Exposición - Brigitte Bardot: Mito y Clichés en Málaga

Page 1






José Luis Cabrera Comisario de la exposición

MITO Y CLICHÉS EN MÁLAGA

E

n 1957, Roger Vadim rodó en la provincia de Málaga su largometraje Les bijoutiers du clair de lune, producción franco-italiana inspirada en la novela homónima de Albert Vidalie. La película fue estrenada al año siguiente, aunque no en España por impedimento de la censura, siendo comercializada años más tarde con el nombre de Los joyeros del claro de luna. El reparto fue encabezado por la estrella internacional del momento, Brigitte Bardot, acompañada por grandes actores como Stephen Boyd –que interpretó posteriormente al personaje de Messala en la película Ben-Hur –, Alida Valli y los españoles Fernando Rey, José Nieto y Maruchi Fresno, entre otros. En el guión, junto a Jacques Rémy, intervino otro habitual de la Costa del Sol, Pieter Viertel, esposo de la actriz Deborah Kerr. Los joyeros del claro de luna trata de reproducir el éxito del tándem Vadim/Bardot, matrimonio aún en la vida real, en el film Y Dios creó a la mujer (1956) que lanzó al estrellato a Brigitte Bardot. Ambas películas contaban con el mismo productor, Raoul Lévy. El largometraje presenta una España sensual, atrasada y violenta, que desgrana todos los tópicos –flamencos, aristócratas, capellanes, toreros, truhanes– de forma exagerada, pero quizás no tan lejana de la realidad rural en aquel tiempo. Los únicos signos de modernidad filmados son un espectacular automóvil rojo Ford Fairlane de 1957, una enorme publicidad pop de Coca-Cola en un bar rural, y por supuesto la propia Brigitte. La película en gran parte se rodó en Mijas, Torremolinos –un Saint-Tropez español, en palabras de la propia Bardot–, Alhaurín el Grande, Álora, Cártama, El Chorro y el Desfiladero de los Gaitanes, la finca El Retiro de Churriana, el hotel Miramar en Málaga, en paisajes de la provincia de Granada, y también en Almería, concretamente en Sorbas, Cuevas de Almanzora y en las playas de San Juan de los Terreros, en Pulpí. Parte de los inte-

6

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

riores se filmaron en los estudios CEA de Madrid y también en los estudios La Victorine de Niza. El rodaje dejó innumerables anécdotas sobre Brigitte Bardot en las que se cruzan realidad y leyenda: sus desnudos en la playa que escandalizaron a los puritanos hasta el punto de pedir su expulsión –algo desmentido recientemente por Bardot–, el borrico que adoptó la actriz y que Vadim encontró echado sobre la cama del hotel, las confidencias con Fernando Rey. A lo largo del rodaje, el matrimonio entre Bardot y Vadim ya era sólo formal, la pareja vivía separada. Aunque no es una gran película, Los joyeros del claro de luna exhibe el erotismo incontestable de Brigitte Bardot en el apogeo de su belleza, y el marco fascinante de la Costa del Sol aún virgen. El propio director en sus memorias –Bardot, Deneuve, Fonda, memorias de Roger Vadim (1986)– tras renegar del guión, recuerda el esplendor del paisaje: “ahí están, al menos, algunas tomas magníficas del sur de España. Debería haber recordado que yo era director de cine, y no pintor o fotógrafo”. Un esplendor al que contribuyó la dirección de fotografía de Armand Thirard. Como señala Rafael de la Fuente, es un testimonio del paisaje natural, y del paisaje humano, de aquel “mundo anterior al cemento”. Efectivamente, otro de sus atractivos es el gran número de lugareños, de figurantes españoles, que conforman una auténtica cartografía humana. Los joyeros del claro de luna fue un film censurado en nuestro país, no solo por el erotismo de la protagonista, que se exhibe desnuda, y algunos giros difíciles de asimilar por los censores, como las relaciones simultáneas del galán con tía y sobrina, o la entrega a la pasión carnal de una joven recién salida de un convento de monjas. También porque España, ya en la senda del desarrollismo, quería huir de aquella estampa de venganzas, lutos y plegarias desatendidas. El franquismo quería actualizar su imagen, y a las campañas del Mi-

nisterio de Información y Turismo les interesaban más la modernidad y el confort de los hoteles que las navajas y los estoques. El largometraje bien puede ser definido como un wéstern con ambientación andaluza. El propio tren, antecesor de la cochinita, del que Úrsula, la protagonista, desciende en el apeadero del Pinillo, parece un pequeño ferrocarril del Oeste norteamericano. La belleza de Brigitte Bardot ha sobrevivido al interés de la cinta y ha convertido algunos de sus fotogramas en auténticos fetiches. Carteles de Los joyeros del claro de luna aparecen en las películas Shadows de John Casavettes (1959), y Death Proof de Quentin Tarantino (2007), quien filma a la actriz Sydney Tamiia Poitier bajo un cartel de Bardot a la que copia la postura. Ya en 1958, año del estreno de Los joyeros del claro de luna, la escritora Marguerite Duras afirmó que Brigitte Bardot representa la aspiración oculta del ser humano de sexo masculino a la infidelidad. Hoy La Térmica presenta una muestra de una colección de cuatrocientos contactos fotográficos realizados durante el rodaje. Un material que pertenecía al coleccionista francés Alain Gomet, gran experto en temas cinematográficos. El entusiasmo de La Térmica y de su director Salomón Castiel, han posibilitado la adquisición y el regreso a Málaga de estas imágenes, para incorporarse a los fondos de la Diputación Provincial de Málaga. Es usual en muchos rodajes disponer de fotógrafos que trabajen de forma paralela a la filmación, en la llamada foto fija, para la posterior elaboración de afiches, cartelería, reportajes de prensa. Muchas de esas fotografías son luego descartadas, como en este caso, al no usarse comercialmente. La colección la componen 38 planchas de contactos originales que captan paisajes y retratos de los principales actores de Los joyeros del claro de luna y, especialmente, de Brigitte Bardot,


