La Gualdra 463

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 463 /// 25 DE ENERO DE 2021 /// AÑO 10

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

José Vicente Anaya. Foto de María Vázquez Valdez.

José Vicente Anaya (Villa Coronado, Chihuahua, 22 de enero de 1947 - 1 de agosto de 2020) dejó un vacío equivalente a su sólida trayectoria durante décadas como destacado creador vinculado con causas nobles y profundas de la cultura, como escritor con una obra enorme y diversa, y con un interés igualmente múltiple por dar a conocer a autores y poéticas de numerosas épocas y lugares del planeta. [En esta edición: Dossier José Vicente Anaya]


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La Gualdra No. 463

Editorial

Un cirio en la sombra llora y arde / por él. Y entre murmullos feligreses, / de suspiros, de llantos y de preces, / dice una voz al ánimo cobarde: / Qué triste será la tarde, / cuando a México regreses, / sin ver a López Velarde”, el texto es de José Juan Tablada y es uno de los tres epígrafes con que inicia el Diccionario Lopezvelardeano, el más reciente libro de Marco Antonio Campos, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México en el número 13 de la Serie Cátedra Universitaria. Recién salido de la imprenta, a unos cuantos días de que llegara a manos del autor, lo recibí hace unos días y este regalo augura un buen año; el 2021, Año Lopezvelardeano, inicia con buenas noticias. El libro que tengo en mis manos es un obsequio para los lectores que admiramos la obra del bardo jerezano y cuyo primer centenario de su fallecimiento estaremos conmemorando el próximo mes de junio. Este libro, elaborado con esmero, pulcritud y amor por la obra de López Velarde, es un libro de colección. La nota introductoria vaticina lo que nos espera al leer las 135 páginas de esta bella edición, su autor nos habla de los trabajos y complicaciones que pasó durante el proceso de identificación y redacción de las vetas lopezvelardeanas, que ordenadas alfabéticamente nos presenta para tratar de puntualizar episodios de la vida y obra del poeta que no habían sido abordadas con la claridad deseada, “Por eso mismo, buscar las mínimas huellas y sombras en su vida y obra resultó ser una tarea apasionante: los hallazgos, si los hay, los dio el estudio, pero más de las veces el azar”, dice Campos. Pese a la afirmación anterior, me atrevo a decir que lo que encontramos en esta investigación es el producto de muchas horas de estudio, sí, pero que sin la directriz que da naturalmente el conocimiento adquirido durante años no hubiera sido posible que el azar hiciera de las suyas de vez en cuando. Abogado; Abuelo. Apellidos; Acuña. Manuel Acuña y Manuel M. Flores; Aguascalientes; Águeda. La prima; Baudelaire. Influencia; Biblioteca. Biblioteca personal; Carácter; Casas. Jerez; Chile. Pablo Neruda; Cuentista; Divas. Bailarinas, cantantes, actrices; Escuela Nacional Preparatoria; Europa; Familia; Fe. Fe Hermosillo; Flâneur; Fuensanta. Acta de defunción; Gramática; Herrán. Saturnino; Idilio. Idilio salvaje; Jerez. Remordimiento; Jerez. Reverso; Léxico; Madero. Francisco I. Madero; Madero.

Avenida; Margarita. Margarita González; Margarita. Margarita Quijano; Nacionalidad; Olfato; Paloma. Misericordia; Periodismo. Periodismo político; Poema. Cómo escribir un poema; Poeta. Poeta nacional; Quijote; Rasgos. Rasgos físicos; Reloj. El viejo reloj parado; RLV. Acta de defunción; Seña. La santa seña; Toros; Traje. Traje negro; Unidad; Vasconcelos. José Vasconcelos; Velorio. Velorio y entierro; Venado. La provincia mental; Virginia; Viudas; Zacatecas. Ciudad; y Zalagarda, son las vetas lopezvelardeanas de las que nos habla el poeta Marco Antonio Campos. Un poeta que habla de otro poeta: el primero de Aguascalientes, el segundo de Jerez. Los hallazgos son muchos y por demás gozosos. Diccionario Lopezvelardeano se lee y se disfruta enormemente; es una de esas obras que uno desea que no termine tan pronto. La elocuencia de su autor, la maestría con la que va hilando datos y brindando pormenores hacen que cobren sentido muchas cosas alrededor de López Velarde, de quien se estará hablando durante todo el año y al que se le habrán de hacer múltiples homenajes en los siguientes meses, pero del que no hubiera imaginado, por ejemplo, su relación casi efímera con la fiesta brava -afición que declinó luego de la infancia-. Ramón Modesto López Velarde Berumen falleció el 19 de junio de 1921 “a la una y veinte de la madrugada, el certificado médico lo expidió su gran amigo Pedro de Alba y murió de bronconeumonía en el mismo domicilio al que llegó desde el primer día de su segunda y definitiva residencia en la Ciudad de México”;1 Campos consigna además que “tuvo unos funerales espléndidos”, su muerte “Consternó no solo al primer círculo de amigos, sino sorprendió e hizo mella en la inmensa mayoría del medio artístico”.2 A 100 años de su fallecimiento, Ramón López Velarde sigue siendo recordado. Este libro es extraordinario, lo recomiendo ampliamente; gracias y muchas felicidades, Marco Antonio Campos. Que disfrute su lectura. Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Contenido

