■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 25 de septiembre de 2016 ■ Núm. 1125 ■ Directora General: Carmen Lira Saade
La CRISIS del INDIVIDUO y la PAREJA en la POSMODERNIDAD Mario CaMpuzano
gonzalo arango,
el colibrí nadaísta
Jorge BustaMante Los cuentos de
pedro góMez ValderraMa MarCo antonio CaMpos
Hugo gutiérrez Vega a un año de su largo viaje Un poema inédito Una carta y una despedida
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25 de septiembre de 2016 • Número 1125 • Jornada Semanal
Josú, qué frío, los andaluces Hugo Gutiérrez Vega Como si a todo lo largo de la historia humana hubiese existido uno y sólo un modo de organización social, hay quienes todavía sostienen que en la base de ésta hay un modelo familiar inmutable, de carácter biparental, heterosexual y orientado sobre todo a la reproducción. Contra ese prejuicio, producto del conservadurismo y la desinformación, proponemos el ensayo de Mario Campuzano en el que aborda algunos aspectos nodales de la actual crisis no sólo de dicho modelo sino también del individuo, en el marco cultural de la posmodernidad. A un año exacto de que nuestro querido y extrañado Hugo Gutiérrez Vega emprendiera su último viaje, compartimos un poema inédito suyo, así como sendas cartas, una de su compañera Lucinda Ruiz al embajador de Chile en México, y otra de Bruno Moya, escrita un día antes de la partida de su abuelo.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
Con esos andaluces y su frío en la Alemania milagrera unas flores de cardo tres copas de aguardiente en el muelle de Huelva Con Antonio y Leonor en la fría y sosegada tarde de Soria con la primera hora de la noche en el palacio de la Magdalena Las noches, los días y las noches trabajando en el aire con el coñac vasodilatador en aquel bar cercano a la Basílica de Constantino en la Estambul final... Con todo eso, José Hierro y con años perdidos y ganados en la prisión de curas y espadones Con todo eso y al fin con tu poesía –¡fuera los adjetivos!– vengo a verte en tu casa en el campo y no te encuentro Mas te voy a encontrar viejo de fuego y aire viejo de palabras y para eso cerraré los ojos pensaré en tu regreso y al abrirlos de nuevo sabré que es tiempo de volver a verte.
Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , Diseño de portada y dossier: m arga P eña , Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: Dos tres Auguste Rodin, El beso, 1882-1889 Collage digital de Marga Peña
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
25 de septiembre de 2016 • Número 1125 • Jornada Semanal
Carta al Embajador UN POEMA INÉDITO, UNA CARTA DE SU NIETO Y UN AGRADECIMIENTO. Ciudad de México, 12 de junio de 2016
Sr. Ricardo Núñez Muñoz, Embajador de Chile en México, presente.
Apreciado Embajador:
S
oy Lucinda María, esposa de Hugo Gutiérrez Vega. Me hubiera gustado escribirle esta carta en un lindo papel, y llevarla personalmente como amerita. Pero el tiempo pasa sin que eso sea posible, y no quería tardar más. No me equivoqué en la fecha. Hace un mes la empecé y la he querido escribir desde entonces, y desde mucho tiempo atrás, pero una depresión severa y asuntos de salud me obligaban a posponerla. No sabe qué profundo agradecimiento y orgullo sentimos al recibir su carta tan puntual y cariñosa, con los comentarios que hace usted sobre el gran Hugo. Realmente fue un hombre extraordinario: honesto, valiente, generoso... Además de sus cualidades como compañero y padre de familia. En uno de los muros de nuestro departamento cuelgan orgullosamente su carta enmarcada, y una placa de agradecimiento que le entregó la Asociación Salvador Allende Gossens, y que dice así:
A Hugo Gutiérrez Vega símbolo de la solidaridad con el exilio chileno. Con memoria, respeto y cariño.
DESPEDIDA Bruno Moya
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e vas. Te vas, abuelo. Se va la voz que me guió durante dos décadas; aquella que en forma de susurro, era más poderosa y penetrante que cualquier grito. Se va mi amigo. Te llevas tantas cosas…. y dejas tanto. Tu sabiduría, tu generosidad, tu empatía. La familia que creaste, llena de amor y de vida. Te quedas para siempre dentro de mí. Te pienso y quiero escribirte. No sé cómo. Me inundan los sentimientos, y me cuesta plasmarlos. Es difícil escribir a un escritor. Pensar en la vida sin ti me da una tristeza tan profunda, que aún no la concibo del todo. Pero también me alienta a sonreír. Me ayudaste a ser quien soy. Me pregunto: ¿Por qué ahora? Alguien me dijo que quizá esperaste a verme convertido en un hombre. Está comenzando una etapa crucial de mi vida, y empezó contigo a mi lado. Tengo esa gran fortuna. Me gusta pensar que te vas a un lugar mejor, donde te reunirás con tus héroes y te reencontrarás con tus amigos y tu familia. Te vas con López Velarde, José Carlos, Monsi, Juan… con tu abuela y sus ángeles. Te vas con tu hija. Ahora me toca escribírtelo a ti: “duerme tranquilo. Sigue la bendición inexplicable”. Gracias, Hugo. Gracias, abuelo. Gracias por estar siempre para mí. Por apoyarme, por amarme y enseñarme a amar. Gracias por tus enseñanzas, tus historias, tus dibujos, tus chistes. Gracias por todas tus palabras. Agradeceré siempre lo que me diste y lo que me dejas. Y lo que dejas al mundo… dejas un mundo. También me pregunto cómo será vivir sin ti… pero eso no sucederá. Se queda tu esencia grabada en mí. Cada vez que visites mis pensamientos, escucharé tu voz llamándome, y voy a sonreír. Duerme tranquilo, abuelo adorado. Buen camino
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Marzo de 2011.
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ugo se unió al Comité regresando de una misión diplomática. El presidente era Ignacio Millán, psicólogo renombrado, hombre íntegro, luchador y amigo nuestro. Estaba formado por maestros universitarios con características semejantes. En una de las primeras reuniones, Nacho le dijo a Hugo que él tenía mucha más experiencia política y que debía ser el presidente. Estuvieron de acuerdo los demás. Escogieron para las reuniones, un día que a todos les viniera bien: los viernes, a la hora de comer. Pero no había comida, sólo mucha voluntad y ganas de ayudar. Yo, que me había unido al grupo, me di cuenta de que el hambre nos saboteaba, y se me ocurrió, ayudada por un ángel, que trabajaba en la casa, llamada Virginia, hacer guisados, para llevar tacos y algo para beber. Así que llegábamos Hugo y yo con tortilleras rebosantes que nos permitían quedarnos más tiempo haciendo planes, sin tener que salir a buscar algo rápido para comer, y continuar con las labores de viernes por la tarde. Yo, tranquila, ya que una amiga recogía a mis tres hijas, y al llegar a casa Virginia les daba de comer. Años después Nacho Millán me dijo: “El Comité sobrevivió gracias a tus tacos.” Me sentí contenta. Teníamos contacto con doña Tencha, y establecimos una buena amistad. Era muy simpática, y nos contaba cosas que nos acercaban más a su país. Señor Embajador, me despido pues sé de las ocupaciones que tienen ustedes. En ésta aplica el “soy tardoncita, pero buena paga”, que de niña le oí a mi madre. Con agradecimiento y afecto
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Lucinda R. de GutiéRRez Fiona, Nico y Gabo, nietos de Hugo y Lucinda
BRuno Moya (Escrita el 24 de septiembre de 2015, un día antes de la partida de Hugo).
Izquierda: El poeta Hugo Gutiérrez Vega muestra a su esposa Lucinda Ruiz y a su nieto Bruno Moya la medalla de oro otorgada por el INBA en el homenaje por su setenta aniversario. Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, 29 de febrero de 2004. Foto: Roberto García Ortíz/ La Jornada Abajo: Ceremonia de ingreso de Hugo Gutierrez Vega a la Academia Mexicana de la Lengua, acompañado de su nieto Bruno, en la Sala Manuel M. Ponce, martes 11 de septiembre de 2012. Foto: Carlos Cisneros/ La Jornada
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Gonzalo Arango, el colibrí
Jorge Bustamante García ESTE DOMINGO SE CUMPLEN CUARENTA AÑOS DE LA MUERTE DEL FUNDADOR DEL NADAÍSMO, MOVIMIENTO POÉTICO Y CULTURAL COLOMBIANO.
GRAN ADMIRADOR DE PASTERNAK, MAIAKOVSKI, TOLSTÓI Y VOZNESENSKI, ENTRE OTROS AUTORES RUSOS, EN MEMORIA DE EVTUSHENKO ESCRIBIÓ EL OSO Y EL COLIBRÍ.
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ay personas que uno ve sólo una vez en la vida y se quedan nítidas, con toda complejidad, en la memoria. Me pasó cuando conocí, en Bogotá, al gurú y fundador del nadaísmo Gonzalo Arango. Ese hombre estaba en el imaginario de los que en los sesentas éramos adolescentes con sueños e ilusiones de querer derrumbar el sistema que imperaba, con todas sus parcelas de injusticia, miseria y perversión. Gonzalo Arango fundó un movimiento iconoclasta y rebelde, muy a la colombiana, que desde su primer manifiesto en 1958 quiso dinamitar la abulia y beatería en que parecía dormitar la sociedad de la época. Era un hombrecillo delgado, de baja estatura, de apariencia frágil y voz tenue, una especie de colibrí que puso patas arriba el estado de cosas imperante y se convirtió en una eficaz espinilla que enconaba a las buenas conciencias. Pronto aglutinó a un grupo de jóvenes de parecida locura a los que se conoció luego como nadaístas, unos herejes pertinaces, alborotadores, rebeldes y escandalosos que hicieron en realidad mucho ruido y poca poesía. Para finales de los sesenta, Arango era ya un personaje mediático, un tanto domado, con aura de insurrecto. Se había vuelto periodista, hacía reportajes, escribía crónicas y entrevistas. Es memorable la que publicó de su encuentro con el multicampeón Martín Cochise Rodríguez, toda una leyenda del ciclismo de la época. Con el tiempo la obra nadaísta casi quedó reducida a escombro, sólo unos cuantos libros lograron salvarla del olvido y unos pocos de sus protagonistas son todavía hoy parte viva de la literatura colombiana: Jaime Jaramillo Escobar, mejor conocido como X-504, autor de Sombrero de ahogado y Poemas de la ofensa, este último uno de los libros más importantes de la poesía colombiana del siglo xx ; el narrador, poeta, ensayista, viajero experto en la cultura griega, en la actualidad profesor en la Universidad de Cincinnati, Armando Romero; el atrevido y divertido Jotamario Arbeláez, beli-
gerante beatnik del Valle del Cauca, hijo desastre de un sastre, con al menos dos libros deliciosos y memorables: El cuerpo de ella y Mi reino por este mundo; el viejo Monje Loco, Elmo Valencia, sobreviviente nonagenario y pobre, loco que perdió todo menos la cordura, educado en Estados Unidos, autor de la novela rara Islana da y los relatos de El universo humano; y Eduardo Escobar, seminarista frustrado, columnista controvertido, el único nadaísta que terminó bateando con la derecha, lo redime, sin embargo, su libro Cantar sin motivo. Visité a Gonzalo Arango en julio de 1974 junto con Olga, la muchacha de los ojos verdes, y el poeta Álvaro Rodríguez Torres, en su departamento del Bosque Iz quierdo, en un primer piso, en donde el escritor vivía con Angelita, una cantante inglesa de pop afincada en Bogotá. Angelita, una bella mujer de ojos claros, nos hizo pasar. En la sala se extendía una alfombra, cojines en el suelo, un sillón, dibujos de flores abigarradas adornaban las paredes. Nos acomodamos en los cojines mientras Álvaro conversaba con Angelita de unas fotos de ella y Gonzalo que habían salido recientemente en una revista. En el cuarto contiguo se escuchaba el tecleo incesante de una máquina de escribir, un clic clic cloc cloc que se extendió por quince o veinte minutos, se sentía la hoja de papel deslizándose a veces con arrebato por el rodillo de la máquina, sucedían unos segundos de silencio y de nuevo el clic clic cloc cloc de la máquina atestaba la habitación. De pronto sólo se escucharon nuestras voces, el clic cloc dejó de sonar, algo se movió, se oyeron unos pasos. Cuando lo vi pensé cómo un hombre así, endeble, bajito, de voz sosegada y mirada fresca, había durante años conmocionado al país con sus vibrantes escritos. Su cabello negro, abundante y largo, caía libre sobre sus hombros, una camisa ligera y alegre le llegaba abajo de la cadera. Nos saludó afable, sereno. A Álvaro y Olga, la de los ojos verdes, los conocía de hace tiempo, pero a mí era la primera vez que me veía, aunque sabía algunas cosas que mi
Gonzalo y Angelita
amigo le había contado. Yo estaba de vacaciones de mis estudios en Rusia y desde el primer momento comenzó a preguntarme por ese país que le parecía a la vez enigmático y controvertido, por todo lo que se ventilaba al hedor de la tan cacareada Guerra fría que, por entonces, estaba en todo su apogeo. Se interesó en saber cómo vivía la gente común, qué problemas tenía, cuál era la vida cotidiana en Moscú. No le interesaban los desmanes de los políticos, o tal vez sí, pero más le interesaba la gente, la vida que pasaba por las calles. Estuvimos unas cuatro o cinco horas en su apartamento, nos ofrecieron vinos y empanadas, hablamos de sus libros, le pregunté si ya renegaba del nadaísmo. Sabía que desde que conoció a Angelita en la isla de Providencia su vida furibunda e insumisa contra todos los poderes había dado un vuelco. Ahora lo veía ahí, en su refugio, junto a su ángel en un estado apacible, aplomado, caviloso, casi místico, pero con la fuerza interior del guerrero aún dispuesto para mil batallas. Llevaba al nadaísta todavía dentro. Habló de Pasternak, de Maiakovski, de Tolstói, de Andréi Voznesenski y llegó por fin a Evtushenko. Al mencionarlo se levantó de inmediato, se dirigió al cuarto donde antes sonaba el clic cloc de la máquina y regresó con dos libros en la mano.