aquella que inspiró a Bob Dylan su primera canción, protagonizó libros de Simone de Beauvoir y Françoise Sagan, posó para los pintores Kees Van Dongen y Christo, y encarnó a la República Francesa como La Marianne bajo el cincel del escultor Alain Aslan. La Térmica, de la Diputación Provincial de Málaga, presenta Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga, una selección de estas imágenes. Dan título a la exposición el mito Bardot y los clichés, en su doble acepción fotográfica e ideológica, de aquella España atávica y orgullosa. Surgen dudas sobre la autoría de las fotos, convertidas en personajes a la búsqueda de autor, la investigación del periodista Borja Hermoso –“Brigitte Bardot, aquel verano de 1957”, El País Semanal, julio de 2020– atribuye al menos la mayor parte de estas imágenes al fotógrafo Yves Mirkine, francés de origen ucranio. Aunque el retratista que aparece en los créditos de la película es Serge Beauvarlet. Otros fotógrafos presentes en el rodaje fueron Peter Basch, Franco Fedeli y Edward Quinn. Con motivo del hallazgo de esta colección, Brigitte Bardot, desde su casa de La Madrague, ha rememorado el rodaje para El País Semanal:

cuya piscina la actriz frecuentó durante su estancia. Ambas, la vivienda y la piscina del club, aparecen entre las fotografías seleccionadas. Las imágenes evocan pasión y muerte bajo el claro de luna y el sol tórrido, su belleza sensual cobra vida propia al margen del largometraje. Brigitte Bardot, de innegable compromiso animalista, torea, sin duda parcialmente doblada, una vaquilla en la plaza de toros de Mijas y humaniza, en un giro irónico, esta historia de contradicciones. Ya la magna exposición Brigitte Bardot. Les années insouciance, comisariada en 2009 por Henri-Jean Servat en el Espace Landowski, partía de los conceptos de bardotlatría y bardotfobia, en ese péndulo entre su irrupción estelar en la memoria colectiva y las polémicas que desatan sus recientes opiniones sobre política, inmigración, sexualidad. Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga, presenta algo más que la memoria de un rodaje, también de un paraíso en nuestra provincia, de una tierra en estado de gracia a la que un día, no tan lejano, bajaron las estrellas.

Me encantó rodar aquella película en la Costa del Sol, nunca lo olvidaré. Vivía en una casita que se llamaba Las Algas, en una playa desierta. Un lugar que no disponía de ningún confort, pero que era un paraíso salvaje. Conocí lo mejor y lo peor de la España de aquella época. Era a la vez auténtica y magnífica, es la España que llevo en mi corazón. Fue allí, en aquellos días, donde aprendí a tocar la guitarra y donde me enseñaron a bailar flamenco. Hemos podido ubicar Las Algas, una desaparecida casa a pie de playa en La Carihuela. La vivienda era contigua al club Montemar-El Remo,

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

7


Alfredo Taján

DIOS CREÓ A LA MUJER Y EL DEMONIO A BB Posee algo desconocido que atrae a los idólatras en un tiempo sin dioses Jean Cocteau sobre Brigitte Bardot

E

t Dieu…créa la femme (y Dios creó a la mujer) fue dirigida por Roger Vadim, uno de los enfants terribles de la cinematografía francesa. A pesar de sus lagunas estigias, Vadim logró triunfar en casi todos sus proyectos que al final remataba y convertía en éxitos. Aunque Vadim era la no sustancia, situándose en los paramentos de lo plúmbeo, su artesanía alcanzó logros comerciales que en pocas ocasiones consiguieron el resto de los directores de la Nouvelle Vague; algo ennoblecía su aliento artístico: a Vadim le gustaba hurgar en heridas abiertas, era un seductor nato, pavo saturnal, descarado gigoló, astuto maniobrero en el negocio del cine. Su manejo de la cámara era legendario. Como sus mujeres. Lanzó a su pareja de entonces, una tal Brigitte Bardot, al estrellato, lo haría con su elenco actrices-amantes, sin ir más lejos, a la traviesa Jane Fonda también la lanzó, pero al espacio, en Barbarella, y a Jeanne Moreau la hizo lucirse como una nueva Juliette de Merteuil en su versión de Las amistades peligrosas. Vadim estimulaba el escándalo perpetuo. En el affaire Bardot ayudó, sin lugar a dudas, el tórrido romance actriz/director en un rapto pasional dentro y fuera de las pantallas, es más, la descripción de sus recaídas sexuales fue filmado hasta la extenuación. En Estados Unidos aquella Lolita, anterior a Sue Lyon, arrasó las taquillas, los focos iluminaban la gracia efímera y distante de un cuerpo púber bajo el resplandor del satén: Bardot se desnudó antes de tiempo o antes de aquel tiempo. Pero sabía moverse, sabía deslizarse y mantenerse calzada o descalza sobre una mesa en equilibrio inestable, sabía abrir las piernas como si no fueran sus piernas. La cita de Gimferrer acerca de Valentino puede aplicarse a aquella supernova proto-moderna: “Bardot es una vánova vana en un ventalle de vainilla, y un violín”. De Et Dieu…créa la femme (y Dios creó a la mujer) se recuerda aún más que el título la famosa coletilla de su frase publicitaria. Se colocaron enormes carteles en Pigalle que invocaban: Dios

8

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

creó a la mujer y el demonio a BB. Bardot no hizo nada por evitar la Brigitte manía, al contrario, se dejaba llevar en un vuelo sin trabas, se convirtió en el puente levadizo entre dos décadas. Bailaba bien, pero se insinuaba mejor, no en vano había estudiado con Leslie Caron, otra menina, en el estudio del tiránico coreógrafo ruso Boris Knyazev. Tanto Knyazev como el resto de sus educadores –Jean Robin o Christian Foy–, confesaron, años después, que era una adolescente vaga y perezosa, pero a la vez consciente de la corrosión que producía su sensual economía de registros, ese característico laissez faire que te invitaba, como un mecanizado robot sexual, a una totalidad de placeres que no aparecían en catálogo alguno, y excitaban con solo un guiño. Bardot, obsesiva, transmitió a la platea el punto repetitivo, traslúcido, incitante, de un cuerpo ambiguo sin apenas pecho, –casi de un delicado chicazo provenzal–, con unas espaldas agridulces que languidecían de lado, de frente o de perfil, para gusto de millones de voyeurs. Precisamente, en esa entrega sin miedos ni represiones, Bardot fue la gran sacerdotisa blanca, plana, el canon de la francesita que enloquecería a los mostrencos de las costas mediterráneas, una nueva Liane de Pougy dando saltitos erráticos, buscando la cumbre nevada, aprovechando el Impulso Soberano, coñac de hombres.

