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ESTUDI OS DE LEX I COGRA FÍ A R EVISTA M EN SUAL DEL GRU PO LAS DO S VIDAS DE LAS PALABR AS N º 5, JU LIO DE 2015

ARTÍCULOS M ARGARI TA ALONSO RAM OS DOLORES CORBELLA DÍ AZ CRI STÓBAL CORRALES ZUM BADO PI LAR DÍ EZ DE REVENGA TORRES ESTHER FORGAS BERDET PEDRO FUERTES-OLI VERA M ARI A I ANNOTTI LAURA M UÑOZ ARM I JO

Entrevista a IGNACIO BOSQUE

M I GUEL ÁNGEL PUCHE LORENZO I SABEL SÁNCHEZ LÓPEZ ALI CI A M ARÍ A ZORRI LLA

L I B R O S

Suplem ento de 32 páginaspor Ju an V. Rom er o


L AS DOS VI DAS DE L AS PAL ABRAS Gr u po editor de pu bl icacion es de Lin gü ística y de Liter atu r a

Editor y cr eador : Ju an V. Rom er o Dir ector a de publicaciones: Est h er Sám an o Dir ector a par a Hispanoam ér ica: Lei dy R. Ji m én ez Dir ector a del Ser vicio de pr om oción de libr os: Raqu el Casas Dir ector a adjunta de la r evista ELex: Su san a Gál vez Dir ector de la colección de libr os Cuader nos de Lexicogr afía: An t on i Nom dedeu

Estudios de Lexicografía Lugar de edición: Bar celona ISSN: 2385-6025 Por tal de la r evista: http://estudiosdelexicogr afia.lasdosvidasdelaspalabr as.com Cor r eo electr ónico de la r evista: elex@lasdosvidasdelaspalabr as.com Por tal cor por ativo: http://lasdosvidasdelaspalabr as.com Cor r eo electr ónico copor ativo: gr upo@lasdosvidasdelaspalabr as.com © Las dos vidas de las palabr as, 2015

Queda pr ohibida, salvo excepción pr evista en la ley, cualquier for m a de r epr oducción, distr ibución, com unicación pública y tr ansfor m ación de esta obr a sin contar con la autor ización de los titular es de pr opiedad intelectual. La infr acción de los der echos m encionados puede ser constitutiva de delito contr a la pr opiedad intelectual (ar ts. 270 y sigs., Código Penal). El Centr o Español de Der echos Repr ogr áficos (w w w.cedr o.or g) vela por el r espeto de los citados der echos.


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ESTUDI OS DE LEX I COGRA FÍ A

JULIO DE 2015

5 COLABORAN EN ESTE NÚM ERO_______________________________________ TRIBUNA Reflexiones sobre el concepto de base de datos lexicográfica

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PEDRO A. FUERTES OLI VERA_________________________________________________

ENTREVISTA A IGNACIO BOSQUE

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JUAN V. ROM ERO______________________________________________________________

ARTÍCULOS Revisión de la vigesimotercera edición del Diccionario de la RAE: ¿ha variado en trece años la imagen de las mujeres en el diccionario?

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ESTHER FORGAS BERDET ____________________________________________________ Diccionario histórico de la minería: prolegómenos

75

PI LAR DÍ EZ DE REVENGA TORRES___________________________________________ La minería en el contexto de los estudios sobre el léxico español

89

M I GUEL ÁNGEL PUCHE LORENZO___________________________________________


El Diccionario de Colocaciones del Español: una puesta al día

43

M ARGARI TA ALONSO RAM OS________________________________________________

Análisis contrastivo del patrón derivativo de los sufijos ?ismo e ?ista en el español peninsular y en el español americano

123

LAURA M UÑOZ ARM I JO_______________________________________________________ Apuntes sobre la lexicografía monolingüe de aprendizaje

143

I SABEL SÁNCHEZ LÓPEZ______________________________________________________ La etimología y los diccionarios

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M ARI A I ANNOTTI _____________________________________________________________

PRESENTACIÓN DE LIBROS Diccionario gramatical de la lengua española la norma argentina

173

ALI CI A M ARÍ A ZORRI LLA_____________________________________________________ Léxico azucarero atlántico (siglos XVI-XVII)

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CRI STÓBAL CORRALES ZUM BADO Y DOLORES CORBELLA DÍ AZ____________


C OLABORAN EN ESTE NÚM ERO PEDRO A. FUERTES OLI VERA El Dr. Pedr o A. Fuer tes Oliver a es Catedr ático de Filología Inglesa en la Facultad de Com er cio de la Univer sidad de Valladolid donde tr abaja actualm ente com o Dir ector de su Centr o Inter nacional de Lexicogr afía. Es tam bién Catedr ático Extr aor dinar io del Depar tam ento de Afr ikaans y Flam enco de la Univer sidad de Stellenbosch (Sudáfr ica), y ha sido Pr ofesor Velux en el Centr o de Lexicogr afía de la Univer sidad de Aar hus (Dinam ar ca). Con un Ph.D. en Filología Inglesa, ha tr abajado en los últim os 8 años en el desar r ollo de la Teor ía Funcional de la Lexicogr afía y ha publicado gr an núm er o de ar tículos en r evistas y m onogr afías. Es co-autor de Pedagogical Specialised Leexicography. The representation of meaning in English and Spanish business dictionaries (2008), Theory and practice of specialised online dictionaries: Lexicography versus terminography (2014) y del M anual de Lexicografía Especializada: Teoría y Práctica (2015), editor de Specialised Dictionaries for Learners y coeditor de e-Lexicography: The Internet, Digital Initiatives and Lexicography. Adem ás, es editor o coautor de unos doce diccionar ios especializados. En la actualidad está tr abajando en la edición del Routledge Handbook of Lexicography, por encar go de la editor ial Routledge, que esper a publicar lo en el año 2017.

ESTHER FORGAS BERDET Natur al de Bar celona, licenciada en Filosofía y Letr as en 1976, doctor a en Filología Rom ánica por la Univer sidad de Bar celona en 1983. Titular de Univer sidad de la UB (dependencias de Tar r agona) desde 1984 y Catedr ática de Lengua Española desde 1992. Desde su constitución, es pr ofesor a de la Univer sidad Rovir a i Vir gili de Tar r agona. Ha dir igido var ios Pr oyectos de Investigación subvencionados (I+D) de car ácter lexicogr áfico (El componente pragmático en la definición lexicográfica: modelo de un diccionario pragmático del español, DGICYT, 1995-1998 y Diccionario y subjetividad lingüística: análisis de los modelos actuales y propuestas de cambio, BFF2000-1277, 2000- 2003) y ha par ticipado en var ios pr oyectos de investigación lider ados por la U. Com plutense de M adr id, de la que ha sido pr ofesor a de un posgr ado de Experto en lenguaje periodístico. Se r elaciona con univer sidades hispanoam er icanas, tanto en pr oyectos de Investigación (Las relaciones literarias entre España y Argentina de la conquista hasta fines del s. XIX. Estudio comparado del lenguaje femenino, M inisterio de Educación de Argentina, 1996-98) com o en inter cam bios docentes (Red Docente: Últimas tendencias de la lingüística, 1999-2001) y en pr oyectos de car ácter eur opeo (El discurso académico en la Unión Europea: estudiar en español" Pr oyecto ADIEU, Com unidad Eur opea, Sócr ates-Lingua 1996-1999), adem ás de una Acción Integrada AECID, dir igida desde la U. Com plutense de M adr id, con la Univer sidad de El Cair o, y ha sido IP de una Acción Preparatoria AECID: elaboración de un diccionario pragmático español-árabe, con la m ism a univer sidad egipcia. Sus publicaciones ver san sobr e cuestiones que r elacionan íntim am ente lengua y sociedad, especialm ente en el ám bito de la ideología y el diccionar io: ?Lengua, sociedad y diccionar io: la ideología?, (1996) en el que ha estudiado la em er gencia de la subjetividad: ?El lenguaje ?políticam ente cor r ecto? en los diccionar ios escolar es? (2001), ?La sensibilidad lingüística de M ar ía M oliner : enunciación y subjetividad en el DUE? (2003), el inter cultur alism o: ?La pr agm ática com unicativa e inter cultur al en los diccionar ios bilingües? (2000) y las cuestiones de géner o: ?La (de) constr ucción de lo fem enino en el diccionar io? (1999), ?Yo Jane, tú Tar zán: estudios de géner o, r ealidad y ester eotipo ante el nuevo m ilenio? (2003), etc.. En el año 2000 había elabor ado conjuntam ente con otr as dos investigador as (M ª Ángeles Caler o y Eulalia Lledó) un Infor m e encar gado por Real Academ ia sobr e el sexism o y el r acism o al diccionar io académ ico, y ha publicado, tam bién conjuntam ente con dichas investigador as, el libr o, coor dinado por Eulàlia Lledó, M ujeres y diccionarios: análisis de la 22ª edición del DRAE, por encar go del Instituto de la M ujer (2004). Otr as publicaciones lexicogr áficas son ?Diccionar io, cor tesía y nor m a social? (2004), ?Lengua, géner o y nor m a social? (2005), ?Un paso adelante: los fenóm enos de subjetividad lingüística en la últim a edición del diccionar io académ ico? (2006), ?El tr atam iento de los am er icanism os en el DRAE? (2006a), ?Sociedad, política y diccionar io? (2006b), ?¿Es el DRAE un m anual de buenas costum br es?? (2007), ?Siguiendo pistas: la em er gencia de las m ujer es en el diccionar io? (2009). Sus publicaciones m ás r ecientes son ?Léxico fr aseológico y cultur a popular : una pr opuesta m etodológica?(2012), ?La im agen de las políticas en la pr ensa hispana: Ségolène Royal y Hillar i Clinton (2013a), ?Ideología y lenguaje per iodístico: los titular es en la pr ensa hispana? (2013b), ?¿Cuánta pr agm ática cabe en un diccionar io pr agm ático?? (2014a) y ?¿Es factible un ver dader o diccionar io pr agm ático? (2014b) Actualm ente es dir ector a del Centro de Estudios Hispánicos de la URV, coor dinador a del Programa Formativo para Estudiantes chinos de la URV, coor dinador a del M áster en Formación del Profesorado de ELE, en edición vir tual, desde el 2000, y del M áster Oficial en Enseñanza de lenguas extranjeras: español como lengua extranjera, desde 2007. Ha sido, así m ism o dir ector a del cur so on line Cuerpo, género y lenguaje, y codir ector a del M áster en Feminismos, masculinidades y equidad de género, tam bién on line, de la Fundación Univer sidad Rovir a i Vir gili.


C OLABORAN EN ESTE NÚM ERO

PI LAR DÍ EZ DE REVENGA TORRES Catedr ática de Lengua Española de la Univer sidad de M ur cia, Doctor a en Filología Rom ánica, Académ ica de Núm er o de la Real Academ ia Alfonso X el Sabio y Académ ica Cor r espondiente de la Real Academ ia de Legislación y Jur ispr udencia de M ur cia. Ha im par tido cur sos y confer encias y par ticipado en congr esos inter nacionales en univer sidades de España, Fr ancia, Austr ia, Alem ania y Estados Unidos y dir igido o par ticipado ininter r um pidam ente en pr oyectos de investigación desde 1987 hasta 2014, fecha en la que se jubiló. Exper ta en discur so especializado m edieval y m oder no, dedica su investigación al estudio de m anuscr itos inéditos de esas épocas. Coeditor a del Fuero Juzgo (2002), publica tr abajos com o Estudio lingüístico de documentos murcianos del siglo XIII (1986), Estudios de Historia de la Lengua: desde la Edad M edia hasta nuestros días (2008) o La recepción del discurso científico en la M urcia decimonónica: Tomás Pellicer y Frutos (2013).

M I GUEL ÁNGEL PUCHE LORENZO Pr ofesor Titular de Lengua Española en la Univer sidad de M ur cia. Entr e sus car gos docentes, fue dir ector del Depar tam ento de Lengua Española y Lingüística Gener al y, en la actualidad, es coor dinador del Doctor ado en Lingüística, así com o de las m ater ias de ?Lengua castellana? y ?Com entar io de Texto? par a las PAU de esa Univer sidad. Desde el año 2014, tam bién dir ige la ?Revista de Investigación Lingüística? que edita ese depar tam ento, situada en el pr im er cuar til de INREC e incluida en num er osas Bases de Datos. En lo que se r efier e a su labor investigador a, ha par ticipado en num er osos congr esos nacionales e inter nacionales sobr e Lengua Española en su ver tiente diacr ónica y ha publicado capítulos de libr os y ar tículos en r evistas nacionales e inter nacionales sobr e la lengua de los siglo XVI, en el caso del ám bito jur ídico-notar ial, y de los siglos XVIII y XIX, en lo r efer ente a la m iner ía, especialidades en las que se ha centr ado su investigación de m aner a singular, aunque sin olvidar otr as par celas de la histor ia de nuestr a lengua, sobr e todo de la época m edieval. Así m ism o, ha escr ito diver sas obr as sobr e los tem as citados com o Documentos jurídico-notariales del siglo XVI (1534-1590) del archivo de protocolos notariales de Yecla (2002), El español del siglo XVI en textos notariales (2003), Viage metalúrgico por el litoral mediterráneo. Edición y estudio lingüístico (2008) y Discursosobre el origen y progreso de la lengua lengua castellana de Pedro M uñoz y Peña. Edición y estudio (2010), estos dos últim os en colabor ación con Pilar Díez de Revenga. Per tenece al gr upo NEOLCYT de la UAB, r econocido por la Gener alitat de Catalunya e integr ado en la r ed ?Lengua y ciencia?, y al gr upo HISTOLEX de la UM U.


C OLABORAN EN ESTE NÚM ERO M ARGARI TA ALONSO RAM OS Licenciada en Filología Hispánica, Sección Lingüística en la Univer sidad Com plutense. Doctor ado en Filología Hispánica por la UNED en 1993 y en Lingüística por la Univer sidad de M ontr eal en 1998. Pr ofesor a Titular de Lingüística de la Univer sidad de A Cor uña desde 1999. Coor dinador a del Gr upo de investigación ?Lengua y Sociedad de la Infor m ación? (http://w w w.gr upolys.or g/). Su labor investigador a se centr a en el papel del léxico tanto en la m odelización teór ica de la lengua com o en los sistem as de pr ocesam iento autom ático de lengua natur al. Ha dir igido difer entes pr oyectos de investigación subvencionados por la Xunta de Galicia y por el M inister io sobr e la constr ucción de bases de datos léxicos del español, con especial inter és en las com binaciones léxicas r estr ingidas o colocaciones. El últim o pr oyecto se centr a en la cr eación de una her r am ientas de ayuda a la r edacción, par ticulalr m ente or ientada al uso y apr endizaje de las colocaciones (pr oyecto HARenEs). Desde hace var ios años es la r esponsable del Diccionario de colocaciones del español (DiCE) que puede consultar se desde 2004 en la dir ección siguiente: htpp://w w w.dicesp.com y cuya divulgación se hace desde el blog http://collocate.blogspot.com /. Sobr e la constr ucción de este diccionar io ha publicado difer entes tr abajos en for os nacionales com o la r evista Lingüística española actual (2002) e inter nacionales com o, entr e otr os, la r evista Langages (2001), difer entes congr esos de Eur alex (2002, 2006, 2008), de LREC (2004, 2008, 2010), de eLex (2011, 2013). Asim ism o son num er osos los tr abajos sobr e el concepto de colocación. Es autor a de Las construcciones con verbo de apoyo (2004) y editor a de Diccionarios y fraseología (2006). Se ha inter esado tam bién por la estr uctur a actancial com o se m uestr a en su ar tículo publicado en la Nueva revista de filología hispánica (2007) y tam bién en el tr abajo escr ito junto con Leo Wanner sobr e el ascenso del poseedor, publicado en Langages (2009). Com o especialista de Lexicología explicativa y com binator ia, com ponente léxico de la Teor ía Sentido-Texto, es m iem br o del com ité científico de los congr esos inter nacionales que se or ganizan cada dos años sobr e ese m ar co teór ico. Son destacables tam bién los tr abajos de com par ación entr e difer entes m odelos for m ales de léxico com o Eur oWor dNet (Wanner et al. 2004) y Fr am eNet (Alonso Ram os et al. 2008). Ha par ticipado com o consultante en pr oyectos eur opeos par a el desar r ollo del com ponente léxico en un sistem a de gener ación autom ática de boletines de infor m ación (M ultiM eteo y M ARQUIS). Asim ism o ha r ealizado var ias estancias de investigación en la Univer sidad de M ontr eal, así com o en Colum bia Univer sity, Oxfor d Univer sity Pr ess y Car diff Univer sity par a la que ha r ecibido siem pr e ayudas de los difer entes or ganism os oficiales. Recientem ente ha coor dinado una r ed de de gr upos de investigación de Galicia ?Recur sos lingüísticos par a una sociedad del conocim iento? (http://r elisco.gr upolys.or g/). Actualm ente está centr ando su inter és en los cor pus de apr endices de español, así com o en los diseños posibles de test que m idan adecuadam ente la com petencia colocacional de los apr endices.

LAURA M UÑOZ ARM I JO Doctor a en Filología Española (2010) y pr ofesor a de Lengua Española de la Univer sitat Autònom a de Bar celona. Ha publicado diver sos tr abajos en r evistas científicas y volúm enes colectivos sobr e lexicogr afía histór ica, m or fología der ivativa y evolución del léxico español. Destacan sus apor taciones sobr e el tr atam iento lexicogr áfico y la evolución en la lengua española de los sufijos ?ismo e ?ista, tem a sobr e el que r ealizó su tesis doctor al (M uñoz Ar m ijo 2010), dir igida por la Dr a. Glor ia Claver ía Nadal, y una m onogr afía (2012). Es m iem br o del «Gr upo de Lexicogr afía y Diacr onía» del Sem inar io de Filología e Infor m ática de la Univer sitat Autònom a de Bar celona (http://gr upsder ecer ca.uab.cat/sfi/es) y ha r ealizado estancias de investigación en el Institut Univer sitar i de Lingüística Aplicada (IULA) de la Univer sitat Pom peu Fabr a.


C OLABORAN EN ESTE NÚM ERO

I SABEL SÁNCHEZ LÓPEZ Licenciada en Filología española por la Univer sidad de Gr anada. Doctor a en lengua española por la Univer sidad de Jaén. Pr em io ASELE 2012 a la m ejor tesis doctor al. Ha dedicado su car r er a pr ofesional a la docencia, investigación y for m ación de for m ador es en Lingüística aplicada a la enseñanza de español com o lengua extr anjer a. Tr abajó dur ante 4 años en dos univer sidades extr anjer as, en Rum anía, y tr abajó en el Instituto Cer vantes. En él ejer ció com o pr ofesor a en ar r endam iento y obtuvo una plaza com o pr ofesor a titular en el año 1999. En España ha tr abajado com o pr ofesor a de la Facultad de Letr as y la Sociedad de Relaciones Inter nacionales de la Univer sidad de Alicante, Cur sos Inter nacionales de la Univer sidad de Salam anca y, desde 2004 desar r olla su labor docente e investigador a en la Univer sidad de Jaén. Actualm ente tr abaja com o Responsable del Ár ea de Español del Centr o de Estudios Avanzados en Lenguas M oder nas. En esta univer sidad ha coor dinado el ár ea de español a extr anjer os desde 2007. Su labor en la Univer sidad de Jaén le ha conducido a un tr abajo intensivo en el ám bito sinohablante. Ha coor dinado cuatr o ediciones del Encuentr o de Pr ofesor es de Español par a Sinohablantes y dir ige el Curso de especialización en aprendizaje y enseñanza de español para sinohablantes, convir tiendo a esta univer sidad en la pr im er a del ám bito hispano en llevar a cabo estos pr oyectos de postgr ado. Sus investigaciones están centr adas tanto en la adquisición del léxico y la lexicogr afía pedagógica com o en la enseñanza de español par a sinohablantes. Ha coor dinado pr ogr am as de for m ación de pr ofesor es en España y el extr anjer os y ha r ealizado labor es de gestión desde hace 1996 siendo la im pulsor a de todo lo r elacionado con el desar r ollo de pr ogr am as inter nacionales de for m ación en español en la Univer sidad de Jaén desde su or igen.

M ARI A I ANNOTTI Docente de lengua y liter atur a española en la escuela secundar ia en Italia. Ha enseñado Lengua y Tr aducción española y Liter atur a española en la "Univer sità degli Studi della Tuscia" de Viter bo, Facultad de "Lingue e Letter atur e Str anier e M oder ne". Es doctor anda en Lengua Española y Lingüística Gener al en la Uned de M adr id. Tiene cuatr o m áster es y un cur so de per feccionam iento: Str um enti, tecniche e m etodologie innovative per la didattica; Innovazioni didattiche e gestione dei pr ocessi educativi; Epistem ologia, didattica e com unicazione disciplinar e; Análisis gr am atical y estilístico del español (per íodo de for m ación Doctor ado). Pr ocessi educativi e nuove tecnologie. Ha publicado, en lengua española, Tar quinia. Tr es m il años de histor ias etr uscas. En italiano, Pr agm atica della com unicazione tur istica.


C OLABORAN EN ESTE NÚM ERO

ALI CI A M ARÍ A ZORRI LLA Es M iem br o de Núm er o de la Academ ia Ar gentina de Letr as y Vicepr esidenta de esta Cor por ación; M iem br o Cor r espondiente Hispanoam er icana de la Real Academ ia Española; M iem br o de la Asociación M exicana de Pr ofesor es de Lengua y Liter atur a; Doctor a en Letr as por la Univer sidad del Salvador ; Licenciada en Filología Hispánica por la Univer sidad Com plutense de M adr id; Pr ofesor a especializada en Castellano, Liter atur a y Latín; Pr ofesor a Adscr ipta a la cátedr a de Liter atur a Hispanoam er icana. Fue Jur ado Lingüístico del «Pr em io Panhispánico de Tr aducción Especializada», or ganizado por la Unión Latina, el Instituto Cer vantes, la Or ganización de los Estados Iber oam er icanos (OEI), la Fundación Española par a la Ciencia y la Técnica (FECYT), la Real Academ ia de Ciencias Exactas, Físicas y Natur ales y la Feder ación Española de Gr em ios de Editor es. En 2013, fue condecor ada con la M edalla de San Jer ónim o por el Colegio Nacional de Tr aductor es del Per ú. Es M iem br o de Honor de la Unión de Cor r ector es de M adr id; Pr esidenta y Dir ector a Académ ica de la Fundación Instituto Super ior de Estudios Lingüísticos y Liter ar ios LITTERAE y fundador a y dir ector a de la Cátedr a de Investigaciones Gr am aticales Dra. Ofelia Kovacci, en la Univer sidad del Salvador (Ar gentina). Fue m iem br o de la Com isión Inter académ ica que cr eó la Real Academ ia Española par a la com posición de la Nueva gramática de la lengua española (en esta Com isión, fue coor dinador a del Ár ea Lingüística Rioplatense) y designada por la Academ ia Ar gentina de Letr as r epr esentante institucional par a la r evisión de la Ortografía de la lengua española (2005). Es autor a de obr as liter ar ias y lingüísticas, entr e ellas, Retrato de la novela; La voz sentenciosa de Borges; La soledad compartida (poemas); Normativa Lingüística Española y Corrección de Textos; La estructura de las palabras en español; El uso de la puntuación en español; Sobre las palabras y los números; El uso del verbo y del gerundio en español; Hablar, escribir, traducir en español; La arquitectura del paratexto en los trabajos de investigación; el Diccionario de las preposiciones españolas. Norma y uso; Dudario. Diccionario de consultas sobre el uso de la lengua española; Diccionario gramatical de la lengua española. La norma argentina y coautor a del Diccionario de los usos correctos del español.


C OLABORAN EN ESTE NÚM ERO

CRI STÓBAL CORRALES ZUM BADO y DOLORES CORBELLA DÍ AZ Cr i st óbal Cor r al es (Catedr ático em ér ito de Filología Española y Académ ico cor r espondiente por las Islas Canar ias de la Real Academ ia Española) y Dol or es Cor bel l a (Catedr ática de Filología Rom ánica) for m an par te del gr upo de investigación «Lexicogr afía, lexicología e histor iogr afía lingüística (LexHis)» de la Univer sidad de La Laguna. Com o r econocim iento a su tr ayector ia, los pr ofesor es Cor r ales y Cor bella r ecibier on en 2008 el Pr em io Canar ias-Am ér ica de la Casa de Colón y, en 2011, el Pr em io de investigación de la Real Academ ia Española.


REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO DE BASE DE DATOS LEXICOGRÁFICA

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TRIBUNA

Refl exion es sobr e el con cepto de base de datos l exicogr áfica

Pedr o A. Fu er t es-Ol i ver a Centr o Inter nacional de Lexicogr afía (Univer sidad de Valladolid) Pr ofesor Extr aor dinar io (Depar tm ent of Afr ikaans and Dutch, Univer sidad de Stellenbosh)

Una de las novedades m enos conocidas de la lexicogr afía en línea (o lexicogr afía de inter net) es el concepto de base de datos lexicogr áfica, quizás por que la m ayor ía de los diccionar ios electr ónicos com pilados hasta la fecha son única y exclusivamente diccionar ios im pr esos en for m ato electr ónico, es decir, son copias en carbón o caballos más rápidos en la ter m inología de Sven Tar p. Antes de seguir adelante, conviene pr ecisar que el tér m ino base de datos lexicográfica es una de las for m as posibles de denom inar al sistem a utilizado por los lexicógr afos par a anotar (es decir, escr ibir ) y guar dar los datos lexicogr áficos dur ante el pr oceso de constr ucción del diccionar io. Com pr ende tanto el sistem a de alm acenaje o base de datos pr opiam ente dicha com o la inter faz en la que tr abajan los lexicógr afos del pr oyecto lexicogr áfico. Algunos autor es utilizan otr a ter m inología, por ejem plo programa para la compilación de diccionarios, software lexicográfico, etc. Con la r eflexión anter ior quier o poner de m anifiesto la necesidad que tenem os de ?em pezar por el pr incipio? cualquier pr oyecto de constr ucción de un diccionar io en línea. Por ejem plo, a la hor a de evaluar las solicitudes de financiación de pr oyectos de investigación inter esados en constr uir un diccionar io en línea, llam a la atención que un buen núm er o de estos pr oyectos m encionan de pasada la base de datos lexicogr áfica (algunos incluso no la m encionan nunca). Pasan por alto algo fundam ental, quizás por que los solicitantes de estos pr oyectos desconozcan que los pr ogr am as com er ciales


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PEDRO A. FUERTES OLIVERA

que pueden adquir ir se par a anotar y alm acenar los datos suelen car ecer de flexibilidad, es decir no favor ecen ?alguno de ellos incluso lo im piden ? la dinam icidad del sistem a, algo que va en contr a de la natur aleza de la lexicogr afía en línea, que se car acter iza por la com pilación de her r am ientas de infor m ación dinám icas con datos dinám icos, es decir her r am ientas que per m iten al usuar io acceder a datos difer entes en situaciones de uso difer entes ?m odelos de diccionario T Ford o Rolls Royce en la ter m inología de Sven Tar p. Em pezar por el pr incipio im plica llevar a cabo dos r eflexiones teór icas iniciales de for m a conjunta ya que están íntim am ente r elacionadas entr e sí: (a) deter m inar los usuar ios potenciales del diccionar io, es decir, fijar las funciones del diccionar io analizando los usuar ios tipo y las situaciones de uso tipo; (b) hacer r ecuento de los m edios m ater iales y hum anos con los que contam os par a poder constr uir el diccionar io adecuado par a los usuar ios potenciales. Por ejem plo, si quer em os constr uir un diccionar io que per m ita búsquedas dinám icas debem os saber que las bases de datos lexicogr áficas com er ciales normalmente no per m iten esta opción, ya que casi todas ellas son básicam ente iguales en tanto en cuanto asum en de for m a im plícita que no existen ni usuar ios difer entes ni situaciones de uso difer entes. En otr as palabr as, la elección de la base de datos lexicogr áfica que vam os a usar es tan im por tante que si no llevam os a cabo una selección adecuada de la m ism a nos podem os encontr ar con la desagr adable sor pr esa de no poder m odificar ninguno de los elem entos centr ales de la página web que m uchos usuar ios denom inan diccionario; es decir, que no vam os a poder ofr ecer al usuar io potencial datos lexicogr áficos a la car ta, que es uno de los elem entos que definen la lexicogr afía en línea. Quizás este hecho explique por qué la m ayor ía de los diccionarios en línea no tienen ni ar tículos dinám icos ni datos dinám icos. Par a que no ocur r a lo que acabo de com entar en el pár r afo anter ior conviene pr epar ar la base de datos lexicogr áfica de acuer do con los usuar ios potenciales, algo que nos exige, al m enos, dos tipos de conocim ientos, uno lexicogr áfico y otr o infor m ático. Suponiendo que el lexicógr afo sepa m uy poco (o nada) de bases de datos, de tecnologías de la infor m ación y la com unicación, por ejem plo tecnologías de filtr ado de datos, y que el infor m ático tam poco sepa nada de lexicogr afía, la solución es llevar a cabo la constr ucción de la base de datos lexicogr áfica de for m a conjunta, es decir el lexicógr afo indica los cam pos que debe tener la base de datos, las r elaciones entr e los m ism os y cóm o quier e que éstos apar ezcan en la página w eb del diccionar io y el infor m ático lleva a cabo la pr ogr am ación necesar ia par a que sea posible conseguir el tipo de her r am ienta de infor m ación que quier e el lexicógr afo. Llevar a cabo lo que acabo de decir im plica aceptar que el diccionar io en línea es un conjunto de tr es com ponentes difer entes: (a) la base de datos lexicogr áfica; (b) el m otor o m otor es de búsqueda; (c) la página w eb que usa el usuar io.


REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO DE BASE DE DATOS LEXICOGRÁFICA

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La im por tancia de la cooper ación que acabo de m encionar es tan im por tante y fundam ental que solo si som os capaces de r ealizar la con un cier to nivel de éxito estar em os en condiciones de constr uir un diccionar io en línea modelo T Ford o Rolls Royce. Es por ello que r ecom iendo a todos los lector es de esta tr ibuna inter esados en constr uir un ver dader o diccionar io en línea que pr esten la m áxim a atención a esta colabor ación. En pr óxim os núm er os de Estudios de Lexicografía ir em os pr esentando el r esultado de la cooper ación que acabo de m encionar descr ibiendo algunas de las car acter ísticas de los 7 diccionar ios en línea de español incluidos en el pr oyecto lexicogr áfico los diccionarios en línea de español ?Universidad de Valladolid? que vio la luz en el núm er o 4 de esta r evista. Estos 7 diccionar ios se alim entan de la m ism a base de datos lexicogr áfica y están diseñados par a que el usuar io potencial pueda extr aer única y exclusivamente los datos lexicogr áficos r elevantes par a la situación de uso en la que se encuentr e. Al obser var cada uno de los siete diccionar ios difer entes, el lector de Estudios de Lexicografía apr eciar á con clar idad la novedad de la pr opuesta (con independencia del juicio que la m ism a le par ezca). Debe saber que las r eflexiones que acabo de com entar en esta tr ibuna le ayudar án a llevar un ver dader o pr oyecto de diccionar io en línea. Tam bién debe saber que la adopción de la m ism a puede per judicar le en su car r er a pr ofesional ya que la pr opuesta que acabo de m encionar cuenta con la oposición fr ontal de dos gr upos de per sonas que tienen inter eses com unes: (1) los que desar r ollan pr ogr am as com er ciales de com pilación de diccionar ios, ya que no pueden hacer uso de las ventajas de la econom ía de escala; (2) los que solo hablan de pr oyectos lexicogr áficos, es decir, aquellos investigador es que publican ar tículos y dictan confer encias sobr e sus pr oyectos lexicogr áficos sin que dichos pr oyectos lleguen a conver tir se en diccionar ios ver dader os, es decir, en diccionar ios con un núm er o aceptable de lem as, con un calendar io aceptable de actualización, con una política lingüística r azonable, etc. Por eso m e gustar ía finalizar esta tr ibuna agr adeciendo a Juan V. Rom er o y su equipo de Las Dos Vidas de las Palabras la opor tunidad que nos br indan de expr esar ideas nuevas y dem ostr ar que las m ism as pueden llevar se a la pr áctica.


Entrevista a IGNACIO BOSQUE Recién jubilado com o pr ofesor, I gn aci o Bosqu e nos r ecibe en la Sala de Dir ector es de la Real Academ ia Española. Lo que sigue es la tr anscr ipción de la extensa entr evista que le r ealizam os.

Texto: Juan V. Rom er o Fotogr afía: Jam es Rajotte


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I. GRAM ÁTICA Gramática descriptiva de la lengua española ¿De dón de par t e l a i dea de el abor ar Gr a mática descr iptiva ?

la

Pr obablem ente la Gramática descriptiva no se hubier a hecho si no hubiér am os tenido el pr ecedente de la gr am ática italiana, que dir igió Lor enzo Renzi. Esta obr a (Grande grammatica italiana di consultazione) estaba ya publicada, aunque no en su totalidad, cuando Violeta Dem onte y yo com enzam os a planear la nuestr a. Se tr ataba de elabor ar, com o en el caso italiano, una obr a colectiva en la que cada colabor ador se r esponsabilizar a de su capítulo, per o con unas dir ectr ices gener ales que fijar íam os nosotr os. Nos gustó m ucho la idea de coor dinar una gr am ática hecha por especialistas, per o no dir igida solo a especialistas, sino pensada par a un público m ás am plio.

Ignacio Bosque y Violeta Dem onte, Gramática descriptiva de la lengua española. M adr id: Colección Nebr ija y Bello, Espasa, 1999.

¿Qu é podem os en con t r ar en esa obr a? Es una gr am ática de r efer encia. Nuestr a intención er a que la obr a abor dar a casi cualquier cuestión gr am atical, que pr esentar a panor am as detallados de lo que se había hecho hasta el final del siglo XX; con am plia bibliogr afía, descr ipción y análisis de pr oblem as; con ejem plificación suficiente, etc. Nos gustaba m ucho la idea de tr azar una pr esentación objetiva de la estr uctur a del español, así com o de sus var iantes, especialm ente teniendo en cuenta que las gr am áticas existentes hasta el m om ento no er an pr ecisam ente obr as exhaustivas. Tr abajam os con m ucha ilusión en el pr oyecto dur ante seis años (teníam os pensado culm inar lo en tr es, per o se r etr asó, com o casi todos los pr oyectos de cier ta enver gadur a). Cr eo que conseguim os el pr opósito fundam ental: ofr ecer un panor am a de todo lo fundam ental que el pr ofesor o el estudiante (especialm ente el univer sitar io) deben conocer sobr e cada fenóm eno gr am atical. A par tir de ahí es posible avanzar en m uchas dir ecciones, tanto par a la investigación com o par a la docencia. Obser ve que algunas gr am áticas anter ior es a la GDLE no cubr ían ni siquier a la bibliogr afía de la época a la que per tenecían.


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¿A qu é t i po de pú bl i co va di r i gi da? Sobr e todo a per sonas que tienen cier ta r elación pr ofesional con la lengua, com o dijim os en la pr esentación de la obr a. Por ?r elación pr ofesional? no entendem os solo la que tienen con el idiom a los investigador es, sino tam bién la que poseen los docentes de cualquier nivel. Sin duda, hay que adaptar esos contenidos a las necesidades de cada gr upo de estudiantes. No es igual explicar gr am ática en segundo de Bachiller ato que hacer lo en cuar to de facultad. La lengua española es la m ism a, clar o, y la gr am ática tam bién lo es, per o hay que m anejar los conceptos de m odo distinto, ya que el gr ado de com plejidad de las cuestiones tam poco es el m ism o. La abundante infor m ación que la obr a contiene puede, pues, ser adaptada a las necesidades de las m uchas per sonas r elacionadas pr ofesionalm ente con la lengua. No todos son investigador es, desde luego. Los per iodistas o los tr aductor es, por ejem plo, tienen que m anejar con cier ta soltur a las estr uctur as sintácticas o m or fológicas del español, y adquir ir adem ás cier tas infor m aciones sobr e ellas. Es cur ioso, per o m uchos pensaban que una gr am ática tenía que caber en doscientas páginas. Cuando apar ecier on esos volum inosos tr es tom os, en 1999, pocos im aginaban que incluso una obr a tan extensa podr ía quedar se cor ta en la descr ipción de algunos fenóm enos.

¿En qu é con si st i ó el pr oceso de con f ecci ón de l a obr a y qu é f ases se si gu i er on ? Fue difícil, com o sim ple consecuencia de que tuvim os que encar gar un capítulo a cada especialista. Y, clar o, elegir a tantos especialistas no er a fácil, ya que par a unos tem as había m uchos especialistas, per o par a otr os apenas si podr íam os encontr ar uno. Yo cr eo que los dir ector es del pr oyecto conseguim os el tono hom ogéneo que se r equer ía. No quer íam os que la obr a fuer a un centón, un conjunto de m onogr afías sin hilo conductor. M e par ece que conseguim os esa unidad en buena m edida. Por supuesto, cada autor es dueño de su pr opio estilo, com o lo es de su for m a de pensar. Per o er a im pr escindible intentar unificar la ter m inología y el gr ado de detalle en la descr ipción. Quer íam os, en definitiva, una obr a hom ogénea, conjuntada, y ? com o le digo? entiendo que lo conseguim os hasta cier to punto. Evidentem ente, de for m a absoluta no se consigue nunca en este tipo de obr as.

¿Cóm o h a si do r eci bi da l a obr a por l a com u n i dad ci en t íf i ca? M uy bien. Yo dir ía que m ejor incluso de lo que podr íam os haber pensado cuando em pezam os el pr oyecto. La obr a r ecibió el pr em io LOGOS de la Association Eur opéene des Linguistes et de Pr ofesseur s de Langues y ahor a m ism o es, junto con la Nueva Gramática de la ASALE, la obr a de r efer encia m ás consultada y m ás citada. Violeta y yo quedam os m uy satisfechos de esa iniciativa, sobr e todo por lo que había


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en ella de intento de pr esentar a la com unidad hispanohablante una visión de conjunto de su sistem a gr am atical que fuer a suficientem ente por m enor izada.

Nueva Gramática de la Lengua Española ¿Qu é di f er en ci a u n a gr am át i ca descr i pt i va com o est a de u n t ex t o com o l a Nueva Gr a mática de la Lengua Espa ñola ? Hay difer encias notables, y tam bién hay puntos de contacto, por supuesto. La Nueva Gramática (que yo coor diné, com o usted sabe, entr e 1998 y 2009) es una obr a de un solo autor : la Asociación de Academ ias. El pr oceso de elabor ación fue lar go por que hubo que consensuar todo el texto, adem ás de coor dinar a m uchos gr upos de tr abajo en las academ ias de la lengua. El pr oceso de elabor ación nos llevó, pues, casi el doble de tiem po que en la Gramática Descriptiva. Quizá el gr ado de unidad conceptual es m ayor, ya que, cuando cada autor se r esponsabiliza únicam ente de su capítulo, se tr abaja de for m a par alela y sim ultánea con cada uno de ellos. Per o en la Nueva Gramática todos fir m am os todo. La for m a de tr abajar ha de ser com pletam ente distinta. Tam bién es m ayor el gr ado de detalle en la descr ipción dialectal, especialm ente en lo r elativo al español de Am ér ica. En cam bio, la Nueva Gramática no tiene bibliogr afía. Ello hace im posible que el lector am plíe la infor m ación en otr os textos o sepa al m enos qué obr as gr am aticales se consider an hoy fundam entales en el panor am a inter nacional.

Real Academ ia Española y Asociación de Academ ias de la Lengua Española, Nueva gramática de la lengua española. M orfología y sintaxis. M adr id: Espasa, 2009.


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¿Por qu é n o t i en e bi bl i ogr af ía? Nos han cr iticado por esto. La cuestión se debatió en la Asociación de Academ ias y ganó por m ayor ía la postur a de m antener en este aspecto la continuidad con la tr adición gr am atical. Cur iosam ente, la gr am ática de Alar cos, publicada en 1994, tam poco contiene bibliogr afía, per o nadie la cr iticó nunca por ello. En cualquier caso, quizá no tuvim os suficientem ente en cuenta que las gr am áticas clásicas no contienen bibliogr afía por que hace ochenta o noventa años apenas existían m onogr afías gr am aticales. La pr óxim a edición, en la que ya estam os pensando, constituir á una ver sión r evisada de la NGLE (con la m ism a planta, per o m ejor ada en una ser ie de puntos). En esa nueva edición cor r egir em os aquel posible er r or e incluir em os bibliogr afía.

¿A qu é pú bl i co va di r i gi da? La Nueva Gramática se dir ige a un lector m edio culto, inter esado por la lengua. Siem pr e habr á algún pár r afo que le r esulte difícil, eso es inevitable. Aun así, un lector culto con la for m ación gr am atical básica que pr opor ciona el Bachiller ato, y que dam os por supuesta, deber ía ser capaz de entender casi cualquier capítulo de la obr a. Tenga en cuenta que esta gr am ática no pr esenta descr ipciones for m ales de ninguna clase y que ofr ece adem ás textos liter ar ios y per iodísticos de todos los países hispanohablantes, en concr eto la m itad de sus cuar enta m il ejem plos. La otr a m itad de los ejem plos que m aneja han sido inventados, constr uidos ad hoc, com o se ha hecho casi siem pr e en esta disciplina. De hecho, casi la m itad de los ejem plos de la Gramática de Andr és Bello fuer on constr uidos ad hoc por Andr és Bello. Nos gustó este equilibr io entr e ejem plos de cita y ejem plos inventados. Com o se sabe, estos últim os suelen dar m ayor r endim iento didáctico.

¿Qu é en con t r am os en l a Gr a mática Bá sica y en el M a nua l? Nos par ecía im por tante hacer var ias ver siones de la obr a. Aunque la ver sión extensa, que llam am os de referencia, se dir ija a todos, es inevitable que contenga conceptos de cier ta dificultad par a el que no está acostum br ado a tr abajar todos los días en cuestiones gr am aticales. La ver sión que llam am os M anual (coor dinada por los pr ofesor es Julio Bor r ego y Ángela di Tullio), r educe el texto a una cuar ta par te, per o se tr ata de una r educción a escala, ya que los capítulos son exactam ente los m ism os. La ver sión escolar, que llam am os Básica, fue coor dinada por el pr ofesor Salvador Gutiér r ez. Esta ver sión, que cabe en un bolsillo, no puede r espetar ya la estr uctur a de los capítulos, sino únicam ente destacar los conceptos fundam entales y pr esentar los de m aner a sim plificada. Poster ior m ente se publicó el volum en de Fonética y Fonología, que coor dinó el pr ofesor José M anuel Blecua.


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Yo dir ía que par a algunas cosas es inevitable ir a la ver sión extensa, si uno quier e entr ar en los pr oblem as con cier to detalle. Per o todo en gr am ática, com o en otr os cam pos, se puede abor dar de m aner a m ás o m enos por m enor izada. Var ía, sin duda, el nivel de pr ofundidad y el gr ado de detalle deseado en función de los posibles usuar ios, per o lo cier to es que tam bién var ía el inter és que los hablantes m anifiestan por el idiom a. Er a, pues, inevitable, pensar en var ias ver siones de la obr a par a intentar adaptar se a todas esas necesidades.

Real Academ ia Española y Asociación de Academ ias de la Lengua Española, Nueva gramática básica de la lengua española. Bar celona: Espasa, 2011.

Real Academ ia Española y Asociación de Academ ias de la Lengua Española, Nueva gramática de la lengua española. M anual. M adr id: Espasa, 2010.


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¿Qu é u t i l i dad pu ede t en er est a obr a par a, por ej em pl o, u n t r adu ct or ? En m i opinión, un tr aductor puede sacar m ucho par tido de la gr am ática estudiando algunos capítulos, ya que un tr aductor debe tener cier ta for m ación gr am atical. Sin duda alguna, un tr aductor es un pr ofesional de la lengua, aunque su r elación con ella sea distinta de la que tiene un pr ofesor de univer sidad. Lo m ism o se podr ía decir de un per iodista o de otr os pr ofesionales que tr abajan a diar io con las palabr as, aunque no investiguen sobr e ellas.

Es u n a obr a m u y ex t en sa? Algunos dicen que es dem asiado lar ga, per o yo cr eo que las dem ás ediciones son dem asiado br eves. El sistem a fonético, fonológico, m or fológico y sintáctico del español no cabe en cuatr o m il páginas. Lo que a m í m e extr aña es que algunos piensen lo contr ar io. Cuando hablábam os en la ASALE de hacer ver siones r educidas, yo decía: ?la ver sión extensa ya es una ver sión r educida?, ya que es un intento de r educir a lo esencial la estr uctur a gr am atical del español. Por supuesto, m e par eció bien que se hicier an ver siones com pendiadas, per o nunca entendí esa idea ? no tan infr ecuente en cier tos m edios? de que la lengua es sim ple y natur al, y que som os los especialistas los que la com plicam os.

¿Podem os deci r qu e, com o el DRAE, est a obr a es u n t ex t o base qu e l u ego va a t en er su cesi vas r eedi ci on es? En cier tos casos, es m uy difícil distinguir entr e una edición nueva de un libr o existente, y r epetidam ente r efor m ado, y un libr o nuevo. Se supone que una edición nueva m antiene la estr uctur a fundam ental de las ediciones anter ior es, y que r etoca en alguna m edida los capítulos. En ese sentido, nuestr a nueva edición de la gr am ática académ ica no es una nueva edición, ya que optam os por cam biar la estr uctur a m ism a de los capítulos. Nos par eció que la estr uctur a tr adicional se nos quedaba cor ta y no podía r eflejar el estado actual de los conocim ientos. En la nueva edición, de la que le hablaba antes, intentar em os m ejor ar algunos aspectos de la descr ipción, especialm ente la localización geogr áfica de cier tos fenóm enos dialectales en el español de Am ér ica. Tam bién sabem os que otr os fenóm enos se pueden descr ibir m ejor, acotándolos m ás o afinando m ás en las var iables gr am aticales que los hacen posibles. Por lo dem ás, el texto va a ser el m ism o en lo fundam ental. Tenem os m ucho inter és en que todas las academ ias de ASALE colabor en en este pr oceso de r evisión, todavía no iniciado. En cualquier caso, no está de m ás r ecor dar que la Nueva Gramática es la gr am ática del español (sea académ ica o no) que m uestr a la m or fología y la sintaxis del español de Am ér ica de m aner a m ás detallada.


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¿Por qu é h a h abi do qu e esper ar t an t as décadas par a di spon er de u n a gr am át i ca ?of i ci al ? del españ ol ? A m í no m e gusta m ucho el tér m ino ?oficial?. En el pr ólogo de la Nueva Gramática decim os que los objetos de conocim iento car ecen de análisis oficiales. Lo que sí es cier to es que las academ ias de ASALE r ecom iendan usos, no solo los descr iben. Esas r ecom endaciones tienen cier to car ácter institucional, en cuanto que pr oceden de una or ganización inter nacional, per o en la descr ipción y el análisis de un fenóm eno, sea lingüístico o no, no puede haber nunca nada ?oficial? (no puede existir, por ejem plo, un ?análisis oficial de las r elaciones de r elativo?). En cuanto al fondo de su pr egunta, hubo var ios intentos de r etom ar la gr am ática académ ica entr e 1931 y 1998, per o no pr ogr esar on por r azones m uy diver sas, sobr e todo de infr aestr uctur a: pr oblem as r elativos a las com unicaciones tr ansoceánicas, al ingente m ater ial bibliogr áfico, al conocim iento par cial de la var iación dialectal, a la dificultad par a for m ar gr upos de tr abajo, etc.

Di gam os qu e con l a pu bl i caci ón de esa obr a se cu m pl e con el com pr om i so de l os est at u t os de l a Academ i a. Así es. La Academ ia tiene que com poner un diccionar io, una gr am ática, y en teor ía tendr ía que haber r edactado tam bién una poética y una histor ia de la lengua, que nunca se iniciar on. Afor tunadam ente, los nuevos estatutos nos han liber ado ya de esas tar eas. Lo fundam ental es que la Academ ia no puede ser ajena al tr abajo que se lleva a cabo en la Univer sidad. De ella pr oceden todos sus lingüistas y sus filólogos, y estos r ealizan su labor en función de los conocim ientos y los m étodos que se consider an m ás adecuados en cada época. La difer encia fundam ental r adica en que los tr abajos de la Academ ia se dir igen a toda la sociedad, lo que im pone cier tos condicionantes.

¿Qu é papel j u egan el Esbozo y l a Gr a mática de Al ar cos en l a con f ecci ón de l a Nueva Gr a mática ? El Esbozo, que es obr a de Sam uel Gili Gaya y Salvador Fer nández Ram ír ez, fue apr obado por la Com isión de Gr am ática de la RAE. Se llam ó Esbozo por que er a el bor r ador de una obr a que tendr ía que haber sido r evisada por las academ ias am er icanas, y ser vir luego de base par a una nueva Gramática. Per o pasar on los años y el pr oyecto encalló. El nuevo pr oyecto que la Academ ia encar gó a Alar cos se par ecía al nuestr o en que tam poco aceptaba el Esbozo com o punto de par tida. Se difer enciaba, en cam bio, fundam entalm ente, en que la gr am ática de Alar cos er a una obr a per sonal, y com o tal fue publicada, en lugar de una obr a colectiva.


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¿Qu é papel desem peñ ar on l os cor pu s i n f or m át i cos y l as n u evas t ecn ol ogías en el pr oceso de con f ecci ón de l a obr a? Un papel fundam ental. La Nueva Gramática hubier a sido im posible sin las nuevas tecnologías. Es im posible extr aer veinte m il citas de textos sin disponer de cor pus infor m atizados, per o tam bién es im posible que 22 academ ias tr abajen en un pr oyecto colectivo sin disponer de cor r eo electr ónico, de bases de datos (m anejábam os m uchos m iles de docum entos), de inter net y de otr os m uchos r ecur sos que hoy nos par ecen cotidianos, per o que hace no tantos años er an inim aginables. Tenga en cuenta que dur ante años y años fue nor m al que los filólogos pasar an m ucho tiem po buscando infor m ación; buscando los datos. Hace tr einta o cuar enta años er a nor m al dedicar el últim o año de la tesis doctor al a inter pr etar los datos (casi siem pr e fichas) que el investigador había tar dado cuatr o o cinco años en r eunir. Lo que car acter iza nuestr o tiem po es el hecho de que (con las excepciones que cor r espondan) los datos son casi instantáneos, así que podem os concentr ar los esfuer zos en su inter pr etación. No es pr ecisam ente un cam bio m enor. Per o en el pr oceso de pr epar ación de la Nueva Gramática no fue todo tecnología. Hubo que for m ar equipos de tr abajo, buscar financiación par a ellos y par a or ganizar las r euniones de la Com isión Inter académ ica, en la que todas las ár eas lingüísticas del español estaban r epr esentadas, así com o abor dar otr os m uchos pr oblem as de or ganización e infr aestr uctur a, com o suele suceder en los pr oyectos colectivos com plejos y pr olongados. El im pulso de los dir ector es de la RAE en aquel lar go per iodo (Fer nando Lázar o y Víctor Gar cía de la Concha) fue decisivo, per o tam bién el entusiasm o con el que las Academ ias Am er icanas apoyar on el pr oyecto desde su inicio. La obr a se ter m inó, por cier to, antes de que estallar a la cr isis económ ica. De haber se r etr asado un poco m ás, tal vez no hubier a podido culm inar se, incluso contando con los m edios tecnológicos actuales.

Ust ed h a di r i gi do dos gr an des obr as de Gr am át i ca? n ada m en os. Sí. He sido codir ector de una y coor dinador de la otr a. Han sido tar eas difer entes, per o he apr endido m ucho con las dos obr as. En am bos casos he tenido una gr an r esponsabilidad, eso es cier to.

¿Cu án t as per son as f or m ar on par t e del equ i po de l a Nueva Gr a mática ? Había m uchas tar eas difer entes, m uchos tipos de tr abajo y m uchas for m as de colabor ación. En total par ticipar on m ás de un centenar de per sonas. En la RAE teníam os un equipo per m anente de diez o doce especialistas, todos desbor dados por el ingente tr abajo que se acum ulaba. Cada academ ia tenía su Com isión de Gr am ática,


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per o las tar eas de coor dinación y super visión se centr alizaban en la Com isión Inter académ ica. Tr abajábam os por cor r eo electr ónico, per o cada siete u ocho m eses teníam os que r eunir nos en alguna par te del m undo por que hay m uchas decisiones que solo se pueden tom ar alr ededor de una m esa. La pr incipal dificultad fue logr ar un texto unificado y hom ogéneo. Si abr e usted la obr a por cualquier par te, notar á enseguida que el estilo expositivo es el m ism o.

Y eso es di f íci l de l ogr ar , ¿n o? M uy difícil. A m í m e pr eocupaba m ucho que se vier an m uchas m anos; m uchos niveles de análisis; que la obr a fuer a heter ogénea por el sim ple hecho de ser colectiva. Quer ía evitar eso a toda costa. Y cr eo que conseguim os esa deseada unidad de for m a y de contenido. Quizá esta sea una de las pr incipales car acter ísticas de esta extensa gr am ática.

¿Cóm o se t om aban l as deci si on es? A tr avés de la Com isión Inter académ ica, a la que m e r efer ía antes. La com isión estaba for m ada por r epr esentantes de todas las ár eas (r ioplatense, antillana, andina, etc.). Cada academ ia enviaba sus infor m es por cor r eo electr ónico, per o er a esa com isión la que tom aba todas las decisiones im por tantes. Tenga en cuenta que veintidós per sonas en una m esa no pueden tr abajar ; no r esulta oper ativo. Quier o r ecor dar, por cier to, m uy especialm ente al r epr esentante de M éxico en la Com isión Inter académ ica, don José M or eno de Alba, fallecido hace no m ucho, ya que su par ticipación en este pr oyecto fue destacadísim a. Le dir é que la exper iencia de esos once intensos años de tr abajo ha sido una de las m ás extr aor dinar ias de m i vida. La coor dinación de esta gr am ática, colectiva y colegiada, ha sido, sin duda alguna, la m ayor r esponsabilidad pr ofesional que he tenido nunca, y estoy r azonablem ente satisfecho del r esultado, así com o m uy agr adecido a los que depositar on su confianza en m í. Hay cosas que se podían haber hecho m ejor, com o es lógico, per o el balance, teniendo en cuenta nuestr as posibilidades, ha sido sum am ente positivo. Cr eo que las academ ias de ASALE tam bién com par ten este juicio.

¿Cóm o ex pl i car ía a u n est u di an t e l as r el aci on es qu e se est abl ecen en t r e l éx i co y si n t ax i s y l a i m por t an ci a de l as m i sm as? En la Univer sidad Com plutense teníam os una asignatur a par a contestar a esta pr egunta. Yo la im par tí dur ante unos años, per o, lam entablem ente, ya no existe en el plan nuevo de Gr ado, aunque sí en el de M áster. Com o ve usted, no solo es im por tante esa r elación, sino que da, al m enos, par a una asignatur a.


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La r elación entr e léxico y sintaxis es una par te fundam ental del idiom a. Yo dir ía que hay dos tipos de gr am áticos: aquellos que se inter esan por el léxico y aquellos que no le pr estan atención. En cier to sentido, los dos tienen r azón, ya que existen aspectos de la gr am ática que no tienen r elación con el léxico (por ejem plo, las or aciones de r elativo). Lo que sucede es que esos aspectos son r elativam ente escasos. Si uno hace sintaxis, tiene que m ir ar antes o después el léxico con cier to detalle, y el dejar lo de lado tiene algo de salida por la puer ta falsa. En cuanto uno analiza la m ayor par te de las estr uctur as sintácticas (desde el r égim en pr eposicional a la m odalidad, el tiem po, el aspecto, la cuantificación o la valencia), encuentr a factor es léxicos por todas par tes. Tr abajar en gr am ática nos exige m ir ar el léxico con cier ta atención. Yo estoy convencido de esto desde hace m uchos años, y ? de hecho? lo he intentado aplicar a m is pr opios tr abajos.

¿Cóm o ex pl i car ía qu é es l a gr am át i ca gen er at i va? M e tem o que la r espuesta no cabe en unas líneas. Por cier to, en algunos países se estudia gr am ática gener ativa sin que los alum nos posean una base pr evia de gr am ática tr adicional, lo que m e par ece un er r or. La gr am ática gener ativa es una teor ía, y en m i opinión debe estudiar se en los últim os cur sos de la facultad, después de que los estudiantes conozcan bien la gr am ática tr adicional y (al m enos en par te) la estr uctur al. Yo estoy plenam ente convencido de que la gr am ática gener ativa está m ás cer ca de la tr adicional que de la estr uctur al, en el sentido de que esta últim a supuso una r uptur a m ayor con cier tos aspectos de la tr adición (basta leer a Hjelm slev o a M ar tinet par a com pr obar lo). De hecho, Chom sky habla siem pr e m uy bien de Jesper sen, el pr incipal r epr esentante de la gr am ática tr adicional inglesa. M uchos de los que hem os tr abajado en la gr am ática gener ativa en español valor am os tam bién m uchísim o la obr a de Andr és Bello o de Salvador Fer nández Ram ír ez.

