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Te lo cuento…
Acoatl
En las mañanas grises arropado viene el tiempo con aladas hormigas los abuelos las divisan… Hechicera de la tierra viertes tu conocimiento generosa hilvanas nubes con gotas de rocío pintas paisajes en el tiempo perpetuando así los enigmas de la vida
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Habitar la tierra sagrada que pisaron nuestros ancestros es una manera de perpetuarlos. Es un sí a la tradición, al conocimiento antiguo. Ritual que debemos acoger con insondable gozo.
Memoria, la gran dadora de recuerdos, por obra de las palabras los resucitamos. El eco de nuestras voces retumba en la libertad del tiempo. Se abren los silencios y en el balcón, se asoma la añoranza.
Cuando el relajado azul del cielo iba tornándose pálido y empezaba a jaspearse con tonalidades grisáceas que henchían grandes y pesadas nubes, mismas que amenazaban con dejarse caer en un portentoso en recio aguacero, sabíamos entonces, que el tiempo de lluvias había llegado.
Bajos nuestros pies, la tierra se tornaba sedienta. Las veredas sofocadas serpenteaban hundiéndose en las fisuras de los campos agrietados por el sol.
En cualquier sitio en el que nos hallásemos, mis hermanos y yo escuchábamos con admiración y temor el poderoso estruendo de los relámpagos. Luz ardiente que emitan las centellas, allá, en el horizonte. En ocasiones, se podía percibir la humedad en el aire, la frescura de la lluvia lejana. En otras, antes de la precipitación, el viento soplaba con fuerza arremolinándolo todo. La forma de las nubes era un heraldo en los ojos. Los gusanos rojos de maguey salían con los primeros truenos de la estación.
Nosotros, éramos casi niños. La juventud compañera de juego, caminaba a nuestro lado como sombra nuestra. La presencia de las cabañuelas del verano con su atavío exuberante de vida, no sólo eran parte del ciclo estacional y agrícola, sino también lo eran de nuestra existencia.
Correlación de saberes y sentires. Algunos animales también percibían la fragancia del tiempo de aguas, manifestaban regocijo a la par que mostraban sobresalto ante la magnificencia de las fuerzas vivas de la naturaleza. Al igual que nosotros, buscaban sus refugios para guarecerse. Las aves volaban presurosas a sus nidos. En el campo abierto cesaba el gorjeo y las hormigas aladas nos regalaban la primicia de su vuelo.