Imago Agenda | LIBRO 1
EL DESEO EN Cuarentena El psicoanálisis después de la pandemia
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Esteban Dipaola Luciano Lutereau Martín Smud Nora Merlin Alejandra Porras Leda Martyniuk Carlos Quiroga Gabriel Artaza Saade Marina Esborraz Joseph Knobel Freud Constanza Michelson Fuerza de la palabra Pablo Muñoz
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Imago Agenda | LIBRO I
EL DESEO EN CUARENTENA El psicoanálisis después de la pandemia
Esteban Dipaola Luciano Lutereau Martín Smud Nora Merlin Alejandra Porras Leda Martyniuk Carlos Quiroga Gabriel Artaza Saade Marina Esborraz Joseph Knobel Freud Constanza Michelson Fuerza de la palabra Pablo Muñoz
PUBLICACIÓN PERIÓDICA ORIENTADA A LA DIFUSIÓN Y EL DESARROLLO DEL PSICOANÁLISIS
© 2020, Letra Viva, Librería y Editorial Av. Coronel Díaz 1837, (1425) Buenos Aires, Argentina letraviva.edit@gmail.com Dirección editorial: Leandro Salgado Imagen de tapa: © Pixabay Todos los derechos reservados por © Letra Viva Libros. Queda prohibida, bajo las sanciones que marcan las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método de impresión incluidos la reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin previa autorización escrita del titular del copyright. Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en la Argentina — Printed in Argentina
Índice Nota editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Leandro Salgado
El virus Cómo se narra un virus . . . . . . . . . . . . . . . Esteban Dipaola
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Las metáforas de un virus . . . . . . . . . . . . . . 19 Luciano Lutereau
Una nueva época Los aterrados de la pandemia . . . . . . . . . . . . 27 Martín Smud Coronavirus, psicoanálisis y civilización . . . . . . . 33 Nora Merlin Amor o… peor: paranoia . . . . . . . . . . . . . . . 37 Alejandra Porras
Virtualidad El nuevo afuera es la virtualidad . . . . . . . . . . . 49 Leda Martyniuk
¿Principio de virtualidad? . . . . . . . . . . . . . . Carlos Quiroga
55
Erotismo Las máscaras y la erótica de los sexos . . . . . . . Gabriel Artaza Saade
65
La seducción “en cuarentena” . . . . . . . . . . . . 73 Marina Esborraz
Clínica El confín de los adolescentes . . . . . . . . . . . . Joseph Knobel Freud (España)
83
Todo lo que tengo que decir (sobre muerte y vejez) . 95 Constanza Michelson (Chile)
Dispositivos La fuerza de la palabra . . . . . . . . . . . . . . . 103 A. Becce, M. Castrillejo, D. Rendelstein, T. Grieco Ciberanálisis. El dispositivo analítico en tiempos de coronavirus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 Pablo D. Muñoz
Nota editorial
E
ste libro no es un libro. Este libro es un nuevo número de la revista Imago Agenda, aunque esta vez con formato de libro gratuito. Con el desarrollo de la pandemia, desde Letra Viva supimos que queríamos hacer nuestro aporte a la reflexión. En esta compilación hay artículos de diferentes autores, algunos de ellos de la editorial, que han venido escribiendo en diferentes medios sobre la cuarentena y sus consecuencias. Eso motiva que los hayamos convocado, entre otros, sin que esta selección sea excluyente. Dado que se trata de un libro de difusión gratuita, un librolibre, la consigna fue que los artículos fuesen breves y sobre todo evitasen el vocabulario técnico, para que fuesen amigables no solo a los lectores habituales de nuestra revista, afines al psicoanálisis. En este tiempo, habitar un lenguaje en común, que vaya más allá de las fronteras (disciplinares y personales) parece una necesidad. Al menos para nosotros lo fue. Todos los artículos están pensados con el formato de columna de opinión, con el propósito de ofrecer una perspectiva y un punto de vista singular. En la última sección, dedicada a dispositivos, se encontrarán dos textos diferentes. Por un lado, la presentación de un método de trabajo con profesionales de la salud, cuyo origen es Jonas (Italia) y permite reconocer un trabajo de articulación interna7
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
cional; por otro lado, un artículo más extenso, con un matiz particular, se trata de un texto en parte vinculado con una conferencia dictada a través de un canal virtual, organizada por la agrupación de graduados Convergencia Académica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, en torno a un tema que toca directamente la práctica profesional del psicólogo: el análisis online. Los invitamos a recorrer este camino, a la espera de lecturas que abran preguntas que deshagan la interpretación de la cuarentena como encierro, que se continuarán en un próximo número de Imago dedicado específicamente a cómo los niños han sobrellevado este tiempo fuera del tiempo.
Leandro Salgado Director y Editor General de Letra Viva
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El virus
Cómo se narra un virus Esteban Dipaola
E
l diario Página/12, en su edición del 28 de abril pasado, publica una lúcida nota del prestigioso biólogo Alberto Kornblihtt donde, además de ofrecer importantes precisiones científicas sobre el virus SARS-CoV-2 –causante de la enfermedad Covid-19–, introduce una idea acerca de la novela del escritor uruguayo Mario Benedetti “La tregua”. Francamente, no dice demasiado acerca del valor literario del escrito (aunque sí del valor personal para él), pero sí refiere que fue con esa novela que conoció que alguien podía morirse de gripe. Aquí lo que me interesa pensar conjuntamente con Kornblihtt, es que allí cuenta además que el protagonista de la novela, Santomé, cuando es avisado de que su amada, Avellaneda, murió, esto le es indicado utilizando el verbo fallecer, y el enojo de Santomé es por el eufemismo del lenguaje y porque la muerte es algo serio, algo que afecta y que nos jode profundamente como para llamarla de cualquier modo. Eso muy bien lo relata nuestro biólogo. Pero lo que me interesa a mí es pensar la narrativa de un virus. Pues, así como acuerdo con Kornblihtt que no es lo mismo decir que alguien a quien amamos falleció, que enfrentarnos al hecho de que se murió, de igual manera es necesario preguntarse por qué un biólogo 11
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dedicado a la ciencia (y a eso que llamamos, quizás también eufemísticamente, “ciencias duras”) requiere acudir a la literatura para introducir y explicar certezas empíricas sobre un virus y la pandemia generada. Claramente esto ocurre por algo que desde la epistemología de las ciencias sociales se señala bastante, cualquier verdad (empírica o especulativa) necesita de una narrativa. En otros términos, no existe verdad sin narración, y esto es igual para la filosofía o para la biología molecular. Entonces, una pregunta fundamental para esta etapa de la difusión del virus en Argentina y el estado generalizado de cuarentena en el que vivimos los ciudadanos es, ¿cuáles son las narrativas sobre el virus corona SARS-CoV-2? Una referencia interesante sobre la magistral novela rioplatense de Benedetti, y que Kornblihtt evita mencionar, es que está escrita como un diario, es decir, la narrativa se constituye a partir de un raconto de los días y los sucesos que se viven y afectan de tal modo como para que acaben siendo los elegidos para narrarse. Hay personas que en redes sociales comentaron que comenzaron a escribir “diarios de cuarentena”, y que justamente de lo que se trata es de la selección de sucesos que caracterizan a su afección vital y que por ello son contados. Esto, sin el formato característico de los diarios tradicionales, es algo que en las redes sociales tiene también su historia, incluso en aquellas donde lo narrado se transmite mediante imágenes como en Instagram. Menciono esta característica de la obra del escritor uruguayo, porque justamente condiciona la narrativa, puesto que le añade un énfasis personal, haciendo que los 12
Cómo se narra un virus | Esteban Dipaola
sucesos que leemos sean aquellos que alguien nos relata a partir de su mirada, y de lo que decide contar. Es una especie de discurso indirecto por el cual nos vamos enterando de las situaciones y acciones. Si hubiera que hacer un diario de cuarentena de esta pandemia, encontraríamos una repetición narrativa en donde siempre se habla de lo mismo, una especie de dimensión universal y única sobre los sucesos. Una novela que es francamente un embole, donde hace meses que todo es igual y en todas partes se lo reproduce. De todas maneras, es importante analizar las dimensiones literarias que esa repetición propone. Son distintas las variaciones literarias que para explicar la enfermedad Covid-19 se han utilizado desde los organismos de gobierno del Estado nacional. Una marcada al comienzo fue la metáfora bélica del “enemigo invisible”, utilizada en reiteradas ocasiones por el propio presidente de la Nación. El carácter de invisibilidad pretendía, paradójicamente, hacer visible la peligrosidad de contagio del virus. Como no lo podemos ver está en todas partes traduce la idea, y esto es un viejo artilugio narrativo que puede encontrarse en disímiles obras universales como la Ilíada, en los escritos teológicos de la Edad Media como referencia a Dios, en el “fantasma que recorre Europa” con el que Marx y Engels inician “El Manifiesto comunista”, en la figura (también literaria) del panóptico y en la noción de poder de Michel Foucault y también en los textos actuales sobre el control mediante big data. Se sabe todo de nosotros y estamos a su merced porque no se nos aparecen a la vista. 13
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También una narrativa muy valiosa e interesante es la que hace de esa invisibilidad y, por tanto, imposibilidad de captura y de reconocimiento, un terreno propicio para la explicación. Entonces, el presidente Alberto Fernández ocupa un lugar central en la forma literaria determinándose como el profesor que mediante gráficos, muy literariamente llamados filminas, enseña a todos y todas la evidencia empírica del acierto que significó el aislamiento social, preventivo y obligatorio en el cuidado de los ciudadanos y ciudadanas de todo el país. Esto además se integra con la utilización de lenguaje inclusivo, lo que posibilita ajustar la narrativa al contexto presente. Los datos narrativos y literarios también reordenan las cualidades de los postulados que sin base empírica posible deben corresponderse igualmente con la realidad. Entonces, ante la imposibilidad concreta de tener una vacuna en el corto o mediano plazo, se realiza una transposición narrativa que es muy utilizada en las buenas novelas, y, de ese modo, se dice que “la única vacuna con la que contamos hasta el momento es que la gente se quede dentro de sus casas”. El giro epistemológico es audaz: un evento de carácter médico y bioquímico es reducido a otro de matices estrictamente sociológicos. Por supuesto que si un sociólogo hiciera lo mismo pero a la inversa, el que resulte acusado de reduccionismo positivista sería lo más leve que se dirija contra él. Pero más allá de los límites narrativos que cada disciplina científica puede afrontar, lo que es valioso es el carácter literario del hecho: aquello que la ciencia médica todavía no puede resolver, se lo contiene con una reducción de la población y de las condiciones de sociabilidad a una inter14
Cómo se narra un virus | Esteban Dipaola
vención puramente sanitarista e higienista. Se asume que el hecho es estrictamente social, porque después de todos son personas normativizadas en sus vínculos que deben permanecer encerradas y sin contacto con las demás; y sin embargo se lo narra a partir de premisas sanitaristas, que en tanto representan un discurso médico se fundamentan en especulaciones epistemológicas que les adjudican un más alto grado de validez. En definitiva, la narrativa de un virus y de una pandemia está fundada en los discursos que cada sociedad convalida como los más propios a las condiciones de verdad de su época. Por eso mismo el presidente Fernández puede desplazar su investidura y ser visto como el maestro de todos y de todas, porque nos aporta una manera de ver sobre aquello que es un enemigo invisible y que nos puede afectar porque no lo vemos. La nota anteriormente referida escrita por Alberto Kornblihtt, narra muy bien y para la comprensión de un público amplio, la manera en que los virus afectan a las células de los organismos. Es importante el gesto narrativo en el autor de la nota, porque como venimos diciendo, un virus por el simple hecho de ser invisible solamente puede ser puesto a la vista si es narrado, pero además a partir de ello se procura explicar distintas deliberaciones acerca de si la cantidad de testeos es la correspondiente y otras cuestiones que conforman el acervo de debates en medio de la pandemia. Una primera dimensión comunicativa es el carácter político que el discurso debe asumir para poder esgrimir los argumentos científicos, indicando esto algo también conocido en la epistemología, y es que todo discurso validado cientí15
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ficamente lo está antes políticamente, y que no hay verdad científica por fuera de sus condiciones políticas, culturales e ideológicas de conformación y regulación. Pero además conlleva una significación estrictamente contemporánea: las comunicaciones y narrativas válidas en el presente deben discutir y desacreditar formaciones discursivas, sean expresiones de dirigentes o especialistas o informaciones sin sustento conocidas como fake news, que constituyen específicas lógicas de sentido. Esto significa que lo anterior que expusimos toma valor porque la convalidación científica acerca del virus SARSCoV-2, debe acreditarse narrativamente. Dicho de forma concreta, una fake news es una narrativa que si establece núcleos de sentido a nivel social se valida como discurso verdadero más allá de su no probabilidad empírica; lo que equivale a decir que de lo que se trata siempre es de las disputas de narrativas, algunas de las cuales se regirán por valores de verdad que están sostenidos política y científicamente por toda una tradición de normas y métodos, de escuelas y de teorías, pero que sin embargo, en este llamado mundo potsmoderno y de condiciones globales, no dejan de estar cuestionados por enclaves de sentido que se diseminan entre redes de comunicación y fundan otros regímenes de verdad. Por eso la comunicación política y las decisiones gubernamentales acerca de la pandemia por Covid-19 y su consecuente aislamiento social, preventivo y obligatorio, no debe prescindir del conocimiento de que toda verdad científica está formalizada en una narrativa que lo hace eficaz, algo que bien entiende Kornblihtt. Pero además es impor16
Cómo se narra un virus | Esteban Dipaola
tante que esa comunicación política comprenda que las narrativas que formalizan y sustentan esas verdades científicas no pueden ser unidimensionales y atender a una única variable otorgándole un carácter y valor universal. Es importante que si lo que se pretende es un enfoque preventivo que toma como objeto a personas, los discursos validados a nivel gubernamental y que por ahora atienden al carácter estrictamente médico y sanitario de la situación, se articulen con otros de tipo sociológico, psicológico, antropológico, etc., posibilitando esto una ampliación de los campos de percepción, saber y análisis de una problemática que probablemente se extienda bastante más en el tiempo.
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Las metáforas de un virus Luciano Lutereau
E
l coronavirus es mucho más que un virus. Parece una idea tonta, pero sin rebajar el conjunto de medidas que implica cuidarse y cuidar a los demás en estos días, creo que cabe detenerse también en el despliegue de metáforas con que nos referimos al contagio y que filtran nuestra relación con la realidad. En particular, porque sólo recientemente empezamos a tener cierta conciencia de las diferentes condiciones psíquicas que implica atravesar una cuarentena y, por ejemplo, nos encontramos con casos de personas que desarrollaron intensas crisis de angustia, ataques de pánico y otras manifestaciones de ansiedad que, en algunas situaciones, llevaron a que se pusieran en riesgo. Por fortuna, desde diferentes espacios de atención psicológica, se están instrumentando protocolos y vías de tratamiento –incluso de forma gratuita– para que nadie deje de tener la contención que requiera en este tiempo. No puedo ni quiero dejar de hacer constar aquí lo vergonzoso que me parece que empresas privadas de salud aún duden si autorizar las sesiones online para sus afiliados. 19
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
En estos días, en los que conversé tanto con profesionales de salud, como con los pacientes que regularmente atiendo, pude comprobar que hay una fantasía que opera de manera irreflexiva y que genera mucho temor; esta fantasía es la primera metáfora a la que quisiera que prestemos atención. Sin duda el coronavirus es muy contagioso, pero no es extraño escuchar en los relatos de quienes le temen, una especie de representación invasiva del virus al estilo de algo que si te toca… perdiste. Llamo a esta representación la fantasía de la mancha –de acuerdo con el juego infantil en el que, cuando un niño toca a otro, éste carga con el castigo de convertirse, por ejemplo, en estatua–. El problema con esta fantasía es el tipo de conductas en que se desarrolla: ver al otro como alguien a ser evitado, potencialmente enemigo y, por qué no, amenazante; cuando de lo que se trata es de activamente cuidarse en el vínculo con el otro y no anticipar una ataque que puede venir pasivamente de donde uno menos lo espera. ¿No hemos visto en estos días a personas que, mientras caminan por la calle, se dan vuelta en busca de algún intruso en su campo más íntimo? Esta última indicación demuestra dos coordenadas: por un lado, que nuestro campo de intimidad se amplió; desde hace un par de semanas todos tenemos un metro y medio más de cuerpo y rápido nos podemos sentir alterados. Desde un punto de vista psíquico este factor se corrobora en una reactividad mayor, que se expresa no sólo en irritabilidad creciente, sino también en una superposición con el esquema corporal del otro, ¿no es lo que ha empezado a ocurrir con las disputas entre vecinos? En estos días, las denuncias de unos a otros se incrementaron y no sólo por situaciones 20
Las metáforas de un virus | Luciano Lutereau
relacionadas con el virus; se suman a la lista las quejas por ruidos, por eventuales olvidos (de una puerta abierta) a la que se atribuye negligencia y/o mala intención. Esto lleva, por otro lado, a la segunda coordenada, que es una nueva metáfora: la del vecino como espía o irresponsable. Es claro que si mi vida depende de una acción colectiva, estaré preocupado por el modo en que actúe el otro. Una cuestión diferente –y aquí es cuando entra en juego una fantasía– es anticipar que el vecino (o el insultado de turno en las redes) hará las cosas mal si no lo controlo. Llamo a esta fantasía la del policía bueno, porque la actúan quienes creen que están del lado bien y, como es sabido, es nombre del bien que se hacen los peores males y, en un momento en que es preciso reforzar los lazos de cooperación con el prójimo, se acentúan los aspectos paranoides y de persecución, con lo que se suma al problema del contagio el malestar vincular en la relación con otro. Quisiera ser explícito y aclarar que estas fantasías no surgen necesariamente de una disposición personal de quienes las actúan e incluso las padecen; son el resultado de la regresión psíquica con que nos enfrentó la cuarentena. No estábamos mentalmente preparados para esto, por lo tanto recurrimos a mecanismos psíquicos más primarios (sobre todo disociación y proyección) que son los que permiten creer que tenemos algún control sobre lo que ocurre. Al final de cuentas, defenderme de otro (visible) puede hacerme sentir una potencia que, si el “enemigo es invisible” (para usar la expresión que se popularizó), de otra forma podría dejarme en una actitud indefensa. En este punto es que es pertinente tener presente las 21
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
metáforas que se consolidaron para hablar del contagio en estos días. “Esto es una guerra”, se dijo, pero el resultado fue que empezamos a buscar al enemigo en las propias filas. Quizá tengamos que revisar la utilización del vocabulario bélico para temas de salud. Por lo demás, en lo personal, me parece inadecuado, porque con fuerzas policiales y militares en la calle creo que se corre el riesgo de empoderar en demasía a quienes ya tienen un poder que, a veces, les pesa. ¿No escuchamos en estos días situaciones de vulneración de derechos básicos por parte de agentes de seguridad? No sólo no estamos en guerra, sino que tampoco la cuarentena es una situación de encierro. Fácil es decirlo, pero desde la comunicación se habló primero de “aislamiento social” y luego de “distanciamiento psíquico”. Es comprensible, dado que se aprende sobre la marcha. Bienvenida la rectificación, pero eso no quita que haya quienes estén viviendo esta coyuntura como la de un confinamiento. Aquí es donde la cuestión es más árida de argumentar y debatir. ¿Están en la misma situación quienes tienen un casa con patio y/o terraza, que quienes viven en unos pocos metros cuadrados? Por no mencionar a aquellos que no tienen siquiera un hogar, porque este derrotero nos llevaría a matices estructurales. Sólo para tomar un ejemplo y dejar los demás para otra ocasión, ¿cuáles serán las alternativas que a futuro se darán para aquellos que viven solos, no cuidan a familiares, pero tampoco nadie los cuida, no verán el sol ni la calle durante días, en un tiempo indeterminado que es el de la espera vacía? Dejo a un lado, también para otra ocasión, la consideración de factores económicos y de otro orden que harían más grave y/o urgente la situación. 22
Las metáforas de un virus | Luciano Lutereau
Por esta vía es que podemos recién iniciar un proceso para pensar qué pasará el día después de que todo esto haya terminado, con estrategias de contención y reinserción social; porque la cuarentena no puede concluir tan abruptamente como empezó sin antes implementar dispositivos de seguimiento para quienes van a cargar con las secuelas psíquicas de este tiempo fuera del tiempo, que ya hoy se revelan como traumáticas. Esto sí que no es una fantasía. Para concluir, entonces, diré algo sobre el tiempo. Hay una diferencia entre tener tiempo y esperar. Una cuarentena es un tiempo de espera y, por lo general, el tiempo no es algo que tengamos en nuestra vida diaria. Tenemos la costumbre de ocupar nuestro tiempo; es más, decimos “tengo tiempo” cuando en la agenda queda un “bache”, pero no en el sentido auténtico de apropiarnos de la vida que temporalmente se escurre. Para muchas personas es muy difícil hoy poder conectar con esa parte de sí mismos que se suele olvidar; quienes intentaron “aprovechar” en estos días, la mayoría fracasó y ya se encuentra hastiada o frenéticamente ordena lo que ya ordenó mil veces (cada quien sobrevive como puede). Lo central es que en algún momento se deja de sobrevivir y ahí es cuando es preferible volver a vivir en lugar de dejarse caer. La cuarentena por sí misma no tiene sentido, sino que impacta según el modelo psíquico con que atravesamos pérdidas: me refiero al duelo. Este es un tiempo para duelar, un tiempo que se pierde, después del cuál no volveremos a ser los mismos. Cada uno sabrá en qué lo transformó. Como vamos a perder muchas cosas, les propongo: perdamos tiempo, para no perdernos a nosotros. 23
Una nueva época
Los aterrados de la pandemia Martín Smud Se ha puesto de moda, una enfermedad Es una que impide, decir la verdad Empieza con uno, que cuenta una mentira Y a las pocas horas, todo el mundo, delira Dicen una cosa, y la contradicen Luego se desdicen, depende quien cotice Propagan el miedo, propagan el pavor El cuiqui, el cagazo, la fobia y el terror. Rudy, Infodemia.