25 de septiembre de 2016 • Número 1125 • Jornada Semanal
Adiós al Nadaísmo (fragmentos) Gonzalo Arango C aído en el limbo espiritual
Fotos: www.gonzaloarango.com
nadaísta Abrió uno, escribió algo y me dijo “es para ti”. Se trataba de El oso y el colibrí, el diario que escribió cuando acompañó al poeta ruso en 1968 en su recorrido por el país y la Amazonia colombiana. El oso era Evtushenko, el colibrí Gonzalo. Luego tomó el otro libro recién salido del horno, Obra negra, escribió una larga dedicatoria y al entregármelo me dijo: “es para el oso ruso, por favor haz que le llegue”; sabía que yo regresaría a Moscú al mes siguiente. Al despedirnos Angelita nos regaló un pequeño disco de vinilo con algunas de sus canciones. Fue difícil encontrar al oso ruso, era un poeta muy ocupado en su actividad de trotamundos. Le dejé Obra negra con una amiga suya muy cercana que conocí en un recital de Voznesenski, me confirmó que lo había entregado al oso unas semanas después. Pasaron los días, los meses, dos años. En octubre de 1976, hace ya cuarenta años, recibí una carta de mi amigo Álvaro en la que me anunciaba compungido la muerte del colibrí nadaísta en un accidente de tránsito en la carretera de Bogotá a Tunja, ocurrido el 25 de septiembre de ese año. Tenía cuarenta y cinco años, ocho meses y cinco días. Iba con Angelita, pero a ella no le pasó nada. Cuando me enteré busqué el disco que ella me había regalado y lo escuché durante días en un pequeño tocadiscos que tenía en mi cuartucho de estudiante. Recordé nuestro encuentro y me hundí de nuevo en El oso y el colibrí mientras una de las canciones que más me gustaba, una versión adaptada por Angelita al español, sonaba y sonaba: “Quiero saber si el amor tuyo/ es un amor seguro/ dímelo ya y no pregunto más/ ¿aún me amarás mañana?...” (https://www.youtube.com/ watch?v=UdkgMw56Nfw). Treinta y ocho años después, en un encuentro en Durango con los sobrevivientes nadaístas Jotamario Arbeláez y Armando Romero, el primero nos comentó que a Gonzalo Arango no lo mató el golpe despiadado del accidente, sino una fatal ráfaga de viento. No lo entendí del todo, pero prefiero ahora pensar que fue así
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Caído en el limbo espiritual suspiro por nuevos suplicios. Reclútame Señor para la salvación o el terror. Los ideales que no cambian la vida corrompen el alma. Esta pureza que cultivo en soledad me da asco. El espejo ya no me refleja: me culpa. Dios mío, sálvame de esta paz difunta. Devuélveme la esperanza y el sufrimiento. Dame fe en una causa aunque sea perdida. Dame todo el fuego que sobró de Sodoma, la sed que incendió tus delirios. Quiero arder ¡arder! ¡Dame, Señor, la desesperación de creer y la felicidad de destruirme!
n unCa aspiré al poder Nunca aspiré al poder de hacer felices a los hombres, ni confortable la vida. Desprecié la meta de los humanismos digestivos y los idealismos teológicos. La tragedia era mi quimera de oro, la libertad en la ruptura, la cita con Dios en el abismo, la belleza con aire de Ángel Exterminador. ¿Era errado el Camino? O el Camino, una vez caminado, ¿no conducía a ninguna parte como lo presentí en pleno delirio? ¿Acaso sigo buscando revelaciones salvadoras en un área desconocida de conciencia, en las entrañas del monstruo que devoró a Rimbaud en el laberinto de sus iluminaciones? Nunca dije la última palabra; siempre tuve mis dudas aflorando en silencio. He dejado de ser mudo a duras penas para mal-decir esas dudas, cuando lo que me quemaba interiormente era el ansia de claridad, el terror de la verdad, despejar la tiniebla hasta encontrar la clave de los sésamos que nos abrirían los mundos luminosos de salvación. Mi paso no es la meta de mi generación; mi camino no es su camino. Somos caminantes juntos cada cual perdido o salvado en su camino. Libertades unánimes y esencialmente solitarias, eso es lo bello de la aventura. El Nadaísmo no era el fin, sino el medio de realizar cada uno su infierno o su paraíso a la medida de sus sueños, de sus furias, para gustar su sombra bajo el sol y beberse su sed. En mi caso, hice de él mi trinchera, mi fortaleza, no para conquistar la gloria ni el poder, sino para no dejarme conquistar de la Muerte, la hambrienta zorra de los desiertos de Dios. En un sentido esencial de mi verdadera vocación, he buscado en el arte el Olvido Salvador, o sea, el ocio de los sueños creadores y la rebelión del espíritu. El Nadaísmo significó todo eso: gota amarga de mi cáliz, sobrado de pan que nunca sobra, arma poderosa de mis fuerzas desarmadas, olivo de fe en la aventura humana. Maravillosa aventura la Tierra cuando se ama y se odia con pasión creadora, religiosa. La belleza convierte el exilio en reino, y el sabor oscuro de la manzana del conocimiento en alegría de vivir. No usurpé nada a nadie, sólo defendí estos dones para nosotros, y para muchos, aunque sé que nos sobra todo lo que nos falta. ***
No vivir atado a la cruz irredimible del Nadaísmo, ni crucificado como Héroe o Mártir, ni colgado irrisoriamente del Mito, muerto de risa. La cruz que no promete redención, es fatalidad. Y ser nadaísta es también negar el Nadaísmo si ya no sirve a los poderes de la vida y el arte.
V iCtoria del ser sobre el tener Mi vida pública expiró. Mi vanidad es sombra de fantasma, carece de importancia nacional. La fortuna que dejó la larga lucha a muerte con la nada es el silencio, la humildad; mi bolsa de valores llena de vacío, pero también de amor a los valores de la vida. A los 13 años abandonar la guerra habiéndola ganado y no tener en qué caer muerto, no es fracaso literario, es victoria del ser sobre el tener, de la vida sobre la razón social. Oh sí, todo está bien, y sobre todo el corazón a salvo. Que en el pan de cada día no nos falte el sueño, y un granito de incienso para adorar lo eterno
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Fuente: Obra negra, Plaza & Janés, primera edición en Colombia, 1993.
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Los cuentos de
Pedro Gómez Marco Antonio Campos COMO ARREOLA, OTRO ESCRITOR CASI SECRETO FUERA DE SU PAÍS, EL COLOMBIANO NUNCA ESCRIBIÓ CUENTOS DE PRINCIPIANTE. I
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edro Gómez Valderrama (Bogotá 1923-Bogotá 1992) pertenece a la estirpe que parece desprenderse –que se desprende– del Stendhal de La cartuja de Parma1 y las Cró nicas Italianas, que se continúa en el siglo xix con el Marcel Schwob de Vidas imaginarias y La cru zada de los niños, y sigue su camino en nuestro siglo con libros de Jorge Luis Borges 2, Juan José Arreola, Italo Calvino, y recientemente de Pierre Michon, Antonio Tabucchi, y de otro espléndido ficcionista colombiano, Pablo Montoya, es decir, aquellos autores de extensa erudición en que las literaturas y la historia se vuelven ficción actual y viva, o también, donde personajes históricos y literarios pasan y pasean, como si usted y yo los viéramos ahora, por calles americanas y europeas. A sus cuentos los autores no eluden combinarlos a veces con el ensayo o la biografía. Por un lado, Gómez Valderrama unió el culto del libro y el goce del viaje, y por otro, fue un gran sensual. Cuesta mucho explicarse o entender por qué Gómez Valderrama y Arreola son tan escasamente conocidos fuera de sus países. Ese desconocimiento, esa vida secreta, no excluye que sean cumbres del género, que fascinen siempre a los lectores, y que Arreola sea también el minificcionista por excelencia. Gómez Valderrama escribió seis libros de cuentos: El retablo de Maese Pedro (1967), La pro cesión de los ardientes (1973), Más arriba del rei no (1981), Los infiernos del Jerarca Brown (1984), La nave de los locos (1984) y, publicado póstumamente, Las alas de los muertos (1992). Como Arreola, el colombiano nunca publicó cuentos de principiante. Algunos de ellos, como “La aventura de la nieve”, “La mujer recobrada” o “Historia de un deseo”, publicados a sus asombrosos diecinueve y veinte años, muestran y demuestran que su destino era contar historias. Curioso: esos primeros cuentos muestran un esquema de escritura que sería de hecho el mismo hasta las ficciones finales; eso le da a su obra una afinada unidad en una sola mirada de conjunto. La edición de Cuen tos completos, publicada por Alfaguara en 1996, reúne en un volumen los seis libros, edición que en mucho se debe a la mano de su hijo Pedro Alejo Gómez, quien fue autor también del prólogo. II
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asgos característicos de las ficciones de Gómez Valderrama son una clara, elegante y musical sintaxis, el conocimiento de personajes y épocas, una imaginación equilibrada, un delicioso humor y una calculada habilidad para crear la sorpresa en el curso o al fi-
nal de la narración. De sus mayores virtudes, una es la manera como introduce u oculta claves entre la narración y coloca piezas en un tablero de animado ajedrez, tiempos disímiles y espacios escalonados, y otra, las creación de momentos enigmáticos y situaciones ambiguas que nos llevan a entrar a una zona de misterio que nos hace sentir una continua avidez por saber qué sucede adelante. Pueden gustarse menos o más algunas ficciones, pero aun en aquellas que nos parecen menos logradas, hallamos sustancialmente párrafos y momentos deleitosos. En buen número de cuentos, el narrador colombiano se allegó recursos estilísticos, tan próximos a
A Hyeronimus Bosch, el Bosco, en el cuento que lleva el nombre del lienzo, lo hace pintar en cubierta, en vivo y en directo, el cuadro tumultuoso La nave los locos.
