Mentir y colonizar
Nora Merlin
Mentir y colonizar Obediencia inconsciente y subjetividad neoliberal
Prรณlogo de Horacio Gonzรกlez
Merlin, Nora Mentir y colonizar : Obediencia inconsciente y subjetividad neoliberal – 1° ed. – Buenos Aires, Letra Viva, 2019. 142 pp. ; 22 x 14 cm. ISBN 978-950-649-843-6 1. Psicoanálisis. I. Título CDD 150.195
Edición y corrección del original: Fernando L. Márquez Foto de la solapa: Agustina Márquez Merlin Imagen de tapa: “En el limbo”, obra original para este libro de Vicente Stupía, artista plástico. Primera reimpresión: mayo de 2019
© 2019, Letra Viva, Librería y Editorial Av. Coronel Díaz 1837, (1425) C. A. de Buenos Aires, Argentina e-mail: letraviva@elsigma.com / web page: www.imagoagenda.com © 2019, Nora Merlin noramerlin21@gmail.com
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Primera edición: marzo de 2019 Impreso en Argentina - Printed in Argentina Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método, incluidos la reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expresa autorización por escrito de los titulares del copyright.
El deseo de emancipaciรณn, un resto que el poder no termina de matar, resiste e insiste. Transindividual, vence a la finitud de la muerte singular y se encarna en aquellxs que, histรณricamente, no estuvieron ni estรกn dispuestxs a someterse al poder de turno. Para ellxs este libro.
Índice
Prólogo de Horacio González . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Obediencia inconsciente Capítulo 1. De la servidumbre voluntaria a la obediencia inconsciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 Capítulo 2. La masa, dispositivo social privilegiado para la obediencia inconsciente . . . . . . . . . . . . . 33 Capítulo 3. Dos pasiones fundamentales del capitalismo: el odio y la ignorancia . . . . . . . . . . . . 39 Capítulo 4. Obediencia y responsabilidad . . . . . . . . 49 Capítulo 5. Obediencia y creencia . . . . . . . . . . . . 55 Capítulo 6. Angustia, afecto privilegiado del neoliberalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 Capítulo 7. Una nueva religión . . . . . . . . . . . . . . 63
¿Democracias neoliberales? Capítulo 8. Democracia: un significante en disputa entre el neoliberalismo y el populismo . . . . . . . . . . 69 Capítulo 9. Democracia: ¿gobierno del pueblo o “nuevas democracias”? . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Capítulo 10. Democracia y neoliberalismo, una relación imposible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 Capítulo 11. Neoliberalismo, el retorno del totalitarismo por otros “medios” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 Capítulo 12. Nuevo terrorismo de Estado: lawfare y guerra mediática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 Capítulo 13. La “corrupción” . . . . . . . . . . . . . . . 95 Capítulo 14. ¿Estado de excepción? . . . . . . . . . . . 99 Capítulo 15. El neoliberalismo no es posible sin la administración del terror . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Emancipación En el reino de la obediencia, ¿es posible causar deseo de emancipación? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .107 Capítulo 16. “Nunca más neoliberalismo” . . . . . . . 109 Capítulo 17. Argentina y el proceso de Independencia y emancipación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .113 Capítulo 18. Patriarcado, neoliberalismo y 8M . . . . .117 Capítulo 19. Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y algunas prácticas totalitarias . . . . . . . . . . . . . . . . . . .121 Capítulo 20. Lo que el feminismo nos enseña. Politización del deseo . . . . . . . . . . . . . . . . . . .125 Capítulo 21. La sororidad . . . . . . . . . . . . . . . .129 Capítulo 22. La verdad, un problema político . . . . . .133 Capítulo 23. Hegemonía y tiempo . . . . . . . . . . . .137 Palabras finales: Todo indica que la cosa común ya no anda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .141
Prólogo Horacio González
