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Sensibilidad
NO ES FRECUENTE que un autor novel cautive, más aún, enamore a una respetable cantidad de lectores con su primera novela. Es el caso de Laura Baeza (Campeche, 1988), quien había conquistado importantes certámenes de cuento antes de arrojarse a escribir una novela realmente dura, intrincada, sin duda emocionante y con personajes admirablemente construidos, Niebla ardiente (Alfaguara, México, 2021). Uno de los aspectos más destacados por críticos y reseñistas fue la habilidad de la joven autora para darle un giro más humano e impredecible a temas previamente explotados, como el narcotráfico, el feminicidio y las enfermedades mentales. Destacable también la sencillez con que Laura asumió el éxito, sin convertirse en portavoz crítica de esos grandes temas que debieron afligirla, por decir lo menos, durante el proceso de escritura de esa dolorosa historia.
Con sólo un año de diferencia, regresa a las mesas de novedades con una espléndida compilación de relatos bajo el título Una grieta en la noche (Páginas de espuma, edición mexicana, 2022) que, al tiempo que repite las virtudes estilísticas de su novela, nos impresiona con los alcances de su imaginación, la gran variedad de escenarios, circunstancias y tipos de personajes, lo que evidencia, otra vez, una gran capacidad de observación y de empatía. No hay gota de falsedad en estos relatos estrujantes, envueltos en lágrimas, gritos y, sobre todo, incertidumbre. Relatos donde, además, se establecen relaciones familiares o amorosas tremendamente complejas, algunas próximas a lo terrorífico. Imposible saber hacia dónde se enfilan sus historias, la única certeza es que nunca veremos venir los hechos sucesivos y, mucho menos, los desenlaces. Lo que vincula estos seis relatos largos es la presencia de la ausencia, por raro que parezca. O, en su defecto, la presencia ausente, como en el desconcertante “Veintidós días en la vida”, que plantea el duelo patológico por una madre de uno de los miembros de una pareja, y hasta qué punto esa tercera en discordia opta por encajarse en la mujer que terminará siendo abandonada. Al elemento sobrenatural que sobrenada este intenso relato se aúna la problemática de una enfermedad mental (que Baeza ya exploró magistralmente en Niebla ardiente) y la realista cotidianidad de una persona que se martiriza por retener a otra.
Baeza se enfunda exitosamente en los narradores varones y un ejemplo de esa plausible verosimilitud sería el formidable relato policial/sobrenatural “Veladoras”, donde, a manera de diario, un ingeniero en sistemas fracasado metido a policía relata el salvaje asesinato de una bruja del Mercado de Sonora que resulta tener un vínculo con un episodio traumático de su infancia. No obstante la poética que por momentos abrillanta su prosa, Baeza es perfectamente capaz de recrear atmósferas no sólo enrarecidas, sino también grotescas, dignas de una pesadilla, y este es el mejor ejemplo. Aunemos a esto la verosimilitud de los diálogos de los agentes policíacos, a quienes, a excepción del narrador, sólo les interesa encontrar a quién endilgarle la muerta. A la resolución del homicidio, que para el protagonista representa la oportunidad de develar un añejo misterio que le carcome las entrañas, se integra la obligación de desmantelar una red de “mirreyes” que hacen su agosto grabando pornografía con jovencitas drogadas que pertenecen a su misma clase social.
“Una grieta en la noche”, que cierra el volumen, desarrolla una disfuncionalidad familiar por completo atípica que obliga a unos gemelos distanciados a reunirse en la adultez. La hija de la mujer intenta socializar con el tío que sufre un trauma, aunado a una especie de retardo mental, y se verá envuelta en un espantoso secreto que pareciera una maldición que podría aniquilarla. En realidad, no hay relato imperdible en este volumen que, con extraordinario tiento literario, aborda una serie de temáticas vigentes de manera absolutamente innovadora l