Dossier José Vicente Anaya Por María Vázquez y Sigifredo Esquivel Rememoro a José Vicente Anaya Por Sergio Mondragón

José Vicente Anaya: poesía, sabiduría y vida Por Sigifredo Esquivel Marín

Tributo a José Vicente Anaya Por Margaret Randall

José Vicente Anaya: un poeta luminoso en la noche del mundo Por María Vázquez Valdez

One night in Miami, de Regina King Por Adolfo Nuñez J. Les choses qu’on dit, les choses qu’on fait: Mejor Filme por la Academia de los Lumière en Francia Por Carlos Belmonte Grey

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1 Marco Antonio Campos, Diccionario Lopezvelardeano, Primera Edición, UNAM, Serie: Cátedra Universitaria: 13, Ciudad de México, 2020, p. 110. 2 Ídem, p.122.

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Dossier José Vicente Anaya Dossier J. V. Anaya

Por María Vázquez y Sigifredo Esquivel t

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emos preparado este sencillo y sentido homenaje a nuestro queridísimo y entrañable amigo José Vicente Anaya. Este dossier ha sido preparado exclusivamente para recuperar el trabajo ingente y diverso del maestro Anaya. Su muerte dejó un vacío personal y colectivo en las letras y cultura de este país. Rendir un homenaje a José Vicente Anaya no es sino hacer un homenaje a la vida libre. A la vida soberana y a la alegría que hermana la vida. El testimonio de poetas, lectores y amigos da cuenta de un testamento literario y humano legado a generaciones presentes y venideras. Asiduo lector del Tao y Merton, Anaya buscó toda su vida y por todos los medios hacer de este mundo un lugar más justo, humano y libre y solidario. Seguir honrando su amistad entrañable y su legado es seguir haciendo de la creación poética y crítica una creación colectiva y compartida. Honrar su memoria es honrar la poesía como libertad y fraternidad universal. La difusión del legado de José Vicente Anaya ya ha comenzado.

/// José Vicente Anaya. Foto de María Vázquez Valdez.

Rememoro a José Vicente Anaya t

Por Sergio Mondragón

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ememoro a José Vicente Anaya como un ser humano cálido y jovial, un hombre que sabía ser amigo solidario y afectuoso, un camarada de las aventuras intelectuales y editoriales, pero también y en primer lugar, como un poeta con plena conciencia de serlo y del compromiso y responsabilidad ante la vida y la propia obra que ello implicaba. Conocí a José Vicente en el año 1981 y desde entonces nos hicimos amigos. En una ocasión me dijo que luego de la desaparición del Corno Emplumado, revista que Margaret Randall y otros habíamos publicado en los años sesenta, él había tenido un sueño en el que se le revelaba que habría que hacerse una continuación del Corno, y que él debería hacerla. Esa revista fue Alforja, revista de

poesía, que él fundó y codirigió durante doce años, con Jorge González de León y José Ángel Leyva, y en cuyo consejo editorial figuró también María Vázquez Valdez. En una ocasión escribió en Alforja: “[...] Todo lo soñado en El Corno Emplumado sigue teniendo vigencia y realidad. Es el permanente sueño de la utopía que también dio origen a Alforja, revista de poesía. Hoy tengo la certeza de una nueva vivencia: de que la poesía es un territorio vivible que puede ser habitado por poetas y lectores de poesía…”. José Vicente fue uno de los fundadores del movimiento “infrarrealista” y fue el autor de uno de los tres manifiestos del grupo. De él dijo en una entrevista de 2014: “El espíritu de mi manifiesto es una actitud anarquista, libertaria, contestataria, rebelde ante cualquier opresión y censura. Así sigo pensando”.

Como editor de Alforja, José Vicente publicó también una serie de libros de poesía de diversos autores. Entre ellos destaca el libro Paños menores, de uno de los fundadores del grupo “Nadaísta” de Colombia, el laureado poeta J. Mario Arbeláez. José Vicente fue jefe de redacción de la revista Memoranda, una publicación bimestral que patrocinaba el ISSSTE y que fue fundada y dirigida por Roberto Gallaga; publicó alrededor de 50 números. Fue siempre diligente, imaginativo y solidario con todos los que hacíamos la revista. Realizaba entrevistas, redactaba textos y pies de fotos, planeaba nuevos números con Luciano Pérez, que era nuestro secretario de redacción. En varias ocasiones acompañó a Walter Reuter, fotógrafo de la revista Memoranda, que

paralelamente publicó también una docena de libros. Fue manifiesta su admiración por Efraín Huerta, Henry Miller, Antonin Artaud, Benjamin Peret, Ezra Pound y el epigramista Marcial, del cual publicó versiones hechas por él mismo, y también trabajó versiones de poetas chinos de la antigüedad clásica. Por Margaret Randall conocí la obra primero, y luego en persona al poeta Allen Ginsberg, y también a los poetas del grupo “Black Mountain College”, así como a Robert Kelly, Jerome Rothenberg, Phillip Lamantia y muchos otros. Por sus amigos pintores conocí a los norteamericanos protagonistas del action painting, que también fueron publicados en la revista que tanto inspiró a Anaya... A principios de los años 60 algunos poetas beat llegaron a México…