La vida es una pantalla en la que se reproducen las fábulas de la tribu. Los recuerdos necesitan definir el decorado donde la representación tuvo lugar, aunque esta se convierta, con los años, en un espejo deformante: la memoria funciona como un agente doble. Precisamente, reparé en la Bardot en un cine de barrio que se encontraba en la trinitaria calle Armengual de la Mota, se llamaba cine Royal y se hizo famoso en las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo. Cerró con

ese nombre en 1978, y pasó a llamarse Multicines Aleixandre, el cine más poético de nuestra ciudad, después de que Vicente Aleixandre, autor del poema fundacional de Málaga Ciudad del paraíso, aceptara poner su nombre al cinematógrafo. Aún hoy mi pituitaria tiene impregnado el olor espeso del cine Royal, mezcla de pipas, palomitas, kikos, y un desinfectante virulento que pretendía solapar todo lo anterior sin conseguirlo. Ya está montado el decorado, y si se olfatea hasta huele. Mi padre me llevaba los domingos a la sesión matinal del cine Royal. Matinal infantil se llamaba, pero en realidad allí se colaban muchos adolescentes creciditos y hombres solos con la mano suelta; entre tinieblas se desataban maniobras orquestales y algún alarido de socorro: ¡sátiro! No me extrañaba aquel aliento seminal porque algunas películas programadas eran bastante subiditas de tono, los grandes senos y escotes bajos de las novias del Drácula de la Hammer se mezclaban con algún fugaz desnudo de Nadiuska, y con la Bardot de vamp armada, hija del terror anarquista. En 1965 Louis Malle, otro pillo con cámara, reúne a la rubia de oro con una diva grandiosa, para muchos la actriz gala más excelsa, Jeanne Moreau, el filme se tituló Viva María, y a la historia delirante –en una América Central galvanizada por ecos de la revolución del 10– se une George Hamilton en el papel más alucinante de su anodina carrera: interpreta a un terrorista ácrata de maneras cursis y adamascadas. En la escena del fortuito striptease Bardot vuelve a abrir las piernas, y de nuevo consigue que los ojos del mundo se fijen en ella, y no en Moreau. Entre otros ojos, los míos, el niño de trece años que la miraba turbado en la sala del cine Royal. Bardot volvería a azorarme, esta vez con otra bomba sexual, Claudia Cardinale, su partenaire en Las petroleras (1971), un western paródico, dirigido por Christian-Jaque, con la malograda Patty Shepard en el reparto, y que se rodó en íntegramente en nuestro país, en La Galle-


ga (Burgos) y en Tabernas (Almería). La pelea entre Bardot/Cardinale –literalmente revolcándose en el suelo–, con su roce lésbico, hizo furor en el imaginario onanista de aquella generación reprimida por cura, censura y franquismo. El punto álgido de la animalia bardotiana fue el idilio que Brigitte mantuvo con el burrito Romeo, de quien se enamoró durante el rodaje de la primera de las dos películas que la francesa protagonizó en España (1): Los joyeros del claro de luna (1957), un filme que su Vadim del alma se podría haber ahorrado, a pesar de que en él concurrieron la enigmática Alida Valli, el ambiguo Messala de Ben-Hur, Stephen Boyd, y como aportación nacional, José Nieto, Fernando Rey y Maruchi Fresno. Además, Peter Viertel puso algo más que una coma en el guión de la misma. Rafael De la Fuente aclara “que no fue una buena película” (2), y explica, “pero es valiosa como un documento testimonial que nos muestra cómo eran aquellos parajes, y su paisaje humano…antes de la llegada del cemento…un espectáculo salvaje y muy hermoso”. La crítica, concluye De la Fuente: “la trató con cierta dureza”, no pudo estrenarse en España, porque “a los jerarcas del régimen no les gustó la imagen de una Andalucía donde la pobreza y la incultura se cebaban con un pueblo mísero, sometido a una casta de señoritos despóticos y brutales”. Recoge Francisco Griñán, en aquel número, ya un clásico, de la Revista Litoral, Torremolinos de pueblo a mito (3), unas declaraciones de la Bardot en las que mantiene que Torremolinos era un lugar idílico, casi desierto, un lugar para amar, pero, también, destaca que “pese a sus palabras, esta actriz tan contradictoria como fascinante no llevaba bien el excesivo calor, la dificultad de las comunicaciones, y el que la electricidad no hubiera llegado a algunos de los pueblos en los que roda-

ban. Para colmo –prosigue Griñan–, aquel paraíso sin domesticar le acabó mostrando su otra cara. Unas lluvias torrenciales destruyeron los decorados y como consecuencia inmediata se detuvo la filmación durante unos días. Inconvenientes e imprevistos que servirían para justificar el mal resultado del filme…” Griñán remata:” Ni siquiera con las sugerentes poses y el vestuario menguante de BB, Vadim pudo salvar la película”. En el mismo sentido, Borja Hermoso firmó, hace solo unos meses, un generoso reportaje en El País Semanal (4), en el que señala que “el escándalo y la conmoción aterrizaron en forma de una mujer que encarnaba esa indefinible mezcla de erotismo y ternura de la que son capaces ciertas criaturas elegidas. Y prosigue: “Cuando la cámara de Vadim la mostró con lujo de detalle, hombros al aire, pies descalzos, ropa interior e incluso algún glúteo y algún pecho perdidos entre secuencia y secuencia…se armó la marimorena…y un grupo de beatas llegó a protestar ante el alcalde franquista, Pedro Luis Alonso, porque se rumoreaba que en aquel rodaje corría la carne fresca…”; por supuesto, no ocurrió nada porque al régimen de Franco le venía de perlas aquel ejercicio de tolerancia, si además se acompañaba de una inyección de divisas, y aunque la película posteriormente no se autorizó, dejaron en paz a director y a los actores, que pudieron darle término. En Torremolinos (5) “…se produjo una asombrosa fusión de entre belleza natural y bondad climática, acoplamiento seguido de una heráldica particular compuesta por celebridades de todo tipo, entre ellas, Brigitte Bardot”, cuya visita al pueblo que iba convirtiéndose en mito se homenajea estos días con la exhibición de cuatrocientas fotos localizadas por José Luis Cabrera, factótum –junto a Lutz Petry– de la ya conocida y reconocida página web Torremolinos Chic, que ha hecho posible que lleguen a La Térmica los contactos fotográficos del rodaje de Los joyeros del claro de luna que un

coleccionista francés había sacado a la venta. El microrrelato de Augusto Monterroso me sirve de inspiración para concluir con una broma muy malagueña: cuando despertaron, Brigitte Bardot, Torremolinos y los dinosaurios todavía seguían allí.