El tema de la obediencia es uno de los más sugestivos en el pensamiento político clásico, y ámbito central que congrega todo tipo de preguntas, investigaciones y enigmas. ¿Por qué se obedece? La pregunta puede no parecer desafiante cuando se la formula a propósito de instituciones que se basan explícitamente en el cumplimiento de una orden, o en el acatamiento ofrendado a las divinidades. De cualquier modo que sea, obedecer nos lleva a postular tipos de conciencia diversas que se manifiestan según ciertas estructuras anímicas fijas, que las llevan a la observancia total, o las que regulan las pleitesías en ciertas ritualidades, que no afectan completamente el libre albedrío pero lo contienen en proporciones ya establecidas. En las últimas décadas, la difusión en los centros de estudios universitarios de una hermosa pieza retórica del joven Étienne de La Boétie, escrita a fines del siglo XVI, Discurso sobre la servidumbre voluntaria, alertó a los estudiosos y cultores de las ciencias políticas sobre un extraño fenómeno que contaba, desde luego, con una vía de explicación en el psicoanálisis o lo que se llamaba psicología social, que es la servidumbre cuando nadie la obliga. Si este fuera el caso, si la servidumbre fuera la creación de una ilusión hipnótica,bastaría dar un paso hacia la autonomía de conciencia expulsando de nuestro lenguaje la figura patriarcal que con su sola presencia nos inhibe. Alcanzaría entonces con no pronunciar su nombre –lo que La Boétie llama el nombre o la lengua del Uno–, para desembarazarse de su presencia en nuestra conciencia. ¿Pero era 9
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posible ese paso? La delicada ejemplificación de La Boétie consiste en dejar en suspenso ese momento fundamental en que el oprimido descubre que en su propia vida anímica se halla alojado el motivo de su servidumbre. En su conciencia, en su lenguaje y en el trayecto que ha recorrido su propia biografía, yacía una voluntad negativa, la de no emplear su libre acceso a una volición que corte todo lazo de sometimiento en sí mismo. Como ese lazo está en los símbolos del habla, solo sería necesario producir el corte por la vía de la voluntad explícita en que nos sitúa la autoconciencia de no tener amo. Ese sí mismo sumido en una coacción aparentemente tan fácil de interrumpir, es entonces un problema. Se lo llame conciencia, inconsciente, otro, fantasma, dialéctica del miedo,pérdida de la esperanza, representa el yacimiento de opresiones de donde hay que extraer el gripo de liberación respecto a esa subalternidad.El escrito libertario de La Boétie fortaleció en los años ’80 la idea de un tipo de existencia libre entendida como “la paradoja democrática de Claude Lefort”, la tensión de un vacío donde realizar la utopía de la desvinculación a ese Uno –tarea donde el psicoanálisis sin duda estaría presente–, teniendo en cuenta el riesgo o la posibilidad de que la superación de una democracia de órdenes y normas diera lugar a un poder más oscuro aún, que reaproveche la indeterminación ganada en favor de un nuevo despotismo de contornos indescriptibles. La invención democrática sobre el enunciado de un vacío que distribuye la contingencia gozosa de la libertad, conlleva asimismo problemas. Nora Merlin enfrenta estos problemas que ahora llevan el nombre del neoliberalismo, con razón, pues este nombre es también indeterminado. Parece palabra inocente, un segmento dadivoso adosado al viejo liberalismo, pero es en verdad la encarnación de un nuevo tipo de servidumbre, que pareciendo fácil superar, por el contrario, se halla en la situación de fabricar sujetos que se mantienen habitando el goce de su desgraciado avasallamiento. En el libro que presentamos, la cuestión del inconsciente que está tejido con las claves de la servidumbre, puede enlazarse con la corriente de estudios de la psicología de masas que comienza a fines del siglo XIX con Le Bon, para quien un inconsciente colectivo que 10
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enhebra la formación de multitudes les menoscaba el juicio de la situación en la que están involucradas. Esta merma en la comprensión de sus prácticas reales, es propicia para la creación de distintos tipos de manipuladores. Se puede decir que esta es una de las primeras visiones ingenuas del problema de los discursos vinculados a la crítica de la expresión que emanaba del teatro social de las masas. En 1914 Freud retoma estas nociones, pero las corrige severamente, pasando a las formaciones inconscientes del yo, la figura de las masas, pero a éstas las liga a las instituciones como la iglesia y el ejército, que generan un tipo especial de vínculo caracterizado como de amor al jefe, que crea ámbitos de protección y pertenencia. Sin embargo, según las argumentaciones de Nora Merlin, esta nueva situación nos introduce al tema del patriarcalismo, que es la forma arcaica de dominación que traslada la norma del Páterfamilias en una quimérica imagen de una comunidad cuyo centro de gobierno emana de la autoridad del patriarca. Esta forma de dominación no necesariamente implica servidumbre voluntaria, sino una red de lazos funcionalmente diferenciados, política, laboral