SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 454 /// 2 DE NOVIEMBRE DE 2020 /// AÑO 10
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Emilio Carrasco Gutiérrez. Foto de Pedro Valtierra. Agencia Cuartoscuro.
Emilio Carrasco Gutiérrez nació el 4 de octubre de 1957, estudió artes plásticas en la Ciudad de México y en Madrid. Llegó a Zacatecas en la década de los años 80 y estableció aquí su hogar, en Guadalupe, en donde formó una familia comprendida por sus hijos -Lina, Emilio, Andrés-, su esposa Lina, y por los muchos alumnos quienes tuvieron la oportunidad de estudiar y aprender de él. Falleció el 30 de octubre a causa del Covid-19. En La Gualdra lamentamos profundamente su partida y dedicamos este número especial a su memoria.
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LA GUALDRA NO. 454 /// 2 DE NOVIEMBRE DE 2020 /// AÑO 10
La Gualdra No. 454
Editorial Emilio Carrasco Gutiérrez murió el 30 de octubre de este triste 2020. 15 días antes se había inaugurado su exposición De la materia al color en La Galería Irma Valerio, una muestra que se fue posponiendo debido también a la pandemia, pues originalmente el plan era que se exhibiera durante el festival en el mes de marzo. De alguna manera el haberla pospuesto hizo que la exposición coincidiera con dos lunas llenas y con el mes de cumpleaños de Emilio, quien vio la luz en la Ciudad de México un día 4 de octubre, aunque de acuerdo con sus palabras “hubiera querido nacer en Otumba, Estado de México”. Así era Emilio, era de allá, de aquí y de todas partes, el lugar era lo de menos, lo que importaba es que hubiera arte. Quiso ser médico cuando joven, pero la vida lo llevó a tomar el camino de las artes plásticas y llegó a la Academia de San Carlos, en donde conocería al maestro Gilberto Aceves Navarro, quien influiría en él no solo en los métodos y las técnicas, sino en el vasto mundo del conocimiento del arte. Luego viajó a España y fue en Madrid en donde estudiaría dibujo; con el papel “firmado por el Rey de España” que acreditaba sus estudios regresó a nuestro país. Fue entonces cuando participó en los talleres que organizaba el INBA en las Islas Marías y ahí fue donde conoció a Alberto Huerta -ambos coincidieron allá como profesores-, con quien llegó a Zacatecas a principios de la década de los 80, justo cuando el Taller de Gráfica Goitia y el Taller de Artes Plásticas de la UAZ acababan de ser creados por López Monreal. Alfonso regresó a Irlanda y Emilio se quedó a cargo de los talleres en 1982. A partir de ese momento hizo de Zacatecas su casa, su tierra, en la que formaría una familia que no solo incluye a sus hijos Lina, Emilio y Andrés y a su esposa Lina, sino a sus alumnos. El interés de Emilio por las artes plásticas seguramente tuvo relación con su familia, fue sobrino nieto de Gonzalo Carrasco, artista plástico de la generación de Cleofas Almanza y Manuel Pastrana en la Academia de San Carlos; la vocación por enseñar la descubrió en la academia de la que fue parte y donde conoció el método de Kimon Nicolaides para dibujar, que
practicó y compartió con sus muchos alumnos en los distintos talleres impartidos durante casi cuatro décadas en Zacatecas y Guadalupe. Nicolaides decía que solo había una manera correcta de dibujar y esta “es una manera perfectamente natural. Esta no tiene nada que ver con el artificio o la técnica. No tiene nada que ver con la estética o la concepción. Solo tiene que ver con el acto de la observación correcta”, y Emilio lo creía fervientemente, por eso en sus clases les pedía a sus alumnos que fijaran la vista en el modelo sin ver el papel, que dejaran que la mano se soltara y encontrara en libertad su propio camino para reproducir lo que tenían en frente. Este método de enseñanza del dibujo fue su bandera y quienes estuvieron con él podrán dar testimonio de la pasión que imprimía a cada una de sus sesiones de trabajo. Sus alumnos reconocen en él, además, su generosidad para compartir los conocimientos; no escatimaba esfuerzo alguno en conseguir lo que se proponía, de ahí que su trayectoria profesional incluya más de un centenar de exposiciones individuales en nuestro país, Múnich, Berlín, Praga, Cracovia, Lots, Varsovia, Cluj-napoca, Tianjin, Dalian, Chengdu, Estambul e Italia, y otro tanto de participaciones en muestras colectivas. Durante la última década su deteriorada salud no impidió que realizara múltiples viajes al extranjero, particularmente a China, en donde de manera especial fue reconocido su trabajo como artista plástico y como un gran promotor de colecciones de exlibris. Esta pandemia se lo llevó el viernes 30 de octubre, su cuerpo no resistió los embates de este virus que ha marcado nuestra historia con su implacable huella de tristeza y muerte. El sábado el obispo celebró una misa en la Catedral Basílica a su memoria. Nosotros lo despedimos así, con esta Gualdra especial dedicada a él, en la que participan sus amigos, su familia, sus alumnos. Luz en tu camino, querido Emilio, descansa en paz.