L
o que no dicen de esta pandemia es que esto no comenzó hace dos semanas, tres semanas, tres meses sino comenzó hace de diez años, podría decirles un poco más pero no quiero seguir asustando a la gente, el coronavirus, para eso, es magnífico. ¿Para qué los voy a asustar? ¿Qué agrega entonces el Covid 19? El comienzo, la marca de una nueva época, la instituye, es el acontecimiento que se recordará como acta de inicio de un nuevo tiempo inapelable, inflexible, contundente: la era del Homo Selfie. El Covid asusta; mata preferentemente a los más grandes o a los más comprometidos por factores de riesgo, huele a los más débiles pero, sobre todo, llega de diferentes 27
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
modos a todos y a todas y de diferentes modos nos aterra. “Aterra” no tiene una lectura etimológica sino significante que se compone de “a” y de “terra”, “a” significa “sin”, “terra”: “tierra”. Es el Covid, esta nueva era nos deja sin tierra pero con el planeta en nuestras manos. Más allá de la lectura de que la mitad de la población se encuentra enclaustrada en casas, casillas, departamentos (como lo puedan o quieran decir) y que las características de la comunicación en tiempo real permitan tener el planeta en vivo al unísono. Pareciera una contradicción. Quizás lo sea. Por un lado la falta de tierra, recordemos que en el tiempo antiguo el ser humano, mediante su trabajo en la tierra lograba producirse como ser humano y producir su alimento. Ya en la modernidad del siglo XVII, tener tierra fue una de las bases de los cambios, Descartes proclamó tierra personal a los propios pensamientos. Tener tierra fue la base de la identidad. Hoy ya no se trata de la tierra sino del planeta. Un terreno propio era que el otro tuviera otro terreno propio, o que la mayoría no tuviera ningún terreno propio pero que ese otro terreno (o no terreno) fuera diferente, divergente, heterogéneo al uno. Esta diferencia demarcó las contradicciones de clase, de etnias, de diferentes disputas que hemos atravesado en estos siglos. Hoy en la “a-terra”, lo que importa es el planeta cuya homogeneización nos arrasó. Muchos discuten con apasionamiento los blancos, grises y oscuros de esta época, algunos defenestran al big data, otros opinan que pasaremos del “Gran Hermano” a la “Gran Hermandad”. Disputas como siempre lo ha habido pero lo nuevo, el Homo Selfie acabó con la tierra, es planetario. 28
Los aterrados de la pandemia | Martín Smud
En esta pandemia, todos, todes, toditos hemos quedado con alguna/s persona/s alrededor pero sobre todo hemos quedado bajo el cuidado de un celular; las noticias y las conversaciones van y vienen y nos han convertido en antenas que retransmiten las noticias del planeta. Faltaría que habláramos un mismo lenguaje y la homogeneización sería aún más perfecta. El planeta quiere que hablemos el mismo idioma y su idioma es la viralización. El gran virus es la viralización, hoy sabemos que al Covid es súper fácil de matarlo, sólo limpiarse las manos con agua y jabón pero que su poder de fuego es como una ametralladora automática, se propaga de una manera tan rápida como una fakenews, o como un meme, o como el mensaje instantáneo que ya te mandé y ya te llegó. Esa inmediatez cambia las condiciones trascendentales del tiempo y del espacio formulada por Kant a finales del siglo XVIII. Para este autor, el sujeto era condición de posibilidad a partir de las formas puras de la sensibilidad, el espacio y tiempo y las doce categorías puras de la razón. El planeta, las formas de comunicación actuales, en tiempo real, nos deja sin espacio, sin terreno, sin comunicación, sin hueco entre tu mensaje y mi respuesta. No existe la interlocución, ya lo habíamos estudiado y aprendido, se trataba del emisor, del receptor… pero sobre se trataba de la espera. Ahora sin espera, no hay cuerpo, mi mensaje ya lo mandé y ya te llegó. Nos deja sin espacio, no hay lugar para esa distancia. El tiempo aterra, un tiempo sin tierra, sin lugar. La frase que mejor lo explica es: “Me clavaste el visto”. No solamente veo el mensaje que mande sino que sé que te llegó 29
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
y que, con certeza, no lo contestaste. Tu falta de respuesta no hay duda, es una no respuesta. Tenemos la obligación de responder, no podemos aludir incertidumbre en la recepción de la carta que no nos llegó. Pensamos que nos dieron un celular para que lo cuidemos pero era al revés, el celular responde de tu identidad. Finalmente en esta época en la que no podemos salir, no hay distancia entre vos y yo, estamos todxs pegados con el mismo celular en la mano, e imaginamos posible en esta época de pandemia que nos llegue al mismo tiempo el mismo sticker, ¿cuál sería ese sticker? El género humano, el planeta mirando el celular, la gran selfie. ¿Qué culpa tiene el celular si hoy nos hace compañía y nos permite seguir conectados con los de afuera? Al que se le rompa el celular cae en la celda de alta reclusión. Ha pasado a ser nuestro gadget de la libertad, puedo hacer videos en vivos y pensar que me comunico, puedo enseñar a mis estudiantes, puedo hablar con vos, puedo estar ahí donde estás sin tener que moverme, no hay tierra. Sólo cuerpos separados, el problema de la comunicación, en el tiempo actual, es el cuerpo. El cuerpo representa la espera, el cuerpo es el que espera, el cuerpo es el que te espera. En Irlanda, el estado propone una guía de actuación para con nuestro cuerpo ante la epidemia, ¿qué recomienda? Tres cosas: en primer lugar el sexting o sea el intercambio de textos y fotografías explícitas, o sea sexo virtual. En segundo lugar que te toqués, que te masturbés, que vuelva la masturbación, que deje de considerarse como reprensible como era considerada en el siglo XVII en la que ataban las manos de los adolescentes a una campanillas avisándoles que eso les 30
Los aterrados de la pandemia | Martín Smud
estaba restando vida. Avisan que nos podemos masturbar pero con restricciones, con la condición de lavarse las manos antes y después de hacérselo, hacérsenos, hacérnoslo. Y tercero, recomiendan el sexo con la persona que tenemos al lado, preferentemente en la unidad habitacional, sexo entre convivientes. No lo dicen porque no pueden pero ¡es importante la monogamia! El planeta se vuelve homogéneo, el planeta vuelve al mono, a la monogamia, a “hacerse la del mono”, a mandarse como los monos desnudos haciendo “monigoteadas” por las redes del mundo. La pandemia se mete con los cuerpos, se mete en los cuerpos, no nos podemos tocar nuestra cara, porque en los ojos, en la nariz, en la boca está el problema, antes debemos lavarnos las manos, y los ojos, y la boca, y la nariz, y así sucesivamente en un sinfín de acciones de tocarse y lavarse, lavarse y tocarse, infinitas veces. En la boca, en los ojos, en la nariz está la puerta de entrada al infierno, el cuerpo como siempre paga tributo al infierno, el cuerpo es el o la que va al infierno, con él vamos o no vamos nosotres. La pandemia no es de ahora, fue preparándose desde hace años, no es que hubiera alguien que la estuviera preparando, quizás podría acusar a las megasupercorporaciones tecnológicas y esos inventos tan fascinantes que han realizado que ha cambiado la misma condición del ser humano en la tierra, ahora definido como (no Homo-Sapiens-Sapiens) Homo Selfie. Pero no las acusaré porque ellas están construidas, pensadas y de alguna manera manejadas por seres humanos y también existe una sociedad y un estado, o varios. La culpa tampoco es de nuestro amigue el celular, no lo vean con malos ojos, ese celular nos abre todo un planeta, 31
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
la “a-terra” en tu palma de la mano, no tenés que salir de tu casa para descubrir el planeta, un planeta sin tierra. El planeta lo tenés en tus manos, está casi todo ahí, si está visibilizado existe si no la inexistencia, dicen muchos estudiosos. Hoy paseás por cualquier museo del mundo, escuchás cualquier radio de cualquier lugar del mundo, leés las noticas de la zona que más te agrade, hablás con la persona en este preciso momento al otro lado de la esquina, o al otro lado del planeta. Tanto “adelanto” es el resultado de algo que no nació ayer sino hace siglos, el ser humano en el colmo de su comodidad, no tendrá más que quedarse en su casa, e ir a comprar al negocio de la vuelta lo que necesite para vivir, la producción será la necesaria para todo el planeta, pero ¡sabemos que esto no es así!, nos preguntamos qué ha fallado, porque algunos tienen su casa y sus amados y otros duermen en la calle arrasados por el hambre y por falta de abrigo y afecto. ¿Qué ha fallado? ¿Un adelanto tan increíble podría tener que ver con la mala distribución de la riqueza? ¿Es que vamos a responsabilizar al celular de que no sabe bien cómo distribuir la riqueza? Evidentemente hay una sociedad que está atrás del celular, es una sociedad pandémica, que sabe cómo arrasar mediante el miedo, sabe cómo dejarnos sin tierra, “a-terra”, nos abre el inmenso y pequeño planeta en que vivimos.
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Coronavirus, psicoanálisis y civilización Nora Merlin
E
ste año será, sin duda, recordado como el de una peste que cambió todos los parámetros. El coronavirus desencadenó una pandemia frente a la que no hay vacuna, medicamento, cura o tratamiento que elimine el virus del organismo. Sociedades enteras en cuarentena, reclusión en las casas, suspensión casi total de las actividades, contagios, muertes y angustias. La irrupción del coronavirus constituye un acontecimiento que agujereó la supuesta omnisapiencia de la ciencia y los cimientos del sistema global. De un día para otro, la pandemia rompió el automatismo de las costumbres sociales, perdiéndose la aparente normalidad con la que circulábamos hasta unos pocos días atrás. Una emergencia de lo real lacaniano, en tanto imposible al saber y a lo simbólico, cambió la escena del mundo y produjo en la subjetividad una desestabilización fantasmática, conmoviendo identificaciones y fijaciones sedimentadas en la cultura. Una contingencia interrumpió el “orden” transferencial y fue necesario incorporar las tecnologías, estableciendo las singulares condiciones para cada caso. WhatsApp, Facebook, 33
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
Zoom, Skype y teléfono, constituyen la única posibilidad de proseguir con la práctica del psicoanálisis, dado que la mejor prevención consiste en el aislamiento social permaneciendo en las casas. Se desorganizó la vida a nivel mundial, colapsaron los sistemas de salud en varios países y se produjo un quebranto económico que, según los entendidos, será mayor al que generó la crisis del 30. El planeta descubre que no hay comandante a bordo que conduzca ni autoridad simbólica que pacifique. Las organizaciones internacionales y multilaterales de todo tipo (ONU, Cruz Roja Internacional, G7, G20, FMI, OTAN, Banco Mundial, OEA, OMC, etc.) no han estado a la altura de la tragedia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha carecido de autoridad para asumir la dirección de la lucha global contra la nueva plaga. Decía Freud en Psicología de las masas y análisis del yo: “La pérdida del jefe es condición suficiente para el surgimiento del pánico”. La pandemia tomó el cuerpo y, en pleno aislamiento, vemos la aparición una suerte de angustia generalizada que demanda un Estado protector. Cuando un acontecimiento produce un padecimiento en el cuerpo que desestabiliza la identidad singular y social, ese daño se convierte en corte, en una marca inolvidable que hace posible, aunque tan sólo sea por un instante fugaz, captar la propia estupidez como eslabón cómplice de un sistema tanático que desintegra, que en lugar de contener expulsa y decide quién vive y quién muere. Desde esa captación nada vuelve a ser lo mismo. 34
Coronavirus, psicoanálisis y civilización | Nora Merlin
Se ha presentado en forma consumada la fragmentación de la imagen y del relato que sostenía la escena del mundo y el paradigma civilizatorio hegemónico. El futuro ahora es más contingente e imprevisible que nunca, la angustia colorea la encrucijada actual y no puede aliviarse ni organizarse a través de ningún relato consistente. En relación a las neurosis traumáticas, afirmó Freud en su artículo Más allá del principio del placer que el terror no es ante la muerte que carece de representación, sino ante la castración. El COVID 19 anudado al pánico, angustia traumática más precisamente, implica la irrupción de la de castración que remite a la pulsión de muerte no ligada del más allá del principio de placer. Esta pandemia marca un límite, un antes y un después que indican que, sin saber cómo sigue la historia, ya nada será igual. Surgen preguntas y múltiples teorías biológicas, ecológicas, conspirativas y geopolíticas sobre el origen del virus. Del mismo modo varios desarrollos filosóficos intentan, ante la irrupción de este “Alien” frente al que no hay representaciones, suturar con teorías la incertidumbre, el agujero en el saber que trajo la pandemia. Los filósofos de moda, como Byung-Chul Han, Zizek o Agamben, como en la antigüedad el oráculo griego, anuncian “lo que nos pasará”. ¿Qué tipo de mundo va a advenir? ¿Existirá el psicoanálisis, sabiendo que el inconsciente no es una estructura permanente ni necesaria? La experiencia del psicoanálisis nos orienta por la prudente vía de soportar el no saber del presente y de un futuro que no está garantizado. Frente a lo que se presenta como caos civilizatorio o desanudamiento pulsional, afirmaba Freud en El malestar 35
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
en la cultura: “He aquí, a mi entender, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si su desarrollo cultural logrará… dominar la perturbación que proviene de la humana pulsión de agresión. Y ahora cabe esperar que el otro de los dos «poderes celestiales», el Eros eterno, haga un esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desenlace?”. Siguiendo a Freud, tendremos que pensar qué clase de construcción política puede neutralizar la pulsión de muerte, impedir la compulsión ilimitada a la desintegración y jugar a favor de un Eros político, entendido como ligadura, lazo social y discurso. El desenlace dependerá, como está formulado en la cita extractada de El malestar en la Cultura, de la correlación de fuerzas. La lucha se dirime entre una tanatopolítica neoliberal y su incesante marcha a favor del capital consumando la desintegración de lo humano, o de una política de Eros, de lo común, que haga base en lo público y que radicalice una democracia fundamentada en la igualdad y en la singularidad del sujeto. Nuestra manera de entender la afirmación de Lacan “El inconsciente es la política” implica que el destino de la civilización es también el del psicoanálisis y no está asegurado. Dependerá, en parte, de que seamos capaces de sostener desde el deseo, la causa de la civilización.
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Amor o… peor: paranoia Alejandra Porras
A
gradezco y festejo la invitación que me hace parte de esta publicación. Escribir como analista, en una situación inesperada, inédita, e intentar dar cuenta de lo que nos convoca, no es tarea fácil. Hay voces que sostienen que no es momento de hablar del tema. Que debemos esperar, que no hay que apresurarse. Me gusta estar presente en esta ocasión, usar el recurso de la palabra, de pensar, de estudiar, de no comprender, para seguir escuchando y volver a estudiar. Muchos nos hemos servido de la virtualidad y de las redes como herramienta para sostenernos, generar espacios de análisis, de intercambios de saber, clases y supervisiones. Intentamos no caer en juicios morales que reemplacen la ética del descubridor de nuestra disciplina. Freud escuchaba muy atento en el tren, allí surgieron maravillas que permitieron legitimar, esbozar a partir del olvido de un nombre propio, lo más propio del psicoanálisis. Ese paseo de Freud, fuera del consultorio nos encontró con el nudo de real que se muestra bajo la sexualidad y la muerte. Analizó a Juanito y lo vio una sola vez, siguió escuchándolo a través de su padre y de allí surgieron excelentes conceptualizaciones acerca de la fobia. Encuentros nada convencionales, ni ortodoxos. 37
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
Hay un sufrimiento que es inevitable, nos advirtió Freud, por ello volver a su obra es necesario. En Malestar en la cultura (1930) habló de las tres fuentes de malestar a las que está sometido el ser hablante: 1) La fuerza de la naturaleza, 2) La indefensión de nuestro cuerpo y 3) La relación con los otros. La Pandemia del Covid-19 coloreó de manera particular las tres. En este escrito voy a pensar algunas particularidades que se actualizan sobre esta tercera fuente. Se coronó a la ciencia positivista, fue la primera invitada a la “última cena global”. Por causa de la irrupción sorpresiva, inevitable e incalculable de un virus (como todo virus, invisible) y desconocido. Los epidemiólogos, infectólogos y estadistas, bajo las leyes de las probabilidades fueron consultados como oráculo. El sujeto analítico, que parecía un terreno conquistado, fue el primer excluido de la escena.1 La salud mental, la discapacidad y la prevención de la violencia intrafamiliar entre otros tantos temas, no fueron contabilizadas hasta ahora. No están a la vista las herramientas necesarias para pensar a la salud integral. En el plano social, circularon algunos discursos sostenidos en metáforas bélicas, que se apoyan en el enemigo para intentar cohesiones entre las personas.2 El totalitarismo sostiene que para lograr la unión de las masas, hay 1. Este año cumplimos 100 años de la publicación del texto Más allá del principio de placer 2. Estas ideas del enemigo visible como forma de cohesión, se encuentran desarrolladas de modo ejemplar en un capítulo dedicado al tema en el libro de la Dra. Gerez Ambertin Entre deudas y culpas sacrificios.