y sexualmente, que se asientan en una hipótesis de sociedad vertical e inmodificable. Pero también puede engendrar procesos de control social donde el patriarca político o religioso es también un vicario del dios de los ejércitos. La obediencia allí se rige por el código de la subordinación y castigos por parte del jefe, que al castigar también brinda la enseñanza del amor al que proporciona el camino obligado de la rectitud respecto del orden fundado en tiempos míticos. La idea fundamental de Nora Merlin es la de preguntarse a qué ideal de obediencia recurre el neoliberalismo para obtener acatamiento, al margen de la regla clásica de que la vida popular se inclina por pactos que homologan semejanzas entre sus necesidades básicas y sus representantes, es decir, se reconocen intereses –de clase, populares, de progreso–, y se los liga a las representaciones discursivas que los mencionan como valores eminentes, y que además evocan memorias de acción vinculadas a esas demandas. Hay entonces una historia de lo popular donde intereses sociales dirigidos contra una 11
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imagen de la sociedad cerrada y no análoga a los reclamos populares, a la que hay que transformar para que dichos intereses se universalicen, tal como las aristocracias universalizaron los suyos, creando la ilusión de que eran propios del todo social. Para Nora Merlin es precisamente este esquema histórico-social heredado de las grandes revoluciones del siglo XVII y XVIII, en especial la Revolución Francesa, el que devela el misterio de la falsa cohesión proyectada por la sociedad capitalista como totalidad insuperable. Pero ahora, tratando de descubrir la clave por la cual la satisfacción de las masas debería producir el reconocimiento de la sociedad que las subyuga como el origen del reconocimiento de sus demandas, y no como el lugar donde ellas necesariamente se postergan o desconocen. Esta es una vasta y compleja operación ideológica, donde nuevas formas de amalgama del mercado y de las comunicaciones forman un nuevo sujeto como efecto del lenguaje que aquella fusión genera. Cuando Marx analizó este mismo problema, no le era difícil estudiar a la sociedad capitalista como reproductora de una unidad subjetivamente ligada a la religión de un fetiche, por eso había que reconocer en la mercancía un símbolo engarzado en una materia, principalmente portador de un ensueño de dominación. No obstante, había ejemplos de sectores sociales provenientes de los estratos más bajos de la población que aceptan el juego político burgués proveniente de la lógica general de la dominación económica, y estaban a su servicio. Eran los lumpen proletarios que, expandidos por toda la sociedad, pero incapaces de pensar su realidad, originada de las crisis económicas, se movían como conglomerados de masa alrededor del líder, al que conferían su amor, gracias a la capacidad de mostrar los quiebres de una realidad como sometidos al refugio del amor. De más está decir el gran debate que originó esta denominación a lo largo del siglo XX, pues allí parecía encontrarse el síntoma de un sector social ciego a sus intereses, que es lo que marca uno de los temas del momento. Esto es, cual es la idea de conocimiento de su propia formación como identidad operante de un sector del pueblo, que puede adquirir mayor lucidez ya sea alrededor de liderazgos carismáticos vincu12
Prólogo
lados a una izquierda social o a un bonapartismo de derecha. ¿Y las mediaciones nítidas de una conciencia de clase? Podemos decir que estas cuestiones y preguntas, es misión del neoliberalismo hacer desaparecer. Antiguos temas del liberalismo y de las izquierdas, fenecen ante las patas de elefante de este nuevo programa de captura de voluntades, con el método de invertir situaciones: se trata de decir que hay libertad allí donde impera la servidumbre. El estudio de esta cuestión preside el libro de Nora Merlin. ¿Cómo se produce ese retorcimiento de conciencia por el cual se inscribe en quienes se mantienen dentro de estructuras de dominio, en un cuerpo de adhesiones donde se sienten obligatoriamente en la ficticia satisfacción de suponerse hombres libres? El llamado neoliberalismo no fue el origen de estas desavenencias entre intereses sociales y pérdida de la facultad y autorreconocimiento. Pero si levantó sus poderes fue por haber situado con toda precisión este descubrimiento crucial, las identidades sociales sucumben ante las fuerzas de nuevas identidades flotantes que convierten en hierro y murallas los símbolos etéreos que