Borges, como dar a otro, en buen número de casos, la supuesta autoría del cuento, como si él sólo se aplicara a redondear la narración. La tarea del narrador se reduciría engañosamente a encontrar las piezas que lo lleven a armar el rompecabezas de lo que otro tuvo a bien escribir, se trate de un informe, o del extracto de una memoria, o de testimonios variados, o de manuscritos desconocidos o incompletos, o de documentos, o de una carta, o simplemente de un sueño que tuvo… Uno debe estar muy atento al leer los cuentos de Gómez Valderrama porque a menudo es muy difícil distinguir en sus páginas dónde empieza la realidad y dónde la ficción. Una vez superados escollos culturales o artís ticos, el disfrute y la admiración de lo leído crece pronunciadamente. A fin de cuentas, en el caso de la inmensa mayoría de escritores, no son muchas las experiencias esenciales en el curso de la vida, pero si se tiene talento y algo más, como señalaba Paul Valéry, pueden crearse con ellas bellos orbes simbólicos. Si nos atenemos a sus narraciones, incluyendo su novela (La otra raya del tigre), PgV fue casualmente un hombre del siglo xx . Pareció vivir en muchos países y en varios siglos, pero en el trasfondo es perceptible el orgullo de saberse profundamente colombiano. O si se quiere, fue un colombiano de dos continentes en los que anduvo como un viajero en el tiempo. Sus narraciones tienen a menudo color de oro antiguo. Los países donde suceden son ante todo europeos y sudamericanos, salvo aquellos, como “Eliezer y Rebeca”, que tienen ecos y espejeos bíblicos. Hallamos relatos de la Grecia clásica, del Medievo, del Renacimiento, de la Ilustración, del Romanticismo, y claro, de la Colombia del Virreinato, de la Independencia, del siglo xix y del maltrecho siglo xx. O más específicamente: suceden en ciudades de España, Francia, Italia, Inglaterra, Escocia, Alemania, Austria, Estados Unidos, Venezuela, Ecuador, en la rocosa isla de Santa Elena –situada en mitad del vacío–, en la isla en que terminó confinado Robinson Crusoe, o aun, en el mar inagotable. Si hay un centro en el centro de la cuentística de Gómez Valderrama es la viveza del fuego voraz de Eros, sobre todo en las mujeres, que a su vez incendia irremisiblemente a los hombres. En particular, eso da una energía insólita a las narraciones: parece que regresamos a los primeros días del mundo en que el ímpetu de los instintos avasalla a hombres y mujeres para una aventura que derivará en su ventura o su desventura. La desnudez de la mujer –está implícito– es la más alta Gracia que dio el Creador al hombre. Nada pierde más a éste como la boca sedienta del sexo de las mujeres y la desesperación amorosa pueHieronymus Bosch, La nave de los locos, 1490-1500. Dominio público
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Valderrama de llegar a convertirlo en esclavo o mendigo o loco o volverse un traidor al amigo o terminar hecho un guiñapo para que lo recoja la muerte en su miseria. ¿A quién le importa lo moral o lo inmoral cuando al llamado del deseo las pieles arden como una hoguera? Eros enciende en llama viva a mujeres de la nobleza, a las ávidas hijas de Carlomagno (en este caso a Emma), a la emperatriz Catalina de Rusia, a la signora contessa Marina haciendo el amor con Cesare Beccaria con un torcimiento mental y sexual que los une más, a las monjas solapadas del convento católico Santa Cristina que supieron por generaciones aprovechar admirablemente el tiempo con los hombres que llegaban al pueblo andino para darse solaz en el lecho, a una cantante de ópera italiana a la que en la cercanía de la muerte no deja de torturarle en el recuerdo la magnífica temporada de concupiscencia con un examante inglés que conociera en Bogotá, a una muchacha que se vuelve más deseable en una bicicleta, a dos mujeres citadinas, acompañadas de un amigo, que de pronto se ven dentro de una orgía desaforada en una aldea de pescadores colombiana la noche del 30 de abril, es decir, la noche de Walpurgis, donde nadie en el desenfreno parece distinguir a nadie, incluso al libidinoso demonio. ¿Qué hace al siervo, que envía el patriarca Abraham para traer a Rebeca a tierras de Canaán a ser esposa de su hijo Isaac, que lo hace faltar a su lealtad irreductible, si no el deseo que los abrasa? ¿Qué pierde a fin de cuentas al pintor renacentista Cristofano Allori si no la “profundidad lasciva” de la Mazzafirra, sin la cual Allori no hubiera pintado obras maestras, en especial la inolvidable Judith y Holofernes, pero que, al ser abandonado, termina dejándose morir? ¿Qué lleva al famoso marqués Cesare Beccaria, que ha escrito un libro fundamental contra la pena de muerte (De los delitos y las penas), tan aplaudido por los enciclopedistas franceses, a hacer el amor con la signora contessa mientras miran en la plaza a un reo y llegan al orgasmo en el momento en que es ahorcado (“Olvido capital”)? ¿Qué es la desesperación atroz del marino de La Marigalante (“¡Tierra…!) o de Robinson Crusoe en su isla (“El maestro de la soledad”), si no la cruel abstinencia del cuerpo femenino? Gran lector del Marqués de Sade (al cual hace protagonista de un cuento), el orbe erótico de Gómez Valderrama, por fortuna, está lejos de esa ingeniería helada que son las novelas del filósofo francés, quien quiso legar o legó a la posteridad una “utopía del mal”, o si se quiere de otro modo, una “utopía para libertinos”. III
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edro Gómez Valderrama se interesó en la alquimia, la hechicería y lo demoníaco y lo trató en sus ficciones. Desde siempre le atrajo lo fantás-
Cristofano Allori, Judith con la cabeza de Holofernes, 1613. Fuente: en.wikipedia.org/ dominio público
tico y lo sobrenatural. ¿Fue católico? No lo sé, pero en los cuentos es al menos perceptible una honda for mación católica, aun si a veces, o por eso mismo, haya creído –adapto a Blake– que el verdadero escritor está del lado del demonio. No en balde el diablo, gran invitado favorito como inquisidor fullero o actor magistral, pasea por páginas de sus ficciones como Juan por su casa. A través de sus vidas recuperadas el escritor bogotano va revelándonos, para decirlo con Emerson, sus hombres representativos: entre los políticos, Napoleón, Abraham Lincoln, el romántico Simón Bolívar “(héroe digno de Byron”) y el antirromántico Francisco de Paula Santander. Entre los escritores y artistas, Cervantes, Byron y Borges, pero ante todo Stendhal, su verdadero dios, de quien recrea con gran belleza páginas napoleónicas de La cartuja de Parma, para mostrar, por ejemplo, que la batalla de Waterloo tuvo lugar no el 18 de junio de 1815, sino el 2 de septiembre de 1938, cuando escribió el capítulo en el cual el adolescente Fabrizio del Dongo asiste a la aniquiladora derrota del ejército francés (“Responsabilidad de Stendhal en la batalla de Waterloo”). O cuando vuelve también protagonista de sus cuentos a grandes figuras que Stendhal admiró (Cesare Beccaria). O cuando, en otra ficción, que es un homenaje, fabula orgulloso que una tía abuela de él tuvo acaso su única aventura amorosa con el autor de Rojo y negro, y en otra sueña que Stendhal tuvo un breve y ligero encuentro con el prócer de la independencia colombiana Francisco de Paula Santander (“Cien años de aire”). Entre los pintores, me parece que surge de manera muy especial, Hyeronimus Bosch, el Bosco, a quien en el cuento que lleva el nombre del lienzo, lo hace pintar en cubierta, en vivo y en directo, el cuadro tumultuoso (La nave los locos), y en otro, El hombre y sus demonios, Bosch empuja malamente a la muchacha más hermosa de la aldea al metal ardiendo
de la campana para purificar el metal y tenga para siempre una sonoridad inigualable. IV
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espués de la literatura, el arte que más apreció el bogotano fue la pintura. Baste citar no sólo a Hyeronimus Bosch, sino a Filippo Lippi, Cristofano Allori, un pintor polaco desconocido y Oskar Kokoschka; una pintura de cada uno de ellos es tema central de un cuento: una imaginaria Monna Francesca, Judith y Holofernes, Mazepa y La novia del viento. De las mujeres, Gómez Valderrama retrata con viva simpatía a dos grandes amores de dos héroes a la altura del arte (Manuela Sáenz y María Walewska). “El mundo existe para llegar a un libro”, decía Mallarmé; los libros existen para llegar a un libro, creo que diría Gómez Valderrama. La Historia modificada que él cuenta en sus historias crea al mundo una nueva Historia. Si Schwob escribió unas vidas imaginarias, las de Gómez Valderrama son, como hizo notar su hijo Pedro Alejo Gómez, vidas probables. Gómez Valderrama supo que nuestro examen diario de la realidad se basa en hipótesis, deducciones e invenciones más que en certezas y verdades, y eso lo aplicó, con manos diestras, en cuentos que parecen trajes impecablemente diseñados. Tuvo en sus libros algo que a todo lector complace: el don de agradar. Es un acto de justicia decir que fue uno de los cuentistas mayores de lengua española del siglo xx
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Notas 1 Para Gómez Valderrama era: “la novela más perfecta que he leído: novela, ballet, comedia, historia”. 2 Sin la fervorosa lectura de Stendhal y Borges –tengo pocas dudas– las vías literarias de PgV habrían seguido vías muy distintas.
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La crisis del individuo y
POSMODER
EL TR
Mario CaMpuzano EN SUS INICIOS, MUY ANTERIORES AL AMOR ROMÁNTICO, EL MATRIMONIO FUE SÓLO ALIANZA DE LINAJES. LAS EXIGENCIAS DE DIÁLOGO VERBAL, AFECTIVO Y GENITAL VINIERON BASTANTE DESPUÉS.
E
Postal vintage
l triángulo amoroso aparece a partir de la monogamia. Formas matrimoniales distintas no dan lugar a esta posibilidad. En la Europa medieval y renacentista, las relaciones extramaritales eran lo habitual en las clases acomodadas, de ahí la tolerancia y hasta estímulo que la cultura occidental ha dado a la infidelidad masculina. De manera similar, los hombres en las clases altas del México prehispánico tenían derecho a la poligamia, situación que, apenas encubierta, mantuvieron muchos españoles, aprovechando las ventajas de ser los conquistadores de los pueblos indios, situación que ha dado lugar a marcadas diferencias en la frecuencia y aceptación social de la infidelidad masculina en comparación con la infidelidad femenina. Peggy Vaughan, quien ha abordado el tema de los amoríos extramaritales (El mito de la monogamia), no duda en considerar un mito a la monogamia al destacar que cálculos conservadores establecen que sesenta por ciento de los hombres y cuarenta por ciento de las mujeres (en Estados Unidos) han tenido alguna relación extramatrimonial. Revisa las estadísticas desde los informes de Kinsey, en los años cuarenta, en donde cincuenta por ciento de los hombres mencionan haber tenido relaciones extramaritales, hasta investigaciones recientes que muestran cifras más altas y tendencias crecientes tanto en hombres como en mujeres. También destaca la influencia de la sociedad para la presentación de este fenómeno, así como la devasta-
ción emocional que puede producirse en el cónyuge afectado al saberlo y tratar de comprenderlo. Henry V . Dicks, el psicoanalista inglés que iniciara la práctica de las terapias conjuntas de pareja desde el enfoque kleiniano (Marital Tensions. Clinical Studies Towards a Psychological Theory of Interaction), establece como principio básico que la relación extramarital como “puesta en acto” de un conflicto conyugal sólo es comprensible a la luz de la dinámica total de la relación de pareja, y propone una clasificación de “infidelidad benigna” e “infidelidad maligna”. En la modalidad benigna, el tercero ocupa el lugar de un objeto transicional “que tiene el papel nada envidiable de ser usado por la diada para sus propios propósitos profundos, para luego desaparecer sin traza en su posterior historia”. La complicidad consciente o inconsciente del cónyuge es lo usual en estos casos, así como la función equilibrante o compensatoria del tercero(a) para la diada. Esta necesidad de apoyo mediante un tercero para el individuo o la diada podría explicar la frecuencia de los amoríos extramaritales que ya se mencionó. En cambio, en la modalidad maligna el tercero cumple una función de agresión, devaluación y rechazo encaminados al sometimiento descalificador o separación del cónyuge. En lugar de la culpa y los sentimientos reparatorios en relación con la transgresión de las fronteras diádicas, que se da en el primer caso, aquí aparece la insensibilidad e indiferencia ante el cónyuge herido. La infidelidad es un arma más para agredirlo y/o enloquecerlo. Jürg Willi, un psicoterapeuta de parejas suizo (La pareja humana: relación y conflicto), por su parte, aborda la variación histórica de la posición ideológica de los terapeutas, en el ámbito europeo, en los siguientes términos: Los psicoterapeutas se esfuerzan fundamentalmente en adoptar una actitud imparcial y dejan al arbitrio del matrimonio que intenten acomodarse a ese amorío extraconyugal, o quieran disolver su matrimonio, o deban abandonar dicha relación extramatrimonial. Pero en la literatura psicoterapéutica llama la atención cómo se va dibujando un cambio en las ideas de valor de los terapeutas. Todavía hace pocos años, cuando alguno no se mostraba apto para una relación bipersonal estable y duradera, sino que se lanzaba a relaciones fuera del matrimonio, inmediatamente se le achacaba incapacidad neurótica para el compromiso estable, temor a la intimidad o afán de afirmación fálica... Hoy se puede apreciar una tendencia a la inversa. La pretensión de fidelidad conyugal es para algunos sospechosa de neurosis. Se ponen los celos en conexión con deseos infantiles de dependencia, miedo a la separación, deseo de
posesión, etc., y son motivo para un tratamiento psicoterapéutico.
