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Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro
Por Marcia Reyes Mare
Desde que inicie la ronda de presentaciones de mis libros una de las preguntas que más me han hecho, es ¿por qué escribes?
Bueno, pues para dar respuesta a esta pregunta, tengo que remontarme a esa bella época de la escuela primaria. Época en la que con frecuencia era acompañada de mi amiga y vecina Socorrito o Coco. Recuerdo perfecto una de tantas charlas que tuvimos camino a casa. Ella me dijo así tal cual:
-Oye Chanita (así me llamaban de cariño cuando era niña) ¿has pensado alguna vez en lo que dirán las personas de ti, cuando no estés más en este mundo?
A mí, la verdad no me gustaría pasar desapercibida. Me gustaría que me recordaran como alguien que hizo algo por los demás, como alguien que utilizó sus recursos, sus dones y fue muy feliz. Como alguien que tuvo fortuna y la compartió con los demás. Como alguien a quien vale la pena recordar.
Aunque esas palabras fluyeron suavemente de la boca de mi querida Coco, a mí me sacudieron y pensé que sería muy bonito irte de este mundo dejando una huella de amor en los demás.
Me llena de ternura el pensar que éramos unas niñas, de escasos once o doce años. Niñas que ya se preguntaban cuál era su propósito en esta vida. A mí, Coco, siempre me transmitió mucha sabiduría. Era hija de un matrimonio que no poseía muchos recursos económicos. En su familia, como en muchas otras, había problemas, sin em- bargo, su mamá, la señora Cita, era de las organizadoras de las posadas del barrio cada mes de diciembre. Posadas en las que nunca hizo falta la piñata, el chocolate caliente y la esperada colación.
Con el paso del tiempo, el barrio cambió y muchas de las familias se mudaron hacia otras colonias de Tijuana, a Coco, ya no la he vuelto a ver, sin embargo, la llevo siempre presente en mi corazón y en mi mente.
Hoy, después de haberme realizado como profesional, trabajando más de veinte años, dando servicio a la industria maquiladora del estado de Baja California, puedo decir que he alcanzado cada una de las metas profesionales que me he trazado.
En mi situación actual, puedo constatar que las urgencias económicas quedaron atrás; que la vida ha sido muy buena conmigo, me ha tratado bien, me ha permitido construir una mujer fuerte, valiente, pero que, sobre todo, he recibido muchas enseñanzas. Enseñanzas que hoy en día quiero poner al servicio de los demás.
Quizás no sea mucho, pero sé que mi misión de vida es ayudar a los demás, haciendo uso de estas herramientas que he logrado desarrollar a lo largo de mi vida.
Hoy, tengo muy claro que todos tenemos una misión, que existe un lugar para cada una de las personas que han venido a este mundo y que no podemos (o no debemos) irnos de este plano sin cumplir con la asignatura que libremente aceptamos al nacer.
Para mí, la frase:” Planta un árbol, escribe un libro y ten un hijo” nos habla del sentido en el que debemos dejar huella.
Tener un hijo es hacia la raza humana, pues significa su continuidad. Para mí, ha representado la trascendencia, evolución, de cierta manera tiene un sentido de inmortalidad, pues significa que de alguna manera tu ADN tiene una oportunidad de seguir evolucionando. Entonces, en el trato diario con ellos, en el ejemplo que les damos, estamos también dejando huella.
Por ahí leí alguna vez que seremos inmortales en la medida en la que dejemos memorias en los demás. Que regresamos a la vida, cada vez que alguien evoca nuestro recuerdo, sobre todo si se hace con gratitud. Pues bien, en este sentido, creo que “ya cumplí”, tengo dos hijos, a los que considero uno de los más grandes regalos que he podido recibir; en los que he puesto mi esperanza, a quienes deseo sean seres felices, plenos, realizados y recuerden siempre que fueron muy amados.