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Dossier J. V. Anaya

José Vicente Anaya: poesía, sabiduría y vida Por Sigifredo Esquivel Marín t

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ocos hombres pueden obtener una constancia y una coherencia entre su vida y su obra de principio a fin, solamente la muerte puede sellar el sentido de una existencia tan efímera, errática y errante como lo es la existencia humana. ¿Acaso no fue el viejo Sócrates quien se esmeró por alcanzar una perfecta unidad indisoluble entre vida y pensamiento? Y que llevó hasta sus últimas y radicales consecuencias aceptando una muerte injusta antes que huir de su destino. La muerte de José Vicente Anaya significa la pérdida de un hombre de letras, que utilizó la literatura como potencia vital para repensar los múltiples sentidos prácticos de las sabidurías aborígenes y orientales. Su quehacer cultural y literario ha permitido descentrar y ampliar el campo y el canon de la literatura en México, poniendo al día el reloj de la creación nacional en el contexto contemporáneo. En el portal Wikipedia se puede leer que José Vicente Anaya nació en Villa Coronado Chihuahua el 22 de enero de 1947 y murió en la Ciudad de México el primero de agosto del 2020. Se añade que fue poeta, ensayista, traductor y periodista cultural. Y que publicó más de treinta libros y formó parte del movimiento poético del infrarrealismo.1 Cabe agregar que fue promotor y gestor cultural de revistas, espacios de difusión y formación literaria, y también, desde joven, fue un viajero incansable. Y aunque fue nombrado Creador Emérito por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, tuvo un papel marginal en las letras mexicanas. Algo que no se consigna en redes sociales fue su posición ético-política ante la sociedad, y en particular, ante la creación literaria. Hombre íntegro, leal y fiel a un ideario emancipador y libertario, Anaya hizo de la literatura y de la difusión literaria dos poderosas estrategias para subvertir las relaciones de dominación y luchar contra todas las formas y sistemas de opresión humana existentes. Es justo bajo el 68 y su legado como telón de fondo que habría que pensar la participación de Anaya en la vida literaria y cultural de México. El movimiento infrarrealista en el cual participó activamente no se puede entender sin el cambio cultural a fines de los sesenta en México y América Latina. Hombre cabal que buscó una vida y una obra guiadas por la integridad. Ser íntegro que tuvo un sentido existencial auténtico bajo un norte ético-político, a saber: hacer de la vida una ex-

/// José Vicente Anaya. Foto de María Vázquez Valdez.

perimentación creativa orientada hacia la búsqueda incansable de una verdad cosmogónica. Sin ningún afán reduccionista, pues resulta imposible resumir su vida y obra en un conjunto de oraciones, nos atreveríamos a decir que estas nociones sirven de guía de una vida y una obra múltiples. Vida, experimentación creativa, búsqueda incansable y verdad cosmogónica u ontológica son nociones que no pretenden glosar o desglosar su vida y su obra, pero sí abrir claves de comprensión de un legado que el día de hoy nos permite entender y atender la relación entre el ser humano y mundo en tiempos de crisis. Como lo fue para los sabios orientales, la vida fue el criterio que estableció como parangón de todas las cosas. Una vida libre, digna, con justicia y honestidad, vida como apertura del diálogo con los otros y como base de una ética sin concesiones. Vida que busca abrirse al encuentro y al devenir, es decir, a la experimentación creativa sin fin. Vivir es experimentar, hacer de la experiencia

parto de sentido, apertura de sentido, viaje sensorial, sensitivo. Vivir despliega la experiencia como experimentación, esto es, como búsqueda incansable. Anaya fue un eterno buscador, aprendiz de búsquedas y hallazgos, como el viejo Sócrates jamás ostentó ningún saber o poder, sino una sonrisa enigmática, burlona, afable. De ahí que jamás dejara de experimentar todo tipo de conocimientos, expresiones, géneros y estrategias de percepción de la realidad y de la supra-realidad, pero su búsqueda siempre tuvo como brújula la verdad, la verdad humana que conecta y reconecta con el cosmos. Una verdad ontológica que religa hombre y mundo bajo el umbral de lo sagrado. En toda su obra hay una perfecta coherencia entre pensar, decir, hacer, hablar, vivir y convivir en torno a la búsqueda de una verdad oculta y trascendente que posibilita la instauración del ser humano como parte de una unidad sagrada viviente. Sus poemas, sus lecturas, sus traducciones, sus charlas, sus cursos y seminarios, sus textos críticos,

