Cartas inéditas: Turguéniev y la muerte de Flaubert Guy de Maupassant
SEMANAL
La dualidad en Marcel Proust y José Revueltas Philippe Cheron
SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 25 DE ABRIL DE 2021 NÚMERO 1364
TRES FOTÓGRAFAS
RENATA VON HANFFSTENGEL, GLORIA FRAUSTO Y ELSA NEYRE: OTRAS FORMAS DE MIRAR Omar López Monroy
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Arriba y derecha fotos de Renata Von Hanffstengel. Izquierda foto de Gloria Frausto Flores
2 25 de abril de 2021 // Número 1364
TRES FOTÓGRAFAS: RENATA VON HANFFSTENGEL, GLORIA FRAUSTO Y ELSA NEYRE: OTRAS FORMAS DE MIRAR Al hablar de mujeres fotógrafas en México, de inmediato vienen a la memoria los nombres de Tina Modotti y Lola Álvarez Bravo, así como los más cercanos en el tiempo de Graciela Iturbide, Mariana Yampolski, Paulina Lavista y apenas un par más, cuya relevancia queda fuera de toda discusión. Como sucede en tantos otros rubros de la cultura y el arte, una postura que privilegia erróneamente la fotografía masculina ha vuelto casi invisibles a muchas otras fotógrafas mexicanas, que deberían figurar en el imaginario colectivo en virtud de la labor que realizan, de calidad extraordinaria y, claro está, no menos importante que la de sus célebres colegas, sean hombres o mujeres. Es el caso de Renata von Hanffstengel, Gloria Frausto y Elsa Neyre, quienes desde la década de los años sesenta propusieron, cada una a su manera, una visión de la realidad que no excluyera al universo y la sensibilidad femenina. Sobre ellas versa el ensayo principal de esta entrega de La Jornada Semanal.
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Marcel Proust.
LA DUALIDAD EN MARCELPROUST Y JOSÉ REVUELTAS Dos grandes escritores, Marcel Proust (1871-1922) y José Revueltas (1914-1976), separados por el tiempo, la lengua y la nación a la que pertenecieron, tienen elementos comunes en la creación de su obra. En este breve ensayo se apuntan las similitudes que sólo el criterio de la literatura comparada puede hallar.
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Philippe Cheron ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
I QUIERE EL AZAR de las efemérides que este año el cuadragésimo quinto aniversario del fallecimiento de José Revueltas (14 de abril de 1976), coincida con el sesquicentenario del nacimiento de Marcel Proust (10 de julio de 1871). Más allá de esta mera casualidad temporal que me permite invocar los nombres de ambos escritores, hay otros aspectos en que sus obras están relacionadas, y a ellos quiero aludir en este breve escrito. Pero antes es preciso destacar que, en el caso del segundo, dada su importancia decisiva en las letras de la primera mitad del siglo XX, se prepara un acontecimiento editorial de gran alcance para todos sus lectores. En efecto, aunque se sabía de la existencia de unos apuntes autobiográficos anteriores al comienzo de la redacción de su obra magna, En busca del tiempo perdido, nadie estaba al tanto del contenido de aquellos folios que se habían vuelto legendarios. Sólo una persona los había leído: Bernard de Fallois, inveterado estudioso de Proust y célebre editor (en 1987 fundó el sello editorial que lleva su nombre). A finales de los años cuarenta la sobrina de Proust le entregó los archivos del gran novelista con el fin de que pudiera ordenarlos, revisarlos y estudiarlos con miras a la redacción de su tesis doctoral, que al cabo nunca terminó, pero el acceso a esos materiales inéditos le dio la oportunidad de preparar y publicar dos obras de Proust: Jean Santeuil (1952), inconclusa novela de juventud, y el ensayo Contre Sainte-Beuve (1954).
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Proust”–, es curioso comprobar que esa dualidad es también una base para su propia obra.
II
José Revueltas.
Al fallecer Fallois, en enero de 2018, se tuvo acceso a aquellos apuntes, cuidadosamente conservados entre la masa de documentos que se le habían encargado. Se remontan al año de 1908 y suman setenta y cinco cuartillas manuscritas. Su publicación, con prólogo del gran especialista Jean-Yves Tadié, notas y exhaustivo aparato crítico, está a cargo de la editorial Gallimard y constituye, por supuesto, un hecho decisivo para la exégesis proustiana. En relación con lo que ya se sabía sobre los trabajos preparatorios a En busca del tiempo perdido, la novedad consiste en que en esas páginas aparecen los nombres y apellidos de las diversas personas que Proust tomó como modelos para algunos de sus personajes ficticios. Fuera de lo anecdótico, tal vez esa identificación no tenga más que un interés limitado para el estudio de la obra proustiana (además de explicar el misterio que rodeó esos documentos, cuya revelación acaso habría molestado a la familia y al círculo de amigos). Pero lo que indudablemente es importante es que permiten constatar cómo, desde la más incipiente gestación de la obra, aun antes de empezar su redacción –que, como se sabe, se prolongó hasta su muerte, en 1922–, Proust traza con claridad lo que será la estructura dual de la misma. Habla ahí de dos lados, a saber, de dos sitios no muy
Proust traza con claridad lo que será la estructura dual de la misma. Habla ahí de dos lados, a saber, de dos sitios no muy lejanos pero bastante distintos: se refiere a dos pueblos en la campiña de Normandía que son “de lado de Villebon y de lado de Méséglise”, dualidad espacial que al convertirse en “el lado de Swann” y el “lado Guermantes” articulan En busca del tiempo perdido.
lejanos pero bastante distintos: se refiere a dos pueblos en la campiña de Normandía que son “de lado de Villebon y de lado de Méséglise”, dualidad espacial que al convertirse en “el lado de Swann” y el “lado Guermantes” articulan En busca del tiempo perdido. Sin hablar de los dos momentos (dualidad temporal) de que habla Barthes en El grado cero de la escritura: “en amor, en arte, en esnobismo: una ilusión y una decepción; de esos dos momentos nace la verdad, es decir, la escritura”. Es en ese punto donde la obra de Proust presenta una similitud con la de José Revueltas, a pesar de que sus biografías difieran por completo en materia de vivencias, de ideología, de compromiso –e incluso de práctica literaria (salvo la voluntad de dar testimonio puntual de su época y de su sociedad, cada quien a su manera). Aunque en su juventud Revueltas menospreciaba a aquel “decadente” escritor burgués, hasta el punto de escribir en 1942 (en pleno período estalinista) que Proust “no [era] en modo alguno un genio” –años después Revueltas habría de contradecirse por completo y celebrar “la monumental, la gigantescamente minuciosa obra de
En el primer capítulo de sus memorias, Revueltas cuenta que de niño se le ocurrió aventurarse con un amiguito más allá de los límites de la colonia Roma, donde vivía con su familia. Cruzaron la Calzada de la Piedad (hoy Avenida Cuauhtémoc) y se adentraron en la colonia Doctores. Es decir, pasaron las fronteras de cierta tranquilidad burguesa a “el otro lado”, bullente de vida popular y espectáculos de carpa; “un mundo sórdido y amenazante, lleno de indefinidas y turbias acechanzas”, en el que se situaba el Hospital General con su morgue llena de cadáveres, a la que penetraron por una puerta mal cerrada (véanse las páginas 53 a 58 de Las evocaciones requeridas). Esa experiencia lo marcó profundamente, a tal punto que la recordaba con precisión casi cuarenta años después, y es reveladora de la dualidad que lo acompañó toda su vida: en lo social (dos mundos que se contraponen); en lo temperamental y existencial (pesimismo y alegría vital, contacto brutal con la muerte a muy temprana edad); en lo ideológico (encierro/libertad, dogma/crítica); en lo literario, donde plasma de modo ficticio su propia vivencia de lucha contra el dogmatismo (que se refleja ejemplarmente con el personaje de Gregorio en Los días terrenales). Para definir de algún modo ese recuerdo divisorio en dos espacios opuestos, Revueltas no encuentra nada mejor que remitirse a la distinción proustiana de “lado de Swann” y “lado Guermantes”, afirmando así casi una filiación. Valga señalar en esta oportunidad conmemorativa esa feliz coincidencia en un aspecto esencial de la obra de dos escritores tan distintos, pero con más puntos en común de lo que se podría sospechar. No sorprende que en 1950 Salvador Novo haya pensado, aunque por otras razones, en Proust: Proseguí la lectura de Los días terrenales de Pepe Revueltas. Convengo con Xavier [Villaurrutia] en que es ya un gran novelista. Su estilo se ha depurado, ágil, profundo, rico. Pero creo también que no está destinado a ser un novelista popular. Exige la misma lenta disposición de ánimo que Proust para entregarse al lac de délices de sus introspecciones aplicadas a personajes estéticos de que carece un público que en las novelas busca lo que el cine le da ahora... (La vida en México en el periodo presidencial de Miguel Alemán)
En el terreno de la vida editorial –y para cerrar esta nota–, también hay que celebrar la aparición, a finales del año pasado, de los tres apretados volúmenes de Escritos políticos de Revueltas, impresos por Ediciones Era, con textos que ya era imposible conseguir. Vienen a complementar los siete volúmenes de obras, en su mayoría literarias, publicadas en ocasión del centenario (ERA/Conaculta, 2014) Debe festejarse el hecho de que puedan leerse otra vez, aunque habría sido bueno aprovechar esta reedición para revisar y corregir una que otra errata, verificar algún dato, precisar fechas y añadir un prólogo, ofreciendo al lector una visión global de lo que estaba en juego en lo político y lo histórico. Quizá en otras condiciones y circunstancias puedan volverse a publicar como tomos sueltos para que también sean accesibles a los estudiantes y a los jóvenes en general, y porque desde los años setenta mucha agua ha corrido bajo los puentes y una serie de notas introductorias que actualicen y expliquen el marco de tales libros nunca estará de más ●
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En este ensayo se evoca el vínculo entre Franz Kafka y Dora Diamant, actriz polaca que acompañó al escritor praguense durante sus últimos días de vida en 1924, entendió su vocación literaria y lo atesoró en su memoria hasta el día de su muerte, en 1952.