¿Qu é l u gar ocu pa Ch om sk y en l a h i st or i a de l a Li n gü íst i ca? Es un lugar m uy destacado por var ias r azones. Obser ve que no es polém ico el que exista r elación entr e la lengua y la cultur a. Eso nadie lo pone en duda. Nos han r epetido tanto que lengua está en la sociedad que no se nos ocur r e pensar que tam bién está en la cabeza. No nos enseñar on en la escuela (al m enos no a m í) que cuando hablam os aplicam os cier tas estr uctur as que com binam os de for m a m uy intr incada, y al m ism o tiem po m uy abier ta y ver sátil. Nunca nos dijer on que todos som os cr eativos dentr o de un sistem a léxico y gr am atical que posee m uchas r estr icciones, y m enos aún que la lógica inter na de esas r elaciones r estr ictivas no es de natur aleza social. No hay ninguna contr adicción en sostener que la lengua está en


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la cabeza y está en la sociedad a la vez. En cualquier caso, la segunda de estas r elaciones se ha estudiado m ucho m ás que la pr im er a. Yo dir ía que la contr ibución m ayor de Chom sky es consider ar que el lenguaje es un objeto natur al, y que se puede analizar com o se analizan los objetos natur ales: exper im entando, haciendo hipótesis sobr e ellos y poniéndolas a pr ueba, etc. Par ece que antes había que elegir : el objeto de estudio tenía que ser o bien natur al o bien cultur al. Si per tenecía al segundo tipo, debíam os olvidar nos de la exper im entación y de los m odelos hipotético-deductivos, y centr ar nos únicam ente en aspectos histór icos, heur ísticos, inter pr etativos o estadísticos. Per o el lenguaje es suficientem ente vasto y com plejo com o par a adm itir apr oxim aciones de los dos tipos, entr e otr as posibles.

¿M an t i en e r el aci ón con Ch om sk y? No. Tan solo he hablado alguna vez con él. M i inter és por la gr am ática gener ativa sur gió en la Univer sidad, pr im er o en los cur sos com unes y después en el cur so de Lázar o Car r eter sobr e la gr am ática gener ativa del español, en la Univer sidad Autónom a de M adr id. Luego estuve en EEUU estudiando lingüística dur ante dos cur sos, y en casi todas las asignatur as se explicaba gr am ática gener ativa, de una for m a o de otr a. Quisier a r esaltar que, adem ás de una teor ía, la gr am ática gener ativa es tam bién una for m a de m ir ar. A m í m e ha ayudado a hacer m e pr eguntas que tal vez no m e habr ía hecho de haber m e educado en otr os m ar cos teór icos. El que sea una teor ía (por tanto, un conjunto de hipótesis, axiom as, etc.) hace que pocas veces se pr esente com o una for m a de m ir ar. Yo dir ía que ayuda a apr ender a obser var y a dejar se sor pr ender por lo cotidiano, no solo por lo inusitado. En el m undo de la ciencia es m ás com ún lo pr im er o que lo segundo, por cier to; exactam ente al contr ar io que en el m undo del ar te.

¿Qu é papel h a j u gado l a Gr a mática de Fer n án dez Ram ír ez en el con j u n t o de su t r ayect or i a pr of esi on al ? Gr acias a José Polo entr é en contacto con la obr a de Fer nández Ram ír ez, en par ticular con los m ater iales inéditos. Pr epar é la edición de una par te de ellos, tr abajé con sus ficher os y conocí a fondo su gr am ática, que lam entablem ente ha sido m uy poco utilizada en España. Com o se sabe, se agotó pr onto y no se r eeditó hasta m ediados de los años ochenta. Fer nández Ram ír ez es uno de nuestr os gr andes filólogos. Le dir é que nunca he conocido a un gr am ático del español de m ayor sutileza, con m ayor es dotes par a obser var m atices, par a captar la r elación entr e la for m a y el sentido. En el m undo anglosajón, solo Dw ight Bolinger tenía una capacidad


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par ecida. Puede decir se que otr os han aventajado a Fer nández Ram ír ez en capacidad teór ica y en dotes par a la abstr acción, per o cr eo que no en las cualidades que destaco. M i discur so de ingr eso en la RAE ver só sobr e su obr a y tam bién sobr e su actitud hacia la lengua.

Di r i ge u st ed l a col ecci ón de Gr am át i ca españ ol a, de Vi sor Li br os ¿Qu é podem os en con t r ar en el l a? La editor ial Taur us inició esa colección hace años, per o luego la cer r ó; poco después, la editor ial Visor Libr os m e ofr eció continuar la. La colección posee dos tipos de obr as: m onogr afías y antologías. Las m onogr afías son análisis de un solo pr oblem a: las constr ucciones absolutas o los ver bos de apoyo, entr e otr os m uchos; apar ecer á m uy pr onto una m onogr afía sobr e las nom inalizaciones. En cuanto a las antologías, se difer encian de las que se hacen en otr os países, y en el nuestr o pr opio, en que pido a los coor dinador es que hagan estados de la cuestión m uy detallados de la m ater ia que se analiza. Estos estados de la cuestión pr eceden a una selección de tr abajos, casi siem pr e nuevos, escr itos por especialistas. El estado de la cuestión pr evio es sum am ente labor ioso, y quizá por eso no se solía hacer entr e nosotr os. Per o a par tir de él, y de la bibliogr afía actualizada que en él se pr opor ciona al lector, este puede hacer se per fectam ente una com posición de lugar y seguir avanzando por su cuenta. Las antologías de esta colección pr esentan, por tanto, panor am as sum am ente infor m ativos sobr e las cuestiones tr atadas. En m i opinión, r esultan m uy útiles. Cuando yo estudio un cam po que desconozco, agr adezco m ucho que m e ofr ezcan un panor am a de lo que se ha hecho en él. Lam entablem ente, no siem pr e lo encuentr o.

Colección de Gramática española, Visor Libr os


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¿Cóm o val or a el papel de l as r ev i st as ci en t íf i cas en l a di f u si ón del t r abaj o del i n vest i gador ? Las r evistas científicas son fundam entales en todos los cam pos de la investigación. En m i opinión, es esencial que los r evisor es hagan un tr abajo sum am ente detallado y que pidan ver siones sucesivas de los ar tículos, com o se hace a m enudo en otr os países. Cr eo que todavía es excepcional entr e nosotr os que el r evisor envíe textos lar gos con páginas y páginas de obser vaciones detalladas, destinadas únicam ente a m ejor ar la segunda o la ter cer a ver sión de un ar tículo. Tam bién cr eo que algunas de nuestr as r evistas lingüísticas deber ían ser m ás selectivas, com o tam bién deber ían ser lo los com ités de selección de las com unicaciones en los congr esos.

Redes y Práctico

¿En qu é con si st e el di cci on ar i o Redes y a qu é pú bl i co va di r i gi do? Desde hace m uchos años, casi desde que er a estudiante, m e he sentido atr aído por las com binaciones léxicas r estr ictivas, las llam em os com o las llam em os: solidar idades, colocaciones, o ? tal com o sugier e Guiller m o Rojo con buen cr iter io? coapar iciones. Estas r elaciones son par te del léxico, per o tam bién del estudio de la gr am ática. En inglés existen diccionar ios de estas r elaciones r estr ictivas desde los años ochenta, incluso antes. M e par ecía extr año que a nuestr os lexicógr afos no les inter esar an, así que ? sin ser yo lexicógr afo? decidí em pr ender un diccionar io de estas unidades, que al final fuer on dos. Cur iosam ente, los diccionar ios de coapar iciones del inglés, el fr ancés o el italiano, fuer on abor dados por pr ofesionales que pr ocedían del m undo de la lexicogr afía, com o er a de esper ar, no del m undo de la gr am ática.

Redes: diccionario combinatorio del español contemporáneo Ignacio Bosque, Ediciones SM , 2004

El diccionar io Redes (publicado en 2004) no contiene definiciones, per o a la vez apor ta m últiples infor m aciones sem ánticas que no apar ecen en ningún diccionar io. Redes no es un diccionar io de m odism os ni de ideas afines, sino que pr opor ciona par adigm as com binator ios r estr ictivos unificados bajo etiquetas sem ánticas, algo que sigue siendo poco habitual en la


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poco habitual en la lexicogr afía (sea com binator ia o no). En cuanto a Práctico car ece de estas bases sem ánticas, al m enos de for m a explícita, y pr opor ciona las com binaciones en cr udo, con algún ejem plo inter calado. Se par ece, pues, a los diccionar ios de coapar iciones de otr as lenguas, y es sum am ente útil par a estudiantes de L2, tr aductor es, per iodistas, y casi par a cualquier per sona que deba r edactar textos con cier ta pr ecisión. Per o por útil que sea el enfoque de Práctico, siem pr e pensé que no er a suficiente hacer un diccionar io de listas de palabr as. Esas com binaciones no pueden sur gir por ar te de m agia. No basta con decir ?esta palabr a se com bina con estas otr as?, sobr e todo por que esas asociaciones no son binar ias. Se calcula que par a el español existen m edio m illón de ellas, y ? desde luego? es im posible m em or izar las una a una. Si aceptam os que existen pautas sem ánticas que las agr upan, lo natur al es buscar las. En cualquier caso, las clases sem ánticas que se distinguen en Redes se pueden m ejor ar. Son com o son por que no existían estudios pr evios sobr e la m ayor par te de ellas, per o esper o que den paso a análisis lexicológicos o lexicogr áficos m ás detallados en el futur o.

Diccionario combinatorio practico del español contemporaneo Ignacio Bosque , Ediciones SM , 2011

Com o le decía, Redes y Práctico son dos diccionar ios distintos. Redes es m ás una obr a de estudio que de consulta, al contr ar io que Práctico. En Práctico hay m uchas m ás com binaciones que en Redes, per o Redes, en cam bio, es un intento de com pr ender.

¿Cóm o ex pl i car ía en qu é con si st e u n di cci on ar i o com bi n at or i o? Hay var ias m aner as de explicar lo. Lo fundam ental es que hay dos tipos de com binaciones léxicas: unas tienen que ver con el conocim iento del m undo, y otr as con el conocim iento del lenguaje. En el pr ólogo de Redes se explica que planean los aviones, los pájar os, las alas delta y otr as m uchas cosas. Par a for m ar ese par adigm a hay que m ir ar el m undo, no el lenguaje. Per o en español planean las som br as, las dudas, las am enazas, las sospechas y otr as cosas que solo aver iguar em os si m ir am os


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en el inter ior del idiom a, no a nuestr o alr ededor. La difer encia es fundam ental. Este segundo par adigm a es m ucho m ás im por tante que el pr im er o en Redes. En gener al, los usos figur ados de las palabr as son m ás útiles que los usos liter ales si nos inter esa analizar las coapar iciones. De hecho, ser ía im posible, adem ás de absur do, constr uir la lista de per sonas o cosas m ater iales que puede designar el com plem ento del ver bo sacar (la basura, la mano, al perro, un clavo, un libro, etc.), per o es per fectam ente posible constr uir una lista r estr ictiva con tér m inos abstr actos: conclusiones, fotos, consecuencias, etc. Esta lista es m ucho m ás im por tante que la pr im er a por que nos dice algo de la lengua. Lo m ism o podr íam os hacer con el ver bo atravesar. La lista de cosas m ater iales que uno puede atr avesar físicam ente es ilim itada: cualquier objeto físico (una par ed, un cr istal? ) o cualquier lugar (el desier to, una calle? ). Per o car ece de sentido hacer sin m ás listas de cosas m ater iales, de per sonas o de lugar es. Ahor a bien, en español se atr aviesan las dificultades, las cr isis, los baches y otr as situaciones de adver sidad, com o explica Redes con detalle. De nuevo, este otr o par adigm a es estr ictam ente lingüístico, a difer encia del anter ior. Obser ve que un or denador no podr ía establecer la distinción. El or denador nos dir á tal vez que es m uy fr ecuente atr avesar la calle, y que es m ucho m enos fr ecuente atr avesar el desier to. Esto es tan cier to com o ir r elevante. Por m uy sofisticada que sea la detección de ?com binaciones fr ecuentes en los textos? que pueda hacer un or denador, la m áquina no podr á distinguir aquellas que se basan en el conocim iento del idiom a de las que solo r evelan com por tam ientos habituales de los ser es hum anos. Los or denador es pueden m ostr ar nos en br uto cier tas com binaciones fr ecuentes de palabr as. A par tir de ahí, es el lingüista el que tiene que hacer todo el tr abajo. Cuando hicim os Redes tuvim os m uy pr esente esta difer encia.

¿Cóm o h a si do acogi da l a obr a por l a com u n i dad ci en t íf i ca? M uy bien, incluso por escr itor es, lo que puede par ecer sor pr endente. Alguien m e dijo que Redes er a un diccionar io par a pasear se por él, no par a consultar lo. La ver dad es que m e gustó m ucho la idea de que un diccionar io pueda ser com o un jar dín, un espacio que uno puede r ecor r er sin ánim o de estudiar especím enes, solo par a pasear se. En r ealidad, Redes intenta ser un r etr ato del hablante. Un am igo escr itor m e dijo cuando se publicó: ?Todo lo que dices en este diccionar io ya lo sabía yo, per o no sabía que lo sabía?. Y yo le contesté: ?Acabas de definir la lingüística?. Redes intenta m ostr ar lo com ún; es m ás, intenta sor pr ender al hablante con lo com ún; deseam os que se vea r etr atado en sus páginas. De hecho, Redes deja de lado las com binaciones que son pr oducto de la voluntad de estilo de los autor es liter ar ios, por eso decidí usar solo textos de pr ensa, ya que la pr ensa m uestr a el lenguaje estándar de m aner a bastante objetiva. La distinción no siem pr e es fácil, per o existe un pequeño tr uco par a saber si uno está o no ante lengua com ún, ante lengua estándar. Consiste en intentar


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r esponder a esta pr egunta: ?¿En una clase de español par a extr anjer os deber ía pr oponer uno esta com binación??. Si la r espuesta honr ada es NO, entonces hay que dejar la tam bién fuer a de un diccionar io com binator io. He r ecibido algunas cr íticas por dejar de lado la liter atur a en m is tr abajos de lexicogr afía com binator ia. Suelo contestar que m i objetivo com o lingüista no es entender el ar te ver bal, sino la lengua com ún, y ya m e par ece un cam po suficientem ente am plio. Otr os pueden elegir otr os ám bitos. La elección de la pr ensa com o fuente de datos fue, pues, absolutam ente deliber ada en el pr oyecto Redes.

¿Es ú t i l t oda l a pr en sa? Sí, especialm ente si el cor pus incluye textos am er icanos, com o en nuestr o caso. En la lexicogr afía com binator ia no se encuentr an m ucha var iación léxica, a difer encia de lo que sucede en otr os aspectos del vocabular io. Si estudiam os el par adigm a (no dem asiado lar go) de los ver bos que adm iten con natur alidad el adver bio profundamente, ver em os que es pr ácticam ente el m ism o en todos los países hispanohablantes. No hay apenas difer encias en este punto.

¿Cóm o acogi ó el pr oyect o l a edi t or i al SM ? Con gr an inter és. Este diccionar io fue posible gr acias a que la editor ial SM aceptó el pr oyecto y a que su dir ector a de diccionar ios, Concha M aldonado, lo apoyó desde el pr incipio. Les estoy sum am ente agr adecido, ya que en estos tiem pos es m uy poco fr ecuente apostar por pr oyectos novedosos y ar r iesgados, sean lexicogr áficos o no. En r ealidad, su aceptación tiene aún m ás m ér ito si piensa uno en lo difícil que es explicar Redes sin tener lo delante. Yo les hice un pr oyecto detallado, per o entiendo m uy bien que no quedar a del todo clar o lo que yo quer ía decir con ?hacer un diccionar io al r evés?. El M inister io de Educación m e concedió una ayuda a tr avés de los pr oyectos de investigación que convoca, per o la inver sión que hacía falta er a m uy consider able. En la actualidad, tal vez por la cr isis, es im posible que una editor ial acepte pagar a un equipo de filólogos par a confeccionar un pr oyecto lexicogr áfico que sur ge fuer a de la editor ial. Com o m ucho, la editor ial pensar ía en publicar un diccionar io si se le pr esentar a ya ter m inado. Ni que decir tiene que Redes podr ía tener dos, tr es o diez volúm enes, ya que solo abor da una selección de palabr as especialm ente elegidas en función de sus r estr icciones com binator ias. La obr a m ostr ó, sin em bar go, una m aner a de acer car se al léxico. En m i opinión, vale la pena seguir explor ándola, sea o no en el for m ato de un diccionar io.


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¿Qu é l abor desem peñ a l a Com i si ón de Gr am át i ca de l a RAE? Ahor a m ism o nos r eunim os poco, ya que la Nueva Gramática se ter m inó ya. Yo em pecé a tr abajar en la Com isión antes de ser académ ico. Er a académ ico electo (tar dé dos años en leer el discur so) y acepté la pr opuesta de la RAE de em pezar a colabor ar con ellos antes de ingr esar oficialm ente. En esa com isión em pezam os a r edactar los pr im er os bor r ador es, sum am ente pr ovisionales de la NGLE, y tam bién a r eunir los pr im er os m ater iales. Com o le decía antes, la obr a ar r ancó com o pr oyecto panhispánico un poco después, en 1998. Dur ante todos esos años, la Com isión de Gr am ática de la RAE r evisó y cor r igió todos los bor r ador es que pr epar é (yo solo o con m is colabor ador es) antes de enviar los a las Academ ias Am er icanas. Algunos académ icos que ya no están entr e nosotr os (Fer nando Lázar o, Em ilio Lor enzo y Valentín Gar cía Yebr a) estaban entr e los m iem br os m ás activos de esa com isión. Víctor Gar cía de la Concha, que im pulsó con entusiasm o el pr oyecto desde sus inicios, tam bién par ticipó activam ente en ella. En cualquier caso, lo cier to es que los tr abajos de la Com isión de Gr am ática avanzaban m uy lentam ente al pr incipio, casi tanteando. Fuim os viendo con el paso de los años qué clase de obr a quer íam os sacar adelante. Esto se aplica a la Com isión de Gr am ática de la RAE y tam bién a la Com isión Inter académ ica, de la que le hablaba antes.

II. LEXICOGRAFÍA

¿Es l a soci edad el dest i n at ar i o f i n al de u n di cci on ar i o, o es u n a l abor h ech a por y par a l i n gü i st as? Es m uy buena pr egunta. En r ealidad, hay tantos destinatar ios com o inter eses puede uno tener en r elación con las palabr as. M uchos diccionar ios se dir igen exclusivam ente al hablante com ún, per o tam bién hay diccionar ios especializados. Yo soy par tidar io de que los nuevos diccionar ios, com o el que la RAE y la ASALE han de diseñar en un futur o pr óxim o (ya en sopor te digital), se dir ijan a todos los usuar ios, incluyendo los especialistas. Tam bién soy par tidar io de que el sistem a ofr ezca for m as de per sonalizar las búsquedas. M e par ece fundam ental. Sea en for m a de pestañas, m enús de opciones o com o sea, uno deber ía poder llegar al punto que le inter esa, dejando de lado todo lo que no le par ece esencial. En gener al, tendem os a pensar que nuestr os inter eses coinciden con los de los dem ás, per o no es así en absoluto. Yo he podido com pr obar en m uchos congr esos de lingüística que las cuestiones que a m í m ás m e inter esaban no tenían el m enor atr activo par a otr os, y vicever sa. De for m a sim ilar, tam poco debem os esper ar


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deber ía ofr ecer la pr onunciación de las voces, per o tam bién par adigm as m or fológicos, etim ologías, or denación inver sa, fam ilias de palabr as, r égim en, esquem as sintácticos, índices de fr ecuencia, coapar iciones, r elaciones de inclusión (todas las palabr as que contienen una deter m inada voz en su definición), asociaciones conceptuales y palabr as afines de otr o tipo, adem ás de un gr an núm er o de m ar cas tem áticas. No todas estas infor m aciones inter esar án a todos, per o segur o que habr á siem pr e alguien que se inter ese por cada una de ellas.

¿Qu é pát i n a de pr est i gi o t i en e el l ex i cógr af o l i n gü i st a? No sabr ía contestar a esta pr egunta. Sé que hay pr ofesionales que distinguen entr e lexicogr afía y lingüística, per o yo cr eo que la lexicogr afía es una par te de la lingüística, com o tam bién lo son la lexicología o la gr am ática. Com o es lógico, la lexicogr afía que se dir ige a todos (com o la econom ía, la histor ia o la gr am ática, cuando se dir igen a todos) no puede ser dem asiado técnica, per o no por ello deja ser una par te de la lingüística. Com o le decía antes, la posibilidad de per sonalizar las búsquedas en los diccionar ios en línea per m ite que desapar ezca la distinción entr e lexicogr afía gener al y lexicogr afía especializada. A m í m e par ece un avance m uy consider able.

Sim posio El futuro de los diccionarios en la era digital

Sven Tar p abogaba en el Si m posi o El futur o de los dicciona r ios en la er a digita l por di st i n gu i r en t r e l ex i cogr af ía y l i n gü íst i ca. Yo par ticular m ente no com par to esa opinión, salvo en el hecho evidente de que un diccionar io de especialidad debe ser r edactado por especialistas. Sí cr eo, en cam bio, que en un diccionar io de lengua uno puede elegir sus destinatar ios: público gener al o público especializado. El pr im er o puede clasificar se en función de su lengua m ater na, de su edad (com o en los diccionar ios escolar es) o de su for m ación, per o tam bién el segundo puede subdividir se. Com o en tantas otr as disciplinas, la descr ipción del léxico puede hacer se en m uchos niveles de pr ofundidad, tecnicism o o detalle, per o eso no convier te a la lexicogr afía en una disciplina difer ente. Existe un diccionar io com binator io del fr ancés que dir igió Igor M el'cuk hace años. Es un diccionar io dir igido solo a especialistas, y lleva sem anas apr ender a m anejar lo con soltur a. La elección del destinatar io es deliber ada, per o no deja de tr atar se de una obr a lexicogr áfica.


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En ese Si m posi o se m ost r ó u st ed par t i dar i o de i n cl u i r m ás i n f or m aci on es en l as en t r adas de l os di cci on ar i os, adem ás de l as h abi t u al es. En cam bi o, por ej em pl o, el pr of esor Tar p h abl ó de u n a sobr ecar ga de i n f or m aci on es? Yo hablaba de los diccionar ios de lengua. Cr eo que el pr ofesor Sven Tar p está pensando sobr e todo en la sobr ecar ga de infor m aciones técnicas de especialidad en los diccionar ios com unes. Si no m e equivoco, él ha dir igido diccionar ios de econom ía, que se destinan a per sonas con diver sos gr ados de for m ación en esa disciplina. Existen tam bién diccionar ios de astr onom ía, de der echo, de ingenier ía, filosofía o m úsica. En la Academ ia hacem os diccionar ios de lengua. Tenem os, por supuesto, m ar cas tem áticas par a r estr ingir tér m inos pr opios de todos esos cam pos, y som os conscientes de que ofr ecem os m enos infor m ación sobr e ellos de la que pueden contener los diccionar ios especializados. Es inevitable que sea así. Supongo que el pr ofesor Tar p quier e decir que los diccionar ios com unes no pueden abar car lo m ism o que los especializados, y tiene toda la r azón. Un diccionar io de la lengua española no puede equivaler a un conjunto de diccionar ios tem áticos, ni siquier a si el tem a de estos diccionar ios es la lengua m ism a, ya que existen diccionar ios de par tículas gr am aticales, de tér m inos lingüísticos o de per ífr asis ver bales. Vistas así las cosas, cr eo que no hay ver dader am ente contr over sia.

¿Cóm o val or a el Si m posi o? Fue m uy inter esante. Recibim os ideas de m uchos pr ofesionales que tienen r elación con la lexicogr afía desde ám bitos m uy difer entes. Hubo, adem ás, m uchas conver saciones, m uchas char las y un fluido inter cam bio de ideas y de puntos de vista. Per sonalm ente, m e r esultó sum am ente útil, ya que m e hice una buena com posición de lugar sobr e lo que se está haciendo en otr os ám bitos. El sim posio se convocó, adem ás, de m aner a en cier ta for m a inter esada, ya que ? com o le decía antes? tenem os que em pezar m uy pr onto un pr oyecto de gr an enver gadur a: la confección de un diccionar io académ ico pensado par a el sopor te digital. Se pensó, pues, que lo pr im er o que había que hacer es em pezar por conocer con cier to detalle lo que hacen los dem ás en las diver sas ver tientes de la lexicogr afía m oder na. El pleno de la RAE acaba de r evisar y apr obar un pr im er bor r ador que contiene algunas ideas, todavía m uy gener ales, que las academ ias de la ASALE tendr án que estudiar y desar r ollar dentr o de unos m eses. Ojalá no pase m ucho tiem po antes de que podam os tener un nuevo pr oyecto lexicogr áfico en sopor te digital. Deseam os que esté bien definido y ar ticulado, que se confeccione por consenso, y que tengan cabida en él todas las var iedades lingüísticas y todos los puntos de vista que los usuar ios y los especialistas puedan m anifestar en r elación con el léxico.


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III. LENGUA Y SOCIEDAD

Ust ed r edact ó el i n f or m e Sexismo lingüístico y visibilida d de la mujer ? Lo cur ioso de ese infor m e, del que han pasado ya tr es años, es que no decía nada que la Academ ia no hubier a dicho antes en su Gramática. En los m edios per iodísticos se planteaba la cuestión del desdoblam iento de géner o de m aner a poco ser ia. Se hacían br om as con exager aciones y car icatur as, per o no se explicaba la cuestión del desdoblam iento en tér m inos lingüísticos. Es lo que intentam os hacer nosotr os. El escr ito estaba dir igido a todo el m undo. Le dir é que he hablado con m uchas per sonas que no sabían absolutam ente nada de lingüística y que entendier on todo lo que allí se explicaba, hasta la últim a palabr a. El infor m e no tr ataba de la extensión del fem enino a los nom br es de pr ofesiones u oficios, o de otr as cuestiones sem ejantes, sino básicam ente del llam ado desdoblamiento del género (?ciudadanos y ciudadanas?; ?tr abajador es y tr abajador as?, etc.) o dobletismo, com o lo llam a Ignacio M ar tínez Roca. Ese desdoblam iento ser ía la r epr esentación de lo que se ha denom inado lenguaje no sexista. Obser ve que esta denom inación im plica que el lenguaje que usam os todos los hispanohablantes, sin desdoblam ientos, ser ía sexista. Una vez publicado el infor m e, se m e ocur r ió buscar textos de los escr itor es y per iodistas que se opusier on a él. M e r efier o, por supuesto, a textos en los que no se hablar a de la r elación entr e géner o y sexo. Obser vé que en estos textos apenas apar ecían los desdoblam ientos. Estas per sonas usaban am pliam ente en sus novelas y ar tículos el m asculino en la inter pr etación llam ada inclusiva. Es decir, usaban un lenguaje que, aplicando su pr opio cr iter io, ser ía sexista, per o que casualm ente coincide con el de todo el m undo. Se par ece un poco a lo que es nor m al en el ám bito de la política: los políticos suelen ser dobletistas cuando tienen delante un m icr ófono o una cám ar a, y r ar am ente cuando no los tienen. Per o incluso cuando los tienen son selectivos: desdoblan trabajadores y trabajadoras, por ejem plo, per o r ar am ente empresarios y empresarias. Nunca publiqué estas obser vaciones, quizá por que m e par ecían dem asiado evidentes. Per o en la dur a contr over sia de aquellos días se nos escapó a todos un factor que no tiene que ver exactam ente con la cor r ección política. Ahor a veo m ás clar o que la actitud que analizábam os es una insignia, una bander a o un distintivo. Las bander as se enar bolan y se ondean, per o luego se ar r ían y se pliegan, así que uno no va vestido todo el día con sus color es. Los dobletistas son igualm ente selectivos. Así pues, cada uno puede hablar com o quier a, per o nadie deber ía llam ar sexista al lenguaje com ún, al que usam os a diar io var ios m illones de hispanohablantes, incluidos los dobletistas m ism os cuando hablan en entor nos no oficiales, no públicos o no m ediáticos.


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Im agínese a alguien que ondea la bander a ar coír is par a m anifestar que defiende los der echos de los hom osexuales. Suponga usted que luego la pliega y la guar da, y que cuando lo hace se le llam a hom ófobo. O im agine que alguien apoya al Bar ça si lleva la cam iseta blaugr ana, per o pasa a ser un anticulé si se la quita. El falso pr oblem a del desdoblam iento o el dobletism o tiene algo que ver con la m anifestación pública de nuestr os afectos. Vivim os en tiem pos de poca ar gum entación; tiem pos en los que la exposición ar ticulada de las ideas se sustituye dem asiadas veces por los posicionam ientos, así que el despliegue de sím bolos y consignas sustituye a m enudo a expr esión r azonada de los pensam ientos. Lo pr im er o es, sin duda alguna, m ucho m ás m ediático. Leí hace unos m eses en inter net el com entar io de alguien que pr oponía cam biar en los diccionar ios la acepción en la que el m asculino plur al padres abar ca tam bién a la m adr e, ya que le par ecía indignante esa ocultación de la m ujer, de la que se libr an m uchos idiom as. Ni por un m om ento pensó esa per sona que los sentidos de las palabr as no se cam bian por decr eto, y m ucho m enos pensó que cuando una m ujer dice El domingo comeré con mis padres no está ignor ando a su m adr e. M ás aún, a veces hay que r ecor dar que los hablantes saben lo que significan las palabr as com unes (aun cuando no sepan explicar lo siem pr e), per o da la im pr esión de que se les quier e pr ivar de esa potestad. De hecho, esa car acter ística de la lengua, el ser pr opiedad íntim a del individuo, es un r asgo que nadie pone hoy en tela de juicio, dentr o o fuer a de la lingüística. Casi pr efier o no volver m ás sobr e este asunto, en el que ha habido m ucho r evuelo y albor oto, per o escasa r eflexión. Quizá sucede que la ar gum entación exige m ir adas pausadas, y a m enudo no cabe en los ciento cuar enta car acter es de Tw itter. Com o sabem os, en este m undo actual todo tiene que ser br eve, inm ediato, instantáneo, y si es posible visual. Si existe un sím bolo par a posicionar se ante cualquier cosa, siem pr e se pr efer ir á a un discur so ar ticulado y m atizado. Desde luego, los m atices y los r azonam ientos se difer encian de las insignias y las bander as en que son poco m ediáticos.

¿Qu é opi n i ón l e m er ece l a pol ém i ca en t r e el col ect i vo gi t an o y l a RAE a pr opósi t o de l a i n cl u si ón en el DRAE del t ér m i n o tr a pa cer o? Yo cr eo que se ha entendido m al nuestr o punto de vista. Y no solo ha sido el colectivo gitano el que ha visto discr im inación en estos casos. Hem os tenido pr otestas de sociedades que pr otegen a los autistas, por ejem plo. Se dice a veces que un político es autista, en el sentido de que es poco com unicativo o que se cier r a en sí m ism o. Este uso está en la calle, es absolutam ente gener al, per o hem os r ecibido escr itos que lo consider aban ofensivo. Tam bién hem os tenido pr otestas de asociaciones contr a el cáncer que consider aban ofensivo decir que este o aquel pr oblem a es el cáncer de


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sociedad. Hace unos m eses fuer on num er osas las peticiones de que se supr im ier a la expr esión trabajar como un negro, que algunos consider aban igualm ente ofensiva. El que la Academ ia pueda pr esentar incontables testim onios escr itos de los usos que nos piden que supr im am os les par ece a nuestr os cr íticos com pletam ente ir r elevante. Com o ve usted, m uchos desean que el diccionar io r efleje lo que las palabr as deber ían significar, no lo que significan. Esas per sonas entienden que si esas palabr as poseen deter m inados significados, de for m a m ás o m enos extendida, es por que las per sonas que las em plean incur r en en hábitos inadecuados, que ningún ?código oficial? deber ía r ecoger. Es una actitud r elativam ente fr ecuente entr e los políticos. Com o sabem os, m uchos com por tam ientos públicos son alegales: si no se legisla sobr e ellos, podem os actuar com o si no existier an. Sabem os per fectam ente que existen, podem os gr abar los, descr ibir los y atestiguar los, per o si las leyes no los r ecogen, nos da igual, por que a efectos oficiales no existir án. M uy cur ioso.

Per o eso es i gn or an ci a sobr e cóm o f u n ci on a u n di cci on ar i o, ¿n o? Yo cr eo ese com por tam iento tiene una base. M uy cer ca de la Academ ia está el Congr eso de los Diputados. Y en él se hacen leyes que r egulan la for m a en que deben com por tar se los ciudadanos. Las leyes no se lim itan, pues, a r eflejar la for m a en que se com por tan. Es cier to que nosotr os r ecom endam os algunos usos y expr esiones que consider am os pr estigiosos, y que tam bién consider am os que otr os están desacr editados o son m alsonantes, per o no podem os asignar estos juicios de valor a los usos com unes de un sinfín de palabr as. En cualquier caso, estam os pensando en incluir una m ar ca en cier tas palabr as o cier tas acepciones par a indicar que pudier an ser ofensivas par a el sentim iento lingüístico de algunos hablantes. Lo que no podem os hacer es supr im ir las del diccionar io.

¿Podr ía ser ú t i l h acer pedagogía de cóm o se h ace u n di cci on ar i o, abr i r l as pu er t as del t al l er del l ex i cógr af o? Ya lo hem os hecho. Hem os explicado nuestr o punto de vista sobr e este asunto m uchas veces. Suponga que quitam os del diccionar io palabr as com o anarquía, judiada o gallego, en los sentidos que algunas consider an ofensivos. Si alguien las encuentr a en un texto podr ía pensar que su autor se las ha inventado, ya que el diccionar io no las r ecoge. Con el m ism o ar gum ento podr ía justificar se la petición de que se supr im an todos los insultos del diccionar io. Otr a cosa, por supuesto, es que la RAE y la ASALE deben afinar algo m ás su sistem a de m ar cas.


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En t on ces, a su j u i ci o, el DRAE deber ía af i n ar m ás su s si st em as de m ar caci ón di af ási ca o di ast r át i ca. Sí, cr eo que sí. Por ejem plo, no deber íam os usar la m ar ca ?poco usado? par a palabr as o acepciones que r ar am ente se encuentr an en los textos después de 1900, es decir par a palabr as casi totalm ente desusadas. Tam bién se deber ían r evisar sistem áticam ente m ar cas com o ?jer gal? o ?coloquial?, entr e otr as. Debem os m ar car m ejor las palabr as par a descr ibir m ás adecuadam ente los entor nos en los que se usan, o par a explicar que han dejado de usar se (total o par cialm ente), per o esto es m uy distinto de quitar las del diccionar io.

¿Cóm o u sa a su j u i ci o el h abl an t e el i di om a? Esta es una pr egunta m uy típica de los per iodistas (r isas). Yo he sido pr ofesor univer sitar io dur ante cuar enta años, y cr eo ser objetivo al per cibir que hace unos años, quizá veinte o tr einta, los estudiantes de entonces r edactaban m ejor y distinguían m ás m atices léxicos que los de ahor a. M i im pr esión es que está desapar eciendo un concepto que dábam os por sentado hace unos años: el de cultur a gener al. M e r efier o a un conjunto de conocim ientos básicos sobr e histor ia, ar te, geogr afía, liter atur a, depor te o filosofía. M e gustar ía pr eguntar les a algunos especialistas en educación si defender ían que actualm ente el ciudadano m edio posee, en sim ilar m edida, esa ?cultur a gener al? que entonces dábam os por supuesta en todos los que habían apr obado el Bachiller ato. Pues bien, en m i opinión, conocer algo m ejor el sistem a léxico y gr am atical con el que nos expr esam os for m a par te de la cultur a gener al, sobr e todo por que en la lengua todo son m atices. Afor tunadam ente, todavía se valor a la capacidad de elabor ar un discur so fluido y sintácticam ente bien constr uido com o r equisito par a acceder a puestos de r esponsabilidad, per o lo cier to es que cada vez es m ás r ar o encontr ar a candidatos que sean capaces de ar ticular lo. En gener al ? y r econozco que he hecho ya esta declar ación en otr as ocasiones? lo que habr ía que cam biar m ás ur gentem ente es la per cepción que tienen m uchas per sonas de la lengua com o un objeto exter no que nada tiene que ver con el individuo; una especie de código im puesto por los académ icos o por otr as autor idades, y tan ajeno a los hablantes com o el código de der echo m er cantil es ajeno al ciudadano m edio. Los pr ofesor es de Enseñanza M edia tienen m ucho que hacer en ese cam bio necesar io, sobr e todo por que la actitud que m enciono no se da en otr os cam pos (ninguna per sona entiende que la Academ ia de M edicina tenga alguna par ticipación en la estr uctur a de su cor azón o de su bazo, por ejem plo). Sé que no es fácil, per o los pr ofesor es de Enseñanza M edia deber ían im buir a los estudiantes la idea de que la lengua les per tenece; que es un sistem a pr opio que deben apr ender a conocer y


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tam bién a usar. M ás aún, que es un sistem a en el que quedan m uchas cosas por descubr ir.

Est a es ot r a de per i odi st a. ¿Qu é f u t u r o t i en e el españ ol en el con t ex t o de com u n i caci ón gl obal en el qu e est am os? Esta pr egunta da par a todo un congr eso. No sé bien qué contestar le. La pr esencia del español en inter net está cr eciendo m ucho, com o todo el m undo sabe, per o se habla m enos de otr os ám bitos en los que la lengua deber ía estar pr esente. Yo cr eo, por ejem plo, que el español deber ía ser una lengua par a la ciencia, no solo par a la liter atur a, el cine, el per iodism o o la divulgación. Se ponder a m ucho, y m e par ece extr aor dinar io, que la obr a de algunos escr itor es españoles o hispanoam er icanos se haya tr aducido a dos o tr es decenas de lenguas, per o no cr eo que existan tantos libr os de ciencia escr itos en español que se hayan tr aducido a esos m ism os idiom as. Ojalá la ciencia escr ita en español atr ajer a a nuestr a lengua el inter és de los que no la hablan, de la m ism a for m a que se sabe de algunos gr andes escr itor es que apr endier on español par a disfr utar m ejor de nuestr a liter atur a. Per o m e doy cuenta de que m uchos de estos cam bios exigen políticas científicas, no solo idiom áticas. Se dice m uchas veces que el inglés es hoy en día la lengua inter nacional, per o no cr eo que este factor haya influido m ucho en el hecho de que el Reino Unido haya tenido en su histor ia dieciocho pr em ios Nobel de m edicina. Otr o aspecto m uy im por tante son las nuevas tecnologías, sobr e las cuales queda todavía m uchísim o por hacer en español, en com par ación con otr as lenguas. Hace poco supe que la tr aducción autom ática inglés-japonés, y vicever sa, no es m ala, en com par ación con la tr aducción autom ática inglés-español o español-inglés. La r azón es que los gobier nos y las em pr esas japonesas han inver tido m ucho m ás diner o que nosotr os en este tipo de pr oyectos. Com o se sabe, es difícil plantear en España pr oyectos tecnológicos a lar go plazo, sobr e todo si son car os y no ofr ecen r endim iento inm ediato.

¿Qu é papel desem peñ an l os m edi os de com u n i caci ón en l a di f u si ón del bu en u so del i di om a? Se cr itica m ucho a los m edios de com unicación, per o yo no cr eo que el nivel m edio de lengua de los per iodistas hispanohablantes sea m alo, a difer encia de lo que a veces se oye por ahí. A la vez, le r econozco que en algunos países hispanoam er icanos el cuidado y el inter és por el idiom a tiene una gr an tr adición, m ayor sin duda que en el nuestr o.


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¿En qu é si t u aci ón se en cu en t r a l a en señ an za de l as di sci pl i n as l i n gü íst i cas? Esta es una pr egunta m uy im por tante. Colabor o desde hace unos años con un gr upo de tr abajo catalán que se llam a Gr OC (Gramática orientada a las competencias), cuyo único objetivo es tr abajar par a que se m ejor e la enseñanza de la gr am ática en Secundar ia y Bachiller ato. La r enovación de los contenidos y de los m étodos es im pr escindible. La enseñanza de la lengua sigue sobr ecar gada de ter m inología y necesitada de r eflexión. Sigue padeciendo los efectos de nuestr a tr adición nom inalista, de m odo que los pr ofesor es tr ansm iten a sus alum nos su pr opia obsesión por tener un nom br e par a cada cosa, en lugar de por llegar a conocer sus pr opiedades o su m ism a natur aleza. Los alum nos han de analizar textos lar gos, a veces de una enor m e com plejidad, cuando tendr ía m ucho m ás sentido analizar a fondo secuencias m ás sim ples. Los estudiantes se ven inm er sos en una especie de vor ágine etiquetador a de categor ías y funciones, que nunca o casi nunca exige r eflexión sobr e lo que se está etiquetando, a m enudo ni siquier a la detección de contr adicciones o de r edundancias. El sim ple hecho de pr eguntar se cuál es la r elación entr e la for m a de una expr esión lingüística y su significado es hoy casi inusitado en algunas aulas. El gr upo de tr abajo del que le hablo no tiene ninguna influencia en ningún m edio oficial. Nos lim itam os a suger ir pr opuestas ante el panor am a que per cibim os a nuestr o alr ededor.

Se abu sa por ej em pl o m u ch o del an ál i si s m or f osi n t áct i co, ¿n o? El análisis se puede hacer de m uchas for m as. Yo dir ía que se abusa del etiquetado autom ático, que r ecuer da al de esas m áquinas de poner pr ecio a las m er cancías que se usan en los super m er cados. Par ece que a veces im por ta m enos analizar (encajar en el sistem a lingüístico; asociar la for m a con el significado) que despachar, que viene a ser quitar se algo de encim a y pasar a otr a cosa. Deber íam os explicar una gr am ática m ucho m ás cer cana a los alum nos, una gr am ática que les ayudar a a penetr ar en el sentido de lo que dicen y de lo que leen, per o m e tem o que no es así com o se hacen las cosas. No sé qué pensar án de esto los pedagogos y las autor idades educativas. A lo m ejor entienden que ni siquier a existe el pr oblem a.


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IV. EL PROFESOR

¿Qu i én es f u er on su s m aest r os y m en t or es? Fui alum no de Lázar o Car r eter en la Univer sidad Autónom a de M adr id. Lázar o er a un m agnífico pr ofesor y un gr an intelectual, m uy culto y m uy inter esado por el tr abajo de los dem ás, incluso en los ám bitos en los que él no investigaba. Fue Lázar o el que pr om ovió m i candidatur a a la RAE antes de que yo alcanzar a la edad que se suponía adecuada par a ingr esar en la institución. Es m uy poco fr ecuente que un pr ofesor te diga: ?Esto que le inter esa a usted yo no lo voy a estudiar, per o alguien tiene que estudiar lo por que es im por tante. Hágalo usted. Voy a apoyar que le den una beca par a que pueda hacer lo?. Hoy en día es m ás fr ecuente la otr a actitud, la de quien consider a que solo tiene inter és lo que le inter esa a él o a ella, o la de quien esper a que el tr abajo de sus discípulos tenga alguna r eper cusión en el pr opio. Lázar o nunca com par tió esa for m a tan estr echa de ver las cosas. En Ber keley seguí las clases de Char les Fillm or e, r ecientem ente fallecido, y de Geor ge Lakoff, dos espléndidos pr ofesor es, y asistí tam bién a cur sos de John Sear le y de otr os gr andes especialistas. Consider o un gr an pr ivilegio el haber podido asistir a las clases de per sonas tan extr aor dinar ias com o estas.

¿Le h a per m i t i do i n vest i gador a?

la

u n i ver si dad

desar r ol l ar

cóm odam en t e

su

l abor

Sí, sin duda alguna. Fui pr ofesor en la UAM dur ante tr es años, y luego lo fui en la UCM dur ante tr einta y siete. He dir igido veinte tesis doctor ales en esta últim a univer sidad, y sigo dir igiendo algunas, adem ás de algún tr abajo de fin de m áster. Actualm ente soy pr ofesor honor ar io de la UCM , y debo decir que siem pr e he tenido el apoyo de m i univer sidad. M ucha gente no sabe que los pr ofesor es de la UCM solem os dar m ás clases que los de otr as univer sidades españolas, ya que, al ser m ás gr ande nuestr a Univer sidad, tam bién hay m ás gr upos de estudiantes y se da clase desde m uy tem pr ano hasta m uy tar de. En r ealidad, de una for m a o de otr a m e he pasado la vida en el aula, pr im er o com o alum no y luego com o pr ofesor. Per o no m e quejo. De hecho, le dir ía que estoy absolutam ente convencido de que el aula es un buen lugar par a pasar la vida. He tenido la opor tunidad de for m ar a m uchos estudiantes que hoy son pr ofesor es e investigador es dentr o y fuer a de España. Y cr eo que esa es la m ayor satisfacción de un pr ofesor : haber logr ado que una ser ie de per sonas em pezar an a pensar por su cuenta; conseguir que algo se m ovier a en su cabeza. Com o se dice a veces, hay dos tipos de enseñanza: una consiste en llenar cabezas, y la otr a en


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am ueblar cabezas. Per o llenar cabezas es adoctr inar, lo que tiene poco sentido. En cam bio, am ueblar cabezas es m ucho m ás difícil, y tam bién m ucho m ás im por tante. Consiste en que los estudiantes em piecen a apr ender a obser var, a ar gum entar, a r azonar, a deducir y a cr iticar objetivam ente el tr abajo de los dem ás. Cuando lo consiguen, y están listos par a volar solos, dejan siem pr e en el pr ofesor la m ás r econfor tante satisfacción que este pueda r ecibir. Yo puedo decir que en alguna m edidad he contr ibuido a la for m ación de m uchos pr ofesionales de nuestr o cam po, y que he r ecibido, por tanto, en todos estos casos, esa íntim a r ecom pensa per sonal. Es lo que m ás valor o de estos cuar enta años de dedicación.

¿Cu ál es son su s pr oyect os f u t u r os en el cam po de l a i n vest i gaci ón ? El m ás inm ediato es descansar. He com etido el er r or de aceptar m uchos com pr om isos (confer encias, ar tículos, cur sos, sem inar ios, etc.), todos con fecha fija. Tengo colegas, tam bién jubilados, que m e dicen que han com etido el m ism o er r or, así que debe de ser una r eacción natur al ante el tem or de caer en el abur r im iento. Tengo algunos pr oyectos a lar go plazo que tienen que ver con las r elaciones entr e el léxico y la sintaxis, per o todavía están m uy ver des, así que no podr ía contár selos. Son pr oyectos par a em pr ender sin plazos, sin hor ar ios, sin agobios, incluso sin bur ocr acia y sin super ior es a los que r endir cuentas. Estoy convencido de que siem pr e hay que tener cuatr o o cinco pr oyectos en la cabeza. Incluso si al final solo se lleva adelante uno, o incluso ninguno. Es m ucho m ejor que la otr a actitud: no tener ningún pr oyecto en la cabeza y levantar se diciendo: ?A ver qué podr ía hacer hoy par a pasar el día?.

Ha ej er ci do u st ed com o pr of esor v i si t an t e en var i as u n i ver si dades. ¿Qu é h a apor t ado est a ex per i en ci a a su car r er a? M ucho. Estoy m uy satisfecho de haber podido dar clases en univer sidades extr anjer as. Sobr e todo por que cr eo que es m uy im por tante en nuestr a pr ofesión hablar con per sonas que hacen cosas distintas, y en par ticular tr atar con pr ofesor es que hacen lingüística de otr a for m a. Un er r or de nuestr a pr ofesión es el sim ple hecho de que nos r elacionam os por lo gener al con per sonas que tr abajan en lo m ism o que nosotr os, que plantean las m ism as pr eguntas desde el m ism o punto de vista y que buscan soluciones sim ilar es par a pr oblem as tam bién sim ilar es. Estoy convencido de que es m uy bueno hablar con colegas que tr abajan en ám bitos distintos, dentr o y fuer a de la lingüística; pr ofesionales que desar r ollan teor ías difer entes, que oper an con conceptos y tér m inos difer entes y que se inter esan por pr oblem as difer entes. Em pecé a desar r ollar esta actitud en el colegio m ayor en el que r esidía cuando er a estudiante en M adr id, ya que en los colegios m ayor es uno conoce a com pañer os de casi todas las especialidades. Luego supe que los colleges br itánicos se car acter izan


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im ponen en cier ta for m a ese tr ato inter disciplinar io. Cuando visité uno de ellos, hace no m ucho, m e explicar on que quien vive en un college en Oxfor d o en Cam br idge habla m uy a m enudo con colegas que tr abajan en cam pos del saber que no tienen nada que ver con el pr opio. Es una par te esencial de la vida en esas instituciones, y m e par ece una excelente idea.

¿Ex i st e u n a escu el a I gn aci o Bosqu e? M e tem o que no. Ni siquier a sé si m is antiguos alum nos com par ten todos algo. M e gustar ía pensar que son per sonas que hacen su tr abajo de m aner a independiente, con la m ente abier ta; que saben obser var y tam bién teor izar ; que han desar r ollado cier ta capacidad cr ítica; que son capaces de plantear pr eguntas nuevas sobr e fenóm enos conocidos y que intentan tr ansm itir todo eso a sus pr opios alum nos. Per o quizá son dem asiadas aspir aciones. En r ealidad eso es la investigación y la enseñanza en cualquier r am a del saber. Com o le decía antes, un pr ofesor no es m ás que alguien que da el pr im er em pujón a quien va a r ecor r er un lar go cam ino. Lo im por tante es dar ese im pulso en la dir ección cor r ecta. No es pr eciso que for m e ?una escuela?; si logr a desar r ollar una par te de esas capacidades y aptitudes en sus alum nos, puede sentir se m ás que satisfecho.


Revisión de l a vigesim oter cer a edición del Diccion ar io de l a RAE: ¿h a var iado en tr ece añ os l a im agen de l as m u jer es en el diccion ar io? Esther For gas Ber det Universitat Rovira i Virgili

0. A M ODO DE JUSTIFICACIÓN A tenor de las m uchas cr íticas r ecibidas en la Academ ia acer ca de las definiciones poco apr opiadas o clar am ente sesgadas en cuestiones r elacionadas con el sexism o y el r acism o de cier tos tér m inos contenidos en el diccionar io, en la pr im aver a del año 2000 for m am os par te del equipo de tr es pr ofesor as[1] que en su m om ento fuim os llam adas por el Seminario de Lexicografía de la RAE par a elabor ar un docum ento acer ca de las posibles m odificaciones que cier tas definiciones del DRAE de 1992 r eclam aban en este aspecto. En ese m om ento par eció que la Academ ia se m ostr aba sensible ante las quejas de cier tos colectivos m ayor itar ios o m inor itar ios, com o ?gitanos?, ?m ujer es?, ?indígenas am er icanos?, etc., (Caler o, M ª. A, For gas, E. y Lledó, E. 2004b) que se lam entaban del tr ato que el diccionar io les daba en las definiciones que se r elacionaban con estos gr upos, a los que nosotr as pedim os añadir una r evisión de las definiciones de índole r eligiosa que consider aban la lengua española íntim am ente ligada al catolicism o m ás r anciam ente tr identino[2]. Al tér m ino del exhaustivo infor m e que en su día

______________________________________________________ [1] Se tr ataba de las doctor as M ª Ángeles Caler o, Eulàlia Lledó y yo m ism a, que en 2000 elabor am os un docum ento par a la RAE en el que pr oponíam os la m odificación de cier tas definiciones que r esultaban poco apr opiadas desde el punto de vista de la igualdad de sexo, r aza o r eligión, a la vez que pr oponíam os la inser ción de algunas palabr as r elacionadas con este ám bito que, a nuestr o entender, faltaban en el DRAE. En el docum ento, entr egado en m ayo de 2001, analizábam os 24.256 entr adas, de las que suger im os enm iendas a 3.194, a la vez que pr opusim os la inclusión de 34 lem as no contenidos en el DRAE de 1992. [2] Algunas cuestiones han var iado en el nuevo diccionar io, com o la definición de mundo com o ?Conjunto de todo lo existente?, fr ente a la definición cr eacionista de 2001: ?Conjunto de las cosas cr eadas?.


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ESTHER FORGAS BERDET

elabor am os ?del que en un pr im er m om ento ya se desestim ó tr atar las cuestiones de índole r eligioso- y una vez que ya había salido al m er cado la edición de 2001 del DRAE, el entonces dir ector del Seminario de Lexicografía nos asegur ó que debido a la pr em ur a de tiem po no había sido posible incluir la m ayor ía de las m odificaciones que pr oponíam os en esa edición del diccionar io, per o que la Academ ia estudiar ía m inuciosam ente cada caso por separ ado en vistas a ir m odificando lo que cr eyer a opor tuno en las r evisiones que apar ecer ían sucesivam ente en su w eb y, m uy especialm ente, en una pr evisible futur a nueva edición del diccionar io que entonces acababa de salir [3]. Pues bien, pasados tr ece años, la Academ ia ha sacado a la luz en el últim o sem estr e del pasado año su vigesim oter cer a edición del diccionar io, edición que ha hecho coincidir, com o en otr as ocasiones, con una fecha sim bólica, la de la fundación de la entidad que elabor ó el pr im er diccionar io académ ico del español. Respondiendo a la am able invitación de esta r evista, consider am os que se hacía necesar ia una m inuciosa com pr obación del contenido de esta nueva edición par a poder constatar si la Academ ia, y con ella su Seminario de Lexicografía había consider ado opor tuno o no incluir ?com o nos había asegur ado- algunas de nuestr as suger encias del infor m e elabor ado en 2000 y, sobr e todo, si había tenido en cuenta tam bién el degoteo de cr íticas en este m ism o sentido que desde diver sas instancias se han ido sucediendo en estos últim os tr ece años. Dado que el volum en del infor m e em itido hace inviable una r evisión a fondo de cada uno de los aspectos, nos lim itar em os en este ar tículo a r evisar algunos aspectos de la im agen social de la m ujer y del papel que el diccionar io de 2014 le otor ga en la sociedad actual. Este tr abajo, pues, tr atar á de seguir el r astr o de lo suger ido por nuestr o equipo antes de la vigesim osegunda edición ? suger encias que tuvier on poca o nula r eper cusión en la edición del DRAE de 2001- par a com pr obar la r eper cusión que en esta nueva edición de la Academ ia han tenido las pr opuestas que en su m om ento

_______________________________________________________ [3] Esta m inuciosa r evisión, caso por caso, nos r etr otr aía a la im agen de las papeletas antiguas del DRAE decim onónico, por el incom pr ensible m enospr ecio de la potente infr aestr uctur a infor m ática con que cuenta la Academ ia, m ediante la cual r esulta sum am ente sencillo ?y pr áctico- substituir de m aner a gener al algunas palabr as que suger íam os inadecuadas, dando una sola or den a la base de datos infor m ática. Por citar algún ejem plo, señalem os la petición de supr im ir definitivam ente el vocablo ramera que se añadía siem pr e en la edición de 1992 a cualquier definición que contuvier a el tér m ino prostituta, al que consider ábam os, cr eo que con toda r azón, m ucho m enos ofensivo que su eter no sinónim o, añadido siem pr e entr e com as, ramera. Esto se hizo en su m om ento, y otr a cuestión fácilm ente subsanable por m edios infor m áticos ?y no uno a uno? hubier a podido ser la substitución gener al de ?El que... .? en, por ejem plo, las definiciones de pr ofesiones, por el hiper ónim o ?Per sona que?, com o suger íam os tam bién.


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elabor am os. Vaya por delante que en este ar tículo hago m ías las palabr as de un ilustr e colabor ador de esta r evista cuando afir m aba que ?m e pr opongo hacer unas r eflexiones per sonales sobr e el asunto sin la m ás m ínim a pr etensión er udita, evitando por ello toda r efer encia bibliogr áfica y notas a pie de página, pensando sobr e todo en el car ácter divulgativo de esta r evista, par a la que fuer on escr itas?[4], puesto que, com o él indica, las únicas r efer encias bibliogr áficas de este escr ito ser án las de nuestr as publicaciones, r efer idas, exclusivam ente, al asunto que nos ocupa, por lo que pedim os, por adelantado, disculpas por el exceso de autocitas.