sus diversas actividades y creaciones estuvieron animadas por ese impulso que atesoran los arcanos sagrados. Lejos de pontificar o crear una ortodoxia, se sirvió de pequeñas verdades, acciones micro-políticas o infra-políticas, tal es el sentido de su adscripción y promoción del infrarrealismo, pues se trató siempre para él de desplegar literaturas menores, menores no en el sentido de importancia o trascendencia, sino menores en el sentido preciso que le otorgan Deleuze y Guattari, en su obra Kafka, por una literatura menor. Menor es una obra que desestabiliza e impugna el orden cultural y literario que subyace al sistema intelectual dominante. De ahí también que la visión vitalista y experimental de Anaya hoy sean aportaciones valiosas que abren el horizonte de la crisis de la modernidad poética. Descentrar el poema y el poeta como dispositivos e intercesores de la producción de subjetividad y de comunidad son elementos claves de nuestro tiempo. Quizá uno de los grandes legados de Anaya fue hacer de la literatura y de la crítica ejercicios de micropolítica o pensamiento ético-político en y desde los márgenes. La idea central de la noción de micro-política es concebir, pensar e intervenir, en lo social en tanto campo de fuerzas, líneas de fuga, fracturas, lejos del embrujo de la idea de totalidad cerrada. El capitalismo y cualquier sistema de dominación está atravesado por miles de pliegues, fracturas, antagonismos, márgenes, nunca es algo fijo ni unívoco. Tal es la idea de Rizoma, que despliegan Deleuze y Guattari en Mil mesetas, continuación y radicalización de El Anti-Edipo, como corolario emancipatorio y libertario del movimiento del 68. Poesía, crítica y magisterio de Anaya siempre estuvieron motivados por ese anhelo de transformación profunda del orden existente. La vida y la obra de José Vicente Anaya fue un mismo punto convertido en una flecha que retorna al blanco del ser como devenir incesante, la trayectoria del disparo y la mano del arquero siempre estuvieron puestos en el mismo blanco: afirmar el ser en plena libertad, en medio del abismo de las dos nadas del origen y del fin, siendo la nada parte del ser universal. Hoy más que nunca necesitamos leer y meditar con la obra y las traducciones de José Vicente Anaya para guiar nuestro andar incierto en este desconcierto siglo XXI. 1 Wikipedia, “José Vicente Anaya”, consultado el 20 de agosto del 2020 en https:// es.wikipedia.org/wiki/José_Vicente_Anaya


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Tributo a José Vicente Anaya Por Margaret Randall t

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ace casi seis décadas, en la Ciudad de México, Sergio Mondragón y yo lanzamos una gran aventura cultural llamada El Corno Emplumado / The Plumed Horn. El Corno llegó a ser un proyecto importante en una época no tan distinta a la de ahora, una era llena de conflicto en la que los políticos nos llevan al desastre. En los sesenta el holocausto judío estaba vivo en nuestra memoria, así como el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Comenzaban las atrocidades de las guerras sucias en América Latina, y la década terminaría con la represión aplastante del gobierno mexicano en Tlatelolco. El Corno propuso elevar las voces de poetas, artistas visuales, ensayistas, gente pensante y creativa. Gritamos en contra de una violencia estatal y la hipocresía de sus gobernantes. Con un juvenil entusiasmo, creíamos que pudimos cambiar el mundo y salvar la esperanza por medio del arte. Durante ocho años, en nuestra revista bilingüe, publicamos mas de 700 poetas y artistas de alrededor de 30 países. No cambiamos el mundo, pero dejamos un ejemplo que ha servido a las generaciones que vendrían. Casi tres décadas después del Corno, José Vicente Anaya y un grupo de colaboradores —entre ellos María Vázquez Valdez— emprendieron un proyecto literario llamado Alforja. Se dio a conocer en 1997 y desapareció en el 2008, 12 años con más de 40 números de una revista maravillosa y una serie de libros. Un proyecto de ese peso requiere del apoyo de muchos, pero siempre hay uno o dos que llevan adelante la visión. En el caso de Alforja el visionario era sin duda José Vicente Anaya. Su gran cultura y conocimiento de la literatura mexicana y mundial, su afán de promover desconocidos al lado de voces consagradas, y su capacidad de ligar tradiciones y movimientos, hizo de Alforja una vitrina de las

/// José Vicente Anaya. Foto de María Vázquez Valdez.

palabras y los espíritus no solamente de una generación sino de toda la historia creativa mundial. Con treinta años de diferencia, me llama la atención que Alforja dio a conocer a algunos de los mismos escritores que aparecieron en El Corno: Henry Miller, Kenneth Patchen y Jack Kerouac, entre otros. No fue casualidad. Ambos proyectos se arriesgaron. Tenían el ojo agudo que viene no de seguir la moda del momento sino de saber lo que vale realmente y su importancia para el mundo. En el caso de Alforja eso se debió principalmente a Anaya, que buscaba, investigaba, combinaba y traducía. Y, dato curioso y un tanto mágico, en esa gran extensión geográfica que es la Ciudad de México, la casa de Alforja y la casa del Corno se encontraban en el mismo barrio: Prado Churubusco. Según José Vicente, Alforja tomó su nombre de la ciudad ideal descrita por Crates, utopista y a la vez integrante del grupo de los cínicos griegos, quien propuso