(1) La otra película fue El bulevar del ron de Robert Enrico (1971) (2) De la Fuente, Rafael, “Los joyeros del claro de luna”, La opinión de Málaga, 29.09.2012. (3) Griñán, Francisco, “Torremolinos, Gran Plató”, Torremolinos de pueblo a mito, Litoral/Ayuntamiento de Torremolinos, septiembre, 2017. (4) Hermoso, Borja, “Brigitte Bardot y aquel verano español del 57”, El País Semanal, 26 de julio 2020. (5) Taján, Alfredo, “Torremolinos, Gran Hotel”,Torremolinos de pueblo a mito, Litoral/Ayuntamiento de Torremolinos, septiembre, 2017.

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

9


Jorge G. R. Dragón

HAN LLEGADO UNAS FOTOGRAFÍAS Y PREGUNTAN POR LA VIDA REAL “La felicidad no tiene historia” Jean-Luc Godard

Y

a hace casi dos siglos que un nuevo objeto se sumó al conjunto de fuentes con que la Historia estudia y narra los hechos del pasado: la fotografía. Presentada como una especie de espejo que nos enfrenta con nuestra propia vida, la fotografía sería en sí misma, y muy pronto, objeto de una Historia constituida por un sinnúmero de historias parciales: las que atienden a sus aspectos técnicos, estéticos o de lenguaje... o a la analogía de la imagen fotográfica con lo real; con un mundo que en un territorio o un tiempo dado existió. Esta Historia, o historias, de la Fotografía se ofrece abierta e inabarcable y –muestra de retazos de tiempo– como el tiempo se expande, aparentemente sin fin. Una Historia acelerada por el acceso público a nuevas imágenes y el avance de los procesos de digitalización de negativos y copias en papel. Una de estas valiosas apariciones recientes ha sido la salida al mercado de un conjunto de contactos fotográficos –fotografías de rodaje y foto-fija– de Les bijoutiers du claire de lune, la película realizada por Roger Vadim en 1957, protagonizada por Brigitte Bardot y rodada en la provincia de Málaga –también en las de Granada, Almería y Madrid, y en los Estudios CEA en Madrid y La Victorine en Niza–. Afortunadamente la Diputación de Málaga, a través de La Térmica, ha adquirido estas imágenes, una selección de las cuales vemos en esta exposición. La colección está compuesta por 37 hojas de contactos (positivado directo y sin ampliación de negativos de 120 mm sobre una hoja de papel fotográfico) que contienen imágenes en formato 6x6 cm, y una hoja de contacto más con imágenes en negativos de 35 mm. Todas las fotografías pertenecen al rodaje de Les bijoutiers... y giran en torno a la figura

10

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

de la protagonista del film, Brigitte Bardot, actriz que tras su debut a las órdenes de Vadim –“Y Dios creó a la mujer”, 1956– se había convertido en un sex-symbol del cine europeo, iniciando una carrera que la convertiría en figura internacional de la cultura de masas. En los contactos se combinan fotos-fija de escenas del film cuyo destino ha de ser un posterior uso publicitario, con fotografías que ofrecen una visión personal del fotógrafo: retratos de los protagonistas (especialmente la Bardot) e imágenes de atrás que muestran distintos momentos del trabajo del equipo o las pausas en la filmación. Imágenes de lo que nunca veremos en la pantalla, en las que el escenario y el contexto de la filmación adquieren protagonismo. Señalaremos solo algunas. Como las que recogen la escena de la llegada de Úrsula –el personaje interpretado por BB– en el tren de vía estrecha y vagones de madera que recorría la costa occidental, precedente del que pocos años más tarde los malagueños llamaríamos “la cochinita”, y del que se conocen pocas imágenes. La estación, un apeadero en medio de la nada, es la de El Pinillo y unas fotografías de ese fuera de campo del que hablábamos recogen a un numeroso conjunto de paisanos, curiosos testigos del rodaje, y al equipo trabajando en una escena iluminada por los potentes focos Arri Giant. Son singulares también aquellas en las que la pareja protagonista, Bardot y Boyd, empujan a un reticente pollino al que llamaron Chorro y con el que tratan de cruzar el Guadalhorce en el Tajo de la Encantada; una escena que obligó a actores y parte del equipo a trabajar dentro del río... a primeros de octubre. Vemos con interés varias hojas de contacto con imágenes de Vadim, Bardot y y el equipo en un camino junto al río Fardes –en la zona de Villanueva de las Torres, Granada–, preparando la escena –resuelta en clave de western– del intento

de violación, escena que daría sentido a las palabras de Vadim cuando afirmó que “quería hacer un western moderno desarrollado en España, el último país romántico de Europa” en respuesta a las opiniones críticas que calificaban a Les Bijoutiers... como tan solo “un bello documental sobre España”. Hay un par de hojas de contacto, posiblemente las más importantes de la colección, en las que Brigitte es fotografiada en la piscina del hotel El Remo y luego en La Carihuela junto a una pareja de bailaores flamencos; también de paseo con ellos y en solitario en una azotea, con el barrio y el hotel Santa Clara al fondo. Torremolinos, y Andalucía entera, es aún el reino de la cal, la teja árabe y la arquitectura popular, pero los bailaores ya en pose construida y la estrella extranjera, a la que vemos coronada con el sombrero cordobés del bailaor –uno de los símbolos de la “España diferente”– parecen anunciar que ya se ha puesto en marcha un proceso de cambio cimentado en la desmemoria que provocará en todo el territorio transformaciones en ese momento inimaginables. Más allá de los gestos ensayados, la vida real también se cuela entre estas imágenes, como la que muestra a la actriz en la playa rodeada de niños en lo que parece ser una petición de autógrafos, de monedas o de... cualquier cosa: niños pidiendo a extranjeros resultaba todavía escena habitual –también en la ciudad de Málaga, más aún en la cercanías de las Salas de Fiestas– siempre que en ese momento no hubiera ninguna autoridad competente que lo impidiera. Toda fotografía plantea infinidad de preguntas, y cada una, las suyas propias; qué cuenta la escena, dónde se tomó la imagen, quién hizo las fotos.