Contenido Emilio Carrasco, en la memoria Por Sofía Gamboa Duarte No habrá otro “ni hau” Por Fernando Jiménez Luévano
Emilio decía que mi trazo era así Por Miguel Carrillo, el Duro Emilio, tú sabes qué sigue... Por Susana Salinas
Malditos tiempos Por Juan Chávez Concha La magia del arte Por Juan Carlos Villegas
Emilio, ¿quién sigue? Por José Esteban Martínez Ya nos haces falta, querido Emilio Por Jovita Aguilar Díaz
Emilio Carrasco, transformador de consciencias Por Pedro López Recéndez Emilio Por Citlali Córdova
Emilio Carrasco 30-10-20 Por Jorge Ismael Rodríguez López de Lara
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Directorio
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Emilio Carrasco, en la memoria 6 Por Sofía Gamboa Duarte
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a sensibilidad de un artista y el refinamiento de su percepción se traducen en visiones creadas por sus impulsos únicamente por el gusto de compartirlas. Mediante el ejercicio continuo de la técnica, los lenguajes se modifican y los signos se refinan, se abrevian sacudiéndose contextos, regionalismos y nacionalidades. El trabajo de Emilio Carrasco se funde entre la elegancia y la sublimidad donde la abstracción llega a una simplicidad poderosamente evocativa. Las xilografías del maestro constituyen una delicia y a la vez, una pacífica experiencia visual. Sellos negros sobre blancura infinita, estampados desde la médula o en los límites de una hoja, conforman un lenguaje desnudo, concretado en el apacible equilibrio de la contemplación de la naturaleza. Paisajes abstractos, signos orgánicos, hierbas o plantas aparecen, se ocultan o se apilan entre las fibras del papel. En las obras de Carrasco se respira el aire, se sienten las brisas y se percibe el calor de llamas sueltas, fuego que se eleva bailarín con el viento hasta evaporarse. Signos primitivos, sellos universales solitarios o multiplicados para crear paisajes, discursos, epístolas y estandartes. Sus imágenes son fragmentos de espacio, juegos en el vacío donde lo lleno se colma de luz y suspiros. Son despojos de una primera visión cuyos pedazos fueron retomados y
No habrá otro “ni hau” 6 Por Fernando Jiménez
Luévano
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ecién ingresaba al Taller Julio Ruelas ubicado en la calle Rayón, a un lado del Acueducto, poco conocía de técnicas y de artistas, era 1992 y una tarde llegó al taller Emilio Carrasco, yo lo ubicaba, pero no había cruzado palabras con él; subió al segundo piso en donde yo estaba y con una gran sonrisa me saludó, me preguntó si podía ayudarlo a imprimir un pequeño grabado en linóleo que llevaba, le dije que sí y ahí nació nuestra amistad, nuestras colaboraciones, nuestra relación de alumnomaestro, de compañeros, de cómplices, se hizo noche y llegó Jovita, seguimos charlando los tres; esa noche nos regaló la primera obra que tenemos de él. Lo admiraba, lo quería, lo respetaba, era para mí, como para muchos zacatecanos, un padre en el arte; a él acudía por algún consejo o simplemente para platicar, es decir, para escucharlo, aprender de sus ricas charlas o monólogos; frecuentemente nos pedíamos papel, tintas, materiales de grabado, yo le prestaba, él me prestaba, seguro que varias veces no le pagué y no me pagó, pero ni hacía falta ni pasaba nada. Me decía maestro, le decía maestro, nos daba gusto estar juntos, imprimir por horas y horas sus ediciones, las mías. Como amigos compartimos la cercanía de las familias, de nuestros hijos, de sus primeros pasos hasta la graduación de sus diversos grados escolares, de sus problemas y sueños; decía
/// Emilio Carrasco en el Centro de la Gráfica de Zacatecas. Foto de Alejandra Celis Almanza.
que Fer, mi hijo, estaba loco, pero de una locura creativa, siempre le ponía atención a sus inventos y lo retroalimentaba; apapachaba a mi hija Aura como un tío-abuelo, le mostraba lo que quisiera ver de su enorme colección de objetos. Emilio siempre nos apoyó, cuando abrimos en Ojocaliente el Taller de Pintura y Grabado Ismael Guardado con nuestras mañanas de trabajo, en los proyectos de homenaje, en todos los encuentros, convocatorias y cuando creamos el Centro de la Gráfica de Zacatecas; por supuesto fue uno de los primeros en saber del proyecto, de nuestros sueños con este espacio, estaba muy feliz por nosotros. Con el paso de los años nos fuimos acercando más espiritualmente y menos físicamente, el trabajo nos absorbía y Emilio fue enfermando más y más, poco lo frecuentábamos para no molestarlo, pero estábamos presentes con una llamada; en los últimos años, me invitaba a tomar café en su nuevo taller, a seguir platicando de sus logros en China, de sus próximas exposiciones, de sus proyectos, me mostraba sus dibujos, grabados y pinturas y esperaba mi opinión, yo enmudecía: ¿qué le podía decir a este monumental artista? Esperábamos el próximo año, planeábamos hacer una exposición juntos, 20 dibujos cada uno, el tema era animales o seres fantásticos (estábamos en eso). El viernes 30 Emilio dejó de estar físicamente con nosotros. Me duele mucho, ya no lo podré ver, no escucharé su voz en mi teléfono diciéndome “ni hau”, y, sin embargo, estoy tranquilo por él, porque vivió como quiso, sin ataduras ni convencionalismos y sobretodo, haciendo lo que amaba hacer. Mi cariño y solidaridad con Lina y sus hijos.