una ciudad de individuos que no necesitan gobernantes y la bautizó con el nombre de Alforja. En esta ciudad, y cito, “los humanos creen y ejecutan los principales preceptos de los filósofos cínicos: oponerse a morir en las guerras y matar a otros, despreciar los honores, formar individuos autosuficientes capaces de gobernarse a sí mismos, y predicar las virtudes propias de los seres humanos”. Está de más decir que hoy como entonces necesitamos un mundo así. Yo tuve la fortuna de conocer a José Vicente a fines de los noventa cuando promovía mi poesía y Alforja publicó un libro mío traducido por María Vázquez Valdez que se llama Dentro de otro tiempo: reflejos del Gran Cañón. El libro salió en 2006. Cuarenta años antes yo había publicado varios títulos con Siglo XXI, pero esta colección de poemas señaló una nueva etapa mexicana para mi obra y la primera de varias colaboraciones hermosas con María. Después, José Vicente y yo coin-

cidimos en varias ocasiones. Compartimos eventos, a veces leyendo juntos y a veces con él como moderador o comentarista. Recuerdo que él, en un texto suyo, me llamó poeta Beat. En el momento no entendí porqué. Confieso que hasta me molestó. Aunque yo había vivido con los poetas Beat en los años cincuenta en Nueva York, mi obra también tenía influencias de otras tendencias poéticas, entre ellas Black Mountain y Deep Image. Nunca se me hubiera ocurrido llamarme poeta Beat. Pero José Vicente tenía una óptica profunda y su calificación en ese sentido era más acertada que la mía. Él entendía que los Beat eran una generación, un mundo. Errores de la soberbia, me avergüenza mi falta de capacidad para comprender su astucia. Y lamento nunca haberle dicho que es por él que hoy yo me incluyo orgullosamente en ese mundo. Porque Beat era también un punto de vista, una posición, una visión. Lo fue en mi juventud y lo es ahora. Aunque yo he hablado princi-

palmente de su legado como editor, José Vicente Anaya nos dejó mucho más: su propia obra, sus elegantes traducciones del chino y japonés, su hermandad y su ternura. Y si Alforja se nutrió del Corno Emplumado, el modelo de una revista literaria de gran amplitud y calidad, hoy proyectos similares se reproducen en otros lugares y con otros nombres. Son hijos de Alforja como del Corno. Solo en las últimas dos semanas he sabido de Heredad: Palabras para caminar la Tierra en la misma Ciudad de México e ISTA en Montevideo, Uruguay. Ambos se anuncian en un momento en que la necesidad de un esfuerzo así es más palpable que nunca. Los fascismos hoy resurgen como tristes muestras de lo peor del ser humano, pero nuevos visionarios como José Vicente Anaya saldrán a confrontar y contrarrestarlos. Hoy celebramos la vida y la obra de José Vicente: poeta, pensador, editor, traductor, visionario y amigo. Tenemos su obra como legado.

Dossier J. V. Anaya

Gracias a María y a Sigifredo por organizar este tributo, y por la invitación. Y a ti, Sergio, por el acompañamiento; me encanta que después de tantos años seguimos unidos en la poesía.


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José Vicente Anaya: un poeta luminoso en la noche del mundo Por María Vázquez Valdez

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l 1 de agosto del aciago año 2020, la presencia física de José Vicente Anaya dejó un vacío equivalente a su sólida trayectoria durante décadas como destacado creador vinculado con causas nobles y profundas de la cultura, como escritor con una obra enorme y diversa, y con un interés igualmente múltiple por dar a conocer a autores y poéticas de numerosas épocas y lugares del planeta; pero especialmente, dejó un vacío entre quienes tuvimos la fortuna de caminar con él por las rutas generosas y fraternas de la poesía y la palabra. Poeta de importancia acentuada y singular en las letras mexicanas, con un gran margen de capacidad creativa y analítica, agudeza crítica y generosidad desinteresada hacia otros creadores sin importar edad, género, formación o condición social, José Vicente —ante todo— estableció lazos profundos y significativos con muchos otros escritores, especialmente poetas. Muchas veces pensé que José Vicente Anaya era un alma muy antigua, una conciencia nada común en el mundo que le tocó vivir. Muy cercano al brillo de lo místico —desde los monjes trapenses y Thomas Merton, a quien pudo comprender a cabalidad y desde su propia práctica y búsqueda—, tanto como a la obra de mujeres como Concha Urquiza, Hildegard de Bingen, o Hadewichj de Amberes, o a la de hombres como Antonin Artaud, Allen Ginsberg o Jim Morrison. Tan cercano a la poesía y el cuento escritos en países lejanos como Japón y China, como inmerso en la obra de las y los poetas beatniks en conjunto, a quienes no solo tradujo y estudió con ahínco, sino que comprendió hasta recónditas costuras. Un alma muy antigua que además desarrolló la cualidad de iluminar la palabra de los rarámuris, los huicholes, las poetas contemplativas, los errantes inmolados por la intensidad: así la conciencia y la profundidad de José Vicente Anaya, y su inquebrantable dedicación a la poesía y a la pasión por un camino de impulso hondo y sostenido de por vida. Más allá de gremios y movimientos literarios, las inquietudes de José Vicente Anaya se desarrollaron genuinas, perdurables y diversas. Los profusos umbrales que su inquietud le llevó a explorar con dedicación y empeño sorprenden por su cantidad y profundidad, a la vez que dificultan toda aproximación a su obra. Ese es uno de los principales obstáculos que encontré al escribir este texto: ¿Por qué aspecto comenzar a definir la obra de José Vicente Anaya? ¿Cómo condensar en pocas líneas la gran diversidad de su obra? ¿Cómo ordenar esa complejidad? Otro gran obstáculo que me dificultó escribir este texto fue sin duda la renuencia

