilidad para conciliar el sueño, recuento de los días de la abstinencia forzada a la que me he sometido durante varios años –derivada del síndrome de dependencia del alcohol, en la nosología psiquiátrica–, angustia del ser –desde una perspectiva filosófica– e ideaciones relacionadas con la muerte voluntaria. Cioran tenía razón: los insomnes somos por necesidad teóricos del suicidio l

Ventanas iluminadas* Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), uno de los escritores imprescindibles de nuestro tiempo, evoca a Roberto Arlt, que escribió durante noches interminables sobre ventanas iluminadas en la alta madrugada.

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stoy pensando en el gran escritor argentino Roberto Arlt y en aquella mañana de 1929 en la que sus compañeros de trabajo le encontraron en la redacción del periódico con los pies sin zapatos sobre la mesa, llorando, los calcetines rotos. Tenía enfrente un vaso con una rosa mustia. Ante las preguntas y las angustias de sus amigos, dijo: –¿Pero no ven la flor? ¿No se dan cuenta que se está muriendo? Son las cuatro de la madrugada en Barcelona y soy yo ahora el que tiene enfrente un vaso con una rosa mustia. El vaso no me quita la angustia, pero me ayuda aún más a pensar en Roberto Arlt. En realidad pienso en él desde que ayer un amigo literato me preguntó si en alguna ocasión, al igual que hiciera Arlt en otros días, me había fijado en las ventanas iluminadas a las cuatro de la madrugada. Hizo una pausa, y luego añadió: “Hay muchas historias en ellas.” Y es verdad, las hay. Lo sé muy bien yo ahora, perfectamente insomne en mi personal zona de angustia, a las cuatro de la madrugada. Y es que acabo de ver, más allá de la rosa mustia, la misteriosa ventana recién iluminada de un vecino, y de

Enrique Vila-Matas ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

inmediato me he preguntado qué historia habrá en ella, qué estará sucediendo ahí en ese interior. A Roberto Arlt, hombre de grandes intuiciones, las ventanas iluminadas en la alta madrugada le mantenían despierto en muchas noches interminables: “Nada más llamativo en el cubo negro de la noche que un rectángulo de luz amarilla. ¿Quiénes están ahí adentro? ¿Jugadores, ladrones, suicidas, enfermos? ¿Nace o muere alguien en ese lugar? Ventana iluminada en la alta madrugada. Si se pudiera escribir todo lo que se oculta detrás de tus vidrios biselados o rotos se escribiría el más angustioso poema que conoce la humanidad.” Mirando desde mi zona de angustia esa ventana iluminada del vecino, mi imaginación se ha despertado y he pensado, en primer lugar, en alguien que a estas horas está navegando por la infinita red de la pantalla de su ordenador. No sé por qué he elegido esta opción. El hecho es que muchas veces, al comenzar desde una zona de angustia un texto sonámbulo como éste, pretendo llevar a cabo un acto que me permita situarme en este mundo. Pero también es cierto que, en cuanto escribo la primera frase, mi angustia me deja algo parecido a un regusto de sollozo ante una rosa mustia, pues veo que mi mundo ha quedado ya de inmediato limitado. Mi angustia viene de mi deseo de ser yo mañana una persona distinta, alguien no atado a la primera frase de sus escritos. Y logro calmarla ahora al ponerme a pensar que tal vez mi vecino está espiando otra ventana iluminada en la alta madrugada, y esa ventana es la mía y para él yo puedo estar ahora a punto de suicidarme, o tal vez celebrando un dinero ganado en un casino de juego, o, simplemente, ser alguien al que, de tanto mirar a la rosa mustia o a la luz de su ordenador, se le han quemado las pupilas. Ventanas que son faros en la alta madrugada. Hay muchas historias en ellas. Historias de ladrones con linternas o de moribundos que dictan su último testamento. Historias de madres que se

Le voyeur, Salvador Dalí.

inclinan atormentadas de sueño sobre una cuna. Historias de parejas que hacen el amor o de tipos que charlan interminablemente sobre el misterio del universo. Historias de insomnes que piensan que el más angustioso poema que se puede escribir sobre la humanidad está ahí, en las ventanas iluminadas de las cuatro de la madrugada. Ventana iluminada del vecino, la que estoy ahora contemplando. Es la ventana de alguien que se ha asomado a la Red y tiene a su disposición el mundo entero, sin limitaciones. Me tiene incluso a mí, espía estéril que aspira a que mañana sea otro día y yo no siga siendo el que ha escrito este texto que nació sonámbulo en la alta madrugada. Tal vez mañana consiga yo ser otro, pero creo que seguiré siendo el que una vez más intentará de nuevo situarse en este mundo y, para ello, desde la gran zona de angustia de la Red, volverá a escribir la primera frase sonámbula de un escrito que, de nuevo, será incapaz de abarcar un mundo que, como el hondo aire azul, no está en ninguna parte, y es interminablel *Tomado de Una vida absolutamente maravillosa. Ensayos selectos, Enrique Vila-Matas, DeBolsillo, Barcelona, 2011.