Emilio Carrasco. In memoriam
elevados a su máxima fortaleza en monólogos, mensajes simples y directos sin arrogancias ni pretensiones. Paradójicamente consisten en la compleja abstracción de una abstracción; o bien, en la simplísima humanización de objetos dibujados, la primera representación que tuvo lugar en un mural dejó fuera residuos que a su vez representan nuevas visiones sobre lo anteriormente representado. Orificios, signos horadados trasformados en sellos; oscuros estampados sobre la claridad, sobre la nada o en el todo. Posibles puertas, ventanas, hoyos negros, vías a otras dimensiones, a nuevas formas de ver, de sentir y de percibir. Vegetación negra, gris y marmórea en retratos de plantas a partir de texturas botánicas. Siluetas de seres vivientes, sombras animadas que flotan etéreas y escurridizas son atrapadas por la mano del artista como delicadas estampas o espíritus encarnados. Parte de la obra de Emilio Carrasco está poblada por perfiles humanos, la mayoría femeninos. La sensualidad y el erotismo son parte esencial de la naturaleza y son motivos recurrentes en el trabajo del maestro. El contorno de lo humano, sus rostros u otros miembros del cuerpo, se mezclan con el follaje y se bañan en las níveas hojas de algodón o sobre tersos lienzos de monocromáticas composiciones mediante óleos o acrílico, se sumergen en el vacío hasta la catarsis frente a la contemplación del espectador. Obra viva y vivificante para el ánimo empático.
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LA GUALDRA NO. 454
Emilio decía que mi trazo era así 6 Por Miguel Carrillo,
Emilio Carrasco. In memoriam
el Duro
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uando conocí a Emilio, la instrucción como alumnos del Taller de Artes Plásticas de la UAZ se transformó. Habíamos visto la libertad, lo lúdico de trazar e intentar crear, con o sin color, una expresión artística, por parte del talentoso Alfonso López Monreal; nos habíamos acompañado del también maestro serio -tan serio que a veces creo no comprendía la seriedad del trabajoAlejandro Nava. ¿Qué más podíamos pedir? En ese tiempo, jóvenes y ávidos de conocer el arte y el mundo desde que se origina, no imaginábamos que Emilio sería también un maestro en el arte realmente impactante. Una y otra y otra vez nos hacía dibujar y dibujar, con la entereza de un catedrático recién llegado de la Madre Patria, quien había absorbido una gran sensibilidad del arte y su forma de nacer desde la amplia religiosidad creativa. Recuerdo preguntarle por qué no debíamos ver el papel cuando dibujábamos, y que Emilio contestara: “Ah, pues porque generalmente tenemos tanto en nuestra cabeza, conocimiento adquiridos, prejuicios y un sinfín de problemas y alegrías, que cuando vemos al modelo o cualquier punto a dibujar y bajamos la mirada al papel o en el futuro al lienzo, las imágenes serán totalmente transformadas en ese preciso momento por tu pensamiento. Y no digo que posteriormente no puedas ver lo que dibujas, pero primero debes dibujar sin prejuicios, sin alteraciones, plasmando de la forma más
6 Por Susana Salinas
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na pérdida no es solo eso, ni el tiempo sabe nada de esto aunque digan que es el doctor de los males. Nos perdemos los que nos quedamos, así se siente cuando la guía del maestro de repente se nos arrebata. Y luego un cuadro aquí, un grabado allá, una tinta china un poco más distante nos dicen que no nos dejó solos, que alcanzó a marcar un sendero para tuertos, ciegos y aferrados en empuñar el pincel y la gubia. Emilio Carrasco supo trabajar duro y vasto, encontraremos su trabajo en museos, templos, casas de jardines amplios, en lugares sin jardín y hasta en algún recuerdo de enlace romántico, porque su generosidad no tenía límites... Amaba el dibujo ciego, ese en el que la mano no traza, sino la mirada, una mirada sostenida, nada engañosa ni tramposa. Así como miraba dibujaba y así de rápida también fue su manera de contestar antes de que preguntaras... porque para hablar con Emilio tenías que estar atento, despierto. Cambiaba de tema mientras
/// Emilio Carrasco Gutiérrez. Foto de Lina Carrasco.