Este es un campo polémico y de entrecruzamiento de valores que abarca tanto a pacientes como a terapeutas, y que no está de ninguna manera resuelto a pesar de que las relaciones extraconyugales son un motivo frecuente de consulta psicoterapéutica individual o de pareja.
otra forMa de expresión de la fiJaCión a la etapa edípiCa es la de aquellos indiViduos que BusCan, reiteratiVaMente, quedar inCluidos en situaCiones triangulares .
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y la pareja en la
RNIDAD:
RIÁNGULO AMOROSO
LA RELACIÓN TRIANGULAR EN LA PERSPECTIVA SISTÉMICA Y PSICOANALÍTICA
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l concepto de relación triangular o triangulación aparece desde las primeras épocas de la aplicación de la teoría general de los sistemas al diagnóstico y tratamiento de parejas y familias. Se inicia con los primeros autores de este enfoque, como Bowen (1966) y Jackson (1967) e implica el concepto de que el proceso emocional en cualquier diada es inestable y frecuentemente busca equilibrarse, sin enfrentar la necesidad de cambios, mediante una relación triangular. Desde la perspectiva sistémica sería una modalidad de “evitación del conflicto”, y desde la perspectiva psicoanalítica sería una modalidad de defensa interpersonal de tipo fóbico. En esta visión sistémica, y en un sentido amplio, la relación triangular busca diluir la tensión entre los cónyuges y crear un nuevo lugar a donde pueden desplazar su conflicto, ya sea la triangulación con los hijos, con diversos miembros de las familias de origen, con personajes extrafamiliares del vecindario o el trabajo, o con affairs extramaritales. En todos los casos, así encubra o intensifique el conflicto marital, el triángulo busca reducir el nivel de angustia e incomodidad del cónyuge actuante mediante la externalización del proceso.
Anton Nickson, Ménage à trois. Fuente: sunwalked.wordpress.com
En el caso del triángulo amoroso, algunas veces la situación puede calmar el malestar de un cónyuge y estabilizar a la pareja temporalmente hasta que se recupera el equilibrio de la diada. En otras ocasiones acentúa el conflicto marital al punto que la función equilibrante del triángulo es insuficiente, o se descubre el triángulo produciendo una crisis que, en los casos positivos, puede ayudar a la pareja a enfrentar los conflictos evitados. En otras parejas el triángulo es insuficiente para equilibrarlos y pueden llegar a psicoterapia por otros motivos y aparecer ahí el affair explícito o como secreto compartido con el terapeuta. Guerin y colaboradores (The Evaluation and Treat ment of Marital Conflict. A FourStage Approachse) plantean un trabajo focalizado en tres pasos cuando el triángulo es explícito: 1. Sistematizar la comprensión del affair trabajando la parte que cada cónyuge juega en el proceso. 2. Incluir la interacción de la pareja, no sólo la participación del que está teniendo o tuvo la relación extramarital, sino también la del otro cónyuge. 3. Restablecer la confianza y la verdad en la relación marital.
El enfoque de Guerin, como se aprecia, no es sistémico “puro”, sino combinado ampliamente con conceptos psicodinámicos y se encuentra bastante cerca de la perspectiva de un autor psicoanalítico como Dicks (citado previamente) en cuanto toma en consideración la función de apoyo del triángulo, sea para equilibrar y mantener la relación marital o para atacarla y destruirla. Un elemento diagnóstico de gran importancia tiene que ver con el tipo de estructura caracterológica, preedípica o edípica, que subyace en cada individuo de la pareja. En las estructuras preedípicas, más inmaduras, la cercanía con el estado original de simbiosis con la madre hace que predominen las defensas interpersonales sobre las intrapsíquicas, dando lugar a frecuentes actuaciones, lo cual favorecerá la instalación de triangulaciones defensivas.
Pero aun en los caracteres edípicos o neuróticos, que tienen predominio de defensas intrapsíquicas evolucionadas del tipo de la represión, el triángulo extramarital implica una defensa fóbica, evitativa, de la cercanía afectiva, de la insatisfacción sexual, del compromiso adulto, de la lucha por el poder en la pareja, o de la agresión no destructiva necesaria para enfrentar los conflictos relacionales.
FACTORES INDIVIDUALES Y SOCIALES
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ay que recordar que el matrimonio fue una alianza de linajes en el que con frecuencia ni siquiera se solicitaba el consentimiento de los cónyuges. Es hasta la Edad Moderna que aparece la novedad cultural del amor romántico y de ahí una exigencia inédita: la de la elección y mantenimiento de la pareja por amor, a lo cual se agrega la exigencia contemporánea de la satisfacción sexual mutua. Ambas cosas, por supuesto, demandan a las parejas una gran capacidad de diálogo verbal, afectivo y genital que muchas no están en condiciones de alcanzar y que, en ocasiones, llevan a buscar su compensación por medio de relaciones extramaritales. Veamos un ejemplo prototípico:
RELACIONES EXTRAMARITALES DEFENSIVAS Y COMPENSATORIAS
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osé y Elena forman una pareja de profesionales de edad media, con varios años de casados. Tienen un pequeño hijo. Ella no trabaja y él pasa mucho tiempo en un trabajo absorbente que lo va distanciando de su pareja y familia. Ella compensa esas ausencias con un mayor apego a su familia de origen y con actividades religiosas. En estas condiciones pierden capacidad de comunicación y vinculación; la sexualidad escasea cada vez más. Él lo resiente, pero se siente muy satisfecho con el clima familiar, de manera que, sin mayor escándalo, lo compensa mediante la recuperación del contacto con antiguas amantes con las cuales tiene relaciones sexuales cuidadosamente sigue
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reguladas para que no le causen conflictos con su esposa. El arreglo funciona bien durante varios años aunque se incrementan las fricciones de la pareja, para culminar en su separación, cuando él conoce y se enamora de otra mujer que cubre las necesidades pasionales perdidas en la relación marital. La función equilibrante de los terceros llegó así a su límite. Este ejemplo muestra los esfuerzos compensatorios conscientes ante la insatisfacción sexual con la pareja conyugal mediante la utilización de relaciones extramaritales, así como las determinaciones inconscientes. Esas determinaciones de las relaciones extramaritales tienen características diversas de acuerdo con el propósito inconsciente. En ocasiones es la alternativa que se toma para evitar o disminuir la relación afectiva profunda con otro ser humano. Esta relación se desea, pero simultánea y contradictoriamente, se teme. Se vive como “atrapante” y esto da lugar a un miedo a la cercanía afectiva que a veces también se expresa en distancia física y sexual. Las relaciones extramatrimoniales se vuelven el calmante momentáneo de esta ansiedad de atrapamiento y proporcionan una ilusión de libertad irrestricta. Esto sucede cuando el proceso de separación-individuación cursó con dificultades, cuando persisten impulsos a la dependencia infantil tenida con la madre que son fuertemente rechazados por el individuo adulto. Un ejemplo literario sería el de Tomás, el cirujano, en la obra de Milán Kundera La insoportable levedad del ser. La lucha interna entre el temor al atrapamiento y la búsqueda de la cercanía amorosa se expresa en la dinámica entre espacios compartidos (con cercanía afectiva) y espacios individuales (de diferenciación personal). Los extremos psicopatológicos son el aislamiento individual (esquizoide, fóbico, obsesivo, paranoide) y la adhesividad simbiótica. El desafío, para todos, es la posibilidad dinámica de poder entrar y salir de los espacios compartidos, poder unirse y disfrutar la temporal sensación de fusión y poder recuperar la individualidad para disfrutar la soledad y el trabajo. Otro caso es el de los individuos inmaduros e infantiles cuyo temor no es a la cercanía sino a la responsabilidad y el compromiso. Superficializar y multiplicar las relaciones se vuelve, así, la manera de evitar el amenazante compromiso adulto con una pareja. En estos casos lo que hay que resolver es la inmadurez de fondo y, naturalmente, no se pueden esperar resultados a corto plazo. Muchos de ellos son de mal pronóstico o no analizables. Los caracteres narcisistas pueden caer en ciertas figuras repetidas como el solterón, el incasable, el aventurero, el de múltiples divorcios, etcétera. Muchos de ellos (o ellas) tienen la necesidad compulsiva de mantener siempre otras relaciones paralelas como una defensa para regular la entrega exclusiva y como una red de seguridad ante la posibilidad de la separación. No suelen tener sensación de conflicto respecto a esta situación.
La conflictiva edípica, potenciada por el énfasis cultural y religioso de la maternidad sobre (y contra) la sexualidad, suele distinguir a la madre edípica, idealizada y “pura”, de la preedípica, denigrada pero pasional y atractiva. La dificultad de algunos hombres y mujeres para mantener relaciones sexuales placenteras en el hogar conyugal suele venir de ahí, quedando el sexo sólo al servicio de la procreación. Pasar de la disociación a la integración en estos casos no es fácil, aun bajo un buen tratamiento psicoanalítico. Otra forma de expresión de la fijación a la etapa edípica es la de aquellos individuos que buscan, reiterativamente, quedar incluidos en situaciones triangulares. Las mujeres (u hombres) que más les atraen
Colección de fotos de humor de la revista LIFE. Fuente: taringa.net
otras relaCiones iMpliCan la Búsqueda de reaseguraMiento ante una Crisis en la pareJa .
en lugar de enfrentar el proBleMa adentro se BusCa el reaseguraMiento afuera . son los que ya tienen novio o esposo (o cuando menos tienen una intensa relación con su padre), a fin de recrear la situación de rivalidad edípica de la cual no pueden desprenderse. Pueden agregarse tendencias masoquistas que se expresan, por ejemplo, a través de la búsqueda del relato detallado de las relaciones amorosas y sexuales que la pareja ha tenido previamente, a fin de atormentarse (y excitarse) con lo sucedido en ellas. O también mediante celos y temores de que lleguen a tener amantes, de que la pareja “les engañe” con otro hombre o mujer, lo cual, inconscientemente, se está buscando inducir.
EL LENGUAJE FIGURATIVO, DRAMATIZADO, DEL TRIÁNGULO AMOROSO
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demás de los factores estructurales relacionados con la historia de los sujetos, la presencia del triángulo amoroso suele tener un significado actual, un sentido comunicacional y vincular desde la relación de pareja que debe tratar de conocerse. Hay que preguntarse: ¿qué dice esa triangulación para los implicados y, sobre todo, para la pareja estable? Puede ser un aviso, una rebeldía, una terminación encubierta, una compensación, etcétera. Esa comunicación no se expresa solamente en lenguaje verbal y preverbal, ampliamente conocidos, sino también en el tercer lenguaje propio de las agrupaciones: el lenguaje figurativo o de dramatización espontánea. Como la comunicación figurativa es un concepto relativamente reciente del psicoanálisis grupal, es todavía poco conocido aún entre los grupólogos y desconocido por los psicoanalistas individuales. En este campo el concepto que se le acerca, aunque tiene un recorte limitado, es el de acting out, o sea, la puesta en acto, inconsciente, de un conflicto psíquico. Un ejemplo frecuente de esta comunicación figurativa mediante el triángulo amoroso sería el de aquellos hombres que inician relaciones con otra mujer de manera obvia a fin de que sus esposas se den cuenta, lo cual suele pasar a partir de que ellas inician actividades individuales como retomar estudios o trabajo. El mensaje que busca comunicarse en este lenguaje de los actos es claro: “Necesito ser más atendido, más amado, más consentido”, situación que suele correlacionarse con una historia de vida donde permanecen intensas necesidades infantiles de atención. Otras relaciones implican la búsqueda de reaseguramiento ante una crisis en la pareja. En lugar de enfrentar el problema adentro se busca el reaseguramiento afuera. Una situación frecuente de crisis en las parejas es, por eso, la dificultad, en hombres y mujeres, de separarse de la familia de origen para asumir la nueva condición de vida en pareja y familia. Otra situación de conflicto, más frecuente en los hombres, es la pretensión de continuar el estilo de vida de soltero cuando ya se ha pasado a una nueva etapa. Una relación extramarital también puede ser una manera de agredir o de hacer un ejercicio táctico de poder contra el cónyuge. Aunque por las razones sociohistóricas mencionadas las relaciones extramaritales se dan más frecuentemente entre los hombres, también se dan entre las mujeres y tienen determinantes inconscientes y conscientes semejantes. La frecuencia de relaciones extramaritales entre ellas tiende a aumentar conforme se logra mayor igualdad entre los géneros y se acentúa actualmente por la promoción del individualismo y narcisismo en la cultura posmoderna
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LEER
Jornada Semanal • Número 1125 • 25 de septiembre de 2016
Afecciones desordenadas, Nylsa Martínez, Editorial Artificios, México, 2016.
