SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 474 /// 12 DE ABRIL DE 2021 /// AÑO 10
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Dolores Castro. Foto de su archivo familiar.
“Una nunca envejece en el espíritu. Se necesita mucho para que la gente se sienta mal siendo vieja. Yo, por ejemplo, no vivo pensando en que ya me voy a morir. Eso no importa porque lo que quiero es vivir. Cada día abro los ojos y doy gracias de estar viva, aunque haya pasado una noche oscura”. Dolores Castro hoy cumple 98 años, celebremos su vida leyendo su obra. ¡Felicidades, Lolita!
[“Gracias, Dolores”, por Tere Velázquez Navarrete, en páginas centrales]
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LA GUALDRA NO. 474 /// 12 DE ABRIL DE 2021 /// AÑO 10
La Gualdra No. 474
Editorial Dolores Castro, Lolita, cumple 98 años este 12 de abril. Nació en Aguascalientes y desde muy pequeña llegó a Zacatecas. Lolita es considerada zacatecana también y es muy querida en estas tierras. Su labor como escritora ha sido prolífica y ella se ha considerado a sí misma como una “lectora voraz”. Poeta y narradora, la maestra ha sido un ejemplo para muchas generaciones de escritores, editores y profesores que ven en ella una muestra de lo que puede conseguirse mediante la disciplina y el amor por lo que se hace. En la década de los 90, cuando acababa de egresar de la carrera, tuve la oportunidad de ser su alumna en un curso de corrección de textos que impartió en Guadalupe; me impresionó la claridad con la que compartía sus conocimientos, pero más aún la forma en la que lograba que todos nos involucráramos en las actividades que nos proponía realizar. Su entusiasmo nos contagió a todos y una semana pasó volando, “nos quedamos con ganas de aprender más”, le dijimos al final. Ella, sonriente, nos contestó que no desaprovecháramos eso, las ganas de continuar aprendiendo, porque había quienes creían que ya lo sabían todo y estaban condenados a la mediocridad. Recuerdo también que nos dejó una tarea, puntual, para siempre: “Lean todos los días, lo que sea, pero lean, no pierdan la práctica ni de leer ni de escribir a mano”. En el año 2014 presentó en Zacatecas la reedición de su libro La ciudad y el viento y volví a platicar con ella, le comenté que había seguido haciendo la tarea que nos había dejado al finalizar aquel curso y que desde entonces, al terminar mis clases les hacía a mis alumnos la misma encomienda. Volvió a sonreír, porque ella sonríe siempre, y me regaló su libro, que conservo con mucho cariño. Comparto con ustedes una parte de él, para celebrar a Lolita, porque creo que leerla es, además, abrazarla en este día: “Esta es una ciudad devastada por un incendio, en la que no han acabado de arder las gentes ni las cosas. En uno y otro caso siempre se quieren hallar las causas. Causa muy importante ha sido la sequía. También el aire, que encañonado pasa y se lleva las nubes, y se lo lleva todo, o lo trastorna sin el menor respeto. Las casas de antiguo esplendor y las
más humildes se están derrumbando. Asoman, entre la multitud de tapias derruidas, algunas fachadas que se conservan más o menos maltrechas. La gente tiene aspecto leñoso, combustible en el aire seco, eléctrico. Todos parecen ocupados en algo tan inaplazable, que no se cuidan de reparar sus ruinas. Entre todo este mundo, tienen todavía mayor combustión las mujeres. Vestidas de negro, silenciosas, asoman furtivamente o salen a la iglesia. Allá sí pueden alzar la voz, unirla a otras, aumentarla en la resonancia de las naves. Allá sí pueden oírse, sentirse poderosas. En canto o plegaria escapa, en voz alta, la represión de días y años vividos en pasivo sometimiento. Fuerza y violencia luchan en esta ciudad con diferentes rostros: de sometimiento, o piedad, razonable humanismo, patriótico ardor o mística indignación. Tras ellos se oculta una sonrisa mágica, supersticiosa, fanática, que a pesar de todo se hace evidente a unos ojos serenos o justicieros. A lo lejos la ciudad es un águila que cayera de bruces con las alas abiertas; de cerca, el águila se empequeñece, pierde su negror. La luz nos muestra las cenicientas tapias, el pobre y raído plumaje. ¡Y cuánta luz sobre las cabezas! Una luz implacable, un cielo increíblemente desnudo, para estos ojos que más se avienen a estar, bajo techo o bajo tierra. Nos acercamos al pecho del águila que a distancia veíamos oscuro y poderoso. Tras una arboleda están las casas de quienes fueron más importantes. A lo lejos se ve la catedral y calles que serpentean partiendo de allí. Sobresalen en ellas numerosos templos repartidos en desorden. A la extrema del ala derecha, las torres de un convento franciscano. Es el año de 1934; la gente de la ciudad se apresura a tomar posiciones en una lucha que prácticamente no ha cesado”.1
Contenido Vanessa Springora Quien posea el lenguaje tendrá el poder Por Mauricio Flores
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Gracias, Dolores Por Tere Velázquez Navarrete
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The father, de Florian Zeller Por Adolfo Nuñez J. Cama Por Pilar Alba
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Desayuno en Tiffany’s, mon ku El Festival de Cine Español de Nantes cumple 30 años con una edición virtual Por Sergi Ramos
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Editore traditore Por Guillermo Nemirovsky
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Ojalá puedan leer el libro completo: es una delicia. Mientras tanto, ¡feliz cumpleaños, Lolita Castro! Un abrazo desde aquí. Que disfrute su lectura. Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com 1 Dolores Castro, La ciudad y el viento, Ediciones del lirio, México, 2014, pp. 11-12.