KAFKA EN LA PLAYA
Recuerdos de Dora Diamant La visión en una playa báltica
Franz Kafka.
“ME ENCONTRÉ CON Kafka por primera vez a orillas del Báltico, durante el verano de 1923. Yo por entonces era muy joven, tenía diecinueve años y trabajaba como voluntaria en un campamento de vacaciones del Hogar del Pueblo Judío de Berlín en Müritz, cerca de Rostock. En una ocasión vi en la playa a una familia jugando […]. El hombre me llamó especialmente la atención. No podía librarme de la impresión que me causó.” Dora Diamant (Pabianice, Polonia, 1898-Londres, 1952) narró así su primer avistamiento del escritor praguense. En Cuando Kafka vino hacia mí… (traducción de Berta Vias Mahou, Acantilado, Barcelona, 2009) el editor Hans-Gerd Koch reunió testimonios de amigos, parientes, compañeros de clase, vecinos y conocidos de Franz Kafka (Praga, 1883-Kierling, Austria, 1924). En ese “coro heterogéneo” destaca la voz de Dora Diamant, cuyo texto se titula “Mi vida con Franz Kafka”. Diamant fue una actriz polaca y la compañera de uno de los genios de la literatura del siglo XX durante sus últimos días.
Diamant: la persecución y la huida
Alejandro García Abreu ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
EN LA BIOGRAFÍA El último amor de Kafka. El misterio de Dora Diamant, escrita por Kathi Diamant, se constata que Dora Diamant –defensora de la cultura y del idioma yiddish– fue marcada por la segunda guerra mundial. Nació en Polonia en una familia judía ortodoxa y pasó su juventud en Alemania. “Su nombre ha quedado en la memoria por un solo año de su juventud, que pasó junto al hombre que amaba; un abogado checo muy enfermo cuya obra como escritor apenas era conocida, y que murió junto a ella: Franz Kafka.” Durante el ascenso de Hitler, Diamant se comprometió con la lucha antinazi en el Partido Comunista. Fue perseguida. Se refugió primero en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas estalinista. Atravesó un continente “a punto de estallar, en busca de curación para su hija”, fruto de su unión con el editor Ludwig Lask. Al llegar a Inglaterra conoció también el confinamiento en su calidad de “extranjera enemiga” y, tras la guerra, allí supo del terror de la llamada “solución final”.
Los curadores del Museo Franz Kafka –situado en el número 2b de la calle Cihelná, en Praga– aseveran: “La última mujer en la vida de Kafka, veinte años más joven que él, era judía y provenía de la ciudad polaca de Pabianice. Emigró a Alemania para escapar de las difíciles circunstancias familiares. Existe incertidumbre sobre su fecha real de nacimiento. Tenía diecinueve años cuando Kafka la conoció en 1923 en el balneario de Müritz, en la costa báltica. Trabajaba como ayudante de cocina en un campamento de verano dirigido por el Hogar del Pueblo Judío de Berlín, donde voluntarios de la comunidad judía local ayudaron a cuidar a niños judíos de Europa del Este. Esa actividad fascinó a Kafka. Así conoció a Dora Diamant y decidieron vivir juntos en Berlín.”
Carencias y añoranza berlinesa BERLÍN ERA UNA ciudad que Kafka añoraba, recuerdan los curadores del Museo Franz Kafka. Era una “estación de transferencia” en el viaje a Palestina, “el destino de sus sueños y fantasías.” Se mudó a Berlín con Diamant a finales de 1923 y durante los siguientes seis meses padecieron una inflación alarmante y dificultades materiales. Fueron obligados a mudarse tres veces y sus medios eran mínimos. En los peores momentos usaban lámparas de queroseno para alumbrar, ya que no podían permitirse la electricidad, y usaban los extremos de las velas para calentar la comida. A principios de 1924 la salud de Kafka se deterioró repentinamente y durante una visita a su tío, el médico Siegfried Löwy, Franz se dejó convencer de la necesidad de un tratamiento hospitalario. A mediados de marzo partió a Praga para una corta estancia en compañía de Max Brod. Mientras tanto, Diamant se quedó en Berlín antes de acompañar a Kafka a Austria, donde, con Robert Klopstock, lo cuidó durante los tres meses anteriores a su muerte. Kafka se alojó primero en el sanatorio Wiener Wald cerca de Ortman, al suroeste de Viena, luego en la clínica de laringología del profesor Hajek en Viena, y finalmente en el sanatorio del doctor Hoffmann en Kierling cerca de Klosterneuburg. Antes de morir, Kafka le pidió permiso al padre de Diamant para casarse con ella. Sin embargo, por consejo del rabino local, su padre se negó. Diamant permaneció con Kafka hasta el final, asegurándose de que tuviera todo lo que
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necesitaba, incluso se comunicó con su familia en su imperfecto alemán, sobre todo en forma de posdatas a las cartas del escritor, concluyen los curadores del Museo Franz Kafka. Diamant “añadió una posdata a la última carta poco antes de su muerte, cuando sus fuerzas se agotaron a mitad de la frase.”
Las notas sobre Kafka DORA DIAMANT –DECLARAN los curadores– abrigó la memoria de Kafka durante los siguientes treinta años de su vida. Vivió en circunstancias difíciles en el distrito Whitechapel de Londres. Se dedicó a la difusión y preservación de la cultura jasídica y el idioma yiddish. Organizó debates, representaciones teatrales y recitales, en los que ella misma actuó, recitó y cantó. Nunca habló de Kafka excepto en una ocasión, ni publicó nada sobre él, aunque dejó algunas notas. Esas notas componen “Mi vida con Franz Kafka”, texto incluido en el volumen citado Cuando Kafka vino hacia mí…. Diamant narró que, cuando vio a la familia en la playa, incluso siguió a aquellas personas hasta la ciudad y después se las volvió a encontrar. Un día anunciaron en el centro que el doctor Franz Kafka –se doctoró en derecho en 1906, tras lo cual trabajó como funcionario en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo de Praga, empleo que compaginó con la escritura– llegaría a cenar. Diamant en aquel momento tenía mucho que hacer en la cocina. Cuando levantó la vista de su trabajo –la habitación se había oscurecido, alguien estaba allí fuera delante de la ventana– reconoció al caballero de la playa. Entonces entró. No sabía que se trataba de Kafka y que la mujer con quien lo había visto en la playa era su hermana. La autora de las notas se cuestionó: “¿Por qué me causó Kafka una impresión tan fuerte? Yo venía del Este, era una criatura oscura llena de sueños y presentimientos, como surgida de una novela de Dostoievski.” Posteriormente coligió: “Cuando vi a Kafka por primera vez, su imagen se correspondió enseguida con mi idea del ser humano. Pero también él se volvió hacia mí con atención, como si esperara algo de mí. Lo más llamativo en su rostro eran los ojos, que mantenía abiertos, a veces incluso muy abiertos, tanto si estaba hablando como si escuchaba.”
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Arriba: Dora Diamant. Imagen de portada del libro Dora Diamant, Kathi Diamant, Beatriz López Buisán (tr.), Circe Ediciones.
Kafka estaba siempre de buen humor. Le gustaba jugar. Era un compañero de juegos nato, siempre dispuesto a cualquier broma. No creo que las depresiones fueran su característica más acusada. No se sucedían con regularidad, y en la mayor parte de los casos tenían un motivo directo, que se podía determinar con exactitud.
Destacó otras características del autor de El proceso: “Kafka estaba siempre de buen humor. Le gustaba jugar. Era un compañero de juegos nato, siempre dispuesto a cualquier broma. No creo que las depresiones fueran su característica más acusada. No se sucedían con regularidad, y en la mayor parte de los casos tenían un motivo directo, que se podía determinar con exactitud. Por ejemplo, cuando volvía a casa de la ciudad. Entonces a menudo estaba más que deprimido. Todo su ser se rebelaba.” Diamant entendió la vocación absoluta: “Kafka tenía que escribir porque la escritura era el aire que necesitaba para vivir. Lo respiraba los días en los que escribía. […] No sólo quería ir al fondo de las cosas… Él mismo estaba en el fondo. Tratándose de la solución de los extravíos humanos, no quería conformarse con medianías. Había experimentado la vida como un laberinto en el que no podía ver ninguna salida. Sólo conseguía desesperarse. Para él todo tenía orígenes cósmicos, hasta las cosas más cotidianas.” En La invasión, Ricardo Piglia escribió: “Kafka le había ordenado a Dora Diamant que quemara sus
manuscritos y tendido en un sofá la había mirado quemarlos. Los cuadernos de sus últimos años.”
