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Visión en el camino

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Hogar

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Camino hacia el Mictlán, el hombre detiene su vehículo un momento sólo para orinar a la orilla del lienzo de las piedras unidas sin cemento, unidas por la forma del viento en sus uniones, del polvo levantado de ese suelo lodoso, afrodisíaco, por el color entero de ese tono granate de la sangre mezclada con el duro mezquite, con la caña tan débil, portadora de vida.

De esa tierra oxidada por los vientos azules, de esa tierra que sueña el amor que sostiene, brotaron una tarde, su piel se lo delata, unas mujeres llenas de pasión por la vida que trajeron al lecho de esta tierra de sangre los hombres que engendraron una riqueza blanca manando de las ubres que cubrieron el valle.

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Unas mujeres llenas de pasión por la vida, simientes, flores, frutos, bajo los cielos amplios y los vientos sonoros.

Una tierra de amor y de trabajo intenso que puso en nuestras manos esas mujeres firmes de corazones llanos.

El hombre se detuvo porque era necesario y encontró un paraíso en esas tierras rojas intensas, imperiales.

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