Plantar un árbol, es tu relación con la naturaleza, con la tierra a la que tienes que cuidar y regresarle algo de lo que ella recibes. Este amor a la naturaleza lo desarrollé desde mi infancia, puesto que tuve la oportunidad de crecer en un rancho, rodeada de árboles, de vacas, caballos, burritos y de todo tipo de flora y fauna. Este contacto me enseñó que la tierra siempre regresa, que la vida es una continuidad y que siempre se ha de manifestar, siendo mas poderosa que la muerte.
Suena fuerte, pero es una gran verdad: “Se cosecha lo que se siembra”.
Escribir un libro, para mí, va con relación a la huella que puedes dejar en los demás, porque definitivamente la vida de cada uno de nosotros es un gran libro del cual otros pueden aprender. Amén de que cada ser humano es una enseñanza.
Creo, que siempre repito en las presentaciones, el como me fue despertado ese deseo. Fue de una manera muy sencilla: Habíamos perdido a una persona muy importante en el mes de abril y mi hija se marcharía a la universidad en el mes de agosto de ese mismo año. Cuando nos dio la noticia sobre la propuesta que había aceptado (recibió varias, de todas las universidades a las que aplicó), el suelo se me movió, me invadió la angustia, el miedo, porque se iría muy lejos, dentro de los Estados Unidos, pero al otro extremo. Solo atiné a decir: “Bueno, los dejo solos para que terminen de llenar los formatos y pues aquí estaré”.
No puedo mentir, los meses que siguieron a ese día fueron de zozobra. Cercano al día en el que tendría que ir, ella tomó unos minutos de su tiempo y me dijo: “Mami, no tengas miedo, tú y papá me han ayudado a formar alas fuertes y se ha llegado el momento de volar”. Al final del abrazo que nos dimos mirándome a los ojos me dijo: “No quiero que te sientas sola, no llores, no me extrañes, haz algo que te apasione para llenar tu tiempo con lo que más te gusta, por ejemplo, escribe un libro es algo que siempre has deseado.”
Durante ese año, en los meses de agosto a noviembre, como por arte de magia las ideas, los ángeles que necesitaba para llevar a cabo el proyecto de escribir fueron llegando. Entendí muy claro que cuando pasas de los sueños a los planes y de los planes a la acción, todo se pone a tu favor. Fue como si alrededor mío existiera una enorme energía que se ponía de acuerdo, que se alineaba conmigo para que pudiera cumplir con ese propósito.
¡El milagro se dio porque decidí que mi(s) libro(s) tuviera(n) el propósito de ayudar a los demás! No solo he logrado cumplir mi sueño de escribir, de transcender y de dejar huella, sino que se me ha dado la oportunidad de aportar mi grano de arena, poner en las caritas de las personas que hemos ayudado, una gran sonrisa.
Así, que ya lo sabes, a mi me mueve una gran verdad: El tener la certeza de que todo los que hemos recibido, todo lo que hemos vivido, no es casualidad, sino que tiene la intención de que desarrolles todos los valores, los principios que te harán falta para lograr la misión que tienes en este plano.
En cada articulo que escribo, la figura de mi madre se hace presente, de tal forma que me quiero despedir con una frase del dominio público que ella repetía constantemente cuando le platicaba sobre tantas cosas que quería hacer, ella siempre me aterrizaba: “Hija, de glotones y de buenas intenciones están llenos los panteones y el infierno. Recuerda que no basta con desear, hay que trabajar por todo aquello que deseas.”
Así es, toda esa energía que posees, esa espiritualidad no tiene sentido de ser, si no la pones en acción, en una acción creadora que te habrá de beneficiar primero a ti y luego como consecuencia, a todos aquellos que te rodean.
Recuerda que no es el valor de la moneda lo importante, sino lo que estás dispuesto a hacer porque esa moneda crezca en valor. Al final, tu sabes si la gastas, las guardas para no perderla o la inviertes para que multiplicarla.
Marcia Reyes Mare, ha escrito dos libros, Cuando la boca la calla, el corazón escribe, vol. 1 y vol. 2 en los que agradece por medio de cartas a todos los hombres y mujeres con los que ha coincidido en su vida y cuya enseñanza ha dejado huella. Porque ella sabe que “cada ser humano que cruza por tu vida tiene una enseñanza que dejarte”.