1. LA VIGESIM OTERCERA ACADÉM ICO?

EDICIÓN

DEL

DRAE:

¿UN

NUEVO DICCIONARIO

Com o habr án deducido, los cam bios a los que m e r efier o en esta r evisión se ceñir án exclusivam ente a los que están r elacionados con nuestr as pr opuestas anter ior es, por ello, aunque existen otr os aspectos novedosos en la vigesim oter cer a edición, de los que en su Preámbulo se da cum plida cuenta, no ser án contem plados en este tr abajo, puesto que de segur o han r ecibido ya el opor tuno tr atam iento en otr os lugar es. Par a em pezar el univer so de las com par aciones, y sin que eso tenga m ucho que ver con el asunto que nos ocupa, veam os algunas de las coincidencias entr e las distintas ediciones del diccionar io par a com pr obar si los cam bios efectuados en esta últim a edición nos per m iten r ealm ente calificar la de ?nueva?. Com o decíam os, la Academ ia se ha m ostr ado siem pr e par tidar ia de la sim bología de las celebr aciones en el m undo hispánico par a hacer coincidir sus ediciones del diccionar io. En 1992 apar eció la edición conm em or ativa del Quinto Centenar io, que se pr esentó, de m aner a algo pr ecipitada, con m otivo de esta celebr ación, sin que su contenido m ejor ar a sensiblem ente la anter ior edición de 1984. En el Preámbulo de la edición de 1992 se decía explícitam ente que ?La r eal Academ ia ha quer ido contr ibuir a la celebr ación del V Centenar io del descubr im iento de Am ér ica publicando una nueva edición, la vigésim a pr im er a, de su Diccionar io Usual. Lo hace par a cooper ar al m antenim iento de la unidad lingüística de los m ás de tr escientos m illones de ser es hum anos que, a un lado y otr o del Atlántico, hablan hoy el idiom a nacido hace m ás de m il años en el solar castellano y se valen de él com o instr um ento expr esivo y confor m ador de una m ism a visión del m undo y de la vida?. Veintidós años m ás tar de, nos encontr am os con que la Academ ia r epite el m ism o pr oceso sim bólico y vuelve a sacar una edición

_______________________________________________________ [4] Nos r efer im os al ar tículo del pr ofesor Por to Dapena ?Notas acer ca del concepto de definición enciclopédica?, en M aestros de la Filología, 11-12-2014


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coincidiendo con una fecha histór ica, esta vez la del tr icentenar io de la r eal cédula otor gada a la RAE por el r ey Felipe V, en 1714. Leem os en esta ocasión en el actual Preámbulo que ?dur ante el cur so académ ico 2013-2014 la r eal academ ia española ha venido celebr ando el ter cer centenar io de su fundación ?com o se sabe, la pr im er a sesión de la que se levantó acta fue la del 3 de agosto de 1713, y la apr obación r eal se pr odujo el 3 de octubr e del año siguiente-, y se estim ó que la apar ición de esta obr a er a una m uy adecuada for m a de culm inar tales conm em or aciones. Se holgar ía, en sum a, la Academ ia de que esta 23ª edición sea conocida y r ecor dada com o la Edición del Tr icentenar io?. Por lo que vem os, no se puede hablar pr ecisam ente de gr andes cam bios, al m enos en lo que se r efier e a la justificación inher ente a la publicación de las nuevas ediciones. Se apr ovechan fechas sim bólicas, que no siem pr e coinciden, ni m ucho m enos, con r evisiones del contenido m er ecedor as de una nueva edición. Ver em os qué ocur r e en este caso. De m aner a har to cur iosa, si nos r em ontam os tr escientos años atr ás, tam poco par ece que haya habido gr andes cam bios en la idiosincr asia de la exim ia entidad, atendiendo a que en el Prólogo de la pr im er a edición del Diccionario de Autoridades, leem os una m ención explícita a la pr otección r eal: ?Haviendo sido Don Sebastian de Covar r ubias el pr im ér o que se dedicó à este nobilissim o estúdio, en que los extr angér os siguiendole se han adelantado con tanta diligéncia y esm er o, sea la Nación Españóla la últim a à la per fección del Diccionar io de su Léngua: y sin duda no pudier a llegar à un fin tan gr ande à no tener un fom ento tan elevado com o el de su Augusto M onar cha?, y, tr escientos años después, en la últim a edición del diccionar io, se afir m a tam bién en su Preámbulo que ?coincidiendo en el tiem po el cier r e de esta Edición del Tr icentenar io y la finalización del r einado de S.M . el Rey don Juan Car los I, la Real Academ ia Española quier e dejar constancia una vez m ás del pr ofundo agr adecim iento que debe a su per sona y a la Casa r eal, del m ism o m odo que m anifiesta su lealtad al nuevo Rey don Felipe VI y hace votos por la felicidad de su r einado?. Veintidós ediciones y tr escientos años después, solam ente un dígito, el que va del V al VI, distingue am bos com entar ios elogiosos hacia la institución m onár quica. Per o no ter m inan ahí las coincidencias. En pleno siglo XXI, en la llam ada Er a de la Infor m ática, en la época de lo vir tual del m undo 3.0, el nuevo diccionar io de 2014 continúa con su edición en papel: ?Sea com o fuer e entiende la Academ ia que es todavía no solo deseable sino en ver dad im pr escindible que una nueva edición en papel, esta que el lector tiene en sus m anos, haga balance de las m uchas enm iendas e incor por aciones decididas desde 2001 hasta hoy?, o sea, edición en papel al igual que la pr im igenia del Diccionario de Autoridades. Una nueva edición que continúa, tam bién, r estr ingida, com o siem pr e, a quienes tengan el suficiente poder adquisitivo par a com pr ar la, sin tener en cuenta que en la aldea global del hispanism o una edición gr atuita y en línea es lo que cabe esper ar de


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de una entidad que r ecibe el apoyo y la financiación tanto del sector público com o del pr ivado y que deber ía necesar iam ente ofr ecer su contenido accesible gr atuitam ente a toda la com unidad del m undo hispanohablante. Per o no es solo eso, sino que los m ism os editor es favor ecen la com pr a del volum en editado desaconsejando que los hablantes nos r em itam os al contenido de la w eb de la RAE par a conocer sus decisiones en cuanto a las definiciones de los vocablos del diccionar io, ya que r econocen que ?el volum en final de novedades super a m uy am pliam ente el que en el m om ento pr esente r efleja la últim a ver sión electr ónica actualizada; y, en fin, que los m encionados avances tenían un car ácter pr ovisional, no definitivo, lo que supone que no todos ellos se hayan visto necesar iam ente confir m ados en la ver sión últim a que aquí se fija?. De esta m aner a nos están pr eviniendo en contr a de sus m ism as pr oducciones en línea, puesto que, al no coincidir exactam ente con lo publicado en papel, el usuar io queda com pletam ente desor ientado acer ca de cuál de las definiciones debe aceptar. Y sum a y sigue: en esta ocasión, gr acias al m enor tam año de su único volum en, la Academ ia nos exoner a ?por ahor a? de com pr ar una nueva edición en tam año m enor y en dos volúm enes, com o sucedió en la pasada edición de 2001, aunque no nos libr ar á segur am ente de tener que adquir ir en un futur o su edición electr ónica, que, pr evisiblem ente y com o sucedió con la anter ior, no coincidir á exactam ente en su contenido con la edición en papel que m anejam os en este m om ento[5]. Vem os, pues, que ?vocación sim bólica?, ?dependencia de la cor ona?y ?edición en papel?seguida de la electr ónica continúan siendo los ejes de la pr oducción académ ica. Sin em bar go, la Academ ia se vanaglor ia de las r efor m as que se han intr oducido en esta nueva edición, com o leem os en su intr oducción: ?La r evisión del Diccionar io académ ico es un pr oceso constante, que, en consecuencia, inm ediatam ente después de publicada una edición, siem pr e se r eanuda. Así ha ocur r ido tam bién con esta vigesim oter cer a r especto de la apar ecida en 2001. La necesidad de m antener actualizado el cuer po de la obr a en cuanto a voces en ella r egistr adas ha im plicado una incesante labor de adición, enm ienda y, en su caso, supr esión de ar tículos y acepciones, así com o de m ejor a de toda la infor m ación com plem entar ia que incluyen?. Por nuestr a par te, no confiam os dem asiado en las pr om esas de la Academ ia en sus pr ólogos e intr oducciones, por que tenem os sobr ados m otivos par a ello (E. For gas 2010b)

______________________________________________________ [5] Hem os esper ado un tiem po pr udencial desde la edición de este últim o diccionar io en papel, en noviem br e del pasado año, antes de poner nos a r edactar el pr esente ar tículo, con la vana esper anza de que apar ecier a en un br eve per iodo de tiem po la edición en CD del m ism o, per o a la vista de nuestr o com pr om iso con la r evista y que no teníam os noticias de una pr onta apar ición del esper ado CD, nos hem os r esignado a r edactar estas páginas basándonos en la edición escr ita del vigésim o ter cer diccionar io de la RAE.


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Per o puesto que se habla de ?r evisión?, ?adición?, ?enm ienda? o ?supr esión?, veam os ahor a detalladam ente, a continuación, las var iaciones o m ejor as detectadas en el contenido de esta nueva edición de 2014.

2. DEFINICIONES ENM ENDADAS O REVISADAS EN 2014 EN RELACIÓN CON EL INFORM E A LA ACADEM IA DE 2000 Par a tr atar de ser lo m ás sistem áticas posible en este análisis tr atar em os en par ticular los apar tados concr etos a los que nos r efer íam os en nuestr o infor m e, y m uy especialm ente a los lem as con r efer encia fem enina que, según nuestr a opinión, m er ecían una r evisión por par te de los r edactor es de la m agna obr a, y que sum aban la bonita cifr a de 1657 entr adas. Dedicábam os el capítulo ter cer o de la obr a que publicam os en el Instituto de la M ujer (Caler o, M ª. A., Lledó, E. y For gas, E., 2004 a) a la r evisión de los lem as de contenido discr im inator io hacia las m ujer es en el DRAE de 2014, y a ?señalar y com entar, en su caso, los lem as y la definición de las acepciones y las for m as com plejas que en la actual edición del DRAE no han var iado con r especto de la anter ior de 1992, y las que habiendo var iado en algo su definición no lo han hecho de m aner a significativa? (E. For gas, 2004a: 197-277). En este ter cer capítulo, nos dedicábam os especialm ente a señalar los 1069 vocablos r elacionados con el univer so de lo fem enino de la anter ior edición del DRAE que o bien no habían var iado desde la anter ior edición de 1992 (775 entr adas inam ovibles) o bien que habían var iado m uy escasam ente y, desde luego, no en la dir ección que nosotr as pr oponíam os (en este caso, 294 entr adas). Veam os ahor a, tr ece años después, qué ha ocur r ido con esas definiciones que se m antuvier on intactas en su letr a y en su m úsica.

3. CAM BIOS REALIZADOS (O NO) EN EL ÁM BITO DE LA APARIENCIA EXTERNA DE LAS M UJERES Quizá extr añe al lector que em pecem os nuestr o estudio por esa par te apar entem ente inocente del lem ar io académ ico, per o hem os de señalar com o cur ioso -o quizá sintom ático- que la m ayor par te de entr adas r elacionadas con el m undo de la m ujer, en el DRAE actual y en los anter ior es, se r efier an a su aspecto exter no, entr e el cual ocupan un buen núm er o de páginas los lem as dedicados a r opajes, ador nos y dem ás aditam entos exter nos, ligados en el univer so conceptual académ ico al ám bito fem enino.


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La m ayor ía de esos r opajes y objetos de ador no per tenecen clar am ente a épocas pasadas[6], tal com o ya denunciam os en el libr o citado. Escr ibíam os en aquella ocasión (2004 a: 205) que ?los ador nos y r opajes fem eninos de todas las épocas y latitudes pueblan el apr etado ar m ar io de r opavejer o del diccionar io académ ico, que se niega a dester r ar de sus cajones tales elem entos que en m uy poco o en nada r epr esentan a las m ujer es actuales, y ni tan siquier a a las de épocas pasadas. El diccionar io, a pesar de que podr ía haber encontr ado m uchos otr os elem entos que fuer an ver dader am ente m ás r epr esentativos del quehacer y de la idiosincr asia fem enina de cualquier época, se entr etiene en enum er ar y por m enor izar este tipo de cosas, obviando cuestiones per tinentes en m uchas otr as ocasiones?. Quer em os aclar ar, com o lo hicim os antes, que no lam entam os la existencia de estos lem as, sino la abundancia de ellos fr ente a la escasez o incluso ausencia descar ada de otr os m uchos, a nuestr o entender, m ucho m ás r epr esentativos que éstos de la idiosincr asia fem enina, y al desfase evidente entr e estos lem as y los dedicados al m ism o ám bito per o desde la ver tiente m asculina. La m ayor ía son tér m inos obsoletos que la Academ ia define acer tadam ente con un ver bo en tiem po pasado, per o sin añadir ninguna m ar ca de uso o de vigencia[7], puesto que leem os en las instr ucciones de esta vigesim oter cer a edición que ?Subsiste, pues, tan solo «desus.» ?desusado?, que acom paña a palabr as o significados que dejar on de estar vigentes en algún m om ento anter ior a 1900. Y, junto a ella, una m ar ca que com bina en r ealidad vigencia y fr ecuencia: «p. us.» ?poco usado?; figur a en aquellos casos en que la palabr a o acepción apar ece ya m uy r ar am ente después de 1900?.

_______________________________________________________ [6] A excepción de algunas pr endas de actualidad, las m ínim as, que per m iten a la Academ ia pr esum ir de puesta al día per m anente. [7] Continúan apar eciendo sin m ar cación alguna abundantes lem as, definidos exactam ente igual que en las anter ior es ediciones con la única infor m ación del tiem po ver bal. Citam os com o ejem plos arandela1 ?usar on?, bata1 ?usaban?, crespín ?usado?, garibaldina ?estuvo ?ar ticulo enm endado-?, manto1. ?se cubr ían, llevaban?, manguito ?usaban?, nube ?se envolvían?, paje ?sujetaban y suspendían?, velo ?solían?, chiqueadores ?usar on antiguam ente? y un lar go etcéter a que no r epetim os par a no abusar de la paciencia del lector.


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Sin em bar go -siem pr e hay un sin em bar go hablando del DRAE- algunas pr endas de m uy dudosa actualidad siguen siendo definidas en tiem po pr esente, exactam ente igual que en la anter ior edición. Es el caso de corsé, que continua siendo una pr enda ?usada por las m ujer es?, sin especificar sus r estr icciones de uso, al igual que salida. | | ~ de teatro. ?f. Abr igo liger o que usan las señor as par a cubr ir se el vestido que llevan al teatr o?, en cuya definición dudam os m ucho que se sientan incluidas la m ayor ía de las m ujer es, por m uy aficionadas al teatr o que sean, o manto. ?1. m . Especie de m antilla gr ande sin guar nición, que usan las señor as.?[8], etc. Incluso per sisten en la actual edición otr os lem as anacr ónicos que definen r opas y objetos que de buen segur o r esultan com pletam ente desconocidos par a la inm ensa m ayor ía de las m ujer es actuales, tales com o bollo1, que r em ite ahor a a bullon per o sigue definiéndose igual ?2. m . Cier to plegado de tela, de for m a esfér ica, usado en las guar niciones de tr ajes de señor a y en los ador nos de tapicer ía.?, alechugar. ?tr. Doblar o disponer algo en for m a de hoja de lechuga, com o se usa en las guar niciones y ador nos de los vestidos, pr incipalm ente de las m ujer es.?[9], corselete. ?m . Pr enda de uso fem enino que ciñe el talle y se ata con cor dones sobr e el cuer po?, chambra ?1. f. Vestidur a cor ta, a m odo de blusa con poco o ningún ador no, que usan las m ujer es sobr e la cam isa.?, cobija. ?2. f. M antilla cor ta que usan las m ujer es en algunas pr ovincias, par a abr igar la cabeza.?, enfaldador. ?1. m . Alfiler gr ueso que usan las m ujer es en algunos países par a tener sujeto el enfaldo.?, esclavina. ?3. f. Pieza del vestido que suelen llevar las m ujer es al cuello y sobr e los hom br os.?, faltriquera. ?2. f. Bolsillo que se atan las m ujer es a la cintur a y llevan colgando debajo del vestido o delantal.?, de los que especialm ente quer em os destacar rebujo1 ?2. Em bozo usado por las m ujer es par a no ser conocidas?, ¡definido en 2014 de igual m aner a que en la edición de 1773! y moña ?Lazo con que suelen ador nar se la cabeza las m ujer es?, definiciones que r esultar ían hasta gr aciosas si no r ayar an el r idículo o incluso la ofensa. Sucede, adem ás, que la Academ ia contr aviene una vez m ás sus pr opias nor m as, puesto que si hem os leído en la intr oducción que ?desus.?acom pañaba a palabr as o significados anter ior es a 1900, ninguna de las definiciones que hem os descr ito ni las de los m ás de cincuenta lem as que no hem os señalado[10] lleva en la actual edición m ar ca alguna de vigencia histór ica.

_______________________________________________________ [8] Continua, actualm ente, com o pr im er a acepción. [9] Que ha var iado el tiem po ver bal y ha pasado de un pr esente ?se usa? a un pr etér ito ?se usaba?, per o, solam ente en el ejem plar en papel, por que en la w eb de la RAE continua igual que en la pasada edición. [10] Si el lector siente cur iosidad puede consultar estas entr adas en Caler o, Lledó y For gas (2004: 204 -213), ya que podem os asegur ar que las definiciones actuales no han var iado en, al m enos, dos centur ias.


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Realm ente no com pr ender íam os el poco o nulo inter és de los r edactor es del diccionar io académ ico en r evisar estos ejem plos a todas luces desfasados -a pesar de su escasa im por tancia- si no pensár am os que sir ven par a cor r obor ar, com o venim os señalando desde hace décadas (E. For gas, 1996, 1999), que ni la im agen de las m ujer es que ofr ece el diccionar io ni su adecuación a la sociedad actual es una de las pr ior idades de la Academ ia. Fr ente a eso, las pr endas de vestir fem eninas que el diccionar io consider a que son usadas por las m ujer es en la actualidad (lo dem uestr a m ediante el tiem po ver bal o por la ausencia de éste) son m uchas m enos, cur iosam ente, que las anter ior es y son definidas exactam ente igual, com o m ínim o, en las dos últim as ediciones. Pongam os com o ejem plos, chal ?sir ve?, bata1 ?usan?, camisón ?cubr e, cae?, conjunto ?hecho, com puesto?, sostén ?usan?, liguero ?sujeta?, pamela ?usan?[11], gargantilla ?r odea?, mañanita ?cubr e, usan?, sujetador ?sujeta?, enagua ?se lleva?[12], sombrero ?usada?[13], pareo 2 ?usan?, etc. Otr as definiciones eliden el tiem po ver bal, por lo que podem os consider ar las actuales, por exclusión, com o copa ?5. F. Cada una de las par tes huecas del sujetador de las m ujer es? o lencería ?6. Ropa inter ior fem enina.?, algunas de las cuales, sin em bar go, m er ecer ían un uso ver bal pasado explicito, com o escarcela ?2. Ador no fem enino, especie de cofia.? M ención apar te r equier en todos aquellos lem as que se dedican al ador no fem enino, la m ayor par te de las veces tildado de ?excesivo?, y que continúan inalter ables en las difer entes ediciones del diccionar io académ ico, inm une al paso de los tiem pos y de las m odas, com o es el caso de arandela1 ?12. pl. Col. y Pan. Ador nos excesivos del vestuar io fem enino.?[14], perejil ?2. m . col. Ador no o com postur a excesiva, especialm ente la que usan las m ujer es en los vestidos y tocados.?, moño ?5. m .pl. Ador nos super fluos o de m al gusto que usan las m ujer es.? o andarível ?8. m. pl. Cantb., Col. y Cuba. Ador nos excesivos, com únm ente fem eninos?, perifollo ?2. m . pl. coloq. Ador nos de m ujer en el tr aje y peinado, y especialm ente los que son excesivos o de m al gusto.? o muñequería ?f. coloq. p. us. Exceso o dem asía en los ador nos, tr ajes y _______________________________________________________ [11] Se tr ata de un lem a m al definido, por cuanto a pesar de que existen pam elas de paja ?especialm ente las usadas en la playa?, este tipo de som br er o de fiesta puede estar hecho de m uy distintos tejidos, la m ayor ía de gr an calidad. [12] Podem os dudar del uso actual de esta pr enda, per o no cr eem os que sea tan desfasada com o par a tener que definir se con una for m a ver bal pr etér ita. [13] Resulta incom pr ensible que el DRAE continúe usando esta segunda acepción ?2. Prenda de adorno usada por las mujeres para cubrirse la cabeza? existiendo una pr im er a gener al que la engloba per fectam ente ?1. Prenda para cubrir la cabeza que consta de copa y ala? [14] Cabe destacar que esta entr ada sí se ha r evisado en la pr esente edición, ¡per o únicam ente par a elim inar el fig. y fam. de la anter ior edición!


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vestidos afem inados.?, etc. Continúan en esta m ism a línea tintura, casero, ra. | | estar muy ~ una mujer, recibo. | | estar de ~[15]. Sigue tam bién la actual edición con algunas definiciones que podr íam os consider ar contr adictor ias adem ás de desconsider adas, dado que su m odo ver bal se contr adice, una vez m ás con la m ar ca de uso, tales com o engreimiento ?2. m . desus. Com postur a y ador nos con que las m ujer es se visten y ader ezan.? ¿Pueden im aginar se cuántas de esas palabr as conocen nuestr as alum nas univer sitar ias actualm ente?, y, en consecuencia, ¿puede un diccionar io así r esultar adecuado par a el conocim iento actual de la lengua de nuestr os alum nos y, m ucho m enos, par a la enseñanza del español a extr anjer os, cuando ni siquier a lo es par a los pr opios hablantes nativos? Lam entablem ente hem os de ter m inar este capítulo constatando que m uy pocas cosas han cam biado en la actual edición del DRAE en lo r efer ido a los ador nos e indum entar ia fem enina, ni siquier a en la calificación negativa o denigr ante de m uchos de estos lem as. Solam ente hem os de señalar, com o excepción, ni siquier a honr osa, la del lem a alfiler en su acepción séptim a, que ha pasado de ?desus. Cantidad de diner o señalada a una m ujer par a costear el ador no de su per sona? a ?desus. Cantidad de diner o señalado a una m ujer par a cosas super fluas.? O sea, ¡que se ha r etocado expr esam ente esta acepción par a sim plem ente clar ificar que el ador no de las m ujer es se tr ata de algo super fluo! Nuestr a felicitación a los r edactor es de la edición 2014 del DRAE. En r esum en, com pr obam os que no han var iado en absoluto los lem as de vestuar io fem enino obsoleto estudiados en 2001, incluso ni en aquellos que apar ecen com o ?ar ticulo enm endado?en la w eb de la Academ ia. Continua ésta descr ibiendo en todo su esplendor el ar m ar io de nuestr as abuelas, eso sí, la m ayor ía sin el m ás m ínim o m atiz tem por al que pueda or ientar nos sobr e su uso o desfase actual. Quer em os ter m inar este apar tado dedicado a las acepciones que continúan apar eciendo en el DRAE de 2014 desfasadas, ir r espetuosas y totalm ente en desuso (¿se usar on r ealm ente alguna vez?), con ejem plos tan injustificados com o protectriz ?1. adj. Dicho de una m ujer : Que pr otege.?, o ancila ?f. p. us. Sier va, esclava, cr iada.? (¡m enos m al que es poco usado!), señalando, com o es de justicia, que afor tunadam ente algunas de las definiciones que fuer on denunciadas r epetidam ente

_______________________________________________________ [15] Nótese en su definición ?fr. Dicho de alguien, especialm ente de una señor a: Estar ador nada y dispuesta par a r ecibir visitas.? el uso especial del léxico: ?señor a?en lugar de ?m ujer ?y ?ador nada?.


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en nuestr os escr itos han var iado en la edición en papel (no en la w eb de la RAE, por supuesto), com o las acepciones degr adantes de meón, na ?3. coloq. p. us. M ujer, y m ás com únm ente niña r ecién nacida.?, que ha sido sustituida por ?3. Niño r ecién nacido?, o de putería, definida en 2001 com o ?2. f. coloq. Ar r um aco, r oncer ía, soflam a que usan algunas m ujer es? y sustituida por ?m alson. desus. Zalam er ía inter esada?. En este m ism o sentido, celebr am os la desapar ición de la actual edición del DRAE de acepciones com o cucaracha. | | ~ martín. ?ant. fig. M ujer m or ena.? y mosca. | | ~ en leche ?fig. y fam . M ujer m or ena vestida de blanco.?, según hem os podido com pr obar en la edición en papel del nuevo diccionar io.

4. REVISIÓN DE LOS LEM AS RELACIONADOS CON LA BELLEZA DE LAS M UJERES, LA EDAD Y EL ASPECTO FÍSICO En la época en la que ya se ha im puesto el concepto ?unisex? y en la que los hom br es del siglo XXI se pr eocupan tanto o m ás que las m ujer es por su aspecto físico, el diccionar io todavía continua consider ando la belleza com o la condición ar quetípica de lo fem enino, aunque en la edición en papel actual la entr ada belleza ha cam biado en su segunda acepción de ?2. f. M ujer notable por su her m osur a.? a ?Per sona o cosa notable por su her m osur a?[16]. Así pues, salvo alguna excepción, la belleza de la m ujer, su aspecto y sus cualidades físicas siguen ocupando buena par te del lem ar io del diccionar io r efer ido a lo fem enino, cóm o no, definido siem pr e desde la óptica m asculina, com o ocur r e con palmito 2 ?1. m . coloq. Car a de m ujer. Buen palm ito. 2. m . coloq. Talle esbelto de la m ujer .?, en el que se niega la posibilidad de que un hom br e tenga ?buena planta? o ?buen palm ito?, o incluso que tenga forma, ya que esta entr ada se define todavía com o ?18. p. Configur ación del cuer po hum ano, especialm ente los pechos y cader as de la m ujer.? Las for m as de las m ujer es, pechos, cader as y nalgas, pueblan este univer so de óptica m asculina de nuestr o diccionar io nacional. Insisto una vez m ás, sin em bar go, que a pesar de r econocer ?com o cr eo que es obvio? la óptica m asculina de m uchas de estas definiciones, entendem os que es cier to que no hace sino r eflejar la visión andr ocentr ista y decididam ente sexista de nuestr a sociedad, pasada y actual. No culpam os, com o a veces se ha hecho cr eer, a los r edactor es del diccionar io de r eflejar esa óptica, puesto que hem os insistido hasta la saciedad en el papel necesar io de ?notar io de la lengua?del diccionar io académ ico; solam ente nos sor pr ende, en m uchas ocasiones, que no se haya m oder ado o suavizado en algo el r asgo poco delicado o _______________________________________________________ [16] Un ejem plo ar quetípico de lo fácil que hubier a r esultado r evisar electr ónicam ente todos los hiper ónim os de ?m ujer ? u ?hom br e? y sustituir los por ?per sona?, siem pr e que el ar tículo no se r efir ier a de m aner a inequívoca a un sexo deter m inado.


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incluso declar adam ente sexista de r edactados com o mambla ?f. M ontecillo en for m a de teta de m ujer.?, chiche 2. ?4. Am ér. Pecho de la m ujer. En El Salvador, ú. en f.?, destetar ?3. pr nl. fam . Dicho de una m ujer : Despechugar se?[17], delantera ?12. f. coloq. Pecho de la m ujer.?, pechera ?5. f. fam . Par tes exter ior del pecho, especialm ente en las m ujer es.?[18], espetera ?3. fig. y fam . Pecho de la m ujer cuando es m uy abultado.? [19], pechugón, na ?f. adj. Dicho de una m ujer : De pecho abultado.?, etc., en la m ayor ía de las definiciones sin ni siquier a el añadido de una m ar ca de uso coloquial o fam iliar. Per o no solam ente el pecho, sino las cader as y las nalgas fem eninas m antienen inalter able su pr esencia en el diccionar io de 2014, que continúa par celando el cuer po de la m ujer, vista siem pr e com o la descom posición de un todo que deber ía pr esentar se en su conjunto (y no hablam os de la división entr e el cuer po y el alm a, sino solam ente del pr im er o, que se descom pone en el im aginar io colectivo m asculino[20] en una suer te de desestr uctur ación cubista), com o dem uestr an bullarengue ?2. fig. y fam . Nalgas de la m ujer.?, caderamen ?m . fam . Cader as de m ujer, gener alm ente volum inosas? [21], cancos ?m . pl. Chile. Cader as anchas en la m ujer.?, cancona ?adj. Chile. Dicho de una m ujer : De anchas cader as.?, o su contr ar io escurrido, da ?adj. Dicho de una per sona, y especialm ente de una m ujer : Estr echa de cader as?. Por otr a par te, en nuestr a sociedad y en nuestr o diccionar io sabem os que a las m ujer es se nos juzga especialm ente por la edad. Contiene el DRAE los m ism os lem as que en ediciones anter ior es par a definir a las m ujer es jóvenes en ?la flor de la edad?, según la expr esión popular, com o monona, maya, guayabo, pispa, tobillero, ra, damisela, cabra, chislama, jai, gachí[22], rapaza, etc., no siem pr e con r equiebr os par a las m ujer es jóvenes, puesto que se m antienen inalter ables algunos com o chichilasa ?8. M éx. Hor m iga de color r ojo, pequeña y m uy m aligna. | | 2. f. M éx. p. us. M ujer her m osa y ar isca?.

_______________________________________________________ [17] Cur iosam ente esta acepción ha sido enm endada, per o sin la m enor incidencia en el contenido, ya que ha pasado de ?3. pr nl. fam . Despechugar se una m ujer.? a la definición actual. [18] Otr a acepción enm endada, en la que lo único que se ha cam biado ha sido pasar a coloq. lo que er a fam. [19] Ocur r e lo m ism o con esta acepción y su var iación de fam. a coloq. [20] De ahí los pir opos ?castizos? que ven a la m ujer par celada en ?¡vaya par de pier nas!?, ?qué culo, nena?, ?¡vaya tetas!?, y otr as exquisiteces del m ism o estilo. [21] Sustituidas tam bién en las dos definiciones la m ar ca de fam. por la de coloq. [22] Cur iosam ente, por tr atar se de gitanism os, estas dos son las únicas entr adas de este apar tado que llevan la m ar ca de vulg.


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Sin em bar go, en este aspecto tam bién hem os de destacar algunas m ejor as, com o lechuguina, que ha pasado de ?1. f. coloq. M ujer joven que se com pone m ucho y sigue r igur osam ente la m oda? a ?despec. Per sona joven que se com pone m ucho y sigue r igur osam ente la m oda?, aunque zangarilleja continua siendo ?1. f. coloq. M uchacha desaseada y vagabunda.? Tam bién han var iado algunas de las definiciones de lem as que hablan de las m ujer es de edad, definiciones que en las ediciones pasadas podr íam os tachar com o m ínim o de desconsider adas, tales com o calchona, definido en 2001 com o ?3. f. Chile. br uja ?? m ujer vieja y fea? y m odificado ahor a com o ?3. f. Chile. br uja (m ujer a la que se atr ibuían poder es m ágicos)?, o la m ism a bruja, antes definida com o ?4. f. coloq. M ujer fea y vieja?, que ha pasado a r em itir a la entr ada brujo, ja[23]. De todas m aner as, la m ayor ía sigue igual, com o carantoña ?3.f. coloq. p. us. M ujer vieja y fea que se aplica afeites y se com pone el r ostr o par a disim ular su fealdad.?[24] Y junto con la car ga de la edad está la de la gor dur a, dos de los jinetes del Apocalipsis fem enino que continúan patentes en el nuevo diccionar io, que m antiene inalter ables todas las definiciones m ás despr eciativas, cuyo ejem plo par adigm ático basado en ?cam biar todo par a que todo siga igual? lo encontr am os en jamona ?adj. fam . Aplícase a la m ujer que ha pasado de la juventud, especialm ente cuando es gr uesa.?, r evisado com o ?1. adj. coloq. Dicho de una m ujer : Que ha pasado de la juventud, y es algo gr uesa.? o ajamonarse ?pr nl. fam . Engor dar una per sona cuando ha pasado de la juventud. Se usa especialm ente r efer ido a la m ujer.?, r econver tido en ?1. pr nl. coloq. Dicho de una per sona, especialm ente de una m ujer : Engor dar cuando ha pasado de la juventud.? Otr os cam bios ?de calado? los encontr am os en ar tículos consider ados enm endados, per o solam ente m odificando la m ar ca anter ior de fig. y fam. por la actual de col., añadiendo, en ocasiones, p.us, algo cuya intención, apr eciativa o despr eciativa, som os incapaces de adivinar. Es el caso de narria. 2. ?2. f. coloq. p. us. M ujer gr uesa y pesada, que se m ueve con dificultad?, pandorga ?5. f. coloq. M ujer m uy gor da y pesada, o floja en sus acciones.?, arpía ?4. f. coloq. M ujer m uy fea y flaca.?, que se ha r econver tido, no sabem os si a favor o en contr a, en. ?f. coloq. M ujer m uy fea?, y tarasca 3. ?3. f. coloq. M ujer tem ible o denigr ada por su agr esividad, fealdad, desaseo o excesiva desver güenza?. Otr as definiciones de 2001 han sufr ido alter aciones banales de la m ism a índole, com o callonca, pasa de ?2. fig. M ujer jam ona y cor r ida.? a ?2. f. jamona ?? mujer gruesa que ha pasado de la juventud?[25], cuija ?2.

______________________________________________________ [23] Per o con una séptim a acepción com o ?coloq. M ujer de aspecto repulsivo? [24] ¿De ver dad es necesar io seguir m anteniendo este lem a cuando, adem ás de desconsider ado, el m ism o diccionar io lo califica com o col. y poco usado?


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fig. M éj. M ujer flaca y fea.? que deja de consider ar se lenguaje figur ado en 2014, u otr as del m ism o ám bito, com o las de 2001 gigantilla ?3. M ujer m uy gr uesa y baja.?, acepción que desapar ece en el DRAE en papel y la de callo, definida com o ?col. M ujer m uy fea.? en 2001, que ha pasado a una definición m ucho m ás igualitar ia en el actual diccionar io en papel ?5. Col. Esp. Per sona m uy fea?. Otr as, en fin, continúan inalter ables, com o mondonguero, ra ?f. vulg. Hond. y P. Rico. M ujer m uy gor da, de m ovim ientos pesados.?, o mamancona ?1. f. Ec. M ujer vieja y gor da.?. En r esum en, aunque poco ha im por tado a los r edactor es del nuevo diccionar io seguir consider ando solam ente coloquial a lo que bien podr ían haber calificado com o despectivo o incluso insulto, en la m ayor ía de estas entr adas, celebr am os com o se m er ece los escasos cam bios acaecidos en este tipo de definiciones o incluso su desapar ición, aunque no m e cansar é de r epetir, en contr a de lo que se ha asegur ado r epetidas veces, que ni yo ni ninguna de m is com pañer as lingüistas hem os pedido jam ás que desapar ezcan del diccionar io estos lem as denigr ator ios -a no ser de que se tr atase de antiguallas que deber ían tener su lugar en el futur o Diccionario Histórico del español[26]- sino que hem os pedido que fuer an m ar cados convenientem ente, adem ás de poco usados, com o despectivos, vulgares, o, en gener al, insultantes hacia el colectivo fem enino del m undo hispánico.

5. REVISIÓN DE LOS LEM AS RELACIONADOS CON EL STATUS DE LA M UJER: EL AM OR, EL M ATRIM ONIO Y LA M ATERNIDAD COM O PARTE DEFINITORIA DE LA CONDICIÓN FEM ENINA Tanto par a el diccionar io com o par a la sociedad las m ujer es son definidas habitualm ente com o ?esposas de?, ?m adr es de? o ?hijas de? (E. For gas, 2010a) y no por ellas m ism as com o tales. Su situación legal o incluso la íntim a ha pr eocupado y pr eocupa todavía en dem asía a la sociedad. No en vano se m antiene inalter able en 2014 en el lem a flor la acepción r idícula a los ojos del lector actual de ?4. f. vir ginidad.?, sin el m enor añadido cr onológico o de vigencia de uso. La pr egunta, afor tunadam ente en desuso, ¿señor a o señor ita? jam ás hecha a un var ón en público, dem uestr a clar am ente que la sociedad tiende a juzgar a las m ujer es por su entor no fam iliar, y por ello el diccionar io no puede sino r eflejar esta pr eocupación en

_______________________________________________________ [25] Ahí par ece que el diccionar io ha sentido algo de piedad por las calloncas, que han dejado, al m enos, de ser calificadas, adem ás de jamonas, com o corridas, per o, eso sí, pasadas de años. [26] Tom em os com o ejem plo la locución en cabellos, que se m antiene en 2014 definida com o ?2. loc. adj. ant. Dicho de una m ujer : solter a (?que no está casada)?, acepción com pletam ente desconocida en la actualidad, y que solam ente se nos ocur r e r elacionar con la influencia m usulm ana en la península, siglos ha.


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ocasiones obsesiva por el estado civil de la m itad de la hum anidad. Aunque en r ealidad nos hem os ar r iesgado al asegur ar que el ter m ino ?señor ita?está en desuso, ya que la Academ ia lo em plea en alguna de sus entr adas, eso sí, en una especialm ente con un sentido m uy difer ente del de su pr opia definición lexicogr áfica,[27] com o ocur r e en el lem a descorche ?2. m . Com isión que en locales de alter ne obtienen las señor itas que acom pañan a los clientes con el fin de que tom en el m ayor núm er o posible de consum iciones.?, que par ece, com o m ínim o, cur si y obsoleto, ya que en el lem a señorita no apar ece ni siquier a la locución ?señor ita de com pañía?, que podr ía ser su equivalente. Una cosa es que im por te al diccionar io la condición civil de la m ujer desde el punto de vista jur ídico, com o deber ía im por tar la del var ón, per o otr a m uy distinta es que apar ecen en el DRAE algunas r efer encias solam ente fem eninas de las que incluso dudam os si continuar án siendo acor des con nuestr o actual or denam iento civil, tales com o casamiento ?4. ant. Dote, caudal que la m ujer apor ta al m atr im onio o lo adquier e después de él.?[28], que no entendem os qué hace en un diccionar io m oder no com o pr etende ser lo el actual, así com o ajuar, que sim plem ente ha pasado de ?2. Conjunto de m uebles, alhajas y r opas que apor ta la m ujer al m atr im onio? a ?2. Conjunto de enser es y r opas apor tados por la m ujer al m atr im onio? en 2014[29], o bien. | | ~s. dotales ?Der. Bienes que constituyen la dote de la m ujer en el m atr im onio?. Tam bién continúan apar eciendo m ujer es a las que ni la ley -ni la lexicogr afía, con ella- pr ocur an am par o alguno. Se tr ata de ?las otr as?, definidas de m aner a tan inm iser icor de en el diccionar io com o en la vida, desde una óptica lexicogr áfica que deber ía despr ender se de las telar añas de los siglos, com o, por ejem plo, ha sucedido con el lem a barragana, cuya definición de 2001, todavía en la w eb de la RAE, m er ece ser tr anscr ita en su totalidad com o m odelo de anacr onism o y r eiter ación totalm ente innecesar ia: ?1. f. concubina. 2. f. Concubina que vivía en la casa del que estaba am ancebado con ella. 3. f. ant. M ujer legítim a, aunque de condición desigual y sin el goce de los der echos civiles. 4. f. ant. com pañer a (? per sona que se acom paña con otr a)?. Pues bien, en la edición en papel del DRAE

_______________________________________________________ [27] ?4. f. Tér m ino de cor tesía que se aplica a la m ujer solter a.? [28] Com o siem pr e, a la Academ ia se le quedan cabos sueltos sin r evisar, puesto que a pesar de la intr oducción de otr o tipo de m atr im onio en la acepción segunda del lem a, en casamiento, m ar cado com o ter m inología legal, no se contem pla m ás que la unión heter osexual: ?3. m . Der. Contr ato por el que un hom br e y una m ujer se com pr om eten a vivir en m atr im onio.? [29] Es cur ioso constatar que esta definición ha sustituido ?m uebles y alhajas? por ?enser es?, per o se m antiene en su fondo, de m aner a que solam ente constituye un ?ajuar ?par a el DRAE aquello que apor ta la m ujer a tr avés de un vínculo legal, no cuando se constituye una par eja de hecho o cuando la m ujer abandona el hogar pater no par a vivir sola.


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actual, barragana r em ite acer tadam ente a la entr ada barragán, na, que en su acepción cuar ta se define com o ?concubina?, per o que en la quinta, cam bia algo el r edactado e incluye un ver bo en pasado ?Esposa legítim a aunque de condición infer ior a la del m ar ido y a la que las leyes no r econocían los m ism os der echos civiles que a la esposa pr incipal?[30] M ención apar te, que m er ecer ía un capitulo exclusivo a no ser por que tem em os que se alar gar ía dem asiado esta ya excesiva pr olifer ación de ejem plos, es la de las m ujer es que continúan siendo nom br adas en el diccionar io de 2014 por su condición de esposas de un pr ofesional, com o ocur r e en una dem asiado lar ga lista de lem as que, año tr as año, vienen siendo denunciados com o sexistas e im pr opios de un diccionar io actual, per o que siguen apar eciendo en sus páginas, aunque, eso es cier to, la m ayor ía hayan sido ya acer tadam ente abandonados por el DRAE actual. Nos r efer im os a los lem as de pr ofesiones cuya entr ada contem pla la var iante m asculina y fem enina y cuya pr im er a acepción, acer tadam ente, se ha intr oducido com o ?per sona que?, en lugar del anter ior m asculino ?el que?, per o que en una ter cer a o cuar ta acepción continúan m anteniendo el anacr ónico ?m ujer del?, com o es el caso de mercadera, capitana, capataza, cacica, consulesa, barbera (¡en un ar tículo enm endado!), sastra y algunas otr as. Por cier to que cabe m encionar con satisfacción que baronesa, con entr ada apar te definida com o ?2. f. M ujer del bar ón? en 2001 y en la actual w eb de la RAE[31] ha desapar ecido en el diccionar io en papel, y su definición se ha incluido de m aner a genér ica en la entr ada barón, esa, así com o tam bién que se ha elim inado el lem a lencera, que consulesa no tiene entr ada apar te y que la entr ada huevera r em ite a huevero, ra, definición en la que la acepción ter cer a de ?3. f. M ujer del huever o? ya no existe. Por otr a par te, la m ater nidad esta pr ofusam ente tr atada en el diccionar io, desde los tiem pos de Autor idades. La m ater nidad y todo lo que la pr ecede y sucede, desde la pr im er a m enstr uación a la m enopausia, no siem pr e ha sido definida de una m aner a adecuada, al m enos no lo ha sido hasta la edición anter ior ; veam os qué ocur r e ahor a. Pues ocur r e m ás de lo m ism o, salvo honr osas excepciones, com o la de elim inar alguna acepción ? la octava de achaque ?m . desus. Em bar azo de la m ujer.? - puesto que los lem as anticuados, desusados y poco opor tunos en un diccionar io del siglo veintiuno se han ?enm endado? solam ente par a cam biar o bien la m ar ca fam. por la de col. en el

_______________________________________________________ [30] Aplaudim os que la Academ ia sustituya el tér m ino ?m ujer ? por el de ?esposa? en las definiciones en que se tr ata de vínculos civiles, en par alelo con el de ?esposo?. Ocur r e, sin em bar go, que com o no es una pr áctica totalm ente instaur ada, nos encontr am os otr a vez con incoher encias en algunos r edactados en los que la palabr a ?m ujer ?no sabem os si alude al sexo o a la condición civil fem enina. [31] Estam os hablando de la pr im er a sem ana de junio de 2015.


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m ism o achaque ?8. m . coloq. desus. M enstr uo de la m ujer.?[32] o bien par a añadir un ?gener oso? p.us, sin cam biar en nada la definición, com o en flor ?17. f. p. us. M enstr uación de la m ujer.?. Otr o tanto ocur r e con voces totalm ente desusadas com o librar, que sigue sin nota alguna de uso ?6. intr. Dicho de una m ujer : par ir.?, o encaecer, ya m ar cada com o ant. en el diccionar io de 2001, que sigue pr esente en el actual y que ha sido m odificada en su intr oducción, pasando de ?intr. ant. Par ir la m ujer ? a ?1. intr. ant. Dicho de una m ujer : par ir .?[33], exactam ente igual que con otr as entr adas, con peor intención o m ayor descuido, com o amular ?1. intr. desus. Dicho de una m ujer : Ser estér il.?, que r econociendo su étim o en ?m ula?, sigue sin una nota pr agm ática que avise de su contenido despectivo, que puede r esultar ofensivo par a cualquier per sona ?hom br e o m ujer - m ínim am ente sensible. Otr os lem as que per viven sin m ar ca alguna y que no podem os consider ar el colm o de la cor tesía lexicogr áfica (E. For gas, 2004,2), son despachar ?10. intr. coloq. Dicho de una m ujer : par ir.?, ocupada ?que m er ece una entr ada apar te de la de su for m a m asculina- ?1. adj. Dicho de una m ujer : pr eñada.?, o malparida ?1. f. M ujer que hace poco que m alpar ió.? Ante tanta desconsider ación hem os de m encionar, par a ser justas, que en la locución misa ~ de parida, o ~ de purificación ha cam biado el tiem po ver bal de 2001 ?se dice?por el actual con m ar ca de pasado ?1. f. La que se decía cuando una m ujer iba por pr im er a vez a la iglesia después del par to.? Otr os ejem plos, com o m ínim o desfasados, son apoyadura ?f. Raudal de leche que acude a los pechos de las hem br as cuando dan de m am ar.? y apoyar 1 ?tr. Sacar el apoyo o apoyadur a de los pechos de las hem br as.?[34] En otr o or den de cosas, nada que objetar a que sigan igual toda la ser ie de ?enfer m edades? que descr ibe el diccionar io alr ededor de la m ujer y su función m ater nal, com o la fiebre puerperal, el entuerto, el puerperio, la fiebre láctea u otr as dolencias fem eninas m ás gr aves, com o el pólipo, el zaratán, la eclampsia, el escirro ?1. m . M ed. Especie de cáncer que consiste en un tum or dur o de super ficie desigual al tacto y que se pr oduce pr incipalm ente en las glándulas, sobr e todo en los pechos de las m ujer es.?, el pelo ?16. m . Enfer m edad que padecen las m ujer es en los pechos,

_______________________________________________________ [32] Leem os en la acepción novena de esta m ism a entr ada ?Indisposiciones, m ar eos o ascos que padecen las m ujer es em bar azadas?. ¿no ser ía m ejor ?náuseas?en vez de ?ascos? y ?que pueden padecer ?en lugar del gener al ?padecen?? [33] Dicho de una m aner a castiza: ¿par a este viaje necesitábam os alfor jas? [34] Nótese la indeter m inación del diccionar io que en unas ocasiones habla de ?hem br as??incluyendo a la m ujer, por descontado- y otr as específicam ente de ?m ujer ?, de m aner a que no sabem os si incluye a las hem br as de los m am ífer os en la definición. Hacem os esta aclar ación por que en el caso contr ar io, cuando se tr ata de entr adas con r efer entes m asculinos sí que se aclar a siem pr e si se tr ata del ?hom br e? (en r ealidad deber ía de hablar de ?var ón?) exclusivam ente o si se incluye en la definición a ?los hom br es y anim ales m achos?.


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cuando están cr iando, por obstr ucción de los conductos de la leche.?, el respigón ?2. m . M ed. Enfer m edad de los pechos de la m ujer que está cr iando.?, todos ellos definidos aser tivam ente, de m aner a que par a el diccionar io las m ujer es las padecen ?sí o sí?, y m uy especialm ente vale la pena detener se en litre[35] ?1. m . Ár bol chileno, de la fam ilia de las Anacar diáceas, de hojas enter ísim as, flor es am ar illas en panoja, y fr utos pequeños y dulces, de los cuales se hace chicha. Su m ader a es tan dur a, que se em plea en dientes de r uedas hidr áulicas y ejes de car r etas. Su som br a y el contacto de sus r am as pr oducen sar pullido, especialm ente a las m ujer es y a los niños.? (¿?) M iedo da par ir ante tanta m ater nidad pr oblem ática, y aunque no acostum br am os a ser m alpensadas, nos par ece que el DRAE del Tr icentenar io continúa innecesar iam ente r ecr eándose en enfer m edades r eales o im aginar ias pr opias de las m ujer es, sin que se señale en ningún m om ento si se tr ata de ver siones coloquiales de otr as enfer m edades m ás conocidas, com o ?cáncer de m am a?, por ejem plo o si son, sim plem ente, pr oducto del im aginar io lexicogr áfico hispano.

6. M ASCULINO Y FEM ENINO EN LAS PROFESIONES: NO SE TRATA SOLO DE DESDOBLAR EL GÉNERO Hace ya bastantes años, al m enos desde antes de la vigésim a edición del DRAE, que venim os cr iticando al diccionar io (E. For gas, 1986) por la r esistencia a consider ar las pr ofesiones en fem enino y a definir el lem ar io con los dos géner os (abogado, da; ganadero, ra, torero, ra, etc.). Aunque edición tr as edición se ha venido am pliando el núm er o de pr ofesiones en las que se aceptaba la duplicidad de géner o[36], ni se ha hecho de m aner a gener al[37] ni, peor aún, se ha definido de m aner a igualitar ia los lem as de am bos géner os. Por una par te, la Academ ia se excusaba en la falta de docum entación de m uchas pr ofesiones en fem enino, de tal m aner a que en 2000 se nos dijo al encar gar nos el Infor m e que entr ar ían con doble géner o aquellas pr ofesiones

_______________________________________________________ [35] Que adem ás de r esponder a una pur a super stición chilena equipar a, una vez m ás, a m ujer es y niños. Y lo hace de m aner a incom pr ensible, por que m ister iosam ente se añade una segunda e innecesar ia acepción ?2. m . coloq. Chile. Enfermedad producida por la sombra de este árbol.?, esta vez sin discr im inación de sexo o edad. [36] Eulalia Lledó (2004: 279-373) llegó a contar hasta casi cuatr ocientos casos en los que el DRAE de 2001 eludía duplicar los géner os en los lem as r efer idos a pr ofesiones. [37] Quedan todavía en 2014 m uchas pr ofesiones inexplicablem ente en m asculino solam ente, com o, harnero, ballestero, cachuchero, flautero y m uchísim as otr as que no han var iado de géner o y que, com o orífice no han incluido el hiper ónim o ?per sona que?, com o se ha hecho en la m ayor ía de las pr ofesiones que ya en estas dos últim as ediciones han desdoblado el géner o.


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de las que se tuvier a, al m enos, tr es m enciones docum entales en fem enino. Nos par eció entonces, y nos par ece ahor a, que no es ese un buen m étodo, dado que m uchas de las m ujer es que ejer cían pr ofesiones a lo lar go de la histor ia er an nom br adas en m asculino ?¿acaso er a Juana de Ar co una ?soldada???, y, sobr e todo, el hecho de que no consten en ningún docum ento ?her r er as?, ?zapater as?o ?albañilas?no dem uestr a que no existier a ninguna m ujer que hubier a ejer cido tal pr ofesión -especialm ente las esposas de estos pr ofesionales en ausencia de sus esposos, siendo viudas o en cualquier m om ento de sus vidas en que tuvier an necesidad de dedicar se a ello- solam ente dem uestr a, com o en otr os tantos casos, la ocultación y m inusvalor ación de la m ujer y de su papel en la sociedad pr esente y pasada. Otr a cuestión que nos hace discr epar del pr ocedim iento suger ido por la Academ ia es que si el diccionar io en su edición coetánea no aceptaba abogada, por citar un caso que hizo cor r er r íos de tinta en su m om ento[38], pocos ejem plos docum entales podr íam os obtener de esta palabr a, puesto que las m ujer es pr ofesionales de la abogacía no la usaban por no estar contem plada en el diccionar io académ ico: una pescadilla que se m uer de la cola, por decir lo llanam ente. La aceptación académ ica de la entr ada de la m ujer en distintas pr ofesiones y su cor r espondiente desdoblam iento de géner o ha sido tr atada hasta la saciedad en la m etalexicogr afía no oficial, en num er osos ar tículos, ponencias y com unicaciones en congr esos que se posicionaban en favor o contr a de la aceptación del fem enino en tal o cual pr ofesión[39], por lo que nosotr os aquí obviar em os el tem a, r em itiendo al lector a la num er osa bibliogr afía al r especto. Com o hem os señalado en el título de este apar tado, las difer encias entr e las m ujer es y hom br es pr ofesionales no se lim ita a estos casos, cada vez m ás aceptados en las nuevas ediciones, sino en algo m ucho m ás sutil y m enos denunciado, en lo que ahor a nos quer em os detener.

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[ 38] Abogada apar ecía hasta el DRAE de 1970 com o entr ada apar te y definida com o ?M ujer que se halla legalm ente autor izada par a pr ofesar y ejer cer la abogacía?, con este tipo de definiciones que r ebajaban la capacidad intr ínseca de las m ujer es ejer cer una pr ofesión al m ism o nivel que los var ones (descr ito éste com o ?Per ito que? ?, per o entr ó a for m ar par te del diccionar io académ ico en el Suplem ento de esta decim onovena edición, dentr o del lem a abogado, da, esta vez descr ito com o ?Per sona que? ? [39] Ocur r ió en su m om ento con ministro y ministra y con presidente o presidenta, obviando que existía desde antiguo en español sirviente y sirvienta, dependiente y dependienta, cliente y clienta, etc., y ocur r e actualm ente con juez y jueza, que acepta el DRAE com o pr ofesión en fem enino a r egañadientes (véase su nota intr oductor ia), alineándose con quienes objetan que juez no lleva m ar ca de m asculino y, por lo tanto, no deber ía cam biar a fem enino. ¿Olvidan los opositor es a la palabr a jueza que en español existe andaluz y andaluza y aprendiz y aprendiza? ¿O es que ser aprendiza o sirvienta no alter a la lengua, per o presidenta y jueza si? ¿Qué hay de gr am ática y que hay de m inusvalor ación de la m ujer en estos casos?


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Una de estas cuestiones no r esueltas es la de confer ir una entr ada distinta par a un lem a fem enino, cuando podr ía, en ar as de la econom ía y de la igualdad, ser una acepción del ar tículo de entr ada, com o es el caso de la entr ada actual especial par a comandanta ?1. col. M ujer del com andante?, par a pobra ?1. adj. coloq. desus. Dicho de una m ujer : pobr e, que pedía lim osna de puer ta en puer ta.? y par a cantatriz ?1. f. p. us. cantante (? m ujer que canta por pr ofesión)?. En cam bio, sí se han elim inado tanto la acepción especial par a jineta2 del diccionar io anter ior ?8. And. y Am ér . M ujer que m onta a caballo?, com o las entr adas independientes del 2001 de clienta y borrica ?2. f. coloq. M ujer necia?, aceptando que cliente, ta y borrico, ca (que se define de una m aner a m enos despectiva), pueden per fectam ente ser vir par a los dos géner os. Per o quizá lo m ás sor pr endentem ente agr adable en esta nueva edición del diccionar io es que se hayan m olestado sus r edactor es en solventar un pr oblem a que, al m enos por nuestr a par te, hem os denunciado r epetidam ente en todos nuestr os escr itos. Se tr ataba de las difer encias de cr iter io a la hor a de definir a las m ujer es o a los var ones que ejer cen una pr ofesión o un car go, una vez se ha aceptado que son pr ofesiones que las m ujer es pueden ejer cer y ejer cen de hecho en nuestr a sociedad (véase nota 40 par a el caso de abogada). Hem os de decir, en pr o de la justicia, que ya en las anter ior es ediciones, y m uy especialm ente en el DRAE de 2001, se fuer on r ectificando algunos casos histór icos, com o los de notario y notaria, definido el pr im er o com o solam ente m asculino[40] y con una entr ada separ ada par a notaria, en la que la definía no solam ente com o mujer del notario -algo habitual en estos casos- sino que, en una segunda acepción, se la definía com o mujer que ejerce el notariado, dando la im pr esión que el car go er a exclusivam ente m asculino ?de por vida?, m ientr as que una m ujer notaria lo ejer cía de m aner a accidental. En la nueva edición se ha per feccionado este cam ino, con la elim inación de la entr ada especial par a sín di ca[41], r esuelta con la entr ada doble de síndico, ca y la intr oducción de ?per sona que? en la definición. Solventados estos despr opósitos, la Academ ia no nos deja de sor pr ender, en esta nueva edición, r epitiendo sus ar bitr ar ias soluciones par a este tipo de entr adas, puesto que ha decidido, una vez m ás, com o leem os en la intr oducción del volum en del Tr icentenar io que ?cuando en el ar tículo integr ador hay al m enos una acepción par a la for m a exclusivam ente fem enina ?por ejem plo, per r a ?r abieta??, esta tiene tam bién entr ada pr opia?, per o contr aviene, una vez m ás, tam bién, esta ya de por si

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[ 40] Definido com o: 3. m . Funcionario público autorizado para dar fe de los contratos, testamentos y otros actos extrajudiciales, conforme a las leyes. [41] Todavía así en la w eb de la RAE, entr ada cr eada exclusivam ente par a las m ujer es segovianas en Santa Águeda.


