SANTA TERESA DE JESÚS (Ávila, 1515-Alba de Tormes, 1582) Teresa de Cepeda y Ahumada cuenta con el terrible agravante de ser mujer, letrada y descendiente de judíos conversos. Desde niña, demostró una gran afición a la lectura y un ánimo decidido y emprendedor: siempre fui amiga de letras (Libro de la vida) El hábito daba a las monjas la protección para salir de los conventos, ir a lugares públicos y viajar solas: Teresa de Jesús pudo reformar las carmelitas gracias a esta protección, y colaborar en la Contrarreforma: las carmelitas teresianas debían dedicar su vida a la oración y la penitencia y vivir en una gran austeridad dentro del convento. Sus rígidos planteamientos sintonizaban con las ideas de Isabel la Católica y el cardenal Cisneros, y con el ideario del Concilio de Trento. En esta labor, estuvo acompañada hasta el final de su vida por Ana de San Bartolomé, su secretaria y confidente. Quienes más intervenían en la vida de las monjas eran los confesores, y a los que debían obedecer. Teresa de Jesús se quejaba de ellos y advertía del riesgo que suponen los malos confesores; ella aseguraba que algunos la hicieron sufrir mucho y advierte de que hay que tener cuidado en elegir un confesor piadoso y acertado en sus consejos: gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados, porque no los tenía de tan buenas letras como quisiera. He visto por espiriencia que es mijor –siendo virtuoso y de santas costrumbres- no tener ningunas; porque ni ellos se fían de sí, sin preguntar a quien las tenga buenas, ni yo me fiara; y buen letrado nunca me engañó.. Estotros tampoco me devían de querer engañar, sino no sabían más (…) me parece que lo iva harto mi salvación, si entonces me muriera, por ser los confesores tan poco letrados por una parte, y por otra ser yo ruin, y por muchas (Libro de la vida). Sin embargo, fueron sus confesores los que la animaron a escribir y a narrar sus experiencias místicas pues pensaban que podían tener una relación mayor con el demonio que con Dios, de ahí que sus textos fueran analizados cuidadosamente por la Inquisición, que no llegó a encontrar causa de proceso. Cuenta de conciencia, 3ª (1563): De mi natural suelo, cuando deseo una cosa, ser impetuosa en desearla. Ahora van mis deseos con tanta quietud, que cuando los veo cumplidos, aún no entiendo si me huelgo, que pesar y placer todo va templado, que parezco boba y como tal ando algunos días. Sus obras se convirtieron en libro de cabecera no sólo de las monjas sino hasta del mismo rey Felipe II. Como señala Sonja Herpoel: “Las mujeres, por fin, descubren una portavoz única, que se hace eco de sus ansias y aspiraciones. En ella, encuentran la combinación ideal de acción y contemplación. Por su osadía en afrontar los mayores riesgos encarna el sueño recóndito de su sexo de darse a valer”. Es beatificada en 1614, y canonizada en 1622.