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Te lo cuento…

En la antesala del temporal, el patio de nuestro hogar se transformaba en escenario místico. La casa de viejos adobes era la gruta de la cual emergía una mujer, que para nosotros significabaahora lo sé- el conocimiento mismo. Septuagenaria ella, con la fárfara apiñonada de su piel, su falda larga estampada de coloridas flores, sus trenzas de añosos gajos y peinetas de nácar. Era mi abuela Zenaida Martínez Castillo. Bien plantada en el suelo, observaba el firmamento con su mirada sabia con la certeza de quien posee la sabiduría ancestral. Su sola presencia nos brindaba amparo, para nosotros ella lo podía todo.

Con su palabra afable nos llamaba pidiendo que nos acercáramos para compartirnos su conocimiento. Alzando su brazo derecho señaló al horizonte, donde observó librar una gran batalla celeste. Las nubes grises y oscuras desenvainaban sus ensordecedores truenos. El cielo se cimbra con las estremecedoras descargas luminosas, con sus ecos de mil voces. De repente, en medio de la colosal contienda, ante nuestros ojos se forma una columna nubosa de la cual se desprende una deslumbrante centella zigzagueante y esbelta con su río de luz. Con prontitud se desliza hacia la profundidad del infinito. Se pierde con rapidez en el fragor de las nubes.

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- ¡Miren hijos, es una culebra de agua!

- ¡Dios nos favorezca!

- ¿Por qué se llama así abuelita?

- Porque se mueve como una víbora. Cuando aparece en el cielo durante una tormenta no trae nada bueno. Viene cargada de granizo, esta pesada, necesita dejarse caer para seguir viviendo

- ¡Ya viene para acá!

En ese momento, el viento arreciaba, la fronda de los árboles se sacudía con fuerza, algunas hojas emprendían el vuelo. Grandes gotas de agua bañaban nuestros cuerpos.

- ¡Pronto hijos! Hagan una cruz de ceniza aquí, en el centro del patio, tráiganme mi palma y el machete. Recuerdo que la ceniza la obteníamos del tlecuil donde ella “echaba” sus tortillas.

Como una valiente chamana, se colocaba a un lado de la cruz y en su mano derecha empuñaba la “palma bendita”, esa, que había llevado a bendecir el “domingo de ramos”. Con determinación y conocimiento, levanta la palma en dirección al horizonte donde descendió y serpenteó la culebra de agua. Y en ese preciso instante, lanza un conjuro cargado con toda la fuerza de su fe para “cortar” vencer a la culebra y sus meteorológicos efectos devastadores.

¡Santa Bárbara doncella, líbranos de tu centella!

Las palabras que dan existencia a todo lo que es, fueron pronunciadas tres veces, lanzadas al viento como flechas de Aquiles. Enseguida, toma la palma con su mano izquierda y con la derecha clava con energía el machete en el corazón de la cruz.

Protegidos en el umbral de la casa observábamos atónitos elmisterioso ritual, todos estábamos expectantes, guardando un respetuoso silencio. El tiempo también aguardaba. Transcurridos algunos minutos, “milagrosamente” el temporal amainaba. Los truenos y relámpagos se escuchaban

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