pura o lo menos alterada posible. Ya después, cuando domines la técnica, ya entonces podrás hacer lo que quie-
ras con ella”. Ese era Emilio. Los alumnos éramos en ese entonces Chicho Pereira, Gonzalo Lizardo, Cuauhtémoc,
Claudia y Mirna -de quienes me acuerdo sin problema-, pero había algunos más, perdón por omitirlos... A Emilio le debo el sobrenombre del “Duro” porque decía que mi trazo era así, que lo debía soltar más y dejar la tensión para dibujar, para pintar; cuánta razón tenía. Gracias a él y a Ehrenberg -me parece que también participó Huerta-, en alguna ocasión nos andaba cargando la justicia por una exposición que hicimos de rostros, manos y pies en yeso y algunos grabados, dibujos y pinturas con los que hacíamos alusión al Día de Muertos, en lo que ahora es la Plazuela Goitia. Para esa muestra hice algunos dibujos de mi abuelo con la técnica que nos enseñó Emilio -en la que trabajábamos sin ver el papel-, mi padre los conservó y guardó para él, para su corazón y el mío. Un día Emilio me dijo: “Duro, ya no vas a ser pintor, tú ya eres más ingeniero que nada, ah, pero eso sí: rescatable en tu crítica”. En en ese tiempo, Emilio compartía conmigo la idea de que a veces los críticos de arte exageraban por más doctos que fueran en la materia. “No solamente les traté de enseñar que fueran buenos artistas o conocedores de arte -aunque sea en su mínima expresión-, para mí lo más importante es que mis alumnos sean buenos seres humanos”, me dijo la última vez que lo vi en su casa en Guadalupe. Feliz de que le visitaran. Ahora estamos tristes de ya no poder visitarle, más sí de recordarle. Fue, es y será un buen hombre: Emilio.
Emilio, tú sabes qué sigue... se iniciaba otro, pero al fin de cuentas con carcajadas. Nunca voy a olvidar su sonrisa, era igual que las mujeres en sus obras: larga y con curvas; una sonrisa de paisaje, de maestros... Gracias, Emilio, por dejarnos saber que el dibujo es primero, que un bastón es elegancia y también un apoyo, o bien, dónde recargarse para detener el tiempo. Gracias por la manera en que nos dibujaste tus días y que gustosos los viviremos. La historia que escribiste en mí, como en quienes te conocieron es una que releeré por el gusto de siempre volver. Maestro, mi querido maestro Emilio, no hay palabras, pero hay papel y carboncillo... ¡Tú mejor que nadie sabes qué sigue!
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Malditos tiempos 6 Por Juan Chávez Concha
favorito: “El hombre araña”, a mis 4 años yo no entendía cómo un adulto podía seguir conservando esos artículos tan infantiles, pero disfrutaba tanto visitar su casa, donde el maestro siempre nos recibía con esa voz tan peculiar, enfatizando las “s” y siempre preparando el momento para soltar una broma, un chiste. Bajaba sus figuras del arácnido para que yo pudiera tocarlas para después volver a colocarlas en su lugar, claro, porque ningún coleccionista que se respete, permite que un niño juegue con algo de su preciada colección, ahora lo entiendo. El maestro Emilio siempre con su andar pausado y relajado, daba la impresión de siempre tener una frase poderosa que parecía estar guardada para salir en el momento preciso. Fue en 1986 cuando mi padre y él coincidieron en la Coordinación de Comunicación Social de la UAZ, mi padre como redactor y el maestro Emilio como diseñador gráfico; mientras esperaban información sobre una de las tantas huelgas universitarias, mi padre le contó sobre un cuento que estaba escribiendo (el cual nunca se publicó), Emilio comenzó a hacer un bosquejo en un papel mientras escuchaba, el cual
convertiría después en un cuadro enorme (o tal vez así lo veía yo de pequeño) titulado: “El guarda casa” (el cual nunca formó parte de alguna exposición), la pieza nos presenta un cuidador de algún teatro, quien observa a las bailarinas ensayar por detrás de las cortinas, claro que yo siempre decía que el cuadro era sobre una fiesta, tal vez porque era lo que yo recordaba sobre el maestro: yo jugando mientras los adultos disfrutaban sus noches bohemias de largas pláticas acompañadas de música, alcohol, aceitunas y carnes frías. Era eso lo que él buscaba en sus pinturas, que cada uno de nosotros exploráramos con nuestro pensamiento y llegáramos a nuestras propias conclusiones. Gracias a su carácter tan generoso, el mismo Emilio trajo el cuadro hasta esta misma casa donde escribo hoy las líneas que ustedes leen, solamente pidiendo a cambio el cuento que lo había inspirado a crearlo. Así era él, honesto, sencillo y divertido. Nos deja un legado invaluable con su trabajo, pero también nos deja una responsabilidad: la de buscar, como él lo hacía, una sociedad más justa y unida. Malditos tiempos.
/// Emilio Carrasco. El guarda casa. Óleo sobre tela.