LAS FRONTERAS INEVITABLES RICARDO GUZMÁN
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uienes viven en la frontera norte del país saben que la geográfica no es la única línea que deben cruzar tarde o temprano. Nylsa Martínez (Mexicali, 1979) lo desarrolla en este cuentario donde pronto se advierte que esa frontera entre los países ni es la única, ni es la menos complicada. En “Y todo por la Zuly” estamos en la frontera de la sobrevivencia, contra la autodestrucción. Nicolás fue novio de Zuly, la hija de un narco capaz de construir túneles para pasar droga, a la que no trató muy bien y cuyo acoso ahora sufre. En medio de los enfrentamientos de exnovios enojados, él descubre un túnel y le toma fotografías. Como es de esperarse, recibe una fuerte reprimenda que lo manda semanas al hospital. Más que la anécdota, son los personajes los que sostienen la trama: él es un temerario que se enfrenta a quien sea, ella una prepotente que sabe cómo son las correlaciones de poder en el norte de los narcos. Lo mismo sucede en “Mariana Wong y Marco Aurelio Beltrán”. Los habitantes del norte, y de cualquier lugar donde el narcotráfico sea cosa común, tarde o temprano tendrán que enfrentar la disyuntiva de socializar o no con los narcos d e segunda o tercera generación, generalmente más instruidos que los de la primera tanda y claramente más adaptados a una sociedad que trata de distinguir a los delincuentes del resto de la población. En el texto, ella es hija de una familia de trabajadores y esforzados inmigrantes, mientras que él es parte de una familia con renombrado apellido inexcusablemente narco. Los padres de ella se oponen y ella argumenta que él es distinto, que estudia y trabaja en negocios legales. Hasta que primero la muerte del hermano de ella y luego del novio la vuelven a la realidad en la que cualquier contacto con los delincuentes, incluso indirecto, pone en riesgo la integridad propia y de quienes la rodean. Quizá una de las fronteras más discutibles, pues cierto es que algunos parientes no tienen ninguna relación con la ilicitud de los negocios, pero la amenaza siempre es real. En “Hojas de taquigrafía verde” la frontera es con la historia de la propia Mexicali, donde un negocio de boliche puede guardar secretos terri-
bles, como la existencia de integrantes de las logias masónicas capaces de cometer asesinatos y permanecer ocultos por décadas, o al menos eso piensa el personaje. También se cruza la línea de la remembranza y su significado: hasta dónde puede evocar el pasado el negocio de boliche donde se supone que se han cometido ilegalidades. En “Los afectos desordenados” estamos ante una peculiar frontera: la geográfica del estado, cualquier estado. Como si las regiones de la propia entidad fueran lugares inaccesibles a los residentes y vecinos. Unas dunas, unas montañas, un lago o un largo trayecto, pueden separar las áreas habitadas de otros lugares donde el pasado acecha en forma de pergaminos antiguos o de cadáveres presuntamente anteriores a la fundación de Mexicali. Un libro de cuentos disfrutable que transporta a escenarios y percepciones del norte genuino •
El aprendizaje del escritor, Jorge Luis Borges, Lumen, México, 2016.
LA VOZ QUE NOS PERSIGUE ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ
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on acierto, con su inveterada, displicente ironía, Borges habla en ciertos seminarios típicamente estadunidenses sobre tres temas que no pueden ser más generales: la ficción, la poesía y la traducción. Su interlocutor (múltiple) es el alumnado del programa de escritura de la Universidad de Columbia. El momento, la primavera de 1971. El solapado palero, su traductor al inglés, un hombre cuyo híbrido nombre casi confirma su oficio de trasvasamientos: Norman Thomas di Giovanni. Lo que preguntan los estudiantes apenas esconde su alelada adulación; la transcripción de las charlas es cruenta: deja correr la cinta más de la cuenta, registra devotamente hasta los célebres estornudos del escritor argentino, siempre con el afán de “preservar el sabor de las ocasiones reales”, flaco favor similar al de los discos en vivo, donde aplausos y discursos orales ininteligibles corren a parejas con la siempre difícil acústica del aire libre. Y sin embargo, se puede escuchar a Borges en su tinta, a gusto entre lectores y profesores, atizando de pronto perogrulladas con tan buen tino que, sin dejar de ser eficaces lugares comunes, se disfrazan de lecciones modestas, atisbos inocentes de un alma que toca fácilmente las esencias con la vara de la ironía: “Lo que una gran universidad debería ofrecer a un joven escritor”, espeta a los académicos y autoridades de Columbia en el coctel que cerró su estancia en la institución, “es precisamente eso, conversación, discusión, el arte del acuerdo y, lo que acaso es más importante, el arte del desacuer-
En nuestro próximo número
do.” Esa precisa palabra, discusión, es una voz que Borges ha privilegiado como título de uno de sus libros, acaso intentando rescatarla de su torpe sentido coloquial e inmediato de “pleito” o “desavenencia”, cuando fulgura como una actividad plenamente humana en los ámbitos de la convivencia pacífica, donde el duelo de las ideas no implica el de los ánimos o los cuerpos. Y eso es lo que fue a hacer Borges frente a los estudiantes de Estados Unidos: conversar, confrontar ideas de la literatura y el arte, exponer su infinito don de polemizar para espolear el metódico caballo de la duda. Los temas de las pláticas son los que atañen directamente a su tarea de escritor: la ficción narrativa, el poema, la escritura que se va develando como prosa o verso conforme avanza el trabajo a cincel con el lenguaje. Sus observaciones sobre la traducción son certeras y van bien cobijadas por lo que su propio traductor complementa y ejemplifica; y sin embargo, Borges fue un espléndido poeta y cuentista pero un traductor que se dejó seducir por la superstición de seguir siendo Borges a la hora de enfrentar los textos de otros. Basta leer sus versiones de La metamorfosis de Kafka o el Orlando de Virginia Woolf para espantarse, empantanarse con la idea de que estamos leyendo más a Borges que los textos originales: sin duda el escritor argentino no pudo evitar ser él mismo para ser el otro y tal comunión, plena de sugerencias en el plano narrativo, no es sino una fatal, fantasmal intromisión cuando se trata de trasladar un texto con cierta transparencia. En sus numerosas conversaciones, Borges siempre dijo lo mismo y siempre pareció que era diferente o nuevo o irrepetible lo que decía: en el fondo, confiaba en nuestra capacidad de olvidar su sentencioso estilo. Y aunque El aprendizaje del escritor fue publicado en inglés dos años después del encuentro, en 1973, sólo hasta ahora aparece la traducción al español. Buena ocasión para confirmar la idea de Quevedo, quizá el poeta más ampliamente elogiado por Borges, con aquella idea de que no se trata sólo de un escritor sino de una literatura: nada mejor que la “conversación con los difuntos”, con “las grandes almas que la muerte ausenta” y que, a través de los libros, “enmiendan o fecundan” nuestros asuntos. Escuchar con los ojos a Borges, para seguir diciéndolo a la manera de Quevedo, es refrendar una devoción que parece lejos de claudicar •
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La Jornada Semanal
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COLOMBIA, 2016: literatura y arte para la paz
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
25 de septiembre de 2016 • Número 1125 • Jornada Semanal
Francisco Torres Córdova
Ricardo Venegas ricardovenegas_2000@yahoo.com
Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Sobre leyes Una noche de luna llena, don Atanasio Argúndez y Ávila, aquel juez que creía en la justicia y no en las leyes, despertó insomne a las tres de la mañana. La isla vivía en un estado de violencia y de desorden crecientes; la corrupción y la ineptitud de los funcionarios habían dado lugar a escándalos nunca antes vistos. Tomó asiento en el comedor y comenzó a escribir un artículo para La Voz de la Costa:“La política es una extensión de la ética. Si los gobernantes son honestos, sinceros, incapaces de simular, ¿cómo podría atreverse nadie a cometer ningún delito? El buen gobierno, la tranquilidad y la prosperidad de una sociedad son asunto de la formación y las costumbres de los ciudadanos, no de las leyes, que los mueven a encontrar modos de burlarlas; los hacen astutos y tramposos...” Lo leyó, acongojado porque sabía que no se lo iban a publicar. No se detuvo, sin embargo. Cuando terminó, regresó a la cama seguro de que ahora podría dormir •
Ricardo Yáñez DE PASO Pérez Martínez Sesentaiséis años no son nada, parece decir la figura de mi interlocutor, o sí: que ha dedicado más de la mitad de su vida a promover el arte de su estado, Oaxaca, en su propia entidad, y en el país y el extranjero. Pablo se llama, como su pueblo, de apellido o denominación original Macuiltianguis, con más de quinientos años de historia. Su orgullo, grano de arena para él indisoluble, promover la cultura: México es rico, afirma, y podrán acabarse el petróleo, la madera, la minería… pero si defendemos y promovemos la cultura como se debe, desde todos los ángulos, nuestra cultura perdurará. Atiende en la Condesa y Santa Fe, Ciudad de México (Art Sol Montealbán), y ha abierto espacios a la obra de Alejandro Santiago, Rubén Leyva, Nicéforo Urdieta, Crispín Valladares y Leovigildo Martínez, entre muchos otros. ¿Qué quería ser de niño? Nunca pensó. Proviene, explica, de una familia muy humilde en una comunidad muy triste, carente de muchas cosas, y lo que le preocupaba era cómo conseguir pa’ comer •
bitácora bifronte
ftorrescordova@gmail.com
monólogos compartidos
El destino dobló la esquina
Cuarenta y tres por veinticuatro
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n la obra de Ivo Quallenberg el sentido de la vida está continuamente en juego, y el azar, cuando interviene, parece decantar sus historias. Su más reciente novela, El destino dobló la esquina (Ediciones Eternos Malabares, 2016), lo consigna. A pesar de que los personajes buscan siempre resolver su existencia, sus insalvables obsesiones los enceguecen, a tal punto que se hunden todavía más en la zozobra; pareciera recordarnos al más puro Kavafis cuando dice: “No hay camino para ti, al arruinar tu vida en este pequeño rincón del mundo la has arruinado en toda la tierra”. En otro ángulo está el humor del que hace uso Quallenberg, por más trágica que sea la realidad del personaje, el tono del narrador siempre se acerca al lector con el aliento que proporciona la ironía, el lenguaje de la inteligencia y la imaginación: “A mí me parece que, lejos de igualarse con los míticos ladrones de antaño, el Vengador Anónimo se asemeja a los superhéroes de las tiras cómicas. Nos la vemos con el émulo de Fantomas, con la epifanía de El Zorro, el esplendor de Kalimán, la singularidad de El Santo o la globalización de Spiderman. Estamos ante la carne cósmica de un hijo de Kriptón, ante la efigie gótica de un niño que creció murciélago, la de un ser invulnerable que extrae sus códigos de justicia de la Constitución Americana, la de un héroe que hace cosas peligrosas para que nada cambie, la de quien crece con la determinación de ayudar a las viejecitas a cruzar la calle para ganarse la pañoleta Scout.” Literatura que no ha buscado adelgazar la realidad para miti ficarla, la de Ivo Quallenberg es una escritura que busca la orientación vital de sus personajes. En esta novela el lector encontrará a sus amigos y a sus enemigos, el camino al descenso en el que se conocen las aptitudes de cada quien o, ¿en dónde podría ser más genuino el retrato de un hombre?: “Como sea: ¿Los asesinos aman cuando matan?" Quizás sí. Quizás, como todo mundo, el homo homicida sienta las mismas ganas de amar que de matar, o, al límite, de amar matando. Quizás la diferencia estribe en una cuestión de grados, lo cual para nada le cancelaría el atributo de sentir lo que todo mundo siente. Sea pues. Los asesinos tienen su corazoncito. ¿Y qué hay con ello? No gran cosa. ¡Quién va a extraer un machote a partir de tamaña abstracción!” Ivo Quallenberg nació en Ciudad de México y radica en Cuernavaca desde hace varios años, es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma Metropolitana y cursó la maestría en filosofía en la Universidad de Barcelona y la maestría de sociología en la New School for Social Research. Trabajó en diversas instituciones públicas, tales como el Centro de Educación para Adultos, el Fondo Nacional para Actividades Sociales y el Museo de Culturas Populares, además de haber participado en diversos proyectos de investigación social de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre sus libros figura Diario de los años muertos (2013) •