Alrededor de estas imágenes que hemos reunido gravitan los nombres de varios fotógrafos, y hemos podido confirmar que en más de una escena hubo dos cámaras capturando el momento. Citamos primero a Serge Beauverlet, reconocido fotógrafo de plató en el cine francés cuya carrera quedó truncada con su temprano fallecimiento en 1964: Serge ya había fotografiado a Bardot en Une parisienne y repetiría con Vadim en Les Liasons Dangereuses. Él es quien aparece en los créditos del film. Yves Mirkine es el otro nombre asociado a estas imágenes, un foto-fija que, entre 1952 y 1972, trabajó con importantes directores como Jean Cocteau, Jules Dassin, Autant-Lara o Costa-Gavras. El rodaje fue visitado además por dos importantes fotógrafos especializados en mostrar la belleza de las “estrellas”: el norteamericano de origen alemán, Peter Basch, y Franco Fedeli, del que son muy conocidas sus fotos de Sofia Loren. Pero tenemos también conocimiento de otro fotógrafo, Edward Quinn, fotógrafo de la Costa Azul y de su mundo artístico, íntimo amigo de Picasso al que fotografió de continuo en la intimidad de su taller, un trabajo recogido en varios libros – alguno editado en nuestro país como Picasso con Picasso –. Quinn fotografió en La Victorine a los actores de la escena del encuentro con la familia gitana; son fotos diferentes a las que aquí mostramos pero que confirman el rodaje en los estudios de Niza, un final de rodaje no previsto, provocado por las terribles lluvias que asolaron toda la costa mediterránea española y que impidieron la continuación de la producción en Andalucía. Era la segunda vez que el rodaje Les bijoutiers... se veía afectado –la primera ocasión fue la gota fría del 28 de septiembre, que provocó inundaciones en Torremolinos al caer 185 litros en once horas–, pero ahora parecía que todos los desastres de la naturaleza se daban cita sobre gran parte de nuestro país: vientos hu-

racanados, trombas de agua, desprendimientos de tierra, accidentes de todo tipo, descarrilamientos de trenes –como el del expreso de Madrid, pasado Cortes de la Frontera– y tragedias como la que provocaría el Turia al inundar Valencia, con un centenar de víctimas y daños incuantificables.

Seguir la presencia de Brigitte Bardot y el equipo en estos agitados días es tarea casi imposible: En sus memorias Brigitte indica que toma rumbo a Málaga el 4 de octubre, y certifica la fecha indicando que fue el día del lanzamiento del Sputnik; en esos diez días deberíamos situar el rodaje en Alhaurín el Grande –en calle San Antonio y en la carretera–, Mijas y otras localizaciones de la provincia, pero no encontramos rastro en la prensa local. Ni el rodaje de la película ni la presencia de Bardot fueron noticia, algo que hoy en día parece sorprendente, más aún si cabe cuando un mes antes ya se había publicado alguna información sobre Les bijoutiers... El 13 de septiembre el diario La Tarde ofrece una información titulada “Hoy se rueda” en la que hablan de la presencia en Málaga desde hace tres días de Alida Valli y José Nieto, una noticia obtenida “por carambola” –leemos– cuando un amigo del redactor “se tropezó en la calle con Pepe Nieto”. Al parecer, José Nieto cuenta que se harán dos versiones –francesa y británica– de la película y otra para su exhibición en España, algo que nunca ocurriría. Y el redactor aventura: En cuanto a la cinta se refiere, nos han susurrado que el asunto es bastante feo; por lo menos el comienzo, que es lo que nos contaron, es lo que se dice, un desastre”…“Así pues, hoy se rueda o se ha rodado, esa película que tan mal empieza –nos referimos,

claro, al argumento– en un “lugar cualquiera” de Málaga o su provincia. ¿Dónde? ¡Qué más da! Lo importante es que se rueda y que, a lo mejor, de ese rodar sale una película. Una más. El cine rodado por extranjeros no debía gustar mucho –por lo que se ve– a la Prensa del Movimiento, o no podían permitir que fuera objeto de interés para los lectores. El diario Sur toma nota y ofrece, dos días después, una entrevista a José Nieto en la que se habla de la presencia en Málaga “desde cuatro días antes” del director, productores y operadores con los equipos necesarios; la entrevista a dos columnas va ilustrada con una foto de la cara del actor, algo sorprendente dado que el redactor informa de que en ese momento Nieto se encuentra en compañía de “la gran actriz italiana Aida Valli, la bella Brigittte Bardot, Stenor Boyd, Adriano Domínguez, Fernando Rey y otros” (sic). La veracidad de la escena parece cuestionable ¿a nadie se le ocurrió llamar a un fotógrafo para inmortalizar la reunión? ¿ni siquiera al popular concejal de los boquerones de plata, Pepe Mena, que hizo las presentaciones? José Nieto confirma que se ha hecho ya una buena parte de Les bijoutiers... en los Estudios CEA de Madrid y que en Málaga se rueda en El Retiro, en el ferrocarril de la Costa y se rodará “más tarde en Mijas, Ronda y Almería”. El redactor pregunta a Nieto: - Usted ya conoce esto y le gusta, pero ¿qué dicen Alida Valli y Brigitte? Y su respuesta es, a la vez, esperable y sorprendente: -Están encantadas. Pepe Mena les está enseñando muchas cosas y ya hablan muchas palabras en andaluz y recitan soleares de García Lorca. Para que lo diga, Alida Valli ha descubierto aquí una sopa que la pide casi

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

11


todos los días. -¿La de mariscos? -No. El gazpachuelo. Tiene hasta la receta para hacerlo en su casa. No habrá más noticias del rodaje en la prensa local, excepto una foto de Arenas publicada semanas después, el 7 de octubre, en La Tarde: “He ahí ya una fotografía de la estrella italiana Aida Valli hecha aquí, donde desde hace muchos días rueda una película”. Por fin una foto, por fin algo parecido a un scoop. La presencia de las estrellas internacionales en ese bar junto a calle Larios en el que se realiza la entrevista a Nieto no cuadra con la fechas que da Bardot, pero más extraño aún parece que el rodaje de una coproducción con los beneficios económicos que generó –incluidas las pesetas de mercado negro– y que involucró a tanta gente trabajando como extras –recordemos la escena de la plaza de toros de Mijas o la de la carretera en Alhaurín– no fuera tema de interés para la prensa local. Si se caía el Sputnik – en portada el día 9– o no se caía –en portada el día 10– era más importante a los ojos del régimen –y de su prensa altavoz– que cientos de personas involucradas en un film del que solo la administración debía saber algo. Más allá del anecdotario de crímenes, multas, ceremonias y actos de las autoridades, la realidad local no podía ser noticia, quizá para evitar la posibilidad de un deslizamiento del relato oficial; frente a la apertura exterior a la que obligaban las necesidades económicas y al crecimiento de la industria turística de masas, el régimen se mostraba dubitativo y tardaría aún un tiempo antes de saber cómo narrar y hacer suyo el fenómeno. Es conocido el rechazo que provocó en el falangista y ultracatólico Arias Salgado el añadi-