La magia del arte
6 Por Juan Carlos Villegas
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os solventes, el gesso, la esencia de trementina, los óleos amarillo Nápoles, blanco titanio, azul ultramar, rojo óxido, negro marfil, verde vejiga, sombra tostada; las tintas para grabado, la estopa empapada, la pasta cerámica mojada, el horno encendido, los olores del taller... de todo esto tengo vivos recuerdos, lo conocí por primera vez al lado de Emilio Carrasco en su taller y en su casa; fue mi primer maestro de pintura y artes hace ya unos 27 o 28 años. Los primeros olores percibidos de las cosas prevalecen hondamente en mi memoria, los sonidos también: el martilleo en la madera, el
frotamiento del pincel de cerda sobre la tela, el carboncillo, la gubia que corta el triplay, el rodillo entintando, canciones de Serrat en alguna grabadora, el papel de estraza atacado fervientemente por la mano de Emilio, su jadeo constante, su voz... siempre hablaba del Greco, Velázquez, Picasso, de Aceves Navarro, del oficio y su importancia, del dibujo y su importancia, del papel crucial que tienen los grises en la pintura; su pasión al hablar de todo esto siempre me daba la impresión de que para él era más importante la pasión misma que cualquier otra cosa: pasión por lo todo lo que hagas, pasión por vivir. Por alguna razón, ahora que dejas esta vida, Emilio, te siento más vivo que nunca. Supongo que es la magia del arte.
/// Bastón y chamarra de Emilio, imagen para su exposición De la Materia al Color. Foto de Lina Carrasco
Emilio Carrasco. In memoriam
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ste año está para el olvido y no creo que alguien se atreva a pensar lo contrario. Este siniestro virus se ha llevado ya mucha gente que no debía de irse todavía, entre ellos se encuentran personajes inolvidables como el maestro Emilio Carrasco. Yo lo co-
nocí en los 80´s, cuando la Universidad Autónoma de Zacatecas lo invitó a quedarse y volverse más zacatecano que muchos; no pudo resistirse a ese aire provincial y la tranquilidad que se respiraba en esos tiempos. De inmediato se hizo amigo de mi padre, así que tuve la fortuna de conocer su casa repleta de historietas, afiches, figuras y demás coleccionables de su personaje
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Emilio, ¿quién sigue? 6 Por José Esteban
Emilio Carrasco. In memoriam
Martínez
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milio Carrasco, menudito de cuerpo… menudito de corazón. No creo, no tengo ni la menor duda de que si algo no se podrá olvidar aparte de su gran trabajo es su sonrisa juguetona y burlona. Conocí a Emilio por los noventas, no fuimos amigos de piquete de ombligo, nos veíamos muy poco, pero cuando se daba en encuentro, a la ausencia la curaba una buena y larga plática. Nos llevamos bien, no recuerdo que hayamos discutido alguna vez. El tema obligado con él eran sus viajes a China y el gozo que tenía cuando lo contaba. No podría decir qué era lo que más me gustaba de la obra de Emilio, sus Ex Libris, su cerámica o su trabajo en tela, pero pudieran haber sido sus grabados. La limpieza con que trabajaba y el resultado en blancos y negros que lograba lo hacían uno de los mejores grabadores que conozco. Tenía su buen carácter, pero aguas cuando se encabronaba, lo sé por algunos
agarrones que tuvo con algunos personajes de la farándula cultural de Zacatecas, eso no le quita lo noble de persona que era; no dudo que también fue un buen padre, siempre que nos encontramos iba acompañado por su hija. ¿Qué deja Emilio en Zacatecas? Deja un legado y muchos herederos. Le gustaba enseñar, algún día me lo comentó; eso se llama generosidad, saber compartir lo que sabes a otros. Emilio no necesita homenajes ni palabras bonitas que hablen de él o lo alaben, el trabajo abundante como resultado de sus alumnos es su mejor logro. Agradecido con Emilio y su familia por siempre, lamento no haber podido decírselo en persona, no recuerdo que no asistiera a alguna de las exposiciones que he tenido en Zacatecas; siempre sencillo, nunca protagónico, con ese lento caminar y esa sonrisa que nunca delató si le gustaba algo o le valía madre. Emilio ahora es otro número más en la estadística de esta pandemia... nunca supe que estuviera enfermo, qué triste es no poder acompañarlo y tomarme un café con él.
/// Emilio Carrasco en sesión de trabajo con Lalo Arvizu. Foto de Alejandra Celis Almaza
Ya nos haces falta, querido Emilio 6 Por Jovita Aguilar Díaz
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o conocí en el Taller Julio Ruelas cuando Fer y yo éramos novios. Una de esas tardes le pidió a Fer que le ayudara a imprimir unos grabados y al término de una divertida sesión nos regaló un pequeño grabado; fue la primera obra de arte que tuve en mi colección y desde entonces sus regalos fueron permanentes: conservo con mucho amor grabados, pinturas, dibujos y cerámicas. Desde entonces llamó mi atención su viveza, su sentido del humor y su
sapiencia, en las reuniones con amigos me quedaba atenta escuchándolo, riendo de todas sus ocurrencias, pero sobre todo, aprendiendo. Poco a poco nos fuimos haciendo amigos, no sé cuándo ni cómo, pero la amistad se hizo muy fuerte y se convirtió en nuestro mejor amigo, mío y de Fer, luego de nuestros hijos, a quienes quería y se alegraba mucho de verlos. Cuando mis hijos eran pequeños llegábamos a su casa y con toda la paciencia les enseñaba lo que llamaba su atención, les explicaba la historia de cada pieza u objeto; ellos fascinados lo veían con
Te fuiste, amigo… lamento enormemente no haber podido conocerte más, no tener una foto juntos, no habernos tomado
un tequila y mentarles la madre a más de cuatro; ya habrá tiempo, ahora la pregunta es... ¿quién sigue?