Kafka saluda a la enfermedad EL CRECIENTE EMPEORAMIENTO de su estado obligó a Kafka a abandonar Berlín en marzo de 1924 y a volver a Praga. Dora Diamant lo siguió en abril al sanatorio Wienerwald. Diamant escribió: “Lo inquietante en la enfermedad mortal de Kafka fue su brusca aparición. Me di cuenta de que fue él quien la obligó a mostrarse. Para él fue una especie de liberación. Le habían quitado el poder de decisión de las manos. Kafka saludó a la enfermedad sin más ni más, aun cuando en el último momento de su vida le hubiera gustado seguir viviendo.” Ella describió el final: “Del hospital llevaron a Kafka a un sanatorio en Klosterneuburg-Kierling, en las proximidades de Viena, donde le dieron una habitación magnífica con balcón, en la que entraba la luz del sol durante todo el día. Yo me quedé allí con él. Más tarde vino también su amigo el doctor Klopstock. Desde este sanatorio, Kafka escribió algunas cartas a sus padres, a sus cuñados, a sus hermanas y a Max Brod, que también vino a visitarlo, no sin dar antes una conferencia en Viena, para que Kafka no se diera cuenta de hasta qué punto consideraba que su estado era grave.” La noche previa a su muerte Kafka corrigió las primeras pruebas de su libro Un artista del hambre, que apareció tres meses después en la editorial Die Schmiede. En vida publicó únicamente relatos, entre ellos La condena (1913), El fogonero (1913), En la colonia penitenciaria (1919) y La transformación (1915). “Hacia las cuatro de la mañana hice venir al doctor Klopstock, porque Kafka tenía dificultades para respirar. Klopstock reconoció al instante la crisis y despertó al médico de guardia, que le puso una bolsa de hielo en torno al cuello. Kafka murió hacia el mediodía del día siguiente. El 3 de junio de 1924. Años después he leído a menudo los libros de Kafka, siempre con el recuerdo de cómo me los leía él mismo en voz alta”, apuntó Diamant a modo de despedida ●
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Los
detectives literarios contra la indefinición del destino
Pocas vertientes literarias tan vivas en su concepción como el género del misterio, decantado del policíaco y la novela negra, en función de la violencia y las implicaciones sociales o personales. Si el porvenir se define a cada momento, conocer a algunos de los más célebres buscadores literarios resulta propicio para entrever la indefinición del destino y una de sus contrapartidas, es decir, el arte.
Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
S
i el accionar humano es muestra de su descontento con “la vida” que le ha tocado, el misterio cotidiano se extrapola a la resolución de un enigma concreto, generalmente traducido en lo criminal dentro de los acertijos literarios. No sabemos qué nos espera. Algunos tardan varias adolescencias en comprender que la vida está por descifrarse. Transcurrimos entre “situaciones” que nos llaman a elegir: ser el chofer del camión en donde parecemos ir solitarios o aceptar que apenas somos los polizontes colgados en la parte de atrás del transporte donde, de súbito, abrimos los ojos para mirar el profundo precipicio junto a la carretera que transitamos sin rumbo.
Los clásicos: de Holmes a Marlowe LOS INVESTIGADORES LITERARIOS nos llaman la atención por ser eco de la propia necesidad de comprender el arcano advertido, pero apenas abarcado y de ningún modo resuelto, que es el transcurrir de la vida. La persona ultimada o desparecida entraña no sólo el quiebre del orden social, también la posibilidad de cambiar el mundo. La muerte temprana de un asesino pudo evitar que ultrajara a otras víctimas. Los crímenes sin resolver, sin un delincuente que castigar, repelen por ser una muestra más de la inabarcabilidad de lo cotidiano. De ahí la necesidad de los buscadores de verdad, aunque sea precaria y literaria. Chester Himes urde una epopeya de varias novelas con sus detectives negros y violentos para concluir la saga en un texto de ciencia ficción (Plan B), mostrando la imposibilidad de actuar en un mundo devastador: como si lo ficticio fuera la mejor respuesta a la realidad. Queremos entender, pero no podemos. Lo oculto es lo definitorio, por eso admiramos a los buscadores de esa verdad, lectores de los signos de la degradación. La amplia oferta literaria del género se funda en el supuesto más aceptado, incluso inconscientemente: somos varios en uno mismo. Dentro tenemos la voz que insiste en cambiar inclusive aquello que nos acomoda; la que acepta hasta lo indebido; la que ríe ante todo y de todos; la que llora ante lo inamovible; y, por supuesto, la que justifica a cada una de las demás antes volver a mirar el cielo. En México son conocidos personajes como Filiberto García, de Rafael Bernal; Belascoarán Shayne, en las novelas de Taibo II; Próspero Carreón, creado por Gerardo Horacio Porcayo; Horacio Kustos, inventado por Alberto Chimal; Miguel Ángel Morgado en la serie de Gabriel Trujillo Muñoz; el multifuncional Sepu; el detective Mijangos, de Bernardo Fernández, y varios más. Se privilegia aquí la literatura estadunidense, con Dashiell Hammet y Raymond Chandler, entre otros, por su cercanía. Pero también hay un gusto mexicano por los misterios a lo Agatha Christie o
el famoso Sherlock Holmes, de Conan Doyle, y su capacidad inaudita de descubrir lo inesperado.
Otros investigadores literarios eficaces ANTES DE QUE nacieran los actores que se inmortalizaran por su rudeza verbal en los años noventa, en 1942 el francés Leo Mallet (1909-1996) arrojaba al mundo la novela inicial del tremendo investigador Nestor Bruma, quien actúa a finales de la segunda guerra mundial para afrontar un mundo que hoy nos parece tan ajeno, donde incluso mandar una carta era una dificultad. Desde Calle de la estación, 120, Ratas de Montosouris y Niebla en el puente de Tolbiac, Bruma se burla de todo, pero se malpasa al ver la injusticia y la violencia gratuita, lo cual no le impide ejercerlas si es necesario. Sus contrincantes son seres complejos o francamente rastreros, capaces de asesinar sin contemplaciones, pero también de armar intrigas complicadas. Nada que el sapiente Bruma no resuelva, incluso echando el cuerpo por delante. Armin Öhri (Liechtenstein, 1978) se catapultó a la fama con La musa oscura, novela situada en Berlín a mitad del siglo XIX. El joven estudiante de leyes Julius Bentheim trabaja como dibujante pericial, lo que le permite seguir de cerca el brutal crimen de una prostituta, claramente a manos del filósofo Botho Goltz, quien se defiende en juicio a pesar de las pruebas en su contra, empezando por su confesión. Novela de rastros criminalísticos, pero también de eufemismos judiciales, donde pronto se ve que los procedimientos penales deben funcionar a la perfección para condenar a un salvaje capaz de anular cualquier prueba o argumento mediante las herramientas de la retórica y la filosofía. La lucha entre lo justo y lo legal
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es más chocante en los procedimientos donde se dificulta probar la evidente culpabilidad. Öhri brilla no sólo por la trama y sus personajes, sino por lograr profundizar en los derechos humanos de los delincuentes, en aparente obstáculo al desarrollo social. Öhri retoma el uso de “rimas hepáticas”: rimas satíricas alemanas improvisadas, usadas desde el siglo XIV en reuniones, donde el verso inicial hace referencia al hígado de un animal, regularmente el lucio. Esto hace que, en medio de la violencia, el humor atempere la impresión de los escenarios y de los convincentes personajes. Leo Perutz (Praga, 1882-1957), destacado escritor de su época, en El maestro del juicio final logra mezclar la literatura de detectives con la fantástica. Aparece un actor muerto en peculiares circunstancias. Primero tomado como suicidio, pronto se involucra al barón Yosch, antiguo amante de la esposa del muerto. Eso lo obliga a investigar el crimen para salir bien librado. Pronto se verá que hay más muertos en similares circunstancias. Así llega a conocer al asesino, un “terrible enemigo” que parece existir desde hace siglos.
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La amplia oferta literaria del género se funda en el supuesto más aceptado, incluso inconscientemente: somos varios en uno mismo. Dentro tenemos la voz que insiste en cambiar inclusive aquello que nos acomoda; la que acepta hasta lo indebido; la que ríe ante todo y de todos; la que llora ante lo inamovible; y, por supuesto, la que justifica a cada una de las demás antes volver a mirar el cielo.