einticuatro meses la habitación vacía. La cama tendida desde el día siguiente acaso y lisa y fría desde entonces. En la pequeña sala, la fotografía de credencial hecha pancarta, el rostro fijo, detenida su frescura, mirando de frente entonces todavía a lo posible y ahora tanto más hacia la nada. En la mesita de la cocina, la silla que era su lugar, sólido y nudoso su vacío. Colgada en el armario la misma ropa, limpia, sin uso nuevo ni desuso en la memoria. El cajón de la cómoda cerrado, los cuadernos cerrados, los libros cerrados, la ventana abierta al patio. Y el patio a mediodía igual que a media noche, quebrados sus ecos y reflejos. Dentro de la casa a toda hora el tajo de la ausencia, su incesante mordida diminuta que cierra el aire en los pulmones y al caer la tarde deja por encima y por debajo y los rincones de las cosas su tizne indeleble de silencio, su violencia.Y afuera otra, la que engrosa foja a foja el expediente del muchacho si lo tiene, y otra más que de inmediato agrega, omite, pierde o mezcla señas y datos, que dice y contradice y adultera y no resuelve y tampoco da razón de dónde y cómo y mucho menos de por qué. Esa violencia y otra más que apuesta minuciosa a la desidia, al fastidio y la tardanza, y somete la verdad a los dobleces del absurdo y a la historia muy pronto le propone sin reserva, que es mal velada indiferencia, un olvido simple y llano –dar vuelta a la página, superar el dolor, dice, cuarenta y tres veces y una más a punto siempre, de perder un hijo. Y otra, muy cerca, casi consanguíneos sus alientos, impasible, blanca y espaciosa su finca en la colina, tan firme y complacida la altura de sus muros que se otorga generosa una disculpa, muy solemne el tono y suavemente ribeteado de sonrisa, orondo por tamaña innecesaria bonhomía. Mientras, en la casa el silencio no se mueve. Tampoco el tiempo en los ojos del rostro en la pancarta. Ahí,en el otro mapa del país que a lo largo del día y a lo ancho de la noche se rasga, se vende y se traiciona, pasan a tirar la puerta por su cuota, su tajada de alma, las ya infalibles violencias cotidianas en el cuerpo cada una con sus armas. Las de fuego, hierro y plomo que apilan ojos y rodillas, uñas, dentaduras y talones y las sílabas dipersas de sus nombres y apellidos en zanjas o agujeros secretos y oficiales, las de letra grande y apretada de reformas y leyes que administran satisfechas la miseria, las que así calculan y se pactan pingües presupuestos, las que asfixian horizontes y futuros con el miedo y la carencia, las ruidosas que aturden la conciencia con sus famas, luces y concursos estelares, premios, promesas y espejitos, y la estólida y gomosa que insiste a toda costa en la mentira y la torpeza y manotea en el aire su raquítica elocuencia, todas concentradas sin fisuras en el qué de su propósito, y porque siempre hay modo, sin importar siquiera un poco el cómo, ávidas y ansiosas sólo por el cuánto de provecho latente en la entraña de las cosas de este mundo o del que sea. Mientras, la casa en las orillas centra los meses veinticuatro que se suman, desde la cama lisa y fría, desde el rostro que acendra en la pancarta su frescura, desde el patio que fermenta su silencio, y levanta su tiempo de vigilia para todos, lleno, sin olvido •
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........ ARTE Y PENSAMIENTO
Número 1125 • 25 de septiembre de 2016
Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com
David Hevia, las polifonías de la lengua
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AVID HEVIA TRADUCE en un ejercicio de libérrima escritura a Schiller. Intriga y amor pone en escena, a lo largo de casi tres horas, uno de los textos más apasionantes y actuales de un dramaturgo que suena mucho entre nosotros y se lee poco debido a la diversidad de traducciones en casas editoriales inconseguibles auspiciadas por el gobierno alemán, un clásico en Alemania a la altura de Goethe, con la implicación que tiene traducir, leer y analizar su obra. Hay que decir desde ahora que es un montaje auspiciado por la Compañía Nacional de Teatro, convertida ya en una fascinante caja de herramientas para entender buena parte de nuestro teatro (Proyecto Luisa Josefina Hernández, Proyecto Leñero, Proyecto Garro) y del teatro clásico que forma parte del Patrimonio Universal del Teatro, como De Tavira ha titulado este repertorio fundamental. En manos de la cnt este montaje permite el despliegue enorme de recursos. Por más recortada y perseguida que esté la Compañía, esta no es una producción como las que se presentan en los espacios independientes, de hambruna y carencia. Tiene todo como para volverse locos a la hora de un estreno como el que tuve oportunidad de ver para esta obra –que sólo estará hasta el 2 de octubre en el Teatro de las Artes–, enorme y lleno el pasado 17 de septiembre. Como en todo estreno, el gran buque semeja una balsa poderosa con una enorme tripulación que sólo consigue lugar si se mantiene de pie. Da la impresión de que Hevia tiene a gran parte de los actores y casi a la Compañía de su lado, aunque las apuestas son evidentes. No es un ejército sobre el escenario: la obra presenta un puñado de caracteres y símbolos representados por
LA OTRA ESCENA actores de una gran solvencia y capacidad de ofrecer esa conjunción de verdad e interpretación sobre sus personajes, que han logrado habitar como es el caso de Rodrigo Alonso (Ferdinand), Juan Carlos Remolina (Miller) y Laura Padilla (Frau Miller). También hay nuevos valores en la agrupación, que se tropiezan con sus dicciones, cuyos corazones todavía están separados de esas palabras cargadas de filosofía y poesía. También sus cuerpos lo están, y por momentos corren sobre la escena y el escenario con torpeza para ubicarse en sus lugares y declarar, desde algún punto, el parlamento asignado. Tampoco se trata de un musical como Cats o El Rey León para exigirle la sincronicidad que hace pedazos al intérprete, como el gran público lo entendió cuando vio en la película Fama el lloriqueo alienado de esa tiranía comercial tras bambalinas. Aquí no hay esa precisión, aunque sería deseable un ajuste porque el trabajo de los músicos en escena (los grandes animadores del montaje) da para
eso y para proponer un juego alternativo al que formulan esas horrendas homogeneidades pavlovianamente precisas y estériles del teatro empresarial. Hay que decir los nombres de esos músicos mexicanos que, en general, cada vez se apropian más de un lenguaje escénico: Alfonso Figueroa (bajo), Patricio Iglesias (poderosa batería) y Tótem (guitarra). Aunque falta apretar muchas tuercas, la idea de Hevia es fresca, poderosa, inteligente. Hevia es uno de los directores más importantes de la escena mexicana y posee como pocos la fuerza de la literatura, la filosofía y el espíritu bífido de esa lengua alemana que enriquece y que lo enriquece. Para quien sepa un poco de él, ya no será necesario decirle que ha trabajado (como se anota sugerentemente en el programa) con tres estupendos directores, distintos pero de innegable trascendencia: Gurrola el primero, David Olguín y Martín Acosta. Para captar el entendimiento de Hevia hay que saber que de 1992 a 2001 formó parte del elenco estable de la compañía alemana Theater an der Ruhr, donde francamente se ocuparon de los grandes clásicos antiguos y modernos con enorme rigor. Recuerdo con gran emoción su montaje Kant en altamar, de Thomas Bernhard, otra germanía aleccionadora para la escena y la literatura. Hevia introduce una cita de Rudiger Safranski, uno de los estudiosos más notables de la cultura romántica desde Goethe hasta Nietzsche:“La pregunta no sólo es si un mundo corrupto puede destruir el amor, sino también la de si no es el amor mismo el que contribuye a la corrupción del mundo, en la medida en que exige que el otro sea su propiedad exclusiva.” La clave borgeana de la obra: “A través de estos personajes intervengo una época por la que hemos sido intervenidos y definidos por los usos y costumbres de la modernidad…” •
Escena de Intriga y amor
Alonso Arreola @LabAlonso
Ara Malikian, un violín para curar al mundo
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O QUE EL PÓSTER no deja ver, más allá de la melena afro y la barba rala, son los múltiples tatuajes, los jeans desgastados, la camiseta sin mangas, el chaleco viejo, la chaqueta de corte militar, las botas urbanas… el pirotécnico y colorido ajuar que ha lucido por los escenarios más variopintos del mundo. Lo que tampoco deja ver, desde luego, es el gigantesco manar de culturas y paisajes que vive entre sus parietales. Lo que sí: el violín que yace despedazado en sus manos. Un acierto si pensamos en el título del concierto (Música clásica y no clásica), y si entendemos que Malikian lleva el instrumento a extremos insospechados, ya sea por virtuosismo, expresividad o selección de repertorio. Efectivamente, mirando la publicidad es difícil prefigurar lo que pasará en la Alhóndiga de Granaditas el próximo 8 de octubre (Festival Cervantino), en el Auditorio Telmex de Guadalajara el día 13, en el Teatro Nazas de Torreón el 14, o en el Festival Revueltas de Durango el 16. Lo cierto es que el grupo de Malikian podría, además de presentar respetos obligados a Paganini, Vivaldi y Bach, abordar piezas como “Paranoid Android”, de Radiohead;“Kashmir”, de Led Zeppelin, o “Zyriab”, de Paco de Lucía. Sí, leyó bien lectora, lector. Estamos ante un músico global que manipula cómodamente el cruce tiempo-espacio diluyendo fronteras geográficas, históricas o estéticas. En él opera equilibradamente la fórmula de quien desea llegar a las masas luego de obtener reconocimiento especializado, apostando siempre por composiciones de alto valor formal y técnico. Algo más que notamos en el mentado póster, por cierto, es el número 15. Se trata del nombre que Malakian puso al disco doble y dvd con el cual celebra tres lustros viviendo en España. Grabado en vivo en el Teatro Real de Madrid, el trabajo contiene diecinueve piezas más entrevistas y pietaje de gira, lo que le ha valido consolidar la fama sembra-
BEMOL SOSTENIDO da en cinco continentes. Nacido en Beirut aunque crecido en Alemania, Inglaterra, Francia y España, el violinista suma su ascendencia armenia a un discurso personal que rápidamente asimiló las formas árabes, judías, sudamericanas y flamencas. Pasando del estudio informal con su padre a escuelas clásicas de Hannover y Londres, desde muy joven obtuvo el reconocimiento de profesores y el aplauso de audiencias ávidas por el fuego gitano. Es un auténtico monstruo del violín. Ahora bien, escuchando a Malikian nos resulta imposible soslayar los nombres de quienes transformaron al minúsculo tirano de las orquestas. Antes que nada,“el primer ídolo del rock”, en palabras del propio Malikian: Paganini. Luego, pensamos, tres franceses notables que tendieron puentes entre las salas de concierto y la música popular: Stephane Grappelli con su soberbio quinteto (en el que también sonaba el genio revolucionario de Django Rein-
hardt en guitarra); Didier Lockwood, bordando locuras en las telas del progresivo Magma; Jean-Luc Ponty compartiendo su rito de cuerdas con Al Di Meola y Stanley Clarke. Allí están, por supuesto, las escuelas de Yehudi Menuhin e Itzhak Perlman, pilares del mundo clásico; o David Harrington (Kronos Quartet) e Irvine Arditti (Cuarteto Arditti), en el mejor flujo contemporáneo; u otros menos conocidos, como el enorme coterráneo de Malakian, Claude Chalhoub, cuyo disco homónimo de 2001 para el sello Teldec nos sigue pareciendo arrobador. Dicho esto y revisando nutridas videografías, qué distinto el estar sentado de Malakian al lado de José Luis Montón, hace casi una década, cuando a la luz de la “Luna mora” parecía más concentrado en el origen arterial de la música que en el final de su trazo aéreo. Entonces sus ojos y boca estaban cerrados en el recogimiento de quien busca la verdad de un sentimiento, esa pequeña llama que otorga trascendencia a ciertas ejecuciones. Hoy, por consecuencia inevitable de su talento, Malikian se sabe observado, grabado, exigido siempre. Ya no se trata de satisfacer a un pequeño tinglado de Málaga, sino de la plaza de Las Ventas de Madrid (homenaje a Plácido Domingo), verbigracia. Ya no se trata de ser aceptado por compañeros de escuela en Berlín, sino de convertir la nominación a un Grammy en objeto multiplicado sobre la chimenea. Y está bien. Para que música como ésta supere los obstáculos que tantos migrantes miran sin esperanza, se necesita la maquinaria de la industria. En su caso lo aplaudimos de pie. Ojalá lo tenga presente y no adelgace su honestidad. Acompañado por músicos notables (tabla, chelo, contrabajo, darbuka, guitarra), más de cuatro mil presentaciones en cerca de cincuenta países dan fe de lo que Malakian significa en el concierto de un mundo roto, lastimado. Su visita a México se agradece cuando tantas cosas por acá nos suenan mal. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos • Ara Malikian
ARTE Y PENSAMIENTO ........