asombro y admiración. Hoy también están tristes por su partida. Siempre me gustó escucharlo, con él aprendí a apreciar el arte contemporáneo en sus interminables charlas; la primera clase a la que asistí con él fue en la maestría. Sus clases eran muy sui géneris; no era un maestro convencional, nos obligaba a pensar, a reflexionar, a acercarnos al arte con mente y ojos abiertos. Más que un maestro en estricto sentido de la palabra, fue un maestro de vida: siempre generoso, siempre divertido, siempre amoroso y dispuesto a colaborar. Muchos sábados hacíamos carne asada, llegábamos temprano a su casa o ellos a la nuestra y mientras Lina y yo preparábamos todo, Emilio nos hablaba de sus nuevas adquisiciones, una planta nueva, un libro o las pinturas que estaba realizando. La creación de su “Bosque de la utopía” nos llevó largas y entusiastas conversaciones; apasionado imaginó que podía tener un predio para hacer un bosque real a la par de las convocatorias de exlibris. El terreno nunca se lo dieron, pero sí reunió miles y miles
de pequeñas obras de artistas de todo el mundo. Recuerdo que nos llamaba y nos decía: “Ya tengo listos los álbumes de los exlibris”, era una invitación para ir a verlos, en la primera convocatoria, mi hijo de 5 años en aquel entonces fue el participante más joven. Honro tu memoria y legado, mi querido amigo, gracias por todas las risas, las bromas, las largas charlas, las carnes asadas, las tardes de café, las horas y horas viendo tus libros, tus grabados, los ex-libris. Gracias por mis pinturas, por el dibujo azul, por mis grabados, por mi jarrón marrón; ya no escucharé tu voz diciéndome en broma “Con usted no quiero hablar, maestra, ¿está el latoso de su marido?”. Gracias por tu apoyo con nuestros proyectos, siempre agradeceré tu frase recurrente: “Con usted lo que quiera, maestra”. Gracias por querernos y por querer a mis hijos. Quiero a tu familia porque es parte de la mía. Mi cariño para Lina, Emilio, Marialina y Andrés; agradezco a Dios y al universo por haberte tenido en nuestras vidas. Nos dejas un gran vacío, ya nos haces falta, querido Emilio.
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Emilio Carrasco, transformador de consciencias 6 Por Pedro López
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proyectos, tanto a él como a Chucho los bauticé como “Los malignos” enviados desde San Carlos a destruir a todo intento de artista que no pelara un chango a mordidas, cuya función era darles las herramientas para que pudieran aspirar a ser aprendices de artista y ya el tiempo decidiera si eran aptos o no para tal oficio. Yo firmo como VANACK, no como Pedro, y eso también fue gracias a Emilio; estábamos trabajando una xiolografía para el concurso del Quijote en Guanajuato y yo usaba una madera que se llama lupuna -muy blandita para el tallado-, Emilio me pidió una placa de ese material para hacer una talla en ella; cuando fui a la carpintería a solicitar un pedazo de esa madera me dijeron que ya no la tenían, pero sí otra, una muy bonita parecida a la caoba llamada banack... yo pensé: debe funcionar; se la entregué a Emilio para que hiciera su trabajo y desde el siguiente día comenzó a dar lata -como mosquito a las 2 de la mañana- con un “dónde esta ese pinche maestro banack y su pinche madera
Emilio 6 Por Citlali Córdova
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ay pérdidas que no se pueden superar, en todo caso tendremos que vivir con la ausencia y el enorme vacío que deja mi maestro y queridísimo amigo Emilio Carrasco. Y es que no, no quiero superarlo, no quiero que se me olvide nunca; lo quiero vivo cada día, en los innumerables recuerdos que ahora mismo me provocan una sonrisa debajo del llanto, lo quiero día a día como ese impulso de vida y creador que siempre ha sido. Conocerlo cambió todo, ni siquiera puedo pensarme a mí misma sin su influencia, sin su acompañamiento y cariño. No puedo distinguir al artista del padre de familia, amigo, maestro, del cómplice; fue un hombre que se dibujaba desde todos lados al mismo tiempo. Con él comprendí que el arte y la vida valen la pena solo si están juntos, que la
generosidad es fundamental para hacer redes de colaboración y apoyo; fue un hombre con sabias palabras, pero que enseñó haciendo; aprendí que el arte se hace con los demás, con trabajo, dedicación y esfuerzo, pero también con mucha alegría y pasión. Si el arte es la objetivación del espíritu, el suyo fue uno generoso, dulce, fuerte, crítico y brillante que dejó un legado en su obra plástica, pero sobre todo en la comunidad, en todos sus alumnos y alumnas y en quienes lo hemos querido. Ha sido un privilegio estar cerca de él y de su familia. Espero, querido maestro, seguir mi camino con la misma generosidad suya, honraré su vida. Hoy no tengo las mejores palabras. Mis ojos están llenos de lágrimas que no me dejan ver; parafraseando al poema, si pudiera, les diría que se fueran, pero tengo a Emilio atravesado en la garganta.
