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El Woodstock negro
ENTRE EL 15 y el 18 de agosto de 1969, en Estados Unidos se llevó a cabo el Festival de Música y Arte de Woodstock; al año siguiente, el filme documental homónimo de Michael Wadleigh, editado entre otros por Martin Scorsese, potenció la relevancia del evento al punto de ser considerado, no sin razón, como uno de los acontecimientos músico-culturales más relevantes del siglo XX. Desde entonces, Woodstock significa no sólo el lema hippie “amor y paz”, ni sólo la reunión de buena cantidad de las bandas y solistas más relevantes de los géneros folk, rock, blues rock, psicodélico y otros, sino que también sintetizó en el imaginario colectivo al antibelicismo y la contracultura, que en aquellos finales de los años sesenta del siglo pasado eran auténticos movimientos de vanguardia en oposición al status quo
El otro Woodstock
NO MUY LEJOS del sitio donde el Festival de Woodstock tendría lugar, un par de semanas antes comenzó a realizarse el Festival Cultural de Harlem, en un parque del neoyorquino barrio homónimo, los sábados que corrieron del 29 de junio hasta el 24 de agosto de aquel mismo 1969; es decir, hubo al menos un día en que ambos festivales se llevaron a cabo de manera simultánea. Al de Harlem no fueron invitadas bandas como Creedence Clearwater Revival o The Doors, ni solistas como Bob Dylan o Joan Baez –los únicos que participaron en ambos eventos fueron Sly and the Family Stone–, sino otros cuya fama mediática era posiblemente menor en aquel entonces, entre quienes estuvieron B.B. King, Stevie Wonder, Nina Simone, Gladys Knight and the Pips y The 5th Dimension.
Otra diferencia entre ambos festivales resulta esencial: mientras que Woodstock fue concebido desde un principio con fines de lucro –su ascenso a símbolo cultural fue posterior y, por lo tanto, ajeno a la intención de sus creadores–, el de Harlem tuvo siempre un propósito específico: poner de relieve la cultura y la música afroestadunidense y, en última instancia, promover lo que entonces se conocía como el orgullo negro. De ahí la selección de los músicos que se presentarían en el festival, negros todos, pero también, y muy significativamente, la presencia de personalidades como el entonces joven pastor bautista Jesse Jackson, activista por los derechos civiles que posteriormente sería precandidato demócrata a la presidencia estadunidense. De ahí, asimismo, que a diferencia del famoso Woodstock donde no se hizo ni un solo posicionamiento ni pronunciamiento de carácter político o de derechos humanos ni civiles, en Harlem se hablara fuerte y claro de Malcolm X y Martin Luther King, asesinados en
1965 y 1968, respectivamente, a causa de un racismo exacerbado que, para 1969, todavía no se avergonzaba de su propia ignominia ni se molestaba siquiera en aparentar tolerancia o apertura de ninguna especie.
Hermano negro, hermano blanco
NO POR CÁMARAS de cine sino de televisión, pero el Woodstock negro sí fue registrado prácticamente en su totalidad. Considerando la relevancia innegable de lo que ahí se tocó y se dijo, la cantidad de público reunido –cientos de miles, quizá un millón o más– y las causas que se enarbolaron, lo más natural debió ser que poco después, como su hermano blanco, gozara de una difusión masiva que pusiera a este festival del orgullo negro en el imaginario colectivo, dando así un panorama mucho más completo del movimiento contracultural de esa década incomparable que fueron los años sesenta del siglo pasado.
Sin embargo, el hecho es que las videocintas que lo registraron fueron a parar a una bodega, de la cual no habrían de salir durante las siguientes cinco décadas, hasta que el archivista fílmico Joe Lauro dio con ellas, se puso en contacto con el productor televisivo Hal Tulchin –responsable de la grabación original– y finalmente Amhir Thompson realizara el documental Summer of Soul, registrado en 2021 con el sugerente subtítulo Or When the Revolution Could Not Be Televised (“o cuando la revolución no pudo ser televisada”).
Sin reducir en lo más mínimo la relevancia de Woodstock es preciso admitir que, en más de un sentido, como evento y como documental, Summer of Soul es superior, y quien lo ha visto lo sabe ●