/// José Vicente Anaya. Foto de María Vázquez Valdez.

a escribir acerca de una pérdida importante para mí. Han pasado poco más de tres meses, y me resulta tiempo insuficiente para

escribir en pasado acerca de una persona que continúa tan presente en mi vida. Por ambas razones —que son mucho

más que obstáculos, por supuesto— creo que debo comenzar por el principio: volver a aquel atardecer de finales de 1996 en que tuve la fortuna de conocer a José Vicente, durante la planeación del primer número de la revista de poesía Alforja, que se publicó en la primavera de 1997. Ese día comenzó, de manera inmediata, una de las amistades más largas, entrañables y significativas que he tenido en mi vida, con una conexión indeleble de cariño, respeto, fraternidad, camaradería y comprensión mutua. Un cuarto de siglo de una amistad profunda e ininterrumpida, y también el encuentro con uno de los mejores maestros que he tenido, y un sabio, honorable y solidario compañero de esfuerzos editoriales de largo, larguísimo aliento. Un gran hermano mayor. Desde esa tarde de finales de 1996, hasta la edición del número 45 de Alforja, publicado en el verano de 2008, compartimos durante doce años innumerables reuniones con muchos poetas, escritores, artistas plásticos, al menos una vez a la semana, pero que extendíamos y multiplicábamos en interminables sesiones de trabajo editando la revista —y después varias colecciones de libros—, corrigiendo, revisando materiales, a tiempo completo. Alforja era un cosmos deslumbrante para muchos de nosotros, una escuela viva, apasionante, y para José Vicente era también la materialización de uno de sus mayores sueños, que comenzó a gestar y a concebir décadas antes. Desde aquel 1996 descubrí una de las grandes cualidades de José Vicente: una sensibilidad profunda, una generosidad sorprendente hacia los demás, sobre todo hacia los jóvenes —que atestigüé personalmente con una sorprendente cantidad de libros, discos y tiempo que me regaló con el transcurrir de los años—, así como una forma de ser en el mundo más allá de prejuicios de edad, género o prestigio. José Vicente tenía también la claridad de ver más allá, desmenuzar la pose, detectar la afectación, y expresarlo sin importar las consecuencias. Con el tiempo, y con una amistad creciente y respetuosa, pero siempre honesta y directa, tuve la fortuna de conocer muchos aspectos de la vida de José Vicente: la raigambre de su recorrido. Al conocerle, en 1996, me regaló una de sus primeras creaciones, Los valles solitarios nemorosos, una edición de la UNAM, de 1976. Con ese libro comenzó mi acercamiento a una de las pasiones más perdurables de José Vicente: el orbe de los místicos. Ese mismo año en que se publicó ese libro, también apareció una antología de los infrarrealistas, donde participaban, además de José Vicente, otros reconocidos miembros de ese movimiento, como Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro. Esto no lo sabría hasta después, cuando poco a poco fui conociendo la historia de José Vi-


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/// José Vicente Anaya. Foto de José Antonio López. La Jornada.

y Morgue. Esa fue una oportunidad de profundizar en los tres libros, y de conocer a profundidad la obra de José Vicente desde la óptica de su edición misma. En ese periodo otros libros surgieron en un arco de producción creativa de José Vicente, entre ellos Piratas/Poetas (y notas de navegación), en reediciones a partir de la primera edición de 1982, editada

por la Universidad Autónoma del Estado de México y la Universidad Autónoma de Querétaro. Años después surgiría Astros Fugitivos, de un exiguo tiraje, editado por Piedra Cuervo en 2013. A la par de estas ediciones y reediciones, la labor de José Vicente como editor y traductor era simultánea, e igualmente prolífica y apasionada. Generalmente trabajaba

en varios proyectos a la vez, y sin descanso. Muchos de sus extensos trabajos los desarrollaba en forma manuscrita con tintas de diferente color, con las cuales rotulaba carpetas azules en algunos casos con letras muy grandes, especialmente en una época en que tuvo graves problemas oculares, que afortunadamente se solucionaron con una cirugía. Todo esto, sin embargo, no le impidió llevar a buen término numerosos trabajos, continuar con su trabajo editorial, sobre todo en Alforja, e impartir numerosos talleres en muchas partes del país, especialmente en el norte, no solo en su tierra natal, Chihuahua, también en lugares como Zacatecas o Sinaloa, donde desarrolló una incipiente y fructífera escuela entre creadores jóvenes. En esta entrega profunda a la palabra y a la poesía, sobresalía también un constante recordatorio de José Vicente acerca de la ausencia de crítica en la cultura actual en México. Por ello él mismo hacía una crítica constante a procedimientos de poder en medios culturales, prebendas de los gobiernos subyugando la creación, y un desenmascaramiento de ciertas mafias culturales, así como el señalamiento constante de figuras emblemáticas como Octavio Paz. En la obra de José Vicente hay una intención explícita por ahondar en la ética, la estética y la política, así como hay un impulso por reordenar el pensamiento por medio del ensayo. Hay, también, una intención por situar al experimentalismo en