banack”, y muele y muele... pero ni sabíamos de qué hablaba. Ya con su trabajo terminado y sus manos llenas de ampollas -resulta que madera banack estaba durísima y él creyó que lo hice a manera de joderlo pensando que no le iba a poder dar ni un gubiazo-, aventó la placa a la mesa de entintado y me dice “A’i tá, qué pensó, que este pinche viejillo no iba a pelar”, me saqué de onda y le digo “qué trae, viejo loco”, nos reímos y me contestó: “Dele un gubiazo, a ver si es tan chingón”... la neta sí estaba cabrón sacarle rebaba a esa placa de triplay; luego le dije que no había sido en plan chingativo, sino que el de la maderería me había dicho que era como caoba y yo pensé que le podría
Emilio Carrasco. In memoriam
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o recuerdo mi primer encuentro con el maestro Emilio, solo recuerdo que trabajaba en el taller El Topo, del maestro Odín Barrios, cuando llegaron con unas placas para imprimir; ya había escuchado sobre él, Odín me contó que por él había tomado la vocación por las artes plásticas y decidió irse a estudiar a la Esmeralda; imprimimos esas estampas con texturas y tierras adheridas a las placas de madera y me fascinó tan loco trabajo. Después comencé a tener un trato con él; una vez me contó que en sus años de estudiante en San Carlos había sido secretario de otro gran amigo artista -quien desafortunadamente también yace en el eterno Oriente-, el maestro Felipe Ehrenberg, en aquellas épocas de los grupos del SUMA, No Grupo, Huevo de gallina negra, El peyote y Cía., y muchos otros más; el de ellos de llamaba Proyecto Pentágono. Le hacía bullying, de cargarle maletín, y él se desquitaba regresándome la carrilla, porque así era su personalidad. En cierto encuentro de gráfica conversé con el maestro Ehrenberg, quien tenía en alta estima y consideración al maestro Emilio, y a partir de esa fecha hubo una triangulación de comunicación entre los tres chiflados; ellos me impulsaron y dieron las alas para abrir los proyectos “Rayón 5.5.4 Espacio multidisciplinario de arte contemporáneo” y el taller de gráfica “Pentágono”. Cada plan, proyecto y trabajo estuvo siempre al pendiente de ver la forma de cómo apoyar; nunca dejó de molestarme y a mi inseparable hijo le tocaba su dosis de carrilla también. Fue su gestión la que hizo posible el catálogo “100/100 la toma de Zacatecas” así como muchos otros proyectos. Emilio era como un niño que gustaba de las travesuras, pero un genio en sus ideas y
servir... “pero para que no se olvide la anécdota desde ahora firmaré así como vanack todas mis estampas”, le dije, él no creyó que lo fuera hacer, pues decía que el ego del artista es que su firma luzca en sus piezas... esa edición y todas las que le han seguido llevan plasmada la firma VANACK. De unos años a la fecha diario me mandaba mensajes desde muy temprano para molestar, pues sabía que yo no soy muy madrugador y siempre me picaba diciéndome que qué estaba haciendo, que me la pasaba rascándome ya se imaginaran qué, pero diario... cuando no lo hacía me preocupaba y el motivo era que andaba muy madreado de sus visitas al médico y se justificaba diciendo: “Hoy lo voy a dejar descansar, pero mañana prepárese porque recibirá mi mensaje”. Emilio siempre me decía que primero ser buena persona antes que buen artista y en sus talleres de dibujo siempre recitaba el testamento de Rodin como introducción; quienes asistimos a sus talleres nos enamoramos del arte mucho más allá de lo bonito, de lo comercial. Fue un gran maestro y ahora junto a los otros grandes que se han ido este 2020 trazarán desde el lugar donde se encuentren sus obras; las que nos dejó él servirán para recordar siempre que un día en la tierra existió el maestro Emilio Carrasco Gutiérrez, un ser humano común y corriente que pagaba la luz, el agua e iba casi a diario a Correos de México. Emilio, transformador de consciencias.