parecen guiar hacia el consumo feliz. Algo de cierto hay, lo que se consumen son cuotas de existencia social entregadas en un vivir sin comunidad, sin sociedad y sin historia. Nora Merlin recuerda el concepto de banalidad del mal, con el que Hannah Arendt intenta examinar la conducta de la alta burocracia alemana en el cumplimiento de la finalidad del exterminio en los campos de concentración, interpretadas como meras órdenes administrativas. Al situar a Eichmann en la situación del burócrata que cumple órdenes en nombre de un imperativo ordenancista, llama a ese acto banalidad del mal. No eran órdenes cualesquiera, y si el efecto era catastrófico y siniestro, no dejan de ser decisiones que pasaban por un aparato administrativo, cuyos operadores decían que cumplían órdenes normales, en términos de una “obediencia debida”. Esta cuestión podría no tener que ver con la que mencionamos antes, la parte de la población sometida que origina un sentimiento de satisfacción por su admiración hacia la clase de ejecutivos que posterga su bienestar en nombre de más cuotas de reverencia y vasallaje. Nora Merlin 13
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hace oscilar su libro entre esas dos expresiones, la servidumbre voluntaria y la banalidad del mal. En la conjunción entre ambas, su modo de permitir el péndulo que la visita rítmicamente, podríamos encontrar algunas de las claves rehacias que nos impiden tratar con esas nuevas figuras que irrumpen en un mundo que pronunció la palabra emancipación y ahora se le obliga a dejarla de lado. El péndulo que hace de máquina aparentemente sencilla para trocar significados, se llama neoliberalismo. La situación de la vida intelectual en este caso, no puede ser más desesperante. Se amplían los razonamientos en torno a cómo considerar a una suerte de bloque anímico, lingüístico y fóbico, ligado a un pathos que colecciona sujetos a través de fuertes imágenes que componen un nuevo modo de la vida social. Son imágenes que salen de la lengua conversacional y de su complemento, los grandes medios de comunicación, que sitúan, como proceso complementario, como fábricas de contenidos verbales e icónicos que ya no se basan en las anteriores formas de conciencia, la liberal, la populista, la ilustrada, la plebeya. Estas categorías cayeron en desuso, para ser reemplazadas por un tipo de pedagogía que ya no tienen necesariamente autor, pues es la saliva que entra en combustión cuando se prenden las luces de una tecnología que declara que son cuestiones neutras las decisiones ya muy complejas y acaso inalcanzables que se toman en relación a las poblaciones. Para diagramarlas o coleccionarlas, estamentalizarlas o feudalizarlas, se toma al individuo en sus pliegues pulsionales profundos donde el fundamento que adquiere es que ya nadie lo obliga a tener fundamentos, sino acatar el triunfo de su propia capacidad de odiar. El odio se convierte en un sustituto del honor, en la creencia de que se tiene una “personalidad”. Pero lo cierto es que la servidumbre voluntaria retorna bajo un nuevo cuño, dice Nora Merlin. Por eso es posible otorgar el nombre de neoliberalismo a esta doctrina del pasaje del individuo burgués al hombre abstracto neoliberal. El neoliberalismo parece apenas una continuidad con las ideas liberales que acompañaron buen parte de lo que solemos denominar la modernidad capitalista, pero esto 14
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presupone una ausencia de mejor nombre que señale que ahora se trata de lo contario al nombre de las libertades, como símil de lo que ocurriría en un mercado ideal donde compiten iguales. Estamos ante la situación inversa, donde todo lo que se sentenció durante siglos como libertad se convierte en una ficción, donde si persisten formas de mercado aparentemente guiadas por la oferta y la demanda, hay un control sobre ellas que establece o regula su efecto ilusorio, previamente coactivo. Superando todo lo que habían previsto las economías clásicas, la oferta es una decisión política que crea la demanda, y la demanda un residuo menor de una subjetividad destrozada por el miedo y la imposibilidad de que el consumo sea un goce, sino más bien una invisible atadura a los poderes mitológicos del mercado. Para Nora Merlin, este terrible panorama de la “obediencia inconsciente”, opera activamente para el sometimiento y la dependencia de la persona en tanto tal. En este plano, lo que llamamos subjetividad se halla “colonizada”, y no es imposible considerarla una subjetividad cómplice, ayudada por un “super yo” entendido como una