Directorio
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Vanessa Springora
6 Por Mauricio Flores*
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a de Vanessa Springora, cineasta, editora y narradora nacida en París a principios de los años setenta, es una historia que se repite. Desde que los seres humanos, diríase religiosa, literariamente, fueron echados del edén, las experiencias de sometimiento y perversión, envueltas en ese algo llamado amor, suceden cotidianamente. La diferencia descansa en que Springora, valiente, lúcida y serena, trasladó lo sucedido al terreno literario, consiguiendo un libro que es noticia internacional y que en su versión en español circula y se lee profusamente. Es, traducción de Noemí Sobregués, El consentimiento, una novela que en no más de doscientas páginas cuenta con hondura los sentires y actuares de ella misma, una Vanessa a los trece años, en su relación, carnal y sentimental, con un escritor de casi cincuenta años. Adivinamos todos: una historia de perversión. Para el caso viable a partir de, puntualiza la narración casi al comienzo, “un padre ausente que ha dejado un vacío insondable en mi vida. Una gran afición a la lectura. Cierta precocidad sexual. Y sobre todo un enorme deseo de que me miren”. Dividida en seis apartados, El consentimiento es casi un dictado de claridad para el entendimiento de una experiencia de los tamaños y consideraciones que articulan un sojuzgamiento. Una dominación, que aunque pasajera, tuvo lugar en tiempo y espacio y con nombres y apellidos. Y que más menos sucede así… Capítulo uno, la niña: “virgen de toda experiencia, me llamo V., y a mis cinco años espero el amor”. Capítulo dos, la presa: “estoy enamorada y me siento querida como nunca antes. Y eso basta para borrar toda aspereza, para suspender todo juicio sobre nuestra relación”. Capítulo tres, el dominio: “hay muchas maneras de arrebatarle a una persona su yo. Al principio, algunas de ellas parecen inocentes”. Capítulo cuatro, el abandono: “a los quince años estoy perdida en un laberinto, soy incapaz de encontrar mi camino en una vida cotidiana que solo gira alrededor de interminables peleas y de reencuentros en la cama, los únicos momentos en los que aún puedo sentirme querida”. Capítulo cinco, la huella: “necesitaré tiempo para dejarme llevar con un hombre sin recurrir al alcohol o a los psicotrópicos. Para aceptar sin reservas
abandonarme a otro cuerpo, con los ojos cerrados. Para encontrar el camino de mi propio deseo. Necesitaré tiempo, años, para conocer por fin a un hombre en que confiar plenamente”. Capítulo seis, escribir: “pasaron largos años antes de que me decidiera a escribir este texto, y más aún para que aceptara publicarlo. Hasta ahora no estaba lista. Los obstáculos me parecían insalvables. En primer lugar, por el miedo a las consecuencias que la narración detallada de este episodio podría tener en mi círculo familiar y profesional, consecuencias siempre difíciles de evaluar”.
lector queda atrapado desde su arranque y difícilmente posterga su colofón. Literatura que en su originalidad y transparencia alberga sus virtudes. Una venganza… un exorcismo... en contra de Gabriel Matzneff, seguro que sí, por ello la exactitud de las líneas de su contemporánea Chloé Delaume (Mes bien chères soeurs) recuperadas en este nuevo libro ya reconocido con sendos premios, Elle y Jean-Jacques Rousseau: “El lenguaje siempre ha sido un coto privado. Quien posea el lenguaje tendrá el poder”.