La existencia de un libro maldito nos recuerda a Lovecraft, pero la maldad que de ahí se desprende es muy distinta a los dioses ancestrales de H. P. L. Margery Allingham (Londres, 1904-1966) creó al investigador Albert Campion, lejos del investigador clásico. Aunque lucha y es inteligente, siempre parece estar perdido. Engaña a sus amigos y es capaz de conjuntar en una trama las constantes detectivescas: lo sobrenatural (en El signo del miedo hay un satanista), las intrigas internacionales por dinero y posiciones estratégicas europeas, las peleas, la diferencia de clases en Inglaterra y las mujeres maravillosas de las cuales se enamora, junto con el lector (Biddy en Mystery Mile y Amanda en El signo, para empezar). Cita a Shakespeare para burlarse de él. Probablemente Margery es la mejor escritora de detectives de su
generación, así como una inspiración aceptada por Agatha Christie. Por su parte, John D. MacDonald creó al detective Travis McGee, prototipo del esforzado investigador que vive en su barco de Florida y quien no rehúye dificultades, ya sea de mujeres golpeadas o de intrigas empresariales internacionales, en las que se es capaz de secuestrar y drogar personas para seguir robando. Muy agudo en su ojo crítico estadunidense, Travis se molesta por las formas sociales y el maltrato a grupos en desventaja dentro de una sociedad donde se publicita el bienestar como característica y la libertad como objetivo mayor. Su análisis de Estados Unidos se basa en los detalles cotidianos y en la infraestructura destructora del individuo. Adiós en azul y Pesadilla en rosa son magníficas ●
Las voces del detective “La tormenta abortó como un vulgar proyecto de reforma fiscal.” “Oiga, señor Bruma, ¿siempre es tan estúpido o es su forma de conquistar a las mujeres? Conozco algunas a quienes les encantan los idiotas. No soy de ésas y está tomando un camino muy equivocado conmigo.” “–…Una verdadera novela, ¿no? –Desde luego –convine yo–. Y en sus textos, ¿se encuentran rastros de esas peripecias? –No. Habla sobre todo de senos de mujer… –Quizá sufra un complejo mamario –sonreí. El doctor me miró de soslayo. –¡Deje en paz nuestro vocabulario, hombre! Hasta nosotros tenemos dificultades para aclararnos.” “Los vegetarianos, aunque no comen carne, se permiten comer huevos y derivados de la leche. Los vegetalianos, en cambio no comían (hablo de los que conocí, no sé si todavía existen) más que vegetales con un poco de aceite para darles sabor. Y aun ésos no eran los puros. Había uno que pretendía que la única forma racional de consumir la hierba era pastando a cuatro patas en un campo.” Leo Malet
◆ “¡Demos la bienvenida por una vez a la musa oscura, a lo que conocemos como el mal! Sumerjámonos con nuestra imaginación en la anormalidad, la repugnancia y la crueldad.” “Un asesinato es perfecto cuando el asesino es apresado, pero absuelto. A partir de entonces podrá despreocuparse, porque nadie podrá perseguirlo ya por sus crímenes. Y quiero añadir que no siento ningún cargo de conciencia por haber borrado de la faz de la tierra a esos dos parias de nuestra sociedad. ¡La porquería debe eliminarse y, por tanto, desde el principio tenía previsto acabar con ellos! El criterio en el que fundamenté mi decisión fue simple: ¿qué vidas son inútiles? ¿Cuáles son más perjudiciales que beneficiosas para el bien común?” Armin Öhri
◆ “Se da por lo tanto un rechazo contra el propio destino, contra lo que resulta ya irreversible. Y sin embargo, visto con mayor perspectiva, ¿no ha sido este el origen de toda creación artística, desde el
principio de los tiempos? ¿Acaso el arte no surgió siempre de las ignominias sufridas, de las humillaciones, del orgullo pisoteado? ¿No brota del de profundis de cada artista su gesto para la eternidad? Las masas irreflexivas pueden deshacerse en vítores y aplausos ante una obra de arte: me da igual. Para mí, siempre significará el desvelamiento del alma destrozada de su creador. “ Leo Perutz
◆ “Incluso bajo aquella débil luz, Savanake se dio cuenta de que la expresión del rostro de Campion era aún amable y estúpida a un tiempo.” Margery Allingham
◆ “Solo hay un modo de conseguir que la gente hable más de lo que querría. Escuchar. [...] Y para la gente, dar con alguien que de verdad les escucha es una experiencia tan inusual y sorprendente, tal bendición para su ego, tal satisfacción para su persona, que desean prolongar la experiencia.” John D. MacDonald
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8 25 de abril de 2021 // Número 1364
Tres fotógrafas
RENATA VON HANFFSTENGEL, GLOR
otras formas de mirar Tres pequeñas pero certeras semblanzas de tres fotógrafas cuya mirada femenina ha enriquecido el mundo de la fotografía en nuestro país. Recuperar su trayectoria y hablar de los rasgos más importantes de su trabajo no sólo es justo sino también necesario para comprender el estado del arte de la fotografía en México.
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er es un acto intrínseco del ser humano, pero mirar es un acto creativo: cada quien tiene su propio relato de esta época. En el caso del arte fotográfico nacional, la mirada femenina siempre ha sido visibilizada en mucho menor proporción que la de sus pares hombres, por diversos factores socioculturales. Hoy el tema de interés de la opinión pública por excelencia es la pandemia, por lo que es muy probable que el trabajo de las fotógrafas siga siendo menos visibilizado en aras de una “jerarquización de la información”. Las primeras décadas de la segunda mitad del siglo pasado, fotógrafas y fotógrafos impulsaron la revaloración del arte fotográfico latinoamericano. El Consejo Mexicano de Fotografía (CMF/19782014) fue el principal artífice de dicho impulso. Entre las fotógrafas de esa época, hubo algunas mujeres que se dedicaron a la fotografía durante algunos años de las cuales se cuenta con poca información sobre su obra y trayectoria; es preciso contar estas historias que, a veces con cierta complicidad silenciosa, son olvidadas.
Renata von Hanffstengel: entre el ’68, Alemania y la mujer
Omar López Monroy ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
RENATA VON HANFFSTENGEL (1936-2018) fue una intelectual en toda la extensión de la palabra: cercana al ámbito cultural y social mexicano casi desde que afincó su residencia de manera definitiva en México –país natal de su madre– en 1963, realizó una destacada documentación de la arquitectura colonial y de las manifestaciones culturales de diversas comunidades del país; fotografió el Movimiento Estudiantil Popular de 1968 y, más tarde, publicó un libro al respecto.1 También mostró su obra fotográfica en la pionera revista feminista Fem. Renata fue una de las fotógrafas de su generación que transitaron del Club Fotográfico de México (CFM) al CMF. Desde la década de los cincuenta, varios de estos autores buscaron formar nuevas agrupaciones que serían una suerte de vanguardia previa al surgimiento del CMF. Von Hanffstengel formó parte de una de éstas: Grupo VOD:35.2 Participó activamente en la realización del Primer Coloquio de Fotografía Latinoamérica de 1978, impulsado por el Consejo, del que fue fundadora. En los años ochenta se distanció del mismo a medida que el tema del exilio germanoparlante en México fue abarcando la mayoría de sus intereses personales y profesionales; ello a partir de una estancia en la extinta República Democrática Alemana para estudiar un docto-
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rado.3 Sin embargo, siempre estuvo vinculada a la fotografía; escribió textos pioneros acerca de los autores de origen alemán Caecilie Seler-Sachs (1855- 1935) y Juan Guzmán (Hans Gutmann, 1911-1982). Una de sus obras emblemáticas es su portafolio Ausencias en la Santísima Trinidad, donde a través de sutiles retratos de mujeres conjuga sus intereses estéticos e ideológicos. “¡Y la mujer qué! Sin ella no hay dios padre, ni hijo, ni nada…”, me llegó a comentar respecto a estas nueve piezas que componen el portafolio. En julio de 2018 se presentó en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo la exposición Signos de la historia. Renata von Hanffstengel, derivada de un proyecto de investigación del archivo fotográfico del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo de Oaxaca. Alejandro Castellanos, investigador y curador del Centro Nacional de las Artes, quien participa en dicho
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RIA FRAUSTO Y ELSA NEYRE: 1. Renata, México, 2018 (tomada por Omar López Monroy). 2. Fuera del tiempo, México, 1978, de Renata Von Hanffstengel. 3. Retrato de Elsa Neyra Torres, México, 1975. de Gloria Frausto Flores. Abajo izquierda: Portón a ninguna parte, México, 1976, de Renata Von Hanffstengel. Abajo derecha: Día de la bandera (24 de febrero), Berlín, 1980, de Renata Von Hanffstengel. 2
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proyecto, propuso la muestra que, a la postre, sería la última de esta infatigable mujer. En ella se exhibieron fotografías del Movimiento Estudiantil de 1968 y otras temáticas recurrentes en su obra.
Gloria Frausto y la reconceptualización del cuerpo POR SU PARTE, Gloria Frausto también fue parte de VOD:35, grupo que surgió al interior del llamado “taller de fotografía” impartido en Casa de Lago; la actividad del mismo duró entre 1971 y 1978, consta en archivos de sus integrantes y del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (CENIDIAP) del INBA. Gloria, cuya obra fue seleccionada para la muestra derivada del célebre I Coloquio de Fotografía / PASA A LA PÁGINA 10
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Izquierda: Sin título 4, Ciudad de México, década de 1980, de Gloria Frausto Flores. Arriba: Sin título 1, Ciudad de México, década de 1980, de Gloria Frausto Flores.
VIENE DE LA PÁGINA 9 / TRES FOTÓGRAFAS...
Latinoamericana, realizado en Ciudad de México en 1978, formaría parte del CMF hasta principios de la década de los años noventa. Frausto ha usado sobre todo su ojo izquierdo para crear sus piezas, pues invariablemente coloca el visor de su cámara en éste mientras cierra el derecho, y entonces comienza el acto creativo; “sólo cuando traigo mi cámara realmente veo”, comenta con singularidad. Algunas de sus temáticas predilectas son las escenas cotidianas, el retrato y el desnudo; en varios retratos ha explorado las posibilidades de la reconceptualización de la geometría del cuerpo, para lo cual ha seccionado quirúrgicamente partes del mismo. Este interés por la experimentación es marcado en su obra, la cual ha presentado en exposiciones colectivas e individuales en nuestro país. Obras de Renata y Gloria son parte del archivo que el CMF donó al Centro de la Imagen (CI), el cual, en 2016, obtuvo el reconocimiento Memoria del Mundo de la Unesco.