12

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

do de “y Turismo” a su Ministerio de Información, encargado de la propaganda y la censura. Pero en esos días de la Bardot en Málaga y a la mitad de lo que sería su mandato, el ministro daría, el 14 de marzo, un discurso clave en el llamado por la prensa Congreso Mundial de Turismo. La celebración en Madrid de la Asamblea de American Society of Travel Agents, acabaría por ser de suma importancia en la estrategia turística del Estado; se acabaron las dudas, se da el pistoletazo de salida, todo cambiará ya a partir de ese momento. Declama el ministro: Vosotros ponéis en contacto a unos pueblos con otros, ya sea por el turismo de minorías selectas o por el turismo social de masas y viajes colectivos. Por altura de miras, queréis ignorar los defectos de los países y os dedicáis a ponderar y hacer ver sus excelencias. En tan generosa y noble actitud, como punto de partido, está el secreto de los beneficios que brotan y crecen al amparo de vuestra actividad profesional. A los que pronto traerán miles de viajeros desde el otro lado del Atlántico, el ministro les habla de la “España eterna”, “luz y gloria de la Historia Universal”, “primera nación vencedora en la guerra y en la paz del comunismo internacional”, de la España “descubridora y civilizadora”, “reserva espiritual”, “nudo de civilizaciones”... de lo que el ministro llamaba la “España real”. Tras la altisonante retórica franquista y tras pedir a los dos mil representantes de la industria que le escuchaban algo “nada especial” –que cuenten la “desnuda verdad” del país–, el ministro acabará al fin por reconocer los beneficios y la importancia real de un turismo que “nutre con sus divisas, (…) proporciona trabajo y aumenta la capacidad adquisitiva de muchos españoles”.

Definitivamente, se levanta el telón; aparece la pantalla en blanco, una nueva película va a comenzar: la llaman turismo. Se convertirá en la experiencia universal por excelencia y extenderá, hasta apropiársela, la idea del viaje por placer, limitada hasta entonces –como imagen de marca, de clase– a una clase social determinada.


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

13


Rafael de la Fuente

BRIGITTE BARDOT Y SU FUGAZ VISITA A SANTA CLARA

R

ecientemente publiqué unos cuantos párrafos sobre Brigitte Bardot, Augustus John y el antiguo Hotel Castillo de Santa Clara de Torremolinos. En un estupendo libro, imprescindible, delicioso, consagrado a aquel pueblo, entonces mítico, que inspiró a toda la Costa del Sol, y que se titula Torremolinos, de pueblo a mito (2017). Ahora ostenta el volumen los máximos honores del “pride of place” en la modesta biblioteca marbellí de un servidor de ustedes. Se lo debemos a una casi centenaria editorial malagueña, Litoral, fundada en 1926 por dos visionarios providenciales, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. Damos las gracias también a los sucesores de éstos, María José Amado y Lorenzo Saval. “And last but not least”, muy especialmente vaya también nuestro homenaje al buen hacer de una pléyade de auténticos maestros del arte de la gran literatura. Los que generosamente dejaron las muestras de su talento a lo largo de todas las páginas de ese libro que siempre desearemos tener cerca. Al final nos dejaron una obra muy importante. Lo que fue posible una vez más gracias a la química de mi segunda patria chica, Torremolinos. A la que desde hace muchos años llevo en el corazón. Entre tantos otros motivos, por haber aprendido tanto allí y por el inmerecido honor de haber oficiado no hace mucho tiempo como Pregonero de su Feria y sus Fiestas Patronales de San Miguel. Es innegable que fue Torremolinos un lugar portentoso, ya que un día se convirtió en mito, como se proclama en la portada. En el verano del 1957 se produjo mi bautismo en el mundo –siempre sagrado– de los hoteles con alma. Siempre se lo agradeceré a mi tío, el doctor Esteban Pérez Bryan. Él lo hizo posible. Me recomendó al director del hotel, buen amigo suyo. Gracias a ambos, este humilde aprendiz de hotelero pudo entrar a trabajar, con la edad de 16 años, en calidad de recepcionista y unas cuantas cosas más, en un hotel prodigioso: el Hotel Castillo de Santa Clara, tam-

14

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

bién conocido como el Castillo del Inglés. El que se levantaba como el regalo de antiguas y generosas deidades sobre el mar de Torremolinos. Aunque ya habían pasado cierto número de años desde el fallecimiento de George Langworthy, la huella del fundador seguía siendo indeleble. Si el Castillo del Inglés no hubiese sido sacrificado en una de las orgías especulativas de los años setenta en el altar de algún zafio becerro de oro, hoy sería Santa Clara, como lo siguen siendo Capri o Amalfi o Portofino, uno de los lugares más bellos del Mediterráneo. Desgraciadamente no pudo ser. Y eso no deja de ser una auténtica tragedia. En sus principios fue el hotel una antigua fortaleza de carabineros, depositaria de una pundonorosa batería de costa con seis cañones de 24 libras. Celosa guardiana de los accesos a las dos espléndidas playas de Torremolinos: la del Bajondillo y la de la Carihuela. Flanqueaban éstas el promontorio rocoso donde se encontraba la finca de Santa Clara, propiedad de un ilustre militar británico, el comandante George Langworthy, del Séptimo de Caballería de los Dragoon Guards. Felizmente casado con doña Anne Margaret, de soltera Roe, hija de Sir Charles Arthur Roe, un muy importante personaje en la administración colonial de la India británica. Los Langworthy la compraron en 1905, para construir en ella su residencia, a doña Luisa Darrien y Elizalde. Con el paso del tiempo, la casa y su veranda de estilo colonial, y todas las dependencias que las rodeaban, quedarían arropadas por un jardín prodigiosamente fecundo, que crecería pujante, gracias a la abundancia de agua y a los cuidados de un competente equipo de excelentes jardineros. La fortaleza se dejó tal como estaba. Cuando en el verano de 1957 me presenté en el Santa Clara, aquello me pareció un pequeño paraíso. Inteligentemente ordenado. Eso sí. Con una visión y una sensibilidad admirables. Todo el mundo era muy amable y todos parecían encantados de poder trabajar en un mundo perfecto