Dossier J. V. Anaya

cente, distinta y distante de la que en esos años finiseculares comenzara a circular en torno al Infrarrealismo, y que pronto se acrisolaría en la versión de Bolaño vertida en Los detectives salvajes, ligeramente matizada también en su 2666. De esos años recuerdo también el interés de José Vicente en los místicos, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Hafiz o Hildegard de Bingen, de quien me regaló una colección de discos compactos que reunían una elaboración de su obra. Aún recuerdo la potencia que produjo en mí la revelación de ese encuentro, tan perdurable y significativo como el encuentro con los beatniks que me obsequió, en 1998, con Los poetas que cayeron del cielo. La generación Beat comentada y en su propia voz, un volumen entonces recién salido del horno de Juan Pablos Editor, y el Instituto de Cultura de Baja California. En esos años comprendí también que Híkuri es la principal obra poética de José Vicente. Comenzó a escribirla a finales de la década de 1970, y alcanzó a ser editada en 1987, con numerosas reediciones en 1988, 2004, 2005, 2010, 2014. El primer volumen de Híkuri que me regaló José Vicente —entre muchos otros— era justamente la edición de 1987, que incluye Morgue, editado años antes por primera vez, en 1975. Ya en el primer lustro de este siglo tuve la fortuna de editar, en la colección de Alforja Ediciones, la primera versión de Peregrino, que José Vicente considerara parte de una trilogía encabezada por Híkuri

una perspectiva fundamental de la creación, tanto como por iluminar vetas relacionadas con la etnopoesía, la traducción y la poesía escrita por mujeres. En el impulso orientado a esas tres vetas, en numerosas ocasiones recibí enseñanzas de José Vicente, como cuando hicimos una larga entrevista al poeta Jerome Rothenberg, cuya obra —en gran medida centrada en la etnopoesía— José Vicente conocía a profundidad. En cuanto a la traducción y la poesía escrita por mujeres, la enseñanza fue también prolífica y perdurable, sobre todo a partir de un regalo que me hizo José Vicente al comienzo de este siglo: cerca de 8 decenas de libros de mujeres poetas de Estados Unidos, muchas de ellas beatniks. Con esa colección selecta, que incluía en su mayoría valiosas ediciones que trajo a México en numerosos viajes que hizo a Estados Unidos, puso en mis manos la obra de numerosas poetas, así como varias antologías de poesía en inglés, de gran valor también. Este regalo me impulsó no solo a leer a estas poetas, también a traducir a varias de ellas, e incluso ir a entrevistarlas, como en el caso de Margaret Randall y Anne Waldman, y establecer con ellas lazos significativos y entrañables, por lo que José Vicente me entregó mucho más que un grandioso conjunto de libros: puso en mis manos —yo no lo sabía entonces, pero estoy segura de que él sí— una tarea de traducción, estudio e investigación, y una serie de umbrales de gran valor. Este pequeño dossier que hoy compartimos a manera de breve homenaje, tiene como antecedente el tributo que realizamos en agosto con varios poetas y escritores, a iniciativa de Sigifredo Esquivel Marín y yo, y en el cual participaron generosamente Margaret Randall y Sergio Mondragón. Es por ello que textos de ambos poetas enriquecen enormemente este conjunto dedicado a la obra y la vida de José Vicente Anaya, pues hay un vínculo intrínseco, insoslayable entre Alforja y El Corno Emplumado —esta última revista sería inspiración e ilustre antecedente para el surgimiento de Alforja poco más de treinta años después. Los vínculos entre Margaret Randall y Sergio Mondragón con José Vicente Anaya son significativos e importantes, y están matizados a través de sus valiosas aportaciones. Sin duda este es un homenaje tan merecido como insuficiente —si acaso es un portal, una ventana para destejer otras oportunidades para profundizar en la obra de José Vicente—. Si acaso es un abrazo de despedida para siempre pendiente destinado a un poeta entrañable que nos deja un legado indeleble, y cuya presencia es y será inolvidable.


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LA GUALDRA NO. 463 /// 25 DE ENERO DE 2021

Cine

One night in Miami, de Regina King t

J.