Historia propia Impedimentos y temores derrotados, Springora, “sujeto de su propia historia”, escribió y publicó El consentimiento, un testimonio a ritmo de novela en la que el
Cioran, el sabio Mientras más de distribuye, traduce y lee, El consentimiento sigue causando polémica. No es solo la denuncia acerca
del sometimiento que la autora, siendo casi una niña, hubo de padecer en una Francia en apariencia abierta e incluyente. Lugar donde los intelectuales llamados de izquierda tuvieron una responsabilidad acaso silenciada, ¡claro!, entre ellos mismos. Avanza la trama y V. protagonista central y narradora de la novela (15 años) cuenta el episodio donde descubre los engaños a “la relación” antes establecida con Matzneff. “Esa mentira ya es demasiado […], no puedo evitar considerarlo un insulto a mi inteligencia, una negación de toda mi persona”. La muchachita que es V. corre despavorida, herida. Busca refugio en el domicilio de Emil (Cioran) y su mujer, donde el primero habrá der justificar el comportamiento del agresor. “G. es un artista, un grandísimo escritor, algún día el mundo se dará cuenta. O quizá no, ¿quién sabe?” Y dice más, ¡el gran Cioran! “Es un inmenso honor que la haya elegido. Su papel es acompañarlo en el camino de la creación, y también doblegarse a sus caprichos. Sé que él la adora. Pero a menudo las mujeres no entienden lo que necesita un artista. ¿Sabe que la esposa de Tolstoi se pasaba el día mecanografiando lo que su marido escribía a mano y corrigiendo incansablemente el más mínimo error con absoluta abnegación? El amor que la mujer de una artista debe dar a su amado tiene que ser sacrificado y oblativo”. —Pero, Emil, me miente todo el tiempo. —¡La mentira es literatura, querida amiga! ¿No lo sabía? “No puedo creer lo que estoy oyendo —prosigue la narración—. Es él, el filósofo, el sabio, quien pronuncia estas palabras. Él, la autoridad suprema, ¿le pide a una chica de apenas quince años que ponga toda su vida entre paréntesis, al servicio de un viejo perverso? ¿Qué acabe con ella de una vez por todas?
Vanessa Springora, El consentimiento, Lumen, México, 2020, 198 pp. * @mauflos
Op. Cit.
Quien posea el lenguaje tendrá el poder
Dolores Castro 98 años
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Gracias, Dolores 6 Por Tere Velázquez
ta. En Zacatecas aprendió a leer y a escribir. Se interesó pronto por los cuentos y las aventuras. Lectora voraz, después sabría que podría escribir por haber leído tanto. “Sin lectura no puede haber escritura”. Y su padre, irónico como era, le advirtió que ni escribiera, porque “las mujeres son muy cursis”. El tiempo no le daría la razón a don Ignacio. La poesía, la novela, los guiones, la intensidad en toda la obra de su hija, lo desmienten.
Navarrete
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olores Castro cumple hoy 98 años. Es una mujer que no ha dejado de crecer. Dolores tiene planes. Sabe que es cosa dura ser. Quiere ser siempre espíritu y materia, vida perdurable. Volverá a escribir. Y confiesa, sentada en la sala-biblioteca de su casa: “Me han sucedido dos tragedias: una, que la pandemia me ha hecho vivir entre cuatro paredes. Y, otra, que ya no puedo leer porque la vista me falla muchísimo”. Se sabe fuerte. No se arredra ante circunstancias adversas y confiesa: “Me festejo viviendo”. Mantiene dos talleres literarios a distancia. Ha sido luz en el camino de poetas, les ha buscado claridades con generosidad. Madre de siete y de muchos más en las letras, promete que habrá otro libro. Y de verdad lo necesitamos. La conversación fluye, entre un viento que trae aromas de la lima y el limón; mientras mece al naranjo que tiene en su jardín, adornado incomparablemente por la colorida buganvilia, que tantas emociones vitales y sueños le implican: “Tiene que haber un libro siguiente. Por eso quiero salir con bien de este encierro. Hay que abrirse a todo, a las emociones para hacer poesía. Yo estoy muy dispuesta”. Hablar con Dolores Castro es ganar tiempo, llenarse de energía y alegría para entender el valor de la naturaleza y de respirar y de saberla bien. Leerla y escucharla ilumina la conciencia, revive la esperanza.
/// Dolores Castro niña.