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antieconóm ica nor m a en var ias entr adas. Por una par te, sigue m anteniendo incom pr ensiblem ente entr adas separ adas (y definiciones distintas, clar o está), y por otr a par te continua calificando de distinta m aner a las acepciones m asculinas o fem eninas de una m ism a entr ada, com o es el caso de gobernanta ?M ujer que en los gr andes hoteles tiene a su car go el ser vicio de un piso en lo tocante a lim pieza de habitaciones, conser vación del m obiliar io, alfom br as y dem ás enser es»; «encar gada de la adm inistr ación de una casa o institución?, que no se ha integr ado com o una acepción distinta en el ar tículo gobernante, únicam ente m asculino, el cual, adem ás, continua con su sor pr endente definición de ?2. m . coloq. Hom br e que se m ete a gober nar algo?. Si las m ujer es no gobier nan las naciones según el DRAE, tam poco se dedican a los negocios o al com er cio, puesto que en tr es ocasiones en las que podr ían haber sustituido el tér m ino ?hom br e de negocios? por ?per sona dedicada a los negocios?, en las entr adas borrador, manual o escritorio? no lo han hecho, elim inando de un plum azo a las m ujer es de cualquier a de estas labor es pr ofesionales. Si dejam os apar te los r esiduos histór icos según los cuales alcaldesa continúa siendo la ?m ujer del alcalde?, capitana la ?m ujer del capitán? y militara la ?esposa, viuda o hija de m ilitar ?, con los añadidos de coloq. o p.us. en el DRAE de 2014, nos toca ahor a r econocer los pr ogr esos que la edición del Tr icentenar io ha hecho en este ám bito. El caso ya citado de discr im inación r eiter adam ente denunciado por quienes pr etendem os velar por la igualdad lexicogr áfica er a el de la sutil difer encia entr e pr ofesionales según su sexo, com o ocur r ía en 2001 con el lem a alcalde, definido únicam ente en m asculino, ?1. m . Pr esidente del ayuntam iento de un pueblo o tér m ino m unicipal, encar gado de ejecutar sus acuer dos, dictar bandos par a el buen or den, salubr idad y lim pieza de la población, y cuidar de todo lo r elativo a la Policía ur bana. Es adem ás, en su gr ado jer ár quico, delegado del Gobier no en el or den adm inistr ativo.? y alcaldesa ?1. f. M ujer que ejer ce el car go de alcalde.?, que er a definida incom pr ensiblem ente (y lo es todavía en la w eb de la RAE) com o alguien que ?ejer ce el car go?que le cor r esponde en pur idad a un hom br e, en este caso, al alcalde, o com o tam bién ocur r ía con la doble entr ada de cónsul y consulesa (actualm ente pr esente tam bién en la w eb de la RAE), siendo el pr im er lem a definido com o com ún en su acepción cuar ta ?4. com . Per sona autor izada en una población de un Estado extr anjer o par a pr oteger las per sonas e inter eses de los individuos de la nación que lo nom br a.?, per o que en su cor r espondiente entr ada par a consulesa -ahor a desapar ecida- seguía definiéndose com o alguien que ejer ce un car go que par ece que en r ealidad no le per tenece ?1. f. En algunos países, m ujer que desem peña el car go de cónsul.?


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Otr o ejem plo en favor de la nueva edición es la sustitución de la entr ada matrona ?1. f. M ujer especialm ente autor izada par a asistir a las par tur ientas? por la com ún matrón, na, en la que se ha cam biado el hiper ónim o ?m ujer ? por el genér ico ?per sona?, aunque quedan algunos flecos por r esolver, com o siem pr e ocur r e en la Academ ia, puesto que no se entiende que difer encien esta palabr a de su sinónim o comadrón, na, definida ésta com o ?per sona con títulos legales que asiste a la par tur ienta?, cuando hoy en día las m atr onas salen, com o las com adr onas, de las aulas univer sitar ias españolas com o tituladas en una especialización de la car r er a de enfer m er ía.

7. PAREJAS DESPAREJADAS: VARONES, M ACHOS, M UJERES Y HEM BRAS Y tr atando de tér m inos pr ofesionales equivalentes per o con distintas definiciones según el sexo de la per sona, llegam os en este apar tado a un punto cr ucial de nuestr o estudio. No se tr ata ahor a de lem as desfasados, obsoletos, despectivos o denigr ator ios hacia la m ujer que bien podr ían haber desapar ecido por anticuados, tr asladados a un diccionar io histór ico, o bien podr ían, en la m ayor ía de los casos, haber se dotado de una m ar ca pr agm ática (E. For gas 1998) que avisase al lector de su uso despectivo o del agr avio que el em pleo de esa palabr a supone par a la m itad del m undo hispanohablante. No, de lo que vam os a tr atar ahor a -dejando apar te el capítulo dedicado a las pr ofesiones- es de la visión difer encial por r azón de géner o de distintas entr adas que deber ían definir se con un evidente par alelism o. Algunos de estos lem as, aunque quizá poco significativos, han sido r evisados, com o puede ser lo feminización, antes definido com o ?1. f. Biol. Apar ición y desar r ollo de los car acter es sexuales fem eninos en la m ujer nor m al, en el tiem po de la puber tad.? y su par alelo masculinización, que se definía únicam ente com o ?1. f. Biol. Desar r ollo de car acter es sexuales secundar ios pr opios del m acho en la hem br a de cualquier especie anim al.?, y que ahor a han var iado en pr o del igualitar ism o lexicogr áfico al intr oducir una acepción segunda en el lem a feminización par alelo a su par eja m asculina ?2. Apar ición de deter m inados car acter es sexuales fem eninos en el m acho de cualquier especie anim al?, aunque tam bién hem os de r efer ir nos a otr as acepciones no m odificadas que en nada nos extr añan, conociendo el pensam iento de nuestr a sociedad, com o son las acepciones segundas de mujeril ?2. adj. Adam ado, afem inado.? y varonil ?2. adj. Esfor zado, valer oso y fir m e.? En estos casos, tiene r azón la Academ ia cuando se justifica diciendo que solam ente actúa de notar io de lo que piensa el com ún de los hablantes.


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Per o de lo que r ealm ente quer em os hablar en este capítulo, por que nos par ece im por tante, es del gr an núm er o de lem as que hem os r epetidam ente denunciado que consider an a las m ujer es equipar adas en su totalidad con las hem br as anim ales. Nada que objetar si ocur r ier a lo m ism o con los var ones, per o eso es algo que no se da ni siquier a en esta últim a edición, en la que se han tenido tr ece años par a enm endar estos desajustes lexicogr áficos. Es cier to, sin em bar go, que algo se ha m ovido en el seno de la Academ ia cor r igiendo desfases que habían conseguido indignar a buena par te de los lector es hispanohablantes, hom br es o m ujer es, sensibles ante casos flagr antes de discr im inación por r azón de sexo. Ha sucedido con entr adas im por tantes com o padre ?1. m . Varón o animal macho que ha engendrado a otro ser de su misma especie[42].? y madre, que ha m odificado afor tunadam ente par te de la entr ada pr im er a al incluir a las m ujer es, pasando de la definición solam ente anim al de 2001 ?1. f. Hembra que ha parido[43].? a ?1. m . M ujer o animal hembra que ha parido a otro ser de su misma especie?, y que, sobr e todo, ha incluido una segunda acepción ?2. M ujer o animal hembra que ha concebido?, que a pesar de m antener la desigualdad entr e ?engendr ar ? y ?concebir ?[44] par ece que ha quer ido solventar alguno de los pr oblem as jur ídicos que estas definiciones desiguales m antenidas hasta la actual edición podían llegar a com por tar. Seguim os por la m ism a senda de indeter m inación si leem os las definiciones de hembra ?1. f. Anim al del sexo fem enino. 2. f. m ujer (? per sona del sexo fem enino)? y macho ?1. Anim al del sexo m asculino?, en la que no hay ni una sola r efer encia a ?var ón, o per sona del sexo m asculino?en toda la entr ada macho, com o cor r esponder ía a una definición em par ejada. Per o eso no es todo, por que se continúa degr adando a las m ujer es, anim alizándolas al consider ándolas solam ente ?hem br as? en num er osas entr adas en las que se obvia el tér m ino ?m ujer ? incluyéndolo dentr o del de las hem br as de los anim ales, cosa que no ocur r e con el tér m ino ?m acho?, que va siem pr e pr ecedido por ?var ón o?. Ocur r e especialm ente con los tér m inos m édicos fem eninos, com o parir ?1. intr. Dicho de una hem br a de cualquier especie vivípar a: Expeler en

______________________________________________________ [42] Nos pr eguntam os si es posible engendr ar ser es de especies distintas. [43] Nos hem os cansado de r epetir a quien quisier a oír nos o leer nos que la única definición de m adr e del diccionar io anter ior ?y que m antiene la w eb actual de la RAE? podía com por tar pr oblem as jur ídicos de gr avedad si una madre de alquiler de las m uchas que han par ido hijos que no habían concebido quisier a, bajo la autor idad nor m ativa de la Academ ia, hacer valer sus der echos com o m adr e de la cr iatur a que había par ido. [44] Según el DRAE 2014: en gen dr ar ?Dicho de una persona o un animal dar vida a un nuevo ser? y con cebi r ?Dicho de una hembra: empezar a tener un hijo en su útero?. Realm ente, no nos clar a gr an cosa el diccionar io, puesto que cualquier madre de alquiler puede em pezar a tener en su úter o un ser al que no sabem os si podem os o no llam ar hijo, lo que nos llevar ía, cr eem os, a un galim atías legal que en este m om ento no podem os afr ontar.


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tiem po opor tuno el feto que tenía concebido[45]?y especialm ente en tér m inos r efer entes a la anatom ía fem enina y m asculina, donde de explicita clar am ente la difer encia que venim os denunciando. Es el caso de vagina, descr ito com o ?1. f. Anat. Conducto m uscular y m em br anoso de las hem br as de los m am ífer os que se extiende desde la vulva hasta la m atr iz.?, fr ente a pene, que se define com o ?Ór gano m asculino del hom br e y de algunos anim ales que sir ve par a m iccionar y copular ?. Obsér vese no solam ente la incoher encia entr e ?de las hem br as? y ?del hom br e y de algunos anim ales?, sino tam bién la falta de pr ecisión de la definición, al no m encionar en pene que se tr ata de anim ales m achos. Otr o ejem plo sim ilar lo encontr am os en clítor is ?Ór gano pequeño, car noso y er éctil que sobr esale en la par te anter ior de la vulva?, en cuya definición no queda clar o si se tr ata de la vulva de las hem br as de los m am ífer os (com o se despr ender ía de la definición de vagina) o únicam ente de la de las m ujer es. Y ya que tr atam os de tem as íntim os no podem os dejar de señalar dos ejem plos par adigm áticos de la desconsider ación o desconocim iento de las m ujer es de los que hace alar de el diccionar io. Nos r efer im os a dos casos ya am pliam ente citados en alguno de nuestr os ar tículos; el de cr ica y el de una par eja que no deja de sor pr ender nos y sor pr ender a quienes se la m ostr am os y es la de felación y cunnilingus. La par eja tiene su histor ia, puesto que en 2000, cuando a la par de encar gar nos la r evisión de los lem as discr im inator ios la Academ ia nos pidió tam bién que apor tár am os algunas entr adas r elativas a las m ujer es que consider ásem os que deber ían for m ar par te del diccionar io, nosotr as incluim os, entr e otr as,[46] la palabr a cunnilingus, que suger íam os deber ía definir se en par alelo con la de felación ?1. Estim ulación bucal del pene? com o ?Estim ulación bucal del clítor is?. Pues bien, la Academ ia, una vez pr esentadas las pr uebas docum entales r equer idas par a que la palabr a fuer a aceptada, la intr odujo en el DRAE de 2001, per o con una definición totalm ente inapr opiada, si no r idícula, que, lam entablem ente, continua apar eciendo en el nuevo DRAE de 2014: ?Pr áctica sexual consistente en aplicar la boca a la vulva?. Algo sim ilar (por lo absur do y r isible) ocur r ía con otr a definición que dejaba en m uy m al lugar la com petencia etim ológica de la Academ ia y que vem os que ha sido m odificada, al m enos, en su etim ología. Nos r efer im os a cr ica, que en las anter ior es ediciones apar ecía con una m ar ca etim ológica incom pr ensible y r idícula ?voz onom at. 1. f. Par tes pudendas de la m ujer.?, y que en esta nueva edición ?a pesar de no haber var iado su anacr ónica definición- r em ite etim ológicam ente a clica, esta vez sí ?voz onom atopéyica?, per o r efer ida al sonido del ?M olusco lam elibr anquio m ar ino, com estible, dim iar io, con valvas iguales, de for m a cor azonada y pr ovistas de sur cos ____________________________________________ [45] Otr a vez deber íam os pr eguntar a la Academ ia qué entiende por la expr esión ?tiem po opor tuno?. ¿Tener un hijo seism esino o sietem esino es par ir ?; ¿lo es tam bién tener un hijo m ediante cesár ea, ya que la m adr e no ha ?expelido? a la cr iatur a en este acto? [46] poner


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r adiantes?, en r esum en, el r uido pr oducido por el choque de las valvas de una especie de alm eja, no por las ?par tes pudendas?de las m ujer es. Otr as par ejas despar ejadas del diccionar io son misoginia y androfobia, puesto que la pr im er a es definida com o ?Aver sión a las m ujer es? y la segunda com o ?Fobia a los var ones?, sin que sepam os m uy bien el por qué de esos cam bios, o de la inexistencia de androcracia com o lem a opuesto a ginecocracia, que sí apar ece ?f. Gobier no de las m ujer es?, o incluso la incom pr ensible definición de andropausia com o ?Clim ater io m asculino?, cuando climaterio es definido com o ?Per iodo de la vida en que cesa la función r epr oductor a?, y cuando ninguno de los especialistas consultados nos ha confir m ado lo acer tado de esta segunda definición r efer ida al sexo m asculino.

8. A M ODO DE RESUM EN Por lo que hem os podido analizar de esta edición del Tr icentenar io, la Academ ia ? a pesar de algunos tím idos cam bios- continúa sin r ealizar gr andes m ovim ientos ni en su m acr o ni en su m icr oestr uctur a, a pesar de las m uchas voces (incluidas algunas académ icas) que van pidiendo desde hace m ucho tiem po un auténtico ?nuevo diccionar io?. Un diccionar io de nueva planta que no se lim ite a m aquillar algunos er r or es y a pr etender m oder nizar se a base de aceptar nuevas palabr as com o amigobio, bloguero, bótox, cameo, chat, dron, espanglish, friki, hipervínculo, hacker, naturópata, pilates, precuela, serendipia, SM S, tableta electrónica y tuitear, com o han pr egonado los per iódicos con gr an algar abía, sino que se tom e en ser io la r evisión de los lem as ya existentes, de su justificación en un diccionar io del siglo XXI (que se supone tendr á en par alelo su Diccionario Histórico en un tiem po pr udencial) y de lo opor tuno y justificado o no de sus definiciones, par a que entr adas que contr avienen estos pr eceptos, por desusadas y denigr antes, com o atropellaplatos ?fes. Cr iada o fr egona tor pe?, mondonga ?despec. p. us. Cr iada zafia? o maritornes ?coloq. M oza de ser vicio or dinar ia, fea y hom br una? pasen a for m ar par te del vocabular io olvidado de los hispanohablantes, r elegado al baúl histór ico de los r ecuer dos léxicos. En r esum en, ¿qué le pedim os al diccionar io de nuestr a época, al de la sociedad que tiende al igualitar ism o, al que ha de dar r espuesta a una ciudadanía que pr ocur a r espetar cada vez m ás la im agen social del otr o?(E. For gas:2004-2) Le pedim os, entr e otr as cosas, que dem uestr e la sensibilidad social suficiente par a, por lo m enos, plantear se algunas dudas acer ca de este tipo de definiciones y que tr ate de em plear un lenguaje socialm ente justo que ayude a valor ar cier tos colectivos desfavor ecidos, ______________________________________________________ [47] Nos r efer im os a cier tos colectivos que pueden ser definidos por exclusión: el de los no-varones, el de los no-creyentes, el de los no-conservadores, el de los no-heterosexuales y el de los no-blancos, etc.


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com o m ujer es, indígenas, m or os, gitanos (E. For gas 2011), hom osexuales, etc., facilitando su em poder am iento[47]. No le hem os pedido nunca, com o hem os dicho ya r epetidas veces, que la Academ ia elim ine de r aíz las palabr as ofensivas, solam ente pedim os que tr ate de valor ar lo acer tado o no de su definición y que las m ar que convenientem ente com o lo que son: despectivas, ofensivas o, clar am ente, insultantes. Quede clar o, sin em bar go que no defendem os el llam ado lenguaje políticam ente cor r ecto, que tr ata de m aquillar la r ealidad, al contr ar io, lo que pr etendem os es que a la vez que el lenguaje defienda la im agen social de cier tos colectivos E. For gas 2004c), no los oculte sino que los haga em er ger y los r evalor ice. · Elim inación de tér m inos obsoletos o totalm ente anacr ónicos, que pueden per fectam ente pasar al futur o Diccionario Histórico del español, com o ocur r e con la m ayor ía de los señalados en el apar tado de r opajes, ador nos y útiles fem eninos de otr as épocas. ·

Reducción o elim inación de entr adas desdobladas innecesar ias y gener alm ente con r edactados discr im inator ios en el lem a fem enino, com o pobra, jineta, borrica y otr as ya señaladas en el apar tado cor r espondiente.

· Cam bios en el r edactado de algunas entr adas de tipo sexual, com o la no citada promiscuidad, definida antes com o ?2. f. Convivencia con per sonas de distinto sexo.? y que ha pasado a ser definida com o ?1. Relación sexual poco estable con distintas per sonas?, aunque honor sigua teniendo una ter cer a acepción ver dader am ente desfasada, sin m ar ca alguna, com o ?Honestidad y r ecato en las m ujer es y buena opinión gr anjeada con esas vir tudes[48] · Desdoblam iento casi gener al de la entr ada en m asculino y fem enino en los lem as pr ofesionales que lo aceptan, com o sepulturero, ra (desdoblado ahor a) y r edactado genér ico de los antes consider ados com ., com o regante (consider ado ahor a m . y f.), con algunas excepciones u olvidos, no siem pr e aceptables en la er a de la infor m atización, y tam bién con algunos ?despistes? académ icos que continúan evidenciando la im agen m asculina que pr edom ina en el im aginar io colectivo hispano · Cam bios de r edactado en entr adas que evidenciaban la óptica m asculina de quien se encar gaba de las definiciones, com o celambre, que hasta la anter ior edición de definía com o ?1. f. Celos de la m ujer am ada.?, y que actualm ente ha sido sustituido por ?f. p. us. Celos (sospecha de que la per sona am ada m ude su car iño)?, que, dejando apar te lo acer tado o no de la r edacción, al m enos abr e las puer tas a que cualquier a de los dos sexos pueda sentir esa sensación. _______________________________________________________ [48] Acer ca de lo que todavía nuestr o diccionar io actual continúa consider ando vicios o vir tudes, véase E. For gas 2006 b.


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· Intr oducción de cier tas m ar cas de uso que apor tan m atices pr agm áticos necesar ios a las definiciones de algunos lem as, per o que no siem pr e r esultan acer tadas, puesto que sustituir sim plem ente coloquial por familiar, com o se ha hecho en m uchos casos, poco apor ta al contenido pr agm ático de la definición, com o ocur r e con la difer encian entr e vulg. Y malson.[49], por que sigue el diccionar io sin r etir ar m ar cas ofensivas de algunas definiciones, com o la de consider ar ?festiva? la definición denigr ator ia de atropellaplatos (¿festiva, par a quién?, nos pr eguntam os). · Cam bios en el r edactado de cier tos lem as ofensivos o discr im inator ios hacia el colectivo fem enino ?puesto que solam ente nos hem os centr ado en este gr upo social en el pr esente estudio-, tales com o los acaecidos en meón, na, que ha pasado de definir se en 2001 com o ?3. f. coloq. p. us. M ujer, y m ás com únm ente niña r ecién nacida? a tr ansfor m ar se, en justicia, en 2014, en ?m . f. 3. Coloq. Niño r ecién nacido? · Equipar ación -m uy r educida- de lem as par alelos que han pasado a ser definidos con m ayor coher encia de géner o, com o los citados padre y madre (no equipar ados todavía del todo), per o con gr aves difer encias que se m antienen en otr os, com o macho y hembra, com o hem os señalado anter ior m ente. Algunos de estos cam bios sustanciales en se han incluido a r egañadientes en definiciones que podían acar r ear pr oblem as jur ídicos, com o en matrimonio, par a adaptar se al or denam iento jur ídico, aunque se haya hecho con una segunda acepción del lem a innecesar iam ente far r agosa y r epetitiva de la acepción anter ior : ?En deter m inadas legislaciones, unión de dos per sonas del m ism o sexo, concer tadas m ediante cier tos r itos o for m alidades legales par a establecer y m antener una com unidad de vida e inter eses?, cuando, en r ealidad, podr ían haber se unido las dos acepciones sim plem ente con añadir a la pr im er a en el sintagm a ?unión de hom br e y m ujer ? el de ?o de per sonas del m ism o sexo?, o, m ejor aún, haber elim inado am bos sintagm as y decir, sim plem ente, ?unión de dos per sonas? ? evitando m encionar si de uno o dos sexos se tr ataba. · Tím idos cam bios en algunas etim ologías, que, com o ya habíam os denunciado (E. For gas 2004a y 2009a), elim inaban sistem áticam ente la m ar ca de fem enino en las r efer encias etim ológicas, com o maestro, tra, que r em itía únicam ente al m asculino, y que en la edición actual afor tunadam ente se ha m odificado ?del lat. m agister -tr i, la for m a f. del lat. m agistr a?. Otr as

_______________________________________________________ [49] Así, continua sin entender se que coño, picha y carajo sean ?m alsonantes?y que chocho se consider e ?vulgar ?, por poner algunos ejem plos de lo aleator io del em pleo de las m ar cas en el DRAE.


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etim ologías o bien escam oteaban la par ticipación de la m ujer, com o en curio ?Del fr. cur ie, y este de M . Cur ie, 1867-1934, y P. Cur ie, 1859-1906, científicos fr anceses?, que sigue igual, o bien dudaban de la autor ía fem enina, em pleando habitualm ente expr esiones com o ?atr ibuido a?, ?se cr ee que?, etc., y que han cam biado tím idam ente en algún ejem plo, com o en magdalena ?Quizá por alus. a M adeleine Paum ier, cociner a fr ancesa a la que se atr ibuye la invención?, que ha var iado, aunque m uy poco, elim inando el adver bio ?Del fr. m adeleine y este de M adeleine Paum ier, cociner a fr ancesa a la que se atr ibuye la invención?. Cur ioso destacar que, una vez denunciado que en las etim ologías fem eninas se citaba sistem áticam ente al padr e, esposo o am ante de la cr eador a del étim o[50], el nuevo diccionar io ha r etocado positivam ente solam ente una de estas etim ologías, la de malinche ?De M alinche, apodo de M ar ina, am ante de Her nán Cor tés, 1485-1547?, definida así en el diccionar io de 2001, que ha pasado a tener m ayor pr otagonism o fem enino en la nueva etim ología, que r econoce, com o m ínim o, su apor tación a la histor ia de la conquista ?De M alinche, esclava m exicana que desem peñó un papel im por tante en la conquista española de M éxico com o intér pr ete, consejer a y am ante de Her nán Cor tés?, por lo cual felicitam os sincer am ente a la Academ ia, en esta ocasión, y esper am os que pr onto otr as esposas, her m anas o m adr es r ecobr en pr otagonism o etim ológico por sus valor es per sonales, no únicam ente por su situación fam iliar.

En r esum en, el diccionar io, que es un texto didáctico con pr etensión nor m ativa, sigue sin m ostr ar coher encia en sus cam bios, edición tr as edición, de m aner a que algunos par ecen hechos a voleo, a discr eción de quien los r edacta, sin que exista una nor m a gener al par a todos ellos. Nos r efer im os, por ejem plo, al cam bio, que r esultar ía extr em adam ente fácil en un diccionar io infor m atizado com o el actual, del hiper ónim o ?El que?, r efer ido m uy especialm ente a las pr ofesiones o car gos, por el de ?Per sona que?, tal com o pedíam os en nuestr o infor m e, y que se ha r ealizado en la m ayor par te de los lem as susceptibles de ello, per o no en todos, com o er a de

_______________________________________________________ [50] Entr e otr as, podem os citar anabolena ?De Ana Bolena, m ujer de Enr ique VIII, r ey de Inglater r a?, claudia ?Por alus. a Claudia de Fr ancia, 1499-1524, esposa de Fr ancisco I?, monimiáceo, a ?Del gr. , m ujer de M itr idates VI, r ey del Ponto?, alboronía ?Del ár. al-bur aniyya, guiso que lleva el nom br e de Bur an, esposa del califa al-M a?m un?, carlota ?De Car lota, esposa de Jor ge II de Inglater r a?, luisa ?De M ar ía Luisa de Par m a, 1751-1819, esposa de Car los IV, por haber se dedicado la planta a esta r eina? y mesalina ?Por alus. a M esalina, esposa de Claudio, em per ador r om ano?, que siguen igual en el nuevo DRAE.


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esper ar [51]. Venim os insistiendo, desde hace tiem po, en que si el diccionar io académ ico es, o se inter pr eta, tam bién, com o un libr o de nor m as; nor m as lingüísticas, nor m as léxico-sem ánticas, nor m as gr am aticales, nor m as m or fológicas y nor m as or togr áficas, podr ía y deber ía ser lo tam bién de nor m as sociales, nor m as ligadas al em pleo inclusivo o exclusivo y, especialm ente, de la adecuación pr agm ática de los tér m inos de un idiom a (E. For gas . Pues bien, algo ha cam biado en la Academ ia en estos tr ece años (evitam os ir onizar glosando a Lam pedusa), y algo había cam biado tam bién, en el m ism o sentido, en la edición anter ior (E. For gas 2006a) y nos congr atulam os de ello, com o m ujer es y com o hispanohablantes. Ojalá siga el diccionar io en esta senda, no solam ente en r elación a los tér m inos que ahor a hem os analizado, sino r enovando de r aíz su m acr oestr uctur a y su m icr oestr uctur a; en una palabr a, cr eando de nueva planta un r ealm ente ?nuevo diccionar io de la lengua española?.

9. PARA TERM INAR, ALGUNAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA PREVISIBLE Inasequibles al desaliento lexicogr áfico, no podem os ter m inar este ar tículo sin volver a dir igir a la docta institución algunas pr eguntas que desde hace m ucho tiem po están instaladas en las m entes de sus seguidor es ?sean o no m eta lexicógr afos o estudiosos de la lengua- y que podem os r esum ir en: i) ¿Par a cuándo se decidir á la Academ ia a descar tar de las páginas del diccionar io del siglo XXI las centenas de palabr as que deber ían engr osar las páginas del diccionar io histór ico y r ebajar el peso físico y m or al del actual DRAE? ii) ¿Hasta cuándo se seguir á publicando un volum en en papel de casi 3000 páginas, totalm ente im posible de tr asladar (en la época de los por tátiles cada vez m ás livianos), cuando podr ía sacar se, dir ectam ente, un diccionar io en CD, com o ha ocur r ido en anter ior es ediciones? ¿Es, com o sospecham os los sufr idos usuar ios, una decisión exclusivam ente económ ica? ¿Tendr em os que com pr ar, dentr o de un tiem po, el CD del diccionar io de 2014 si quer em os que nos sea ver dader am ente de utilidad

_______________________________________________________ [51] Puesto que sí se hizo en su m om ento con la petición que contenía nuestr o Infor m e de 2000 cuando r ecom endam os a la RAE que elim inar a el innecesar io y degr adante añadido del sinónim o ?r am er a? a cualquier a de las definiciones en las que entr ar a la palabr a ?pr ostituta?, algo que sucedía habitualm ente en el DRAE y que, adem ás de no añadir nada a la pr opia definición, r esultaba insultante par a una pr ofesión que quedaba suficientem ente clar a con el ter m ino gener alm ente aceptado de ?pr ostituta?. Pues bien, si eso se hizo tam bién podr ía haber se cam biado sistem áticam ente el hiper ónim o m asculino de ?El que?, per o a esa petición se nos alegó que er a algo que deber ía tr atar se de uno en uno de los lem as y no de m aner a sistem ática.


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pr áctica? Y otr a cosa m uy im por tante, ¿contendr á este diccionar io en CD las m ism as definiciones que el que ahor a hem os adquir ido en papel?[52] iii)

Siguiendo esta m ism a cuestión, ¿cr ee la Academ ia lingüísticam ente aceptable que el m undo hispanohablante se enfr ente a definiciones totalm ente distintas en la w eb de la RAE (la opción de consulta m ás usada, pr evisiblem ente) y en el diccionar io apar ecido a finales de 2014? ¿Puede alguien que ha consultado la w eb -en la que se avisa que el diccionar io expuesto es el de 2001- y desconoce por com pleto que haya cam biado alguna definición en el nuevo diccionar io en papel r eivindicar esa definición, incluso legalm ente? (Estam os pensando en entr adas com o matrimonio, padre y madre, o huérfano, na)

iv)

Y, finalm ente, la pr egunta m ás im por tante, ¿no cr ee la Academ ia que el m undo hispanohablante se m er ece contar con un diccionar io en línea, gr atuito, válido par a todos los sopor tes electr ónicos, que contenga íntegr am ente la nueva edición y que sea consultado gr atuita y libr em ente por toda la com unidad de habla hispana, con com odidad desde sus distantes y distintos lugar es de r esidencia?

Dado que estas pr eguntas no van a ser r espondidas ?nos tem em os- en m ucho tiem po, no quer em os ter m inar este estudio sin r econocer los cam bios positivos r ealizados en la llam ada Edición de Tr icentenar io, que aun siendo escasos, nos han pr ocur ado la leve satisfacción de saber que, algunas veces, algunas voces son escuchadas.

_______________________________________________________ [52] No sucedió así en la edición de 2001, puesto que en 2003, cuando llevábam os tr abajando casi dos años en la ver sión en papel del diccionar io par a nuestr o libr o encar gado por el Instituto de la M ujer, apar eció la edición en CD, con m uchas definiciones cam biadas, lo que nos supuso r evisar com pletam ente el tr abajo hecho en esos años.


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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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ESTHER FORGAS BERDET

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Diccion ar io h istór ico de l a m in er ía: pr ol egóm en os[1]

Pilar Díez de Revenga Tor r es Real Academia Alfonso X el Sabio

El pr oyecto Diccionario histórico de la minería: prolegómenos[2] tuvo com o antecedentes otr os titulados El léxico especializado del español: la minería en M urcia en el siglo XIX (2003-2005) y El léxico de las técnicas minera y metalúrgica (2007-2009)[3]. La actividad que se desar r olló tuvo com o objetivo el estudio del léxico técnico de la m iner ía y ciencias afines: m iner alogía, geología, cr istalogr afía, quím ica, etc., de las que se sir ve par a su desar r ollo, con el fin de elabor ar un diccionar io histór ico del léxico de esta actividad inédito hasta aquel m om ento y que quedó sin concluir al finalizar el pr oyecto en 2014, lo que no debe sor pr ender ya que se tr ataba de la pr im er a fase: Prolegómenos. Par a ese com etido nos centr am os en la Edad M oder na y en la Contem por ánea en España, pr incipalm ente en los siglos XVIII y XIX por que a par tir del siglo XVIII y a causa de las innovaciones científicas y técnicas, las cuencas m iner as peninsular es r einiciar on su actividad[4]. _______________________________________________________ [1] Este ar tículo se basa en el tr abajo titulado ?Notas sobr e el Diccionario histórico de la minería? de Pilar Díez de Revenga Tor r es y M iguel Ángel Puche Lor enzo (2013). [2] Financiado por la Fundación Séneca desde 2009 hasta 2014 tr as las consiguientes pr ór r ogas tiene com o r efer encia 11855/PHCS/09 y fue desar r ollado por el equipo que for m aban M iguel Ángel Puche Lor enzo, Fr ancisco Javier Sánchez M ar tín (Univer sidad de M ur cia), Cecilio Gar r iga Escr ibano (Univer sidad Autónom a de Bar celona) y quien esto suscr ibe com o IP. [3] Igualm ente financiados am bos por la Fundación Séneca con r efer encias r espectivas PB/16/FS/02 y 05609/PHCS/07 y desar r ollados por idéntico equipo con excepción de Sánchez M ar tín que se incor por ó al equipo en 2011. [4] Un estudio indispensable par a conocer este pr oceso se incluye en Chastagnar et, G. (2000). Sin pr etender ser exhaustivos citam os una ser ie de obr as colectivas clásicas im pr escindibles par a esta contextualización histór ica: AA.VV. (1970), Or dóñez y Elena (1990), Fer nández y González, (1990), González de Posada (2007) y M affei (1877[1977]).


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Par a r ealizar este estudio nos ser vim os de fuentes m anuscr itas e im pr esas conser vadas en ar chivos y fondos antiguos de diver sas bibliotecas nacionales y extr anjer as[5]. Con todo el m ater ial localizado elabor am os un cor pus lexicogr áfico de car ácter histór ico hasta entonces desconocido que enr iquece la per spectiva que se tiene de la histor ia de nuestr a lengua por que se utilizan m ater iales difer entes a los m anejados hasta ahor a. El hecho de tr abajar con un cor pus m anuscr ito inédito en una par te consider able y con otr o im pr eso, tanto divulgativo com o de alta especialización, nos llevó a poder r ealizar ediciones cr íticas de textos de esta natur aleza de las que se tr atar á m ás adelante, a datar con m ayor exactitud la r ecepción de neologism os en español y com pr obar la vitalidad y la am pliación sem ántica que r ecibió el léxico patr im onial[6], así com o las vacilaciones gr áficas que m ostr aban en la escr itur a los tér m inos extr anjer os que se adoptar on com o consecuencia de la im por tación de avances científicos y tecnológicos y r econstr uir su r ecor r ido histór ico. Par a r ealizar el análisis del léxico científico-técnico de la m iner ía com paginam os los m étodos de la lexicogr afía, r elacionada con la inclusión de tér m inos en diccionar ios y la m etodología e investigación par a su cr eación, y la lexicología, es decir, el estudio científico del léxico, atendiendo a la for m a y significado de las palabr as[7]. En estos textos de los siglos XVIII y XIX apar ece un léxico pr opio de la actividad m iner a, unas veces com o neologism os y tecnicism os, otr as com o dialectalism os o voces de la lengua com ún. Con el cor pus de tr abajo casi r eunido com pr obam os la inclusión de los tér m inos especializados tanto en los diccionar ios que se encuadr an en la tr adición académ ica com o en los que per tenecen a la lexicogr afía no académ ica. _______________________________________________________ [5] Pr incipalm ente hem os acudido a las bibliotecas Nationale de Par ís, Nacional de M adr id, del Palacio Real, Centr al M ilitar, Histór ica de la ETSI de M inas de M adr id, especialm ente el Legado Gómez Pardo, del Instituto Geológico y M iner o de M adr id, de la Real Academ ia de Ciencias Exactas, Físicas y Natur ales, de la Real Academ ia de Ciencia M or ales y Políticas, del Real Jar dín Botánico, del CSIC, del Ateneo de M adr id, del M inister io de Econom ía y Hacienda, del Banco de España, del M useo Rom ántico de M adr id, del Real Casino de M adr id, de la Real Academ ia Alfonso X el Sabio, del Real Casino de M ur cia y a la Biblioteca Regional de M ur cia, así com o fondos antiguos de diver sas bibliotecas univer sitar ias españolas y extr anjer as. Debem os citar tam bién fondos docum entales conser vados en ar chivos nacionales y r egionales. En algunos casos, a causa de la distancia, habíam os de acceder a esos fondos m ediante digitalizaciones, aunque no siem pr e este pr oceso ha llegado a buen puer to com o ha sucedido con la Real Academ ia de la Histor ia y la Biblioteca Nacional de M éjico. [6] M er ece la pena señalar que dentr o de la am pliación sem ántica que r ecibe el léxico especializado de la m iner ía se ha tenido en cuenta la utilización de este com o r ecur so liter ar io (Díez de Revenga, 2003), así com o su difusión a tr avés de la nar r ativa decim onónica (Díez de Revenga, 2009; Puche Lor enzo, 2009). [7] Tom am os en consider ación la m etodología y los estudios apor tados por Por to Dapena (2009), especialm ente en las págs. 232-241. Del m ism o m odo, en cuanto a la m ar cación que debe utilizar se en un diccionar io histór ico r esulta de obligada consulta el volum en colectivo editado por Góm ez y Car r iazo (2010).


DICCIONARIO HISTÓRICO DE LA M INERÍA: PROLEGÓM ENOS

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El inter és por conocer el léxico especializado y, en consecuencia, la incor por ación de neologism os y tecnicism os al léxico español y su convivencia con voces tr adicionales y, en su caso, su sustitución nos condujo a estudiar una ser ie de pr oblem as r efer entes tanto a la actividad m iner a decim onónica y el m ovim iento social que se desar r olló en su entor no, com o la histor ia textual de la tr ansm isión y descr ipción de esos conocim ientos. Entr e esas ediciones cr íticas citadas de textos destacam os la Colección de voces usadas en la minería, anónim o, el m al llam ado Javalcón en catálogos bibliogr áficos (Díez de Revenga y Puche Lor enzo, 2005-2006), y el Viage metalúrgico por el litoral mediterráneo de Luis de la Escosur a (Díez de Revenga y Puche Lor enzo, 2009a), am bas de siglo XIX. El pr im er o de ellos es un m anuscr ito anónim o del siglo XIX que contiene un vocabular io de voces del ám bito de la m iner ía. La obr a, desconocida hasta entonces, se adelanta al pr im er diccionar io publicado en España sobr e esta especialidad, lo que la dota de gr an im por tancia par a el conocim iento del léxico técnico en un per iodo en que la actividad tr adicional se m oder nizaba con el avance de la técnica. Pusim os de m anifiesto la r eper cusión de este vocabular io en el contexto de la lexicogr afía española y r esaltam os el consider able núm er o de voces definidas que no se localizan en otr os r eper tor ios lexicogr áficos. El Viage metalúrgico por el litoral mediterráneo es un infor m e sobr e las m inas de Car tagena y las de las Sier r a de Alm agr er a y de Gádor, en Alm er ía, que Luis de la Escosur a y M or r ogh r edactó y ver ificó en el año 1848. Publicam os la edición de dicho m anuscr ito, m ar cando en cur siva todo aquello que supr im ió en el texto que había publicado el autor y que er a par cial, conser vando las inter polaciones inter lineadas o al m ar gen y señalando las tachadur as y fr agm entos que han quedado ilegibles y acom pañam os la edición de un estudio intr oductor io y otr o léxico. A estas ediciones se sum a el estudio de otr as obr as m anuscr itas del siglo XIX com o Los cuadernos de viaje de Lor enzo Góm ez Par do, ingenier o de m inas, que r ecopiló y definió deter m inado léxico utilizado en la actividad m iner a en las difer entes explotaciones que visitó. En consecuencia, sus escr itos se convier ten en un testim onio im pr escindible par a conocer el léxico especializado de esta actividad en el seno de su var iación diacr ónica y diatópica. El autor nos facilita los r ecur sos par a obtener un cor pus léxico a par tir de estos m ater iales pues él m ism o subr aya aquellas voces técnicas que consider a r elevantes, incluso las que for m aban par te del léxico tr adicional de la m iner ía (Díez de Revenga Tor r es y Puche Lor enzo, 2012a).


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En los siglos XVIII y XIX, la r ecepción de la M iner alogía se r ealizó a par tir de las tr aducciones de obr as alem anas y fr ancesas pr incipalm ente, ya que er a una disciplina científica nueva en ese m om ento. Este pr oceso es difer ente dependiendo del nivel de especialización del tr aductor y de los posibles destinatar ios de esas obr as, tal com o estudiam os a tr avés de la tr aducción de algunas obr as de Kar sten por Andr és M anuel del Río y de Blondeau por González Var a y Alvar ado y de la Peña. Com pr obam os, una vez m ás, que las obr as de Histor ia Natur al en gener al, y de M iner alogía en par ticular, se difundier on en el siglo XIX y el inter és que desper tar on causó que se elabor ar an diver sas ediciones y sus cor r espondientes tr aducciones. El com por tam iento de los tr aductor es no fue sistem ático com o hem os visto en sucesivos tr abajos[8]. El vocabular io técnico de la m iner ía desper tó gr an inter és lexicogr áfico en los pr opios especialistas que r edactar on num er osos r eper tor ios. Hem os de destacar que, fr ente a otr as disciplinas científicas, en contadas ocasiones se publicar on com o obr as independientes; m ás bien, er an apéndices de estudios o tr atados sobr e la m ater ia. Otr os, al contr ar io, nunca vier on la luz y per m anecen inéditos aun en nuestr os días, aunque los avatar es de m anuscr itos e im pr esos hayan condicionado la fr agm entación de estos textos y apar ezcan com o obr as independientes cuando quizás for m ar on par te de una m ás extensa[9]. En 1831 se publica la obr a M inas en España. Tratado del beneficio de sus metales de plata por azogue, según el método más comúnmente usado en Nueva España de Juan López de Cancelada. El libr o contiene el tr atado elabor ado por Feder ico Sonneschm id r efor m ado y cor r egido por López de Cancelada en el que se contienen las r efer encias a las m inas antiguas y de r eciente descubr im iento en España. El editor tuvo a su car go La Gaceta de M éjico, así com o otr os per iódicos de España y con esta obr a deja patente la im por tancia que estaba adquir iendo de nuevo la m iner ía en la Península Ibér ica. De hecho, tal com o ar guye, algunos nobles que se enr iquecier on con las de Nueva España vuelven a la Península alentados por estas cir cunstancias; com o ejem plo significativo se puede obser var la denom inación del título nobiliar io Conde de Contr a-m ina. ____________________________________________________ [8] Acer ca de la difusión de conocim ientos a tr avés de obr as tr aducidas y la intr oducción de un nuevo léxico en la lengua española, r efer ido al ám bito de la M iner alogía y la M iner ía, ya analizam os los pr im er os textos de estas car acter ísticas que hem os localizado (Díez de Revenga Tor r es, 2007; Puche Lor enzo, 2008; Díez de Revenga Tor r es y Puche Lor enzo, 2009b). A r aíz de las car acter ísticas editor iales y del fin que per seguían las tr aducciones llegam os a acuñar la dicotom ía tr aducción oculta/pública par a llegar a com pr ender con m ayor exactitud las difer entes vías de intr oducción del léxico especializado (Díez de Revenga Tor r es y Puche Lor enzo, 2011). [9] El estudio detallado de las fuentes lexicogr áficas r elacionadas con la m iner ía se halla r ecogido en Díez de Revenga Tor r es y Puche Lor enzo ( 2012b).


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Pr ácticam ente al final de la obr a apar ece un br eve vocabular io sobr e ter m inología m iner a bajo el título de Índice razonado, o sea esplicación de los nombres técnicos que corresponden a minería. Contiene unas 157 voces sin ningún tipo de m ar cación lexicogr áfica y cuyas definiciones tienen com o base la r ecopilación r ealizada por Gam boa dur ante el siglo XVIII; de hecho, son pocas las difer encias que se obser van entr e una y otr a lo que dem uestr a la tr ascendencia que tuvo la obr a del pr im er o en el desar r ollo teór ico de la m iner ía, tanto com o disciplina científico-técnica com o actividad que debía ser r egulada jur ídicam ente. La pr im er a obr a de este tipo que pudim os localizar publicada en la Península bajo la denom inación de ?diccionar io? es el Diccionario de las voces mas usadas en minería de 1848. De hecho, el autor nos hace la siguiente adver tencia: ?No existiendo en la actualidad en España tr abajo alguno sobr e este asunto, le pr esentam os solo com o un ensayo...?, aunque nadie se atr ibuye su autor ía en la edición publicada, no par ece descabellada la idea de consider ar a Felipe de Nar anjo y Gar za com o su posible autor. Algunos catálogos bibliogr áficos así lo indican y el hecho de haber sido pr ofesor de la Escuela de M inas de M adr id y su dir ector dur ante los años 1857 y 1860 y haber publicado uno de los pr im er os tr atados de m iner alogía en España en 1862 par ecen señalar lo com o autor o uno de los r edactor es de este diccionar io; aunque tam poco se podr ían desdeñar otr os nom br es com o el de Guiller m o Schulz que tuvo una especial r elevancia en el ám bito de la m iner ía española y en el funcionam iento de la Escuela de M inas de M adr id (Díez de Revenga Tor r es y Puche Lor enzo, 2007; Ahum ada, 2008). Tr atándose esta obr a de un diccionar io de tecnicism os m iner os, llam ó nuestr a atención que incluya el autor en las definiciones voces especializadas que no tienen su entr ada cor r espondiente en el pr opio diccionar io: azogue, ganga, gavia, marga, pirita, lo que nos hace pensar que los destinatar ios de esta obr a debían tener unos conocim ientos pr evios, m ás o m enos básicos, del léxico. Por otr a par te, tam poco r ecogía m uchos tér m inos específicos de disciplinas que podem os consider ar r elacionadas con la m iner ía y la m iner alogía de alguna for m a: ar quitectur a, física, óptica, quím ica o zoología y cuyo significado, en deter m inadas cir cunstancias, r esulta im pr escindible par a com pr ender la definición que se adjunta. Los tér m inos r ecopilados en este diccionar io adquier en el car ácter de tecnicism os m iner os debido a la r estr icción sem ántica en sus definiciones. Sin em bar go, m uchos de ellos no necesitan esa r estr icción por que son pr opios de esta actividad tr adicional: boca-mina, criadero, escorial, riñón, terreros, vaciadero o vena[10]. _____________________________________________________ [10] En estos diccionar ios y vocabular ios la técnica lexicogr áfica utilizada se basa gener alm ente en la intr oducción del significado de las voces o su explicación. Esto se pr oduce por que los autor es er an


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El avance de la ciencia dur ante los siglos XVIII Y XIX conllevó un incr em ento consider able en el léxico técnico que, en el caso de la m iner ía, adquier e una m ayor com plejidad por la diver sidad de especialidades que inter vienen en ella. De este m odo, se intr oducen voces de la quím ica: escorificación, oxidación, de la m iner alogía: caparrosa, litargirio o de la m etalur gia: afinación, calcinación. Debido a estos avances y a la im por tación de la ciencia en esa época, r eflejada en la constante tr aducción de m anuales en la pr im er a m itad del siglo, se intr oducen en la lengua española extr anjer ism os que, en ese m om ento, no pr esentan todavía una adaptación gr áfica, fonética o m or fológica a la lengua r eceptor a; incluso, m uchos de ellos no ar r aigar on en español. Por otr a par te, la influencia extr anjer a se deja ver en las técnicas em pleadas: Afino a la inglesa, a la walona, hornos alemanes, horno reverbero inglés, etc.[11] Es sor pr endente que un diccionar io en el que ni siquier a consta el autor quien, com o m anifestaba en una nota intr oductor ia, no tenía m ás pr etensiones que las didácticas y que lo per feccionar an m anos m ás exper tas, haya tenido esta r eper cusión en la lexicogr afía poster ior, constituyéndose en su antecedente inm ediato; quizás el anonim ato se deba a que fuer a apéndice de otr a obr a y se haya tr ansm itido separ ado de ella. A pesar de que no siem pr e se aceptar an sus pr opuestas, sí contr ibuyó a la difusión del léxico especializado de la m iner ía en una época en la que éste er a fiel r eflejo de los avances científicos y sociales[12]. Es un hecho evidente que los ingenier os de m inas sintier on pr eocupación por conocer el léxico de su disciplina, aunque no tuvier an for m ación lingüística ni lexicogr áfica. M uestr a de ello son los r eper tor ios que hem os citado, per o tam bién lo son las anotaciones que r ealizaban en sus investigaciones m anuscr itas com o sucede en el caso de Lor enzo Góm ez Par do, al que nos hem os r efer ido anter ior m ente. En el siglo XIX confluyer on tr es tr ayector ias léxicas y lexicogr áficas: por un lado, la tr ansm isión del léxico de especialidad desde Nueva España a tr avés de Sáenz de Escobar, el del Vir r einato de Per ú a tr avés de Gar cía de Llanos que actúa com o com pendio panhispánico del léxico indígena de la m iner ía y, por últim o, el de la

_______________________________________________________ especialistas en m iner ía o m ostr aban inter és hacia esta técnica y, en consecuencia, estaban alejados de conocim ientos lexicogr áficos, aunque fuer an r udim entar ios. De hecho, el concepto de diccionar io par a estas obr as quedar ía r estr ingido exclusivam ente al título, per o el valor del contenido par a la histor ia del léxico español es innegable y extr aor dinar io. [11] Díez de Revenga Tor r es (2012) ?Innovaciones léxicas en el pr oceso de fundición de los m etales?. En este tr abajo se estudia los distintos tipos de hor nos de fundición r elacionados con las técnicas que se im por taban. [12] Esto explicar ía la r ecepción de un am plio caudal de voces de la m iner ía en el DRAE de 1869 (Puche Lor enzo, 2002-2003).


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Península a par tir de Par és y Fr anqués, que no tuvo r eper cusión poster ior, y los tr abajos em anados desde la Escuela de M inas de M adr id, her eder a de la cor r espondiente de Alm adén[13]. En el siglo XVII, el pr im er diccionar io localizado hasta este m om ento sobr e m iner ía es el Diccionario y maneras de hablar que se usan en las minas y sus labores en los ingenios y beneficios de los metales (1609) de Gar cía de Llanos en el que, com o es de esper ar, se incluyen num er osos indigenism os que pr incipalm ente pr oceden del aim ar a y del quechua, incor por ados m uchos de ellos a los diccionar ios del español académ icos o no com o m uestr a del car ácter panhispánico que adquir ier on en la difusión y pr opagación de la actividad m iner a a par tir del vir r einato de Per ú, actual Bolivia. A finales de este siglo en Nueva España (actual M éjico) destaca la figur a del abogado cr iollo José Sáenz de Escobar que escr ibió var ias obr as sobr e el m étodo de explotar m inas. A pesar de que no llegar on a editar se, sí fuer on copiadas pr olijam ente y tuvier on r eper cusión en los ingenier os y m iner os m ejicanos de siglos poster ior es. En el tr atado Geometría práctica y mecánica incluye una br eve sección donde tr ata del modo de hablar de la gente de minas, un vocabular io o glosar io que no hem os podido consultar por que tr as solicitar r eiter adam ente una copia a la Biblioteca Nacional de M éjico no hem os r ecibido ni siquier a una r espuesta. En 1761 apar ecen publicados los Comentarios a las Ordenanzas de M inas de Fr ancisco Xavier de Gam boa. El inter és léxico de la obr a es im por tante par a conocer y definir los tecnicism os de este cam po tecnológico y entr e las num er osas fuentes que utilizó cabe destacar el m anuscr ito inédito de Sáenz de Escobar titulado Geometría práctica y mecánica dividida en tres tratados el primero de medidas de tierras, el segundo de medidas de minas, el tercero de medidas de aguas. Aunque la obr a destaca por su im por tancia par a el estudio del léxico m iner o en gener al, Gam boa sintió inter és por el vocabular io específico de la m iner ía; de hecho, el capítulo XXVII se titula De la significación de algunas voces obscuras, usadas en los minerales de Nueva España. A difer encia de Gar cía de Llanos, en este r eper tor io son pocos los indigenism os localizados ya que la m ayor ía son tér m inos especializados del español que se gener ar on en la lengua com ún, a veces del español en gener al y otr as, las m ás, en el español de Nueva España.

______________________________________________________ [13] El estudio detallado de las fuentes lexicogr áficas localizadas hasta ese m om ento se encuentr a en Díez de Revenga Tor r es y Puche Lor enzo (2012c).


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Continuando con el siglo XVIII, la obr a científica de Par és ha per m anecido inédita hasta la actualidad con excepción de una nota apar ecida en los Extractos de las Juntas Generales de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, en 1782. La que nos inter esa en esta ocasión es la Descripción histórico-físico-médico-mineralógico-mercurial ya que incluye al final un vocabular io, entr e los folios 453 y 474, titulado Diccionario Yndice de las voces municipales, con que se explican en sus faenas los M ineros de Almadén, del que solo se publicó un extr acto en 1995. Com pr ende unos doscientos tér m inos específicos de la m iner ía, pr ecedido por un Yndice de los asuntos comprendidos en esta obra (fols. 444 y ss.). Una pr im er a lectur a de dicho vocabular io nos pone de m anifiesto que er a obr a de una per sona inter esada en la m ater ia, m ás que de un lexicógr afo[14]. Al par ecer, y m ientr as no se dem uestr e lo contr ar io, el vocabular io de Par és y Fr anqués, de 1785, es el m ás antiguo que conocem os r edactado en la España peninsular y r efer ido a la m iner ía. En tér m inos gener ales, los significados de los tér m inos que r ecoge coinciden con los que ofr ece el Diccionario de Autoridades aunque no sean idénticos; otr as voces se incluyen por pr im er a vez en diccionar ios poster ior es a Autoridades, per o anter ior es a la obr a de Par és y Fr anqués, m ientr as que una m ayor ía im por tante designa, ya desde Autoridades un significado difer ente al que le atr ibuye nuestr o autor ; así se com pr ueba en aguada, aventador, arrancar, banco, cucharilla o caliche. Es posible tam bién que algunas de estas voces solo se localicen en diccionar ios poster ior es y, de hecho, escasos son los tér m inos que no se localizan en ninguno, entr e ellos citam os abelma, jufa o waltrote. A finales del siglo XVIII (Caler o y M or eir a, 1791) apar ece publicado en el suplem ento a los M ercurios del m es de ener o el Diccionario de algunas voces técnicas de mineralogía, y metalurgia, municipales en las más Provincias de este Reyno del Perú, indicadas por orden alfabético y compiladas por los autores del mismo M ercurio. De ella se nos explica que no es una obr a com pleta sino el pr incipio o apéndice de otr a y nace pr om ovida por la poca atención que hasta ese m om ento había desper tado y dada la im por tancia de la m iner ía en aquel r eino. Así m ism o, sus autor es destacan su car ácter indispensable par a deter m inadas obr as de m iner ía donde la inter r upción del discur so par a explicar o definir una palabr a ser ía ?fastidiosa?. Del m ism o m odo afir m aban que ?todas las disputas cesan cuando el que habla y el que oye están convenidos en el significado de las voces? y ?Tam poco se puede escr ibir con pr opiedad, clar idad y pr ecisión sino se tiene ese cuidado?.

_______________________________________________________ [14] El estudio de esta obr a inédita de Par és y Fr anqués ha sido abor dado desde un punto de vista histór ico por M enéndez Navar r o (1995) y lingüístico por Díez de Revenga Tor r es (2008a y 2008b).


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De la im por tancia de este Suplemento dejó constancia el Conde de Cam pom anes en su obr a Industria y educación popular (1774-1775) al pr oponer la necesidad de aum entar este diccionar io a la vez que anhelaba que se cooper ar a par a llenar ese gr an vacío. En él se r ecogen ciento cuar enta y seis voces en cuyas definiciones se advier te la situación del léxico técnico de la m iner ía en español, pues fr ecuentem ente se intr oduce la infor m ación r efer ida a var iantes diatópicas en r elación con Am ér ica e, incluso, con España, así com o las cor r espondencias con otr as lenguas eur opeas pr ocedentes de los nuevos descubr im ientos técnicos que se sucedían a finales de este siglo tr as el nacim iento de la m iner alogía. Ya en el siglo XIX se incluir ían las obr as citadas con anter ior idad, la Colección de voces usadas en la minería y el Diccionario de las voces más usadas en la minería, así com o el intento fallido de Casiano de Pr ado (1863 y 1866)[15]. Hem os m ostr ado los antecedentes y logr os obtenidos que nos per m itier on r eunir un cor pus consider able y de gr an valía par a la cim entación de un diccionar io histór ico de la m iner ía. Se diseñó la base de datos que r ecopilar á toda esa infor m ación que, una vez finalizada, pueda estar alojada en la página w eb de la Univer sidad de M ur cia par a que los investigador es, tanto de la lengua com o de la ciencia y de la técnica, puedan acceder a esta obr a[16]. La infor m ación contenida se r esum ir ía en los siguientes apar tados:

a) Lem a y var iantes gr áficas. b) Infor m ación gr am atical y etim ológica. c) Definición lexicogr áfica y com par ación con las fuentes académ icas, no académ icas y técnicas. d) Docum entación histór ica y var iación diatópica. e) Ilustr ación, si pr ocede, a par tir del siguiente m odelo clar ificador :

_______________________________________________________ [15] Otr as obr as inter esantes, per o alejadas en un pr im er m om ento del pr opósito per seguido por el Diccionario histórico de la minería son los diccionar ios de Nieto (1891), Stubbe (1945), así com o r ecopilaciones de car ácter dialectal efectuadas dur ante el siglo XX. [16] Par a ello tom am os com o m odelo el Diccionario histórico de la Ciencia y de la Técnica que elabor a el Gr upo Neolcyt en la Univer sidad Autónom a de Bar celona, dir igido por Cecilio Gar r iga Escr ibano, y el Diccionario de la Ciencia y de la Técnica en el Renacimiento (Dicter) que se r edacta en la Univer sidad de Salam anca bajo la dir ección de M ª Jesús M ancho Duque. Una m uestr a del esquem a utilizado se pr esentó com o apéndice a la edición del Viage metalúrgico por el litoral mediterráneo (Díez de Revenga Tor r es y Puche Lor enzo, 2009b).