Elsa Neyre y las alas de la cámara EN EL CASO DE Elsa Neyra4 la información es más escasa, pues su paso por la fotografía fue un tanto efímero; empero, sin duda fue parte de la generación de fotógrafas y fotógrafos nacionales más importante del siglo XX. Ella formó parte del mencionado VOD:35 y, al igual que Gloria Frausto, tomó clases de fotografía en Casa de Lago. Cuenta Elsa que el grupo surgió con estatutos claros para delimitar sus intenciones de reivindicar el arte fotográfico nacional; tuvo una sede física, laboratorio, biblioteca, gracias a que los miembros aportaban una cuota mensual para subvencionar estos servicios. Si Elsa hubiera continuado con su quehacer fotográfico, seguramente hubiera participado en la muestra derivada del Coloquio de 1978, en la que Renata sí pudo presentar al menos una fotografía, misma que fue incluida en la memoria gráfica de la misma; tal vez, al igual que Gloria, habría participado en la I Bienal de Gráfica de 1979, donde por segunda vez se aceptó
La cámara de Elsa se atoró al salir de un vagón del Metro, afuera quedaron solamente las correas de la misma, que ella intentó jalar varias veces, incluso caminó algunos metros con el convoy avanzando; sin embargo, las puertas no se abrieron nunca y al final tuvo soltar las correas. Aunque ella no recuerda con exactitud la fecha de este lamentable suceso, pudo haber ocurrir alrededor de 1978; por diversas circunstancias personales y sociales no pudo volver a comprarse otra cámara.
la participación de fotógrafos, luego en la I Bienal de Fotografía de 1980, misma que se posibilitó gracias a su predecesora y el impulso de sus colegas. La cámara de Elsa se atoró al salir de un vagón del Metro, afuera quedaron solamente las correas de la misma, que ella intentó jalar varias veces, incluso caminó algunos metros con el convoy avanzando; sin embargo, las puertas no se abrieron nunca y al final tuvo soltar las correas. Aunque ella no recuerda con exactitud la fecha de este lamentable suceso, pudo haber ocurrir alrededor de 1978; por diversas circunstancias personales y sociales no pudo volver a comprarse otra cámara, ni dedicar más tiempo a la fotografía. Elsa refiere, con el gran sentido del humor que le caracteriza, que si no le hubieran “cortado las alas” hubiera continuado retratando sobre todo la naturaleza, en los viajes por el interior del país que tanto le gustaba realizar; sus ojos brillan cuando hablamos de aquellos años en que caminaba en busca de imágenes que capturar con su cámara propia, que compró en abonos. Ahora se recupera de algunos padecimientos que han afectado su salud, por lo que no es posible rastrear más información de su paso por la fotografía en su archivo.
Epílogo: los nombres por descubrir FINALMENTE, DE ROSA Lilia Martínez sólo llegué a saber por estas tres mujeres que formó parte del grupo fotográfico VOD:35 y tomó clases en Casa del Lago; su obra fue seleccionada para el célebre Coloquio de Fotografía Latinoamérica de 1978 y para la Bienal de Gráfica de 1979. Aunque son cada vez más los trabajos académicos, exposiciones, etcétera para revalorar el trabajo de las mujeres en la fotografía mexicana,5 quedan muchos nombres por descubrir: formas de mirar el mundo que lamentablemente nos hemos perdido ●
Notas: 1. Publicó Tlatelolco. Ocho años después, en 1976 –el mismo año que se realizó una importante reforma política en el país–, el cual está conformado por seis entrevistas a personajes clave en torno al Movimiento Estudiantil de 1968, como José Revueltas, Raúl Álvarez y su entonces marido, Carlos Sevilla. 2. El nombre fue aprobado por consenso por sus integrantes y hace alusión a partes de una cámara réflex y el tipo de película que usa, que es de 35 milímetros. El visor (V), por el cual se realiza el encuadre, el obturador (O), que determina la velocidad de obturación, es decir, el tiempo estimado en que pasará la luz a través del lente, y el diafragma (D), elemento que regula la cantidad de luz utilizada en cada toma. 3. En 1986, junto a otros colegas universitarios, entre ellos la profesora Cecilia Tercero, Renata fundó el Instituto de Investigaciones Interculturales GermanoMexicanas, A. C., cuyo objetivo primordial era rescatar una parte importante de la historia moderna: el exilio germano parlante a México, acaecido entre 1933 y 1947. 4. Elsa Lucía es hermana de José Luis Neyra (1930-2019), destacado fotógrafo de la generación del CMF y fue amiga de Lázaro Blanco (1938-2011), quien encabezó el grupo VOD:35 y estuvo al frente del Taller de Fotografía de Casa de Lago de 1968 a 2011. 5. En 1982, el maestro Lázaro Blanco –uno de los mejores fotógrafos mexicanos de la historia reciente– organizó una exposición acerca de la obra de cinco autoras, para él imprescindibles en ese momento, en el medio fotográfico nacional, en la otrora Casa de la Fotografía, sede del CMF. Por su parte, Emma Cecilia García realizó una destacada investigación para generar la exposición y el libro Mujeres detrás de la lente. 100 años de creación fotográfica en México 1910-2010. Y la tercera edición del festival internacional FotoMéxico titulado Mujeres realizado en 2019 fue dedicada a reflexionar sobre la identidad femenina desde distintas aristas.
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Sobre el oficio del cuentista
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l cuento debe tener un arranque extraordinario que seduzca al lector desde el principio. Especialmente en este género es válida la afirmación de que la buena literatura se funda en la lucha permanente del escritor contra el lector para no ser abandonado por éste. Creo que todos los cuentistas, cuando se lo proponen, son capaces de escribir una buena novela, pero no todos los novelistas tienen la habilidad de construir un buen libro de cuentos. Ni el lector ni el protagonista deben salir ilesos al término de la historia. El primero debe sentir un resplandor en el cerebro que le impida olvidar el argumento. El segundo debe finalizar psicológicamente transformado en otro. Un cuento sin tensión no es cuento. Podría ser un hermoso pasaje literario, un buen ejemplo de ese potingue que han dado en llamar prosa poética, pero jamás merecerá figurar en el género. El cuento tiene que vivirse a través de los cinco sentidos. Se debe escuchar, paladear, oler, tocar y mirar. Es tarea del escritor que esto suceda. Los ambientes cerrados son escenarios idóneos para crear grandes cuentos. Cárceles, islas, casas
Carlos Martín Briceño* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
de campo, pueblos alejados de la civilización, hoteles en medio de la nada, automóviles varados a media carretera y barcos a la deriva llevan a los personajes a situaciones límite. Los cuentos surgen de instantes, de la morbosa mirada del escritor que descubre en las acciones de otros una historia oculta digna de ser narrada. Cuentos memorables pueden surgir de historias reales aderezadas con los vuelos de la ficción. El cuento, cuyas reglas básicas no han variado mucho con el tiempo, es un golpe de sol en los ojos, un paseo por las entrañas de la condición humana, y debe ofrecer a los lectores, como el Aleph de Borges, ángulos inadvertidos de la realidad. Por último, un lugar común pero cierto: todo cuentista ha de ser un lector profuso, insaciable. La creatividad precisa ser alimentada ●
*CARLOS MARTÍN BRICEÑO Mérida, Yucatán, 1966. Narrador. Es autor, entre muchos títulos más, de Caída libre (2010), Montezuma´s Revenge (2012), Montezuma´s Revenge y otros deleites (2014), La muerte del Ruiseñor (2017) y Viaje al centro de las letras (2018). En 2012 obtuvo el Premio Internacional de Cuento Max Aub, y en 2018, con su antología personal, De la vasta piel, recibió el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares.
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SOBRE DISIDENCIAS SEXOGENÉRICAS EN MÉXICO I Identidad gay en construcción. El activismo del Grupo Unigay en la Ciudad de México, Porfirio Miguel Hernández Cabrera, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2020.