Dolores niña “Es morenita. Tiene los ojos muy vivos”, dijo su mamá, al verla por vez primera. “Mira a Lolita: arrima una silla chiquita a la ventana, se sienta y se está quieta, quieta, mirando”, dijo su tía. Desde pequeña aprendió a contemplar, a vivir y a soñar; a comprender la importancia de la naturaleza y de la realidad de un país que la vio nacer en 1923 en Aguascalientes y de 40
días llegar a Zacatecas, un estado al que ama profundamente. Su mirada y su corazón están llenos de su cielo hondo, de tantos azules y de su tierra colorada. Aquí están sus recuerdos, sus pedazos, por los que vuelve una y otra vez. Desde niña, oía cómo en febrero llegaba el aire y se metía por las rendijas y cantaba. “Yo de Zacatecas guardo mis primeros recuerdos y los últimos y en estos días recuerdo mucho mi
“El fulgor en el baño del cenzontle un sacudir de gotas irisadas entre las pardas plumas, eso dura la infancia. Después queda la jaula, después las cuatrocientas voces del alma por los cuatro horizontes separadas. El incienso azulea, se levanta, y se acercan las sombras, y se agrandan”.
niñez”. Una niñez que se acompañó del olor a sangre revolucionaria y cristera, de mucha violencia, lucha y hambre. Vivió siempre cerca de una biblioteca. Su padre Ignacio Castro Carrillo, fue maestro del Instituto Científico y Literario, agente del ministerio público y, en un tiempo, Secretario de Gobierno de Zacatecas; llevaba sus libros a donde fueran y ahí se refugió Loli-
Dolores joven Compañera de Rosario Castellanos desde tercero de secundaria, amigas entrañables desde la adolescencia, les unió para siempre la nostalgia por la provincia. “Ella de Comitán y yo de Zacatecas”. Dolores y Rosario escribieron y se revisaron mutuamente sus creaciones; cantaron juntas a Guty Cárdenas y a Ricardo Palmerín. Leyeron a otras mujeres: Concha Urquiza, Enriqueta Ochoa, Margarita Paz Paredes, Margarita Michelena, Griselda Álvarez. Siempre atrevidas, fueron quizá de las primeras mujeres que leyeron “La sangre devota” de Ramón López Velarde. Lo hicieron estando en la preparatoria; viajaron juntas a España en tiempos del franquismo, ante el estupor de León Felipe y de otros poetas. Pero ellas necesitaban conocer, contemplar, seguir soñando en la emoción de vivir para crear, y crearon. Dolores Castro sigue siendo joven a los 98
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/// Dolores Castro a los 23 años
/// Dolores Castro en Zacatecas.
años. “Una nunca envejece en el espíritu. Se necesita mucho para que la gente se sienta mal siendo vieja. Yo, por ejemplo, no vivo pensando en que ya me voy a morir. Eso no importa porque lo que quiero es vivir. Cada día abro los ojos y doy gracias de estar viva, aunque haya pasado una noche oscura”. Dolores siempre Con la emoción de vivir acompañándola siempre, Dolores Castro se muestra vigorosa: “Soy fuerte, por eso voy a vivir tanto. Solo me hace falta ir a Zacatecas para volver a escribir”. Y cantó de alegría: “Vinieron en tardes serenas de estío, cruzando los aires con vuelo veloz, en tibios
/// Dolores Castro y Tere Velázquez
saleros formaron sus nidos, sus nidos formaron piando de amor”. Dolores canta en las puestas de sol, les canta a los árboles, a las flores, a la vida, porque “el espíritu nunca envejece. Es muy breve la experiencia de una sola vida, aunque sea de 98 años”. “Quiero disfrutar cada instante, en el presente, porque si lo vivimos bien, es un futuro con esperanza”. Su palabra sigue siendo fuerte, franca y emocionada. Dolores, como decía al principio, no ha dejado de crecer. La claridad de su poesía y de su mirada nos ayuda a seguir queriendo a nuestro país, aunque nos duela. “Hoy somos víctimas del terror y del miedo, víctimas de pensar en un futuro que no promete
y nos asusta”. Y aunque considera difícil digerir lo que estamos viviendo, puede ver también esperanza: “Siempre la esperanza es una de las virtudes que me parecen más hermosas. Es de tal modo, que a veces me falla la fe, pero no la esperanza. Sobre esto quiero escribir en el futuro”. Y escribirá, porque hace falta humanizarnos y su palabra tiene ese poder. Porque su voz es autoridad y es luz. “Hay que escribir con un pie en la realidad y no abandonar el sueño. Saber que entre la realidad y el sueño existe un puente que es la imaginación. Si desaparece la realidad y queda solo el puente y la imaginación, estaremos listos para ir al manicomio. Si en cambio
desaparece la capacidad de imaginar y soñar, la vida se vuelve insoportable. Creo que un poeta está entre la realidad y el sueño con absoluta necesidad de no olvidar ni una ni otro y, dentro del límite pequeño que es el puente, decir su verdad”. Dolores Castro no quita el dedo del renglón. Su vocación es imaginar, soñar, escribir; percibir al mundo desde la sensibilidad y con inteligencia. “Sensibilidad e inteligencia son indispensables para escribir poesía. Los razonamientos son anteriores; la sensibilidad debe estar presente en el momento de la contemplación, cuando se vive, cuando se expresa, cuando se corrige la expresión para decirlo de una manera más clara y más verdadera”. Emoción y lenguaje son la fórmula. “La poesía sirve para conocer al ser pensante y sensitivo. Se conoce mejor el mundo en lo entrañable, en lo mágico, en lo maravilloso”. Dolores Castro seguirá escribiendo la verdad de su vida, aquella que pudo entrever a través de la maravilla que es la palabra humana. Seguirá diciendo lo que le duele al aire, con el corazón transfigurado, con todas las puertas, mientras la tierra está sonando, desde un viento quebrado; gracias, Dolores Castro: “En espera, tendida como hierba que apresura su flor en la sequía, oigo el viento quebrado, el espiral, la seña. Quiero decir ahora, que yo amo la vida: que si me voy sin flor, que si no he dado fruto en la sequía, no es por falta de amor. Quiero decir que he amado los días de sol, las noches, los árboles, el viento, la llovizna”.