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Dado que se tr ataba de un diccionar io histór ico, el obstáculo que se debe salvar se r efier e a la docum entación anter ior al siglo XVIII. Por ello, dur ante esta pr im er a fase cr eam os un cor pus de textos de diver sa pr ocedencia, datados en los siglos XV, XVI y XVII, que nos per m ita com pletar la infor m ación r efer ida a voces gener ales de la m iner ía, com unes ya en la lengua antes del nacim iento de la ciencia y de la técnica m oder nas. En estos m om entos el diccionar io de la m iner ía tiene lem atizados 14.000 tér m inos. La lengua constituye un r ico filón y, con unos siglos de r etr aso, se intentar á conseguir los anhelos e inter eses que el Conde de Cam pom anes per seguía par a la m iner ía en el últim o ter cio del siglo XVIII. El pasado 30 de septiem br e, voluntar ia y libr em ente, decidí alejar m e de la vida univer sitar ia activa. Los datos están ahí y cor r esponde ahor a a investigador es m ás jóvenes continuar esta labor.

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PUCHE LORENZO, M iguel Ángel (2012): ?Ficción, m ito y r ealidad de la voz m ina en la Edad M edia?. Actas del XIV Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura M edieval. Antonia M ar tínez Pér ez y Ana Luisa Baquer o Escuder o, eds.: Estudios de Literatura M edieval. 25 años de la AHLM . M ur cia, Editum . STUBBE, Car los F. (1945): Vocabulario minero antiguo. El Ateneo: San M iguel de Tucum án.


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La m iner ía en el contexto de los estudios sobr e el léxico español [1] M iguel Ángel Puche Lor enzo Universidad de M urcia - Grupo Neolcyt

1. INTRODUCCIÓN. El estudio del léxico per teneciente al ám bito de la m iner ía ha venido pr oduciendo inter esantes r esultados en los últim os años, si nos r em itim os a la bibliogr afía pr opor cionada por Díez de Revenga y Puche[2]. No obstante, la continuada búsqueda de fuentes, tanto m anuscr itas com o im pr esas, pone de r elieve que el filón que sustenta el tr abajo de investigación sobr e este cam po es r ico y abundante lo que nos per m ite, a su vez, ir am pliando constantem ente el hor izonte. Contextualizando nuestr o r ico vener o, sabem os que desde la m ás r em ota Antigüedad el hom br e ha obtenido num er osos beneficios de la tier r a, desde su super ficie hasta sus pr ofundidades; pr ecisam ente, los segundos, per tenecientes al r eino m iner al, actuar on com o pr opulsor es de los avances sociales y técnicos com o m uestr an, sin ir m ás lejos, las denom inaciones de Edad del Hier r o, Edad del Br once,? y en la actualidad así lo conlleva la explotación de los r ecur sos fósiles com o el petr óleo, car bón y gas o los elabor ados gr afeno o coltán. Confor m e se avanzaba en las diver sas

_______________________________________________________ [1] Este estudio se enm ar ca en el pr oyecto Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica, financiado por el M inister io de Econom ía y Com petitividad (FFI2010-15240 y FFI 2013-41711-P), desar r ollado por el gr upo Neolcyt, gr upo consolidado de la Gener alitat de Catalunya (2014SGR-172) y que for m a par te de la Red Tem ática «Lengua y ciencia» [2] Dado que la bibliogr afía pr opor cionada por am bos es abundante y conocida, ir em os citando en el desar r ollo de este tr abajo aquella que sea de especial r elevancia par a la opor tuna pr esentación del objetivo de esta r evista.


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técnicas de extr acción, lim pieza y depur ación de m iner al, tam bién se hacía lo pr opio en el acr ecentam iento de nuevos elem entos descubier tos, un panor am a que se vuelve m ás r ico y com plejo, sobr e todo a par tir del siglo XVIII, per iodo en el que el nacim iento e im pulso de nuevas disciplinas científicas venía acom pañado del descubr im iento y per feccionam iento en la descr ipción tanto de nuevos m iner ales, com o de nuevas tecnologías. Aunque suelen estar asociadas técnica y ciencia, no ser á hasta la Edad M oder na cuando se pueda hablar de sim biosis entr e am bas, de hecho ?In una visione ideale pr im a viene la scienza con la for m ulazione di pr incipi gener ali e la scoper ta di sem pr e nuovi cam pi nei quali cer car e e sper im entar e se si possa tr ovar e qualche applicazione utile, poi viene la tecnica con le sue r ealizazioni concr ete che tr aducono in pr atica un pr ogetto scientifico m ir ato. Nella r ealtà le cose non vanno e non sono m ai andate così. Nella stor ia dell?uom o la tecnica ha pr eceduto, e di gr an lunga, la scienza.? (Boncinelli 2006:56-57).

2. PRIM ERAS DOCUM ENTACIONES LÉXICAS. A la hor a de analizar los pr im er os testim onios léxicos del cam po de la m iner ía, las obr as de la antigüedad clásica cobr an una especial r elevancia, sobr e todo la Historia Natural de Plinio que dedicó los libr os XXIII y XXXIV a la natur aleza de los m etales y sus diver sas clases, r espectivam ente. Aunque la utilidad que se extr ae de ellos sea la m edicinal o la r elacionada con su aplicación a las ar tes y el com er cio, se encuentr a en sus páginas una descr ipción de los lugar es donde se hallan así com o un detallado análisis, en ocasiones cr ítico, del m odo de extr acción y de m anipulación de los m iner ales explotados. En este contexto Plinio ir á intr oduciendo fr ecuentem ente algunas voces pr opias de la actividad o del lugar que se ocupe m ediante ver bos denom inativos o apelativos com o vocant o appellatur, que nos hacen adver tir, con m ayor o m enor clar idad, la per vivencia de una par te de léxico pr er r om ano a tr avés de sus escr itos. Estos testim onios han sido estudiados con m ayor o m enor pr ofundidad y se r efier en a voces com o agogas, alutias, a pila scudem, arrugia, balucem, bulbatio, corrugos, cuniculis, gangadiam, palacurnas y palagas, segutilum, striges, talutium, tasconio, ulice y urium, que r ar as veces hallar on continuidad en evolución del latín al castellano. Consider adas, en un pr incipio, com o pr elatinas, se ha podido constatar el or igen helénico de algunas de ellas y la difícil filiación a una lengua concr eta dada la com plejidad lingüística de la Hispania pr er r om ana. Constituyen estas voces un conjunto que r eunió Plinio, según de Hoz (2003: 74) a tr avés de ?algún tr atado técnico y sobr e todo de la tr adición or al de los pr ospector es y adm inistr ador es de m inas a los que pudo conocer en sus viajes com o procurator de la Tar r aconense, y que pueden tener or ígenes diver sos, ya que aunque supongam os que básicam ente se r efier en a la


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m iner ía de Hispania el vocabular io técnico está par ticular m ente abier to a los pr éstam os e innovaciones, y no ser ía de extr añar que en Hispania se utilizasen voces llegadas de otr as zonas con una m iner ía avanzada[3]. Aunque sea difícil la tar ea de adscr ibir estas voces a una lengua u otr a anter ior al latín, no se debe olvidar que m ediante los ver bos denom inativos se incide en el hecho de que tales palabr as no per tenecen al caudal gener al de la lengua y, por tanto, podr ía hacer ver Plinio que er an pr opias de las lenguas abor ígenes, ar caísm os, voces cr eadas par a denom inar técnicas o pr ocesos técnicos nuevos par a la sociedad r om ana, r enom br am ientos latinos o pr éstam os m otivados por la im plantación de m odelos difer entes de explotación im por tados desde otr os lugar es del Im per io. En cualquier caso, lo que sí es inter esante es que en aquella lejana época estaba for m ado un tecnolecto pr opio de la m iner ía y del que se inició un intenso tr asvase bidir eccional entr e el léxico gener al y el em anado de la com unicación especializada (Puche Lor enzo, en pr ensa a). La obr a pliniana, junto con las de Vitr ubio, M ar cial, Vir gilio o Lucr ecio, constituyer on fuentes inm ediatas de las que bebió el pr im er autor hispano que abor dó estas cuestiones. Nos r efer im os a San Isidor o que abor dó tal em pr esa en el libr o XVI de las Etimologías. A tr avés de esta obr a, pr etende acer car a sus contem por áneos el conocim iento necesar io par a inter pr etar los textos de autor es antiguos (Díaz y Díaz, 1970:33). No obstante, la vigencia de esta obr a se m antuvo dur ante toda la Edad M edia, com o dem uestr a el hecho de que fuer a citado com o autor idad por Bar tolom é Ánglico en De proprietatibus rerum, pues ejer ció sobr e él una im por tante influencia com o ?vehículo de tr ansm isión de la cultur a antigua? (Sánchez González de Her r er o, 2007:46)[4]. El libr o XVI, citado con anter ior idad, tr ata del conocim iento que dur ante ese per iodo existía acer ca de los diver sos pr oductos que pr opor cionaba la tier r a, así com o de la denom inación que r ecibían, la m ayor ía de las veces explicada ésta por San Isidor o a par tir del or igen etim ológico del tér m ino en cuestión. El libr o se encuentr a subdividido en veintiséis subapar tados que intr oducen

_______________________________________________________ [3] De Hoz r ealiza un estudio detallado acer ca del or igen y la etim ología de estas voces. De ellas tam bién se han ocupado Or oz (1996: 207-215), en el caso concr eto de la obr a pliniana, o Villar (2000), en el cam po gener al de las lenguas indoeur opeas y no indoeur opeas de Hispania. [4] El caso de Bar tolom é Ánglico no es el único, de hecho las r efer encias a las Etimologías de San Isidor o son fr ecuentes en m ultitud de obr as m edievales e incluso poster ior es. Sir van de ejem plo Rodr igo Fer nández de Santaella en el Vocabulario eclesiástico (1499), Elio Antonio de Nebr ija en la Gramática castellana (1492), Fr ay Antonio de Guevar a en el Reloj de Príncipes (1529?1531), Juan Fer nández de Her edia en el Libro de actoridades (1376?1396), Sebastián de Hor ozco en el Libro de los proverbios glosados (1570?1579) o Pedr o M ejía en Silva de varia lección (1540 -1550).


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la sabidur ía m edieval que se tenía de los diver sos m iner ales y m etales. Par tiendo, por tanto, del pr opio esquem a del capítulo apar ecen apar tados destinados a la explicación de los pr oductos tér r eos de la tier r a, los m ár m oles y piedr as pr eciosas, el vidr io, los m etales y, par a finalizar, los pesos y m edidas. A tr avés de la lectur a de este texto, obser vam os cóm o se adoptan num er osos pr éstam os del gr iego, or iginados a r aíz de las peculiar idades físicas o el com por tam iento de esos m iner ales, por com par ación con otr as r ealidades existentes o bien por un pr oceso m etafór ico (sulpur, alumen, selenites, argentum vivum, etc.), el uso del sufijo gr iego ????? y su fem enino ????? que r esultar á el español ?ita[5] (batrachites, melanites o anthracitis), la pr esencia de epónim os (argilla, pulvis puteolanus, alabandina, gagates lapis o Sardius) (Puche Lor enzo, 2008). En el contexto del castellano, pues no podem os olvidar que las obr as hasta ahor a m encionadas están r edactadas en latín, destaca el Lapidario em anado del scriptorium alfonsí, configur ado com o una r efundición de textos y, aunque apar ezca atr ibuido a Abolays, el ver dader o r ecopilador ser ía Yhuda M osca ayudado por Gar ci Per ez, tal com o consta en el pr ólogo de la obr a. Conocida es la var iada pr ocedencia geogr áfica de los integr antes del scriptorium alfonsí y su faceta de tr aducción desde el ár abe, hebr eo o latín al castellano, m otivo por el que no incidir em os en este asunto, per o no debe pasar se por alto par a com pr ender que la diver sidad cultur al, im plícita en la lingüística, acar r eó una inter conexión que pr opor cionó la entr ada de num er osos ar abism os en castellano o la ar abización de deter m inadas for m as latinas. De hecho, con r especto a la obr a que citam os, en el m ism o pr ólogo se aclar a que fue tr aducida del ár abe por Yhuda M osca, tr asluciéndose un cier to inter és per sonal por par te de Yhuda, que com unicó al r ey la im por tancia de la obr a: ?Et de que por este iudio, su físico, ouo entendido el bien et la gr and pr o que en el iazie, m ando gelo tr asladar de ar auigo en lenguaje castellano?. Aunque el Lapidario, escr ito en castellano, pr oceda de una tr aducción del ár abe, fuer on m uchas m ás las lenguas que inter vinier on en su r edacción, si no olvidam os la inter textualidad y la tr ayector ia de incor por ación de saber es de las obr as científicas a par tir del sello que les im pr egnaban las diver sas cultur as que las inter pr etaban, no por ello dejaban de estar sujetas a cor r ecciones y am pliaciones en su contenido[6]. En consecuencia, se convier te en un r azonam iento justificado el hecho de establecer las

_______________________________________________________ [5] Este sufijo fue adoptado por todas las lenguas m oder nas, lo que ha pr oducido num er osas var iantes en la tr aducción ter m inológica, sobr e todo a par tir del fr ancés donde la for m a es ?ite, lo que conllevó fluctuaciones en el géner o del tér m ino tr aducido. En la actualidad, cuando llega al español la denom inación de un nuevo m iner al se suele conser var ?ite, aunque se r efleja en cur siva gener alm ente.


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necesar ias cor r espondencias léxicas de gr an par te de los m iner ales, piedr as o m etales, que se descr iben en vir tud de sus pr opiedades físicas, m édicas e, incluso, m ágicas, entr e difer entes lenguas, tanto de for m a dir ecta (la piedr a aque dizen plumbo en latin, et plom o en romanz, et arraçaz en ar auigo) com o indir ecta (la piedr a aque dizen yzf, et es aque nos llam am os iaspio). Dentr o de los m ecanism os par a la cr eación de voces que denom inen m iner ales, continúa estando pr esente la eponim ia, pr incipalm ente en cuanto al nom br e de lugar, sea r ío, m onte o tier r a, que da or igen al cor r espondiente del m iner al (la piedr a aque dizen gagatiz en caldeo, et en latin gagates. Este nom br e a ella dun r yo en que la fallan aque dizen Gaga), m ientr as que no par ece apr eciar se tanto el pr oceso m or fológico que conlleva la unión del sufijo gr iego ?itis, m otivado con toda segur idad por el paso ter m inológico de una lengua, el gr iego, a otr a, el ár abe, con estr uctur as m or fológicas y r ealizaciones fónicas m uy alejadas, lo que acar r eaba la cor r upción del tér m ino, a la vez que sobr esale el hecho de que apar ezcan pocos r efer entes gr iegos en los nom br es de los m iner ales y, de m aner a gener al, cite, si se da el caso, la equivalencia entr e tér m inos ár abes, castellanos y latinos, pr ocedentes estos últim os del gr iego, com o explicó San Isidor o. Quizás se deba este hecho al pr oceso de tr ansm isión textual por el que acabar ía per diéndose el r efer ente m ás lejano, en esta ocasión, el pr opor cionado por los textos de tr adición helénica[7] y donde per vivir ía el m ás cer cano del latín o el ár abe, ya que en am bas lenguas influyó el conocim iento apor tado por aquella tr adición que les r epor tó num er osos pr éstam os. ______________________________________________________ [6] En pocas ocasiones el r edactor deja constancia de las obr as utilizadas a la hor a de com poner el Lapidario, r efir iéndonos al pr im er o de los cuatr o de que consta el m anuscr ito, concr etam ente el que lleva por título ?Libr o de las piedr as según los gr ados de los signos del Zodiaco?, de hecho, son escasos los nom br es citados, junto a Ar istóteles en el inicio del pr ólogo apar ece otr o sabio, Ceher it, en ?et en aquel m onte fallan m uchas m aner as de yer bas et de ar boles, de que fablo Ceher it el sabio en El agricultura caldea, et conto dellas m uchas m ar auillas, celestiales y tem por ales. M as por que no conuiene ala r azon deste libr o, no lo pusier on en el? (131). Sin em bar go, algunas pistas se pueden seguir en pasajes deter m inados que nos per m iten acer car nos al pr oceso de selección y cr ítica de aquellas. Así se com pr ueba en ?Et por que los sabios que fablar on en el ar te de la fisica, pusier on en sus libr os esto m uy com plidam iente, el que este libr o com puso non se quiso y detener en ello; m as, tor no a fablar en esta piedr a sobr edicha, et dixo assi? (63). Por el contr ar io, en los otr os tr es que constituyen el m anuscr ito sí apar ecen citadas con fr ecuencia las fuentes de que pr oceden m uchas de las descr ipciones que se enum er an, donde abundan tanto los nom br es de los autor es consultados (Platón, M ahom at Ar r aze, Jacob Alquindi,? ), com o los títulos de algunas obr as (partidas de Fatayrucetén). [7] La ciencia ár abe absor bió las apor taciones helenísticas, per sas e hindúes, al igual que Gr ecia había hecho con las m esopotám icas y egipcias, y con r apidez se expandió por la cuenca m editer r ánea. Por ello, los pr im er os m anuscr itos científicos ár abes pr oceden de tr aducciones del gr iego, sir iaco, sánscr ito y per sa, r ealizadas por cr istianos, lo que favor eció la cr eación de un léxico científico en el seno de esa lengua que, con poster ior idad, ser ía ver tido al r om ance castellano con m ayor o m enor for tuna (Or dóñez et alii, 2004:185-229). M ovim iento este que se inver tir ía en el scriptorium alfonsí a la luz de la cultur a cr istiana. El anter ior pr oceso influir ía consider ablem ente en la ciencia hispana, sobr e todo a par tir de la hegem onía y auge de Cór doba.


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Todo ello desencadenó un im por tante hecho en el seno de la tr adición léxica hispana: la convivencia de voces de distinta pr ocedencia, latina y ár abe en este caso. Así se llega a adver tir en ejem plos com o margarita, nom br e or iginado en el seno de la lengua gr iega de la que pasa al latín, y de éste al castellano com o margarita. Se r efier e a una piedr a pr eciosa que se encuentr a en las ostr as, que adoptar ía otr o nom br e latino, en este caso perla. Cor om inas y Pascual (s.v. m ar gar ita) afir m an que en el sentido de per la es una voz culta con escaso uso en la actualidad. No obstante, el significado de per la tam bién lo posee otr a voz de or igen ár abe pr esente en el Lapidario. Nos r efer im os a aliofar, aljófar. Aunque en un pr incipio podr ían par ecer sinónim os, su significado se ha especializado a la vista de la infor m ación que se pr opor ciona en el DRAE, desde Autoridades a la últim a edición[8], difer enciadas perla y aljófar por el tam año y la ir r egular idad de su for m a. Inter esante, desde un punto de vista diacr ónico, r esulta la convivencia de argent vivo, mercurio y azogue. La estr uctur a sintagm ática argent vivo se encuentr a descr ita dentr o del apar tado r efer ente a la plata del libr o XVI de las Etimologías. Sin em bar go, pr onto apar eció la denom inación de mercurio debido a la adscr ipción que se r ealizaba de los m etales con los planetas. En el Lapidario, por su par te, se encuentr a citado este m etal a par tir de la for m a argent vivo, sin que apar ezca la denom inación r efer ida al dios r om ano que sir vió par a asignar nom br e tanto al planeta com o al m iner al. El tér m ino azogue, pr ocedente del ár abe sin ninguna duda, se em pezó a utilizar en fecha tem pr ana, aunque no hem os encontr ado su uso en el Lapidario alfonsí. De hecho a par tir del siglo XIV se encuentr a con fr ecuencia en textos de diver sa factur a. Tam bién utiliza San Isidor o en el apar tado dedicado al hier r o el tér m ino cerussa com o un elem ento, junto al yeso y la pez líquida, capaz de evitar que se oxide. Esta voz pasó al castellano en fecha tem pr ana y pr onto apar eció en equivalencia con el ar abism o albayalde, ausente en la obr a alfonsí. Los tér m inos ár abes m encionados hasta ahor a se encuentr an en r etr oceso fr ente a los de or igen gr ecolatino. Junto a la ?aver sión hacia la cultur a sem ítica por par te de la sociedad cr istiana?, la desapar ición del objeto designado o la sustitución por r ivales de otr o or igen que infer ía Colón (1999:34) par a explicar este r etr oceso o pér dida léxica, podr íam os adjuntar otr o m otivo, r efer ido al hecho de que sean tér m inos utilizados exclusivam ente en el ám bito hispánico. Esto pr odujo que ante los avances científicos que se sucedier on en la Edad M oder na, con la consiguiente im por tación léxica, se r eavivó el uso de voces de or igen latino por tr aducción y especialización de los textos (Puche Lor enzo, 2008). _______________________________________________________ [8] La consulta de diccionar ios se ha r ealizado a par tir del Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, salvo la 23ª edición.


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3. PRÉSTAM OS DE LENGUAS M ODERNAS. El em puje que r eciben las ciencias dur ante el siglo XVIII las convier te en un ver dader o atr activo socio-cultur al pues ?la ciencia er a a la vez pr eem inentem ente r acional y estaba de m oda? (Rider, 1990:133), per o en España ese im pulso no es suficiente y siem pr e estar á som etido a inter eses económ icos o m ilitar es por par te dea Cor ona (Gutiér r ez Cuadr ado, 2001: 181-196; Gar r iga Escr ibano, 2002: 132, 20031: 306, 20032: 94-96), pr ecedido de la contr atación de científicos extr anjer os ante la car encia de ellos en España. Sin em bar go, dur ante el siglo XIX el panor am a var ía consider ablem ente por la m ayor difusión de los conocim ientos pr ocedentes de Eur opa, la for m ación de científicos españoles en el extr anjer o así com o la cr eación de diver sas instituciones de índole científico-didáctico, com o pudier on ser las Academ ias de Ciencias (Lafuente y Sar avia, 2002:16-27). Aunque, debido pr incipalm ente a la falta de m edios, no se consiguió el establecim iento de una com unidad científica dur ante el per iodo isabelino con los planes Pidal y M oyano (Pelayo, 1999:50-51). En este contexto se sitúa, tam bién com o disciplina científica, la m iner ía, que adquier e m ayor r elieve por el tr aslado de la Escuela de M inas desde Alm adén a M adr id en 1835 (Pelayo, 1999:30). Junto a esto destaca la pr olifer ación de tr atados y m anuales tr aducidos, pr ocedentes del extr anjer o, pr incipalm ente de Fr ancia y, en m enor m edida, de Alem ania, en la pr im er a m itad del siglo XIX, puesto que a par tir de la segunda m itad em piezan a sur gir estudios r ealizados por científicos españoles así com o la r ealización de diver sos estudios sobr e la histor ia de la m iner ía española (Jim énez Díez, 2002). En consecuencia, la faceta que apor ta la tr aducción r esulta indispensable par a conocer la evolución del léxico especializado de esta par cela de nuestr a lengua puesto que la tr aducción ha sido, y es, un m ecanism o im pr escindible par a la difusión de nuevos conocim ientos y un vehículo extr aor dinar io tam bién par a su divulgación entr e las diver sas capas de la sociedad, se encuentr en estas m ás o m enos cer canas al ám bito del saber al que se r efier en. Ese pr oceso de tr aslación científica y lingüística nos pr opor ciona unas her r am ientas valiosas par a indagar en el pasado de una disciplina y en el or igen del léxico que actúa de sopor te par a la expr esión de esas actividades o r am as científico-técnicas. Ello se debe al hecho innegable de que las lenguas adquier en pr éstam os léxicos, sem ánticos o m or fosintácticos, pr incipalm ente, a causa de la necesidad que se gener a a la hor a de expr esar deter m inados hechos o contextos, científicos o técnicos en este caso, novedosos. Dado que a par tir del siglo XVIII y pr incipios del XIX, las antiguas explotaciones r einician su actividad, sur gen nuevos pr ocesos par a el beneficio de m iner ales, así com o nuevos m étodos par a la descr ipción de los pr oductos que encier r an las entr añas de la tier r a. Con r especto a este segundo punto, las pr incipales innovaciones llegan al español a par tir de tr aducciones de obr as extr anjer as.


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Estos ar gum entos iniciales nos llevan a estudiar la labor que desem peñó la tr aducción en el desar r ollo de la actividad m iner a y en la lengua española com o vehículo r eceptor de la influencia extr anjer a. Par a ello se deben tener en cuenta diver sos tipos de textos tr aducidos: las obr as que se tr aducen dir ectam ente desde la lengua or iginar ia, las obr as que se tr aducen desde la edición escr ita en una lengua inter m ediar ia y, por últim o, aquellas que nunca conocier on ver sión im pr esa, per o que sir vier on par a difundir unos conocim ientos desde el ám bito docente, investigador o, m er am ente, descr iptivo. Las obr as que se tr adujer on al español y apar ecier on editadas a par tir de este per iodo intentaban difundir unos nuevos conocim ientos alum br ados con el nacim iento de la ciencia m oder na, aunque no sabem os con clar idad cóm o er a esa difusión, puesto estas en contados casos se r eeditaban. Podían estar destinadas tanto a un público especializado com o par a cualquier per sona que estuvier a inter esada en este tem a y tuvier a m edios en aquella época par a adquir ir las obr as. Por este m otivo, estas tr aducciones podían estar elabor adas por especialistas o sim plem ente por tr aductor es que desconocían la m ater ia en cuestión. En cualquier a de estos casos se encontr ar on un gr ave pr oblem a que se r efer ía a la inexistencia de un léxico especializado en la lengua de destino, im pr escindible par a tr ansm itir el contenido con exactitud. Por ello, ese fue el m om ento en que gr an núm er o de neologism os, pr ocedentes de la m iner ía y de la m iner alogía, se incor por ó al español. A esta cuestión, de la que se lam entaban los tr aductor es, se sum a el m otivo que or igina este pr oceso que consistía en la car encia de obr as sobr e este tem a en español. Las naciones que im pulsan el nacim iento de la m iner alogía m oder na com o com plem ento indispensable par a la for m ación de un ingenier o de M inas son Alem ania, Fr ancia, seguidas de la incipiente potencia inglesa. No obstante, el idiom a que m ás neologism os apor ta y sobr e el que se sustenta la m ayor par te de las tr aducciones españolas es el fr ancés, tanto com o lengua de or igen, com o lengua inter m ediar ia entr e otr a y el español (Díez de Revenga y Puche, 2011: 49 y ss.)[9].

______________________________________________________ [9] No se pueden olvidar las tr aducciones de obr as alem anas e inglesas (Puche Lor enzo, 2008b; Puche Lor enzo, en pr ensa b). Com o se puede adver tir, no hem os m encionado la r elación entr e Am ér ica y la m iner ía que ofr ece una gr an r iqueza tal com o constatam os en el estudio de la obr a de Fco. Xavier de Gam boa (Puche Lor enzo, en pr ensa c) y de la que se han ocupado Alonso (2002, 2003), Cantillo (2006) y Cam acho (2014), entr e otr os.


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4. LA M INERÍA Y LA LEXICOGRAFÍA. Com o subconjunto de la lengua gener al, se incor por ó el caudal léxico pr ocedente de la m iner ía a las obr as lexicogr áficas m ediante una inconstante y var iable m ar cación diatécnica a lo lar go del tiem po. Aunque tam bién sur gier on r eper tor ios exclusivos de ella, sin em bar go, fr ente a lo que sucede en otr as ciencias o técnicas, la m iner ía no dispuso de un diccionar io concebido com o obr a independiente hasta el siglo XIX. No obstante, en num er osos tr atados de esta disciplina se advier te que los ingenier os de m inas sintier on pr eocupación por conocer el léxico de su disciplina, aunque no tuvier an for m ación lingüística ni lexicogr áfica. M uestr a de ello son no solo los r eper tor ios que se han conser vado, sino tam bién las anotaciones que r ealizaban en sus investigaciones m anuscr itas com o sucede en el caso de Lor enzo Góm ez Par do (Díez de Revenga y Puche, 2012). Las obr as conser vadas bajo la denom inación de diccionar ios o vocabular ios de m iner ía han sido estudiadas en pr ofundidad por Díez de Revenga y Puche y, dada la diver sidad geogr áfica y tem por al que abar can, r epr esentan tr es tr ayector ias léxicas y lexicogr áficas: por un lado, la tr ansm isión del léxico de especialidad desde Nueva España a tr avés de Sáenz de Escobar, el del Vir r einato de Per ú a tr avés de Gar cía de Llanos que actúa com o com pendio panhispánico del léxico indígena de la m iner ía y, por últim o, el de la Península a par tir de Par és y Fr anqués, que no tuvo r eper cusión poster ior, y los tr abajos em anados desde la Escuela de M inas de M adr id, her eder a de la cor r espondiente de Alm adén. Al ser este un análisis que debe abor dar num er osas fuentes im pr esas y m anuscr itas, se van conociendo otr os vocabular ios que vienen a configur ar con m ayor exactitud lo expuesto anter ior m ente. Es el caso del Diccionario de los nombres propios de varias piezas e instrumentos por si solos y compuestos formando el todo de un artefacto o maquina figurando en estampas como se usan en las labores de las minas de azogue de Almaden, fechado en 1778, lo que lo conver tir ía en el pr im er testim onio lexicogr áfico de la m iner ía peninsular por que se adelantar ía al r edactado por Par és y Fr anqués un decenio después (Puche Lor enzo, en pr ensa d). Con esta obr a com par te la atención a la cuenca m iner a de Alm adén, la m ás im por tante en España dur ante el siglo XVIII, dado que se m antuvo en activo, fr ente al abandono que sufr ió la m iner ía hispana, ante la necesidad del azogue en el pr oceso de extr acción y am algam ación de la plata en Am ér ica. El título de diccionar io solam ente se r efier e a la agr upación de palabr as, puesto que no se utiliza técnica lexicogr áfica alguna y solam ente se indica la definición o explicación del tér m ino que actúa de entr ada, por ello, com o afir m ó Álvar ez de M ir anda (1984: 155), lo único que la acer ca a la técnica lexicogr áfica es el título de Diccionario y el or den alfabético, aunque apar ezca este inter r um pido en ocasiones.


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5. A M ANERA DE CONCLUSIÓN. Tr as lo expuesto en este br eve tr abajo r efer ido al léxico de la m iner ía y su estudio en el seno de la Histor ia de la Lengua Española, quer em os r etom ar la idea con r especto a este cor pus léxico especializado que expuso Daniel de Cor tázar en su discur so de ingr eso en la RAE, en 1899, que consider aba que hay dos fuentes par a el enr iquecim iento léxico del castellano, la evolución natur al del latín al castellano y los llam ados por él ?pr ocedim ientos er uditos?. No obstante, afir m aba que ?hay en la natur aleza y en la sociedad no pocos objetos par a los cuales nos hallam os sin vocablos adecuados; tales son m ultitud de m iner ales, piedr as, plantas, fr utas, anim ales, pesos, m onedas, instituciones, oficios, cer em onias, y otr a infinidad de cosas que se nos com unican por las histor ias y por las r elaciones de viajes y que el com er cio, cada día m ás fácil y activo, lleva de una á otr a nación, y es clar o que á todos estos objetos hem os de dar nom br e?, y es aquí donde inter viene el pr éstam o y, en justa cor r espondencia, la tr aducción de obr as especializadas. Per o llegados a la com unicación científica m uestr a cier ta r eticencia a la entr ada indiscr im inada de voces y a la sinonim ia en este tipo discur so, puesto que ?si los sinónim os pueden ser, y en r ealidad son, de ver dader a utilidad par a la elocuencia y la poesía, nada valen, antes son notor iam ente per judiciales, en lo técnico, donde la exactitud y pr ecisión constituyen el m ér ito pr incipal, de tal m aner a, que, alcanzado el signo r epr esentativo de la idea, cualquier otr o tér m ino aplicado al caso vendr á á entor pecer lo que inter esa aclar ar.? La m iner ía, com o actividad plur isecular y vinculada a los avances de la sociedad, por los m etales y piedr as pr eciosas y el uso m edicinal pr im er am ente, r efleja los pr opios cam bios que exper im enta la lengua gener al. De m odo que, aunque se tr ate de una lengua de especialidad o tecnolecto con un caudal léxico m uy r ico, continúa las m ism as pautas evolutivas que la lengua gener al, lo que se tr aduce, en el caso del léxico, en un r eflejo de los diver sos acontecer es vividos por un ter r itor io. M ucho se ha estudiado, com o se tr asluce de lo aquí expuesto, per o m ucho queda por saber de todo aquello que atesor a el filón del léxico y, com o ha escr ito r eciente M ar ía Dueñas en La Templanza, esper am os contar en este cam ino con la suer te inicial del pr otagonista al que ?la diosa for tuna de la geología fue aliándose con él y poniendo a su paso filones de suer te en las ar r ugas del ter r eno que pisó?.


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El Diccion ar io de Col ocacion es del Españ ol : u n a pu esta al día M ar gar ita Alonso Ram os Universidade da Coruña

1.INTRODUCCIÓN El objetivo de este ar tículo es pr esentar una puesta al día del Diccionario de colocaciones del español (DiCE), disponible en la w eb desde 2004 (w w w.dicesp.com ). Aunque ya hem os descr ito el diccionar io en var ias ocasiones (entr e otr as, Alonso Ram os 2004a, 2005, 2006, 2008, 2010, Vincze et al. 2011), aquí intentar é pr esentar los puntos esenciales, antes de centr ar m e en cuáles son las nuevas funcionalidades o m ejor as intr oducidas, así com o en los pr óxim os r etos que nos esper an. Por lo tanto, el ar tículo se or ganizar á en tr es secciones pr incipales que puedan satisfacer a todo potencial lector : 1) lo esencial par a los que no conozcan el DiCE; 2) lo nuevo par a los que ya lo conocen; y 3) lo pr óxim o par a todos aquellos inter esados en estar al tanto de los avances del DiCE.

2. PUNTOS ESENCIALES DEL DI CE El diccionar io académ ico define diccionario com o ?Libr o en el que se r ecogen y explican de for m a or denada voces de una o m ás lenguas, de una ciencia o de una m ater ia deter m inada?. Com o ver em os, esta definición no es m uy apr opiada par a el DiCE (y par a otr os diccionar ios tam poco). El DiCE no es un libr o, sino un diccionar io electr ónico, aunque sí se r ecogen ?voces?, cr eo que or denadam ente. M ás en par ticular, se r ecogen colocaciones. Em pezar é, por tanto, pr esentando cuál es objeto de este diccionar io electr ónico, las colocaciones, par a continuar con una descr ipción de sus com ponentes.


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2.1. Objeto: Colocaciones en un marco teórico específico El DiCE está enm ar cado en un enfoque teór ico, la Lexicología explicativa y com binator ia (M el??uk et al. 1995, 2012), con su cor r espondiente concepción de qué entendem os por colocación. En la bibliogr afía española se ha discutido m ás sobr e el tér m ino que sobr e el concepto colocación y no quisier a entr ar en ese debate (Alonso Ram os, 2010). Par a lo que aquí inter esa, basta decir que una colocación es una unidad fr aseológica for m ada por dos elem entos, la base, que es seleccionada por su significado y el colocativo, que es seleccionado bajo el contr ol de la base. Así, por ejem plo, los nom br es paseo, decisión, fotografía se com binan r espectivam ente con dar, tomar y sacar par a expr esar apr oxim adam ente el m ism o sentido: ?hacer ?. En este caso se tr ata de tr es colocaciones ver bales, m ás en par ticular, tr es constr ucciones con ver bos de apoyo (Alonso Ram os 2004b), en donde el nom br e constituye la base y el ver bo funciona com o colocativo[1]. El hecho de que el DiCE esté concebido dentr o de este m ar co teór ico tiene com o consecuencia que las colocaciones son descr itas sem ántica y sintácticam ente. La r azón se debe a que este m ar co teór ico dispone de la her r am ienta de las funciones léxicas (FFLL, M el??uk 1996), que per m iten descr ibir par a una unidad léxica dada todos sus correlatos léxicos, es decir, las elecciones par adigm áticas y sintagm áticas que dependen de elecciones léxicas hechas pr eviam ente. Así, por ejem plo, bajo la entr ada de pena, incluim os el ver bo dar (cor r elato sintagm ático pena, com o en dar pena [a alguien]) y el ver bo apenar (su cor r elato par adigm ático). Si quer em os r egistr ar en un diccionar io las distintas m aner as de expr esar ?causar una pena?, debem os incluir tanto la colocación ver bal com o el ver bo r elacionado par adigm áticam ente. Siendo entonces m ás pr ecisa, deber ía decir que el DiCE es un diccionar io de cor r elatos léxicos, per o no quier o abundar en la inflación ter m inológica. Gr acias a las FFLL subyacentes, el DiCE ofr ece una descr ipción sem ántica y sintáctica de las colocaciones, a difer encia de otr os diccionar ios (Benson et al. 1986, Cr ow ter et al. 2002 o Bosque 2006) en donde las colocaciones son sim plem ente agr upadas sem ánticam ente por la pr oxim idad del significado de los colocativos y clasificadas por la clase de palabr as del colocativo. Sin em bar go, el beneficio de esa descr ipción no siem pr e se apr ecia, puesto que el DiCE sigue siendo cr iticado por que las FFLL no son lo suficientem ente subyacentes (entr e otr os, Buendía y Faber 2014)[2].

_______________________________________________________ [1] Par a una r eflexión cr ítica sobr e la distinción entr e com binación libr e y colocación, véase Bosque (2011) y Alonso Ram os (en evaluación). [2] Entr ar é en cuestiones de usabilidad del DiCE un poco m ás abajo.


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Otr a de las cr íticas que suele r ecibir el DiCE es que no está ?acabado? y que se ?lim ita? al cam po sem ántico de los nom br es de sentim iento. Sin em bar go, un diccionar io, tal y com o lo concibo, es necesar iam ente un pr oyecto en cur so: los ?acabados? son pr ocesos m ás vinculados al m undo editor ial y económ ico que el pr opiam ente científico. El DiCE ha pasado por difer entes ver siones desde que se puso en la w eb en 2004 y sigue siendo objeto de difer entes m odificaciones tanto en su contenido com o en el acceso a la infor m ación. La ?lim itación? a un cam po sem ántico per m ite adem ás m ostr ar las r egular idades y las posibilidades de gener alización que no ser ían posibles con una m uestr a de lem as m ás aleator ia. Con todo, el DiCE pr opor ciona actualm ente m ás de veinte m il r elaciones léxicas (valor es de FFLL). 2.3. Diccionario electrónico: arquitectura Después de pr esentar som er am ente el contenido del DiCE, pasem os ahor a al continente. El DiCE ha sido concebido com o una base de datos electr ónica. A difer encia de otr os diccionar ios electr ónicos que han par tido de una ver sión en papel, el DiCE ya ha sido diseñado con una ar quitectur a que per m ite explotar al m áxim o las posibilidades de acceso a la infor m ación que da la ver sión electr ónica. Com o señala Schuber t (2014), el diseño de un diccionar io electr ónico debe hacer se antes de constr uir la base de datos inter na: dependiendo de qué infor m ación se quier a m ostr ar y de qué m aner a, se estr uctur ar á la base de datos cor r espondiente. El DiCE tiene una base de datos y dos inter faces, la del lexicógr afo y la del usuar io. Aquí solo m e centr ar é en la segunda, la inter faz de acceso público (per o véase Vincze et al. 2011). Consta de tr es com ponentes: el diccionar io pr opiam ente dicho, el com ponente de consultas avanzadas y el com ponente didáctico, todavía em br ionar io. El pr im er com ponente es m ás convencional, m ientr as que el segundo apunta a consultas puntuales. Con el diccionar io, se pr opor cionan los cor r elatos de una unidad léxica (UL) dada, m ientr as que con las consultas avanzadas se intenta dar r espuestas a dudas específicas. M ás abajo, m ostr ar é algunos ejem plos de las consultas que se pueden r ealizar. En el com ponente diccionar io (Acceso al Diccionar io), el acceso a la infor m ación se hace por lem as y cada lem a abar ca difer entes UULL. A par tir de cada UL, el usuar io puede consultar la infor m ación sem ántica o la infor m ación com binator ia cor r espondiente. En cuanto a la infor m ación sem ántica, el ar tículo lexicogr áfico de cada UL pr opor ciona: 1) la etiqueta semántica que r epr esenta el significado genér ico; 2) la forma proposicional, en la que apar ecen los par ticipantes de la situación designada por el nom br e; 3) ejem plos de cor pus, la m ayor ía del Corpus de Referencia del español actual; y 4) los cuasi-sinónim os y cuasi-antónim os (con el núm er o de la UL cor r espondiente).


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Fig. 1 Zona sem ántica de un ar tículo lexicogr áfico

La infor m ación com binator ia ofr ecida es de dos tipos: sintáctica, por m edio del esquema de régimen, y léxica, por m edio de las funciones léxicas for m ateadas en glosas en lengua natur al. Con el esquem a de r égim en se pr opor ciona de for m a sucinta la infor m ación sintáctica concer niente a la r ealización lingüística de los actantes. Así, el actante X de admiración 1 puede r ealizar se por m edio de un sintagm a pr eposicional (la admiración de Juan), por un adjetivo posesivo (su admiración) o por un adjetivo r elacional (la admiración nacional). El actante Y se r ealiza siem pr e m ediante un sintagm a pr eposicional: admiración a/hacia su profesora/ por su trabajo, etc. Com o vem os, el DiCE es tam bién un diccionar io de r égim en, per o distingue y separ a los dos tipos de infor m ación com binator ia[3].

Fig. 2. Zona de com binator ia sintáctica ______________________________________________________ [3] Algunos autor es tr atan la r elación de r égim en entr e un núcleo léxico y una pr eposición r egida com o un tipo de colocación, las colocaciones gramaticales (entr e otr os, Benson et al.1986). Pensam os que este tér m ino solo puede dar lugar a confusión.


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La com binator ia léxica se m uestr a en la sección ?Colocaciones?. Véase la Fig. 3. del ar tículo lexicogr áfico de admiración:

Fig. 3. Zona de com binator ia léxica

Com o vem os, se pueden hacer cinco tipos de consulta. La pr im er a necesita alguna explicación. Bajo Atributos de los participantes agr upam os atr ibutos o nom br es que r efier en a los par ticipantes de la situación designada; por ejem plo, digno de admiración o admirable r efier e al par ticipante Y, el objeto de la adm ir ación. En el pr im er caso, hay una r elación sintagm ática con el nom br e admiración, m ientr as que en el segundo, la r elación es par adigm ática. Obsér vese tam bién que codificam os con difer ente r úbr ica cuando la base funciona com o sujeto (UL+Ver bo, su admiración se dirige a [Y]) o cuando funciona com o objeto o pr im er com plem ento (Ver bo+UL, profesar admiración [hacia Y]). Se tr ata obviam ente de una convención par a m ar car esta difer encia sintáctica aunque, com o sabem os, el or den de palabr as en español no tenga un im por tante papel sintáctico[4]. Véase la siguiente figur a con algunas colocaciones ver bales de admiración:

Fig. 4. Colocaciones V+admiración 1

______________________________________________________ [4] En cam bio, en el Práctico (Bosque 2006), no se distingue el papel sintáctico desem peñado por el nom br e en una colocación ver bal, lo que puede dar lugar a confusión, especialm ente a apr endices de español.


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Paso ahor a a pr esentar el com ponente de consultas avanzadas. Desde el inicio del DiCE hem os ido m odificándolo con el objetivo de m ejor ar su usabilidad. Actualm ente este com ponente está or ganizado en cuatr o tipos de consulta: 1) una or ientada hacia la com pr ensión del significado de la colocación; 2) una dir igida hacia la pr oducción de un colocativo cor r espondiente a un significado dado dependiendo de la base; 3) una que par te del colocativo par a pr opor cionar las distintas bases con que se com bina par a expr esar un sentido o difer entes sentidos; 4) una m ás dir igida a los especialistas ya que se puede pr eguntar por una FL en concr eto aplicada a una base dada. Podr ía decir se que las consultas (1) y (3) están m ás or ientadas hacia la com pr ensión, m ientr as que la (2) y la (4) están or ientadas hacia la pr oducción. Así, por ejem plo, la pr im er a nos sir ve par a pr opor cionar la glosa ?intenso?que descr ibe el significado de cerval en r elación con miedo. La consulta que pr egunta a par tir del colocativo es sim ilar a algunas de las entr adas del Práctico (Bosque 2006). Por ejem plo, desde el colocativo cerval se nos pr opor ciona la infor m ación de que se com bina con miedo y tam bién con pavor. En donde se saca m ayor par tido es en las consultas or ientadas hacia la pr oducción. Así, por ejem plo, el usuar io puede pr eguntar qué adjetivos expr esan ?intenso?en r elación con el nom br e miedo. La m ism a consulta, per o con el m etalenguaje de FFLL ser ía: cuál es el valor de la FL M agn(miedo). Por últim o, pr esentar é el com ponente didáctico que, com o ya señalé ar r iba, es em br ionar io. Se lim ita a unos pocos ejer cicios con el objetivo de ofr ecer una m uestr a de cóm o poder integr ar actividades didácticas en un r ecur so lexicogr áfico. Dicha integr ación no es siem pr e fácil. En Alonso Ram os (2006) analicé algunos diccionar ios en línea o en CD que ofr ecían actividades didácticas con colocaciones y en m uchos casos adolecían de pr oblem as de diseño y, lo que es m ás im por tante, de una inadecuada concepción de cóm o apr ender colocaciones. Adem ás de las actividades didácticas, ofr ecem os un tutor ial or ientado a que el usuar io adquier a fam iliar idad con el DiCE y con el concepto de colocación[5]. Véase la Fig.5

_______________________________________________________ [5] En un test de usabilidad del DiCE, del que hablar é m ás abajo, los par ticipantes que declar ar on haber r ealizado este tutor ial tuvier on m ejor es r esultados.


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Fig. 5 M uestr a de una actividad didáctica del DiCE

A pesar del estado em br ionar io del com ponente didáctico, el DiCE ya tiene todo el potencial par a integr ar se en un entor no de apr endizaje del que hablar é br evem ente en la siguiente sección.

3. NUEVAS FUNCIONALIDADES Y M EJORAS EN EL DICE Com o ya avancé al pr incipio, el DiCE está en constante evolución desde su inicio. En esta sección pr esentar é algunas de los cam bios que se han hecho (o se están haciendo) tanto en lo que r especta a la inter faz com o al contenido. Em pezando por la inter faz, desde el pr im er m om ento, se ha tenido en cuenta m ejor ar la accesibilidad del DiCE. Con el objetivo de poder evaluar las difer entes opciones de consulta, som etim os al DiCE a un test de usabilidad (Vincze y Alonso Ram os 2013b). Los r esultados de dicha pr ueba m ostr ar on que la calidad global de la inter acción entr e usuar ios y diccionar io er a buena, aunque tam bién se identificar on ár eas de m ejor a. Nos inter esaba especialm ente valor ar hasta qué punto los usuar ios sabían cuándo acceder al m ódulo diccionar io o al m ódulo de consultas avanzadas que, de hecho, da la r espuesta m ás dir ecta. Los r esultados del test señalar on que los par ticipantes, especialm ente los de edad m ás avanzada, se dir igían al com ponente diccionar io, a pesar del r odeo par a encontr ar la infor m ación. Una de las r azones par a este com por tam iento puede ser que esta r uta es la que se da por defecto, adem ás de que es el tipo de acceso m ás sim ilar a los diccionar ios en papel, que es m ás fam iliar a


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la m ayor ía de usuar ios. Entr e las consultas puntuales, la m ás utilizada es Qué significa. De nuevo pensam os que esto se debe a que los usuar ios están acostum br ados a consultar un ítem léxico par a ver ificar su significado o su or togr afía, per o no lo están par a buscar cóm o expr esar un significado específico. Sin em bar go, esta es la pr incipal utilidad de un diccionar io de colocaciones. Hay que señalar que entr e los distintos gr upos de infor m antes que par ticipar on en la pr ueba los tr aductor es fuer on los que m ejor es r esultados obtuvier on, pr ueba de que este sector está m ás habituado que estudiantes o pr ofesor es de lengua a utilizar difer entes r ecur sos léxicos. Aunque habr ía que hacer otr o test con infor m antes que hubier an sido ya fam iliar izados con el DiCE par a ver si los r esultados son difer entes, pensam os que en este test ya se tr asluce una tendencia gener al de los usuar ios: quier en una her r am ienta subyacente al pr oceso de escr itur a, que no tengan que apr ender a utilizar. Volver é sobr e esto en la siguiente sección. El test nos sir vió par a detectar difer entes pr oblem as en el diseño actual de la inter faz. Algunas de las m ejor as están siendo im plem entadas en este m om ento. A continuación paso a pr esentar las pr incipales. Hem os cam biado los nom br es de las consultas avanzadas par a ser m ás tr anspar entes y m ás ajustados a las expectativas del usuar io. La pr im er a Qué significa apunta a la com pr ensión, m ientr as que Cómo se dice apunta a la pr oducción: se par te de una base y después de elegir el tipo sintáctico del colocativo que se busca (N+Adj, V+N, etc.), se despliegan las difer entes glosas cor r espondientes a cada tipo entr e las que el usuar io podr á escoger la que m ás se acer ca al sentido que quier e expr esar. Vid. la siguiente figur a:

Fig. 6. M uestr a de la consulta Cómo se dice


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Quer em os tam bién m ejor ar la visibilidad de distintas funcionalidades que ayuden a una navegación m ás fluida por la w eb. Así, en el com ponente diccionar io, actualm ente cuando se pincha en un lem a com o admiración, apar ece una lista de unidades léxicas que pueden despistar al usuar io que está buscando colocaciones de ese nom br e. En su lugar, estam os m odificando la inter faz par a que desde el pr im er m om ento se vea el acceso a las colocaciones. Podr ía ser algo así:

Fig. 7. Visualización inicial de UULL

Otr a m ejor a r elacionada con las glosas que estam os im plem entando se der iva tam bién del test. Com pr obam os que algunos usuar ios no distinguían cor r ectam ente entr e glosas y colocativos. En la inter faz actual, al clicar en el enlace adm ir ación 1+adjetivo, por ejem plo, apar ece una lista de glosas. Lo que pr oponem os es cam biar la visualización par a que no solo se vea la glosa, sino tam bién algunos de los colocativos. Los colocativos tendr án un hiper enlace par a que se pueda acceder a la descr ipción de esa colocación.

Fig. 8: Visualización inicial de los colocativos de una UL


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Los cam bios m ás im por tantes con r especto al contenido concier nen tr es aspectos: 1) la infor m ación de fr ecuencias; 2) el estudio de las m ar cas de uso de las colocaciones y 3) la infor m ación del nivel de ELE. La pr im er a infor m ación ya está incor por ada en el DiCE, aunque falta dar le m ayor visibilidad. La obtención de infor m ación de fr ecuencia de colocaciones fue una tar ea ar dua. Quier o subr ayar que hem os asignado fr ecuencias a sentidos, no a palabr as. Hem os optado por asignar un índice de fr ecuencia a cada UL que constituye la base de la colocación, m ientr as que asignam os un índice de fr ecuencia a la colocación enter a ponder ada por la fr ecuencia de la base. Cada UL r ecibe una etiqueta de fr ecuencia baja, m oder ada, notable o alta, siguiendo los par ám etr os de Alm ela et al. (2005). Los colocativos son pr esentados en el DiCE bajo la entr ada léxica de la base según su tipo sintáctico y su significado, y or denados por su fr ecuencia. De esta infor m ación, podem os der ivar una lista de todas las colocaciones incluidas en el DiCE con infor m ación de fr ecuencia, de im por tancia vital tanto par a pr opósitos didácticos com o evaluativos. La descr ipción detallada de esta m etodología fue pr esentada en Vincze y Alonso Ram os (2013a). Véase la siguiente figur a con la infor m ación de fr ecuencia en cada UL de admiración:

Fig. 9. Índice de fr ecuencia a cada UL


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En la siguiente figur a se obser van los colocativos or denados por fr ecuencia, con la posibilidad de or denar los alfabéticam ente.

Fig. 10. Colocativos de admiración or denados por fr ecuencia

Otr a apor tación al DiCE aunque todavía no im plem entada, es la lista de m ar cas de uso necesar ias par a las colocaciones. Tr as com pr obar en los cor pus de apr endices que uno de los factor es de er r or en las colocaciones er a el uso inadecuado de un r egistr o dado, se em pr endió un estudio sobr e qué m ar cas de uso podr ían ser inter esantes par a asignar a las colocaciones en el DiCE. Vázquez Veiga (2014) se ha centr ado en cóm o asignar las siguientes m ar cas estilísticas y actitudinales a los datos del DiCE: for m al, infor m al, vulgar, eufem ístico, despectivo e ir ónico. El estudio pone de r elieve que el uso de una base o de un colocativo estilísticam ente m ar cado tr ansm ite ese car ácter a la colocación enter a. Queda por im plem entar una consulta avanzada que per m ita buscar colocativos con una deter m inada m ar ca de uso. Así, Vázquez Veiga (2014) pr opone una búsqueda com o la que se m uestr a en la figur a siguiente en donde se pide un colocativo de la base miedo con m ar ca ?vulgar ? y que tenga el sentido ?m or ir se?.


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Fig. 11. Búsqueda de colocativos por m ar cas de uso

En cuanto a la infor m ación del nivel de ELE, actualm ente estam os volcando la infor m ación a la base de datos del DiCE. Asignam os un nivel del M arco común de referencias europeo (A1, A2, B1, etc.) a cada UL así com o a la colocación. Par a ello, nos basam os pr incipalm ente en el vaciado de infor m ación en el Plan curricular del Instituto Cervantes (PCIC). Aunque no todas las UULL ni las colocaciones del DiCE apar ecen en el PCIC, hem os elabor ado un cr iter io de der ivación basado en fr ecuencias. Establecem os una cor r elación entr e el nivel asignado en el PCIC y su fr ecuencia en un cor pus de r efer encia (esTenTen, Kilgar r iff y Renau 2013). No ha sido posible, por el m om ento, encontr ar otr os cr iter ios didácticos m ás fundam entados. En los pr óxim os m eses pr esentar em os en una publicación nuestr a m etodología de nivelación de colocaciones, per o por el m om ento, se puede m ostr ar ya cóm o podr ía consultar se en el DiCE la infor m ación de nivel. En la figur a siguiente, se piden colocativos del nivel C2 seleccionados por la base alegría.


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Fig. 12. Búsqueda de colocativos por Nivel ELE

4. PRÓXIM A INTEGRACIÓN EN UNA HERRAM IENTA DE AYUDA A LA REDACCIÓN. Llegam os a lo pr óxim o. M e detendr é ahor a en exponer cuáles son los pasos que estam os dando hacia el futur o. Decía ar r iba que el usuar io apuesta por r ecur sos léxicos ?invisibles?. En esa línea ya existe alguna ayuda a la lectura en donde el usuar io cliquea en la palabr a y se le abr e una ventana em er gente con la definición de una palabr a[6]. A nosotr os nos gustar ía poder añadir la glosa de la colocación, com o pr esentam os en la siguiente im agen.

______________________________________________________ [6] Véase el diccionar io ClickLex desar r ollado por M olino de ideas [http://w w w.clicklex.com /]


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Fig. 13 Ayuda a la lectur a en el escr itor io

Par a llegar a ese r econocim iento de colocaciones, hacen falta técnicas de identificación autom áticas basadas pr incipalm ente en m edidas estadísticas y en entr enam iento de pr ogr am as con cor pus. El DiCE, dado que contiene ejem plos par a cada colocación, es un r ecur so útil par a estas investigaciones puesto que constituye un cor pus de colocaciones de casi tr einta m il or aciones (Alonso Ram os 2009). Wanner, junto con su equipo, ha utilizado el cor pus del DiCE par a entr enar sus pr ogr am as de identificación y clasificación sem ántica de colocaciones. El cor pus del DiCE está ahor a etiquetado m or fológica y sintácticam ente y podem os decir que disponem os de un treebank de colocaciones (M or eno et al. 2013). El concepto de diccionar io está cam biando, puesto que sus usuar ios lo son pr incipalm ente de diccionar ios en línea o, siendo sincer os, son usuar ios de Google. En todo caso, el usuar io esper a que el diccionar io deje de ser algo estático par a conver tir se en algo m ás dinám ico e inter activo, que esté vinculado a la w eb y a otr os r ecur sos léxicos (Ver linde et al. 2009, 2012). Con esa idea en m ente, estam os constr uyendo un entor no de ayuda a la escr itur a centr ado en las colocaciones, cuyo m ódulo didáctico esté dir ectam ente vinculado al diccionar io y en donde exista conexión dir ecta tam bién con el cor pus, sin pasar dir ectam ente por el diccionar io. Se tr ata de diseñar una her r am ienta dinám ica que facilite el apr endizaje autónom o y


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guiado por los datos (en inglés data-driven learning con el tér m ino acuñado por Johns 1991), tal y com o pr opugnan en los últim os años los estudiosos sobr e apr endizaje de lenguas segundas (entr e otr os, Geluso y Yam aguchi 2014). Nuestr a pr opuesta es una her r am ienta de ayuda a la r edacción centr ada en colocaciones (HARenEs[7], Gar cía-Salido et al. 2014). Esta her r am ienta integr a el DiCE, per o tam bién un diccionar io per sonalizado del usuar io, así com o la consulta dir ecta al cor pus sin pasar por el diccionar io. Aunque todavía no está com pletam ente oper ativa, su ar quitectur a está ya diseñada. Véase la siguiente figur a con sus pr incipales funcionalidades.