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LA JORNADA SEMANAL 7 de junio de 2020 // Número 1318

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PARA DESARTICULAR PREJUICIOS Crimen de color oscuro, Ana María Maqueo, Nitro Press/Literatura unam, México, 2019.

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Mario Fuentes |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

icieron bien la casa editora Nitro Press y la Dirección de Literatura de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México, al unir esfuerzos y presupuestos para republicar, en la colección Nitro Noir, este Crimen de color oscuro de la autora mexicana Ana María Maqueo. E hicieron no sólo bien, sino muy bien, por diversas razones, la primera de las cuales hay que apresurarse a mencionar: que esta reedición abona a desarmar el prejuicio, doble por añadidura, según el cual la literatura negra comenzó a tener auge en México tan tempranamente como mediados o finales de la década de los años noventa del siglo pasado –y este sería el primer prejuicio, esgrimido por gran cantidad de desavisados que aciertan al leer con gusto y hasta fruición autores tan eficientes en el género como, por ejemplo, Élmer Mendoza, pero yerran de plano dando por hecho que antes de él y la camada que con él arribó, la novela negra en México era materia escasa y se reducía a plumas como la de Paco Ignacio Taibo ii y, décadas antes, a la magnífica de Rafael Bernal. Un segundo prejuicio con el que se da por tierra, al menos para las generaciones actuales de lectores, es ese otro tan enojoso que sostiene la nula existencia de escritoras que hayan abordado, con idéntica o superior calidad a la de sus pares masculinos, el thriller. Ana María Maqueo los desmiente, ella sola, para lo que no necesitaría nada más que este Crimen de color oscuro, sin embargo de lo cual publicó asimismo Amelia Palomino, un crimen de rostro amable y Los peligros del cristal, entre otros títulos. Pero vayamos en orden cronológico: la autora, cuyo nombre no anduvo antes ni anda hoy en la boca ni en la memoria de las mayorías, se licenció en Lengua y Literatura Hispánicas, y más adelante se doctoró, todo en la unam, donde fue catedrática durante muchos tiempo. Fue a los cuarenta y ocho años cuando publicó este Crimen de color oscuro, su primera novela, con la que –perdónese el lugar común, pero viene muy ad hoc– sorprendió a propios y extraños. ¿Una académica, una profesora de la Facultad de Filosofía y Letras, queriendo ser escritora? Nada raro, por supuesto, antes todo lo contrario, pero ¿de novela negra? Pues sí, y no sólo eso, sino claramente afiliada al espíritu, las atmósferas y los recursos narrativos de George Simenon. La “apuesta” era asaz alta, pero Maqueo evidentemente sabía lo que estaba haciendo porque su primera novela tuvo una recepción crítica invariablemente entusiasta, de lo cual, por cierto,

esta edición da buena cuenta, y he ahí uno valor agregado de la presente edición: a manera de colofón, juguetonamente denominado “Maqueo. Información confidencial”, los editores incluyeron una selección de textos alusivos, de los muchos que se publicaron en 1986, año original en que Crimen de color oscuro apareció por primera vez. No sólo ahí, pero sobre todo fue en el ámbito de influencia del mítico suplemento cultural Sábado, de Unomásuno, donde los comentarios elogiosos –algunos mucho– fueron vertidos por colegas dobles de Maqueo, es decir, académicos que escriben y también viceversa, lo mismo que por reseñistas literarios de pura cepa. En dicho colofón, por cierto, también figura otro texto de la propia autora: “La literatura policíaca en México”, en donde Maqueo expone lo mismo su postura respecto del género, que sus apreciaciones en torno al estado que guardaba en aquel entonces. Sin desperdicio. Eso mismo, es decir “sin desperdicio”, vale decir de esta edición que, como se apuntó al principio, le corta las piernas a más de un prejuicio respecto del género de literatura negra, otro de los cuales deliberadamente se ha dejado para mencionarlo hasta el final: no es verdad, y no lo fue nunca, que la novela negra nacional tenga sus reales asentadas de manera exclusiva en Ciudad de México, como tampoco es verdad ahora ni lo fue antes que hayan sido los autores más leídos en la actualidad a quienes les debemos esa descentralización. Compruébelo el lector por su cuenta, adentrándose en un Veracruz que le resultará tan familiar como, paradójicamente, desconocido por completo, leyendo este Crimen de color oscuro l


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12 7 de junio de 2020 // Número 1318

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PARA LEER BAILANDO Los rostros de la salsa, Leonardo Padura, Tusquets, México, 2020.