25 de septiembre de 2016 • Número 1125 • Jornada Semanal
Verónica Murguía
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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch
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N LAS ÚLTIMAS SEMANAS hemos estado enfrascados en discusiones acerca de lo políticamente correcto. Ha sobrado vitriolo y ha faltado, como siempre, tolerancia. Los ejemplos sobran. La campaña de Donald Trump, las marchas en contra del matrimonio igualitario y las expresiones de Nicolás Alvarado acerca de Juan Gabriel son la muestra. Acerca de esto último, es obvio que Alvarado no releyó su texto antes de enviarlo al periódico: las pruebas son la confusa redacción, el insulto y la inexplicable analogía entre cómo le avisaron de la noticia de la muerte de Ignacio Padilla y la de Juanga. Es muy petulante y resultó inadmisible porque Alvarado era funcionario cultural. Lo paradójico es que, en el aluvión de respuestas coléricas, la mayor parte de los insultos esgrimidos en su contra fueron los mismos que él usó. Yo, al menos,
quedé apabullada. Ofensas que tienen que ver con el gusto (miles de comentarios sobre el armazón de sus anteojos), el aspecto físico, la orientación sexual. ¿Pues qué no era eso lo que había ofendido a los fanáticos de Juan Gabriel? ¿A quién le importan las corbatas de Nicolás Alvarado? ¿Por qué insultar a la esposa, que ni vela tuvo en el entierro? Esta extraña repartición de derechos me intriga: es como si los “buenos” de la corrección política tuvieran derecho a insultar. Mientras, y al margen, los asesinos matan; los gobernadores roban; los presidentes mienten; los narcos levantan y todos nos peleamos. Se ha dicho, desde el día que comenzó el relajo, que los únicos con derecho a decir “joto” son los homosexuales. Esta privatización del insulto me parece equiparable a la estéril discusión en Estados Unidos sobre la palabra “nigger”. Los únicos que tienen derecho a usarla son los afroamericanos. Los raperos la adoran. Miles de raps la corean. Es casi tan ubicua como “bitch” para referirse a las mujeres. Eso sí, muy pocas voces se han levantado para protestar por esta perrificación. A mí me fastidia, y más al comprobar que su uso se extiende. Mi amiga d me dice “perra”. No me importaría si no implicara cierta sumisión. d es muy dejada en sus relaciones amorosas, así que le respondo que prefiero a los gatos. Pero d no me quiere decir “gata”, porque etcétera, aunque me importa un rábano. Lo que me ocupa es que el lenguaje se encoja mientras la hipocresía se hincha y crece. Huckleberry Finn, esa obra maestra de la literatura que ha dejado encantados a todos los que lo hemos leído, está prohibida en miles de escuelas dirigidas por bien pensantes porque en él se lee la palabra “nigger”. Se usa 219 veces, proferida por Huckleberry, un niño tan pobre que ha comido basura, como dice en el primer capítulo, o blancos igualmente miserables e ignorantes. Las personas que prohíben el libro no se fijan que el protagonista más noble e inteligente es Jim, el esclavo. Se logra que el libro desaparezca de los estantes de la biblioteca. En la calle, la policía sigue maltratando y asesinando a los negros (y a los hispanos). La lucha se está dando en una arena que no le corresponde. Lo política-
mente correcto debe estar en la política. Debe tener una expresión legal. Vicente Fox instituyó el “mexicanas y mexicanos”. Son palabras que se quedaron sin sustento. México es un país sin equidad y Fox, quien llamó a las mujeres “lavadoras de dos patas” no resolvió los asuntos de género que prometió abordar. Su mujer, Martita la voraz, cambió la palabra “senectud” en el insen por “adultos en plenitud”. Con eso tuvo. Fue López Obrador quien propuso las tarjetas de ayuda. Otra arista de este asunto es que nadie se apropió del insulto “naco”. Ningún grupo dijo “yo soy naco y tengo derecho a usar esa palabra”, porque
Jim, Ilustración de e . w . Kemble, 1885
ese mote, en este país, no ha tenido quien lo enfrente, a diferencia de la palabra “joto”. Monsiváis analizó el fenómeno con agudeza: en Días de guardar dice que naco es un “peyorativo […] que la clase media recogió y divulgó con agresiva docilidad”. Los únicos que recuerdo con el suficiente desparpajo para usarla fueron los músicos de Botellita de Jerez.“Naco es chido”, dice su divisa. ¿Qué decir de las marchas contra el matrimonio igualitario? Esos no son buenos, ni políticamente correctos. Ojalá marcharan contra la violencia, pero más que la muerte de los demás, les quita el sueño que dos personas se amen amparadas por la ley. Ven la paja en el ojo ajeno y no sienten la viga en el propio. Mientras, México se desangra •
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A TELEVISIÓN ES UN MEDIO global que se reinventa a sí mismo cada que tiene la oportunidad. En un mundo instantáneo y ubicuo, al que las redes sociales e internet le cancelaron las distancias, la información –y en ello el entretenimiento y el aspecto más comercial de algunas de las bellas artes vinculadas hoy a la televisión y los medios audiovisuales en redes, como la música o algunas artes escénicas– es efímera. Por lo tanto, son de llamar la atención aquellos programas que prevalecen y permanecen al aire por años. Todas las televisoras del mundo tienen éxitos paradójicamente duraderos en este mundo de lo inmediato. Acá en México tuvimos Chabelo como en Estados Unidos tienen Tonight Show o Jeopardy! o en España Saber y ganar. La mayor parte de las barras programáticas de las televisoras son en cambio revolventes. La búsqueda constante del gusto de las teleaudiencias –el rating, que tanto han perdido las televisoras privadas en México por su maridaje obsceno con el poder político, puesto que buena parte de la sociedad mexicana no otorga ya ninguna credibilidad a Televisa o a tv Azteca– las lleva, decíamos, a reinventar el medio y la competencia feroz de internet y las redes sociales no da tregua. Quizá por eso es que vemos en los últimos años que se multiplican los programas de televisión que buscan ofrecer nuevas perspectivas del mundo y la vida para, finalmente, revitalizar al medio masivo electrónico por excelencia que parecería estar padeciendo, según algunos indicadores, un decrecimiento sostenido en sus ámbitos de influencia. Ahora hay una enorme variedad de programas de televisión para todos los gustos: de acción, de melodrama, de modas, de medicina, de entresijos conyugales y el género del reality show se ha superespecializado quizás demasiado: hay realitys de mecánicos, de médicos, de policías, de operadores de grúas, de prestamistas, de cerrajeros y hasta de soldados (británicos, estadunidenses, alemanes o israelíes). Pero quizá el tópico más socorrido por la mayoría de las televisoras y casas productoras sea la comida. La comida ha tomado por asalto la televisión. Antes era cosa común tener un par de programas de televisión de cocina que se volvían inamovibles, icónicas presencias. En México por muchos años decir cocina en televisión era decir Chepina Peralta y nadie más, tal vez con la excepción de la tapatía Señora Zárate, cuyos programas de cocina fueron muy populares en los mediodías de la Guadalajara de las décadas al menos de los setenta, ochenta y noventa. Hoy hay programas de cocina en prácticamente todas las televisoras del planeta. Pero quizá en ninguna televisora del mundo la irrupción de la comida ha sido tan contundente (y precursora de tendencias) como en la televisión inglesa.
Gordon Ramsay, el iracundo cocinero británico, fue una especie de cabeza de playa de esta nueva invasión inglesa. Pero luego se multiplicaron los programas ingleses de y sobre comida. Pero no sólo inglesa, sino del mundo entero y son dignos de mención los programas de la bbc sobre cocina brasileña, india o china, por ejemplo. Y lo curioso es que a partir de esta que parecería ser una campaña de posicionamiento global, de tan intensa su constante publicidad y sobre todo sus niveles de penetración de audiencia, a cada rato sacando nuevos programas de cocina, la nación con la peor fama culinaria de Europa se destaca ahora como una de las principales productoras de televisión gastronómica y de tendencias en ese medio tan competitivo. Si bien países como Francia o Italia son herederos históricos de grandes tradiciones gastronómicas, será que a los ingleses les duele el haber tenido durante décadas muy mala fama de su cocina vernácula (francamente no se antoja mucho un pay de riñón o de estómago de oveja, ni los hasta hace poco tradicionales pero demasiado resabiosos para mi gusto Fish&chips), pero lo cierto es que la nueva cocina inglesa se ha desbordado desde la televisión para derramarse por el mundo entero, reposicionando a Inglaterra como un paraíso gastronómico donde lo mismo se innova en entradas y entremeses que en la creación de nuevos platillos y sabores, o una repostería que le hace guerra a la vienesa o parisina, todo ello en lugar del sitio sombrío y gris al que nos tenían acostumbrados con sus cervezas fuertes pero que toman, puaj, calientes. Debo confesar que todavía me cuesta trabajo consentir que alguien que come sanduchitos de pepino con el té de la tarde sea capaz de cocinar algo suculento, pero precisamente de eso se trata todo el merengue, de destruir el mito de la mala cocina inglesa. Y de fijar nuevos estándares mediáticos •
CABEZALCUBO
La invasión de la comida inglesa
LAS RAYAS DE LA CEBRA
Errar el tiro
........ ARTE Y PENSAMIENTO O
Jornada Semanal • Número 1125 • 25 de septiembre de 2016
Ricardo Guzmán Wolffer
Luis Tovar @luistovars
LAMA LA ATENCIÓN QUE autores sin aparente vínculo escribieran sendas novelas sobre la misma temática: el carismático pobre que desea casarse con la heredera sin aparentes aptitudes, excepto la fortuna. Separados por miles de kilómetros, ambos escribieron en el siglo xix: el ruso Iván Turguéniev (1818-1883), Demetrio Rudin, y el estadunidense, luego nacionalizado británico, Henry James (1843-1916), Washington Square. No son las obras más destacadas de tales autores, pero coinciden en ese fenómeno aparentemente recurrente de la burguesía de todas las latitudes: la hija codiciada por la fortuna familiar. Además de establecer el estilo de cada autor al dibujar el perfil del cazafortunas, la comparación de las obras sirve para mostrar el modo de vida de la nobleza rusa, de muchos siglos, contra su posible símil en una sociedad joven, donde la riqueza empieza a acumularse y donde la alta sociedad se rige por otros parámetros: la antigua Europa frente a la naciente potencia. Mientras la historia de Rudin se desarrolla en la casa de campo de una familia noble, donde sólo quedan la madre y la hija, James sitúa a la hija del doctor Sloper en la plaza Washington, lugar de residencia para la nueva clase alta, en una ciudad de Nueva York que carece del glamour de la actual. En Demetrio Rudin vemos una serie de personajes que encarnan los distintos tipos de burgueses: el docto, el tímido enamorado, el detractor de mujeres, los amables, etcétera. La historia los involucra para establecer la notoriedad en la llegada de Rudin, cuyo ingenio, más que impresionar de fondo a los residentes de la campiña, resulta una diversión inesperada. Excepto para la impresionable hija de Daría Mijailovna Lasunskaia, quien se enamora del ingenioso charlista y a quien acorrala para hablarle de su amor. Esta hija tiene un enamorado de la misma clase social, quien sufre en silencio. La de Washington Square es una acción a puerta cerrada. Si bien la hija y el vividor se conocen en un baile, casi toda la novela sucede en los interiores de la casa del doctor. James, conocido por su estilo psicológico, como muestra la famosa Otra vuelta de tuerca, llevada al cine con éxito, no decepciona en tal característica: el duelo de personalidades entre el doctor, su metiche y fantasiosa hermana, el vividor y hasta la hermana de ésta, es la trama profunda del texto. Resulta destacable que la oposición de la madre en Demetrio Rudi se deba a la falta de nombre y fortuna, mientras que la oposición del padre en Washington Square se refiere, además de la certeza de la sed de dinero del pretendiente, al hecho de saberlo un inútil, una especie poco propicia para emparentar con ella. La madre rusa también destaca la juventud de su hija para oponerse: la aprecia. Por contraposición, el doctor busca impedir la unión bajo la simple amenaza de no darles dinero a los posibles esposos; empero, y ahí está parte de la profundidad de James, el padre repite muchas veces que, suponemos como lectores, si no fuera tan evidente la
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S COMO SI JORGE Ayala Blanco encarnara –con plena conciencia de lo que hace y con la certidumbre de que se trata de un juego de naturaleza indisolublemente oximorónica, en el que la razón más alucinada y la más racional de las locuras constituyen un solo y bifronte ser–; es decir, como si le prestara su cuerpo y, con él, un alma, y de tal suerte un doble alojamiento más bien triple de materialidad, espiritualidad y conciencia, a esa paradoja que puede vislumbrarse al final de todas las cosas que valen la pena en este mundo y que, no por nada sino precisamente por eso, se parece tanto a la Utopía, así con mayúscula: es como si Ayala Blanco quisiera ver y escribir de todo el cine, como si desde luego supiera que algo así es humanamente imposible pero, sabia y jubilosa y desmadrosamente, no le importara. Es también como si nuestro máximo crítico cinematográfico encarnara la condición idénticamente paradojal que atraviesa de lado a lado y de arriba abajo al cine mexicano, dada la condición de ambos, de acuerdo con la cual es imposible que se ignoren mutuamente, sin que importe la felicidad o infelicidad que se hayan prodigado, ni las cimas y las simas que puntúen ese matrimonio que, a estas alturas, ya rebasó las cinco décadas –y lo que le falta.