voz suprema que propicia en secreto, susurrando en nuestros oídos, palabras como sumisión, consumo. Y si quieren goce, que es un imperativo tolerado siempre que se combine con él un mayor sometimiento del sujeto. Severo y exigente es el superyó por esgrimir su raíz pulsional. No obstante, este libro concluye con una esperanzada invocación a la sororidad que “define la relación de hermandad y solidaridad entre las mujeres” y que carga con una fuerza epistemológica y organizativa para habitar el mundo de manera no hostil. De ahí que un feminismo que “se interroga sobre asuntos cruciales de la política”, basado en la realidad “del amor, el deseo, la diferencia sexual, la relación con el otro, la igualdad, la maternidad como una opción y no una obligación, y el derecho al aborto libre, seguro y gratuito”, interrogue a todas las fuerzas sociales, investido de una nueva responsabilidad libertaria. Nora Merlin revista vastos temas con agudeza y permite una lectura amplia de todos los interrogantes a los que el presente dota de un rostro angustioso, razón de más que indica la importancia que debemos darle a contribuciones como esta. 15
Introducción
Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de la época. Jacques Lacan, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”.
Contemporáneamente al surgimiento de Adolf Hitler y su partido nazi, Freud publicó en 1930 “El malestar en la cultura”, ensayo que continúa el planteo de “Tótem y Tabú” y que constituye su última formulación sobre la cultura, pensada desde los fundamentos del padre y la moral (superyó). Simultáneamente reconoce el fracaso del programa de la cultura respecto de disminuir la hostilidad en los vínculos sociales. La civilización está basada en una organización que conduce al malestar: una dialéctica circular de la pulsión de muerte como destrucción o agresividad dirigida al exterior, represión de la pulsión, renuncia, sacrificio que retorna y engrosa la severidad de la conciencia moral, el superyó; luego una obediencia que nunca será suficiente para la exigencia superyoica y en consecuencia el sentimiento de culpa inconsciente o autocastigo. Así planteadas las cosas, como agresividad hacia el exterior o autorreproche y necesidad de castigo, no hay solución para este padecimiento subjetivo. Al final de “El malestar en la cultura” Freud realiza el diagnóstico de una humanidad enferma, formulando el deseo de que se emprenda el estudio de la patología de la civilización que, según sostuvo, puede conducir a un exterminio absoluto. Pide con desesperación a las nuevas generaciones de psicoanalistas que se ocupen de investigar el malestar social 17
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“es lícito esperar que un día alguien emprenda la aventura de semejante patología de las comunidades culturales”.* El maestro estaba grande, no encontraba solución para tal empresa pero ofreció algunas pistas que nos orientan en la tarea sugerida: el papel del superyó, imperativo insensato, y la pulsión de muerte, ambos realizan estragos en el sujeto y en la cultura. La cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si su desarrollo cultural logrará dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y de autoaniquilamiento (…). Hoy los seres humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza que con su auxilio les resultará fácil exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos lo saben; de ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de su infelicidad, de su talante angustiado.**
Y su apuesta esperanzadora: “ahora cabe esperar que (…) Eros eterno, haga un esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal”.*** Freud pese a arribar a un atolladero, un callejón sin salida, debido al intento de explicar lo social como si fuera una religión a partir de la moral universal y del Padre, deposita su esperanza en un enigmático “Eros eterno”. Eros es el nombre de la pulsión de vida, energía ligada y se define en “Más allá del principio del placer” por su oposición a Thánatos, pulsión de muerte, que tiende a la desintegración de la sustancia viva. Eros significa vida, amor, palabra, lazo social y en consecuencia discurso que, en definitiva, constituye la materialidad de la política. Lacan ubica al capitalismo como un discurso problemático, un modo social distinto que es más bien una excepción a los cuatro discursos que conceptualiza (discursos amo, histérico, * Freud, Sigmund, “El malestar en la cultura”, en Obras completas, vol. XXI. Buenos Aires: Amorrortu, 1984, p. 139. ** Ibid, p. 140. *** Ibid. p. 140.