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Ricardo Hech |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

ublicado originalmente en 1997 en la Habana, Los rostros de la salsa es un libro de entrevistas en el que el escritor cubano Leonardo Padura logra hacer, a través de un impecable trabajo periodístico, un esbozo histórico del fenómeno musical afroantillano más importante de la segunda mitad del siglo xx: la salsa. La ciudad de Nueva York fue la cuna y uno de los epicentros principales de este “movimiento”. En este magnífico libro, reimpreso en México en 2020 por la editorial Tusquets, Leonardo Padura conversa con varios de los protagonistas más importantes de este fenómeno musical (Rubén Blades, Willie Colón, Mario Bauzá, Juan Formell, Papo Lucca, Juan Luis Guerra...). En él reúne sus testimonios y logra crear un apasionante debate con opiniones y enfoques en contrapunto acerca de la naturaleza musicológica de esta mezcla de estilos y ritmos caribeños –en los que el son cubano es su raíz más profunda– con el jazz. Algunos niegan la existencia de la salsa, al considerarla sólo una modernización del son cubano y otros consideran que surge entre la población de origen caribeño que migró a Nueva York, como un inevitable sincretismo y como una forma de resistencia cultural, en la que encontraron un refugio identitario en una sociedad racista y excluyente, como lo era la sociedad estadunidense en los años sesenta del siglo pasado. Como sea, esta música, cargada de tradición y de nostalgia, pero también de anhelos y de sueños, en poco tiempo se extendió por todas las grandes ciudades del Caribe y muchas de América Latina y Estados Unidos. Se convirtió, en los años setenta, en una de las expresiones musicales más importantes del siglo xx a nivel mundial. Desde la “salsa consciente” de Rubén Blades y Willie Colón hasta la “salsa romántica” de Gilberto Santa Rosa y Marc Anthony, aparecen en medio muchos

nombres míticos que encarnan el origen y el desarrollo del movimiento salsero. Entre ellos se encuentran Arsenio Rodríguez, Machito, Tito Puente, Mario Bauzá, Eddie y Charlie Palmieri, Willie Colón, la sonora Ponceña, Cheo Feliciano, Héctor Lavoe, Oscar d’León; pero también otros personajes como Juan Formell y los Van Van o Adalberto Álvarez, e incluso se considera parte del movimiento salsero a merengueros como Juan Luis Guerra. También se menciona a Celia Cruz, la voz femenina más universal del son cubano y de la salsa, y a genios de la ejecución instrumental, como Cachao o Papo Lucca. La lista de nombres es inmensa. En este libro Leonardo Padura tiene la virtud de borrar las fronteras entre historia, periodismo y literatura, pues en su prosa se muestra el desarrollo de este proceso estético con una transparencia que evoca, con suaves pinceladas, problemas profundos de la historia del siglo xx, como la Revolución Cubana y el bloqueo estadunidense a la isla, así como las consecuencias de esta política en el desarrollo de la tradición musical caribeña y su compleja síntesis en la música salsera. Lo hace sin perder la chispa inquisidora del periodista ni la profundidad estética del escritor, las cuales están presentes en Padura de forma permanente en su manera de conducir las entrevistas y articular este sincopado debate en ellas. Sin duda alguna este libro es una lectura necesaria para todos los amantes de esta música, para los melómanos en general y para todos los que quieran aprender a bailar al son de la salsa o sólo quieren saber de qué va chévere boricua /axé de oshún y obatalá l

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En nuestro próximo número

JUAN O’GORMAN: EL ARTE SEMANAL Y LA BELLEZA DE LO ÚTIL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA

Retablo de la Independencia MNH, INAH.


Arte y pensamiento

LA JORNADA SEMANAL 7 de junio de 2020 // Número 1318

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Artes visuales / Germaine Gómez Haro / germainegh@casalamm.com.mx

Jaime Kuri Aiza: la mirada incisiva (ii y última)

Izquierda: Parranderos. Derecha: Brian Nissen, 1970.

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n la columna anterior (24/v/2020) se reseñó la trilogía de cortometrajes realizados por Jaime Kuri Aiza en los años ochenta – j. c. Orozco. Pintor del hombre, Cordelia Urueta, Dr. Atl–, obras fundacionales de este destacado artista del documental que nos ha dejado un importante testimonio fílmico de relevantes protagonistas y episodios de la cultura mexicana de las últimas cuatro décadas. Conocí a Jaime Kuri a través de mis queridos amigos Brian Nissen y Montse Pecanins, cuyo respectivo trabajo ha quedado plasmado en dos imperdibles cortometrajes de este realizador: Brian Nissen. Evidencia de un acto poético (2010) y Teatrines y Bataclanas (2012). En ambos filmes se percibe, ante todo, el vínculo de cercanía que el cineasta establece con los artistas en el nivel más profundo que se puede dar entre cómplices creativos. Sucede lo mismo en su corto más reciente titulado Farándula, cuyo estreno en la Cineteca Nacional tuvo que ser postpuesto por la contingencia. En entrevista vía telefónica, el artista de origen británico comenta: “Cuando llegué a México, a principios de los años sesenta, dibujaba todo el tiempo. Pero estos trabajos tempranos se extraviaron entre viajes y mudanzas, y hace unos años encontré seis u ocho carpetas que contenían unas 250 obras sobre papel que había olvidado por completo. ¡Ay, caray! –me dije–. ¿Hice yo esto? Después de revisarlas pude rescatar unos 120 dibujos, los otros no me parecieron logrados.” Y con este material, Jaime Kuri da rienda suelta a su genio creativo y nos regala un corto muy especial, en el que el realizador y el artista unen su espíritu lúdico y nos conducen por los vericuetos de la expresión dibujística con humor, elegancia y algarabía. Así lo percibe Kuri: “La aventura nueva con Brian no es precisamente un documental, más bien