Dolores Castro 98 años
/// Dolores Castro a los 21 años
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The father, de Florian Zeller 6 Por Adolfo Nuñez J.
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Cine
nthony (Anthony Hopkins) vive en soledad dentro de su amplio departamento, ubicado en un elegante barrio londinense. De poco más de 80 años, Anthony solamente convive con su hija Anne (Olivia Colman), quien preocupada por su padre, le insiste en contratar a alguien para que le haga compañía y le apoye en sus actividades diarias. Luego de un tiempo se vuelve claro que Anthony es algo olvidadizo, pero conforme pasan las horas dentro de su hogar, se va haciendo evidente que la degradación de su memoria es algo mucho más grave y que poco a poco le ha hecho perder la noción de lo que es real. Lo anterior se puede conside-
rar la sinopsis parcial de The father (2020), el debut en cine del dramaturgo y guionista Florian Zeller, ya que la naturaleza de su argumento está repleta de confusión y contradicciones, en un relato ambiguo donde nada es lo que parece. Adaptada de la obra de teatro del propio Zeller, es claro que el punto central de la cinta es la demencia senil que sufre Anthony, y si bien se trata de un tema que ya se ha abordado con anterioridad en el cine, la propuesta del director está en narrar todos los acontecimientos de la historia desde la perspectiva del protagonista. Esto se representa desde la puesta en escena, donde el departamento que habita Anthony se vuelve un personaje más dentro la historia, y donde los objetos, pintu-
ras y habitaciones van cambiando de lugar sin ninguna explicación aparente. Dichos cambios también se ven en el elenco de la cinta: en la secuencia inicial Anne es interpretada por Olivia Colman, pero en una escena posterior el mismo rol lo interpreta Olivia Williams. Lo mismo ocurre con su esposo, quien es interpretado por Rufus Sewell y Mark Gatiss entre una escena y otra. Este montaje fragmentado funciona para generar frustración en Anthony, y como tal en el espectador, al mismo tiempo que sirve para ahondar en la mente confundida y en las emociones del protagonista. Tales complejidades logran aterrizar gracias al extraordinario trabajo actoral de Anthony Hopkins, cuya interpretación se vuelve un profun-
Cama
Río de Palabras
6 Por Pilar Alba
A
veces despierto y mi cama me parece extraña. La almohada está o más alta o más baja que de costumbre, otras veces ni siquiera tengo una almohada. El olor de las sábanas es distinto, a veces huelen a suavizante, otras a detergente y otras más tienen un olor a cloro penetrante. No es que duerma en diferentes camas, es que despierto y son distintas. Siempre duermo haciendo el mismo ritual, el mismo método. Tomar un vaso con agua, acomodar la almohada, subir las cobijas lentamente, voltear y darte un beso de buenas noches. Sigo la misma rutina esperando que durante la noche no pase algo extraño y pueda despertar donde reposé mi cabeza. Pero despierto, todo es distinto. Estiro mis piernas, mis brazos, me desmodorro, es cuando me encuentro en otra parte, en una cama extraña. Volteo y no te miro, la cama se vuelve más ancha, cada vez más extraña.
