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Te lo cuento…
La nave espacial
Jade, estiró los brazos con energía, dejando escapar un bostezo, enseguida bastó con pensar la clave; cero, cero, uno, para que las cortinas se abrieran de par en par y dejaran entrar los rayos del sol. Todo se miraba tranquilo, todavía ninguna nave espacial se veía pasar, era fin de semana y además iniciaban sus vacaciones por lo que no realizaría actividades del trabajo.
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Ante este panorama contenta se levantó con calma, se sentó al borde de la cama y mentalmente dijo la contraseña; cuatro, cero, dos, en ese momento salió debajo de la cama algo parecido a un par de sandalias, con las cuales al pensar el número; cero, tres, ocho, y sin dar un solo paso se trasladó directo al baño, se desnudó y justo al colocarse bajo la regadera pensó; la serie numérica; cero, uno, nueve. Una especie de vapor empezó a envolver su cuerpo, al terminar su aseo, las sandalias flotantes la depositaron en su habitación.
Contenta cerró los ojos y enumeró en silencio; cero, dos, dos y del techo descendió algo, parecido a un extinguidor que fue descendiendo poco a poco, al estar frente a Jade roció su delicado cuerpo con una espuma de color tornasol confeccionándole una bella vestimenta tan pegado a su cuerpo que parece su propia piel.
Poco después sentada, frente a un artefacto y con tan sólo descifrar; cero nueve, nueve, se abrió un compartimiento, salió un casco con una careta de cristal, de forma automática se colocó en la cabeza de la chica y en una fracción de segundo este cubrió su rostro con un sedoso polvo, luciendo un perfecto maquillaje que armonizaba psicodélicamente con su estrambótico peinado. Después del ritual de belleza, estaba lista para el viaje que desde diez años atrás había planeado
Tan sólo pensó; cero, nueve, ocho y en automático se abrió una puerta que la conducía a donde estaba estacionada su pequeña nave espacial, cero, seis, seis, mentalmente dijo, la nave se elevó y se colocó sobre su cabeza, luego recordó los números; cero, dos, tres, y el artilugio fue bajando poco a poco hasta quedar ella dentro. Y así emprendió su camino. Iría a pasar unos días a la galaxia JPCK-10, explorada apenas en el año 3210, donde habían creado un campo galáxico y había cosas extraordinarias, sobre todo grandes adelantos tecnológicos.
Muy feliz y ensimismada iba, admirando las disímiles galaxias, los fugaces meteoritos y las diferentes naves espaciales último modelo. Estaba sorprendida como siempre al ver la inmensidad del espacio. Recordaba, que hace algunos días había visto en un holograma, en donde la gente de siglos atrás únicamente podía ver este panorama, a través de monografías, fotografías y del cine, gracias a los hombres que exploraron el universo. De repente, su vehículo empezó a moverse de una forma inusual, y a hacer un ruido fatal. Sintió como el miedo cubría todo su cuerpo, pensó qué si su nave dejaba de funcionar en cualquier momento, caería sin destino y pasaría a ser una más en la estadística de los perdidos en el espacio. Desesperada empezó a descifrar varias series numéricas; cero, uno, cero, cero, cuatro cero, cero, ocho, cero y cero cinco, cinco, hasta que el artefacto se estabilizó y tomó su rumbo.
La distancia que había del planeta Punzuk-72, donde actualmente vivía, a la nueva galaxia JPCK10, que pensaba visitar estaba a tres días, tan solo de pensar que no pudiera llegar a salvo o que pudiera quedarse atrapada por la eternidad en algún hoyo negro o en alguna dimensión desconocida, donde el tiempo es estático y jamás ser encontrada, le generó ansiedad.