Disponibles en AMAZON en versión digital e impresa.
Por Isabel Pelayo
Egresado del Colegio de México COLMEX de la carrera de Licenciatura en Relaciones Internacionales, culminó la Maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad del Sur de California.
Antes de ingresar al colegio de México no tenía claro a qué me iba a dedicar. Creo que, en México, lamentablemente no tenemos este modelo de comenzar sin tener que decidir qué carrera cursarás. A mis 18 años me veo obligado a tomar una decisión rápidamente, sin estar completamente seguro. En mi caso yo tenía mucho interés de estudiar en el Colegio de México ya que es una universidad pública de mucho prestigio.
Elegí mi carrera porque quería ingresar en esa Universidad y eran solo dos licenciaturas que se ofrecían en ese momento: Relaciones Internacionales o Administraciones Públicas. Opté por las Relaciones Internacionales. Una vez que terminé mis estudios, presenté el concurso de Ingreso al Servicio Exterior y lo pasé. Así pude ingresar en la Academia Diplomática de la Cancillería, que es el Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos.
Yo estaba muy joven y aprobé el examen para ingresar al servicio a los 23 años. Durante el año que estudié en el Instituto
Matías Romero, aproveché para terminar mi licenciatura y una vez concluidos mis estudios en el Instituto Matías Romero, vine a los Estados Unidos a estudiar una maestría en la Universidad del Sur de California.
Conseguí una beca y mi maestría la hice sobre Relaciones Internacionales. Ya habiendo ingresado al servicio exterior, a través de un concurso público, terminé mi maestría y me dije: “debo regresar al Servicio a ver cómo es o a ver de qué se trata.” Hasta ese momento, honestamente, no estaba seguro sobre si había optado por el mejor camino, pero una vez que entré, a los 6 meses y estando en México, me instruyeron a que viniera de regreso a Los Ángeles, CA, a trabajar en el Consulado General de México en Los Ángeles como “CÓNSUL DE ASUNTOS COMUNITARIOS”. Ese fue mi primer puesto en el servicio Exterior y ahí es donde realmente encontré mi vocación.
Ya había estudiado en Los Ángeles y en la Universidad del Sur de California y desde ahí me había dado cuenta de que el tema principal de la política exterior de México para los próximos 30 años iba a ser acerca de las Comunidades Mexicanas en el exterior. Pocos años atrás había sido aprobada la Reforma Simpson-Rodino que le dio la regulación migratoria a 2.3 millones de personas mexicanas indocumentadas. Era bastante claro el tsunami que se venía o que ya estaba presente en ese entonces.
Trabajando en Los Ángeles, en mi primer puesto de asuntos comunitarios, me doy cuenta de mi vocación y ahí es donde decido que en lo posible iba a especializarme dentro del tema de las comunidades Mexicanas en el exterior y afortunadamente y gracias al apoyo de la cancillería, he podido desarrollar toda una carrera especializada en este tema.
Después de 36 años de haber egresado, me da mucho gusto y satisfacción que he podido especializarme, pues ya llegué al rango más alto dentro del servicio Diplomático y que he podido hacer una carrera centrada en la comunidad mexicana.
¿CUÁNTO TIEMPO TIENE EN SAN DIEGO?
Tengo 4 años de “CÓNSUL GENERAL DE MÉXICO” en San Diego California. En la práctica diplomática y consular no hay periodos establecidos, pero en general yo diría que varía en un rango de entre los 3 y 6 años, muy poca gente sale antes de los 3 años y muy poca gente dura más de 6 años.
¿QUÉ SIGUE DESPUÉS DE ESTE NIVEL TAN ALTO COMO EL SER CÓNSUL GENERAL DE MEXICO EN SAN DIEGO?
Este es mi cuarto consulado general, primero fui Cónsul General de México en Sacramento, California como titular de la oficina. Fui titular del Consulado General de Austin, Texas y ahora en San Diego así que es la tercera vez que tengo la oportunidad de servir como Cónsul General. El siguiente paso es impredecible ya que esa decisión le compete a la cancillería mexicana pues uno va a donde lo mandan y quiero pensar que las asignaciones que he recibido y las asignaciones que se me han otorgado son con base a mi experiencia y que felizmente para mí, ha coincidido con mi vocación. He tenido el enorme privilegio de trabajar en un área que me gusta.