lo veo como un divertimento con los maravillosos dibujos que se reunieron hace un tiempo en el libro Farándula (rm/cnca, 2014). La peli se llama igual y nos divertimos mucho haciéndola a lo largo de dos años y medio.” En este filme de difícil definición se capta ese espíritu juguetón que animó al artista a plasmar estampas de la vida cotidiana con una frescura y espontaneidad entrañables. La línea atrevida y el ritmo desparpajado que caracterizan los dibujos de Brian están ahí, desde hace cuarenta años. Kuri los lleva a la pantalla en una explosión de alegría, magia, exuberancia, cachondeo y voluptuosidad, acompañados de una banda sonora tan peculiar como los dibujos mismos, logrando la amalgama perfecta. Kuri no se limita a “documentar” la trayectoria o el proceso creativo de los protagonistas de sus filmes, sino que se introduce de lleno en la obra y la escudriña centímetro a centímetro para captar el mejor ángulo de la composición. Así lo percibe Nissen: “Filmar la obra de un artista es muy difícil porque está traduciendo un lenguaje con otro medio, pero hay obra que se presta muy bien a la filmación y otra que no tanto. Estos dibujos definitivamente se prestan y Jaime tiene el don de saber elegir las imágenes que sí se van a apreciar en la pantalla.” Acerca de su trabajo, señala Kuri: “Desde los inicios de mi carrera como documentalista –hace más de cuarenta años– he pretendido andar por los caminos de los procesos de la creación y sus resultados de manera, quizás, demasiado personal. También he intentado dotar a mis trabajos de vigencia y de una frescura original. La idea del artista tiende un puente entre el pensamiento y la representación. Ese puente invisible deberá traspasar a la obra para lograr que el sentimiento llegue a la mirada de aquellos que la observan y disfrutan.

Mi intención ha sido acercarme a esos procesos, a esos puentes, y poder llevar a la audiencia a donde normalmente su mirada no llega. Si se logra provocar una fuerte emoción, el puente está tendido.” Brian Nissen y Jaime Kuri han hecho la mancuerna perfecta, porque ambos poseen la misma mirada incisiva y coinciden en la manera de percibir cada obra como un caleidoscopio de formas posibles que invitan al espectador a echar a volar la imaginación y aventurar sus propias interpretaciones. (Farándula está disponible en: https://vimeo.com/385022661) l


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14 7 de junio de 2020 // Número 1318

Arte y pensamiento

Tomar la palabra / Agustín Ramos

Biblioteca fantasma / Eve Gil

Vida y destino (i de ii ) ES FAMA QUE la novela Vida y destino sólo se compara con Guerra y paz. Además el autor, Vasili Grossman, contiene en su vida y obra a la pléyade integrada entre otros por dos acreedores al Nobel, Pásternak y Solzhenitsyn; por los malogrados, asilados, desaparecidos, disidentes, resistentes Tzvetáyeva, Esenin, Maykavoski, Ajmátova, Blok, Gumíliov, Bulgákov, Pilniak, Mandelshtam, Babel, Meyerhold e Ilya Ehrenburg, coautor con Grossman de El libro negro; al igual que por tres protagonistas de la primera línea: Vasili Záitzev, Víctor Serge y el Trotski de Historia de la revolución rusa. Reseño sólo diez de los 120 capítulos de Vida y destino. En el 11 de la tercera parte, la figura central es Stalin, quien espera el aviso de que ha comenzado el ataque decisivo contra el cerco nazi de Stalingrado. Como el joven coronel Piotr Pávlovich Nóvikov detiene la orden para salvar la vida de muchos combatientes, el capítulo concluye cuando a Stalin le gana la desesperación y telefonea para averiguar la razón del retardo. Tres capítulos después se subraya el hecho: “Bajando la voz hasta reducirla a un susurro, Guétmanov dijo: –Lo que nunca olvidaré, Piotr Pávlovich, es la manera en que retrasaste el ataque ocho minutos. El comandante del frente exigía lanzar de inmediato los tanques. Stalin, según me han contado, llamó a Yeremenko para preguntar por qué no había comenzado el ataque. Hiciste esperar a Stalin, y así fue como abrimos la brecha sin perder un solo tanque ni un solo hombre. Es algo que no olvidaré…” El comisario Guétmanov añade que redactará un informe acerca de tan atinado retraso, ¿para beneficiar o para perjudicar a Nóvikov? La duda sobre las intenciones de Guétmanov queda pendiente. Por el contrario Nóvikov, perdidamente enamorado de Yevguenia Nikoláyevna, está seguro de que ella lo ama y vendrá a buscarlo al frente; sin embargo ella vacila entre él y Krímov su exesposo, comisario militar que participó en la Revolución de 1917 y que acaba de caer en desgracia (y en la cárcel). El aseguramiento de la victoria contra el invasor vitaliza un contexto de delaciones e intrigas nublado por el día a día administrativo, militar, político, científico, amoroso. Entonces, en impecable contrapunto narrativo, el autor ensaya una explicación de tal contexto: “Tres grandiosos acontecimientos fueron las piedras angulares de esta reinterpretación de la vida y las relaciones humanas: la colectivización del campo, la industrialización y el año