Fig. 4. Pantalla inicial de HARenES

_______________________________________________________ [7] HARenES está siendo desar r ollada conjuntam ente por el equipo de la Univer sidad Pom peu Fabr a, dir igido por L. Wanner y por m i equipo, en m ar co del pr oyecto de investigación del M inister io FFI2011-30219-C02-01


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El entor no consta de tr es com ponentes pr incipales: 1) el ver ificador de colocaciones, que pr opone suger encias en caso de que la colocación consultada sea incor r ecta; 2) la búsqueda de colocativos de una base dada, por m edio pr incipalm ente de m edidas estadísticas en el cor pus; 3) el diccionar io de colocaciones per sonalizado, en donde el usuar io puede guar dar las colocaciones que le inter esen con sus ejem plos, así com o el r egistr o de los er r or es y sus soluciones. Com o vem os, en algo m ás de diez años hem os evolucionado de un diccionar io de colocaciones en la w eb hacia una ayuda a la escr itur a centr ada en las colocaciones que integr e el DiCE per o que va m ás allá. Ver em os lo que nos depar a el futur o.

Agr adecim ientos Este tr abajo da m uestr a de las actividades r ealizadas dentr o del pr oyecto de investigación FFI2011-30219-C02-01, financiado por el M INECO y por fondos FEDER. Agr adezco la atenta lectur a de M ar cos Gar cía Salido, así com o la ayuda en la edición de figur as a Or solya Vincze y especialm ente a Estela M osqueir a.


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An ál isis con tr astivo del patr ón der ivativo de l os su fijos ?ism o e ?ista en el españ ol pen in su l ar y en el españ ol am er ican o[1] Laur a M uñoz Ar m ijo Universitat Autònoma de Barcelona

1. INTRODUCCIÓN En difer entes estudios se ha constatado la pr oductividad del esquema morfológico (Pena 2003) de los sufijos cultos ?ismo e ?ista en la lengua española (Phar ies 2002, Ber gua 2004, Santiago Lacuesta y Bustos 2001, Rainer 1993, 2007). Las líneas de investigación desar r olladas en los tr abajos de M uñoz Ar m ijo 2005 y 2010 sobr e las r elaciones inter lingüísticas (etim ológicas, m or fológicas y sem ánticas) de este par adigm a han confir m ado que ?ismo e ?ista en el español m oder no gener an un im por tante núm er o de der ivados, desde el siglo XVIII, con difer entes significados gener ales que se am plían en los siglos siguientes. En un pr im er estadio, en la Edad M edia, pr edom inan los cultism os del sector eclesiástico (bautismo, exorcismo) y del científico-filosófico (alquimista, esferista). Desde el siglo XVIII, destaca el pr otagonism o de der ivados en el ár ea política-social y en la ar tística-cultur al. A los cam pos anter ior es, en el siglo XX se añade la fr ecuencia de for m aciones de la esfer a lúdica y depor tiva de m odo que am bos sufijos en la actualidad son car acter ísticos en la totalidad del léxico científico-técnico e intelectual. Junto a esta especialización sem ántica, existe un conjunto hom ogéneo de tér m inos que se car acter iza, desde un punto de vista pr agm ático, por designar una par te de los significados anter ior es (actitudes, tendencias ideológicas, etc.) per o en un uso popular o festivo. Se tr ata de der ivados que tienen una connotación negativa o, en otr os casos, una hum or ística y satír ica. ______________________________________________________ [1] La investigación necesar ia par a llevar a cabo este estudio ha sido posible gr acias a la ayuda de la dgicyt par a el pr oyecto «Por tal de Léxico Hispánico: docum entación y m or fología der ivativa» (n.º de r efer encia ffi2011-24183) y al apoyo del Com issionat per Univer sitats i Recer ca de la Gener alitat de Catalunya concedido al «Gr upo de Lexicogr afía y Diacr onía» (n.º de r efer encia sgr 2009-1067 y sgr 2014-1328).


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Esta am algam a de valor es en los sufijos ?ismo e ?ista se ha analizado a par tir de la r ecepción de las voces aceptadas en la nom enclatur a de la tr adición lexicogr áfica académ ica española desde el Diccionario de Autoridades. Entr e los 2017 lem as analizados en tr abajos anter ior es (M uñoz Ar m ijo 2010, 2012a) se ha obser vado que algunas de las car acter ísticas sem ánticas y m or fológicas m encionadas sobr e el par adigm a de am bos sufijos en el español peninsular tam bién se pr esentan en lem as usados en difer entes r egiones del español am er icano. Este r asgo se ha detectado a par tir de las ediciones del Diccionario de la lengua española de la Real Academ ia Española (DRAE) de la pr im er a m itad del siglo XX, per iodo en el que se hace efectiva la colabor ación conjunta entr e las Academ ias hispanoam er icanas y la española. Los am er icanism os intr oducidos en el DRAE (manicurista, quemeimportismo, yoquepierdismo) son indicador es de la vitalidad lingüística de ?ismo e ?ista en el español actual. Según los indicios que señalan los datos anter ior es, el pr opósito de esta indagación es establecer una com par ación entr e las car acter ísticas for m ales y sem ánticas del esquem a m or fológico de los sufijos ?ismo e ?ista en el español peninsular y en el am er icano. Se tr ata de destacar las difer entes tendencias der ivativas en una y en otr a var iedad del español con el fin de difer enciar el com por tam iento de am bos sufijos en cada una de estas zonas geogr áficas. Teniendo en cuenta los r asgos de los am er icanism os que apar ecen en el DRAE se pr etende com pr obar si el patr ón m or fológico de ?ismo e ?ista en el español am er icano es distinto al peninsular, com o se sugier e en algunos tr abajos (M or eno de Alba 1986; Benier s 1992, 1996; Fer nández Gor dillo 2011), o si las difer encias encontr adas no son lo suficientem ente m ar cadas par a postular la existencia de dos patrones lexicogenésicos (Rainer 2007) distintos. De un m odo par alelo, se plantea analizar la influencia que puede dar se entr e am bas m odalidades geogr áficas. Desde un punto de vista m etodológico, los pr opósitos m encionados se pr etenden logr ar m ediante el estudio de un cor pus de datos for m ado por las siguientes fuentes docum entales y lexicogr áficas. Por un lado, se tienen en cuenta las m onogr afías y estudios publicados sobr e m or fología léxica del español am er icano (M or eno de Alba 1986; Benier s 1992, 1996; Gar cía Godoy 1992; Nueva gramática de la lengua española (NGLE) 2009; Fer nández Gor dillo 2011) y los estudios pr evios sobr e el com por tam iento de ?ismo e ?ista en la lengua española (M uñoz Ar m ijo 2005, 2010, 2012a). Por otr o lado, se par te del cor pus de lem as de la tr adición lexicogr áfica académ ica española y de otr os diccionar ios que r ecopilan el léxico de las difer entes var iedades geogr áficas am er icanas: Diccionario del español usual en M éxico (Fer nando Lar a 2009, 2.ª ed.), Diccionario del español de Argentina (Haensch & Wer ner 2002); Diccionario del español de Cuba (Haensch & Wer ner 2000); Nuevo diccionario de americanismos: diccionario de uruguayismos (Haensch & Wer ner 1993) y el Diccionario de americanismos (2010) (DA) publicado por la Asociación de Academ ias


ANÁLISIS CONTRASTIVO DEL PATRÓN DERIVATIVO DE LOS SUFIJOS ?ISM O E ?ISTA EN EL ESPAÑOL PENINSULAR Y EN EL ESPAÑOL AM ERICANO

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de la Lengua Española. Este últim o r eper tor io es el que pr esenta una panor ám ica m ás am plia de la r ealidad lingüística actual del español am er icano. La diver sidad de m ar cas diatópicas, de fr ecuencia de uso y de tipo sociolingüístico y pr agm ático (de var iación y de estr atificación social)[2] sir ve de gr an utilidad par a poder deter m inar las difer encias en el uso de los sufijos ?ismo e ?ista en el ám bito peninsular y en el hispanoam er icano. Junto a ello, se ha consultado la infor m ación que apar ece en bancos de datos vir tuales com o el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) o las bases de datos del Obser vator io de Neología (BOBNEO) de la Univer sidad Pom peu Fabr a[3].

2. Los su f i j os ?ismo e ?ista en el españ ol pen i n su l ar : si gl os XVI I I , XI X y XX La var iedad significativa de ?ismo e ?ista y el gr ado de polisem ia que pr esentan algunas de las for m aciones con am bos m or fem as en la actualidad ha sido el r esultado de un pr oceso de evolución sem ántica a lo lar go de la histor ia de am bos elem entos en la lengua española. Esta es una de las pr incipales conclusiones obtenidas en el estudio r ealizado sobr e los dos sufijos bajo una per spectiva asociativa entr e sincr onía y diacr onía (M uñoz Ar m ijo 2010). Desde la Edad M edia, en el devenir del esquem a m or fológico de ?ismo e ?ista se distingue una ser ie de r elaciones entr e los sufijos españoles y los equivalentes en otr as lenguas ya sean clásicas (gr iego y latín) o eur opeas, com o el inglés o el fr ancés, que ayuda a justificar la pr oductividad de am bos m or fem as en la lengua actual. A gr andes r asgos, se pueden difer enciar dos etapas que cor r esponden al pr otagonism o de dos patr ones m or fológicos, el clásico y el m oder no, que se im itan en el r esto de lenguas. La pr im er a etapa cor r esponde a las pr im er as docum entaciones del léxico for m ado con ?ismo e ?ista en la lengua española de la Edad M edia. En este per iodo los tér m inos en ?ismo e ?ista son cultism os que tienen su or igen en la lengua gr iega y latina. Com o se m enciona en Phar ies (2002) o en Ber gua (2004), ?ismo e ?ista son dos m or fem as de or igen culto que en la lengua gr iega y latina se m uestr an ya m uy r entables. La adopción en la lengua española m edieval de los pr éstam os clásicos de la esfer a r eligiosa (baptismo, exorcismo, exorcista) condiciona la difusión de este esquem a der ivativo en la lengua española y en otr as lenguas eur opeas, com o se ha dem ostr ado en Dr essm an (1985). Los pr im er os der ivados datan del siglo XV

_______________________________________________________ [2] Par a m ás infor m ación véase la r eseña sobr e el DA (M uñoz Ar m ijo 2012b). [3] Agr adezco la colabor ación del gr upo de investigación del Observatorio de Neología par a el acceso de los datos cor r espondientes a los neologism os en ?ismo e ?ista.


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(catolicismo) y en ellos el m or fem a ?ismo apor ta a las bases léxicas sustantivas y adjetivas a las que se adjunta el valor de doctr ina, actitud y pr oceso o fenóm eno en las ár eas tem áticas de la r eligión, la filosofía y la ciencia, que son las m ás r epr esentativas en este per iodo. Por su par te, el sufijo ?ista apar ece con el valor de agente en nom br es de pr ofesiones, de actitudes y de par tidar ios de doctr inas. Estos significados en ?ismo e ?ista son los que apar ecen en los der ivados con am bos sufijos del Diccionario de Autoridades que cor r esponden a tér m inos que existen en la lengua desde los siglos anter ior es a la publicación de este r eper tor io. La segunda etapa se inicia alr ededor del siglo XVIII y está car acter izada por la inter nacionalización y la difusión del esquem a der ivativo de ?ismo e ?ista en las lenguas m oder nas. Las causas de la pr esencia de esta nueva tendencia que m ar ca un cam bio en la histor ia de am bos sufijos se deben al contexto situacional de este per iodo: la influencia del m ar co histór ico-social y cultur al es la pr incipal m otivación de la cr eación de unas nuevas pautas m or fológicas que tienen su or igen en las sociedades pioner as en las que se pr oduce una r evolución intelectual e industr ial que afecta a todos los ór denes de la vida. Los cam bios políticos, económ icos, sociales y cultur ales que tienen lugar en Eur opa desde la época del Renacim iento y de las poster ior es r evoluciones (Revolución Industr ial Fr ancesa, r evolución ideológica en la etapa de la Ilustr ación) son pr opicios par a la for m ación de voces en ?ismo e ?ista por que am bos m or fem as contienen el r asgo sem ántico de doctr ina o ideología. En este sentido, es car acter ística la lexicalización del sufijo ?ismo en el siglo XX (los ismos), com o r esultado de la fr ecuencia de uso de este patr ón. En la lengua inglesa tam bién se ha constatado la im por tancia del esquem a de ?ismo e ?ista en la for m ación del léxico intelectual m oder no:

The age of r eason and r evolution seem s to have spur r ed on the English adquistion of ?ist w or ds. Ber nar d Gr oom advances the theor y that the quality of thought that char acter ized the Fr ench Revolution w as unique and that the r eliance on w or ds w ith ?ism and ?ist suffixes m ir r or ed this uniqueness (1966: 182): One peculiar ity of the Fr ench Revolution w as its endeavour to tr anslate abstr act theor y into political pr actice. The r esult is that m any of its favour ite ter m s ar e in the for m pr oper to gener al ideas, often ending w ith the Gr eek ter m ination ?ism. The value of such w or ds w as tw ofold. They suggested a philosophical or igin, and they helped to bur y per sonal distinctions under w ide gener alities. In other w or ds, they suited and age of violent doctr inair e politics, they w er e steeped in the pow er of m ass suggestion ? Wor ds of this kind often found their w ay into our language thr ough the w r itings of thinker s w ho used them to add pungency to their eloquence for or against the Revolution (Dr essm an, 1985: 240).


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En r elación con el m ar co histór ico y cultur al de la sociedad fr ancesa e inglesa en los siglos XVII y XVIII, se puede postular que el patr ón de am bos sufijos en el per iodo m oder no se or igina en estas lenguas. Se establecen unas tendencias der ivativas en estos idiom as, especialm ente en el léxico político-social e intelectual. Así, a par tir de algunas m onogr afías en estas lenguas, com o la de Dubois (1962) dedicada al léxico político-social fr ancés de m ediados del siglo XIX, se encuentr an algunos términos clave o modelo que atestiguan el or igen de un nuevo esquem a que se difunde en el r esto de lenguas eur opeas: absolutisme, autoritarisme, impérialisme, bonapartisme, napoléonisme, etc. De especial inter és, es la r entabilidad de par ejas en ?ismo e ?ista for m adas por m edio de r adicales patr oním icos que indican al fundador o ideólogo de la r espectiva doctr ina. Este m ecanism o se inter nacionaliza y es pr oductivo en la m ayor ía de lenguas (español, fr ancés, inglés, italiano, por tugués). La incidencia de estas nuevas líneas m or fológicas m oder nas junto a la inter vención de factor es exter nos, com o la im por tancia de la publicidad y el desar r ollo de los m edios de com unicación desde el siglo XIX, pr opician dos clar as dir ecciones en el esquem a der ivativo de ?ismo e ?ista en la lengua actual que tienen el denom inador com ún de la cr eatividad léxica de un gr an núm er o de neologism os. En la pr im er a de ellas, -ismo e ?ista se especializan sem ánticam ente y apar ecen en ám bitos cada vez m ás concr etos (técnicas de m edicina (audioprotesista), enfer m edades (enanismo, parkinsionismo), voces de difer entes ter m inologías (ar tística, liter ar ia, lingüística, depor tiva, etc.). En estos dom inios cultos, am bos sufijos tienen un uso for m al y especializado. En la segunda de las dir ecciones, la difusión del par adigm a de am bos m or fem as en la lengua com ún or igina for m aciones espontáneas en la lengua que suelen tener un m atiz coloquial y m uchas veces despectivo o vulgar, según la extensión sem ántica negativa de am bos sufijos desde el siglo XVIII. En estos casos, nor m alm ente es la base léxica la que apor ta el contenido festivo o negativo (capigorrista, chasquista, comodista, droguista). Desde un punto de vista etim ológico, las dos tendencias actuales de am bos m or fem as cr ean der ivados que pueden tener un or igen en otr a lengua e inter nacionalizar se (consonantismo, federalismo, etc.) o bien pueden ser tér m inos pr opios y exclusivos de cada una de estas lenguas sin que existan en otr as. Por ejem plo, leísmo y dequeísmo son pr ocesos gr am aticales car acter ísticos de la lengua española. En cam bio, belgicisme es exclusivo de la lengua fr ancesa. Lo m ism o ocur r e con el patr ón de der ivados de nom br es de per sona, el cual es pr oductivo en cada uno de los idiom as y r efleja cor r ientes y m ovim ientos que son exclusivos de cada país (zorrillista, maurismo, en España; herrerismo (> Luis Alber to de Her r er a), en Am ér ica; blanquisme (de Blanqui), en Fr ancia, etc.).


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Com o fr uto de todos estos cam bios exter nos a la lengua, los sufijos ?ismo e ?ista se car acter izan en la lengua española actual por el pr otagonism o de los significados pr incipales de am bos (doctr inas, actitudes, par tidos y asociaciones, fenóm enos, actividades, aficiones par a -ismo; seguidor es de doctr inas, pr ofesiones y pr áctica de aficiones par a -ista) en una gr an am plia gam a de ár eas sem ánticas. Adem ás y de acuer do con esta diver sidad tem ática, los der ivados cr eados pueden per tenecer a m ás de una esfer a (social, política, económ ica, etc.; com o, por ejem plo, aislacionismo que se identifica con un sistem a político, social y económ ico) y tam bién suelen am pliar inter nam ente sus significados gr acias a la pr esencia de pr ocesos sem ánticos, com o la m etáfor a y la m etonim ia. Ejem plo de ello, se encuentr a en la voz cataclismo u organismo que tienen significados m etafór icos extendidos pr ocedentes del significado básico pr incipal[4]: Cataclismo

Tr astor no del globo ter r áqueo, m ás ó m enos consider able, com o el dilubio univer sal, el hundim iento de la Atlántida, etc. (dr ae 1843). Gr an tr astor no en el or den social ó político (dr ae 1884).

El estudio de la estr uctur a sem ántica inter na de estos der ivados se consigue gr acias al análisis de la evolución de su m icr oestr uctur a en el DRAE. Los cam bios encontr ados evidencian y cor r obor an la tónica gener al del com por tam iento del patr ón de ?ismo e ?ista a lo lar go de su histor ia en la lengua española. De especial inter és es destacable la etapa del español m oder no, los últim os tr es siglos, en la que el esquem a der ivativo con am bos sufijos se consolida en Eur opa y se difunde en otr as zonas com o la que cor r esponde al español de Am ér ica, cuya car acter ización es objeto del siguiente epígr afe.

3. Los sufijos ?ismo e ?ista en el español am er icano: siglo XX En el cor pus de voces de der ivados en ?ismo e ?ista pr ocedentes de la tr adición lexicogr áfica académ ica española destaca un total de 129 lem as que apar ece desde las pr im er as ediciones del siglo XX con alguna m ar ca diatópica que atestigua el uso de éstas en difer entes r egiones del español de Am ér ica (campista (Amér. M in. DRAE 1925); esgrimista (Arg. Chile y Perú DRAE 1925); cafetalista (Cuba (DRAE 1925)). El estudio pr elim inar r ealizado con este gr upo r educido de tér m inos ha per m itido obser var una ser ie de r asgos, algunos de los cuales tam bién apar ecen en algunas investigaciones sobr e el español de Am ér ica (M or eno de Alba 1986; Benier s 1992, 1996; Gar cía Godoy 1998, NGLE 2009; Fer nández Gor dillo 2011). ______________________________________________________ [4] Par a m ás infor m ación véase M uñoz Ar m ijo (2012c).


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En pr im er lugar, destacan las voces que siguen el patr ón der ivativo de ?ismo e ?ista en el español peninsular con los significados com entados en el epígr afe anter ior. Se tr ata de voces que cor r esponden a doctr inas y a seguidor es que se han for m ado con am bos sufijos par a designar teor ías sur gidas a r aíz de políticos o intelectuales am er icanos (peronista, sandinismo, zapatismo). Este gr upo de tér m inos se denom inan en el estudio de Fer nández Gor dillo (2011: 22) sustantivos denominales históricos de importancia sociohistóricocultural nacional puesto que se han extendido desde M éxico o cualquier otr o país hispanoam er icano al exter ior. En otr as for m aciones se obser van los significados de ?ismo e ?ista en difer entes ter m inologías (depor tiva (porrista), lingüística (pochismo)). Del m ism o m odo, en el léxico que hace alusión a difer entes actitudes apar ecen connotaciones de uso negativo cuando se tr ata de for m as de com por tam iento que socialm ente se descr iben com o pr ácticas ir r esponsables, tales com o la desfachatez o la holgazaner ía. Un conjunto r epr esentativo de lem as en ?ismo e ?ista de las ediciones del siglo XX tienen este significado: borreguismo, camelista, caradurismo (usado en Ur uguay y Venezuela (DRAE 2001)), cuatachismo (usado en M éxico (DRAE 2001)), embrollista (usado en Nicar agua (DRAE 2001)), escapismo, extorsionista, gamberrismo, gansterismo, jaranista (usado en M éxico (DRAE 2001)), moñista, pajista (usado en Nicar agua (DRAE 2001)), pancista, valeverguista (usado en El Salvador y Nicar agua (DRAE 2001)). En segundo lugar, es significativa la pr esencia de otr o conjunto de tér m inos que se car acter izan por no seguir el patr ón der ivativo de los sufijos ?ismo e ?ista en la lengua española. La tendencia m ás fr ecuente es la cr eación de der ivados nom inales a par tir de bases léxicas com puestas o de estr uctur as sintagm áticas que cor r esponden a expr esiones (cuentapropista, nomeimportismo, pelaverguismo, yoquepierdista). Finalm ente, tam bién se encuentr a la alter nancia de ?ista con otr os sufijos ante un m ism o r adical que se explica por m otivos geogr áficos entr e el español peninsular y el am er icano. En la NGLE (2009: 6.9ñ) se dedica un apar tado a las alter nancias entr e ?ista y otr os sufijos. En los ejem plos ahorrista, alborotista, conferencista, computista (2.ª acep. DRAE 2001), informatista y profesionista se obser va que estas for m as se r egistr an en países de Hispanoam ér ica (ahorrista en Ar gentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Ur uguay y Venezuela (DRAE 2001); alborotista en Nicar agua (DRAE 2001); computista en Venezuela (DRAE 2001); informatista en Ur uguay (DRAE 2001) y profesionista en M éxico (DRAE 2001)) y, en cam bio, en el español eur opeo se r egistr an r espectivam ente for m as con otr os sufijos: ahorrador, alborotador, conferenciante, informador o profesional. El der ivado computista «en el sentido de ?técnico en com putador as o ?estudiante de com putación?» (NGLE 2009: 478) no tiene un equivalente con otr o sufijo en el español peninsular. Con este significado se encuentr a el tér m ino programador (2.ª acep. DRAE 2001) o informático (2.ª acep. DRAE 2001). El sustantivo alcoholista, que no apar ece en ninguna edición del DRAE, se r egistr a únicam ente en el español am er icano y convive con la for m a alcohólico, com o se


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indica en la NGLE (2009: 477): «alcoholista alter na con alcohólico en el Río de la Plata: Tam bién se puede declar ar ser am igo de un alcoholista (Tism inetzky, Salud)». Con r especto al sufijo ?ismo, el gr ado de r elación con otr os sufijos es m enor. En la NGLE (2009: § 6.4r ) se m encionan las siguientes alter nancias con ?(i)dad:

En gener al, la inter pr etación de actitud, cor r iente o doctr ina es la que suele pr edom inar en los der ivados en ?ismo que alter nan con nom br es de cualidad. En efecto, los sustantivos liberalismo, historicismo e inmovilismo designan doctr inas, pr ácticas o tendencias intelectuales o políticas, m ientr as que liberalidad, historicidad e inmovilidad nom br an, r espectivam ente, las cualidades de liberal, histórico e inmóvil. Se oponen de for m a par ecida modernismo y modernidad, si bien este últim o designa, adem ás, a un per iodo (tam bién existe modernez, de connotación despectiva). Contr astan asim ism o los m iem br os de los par es siguientes: bestialismo ~ bestialidad; conformismo ~ conformidad; fatalismo ~ fatalidad; feminismo ~ feminidad; idealismo ~ idealidad; internacionalismo ~ internacionalidad; laicismo ~ laicidad; materialismo ~ materialidad; musicalismo ~ musicalidad; racionalismo ~ racionalidad; realismo ~ realidad, verticalismo ~ verticalidad (NGLE 2009: § 6.4r ).

Tr as haber pr esentado una descr ipción panor ám ica de los r asgos gr am aticales y sem ánticos m ás r epr esentativos de los der ivados en ?ismo e ?ista que apar ecen en el cor pus de r egistr os del DRAE, a continuación se contr astan estas infor m aciones con el análisis de tér m inos con am bos sufijos pr ocedentes de diccionar ios especializados de am er icanism os (Haensch & Wer ner 1993, 2000, 2002; Fer nando Lar a 2009, 2.ª ed. y Asociación de Academias de la Lengua Española (2010) (DA)), con el fin de aver iguar con un cor pus de datos m ás r epr esentativo, for m ado por unas 500 voces apr oxim adam ente, las car acter ísticas del patr ón der ivativo de ?ismo e ?ista en el español actual am er icano.

3.1. Imitación del patrón morfológico de ?ismo e ?ista en el español americano El seguim iento de los r asgos gr am aticales y sem ánticos del patr ón eur opeo en el español am er icano es la tendencia m ayor itar ia que se obser va en los lem as con am bos sufijos encontr ados en los diccionar ios de am er icanism os seleccionados. Por un lado, la difusión de ?ismo e ?ista en el español am er icano se constata en la pr esencia de voces inter nacionales que se han extendido por la m ayor ía de países


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eur opeos y que tam bién llegan a los países am er icanos con el m ism o significado[5] (cubismo, estructuralismo, nazismo, lingüista en el Diccionario del español usual un M éxico (Fer nando Lar a 2009 2.ª ed.)). Por otr o lado, la opción m ás fr ecuente en el conjunto de diccionar ios escogidos es la pr esencia de cr eaciones or iginales y pr opias que atestiguan la difusión del patr ón inter nacional de ?ismo e ?ista en las difer entes zonas del español de Am ér ica. Una par te de estos tér m inos se han extendido al exter ior (zapatismo, zapatista (DRAE 2001)) y otr as, en cam bio, no han tr aspasado la fr onter a (batllismo, -ista, juarista (DA)) y se consider an dialectalism os geogr áficos puesto que descr iben «r ealidades y conceptos típicos de un ter r itor io geogr áfico» (Fer nández Gor dillo 2011: 25). En el gr upo de for m aciones or iginales am er icanas destacan los m ism os valor es que los com entados en el esquem a de ?ismo e ?ista en el español peninsular per o están asociados a r ealidades, fenóm enos, doctr inas y pr ofesiones pr opias de estos países. Al igual que en el español peninsular, el sistem a de par es en ?ismo e ?ista es fr ecuente en el español am er icano. Desde un punto de vista sem ántico, los sufijos ?ismo e ?ista se encuentr an en num er osas voces del ár ea política y social (ambientalismo, argollismo, -ista, banzerismo). Destaca un num er oso gr upo de tér m inos que alude a doctr inas y a seguidor es que están for m ados a par tir de r adicales patr oním icos (batllismo, -ista > José Batlle y Or dónez; calderonismo, -ista > Rafael Ángel Calder ón; horacismo, -ista > Hor acio Vázquez; juarista > Benito Juár ez (DA)). Otr o r asgo típico de los diccionar ios de am er icanism os del cor pus que no es fr ecuente en el DRAE son los nom br es de der ivados de siglas que cor r esponden a teor ías de par tidos políticos y a sus sim patizantes (anirista > ANIR; aprismo > APR; emebelista > M BL; emenerista > M NR; panismo, -ista > PAN; perredismo, -ista > PRD). La fr ecuencia de uso de estas for m aciones apar ece en el banco de neologism os del BOBNEO y en los estudios m onogr áficos sobr e el español de Am ér ica (Benier s 1992, 1996; Fer nández Gor dillo 2011). En este m ism o dom ino sem ántico son r epr esentativos los der ivados que en el DA apar ecen car acter izados con m ar cas de uso despectivo y que suelen ser pr ácticas o actitudes negativas desde un punto de vista ético por que no siguen unos pr incipios de tr anspar encia política: capitulerismo, cuatachismo, fachadismo, fachista, gorilismo, lentejismo. El valor negativo de m uchas de estas for m aciones se encuentr a en la base léxica pues ésta se define en el DA de una m aner a negativa. Esta connotación de la r aíz se extiende en el neologism o cr eado, com o se obser va en el siguiente ejem plo: _______________________________________________________ [5]Fer nández Gor dillo (2011: 22) em plea la ter m inología de denominales históricos internacionales par a denom inar a este conjunto de der ivados.


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Capitulear: Buscar votos con fines elector alistas por m edios ilícitos. Desp (DA). Capitulerismo: Tendencia política social en la que se capitulea. Desp. (DA).

A difer encia del español peninsular, el m ayor núm er o de este tipo de cr eaciones en el español am er icano par ece indicar que esta tendencia se acentúa en estas zonas geogr áficas. Otr as ár eas sem ánticas en las que ?ismo e ?ista son m or fem as pr oductivos cor r esponden al ar te, los depor tes y la ter m inología lingüística en las que están der ivados que se han or iginado por m edio de un pr oceso m etoním ico par a indicar el nom br e de un depor tista (basquetbolista, beisbolista), de un jugador (bolichista), de un ar tista (bandista, fuellista) o de una pr ofesión (barista, cañerista). A su vez, tam bién son abundantes las voces en ?ismo e ?ista que indican una ter m inología ya sea de la esfer a ar tística (chigalavista), depor tiva (maximarquista, moticulista) o lingüística (guatelmaquismo, limeñismo). Finalm ente, conviene señalar que en el dom inio de las actitudes los datos pr ocedentes del DA y del r esto de diccionar ios del cor pus de esta investigación atestiguan la r entabilidad de ?ismo e ?ista par a la for m ación de actitudes negativas y despectivas que cor r esponden a actitudes ir r esponsables (alborotista, amarretismo, bandidismo, carepalismo, cholulismo, chupista, copuchentismo, curuchupismo, jaranista, pendejismo, perrista). Las m ar cas sociolingüísticas y pr agm áticas que apar ecen en alr ededor de unos 100 tér m inos en ?ismo e ?ista del DA nos sir ven par a postular que esta línea sem ántica se consolida en el español am er icano, en concr eto en situaciones com unicativas infor m ales y coloquiales, e incluso es m ás fr ecuente que en el español peninsular. Algunas de ellas son cr eaciones eufem ísticas con un gr an sentido m etafór ico (flautista, guitarrista, pianista) com o se puede com pr obar en la infor m ación que apar ece en la m icr oestr uctur a:

Flautista: Ni. PR. Refer ido a una per sona, que le gusta acar iciar y chupar el pene. Tabú; pop + cult espon. (DA). Guitarrista: Bo. Per sona que acostum br a a pr esentar se en una fiesta sin haber sido invitada. Pop + cult espon. (DA).

En la pr im er a de ellas, la m etáfor a viene dada por la asociación for m al entr e la im agen del m iem br o vir il y del instr um ento m usical. En la segunda de ellas, el sentido de autoinvitación r ecuer da a otr as expr esiones com o la de ?aixafar la guitar r a?(usada en la lengua catalana) en la que apar ece la m ism a base léxica (guitarra). Entr e el gr upo de actitudes negativas en un uso espontáneo se ha encontr ado la existencia de una pauta der ivativa que es m ás fr ecuente que en el español peninsular. Se tr ata de la


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for m ación de sustantivos a par tir de bases léxicas com plejas (com puestos o bien expr esiones): cazabrujismo; importamadrismo, -ista; mamagallismo, ?ista; nomeimportismo; nuevorriquismo; pelaverguismo (de pelar la verga); quemeimportismo, yoquepierdismo, -ista. Este m ism o patr ón tam bién está pr esente en otr os der ivados que per tenecen a otr os cam pos com o, por ejem plo, huelepeguismo que alude a la tendencia de oler pega com o una pr áctica dr ogadicta. Desde un punto de vista etim ológico, es im por tante destacar la influencia que ejer cen otr as lenguas (inglés, italiano, fr ancés) con las que se ha pr oducido una ser ie de contactos lingüísticos en los difer entes m ovim ientos m igr ator ios que han tenido lugar en la histor ia de difer entes países hispanoam er icanos (Ar gentina, Chile, Colom bia, etc.). En este sentido, se encuentr an for m aciones en ?ismo e ?ista en las que la base léxica es extr anjer a (cheerlidismo > Del ingl. cheerlider (DA)) o bien se tr ata de pr éstam os que tienen su or igen en otr as lenguas, com o es el caso de menefreguismo, -ista que pr ocede del italiano menefreghismo, ?ista y que cor r esponde a la actitud de la indifer encia hacia el entor no (DA). La voz quemeimportismo par ece haber se for m ado a tr avés de las estr uctur as sintácticas fr ancesas qu?importe que / importer à (qqn, qqch), car acter ísticas de la lengua fr ancesa de finales del siglo XVI (1595 M ontaigne) (DHLF, s.v. importer1). A finales del siglo XVIII destacan las expr esiones n?importe / n?importe quel (Rousseau 1782) que par ecen ser las bases léxicas que se han adoptado par a la for m ación del neologism o nomeimportismo. En algunos lem as del DA se constata la influencia fr ancesa en la infor m ación etim ológica que apar ece. Así, en nadaísmo, -ista se indica:«Co. M ovim iento filosófico y liter ar io fundado en M edellín en 1958 por Gonzalo Ar ango (1931-1976), que se car acter iza por una fuer te influencia del existencialism o fr ancés y pr econizaba la r uptur a de la tr adición liter ar ia, política y social» (DA, s.v. nadaísmo). En definitiva, los ejem plos citados señalan la difusión del esquem a m or fológico peninsular de los sufijos ?ismo e ?ista en el español am er icano y constatan la pr oductividad de am bos en esta var iedad geolingüística puesto que algunas de las tendencias destacadas en el español peninsular se acentúan en el español am er icano (nom br es de actitudes y com por tam ientos, m ayor pr esencia del valor negativo y despectivo de las for m aciones con am bos sufijos, etc.). Conviene, por lo tanto, destacar la im por tancia de este gr upo de tér m inos que sigue el patr ón español por que su existencia contr ibuye al conocim iento de las r ealidades de estos países: cuestiones políticas, sociales, cultur ales, costum br es y actitudes, pr ácticas depor tivas, pr ofesiones, etc.


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3.2. Innovaciones propias del esquema derivativo de ?ismo e ?ista americano La nueva tendencia obser vada com o car acter ística del patr ón de voces en ?ismo e ?ista del español am er icano se encuentr a en el pr otagonism o de ?isto, var iante m asculina del sufijo ?ista, r asgo que no apar ece en las for m aciones en ?ista del cor pus de lem as de la tr adición lexicogr áfica académ ica española. En los r eper tor ios lexicogr áficos hispanoam er icanos elegidos se han encontr ado las siguientes voces con este esquem a: agredisto, a; arpisto; bombisto; bombisto, -a; bromisto; burlisto, -a; campisto; campisto, -a; cuentisto, -a, enredisto, -a; pasisto, -a; periodisto. Respecto a su géner o, el sufijo ?ista es fem enino aunque tam bién existe su var iante m asculina ?isto, según los ejem plos anter ior es. Según la lem atización del DA, algunas de las voces anter ior es se usan sólo en m asculino (arpisto, bromisto, periodisto), otr as se r efier en a los dos sexos (agredisto, -a; burlisto, -a; cuentisto, ?a; enredisto, -a; pasisto, -a) m ientr as que algunas de ellas tienen un significado distinto par a el sustantivo en m asculino y el fem enino (bombisto, bombisto,-a; campisto, campisto). En los tér m inos de este últim o gr upo los significados de las palabr as están vinculados sem ánticam ente per o no designan lo m ism o. El distinto géner o expr esa, por lo tanto, un cam bio de significado, com o se obser va en las definiciones de estos tér m inos en el DA: el sustantivo bombisto alude al m úsico que toca el bom bo m ientr as que el adjetivo bombisto, -a se r efier e a la per sona que escr ibe o r ecita bombas (?com posición m usical típica de Hondur as?); el sustantivo campisto designa al ?hom br e que por oficio r ecor r e los bosques o sabanas par a vigilar y cuidar el ganado de los hatos?m ientr as que el adjetivo r elacional campisto, -a designa al ?cam pesino que vive en el cam po o al Jinete que vigila, cuida y ar r ea el ganado vacuno?. Los ejem plos anter ior es m uestr an la diver sidad sem ántica de las cr eaciones que for m an par ejas en ?isto / -ista que se r ecogen en difer entes zonas am er icanas. Difer entes investigador es ? Faitelson-Weiser y Br ouar d (1982)[6], Santiago Lacuesta y Bustos (1999) y Rohlfs (1969)? han estudiado la var iante m asculina -isto en el español peninsular, en el español de Am ér ica, y el últim o de ellos en la lengua italiana y establecen hipótesis con las que justifican de la pr esencia de la for m a m asculina. El estudio de Faitelson-Weiser y Br ouar d (1982) r ecoge 52 palabr as en -isto, var iante de ?ista: «cf. el conocido modisto ?m odista m asculino? y los vocablos ar gentinos alarmisto ?hom br e alar m ista?, bañisto ?hom br e que se baña m ucho? y enredisto ?hom br e que se enr eda m ucho?». Según estos autor es, en modisto «se hiper car acter iza el sexo m asculino de las per sonas designadas», esto es, el tér m ino ha var iado su géner o par a indicar que es una actividad r ealizable tam bién por los _________________________________________________ [6] Cita indir ecta tom ada de Phar ies (2002: 359).


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hom br es aunque sea típica de las m ujer es. M or eno de Alba (1992) tam bién apor ta el m ism o r azonam iento par a la voz modisto que se ha for m ado con el m asculino analógico: «los hablantes constr uyen la var iante m asculina par a enfatizar que este oficio puede ser desar r ollado tam bién por hom br es» (1992: 133). Este m ism o autor cita otr as voces con la var iante -isto (bromisto, burlisto, cuentisto, pianisto, maquinisto, telegrafisto) que no cr ee que sean usadas en el español r ur al de Am ér ica: «puede poner se en duda la r eal existencia de estas for m aciones, sobr e todo en boca de cam pesinos, pues no se tr ata pr ecisam ente de vocabular io r ur al. Quizá se puedan pr oducir de m aner a espor ádica con pr opósitos hum or ísticos» (1992: 133). Se tr ata de for m aciones usadas en la lengua coloquial en situaciones com unicativas infor m ales. Del m ism o m odo, par a el tér m ino modisto Santiago Lacuesta y Bustos (1999: 4570) establecen la m ism a hipótesis: «cr eado quizás con la finalidad de difer enciar lo de sastr e, puede deber su var iación genér ica al hecho de que la pr ofesión er a típicam ente fem enina, o com o supone Laca (1986: 470), a la necesidad de m ar car una difer encia en el contenido de esa pr ofesión. Car ecem os, sin em bar go, de suficientes datos par a deter m inar qué hipótesis es la m ás adecuada. Podr ía tr atar se tam bién de un sim ple calco del fr ancés» (Santiago Lacuesta y Bustos 1999: 4570). En los diccionar ios am er icanos consultados no se ha encontr ado modisto per o sí en cam bio modistón, cuya ter m inación par ece tener un m atiz despectivo: «Pe. M odisto, hom br e que tiene por oficio hacer pr endas de vestir » (DA, s.v. modistón). Del m ism o m odo, par a el tér m ino modisto Santiago Lacuesta y Bustos (1999: 4570) establecen la m ism a hipótesis: «cr eado quizás con la finalidad de difer enciar lo de sastr e, puede deber su var iación genér ica al hecho de que la pr ofesión er a típicam ente fem enina, o com o supone Laca (1986: 470), a la necesidad de m ar car una difer encia en el contenido de esa pr ofesión. Car ecem os, sin em bar go, de suficientes datos par a deter m inar qué hipótesis es la m ás adecuada. Podr ía tr atar se tam bién de un sim ple calco del fr ancés» (Santiago Lacuesta y Bustos 1999: 4570). En los diccionar ios am er icanos consultados no se ha encontr ado modisto per o sí en cam bio modistón, cuya ter m inación par ece tener un m atiz despectivo: «Pe. M odisto, hom br e que tiene por oficio hacer pr endas de vestir » (DA, s.v. modistón). Estas son las explicaciones que par ecen justificar la pr esencia de ?isto en la m ayor ía de las for m aciones citadas del cor pus de la pr esente indagación. En las definiciones de estos lem as se destaca que la pr ofesión o la actitud es pr opia de los hom br es y éstas suelen estar encabezadas por el sustantivo hombre o por un contorno especificador de tipo ?r efer ido a? (DA, Pr esentación):

Arpisto: Hombre que toca el ar pa. Rur. (DA) Bromisto: Referido a un hombre, br om ista, aficionado a dar br om as. Rur. (DA).


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En cam bio, en los sustantivos que tienen las dos ter m inaciones (agredisto /-a; burlisto/-a) no se especifica que el agente sea exclusivam ente un hom br e. En otr os casos, la ter m inación en ?isto apor ta a la cr eación un tono popular que se usa en situaciones com unicativas vulgar es y en am bientes r ur ales (arpisto, burlisto, periodisto) y es la justificación que se sostiene en los tr abajos de Santiago Lacuesta y Bustos (1999: 4570), M or eno de Alba (1992) y Rohlfs (1969: 442). En la definición de estos lem as apar ecen las m ar cas rur. (r ur al) y desp. (despectivo) que aluden a este uso en el que la var iante popular ?isto sustituye a la culta ?ista. Junto a la tendencia anter ior, en las voces del español de Am ér ica destacan las cr eaciones con un valor puntual y concr eto que par ece indicar un car ácter ocasional en este tipo de constr ucciones: eventismo ?afición a la or ganización de eventos y par ticipación en ellos?; exitismo ?afán desm edido de éxito o valor ación excesiva de su obtención por par te de ter cer os?; finalismo ?tendencia a dejar el desem peño de una obligación en el últim o m om ento?; finalista ?per sona que estudia solam ente en vísper as de los exám enes?; normalista ?m aestr o titulado en una escuela nor m al? / ?alum no de una escuela nor m al de for m ación de m aestr os de pr im er a enseñanza?).

3.3. Diferencias leves entre los dos patrones Adem ás de las pautas anter ior es que se car acter izan por no seguir el esquem a der ivativo de am bos sufijos en el español peninsular, las voces r ecogidas en los diccionar ios am er icanos pr esentan alter nancias con otr as for m as del español am er icano o bien se tr ata de voces hom ónim as que no com par ten el m ism o significado. En la pr im er a posibilidad, se encuentr an alter nancias que evidencian que en algunos casos ?ista tiene un m ayor pr otagonism o en el español am er icano que en el peninsular : ahorrista (DA) ? ahorrador (DRAE); alcoholista (DA) ? alcohólico (DRAE); acupunturista (DA) ? acupuntor (DRAE); facturista (DA) ? contable (DRAE). En otr as par ejas la alter nancia viene dada por la difer ente base léxica que se escoge en cada una de las var iedades diatópicas: aparadorista (DA) ? escaparatista (DRAE); basketbolista (DA) ? baloncestista (DRAE). En la segunda posibilidad, se r ecogen num er osos ejem plos en los que el m ism o der ivado no tiene el m ism o significado en las dos var iedades: americanismo, bolivianismo, cambista, derbista, divisionismo, equilibrista, estilista, falangismo, flautista, florista, gremialismo, gremialista, guitarrista, materialista, masajista, metodista, papelista, paracaidismo, paracaidista, pianista. En algunos casos la difer encia sem ántica es m ínim a com o, por ejem plo, florista que en el español am er icano no se cor r esponde con el oficio de vender flor es per o se r elaciona con la per sona que lleva flor es en las fiestas:


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Florista: Pa, Ec. M uchacha que lleva flor es en una boda (DA). Bo. En las bodas o en otras celebraciones, niña encar gada de echar las flor es par a que pasen los novios o las autor idades (DA). Derbista, en cam bio, no tiene el significado car acter ístico de la esfer a del fútbol sino que se em plea en el dom inio de la hípica en el español am er icano: Derbista: Ch. Caballo que par ticipa en un der bi.

Lo m ism o ocur r e con estilista que es una pr ofesión r elacionada con la fabr icación de calzado: ?alistador, per sona que cor ta y cose el calzado? (DA, s.v. estilista). En otr os casos, com o en equilibrista, flautista, masajista, paracaidismo, paracaidista y pianista, el valor de estos tér m inos es m etafór ico y es totalm ente distinto al del español peninsular. Se tr ata de voces eufem ísticas que aluden a pr ácticas sexuales (flautista, masajista) o a pr ácticas car acter izadas por la astucia par a falsear o r obar (equilibrista, paracaidista, pianista). En la r edacción de las definiciones se puede obser var que estos lem as tam bién tienen un uso despectivo:

M asajista:

Coloq. Desp. Hom br e que tiene la costum br e de tocar a las m ujer es por lascivia, im por tunándolas (Diccionario del español de Cuba, Haensch & Wer ner 2000).

Paracaidista:

I. M x. Gu. Ho. Ar. Ur. Per sona que tiene un puesto r em uner ado al que ha accedido por influencias. Pop + cult > espon. Ni. Py. Ar r ibista Bo. Per sona que se afilia por conveniencia a un par tido político par a obtener algún beneficio. M x. Gu. Ni. Per sona que se asienta ilegalm ente en un ter r eno o casa abandonada. Pop+cult > espon. II. Gu. ES. Ni. CR. RD. Co. Ve. Ec. Pe, Bo. O, Py. Pop + cult > espon^desp. Per sona que acostum br a a pr esentar se en un lugar sin haber sido invitada. III. Bo. Ladr ón que se dedica a r obar en cam iones que tr anspor tan m er cancías, delinc (DA).


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El significado de papelista com o ?far sante, hipócr ita?en el español de Nicar agua (DA, s.v. papelista) existe en el español am er icano desde el siglo XIX. Esta voz apar ece en el Diccionario provincial de voces cubanas de Pichar do (1836) con el significado de ?sinónim o de picapleitos?y no tiene nada en com ún con la designación de papelista en el español peninsular (?fabr icante de papel?). Este ejem plo atestigua que el valor despectivo en las for m aciones en ?ista es anter ior al siglo XX tam bién en el español am er icano.

4. CONCLUSIONES Los r esultados obtenidos en el análisis de la pr esente investigación per m iten postular que el patr ón de los sufijos ?ismo e ?ista en el español am er icano es levem ente distinto al esquem a m or fológico español. Los cam bios señalados en la estr uctur a sem ántica y m or fológica de los der ivados que figur an en los r eper tor ios hispanoam er icanos exam inados no son lo suficientem ente distintos par a postular que am bos m or fem as tienen un com por tam iento totalm ente distinto en las dos var iedades. La diver sidad de fuentes lexicogr áficas y textuales que for m an par te del cor pus de la indagación ha per m itido obtener una visión gener al e integr ador a de los der ivados en ?ismo e ?ista en el español am er icano que es m ás am plia a la que se ha pr esentado en estudios anter ior es sobr e los am er icanism os que se aceptan en el DRAE. Gr acias a la consulta de las fuentes m encionadas se han podido cor r obor ar las tendencias der ivativas que se han intuido en el análisis de los am er icanism os en ?ismo e ?ista en las ediciones del DRAE (M uñoz Ar m ijo 2010, 2012). Las car acter ísticas encontr adas en los der ivados en ?ismo e ?ista del español am er icano confir m an que en esta var iedad se difunden los significados y com binaciones m or fológicas (par ejas ?ismo /-ista; uso de bases patr oním icas) que están pr esentes en el español peninsular. La r entabilidad y fr ecuencia de este esquem a se encuentr a en la cr eación de voces or iginales del español am er icano. Incluso, en algunos casos, se am plían las posibilidades del esquem a m or fológico de am bos sufijos, especialm ente son fr ecuentes otr o tipo de bases léxicas com o las siglas (ANIR > anirista; APR > aprismo; M BL > emenerista). Entr e las innovaciones m ás im por tantes destaca el uso de la var iante m asculina ?isto. Los neologism os en ?isto se car acter izan por ser polisém icos y por tener difer entes significados cuando la m ism a voz en ?isto alter na con la acabada en ?ista. En segundo lugar, tam bién son fr ecuentes las bases léxicas com plejas que cor r esponden a for m as com puestas o a expr esiones (huelepeguismo). Finalm ente, otr a de las novedades del patr ón am er icano de los sufijos ?ismo e ?ista es su pr oductividad en la cr eación de for m aciones con un valor despectivo o hum or ístico y su fuer te em pleo en situaciones infor m ales (coloquiales, vulgar es). Desde el punto de vista sem ántico, es inter esante destacar el difer ente valor


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de una m ism a for m a (flautista, masajista) en las r egiones com par adas. La r azón de este cam bio se explica por r azones geogr áficas y por influencias cultur ales que influyen en la concepción de estos tér m inos en estas zonas. Del m ism o m odo, tam bién es significativa la influencia que ejer cen las lenguas vecinas en el esquem a de ?ismo e ?ista en el español am er icano. Los contactos socio-políticos y cultur ales con otr as poblaciones se filtr an en la cr eación de neologism os a par tir de r adicales pr ocedentes de otr as lenguas (fr ancés, inglés e italiano). En definitiva, los r asgos pr esentados nos sir ven par a postular que los sufijos ?ismo e ?ista en el español am er icano am plían las pautas der ivativas obser vadas en el español peninsular. En ningún caso las difer encias no son lo suficientem ente am plias par a afir m ar que se puedan difer enciar dos esquem as m or fológicos distintos ya que el com por tam iento de ?ismo e ?ista es sim ilar en las dos zonas geogr áficas (peninsular y am er icana). Las innovaciones encontr adas en el español am er icano se inter pr etan, por lo tanto, com o una extensión de las líneas (for m ales y sem ánticas) del español peninsular y no constatan la pr esencia de un nuevo patr ón der ivativo.

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Apu n tes sobr e l a l exicogr afía m on ol in gü e de apr en dizaje Isabel Sánchez López Universidad de Jaén

INTRODUCCIÓN Si por algo se ha car acter izado nuestr a pr oducción científica en r elación con los diccionar ios de apr endizaje ha sido por el r eclam o de una m ayor dedicación y estudio. No hay m ás que ver esta par cela en el ám bito anglosajón. Son ar gum entos que abundan sobr e todo en estudios m etalexicogr áficos de la década de los noventa del siglo pasado (Calder ón, 1994: 13). Autor es com o Hum ber to Her nández, gr an conocedor de las dos par celas, la m etalexicogr áfica y la diccionar ista, apr ecia el esfuer zo llevado a cabo por nuestr as editor iales con r especto a los diccionar ios escolar es. Califica de sor pr endente las cifr as de pr oducción de obr as pedagógicas de años com o 1997 o 1998, años en los que se han llegado a publicar m ás de una docena siendo la m itad de ellos pr oyectos de nueva planta (Her nández, 2001: 101-102). Sin em bar go se sigue echando de m enos estas cifr as tan alentador as en el sector de los diccionar ios m onolingües de apr endizaje. Había quien vaticinaba que el auge de la enseñanza de segundas lenguas, en concr eto la enseñanza de español com o lengua extr anjer a o segunda lengua, r eper cutir ía consider ablem ente sobr e la pr oducción diccionar ista tal y com o ha ocur r ido con los m anuales gener ales y m ater iales m onogr áficos. Así al m enos lo cr eía Alvar (2001: 18). M er ece la pena detener se en la llam ada de atención que hace con r especto a las vidas par alelas que llevan disciplinas com o la lingüística aplicada a la enseñanza de ELE y la lexicogr afía pedagógica. Es fundam ental que ésta se apoye en aquélla, contr ibuyendo am bas a la super ación de obstáculos esenciales com o la delim itación del esquem a de apr endizaje de una lengua m ater na fr ente a una segunda lengua o lengua extr anjer a, y consecuentem ente el per fil de estos hablantes concr etando así las car acter ísticas par ticular es de los r eper tor ios par a su apr endizaje


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El cam bio ha sido llam ativo pues en nuestr a disciplina par ecía existir un divor cio entr e la teor ía y la pr áctica, sin que los diccionar ios atendier an a las innovaciones que se pr oducían en la lingüística (en nuestr o caso en la lexicogr afía y en la técnica de enseñanza de lenguas), y sin que los estudios lingüísticos pr estar an atención a los análisis y soluciones adoptados en los r eper tor ios léxicos, que tienen que afr ontar los pr oblem as uno a uno y solucionar los, m al o bien, sin que se quede ninguno atr ás (Alvar, 2001: 19).

La evolución de la lexicogr afía española m onolingüe de apr endizaje ha pasado por un pr im er estadio en el que, quizás por el peso de la tr adición de las obr as gener ales de lengua, quizás por la apar ición de un nuevo sujeto en r elación con el estudio y apr endizaje de la lengua, no ha conseguido unos r esultados dem asiado satisfactor ios. La desazón er a m anifiesta tam bién en las ar gum entaciones r ealizadas en m etalexicogr afía donde se destaca m ás el desconocim iento de esta par cela de la lexicogr afía o la tr adición (Her nández, 1994: 110). Al contr ar io de lo que los sector es m ás tr adicionales de la lexicogr afía puedan opinar, par a M eder os (op. cit.: 104) el diccionar io debe ser la r espuesta a las pr eguntas que el potencial usuar io se pueda hacer. Por ello un diccionar io de apr endizaje debe estar dotado de unas definiciones clar as, concisas a la vez que nutr idas de todos aquellos datos de car ácter léxico-sem ántico y contextual necesar ios par a com pr ender el lem a en cuestión. La definición debe ser el punto m ás elástico de todo el diccionar io, dado que puede solventar o com plicar, com pletar o no, los significados de una palabr a. De ahí que algunos especialistas apuesten por la heter ogeneidad, por el em pleo de difer entes tipos de definiciones según las car acter ísticas de la entr ada

Podr ía aceptar se sin discusión la hom ogeneidad definitor ia si consider ásem os sólo un tipo de diccionar ios que definier a signos, es decir, unidades del sistem a o for m as de contenido (los llam ados diccionar ios lingüísticos). Sin em bar go, par a la elabor ación de diccionar ios de lengua, en los que tam bién se tiene en cuenta la sustancia de contenido, r esulta im posible oper ar con un solo tipo de definición, y esta apar ente falta de r igor o ausencia de sistem aticidad va asociada con el pr opio car ácter híbr ido del diccionar io (Her nández, 2001: 112).

Otr o de los elem entos necesar ios cuando el diccionar io va destinado al apr endizaje de la lengua, es la infor m ación gr am atical o sintagm ática (Haensch, 1997). Se tr ata de uno de los elem entos del diccionar io a los que nuestr a tr adición lexicogr áfica ha dedicado m enos esfuer zos.


APUNTES SOBRE LA LEXICOGRAFÍA M ONOLINGÜE DE APRENDIZAJE

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Es habitual contar con datos tanto de car ácter m or fológico, com o pueden ser el géner o y núm er o de sustantivos com o datos sobr e la conjugación de los ver bos. Adem ás es necesar io dedicar un espacio a la infor m ación sintáctica junto con los datos sobr e el uso contextual de los lem as, contor no, r égim en, etc. Todo ello en un lenguaje clar o y tr anspar ente, sin excesiva codificaciones, ? al m enos éstas son las r eglas que han adoptado los equipos de r edacción de los diccionar ios de apr endizaje anglosajones? (Bar galló, 1999: 18). Donde la definición no llega debe estar el ejem plo. El ejem plo lexicogr áfico es una her r am ienta básica com plem entar ia de la definición e inexcusable com o r ecur so pedagógico en diccionar ios m onolingües de apr endizaje. Los tr abajos que hem os som etido a estudio así lo cor r obor an y nuestr a lectur a nos ha hecho com pr ender la r elevancia de esta par te del ar tículo. Todo esto debe venir ador nado por una buena pr esentación, clar idad gr áfica y facilidad de m anejo, com o consider aciones pr evias a la ar dua tar ea de r edactar un diccionar io, m ás aún si se tr ata de una obr a de car ácter pedagógico.

EL NACIM IENTO DE UNA NUEVA ETAPA El papel del usuar io del diccionar io com o eje par a la r edacción de tr abajos ha r epr esentado uno de los gr andes avances de la lexicogr afía en la época m oder na. Aunque aún queda m ucho cam ino por r ecor r er, asum ir que no existe un único diccionar io válido par a todo tipo de público hace cr eer en los cam bios que de hecho está sufr iendo la pr oducción diccionar ista en nuestr a lengua

Por m ucho tiem po se cr eyó que cualquier ver sión, gener alm ente r esum ida, del diccionar io académ ico podr ía ser vir par a satisfacer las dem andas de cualquier gr upo de usuar ios, ya fuer an escolar es o adultos, nativos o extr anjer os. Esta m ezcla de ingenuidad y opor tunista picar esca editor ial se detecta en los pr ólogos y catálogos pr opagandísticos (Her nández, 1998: 73).