¿CAMBIOS LOGRADOS AQUÍ EN SAN DIEGO?
Todo es un esfuerzo colectivo. Uno llega tan lejos, como los colaboradores te los permiten y el apoyo que te da tu comunidad. Estoy muy satisfecho de lo que como equipo hemos hecho en San Diego como, por ejemplo:
-Se ha creado un programa de becas que se llama: Las becas Colibrí, donde hemos apoyado a cerca de 300 jóvenes de origen Latino Mexicano con becas pequeñas de $1,000 dlls que buscan respaldarlos con este esfuerzo colectivo y con el consulado, Organizamos eventos para recolectar fondos necesarios para apoyar estos jóvenes.
-En el festival de Comic-Con se ha establecido La Casa México, para aprovechar como una plataforma de promoción de la imagen y el prestigio de México, un festival al que vienen más de 150 mil personas. Creamos el año pasado el pabellón de México en la conferencia, donde vinieron empresas de todo el mundo y estrechamos lazos con la biotecnología mexicana.
-En el consulado hicimos labor para facilitar la vacunación de trabajadores de maquiladoras en la frontera, que, en lo peor de la pandemia, sin tener visa para venir a los estados Unidos, logramos un permiso especial para que 26,000 trabajadores cruzaran la frontera únicamente con el propósito de ser vacunados de este lado de los Estados Unidos y poder darle un poco de seguridad al trabajador y sus familias y a la fuerza laboral de la que dependen las cadenas de suministro en ambas economías.
-Tenemos la ventanilla de salud en los programas de prevención en defensa consular. Es lo más importante que nosotros podemos decir que es nuestro trabajo y nuestro mandato principal y hemos hecho mucho ruido y hemos tratado de levantar la visibilidad de casos de alto impacto, de mexicanos que son víctimas de abuso policiaco y gracias, en parte al Consulado, esos casos no desaparecen de la opinión pública.
-Tratamos de dar más visibilidad al daño colateral que representa haber elevado el muro a 30 pies de altura, lo que ha significado un aumento significativo en el número de heridos y de compatriotas muertos al tratar de cruzar la frontera de manera indocumentada.
-Durante estos 4 años hemos regresado a San Diego la costumbre de celebrar el Grito de Independencia de manera popular, aprovechando las instalaciones y el balcón de mi oficina. Desde ahí, el 15 de septiembre, doy el Grito de Independencia, cerramos la calle en ambos extremos y vienen miles de compatriotas a dar el grito. Tenemos una gran fiesta popular y estoy convencido de mostrar accesibilidad, disponibilidad y humildad y creo que ese es el secreto para hacer un trabajo profesional.
-En general estoy muy orgulloso que este Consulado General de México tenga una bien ganada reputación como una casa de servicio, como una oficina que está para servir a los mexicanos que residen en el exterior, para contribuir a su mejor calidad de vida y asegurarles en lo más básico, como tramites de documentación para otorgarles documentos de viaje, como un pasaporte, o bien de identidad. Que la comunidad sepa que estamos aquí para ayudar y que nos esforzamos para que puedan hacer cualquier colaboración con nuestras oficinas.
Quiero que nuestra comunidad sepa que somos una casa de servicios, estamos para promover sus intereses y proteger sus derechos.
Estoy convencido que el mejor Cónsul es aquel que es disponible y está cerca de la gente y se nota de diversas maneras;
1- Facilitando en lo posible el servicio a la gente y sobre todo escuchando a aquellos que necesitan una ayuda especial.
2- Mostrando accesibilidad, pues tratamos de atender todas las entrevistas y a los que necesiten apoyo y siendo accesible a todos los medios para que la comunidad pueda enterarse de todos los servicios otorgados por el Consulado General de México en San Diego.
Por Isabel Pelayo Empresaria, Escritora, Master Stylist, Y
Locutora