1937. Estos acontecimientos, como la Revolución de Octubre de 1917, causaron desplazamientos y movimientos de enormes masas de población; tales movimientos estuvieron acompañados por la eliminación física de personas en un número superior, que no inferior, al exterminio que había tenido lugar en la época de la liquidación de la nobleza rusa y de la burguesía industrial y comercial. Estos acontecimientos, capitaneados por Stalin, señalaron el triunfo económico y político de los constructores del nuevo Estado soviético, del socialismo en un solo país y constituían el resultado lógico de la Revolución de Octubre. Sin embargo, el nuevo régimen […] se servía de la vieja fraseología y de las viejas ideas, que habían surgido años antes de la Revolución, cuando se constituyó el ala bolchevique del partido socialdemócrata. La base del nuevo régimen era su carácter estatal-nacional. La guerra aceleraba el proceso de reinterpretación de la realidad que de manera subterránea se llevaba a cabo en el período prebélico, y apresuró la manifestación de la conciencia nacional; la palabra ‘ruso’ recuperó su sentido.” Pero esta cita es del capítulo 20, el final del segmento que escogí. Antes, en el capítulo 12, el lector verá el alma de los nazis cercados y condenados por la orden de Hitler en el sentido de sostener el imposible acecho a Stalingrado. Y luego, en el capítulo 17, verá a Hitler caminando solo y cavilando tras la derrota en Stalingrado. (Continuará.)

Nostalgia de héroes HE SIDO JURADO de algunos certámenes literarios. Recuerdo uno en particular, que llevaba el nombre del desaparecido escritor poblano Alejandro Meneses. Los otros dos miembros del jurado –David Miklos y Gregorio Cervantes– llegaron al lugar de la cita, una popular cafetería-librería de la colonia Condesa, con su respectivo candidato bajo el brazo. Apenas tomar asiento y solicitar un capuchino, pusimos sobre la mesa las copias engargoladas y, ¡perfecta coincidencia!, era el mismo libro, titulado Dios de arena. La deliberación más breve de la historia. Los relatos mezclaban al México ancestral con el más actual, y lo hacían con la prosa mágica de quien conoce al dedillo la más antigua –y olvidada– poesía indígena, de lo poco que sobrevivió a la destrucción de los conquistadores españoles. El autor resultó ser una jovencita de larga cabellera y hermosa sonrisa con hoyuelos llamada Judith Castañeda (México, 1975), que no deja de sorprenderme desde entonces. Al poco ganaría el María Luisa Puga, con un jurado compuesto por Esther Seligson, Hernán Lara Zavala y Pablo Boullosa, que le valió la publicación de otro impecable libro de cuentos, Aire negro (uacm, México, 2008). Los premios no dejan de fluir, y sin embargo, puede encontrársela todavía atendiendo la majestuosa librería poblana Profética, donde recibe a todos con su bella y sencilla sonrisa. Fue miembro muy activo de los talleres de la sogem de Puebla. La injerencia de Alejandro Meneses (19592005) resultó decisiva. Al igual que su alumna, Meneses ganaba un premio tras otro y era un magnífico narrador que, sin embargo, nunca obtuvo un reconocimiento a la altura de su talento. Por increíble que parezca, Judith sigue trasladándose a diario de su casa a la librería y viceversa, con su morral de libros mágicos para aprovechar el trayecto, dejándose llevar por una nostalgia de lo que nunca conoció, como en Dios de arena; o la recreación del mundo ficticio en el que advierto sesgos biográficos del propio Meneses, aquel que invariablemente describen “flaco”, a través de Aire negro, suerte de espiritismo literario que lo invoca mediante hermosas y dolientes frases dirigidas a ese eterno amor imposible, la rubia prima Ángela: “No sólo soy tu mano, como lo exigiste en tus sueños; camino con tus piernas, mi aliento se escapa entre tus labios: estoy en tu cuerpo.” (“Fuego”, Aire negro). Pudiera aplicarse a la autora esta frase de su relato “Cerrando puertas”, incluido en el libro del Premio Salvador Gallardo Dávalos: “El artista es diestro con los pinceles, supo robarle algo a su modelo.” Aire negro, independientemente de su bellísima prosa, del sentimiento que lo materializó y lo simbólico de cada una de sus relatos, podría haber pasado por novela en vista de que cada una de sus once historias llevan los mismos personajes, y Ángela es la misma Ángela, objeto del deseo y obsesión del protagonista, la que juega a ser ciega, acaso por preferir las tinieblas a la luz que le revela escenas insípidas, al grado de aprender a leer Braille. Y si bien es posible leerlos en orden anárquico, Aire negro deja la sensación de haber penetrado un mundo perfectamente redondo, sin fisuras, cuyos actores se nos vuelven entrañables y la psicología de cada uno –cosa casi imposible de lograr en un solo cuento– queda, gracias a este seguimiento de los personajes, perfectamente delineada. Judith, sin embargo, niega que sea una novela. Se rehúsa a “engañar” a los lectores diciéndoles que ha inventado un híbrido fabuloso. Nostálgica de muertes heroicas. De flechas envenenadas que no conseguían, sin embargo, emponzoñar el espíritu. De las experiencias que trastocaron la existencia de un tercero o transformó el alma de una nación como en Dios de arena (Ediciones de Educación y Cultura, El Errante Editor, Profética, 2007). El dios de arena al que refiere el título es aquel que a los conquistados se les obliga a adorar, un dios que exige algo peor que sacrificios humanos: sumisión absoluta y total. Anulación. Silencio. Inclinar la cabeza l