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Amor o… peor: paranoia | Alejandra Porras
que formar un enemigo visible, fácil de reconocer. Así el odio, la segregación, la sospecha, la persecución y la amenaza por el enemigo justifican su exterminio. Esta metáfora que acabamos de describir, con el covid-19 falló, y no sabemos si vendrán otras que posibiliten una idea de comunidad más solidaria. Aún no podemos pronosticar desde una perspectiva sociológica clara, que ocurrirá, pero resuenan posiciones individualistas. Una observación sobre la situación anterior al avance de la pandemia postulaba la pérdida del paradigma inmunológico, que sostiene la negatividad del enemigo. Hoy la guerra es contra uno mismo. Una sociedad debilitada inmunológicamente, por la dificultad de lazo social, fue sorprendida por la aparición de un virus muy contagioso. Para el que no hay (aún) vacuna, ni tratamiento, más que el aislamiento. Los psicoanalistas tenemos un saber, que tiene el gusto del origen. El camino trazado por el descubridor del psicoanálisis fue no retroceder frente a los restos que dejaba la ciencia. Psicoanálisis y ciencia comparten inicios. El resultado del deseo freudiano fue la invención de este sujeto, por lo tanto nunca está garantizado. Es necesario orientarnos en ese deseo de Freud, para que podamos poner diques a las resistencias del analista. El ser parlante que interesa a los analistas es el que está en el “entre”: el sujeto y el objeto, es el que llamamos dividido. Está castrado de su naturalidad instintiva por ser sujetado a las leyes del lenguaje. El sujeto que la ciencia forcluye en sus ideales de objetividad, da lugar a la psicología positivista que suelda el saber a la verdad. Se basa en la idea que la conciencia como sede del conocimiento está ligada a la percepción. Esto es muy 39
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diferente al modelo freudiano que resalta el guion entre P-CC. Es en el espacio, entre la percepción y la conciencia, donde se alojará el inconsciente. Lacan nomina copernicana a esta revolución freudiana, que descentra y rechaza al yo como amo del aparato psíquico. El analista lee la singularidad, sostiene la mirada del caso por caso. Apostamos a la lectura del no-todo. Evitamos caer en posiciones reduccionistas que transforman al sujeto en individuo. Para Freud el psicoanálisis está del lado del amor. La psicología del yo del lado del conocimiento paranoico. Bajo el peligroso eslogan del “amate a ti mismo” se esconde el individualismo como indicador central a la hora de hacer vínculos. Contrariamente a esta idea el psicoanálisis tiene como objetivo que los sujetos puedan hacer lazos, sin sufrir en demasía. La ciencia tomó el primer lugar sobre la propagación del coronavirus. Un acontecimiento que se presentó sorpresivo, azaroso y sin cálculo. Las teorías de probabilidades y datos estadísticos comenzaron a ser las “vedettes” de la escena. ¿Qué dicen esos datos? Porcentajes que crecían de manera exponencial, comenzaron a formar parte de la política de las cifras. Podríamos pensar desde nuestra lectura, que la estadística y la probabilidad tratan de abolir lo insoportable del azar. El psicoanálisis conoce el camino de la contingencia, sabe que aunque las probabilidades sean del 1% cuando “te toca” hay encuentro. Lacan diría Tyché, Freud lo llamaría trauma. Por suerte o porque el inconsciente es un gran trabajador, los sueños dijeron presente. El deseo se esca40
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bulle en esas imágenes, que en los relatos de los pacientes mostraron que no están en cuarentena, que están más vividas que nunca. Iniciamos las medidas preventivas, con la evitación del beso, luego el abrazo hasta el dato preciso que el cuerpo del otro, debía tener un distanciamiento de 1 a 2 metros. El tabú del contacto y el aislamiento social coordinaron los encuentros. Problemas para dormir, algunos con ganas de salir, otros con miedo a salir. Aparecieron las angustias hipocondríacas, teorías paranoicas y conspirativas sobre la creación del virus. Las versiones iniciaron sobre la idea que el virus solo estaba afuera, así que adentro de casa y con el uso de las redes y las computadoras estaríamos seguros. No tardó el mecanismo paranoico en ubicar al sospechoso en el vecino, el que salía a comprar, los médicos que vivían en los edificios. Síntomas miméticos acompañaron la idea del propio contagio. La sospecha y el miedo a ser observado, las redes nos pusieron en alerta sobre el robo de datos. Así también contagiaron, lo que hasta el primer momento era el mejor refugio. Los filósofos y sociólogos de la época debaten si el virus vence al capitalismo o refuerza aún más al sistema neoliberal. Mi pregunta es: la batalla ¿será entre un nuevo amor3 o la paranoia como mecanismo generalizado? Sí así fuese, no podemos calcular cuál será el desenlace. Es mi idea, acentuar la posición freudiana que pone en tensión y en clara oposición al amor y la paranoia. No caer en una ilusión falsa suponiendo que vivíamos en libertad y 3. Con la idea del nuevo amor, me refiero a la invención. Un amor que no responde a la lógica cristiana ni al amor cortes.
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El deseo en cuarentena | Imago Agenda
que los lazos sociales eran ideales. Se observa que la época marcaba un empobrecimiento en el compromiso comunitario, que la pandemia con el recurso preventivo de la cuarentena (Aislamiento Preventivo Obligatorio) permite dejar en evidencia y al desnudo. En Introducción del narcisismo (1914) Freud trabajó la lógica de la distribución libidinal. Para explicarla tomó: 1) El dolor en la enfermedad orgánica; 2) El sueño; 3) La hipocondría y 4) El amor. Es un texto donde se interroga sobre las resistencias a la terapia de los pacientes paranoicos. Detecta que tienen dificultades en el sostén de la transferencia. No logra rastrear en la paranoia el vínculo erótico, que en la neurosis no se muestra pero se esconde en la fantasía. Sin embargo en la paranoia vienen a su reemplazo el delirio de grandeza, el desinterés por el mundo exterior y la fantasía del fin del mundo. Estas características recién mencionadas son las que definirán el primer movimiento en la paranoia, como consecuencia de la libido conducida al yo. Freud está atento de observar el ideal moral, el agravio que el enfermo siente siempre hacia su yo. La libido es una sola y se mueve como libido yoica o como libido de objeto. Cuanto más gasta una, más se empobrece la otra. El enamoramiento será la fase superior que alcanza la libido de objeto. Estas teorizaciones muestran que fue la neurosis la que permitió rastrear el amor gracias a la transferencia. Sin embargo la psicosis paranoica nos acercó a comprender y conocer la psicología del yo. Época de individualismo, de rendimientos, de cálculos para no perder nada, no ceder nada. La alteridad del otro 42
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rechazada en sus figuras más feroces. Sociedades hiperactivas, híper vigiladas que no permiten que cerremos los ojos para amar. La pornografía reemplaza las fantasías eróticas. Empujes de positividad, que mal-dicen al aburrimiento y por ello, el otro pasa a ser un objeto que entretiene y distrae. Bajo este escenario, la demora de la contemplación amorosa aparece rechazada. El amor que se construye, que nos compromete con el otro, que forma lazo, pierde protagonismo. Freud inauguraba un método y sobre este asunto nos decía que mientras se sufre se deja de amar: “Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración, no puede amar” (Freud, 1914, 82). Cita que pone en juego la dialéctica, y con ello nos introduce en la idea del amor recíproco. El que ama cede, su yo se empobrece, y las investiduras son desplazadas al objeto de amor. Se perfila una idea que rompe con el amor posesivo y narcisista. Al estilo lacaniano que ya desde el seminario 4 (1956-57) lo introdujo como: dar lo que no se tiene, a quien no lo es. El intercambio y el don serán elementos que no pueden faltar a la cita amorosa. Lacan (1972) afirma que el discurso capitalista se define por el mecanismo del rechazo. Se desestima el campo simbólico, que trae como consecuencia el rechazo de la castración. “Todo orden, todo discurso que se entronca en el capitalismo deja de lado lo que llamamos simplemente las cosas del amor, amigos míos. Ven eso eh? ¡No es poca cosa!”. Es el muro de la castración, para este autor, el que da cuenta de la dife43
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rencia irreductible entre los sexos. Por ello Lacan juega con el neologismo del a-muro, que en la lengua francesa hace homofonía con amor. La experiencia del amor es la que mejor da cuenta de la castración pues deja en evidencia la imposibilidad de garantías. La puesta en juego de la castración como una forma de la falta de objeto, es primordial para que el amor permita algún encuentro sobre la imposibilidad estructural de las relaciones. Es decir, no hay amor sin falta, y es la castración la que opera como posibilidad del amor. Al recusar la castración, este discurso expulsa al amor y el inconsciente. Porque el capitalismo es un discurso que desestima lo imposible. Just do it (solo hazlo) o Impossible is nothing (nada es imposible) son slogans que comandan el cinismo ideológico del neoliberalismo. Resalté que el inconsciente era uno de los perjudicados. En un texto muy cercano al que mencionamos nos advierte, que aquel que no está enamorado de su inconsciente yerra, erra, se desvía, anda sin rumbo. El inconsciente, para Lacan, es definido como ético. Esto implica una forma de creencia, porque es desde esa creencia que existe. Esta existencia del inconsciente es lo que hace posible leer el síntoma bajo otras coordenadas que las de la ciencia. El síntoma tiene un sentido inconsciente a descifrar y una lógica causal que lo sostiene. Vuelvo a retomar la idea del mecanismo paranoico para resaltar la oposición que deja en evidencia, con los planteos recién revisados. Las características de increencia, de perjudicado y engañado describen el movimiento paranoico. Es claramente la mejor figura clínica que muestra la increencia en el amor, por ello afirmamos que es un incrédulo. La proyección es su defensa fundamental que lo lleva 44
Amor o… peor: paranoia | Alejandra Porras
al auto-reproche y la desconfianza. Freud decía que la posición paranoica seria una defensa contra el amor. El amor de la mano de la enseñanza de Lacan, queda del lado de lo femenino, por lo tanto contingente y fuera de cálculo. Es acontecimiento y tiene la virtud de permitir el pasaje del goce al deseo. El analista francés sostiene que el amor es el signo, la señal de que se cambia de discurso. En estos días hubo discusiones, cambios de opiniones que se publicaron arriesgando cuál sería el discurso que primará. Algunos no lo creen, pero lo esperan, sin embargo pocos hablan de amor. En el diario de la pandemia, muy pocas voces son las que piensan al amor como herramienta de cambio de discurso. Los analistas sabemos de la metáfora del amor de transferencia. ¿Será ese un dato del que podremos servirnos para aportar algo? Freud (1914) detectó que el peligro lo podíamos correr si se sostenía una “dependencia de ese salvador” (p. 98). El amor no salva, pero podrá ser un recurso. La renuncia de Breuer, huyendo de la transferencia de la paciente Anna O. en oposición a la valentía y el deseo de Freud, dieron origen al psicoanálisis. El deseo es indestructible, encuentra formas de expresión, mientras haya oídos dispuestos a escuchar. Las metonimias deseantes encuentran modos de manifestarse. El decir, siempre metafórico permite que las sustituciones designen con magia ficcional, el dolor de existir. Considero que el psicoanálisis tiene una gran oportunidad si los analistas no retrocedemos, no huimos, y este puede ser el momento para demostrarlo.
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Virtualidad
El nuevo afuera es la virtualidad Leda Martyniuk
E
stamos transitando un momento único a nivel global que, por supuesto, va a traer graves consecuencias en varios aspectos, principalmente en el vincular. ¿Va a cambiar la forma de relacionarnos? ¿No vamos a volver a tocarnos nunca más? El saludo con beso en la mejilla ¿se cancela? ¿Volveremos a abrazarnos? son algunas preguntas que me han llegado al consultorio. Lo real es lo inmediato, no podemos adelantarnos a responder estas preguntas porque aún lo estamos vivenciando, pero lo cierto es que ya ha pasado un tiempo significativo y algunas cosas se pueden decir. En primer lugar, decir que este aislamiento social es el de los cuerpos y resulta de vital importancia encontrar herramientas simbólicas para que los afectos sigan circulando, para no encerrarse en el “sí mismo”. Por otra parte, ¿qué sucede con el deseo? Uno parece que se da más permitidos como el deseo de la alimentación: el deseo de tomar una copa de vino, el deseo de fumar un cigarrillo. Son deseos inmediatos que funcionan como paliativos mientras se espera, mientras se pasan las horas y el aburrimiento. El deseo espera el abrazo futuro, el beso futuro, el contacto. 49
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
En otros tiempos no tan lejanos era la virtualidad una de las formas del aislamiento e incluso se etiquetaba de “antisocial” a quien pasaba horas y horas detrás de una pantalla, sin salir de su casa. Ahora son las redes sociales las que vienen a combatir el encierro y la soledad sosteniendo los vínculos. Plataformas como WhatsApp, Instagram live o Zoom adquirieron gran relevancia estos días. Si no haces visible que tuviste una videollamada, ¿realmente la tuviste? escuché decir a un joven hace un par de días. Una amiga me cuenta que tenía miedo de enloquecer de soledad y que, por eso comenzó a utilizar Tinder con la cuarentena. Sentía que me estaba transformando en un robot... ahora que estamos encerrados, que casi no hay manera de conocer a otras personas me da la sensación de que si todavía quedábamos algunos que le teníamos miedo a esas app de a poco nos fuimos amigando con la idea. Si hay alguien a quien benefició el confinamiento es a quienes manejan las aplicaciones de citas. Una aplicación como Tinder que funciona como una vidriera de perfiles congelados en oferta ya alimentaba el aislamiento y el desencuentro real de los cuerpos para quienes prefieren resguardarse en la comodidad de su hogar sin comprometerse demasiado ya que uno siempre puede no responder teniendo el delete tan cerca, se está a un click de distancia y es esa la medida del tiempo. Ya no hacen falta excusas para evitar el encuentro, seguir postergando la cerveza o pensar en una cena romántica en un bar coqueto lo cual produce que las conversaciones continúen su curso sin presiones ni pretensiones. Hace unos días, el Ministerio de Salud recomendó el sexting o sexo virtual empujándonos a vencer el pudor y, por 50
El nuevo afuera es la virtualidad | Leda Martyniuk
supuesto, alentando a toda vinculación virtual para detener la propagación del COVID-19. ¿Recién descubrimos que se puede tener sexo sin necesidad de tocarnos? ¿Recién descubrimos que se puede tener una relación a distancia? ¿Serán así todas nuestras relaciones a partir de ahora? Debemos encontrar estrategias para seguir construyendo con otros dentro de nuestra casa sin que esto funcione como un mandato superyoico y es en este sentido en donde la virtualidad funciona de “afuera”. He escuchado a un montón de gente hablar de tener que ejercitarse, tener que limpiar la casa en profundidad todos los días, tener que cocinar porque ahora “hay tiempo” y hay que hacer un uso inteligente de él. Esta es otra forma de autoexplotación y ni hablar del teletrabajo. Hace unos días, una muchacha madre y maestra me comentaba su dificultad para ponerle un límite al tiempo de producción: respondo mensajes de niños y niñas hasta las 22hs. Es por eso que conservar la rutina resulta fundamental en cuarentena, no por nada existe el “ir a trabajar” e implica una serie de cosas. Zygmunt Bauman (1999) ya hablaba de la liviandad y liquidez que caracterizan los lazos sociales contemporáneos definiendo a la modernidad líquida como una figura de cambio constante y transitoriedad, atada a factores educativos, culturales y económicos. La metáfora de la liquidez intenta demostrar la inconsistencia de las relaciones humanas en diferentes ámbitos, como en lo afectivo y en lo laboral. Esta liquidez de los afectos está en cambio constante, lo que genera una angustia existencial difícil de explicar, donde el tiempo y la propia modernidad impulsarán su desintegración. 51
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
Por otra parte, el “malestar en la cultura” indica que las lógicas del consumo actual desplazan el encuentro con un Otro real para encontrarse con un gadget, una pantalla que nos dice cómo se goza, qué estamos pensando, qué sentimos, dónde estamos y hasta qué comemos produciéndose así una cultura de la inmediatez que debilita los vínculos al mismo tiempo que los fortalece. Antes lo público estaba dado por lo que se encontraba del otro lado de la pared mientras que lo privado era lo que se encontraba de este lado, del nuestro, de acá, en soledad y en silencio. Hoy, no hay tiempo para silencios, ni siquiera en el medio de una pandemia. Las nuevas tecnologías solucionaron el problema de la distancia física y superaron los límites espaciales anulando distancias geográficas sin necesidad de desplazar el cuerpo creando una ilusión de cercanía que podemos llamar “presencia virtual” o la virtualización de los cuerpos. Las subjetividades y los cuerpos contemporáneos se ven afectados por estas tecnologías de la virtualidad junto con esa idea de “inmortalidad” que produce el capitalismo llevando al extremo el slogan de que todo es posible y por los nuevos modos de entender los límites espacio-temporales. En este sentido, lo llamativo es que el cuerpo se vuelve invisible. Es obscena esta hipervisibilidad que carece de la negatividad de lo oculto, lo inaccesible, lo secreto, la máscara según Nietzsche. En este sentido, las imágenes se vuelven pornográficas. Pornografía es el contacto inmediato entre la imagen y el ojo. ¿Cómo soy yo? ¿Qué soy yo para el Otro? El ser visto por el otro me constituye en objeto y, por lo tanto, constituye al otro en sujeto, de ese modo la proximidad es lo ajeno a la vez que el ser-visto constituye la realidad de 52
El nuevo afuera es la virtualidad | Leda Martyniuk
una relación entre sujetos. Observamos la vida de los otros, a partir de las huellas que dejan en ambientes virtuales, y sacamos conclusiones que inferimos del cruce complejo de todas las informaciones, puntuales y muchas veces inconexas, que encontramos en una plataforma social. Se enamoró de mi gran manejo de Facebook enuncia una mujer al contarme como se conoció con su novio hace tres años. No están acostumbrados a la comunicación por WhatsApp y tampoco se veían tan seguido, con lo cual pensaron que esta distancia no podría afectarlos demasiado; sin embargo les cuesta encontrarse. Habría que pensar estos cruces entre lo público y lo privado sin necesidad de escindirlos sino simplemente cuestionarlos, debatirlos y en ese sentido intervenir sobre los cambios en los lazos sociales. En primer lugar, hay que hacer una referencia a la espectaculación, a la mirada. En este sentido, la idea debordiana de un mundo convertido en espectáculo todavía reside en la dualidad esencia-apariencia y supone, que detrás de las imágenes hay una verdad reponiendo al espectáculo como una mediación ficcional. Resulta, que por medio de lo íntimo se quiebran las relaciones tradicionales del adentro y del afuera. En efecto, se produce una transformación de lo más secreto de uno mismo a todo aquello que pueda vincularse. De esta manera, lo interior parece comunicarse en el fondo con su opuesto. ¿No será que cuanto más se profundiza lo interior menos puede extenderse aparte y aislarse?