La dobLe dignidad
voracidad del pretendiente, hasta podría aceptarlo, pues tiene a su hija como una mujer de pocas virtudes, fea, y poco le falta para nombrarla como una tonta sin posibilidades de mejorar. Atrás de la negativa paterna está la protección a su propio esfuerzo para subir de posición social y resguardar la fortuna lograda con trabajo, pero también el misógino que desprecia un poco a la hija y que llega a divertirse a costa de ella en esa peculiar batalla con el yerno, donde le importa más tener la razón que salvar a su hija. Y el tiempo les da la razón a los padres. Tras la negativa a tolerar la unión matrimonial y la huida de los vividores, luego de unas décadas, los dos autores presentan a su hombre en decadencia y con una vida perdida en la futilidad. La diferencia conceptual reside en que James, fiel a su propio juego, cierra la novela con un último intento del mantenido para casarse con la hija, una solterona en forma. Ante el obvio rechazo, él se pierde entre molesto con la tía metiche y consternado por la soltería de la mujer: es una vida desperdiciada en querer vivir del prójimo. Turguéniev también muestra al hombre decadente, pero deja un instante de gloria para Rudin: éste muere en una insurrección parisina, como si la lucha social, aunque sea por poco tiempo, diera sentido a esa vida perdida en la mediocridad no asumida. Dos notables obras sobre ese peculiar personaje de todas las épocas: el vividor, aquí en la figura del yerno que nadie querría tener •
CINEXCUSAS
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Jorge Ayala Blanco o la pasión del utopista
GALERÍA
Turguéniev y James: los yernos incómodos
Álbum de familia hecho de palabras más que de imágenes, pero que naturalmente convoca/evoca/provoca el surgimiento inmediato de estas últimas, La khátarsis del cine mexicano (cuec-unam, México, 2016) es el undécimo episodio testimonial, testimonio episódico y épica testificante, todo a la vez, de la vertiente nacional de esa pasión utopista en cuyo trance vive Ayala Blanco desde hace cincuenta y tres años. Antes fueron la aventura, la búsqueda, la condición, la disolvencia, la eficacia, la fugacidad, la grandeza, la herética, la ilusión y la justeza del cine mexicano, y tanto en ellos como en esta catártica khátarsis, lo que se propone y consigue el recientemente reconocido con el Premio Fénix de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica es un monumental ejercicio de dignificación, y por partida doble: por principio de cuentas en abono de la dignidad del cine mexicano, que en la pluma de Ayala Blanco tiene la mejor prueba de que no solamente no se le soslaya de manera unánime o casi, como pareciera indicar cierta terca inercia mediocrática, sino por el contrario se le ve, se piensa en él, se escribe sobre él de manera sistemática y acuciosa pero, sobre todo y lujo auténtico, de manera inteligente. Dignificación por partida doble, se decía, pues la existencia de un libro como La khátarsis del cine mexicano implica un beneficio para la crítica cinematográfica en sí, comenzando por la de este país nuestro, en tantos asun-
tos y materias –así en las artes como en el cine, sin ir más lejos– tan plagado de inmediatistas, precipitados, libreopinadores desavisadamente inaprensivos y toda suerte de irresponsables incapaces de evitarse y evitarnos el bochorno de su inopia, elevada unas veces triste y otras veces hilarantemente a cuasiseudodizque crítica, lo mismo que de perdonavidas presuntuosos y apantallados con su propio discurso, a los que siempre les parecerá más importante lo que tienen o lo que quieren decir de una película que la película misma.
Y así Circunscritas a filmes producidos de 2010 a 2012, son siete las válvulas para una catarsis que, dice bien Ayala Blanco, es lo poco y quizá lo único que le queda al cine mexicano: póstuma, integrada por quienes llevan recorrido el mayor trecho de su camino fílmico; prima, dedicada a quienes debutaron en largometraje; secunda, para los que han ido por un intento más; summa, conformada por quienes, por decirlo así, han pasado ya el punto de no retorno; documenta, que no requiere explicación; mínima, compuesta por cortometrajes, y finalmente femínea, donde el cine realizado por mujeres. He aquí una pequeña muestra de la delicia implícita en la lectura de este libro. Lo dice a propósito de cierta película, pero aplica bien para nuestro cine visto en conjunto: “un heteróclito objeto fílmico, que significa una contradicción viviente, actuante, flagrante. Abigarrado, ampuloso y en penumbras, por un lado; desdramatizado, depuradazo y en continuo sigilo, por el otro. Sofisticado y esplendoroso, por arriba; vulgar y zafio, por abajo. Divertido, agudo y chistoso por delante; soporífero, romo y tedioso por detrás. Marchito, mustio, puntiseco, lacio, marescente y zocato, en un largo episodio; fresco, lozano, desenfadado, desenfundado, dinámico, desahogado, sereno, desvergonzado, en la secuencia siguiente. Y así.” •
Jorge Ayala Blanco
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ENSAYO a desaparición, a fines de agosto, de la creadora y estilista Sonia Rykiel, llamada La reine du tricot (tela conocida como tejido de punto), ocupó titulares de la prensa escrita y audiovisual francesa. La diseñadora y costurera, nacida en París en 1930, se sabía enferma de Parkinson desde fines de 1990. Decidió abordar públicamente esta enfermedad por vez primera en 2012 en un libro titulado N’oubliez pas que je joue (No olviden que actúo). Sonia Rykiel no era sólo la reina del tricot, era también una reina de París, actriz o escritora en ocasiones, una de esas mujeres que imponen la moda y no sólo del vestido, gracias a una personalidad original y a su carácter abierto que la hacía una lúcida receptora de la época, adaptándose y adelantándose así, pionera y modelo, a cánones y costumbres de una manera de vivir de la parisiense actual y de la mujer independiente de hoy en cualquier lugar del planeta. La moda… Frivolidad de espíritus ligeros, flotantes, volátiles. ¿Cómo escribir de la moda cuando los guías de un pensamiento correcto, imbuidos de una solemne seriedad, miran con desdén a costureros, modistas, revistas llamadas femeninas, faldas cortas o largas, sombreritos de fieltro y paja, alta costura o prêt-à-porter? Sin embargo, no son raros los auténticos escritores, es decir, ésos que logran atrapar algunos segundos del tiempo en sus líneas, que han dedicado muchas de sus páginas a la vestimenta femenina y a la moda. Marcel Proust, por ejemplo, escritor faro y no sólo de la lengua francesa, dedica páginas enteras a la moda. El lector se deleita viendo, sí, viendo, como si mirara una pintura, los vestidos de la cortesana inolvidable que es Odette de Crécy, cuyo cuerpo es descompuesto por los cortes de un cubismo anterior a Picasso y la almohadilla situada encima de sus caderas que empuja su busto sostenido milagrosamente por algunas varillas metálicas. Proust sigue la evolución de la moda: Fortuny, estilista de origen español, revoluciona la moda femenina con su creación del vestido “Delfos”, inspirado en la escultura griega del Auriga de Delfos. Este ropaje, hecho de satín y seda plisada, va a permitir la libertad de movimiento a la mujer. Son largos los párrafos de En busca del tiempo perdido donde el narrador invita a Albertina a escoger tal o cual diseño y textura de la tela que hace soñar en viajes a lejanos países, bosques umbríos, palacios miliunochescos, boudoirs de cortesanas. Conocedor de ese fenómeno cultural, Proust escribe sin ironía: “la moda de hoy es el prejuicio de mañana”. Jean Cocteau fue más breve: la mode, c’est qui se démode, la moda es lo que pasa de moda. Implacable con su gran amiga, la genial Coco Chanel, a quien admira, Cocteau no pudo imaginar que el verbo démoder, convertido en el sustantivo démode, sería el estilo lanzado por Sonia Rykiel: costuras visibles, supresión de bastillas y de forros, la ropa deja no sólo al cuerpo femenino enteramente libre de tensiones y aprietos, también a su gusto y voluntad: puede ponerse encima lo que le dé la gana, según su capricho… a la moda.
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Que los escritores se sienten fascinados por las apariencias vestimentarias es evidente. Más allá de esta evidencia, es quizás interesante preguntarse dos cosas: por qué esta fascinación y cuál es el verdadero objeto de esta fascinación. A primera vista, interesarse en la moda es normal y no revela nada de particular en un autor. ¿Acaso no deben observar a mujeres y hombres de su entorno, ver cómo se visten, cuál es su apariencia? Se sabe que en la corte francesa de Luis xiv , el Rey Sol, lo que se denominaba entonces “la etiqueta” no era sino un código vestimentario, tal como lo describe con maestría el duque de Saint-Simon en sus Memorias. Código impuesto por un monarca al cual estaba prohibido desobedecer so pena de ser enviado al desierto, es decir lejos de la corte de Versalles. Método exitoso para domesticar a los nobles. Aunque descendientes de la más valiente nobleza de la caballería, Luis xiv los obliga a vestirse como él decide: disfrazados como guiñoles o payasos, cubiertos de perendengues, en una competencia tan cómica como grotesca con los atuendos femeninos de las damas. Podría pensarse que ninguna otra época como la nuestra se ha preocupado tanto de las apariencias. Lo que jóvenes y menos jóvenes denominan el look, término inglés para referirse a la apariencia. No se duda en recurrir a la cirugía plástica. No importan los riesgos para conservarse joven con pastillas milagrosas, aplicación de rayos, inyecciones de productos prohibidos. Sin embargo, los adornos, plumas o cabezas de fieras sobre el cráneo, remontan a la Antigüedad. Forman parte de ritos de guerra o de seducción. Dos formas del poder, pero también de la muerte y el amor. Indisolubles Tánatos y Eros. Si desde la prehistoria el hombre utiliza adornos, el fenómeno de la moda es privilegio de la corte y de l a s c l a s e s adineradas, antes de popularizarse y volverse un fenómeno de masas. Es en 1482 cuando aparece el término “moda” para designar los cambios en los vestidos, y en 1549 la expresión “la nueva moda” se transforma en “estar a la moda”. En el siglo xvi aparecen las primeras publicaciones de moda y a principios del xix salen revistas de ropa a precio reducido. Se habla de historia de la moda cuando Charles Frederic Worth, hacia 1858, tiene la idea hacer vestir sus modelos por mujeres de verdad y no muñecas, las cuales desfilan ante la clientela. Durante el siglo x x aparecen múltiples creadores de alta costura. Algunos alcanzarán renombre. Unos cuantos marcan cambios decisivos en la costura del vestido: sus nombres pertenecen a la historia de la moda. Si adornos y vestimentas forman parte del ritual erótico, tradición antiquísima, ¿por qué la moda, es decir, el cambio constante? ¿Acaso se trata de una respuesta al hastío moderno donde todo debe ser desechable? ¿O más bien obedece a una memoria más profunda que se aburre de luz en la tarde? Una tentativa de olvidar para ver de nuevo como si fuese la primera vez, para volver a gozar del asombro ante la aparición d e l otro •
La moda y el arte de la seducción Vilma Fuentes
Diseño de Juan Gabriel Puga
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25 de septiembre de 2016 • Número 1125 • Jornada Semanal