Joan Vendrell Ferre |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
dentidad gay en construcción. El activismo del Grupo Unigay en la Ciudad de México es el resultado de un trabajo de investigación llevado a cabo por el autor en Ciudad de México, en la segunda mitad de los años noventa del pasado siglo. Se presentó como tesis de maestría en la enah en 2002 y ve ahora la luz como libro, con los correspondientes ajustes pero respetando el tono y presentando íntegramente los resultados obtenidos en el trabajo original. Es bueno que sea así dado que, a mi juicio, se trata de un trabajo no únicamente pionero, sino sin duda de los mejores efectuados en su campo, condición que lo convierte en un ejemplo a seguir para cualquier investigador que quiera trabajar sobre los movimientos activistas y, particularmente, los que se dan en el campo de las identidades sexogenéricas disidentes. Destacaré tres logros para mí fundamentales de la investigación y del presente libro. En primer lugar, constituye una etnografía minuciosa, precisa y excelentemente documentada de lo que fue el surgimiento del Grupo Unigay en Ciudad de México –por entonces conocida como Distrito Federal–, misma que se enmarca en el conjunto de los movimientos sociales y los debates que han dado lugar, por un lado, al sistema de identidades LGBT+, con su configuración en proceso de cambio constante y, por otro, a las luchas emprendidas por los diferentes sectores que lo componen y también las que se producen por los derechos de las mujeres y otros grupos estigmatizados, discriminados o perseguidos. Porfirio Miguel Hernández Cabrera documenta desde dentro la situación de movimientos y luchas en los años finales del pasado siglo, en cuyo seno surge y juega su papel el Grupo Unigay; asistimos a sus actividades reivindicativas y de difusión, en especial las realizadas en el Parque Hundido; accedemos al ideario del grupo y recorremos de punta a cabo su breve, pero, a la vez, sugestiva historia. Dada la pronta desaparición del grupo, el trabajo adquiere igualmente la dimensión de documento histórico, convirtiéndose en un testimonio de gran valor, quizá único en su género, sobre la situación del activismo LGBT+, en general, en la década de los noventa en México. Se trata de historia hecha en el momento en que ocurre, al filo de los hechos, las situaciones y las ideas, no de algo que haya habido que reconstruir a posteriori consultando docu-
mentos en algún archivo o recurriendo al testimonio de quienes lo vivieron. La etnografía efectuada en su momento por Hernández Cabrera nos introduce en la realidad viva del movimiento, cuando los folletos aquirían su pleno sentido en el seno de las actividades del grupo y los testimonios eran proporcionados in situ, incluyendo el del propio autor por medio de su participación en dichas actividades. Destacaría, por último, el valor del trabajo en cuanto a ejemplo de escritura etnográfica. Excelentemente escrito, el libro constituye una muestra de la mejor narrativa etnográfica, en su sentido más clásico. Puede decirse que su autor cumple a la perfección dicho papel, lo cual el lector agradece. Lejos del fárrago del lenguaje académico –mismo que, sin embargo, lastra ligeramente la primera parte del libro–, el relato de las vicisitudes del Grupo Unigay, en el marco de la historia del activismo LGBT+ en México, nos permite introducirnos de lleno en su necesidad histórica y también en su sentido. El lector, o al menos este lector –aunque diría que cualquiera que se acerque al libro sin prejuicios–, puede sentirse por un momento inmerso en la vorágine de los hechos y las ideas, y revivir, una vez más, lo que fueron las actividades del Grupo Unigay en el Parque Hundido de Ciudad de México. Ello por sí mismo ya constituye un indudable logro, mismo que, sumado al valor histórico y etnográfico del trabajo, nos permite comprender mucho mejor la trayectoria del activismo LGBT+ en México y adoptar una posición informada e ineludiblemente empática ante el mismo. En suma, un libro importante y necesario en la presente coyuntura social ●
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En nuestro próximo número
LA FUERZA Y LA RAZÓN : UN DIÁLOGO ENTRE SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA
SALVADOR ALLENDE Y ROBERTO ROSSELLINI
Arte y pensamiento
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Artes visuales / Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx Postal de Nueva York: Julie Mehretu: esencias y evanescencias (II y ÚLTIMA)
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n la columna anterior (11/IV/21) se comentó la importancia de dos exhibiciones en Nueva York dedicadas a dos pintoras imprescindibles –Alice Neel y Julie Mehretu– que se insertan en el tan esperado ímpetu de los museos y galerías de dar visibilidad a las mujeres artistas aún hoy rezagadas en la vorágine del universo masculino. En el Whitney Museum se presenta la magna exhibición de Julie Mehretu con un recorrido retrospectivo de 1996 a la actualidad, y deja patente que su pintura fue poderosa desde sus inicios y ha ido in crescendo en cuanto a su ambicioso proceso técnico y su trasfondo existencial. Su trabajo es tan espectacular como enigmático, a un tiempo visceral y racional, de una extraña belleza que atrapa con sus guiños llenos de ambigüedad y misterio. Suceden muchas cosas dentro de sus alucinantes composiciones vertiginosas y toca al ojo avezado explorar más allá de las superficies altamente coloridas o aquellas conformadas por una explosión de sutiles negros y grises. ¿Qué se esconde detrás de los dinámicos trazos gestuales, líneas centrífugas y formas geométricas que se expanden en la superficie de sus telas, la mayoría de grandes dimensiones y de una indescriptible atracción visual? Hay toda una propuesta gráfica y conceptual que la artista construye a partir de un complejísimo proceso técnico que se ha convertido en su sello distintivo. Julie Mehretu nació en 1970 en Adís Abeba, de padre etíope y madre estadunidense. A sus siete años de edad, la familia emigró a Michigan tras la campaña de terror emprendida en su país por la junta militar conocida como el Derg que culminó en el
asesinato del emperador Haile Selassie. Mehretu repite constantemente en entrevistas que la poderosa cultura de su país natal y la inestabilidad política del mundo árabe afloran de una u otra manera en sus creaciones y han sido determinantes en sus ideas políticas y estéticas, así como su naturaleza birracial: “He estado permanentemente negociando y renegociando mi identidad”, expresa. De ahí que Mehretu se comprometa, a través de su arte, con la denuncia de las revueltas y catástrofes que azotan a nuestro mundo globalizado y las incorpore a sus pinturas a través de un proceso técnico de una sofisticación y una complejidad extremas. El punto de partida de las obras es la elección del tema que va a investigar en archivos de imágenes de los hechos reales; esas imágenes son adheridas al lienzo y desconstruidas mediante numerosas capas de pintura aplicadas con diversos medios: brochazos dinámicos y gestuales, zonas opacadas con aerógrafo, aplicación directa de serigrafías y fragmentos de papel al lienzo, trazos precisos calculados en la computadora y delicados signos aplicados con la tinta sumi que se usa para la caligrafía oriental. La anécdota que da origen y título a la obra queda semicubierta por las evanescentes capas que hacen de cada tela una suerte de palimpsesto que oculta y revela la esencia para incitar al espectador a hacer su propia interpretación. Los temas que vemos en sus exuberantes pinturas están relacionados con eventos políticos y sociales, como las revueltas de la Primavera Árabe, los incendios provocados por el cambio climático y las catástrofes naturales, como los huracanes Katrina y Sandy, el destino trágico de los migrantes y los campamentos de refugiados, los enfrentamientos raciales en Estados Unidos, el impacto del capitalismo y las políticas neoliberales. En otra vertiente de su creación, mapas y paisajes arquitectónicos de ciudades emblemáticas como Berlín, Nueva York, El Cairo, Venecia, entre otras, aparecen de manera casi imperceptible en el fondo de las telas, finamente esbozadas como huellas que se esfuman entre los vibrantes remolinos de líneas fulgurantes y trazos arrebatados. Julie Mehretu es una artista comprometida con los avatares de nuestro tiempo, atribulada por el devenir del otro, y apasionada por la creación de una pintura a caballo entre la abstracción y la figuración, a un tiempo propositiva, crítica y sorprendentemente atractiva a la mirada del espectador ●
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3 1. Dispersión 2. Éter 3. Ghosthymn (A partir de La Balsa de la Medusa)
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Arte y pensamiento
Tomar la palabra/ Agustín Ramos
Dos dosis con gorra y camiseta A la mamita, a mi gente, al IMSS…
LA PRIMERA VACUNA la aplicaron en las instalaciones de la feria y fue un modelo de organización y eficiencia. La segunda, en una secundaria técnica, y lo mismo, pero mejor, porque el góber ya no intentó un registro previo dizque para facilitar la vacunación. La fila de la primera lucía como el pórtico ferial de tabla roca, provisional y eterno. La segunda apenas medía doscientos metros debido –supongo– a la subdivisión de turnos diarios; además, con la experiencia anterior, se neutralizó el agandalle de los aldeanos enriquecidos o influyentes que por lo general son lo mismo pero por algo no viajaron a Miami a vacunarse. Durante la primera, los servidores de la nación iban uniformados; en la segunda, no. Por la veda electoral, explicó una joven que sacaba de la fila a la gente especial, no a la que se creyera o fuera acaudalada y notable, sino a quien tuviera cualquier impedimento. En la segunda ya no tenía uno que ir al infinito y más allá, buscando el rabo de la cola que se internaba en la maleza de calles y calles y más calles; pedaleando junto a gente como uno, dando vuelta en una esquina, luego en otra y en otra y en otra, con la fe del boxeador de que ésa fuera la del último round; pero qué esperanza, la hilera se escurría de la colonia y seguía serpenteando por vías rápidas y desniveles hasta terminar en una plaza comercial, a dos kilómetros del pórtico ferial, donde uno se formaba hecho un cascabel habiendo rebasado pragmáticamente, por la derecha y por la izquierda, a otros más viejos. En la segunda no hubo demasiados pregones de sillas, mascarillas, paraguas, lapiceros, formularios, atole, tortas de tamal y demás; lo que sí resultó igual fue que en punto de la hora la fila comenzó a avanzar, con fluidez pero sin sana distancia por más que los servidores de la nación, etcétera. Igual, repito, salvo que en la segunda la gente especial formaba una segunda columna en la reja del plantel para pasar derecho a la explanada, por lo que en breve tiempo todos estuvieron contentos y bien acomodados esperando su dosis. En la primera ocasión el personal de salud daba instrucciones y sugerencias por los altavoces a la gente que aguardaba bajo la carpa dispuesta en el estacionamiento de las instalaciones de la Feria; todo era impecable hasta que una mujer, de camiseta y gorra partidistas, tomó el micrófono y dijo: “Queremos dar las gracias al señor gobernador Omar Fayad.” En la segunda ocasión el detalle, aunque diferente, tuvo el mismo tufo. Finalizaba la vacunación cuando dos tipos acreditados como “prensa”, se placearon orondos entre el sillerío. El camarógrafo vestía camiseta y gorra partidistas. Un joven servidor de la nación se atrevió a encararlos; lo hizo a despecho del personal de salud, que bajaba la vista, “nosotros sólo estamos aplicando la segunda dosis”, y de sus compañeros, que preferían no meterse en broncas donde nomás los chicharrones del Nerón en turno truenan y hasta los chinicuiles votan por quien él ponga y disponga. Sin embargo, en vez de explicaciones, el joven recibió amenazas; así que un viejo se levantó a pedir al camarógrafo que se identificara. –Claaro, con toodo gusto –contestó éste dejando (un poco) la patanería–, soy Eric de la Cruz del programa El Punch, que sale por… y, este, ¿cuál es el problema? –Que andas con gorra y camiseta haciendo propaganda. –Sí. No tengo problema por eso –contestó apuntándole la cámara como con bazuca–, las regalan a la vuelta de la esquina, amigo… Cuando el viejo comenzó a grabarlo con su celular, el otro tipo, “Juan Pérez Servidor y Amigo”, salió al quite pregonando la libertad de expresión y de atavío. La segunda dosis la aplicaron en la colonia antorchista, donde no cualquier candidato puede andar como Pedro por su casa, y menos durante las campañas electorales. El viejo salió a buscar gorra y camiseta nuevas a la vuelta de la esquina…●