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¿Principio de virtualidad? Carlos Quiroga
C
uando la humanidad abandonó en la Baja Edad Media la primera noción del pecado original, la vida cotidiana comenzó a transcurrir entre la cuaresma y el carna(va)l. Aquella primera falta que causo el exilio del paraíso, fue un pecado de soberbia, a saber, “querer comer del árbol de la sabiduría”. Incorporar un saber que como el de Dios se recubra con la verdad. En la Baja Edad Media, esa falta se volvió sexual, más precisamente, erótica. Cuando la civilización occidental y cristiana cambio el sentido del “pecado original”, el cuerpo quedó atrapado en esa nueva división entre el “carnaval” y la “cuaresma”. De la soberbia a la carne, indica el paso del Antiguo al Nuevo Testamento. El libro, la letra, el cálculo de la kabbalah, en fin el saber, la resurrección de Cristo, en fin, la carne. Esta división replica en lo “social” algo que torturó a los primeros cristianos, a saber, la pregunta de fe sobre la doble naturaleza de Cristo, hombre/Dios. Las primeras herejías surgieron de este dilema. Se pasaba del mayor ascetismo a las orgías generalizadas. Esta “bipolaridad” llevo más de tres siglos, hasta que en un 55
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Concilio se cerró a nivel del dogma –pero no de la estructura– con la operación iluminada de la Santísima Trinidad. Dios Uno y trino, es lo que le hizo a Lacan decir que la religión cristianan romana es la verdadera. Esta pandemia, ¿actualizará esa antigua división de la vida sexual de Occidente? Más allá de que muchos abrazan, no sabemos por cuanto tiempo, esta cuarentena sanitaria como una cuaresma purificadora ¿no es que debemos pensar que existe en nuestra vida psíquica algo que hace posible y deseable esta “vida sin cuerpo”? ¿No es que existe para los humanos una necesidad primaria urgente de rechazar la pulsión? La cosa habita en la palabra siempre a punto de hacerse presente, por ejemplo, en un lapsus. En un seminario sobre la represión que Pommier dio en el 2016 junto a Landman pudo plantear que la fabricación de lo que en Freud son las representaciones de palabras proviene de lo que hace el niño/a con sus propios sonidos, precariamente ordenados en el balbuceo y el reconocimiento del otro. La madre o quien esté allí le habla al niño/a en los mismos términos que su balbuceo. Con ello lo reconoce al niño/a como sujeto de la palabra. Le permite vivir en forma activa lo que vivió en forma pasiva. Quien hace esta operación liberadora del cuerpo del niño/a sabe que no se trata de entender sino simplemente de oír y reconocer. Estas afirmaciones nos llevan a reflexionar sobre la teoría de la representación de Freud que no debe ser reducida al algoritmo saussureano ni a ninguna lingüística. Lacan comenzó en aquel “desvió saussureano”, pero concluyó tirando líneas sobre lalengua. 56
¿Principio de virtualidad? | Carlos Quiroga
La representación de cosa puede que vaya al lugar del significado saussureano, pero lo excede. Es que la representación de cosa de no ser amortiguada por la cadena de las representaciones de palabras no podrán ser dichas y mucho menos entendidas. Las representaciones de cosas son polisémicas, equívocas, de mucha más plasticidad y pluralidad que el “arbolito de Saussure”. Son esos atributos de este modo de representación los que le permiten a Freud hablar del “arte del sueño”. La representación de cosa proviene de una percepción, pero no habría registro alguno de esa percepción si no fuera porque está investida por la pulsión. A mayor investidura pulsional de la representación más poderosa e hiperclara se manifiesta en el sueño. Es por eso que en cuarentena/ cuaresma estos sueños “hiperclaros” son más frecuentes ya que el mundo en el aislamiento pierde su coloreado libidinal. Estas representaciones de cosas se forjan alrededor del trauma que nos gusta definir como la constatación de la ausencia de la presencia de los signos de percepción de la “satisfacción”. Estas sensaciones se producen en el mismo momento que la ausencia de la presencia. Dado que este trauma es irrepresentable, esas “sensaciones pulsionadas” quedan flotando en el archivo siempre pronto a ligarse a lo que sea; son de “alta transmisión” como el virus. Entonces, la representación de cosa no es una percepción, no es una palabra, tampoco un significante y menos un significado saussureano. Tan ligadas al deseo, estas representaciones de cosas son alucinatorias y oníricas. Se sueña activamente lo que se vivió pasivamente. Si en el sueño vivimos activamente lo que se vivió en forma pasiva. El sueño sería una forma de 57
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la venganza. Allí la presa se vuelve el cazador. El circuito entonces es percepción–carga pulsional–representación de cosa–amortiguación–representación de palabra y cualidad– conciencia. Todo lo que es conciencia es percepción pero no todo lo que es percepción es conciencia. La clave se cree que está en el hecho de que sólo podemos hacer conciencia lo que pasa por el inconsciente y es verdad, pero nada se “hace inconsciente” si no es inscripto, porque el excedente pulsional acompaña la percepción. Una prueba incontestable de que en el origen hay un “rechazo de la pulsión al mundo” es el animismo presente en el origen de toda religión como producto de la expulsión al mundo del excedente de la demanda. Una aclaración fundamental. Cuanto menos contacto físico tiene el lactante, cuantas menos palabras se le profieran y cuanto más fría y angustiada está la madre, más excedente de la demanda y más culpabilidad en el niño/a por no poder responderle. La violencia del rechazo al excedente es buena siempre, pero si el Otro tambalea o no responde en forma constante, mayor será la culpabilidad. Así entonces, es de sus propias pulsiones que el niño/a se defiende. Podemos decir que el grito es el origen de la represión y del lenguaje. El niño/a no se hace a los golpes sino que se hace a los gritos. Son testigos, los de Jehová, pero también los esquizofrénicos y el mejor Antonin Artaud. Gritar, cantar, contar, dibujar y luego nombrar es la función civilizadora de las representaciones de palabras. Estas son quienes actúan a modo de represión de las representaciones de cosas. El balbuceo como un enjambre 58
¿Principio de virtualidad? | Carlos Quiroga
de sonidos, ya no es el grito sino un modo de nombrarlo. El grito primer alivio se vuelve persecutorio para el niño/a porque al venir de afuera y entrar por el oído es pulsionado. El balbuceo como acto de armar frases aunque no ganen mucha significación en la lengua, protege al cuerpo. La frase reemplaza al cuerpo. El balbuceo, representación de palabra alivia de la violencia alucinatoria de las representaciones de cosas. Thomas el Oscuro de Maurice Blanchot es un precioso testimonio de cómo las representaciones de palabras no dejan de ser cosas: “Thomas se quedó leyendo en su habitación. Estaba sentado, con las manos enlazadas sobre la frente, el pulgar apoyado contra la raíz de los cabellos, tan absorto que ni se inmutaba cuando alguien abría la puerta. Los que entraban, viendo el libro abierto siempre por las mismas páginas, pensaban que fingía leer. Pero leía. Leía con un cuidado y una atención insuperables. Estaba ante cada signo, en la situación en que se encuentra el macho cuando la mantis religiosa va a devorarle. Uno y otra se observaban. Las palabras, extraídas de un libro que cobraba una fuerza mortal, ejercían sobre la mirada, que las tocaba, una atracción dulce y placentera a la vez. Una a una, como un ojo medio cerrado, se dejaba penetrar por la intensa mirada que en otras circunstancias no habrían soportado. Thomas se deslizó, pues, por aquellos pasillos, indefenso, hasta que fue sorprendido por la intimidad de la palabra. No era para alarmarse todavía, al contrario, era un momento casi agradable que le hubiera gustado prolongar. El lector consideraba felizmente aquella chispa 59
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
de vida que no dudaba haber avivado. Se veía con placer en aquel ojo que le veía. Su placer se hizo incluso demasiado grande. Se hizo tan grande, tan implacable, que lo soportó con una especie de terror y que, incorporándose, momento insoportable, sin recibir de su interlocutor ningún signo cómplice, percibió toda la extrañeza que había en ser observado por una palabra como por un ser vivo, y no únicamente por una palabra, sino por todas las palabras que habitaban aquella palabra, por todas aquellas que la acompañaban y que, a su vez, contenían en sí mismas otras tantas palabras, como una procesión de ángeles desplegándose al infinito hasta el ojo de lo absoluto. Lejos de apartarse de un texto tan bien defendido, se entregó con todas sus fuerzas a apropiárselo, rehusando obstinadamente retirar la mirada, creyendo ser todavía un lector profundo, cuando ya las palabras se apoderaban de él y comenzaban a leerle. Estaba atrapado; moldeado por manos inteligibles, mordido por un diente rebosante de savia; penetró, con su cuerpo vivo, en las formas anónimas de las palabras, entregándoles su sustancia, fundando sus relaciones, ofreciendo a la palabra ser su ser. Durante horas permaneció inmóvil, con la palabra ojos, de cuando en cuando, en el lugar de los ojos: estaba inerte, fascinado y desnudo. Incluso más tarde, cuando entregado a la contemplación del libro se reconoció con desagrado bajo la forma del texto que leía, estaba convencido de que en su persona, privada ya de sentido, habitaban palabras oscuras, almas desencarnadas y ángeles de palabras que le exploraban afanosamente, mientras encaramadas sobre sus hombros la palabra Él y la palabra Yo iniciaban la masacre”. 60
¿Principio de virtualidad? | Carlos Quiroga
La angustia real de la indefensión, el grito, las representaciones de cosas la represión/masacre que comienzan las representaciones de palabras, la cosa aún viva en la palabra misma, el acto de decir yo. En fin, el mimetismo de nuestros primeros tiempos antes de que las identificaciones creen el edificio. La represión que quiere ejercer la imagen auditiva sobre la visual. Lalengua como sustancia gozante. Todo ese circuito tan bellamente dicho por el escritor. Freud creo un campo pulsionado de deseos, organizado por procesos, principios, leyes a condición de la exclusión de La Cosa. Toda su obra puede leerse en clave de La Cosa: “El ombligo del sueño”, “El nódulo patógeno”, “El padre de la horda”, “El Moisés Egipcio”, “la represión primaria”, etc. En esta lógica construida por Freud se puede hacer un circuito provisorio, a saber: el mito empuja la pulsión, la pulsión a las representaciones de cosas que son reprimidas, es decir, traducidas por las representaciones de palabras que se ordenan en los imaginarios del narcisismo y del fantasma. De este circuito deberíamos poder afirmar que el principio de realidad es la prolongación del principio del placer por otros medios. Freud decía en sus últimos días que la realidad era la extensión del aparato psíquico. Pero ¿no estaremos simplificando? Freud con todo esto nos autoriza a pensar un aparato psíquico que tiende a la alucinación y opera por traducción (función operacional de La Cosa) y con ello a que la cuarentena/cuaresma puede hasta sernos placentera por un tiempo, ya que la pulsión seguirá su agite y empujaría a las representaciones de cosas bordeara el deseo. 61
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
Al principio del placer y al de realidad, deberíamos sumarle un principio que se hace evidente con la pandemia y la cuarentena/cuaresma. Un principio que proviene de la tendencia a la alucinación y de nuestra capacidad de ser sugestionados. Un principio que intenta una “satisfacción sin consecuencias”. Un principio que exige vivir en las 2 dimensiones del plano frío del espejo sin el volumen que el cuerpo del otro integra a una tercera dimensión. Ese principio, que el capitalismo estimula con la creación de sus objetos de consumo. Ese que produce el reinado del valor de cambio en lugar del de uso. Esa estafa para el sujeto, esa cancelación de la pregunta por el ser, ese triunfo de la agresividad especular de las redes. Ese principio, quizás haya sido nombrado por primera vez por mi amigo Luciano Lutereau como “Principio de virtualidad”. Para concluir quiero afirmar que este “Principio de virtualidad” atenta contra el Eros. Es el principio del Edén antes que la víbora envidiosa y celosa provocara el milagro del pecado original. Citemos de final al poeta Paul Valéry haciendo hablar a la serpiente que tanto le gustaba a Lacan. ¡Tú, el más fiero de mis cómplices Y de mis trampas, la más aguda, Protege a los corazones para Que nunca sepan que el Universo Es un defecto, allí en la pureza Del No-Ser!
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Erotismo
Las máscaras y la erótica de los sexos Gabriel Artaza Saade
A
fines de enero de este año escribí un artículo para una revista digital de psicoanálisis en donde articulaba algunas ideas en torno a los varones enmascarados. En ese momento por supuesto no estaba pensando en la necesidad fundamental para vivir que iban a tomar las máscaras, desde su uso material como objeto en los denominados “tapabocas”, hasta su uso digital bajo las denominadas “prótesis cibernéticas” como las llama Paul Preciado. En este artículo me propongo pensar estas nociones bajo la perspectiva de nuestro panorama actual de confinamiento y cómo dicho contexto puede repercutir en la erótica entre los sexos. En el artículo “Aprendiendo del virus” para el diario El País de España (28 de marzo de 2020), Paul Preciado señalaba que a partir del Covid-19 las políticas de la frontera han sido desplazadas desde el territorio nacional hasta el cuerpo individual. Con la consecuencia de que la frontera se cerca cada vez más sobre el cuerpo, razón por la cual resulta necesario plantear una nueva subjetividad: “Lo que se habrá inventado después de la crisis es una nueva utopía de la comunidad inmune y una nueva forma de control del 65
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cuerpo. El sujeto del technopatriarcado neoliberal que la Covid-19 fabrica no tiene piel, es intocable, no tiene manos. No intercambia bienes físicos, ni toca monedas, paga con tarjeta de crédito. No tiene labios, no tiene lengua. No habla en directo, deja un mensaje de voz. No se reúne ni se colectiviza. Es radicalmente individuo. No tiene rostro, tiene máscara. Su cuerpo orgánico se oculta para poder existir tras una serie indefinida de mediaciones semio-técnicas, una serie de prótesis cibernéticas que le sirven de máscara: la máscara de la dirección de correo electrónico, la máscara de la cuenta Facebook, la máscara de Instagram”. Esta descripción que realiza Preciado y que puede resultar exagerada es, sin embargo, nuestra situación actual y quizás, quien sabe, lo que perdure y se intensifique a partir de esta pandemia. Es decir, que la erótica libidinal merece ser revisitada a partir de este momento y pensar cómo vamos a construir nuestros vínculos eróticos en este clima de confinamiento. Sin embargo, antes de avanzar es necesario realizar una aclaración de la cita de Preciado y es que lo que denomina “prótesis cibernéticas que le sirven de máscara” en esa serie no se nombra a Tinder, la aplicación por excelencia usada para concertar un encuentro; quizás la omisión de Preciado se deba a que precisamente en esta época las acciones de dicha plataforma cayeron estrepitosamente en el mundo bursátil y, sin embargo, las aplicaciones de Instagram y Facebook, se intensificaron en su funcionamiento. Lo cual nos lleva a pensar que en la erótica que se viene a partir del confinamiento se va a exacerbar cada vez más el valor de máscara que tienen estas prótesis cibernéticas produciendo a su vez que el encuentro con el cuerpo 66
Las máscaras y la erótica de los sexos | Gabriel Artaza Saade
del otro quizás se aplace o se vuelva indefinido en el tiempo. Casi como un apotegma cumplido vivimos en un capítulo de Black Mirror, la fantasía se hizo realidad o más bien siempre estuvimos dentro de uno, sólo que no lo sabíamos. En un famoso texto de Friedrich Nietzsche llamado Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, el filósofo alemán planteaba que los individuos débiles –que serían para Nietzsche aquellos privados de la destreza física de la potencia– desarrollan “fuerzas primordiales de la ficción” la cual alcanza máxima expresión en el hombre: “aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la hipocresía, elvivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, el teatro ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante ante la llama de la vanidad es hasta tal punto la regla y la ley, que apenas hay nada más inconcebible que el hecho de que haya podido surgir entre los hombres un impulso sincero y puro hacia la verdad”. El problema es que este hombre se encuentra sumergido en ilusiones y ensueños, “sus miradas se limitan a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibir formas, sus sensaciones no conducen en ningún caso a la verdad, sino que se contentan con recibir estímulos y, por así decirlo, jugar un juego de tanteo sobre el dorso de las cosas”. Casi como una descripción calcada de nuestra cotidianidad, en las palabras de este filósofo se detalla la virtualidad a la que asistimos en este momento. Ahora bien, la palabra virtual viene del latín virtus que remite a la voluntad por realizar un trabajo, por más que el mismo no se realice. Es decir que en virtual está la idea de lo potencial, se puede realizar como también puede que no se realice. 67
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
Hoy asistimos a un despliegue excesivo de lo virtual, estamos sumergidos ante las pantallas de los dispositivos –aunque muchos actualmente “saturados” por el uso de los mismos– prometiéndonos potenciales encuentros con el otro/a. Mollo con su banda cantaba: “Besos por celular/ Las momias de este amor/ Piden el actor de lo que fui/ Pantalla de la muerte y de la canción/ Proyectos de un nuevo spaghetti del rock/ Cíclope de cristal/ Devora ambición/ Vomita modelos de ficción”. Con esto quiero volver a la idea de las máscaras. Recientemente se estrenó en argentina, justo antes del decreto presidencial de confinamiento, específicamente el jueves 19 de marzo, una película que solo los que acudieron al cine ese día pudieron disfrutarla pero que se encuentra para alquilar en forma online –la cual por supuesto recomiendo. Me refiero a “Retrato de una mujer en llamas” (Céline Sciamma); es una película de mujeres, en dónde casi no aparecen hombres. Lo que se pone en juego es el deseo entre miradas que se produce por las protagonistas del film. Ambientada en el siglo XVIII su temática se lee en clave actual desde el título de la misma (mujer en llamas es la mujer que lucha), como así también lo que vemos en el film como ser la solidaridad (sororidad) entre mujeres de distintas clases sociales. Es una película a su vez de una belleza artística ya que la ambientación de sus escenarios, como así también el retrato que se realiza, se enmarca en períodos del neoclasicismo en artes hasta el romanticismo. Pero me interesa situarme en la historia de amor que atraviesa el film ya que la erótica está atravesada por el velo de las máscaras, en esta película 68
Las máscaras y la erótica de los sexos | Gabriel Artaza Saade
utilizada a través del uso de un schal. Marianne, la artista a quien le toca la difícil tarea de retratar a Héloïse sin que ella sepa, conoce a la misma cuando esta tiene cubierto parte de su rostro y cuando la ve a Marianne sale corriendo en dirección hacia el mar. Hay un misterio inicial por lo que se esconde detrás de esa tela que en el momento de mayor tensión erótica del film, cuando las dos conversan sentadas en la playa frente al mar, ambas tienen su rostro tapado y será el momento previo a que se besen. Me interesa traer a colación este hermoso film ya que por un lado permite pensar sobre la sexualidad femenina y la pareja que constituyen las protagonistas desde una óptica diferente de la lógica fálica y, por otro lado, permite diferenciar el uso de las máscaras en lo masculino y lo femenino. Hablar de máscaras en lo femenino lleva rápidamente a pensar dentro del lacanismo en la noción de mascarada femenina que Lacan extrajo de Joan Rivière. El concepto en Rivière remite a que las mujeres a través de las mascaradas anhelan la masculinidad, es decir que la mascarada femenina para Rivière es un modo de compensar la falta fálica en la mujer. Sin embargo Lacan da vuelta sobre esta noción para plantear precisamente que la mascarada tiene la función de velar la nada, detrás de la máscara no hay el ser verdadero, sino otra máscara que en definitiva tienen la función de velar la nada. En este sentido Miller define como: “Llamamos semblante a lo que tiene función de velar la nada”. En definitiva la función del semblante es la de parece-ser y en nuestra época esta función se encuentra exacerbada a partir del uso de las plataformas virtuales, que Paul Preciado llama “prótesis cibernéticas”. 69
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Entonces, ¿qué resultado nos deparará en la erótica libibinal esta descripción que realiza Paul Preciado? Podremos caer en una hipocondría digital, como producto del repliegue libidinial, si la frontera es nuestra piel como señala Preciado; lo que este confinamiento permite plantearnos es ¿este aislamiento intensificará las posiciones narcisistas sobre estas máscaras digitales, sobre estos perfiles de Facebook, Instagram, etc? Hoy más que nunca asistimos a una época de la promoción y difusión de la noción de individuo –es decir no dividido– como lo propone el mercado neoliberal, entre medio de esto apareció el Estado como intermediario planteando la idea de que uno no se salva sólo y para lo cual es necesario la solidaridad con el prójimo. Es decir ¿es el Estado un Nombre-del-Padre que viene a regular las relaciones proponiéndonos un “aislamiento”, pero a la vez planteándonos una solidaridad con nuestro prójimo? Me gustaría terminar este ensayo con la letra de una canción del Indio Solari que describe mediante su poesía el tono acorde a nuestro momento, como lo articulé aquí y sin embargo transmite un halo de esperanza.
Espejismo La tierra gira, hoy, menos veloz. (en ciertas cosas, el diablo siempre es neutral) Pasará, ya pasará este espejismo pasará... Cerrá los ojos y ves la boutique del rock y sus jugadas que siguen saliendo bien 70
Las máscaras y la erótica de los sexos | Gabriel Artaza Saade
Lo mejor de nuestra piel es que no nos deja huir... Contra las cuerdas vas a desafinar canciones tristes, dueñas del corazón Borra el rastro tu dolor y ya no te arrepentís.
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La seducción “en cuarentena” Marina Esborraz “La estupidez del mundo nunca pudo y nunca podrá arrebatar la sensualidad”. Fito Páez, Cadáver exquisito.
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a seducción es inherente a la vida amorosa, es uno de sus componentes fundamentales, aunque excede a los intentos de conquista que se juegan en las relaciones entre los sexos. No es algo natural sino cultural, dado que implica un pasaje desde los primeros objetos de amor a quienes no fue necesario seducir, hacia otras personas que no forman parte de ese círculo. Eso requiere de ciertos semblantes o versiones que posibiliten el acercamiento erótico, los cuales no son del todo independientes de las formas que cada época instaure como apropiadas en la sociedad y que marcan las relaciones eróticas. Si bien estos modos pueden variar su forma de presentación, también hay cuestiones que se sostienen sin variación. Para dar un ejemplo, Freud ha descripto un tipo característico que ha llamado “un tipo particular de elección de objeto en el hombre”, y hace referencia a aquellos hombres que solo pueden ser potentes sexualmente con una mujer que consi73
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deran “degradada”, o que para acceder a ella deban degradar. Puede haber distintas versiones de esa degradación, pero el tipo de elección se mantiene. Resulta interesante que el equivalente femenino de este tipo de elección en la mujer resulte ser una persona con quien mantenga una relación prohibida o que deba mantener en secreto. El “secreto” es a la vida erótica de la mujer lo que la necesidad de “degradación del objeto” es a la vida erótica del varón. ¿Por qué el secreto tendría un carácter erótico para las mujeres? Freud no continúa demasiado este hilo, pero menciona que una de las razones ha de encontrarse en el hecho que culturalmente la coartación sexual es más prolongada en la mujer, por lo que al tener que recluir la sensualidad a la fantasía por un tiempo mayor que el hombre puede suceder que no pueda desatar el nudo entre el ejercicio de la sexualidad y la prohibición, una vez que el quehacer sexual es liberado. Una de las consecuencias posibles es la frigidez, pero otra puede ser el carácter erótico que cobra para ella una relación prohibida o secreta, y son habituales esas historias de mujeres quienes no obtienen ningún placer en las relaciones sexuales que mantienen con novios, maridos o parejas, y que sin embargo todo su erotismo se aviva con hombres que denotan, por algún motivo, el carácter de prohibidos. Se podría oponer a estas elucidaciones freudianas que en los tiempos que corren no existe esa diferencia entre hombres y mujeres, y que las mujeres acceden al ejercicio de la sexualidad al mismo tiempo que los varones. Pero también podríamos revisar el argumento desde otra arista y suponer que el amante secreto es el intento de mantener 74
La seducción “en cuarentena” | Marina Esborraz
algo que reste al decir. En otras palabras, el deseo erótico se mantiene a condición de preservarse por un velo que podemos resumir con la frase “que no se sepa”. Sería el polo opuesto al perverso, quien también hace un uso del secreto, pero no en tanto como “misterio a develar” que sería una versión imaginaria, sino que busca que el goce sea dicho, sin detenerse incluso allí donde el neurótico retrocede por vergüenza o timidez. El imperativo perverso por excelencia es “que sea dicho”, porque la posición perversa busca reintroducir en palabras lo que resta al decir.1 En el mundo de hoy ha variado la forma en que se establecen los lazos, siendo la tecnología un modo casi privilegiado en las grandes ciudades para conocer personas y lograr alguna conexión que lleve preferentemente al amor antes que al espanto, aunque ambas opciones son igualmente posibles, no es tan seguro que la virtualidad haya derribado todas los matices propios de los semblantes de la seducción que se mantienen desde el siglo XIX. El “matcheo” mutuo permite asegurar que ambas personas se autorizan, en principio, a iniciar una conversación en forma privada. Varios años atrás, en determinados estratos sociales, un hombre no tenía permitido acercarse a una mujer si antes no habían sido debidamente presentados por un tercero. 1. “La clínica de la perversión se fundamenta en un análisis del decir y su resto, de lo que resta al decir y busca ser reintroducido en palabras; por eso podría ser reconducida a una clínica de la escritura, porque la letra es el resto al que el perverso se dirige como al límite de su relación con el dispositivo analítico” (Lutereau, 2015, p. 113).