Recor dem os que tr adicionalm ente los diccionar ios han sur gido del tr abajo de análisis y selección de m ater iales apar ecidos en el r eper tor io académ ico. Se alejan por tanto, de la idea de pr oyectos de nueva planta. Este panor am a ha gener ado un descontento por lo que el público em peñado en el apr endizaje de la lengua tenía a su alcance escasos m ater iales com o fuente. De ahí que se valor e m uy positivam ente el cam bio que nuestr a lexicogr afía ha sufr ido en favor de obr as m ás coher entes. Ello ha tr aído consigo la cr eación de pr oyectos de nueva planta que par ten de un estudio del usuar io com o pr im er objetivo (Gar r iga, 1999: 43).


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Lo publicado hasta el m om ento ha r ecibido tantos elogios com o cr íticas, podr íam os decir. El punto de par tida de todas las obser vaciones y r evisiones a las que han sido som etidos estos r eper tor ios ha sido el contr aste con un r eper tor io m uy sim ilar per o destinado al apr endizaje de la pr im er a lengua, el conocido com o diccionario escolar. Son diver sos los aspectos som etidos a juicio por los lexicógr afos y m etalexicógr afos: la pr esencia o no de la tr anscr ipción fonética, su necesidad par a hablantes no nativos de la lengua, el tr atam iento que debe tener en el diccionar io ?fonético teór ico o pseudofonético, huyendo de la lingüística teór ica com o m étodo de acer cam iento de la infor m ación a un usuar io no especialista?.

En cuanto a la necesidad de pr esentar tr anscr ipciones fónicas en estos diccionar ios, necesidad negada por especialistas tan solventes com o Hum ber to Her nández o Günther Haensch, estar íam os dispuestos a adm itir su banalidad si los usuar ios fuer an todos de or igen gr iego, italiano o alem án, per o decididam ente no, si se piensa en estudiantes acostum br ados a sistem as gr áficos y fónicos m uy difer entes (M or eno, 2001: 167).

De m odo sim ilar este autor r evisa la conveniencia de la separ ación silábica, a par tir de lo que DIPELE, SALAM ANCA y GDUEA llevan a cabo en sus r espectivas nom enclatur as, incidiendo en la pr eponder ancia del uso fr ente a la nor m a académ ica.

PRIM EROS TESTIM ONIOS Autor es com o Her nández (1998: 73) opinan que las pr im er as m uestr as de inter és por este sujeto que se acer ca al apr endizaje de la lengua com o no m ater na no llegan hasta 1966; entonces em piezan a m anifestar se algunas pr eocupaciones por satisfacer las dem andas de consulta de los extr anjer os que apr enden español. La cr onología de los diccionar ios m onolingües de apr endizaje, que gener alm ente pr opone su nacim iento con el Diccionario para la enseñanza de la lengua española (VOX-Biblogr af, 1995), ?al que vam os a conocer com o DIPELE? es algo im pr ecisa ya que par a algunos autor es se adelanta unas décadas m ás. El m otivo es la r eflexión sobr e un r eper tor io al que se ha dedicado gr andes elogios así com o num er osas cr íticas, per o que por encim a de todo es un gr an diccionar io. Se tr ata del Diccionario de uso del español de M ar ía M oliner, obr a en cuya intr oducción podem os leer lo siguiente


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La denom inación ?de uso? aplicada a este diccionar io significa que constituye un instr um ento par a guiar en el uso del español tanto a los que lo tienen com o idiom a pr opio com o a aquellos que lo apr enden y han llegado en el conocim iento de él a ese punto en que el diccionar io bilingüe puede y debe ser sustituido por un diccionar io en el pr opio idiom a que se apr ende (Intr oducción, IV). Cabe destacar de estas palabr as dos ideas im por tantes. La pr im er a nos acer ca a un ar gum ento pr esente en r eper tor ios actuales par a el apr endizaje de la lengua com o extr anjer a o segunda. Se tr ata de la adecuación del diccionar io a todo el que pr etende apr ender español. Otr a idea im por tante a la vez que novedosa, dado el m om ento en el que se pr opone, es la necesidad del estudiante extr anjer o de sustituir dur ante su pr oceso de apr endizaje de la lengua el diccionar io bilingüe por el m onolingüe de la lengua de destino. Llam a la atención este pr esupuesto de la enseñanza com unicativa de lenguas en un r eper tor io que ve la luz en los años sesenta del siglo pasado. Sin duda este diccionar io ha suplido el vacío que nuestr a lexicogr afía ha tenido r especto de estos r eper tor ios de apr endizaje hasta hace poco m ás de una década.

El diccionar io de M ar ía M oliner nació, por tanto, con la decidida voluntad de ser útil a los extr anjer os, y a fe que lo consiguió por que aún hoy es uno de los diccionar ios m ás consultados y r ecom endados pr o hispanistas y pr ofesor es de español de todo el m undo (M or eno, 2001: 156).

Hay quien ha encontr ado en los pr opósitos de la autor a de este diccionar io una r ealidad tangible por sus apor taciones de car ácter didáctico tan pr esentes y útiles par a los diccionar ios destinados al apr endizaje del español com o segunda o com o extr anjer a. En ella se puede hallar :

a.-

Infor m ación sobr e la pr onunciación de los lem as, según el or den alfabético inter nacional.

b.-

Definiciones r edactadas en un lenguaje pr eciso, clar o y m uy actual.

c.-

Abundante infor m ación gr am atical, tan necesar ia en el apr endizaje de una lengua.

d.-

Infor m ación necesar ia descodificador es.

tanto

par a

tr abajos

codificador es

com o


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Otr o de los r eper tor ios pr im er os se publica apr oxim adam ente una década después del ya m encionado Diccionario de uso del español de M ar ía M oliner. Se tr ata del Diccionario Ilustrado Básico Sopena Idiomático y Sintáctico (1980). Al igual que ocur r ía con la obr a anter ior, la intr oducción de este diccionar io deja entr ever su utilidad par a apr ender español com o segunda lengua o lengua extr anjer a. En los objetivos de la obr a, su autor, Lázar o Sánchez Lader o pr opugna que este diccionar io está r edactado «con vistas a cubr ir las necesidades idiom áticas elem entales de cuantos estudian o pr actican el español com o idiom a pr opio, y par a estudiantes extr anjer os com o ayuda en su esfuer zo par a dom inar esta lengua» (Intr oducción, VIII). Se tr ata de un pr oyecto de poca enver gadur a, su nom enclatur a consta de seis m il entr adas, en teor ía aquellas que nor m alm ente se m anejan en un am biente escolar y fuer a de él. Par a H. Her nández, la apor tación m ás novedosa se puede hallar en su m icr oestr uctur a

Tr as la palabr a entr ada, apar ece entr e par éntesis su división silábica r ecalcando la sílaba tónica m ediante la im pr esión en negr ita. Las definiciones son clar as y la m ayor ía de las acepciones se ilustr an con un sencillo ejem plo. Pr opor ciona, así m ism o, sinónim os y antónim os, y desde los ar tículos ver bales se r em ite a unos m odelos de conjugación. Posee num er osas ilustr aciones, cuadr os y esquem as de gr an utilidad, aunque se echan en falta otr as m uchas obser vaciones (or togr áficas, de uso, etc.) necesar ias par a el usuar io extr anjer o. Algunos aspectos positivos, desde luego, per o su lim itada m acr oestr uctur a r educe consider ablem ente el cam po de sus posibilidades (Her nández, 1998: 74).

REVISIÓN DE ALGUNOS DE LOS PRINCIPALES DICCIONARIOS PEDAGÓGICOS Son var ios los autor es que coinciden en declar ar el Gran Diccionario de la Lengua Española de la editor ial SGEL dir igido por Aquilino Sánchez ?al que vam os conocer com o GDUEA? com o un r eper tor io adecuado par a estudiantes no nativos de nuestr a lengua. Fr ancisco M or eno Fer nández (2001) o Elena Bajo Pér ez (2000) así lo afir m an; aquél aludiendo al diccionar io com o una obr a ?de utilidad par a estudiantes extr anjer os? y Bajo Pér ez lo define com o ?diccionar io concebido explícitam ente par a ser útil a usuar ios no nativos de español?. Am bos aluden, sin duda, a la pr im er a edición de este tr abajo, publicada en 1985. M or eno Fer nández une a éste otr os com o el Diccionario para la enseñanza de la lengua española (1995) que él m ism o coor dinó y que publicó la Univer sidad de Alcalá de Henar es y la editor ial Vox-biblogr af y el Diccionario Salamanca de la Lengua española (1996) coor dinado por F. Gutiér r ez Cuadr ado y publicado por la editor ial Santillana ?al que vam os a denom inar SALAM ANCA?.


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Par a Elena Bajo Pér ez r eper tor ios m uy anter ior es com o el Diccionario de Uso del Español de M ar ía M oliner, publicado tr eintas años antes, puede em plear se com o diccionar io m onolingüe de apr endizaje, por sus num er osos ejem plos y las indicaciones sobr e la constr ucción sintáctica tan necesar ia par a el hablante en fase de apr endizaje de una lengua extr anjer a. A él sum a otr os ya m encionados, com o el Diccionario para la enseñanza de la lengua española (VOX-Biblogr af, 1995) y el Diccionario Salamanca de la lengua española (1996). Josefina Pr ado Ar agonés (2001a y b) apoya la idea de estos otr os estudiosos adm itiendo com o diccionar ios par a extr anjer os los dos r eper tor ios m encionados.

CLAVE. DICCIONARIO DE USO DEL ESPAÑOL ACTUAL (1997) Nuestr o tr abajo ha cr eído opor tuno r econocer el diccionar io CLAVE de la editor ial SM com o un r eper tor io válido par a usuar ios no nativos de español. En cam bio, no todos los estudiosos apoyan esta pr opuesta. Elena Bajo Pér ez (2000) lo pr esenta com o el últim o elem ento de una ser ie de r eper tor ios didácticos escolar es, seis en total, elabor ados en r elación con la edad y nivel educativo del usuar io al que se destinaba cada tr abajo. Todos ellos dir igidos por la m ism a per sona, Concepción M aldonado. En concr eto el diccionar io CLAVE ocupa el últim o lugar, es decir, estar íam os ante un diccionar io destinado a un público adulto escolar, estudiante de secundar ia o bachiller ato. La continuidad de este tr abajo y su r elación con el r esto de r eper tor ios de la ser ie se puede per cibir en aspectos com o la nom enclatur a, ya que CLAVE r ecoge, con escasas m odificaciones, todas las entr adas de Intermedio com pletadas con algunas m ás, así com o algunas acepciones añadidas, supr im iendo las ilustr aciones. Debem os suponer, adem ás, que CLAVE super a a Intermedio en hechos no sólo cuantitativos, sino que dado el destinatar io o destinatar ios de aquél per m ite analizar los fenóm enos con m ayor com plejidad, tanto discur siva com o de contenido. Uno de los acier tos de este tr abajo, a pesar de su estr uctur a digital sim ple, ha sido ofer tar la var iante infor m atizada en el año 2000, edición con la que hem os tr abajado en nuestr o estudio. A pesar de estar som etida a un pr ogr am a infor m ático m uy elem ental, no cabe duda de que las posibilidades que los diccionar ios en CDr om ofr ecen super an con cr eces las posibilidades de sus cor r espondientes en papel

a) Se añaden en gr an núm er o de palabr as datos sobr e al etim ología (en Inter m edio com pletam ente ausentes), infor m ación con m ás inter és del que puede par ecer a pr im er a vista, puesto que se incluyen m uchos neologism os que los diccionar ios pr opiam ente etim ológicos no r egistr an.


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b) Se br indan al final de cada entr ada indicaciones aún m ás exhaustivas sobr e el uso: significados especiales que adquier e una palabr a por deter m inado uso; descr ipción de los usos nor m ativos. c) Quizá el logr o m ás im por tante sea el m odo de infor m ar sobr e la m ar cación diatópico, r elacionada íntim am ente con una car acter ística m acr oestr uctur al, la selección e incor por ación de m ás de dos m il am er icanism os (Bajo, 2000: 159).

Finalm ente se valor a uno de los r ecur sos pr esentes en los r eper tor ios destinados a un público en fase de apr endizaje de la lengua, sea m ater na sea extr anjer a: los apéndices. Este tr abajo sintetiza una cantidad im por tante de infor m ación en estos apar tados: or togr afía, infor m ación sobr e el uso (escr ito, pr incipalm ente), er r or es fr ecuentes en la lengua, m odelos de conjugación, sufijos, etc. tan necesar ia y a la vez tan com plicado r egistr ar la en la m icr oestr uctur a de la obr a. Nuestr o estudio de la obr a intentar á justificar la selección de este r eper tor io y su utilidad com o diccionar io m onolingüe de apr endizaje.

GDUEA. GRAN DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA (1985) Desde la publicación del Gran diccionario de la lengua española en 1985 son var ios los tr abajos en m etalexicogr afía que le han dedicado un consider able espacio a su r evisión. Per o llam a la atención, sin em bar go, que no se pueda hallar la m ism a cantidad de liter atur a sobr e la nueva edición, aquella que hem os em pleado en nuestr o estudio. De la edición de 1985 autor es com o Her nández (1992) r ecogen las palabr as que en su intr oducción pr esentan la obr a. La definen com o un r eper tor io destinado al estudiante extr anjer o, el pr ofesor de lengua española, el estudiante m edio español y el pr ofesional. Dentr o de sus car acter ísticas gener ales, otr os teór icos que conocier on el pr oyecto desde su génesis, com o M . M ar ín (1990), destacan el cr iter io de uso gener al com o nor m a par a la for m ación de la nom enclatur a y de los difer entes significados. Él m ism o r ecuer da la atención que su equipo de r edacción pr estó a las for m as coloquiales y a la fr aseología. Adem ás Her nández (1992) nos r ecuer da que el or den de las acepciones está basado en el cr iter io de la fr ecuencia de uso. De este r eper tor io se ha dicho, tam bién, que sus definiciones son, por lo gener al, clar as.


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Todos estos aspectos contr astan con las cr íticas que tam bién se les han dedicado en ocasiones. Su pr ólogo asegur a que esta obr a incor por a m uchos neologism os y tecnicism os, en cam bio no se hallan tér m inos tan usuales com o bonsái, fax, nobuk, máster, ocupa, etc. y otr os necesar ios en la vida cotidiana (Bajo, 2000, Her nández, 1992). En la descr ipción anter ior de la obr a destacábam os su pr em isa de m ostr ar la lengua usual; en cam bio, en su m icr oestr uctur a podem os encontr ar fallos sim ilar es a los que se han pr oducido en el diccionar io académ ico. Recor dem os que el cor pus en el que se basa es el que posee la Real Academ ia Española. No cabe duda de que par a intentar conseguir un r eper tor io de uso ser ía necesar io un estudio pr evio de fr ecuencias y otr o sobr e el uso del vocabular io. En cuanto a su destinatar io, o m ejor dicho a los difer entes destinatar ios, gr upo r ealm ente dispar entr e sus m iem br os, cuesta cr eer que un m ism o diccionar io pueda adecuar se a hablantes nativos y no nativos al m ism o tiem po. El usuar io no nativo pr ecisa un r eper tor io cuyas definiciones se r edacten a par tir de un núm er o lim itado de definidor es, hecho que no se contem pla en este tr abajo, y otr os aspectos com o la separ ación silábica de las entr adas o infor m ación sobr e la pr onunciación. Estos últim os datos se pueden encontr ar en este diccionar io, aunque la separ ación silábica haya gener ado algunas cr íticas. No vam os a extendem os en el com entar io de los cr iter ios adoptados par a la división silábica; estoy totalm ente de acuer do con Seco (1987c, pág. 214) en consider ar que tal y com o se ha hecho difícilm ente puede contr ibuir a com batir la "falta de coher encia" que existe en este ter r eno y en la que con tanta fr ecuencia suele incur r ir se, según la opinión de los autor es (Her nández, 1998: 75).

Se ha cr iticado tam bién la falta de sistem aticidad en deter m inados elem entos de la obr a. M . M ar ín habla de tr atam iento poco unifor m e en la ejem plificación o los hom ónim os, así com o en la infor m ación pr agm ática y estilística. Adem ás la ausencia de infor m ación sobr e el contor no definicional pr ovoca que se abusen de expr esiones com o ?se dice de? ?se aplica a? o ?per teneciente o r elativo a?. Bajo alude a la falta de coher encia en las definiciones que for m an ser ies, com o los m eses del año, aunque valor a positivam ente todo lo que se apunta con r especto al r égim en de adjetivos y ver bos y valor a la clar a explicación par a las palabr as gr am aticales con unos ejem plos que com pletan los datos necesar ios par a su asim ilación. En síntesis, par a la autor a esta obr a es una m ezcla de acier tos m er itor ios y gr aves deficiencias.


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En definitiva nos encontr am os ante uno de tantos tr abajos lexicogr áficos pseudoespecializados par a usuar ios extr anjer os, no hay m ás que r evisar el am plio abanico de destinatar ios que ellos m ism os aducen en su intr oducción. De ahí que autor es com o M or eno ar gum enten lo siguiente Ante afir m aciones com o estas, r esulta inter esante obser var que el GDLE no es consider ado popular m ente com o un diccionar io de español par a extr anjer os, aunque lo utilicen tam bién extr anjer os, natur alm ente. [? ] Decim os que el diccionar io de SGEL no es específicam ente un diccionar io de español par a extr anjer os por que en él se echan de m enos m uchas infor m aciones im pr escindibles par a los estudiantes de nuestr a lengua (por ejem plo, m uchas m ar cas de uso) y, por el contr ar io, sobr an elem entos que son m ás pr opios de un diccionar io m onolingüe tr adicional que de un lear ner s?. (M or eno, 2001: 155 y 168).

DIPELE. DICCIONARIO PARA LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (1995) Con la publicación del Diccionario para la enseñanza de la lengua española (1995) algunos autor es ven el nacim iento de una nueva cor r iente en el panor am a de obr as de apr endizaje en español. Esta obr a, publicada por la editor ial Biblogr af y la Univer sidad de Alcalá, se pr oyecta com o una com pilación del vocabular io necesar io par a los que apr ende la lengua com o extr anjer a o segunda. Se tr ata de un tr abajo coor dinado por Fr ancisco M or eno Fer nández y Pedr o Benítez y dir igido por M . Alvar Ezquer r a. Dado que su pr opósito es clar o, es decir, deter m ina que el usuar io al que hem os hecho r efer encia es su pr incipal destinatar io, su nom enclatur a, for m ada por unas 22.000 entr adas, es el r esultado del estudio de las necesidades léxicas de sus usuar ios. Par a ello sus autor es advier ten que se han llevado a cabo estudios pr evios de fr ecuencias, consultas de m anuales de español y el sopor te del cor pus Vox-Biblogr af. El r espaldo de una editor ial de la tr ayector ia y pr estigio de VOX no supuso, sin em bar go, la continuidad diccionar ista en este nuevo pr oyecto lexicogr áfico. Por ello su coor dinador, en 2001, apunta la car encia de un elem ento en la m icr oestr uctur a del DIPELE que se convir tió en seña de identidad de los diccionar ios de lengua de esta editor ial. Apostó por la clar idad expositiva y la linealidad textual ar r iesgándose así a m ostr ar una infor m ación m enos pr ecisa La r azón fue esta: no se quiso r ecar gar de signos especiales la infor m ación de la entr ada, teniendo en cuenta que ya se pr opor cionaba tr anscr ipción fonética, infor m ación gr am atical, ejem plos y otr os datos. Ahor a cr eo que hubier a sido m ás apr opiado seguir m ar cando los contor nos, por m ás que se acum ule la infor m ación y por m ás que se pueda caer con facilidad en inconsecuencias o er r or es (M or eno, 2001: 165).


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La etim ol ogía y l os diccion ar ios

M ar ia Iannotti Universita' Degli Studi Della Tuscia

La etim ología es el estudio del or igen de las palabr as; las r elaciones, for m ales y sem ánticas, que im plican su pr ocedencia con r especto a otr as unidades lingüísticas m ás antiguas. Relacionándose dir ectam ente con el pensam iento gr iego, que consider aba la etim ología com o conocim iento del ?ver dader o?sentido de las palabr as, la búsqueda del or igen supone una actitud que explique la natur aleza de las cosas a tr avés de la inter pr etación del lenguaje. Aspecto pur am ente filosófico, lo de r elacionar significata y designata, que en la época m oder na adquier e un sentido histór ico: hacer de la etim ología una ver dader a histor ia de palabr as a tr avés de etapas docum entales y docum entables, tanto en la evolución m or fofonem ática com o en la sem ántica, llevando a la r econstr ucción de estr uctur as o ver dader os sistem as. Establecer génesis, entr ada a la lengua y cr onología, por tanto, r esulta im pr escindible (Zam boni, 1989: 1). La palabr a etimología (gr iego ??????) es de acuñación estoica y significa ?ver dader o?, ?auténtico?[1]. Los antiguos pensaban que las cosas r ecibían el nom br e confor m e a su natur aleza (sec?ndum nat?ram) y no por convención (sec?ndum pl?c?tum), por eso, los etim ólogos, par tiendo del pr incipio que entr e for m a y significado existía una r elación natur al, intentar on buscar el sentido pr im itivo de las palabr as y descubr ir la esencia y la ver dader a natur aleza de lo que se designaba. A esta acepción, atestiguada en obr as filosóficas y técnicas ya a par tir del siglo III y II a.C., hacen r efer encia los autor es gr iegos y, m ás tar de, los gr am áticos latinos. Esta

________________________________________________________ [1] Si el nom br e ?etim ología? es gr iego, la pr eocupación par a el sentido y el or igen de las palabr as no fuer on patr im onio heleno. La especulación etim ológica es aún m ás antigua y no está r elacionada con una m entalidad histór ica y científica sino, sobr e todo, con una inter pr etación m ágico-r eligiosa o filosófica de la natur aleza y del lenguaje hum ano.


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M ARIA IANNOTTI

concepción alcanza su punto álgido con la lingüística especulativa del m edioevo cr istiano con Isidor o de Sevilla. En el fam oso diálogo Crátilo, Platón plantea el pr oblem a del lenguaje: ¿hay r elación e identidad entr e signo lingüístico y r efer ente?, com o sostiene Cr átilo, o ¿los nom br es pr oceden de una convención o un acuer do social?, com o afir m a Her m ógenes. Platón, que habla por boca de Sócr ates, cr itica am bas posiciones: el natur alism o r educir ía el conocim iento de la r ealidad de las cosas a un sim ple conocim iento de los nom br es; el convencionalism o, con su com pleta extr añeza del nom br e a la cosa, no per m itir ía un conocim iento basado en el lenguaje. La palabr a es instr um ento cr eado por el hom br e par a denom inar las cosas, es decir, es el conocim iento de las palabr as que conduce al conocim iento de las cosas. Dur ante la Edad M edia los autor es que se dedicar on al estudio de la etim ología com par tían el pr incipio bíblico de una denom inación or iginar ia y gener al inspir ada por Dios (el estudio etim ológico de las denom inaciones de las cosas debía contr ibuir a inter pr etar la voluntad divina), y la consecuente cr eencia de que el hebr eo había sido la lengua pr im or dial de la hum anidad de la que descender ían todas las dem ás intr oduce una pr im er a connotación histór ica en nuestr a ideología. Fue Isidor o de Sevilla el que tr ató la etim ología pr incipalm ente com o una disciplina, por que r epr esentaba la única vía par a r elacionar el nom br e con el objeto designado. La r elación, natur al o ar bitr ar ia, entr e las cosas y sus nom br es, solo se encontr ar ía en o por la etim ología: el significante hace conocer el significado del signo. En Etymologiae encontr am os var ias r efer encias a la etim ología. En un pr im er m om ento apar ece incluida en el libr o I com o una de las tr einta divisiones del ar te gr am atical y, luego, pasa a ser categor ía de pensam iento y se convier te en m étodo de conocim iento y de explicación del m undo. Conocer una palabr a, su or igen e inter pr etación, per m ite dom inar el objeto que designa:

Etym ologia est or igo vocabulor um , cum vis ver bi vel nom inis per inter pr etationem colligitur. Hanc Ar istoteles ????????, Cicer o notationem nom inavit, quia nom ina et ver ba r er um nota facit [? ]; utputa ?flum en?, quia fluendo cr evit, a fluendo dictum . Cuius cognitio saepe usum necessar ium in inter pr etatione sua. Nam dum vider is unde or tum est nom en, citius vim eius intellegis. Om nis enim r ei inspectio, etym ologia cognita, planior est (Isidor o de Sevilla, a cur a di Lindasy, 2004: XXIX).

El siglo XII supone un cam bio fundam ental, ya que antes la etim ología pr edom inante er a la de m atr iz isidor iana por la pr eocupación del or igen de las palabr as m ediante la der ivación. Ahor a ya se advier te una or ientación difer ente: el inter és etim ológico se encuentr a en la m otivación, es decir, en la r azón del significado


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de las palabr as y la r elación sim bólica entr e la palabr a y su natur aleza. Así, la der ivación isidor iana cede el paso (solo en par te, por que seguir á utilizándose dur ante m ucho tiem po) a la exposición, que explica la palabr a con otr as que se le par ecen en sonido o sentido. En la época de Renacim iento, con el nacim iento de nuevos ám bitos intelectuales y con la em ancipación de las lenguas r om ánicas con r especto al latín, las investigaciones sobr e los or ígenes m íticos de las palabr as em pezar on a abandonar se en favor del estudio de las r elaciones entr e las lenguas y su desar r ollo en época histór ica. El estudio lingüístico ya se or ienta hacia las lenguas m oder nas, aunque siem pr e en función del latín, que sigue pr opor cionando los m odelos gr am aticales. En el cam po de la especulación etim ológica no apar ecen tendencias m uy difer entes de las exper im entadas hasta ahor a y el m ito de la etim ología sigue subr ayando la actitud histór ica que ya se había afir m ado en el m edioevo; es m ás, la etim ología com enzó a pr efigur ar se com o una disciplina y la infor m ación por ella apor tada em pezó a m ostr ar se en los diccionar ios, aunque con m uchos er r or es e, incluso, inventando palabr as con el fin de justificar etim ologías incier tas. El pr im er ejem plo de integr ación de la infor m ación etim ológica (aunque casi todas fantásticas) en un r eper tor io de palabr as en lengua castellana es de 1611, el Tesoro de la lengua española o castellana de Sebastián de Covar r ubias, el pr im er diccionar io m onolingüe, enciclopédico y de or ientación sem asiológica, de una lengua vulgar. En un pr im er m om ento se llam ó Etimologías de lengua española, en consonancia con la finalidad de la obr a, que tr ata de descifr ar los or ígenes de las voces castellanas (Seco, 1986: 609-622). El m ism o Covar r ubias declar a inspir ar se en las Etimologías de san Isidor o, del que tom a la concepción de que la etim ología de una palabr a «es la explicación de la palabr a, encam inada a descubr ir la causa del nom br e y, con ello, dar a conocer la r ealidad de la cosa designada» (Seco, 1986:114); evidentem ente, nada que ver con el concepto de hoy en día, utilizado par a r efer ir se tan solo a los or ígenes lingüísticos de los vocablos. Antes de él, en 1601, Fr ancisco del Rosal había escr ito, confor m e a los ideales r enacentistas de la época, en defensa de las lenguas nacionales, su Diccionario Etimológico, inédito hasta 1992. En este per íodo, hubo un especifico inter és de car ácter histór ico-filológico hacia la búsqueda de las r aíces pr im igenias de las lenguas vulgar es[2], una nueva m odalidad lexicogr áfica, la de los diccionar ios etim ológicos, con los que se inicia el cultivo del diccionar io m onolingüe, hasta entonces inexistentes

_______________________________________________________ [2] Um ber to Eco en La ricerca della lingua perfetta nella cultura europea llam ar á esta tendencia ?fur or e etim ológico dell?epoca? (1993: 76-80).


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(Azor ín Fer nández, 2000: 97-130). La obr a de este m édico y lexicógr afo cor dobés, hom br e de vasta cultur a hum anista, se puede consultar tam bién com o diccionar io sem asiológico: ofr ece definiciones, explicaciones; incluye der ivados, sinónim os y antónim os; neologism os, ar caísm os, voces vulgar es, bár bar as, casticism os y andalucism os. Los diccionar ios del siglo XVII tom ar on en consider ación solo excepcionalm ente la etim ología de las palabr as. Una tr adición m ás estable de indicaciones etim ológicas se desar r olló en Italia con la publicación de las var ias ediciones del Vocabolario degli Accademici della Crusca (1612) que, aun pr ovocando m uchas cr íticas por el uso del flor entino ar caizante, que por siglos había r epr esentado la lengua com ún en una Italia política y lingüísticam ente dividida, tuvo m ucha aceptación en toda Eur opa y se convir tió en un im por tante m odelo lexicogr áfico par a la r edacción de vocabular ios en las r espectivas lenguas nacionales. Adem ás de definiciones, citas, pr over bios, hay tam bién indicaciones etim ológicas latinas y gr iegas, aunque no se m antienen en todas las ediciones. En las dos pr im er as, los étim os se indican, gener alm ente, en función de la definición; ya en los Pr olegóm enos a la ter cer a edición, la etim ología se consider a ?fuor i affatto dell?intenzione della pr esente Oper a? (Cr usca 1691: 14) y, en el Pr efacio a la cuar ta edición, se lee: ?ci siam o astenuti in tutto, e per tutto dall?assegnar e l?etim ologie, e l?or igine di qualsivoglia voce, essendo per lo più incer te, e dubbie, e sopr a cui vi è bene spesso da piatir e? (Cr usca, 1729: VI-XXIV). La obr a de la Academ ia sir vió de ejem plo lexicogr áfico par a las otr as lenguas. Los fr anceses em pezar on a incor por ar la etim ología en su quehacer lexicogr áfico, bien com o segm ento de la m icr oestr uctur a, bien com o infor m ación sobr e el or igen de la palabr a pr opiam ente dicha. Gilles M énage dio un im por tante im pulso a la etim ología com pilando los pr im er os diccionar ios etim ológicos de la lengua fr ancesa, Origines de la langue française (1650), Dictionnaire étymologique (1694), y de la lengua italiana, Origini della lingua italiana (1669). El inter és por la etim ología de la Academ ia Española fue bastante inconstante. En 1726, fecha de la publicación del pr im er tom o del Diccionario de Autoridades, la Academ ia afir m a que todos buenos diccionar ios tienen que incluir la entr e sus infor m aciones y, en el ?Discur so pr oem ial?, expone su concepción de la etim ología:

La Etim ología de una Voz es el or igen, o pr incipio que tuvo par a su for m ación, o significado: y assi el estudio de las Etym ologías es pr ocur ar saber y descubr ir el ver dader o or igen, o pr incipio de cada voz: pues si bien estas se definen r igur osam ente, que son significativas al ar bitr io y com ún consentim iento de los hom br es, a estos debem os suponer r acionales, y que al tiem po de for m ar las Voces, m as se m ovier on por r azón, que por capr icho: y el fundam ento de esta r azón es lo que se llam a Etym ología, por ser la r aíz y pr incipio que tuvo la Voz o que tuvo su significación (1726: I, XLVIII).


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En el pr ólogo de la segunda edición de 1770 se pusier on solo las etim ologías que apar ecían pr opias y fundadas. Sucesivam ente, en la nueva ver sión de 1780, que hoy se conoce com o la pr im er a edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), se elim inar on todas las etim ologías de las voces y tam bién las citas de autor idades, dejando solo la voz, la definición y la cor r espondencia latina, con la intención de r ealizar una obr a m ás m anejable y económ ica. Desde entonces han apar ecido 23 ediciones, y habr á que esper ar la undécim a, de 1869, par a que la Academ ia supr im a tam bién las cor r espondencias latinas, defendiendo, sin incluir la, la etim ología y m ostr ando su intención de r ealizar un diccionar io etim ológico, que quedó solo en pr oyecto. Con la duodécim a edición de 1884, com ienzan a incluir se las etim ologías hasta que, en 1914, la inclusión se hizo definitiva. De los años sin etim ología a su r ecuper ación se ha pr oducido un cam bio histór ico decisivo: el nacim iento de la lingüística histór ica com o disciplina científica y la nueva consider ación de una etim ología no deudor a de la fantasía, lo que encajaba bien con una tr adición académ ica r azonable, a difer encia del pensam iento gr am atical de los siglos XVI y XVII, en m ater ia etim ológica (Jim énez Ríos, 2008: 317). Par a el desar r ollo de la etim ología m oder na, es decir, la lexicogr afía diacr ónica la que se r efier e al estudio de la lengua a lo lar go de su evolución, histór icam ente -, fuer on decisivos los estudios indoeur opeos a los que se dedicó Jacob Gr im m en 1822 que, en Deutsche Grammatik, for m uló la pr im er a ley fonética, fr uto de la aplicación r igur osa del m étodo com par ado a la investigación histór ico-lingüística. La Lautverschiebung, o ?pr im er a m utación consonántica? (del alem án Laut, ?sonido, fonem a?, + Verschiebung, ?desplazam iento, cam bio?), estudiaba la cor r espondencia fonética entr e los fonem as, con el fin de dem ostr ar científicam ente la par entela genética entr e las lenguas. El fundam ento pr áctico y teór ico de la lingüística com par ativa indica el cam bio desde una per spectiva sistem ática y m ecanicista de las ciencias a una concepción histór ica, y m ás tar de, evolucionista. Gr acias al m ovim iento cultur al pr ovocado en Eur opa por el Rom anticism o, se constituye, pues, una ciencia lingüística y se em pieza a hablar de una etim ología científica que se basa en una patente noción del por venir histór ico y de las r elaciones histór icas de las lenguas, y descubr e en sus cam bios nor m as que per m iten, al m enos en la m ayor par te de los casos, distinguir entr e fantasía etim ológica y ciencia, entr e sueño y r ealidad. El estudio de las lenguas abandonar á la descr ipción taxonóm ica fundada en las difer encias m or fológicas exter ior es y se or ientar á hacia la búsqueda de r elaciones de sem ejanza r ecípr oca y de eventuales vínculos de par entesco y afinidad genética, basada en una com par ación sistem ática.


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A par tir de este m om ento, las lenguas r om ánicas adquier en una im por tancia par ticular, por que confor m an un único gr upo de lenguas genealógicam ente afines con base conser vada: el latín. Ser á Fr iedr ich Diez, fundador de la r om anística, cr ecido en el am biente de los r om ánticos alem anes, quién adaptar á a las lenguas neolatinas el m étodo histór ico-com par ado inaugur ado por Gr im m par a las ger m ánicas. Todas tienen en el latín (no el latín clásico, sino la lengua popular ) su pr im er a y pr incipal fuente. Su cr iter io de clasificación no se fundaba en bases estr echam ente lingüísticas, sino pr efer entem ente cultur ales e histór icas. Entr e sus obr as destaca la Grammatik der romanischen Sprachen, diacr ónica por definición, publicada en tr es volúm enes en Bonn entr e 1836 y 1843, y el Etymologisches Wörterbuch der romanischen Sprachen, publicado en 1854, que ponen las bases de la lingüística r om ánica com o disciplina histór ica. Al com ienzo de su diccionar io etim ológico afir m a que el fin de la etim ología es el de r econducir una palabr a a su pr opio or igen. La etim ología encuentr a su fundam ento científico en la fonética, que r epr esenta la pr im er a base segur a del estudio etim ológico, aquello que per m ite r econstr uir la histor ia de su for m a fónica, datar la y localizar la, y el etim ólogo debe consider ar la siem pr e que pr etenda r ealizar investigaciones etim ológicas (Diez, 1887: XVIII-XIX). En estos años, el desar r ollo m etodológico de la etim ología se aceler ó notablem ente gr acias sobr e todo a otr os pr ogr esos fundam entales de la lingüística diacr ónica. De hecho, nació un pr ofundo inter és en las r elaciones entr e la histor ia de las palabr as y la de las cosas, que tuvo en Schuchar dt y M er inger entr e los pr im er os y m ás im por tantes pr opulsor es. Esta tendencia estuvo en la base de la escuela alem ana de finales de siglo XIX llam ada Wörter und Sachen, «Palabr as y objetos [designados por ellas]», y la r evista hom ónim a, fundada por M er inger y M eyer -Lübke, fue su pr incipal ór gano de difusión. «Palabr as y cosas» defiende el estudio de la histor ia de los objetos junto a la histor ia de las palabr as. Las cir cunstancias histór icas, en las que una palabr a ha nacido explican su or igen. Cada palabr a nace gr acias a una r elación con la cosa designada, per o con el tiem po la r elación tiende a cam biar y desapar ecer ; de aquí, el estudio de las condiciones en las que la palabr a está inicialm ente asociada a la cosa par a per m itir descubr ir esta m otivación y aclar ar, al m ism o tiem po, bien la palabr a, bien la cosa. Por eso la etim ología r epr esenta tam bién la dim ensión diacr ónica de la sem ántica histór ica. A finales del siglo XX aunque Alem ania r epr esentar a el centr o pr opulsor de publicaciones en tor no a la etim ología, con un r etr aso de casi cuar enta años, nació tam bién una flor eciente pr oducción en otr os países. El Dictionnaire de la langue fr ançaise (1863-1872) de Ém ile Littr é, no es un diccionar io etim ológico, per o tiene una par te histór ica m uy im por tante. Su intención er a la de r econstr uir la histor ia de la lengua fr ancesa y com binar su uso pasado con el pr esente. Ofr ecía de cada lem a, la definición, los significados (pr opios y sim bólicos), el uso del tér m ino en fr ancés


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antiguo, la etim ología y las difer encias de significado de los pr incipales sinónim os. Tam bién par a otr os autor es fr anceses la etim ología em pezó a tr ansfor m ar se en histor ia de palabr as. Destacan Auguste Br achet, autor de un diccionar io etim ológico y de una gr am ática, y el indoeur opeísta M ichel Br éal, que publicó en 1888 una edición com entada del ensayo de Littr é, Comment les mots changent de sens. Él se centr ó en las causas de los cam bios m or fológicos, sintácticos y sem ánticos de las palabr as y su evolución en el tiem po. La etim ología no solo debía explicar el significado de las palabr as, sino tam bién conocer su histor ia; fundam ental r esultaba el contexto en la com unicación lingüística, por que a tr avés de este se alcanzaba el sentido cor r ecto de las palabr as. Ar sène Dar m esteter se acer có a los estudios etim ológicos en 1887 con la publicación de La vie des mots étudiée dans leurs significations y el intento de tr ansfor m ar la etim ología en una disciplina histór ica, m ás que en una r econstr ucción. Inglater r a siguió el ejem plo de Alem ania, per o no ofr eció estudios etim ológicos significativos ni or iginales; hay que esper ar hasta 1882 la publicación del diccionar io de Walter Skeat, An Etymological Dictionary of English Language, que intentó integr ar la etim ología en las ciencias del lenguaje. En España, con el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes de las tres lenguas Francesa, Latina é Italiana (1786-1793) de padr e Esteban de Ter r er os y Pando se intenta acabar con la supr em acía de la Academ ia, abr iendo la vía a la apar ición de diccionar ios y nuevos estudios sobr e la etim ología. El Diccionario, contr ar iam ente al de los tr atadistas a par tir de Nebr ija, subr aya la im por tancia del estado actual de la lengua, del punto de vista sincr ónico, que se im pone sobr e el diacr ónico. Ter r er os no se opone a la etim ología, ?que siem pr e ser á útil par a hablar científicam ente? (DC: I, XXII), y adm ite que puede r epr esentar una ayuda y apor te par a el estudio científico de la lengua, per o el hablante, ante todo, tiene que com unicar : ?un idiom a solo obliga á saber el significado de la voz, pronunciarla segun las letras que tiene, y escribirla como se pronuncia? (DC: I, XXIII). En el siglo XIX son var ios los diccionar ios etim ológicos españoles apar ecidos: de 1837 es el Diccionario de etimologías de la lengua castellana, que contiene 2500 etim ologías de voces castellanas, obr a póstum a de Ram ón Cabr er a y Rubio, que r evela una gr an sutileza a la hor a de definir las acepciones de las voces y el valor histór ico de las palabr as que incluye; en 1856 se publicó el Diccionario etimológico de la lengua castellana, de Pedr o Felipe M onlau, pr ecedido de unos «Rudim entos de etim ología», en los que se subr aya la im por tancia del estudio de la etim ología por pr opor cionar gr andes ventajas:


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Sir ve m ucho par a definir los objetos ó las ideas que de ellos tenem os [? ]; conocida la etim ología de una voz, se sabe descifr ar su valor ó significado liter al y absoluto [? ], se r etiene m ejor el significado de esta [? ], las etim ologías fijan la or togr afía y evitan las cor r upciones ó m utilaciones [? ]. La etim ología indaga el or igen de cada voz [? ]; apr ovecha extr aor dinar iam ente par a descubr ir la afinidad que tienen entr e sí los idiom as, y estos con sus dialectos [? ], sir ve de poder oso auxilio, [? ], par a el sólido estudio de la gr am ática par ticular de cualquier idiom a [? ]. El ar te etim ológica es un r am o im por tante de la filología, una par te esencial de la lingüística; y su conocim iento es indispensable par a hablar y escr ibir cor r ectam ente, con pr opiedad, con clar idad, pr ecisión y elegancia (M onlau, 1856: 1-3).

Entr e los años 1880 y 1883 Roque Bar cia M ar tí publicó el Primer diccionario general etimológico, en cinco volúm enes. El autor m ezcla la infor m ación lingüística con la infor m ación de car ácter enciclopédico y pr esenta der ivaciones de voces desde sus or ígenes m ás r em otos, basándose, o en las etim ologías explicadas por otr os autor es, o en sus conocim ientos pr evios. La infor m ación etim ológica en la obr a es discontinua y, cuando apar ece, se pr esenta en un apar tado específico a continuación de todas las acepciones, las cor r espondencias al lem a pr incipal y a las for m as com plejas, y suele añadir sinónim os que puedan ayudar a entender m ejor la evolución histór ica de una deter m inada palabr a. El Diccionario General Etimológico de la Lengua Española, de Eduar do de Echegar ay, a pr im er a vista, podr ía r esultar una ver sión nueva del diccionar io de Roque Bar cia, per o, analizando detalladam ente el pr ólogo, se nota la intención del autor de cr ear una edición económ ica al alcance de todos, incor por ando nuevos vocablos y elim inando todo lo que no per tenecía a cuestiones etim ológicas; no obstante, el m étodo ser á el de Roque Bar cia y la infor m ación etim ológica apar ecer á al final de cada ar tículo. Lo de conocer el or igen de cada palabr a lleva al autor a un or igen m uy lejano, buscando pr ocedencias exóticas par a dem ostr ar la tr adición evolutiva de la lengua castellana y la r elación con otr as lenguas eur opeas. A finales del siglo XIX y com ienzos del siglo XX siguió siendo im por tante la com pilación de diccionar ios, que r epr esentaba la m eta últim a del tr abajo etim ológico, per o no había estudios específicos en ar tículos o m onogr afías, y los boletines, r evistas y anuar ios solo contenían notas etim ológicas aisladas. El m étodo com par ativo había nacido m ucho antes y, sin duda, favor eció el estudio de la etim ología, per o el desar r ollo de var ias disciplinas (sem ántica, lexicología, sinonim ia u onom asiología, geogr afía dialéctica) llevó a su cr istalización. Adem ás de las disciplinas lingüísticas, la etim ología se r elacionó con el folklor e, que ser vía par a enfr entar se a otr as lenguas; a la m itología, llena de cuentos fantásticos sobr e lenguas y cultur as que podr ían tener un fundam ento de r ealidad; y al estudio de nom br es pr opios, antr oponim ia, toponim ia, hidr onim ia, etc. En gener al, hay un alejam iento casi total del público y de


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los lingüistas, que r eor ganizar on la ciencia etim ológica de m aner a m ás técnica, consider ando solo los hechos obser vables. Por eso la lingüística diacr ónica, que dur ante todo el siglo anter ior había tenido m ucha im por tancia, quedó m uy debilitada y se afir m ó la pr ior idad de la sincr onía en los estudios lingüísticos, los únicos capaces de per cibir en su r ealidad el sistem a de la lengua. La etim ología se vio r elegada a un segundo plano de la investigación por causas histór icas (Alem ania, que r epr esentaba hasta entonces el m odelo a seguir, se enfr entaba al hecho histór ico de la pr im er a guer r a m undial, que debilitó su influencia y su pr estigio intelectual) y económ icas (el diccionar io etim ológico, publicado por editor iales pr ivadas par a un público académ ico, dejó paso a obr as que er an una m ezcla de diccionar io etim ológico, histór ico y un tesor o dialectológico). A esto hay que añadir la actitud del público, en gener al atr aído por histor ias de palabr as pintor escas, exóticas o anecdóticas, y la idea de la im posibilidad de que pudier a sur gir algo innovador y r evolucionar io capaz de atr aer a espír itus jóvenes, al consider ar la investigación etim ológica una disciplina pr er r ogativa de er uditos y especialistas m adur os (M alkiel, 1996: 56-58). Am enazada por una excesiva dosis de subjetividad y por su aspecto aleator io, al fin y al cabo, la etim ología no consiguió desar r ollar se com o disciplina autónom a y pasó a ser excluida de la lingüística. A par tir del pr im er decenio de 1900 se pr odujo una r enovación del pensam iento lingüístico gr acias a la escuela de Br éal y a sus colabor ador es, que analizar on los aspectos sociales del lenguaje. Destacan entr e ellos el lingüista suizo Fer dinand de Saussur e, que se ocupó antes de lingüística indoeur opea, r ealizando una notable contr ibución a la r efor m a del sistem a vocálico indoeur opeo y, luego, de lingüística gener al, y su discípulo, Antoine M eillet. La escuela de Br éal dar á al m étodo com par ativo un nuevo encar go: hacer la histor ia de las lenguas. En el Cours de linguistique générale de Saussur e, publicado póstum am ente en 1916, encontr am os la etim ología en el apéndice de la ter cer a par te, en la lingüística diacr ónica: se define com o la explicación de las palabr as m ediante la investigación de sus r elaciones con otr as palabr as; en este sentido no ser ía una disciplina distinta ni una par te de la lingüística evolutiva, sino solo una aplicación de los pr incipios r elativos a los acontecim ientos sincr ónicos y diacr ónicos. Por esto la etim ología confluye en la lingüística histór ica, par a r econstr uir y enfr entar las difer entes edades de una lengua y los cam bios intr ínsecos que la car acter iza. Saussur e fue defensor de la im por tancia del estudio de la lengua ?en sí m ism a y par a sí m ism a? (Saussur e, 2002: 125) y de la pr im acía de la lingüística, que él llam a sincr ónica y que pensaba tener separ ada de las consider aciones evolutivas, diacr ónicas de la lengua. La lengua se basar ía en el pr incipio de ar bitr ar iedad del signo, que une significante y significado, cuyo valor depende únicam ente del lugar que tiene en el sistem a de la langue, consider ada en una dim ensión atem por al y ahistór ica.


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Par a M eillet, el m étodo com par ativo es el único que per m ite r econstr uir la histor ia de las lenguas; si una lengua está aislada, no tiene histor ia. El car ácter dom inante de las teor ías lingüísticas de M eillet r eside en su ?sociologism o?: en las lenguas existe un elem ento que pr ovoca continuas var iaciones, es la estr uctur a de la sociedad. El lenguaje es un hecho social y el pr incipal deber de la lingüística es deter m inar a cuál estr uctur a social cor r esponde una estr uctur a lingüística (M eillet, 1921: 16-18). Anticipando las or ientaciones de la sociolingüística, M eillet analizar á las r elaciones entr e los am bientes, clases o estr atos sociales, por una par te, y la var iedad social de la lengua, por otr a; centr ar á su atención en los factor es técnicos, económ icos y sociológicos de la cr eación del léxico y los acontecim ientos que las palabr as sufr en en el paso de un am biente social a otr o, es decir, los pr éstam os sociales. Sin em bar go, no se inter esó m ucho por la dinám ica inter na del funcionam iento de las lenguas y no consiguió aclar ar las r elaciones entr e el lenguaje y la sociedad, por que consider ó solo la acción de la sociedad sobr e el lenguaje, y no vicever sa. El nacim iento de la geogr afía lingüística, gr acias a los estudios de Gilliér on y Jud, el pr ogr eso del m étodo ?palabr as y cosas? y los estudios de onom asiología y sem asiología constituyen uno de los hechos car acter ísticos de la lingüística a pr incipios del siglo XX y llevan a im por tantes avances en la investigación etim ológica. Par a la etim ología, sobr e todo en palabr as de substr ato y super estr ato, la cr onología, el sopor te geogr áfico y la elabor ación de isoglosas de una for m a léxica tienen un papel fundam ental. El lingüista suizo Walther von War tbur g adm ite que la expansión geogr áfica de una palabr a es uno de los r ecur sos m etodológicos m ás im por tantes par a la investigación etim ológica y que la geogr afía lingüística evidencia que el pr oblem a de la etim ología no se puede r esolver si el enfoque está lim itado a una sola lengua r om ánica. La unión del aspecto fonético y sem ántico en la etim ología per m ite com pr ender que esta es una ver dader a histor ia de las palabr as y que r ealm ente cada palabr a posee su histor ia. Se pr odujo un desplazam iento desde una concepción de etim ología-or igen a una etim ología-histor ia de la palabr a. La etim ología no está siem pr e disponible par a el estudio de una palabr a y por eso debe oper ar por vía inductiva, conjetur al, par tiendo desde lo que dispone par a r econstr uir las difer entes etapas hasta llegar al estadio pr im itivo. Sin el pr ocedim iento com par ativo, en la m ayor par te de los casos, la histor ia de las palabr as ser ía im posible. Recor r iendo la histor ia de una palabr a la etim ología intenta tener pr esente estr uctur alm ente todos los sistem as posibles de r elaciones: el fonético, el m or fológico y el sem ántico (Br uguer a, 2008: 23-24). Cada palabr a for m a par te de un sistem a lingüístico integr al, por tanto, todas m odificaciones, cam bios sem ánticos e innovaciones no afectan solo a las palabr as individuales, sino tam bién a todo el sistem a y en todas las dir ecciones, bien en el plano sincr ónico, bien en el diacr ónico. Ya en 1922 Walter von War tbur g había em pezado la r edacción de su m onum ental obr a en 24 volúm enes, el diccionar io etim ológico Französisches etymologisches Wörterbuch (FEW ), que r epr esenta un


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r eper tor io histór ico-etim ológico del dom inio galor r om ánico. En el pr efacio escr ibe:

Depuis vingt ans envir on, dans la linguistique r om ane, l?histoire du mot a attir é de plus en plus l?attention. Autr efois, on s?était contenté de tr ouver l?or igine d?un m ot; aujour d?hui le linguiste veut connaîtr e encor e la voie qu?a par cour ue le m ot, et les différ ents changem ents qu?il a subis. Le m ot étymologie qui, d?habitude, désignait l?ancienne m éthode de cette science, fut discr édité, par ce qu?il ne sem blait plus convenir à ce dom aine scientifique qui s?élar gissait r apidem ent. Il fut donc r em placé par le ter m e histoire du mot (Baldinger, 1959: 241).

El estudio de la r aíz de una palabr a o de un gr upo de palabr as hoy no r epr esenta el único objetivo de la etim ología; esta debe seguir las palabr as (o gr upos de palabr as) en sus m últiples r am ificaciones y en sus r elaciones dur ante todo el tiem po de per tenencia a una lengua, sin r enunciar nunca a la for m ulación de la etim ología. Tam bién el discípulo de War tbur g, y uno de los pr incipales colabor ador es de su Diccionario Etimológico Francés, Baldinger, divide el concepto de etim ología en étymologie-origine y étymologie-histoire du mot. A esta definición cor r esponde la de l?étymologie phono-historique et l?étymologie léxico-historique de Guir aud (Guir aud, 1964: 86). La etim ología en sentido m oder no es la ?biogr afía de la palabr a?; su nacim iento, del que se ocupaba la antigua etim ología, r epr esenta solo el punto de par tida. En un diccionar io etim ológico es fundam ental deter m inar las vías que han seguido las palabr as, indicar dónde y cuándo se han r ealizado las der ivaciones y r em ar car las condiciones histór icas de los cam bios. Baldinger, a las dos dim ensiones de la etim ología, la histór ica y la estr uctur al, añade la unión entr e la histor ia de la palabr a y la histor ia del hom br e: nace así el aspecto hum ano o sociológico de la etim ología (Guir aud, 1964: 86). Par a M ax Leopold Wagner, lingüista alem án y pr ofesor de filología r om ánica en la univer sidad de Ber lín, ser ía per fecto descr ibir las palabr as r ecor r iendo su histor ia, delim itando su difusión geogr áfica, explicando significados secundar ios y estudiando su convivencia con palabr as de significado análogo. Ser ía im por tante saber por qué unas desapar ecier on y otr as se quedar on, analizar su contenido espir itual y su valor afectivo. En la segunda m itad del siglo XX la etim ología no figur a en las cor r ientes pr incipales de la lingüística, excepto de m aner a secundar ia a tr avés de la diacr onía. Las r azones de esta pér dida de inter és, adem ás de las económ icas, se pueden buscar en el pr edom inio de los tr abajos de índole sincr ónica y ya no diacr ónica; la ausencia de una teor ía que pueda fom entar un análisis agudo; las r elaciones que la etim ología m antiene con disciplinas de m uy poco inter és en la descr ipción sistem ática del


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lenguaje y el alto gr ado de subjetividad (M alkiel, 1996: 155-163). El inter és activo de er uditos por la etim ología m uestr a sus pr opias peculiar idades y ha aum entado pr ogr esivam ente tr as el com ienzo de la segunda m itad del siglo. El libr o que sigue siendo consultado por dos gener aciones de r om anistas, Romanisches Etymologisches Wörterbuch, de W. M eyer -Lübke, cuya últim a r evisión r em onta al 1930-1935, nunca ha sido sustituido. Adem ás de ser el pr im er o que distinguió m etodológicam ente entr e palabr as de evolución fonética her editar ia y cultism os, la im por tancia del REW estaba en el hecho de que se tom ar on en consider ación las for m as dialectales, que contr ibuyer on al desar r ollo de los estudios etim ológicos (Pfister -Lupis, 2001: 187). En los países am er icanos apar eció un gr upo de indoeur opeístas y r om anistas que se daba a la investigación etim ológica, per o fuer on sobr e todo los eur opeos los que llevar on los estudios etim ológicos a Estados Unidos. Yakov M alkiel, hispanista y r om anista r uso natur alizado nor team er icano, consagr ó su vida a los estudios lingüísticos y consider ó la etim ología com o factor indispensable de la lingüística diacr ónica. Par a él, la histor ia de cada palabr a y de todas sus com plicaciones geogr áficas y sus r am ificaciones sem ánticas es de vital im por tancia (M alkiel, 1988: 68). La etim ología, basándose en hipótesis y en la actitud subjetiva del etim ólogo, vincula la lingüística a la histor ia, r epr esenta su com ponente diacr ónica (M alkiel, 1988: 76). En Reino Unido la etim ología apenas ha conseguido sobr evivir fr ente a la situación de la gr am ática histór ica y los estudios diacr ónicos. En Alem ania la tr adición se m antuvo fir m e y la infor m ación etim ológica apar eció en los diccionar ios aunque de m aner a m uy br eve e incidental. En la antigua Unión Soviética, en 1986 apar eció la única r evista independiente especializada con el nom br e de Étimologija. Por lo que concier ne a las m onogr afías en Italia, el panor am a anter ior er a m uy pobr e, per o desde m ediados de siglo se per cibe un cam bio en la ofer ta y la dem anda. Apar ecen contr ibuciones significativas al ám bito de la etim ología de la m ano de Vittor io Ber toldi, Vittor e Pisani y, luego, de Alber to Zam boni. En Viena, donde se tr asladó par a estudiar filosofía, Ber toldi se acer có a M eyer -Lübke, convir tiéndose en su discípulo. En L?arte dell?etimologia insiste en la r elación entr e las palabr as de una m ism a lengua y, siguiendo el pensam iento de Gilliér on, subr aya tam bién los m utuos contactos e inter cam bios que r elacionan entr e ellas las lenguas en una dim ensión espacial. El constante nexo entr e histor ia cultur al e histor ia de las for m as lingüísticas no per m ite a la glotología existir com o m er a descr ipción de for m as exter nas, sin constituir se en histor ia de la cultur a y de la civilización.


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Vittor e Pisani, indoeur opeísta, en su Etimologia de 1967, define el deber del etim ólogo: Posto che per «par ola» s?ha da inteneder e non la sola for m a ester ior e, m a il tutto inscindibile costituito da essa for m a e dal significato, noi dir em o che tale còm pito consiste nel deter m inar e i m ater iali for m ali adoper ati da chi per pr im o ha cr eato una par ola, e insiem e il concetto che con essa egli ha voluto espr im er e (Pisani, 1967: 81).