Arte y pensamiento Bemol sostenido / Alonso Arreola t : @LabAlonso / ig : @AlonsoArreolaEscribajista

Suena el human hacking NUESTRO AMIGO JOE nos envió la liga para escuchar el podcast de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook. Allí dialoga con personalidades de la ciencia, la tecnología, la filosofía y las artes; gente como el historiador y filósofo israelí Yuval Noah Harari. ¿Lo conoce nuestra lectora, nuestro lector? Interesado en el debate moral que plantea la inteligencia artificial para el futuro del mundo, entre muchas cosas más, Harari es el lúcido autor de los libros De animales a dioses, breve historia de la humanidad; Homo Deus, breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo xxi; títulos que probablemente ha visto en las zonas más vistosas de las librerías y que, debemos confesarle, habíamos soslayado leer hasta que escuchamos sus ideas en esta extraña “conversación” de la que Zuckerberg no salió bien librado, ni como entrevistador, ni como anfitrión, ni como interlocutor. Dicho encuentro nos hizo pensar en fenómenos que se aplican a la vida social, en general, y a sus oficios y disciplinas, en particular, más allá de quienes se dedican a programar computadoras o a columbrar hipótesis sobre el porvenir de la civilización. Creemos que es interesante a propósito de la preservación de la voluntad individual en tiempos del human hacking, algo que nos llevó a profundizar en la manipulación que hoy se ejerce sobre los “gustos” de melómanos en múltiples plataformas de contenido musical. Digamos primero que en la amplificación de la comunicación contemporánea a través de la tecnología resaltan las complicidades, sí, pero también confrontaciones insalvables, porque la gente no comparte un mismo espacio físico que la obligue a conseguir soluciones. Es más complejo arreglárselas con el vecino que sólo “bloquear” a un troll en Twitter. Ahora, es verdad que internet ayuda a conectar a gente que luego puede reunirse, físicamente, tras confirmar su simpatía en las redes (incluso parece que ese es el objetivo de grandes compañías), pero en la praxis no sucede. Hay un conflicto de intereses: las corporaciones intentan mantenernos frente a la pantalla para vender productos y moldear formas de vida interpretando big data, cuando lo ideal sería que el marco global nos llevara a una mejor integración local. Es así como, en un mundo que no cuida al ser humano a través de gobiernos, corporaciones y grandes compañías, la inteligencia artificial puede causar graves daños en la justicia económica. Además, su influencia puede crecer a un punto tal sobre el individuo que se vuelva irreversible. A través

de algoritmos se manipularían no sólo preferencias de entretenimiento o soluciones de movilidad y hogareñas, sino filiaciones políticas e intereses personalísimos, como la formación de amistades o familia. Sí, ello depende de las políticas públicas que lo regulen pero, ¿qué pasa en países como México, donde estos temas tardarán años en llegar a las curules, o en regímenes totalitarios que buscan el control de la crítica? En este acertijo los pensamientos extremistas son menos peligrosos que un modelo inequitativo relacionado con el capitalismo (que a su vez se relaciona con los ideales de la libertad y la democracia). Planteamiento de Harari, en él se separan la eficiencia y la moralidad. ¿Cómo proteger al individuo de los intereses que le son ajenos y que inciden en su vida gracias a la eficacia de algoritmos husmeando en la big data? No lo sabemos, pero en un mundo donde se “hackea” a los seres humanos estamos dejando de ser confiables; nuestras decisiones no son las mejores para la mayoría porque la voz interior está siendo pervertida. Otra pregunta: ¿cómo lograr políticas públicas relacionadas con este tema si la propia tecnología está cambiando el balance del poder político? (Allí están los bots y las tergiversaciones mediáticas.) Es una trampa de difícil salida. Dicho esto, aquí la tesis prometida, relacionada con la música. Aplicando la lógica de Yuval Noah Harari decimos: la permanencia de géneros como el reguetón en el paisaje sonoro sería prueba de cómo millones de usuarios, hackeados íntimamente vía algoritmos, perpetúan un ciclo de “albedrío” impuesto por quienes, desde la sombra, modelan parámetros estéticos con fines de lucro y poder. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos l