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El deseo en cuarentena | Imago Agenda
Se podría decir que las aplicaciones como Tinder o Happn funcionan como esa terceridad en el encuentro del mismo modo que antes lo hacía un conocido en común. En algún sentido, es un derecho al acercamiento, una forma mediatizada donde se considera que se tiene “derecho” a entablar una conversación que conlleve un intento de seducción. Sin embargo, hoy parece que no fuera suficiente contar con esa terceridad para que una mujer o un hombre puedan sentir que tienen la libertad de rechazar la seducción. En efecto, en algunos países ya es casi un hecho que se reclame una especie de contrato o acuerdo mutuo donde quede asentado que ambas partes consienten la relación sexual, como si el deseo fuese fácilmente traducible en palabras que eliminen el malentendido propio de los encuentros y desencuentros. De todos modos, bien vale preguntarse por qué los hombres y mujeres de esta época necesitarían esa garantía para asentar la voluntad de su deseo, que por definición siempre tiene algo de apuesta. Ante el acecho del coronavirus, el gobierno dispuso la cuarentena obligatoria y todos los que no se encuentren exceptuados por motivos laborales o algunos otros, debemos permanecer en nuestros hogares y salir solamente para hacer compras o trámites necesarios. Nuevos significantes como “aislamiento social” o “distanciamiento social” se hicieron presentes en nuestra vida cotidiana, y debimos trasladar nuestro mundo al interior de nuestras casas y reducir los lazos sociales y afectivos a las personas con quienes convivamos. Cuerpos aislados, separados, sin contacto, sin encuentros. Cuerpos que deben evitarse para no ser contagiados por la peste. Las conexiones virtuales 76
La seducción “en cuarentena” | Marina Esborraz
se presentan como el único modo de estar conectados, de mantener los lazos, de hacer pasar nuestra voz y escuchar las voces de los otros. Es en ese contexto que ha surgido la valorización del “sexting” y el “cibersexo” como modalidades privilegiadas para los encuentros sexuales, sin que representen ninguna novedad. El mundo actual permite desde hace bastante tiempo el acceso a esas prácticas sin caer en una valorización moral. El avance de la ciencia ha permitido, entre muchas otras cosas, deslindar el acto sexual de los encuentros, lo que ya se realizaba en las fantasías. Eso hace la ciencia: realiza fantasías. Sin embargo, no estaría de más preguntarnos si hay alguna diferencia entre un acto sexual (por llamarlo de algún modo) mediado por un aparato o celular, y el acto que se realiza a través del encuentro entre los cuerpos. La película “Her” de Spike Jonze (2013) relata una historia amorosa, ambientada en un futuro no demasiado lejano, en la cual un escritor se enamora de un sistema operativo, es decir, de una voz. El enamoramiento es real, nadie podría negarlo, como tampoco se puede negar el fracaso que se produce cuando hay un intento de ponerle cuerpo a esa voz a través de una mujer de carne y hueso para realizar el encuentro sexual. ¿Qué es lo que falla? ¿Puede una voz “descarnada” ser síntoma de otro cuerpo? Los encuentros sexuales donde el partenaire está ausente o representado en su imagen a través de una pantalla permiten realizar fantasías, y en las fantasías no hay fracasos, no hay fallas: las fantasías son renegatorias de la castración. Entonces es allí donde encontramos una diferencia fundamental: los lazos amorosos son síntomáticos. Si bien 77
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los síntomas expresan fantasías inconscientes, o incluso cuando esas fantasías son conscientes están presentes en el encuentro sexual, un “gadget” no sustituye un cuerpo y la relación con un objeto no es sintomática. Es lo que demuestra el fetichista, que mientras disponga del objeto-fetiche puede llevar a cabo la escenificación requerida para su práctica sexual sin angustia y sin fracaso. Freud ha definido el síntoma como la práctica sexual de los enfermos, proponiendo que la libido retenida en ellos se pudiera liberar a través del análisis para buscar otro empleo, es decir, que en lugar de estar adherida a los objetos de la fantasía (edípicos) pueda liberarse para investir otros objetos. Desde luego que las relaciones con esos otros también serán sintomáticas, pero es un estatuto diferente del síntoma. Lo podríamos definir como un “uso erótico del síntoma”. Vivimos en una sociedad capitalista y de consumo, y con el auge de las redes sociales la seducción está presente en forma permanente. Una conocida canción de John Paul Young Love is in the air aseguraba que el amor estaba en todos lados, dondequiera que mirásemos, mientras que hoy podríamos decir que la seducción está en todos lados. Subimos fotos a las redes para seducir, escribimos para seducir, mostramos un estilo de vida para seducir, medimos nuestro atractivo a través de los likes… pero que lejos suele estar esa impostura narcisista del erotismo cuando no se traspasan las barreras de la realidad virtual para generar un lazo amoroso, en el cual la palabra y la conversación cobren prevalencia, y el encuentro pueda incluso sintomatizarse. Eso demuestra, por el contrario, una suerte de 78
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deserotización de los vínculos, dado que cuando prevalece la satisfacción narcisista algunas de sus consecuencias suelen ser fenómenos hipocondríacos o de melancolización, bastante frecuentes en la clínica actual. El capitalismo es el triunfo de la seducción, el deseo hiperexcitado que se muestra y se exhibe a expensas de los vínculos profundos. O como dijo Lacan en “El saber del psicoanalista”: “Lo que distingue al discurso del capitalismo es esto: la Verwerfung, el rechazo, el rechazo fuera de todos los campos de los Simbólico, con lo que ya dije que tiene como consecuencia. ¿El rechazo de qué? De la castración. Todo orden, todo discurso que se entronca en el capitalismo, deja de lado lo que llamaremos simplemente las cosas del amor, amigos míos” (Lacan, clase 06/01/1972). En la seducción no hay lazo, sólo dos personas que quieren ser reconocidas como deseantes, en lugar de realizar un deseo. La seducción en el mundo capitalista, por lo tanto, satisface más al narcisismo que al erotismo.
Bibliografía Freud, S. (1905). Fragmento de análisis de un caso de histeria en Obras Completas, Vol. VII, Buenos Aires, Amorrortu, (1993). Freud, S. (1912). Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa en Obras Completas, Vol. XI, Buenos Aires, Amorrortu, (1993). Lacan, J. (1972). Hablo a las paredes. Buenos Aires, Paidós (2012) Lutereau, L. (2015). Por amor a Sade. Estética y clínica de la perversión, Buenos Aires, La Cebra. Soler, C. (2004). Lo que Lacan dijo de las mujeres, Buenos Aires, Paidós.
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Clínica
El confín de los adolescentes Joseph Knobel Freud (España) Que notícias me dão dos amigos? Que notícias me dão de você? Sei que nada será como está, amanhã ou depois de amanhã Resistindo na boca da noite um gosto de sol. Milton Nascimiento
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e pronto todo cambió y se dio vuelta. La pandemia y sus efectos sobre la vida de niños y adolescentes y sus familias aún están por pensarse. La necesidad del confinamiento produjo cambios en todos los sectores de nuestra sociedad. Esto nos lleva a pensar lo poco que estamos preparados para lo verdaderamente nuevo que irrumpe en nuestras vidas. Desde Freud en adelante, en el campo psicoanalítico nunca se pensó lo verdaderamente nuevo, ya que todo lo nuevo es sospechoso de arrastrar vestigios del pasado. El peso de la repetición es tal que cuando un paciente nos habla de algo nuevo, solemos intentar indagar qué del orden de lo repetido está en juego. Es que sabemos, desde que Freud 83
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publicara el libro que daría un vuelco a su teoría, que otras pulsiones y compulsiones gobiernan nuestro psiquismo, más allá del principio de placer, generando un “eterno retorno de lo igual”. Por cierto que la publicación tuvo lugar poco después de que la gripe española acabara con la vida de Sophie, la quinta hija de Freud. Trabajando con adolescentes se puede apreciar la impronta de lo ya visto en lo novedoso, tanto cuando hablan de nuevas relaciones de amistad o de amor, como cuando hablan de nuevos juegos. Siempre aparece la sombra de lo ya conocido. Pero la aparición de este virus que obliga a confinarse, que puede producir efectos que llevan hasta la muerte, que pone en jaque al tejido socioeconómico de todo el mundo, descoloca lo hasta ahora conocido y ejerce un efecto verdaderamente traumático. Frente a un trauma las respuestas humanas son bastante conocidas: negación, más o menos maníaca: aquí no pasa nada, a mí no me va a pasar nada. Proyecciones varias: les pasa a los otros, es de otro país; y en muchas ocasiones ciertos borramientos o desmentidas que pueden descompensar a quien lo padece. Toda situación traumática va a provocar una regresión hacia acontecimientos anteriores que también lo fueron, muchas veces sin que el sujeto pudiera registrar en su aparato mental lo que estaba percibiendo. De todo eso tendremos que poder hablar en el espacio analítico que logremos establecer con nuestros pacientes, ya sean niños, adolescentes o adultos. Pero volviendo a las reacciones sobre lo novedoso y lo traumático de esta nueva situación social y universal que 84
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estamos atravesando, me interesa destacar la capacidad que deberíamos tener los psicoanalistas o psicoterapeutas en general con el uso de nuevas tecnologías y la aparición, para muchos novedosa, de la clínica en las pantallas. Hasta hace no mucho tiempo psicoanalistas de diversas corrientes y diferentes dogmas menospreciaban el atender un paciente a través de una pantalla o un teléfono porque el uso de tales artilugios venía a desmantelar un encuadre estrictamente necesario para que pueda funcionar un análisis. De pronto, obligados por el confinamiento y la pandemia, los analistas se tuvieron que resguardar en su propio encuadre interno para poder adaptarse a esta nueva situación. Años antes ya André Green había escrito: “En los límites de lo analizable, el trabajo de psicoterapia exige que el analista haya interiorizado precedentemente el encuadre, para que éste esté siempre presente; incluso si no puede ser aplicado”. Se suele decir que las grandes crisis traen grandes cambios, seguro que desde el psicoanálisis también podremos decir que nada será como antes. Lo particular de esta rápida adaptación también se da en el paradójico hecho de que la distancia social impuesta por la pandemia y el confinamiento han borrado distancias que antes había entre pacientes y analistas. Ahora es obvio que compartimos más cosas en la dupla terapéutica. El no saber lo que puede pasar en el futuro, las incertezas sobre la salud y la fragilidad del cuerpo, la obligatoriedad del confinamiento, todos estos son aspectos que permiten borrar distancias. Y esto va a producir efectivamente cambios importantes en la transferencia. Lo veremos cuando hablemos de algunos ejemplos clínicos. 85
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El pasaje adolescente significa poder atravesar momentos muy complicados ya que, a los complejos duelos que debería poder elaborar, se suma la importancia de asentar un proyecto identificatorio propio que le permita al adolescente crecer fuera del vínculo y abrigo de su propia familia. ¿Cómo lograr un verdadero proceso de extraterritorialización si estoy obligado a no moverme de la casa de mi familia y convivir con mis padres todo el tiempo? La polaridad de las ansiedades que acompañan las transiciones de la adolescencia oscila entre la ansiedad claustrofóbica que provoca el temor de quedar atrapado en la infancia, y la ansiedad agorafóbica determinada por las vivencias de incapacidad y desvalimiento ante las nuevas situaciones en las que el adolescente todavía se siente inseguro o incapaz (Tió, Mauri, Raventós, 2014). Hoy esa claustrofobia rebasa lo simbólico y adquiere un realismo que puede ser muy angustiante. Pero también la agorafobia puede verse exacerbada por el temor al contagio, y por lo incierto del futuro. Sabemos también que es precisamente en la adolescencia que “el re-despertar de la sexualidad, la constitución de la genitalidad, se opone a (y al mismo tiempo, coincide con) la irrupción de la idea de muerte como irreversible y definitiva” (Tubert, 1982) lo cual ahonda la profunda herida narcisista del adolescente, por ello su elaboración exige tiempo, tiempo de contradicciones, de progresiones y regresiones. ¿Es posible darse ese tiempo ante el bombardeo de cifras de contagios y defunciones? ¿Cómo lidiar con la pérdida y el duelo cuando los velorios y los funerales están prohibidos? En cuanto al trabajo analítico con adolescentes, ya en 86
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2006 yo mismo escribía: “Desde el momento que un terapeuta acepta hacerse cargo de un caso de estas características, está haciendo una apuesta clara por un futuro posible en el que se va a poder trabajar y elaborar lo traumático que insiste en repetirse en el futuro. La primera propuesta es no dejar atrapado al sujeto en un lugar inamovible. Este primer movimiento podrá generar el establecimiento de una verdadera relación terapéutica.” ¿Podría afirmar esto mismo 15 años después cuando la situación actual nos está llevando a trabajar sobre un futuro incierto? No sólo para los adolescentes. Ese seguro incierto es compartido, lo único que sospechamos es que ya nada será como antes. Algo más en cuanto a la adolescencia; escribo esto desde España, siendo hoy el primer día que se deja salir una hora al día a los niños pequeños hasta los 14 años. En las noticias se habla de que en dos semanas podrán salir los adultos y como me decía una paciente de 15 años: “¿y de nosotros qué?”. Porque en la sociedad española de hoy de los adolescentes nadie habla. Ni siquiera ellos mismos.
Algunos apuntes clínicos Estaba atendiendo presencialmente a Bernardo a raíz de peleas muy violentas con el padre que, cuando llegaba de trabajar, lo acusaba de ser un irresponsable por estar todo el día jugando a un juego en su ordenador. Estábamos hablando sobre esos ataques de rabia y furia que lo llevaron a destruir cosas de la casa: siguiendo a Nasio (2011): “…ante 87
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un joven violento, pregúntese siempre cuál es la decepción que, en lugar de ponerlo francamente triste, generó su odio. En lugar de sufrir el dolor de una pérdida, conservó en su fuero interno el rencor de una ofensa”; “La mayoría de los conflictos que estallan entre el adolescente y sus padres están motivados por el miedo –incluso inconsciente– de exponerse a la humillación y a mostrarse inútil a sus ojos, a los ojos de todos y ante todo a los propios. En consecuencia, para no sentirse débil, el adolescente es agresivo y ataca”. Así que estábamos dialogando acerca de lo que verdaderamente lo entristecía, que era la figura de un padre al que él mismo llamaba “corderito con piel de lobo”, demostrando de ese modo la idea que tenía de un padre que no ejercía ninguna función paterna ni en el sentido de darle un sentido a la vida de su hijo, ni ejerciendo como figura de autoridad y corte. Llegada la pandemia y arreglados los horarios con el mismo Bernardo, comenzamos a vernos por Skype. Son interesantes algunos de sus comentarios: “me preocupa que mi padre pueda entrar y escucharnos, prefiero ponerme los auriculares”. Este chico siempre estuvo preocupado por no poder mantener secretos ya que sus padres lo espiaban permanentemente. “Me alegra que mi padre se tenga que tragar que puedo usar el ordenador para hablar contigo”; “me preocupa que mi padre es el único que sí sale de casa y se va a morir y además nos va a contagiar a todos”; “por cierto me preocupa cómo estás y si tú te cuidas o también puedes contagiarte”. Si unimos las preocupaciones de Bernardo como un hilo asociativo y desplegamos el mismo en el análisis, él empieza a pensar en lo que verdaderamente le preocupa, y hasta puede darse cuenta que preocupándose por mi salud y la de 88
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su padre nos coloca juntos del lado del mundo de los adultos de los que quiere tomar distancia y no puede. Por mi parte, a mí me preocupaba la poca capacidad de contención de su propia ira y que en cualquier momento iba a producirse un nuevo enfrentamiento en casa. Al pasar estas semanas de confinamiento, Bernardo no hizo caso a los pedidos de sus padres de colaborar con las tareas de la casa y se reunía con ellos simplemente para comer. Cuando comentó por qué no pensaba ayudar en casa dijo: “mi padre quiere que yo haga algo, primero quiero verlo a él, que trata a mi madre como una esclava…”. De este modo mantenía la violencia dentro de casa, y sacaba sus aspectos violentos con sus compañeros de juego: “vosotros os pensáis que los adolescentes estamos solos, pero jugando hablamos con nuestros compañeros de juego, nos comunicamos más que vosotros, y siempre somos los olvidados, los desconectados enchufados al ordenador”. Bernardo puede seguir hablando de su posición, se siente rechazado sin llegar a darse cuenta que él mismo se hace daño: pudimos verlo a partir de que me explica el juego en el que participa, sus compañeros le reprochan que no sale de su guarida, y que eso les hace perder puntos. Él se enfada con sus compañeros y los agrede desde su Twitter, donde me ha dejado entrar a ver lo que escribe allí… analizamos juntos cómo lo que hace en el juego lo hace en la vida real. Tomando nuevamente a Green podemos decir que: “el trabajo terapéutico, debe llevar al paciente a tomar conciencia de la destructividad que dirige contra su propia actividad psíquica”. Y seguimos en este análisis en varias dimensiones, que incluye su sesión online, donde hablamos 89
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de los tweets que pone agrediendo a sus compañeros y me cuenta que en sus ratos de ocio está haciendo cosas para el colegio porque si no se aburre de tanto jugar. Técnicamente hablando, si se puede hablar de técnica psicoanalítica en algo que estamos creando e inventando juntos con nuestros pacientes adolescentes, estamos favoreciendo un espacio de creatividad a partir de un encuentro entre dos que no saben lo que realmente va a pasar, pero siendo capaces, como terapeutas, de privilegiar la dimensión transicional y dialógica del trabajo analítico: se destaca un recurso que podríamos denominar Garabato verbal, un estilo de intervención orientado por (y hacia) el movimiento representativo del discurso del paciente. En este sentido el término creación en psicoanálisis y siguiendo a Piera Aulagnier, debe entenderse en diferentes niveles: 1. Creación por el analizado de una nueva versión de su historia singular, versión que nunca existió tal cual antes del análisis, en ningún recoveco de lo reprimido, y que, sin análisis, jamás habría existido bajo esta forma; 2. Creación por el analista que, a partir de su propia conquista teórica, de su saber relativo a la psique y a su funcionamiento, se descubre construyendo con el otro algo nuevo, algo inesperado; 3. Creación por los dos participantes de una historia concerniente a su relación recíproca –lo que podemos llamar la “historia transferencial”– que les revela una de las posibilidades de las que en ese registro eran portadores. En otro caso, con Paulina, una adolescente de 17 años adoptada con la que llevábamos un tiempo trabajando de 90
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modo presencial por las constantes peleas con su madre, venía a la consulta con verdaderas resistencias ya que debía desplazarse una media hora desde que sus padres se negaron a traerla. En principio, con la excusa de evitar el trayecto en metro, tomó con alegría la posibilidad de vernos online. Luego se las ingeniaría para llegar tarde a sus propias sesiones online, lo que nos mostró su perfecta capacidad para mantener su nivel de transferencia. Antes del confinamiento Paulina le robaba dinero a sus padres para comprarse cosméticos y ellos reaccionaban encerrándola en su habitación sin dejarla salir con sus amigas. “Ahora vivo en un castigo permanente”; “sufro doble confinamiento”; doble confinamiento nos remite a dobles familias, algo que a Paulina le cuesta mucho representar y por lo tanto elaborar. Esto implica grandes momentos de silencio de Paulina, un silencio que a través de la pantalla a mi se me hace más insoportable que en la consulta; frente a su silencio lleno de angustia soy yo quien comienzo a hablar de cosas que se me ocurren a mí en relación a lo que ella no me cuenta, sobretodo en relación a su país de origen; considero que la ausencia de representaciones será reemplazada por la percepción del analista, percepción que no sólo se refiere a lo visible sino también a lo audible. Ya no se trata de ubicar el deseo inconsciente sino de generar un aparato psíquico deseante. Para ello, el objetivo del analista será crear el espacio y la capacidad productora de representaciones. Lo cierto es que, con estos adolescentes y la situación actual respecto a la pandemia, ubicar una posición deseante respecto al futuro –ya sea en cuanto a lo laboral, lo social, cualquier situación en torno a un proyecto–, genera enfado en ellos y 91
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también en nosotros. De alguna manera me di cuenta de que hacerla volver a pensar su pasado y su adopción también era una defensa mía para no pensar juntos lo desprotegidos que nos podíamos sentir ambos respecto al futuro. Emilio es un chico de 18 años que consultó por tener problemas para hacer amigos, estudia para una profesión que le requiere un esfuerzo tremendo sobre sus capacidades físicas. Lo pulsional está colocado en las capacidades de su propio cuerpo. Pero la preocupación por no poder establecer ningún tipo de relación lo llevó a pedir tratamiento. Estábamos trabajando sobre esos temas que englobaban todos los duelos conocidos de los adolescentes actuales cuando llegó el confinamiento y pasamos a vernos por Skype. Él mismo reconoce cierto placer en no tener que enfrentarse a la necesidad de relacionarse con nadie más que sus padres y su hermana. Comenta en sus sesiones lo bien que lleva estar encerrado ya que así puede ayudar en casa y ocuparse de todo. Los padres deben seguir trabajando telemáticamente y él ha asumido muchas tareas de la casa. Lo que llama la atención con Emilio es que toda la conflictiva que podía aparecer a raíz del encierro queda disociada y desmentida. Ahora, en lugar de hablar con un adolescente con dificultades sociales me encuentro a través de la pantalla con un niño pequeño bueno y obediente. Estamos ante un típico caso de latencia prolongada. Es significativo que la última sesión me propusiera jugar un juego online, ya que no tenía nada que decirme: le pregunté a qué quería jugar y me dijo: Al UNO. Y así, con esa propuesta, quedamos para seguir pensando en sí mismo. 92
El confín de los adolescentes | Joseph Knobel Freud (España)
Bibliografía Aulagnier, P., El sentido perdido. Buenos Aires, Ediciones Trieb, 1980. Green, A. “El encuadre psicoanalítico: su interiorización en el analista y su aplicación en la práctica”. Revista de Psicoanálisis, APA, Tomo LXIX, 2012. Knobel, J., “Agonías Primitivas: La clínica del derrumbe” en De la Angustia y otros afectos, Barcelona, Gradiva, 2007. Nasio, J. D. ¿Cómo actuar con un adolescente difícil? Buenos Aires, Paidós, 2011. Tio, J., Mauri, L., Raventós, P., Adolescencia y transgresión: la experiencia del Equipo de Atención al Menor. Barcelona, Octaedro, 2014. Tubert, S., La muerte y lo imaginario en la adolescencia. Madrid, Saltés, 1982.
