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Estos privilegios no se tocan

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TODAS LAS LENGUAS:

TODAS LAS LENGUAS:

ESTE ACARREO LO organizaron los partidos trenzados en una alianza de fase terminal, lo concibieron ex izquierdistas conversos junto con intelectuales de derecha y lo patrocinaron el rey desnudo Claudio X. González, el empresariado agazapado y la cloaca mediática que lo celebrará como un gran triunfo, pues no ha de ser ella quien admita su fracaso y aparte sólo sabe mentir, y así como lo promovió, con manipulación y desinformación, del brazo de cúpulas religiosas y académicas y de caciques de “la cultura”, con sermones dominicales, profusión publicitaria y manifiestos firmados por sinvergüenzas, así lo reportará. Pero además de la cortesanía adicta al privilegio injusto y de quienes se creen dueños del país, ¿quiénes se manifestaron este día?

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Quienes detestan de corazón a AMLO, no. Porque aunque se digan apartidistas y en el fondo sean priistas enviciados o, sobre todo, panistas por tradición, tienen convicciones. Aunque le regateen diezmos y primicias a la Iglesia y se atrasen en las colegiaturas de sus hijos, aunque se crean ustedes los ricos y no terminen de superar la victoria democrática de nosotros los pobres, tampoco son tan idiotas como para engordarle el caldo a políticos que son muy famosos --y no exactamente por sus virtudes-- a cambio de una promesa y de cien pesos. Y es que esas convicciones definen su voto, pero hay mucho trecho entre éste y la obligación de confraternizar con los pobres que acarree Sandra Cuevas o con leoneses y regios que los miren por encima del hombro. Pero si acaso brincaron ese trecho y con todo y pena se pusieron a gritar a media calle que defienden al INE, no lo sabremos, porque justamente quienes dicen defender la libertad de expresión sólo permiten entrevistas de estaciones de radio, de telebasura, de periódicos del narco y de periodistas cómplices de Felipe Calderón y Genaro García Luna.

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Para los intelectuales salinistas ningún tiempo fue mejor que aquel en el cual la transición a la democracia fluía pulcra, inteligible y conveniente. Cuando la izquierda luchaba y no dejaba de luchar por causas que serían buenas, e incluso santas, siempre y cuando esa izquierda no ganara nunca, y menos con un margen que impidiera la consumación del tercer fraude electoral al hilo. Y peor aún, con un ganador que transgrediendo el credo político de que prometer no empobrece dio señas de cumplir sus promesas de campaña.

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Roger Bartra dirigió La Jornada Semanal cuando su obra y sus actos, siendo parte del ruido de fondo de la realidad política, eran un contrapunto idóneo para la sinfonía posmoderna de la “democracia”. Pero se convirtió por gracia divina, quizá también por demencia senil y muy seguramente porque la victoria popular de 2018 alteró esa realidad, y lo hizo de un modo que a él y a los de su estirpe les pareció poco claro, nada viable, “populista” y autoritario. Ello lo llevó a pasar de la fe del converso a la militancia abanderada con petates de muerto. Y si en el ’21 llamó a votar por la derecha, hoy 26 de febrero llamó a la ciudadanía a manifestarse en el Zócalo, un Zócalo donde no estuvo al lado de la ciudadanía sino entre santones como Luis Carlos Ugalde y José “Pepe” Woldenberg, purificando con su nombre los membretes fraudulentos y los apellidos emblemáticos de la mapachería electoral como Madrazo, Gordillo, Salinas de Gortari, De la Madrid, Fox, Zavala y Moreno Cárdenas. Ahí se revolvió con la escoria que ilustra la portada de un libelo en el que dos expertos en ADN democrático, Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, vuelven a ostentar sus preferencias partidistas bajo la consigna de no tocar los privilegios de las élites l

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