LA JORNADA SEMANAL 7 de junio de 2020 // Número 1318

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Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars

El trigo de la burra arisca (ii de iv)

LA HISTORIA ES conocida: en síntesis, lo que ocurrió recientemente es que, en la Cámara de Diputados, la fracción política mayoritaria presentó una iniciativa de ley para reordenar, regular y, en muchos casos, eliminar una larga lista de fideicomisos de todo tipo y orden, creados a lo largo de los años para los propósitos más diversos y en prácticamente todos los rubros de la vida económica, social y cultural mexicana. Este juntapalabras asume que el lector promedio sabe y entiende la naturaleza de dichas entidades pero, aun con el riesgo de simplificar demasiado, dígase que un fideicomiso es un organismo gubernamental creado ex profeso para recibir y administrar equis cantidad de recursos económicos –etiquetados en el Presupuesto de Egresos de la Federación, e inamovibles–, cuya finalidad es darle viabilidad a determinada actividad cuyo desarrollo está mandatado por la Constitución. La cinematografía es uno entre muchos ejemplos. También simplificando, dígase que la ya mencionada iniciativa de ley llevaba como finalidad de fondo suprimir una serie de fideicomisos que una de dos: nacieron sanos y se corrompieron, o fueron creados con la rimbombancia del caso, pero sin más propósito que simular que así se apoyaba esto o aquello, cuando en los hechos lo único que sucedía era la proverbial metida de mano en el presupuesto, eso sí, con etiqueta legal. La lista es enorme y, de hecho, lo único sorprendente al respecto es que haya fideicomisos en los que no se robe ya sea poco, mucho o de plano todo. Que la iniciativa de marras haya surgido a raíz del redireccionamiento presupuestal originado por la pandemia, y sin negar de ningún modo lo pertinente de la medida, es al mismo tiempo meramente circunstancial. En otras palabras, más tarde o más pronto y al son del refrán “a cada capillita le llega su fiestecita”, las transas hechas al amparo de los fideicomisos tenían contados los días, antes de que les cayera, como mínimo, una revisión.

Unos justos muy pecadores PARA DECIRLO CON otra frase popular, el problema de la multimencionada iniciativa estriba en que se estaría haciendo pagar a justos por pecadores… o al menos eso es lo que se da por hecho, pero ya se volverá más adelante a este punto. Efectivamente, cuesta creer que absolutamente todos los fideicomisos padecían/padecen de corrupción, de manera que es por completo plausible suponer que cuando menos uno, si no es que varios, han sido manejados ya no se diga de manera ejemplar sino cuando menos decente. De acuerdo, pero al mismo tiempo cuesta –y mucho– creer que ninguna de dichas entidades ha incurrido en manejos turbios. Debió ser la duda y, debe añadirse, también la premura de la antedicha urgencia por reorientar recursos de por sí escasos, lo que originó el plumazo exterminador. Aunque pueda parecerlo, lo anterior no es una defensa del muy desacomedido modo en que los diputados suelen manejar sus asuntos, además de que este ponepuntos tiene para sí, por un lado, que ni necesitan ni esperan que nadie los justifique y menos los defienda, y por otro, que de tontos no tienen un pelo. Más claramente, que esos diputados sabían a la perfección de la andanada que se les vendría encima, apenas se supiera del draconiano recorte fideicomital, en términos generales, y en particular del apabullante y muy visible gritoenelcielo que pegaría la comunidad cinematográfica cuando viera que “su” fideicomiso formaba parte de los que tenían la espada de Damocles a escasos milímetros de la testa. Así que, aún más claramente y cuando menos en lo que concierne a la cinematografía y fideicomisos anejos, da la impresión de que pudo tener lugar esa vieja estrategia política de crear un problema donde no había uno, para así poder presentarse como el desfacedor de entuertos a quien luego habrá que agradecer. Si le suena retorcido e inverosímil, probablemente no sea usted mexicano o jamás ha leído un periódico ni visto redes sociales. O pregúntese: si se suponía inminente la desaparición del Fopro/Fidecine, ¿cómo es que fue tan fácil echar marcha atrás? (Continuará.)


LA JORNADA SEMANAL

16 7 de junio de 2020 // Número 1318

Michael Phelps. Foto: AP /Mark J. Terrill.

Norma Ávila Jiménez

Menos rápido, alto y fuerte: atletas olímpicos y cuarentena Como bien se sabe, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 fueron pospuestos debido a la pandemia. Las consecuencias para los atletas han sido muchas y variadas en distintos planos, no sólo el físico sino también el psicológico, y de eso trata este artículo.