donde se había abolido lo no grato y cualquier tipo de estridencia o salida de tono. Los profesionales del hotel eran una gente estupenda y me acogieron enseguida como a uno más. Los jardineros y sus familias, todos incondicionales de George Langworthy, me honraron con su amistad. Entre ellos estaba una jovencísima Remi Fernández Campoy. La que dedicaría una parte de su vida a custodiar desinteresadamente el legado de los Langworthy, que incluía una valiosísima colección de fotos y objetos de la época. Ya conocía al director de entonces, don Frederick Saunders. Su nombre aparece en mi historial laboral de la Seguridad Social como el empresario que abonó mis primeras contribuciones al sistema de pensiones. Hombre disciplinado, recto y de palabra. Se le notaba que su procedencia era la milicia y que su formación venía de los ejércitos de Su Majestad Británica. Contaban que había combatido en la Primera Guerra Mundial a las órdenes del gran Lawrence de Arabia. Su esposa, una ilustre dama escandinava, doña Edith, era también toda una férrea y muy respetada institución. Mi trabajo podía ser muy duro, por supuesto. Afortunadamente eso me permitía aprender en una excelente escuela. Tenían razón todos aquellos que consideraban el hotel como una de las joyas más importantes de la joven corona de Torremolinos, convertido ya en una de las estrellas más espectaculares de las costas españolas, recién descubierta por lo más granado del turismo internacional. Sin duda fue durante aquellos años el lugar de más éxito y por supuesto el más bello y el más civilizado y amable del Mediterráneo español. Parece que el Hotel Pensión Santa Clara primigenio, el Castillo del Inglés, se inauguró a finales de los años veinte. El comandante Langworthy, con la ayuda del hotelero norteamericano Mark Hawker y su esposa, Nancy, decidió un día convertir su casa y la vieja fortaleza de los carabineros en uno de los hoteles más cautivadores del


Mediterráneo. La complicada situación económica de aquellos años así lo aconsejaba al propietario. Lo consiguieron brillantemente. Algunos de sus primeros clientes fueron Salvador Dalí y Gala. Amaron al Santa Clara y éste les amó sin reservas. Ya desde su primera visita, el maestro se decidió por una de las habitaciones que daban al mar y a la playa de La Carihuela. Amplia y luminosa, parecía haber sido creada para ser el aposento de unas intrépidas divinidades marinas. Encalada, con sencillos muebles mediterráneos, casi espartanos, siempre mantuvo sus sutiles toques de una hospitalidad casi de gran “country house” británica. Pasaron los años y llegaron tiempos de guerras y calamidades. El Castillo del Inglés – el Santa Clara – las superó. Menos la última. Pero eso es otra historia. En diciembre de 1954 otro gran pintor decidió alojarse en el Castillo del Inglés: el galés Augustus John, uno de los más grandes retratistas de la historia del Reino Unido. Entre sus grandes cuadros, destaca siempre un clásico: el insuperable y famosísimo retrato al óleo de T.E. Lawrence. Un buen amigo del pintor, el ilustre hispanista Gerald Brenan le había recomendado que considerara la posibilidad de pasar el invierno en uno de los hoteles más bellos de España. Situado en un pueblo encantador, Torremolinos, donde los precios eran razonables y la gente y el clima muy agradables. Se decidió Augustus John por la misma habitación que tuvo Salvador Dalí. Permaneció en el Santa Clara hasta marzo del año siguiente. El año de 1957 fue para un servidor de ustedes un año prodigioso. Entre los portentos que hizo posible mi nuevo trabajo en el Castillo de Santa Clara sitúo el haber conocido entonces a una fascinante joven actriz francesa. La famosísima Brigitte Bardot. Fue en una tórrida noche de agosto. Me había retirado muy tarde, para atrapar unas horas de sueño en mi rústico y minúsculo cuarto, excavado en la muralla del castillo, a la derecha de

la entrada que daba acceso al patio de armas de la fortaleza. Un lugar maravilloso, digno de un buen decorador de Hollywood. Todos los hoteles de Torremolinos estaban esa noche “au grand complet”. Solía ocurrir en aquellos tiempos. Me despertó el vigilante de noche. Tenía un problema. Un grupo de extranjeros insistía en intentar conseguir alojamiento en el hotel. Cuando me acerqué a ellos, me llamó la atención el que fueran tantos. Y que la luz de los faros de todos los coches de su comitiva fuese amarilla. Después supe que entonces era lo normal en los coches provenientes de Francia. El portavoz de ese nada amistoso grupo me preguntó: “¿Sabe usted a quién le está negando una habitación?” Señaló la silueta de una dama que destacaba en el grupo, iluminada por los faros de los coches. Era Brigitte Bardot. Aunque nunca había visto sus películas. Lo normal, por ser yo entonces menor de edad. La pude reconocer inmediatamente. Probablemente gracias a las revistas que ojeaba en mi peluquería malagueña y a las carteleras de los cines. Aquello fue durísimo. El tener que recibir con una casi sacrílega negativa la petición de alojamiento de la mujer más admirada del planeta. Le expliqué cosas que la diosa, en su comprensible cansancio y su impaciencia, probablemente no entendía. Entre ellas, que el hotel tenía solo 27 habitaciones y que todas estaban ocupadas. Utilicé muchas veces la palabra “désolé”. Desolado, por supuesto. Ya sumido en la vorágine del vértigo, durante unos segundos absurdamente pensé que quizás podríamos haberle ofrecido a la diosa la habitación mágica, la que una vez habían ocupado Salvador Dalí y Augustus John con sus esposas. Pero eso era totalmente imposible. Finalmente desistieron. Los coches con sus luces amarillas se marcharon camino arriba. Recuerdo que se hizo de nuevo el silencio. Solo roto por los cantos de los grillos del jardín de aquel paraíso perdido. El

vigilante de noche me ofreció, también visiblemente apenado, una copa. Quizás era un brandy del Puerto de Santa María. Que solían tomar algunos de los miembros del personal. Casi como una medicina. La verdad es que no lo sé. Y nunca lo sabré. Brigitte Bardot vino a Málaga en 1957 para filmar Les bijoutiers du clair de lune, con Alida Valli y Stephen Boyd. Fue dirigida por Roger Vadim. No fue una de las mejores películas de la gran actriz parisina. Lo cuenta en su autobiografía. Pero para nosotros esa película siempre será el documento vivo, imprescindible, en el que se conserva un mundo que ya solo existe en nuestra memoria y en nuestros corazones.

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

15


Brigitte Bardot. Apeadero del Pinillo, Torremolinos.

16

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

17


Figurantes junto al tren suburbano de la Costa del Sol. Brigitte Bardot, Antonio Vico. Apeadero del Pinillo. En la película, Úrsula Desfontaines recibida por el chófer de la familia.

18

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

19


Equipo de rodaje. Apeadero del Pinillo. Pequeña estación ubicada en el Pinillo y cercana a Arroyo de la Miel.

20

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

21


Cortijo andaluz, en parte recreado.

22

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

23


Brigitte Bardot en el papel de Úrsula Desfontaines.