/// Eugene Delacroix. Cama sin hacer. Acuarela. 1827. Louvre museo. Francia.
do retrato, casi unipersonal, de un hombre repleto de contradicciones y tristezas en el ocaso de su vida. En contraparte, destaca la cálida y sensible presencia de Olivia Colman, cuyo papel de hija está lleno de comprensión, irritaciones y un profundo amor hacia su padre. En ese sentido, The father es una película que sin efectismos ni manipulaciones, aborda las relaciones humanas y la solidaridad que se puede encontrar dentro de las mismas. Además de ser un inquietante drama psicológico, también se trata de un humanista y muy conmovedor relato sobre la empatía y el afecto hacia nuestros cercanos, incluso cuando no logremos entender ni sus emociones ni sus pensamientos.
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Desayuno en Tiffany’s, mon ku
El Festival de Cine Español de Nantes cumple 30 años con una edición virtual
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l Festival de Cine Español de Nantes celebró con esta edición sus treinta años de existencia, en los que se ha convertido en una de las principales ventanas del cine español en Francia. El festival lleva años apostando por una programación que refleja la diversidad del cine español, desde propuestas mayoritarias hasta un cine más arriesgado. Uno de sus atractivos consiste además en ofrecer una sección dedicada al cine vasco, que lleva algunos años produciendo obras destacables. Las celebraciones se vieron limitadas por la pandemia, debiéndose anular buena parte de las actividades previstas, en particular una retrospectiva que pretendía radiografiar los 30 últimos años de cine español. Sin embargo, como otros festivales, el FCEN espera poder abrir sus puertas en mayo y junio para una versión presencial. Un cuento oscuro En el apartado de ficción, el jurado repartió el premio del jurado entre dos realizadores que se han desenvuelto en una cierta marginalidad dentro de la industria del cine español. Juanma Bajo Ulloa destacó a principios de los 90 con Alas de mariposa y La madre muerta, dos películas que impactaron por su singular y cuidada estética visual, que combinaba altas dosis de realismo con gotas de onirismo al servicio de unas tramas que exploraban los límites morales en las relaciones humanas, sin evitar cierta sordidez. Si su película posterior, la exitosa comedia Airbag, auguraba una abultada carrera dentro de la industria, se produjo exactamente lo contrario. Baby, su nueva película, empieza con una metronómica descripción de las dificultades de una madre heroinómana para cuidar del bebé que parió sola en su casa. Se impone aquí un realismo angustioso, hasta que ella opta por vender a su hijo. Cuando decide recuperarlo, Bajo Ulloa invierte las proporciones entre el realismo y lo maravilloso, dando inicio a un oscuro cuento. La cuidada fotografía y algunos hallazgos visuales -la mansión gótica en ruinas parcialmente invadida por la vegetación silvestre- no consiguen sin embargo impedir la inverosimilitud de algunas situaciones o el recurso a una simbología que pasa demasiado a menudo de la invención al estereotipo. Si la carrera de Juanma Bajo Ulloa alcanzó un reconocimiento crítico o comercial, la obra de Jo Sol ha tran-
sitado siempre por vías más minoritarias. Atraído también por personajes e historias que le permitían cuestionar algunos límites impuestos por la moral, inyecta en sus ficciones un estilo documental. En Armugán, trata la eutanasia a través de un personaje legendario anclado en la tradición de los Pirineos aragoneses, el acabador, que acompaña a los agonizantes en su tránsito hacia la muerte. La aproximación naturalista del filme, con sus localizaciones montañosas magnificadas por la fotografía en blanco y negro, otorga una particular belleza al día a día de Armugán. La filmación atenta de los cuerpos basta para evocar la relación de intimidad y dependencia entre el acabador y Ánchel, su ayudante, quien le ayuda a sobrellevar su discapacidad física. Jo Sol apela a la potencia visual del cine sin tener que recurrir a los diálogos, como también ocurre cuando Armugán realiza sus ritos funerarios. Este equilibrio basado en el pudor y lo implícito se rompe cuando el director plantea el tema de la muerte asistida, y la película pasa a convertirse en una controversia moral que devalúa los logros anteriores. Despojarse de la infancia El premio a la mejor primera película fue para Las niñas, de Pilar Palomero, una crónica sobre la salida de la infancia situada en la Zaragoza de 1992. A través de Celia, la protagonista de once años, la directora consigue componer un retrato individual y colectivo sin recurrir a estereotipos ni dramatismos. La cinta logra asir la complejidad propia de esta edad, de una inocencia que asalta a marchas forzadas los códigos, actitudes y prácticas no solo de la adolescencia, sino de la propia edad adulta, acaban transformando completamente a la protagonista