C

on la adrenalina en el cuerpo, esperaban escuchar la señal de salida para explotar en movimientos físicos y neuronales dirigidos a la meta. Los atletas que iban a competir en julio en los Juegos Olímpicos (jo) de Tokio visualizaron este momento varias veces durante su entrenamiento de cuatro años, un clímax que no llegó. Michael Phelps, ganador de veintiocho medallas olímpicas, recientemente declaró a nbc Sports que aun cuando la decisión fue la correcta, “espero que no veamos un aumento en las tasas de suicidio de los atletas debido a esto”. Aunque eso suena extremista, lo real es que su esfuerzo físico y mental quedó dentro de ellos, como una olla de presión sin salida de vapor. El médico del deporte Agustín Mendoza Rincón, quien por varios años ha atendido a atletas olímpicos, subraya que ahora tienen que trabajar la meta a dieciocho meses, y eso si las Olimpiadas no se suspenden definitivamente. “La depresión y la ansiedad –detonadas por la incertidumbre– liberan mucho cortisol y dopamina, que provoca rigidez y debilidad en los músculos, o que el sistema nervioso esté hiperactivo.” El drama aumenta en el caso de las mujeres, porque el confinamiento de más de dos meses pudo haberles

provocado osteopenia: “Si no hay exposición al Sol, el cuerpo no retiene la vitamina d, que fija el calcio en los huesos.” Resalta que aun cuando estuvieron en contacto con su equipo de especialistas vía internet, pudieron ocurrir lesiones por entrenar con lo que tienen en casa –algunos, como el gimnasta inglés Max Whitlock, llegaron a usar el sillón para hacer ejercicios–, objetos que no tienen el mismo agarre o rebote. Al término del confinamiento, “van a querer hacer lo que no hicieron y puede ocurrir un sobreentrenamiento”. En los deportes de equipo, algunos jugadores regresarán con el noventa por ciento de sus capacidades, mientras que otros con el setenta o sólo el cuarenta por ciento, “por lo que los entrenadores tendrán que hacer magia”. La edad es otro factor; “muchos ya no participarán el próximo año”. Ante este difícil panorama, Agustín Mendoza subraya la posibilidad de que en algunos países se trate de modificar las células de los competidores a través del dopaje genético. En 2017, la investigadora del Centro Regional de Medicina Deportiva de la Junta de Castilla y León, Raquel Blasco, publicó que entre los candidatos para el dopaje estaría un virus que posee el gen Insulin-like tipo 1, que estimula el crecimiento de los músculos, aunque también incluye “la capacidad para impulsar el desarrollo y progresión tumoral”. Aun así, indica Blasco, “nadie puede estar seguro de si los atletas olímpicos genéticamente modificados están nadando en piscinas o corriendo en las pistas” en este momento. La psicóloga Diana Medina Garfias, quien prepara a varios atletas olímpicos, para afrontar la presión de los medios, del público, de los entrenadores y del contexto, explica que ante el camino incierto, “traté de hacer análisis de tres grupos: los que competirían por primera vez en jo, que son quienes sufren menos, porque su

logro es su clasificación; los que están en la cúspide y visualizaron 2020 como su mejor año, y los expertos veteranos que ya van de salida. En estos dos últimos grupos, el confinamiento llevó a algunos a perder su identidad porque su vida gira en torno al deporte, ya que entrenan entre siete u ocho horas diarias y no tienen muchos ocios; perdieron lo más amado”. En el primer grupo está el triatleta mexicano Irving Pérez, quien ha cuidado hasta sus pensamientos. “Siempre he sido muy positivo y cuando supimos que se aplazaban los jo, dije, ‘guau qué oportunidad para mejorar algunas cosas’, no le vi la desventaja.” El caso de Isaac Palma –del segundo grupo–, marchista en la prueba de 50 kilómetros, es diferente porque ya compitió en Londres 2012 y se entrenaba para, de ser posible, conseguir una medalla. “¡Uf! Fue un golpe bastante fuerte; sentí que el trabajo de cuatro años se derrumbaba; éste incluye 24 horas al día, porque además del entrenamiento, están las sesiones psicológicas y nutricionales.” Empero, ambos coinciden en que se tomó la decisión correcta. El atleta desconfía porque los jo están en duda inclusive para 2021, enfatiza Diana Medina. Por ello es importante que continúen con sus asesorías personales y entrenamiento mental, basado en programas: “Son instrumentos computarizados para medir el pulso cardíaco, la atención y el estrés. En la pantalla, el atleta observa ciertos estímulos que debe controlar mientras los sensores colocados en su cabeza detectan las transmisiones cerebrales.” Esos ejercicios les ayudan a concentrarse y a llegar al estado de flow durante la prueba: “Sucede cuando dejan de pensar y el cuerpo actúa con perfección y fluidez, están en éxtasis.” Que el éxtasis los acompañe para el disfrute del fanático, que ya aceptó la fatalidad del aplazamiento, como diría Juan Villoro l


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