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Emilio Carrasco 30-10-20 6 Por Jorge Ismael
Emilio Carrasco. In memoriam
Rodríguez López de Lara
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onocí al gran Emilio Carrasco a mediados de los noventas por una afortunada serie de rebotes. En esos días, además de los frecuentes viajes para visitar a mi familia, don Federico Sescosse me invitó a realizar la restitución de un par de elementos de la fachada de la Catedral y la creación del Museo Zacatecano. Más o menos por esas fechas estaban preparando los festejos para conmemorar los 450 años de la fundación de Zacatecas y convocaron a un concurso para hacer un gran monumento en la loma en donde ahora está el Campus Zacatecas de UAD, por supuesto quise participar y en el proceso de investigación fui al Museo de Ciencias de la UAZ a consultar a mi querido amigo, el Ing. Antonio Villarreal; necesitaba información sobre la flora nativa de hacía 450 años para poder hacer el plan de reforestación de esa zona y un jardín botánico como parte del proyecto monumental. Toño había ido a una junta a la rectoría “pero no tardaba”; ahí estaban Bertha Michel y casualmente Emilio Carrasco, les conté mi proyecto, de ahí pasamos a historias locales, por Bertha derivamos a los cuentos de Ende y se nos alargó la plática, llegó Antonio y decidimos comer ahí juntito, en La Garufa, creo que antes de que nos sirvieran la primera copa de tinto zacatecano, las mollejas y la ensalada de queso azul con manzana que pedimos de entrada, ya nos habíamos encontrado un montón de amistades en común y rutas de vida paralelas. Saliendo bien comidos y un poco eufóricos, Emilio me invitó a conocer la Galería Puerta Nueva del Teatro Calderón, vimos la expo en turno, me invitó a exponer y también para ir al día siguiente a su nuevo taller de cerámica en Guadalupe, en su maravillosa casa; llegando me recibió con más tesoros: Lina con una jarra de agua fresca, Emilio ya tenía en su punto un muy buen barro zacatecano que estaban probando y me presentó al muy querido y llorado Gerardo Padilla; estuvimos horas jugando con los materiales y platicando de todo, ellos tenían un colectivo generador de proyectos (3 algo, no recuerdo el nombre), muy creativos, derrochaban energía, navegaban en aguas varias, tenían en puerta su encuentro de escultura en barro. Cada uno a su manera reflexivos, audaces y matéricos; a Emilio se le notaba que “traía mundo”, estaba tallando unos cilindros de madera que podían ser esculturas y usarse para imprimir, además trabajaba en una serie maravillosa sobre “El jardín de las delicias”; ambos se notaban muy pero muy entusiasmados con las virtudes de los nuevos medios, ya eran parte de comunidades internacionales de grabadores, arte correístas y exlibristas en la web y la comunicación era vía e-mail; imaginarán mi sorpresa, pues en esos días (hace no más de 25 años) las convocatorias internacionales llegaban a México por correo solo a las escuelas famosas de arte como San Carlos o La Esmeralda y esas eran las oportunidades más democráticas que te-
/// Emilio Carrasco Gutiérrez. Foto de Lina Carrasco
/// De la serie El jardín de las delicias, de Emilio Carrasco
níamos para ir poniéndole participaciones internacionales al CV. Conocer esa herramienta fue la cereza del pastel, el planeta se hizo chico, ama-
ble y cercano, empezamos a invitarnos; me acuerdo que una de las primeras muestras a la que me invitó fue “Exlibris, una pasión: Colección de Mario de Filippis” que presentó
en la Galería Puerta Nueva, de la UAZ y en el Centro Cultural San Ángel del D.F.; otra, “Exlibris en homenaje al poeta zacatecano Roberto Cabral del Hoyo”, que estuvo en el Teatro Calderón; y con especial gusto recuerdo el “Homenaje al árbol” exlibris, que da vida a la deliciosa idea del “Bosque de la utopía”, una acción detonadora para reflexionar sobre la sustentabilidad que sigue vigente; en esos días yo era curador de la Bienal Guadalupana, Emilio se sumó y como siempre, les abrió la puerta a varios artistas zacatecanos. Para entonces nos habíamos hecho muy buenos amigos, yo viajaba a Zacatecas con frecuencia y él tenía que viajar al DF a cada rato por motivos de salud; casi siempre dedicamos esas tardes para salvar al mundo, en serio nos gustaba saber de los éxitos del otro y festejábamos chocando los tarros rebosantes de la cerveza prohibida para él. También, muy a nuestro modo, con frecuencia nos buleábamos… que si mandaste algo a Sabedónde y pusieron mal tu nombre, que no voy a enviar nada a Parallá para que tengas oportunidad, que si estoy haciendo un parque en Bienlejos o que si mi mural de China está buenísimo… Ay, querido Emilio, no estoy preparado para tu ausencia; qué coraje no habernos visto últimamente, qué tristeza. Ya no vamos a poder compartir estas maravillosas casualidades que solo les pasan a los artistas rancheros que andan por el mundo con cara de azorados como nosotros. ¡Ay, hermano! Ya no compartiremos “la resaca” ni ese brillo en los ojos que deja la chamba bien vivida. Buen viaje, querido amigo, en unos años le seguimos.