en unas pocas semanas. La capacidad del filme para dar cuenta de estas metamorfosis radicales, pero evocadas únicamente con sutiles pinceladas, recuerda al primer cine de la realizadora francesa Céline Sciamma. La película sorprende también al exponer las contradicciones entre la enseñanza religiosa y el peso de la moral en el entorno familiar –marcando una continuidad con el franquismo-, y la modernización quizá solo aparente de la España de 1992, que celebraba a base de ceremonias fastuosas (Juegos Olímpicos de Barcelona, Exposición universal de Sevilla, Quinto centenario del descubrimiento de América) su mayoría de edad democrática. Entre los filmes de ficción que no obtuvieron galardón, nos parecieron también destacables dos thrillers vascos, realizados con una tensa eficacia: Ane, de David Pérez Sañudo (Competición oficial); y Hil-Kanpaiak, de Imanol Rayo (Ventana Vasca), que exploran, cada uno a su manera, las tensiones heredadas del llamado “conflicto vasco” relacionado con el terrorismo de ETA, a partir de sus consecuencias en las relaciones familiares, evitando el maniqueísmo visto en otras producciones recientes. Triste es la noche La competencia documental programó dos películas que llevan algunos meses cosechando éxitos por los festivales por los que pasan, pero que se sitúan en dos extremos opuestos del campo de experimentación que propone la no-ficción. My mexican bretzel, dirigida por Nuria Giménez, se inscribe en la reciente, pero muy prolífica tendencia en el documental español de trabajar con imágenes de archivo. En este caso se trata de películas familiares realizadas entre los años 40 y los 60 por sus
abuelos. Esta los utiliza como material ficcional, que atribuye a un millonario suizo, Léon Barret, a la vez que lo acompaña con el relato en over de su esposa Vivian, a partir de la lectura de fragmentos de su diario íntimo. Las imágenes, rodadas durante los supuestos viajes fastuosos alrededor del mundo de la familia Barret, contrastan con el relato íntimo de Vivian, que evidencia el estricto corsé de las relaciones familiares y de los roles de género, dejando al mismo tiempo en el espectador el regusto amargo y desencantado de los esplendores de la burguesía del que no hubiera renegado Scott Fitzgerald. El año del descubrimiento de Luis López Carrasco despliega unas coordenadas que lo sitúan al otro lado de la cartografía documental. Aquí no se trata de inventar la vida íntima de una pareja burguesa, sino de ofrecer un retrato exhaustivo de una de las principales especies en vías de extinción: la clase obrera. La película vuelve a un episodio ocultado por el espejismo de la modernidad de 1992 (como en el caso de Las niñas), el ataque al parlamento regional de Murcia provocado por las consecuencias de la desindustrialización en la región. La película se nutre casi exclusivamente las entrevistas y conversaciones filmadas en un bar, localización representativa de la mezcla de generaciones que compone un mosaico de experiencias y decepciones, escenificado mediante la utilización del split screen. Las más de tres horas de duración permiten observar cómo el trabajo en las fábricas estructuraba la vida de los obreros, pero también hasta qué punto esta relación entre el trabajador y su empresa no solo fue disolviéndose al mismo tiempo que entramado industrial, sino que su recuerdo y el de sus luchas ha desaparecido de las memorias de las nuevas generaciones. El premio en la categoría documental se lo llevó Rol&Rol de Chus Gutiérrez, un filme que parte de la experiencia cinematográfica de su directora y otras compañeras de profesión para observar cómo desde el ámbito audiovisual se generan, proyectan y potencian las representaciones y funciones de las mujeres en la sociedad. Desgraciadamente esta premisa argumentativa se acaba diluyendo por el dispositivo de la película, basado en el montaje de entrevistadas, en la que su objeto se acaba dispersando en vez de volverse más complejo. Una obra necesaria en la que a veces llueve sobre mojado.