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Todo lo que tengo que decir (sobre muerte y vejez) Constanza Michelson (Chile)
H
ace algún tiempo me pidieron escribir sobre sexo y vejez; quizás por la obsesión contemporánea de equiparar sexo y salud, y de que la vejez no se note, para que ser viejo sea otra forma de ser joven. Entiendo ese esfuerzo. Como escribió Natalia Ginzburg, la vejez no nos genera curiosidad, ni siquiera cuando envejecemos, avanzamos hacia una muchedumbre gris, podemos convertirnos en “chatarra abandonada” o bien en unas “ruinas gloriosas”; como sea, no hay una imaginación de la vejez. Con suerte unos estereotipos lisos, unas promesas de serenidad y sabiduría –y que le creo a Ginzburg al describir su propia vejez– nunca llegan. Tampoco se buscan, “nunca hemos amado la serenidad y la sabiduría, y en cambio siempre hemos amado la sed y la fiebre, las búsquedas inquietas y los errores”. Pienso: eso es precisamente lo que más temo de envejecer, ser exactamente la misma que ahora. Tener los mismos miedos, la misma falta de serenidad. Hoy debo escribir sobre la vejez y la muerte. Y puedo decir casi lo mismo que escribí antes: sospecho que se tiene la misma edad toda la vida. Que la vida se corta en el momento 95
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en que se intuye que ésta es una casualidad sin ningún fundamento ni justificación. Momento en que se toma una decisión existencial, ese vacío se cubre con dioses y razones de cualquier orden, o se teme para siempre, o bien se asume que es justamente ese azar lo más precioso de vivir. Marguerite Duras dijo que envejeció a los dieciocho, mientras que San Agustín escribió que habría preferido nacer a los siete años. Hay siempre una inadecuación entre la existencia y los llamados ciclos de la vida. Lo innegable es que envejecer implica ver el movimiento del mundo, la aparición de uno del que no se es parte del todo, pues fue en otro, distinto, en el que se invirtieron las fuerzas y se proyectaron los deseos. Quizás sea eso lo que entristezca a tantos viejos, y que, como píldora, la modernidad les ofrece –antes que un lugar– una prolongación de la juventud, la fantasía del sexo apoyada por químicos, y otros químicos para no deprimirse demasiado. “Viejos jóvenes”, sabiduría y serenidad no son las únicas imágenes que ofrecemos a la vejez; también hablamos de ella a partir de la subsistencia económica, la jubilación y la precariedad. Pero cada una de estas imágenes pueden derrumbarse frente a un dilema de vida, revelando el lugar preciso de la vejez en la cultura. Porque al igual que la infancia –aunque hablemos de niños y viejos– vivimos como si esos tiempos no existiesen, tal vez porque nos aburren por su falta de orgullo, o porque son profundamente enigmáticos dada su fragilidad y cercanía a la muerte. Al comienzo de la pandemia, que en el caso de Chile coincidió con la revuelta social, circuló en no pocas voces el llamado a que no debíamos frenar el proceso político bajo el argumento de que, al fin y al cabo, era simplemente un virus que afectaba a los viejos. Podíamos seguir 96
Todo lo que tengo que decir | Constanza Michelson (Chile)
disputando la dignidad (de la vejez incluso), asumiendo que unos cuantos ancianos murieran. De todas maneras, esas mismas voces cambiaron de opinión rápidamente cuando se asomó la magnitud de la catástrofe. Y el discurso viró: cuidarse para cuidar a los más frágiles. Incluso se dijo que el costo económico del confinamiento para los jóvenes, era el mayor traspaso de valor de una generación a otra. Pero ese regalo, el “traspaso de valor”, no podía ser infinito. Desde la racionalidad económica que, con muy poca imaginación, opone economía y vida; el sistema sanitario y el “dilema de la última cama”; así comola gestión de la vida a partir de la perspectiva de la especie, aparece la disyuntiva acerca de qué vidas preservar, luego, la vejez cae de los imaginarios que la envuelven en tiempos de bonanza. Para el campo de las cifras, “vejez” se vuelve una zona de sacrificio. “Vejez” es el lugar del corte para definir las prioridades en los esfuerzos médicos, y es también, en el discurso diario de las cifras de fallecidos, una insistencia para mantener la calma: “solo murieron adultos mayores”. Sin embargo, y esto es bastante insólito, los viejos –siempre hablados por otros (incluso ellos mismos pueden hablar de sí, a partir de esos clichés)– empezaron a tomar la palabra, no cualquiera, sino respecto a su relación a la vida y a la muerte. El periodista, premio nacional, Abraham Santibañez escribió hace algunos días una carta al diario, declarando públicamente que en caso de necesitar un ventilador mecánico cedía el suyo de requerirlo alguien más joven. Conminó a otros a hacer lo mismo, como un código de honor del mundo al que seguramente perteneció y hoy nos resulta inédito. Otros, todos varones mayores, siguieron su ejemplo. Mien97
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tras que otras voces, esta vez incluidas mujeres, pusieron el grito en el cielo. ¿Cómo es eso de que sus vidas ya claudicaron o valen menos que la de los jóvenes? ¿Por qué 65 y no 61 o 72 es el número que indica ceder la prioridad de atención médica? ¿Una vida debe ser protegida de acuerdo a su productividad, a cuántos años puede aun vivir?, ¿cuándo se considera que alguien vivió demasiado, o aun vale su deseo de vivir? La vejez se politizó. En Francia, se anunció que las medidas de cuarentena se levantarían a comienzos de mayo, salvo para los mayores de 65 años, quienes debieran quedar en confinamiento de manera indefinida. Lo que provocó una “revolución de las canas”, los mayores reclamaron que si bien son los más vulnerables, no son quienes más contagian, ¿por qué deberían entonces estar solamente ellos aislados? La psicóloga y escritora, Marie Hennezel escribió en Le Figaro que se trata de una barrera injusta, arbitraria y discriminatoria y llamó al debate ético. Macron debió rebajar la medida a “sugerencia”, salvo para los ancianos que viven en hogares o tienen mal estado de salud. Por su parte, la escritora argentina María Moreno, hizo una defensa de la ética de la despedida. La vejez, considerada la clase pasiva, dice, nunca es tal: “no hay soberanía en la vejez, pero si no se ha perdido la cabeza, existe la posibilidad de elegir. Ah no se trata, por supuesto, de la gran elección sartreana como compromiso con la libertad, pero sí la de gestionar el día a día de cómo se quiere vivir en lo que queda por vivir”. Por mi parte escucho hijos quejarse de que sus padres viejos desobedecen, que se escapan a escondidas, a pedirle un cigarrillo a la vecina, a visitar al nieto nuevo; y esos hijos 98
Todo lo que tengo que decir | Constanza Michelson (Chile)
saben secretamente, por más que los sermoneen, que no les harán caso. Algunos se enfurecen, otros hacen un pacto tácito con sus padres y abuelos y los dejan elegir, aunque hagan como si no. Y vuelvo a Ginzburg: si envejecer es un camino lento a una zona gris, se perderían todos los lazos con el presente si no fuera porque seguimos enredados en las intrincadas y dolorosas tramas del amor. “Vejez”, es algo que puede gestionar la racionalidad de las políticas públicas, pero cada anciano o anciana es un misterio, una voz que es quizás la misma de sus 20 o de sus 50; esa es la imagen más conmovedora que puedo tener sobre la vejez. Hoy esos cuerpos dicen cosas, que no coincide con las cifras mudas, ni los estereotipos en su nombre. Su aparición en el campo público es lo que entiendo por posibilidad política. Podría cerrar este artículo exactamente como terminé aquella sobre la vejez y sexo, con las palabras de una anciana, Marguerite Duras dos años antes de su muerte. Escribió a Yann, su amante homosexual cuarenta años menor que ella: “¿Para aliviar la vida? Nadie lo sabe. Hay que intentar vivir. No hay que precipitarse en la muerte. Eso es todo. Eso es todo lo que tengo que decir”.
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Dispositivos
La fuerza de la palabra Dispositivo gratuito de escucha y contención para las y los agentes de la salud que se encuentran trabajando en la emergencia por el COVID-19 A. Becce, M. Castrillejo, D. Rendelstein, T. Grieco
Aldo Becce, Mariela Castrillejo, Diana Rendelstein, Tomás Grieco
S
omos un equipo de psicólogos argentinos que se encuentra replicando dentro del país un proyecto surgido en Italia a raíz del avance de la pandemia por el Coronavirus (COVID-19). “La fuerza de la palabra” es un dispositivo implementado por Jonas Italia, una asociación sin fines de lucro que nació en el 2003 respondiendo a un proyecto de Massimo Recalcati: llevar el psicoanálisis a lo social y a escuchar el sufrimiento contemporáneo. Jonas Italia está compuesta por 33 sedes diseminadas en toda Italia. Su presidente, el Lic. Aldo Becce, la Lic. Mariela Castrillejo y el Lic. Andrea Panico pertenecientes a Jonas Italia, donde el proyecto demostró su eficacia, trabajan junto al equipo de profesionales argentinos. “La fuerza de la palabra” es un dispositivo online de escucha y contención gratuita destinado a todas y todos los agentes de salud que se encuentren trabajando en la emergencia por el COVID-19. Actualmente, el equipo está conformado por 18 profesionales con formación en psicología 103
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
clínica, con la coordinación de la Lic. Diana Rendelstein, el Lic. Tomás Grieco y el Dr. Luciano Lutereau. Trabajamos en conjunto día a día junto a los colegas Italianos en constante intercambio y capacitación. El dispositivo funciona mediante modalidad online, a través del uso de medios de comunicación virtual elegida por los consultantes, y en función del cumplimiento con el aislamiento obligatorio decretado por el Gobierno de la República Argentina. No se propone un tratamiento psicoterapéutico, sino un dispositivo de atención y contención psicológica en un contexto específico. El nivel de exposición propio de la tarea de los agentes de salud en el marco de la emergencia sanitaria, lleva inevitablemente a sentimientos de ansiedad y angustia producto de la incertidumbre por la crisis, el dolor de quienes padecen la enfermedad y el temor al propio contagio. Es en este marco y durante el lapso de duración del mismo, que se ofrece el dispositivo de atención. Es gratuito, ya que surge de la vocación del equipo por ofrecer su competencia profesional para acompañar a los agentes de salud en este difícil contexto. El encuadre del proyecto es definido a partir de la demanda de los propios consultantes. En este sentido, se propone una primera conversación con la institución, servicio o profesionales que realicen la consulta, en el cual los mismos puedan formular sus preocupaciones y necesidades. Una vez explicitada la demanda, se especifican de manera conjunta los distintos aspectos del encuadre, a saber: el tiempo de duración de los encuentros, la frecuencia de los mismos, si su modalidad será individual o grupal, entre otros. 104
La fuerza de la palabra | A. Becce, M. Castrillejo, D. Rendelstein, T. Grieco
El proyecto ofrece atención psicológica individual a los consultantes que así lo soliciten. En caso de realizarse una solicitud, la coordinación realiza una breve admisión online, con el objetivo de poder realizar una derivación con uno de los profesionales del equipo. El objetivo de la admisión es el de poder seleccionar un profesional acorde a las necesidades del consultante. El profesional seleccionado es asignado desde ese momento en la atención y seguimiento de quien ha realizado la consulta, en el caso de que éste así lo avale. También ofrecemos la posibilidad de realizar encuentros grupales, en función de las inquietudes y necesidades del grupo o servicio consultantes. El objetivo de este espacio es el de posibilitar el intercambio entre sus miembros, permitiendo así poner a trabajar la angustia y los conflictos circulantes y latentes. El grupo de trabajo es coordinado por dos profesionales del dispositivo de “La fuerza de la palabra” que son asignados para tal fin. “Se hace camino al andar”1 es la esencia de nuestro trabajo cotidiano. Todos y todas estamos viviendo una situación inédita, inesperada, a nivel local, a nivel mundial. Del mismo modo que la situación su dinamismo demuestra, el proyecto también se transforma, muta, cambia, se aggiorna, actualiza. A lo largo de estas semanas, desde que comenzó la pandemia, la cuarentena obligatoria, hemos armado encuentros de estudio semanales, asistimos a diversas capacitaciones online, supervisiones de ser necesarias y un constante compartir en el equipo la información diaria de las consultas y sus efectos. 1. Machado, A. (1912). “Poema XXIX”. En Campos de Castilla, Proverbios y Cantares. Ediciones Cátedra: Madrid, 2006.
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El deseo en cuarentena | Imago Agenda
Consideramos fundamental estar en constante comunicación con el equipo. Ofrecer el espacio para escucharnos: no solamente quienes consultan están movilizados. Creemos de suma importancia ofrecer un espacio, un lugar, que también funcione, para nosotros, como sostén. Mientras los días transcurren, llegan más o menos consultas diarias, hemos propuesto la idea: estamos en “guardia”. A la espera del llamado, el pedido. En el grupo, estamos en el “office”: tomando mate, conversando, conociéndonos, compartiendo ideas, información, material de estudio. En la espera estudiamos la obra de Massimo Recalcati, iniciando con ¿Qué queda del Padre?2 Con cada día que pasa, vamos conformando el equipo. En conjunto con Jonas Italia, hemos armado un flyer que ha circulado por lugares diversos, trascendido fronteras. Nos han llegado consultas individuales, no sólo de agentes de salud, también de sus familias. A su vez, pedidos para poder alojar la demanda de trabajadores de distintas instituciones. Nos consultaron de distintas provincias, como también de países vecinos y otros más lejanos. Esto último nos ha permitido escuchar diversas experiencias frente a la urgencia. Las mismas nos enriquecen y nos permiten, a su vez, ayudar, cada vez mejor, en nuevas consultas. Aprendemos nosotros también, sobre distintos modos de cuidado, de organización, los distintos sectores de los sanatorios, clínicas, hospitales, centros de salud como también sugerencias, no solo para los profesionales que allí se encuentran, también recomendaciones para la comunidad. 2. Recalcati, M. (2011). ¿Qué queda del Padre? La paternidad en la época hipermoderna. Xoroi Edicions: Barcelona, 2015.
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La fuerza de la palabra | A. Becce, M. Castrillejo, D. Rendelstein, T. Grieco
Solemos, a diario, compartir junto a nuestros colegas italianos las distintas consultas y experiencias. Siempre cuidando la intimidad del consultante, su identidad, nuestro secreto profesional. Los temas son recurrentes. Los motivos de consulta, similares: El temor de contagiar un familiar. Tener que tomar una decisión: aislarse o no. El miedo a lo asintomático y el efecto que eso puede tener. El miedo a separarse y no poder volver a reencontrarse. La imposibilidad de una despedida. La institución hospitalaria en crisis: desorden en los espacios de trabajo, malestar entre compañeras y compañeros, falta de calma, stress, cansancio y tensión. Conflictos entre los agentes de salud que, si bien ya estaban presentes antes del surgimiento de la pandemia, recrudecen con ésta y amenazan con que la tarea se imposibilite. La incertidumbre constante. La falta de información. La sobreinformación. La información mediática falsa. El pánico instalado. El contagio del pánico, imposibilitando intervenciones claras. La angustia desbordada. También el insomnio, la angustia que comienza a interrumpir el sueño. La dificultad ante la identificación a la enfermedad, el temor a que cualquiera la pueda contraer. El virus desconocido que provoca una evolución incomprensible de la enfermedad. Arrasada la disociación que los agentes de salud logran en su trabajo cotidiano, la falta de recursos psíquicos y el acompañamiento de otros para afrontarlo. También, la sensación de impotencia que genera el avance de la pandemia: lo exponencial del contagio y su potencial 107
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
de mortalidad inevitablemente confronta a los agentes de salud con la sensación de no estar haciendo lo suficiente. Por eso resulta fundamental transmitirles que es probable que se encuentren frente a situaciones en las que podrán hacer poco, pero que ese poco es fundamental. Hacer a un costado la exigencia superyoica muchas veces presente en la formación profesional: la de la obligación de sanar. Cuando el sostén y el acompañamiento frente al padecimiento pueden resultar insuficientes para el agente de salud, pero resultan esenciales para el paciente. Esto resulta válido también para los propios profesionales que ofrecemos la escucha: el sólo hecho de poder ofrecer el dispositivo para que los agentes de la salud puedan conversar con alguien, genera de por sí un efecto de alivio, de restitución subjetiva frente a lo arrasador de la emergencia sanitaria. Por lo demás, la acción frenética del trabajo en emergencias o terapia intensiva expone a los profesionales al peligro: el Covid-19 conlleva como pocas enfermedades el riesgo al contagio del agente de salud. La consecuencia entonces es que el agente de salud se transforme en un agente de enfermedad. Por esto, en este contexto resulta de suma importancia poder transmitir algo tan simple como necesario: para cuidar a otros es necesario cuidarse a uno mismo. En Italia, ante el desborde sanitario, la falta de camas, de insumos, de respiradores, llevaba a los profesionales a elecciones dramáticas: decidir quién “merecería” vivir. Convivir después con el peso insoportable de estas decisiones. La intervención en estos casos del psicólogo, respondía a la lógica que en tiempos excepcionales, se deben tomar decisiones excepcionales. 108
La fuerza de la palabra | A. Becce, M. Castrillejo, D. Rendelstein, T. Grieco
En Argentina, el temor a lo que supuestamente está por venir, el alivio cuando parece no llegar. La espera en la angustia. Alerta constante de una catástrofe anunciada que no llega. Para los y las agentes de salud que se encuentran en la primera línea de emergencia, la luz al final del túnel pareciera no llegar a verse. Nuestro mensaje es: no es tan importante la luz, sino más bien el camino, el túnel a recorrer. En algún momento llegará. Sabemos que no es fácil. Que sepan que no están solos. Creemos en la fuerza del trabajo en comunidad: la fuerza de la palabra, la forza della parola. En tanto equipo italo-argentino, nos ofrecemos a todos ellas y ellos, en lo que creemos y sabemos hacer: escuchar, sostener y cuidar. Para finalizar, queremos agradecer a todo el equipo de la Fuerza de la Palabra aquí en Argentina por querer ser parte y donar su tiempo para compartir el proyecto.3 Y por supuesto, también, a tutta l’equipe della Forza della Parola e a Jonas Italia per la loro generosità e fiducia.