Biblioteca fantasma/ Eve Gil
La mano de Dios UN ESCRITOR Y profesor de literatura de origen argentino, radicado en Saint Nazaire, Francia, Federico Jeanmaire (Baradero, 1957) ingresa al bar-cafetería donde cada mañana acude a leer o tomar notas mientras desayuna café y un chausson aux pommes, y se topa en el periódico con la nueva de que su país de residencia ha arrojado una bomba sobre Siria… mientras, al interior de Les Dauphins, los parroquianos parecen inmersos en una realidad alterna, como si nada hubiera sucedido, entregados a las banales charlas de siempre; quehaceres o pequeños placeres. Será, se pregunta Jeanmaire, que estar justo ante una guerra petrificada, a una indestructible base submarina construida por los alemanes durante la segunda guerra mundial, los ha vacunado contra el asombro, la compasión, la indignación. A partir de aquí comienza a apuntar reflexiones sobre la guerra, dando origen al que será un libro titulado Wërra (Anagrama, Narrativas Hispánicas, 2020). El título enuncia el origen de la palabra “guerra” (war en inglés, guerre en francés) tomada del alemán antiguo. Definitivamente no se trata de una novela, aunque se le presente como tal (“desborda los límites de la novela”), sino de un ensayo narrativo, lo cual no le resta emoción ni emotividad, tampoco acción; no le impide recrear en forma fragmentaria la llamada Operación Chariot, que tuvo lugar justo frente a la ventana de su apartamento, que goza de una privilegiada vista al Loire; una acción suicida por parte de los ingleses para desbaratar el dique seco de Saint Nazaire, en poder de los alemanes y que, se decía, albergaba el acorazado Tirpiz. El ensayista, que se diera a conocer con una celebrada novela sobre Miguel de Cervantes titulada simplemente Miguel, especialista en El Quijote, no cree saber más de guerras como no sea la que Alonso Quijano emprendió contra los molinos de viento, así como su afición infantil a la serie televisiva de los sesenta Combate; incluso se declara cobarde con respecto a los
fantasmas de los militares británicos que pudieran colarse por la ventana de una habitación que mantiene cerrada; quizá a eso se deba que vaya de menos a más, que los hechos avancen in crescendo, desde anécdotas infantiles que lo llevan a recordar a su abuelo que forjaba soldaditos de plomo, pasando por la guerra de las Malvinas, en sí misma una hazaña quijotesca por parte de los argentinos que sinceramente creyeron –“ese despego de la realidad tan propio de los argentinos”– que con muchas ganas y el majestuoso crucero General Belgrano –sin mantenimiento– podían derrotar a los enemigos ingleses, dueños de una tecnología infinitamente superior. En ello, les dice el ensayista a unos boquiabiertos parroquianos franceses, radica la justicia poética de aquel gol con la mano de Maradona con que, todavía frescas las heridas por aquella demoledora derrota, su equipo ganó el Mundial de México 1986 ante Inglaterra. ¡Sólo a un argentino se le ocurre equiparar el futbol con la guerra!, piensan sus interlocutores. Aunque Jeanmaire despliega una puntual exposición de estrategias, tácticas y recursos, parece interesarse más en los participantes de la guerra, las razones que pudieron empujar a muchos jóvenes casi adolescentes a enrolarse, el irrefutable hecho de que desde el principio de los tiempos los guerreros descubrieron que sólo con opio y vino es posible tolerar el estrés al que se someten diariamente. Que las anfetaminas y el ron inyectaron de valor a los soldados de la segunda guerra mundial, y que con toda seguridad se sigue recurriendo a sustancias, aunque los gobiernos nunca hablen de ello. Se sabe, por ejemplo, que los miembros de ISIS consumen fenitilina, lo que sin duda exacerba no sólo su valor, sino también su odio, aunque en el caso de aquellos ingleses de la operación Chariot, “ni el ron ni las anfetaminas podían inventar el odio contra los alemanes, sólo podían paliar el temor a la muerte y, sobre todo, crear un espacio de compañerismo entre ellos…” ●
Arte y pensamiento
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Bemol sostenido / Alonso Arreola
T : @LabAlonso / IG : @AlonsoArreolaEscribajista
Buscando a los buscadores HABÍAMOS TERMINADO LA clase de Sofía. Su mano derecha descansaba tras las exitosas evoluciones a tres dedos sobre “We Are Family”, himno de la música disco que en el bajo eléctrico exige brincos de octava entre cuerdas no consecutivas… disculpe usted los tecnicismos, lectora, lector (serán los únicos). Estábamos allí, decíamos, cuando llegó Chepo, su pareja, armado con un bajo Fender Precision japonés. Algo le habían arreglado o ajustado en un taller cercano. No recordamos bien. No importa. La plática pasó pronto del sonido de estos instrumentos a la técnica para abordarlos. Hablamos del uso de la púa o plumilla y del indeseable comportamiento de los músculos que quieren el control en cada mano; esas inercias primitivas que debemos diluir para alcanzar una motricidad fina. La conversación así llegó al tenis de mesa o ping pong. Sobrevolamos la técnica de revés con la inusual “toma oriental” o “toma de lapicero”, usada en nuestros años de juego febril, cuando el abuelo modificaba raquetas de corcho con balines y hules de rara composición. Esto nos puso en el territorio de los buscadores, de los necios, de los creadores y compositores que no se están quietos; de los que incluso habiendo encontrado lo que buscaban continúan en una oscuridad autoimpuesta, pues el camino es lo que cuenta. Ellos muestran sus tesoros y los explotan en la superficie para ganarse la vida, pero vuelven a sumergirse siguiendo, imaginando nuevos rastros. Estado natural del artista insatisfecho, puede confundirse con facilidad escuchando –y sobre todo mirando– a intérpretes notables pero que actúan usufructuando la conquista ajena (algo inevitable de toda evolución). Nos explicaremos mejor. Grupos mayormente instrumentales que hoy impresionan a melómanos y músicos en ciernes –proyectos como Snarky Puppy, Dirty Loops o Vulfpeck–, sustentan su propuesta en un virtuosismo sonriente y relajado parecido al de un heredero que maneja el yate de su padre millonario. No hay dolo ni hacen daño. Es verdad. Al contrario: contribuyen al mapa musical con una calidad plena en sobresaltos que –incluso siendo gratuitos– despiertan nuestra atención. Sí. Pero… les “falta algo”. No nos consta pero parecen –suenan– ignorantes de lo que implicó llegar a sus alturas. Los imaginamos como usuarios de calculadoras que no conocieron la multiplicación sobre papel. Como gente que da por hecho conquistas que el cuerpo logró con sufrimientos distantes, olvidados. El asunto es de una subjetividad volátil. “¿Cuál sería la contraparte de tal comportamiento?”, preguntaron los amigos de tertulia. Pusimos “Teen Town”, de Jaco Pastorius. La respuesta parecía demasiado obvia, poco reveladora. Sin embargo, era pertinente pues ellos habían lanzado la primera piedra: “Dean Town”, de Vulfpeck, famosísima y reciente composición que rinde tributo a la primera –la cita textualmente– al tiempo que contribuye a su olvido. Nuestros interlocutores, verbigracia, no la conocían y son personas muy dedicadas a tocar. Sabemos que a muchos de sus feligreses les pasa lo mismo. Comparándolas con videos en vivo llegamos a la necesidad de escribir este domingo. En los de Jaco hay un trance, un sonido que en su momento era único y revelador; había un acto revolucionario que rasgaba las costumbres. Buscaba algo. En los de Vulfpeck, en cambio, se ve al talentosísimo bajista Joe Dart surfeando las olas con destreza, pero en una zona distinta de la tabla. Su gesto es justo el que espera la audiencia que lo canta con él. No se nos malentienda. Nos parece loable. Pero no hay riesgo. La trama consiste en dar gusto y entretener. En Jaco, empero, hay una alquimia constante que alumbra novedades. ¿Somos injustos al comparar? Perdón. Sólo respondemos a esa pregunta que nos han acercado no pocas veces: ¿qué les falta a tantos de los ejecutantes actuales? Buscar. No sólo encontrar. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos ●
Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
Así ni gratis SI ACASO ESTA columna ha tenido un lector asiduo, de generosidad y paciencia suficientes para haber puesto su atención aquí durante el año que ha corrido desde que comenzó la pandemia, sabrá que ni una sola de las cincuenta y dos entregas dominicales ha sido dedicada para abordar alguna película exhibida en Netflix, plataforma que, para Mediomundo y de manera tácita, durante el confinamiento acabó convertida en la principal fuente cinematográfica –se le ha sumado Amazon Prime, pero los chicharrones que más fuerte suenan siguen siendo los de Netflix. Hay una razón concreta para desairar aquí al neogigante de la exhibición y, cada vez más, de la producción: ser una isla, así sea microscópica, donde no se hable mediáticamente de lo que Mediomundo habla y, además, al mismo tiempo que todos los otros; es la misma razón que, durante más de dos décadas, ha movido a este juntapalabras a no hacerle gordo el caldo a “las candidatas al Oscar”, cuantimenos a los estrenotes de temporada, gringos noventa y nueve de cada cien veces. Lo anterior no significa, desde luego, que se desconociera la oferta cinematográfica netflixeana –es dificilísimo considerarla “propuesta”–, la cual, como se ha mencionado aquí mismo, en términos generales no es ni mejor ni peor que la de cualquier otra plataforma digital sino, en definitiva, una más del montón, sólo que con un par de particularidades: la primera, que con razón o sin ella claramente se ha colocado en el imaginario colectivo como una fuente cinéfila importante, si no es que la más, y la segunda, que como ha sucedido con negocios/canales hoy periclitados, por cierto también todos gringos –Cine Plus, Hallmark, etcétera–, también generan sus propias producciones. Sobran ejemplos de producciones netflixeanas; dos de ellas son las mexicanas Roma, de Alfonso Cuarón, y Ya no estoy aquí, de Fernando Frías. En tanto son dos de las más conocidas, las innegables virtudes de ambas podrían mover a que se piense en Netflix como una productora no sólo exitosa, sino también preocupada
por generar cine de calidad, pero hete ahí que, nomás explorando un poco en la plataforma, las de Cuarón y Frías más bien parecen ser excepciones que confirman una regla de muy lamentable mediocridad.