Zam boni, tom ando la m ayor par te de sus infor m aciones de fuentes r om ánicas, r epr esenta el ?m ito de la etim ología? desde su or igen hasta la m oder nidad. Su tesis fundam ental se concr eta en consider ar la etim ología una disciplina lingüística de car ácter histór ico y no filosófico, com o en la antigüedad, que tenía por objeto el de descubr ir el sentido ver dader o de las palabr as; por eso, intenta r econstr uir la evolución de las palabr as a lo lar go de la histor ia en r elación, bien al sistem a lingüístico inter no, bien a los pr ocesos sociales y cultur ales contingentes a la r ealidad de la lengua. Par a Zam boni la etim ología m oder na se pr opone descubr ir y r econstr uir la r elación for m al y sem ántica entr e dos for m as [? ] de las cuales una se da com o pr ecedente (y constituye el étim o), y la otr a, com o der ivada (Zam boni, 1988: 61). Esto lleva a dos conceptos esenciales: el del cam bio lingüístico y el de la natur aleza del signo lingüístico. Dur ante el siglo XIX el objeto de estudio er a el pr im er o, a par tir de Saussur e se em pezó a analizar el segundo, pasando de una visión diacr ónica a una sincr ónica del lenguaje (aunque en los últim os años se intenta r ecuper ar una visión dinám ica de la lengua). En este per íodo se asiste a la r edacción de diccionar ios etim ológicos: el Prontuario etimológico de Br uno M iglior ini y Aldo Dur o, publicado en 1950, nace por la exigencia de la falta de un diccionar io etim ológico que fuer a una obr a de segur a infor m ación (il Vocabolario etimologico italiano de Zam baldi, de 1889, er a dem asiado antiguo y, el intento de poner étim os en los diccionar ios gener ales no er a obr a de especialistas), aunque la pr esentación etim ológica es m uy pr udente (los autor es utilizan a m enudo ?pr obable?, ?quizás?, incier to?). De 1951 es el Vocabolario etimologico italiano (VEI) de Angelico Pr ati, en el que se nota el inter és del autor por los aspectos m inuciosos del léxico. Una concepción or iginal de la etim ología, la suya, fundada, com o afir m a Zolli, en los conceptos de cr eatividad popular y de valor esencialm ente fonosim bólico del lenguaje. Publicado entr e 1950 y 1957, en cinco volúm enes, el Dizionario etimológico italiano (DEI) de Car lo Battisti y Giovanni Alessio, r epr esenta una obr a histór ica de extr aor dinar ia im por tancia: tom a en consider ación la lengua nacional y los lenguajes sector iales y atestaciones dialectales; analiza etim ologías innovador as y pone atención al latín m edieval y a la datación de palabr as italianas. Una contr ibución significativa al panor am a lexicogr áfico italiano la dio tam bién el Dizionario etimologico italiano de Olivier i (1953), sobr e todo por el m ater ial toponím ico, que gener alm ente no for m a par te de estos diccionar ios. En 1966,


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Giacom o Devoto publica Avviamento alla etimologia italiana, en el que, aplicando sus conocim ientos de histor ia lingüística italiana desde la pr ehistor ia hasta hoy, al analizar la etim ología, r em onta m ás allá del latín, hacia una posible base indoeur opea. Las Postille italiane al «Romanisches Etymologisches Wörterbuch» de W. M eyer -Lübke r epr esentan hoy en día el m ejor r eper tor io etim ológico or denado y sistem ático de los dialectos italor r om ánicos. Entr e 1979 y 1988 M anlio Cor telazzo y Paolo Zolli publican en cinco volúm enes el Dizionario etimológico della lingua italiana (DELI), obr a de r efer encia par a la etim ología italiana y r om ánica, con num er osas fuentes nuevas, contr ol de dataciones y m inuciosas discusiones etim ológicas. Repr esenta el vocabular io etim ológico de la lengua nacional y tom a en consider ación solo los dialectos r egionales r econocidos en italiano. Cada lem a, adem ás de la docum entación con fecha y fuente de la pr im er a atestación conocida, tiene el com entar io sobr e la etim ología-histor ia de la palabr a: su nacim iento, su evolución y eventuales cam bios de tipo for m al o sem ántico, r elaciones (tam bién conflictivas) con otr as palabr as y uso. Contem por áneo al pr im er volum en del DELI apar eció el pr im er fascículo del Lessico Etimologico Italiano (LEI), dir igido por M ax Pfister. Con esta obr a el lingüista suizo r epr esenta un estudio etim ológico de todo el léxico italiano y tam bién de las var iedades dialectales, e intenta desar r ollar la histor ia lingüística de cada palabr a, en su per spectiva diacr ónica, par tiendo del pr incipio fundam ental de que cada for m a debe ser aver iguable. La innovación fundam ental r eside en el hecho de que se par te de la etim ología par a llegar a la for m a italiana. Cada ar tículo tiene un título (el nom inativo de la for m a latina seguido por el significado italiano), el m ater ial or denado, estr uctur ado en pár r afos, el com entar io y la bibliogr afía. Aunque tr ate de léxico italiano, el autor r echaza una visión aislada del italor r om ánico con r especto al r esto de la Rom ania y consider a el latín, las var iedades r egionales y todas las lenguas r om ánicas en un análisis contr astivo. El últim o diccionar io etim ológico italiano es de 2010, L?Etimologico di Nocentini, que sigue la or ientación de la etim ología-histor ia de la palabr a. Es un vocabular io que per m ite la entr ada a tér m inos de or igen r egional que ya for m an par te de la lengua y, solo en r ar as ocasiones, a los dialectos. Cada palabr a pr esenta la fecha de la pr im er a docum entación atestiguada en la lengua italiana, etim ología cer cana o r em ota, com par aciones con for m as de otr as lenguas eur opeas contem por áneas, infor m aciones sobr e la pr onunciación, gr am ática y significado. A esto se añaden pr éstam os italianos utilizados en otr as lenguas y etim ologías nuevas que apar ecen com o pr efacio. En Fr ancia, después de Antoine M eillet, pr incipal r epr esentante de la escuela lingüística indoeur opea fr ancesa de com ienzos del siglo XX, el nom br e de la etim ología está r elacionado con Guir aud. El suyo fue el intento m ás com pleto de vincular la noción de estr uctur a con la doctr ina etim ológica. En su Structures


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étmologiques, Guir aud, tom ando en consider ación el FEW , subr ayó que par a distintos significados hay que exam inar difer entes r aíces de for m as (sobr e todo onom atopeyas), poniendo par ticular atención a m odelos y a for m ación de palabr as o m etáfor as. Él distingue entr e un análisis de tipo analítico, diacr ónico, exter no, y uno de tipo sistem ático, sincr ónico, inter no. De am bos la etim ología es tr ibutar ia (Pfister, Lupis, 2001: 158-159): no se tr ata de consider ar la palabr a en sí m ism a y par a sí m ism a en su devenir, sino ver la en su ser, estr uctur ada en un conjunto de r elaciones con una ser ie de vocablos que pr esentan los m ism os car acter es sem ánticos o m or fológicos. Así, par a Guir aud, la noción de etim ología es de or igen em pír ico, es decir, se basa en la obser vación de que un conjunto de palabr as que tiene significantes com unes, tiene tam bién en com ún algún significado cor r espondiente, y vicever sa[3]. En su obr a m ás significativa, L?étymologie, Guir aud habla de este m odelo com o una reconstruction interne, cr iticando patentem ente el m étodo histór ico, que analiza las condiciones y las cir cunstancias exter nas im aginando la r elación léxica a par tir de una evidencia exclusivam ente intuitiva (Guir aud, 1964: 88-89). Esto constituye solo una par te de la investigación etim ológica. En efecto, par a Guir aud, la r econstr ucción etim ológica r epr esenta una hipótesis que pr evé una r elación entr e difer entes cr iter ios que per m iten conjetur ar y r econstr uir los elem entos desconocidos a par tir de los hechos obser vables y objetivam ente establecidos: «la cr éation d?un m ot dépend d?un ensem ble de critères étymologiques, dont les uns sont exter nes (langue, tem ps, lieu, style, for m e phonique, sens), les autr es inter nes (for m e lexicale, for m e sém antique, m otivation par adigm atique). Entr e ces cr itèr es existent des r elations [? ], à par tir des faits connus, de for m er des conjetur es sur les faites inconnus ou im par faitem ent connus» (Guir aud, 1964: 122). En España, dur ante la pr im er a m itad del siglo XX la pr oducción etim ológica es m uy escasa y el inter és se lim ita a notas y m onogr afías en r evistas. Hay que esper ar a la m itad del siglo (1954) par a que se publiquen diccionar ios im por tantes com o el Diccionario etimológico español e hispánico (DEEH) de Vicente Gar cía de Diego, del que r ecientem ente han apar ecido otr as dos ediciones póstum as m uy am pliadas, y, contem por áneam ente, la obr a de Joan Cor om inas, en cuatr o volúm enes, el Diccionario critico etimológico de la lengua castellana, que poster ior m ente ser á r evisada con la colabor ación de José Antonio Pascual y que se publicó en 1991 en seis volúm enes, ahor a tam bién en CD-ROM . Adem ás de ser una de las obr as m ás im por tantes de la lexicogr afía española, este es el diccionar io etim ológico español _______________________________________________________ [3] Los ver bos italianos canticchiare, studicchiare, dormicchiare, etc., tienen un car ácter sém ico com ún por que están for m ados por la r aíz del ver bo (V), que indica la acción que se va a cum plir ; el inter fijo -cchi-, que subr aya una cier ta actitud y, desde el punto de vista m or fológico, por la desinencia car acter ística de la pr im er a conjugación: (V)cchi-(ar e).


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m ás com pleto que se ha publicado. Es un diccionar io diacr ónico, por que ofr ece la evolución de las palabr as desde sus or ígenes hasta la actualidad. Indica la definición de la palabr a, una anotación de lo que se sabe sobr e su etim ología, la fecha de la pr im er a docum entación y, en un pár r afo apar te, notas bibliogr áficas e infor m aciones sobr e el vocablo. Finalm ente, se r egistr an palabr as r elacionadas con la voz de la entr ada, sobr e todo si se tr ata de com puestos o der ivados (M edina Guer r a, 2003: 303). Tam bién hay que señalar la ver sión abr eviada del diccionar io de Cor om inas, el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, de 1961. De 1988 es el Breve diccionario etimológico de la lengua española, de Guido Góm ez de Silva, escr ito con el pr opósito de seguir la histor ia de la evolución de la lengua castellana. La etim ología inter esa a m uchos usuar ios cultos, que sienten cur iosidad por el or igen de las palabr as; por ello, es nor m al que m uchos lexicógr afos decidan ofr ecer la en las obr as que elabor an, convir tiendo la etim ología en una infor m ación cultur al. Hay diccionar ios gener ales (DRAE, DUE, VOX, LAROUSSE) que, aunque no sean diccionar ios especializados, incluyen infor m aciones etim ológicas. Hoy en día, com o la m ayor ía de las bases etim ológicas están confir m adas, los esfuer zos etim ológicos en el ám bito de las lenguas r om ánicas se centr an m enos en las etim ologías r adicales y m ás en los nexos existentes en la histor ia de las palabr as y, sobr e todo, en la sem ántica y onom asiología, teniendo en cuenta las tr ansfor m aciones histór icas y cultur ales. Esto per m ite dem ostr ar una segur a evolución entr e la base etim ológica y el m oder no lexem a, de m odo que, tanto en el plano fonético com o en plano sem ántico, se evidencian las fases inter m edias y se llega a aver iguar la hipótesis etim ológica (Pfister, Lupis, 2001: 42). Aun sufr iendo un auténtico estancam iento, en los últim os cuar enta años han apar ecido tr abajos de investigación e intr oducciones a la m etodología de la etim ología, en su m ayor ía obr as de especialistas que han tenido buena acogida. Sin em bar go, hay que subr ayar que los estudios específicos, a causa del cr eciente inter és m ás en las lenguas m oder nas que en las antiguas, son cada vez m enos num er osos, tanto por par te del público com o, y consecuentem ente, por par te de las editor iales. Por eso es pr efer ible dedicar se a la etim ología junto con otr as disciplinas u or ientar la al neologism o. Existe tam bién la llam ada etim ología cognitiva, centr ada en la lingüística de car ácter sincr ónico, cuyo objetivo es analizar las expr esiones lingüísticas en un contexto par a r econstr uir los pr ocesos cognitivos y lingüísticos. La infor m ación etim ológica, pues, se concibe com o una for m a de conocim iento y, por eso, m uchas disciplinas cognitivas se sir ven de ella. En los años setenta, adem ás, em piezan a delinear se nuevos enfoques en el análisis del lenguaje: la pr agm ática, que estudia los pr incipios que r egulan el uso del lenguaje en la com unicación; la sociolingüística, que intr oduce entr e los par ám etr os clásicos de la var iación


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lingüística - el espacio y el tiem po - la dim ensión social en su var iable diastr ática y diafásica; la etnolingüística, que analiza las r elaciones entr e las estr uctur as lingüísticas y los var ios tipos de cultur as. Es decir, el am biente en el que se gener a cualquier innovación lingüística es esencial par a la lengua y tam bién lo es par a la etim ología.

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Diccionar io gr am atical de la lengua española la nor m a ar gentina Alicia M ar ía Zor r illa Vicepr esidenta de la Academ ia Ar gentina de Letr as y académ ica cor r espondiente de la Real Academ ia Española

Tít u l o: Diccionario gramatical de la lengua española Su bt ít u l o: La norma argentina Au t or /a: Zor r illa, Alicia M ar ía Añ o de pu bl i caci ón : 2014 Lu gar de edi ci ón : Buenos Air es Edi t or i al : Academ ia Ar gentina de Letr as Col ecci ón : Estudios Lingüísticos y Filológicos Págs.: 752 I SBN-13:9789505851416

Dice Alber t Einstein que «lo im por tante es no dejar de hacer se pr eguntas» por que, com o afir m a Ar istóteles, «la duda es el pr incipio de la sabidur ía». En este Diccionario gramatical de la lengua española. La norma argentina, dedicado a los docentes de la escuela secundar ia subyacen los dos pensam ientos. Las dudas suscitan pr eguntas, y estas deben or iginar r espuestas pr ecisas, tan justas que una lectur a cir cunstanciada ar r oje luz y despeje de inm ediato las vacilaciones. La obr a se funda en los contenidos de la Nueva gramática de la lengua española (2009), de la Ortografía de la lengua española (2010) y de El buen uso del español (2013) de acuer do con los pr ogr am as vigentes y con las nor m as locales. El objetivo es que el docente y otr os pr ofesionales com pr om etidos con las palabr as sientan la necesidad de actualizar se, de tr abajar a la altur a de los tiem pos y se despojen de esa inm ovilidad intelectual que per judica cada tr am o de la enseñanza-apr endizaje. La cultur a, que es inteligencia, ética y estética, debe ser salvada de la involución.


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Respecto de su estr uctur a, la disposición en or den alfabético de los tem as fundam entales contr ibuye a facilitar su búsqueda y a que se r elacionen luego los distintos aspectos que se analizan en cada uno. Por su car ácter contr astivo, en esta obr a, se exponen en pr im er lugar las nor m as panhispánicas y, en segundo lugar, las nor m as ar gentinas, pues no siem pr e hay coincidencias entr e am bas. En el ám bito gr am atical, los cam bios ter m inológicos son m uchos de acuer do con las diver sas teor ías, y las nor m as, siguiendo el r itm o constante de r enovación de la lengua, se m ultiplican, y otr as m uer en cuando ya se han apr endido y fijado. Escr ibe al r especto José Vidal Tor r es Caballer o:

Nadie duda hoy de que el desar r ollo de la ter m inología lingüística ha ido de la m ano del desar r ollo del pensam iento lingüístico; a m edida que se cr ean y se especifican ideas, hipótesis y teor ías, la ter m inología se plur aliza, aum enta; la plur alidad ter m inológica r efleja la diver sidad teór ica o de teor ías dentr o de las concepciones lingüísticas en un doble sentido, por un lado, en el de la r elación entr e teor ías y ter m inologías individuales o par ticular es y, por otr o lado, en el de la r elación entr e uso de tér m inos difer entes par a hacer r efer encia a las m ism as r ealidades y nociones[1] .

Por lo tanto, hem os consider ado necesar io unificar los tér m inos gr am aticales: atributo (no pr edicativo, con ver bos copulativos y sem icopulativos); complemento circunstancial (no cir cunstancial o cir cunstancia); complemento directo (no objeto dir ecto); complemento indirecto (no objeto indir ecto), complemento nominal (no m odificador dir ecto), etcéter a. Exponem os com o ejem plo algunos ar tículos:

DETERM I NANTES Los deter m inantes son las palabr as que se anteponen al sustantivo par a for m ar sintagm as que se r efier en a una r ealidad deter m inada. Son los siguientes: ar tículos deter m inados (el, la, los, las, lo); ar tículos indeter m inados (un, una, unos, unas); dem ostr ativos (este, esta, estos, estas; ese, esa, esos, esas; aquel, aquella, aquellos, aquellas)[2]; posesivos (mi, mis; tu, tus; su, sus; nuestro, nuestra, nuestros, nuestras; vuestro, vuestra, vuestros, vuestras),

_______________________________________________________ [1] «Reflexiones sobr e la ter m inología lingüístico-gr am atical», Univer sidad de Valladolid [en línea]. <http://cvc.cer vantes.es/liter atur a/cauce/pdf/cauce17/cauce17_06.pdf> [Consulta: 20 de junio de 2015]. [2] Las for m as neutr as de los dem ostr ativos son pr onom br es: esto, eso, aquello.


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algunos cuantificador es (algún, bastante, cada, dos, poco, sendos, varios, algunos)[3], r elativos (cuyo, cuya, cuyos, cuyas), inter r ogativos (¿qué?) y exclam ativos (¡qué!). Se clasifican en definidos (la, tu, ese, cuyo) y en indefinidos (algún, demasiado, poco)[4]. Un deter m inante pospuesto al sustantivo no es deter m inante. Por ejem plo, en La mujer esa es la madre de Patricio, la es deter m inante, per o no lo es el dem ostr ativo esa, que funciona com o com plem ento nom inal.

Ar tículo: El libr o de lectur a par ece inter esante. Dem ostr ativos: Est e niño pequeño es alegr e. Posesivos: Gozaba de su s viajes. Cuantificador es: Volver á al gú n día. Relativos: Valer ia, cu ya m adr e es odontóloga, nos explicó qué es una car ies. Inter r ogativos: ¿Qu é flor es te gustan? Exclam ativos: ¡Qu é novela m e r egalaste!

PUNTO Y COM A El punto y coma[5] r epr esenta una pausa inter m edia entr e el punto y la coma. Indica una pausa no tan br eve com o la coma ni tan pr olongada com o el punto. El hum anista italiano Aldus Pius M anutius (1449-1515)[6] quien inventó la letr a cur siva o itálica, fue el pr im er im pr esor que usó el punto y coma con el nom br e de semicolon.

__________________________________________________ [3] Las for m as neutr as de los cuantificador es son pr onom br es: algo, nada. [4] Si bien los indefinidos expr esan cuantificación, no todos los cuantificador es son indefinidos. Todo, cada y ambos son definidos. Una es deter m inante indefinido en Se comportó como una dama y es cuantificador en Pidió solo una galletita. [5] El punto y coma «fue intr oducido en España por el gr am ático Felipe M ey, en 1606, con el nom br e de colon imperfecto? » (Ortografía de la lengua española, M adr id, Espasa Libr os, 2010, p. 349). Entr e la palabr a y el punto y coma, no debe dejar se espacio. Entr e el punto y coma y la palabr a siguiente, se deja un espacio. Después de colocar el punto y com a, la siguiente palabr a debe escr ibir se con m inúscula, excepto en obr as lingüísticas, pues cuando se exponen com o ejem plo or aciones, cada una de ellas deber á com enzar con m ayúscula (La niña le aprieta la mano al abuelo; Los caballeros quieren llegar a destino; No quepo en este asiento). Su plur al es invar iable: Faltan varios punto y coma. [6] Se lo llam ó tam bién Aldus M anutius el Viejo par a distinguir lo de su nieto, Aldus M anutius el Joven. En Suecia, el 6 de febr er o, día de la m uer te de M anutius, se celebr a en su honor el Día del Punto y Com a (Semikolonets dag o Semicolon Day).


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Su u so 1. Separ a or aciones yuxtapuestas de cier ta extensión o que ya contienen com as:

La lír ica actual esplende en los r ecintos enor m es donde una pr om etedor a juventud m anifiesta a chillidos su em oción liber ada; m ás silenciosa, per o igual, la poesía nos desentier r a a unos cuantos el alm a[7]. Hay que tener pr esente el sentido, biológico y biogr áfico, que en cada época tiene la edad; en los siglos XVI y XVII no er a fr ecuente llegar en vida y en buena for m a a los setenta años; el caso de Calder ón, con sus ochenta y uno, es excepcional, com o el del Ticiano y algunos m ás[8]. El alem án que, ahíto de cer veza, da vueltas con m úsica del Tir ol, se r íe y cándidam ente se divier te; el por teño no se r íe ni se divier te, y cuando sonr íe de costado, ese gesto gr otesco se distingue de la r isa del alem án com o un jor obado pesim ista de un pr ofesor de gim nasia[9].

2. Se coloca punto y com a ante conector es, com o por ejemplo, en efecto, por último, sin embargo, no obstante, por consiguiente, por tanto, verbigracia, cuando están pr ecedidos de un enunciado extenso o encabezan un sintagm a de cier ta extensión (si esa extensión es excesiva, se r ecom ienda el uso del punto y seguido):

En la pr im er a, sobr e su cautiver io en los baños, es una sucesión de escenas, con el autor incr ustado entr e los per sonajes, a las que una leve tr am a am or osa pr etende engar zar ; la r epr esentación de los car acter es, de gr an nobleza y patr iotism o, es el m ejor logr o de la pieza, que ofr ece r asgos m edievales; por ejem plo, la apar ición de figur as alegór icas, la Ocasión y la Necesidad, que actúan m ás que com o per sonificaciones, com o voces inter ior es del pr otagonista, Aur elio[10].

_______________________________________________________ [7] Fer nando LÁZARO CARRETER, El nuevo dardo en la palabra, 3.ª edición, Buenos Air es, Aguilar, 2003, p. 91. [8] Julián M ARÍAS, Cervantes clave española, M adr id, Alianza, 1990, p. 175. [8] Er nesto SABATO, Tango, canción de Buenos Aires (1962), Obr as. Ensayos, Tom o II, Buenos Air es, Losada, 1970, pp. 446-447. [10] M aur o ARM IÑO, ¿Qué es verdaderamente el Siglo de Oro?, M adr id, Doncel, 1973, p. 131.


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3. Par a separ ar elem entos de una enum er ación, cuando tienen cier ta extensión o alguno de ellos ya lleva com a (si el últim o elem ento va pr ecedido de conjunción, delante de esta, puede colocar se punto y coma o coma):

Per o tam bién Ulises tenía un or áculo que se daba en sueños en Aur itania, Etolia; lo m ism o ocur r ía con Pr otesilao, en Eleo, en el Quer soneso tr ácico; con Sar pedón, en Cilicia, y al par ecer, tam bién en Tr óade; con M enesteo, el jefe m ilitar ateniense, en la lejana España; con Autólico, en Sinope, y, quizás, tam bién con Anio, en Delos[11].

4. Cuando, dentr o de una or ación, se exponen aspectos distintos de un m ism o tem a, es decir, hay estr echa r elación sem ántica entr e los sintagm as expr esados (tam bién puede usar se el punto y seguido):

Pensam os en pr im er lugar en algunas atinadas obser vaciones de Rafael Lapesa en su estudio «La lengua desde hace cuar enta años», en Revista de Occidente, al que r em itim os al lector ; del m ism o autor es una sagaz inter pr etación de las consecuencias que en la evolución del idiom a hace pr ever la cada vez m ás extendida tendencia a desplazar, por énfasis o contr aste, el acento de la fr ase; una cor r iente de tal signo entr aña gér m enes que a la lar ga pueden evolucionar ser iam ente la estr uctur a fonológica del idiom a[12].

5. Par a separ ar los m iem br os de una enum er ación m odificados por aposiciones explicativas (entr ecom adas); si solo uno de los m iem br os lleva aposición u otr a clase de sintagm a explicativo, todos los dem ás, aunque no estén en igual situación, deben separ ar se con punto y coma: Per o su cálculo falló, por que las m aestr as que siguier on a la niña en fila com pacta, y las escolar es tím idas a quienes em pujaban hacia el tr ono, la besar on tam bién, una a una, y lo m ism o hicier on Doña Car lota, la tender a; y la esposa de Don Víctor, el car ter o; y la de Don Pedr o, el alm acener o; y la del

_______________________________________________________ [11] Er w in ROHDE, Psiqué. El culto de las almas y la creencia en la inmortalidad entre los griegos. Tr aducción de Salvador Fer nández Ram ír ez, Vol. I, Bar celona, Labor, 1973, pp. 194-195. [12] Em ilio LORENZO, El español de hoy, lengua en ebullición, 3.ª edición, M adr id, Gr edos, 1980 (Biblioteca Rom ánica Hispánica), p. 24.


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m édico y la del escr ibano y la del doctor Pilatos y las que habían llegado de las estancias vecinas y de las chacr as, y las num er osas dam as par r oquiales que se habían enjaezado con sus gualdr apas m ejor es par a pr esentar se en el r ecibo de la hija del fundador [13].

6. Par a separ ar or aciones yuxtapuestas con el ver bo sobr entendido:

Por eso m i abuelo fue el segundo duque de Gandía; m i padr e, tam bién Juan, el ter cer o; y yo, el cuar to, hasta que tom é la decisión[14].

7. Antes de las conjunciones adver sativas pero, mas, sino, aunque, si el enunciado que las pr ecede tiene cier ta extensión; de lo contr ar io, se usar á solo com a:

Desde luego, no pasaban juntos las hor as que Chantal dedicaba al par tido ecologista; per o después, con toda fr anqueza, la m uchacha le contaba vicisitudes de la cam paña contr a la fábr ica pater na[15]. A fuer za de alar des de inteligencia, Joyce m om ificó buena par te de su obr a; aunque hoy el desvío es indudable, r esulta todavía pr em atur o afir m ar si las cenizas de Ulises ser án aventadas por com pleto, o si una nueva cor r iente del gusto y de la sensibilidad r eanim ar á las br asas de la gigantesca cr eación, por m ás que ésta no vuelva a ocupar nunca el pedestal donde sus incondicionales la situar on[16].

8. Par a separ ar consecuencia:

or aciones yuxtapuestas que denotan

un

hecho y

su

En Hispanoam ér ica r eper cuten las peculiar idades que asolaban a la m etr ópoli; así, el poder ío español tendr á que per m itir la fundación de

_______________________________________________________ [13] M anuel M UJICA LAINEZ, Los viajeros. 1954, Obr as Com pletas, Tom o V, Buenos Air es, Sudam er icana, 1983,p.206. [14] Cr uz M ARTÍNEZ ESTERUELAS, Francisco de Borja, el nieto del escándalo, 3.ª edición, Bar celona, Planeta, 1989, p. 24. [15] Adolfo BIOY CASARES, «Una m uñeca r usa», Una muñeca rusa, Bar celona, Tusquets, 1991, p. 23. [16] Leopoldo RODRÍGUEZ ALCALDE, Hora actual de la novela en el mundo, M adr id, Taur us, 1959, p. 352.


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diver sas colonias extr anjer as en el Car ibe, cuyo objetivo pr incipal consistía en destr uir el com er cio m onopolista que detentaba España[17].

9. Par a separ ar los elem entos de las enum er aciones en lista: El Pr ogr am a del cur so com pr ende diver sos tem as:

- la puntuación; - uso de las m ayúsculas; - el ger undio; - cor r elación de tiem pos ver bales.

Cada concepto se escr ibe con m inúscula, se separ a del siguiente con punto y com a, y el últim o se cier r a con un punto.

10. En el ám bito com er cial, par a separ ar cantidades:

Los totales oper ados en Letr as, con las cifr as anter ior es entr e par éntesis, fuer on los siguientes: en dólar es, a 180 días, 167 800 000 pesos (295); en dólar es, a un año, 74 000 000 (39,2); en m ar cos, a un año, 21 500 000 (19,1).

VERBO M ODAL Los verbos modales son ver bos auxiliar es que enr iquecen el significado de un infinitivo m anifestando la actitud del hablante. Pueden expr esar posibilidad, obligación, necesidad, habitualidad y deducción. Entr e los m odales m ás utilizados, citar em os los siguientes: deber, poder, querer, saber, soler, tener que, haber de, haber que y deber de. Ejem plos:

Ti en e qu e est u di ar m ucho par a apr obar el exam en (obligación). Clar ita t i en e qu e ser la hija de Fer nando (hipótesis).

_______________________________________________________ [17] M aur o ARM IÑO, op. cit., p. 119


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Debe est u di ar m ucho par a apr obar el exam en (obligación). Pu do dest acar se com o investigador a y com o hábil com er ciante (habilidad). Podr ás con cr et ar tus sueños (posibilidad). Don Cosm e sabía can t ar zam bas y vidalas (habilidad). El Congr eso de Car diología debi ó de r eu n i r a los m ás célebr es m édicos del m undo (deducción). Gr egor io debe de cu m pl i r setenta años (conjetur a). Qu er em os en t r egar le esta m edalla por su tr ayector ia per iodística (deseo). ¡Qu i er o con st r u i r una nueva em pr esa! (voluntad). Está lloviendo; h ay qu e com pr ar un par aguas (necesidad o conveniencia). ¡Hay qu e l eer m ás! (obligación). He de v i si t ar la m añana en su oficina (necesidad). ¡Ha de escr i bi r lo que yo diga! (obligación).

Ot r os ver bos m odal es qu e t i en en m en or coh esi ón con el i n f i n i t i vo: desear, esperar, intentar, mandar, necesitar, pensar, pretender, procurar, prometer, proponerse, temer. Respecto de las m ayúsculas y de las m inúsculas, se establecen cincuenta r eglas. Por ejem plo, de acuer do con la r egla panhispánica, se escr iben con m inúscula[18]: 6) los tr atam ientos, títulos y car gos cuando están acom pañados del nom br e pr opio cor r espondiente: su santidad el papa Fr ancisco; doctor M anuel Juár ez; señora Natalia Benítez; don Gustavo; doña M ar ía; la profesora Susana Beltr án; el licenciado Pablo Navar r o; señorita Benavídez; señor Jaim e López (excepto en la cor r espondencia pr ivada o com er cial: Señor Dir ector, Señor a Pr esidenta, Señor ita Vicedir ector a, o si están abr eviados [Sr., Sr a., Sr ta.]);

En la Ar gentina, con el nom br e pr opio expr eso, suele usar se la m ayúscula de solem nidad, r elevancia o r espeto: Su Santidad el Papa Francisco; el Licenciado Pablo Navarro; el General Gabriel Ovandi, Don Gervasio Pérez, el Padre Javier.

______________________________________________________ [18] Los núm er os que apar ecen junto a las r eglas son los que les cor r esponden en la obr a.


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19) beato, fray, san, santo: beato Juan de Ávila, fray Luis de León, san José, santa Ter esa de Jesús, santo Dom ingo, santo Tobías, santo Tom ás, santo Tom é, salvo que su uso fr ecuente avale la m ayúscula; con m ayúscula, cuando for m a par te de la denom inación de una iglesia, calle, lugar : iglesia de San Agustín, calle de San Juan, San Diego [Califor nia]; En la Ar gentina, se usa la m ayúscula de solem nidad, r elevancia o r espeto: Beato Juan Pablo II; Fray Luis de León; Santa Teresa de Jesús; Santo Domingo.

44) la segunda m ención de una entidad en un texto: la Academ ia Ar gentina de Letr as, per o «la m encionada academia explica...»; el M inister io de Educación, per o «el citado ministerio...»; En la Ar gentina, cuando en un texto se m enciona por segunda vez una institución de m aner a abr eviada, suele r espetar se la m ayúscula: ... la mencionada Academia...

46) los adjetivos que acom pañan al sustantivo pr opio Imperio: Imperio español; Imperio islámico; Imperio romano: En el caso del Im per io español, el tabaco de Am ér ica ? com o la m ayor ía de los pr oductos indianos? tenía com o pr im er destino Sevilla[19].

En la Ar gentina, suele escr ibir se Imperio Romano con las dos palabr as en m ayúscula.

______________________________________________________ [19] Laur a NÁTER, «El negocio colonial de tabaco en el Im per io Español», Univer sidad de Puer to Rico [en línea]. <sshi.stanfor d.edu/Confer ences/2001-2002/GlobalTr ade2001/nater.pdf > [Consulta: 30 de octubr e de 2006].


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El docente y los que no lo son se sienten m uchas veces m uy solos ante ese instante en que chocan los conocim ientos ya adquir idos con los nuevos. M ás aún, se plantean un dur o dilem a: ¿conviene que ellos m ism os y sus alum nos los apr endan, o es pr efer ible seguir com o siem pr e y evitar la zozobr a que gener a intr oducir novedades? El dilem a se intensifica cuando las autor idades que pr epar an y establecen los planes de estudio ignor an el contenido de las nuevas obr as especializadas y no cam bian nada. Com o las palabr as viven libr es, es natur al que se opongan a ese «seguir com o siem pr e» que par aliza e im pide avanzar. Lo nuevo enfr enta a m uchos desafíos y a no pocas vicisitudes, per o desper eza y per m ite que no se agote la cr eación, es decir, la poesía, por que la Gr am ática es ar quitectur a poética en cuanto a que per m ite pr oyectar y constr uir textos. Cada or ación que se com pone es un poem a de la r ealidad y de lo que está m ás allá de esta, de lo que Gar cía M ár quez llam aba la r ealidad m ágica, por que es la expr esión or iginal del hablante, del desper tar del alm a de sus palabr as. Por supuesto, no podr á decir * No alimente sobras a los animales ni * José, cuyo uno de sus hijos es minero, trajo la noticia, per o sí, y gr acias al sistem a gr am atical, No alimente con sobras a los animales y José, que tiene un hijo minero, trajo la noticia. Tam bién gr acias a la Gr am ática, que or dena y r elaciona las palabr as en el sintagm a or acional de acuer do con sus significados y con su m or fología, podem os leer en Cien años de soledad que cuando José Ar cadio Buendía «se hizo exper to en el uso y m anejo de sus instr um entos, tuvo una noción del espacio que le per m itió navegar por m ar es incógnitos, visitar ter r itor ios deshabitados y tr abar r elación con ser es espléndidos, sin necesidad de abandonar su gabinete»[20]. Este fr agm ento podr ía consider ar se la m etáfor a del poder que tienen las palabr as par a tr anspor tar nos hacia donde la im aginación quier a llevar nos o par a entender otr os m undos. Los escr itor es nos dan la posibilidad de explor ar los vocablos y de encontr ar en su unión nuevos significados, es decir, de ser lector es activos par a desentr añar lo que esconden los textos, lo que no se ha dicho. La lectur a cr ea, pues, otr a sintaxis, que constr uye el que la goza. Roland Bar thes afir m a que hay lectur as que pr oducen un texto inter ior, un segundo m ensaje, una escr itur a vir tual del lector. Desde nuestr o punto de vista, podr ía hablar se de su sintaxis espir itual por que r ehace en su espír itu la obr a leída. Hasta podem os decir que los per sonajes se enlazan sintácticam ente entr e sí. Por eso, la sintaxis debe ver se en plenitud, ya que cada enunciado, cada or ación, cada obr a es una intensa exper iencia de lenguaje, y cada palabr a contiene el cosm os aunque no alcancem os a adver tir lo.

_______________________________________________________ [20] REAL ACADEM IA ESPAÑOLA Y ASOCIACIÓN DE ACADEM IAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA, Edición Conm em or ativa, Colom bia, Gr upo Editor ial Nor m a, 2007, p. 12.


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M uchas veces, la anar quía de la sensibilidad cr ea textos en que la sintaxis queda en penum br a por la pasión de las em ociones o la falta de conocim ientos (Abrígate tú, no * siendo que te enfermes; Le dije * un poco lo que pensaba), per o, com o dijim os, luego las nociones gr am aticales encauzan, pulen, cor r igen (Abrígate tú, no sea que te enfermes; Le dije lo que pensaba). Aunque Jor ge Luis Bor ges sostiene que «la dicha de escr ibir no se m ide por las vir tudes o flaquezas de la escr itur a»[21], con vocación de síntesis, se dem or a ir r em ediablem ente ante cada ver bo («se anudan los cam inos de piedr a»), cada adjetivo («daga silenciosa»; «tier nas hipér boles»), cada sustantivo («... él tam bién es un r ío y una fuga») par a padecer felizm ente el ar r ebato de la belleza en el her m oso juego de com binar palabr as. Com o se siente sier vo de ellas, «lim a con lenta plum a»[22] de gr am ático los r igor es del texto hasta conver tir las en una obr a poética. Octavio Paz habla de «la violencia del análisis gr am atical» que descom pone la or ación en palabr as, per o, al m ism o tiem po, escr ibe palabr a por palabr a y analiza, tal vez sin adver tir lo, cada tr am o de su escr itur a: «... las palabr as llegan y se juntan sin que nadie las llam e; y estas r euniones y separ aciones no son hijas del pur o azar : un or den r ige las afinidades y las r epulsiones»[23]. El estudio de la Gr am ática descr iptiva y de la Gr am ática nor m ativa significa, entonces, una búsqueda constante que concier ne a la cr eación y a la r ecr eación. El docente debe em pr ender su enseñanza con otr o cr iter io. La cóm oda r epetición de lo apr endido y desactualizado no es el cam ino. Las clases de Gr am ática exigen descubr im ientos; el poder com unicar que una palabr a dice m ucho m ás de lo que dice; que, puesta en distintos contextos, puede llevar al asom br o, y que, par a estudiar a un autor, no hay otr a ver dad que el texto que ha escr ito; su sintaxis es la biogr afía de sus deslum br am ientos. Esta obr a quier e ser, pues, el um br al de esa esper anzador a valentía.

________________________________________________________ [21] Los conjurados, M adr id, Alianza, 1985, p. 13. [22] «Un poeta del siglo XIII», El otro, el mismo, Obr as Com pletas, Tom o II, Bar celona, Em ecé Editor es, 1996, p. 255. [23] «El r itm o» [en línea]. <http://w w w.ensayistas.or g/antologia/XXA/paz/paz4.htm > [Consulta: 19 de junio de 2015].


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El lem ar io que contiene el Diccionario gramatical de la lengua española. La norma argentina pr etende dem ostr ar cuán necesar ios son esos estudios par a asum ir con cier ta idoneidad el acto de la escr itur a en la que se da «una cifr a indefinida de posibilidades sintácticas»[24] y acer car al lector a un conocim iento sencillo per o pr ofundo de los tem as.

__________________________________________________________ [24] Jor ge Luis BORGES, «Inscr ipción», Los conjurados, Obr as Com pletas, Tom o III, Bar celona, Em ecé Editor es, 1997, p. 455.


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Léxico azucar er o atlántico (siglos XVI -XVI I )

Cr istóbal Cor r ales Zum bado, Dolor es Cor bella Díaz, Universidad de La Laguna

Tít u l o: Léxico azucarero atlántico Su bt ít u l o: Siglos XVI-XVII Au t or es/as: Cor r ales, Cr istóbal; Cor bella, Dolor es; Viña, Ana Añ o de pu bl i caci ón : 2015 Lu gar de edi ci ón : La Rioja Edi t or i al : Fundación San M illán de la Cogolla Col ecci ón : Glosar ios For m at o: CD-ROM y folleto Págs.: 89 I SBN-13:9788494208898

Desde or iente hasta occidente, el viaje de la caña dulce ha ido m ar cando una línea continua en el espacio a par tir de asentam ientos sucesivos que la llevar on, entr e los siglos I y VI de nuestr a er a, desde China, la India y Per sia hasta el M editer r áneo (con factor ías en Chipr e, Cr eta, M alta y Sicilia), par a llegar, con la dom inación ár abe, a Hispania. Existen datos de su cultivo en Al-Andalus al m enos desde el siglo X; unos siglos m ás tar de, estaba pr esente tam bién en Levante y, poco después, en el Algar ve. Desde este últim o enclave com enzó una nueva tr avesía por m ar, hacia las llam adas «islas del azúcar » a par tir de aquel m om ento (M adeir a y Canar ias), donde los plantones de Saccharum officinarum dier on sus pr im er os fr utos, iniciándose un segundo ciclo en la histor ia de esta pr eciada gr am ínea con la búsqueda de nuevos em plazam ientos cada vez m ás alejados, tanto afr icanos (Cabo Ver de y Santo Tom é) com o tr ansoceánicos (el Car ibe y, desde allí, a todo el continente am er icano, esta vez con un tr azado de nor te a sur ).


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Si la histor ia de este pr oducto, de su industr ia y com er cialización, de sus r eper cusiones económ icas y de las im plicaciones sociales y las alter aciones cultur ales que r epr esentó al quedar ligado su desar r ollo al m er cado de m ano de obr a fundam entalm ente esclava, si todas estas var iables han sido estudiadas por los histor iador es, econom istas y sociólogos, sin em bar go, desde el punto de vista lingüístico, en español son escasas las investigaciones m onogr áficas r elativas a la cultur a de lo dulce y a su ter m inología, si exceptuam os los tr abajos r ealizados por José Pér ez Vidal sobr e Levante y M ar bella (quizá com o avance de un pr oyecto m ás am plio que el etnógr afo palm er o dejó inacabado sobr e España en la historia del azúcar), Juan M ar tínez Ruiz y José López Lengo sobr e M otr il, Car m en Bar celó y Ana Labar ta sobr e Valencia, Jennie Figuer oa sobr e el Valle del Cauca (Colom bia), M ar ía Delia Paladini sobr e Tucum án (Ar gentina) y Rosa González M uñiz sobr e Puer to Rico. Adem ás, en los r eper tor ios lexicogr áficos, apar te de algunas voces gener ales, este conjunto ter m inológico siem pr e se ha m ar cado com o pr opio de las r egiones azucar er as am er icanas, ya que fue Esteban Pichar do el pr im er o que lo tuvo en cuenta al intr oducir lo, en 1836, en la r edacción de su vocabular io cubano. Per o la andadur a de este vocabular io en el español atlántico había com enzado unos siglos antes, a fines de la Edad M edia y apenas tenía nada que ver con sus antecedentes m editer r áneos, por lo que ha sido necesar io indagar en las fuentes docum entales par a desentr añar su histor ia, pr ocedencia y significado. Al tr atar se de un pr oducto de alta r entabilidad, su cultivo estuvo per fectam ente r egulado y contr olado por las or denanzas m unicipales y los pr otocolos notar iales suelen dar cuenta del día a día de las haciendas, de los contr atos de tr abajo par a desbr ozar los m ontes, plantar o cuidar de los cañaver ales, de las per m utas de tier r as y de las com pr as de m ater ial y de esclavos, de los costes y beneficios que gener aba el ingenio. Las actas m unicipales inciden asim ism o en la necesidad de vigilar todo el pr oceso industr ial al que se som etía con poster ior idad la caña ya que, al ser un pr oducto destinado a la expor tación, su calidad debía estar per fectam ente contr astada y ver ificada por los ?lealdador es?. Esto im plicaba que, par a llegar a esa excelencia, había que r ecur r ir a contr atar m aestr os y oficiales cualificados encar gados de las sucesivas fases de pr oducción, junto a un am plio núm er o de tem por er os y de esclavos que, en tiem pos de ?zafr a?, debían tr abajar a destajo par a que el ingenio siem pr e estuvier a ?m oliente y cor r iente?. Todo este com plejo vocabular io azucar er o en lengua española em pezó a confor m ar se a finales del siglo XV, cuando en 1484 el gober nador de Gr an Canar ia Pedr o de Ver a or denó tr aer desde M adeir a a m aestr os azucar er os y al per sonal cualificado que conocían per fectam ente la constr ucción de ingenios y su puesta en pr oducción. Per o el que fuer a pr im er r egidor de la isla hizo algo m ás que echar a andar una industr ia im por tante par a la econom ía del ar chipiélago r ecién incor por ado


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tam bién una am plia y var iada ter m inología azucar er a que enr iqueció el léxico español, al integr ar se de inm ediato en él, con la tr ascendental consecuencia poster ior de que buena par te de aquellas palabr as nuevas har ían viaje, ya por com pleto españolizadas, a Am ér ica, donde se enr iquecier on en etapas sucesivas con elem entos de extr acción afr icana e indoam er icana, hasta olvidar se su or igen canar io y ser consider adas pr opias de aquellas tier r as. De ahí que los r eper tor ios lexicogr áficos cataloguen com o am er icanas m uchas voces que fuer on de uso com ún en los pr im er os ingenios m adeir enses y canar ios, que se habían puesto en funcionam iento algunas décadas antes de que em pr endier an su andadur a los com plejos car ibeños, novohispanos y br asileños. Desde el por tugués al español se pr odujo un tr asvase am plio y r ápido, fácil de entender, si se tiene en cuenta, com o ha señalado Gr egor io Salvador, que los lusism os no tienen «ese air e de extr anjer ía, de ar tículo de contr abando, que pr esentan, por lo m enos, dur ante cier to tiem po, palabr as pr ocedentes de otr as lenguas. No sabem os que nunca se hayan alzado contr a ellos las voces de los pur istas. Nadie ha visto en la adopción de vocablos por tugueses m enoscabo par a el castellano, sino un explicable inter cam bio fam iliar ». Esta pr oxim idad histór ica entr e am bas lenguas ha hecho que com par tan palabr as com unes, idénticas en la for m a y con fr ecuencia tam bién en el contenido, de m odo que en la ter m inología azucar er a la novedad estar á m uchas veces solo en su aplicación a este cam po, lo cual significa que la palabr a española am plía así su hor izonte sem ántico. Por la m ism a r azón, el núm er o de las llam adas palabr as cognadas es alto, al pr ovenir de un étim o com ún, por lo que la sim ilitud, pese a la evolución difer ente, hace que la adaptación a la fonética y a la or togr afía del español de la palabr a por tuguesa se r ealice sin ninguna com plicación, aunque en algunos casos se m antenga a veces alter nativam ente y dur ante un tiem po la for m a lusa, com o es fácil de com pr obar en los textos analizados. Junto a estas dos vías de penetr ación de los por tuguesism os tenem os la que cor r esponde al calco o tr aducción de la palabr a por tuguesa, a la que se le pr opor ciona una equivalencia léxica española, y natur alm ente el pr éstam o dir ecto, es decir, el tér m ino por tugués se integr a conser vando su entidad or iginal, al no existir posibles equipar aciones for m ales en español, si bien se hace necesar ia, casi siem pr e, una pequeña adecuación en el significante. No hay fr onter as infr anqueables entr e las var ias posibilidades expuestas, por lo que una palabr a, en el tr anscur so de su incor por ación y pr ecisam ente a causa de las dudas iniciales en el pr oceso de entr ada en la nueva lengua a la que llega, ha podido sufr ir dos o m ás tipos de alter aciones difer entes e incluso todas ellas se han m antenido dur ante un tiem po com o var iantes nor m ales, usadas indistintam ente. Por otr a par te, el por tugués influyó ocasionalm ente en la difusión, fr ecuencia y popular ización de otr os tér m inos que habían sido com unes en castellano, per o que ya por aquella época se consider aban ar caizantes y per m anecían sem iolvidados, y de ahí


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el contr aste de este em pleo vivo en el léxico canar io con el que se daba entonces en el español peninsular. Así pues, com o tendr á ocasión de com pr obar el lector de este libr o, la docum entación dem uestr a que la ter m inología azucar er a básica del español atlántico se confor m ó en Canar ias, m ediante la adopción y adaptación de un buen núm er o de palabr as por tuguesas. La tr ascendencia de este hecho par a la histor ia de la lengua fue decisiva pues, tr as el descubr im iento del Nuevo M undo, al igual que había ocur r ido en las islas, tam bién los conquistador es am er icanos pasar on de ser señor es de la guer r a a conver tir se en señor es de ingenios. Com o pr ototipo y r efer encia de haciendas azucar er as en Am ér ica no se tuvo a Br asil, com o com únm ente se ha solido afir m ar, ya que allí el pr im er ingenio fue edificado por M ar tín Alonso de Sousa entr e 1533 y 1534. En la etapa inicial los m odelos fuer on otr os, com o m uy bien señalaba Gonzalo Fer nández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias cuando afir m aba que los pr im er os oficiales pr ocedían de «las islas de Canar ia». Todo par ece indicar que el r efer ente isleño estuvo m uy pr esente en la constr ucción de aquellos pr im er os ingenios azucar er os am er icanos y que, en cier ta m edida, dur ante los siglos XVI y XVII se cr eó un espacio com ún a gr an escala en el que, a tr avés de los oficiales y m aestr os de azúcar, se inter cam biar on sistem as de plantación, se optim izar on pr ocedim ientos de pr oducción y se intr odujer on innovaciones tecnológicas que hicier on que el azúcar canar io y después el am er icano fuer an m ás com petitivos en los m er cados eur opeos y, en lo que atañe a la lengua, se adaptó y se cr eó un vocabular io ter m inológico que los m aestr os y pur gador es de azúcar difundier on por el Nuevo M undo. En una pr im er a etapa, al tiem po que se im plantaba en el ár ea del Car ibe la industr ia del azúcar, m uchas de esas voces m antuvier on allí su vigencia, y solo el tiem po y las innovaciones fabr iles que se ir ían incor por ando par a m ejor ar el r endim iento de los ingenios har ían que algunas de ellas cayer an definitivam ente en el olvido, m ientr as se incor por ar on al uso nor m al otr as nuevas nacidas en el m ism o entor no de los ingenios, com o por ejem plo las de or igen am er indio. Al conjunto de por tuguesism os se sum ó otr a ser ie de tér m inos españoles, pr opios de la agr icultur a y de la m oliner ía, de clar a r aigam br e peninsular, aunque en algún caso se pueda entr ever asim ism o la influencia lusa en su popular ización y expansión en las nuevas tier r as. Nuestr o objetivo ha sido r ecopilar la docum entación que atesor an los ar chivos sobr e los ingenios y, par tiendo de este cor pus m odular, m ostr ar con testim onios de uso el em pleo de toda esta ter m inología específica de las gr andes plantaciones. El r astr eo por fuentes m anuscr itas, tanto isleñas com o am er icanas (a tr avés de un cor pus que com pr ende m ás de 250 docum entos), ha constituido el eje fundam ental de esta investigación que no ha pr etendido m ás que r ecoger los r egistr os m ás antiguos de esta ter m inología y analizar los en su contexto. Hem os par tido, por tanto, de la tr anscr ipción de fuentes m anuscr itas de la época colonial r elativas a los ingenios


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canar ios (de las cuatr o islas azucar er as, esto es, Gr an Canar ia, La Gom er a, Tener ife y La Palm a) y hem os com par ado esos testim onios con los r egistr os de inventar ios pr ocedentes de los m ás antiguos ingenios am er icanos (de La Española y Nueva España, per o tam bién del Vir r einato del Per ú, de Cuba o de Guatem ala, entr e otr os). De este m odo hem os podido for m ar, por vez pr im er a en castellano, un cor pus atlántico de voces azucar er as, con definiciones que par ten del significado con que están usados los tér m inos en los textos m ism os y con la apar ición de palabr as novedosas que nunca habían sido r ecogidas en las obr as lexicogr áficas anter ior es. Este conjunto léxico per m ite acotar un espacio lingüístico com ún en el que, sin duda, las voces dulces constituyen el testim onio intangible de aquel continuo tr asiego de m ano de obr a y de inter cam bio com er cial y tecnológico que unió, dur ante aquellos siglos coloniales, el español de am bas or illas. A nuestr o juicio, el inter és de esta obr a se basa pr ecisam ente en la selección de testim onios extr aídos de ese cor pus am plio, con ejem plos pr ocedentes de fuentes inéditas, contr astados con las opiniones de viajer os de la época y con la docum entación histór ica y léxica ya publicada que hem os podido r ecopilar y que nos ha ayudado a desvelar los aspectos m enos conocidos de esta ter m inología. En cada ar tículo del léxico ofr ecem os un com entar io sobr e la palabr a en cuestión, dando infor m ación sobr e aspectos diver sos, com o por ejem plo su pr esencia en el por tugués m adeir ense o br asileño, con el fin de confir m ar etim ologías y significados. Apor tam os asim ism o datos sobr e su em pleo en los inventar ios de ingenios y en otr os docum entos r elacionados con el tr abajo llevado a cabo en las plantaciones am er icanas, junto a las detalladas descr ipciones de viajer os y cr onistas del Nuevo M undo. En ocasiones, los testim onios andaluces coetáneos avalan un uso m ás extendido de algunos tér m inos, por lo que tam bién se han tenido en cuenta. Com o en otr as m uchas facetas, el análisis de la docum entación r esulta esencial par a m ostr ar no solo la r iqueza de esta ter m inología que en gr an par te cayó en desuso en el español eur opeo a par tir del siglo XVII, sino tam bién par a com pletar las car encias, lagunas e inexactitudes que ofr ecen las obr as lexicogr áficas gener ales y par a poner de m anifiesto, con datos constatables, la etim ología y el cam ino r ecor r ido por m uchas de estas voces que hoy continúan vivas en buena par te de Am ér ica. Los r esultados pueden, a su vez, ser vir par a estudios sobr e los antecedentes de este cam po ter m inológico en Br asil, ya que la lexicogr afía por tuguesa ha solido catalogar com o r egionalism os exclusivos de aquel país palabr as que, sin duda, par tier on de M adeir a: los r egistr os canar ios, de época r elativam ente tem pr ana, avalan su em pleo en el por tugués eur opeo, a pesar de que la pér dida de par te de la docum entación m adeir ense r elativa a los ingenios nos haya pr ivado de poder constatar fehacientem ente los pr im er os testim onios escr itos en esta lengua. Asim ism o, buena par te de la ter m inología fr ancesa de las «sucr er ies» antillanas, tom ada dir ectam ente del español dom inicano, habr á de consider ar que se r em onta, en últim a instancia, al


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por tugués de M adeir a. A título de ejem plo ofr ecem os el caso par ticular de la palabr a cachaza que se aplicaba a las «espum as e im pur ezas que sobr enadan en el jugo de la caña de azúcar al som eter lo a la acción del fuego». Cor om inas-Pascual (DCECH, s.v. gachas), siguiendo a M or ais, suponen que con los significados de «aguar diente que se extr ae de las bor r as de la m elaza» y «espum a pr oducida con el pr im er her vor de la caña de azúcar » es voz de or igen br asileño, y de este país «ha pasado al castellano de Cuba y Am ér ica del Centr o y del Sur ». De hecho, la pr im er a docum entación por tuguesa es el r egistr o que apar ece en la obr a Cultura e opulência do Brasil por suas drogas e minas, de A. J. Antonil, de 1711. En los ingenios de la antigua Capitanía de São Vicente (en el actual estado de São Paulo), dur ante el siglo XVI, se em pezó a destilar la cachaza com o bebida par a los esclavos, con tal aceptación que su consum o se gener alizó por todo el país (sobr e todo por Río de Janeir o y M inas Ger ais) y se hizo extensivo a todas las capas sociales. En M adeir a se r ecoge m uy tar díam ente, en 1836, com o denom inación del aguar diente im por tado de Br asil. En Canar ias, en cam bio, los r egistr os r ecopilados hasta ahor a per m iten confir m ar su em pleo dur ante los siglos XVI y XVII. Así, en 1527, docum entam os cachaça y en 1578 cachasa, en sendos textos del Ar chivo Histór ico Pr ovincial de Tener ife, así com o en dos docum entos de 1574 y 1576 que hacen r efer encia a uno de los ingenios de la ver tiente sur de la isla (el situado en la com ar ca de Güím ar ) y que se conser van en el Ar chivo M unicipal de La Laguna. La pr esencia de este tér m ino en el ar chipiélago, en una época tan tem pr ana, apunta a que la palabr a viajó, com o otr as m uchas, desde el Atlántico or iental hacia Am ér ica, y no al r evés com o se ha supuesto en la lexicogr afía tr adicional (tanto española com o por tuguesa), si bien allí ar r aigó de tal m aner a que con el significado de «aguar diente de caña» se convir tió en la bebida nacional de Br asil, m ientr as que en el r esto de Am ér ica adquir ió acepciones secundar ias y for m ó der ivados com o cachacera 'tanque de cachaza', cachacero 'oper ar io que separ aba las cachazas con la espum ader a' o cachazón 'depósito en el que se m ezcla la cachaza con el bagacillo', que pr ueban el ar r aigo que la voz tuvo entr e los cultivador es de la caña de azúcar.


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Tít u l o: Histor ia de la Real Academ ia Española Au t or : Alonso Zam or a Vicente Añ o de pu bl i caci ón : 2015 Edi t or : Fundación M ar ía Cr istina M asaveu Peter son y la Real Academ ia Española. I di om a: Castellano Cat egor ía: Histor ia / Investigación Car act er íst i cas: 696 Páginas. Encuader nación r ústica. 21* 24,5 cm . Im pr esión a color. I SBN: (Edición Institucional) 978-84-606-7209-8 I SBN: (Edición Rústica) 978-84-606-7210-4



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