3. Andrea Panico; Camila Fabiano; Cecilia Rossi; Clarisa Moya; Elisa Gallarino; Emilio Malagrino; Ezequiel Nepomiachi; Francesca Tosarini; Iara Trujillo; Leticia Arlenghi, Lucia Becce; Lucrecia Conti; Maria Eugenia Rubio; Melisa Jordán; Mercedes Membibre; Micaela Bleicher; Natalia Fellipelli; Sandra Zampaloni.
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Ciberanálisis El dispositivo analítico en tiempos de coronavirus
Pablo D. Muñoz
¿P
sicoanálisis a distancia? Cuando hace unos años rechacé sin titubear la invitación a incorporarme al staff de “analistas on line” de vaya a saber qué organización, jamás hubiera imaginado que una década después estaría escribiendo estas líneas interrogando las condiciones de posibilidad del dispositivo analítico no presencial, interpelado por el encierro y aislamiento total y obligatorio al que nos fuerza una pandemia producto de un nuevo virus tremendamente contagioso. Lo escribo, lo leo y vuelvo a leer, y sigo sin creer. En este tiempo en que se ha vuelto incómodo que el prójimo respire más o menos cerca nuestro, preguntar si existe psicoanálisis on line podría sonar casi banal. En efecto, la trágica realidad impone su respuesta. Existe y punto. Hoy no hay otra opción. El interrogante, pues, se desplaza al cómo. Responderlo requiere volver sobre algunos principios básicos del psicoanálisis entendido en su carácter trifásico: como discurso, como práctica y como modelo teórico. Propongo tomar como hilo de Ariadna dos preguntas formuladas por Lacan en diversos momentos de su enseñanza: 111
El deseo en cuarentena | Imago Agenda
¿qué es el psicoanálisis? y ¿qué es la clínica psicoanalítica? Para evaluar si las respuestas dadas oportunamente deberían ser adaptadas a esta nueva realidad, es ineludible hacerlo en los términos y con los conceptos con los que se plantearon originalmente, tales como sujeto, Otro, real, cuerpo y decir.
El psicoanálisis ante la pandemia En El Seminario 11 Lacan se pregunta “¿Qué es el psicoanálisis?”1. Y la modula con otra que, a su vez, constituye su respuesta: “¿cuáles son los fundamentos, en el sentido lato del término, del psicoanálisis? Lo cual quiere decir: ¿qué lo funda como praxis?”2 (itálicas del original). El término fundamento tiene más de un sentido, es tanto el principio u origen en que se asienta una cosa, su motivo o razón principal, como el fondo o trama de un tejido. Se deduce, entonces, que cuando define el psicoanálisis como praxis, ubica sus fundamentos en los conceptos que, en ese sentido, califica de fundamentales: los conceptos fundan el psicoanálisis como una praxis. Teoría y práctica conforman un entramado inseparable denominado praxis. El psicoanálisis no es, pues, una teoría de la que deriva una práctica, es decir un conjunto de enunciados falsables empíricamente, sino la teoría de una práctica: la relación teoría-práctica en nuestro campo es una relación de no-aplicación, no es una 1. Lacan, J. (1964/1973). El Seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, p. 11. 2. Ibíd., 14.
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relación de conocimiento. De allí que luego lo defina como discurso. ¿Y qué es una praxis?: “Es el término más amplio para designar una acción concertada por el hombre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico”3. Cabe aclarar aquí, para despejar algunas confusiones, que Lacan caracteriza lo real como imposible lógico y no como un fenómeno. El real que interesa al psicoanálisis proviene de la lógica y no de ningún realismo que lo conciba como ser, ente o fenómeno independiente y objetivo. A esta función de lo imposible “hay que abordarla con prudencia, como toda función que se presenta en forma negativa”4. Advertencia que entraña “no tomarla por el lado de la negación” pues lo imposible no es el negativo de lo posible: “tendremos que definir lo real como lo imposible [en tanto] lo real es el tropiezo, el hecho de que las cosas no se acomodan de inmediato, como querría la mano que se extiende hacia los objetos exteriores”. Se recorta la categoría de lo real como imposible lógico, no vivencia o experiencia. En consecuencia, no se está afirmando que la invasión mundial del virus que cambió nuestras vidas de un día para otro no sea un real, puede que lo sea pero si lo es, no interesa al psicoanálisis o, al menos, este no tiene nada que hacer con él. En cambio, le atañen, sí, sus consecuencias subjetivas. Cabe aclarar que el imposible lógico tiene un extenso desarrollo en la enseñanza de Lacan que excede este trabajo, solo me limito a recordar que es tomado como un imposible interno al sistema significante (no algo exterior, 3. Ibíd. 4. Ibid., 174-75.
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El deseo en cuarentena | Imago Agenda
biológico, material o epidemiológico). Como todo sistema significante, tiene un punto de impasse que ha de ser solucionado mediante otro sistema diferente de él. Por ejemplo para solucionar las paradojas de los números complejos es preciso recurrir a los números enteros, de modo que ningún sistema se garantiza a sí mismo. A esto llama imposible. A la vez, creo conveniente señalarlo pues se pasa por alto, en sus primeros años Lacan concebía lo real como externo a la palabra, exterior al significante y por ello inaccesible en la experiencia analítica.5 Concepción que luego abandona pues lo que nos interesa es el real efecto del significante, efecto de un sistema que no logra reabsorberlo, dominarlo y escapa a su alcance. En suma, un real intrínseco al sistema significante, tratable por y en la experiencia analítica. ¿Y cuál es el término por excelencia que encaja allí? Para Lacan se trata del síntoma, según sus conocidas definiciones: “llamo síntoma a lo que viene de lo real”6 y “el síntoma […] se produce en el campo de lo real”7. Si se sigue el razonamiento, la praxis analítica encuentra su fundamento en ese exceso de sufrimiento que llamamos síntoma y que supone división y conflicto, donde lo real propio del psicoanálisis se plantea como ley de repetición cuyo dispositivo de base es la pulsión. Esto permite considerar el vínculo entre lo real como lugar de lo imposible, con 5. Al respecto cf. Muñoz, P. (2018). Psicopatología. En los desfiladeros del psicoanálisis. Córdoba: Brujas. Cap. VIII: “Los tres órdenes: lo simbólico, lo imaginario y lo real”, especialmente p. 213 en adelante. 6. Lacan, J. (1975/1988). La tercera. En Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial, p. 84. 7. Lacan, J. (1974-75). El Seminario. Libro 22: R.S.I., inédito, clase del 10/12/74.
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la Befriedigung del sujeto alcanzada a través de la pulsión. Entonces, lo real –de donde viene el síntoma o donde se produce– es el modo particular en que cada uno tropieza con la contingencia que estamos atravesando universalmente. Síntoma que será producido en el análisis, en su singularidad, como resultado del trabajo entre analista y analizante. Desde este ángulo, no estamos ante un nuevo real de esta época que nos obliga a repensar todas las categorías del psicoanálisis, sino frente a una coyuntura que exacerba algunos efectos subjetivos que de nuevo tienen poco y a partir de la cual se evidencian aún más las estructuras que habitamos. El prójimo, cuya proximidad se ha vuelto intimidante a punto de abolir toda intimidad, siempre fue maligno, nocivo, empero “habita también en mí mismo”8, pues “¿qué me es más próximo [prochaine] que ese prójimo [prochaine]?” –se pregunta Lacan. La estructura de dialéctica imaginaria que entraña esta referencia no se ve alterada por la pandemización de la presencia virulenta del semejante. Es cierto que el Otro social se percibe amenazante, pero lo nuevo es el contenido de su amenaza. El contexto de la pregunta ¿qué soy para el Otro? ¿qué me quiere? pudo haber variado contingentemente, no obstante, la interpelación que impone y ante la cual el sujeto dividido se constituye 8. Lacan, J. (1959-60/1995). El Seminario. Libro 7: La ética del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, p. 225. Lo cual nos remite al Lacan psiquiatra y sus primeras referencias al mal vía el kakon griego a partir de su experiencia con la paranoia. Para profundizar en este tema cf. Muñoz, P. (2009). La invención lacaniana del pasaje al acto. De la psiquiatría al psicoanálisis. Buenos Aires: Manantial, cap. V.
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como respuesta no es en absoluto nueva. Son los agujeros en dichas estructuras los que se han vuelto muy patentes estos días, siendo la fuente primordial de dicha interpelación. Se muestran en la impotencia de los gobiernos, tanto locales como de los grandes Amos del mundo pretendidos garantes del orden internacional. Chocamos con la carencia de soluciones adecuadas, a destiempo, infectadas de ideologías baratas, sobreactuando medidas rápidas de impacto mediático pero dudosa eficacia. Hay de todo como en botica. Situación que denuncia lo que Lacan escribió: Ⱥ, que no hay Otro del Otro. Ausencia de garantía que hoy palpamos muy directamente y nos hunde en la incertidumbre. Esta falta en el Otro es la versión lacaniana de lo que Freud llamó castración, que motiva la angustia generalizada que se escucha hoy con frecuencia. Es a partir de estos ejes que podremos cernir el real en juego para cada paciente, identificando las coordenadas particulares con que puede tramitar el malestar que la pandemia, el aislamiento social y el encierro le acarrea. Esto será oportunidad para interrogar, como siempre se hace en el análisis, su lazo al Otro y sus respuestas ante las inconsistencias de ese Otro, ineludibles. Lo único que ha variado hoy es que estas se muestran revestidas de nuevos temas que hacen a la “envoltura formal del síntoma”9, pero no alteradas en su estructura. En suma, no hace falta cambiar la teoría para enfrentar el estado actual de la práctica clínica.
9. Lacan, J. (1966/2008). De nuestros antecedentes. En Escritos 1. México: Siglo XXI, p. 74.
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Clínica de lo que se dice En la conferencia dictada para la Apertura de la Sección Clínica Lacan formula una pregunta en apariencia fácil: “¿Qué es la clínica psicoanalítica?”10. Si su factura impresiona sencilla, los vericuetos de la respuesta revela que no es tal: “No es complicado, la clínica tiene una base: es lo que se dice en un psicoanálisis”. Cabe subrayar que la respuesta no es directa según la fórmula “la clínica es...” sino que realiza un sutil deslizamiento, responde: “la clínica tiene una base” y esa base “es lo que se dice en un psicoanálisis”. En suma, lo que se dice no es la clínica sino su base. Lo cual desplaza el interrogante por el sentido de la palabra clínica. La clínica psicoanalítica está constituida por los dichos del analizante. Es lo que plantea la regla fundamental: que se diga. Que la clínica psicoanalítica tiene por base lo que se dice, significa que no es una clínica de la observación del padecimiento corporal, de la exploración médica del síntoma corporal. El ciberanálisis consuena bien con esta premisa. Empero, nos ocupamos del cuerpo relacionado con un sujeto que se manifiesta en la situación clínica en tanto que habla. ¿Qué lugar para el cuerpo en la práctica analítica hecha de palabras? El cuerpo es crucial, se cruza, se pone en cruz del modo y momento menos pensado. Y aquí se cruza interrogando la posibilidad de un ciberanálisis. La pregunta se modula: ¿hay clínica sin cuerpo presente? Allí mismo continúa Lacan diciendo: “En principio, uno se propone decir cualquier cosa, pero no desde cual10. Lacan, J. (19767/1981). Apertura de la sección clínica. En Revista Ornicar?, 3, p. 37.
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quier sitio: desde lo que por esta noche llamaré el diván (dire-vent) analítico. Este viento (vent) posee valor propio: cuando se criba (quand on vanne), hay cosas que echan a volar”. Si la base de la clínica es lo que se dice en un psicoanálisis, y se dice cualquier cosa a partir de lo que se denomina asociar libremente, ese decir no es sin consecuencias porque cuando el analizante trata de aplicar la regla, se equivoca, comete lapsus, emplea expresiones ambiguas del lenguaje o tiene un olvido. El resultado es una clínica depurada: pasa el viento, algo se vuela y algo queda. Los significantes se deslizan en la asociación y algunos de ellos van adquiriendo prevalencia, cierta dominancia en ese discurso: lo que queda después del viento, que separa la paja del trigo. Y a partir de esos significantes que pesan y se repiten, se advierte que no se trata de alguien que usa esos significantes para expresarle algo sino que es usado por el significante, incluso abusado... Lo que se dice en un psicoanálisis: definición lúcida aunque por sencilla a veces se la desluce. Esa misma fórmula criba pues vuela lo liviano y nos deja lo que pesa, lo que reviste importancia: los dichos del analizante y su decir de sujeto del inconsciente. Porque excluye el afectivismo (el afecto no es la base de la clínica psicoanalítica), porque excluye lo pre-verbal (no hay clínica sin palabras, sin que se diga), porque excluye lo a-verbal (no se trata la observación y tabulación de conductas). Tal como había planteado en L’étourdit: que el decir no quede olvidado tras lo que se dice (en lo que se escucha). En este sentido, “lo que se dice” enfatiza no el dicho sino el acto, que lo que sea se diga. Según estos desarrollos, “el sujeto [es lo] que se va diciendo en el 118
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análisis”11, esto es “lo” que se dice.12 Prosigue la definición: “en un psicoanálisis”. No en “el” psicoanálisis, ni en “todo” psicoanálisis... hay en ese “un”13 algo particular que atañe a cada caso, único como tal. Habrá o no clínica psicoanalítica cada vez. Nada de lo señalado hasta aquí objeta al ciberanálisis. Pero el viento (vent) es decir-viento, dire-vent, diván. ¿Qué nos quiere decir Lacan con ese juego de palabras? No se dice desde cualquier sitio (web) Hay una imagen social muy arraigada: la del analista en su sillón detrás del analizante recostado en el diván.14 Se dice desde el diván. ¿Por qué? Responde Lacan: “hay que clinicar. Es decir, acostarse. La clínica está siempre ligada a la cama: se va a ver a alguien acostado”.15 Califica sin más la clínica como el encuentro con el enfermo.16 Klínicos en 11. Lacan, J. (1964/1973). El Seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p. 279. 12. Sujeto: a distinguir de persona, individuo, paciente. 13. Este “un” entraña todo lo que implica un psicoanálisis desde las entrevistas preliminares, la entrada en análisis, la constitución de la transferencia, etc. 14. A contrapelo de los cientos de analistas que inundan las guardias y servicios de salud mental del país haciéndose cargo de todo y sin diván. Eso no les impide producir efectos subjetivos, efectos analíticos que no tienen nada que envidiar al consultorio de villa Freud. 15. Ibíd., 38. 16. Es conveniente señalar que Lacan ha dado otras definiciones a la pregunta ¿qué es la clínica? Una de ellas, devenida en aforismo: “es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos y el analista que teorice esos efectos” (la “y” se destaca adrede). Cf. Lacan, J. (1974-75). El Seminario. Libro 22: “R.S.I.”, clase del 10/12/74.
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griego designa al que visita al enfermo en la cama (kliné). En la historia de la medicina, el surgimiento de la clínica en el sentido moderno implica un cambio de posición del médico: antes, su principal función era ayudar a los enfermos según los ritos y pautas culturales, aunque tuviere que ayudarlo a morir. La cura como su función aparece posteriormente. De allí se suele concluir que la clínica es el redoblamiento conceptual de la experiencia pasada, definición opuesta a la comentada en este apartado. De este modo, esquemático, se ordena ese dos del psicoanalista: el que conduce la cura y el que la teoriza. Así se aclararía que la clínica es la conceptualización de la experiencia, pero no la experiencia misma. Este esquematismo, por cierto atractivo, no deja de asentarse en una lectura parcial que reposa en una doble operación de represión. Son dos las omisiones en juego: 1) contamos con al menos dos versiones de la cita en cuestión, 2) el contexto de la cita. No es posible extenderse demasiado aquí, sólo indico que sobre la primera omisión, la versión crítica del seminario (establecida por Ricardo E. Rodríquez Ponte a partir de dos fuentes: la versión M. Chollet y la versión J.-A. Miller) presenta en ese tramo del texto un desacuerdo entre ambas. La versión Chollet reza: “es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos es el analista que, a esos efectos, los teoriza”. El problema de traducción radica en la homofonía de los términos franceses “est” y “et”: “es” (presente del verbo ser) e “y” (conjunción). La transcripción de Miller lee esa homofonía como “y”, no como “es”. Si bien incluso Ponte afirma que la versión Miller “es más coherente” en la medida en que la lee en acuerdo con la mención del analista como “al menos dos”, no puede dejar de verse que esa coherencia va en desmedro de la ambigüedad que la homofonía de la lengua francesa que habla Lacan comporta. Así se ha eliminado la ambigüedad introduciendo un corte entre “un” analista del “otro”. Si no la eliminamos el analista uno y el dos se ponen en continuidad: el analista para tener efectos es el analista que a esos efectos los teoriza. ¿Qué es primero? ¿Los efectos o la teoría? Se enrarece la tajante división, un analista y el otro aparecen en una relación moebiana. La temporalidad cronológica y lineal se ve subvertida: ya no está tan claro que primero es la práctica y luego la teoría.
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Con la clínica moderna la maniobra médica empezó a ser deducida de lo que indicaba el padecer establecido por lo que sucedía en la cama: el dato clínico. Desde ese ángulo, en la clínica psicoanalítica no se trata del enfermo postrado en la cama sino de lo que se dice en un psicoanálisis, desde el diván. El diván es entonces un elemento estructural que no responde necesariamente a ritos y costumbres sino a la estructura de la clínica psicoanalítica. ¿Está dentro de la técnica? Es cierto que es una indicación de Freud pero en términos técnicos no es tan fuerte como la asociación libre. Y cuando justifica su empleo lo hace en una cuestión estrictamente personal: prefiero –nos dice– no verle la cara a los pacientes, que no me estén mirando todo el tiempo cuando tengo que atender ocho horas por día, prefiero este otro dispositivo. ¿Qué es lo que se evita en esa puesta en diván del cuerpo? Es un error considerar que se excluye la mirada, pues ¿la pulsión escópica deja de operar durante la sesión cuando el analizante se recuesta? En absoluto. Aunque Freud dé una razón personal, pueden buscarse razones estructurales. El diván produce un efecto de alivio por exclusión no de la mirada o la pulsión escópica, sino de lo imaginario especular que está ligado a situaciones de control, rivalidad y tensión agresiva que se desatan automáticamente cuando alguien está frente al otro semejante. El diván es, pues, una herramienta con la que se cuenta para reducir lo especular que la experiencia conlleva (que gestos, muecas, movimientos etc., no velen lo que está más allá de la imagen). Aún más, hace que la atención de ambos, analista y analizante, se fije en torno al decir, más allá de las miradas y el supuesto diálogo. Se exalta así que se habla al Otro y del Otro. 121
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En este aspecto, el ciberanálisis facilita deponer la tensión imaginaria, funcionando como un diván virtualizado. En estas semanas de aislamiento algunos pacientes que hasta ese momento hacían diván prefirieron continuar las sesiones por vía telefónica, arguyendo que la videollamada los incomodaba. Otros, por el contrario, requirieron esto último, mostrando la necesidad de contar, si no con el cuerpo, al menos con su imagen en el vínculo con el analista. “Qué bueno verte” pudo decirme alguien. No hay aquí una norma técnica para recomendar sino la coyuntura de cada vínculo analítico según cada momento del análisis. No obstante, el diván entraña una cuestión insoslayable: “Es indudable –dice Lacan– que el hombre no piensa del mismo modo acostado o de pie, aunque solo fuera por el hecho de que en posición acostada hace muchas cosas, en particular el amor, y el amor lo arrastra a toda suerte de declaraciones”17. El cuerpo acostado en el diván, sucedáneo de la cama, introduce connotaciones sexuales. El acostarse, el lecho, tiene resonancias sexuales. El diván introduce en la escena analítica el lugar de la sexualidad pero como lugar vacío, lo cual involucra a la noción lacaniana de goce. Esto indica que no sólo se opera con lo que se dice sino que la experiencia analítica se localiza en la intersección entre la estructura significante y el cuerpo. Al respecto en La lógica del fantasma Lacan plantea que el sujeto “se sitúa en la juntura, o para decir mejor, la disjuntura del cuerpo y del goce”18. Formulación capital pues 17. Ibíd. 18. Lacan, J. (1966-67). El Seminario. Libro 14: La lógica del fantasma, clase del 7/06/67, inédito.