24

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

25


La estrella sonríe al fotógrafo.

26

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

27


Brigitte Bardot al volante de un automóvil Ford Fairlane de 1957.

28

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

29


Divertida escena con Brigitte Bardot y Alida Valli.

30

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

31


Batalla de almohadas entre los personajes de Úrsula y su tía Florentine.

32

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

33


Uno de los paisajes del rodaje. Brigitte Bardot, Roger Vadim. La protagonista y el director de Los joyeros del claro de luna

34

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

35


Brigitte Bardot con el guión de la película y su todavía marido Roger Vadim.

36

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

37


Equipo de rodaje.

38

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

39


Brigitte Bardot, maquilladores.

40

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

41


Brigitte Bardot, maquilladora.

42

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

43


Set de rodaje.

44

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

45


Brigitte en la escena que, cincuenta años después, Tarantino incluiría como cartel en su película Death Proof (2007).

46

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

47


Roger Vadim, Brigitte Bardot. Plaza de toros de Mijas.

48

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

49


La escena taurina de Brigitte Bardot en la plaza de toros de Mijas.

50

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

51


Stephen Boyd en una divertida instantánea.

52

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

53


Alida Valli, Brigitte Bardot, otros actores. Escenas de la fiesta popular, de una gran belleza.

54

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

55


El vestuario de la actriz, diseñado por el modisto Louis Feraud.

56

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

57


Fiesta con gigantes y cabezudos que se desarrolla, o al menos se inspira, en las fiestas de Mijas.

58

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

59


Brigitte Bardot y Alida Valli en los papeles de Úrsula y su tía Florentine. Parte de los interiores se filmaron en los estudios CEA de Madrid.

60

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

61


Recreación de un velatorio. Se representa la capilla ardiente del conde de Ribera, tío de Úrsula, interpretado en la película por José Nieto. El actor Stephen Boyd al paso del cortejo fúnebre. En el largometraje el cortejo del conde de Ribera parte de la ermita del Puerto en Mijas y transcurre por su casco urbano.

62

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

63


Fernando Rey, Brigitte Bardot, Stephen Boyd.

64

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

65


Antonio Prieto, Alida Valli, Fernando Rey.

66

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

67


Antonio Vico y Fernando Rey, en el papel del comisario Ortega.

68

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

69


Los protagonistas y un miembro del equipo de rodaje.

70

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

71


Escenas en un molino recreado en los estudios La Victorine de Niza.

72

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

73


Stephen Boyd, Brigitte Bardot.

74

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

75


Actriz de reparto. Rodaje en San Juan de los Terreros, Almería.

76

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

77


Brigitte Bardot, Stephen Boyd. Desfiladero de los Gaitanes.

78

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

79


Los protagonistas y el famoso burrito con el que se encaprichó Brigitte Bardot.

80

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

81


Miembros del equipo en el río Guadalhorce

82

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

83


Boyd, Bardot y el burro (Chorro o Romeo, según los testimonios).

84

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

85


El actor Stephen Boyd. Dos años después interpretará a Messala, el villano de Ben-Hur.

86

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

87


La estrella en una de las escenas finales del film.

88

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

89


Stephen Boyd cierra los ojos a Brigitte Bardot. Es el momento de la muerte de Úrsula en el largometraje.

90

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

91


92

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


ESCENAS AJENAS AL RODAJE

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

93


Brigitte Bardot y los niños de la Carihuela, en Torremolinos. A su espalda el chalé Las Algas, donde la actriz se alojaba. A la izquierda asoma el club Montemar-El Remo.

94

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

95


Brigitte Bardot y la Carihuela, al fondo el llamado morro de Torremolinos con el antiguo hotel Santa Clara.

96

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

97


La estrella fotografiada en la terraza del hotel Playa Montemar, propiedad del vizconde Llanteno, en la Carihuela.

98

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

99


La actriz y dos flamencos en el hotel Playa Montemar.

100

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

101


Dos jóvenes bailaores, de identidad desconocida. Una irreconocible Carihuela en el verano de 1957.

102

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

103


Paseo por la Carihuela. La belleza de la arquitectura popular. Brigitte Bardot aprendiendo a tocar las castañuelas. Se volvió una apasionada del Flamenco cuyo baile llegó a dominar.

104

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

105


Bajo la atenta y discreta mirada de los vecinos de Torremolinos.

106

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

107


Quizás un descanso entre rodajes.

108

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

109


Brigitte Bardot en la piscina del club El Remo. El club de playa del Parador de Montemar, en la Carihuela. En la piscina del club El Remo, propiedad de Carlota Alessandri.

110

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

111


DIPUTACIÓN DE MÁLAGA PRESIDENTE

J. Francisco Salado Escaño VICEPRESIDENTA IV DIPUTADA DELEGADA INNOVACIÓN SOCIAL Y DESPOBLAMIENTO

Natacha Rivas Campos DIRECTOR DE LA TÉRMICA

Salomón Castiel Abecasis

La Térmica Diputación de Málaga Av. Los Guindos, 48. 29004 Málaga t. 952 069 100 / t. 952 239 780 www.latermicamalaga.com

112

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga


CATÁLOGO

EXPOSICIÓN

DERECHO EXCLUSIVOS DE ESTA EDICIÓN

PRODUCCIÓN

La Térmica / Diputación de Málaga

Centro Cultural La Térmica / Diputación de Málaga

FOTOGRAFÍAS ORIGINALES

COMISARIADO

La Térmica

José Luis Cabrera Ortiz

TEXTOS

COORDINACIÓN DE LA EXPOSICIÓN

José Luis Cabrera Ortiz Alfredo Taján Jorge G.R. Dragón Rafael de la Fuente

Montserrat Clos Fabuel Alicia Peña Guadamuros Centro Cultural La Térmica DISEÑO GRÁFICO

DISEÑO Y MAQUETACIÓN

Andrés A. Cobo Centro Cultural La Térmica

Andrés A. Cobo Centro Cultural La Térmica LABORATORIO FOTOGRÁFICO

IMPRIME

LACHROME

Imagraf impresores VINILOS

Mora Digital MONTAJE

Artemontaje COORDINACIÓN COMUNICACIÓN

Antonio Rodríguez Centro Cultural La Térmica

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotografías sin permiso previo del editor. El editor quiere agradecer la autorización recibida para reproducir los textos e imágenes protegidas de esta publicación y manifiesta haberse puesto en contacto con los propietarios de los derechos de los textos e imágenes protegidas.

Brigitte Bardot, mito y clichés en Málaga

113



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.