El catálogo completo TÓMESE POR CASO algo que lleva por título Fuego negro, producida en 2020 y promocionada en calidad de “producción original”. Perpetrada por Bernardo Arellano, tanto el guión como la realización, tiene como protagonista a Tenoch Huerta, a quien ojalá una buena paga lo haya resarcido del desprestigio inherente a colaborar en un bodrio de tales dimensiones, pues la “producción original” de Netflix no sólo abunda, sino incurre en absolutamente todos los clichés, lugares comunes, inercias, pobrezas y manierismos posibles para dos géneros altamente susceptibles de falencia: el terror y el thriller. Con la trama mínima y trillada de un sicario malo-pero-bueno en pos de rescatar a su hermana de las garras de un criminal malo-malo, Fuego negro tiene la antivirtud de hacer que una hora veinte minutos luzcan como la misma eternidad: música de fondo quesque ad hoc, puesta a sonar a la menor provocación o sin ella; cámaras lentas a mansalva, generadoras no de tensión sino de tedio; encuadres lucidores con profusión de close ups a la mirada matona de Franco –que así se llama el cartón encargado a las dotes histriónicas de Huerta–; diálogos inanes de tan huecos, y encima embebidos de almidón; efectos especiales de auténtica pacotilla, por más trabajo digital que les metieron; escenas de acción más mal ejecutadas que las de Valentín Trujillo en sus peores tiempos… el catálogo es interminable, y aún faltaría despepitar una trama capaz de potenciar al infinito la incongruencia, el despropósito y el deshilachamiento, pues en cuanto a thriller aquello se cae a los cinco minutos, mientras el terror se volvió humor involuntario. Netflix ofrece tres tarifas para acceder a sus contenidos, donde por supuesto hay de todo, pero una cosa como Fuego negro, francamente ni gratis ●
LA JORNADA SEMANAL
16 25 de abril de 2021 // Número 1364
Guy de Maupassant
Cartas inéditas: Turguéniev y la muerte de Flaubert Guy de Maupassant.
En 1888, cinco años después de la muerte de Iván Turguéniev, se encontró en París una extensa correspondencia no publicada dirigida al escritor ruso por sus amigos y conocidos parisinos. El hallazgo, como lo señaló ese mismo año el Ministerio de Instrucción Pública y de Bellas Artes de Francia, “debe considerarse como un gran acontecimiento literario, ya que entre los corresponsales del gran escritor ruso figuran nombres como Mérimée, Flaubert, Maupassant, Renan y otros. Estas cartas son los documentos más valiosos de la historia de la vida cultural europea de esa época.” Publicamos una carta inédita de Guy de Maupassant a Iván Turguéniev sobre el fallecimiento de Flaubert.
Q
uerido maestro y amigo. Estoy abrumado por el dolor, y una entrañable presencia me sigue a todas partes. Oigo su voz, me vienen a la memoria algunas de sus frases, el mundo que me rodea parece desolado, y su amistad ya no existe. El sábado 8 de mayo, a las 3 y media de la tarde, recibí de la señora Commonville1 el siguiente telegrama: “Flaubert tiene un ataque de apoplejía, sin esperanza. Llegamos a las 6 pm.” Y a las 6 de la tarde encontré a los esposos Commonville en la estación de tren. En el camino, entré a mi casa y descubrí otros dos telegramas de Ruan que anunciaban la muerte. En medio de un dolor sombrío y cruel, emprendimos el penoso viaje por la noche. En Croisset lo encontramos en la cama. Yacía rígido, con pocos cambios en su aspecto, pero presentaba en su cuello una hinchazón de sangre negra. Entonces supimos los detalles. Los días anteriores se había sentido muy bien, estaba feliz de haber terminado su novela y debía viajar a París el domingo 9 de mayo. Contaba con distraerse allí, puesto que, según sus palabras, “había guardado algunos ahorros” –pequeños ahorros ganados con sus libros. El viernes cenó muy bien, pasó la tarde con su médico y vecino, el señor Fortin, declamó a Corneille, despertó al otro día hasta las ocho, tomó un baño largo, se vistió y leyó las cartas recibidas. Fue entonces cuando se sintió mal y llamó a su criada. Como ella se tardaba, le gritó por la ventana para que fuera por el señor Fortin, que apenas unos instantes antes se había ido a tomar el barco. Cuando la criada regresó, Flaubert estaba de pie, muy debilitado, pero no mostraba ninguna preocupación. Le dijo: “Creo que voy a tener un ataque, es bueno que pase esta noche, sería muy lamentable que ocurriera mañana en el tren.” Sacó una botella de agua de Colonia, probó un whisky, se fue al sofá grande y susurró: “Ruan... Estamos cerca de Ruan... Heilau... Lo conozco, Heilau”... Se derrumbó boca arriba, se puso pálido, sus manos se apretaron convulsivamente,
Iván Turguéniev.
su rostro se inyectó de sangre, la muerte lo abatió, la muerte de la que él no dudó ni un minuto. Me parece que su última frase, que los periódicos relacionaron con el viejo (Victor) Hugo, que vive en L’avenue d’ Eylau, debe ser descifrada así: “Vengan a Ruan, estamos cerca de Ruan y traigan al Dr. Heylau, yo lo conozco, Heylau.” Pasé tres días cerca de él, junto con Georges Pouchet y el señor Fortin. El miércoles por la mañana lo llevamos al majestuoso cementerio, desde donde se ve perfectamente Croisset, la gran curvatura del Sena y su casa que él tanto amó. Los días en los que uno se siente feliz no te recompensan por días como éste. Al funeral asistieron muchos amigos de París, en especial jóvenes, estuvo presente la juventud, incluso muchos desconocidos. Pero no se vio a Victor Hugo, ni a Renan, ni a Taine, ni a Maxime du Camp, ni a Frédéric Baudry, ni a Dumas, ni a Ogier, ni a Vacquerie, y muchos otros. Eso es todo, mi querido maestro y amigo, pero aún tengo mucho que contarle. Nos ocuparemos de su novela2 cuando los herederos resuelvan sus asuntos. Usted será imprescindible en este aspecto. El mismo día de la desgracia le escribí unas palabras a Madame Viardot, y le pedí que le avisara a usted porque no conocía su dirección en Rusia. Prefiero que usted reciba esta dura noticia a través de sus amigos, antes que la conozca por los periódicos. Con inmensa tristeza estrecho sus manos, mi querido maestro, y espero verlo pronto. Suyo Guy de Maupassant Notas 1. Sobrina de Flaubert, que cuidaba de él (N. del T.) 2. Se refiere a la novela Bouvard y Pécuchet, que Flaubert dejó inacabada (N. del T.) Publicada en ruso por Literaturnaia Gazeta, Nº 4, 1929 Traducción de Jorge Bustamante García