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delimita una topología del sujeto entre el goce y el cuerpo, en la juntura pero haciendo disjuntura, no coincidiendo con ninguno en honor a su estructura intervalar: entre. Al comienzo de la misma clase plantea que el objeto a es un residuo de la “juntura del sujeto con el cuerpo [y que] este a se presenta como cuerpo, pero no como total sino como caído, extraviado”. Resulta evidente en esta cita la misma lógica con que definió el lugar del sujeto: juntura y disjuntura a la vez, solo pensable a partir de la teoría matemática de conjuntos.19 Se trata, pues, de hallar una articulación lógica entre ese efecto de la marca del significante en el cuerpo, que es el sujeto, y el resto caído del cuerpo, el objeto a (cuya caída es efecto de esas marcas). Conviene puntualizar estas complejas articulaciones: el sujeto es efecto del encuentro y el desencuentro del cuerpo con el goce; la relación cuerpo-goce es relación de no-relación; el punto de encuentro y desencuentro a la vez como articulador, es el objeto a, que ha de considerarse en sus tres dimensiones: resto (de la operación de división del sujeto $), condición (determinismo) y causa (en tanto sustraído). 19. En teoría de conjuntos se denomina unión disjunta a la unión de dos o más conjuntos cuando estos son a su vez disjuntos entre sí. Un conjunto es la unión disjunta de otros dos si la unión de estos últimos da como resultado el primero, y además estos son disjuntos entre sí. Por ejemplo, el conjunto de los números naturales es la unión disjunta del conjunto de los números pares y el de los números impares. La unión de conjuntos no es disjunta en general. Por ejemplo, el conjunto de los números naturales es también la unión del conjunto de los números mayores que 1000 y el conjunto de los números menores que 2000, pero estos no son disjuntos ya que tienen elementos en común: todos los números entre 1001 y 1999.
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En función de estos desarrollos cabe interrogarse si el ciberanálisis es posible en relación con lo que pone en juego el diván. Dicho de otro modo: ¿hay clínica sin cama? El análisis no es una forma de amor cortés aunque algo de eso pueda figurarse en un psicoanálisis on line. Podría verse en esto una objeción fuerte al ciberanálisis: no hay práctica analítica sin cuerpo. Recuerdo la preocupación de un paciente que, desde el diván, manifestaba profunda incomodidad por el sonido emitido por sus tripas. Sonido que durante muchos años le impidió transitar por lugares públicos, como la universidad, o disfrutar de un encuentro social con amigos o con la familia de su pareja, debido a la vergüenza que le producía su cuerpo parlante, al que no podía acallar, ahora ante el analista. Ni qué mencionar el efecto sorpresa que le produjo escuchar el sonido de las tripas, pero de su analista: “¿Eso fue tuyo o mío?” –preguntó. Punto inaugural de la transferencia en el que por primera vez en ese análisis se “tocó” el cuerpo. ¿Cómo sustraer el encuentro entre ambos cuerpos? Así como Lacan ha enseñado que no hay clínica sin Otro porque no habría sujeto, ¿no hay clínica sin cuerpo? Está por verse aún si la situación que atravesamos hoy exigirá que un psicoanálisis, en toda su extensión e instancias, pueda llevarse a cabo in absentia o in effigie. Es conocida la respuesta de Freud. Por todo lo dicho, en mi opinión la solución a esta cuestión no provendrá únicamente de la teoría, no se responde de modo general sino en cada caso. Sin cuerpo presente ¿la experiencia se reduciría al puro juego significante, abstracta, sin encarnadura en el cuerpo, con un analista-telemarketer? Parafraseando el título de uno 124
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de sus trabajos, preguntamos: ¿Pueden los ciberanalistas ejercer el análisis? Si, pero… aun, encore, en corp, ¿no es una exigencia del análisis que lo virtual no logra sustituir? Se requiere aclarar de qué cuerpo hablamos en psicoanálisis. No se trata del cuerpo en su presencia, en su materialidad sino el cuerpo y sus marcas significantes ya que el “Otro es el cuerpo”20. La distancia física no impide, pues, que el cuerpo se vea tocado por el significante. Los cuerpos están aislados pero eso no es obstáculo para que haya discurso, es decir vínculo, lazo social. Ya desde hace años la tecnología ha hecho posible que se mantenga la relación analítica, que prosigamos de algún modo los “encuentros” mediante aplicaciones y plataformas diversas, con aquellos analizantes que viajan por temporadas extensas, e incluso que deciden mudarse lejos. En mi experiencia eso ha permitido continuar muchos tratamientos. No veo hoy algo diferente. En este sentido, el juego de palabras entre diván y decir-viento encierra una clave: la condición de un análisis no se juega en la presencia del sillón y el cuerpo que aloja sino en modos del decir, el del analizante y el del analista.
Es la política, estúpido La perspectiva desde la que se encaran estos interrogantes es esencial y, con seguridad, dividirá aguas. El escaso pero intenso tiempo que ha transcurrido desde la declaración de la pandemia y el confinamiento obligatorio, ha eviden20. Lacan, J. (1966-67). El Seminario. Libro 14: La lógica del fantasma, clase del 10/5/67, inédito.
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ciado que las mayores preocupaciones y las reflexiones más habituales de los colegas provienen del ámbito de la técnica psicoanalítica. El riesgo es caer en un manual de recomendaciones, protocolos a seguir, ritualizaciones de la práctica que ya se sabe qué han dado a lo largo de la historia del psicoanálisis y ni qué hablar desde otros modelos teóricos. Si conviene el llamado telefónico o el videollamado y en qué casos ha de aplicarse, si llama el analista o el analizante, desde su casa o consultorio, la duración de la llamada, el modo de pago, las inflexiones de la voz, qué pasa con los silencios extensos, si se interpretan los fadings de internet, qué aparato tecnológico conviene, qué hacer si el paciente dice que está angustiado, si se deja o no al gato pasar frente a la pantalla… Pueden ser dudas muy válidas, aunque su importancia depende de cómo se las contemple. En efecto, el psicoanálisis como toda práctica conlleva una técnica. El posfreudismo la reguló hasta en sus menores detalles, “obsesivizaron” su ejercicio y olvidaron con ello que toda técnica conlleva una ética. Así, terminaron por desplazar el marco analítico de ser un medio a ser un fin en sí mismo. Qué mal haríamos si de la actual situación solo sacásemos otro manualcito operativo. Lacan, advirtiéndolo, desregula al máximo el marco y desplaza la responsabilidad de la praxis sobre el analista: “es por el lado del analista por donde pretendíamos abordar nuestro tema”21. Esa desregulación afecta todo lo relativo al marco analítico: el tipo de intervenciones, interpretaciones, cortes, duración de sesión, su número, el manejo del dinero, etc. Táctica-estrategia21. Lacan, J. (1958/2008). La dirección de la cura y los principios de su poder. En Escritos 2. México: Siglo XXI, p. 559.
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política es una respuesta con fundamento de doctrina a esa regulación de la técnica subrayando como determinante el registro de la ética, en la que se articulan de otro modo medios y fin. La abundancia de metáforas bélicas empleadas para referirse al virus y la pandemia –a mi modo de ver poco felices a la hora de tratar asuntos de salud pública y mental– me hizo recordar esta referencia de Lacan. Dicha tríada corresponde a la teoría de la guerra desarrollada por Karl von Clausewitz en Sobre la guerra, interesado en teorizar el punto en el que en ella no hay cómo hacer coincidir los medios con el fin ya que son totalmente intercambiables. Vale decir, la manera en que se gana una guerra no dice nada de la manera por la cual se puede ganar otra. Referencia valiosa para Lacan pues permite discutir cómo es posible inventar un método de acción (en la cura) justamente cuando la situación es cada vez diferente. Clausewitz dice algo que ilustra muy bien lo que plantea Lacan sobre el marco analítico: cualquier formalización en la guerra de algo que implique repetición, constituye el peor peligro. Y es con esa imposibilidad de tener un protocolo universal con lo que tropieza la teoría psicoanalítica y se convierte en un pantano para el posfreudismo (y cierto lacanismo). El trípode bélico apunta a orientarse allí sin empantanarse. Esto, a mi juicio, ha de tomarse como un principio rector aún en tiempos de ciberanálisis. La táctica designa un sistema empleado para hacer algo, es la manera calculada de conducirse para el logro de un fin. Responde a la pregunta por ¿qué hago? con la que nos interpela la experiencia cada vez y también hoy en esta coyuntura. Pero no ha de soslayarse que Lacan no responde a esto con 127
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un registro de intervenciones adecuadas según cada etapa del análisis, sino con lo que llama “máximo de libertad”. El analista elige sin restricción su intervención. Elegir no volitivo ni racional, sino marcado la más de las veces como un acontecimiento imprevisto, incluso a veces para él mismo que se sorprende por el efecto de una intervención sobre el texto de la asociación libre del analizante, habiendo escuchado aquello que nunca conjeturó. Temporalidad del instante de ver que nos evoca la metáfora freudiana del león que salta solo una vez. Grado máximo de libertad que se ve menoscabado en el nivel siguiente, el de la estrategia, el del manejo de la transferencia. Estos dos niveles de la técnica, de los medios, están supeditados a un factor determinante por excelencia, que ya no es técnico sino ético, donde no se trata ya de medios sino de fines. El de la política, que responde al ¿para qué, con qué fin? “El analista es aún menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en situarse por su carencia de ser que por su ser”22. La política es de la falta-en-ser que concierne el registro de lo real. Esto involucra los fines del análisis: el fin del análisis, la salida, pero también la finalidad. El analista aquí paga ya no con palabras ni su persona: “tiene que pagar con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo, para mezclarse en una acción que va al corazón del ser”23. El analista carece de ser, suelta las amarras del ser, no se trata de alguien agitado por el inconsciente, pues en el análisis hay disparidad subjetiva y no intersubjetividad. Carencia de ser, destitución subjetiva, pues no es el sujeto del análisis, 22. Ibid., 563. 23. Ibid., 561.
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que no implica renunciar a una posición deseante: el deseo del analista. Si bien este no es un concepto establecido a la altura de este escrito sino posteriormente, cabe incluirlo en este nivel de la política en la medida en que el deseo del analista concierne a la ética del análisis. Pues no es el deseo de un sujeto fijado en el fantasma sino el deseo de una posición o función. Ese juicio más íntimo que es el pago del analista le permite mezclarse en una acción que apunta al corazón del ser, es decir que es la condición de su operación en términos de orientación de la dirección de la cura, en el sentido de su finalidad, a dónde la conducirá en cada caso. Límites éticos indeclinables que restringen la libertad del analista en el nivel táctico y en el estratégico. Para la dirección de la cibercura y los principios de su poder, estas son las condiciones de posibilidad y exigencias éticas que valen, como para todo análisis, on line u off line.
Una apuesta final Veo venir las nuevas consignas de esta época, que cada tanto se nos proponen para revisar y repensar todo el psicoanálisis: su teoría, su práctica, con nuevos términos, nuevas patologías, nuevas subjetividades. ¿Se tratará ahora de adaptar el dispositivo a la Matrix? La interpretación, la transferencia, el acto. ¿Qué nuevas patologías nos dibujarán? ¿Y qué nuevos goces? ¿La clínica del goce on line? Apuesta que perdería gustoso. La mía es otra. Que también toma como intimación la famosa frase de Lacan: “Mejor pues que renuncie quien no 129
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pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”24. Repetida como un latiguillo y convertida en estribillo pertinaz y estereotipado abona la tesis de que sus últimos desarrollos, superadores de los anteriores, producen nuevos términos que se ajustan mejor a la actualidad de la época. Un psicoanálisis actualizado, reformateado en su disco duro. Así entendida la formulación de Lacan opera como imagen ideal de un analista a la altura. A mi juicio, se trata de otra cosa: que renuncie quien no pueda “unir” –con la significación de reunirse o confluir– en su horizonte con la subjetividad de su época, en el sentido de darse cita con esta, de hacerla coincidir con su horizonte. Sin ninguna idealización ni superación. Es conveniente leer cómo prosigue la cita original, que abre otro juego de sentidos: “que conozca bien la espira a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel”. Si algo convendría que un psicoanalista conozca, si respecto de algo convendría que se reúna o confluya o se dé cita o esté al tanto, sería sobre la espira (cada una de las vueltas de una espiral) a la que su época lo arrastra, o sea, sobre el lugar al que es llevado, conminado por la época, muy distinto de situarse volitiva y sabiamente a una altura correcta. Esta aclaración es clave pues permite acentuar, primero, que el analista no está a la altura de la época –como se suele citar mal esta frase– por su acción, su interés, su formación actualizada; y segundo, el lugar al que es llevado es lo que debe poder leer antes que nuevos saberes iluminados y teorías psicopatologizantes sobre nuevas subjetividades. La cita termina: “en la obra continuada de Babel”, es decir 24. Lacan, J. (1953/2008). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. En Escritos 1. México: Siglo XXI, p. 308.
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que la época lo arrastra por los malentendidos que resultan del problema estructural de siempre: Babel, la dispersión de lenguas que hace imposible para el psicoanálisis el ideal de que hablemos todos la misma lengua25, una transmisión integral sin resto, una comunicación transparente, sin malentendidos ni equívocos.26 Lo cual empalma con el concepto de sujeto, esa subversión que lleva a cabo Lacan, descentramiento del ego que hace del sujeto del psicoanálisis descentrado, ex-céntrico. Lacan se ha ocupado poco de caracterizar la época pero una de las escasas oportunidades que lo hace toma una perspectiva muy distinta. En El Seminario 11 plantea: “La ciencia, con el acento puesto en ese La y no en la palabra ciencia. La ciencia, en la que estamos atrapados todos, que forma el contexto de la acción de todos en esta época en que vivimos, y de la que tampoco puede librarse el psicoanalista ya que también forma parte de sus condiciones, es La ciencia, esa misma”27. Su caracterización de la época responde a otro argumento que el de la caída de las figuras clásicas de auto25. Este argumento ha de ser tenido en cuenta a la hora de considerar las razones por las que Lacan propone dos nuevos términos al psicoanálisis: parl’être y l’une-bévue. Respecto de lo cual no podré ocuparme aquí. 26. Babel es el nombre hebreo dado a la ciudad de Babilonia donde se llevó a cabo un intento infructuoso de erigir una torre de altura suficiente para alcanzar el cielo: la célebre torre de Babel. El nombre deriva probablemente del acadio Bab-il (“Puerta de Dios”), pero de acuerdo con el relato bíblico, el nombre de la ciudad derivaría del verbo hebreo balbál (“confundir”), puesto que allí sería donde Dios confundiera las lenguas de los hombres para que ya no pudieran comunicarse entre sí para construir la torre. 27. Lacan, J. (1964/1987). El Seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, p. 239.
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ridad e ideales reguladores de los lazos sociales (algunos ya están pensando que hoy esto se ve más claro), aparece ligada a la historia del surgimiento de la ciencia con Descartes; el psicoanálisis surge en una época singularizada por el hecho de estar determinada por la ciencia. Si el sujeto sobre el que este opera es efecto de la presencia del discurso de la ciencia, esta es condición del psicoanálisis. En ese sentido, se abre la posibilidad de pensar de otro modo ese horizonte de la subjetividad de nuestra época siguiendo la vía que toma Lacan a contrapelo de las modas que regulan el psicoanálisis en la actualidad. Y a partir de ello, la apelación a que renuncie el psicoanalista que es llevado sin darse cuenta al lugar que la época le otorga, quizá tenga que ver con el lugar al que la ciencia (no toda sino en su modelo positivista y empirista) pretende llevarlo: el de los vientos de la urgencia que lo arrastran a responder con velocidad y eficacia medible, la misma que detentan con orgullo las TCC (sometidas a ese modelo). Justamente por desconocer esta caracterización de la época se corre el riesgo de actuar irreflexivamente ese lugar –al modo de un acting out–, con la sesión ultra-breve, el amontonamiento de pacientes en la sala de espera y el silencio obtuso de quien ya no tiene nada para escuchar ni decir sino solo medir los ritmos vitales del goce y sus excesos. La intimación de Lacan apunta a estar advertidos de ese lugar (el de la espira a la que la época nos arrastra) para poder resistirse a ocupar ese lugar. Habría que entender de este modo su célebre consigna: “la resistencia es siempre del analista”. ¿A qué espira se nos empuja hoy, ante la incertidumbre, el encierro y el miedo al otro? A dar dos o tres tips universaliza132
Ciberanálisis | Pablo D. Muñoz
bles como recomendaciones psicológicas (clínicas, vinculares, vocacionales, etc.) sin ninguna consideración por la particularidad. Recetas que excluyen al sujeto del inconsciente, efecto de la estructura del lenguaje a la vez que no se integra en ella, pues es “agujero, falta, desgarro”28, hiancia que hace imposible cualquier funcionamiento armónico. Protocolos que ignoran su condición de radicalmente inadaptable y se moldean sobre la concepción de un sujeto que está en las antípodas del psicoanálisis, en tanto apuestan a su adaptabilidad, la que detenta el empirismo conductista cual si fuere una mera pieza de una maquinaria en la que cumpliría una función prefijada con eficacia. Por el contrario, el sujeto del inconsciente se cuenta allí como falta, es ahí lo que falla, lo que no responde, lo imprevisible e incalculable, por oposición a la pretendida calculabilidad que el empirismo le supone, con los coeficientes que lo reducen a ser un elemento dentro de un universo de discurso. La peste que una vez Freud diseminó por el mundo, resiste al nuevo virus (real o digital). No considero, pues, que estemos hoy obligados a una readaptación de la práctica y la teoría. Nada nos impide, ni técnica ni éticamente, en la situación actual que la dirección de la cura se focalice en el contexto del malestar reinante (como se critica erróneamente desde teorías cognitivo-conductuales). A nivel de la técnica, como se ha dicho, hay variantes, máxima libertad. El marco, el encuadre se ajusta, se adapta pues no hay encuadre en cuanto tal sino “variantes de la cura-tipo”. Si Lacan ha distinguido el psicoanálisis como discurso de otros, el universitario, el histérico y 28. Lacan, J. (1964-65). El Seminario. Libro 12: Problemas cruciales para el psicoanálisis, inédito, clase del 7 de abril de 1965.
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El deseo en cuarentena | Imago Agenda
el amo, es justamente para dar cuenta de la enorme laxitud que tiene el analista en su acción. En la sesión analítica los discursos hacen ronda, cuadratura del círculo que exige la función del Otro y el lugar A, pero que sin embargo, como escribe su grafo, es imposible pues el sujeto se constituye sustrayéndose a ella, contándose por faltar ($ y Ⱥ). La diferencia capital respecto de los agentes de los otros discursos es que el analista a la altura de su función no se la cree. Hace semblante de. Creérselo es la locura.29 ¿Indicaciones técnicas? ¿Recomendaciones? Sí, sean analistas, como siempre, pero hoy más que nunca. Esta es mi apuesta.
29. Cf. Muñoz, P. (2011). Las locuras según Lacan. Consecuencias clínicas, éticas y psicopatológicas. Buenos Aires: Letra Viva.
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