Cine
6 Por Sergi Ramos
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Editore traditore
Elucubraciones
6 Por Guillermo Nemirovsky
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o es habitual que el tema de la traducción se encuentre en primera plana. Esto sucede hoy a raíz de la controversia que envuelve unas decisiones editoriales, a propósito de la edición planetaria de la obra de la poetisa afroamericana Amanda Gorman. Existe, según entiendo, una exigencia de Viking Books, el editor norteamericano de la joven escritora, de confiar las traducciones de su obra exclusivamente a jóvenes traductoras afrodescendientes y activistas. Obviamente, esta decisión genera un gran número de reflexiones, e implica un examen cruel de algunas realidades, hoy, por fin, vistosas en sumo grado. Si algún mérito tiene esta decisión editorial, admitámoslo de buenas a primeras, es el de poner de relieve la falta de diversidad en ciertos ámbitos relacionados con la cultura (con cierta cultura). El acceso a esta es desigual, por no decir francamente injusto. Esto es un hecho que nuestras naciones tienen que remediar, si aspiramos a vivir en una sociedad que no nos avergüence. Me pregunto, empero, ironizando un poco, qué sería de mi obra de traductor si me aplicaran las normas impuestas por Viking Books. Acaso me condenarían a traducir únicamente obras escritas por hombres argentinos, radicados en Francia, de ascendencia eslava y, dado el caso, medio calvos y narigones. No quiero decir, con esto, que ser calvo y narigón sea equiparable con la experiencia de vida de ser una mujer afrodescendiente, hoy en día, en los Estados Unidos, obviamente. Yo vivo, afortunadamente, en una sociedad que no me reduce a esas características, sabedora de esta verdad científica que las razas no existen. Lo que sí existe, en cambio, es el racismo, incluso en la Francia de las Luces, como le gusta llamarse a sí misma. Pero la pregunta que cabe plantearse es ¿en qué medida las circunstancias personales, ontológicas y sociales influyen en el acto de traducir? Mucho me temo que no se logre nunca un consenso al respecto, pues se trata de consideraciones imposibles de cuantificar. Hemos de reconocer, no obstante que “nadie hace nunca abstracción de su persona”, por el mero hecho que vivimos sumidos en la subjetividad. Pero también existe un terreno, una suerte de océano cognitivo, que llamamos intersubjetividad, y que nos permite conectarnos unos a otros. Terencio proclamaba “soy hombre, y nada humano me es ajeno”. Desde luego, no todos tenemos la misma capacidad de empatía. Varios estudios demuestran que esta capacidad es innata, aunque quizás también sea innato el egoísmo. La educación, los modelos familiares y sociales, a su vez modifican, merman o amplifican este rasgo del ser humano. Un estudio, incluso, llega a afirmar que la práctica de la lectura, la frecuentación de la literatura, desarrollan más el sentido de la empatía que, por ejemplo, el ser educado con valores religiosos. El traductor, que es necesariamente un lector voraz, ha de ser capaz de reconocerse en los autores que traduce, en los personajes a los que les presta voz, desde los más entrañables hasta los más antipáticos. Ahora bien, el acto de traducir, el oficio de
/// Amanda Gorman en 2017.
traducir, se ve en esta polémica manchado por consideraciones que no son, a mi entender, de su competencia. Es conocido el adagio “traduttore, traditore”, que condena de antemano cualquier tentativa de traslación. Y no sin razón. Los escoyos inherentes a la traducción son bien conocidos, pero todos se originan en las peculiaridades de los idiomas implicados. Cada lengua conlleva una cosmogonía en la que se reconocen, incluso inconscientemente, sus locutores, y que no es ajena a lo que llamamos más arriba la intersubjetividad. Alberto Manguel relata, en una conferencia dedicada a la traducción literaria, que el autor italiano Alessandro Baricco le narró las dificultades insolubles con las que se topó su traductor japonés. Este tenía que traducir un brevísimo mensaje que una mujer entrega, furtivamente, al protagonista en un
momento crucial. Tres escuetos vocablos: “torna o muoro” (vuelve o me muero). La primera palabra no se puede traducir sin perífrasis, debido a que el imperativo no existe en japonés. Se ha de decir algo así como “quisiera que vuelvas”. La segunda, la conjunción “o”, tampoco se puede usar en japonés, pues se debe decir “existe esta posibilidad, y existe esta otra posibilidad”. En cuanto a la tercera, el problema reside en el hecho que la muerte nunca se nombra directamente en japonés, se usan eufemismos ad hoc. Puede ser que sea imposible traducir sin traicionar al texto original, creo que a esta altura nadie lo niega. El encargado de cometer esta traición debe hacer malabarismos para mantener, pese a todo, cierta lealtad al texto, al autor, al mensaje, a la prosodia, a sabiendas que es vano buscar una satisfacción total.
El mismo Manguel recuerda, en su conferencia, la creación de Borges, Pierre Menard, autor de don Quijote. Su protagonista se dedica a copiar exactamente el texto cervantino, porque sabe que su resultado no será idéntico al original, pues las palabras, las mismas palabras en el mismo orden, se escriben en siglos diferentes y adquieren otro significado con la pátina del tiempo. Si Pierre Menard no logra la perfección a pesar de realizar una suerte de traducción de grado cero, es muy probable que ni siendo Amanda Gorman se pueda traducir a Amanda Gorman sin traicionarla. Su editor, en cambio, bien hubiera podido evitar añadir su felonía para con una profesión, por lo general, muy poco reconocida. *Traductor, profesor de la Universidad d’EvryUniversidad Paris-Saclay.