Por Adolfo Nuñez

E

l 25 de febrero de 1964, el boxeador Cassius Clay (Eli Goree) ganó el título mundial en la categoría de peso pesado en la ciudad de Miami. A dicho evento asistieron la estrella de fútbol americano Jim Brown (Aldis Hodge), el exitoso cantante de soul Sam Cooke (Leslie Odom Jr.) y el activista y ministro religioso Malcolm X (Kingsley Ben-Adir). En su debut como directora, la célebre actriz Regina King propone imaginar qué fue lo que ocurrió esa noche, posterior al triunfo de Clay. One night in Miami (2020) narra la reunión de estas cuatro figuras, todas emblemáticas en la cultura afroamericana, dentro de una habitación en un motel de la ciudad. Adaptada de la obra de teatro homónima escrita por Kemp

Powers, la cinta presenta un debate hipotético en el que se exponen y conversan las diferentes

posturas de estos cuatro personajes respecto al conflicto racial de la época.

Aunque la película no niega sus raíces teatrales -de hecho el corazón de la cinta es la extensa charla dentro de la habitación-, King le otorga dinamismo al relato detallando las situaciones particulares de cada personaje. En los primeros minutos del filme se muestran las diferentes realidades de estas cuatro figuras, que además de funcionar como introducciones individuales, también señalan las libertades y limitaciones de cada uno dentro de contextos como la cultura, el deporte, la política y la música. En ese sentido, la película pone en evidencia la amplia problemática de la segregación y el racismo en Estados Unidos, y deja en claro que la lucha por un cambio es algo mucho más complejo, que no se puede reducir a simplemente elegir una postura. Este discurso fluye con naturalidad gracias a las estupendas actuaciones de los cuatro intér-

pretes -destacando los trabajos de Ben-Adir y Odom Jr.-, cada uno comprometido con las ideas y opiniones que encarnan sus personajes, logrando así un interesante contraste entre las mismas. Con una puesta en escena sencilla, pero con grandes ambiciones de por medio, One night in Miami es una valiosa propuesta que de manera oportuna encuentra paralelismos con la realidad actual. Sin volverse aleccionadora, es una historia sobre la importancia de encontrar una voz propia, así como de obtener cierto poder y aprender a utilizarlo para las causas correctas. También se trata de una cinta fundada en grandes promesas, tanto de una experimentada actriz, ahora en la silla de la dirección, como de la lucha por los derechos afroamericanos y la espera de que algún día las cosas lleguen a mejorar.

Desayuno en Tiffany’s, mon ku

Les choses qu’on dit, les choses qu’on fait: Mejor Filme por la Academia de los Lumière en Francia t Por Carlos Belmonte Grey

E

l martes 19 de enero se realizó la entrega de los premios de la Academia de los Lumière, como se podrá imaginar: a distancia. Únicamente se reunieron los presentadores con los celebrados en un foro. La selección de este año estuvo mayoritariamente ocupada por filmes con historias de amor y hubo además una gran producción, contrariamente a lo que se temía por los muchos meses en que los cines franceses han estado cerrados. La selección de los Lumière se define a partir de la exhibición en salas de cine de las películas, porque las premieres en festivales o privadas para la prensa no son válidas. La Academia reagrupa a 110 corresponsales de la prensa extranjera en Francia y otorga cada año reconocimientos a las mejores películas de ficción, documentales, y dibujos animados que tuvieron pues, salida comercial en las salas francesas. Estamos contentos porque por cuestiones

de buena suerte varios de los filmes premiados fueron comentados en esta columna. Decir que se trató de un asunto de buen ojo de los colaboradores de Desayuno en Tiffany’s, mon ku sería mucha vanidad porque en realidad vamos viendo filme por referencias a directores, actores y temáticas. De la seleccionada Mejor Película recuperamos un extracto de la nota aquí publicada el 14 de diciembre pasado: “Racionalizar el amor y la pasión, controlarla sabiendo que hay un fin y que habrá otro u otras. O bien, creer en el romántico idilio de la única y perfecta media alma que completa la mitad de uno propio. Desear a la mujer del amigo, o al amigo de la pareja; o a la compañera embarazada del amigo de la vida; o a la hermana de la amante en turno; fantasear con el tutor y darse cuenta de que él fantasea con la amiga; aceptar al amante casado, pero con la consigna de que él debe seguir casado para conservar las no explicaciones; extrañar al amante ocasional de una noche o extrañar al amante prohibido”.

En las siguientes ediciones les presentaremos las cintas premiadas y aún no comentadas. Aquí el palmarés completo: Mejor Película: Les choses qu’on dit, les choses qu’on fait, de Emmanuel Mouret. Mejor Dirección: Maïwenn, por ADN. Mejor Guion: Stéphane Demoustier por La fille au bracelet. Mejor Documental: Un pays qui se tient sage, de David Dufresne. Mejor Filme de Animación: Josep, de Aurel. Mejor Actriz: Marine Chevallier y Barbara Sukowa en Deux. Mejor Actor: Sami Bouajila en Un fils. Revelación Femenina: Noée Abita en Slalom. Revelación Masculina: Félix Lefebvre y Benjamin Voisin en Été 85. Mejor Primer Filme: Deux, de Filippo Meneghetti. Mejor Coproducción Internacional:

L’Homme qui a vendu sa peau, de Kaouther Ben Hania. Mejor Fotografía: Hichame Alaouié por Été 85. Mejor Música: Sílvia Pérez Cruz por Josep.


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