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La ficción intimista de Sol Berruezo

LA SINOPSIS MÁS asequible en redes de Mamá, mamá, mamá (2020), primer largometraje de ficción de la directora y guionista argentina Sol Berruezo –con el cual obtuvo una mención especial para operaprimistas en la más reciente edición de la Berlinale–, dice lo siguiente: “Un día de verano, una niña se ahoga en la piscina de su casa. Su hermana preadolescente se verá obligada a afrontar la pérdida en un mundo sin adultos acompañada de sus tres primas, que la adentrarán en su mundo femenino en plena ebullición.”

Acerca de la cinta, en el diario La Nación Adolfo C. Martínez dice que “la trama se prolonga innecesariamente y, sobre la base de diálogos banales y de reiterados primeros planos, la acción cae en un repetir de escenas que poco o nada agregan al propósito de la realizadora […] y así el sopor se adueña de la trama y el relato cae insistentemente en una idea que podría ser atractiva pero que sólo apuesta a escenas que apenas dibujan esta fallida idea de observar con atención y con pudor”.

En sentido totalmente opuesto, en el sitio web Cinemaldito, entre otras cosas interesantes el crítico de cine Javier Abarca dice que “es pequeña, casera y familiar, pero no es una película sin ambición; más bien al contrario [...] posee una ambición fuera de lo común, precisamente porque rechaza una escalada narrativa convencional que se pueda escudar en un discurso configurado de antemano, y se dedica a observar a su protagonista y lo que la rodea en su complejidad y contradicciones”. Sostiene, asimismo, que la de Mamá, mamá, mamá “es una forma de narrar acontecimientos en la que el camino no está marcado de antemano en busca de una suerte de propósito final”, y que “si bien podría dar una apariencia descentrada para alguien que busque un enfoque más convencional o intenso, es una perspectiva valiosísima [...] que suele costar ver, más aún con esta convicción y desparpajo, en la ficción intimista”.

Se citan aquí ambas posturas porque ilustran bien el amplio arco de percepción para una cinta que, como Mamá, mamá, mamá, consigue dos logros parejamente notables: por un lado, prescinde con eficiencia de los habituales y, a estas alturas, manidísimos recursos narrativos convencionales para abordar, mediante el cine, temas como el duelo por la muerte de un ser querido, la transición de la niñez a la adolescencia y la condición femenina en un determinado contexto real; por otro, aprovecha las virtudes de ese cine que algunos llaman “minimalista” precisamente en oposición al otro, enclichado y repleto de estereotipos lo mismo en el perfil de los personajes que en las situaciones por ellos vividas, pero sin caer por ello en los paradójicos “excesos por omisión”, por llamarles de alguna manera, en los que lleva un rato incurriendo esa tendencia formal igualmente denominada cine contemplativo Así pues, lo que Sol Berruezo logra no es poca cosa, y a ello debe añadirse el dato feliz de que, salvo dos tareas del equipo de producción –la música y una asistencia en el montaje–, Mamá, mamá, mamá es una cinta hecha sólo por mujeres: Berruezo, guionista y directora; Lucía Bonells, asistente de dirección; Laura Mara Tablón, productora ejecutiva; Ángeles Frinchaboy, directora artística; Mariana Jara, maquillista; Rebeca Rossato Siqueira, cinefotógrafa; Valeria Racciopi, editora, y Carmela Pérez Morales, vestuarista.

“Feliz”, vale aclarar, no sólo por el mentís rotundo a la postura anacrónica, pero de tantos modos vigente, que Mediomundo y su machismo todavía llegan a sostener cuando se comportan y hablan como si este o aquel aspecto de la cinematografía “tuviera” que ser ejecutado por un hombre; no sólo por eso, que de suyo es más que positivo, sino porque el resultado en pantalla es espléndido y sirve, entre muchos otros propósitos, para que quienes no nacimos ni nos hicimos mujeres nos aproximemos a una perspectiva del mundo que, de otro modo, podría resultarnos inextricable ●

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