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Introducción
universitario y analítico). El psicoanalista francés, sin dar mayores precisiones, nos convoca a descifrar ese laberinto inhabitable y aparentemente sin salida que representa el capitalismo. Aceptando el desafío de Freud y Lacan, utilizaremos sus conceptos como nuestra caja de herramientas para pensar la cultura, la construcción hegemónica y la emancipación. Nuestro marco teórico se inscribe en la intersección política y psicoanálisis. Los principales referentes que articularon los dos campos epistémicos y llevaron esta intersección hasta las últimas consecuencias fueron Ernesto Laclau, con su teoría del populismo y la categoría pueblo, y Jorge Alemán, con su propuesta de izquierda lacaniana. Estos pensadores reintrodujeron el sujeto, que la ciencia había dejado de lado desde la Modernidad, por lo que la política dejó de ser una ciencia con un objeto de estudio exterior para convertirse en un corpus teórico que delimita una praxis. Laclau produjo su teoría del populismo y la hegemonía basándose en Gramsci, la lingüística saussuriana, el análisis del discurso y el psicoanálisis; concibió lo social como realidad de discurso y efecto de significación. La teoría del populismo de Laclau fue un punto de inflexión, un corte epistemológico en la ciencia política y un novedoso aporte para el psicoanálisis. El concepto de pueblo que estableció permitió desplazar el límite freudiano del padre y la moral como fundamentos de la cultura, desesencializar el lugar de la causa y ofrecer nuevas posibilidades de construir lo común, fundamentándolo ya no en una moral universal, la renuncia y la obediencia, sino en la construcción de una hegemonía como puesta en acto de una voluntad popular. El pueblo, a partir de este pensador, dejó de ser un objeto exterior estudiado por los expertos para convertirse en sujeto, un nuevo agente que radicaliza la democracia porque se basa en la construcción política de una voluntad popular. La cultura fundamentada en el poder y la obediencia al Ideal, conduce a la psicología de las masas que, como desarrollamos en Populismo y Psicoanálisis, es una organización moral no discursiva y en consecuencia no política. A 19
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diferencia de la masa, el populismo se basa en una pluralidad discursiva, supone la hipótesis del pueblo como hegemonía y efecto de la voluntad popular. Esta categoría consiste en una invención singular que acentúa la democracia como soberanía y permite que la creatividad de todos produzca iniciativas culturales nuevas, irreductibles a formas previas. Contrariamente a lo que algunos sostienen desde una concepción prejuiciosa, el populismo no se opone a la democracia ni obstaculiza su funcionamiento. Por el contrario, constituye una posibilidad de evitar que la democracia neoliberal se convierta en la boca del cocodrilo, tal como refiere Lacan de la demanda materna: sin regulación, alocada, consumista y capaz de comerse a sus hijos. Las construcciones populistas nacionales y soberanas pueden funcionar como el palo que traba la boca estragante del neoliberalismo, impidiendo que se cierre totalitariamente y devore a la gente. Por su parte, Jorge Alemán sostiene que Lacan constituye el único intento serio de poner a prueba, a través de una praxis, hasta dónde lo simbólico puede transformar lo real. Considera la enseñanza de Lacan como una herramienta fundamental para producir una lógica política emancipatoria de las derivas totalitarias y sacrificiales del capitalismo. Su propuesta no significa el establecimiento de una síntesis conceptual ni una complementación entre la política y el psicoanálisis, sino que plantea una relación de intersección que funda un campo nuevo: la izquierda lacaniana. Si bien Lacan presenta al capitalismo como un movimiento circular capaz de conectar todos los lugares, sin posibilidad de corte alguno, ser de izquierda es admitir que en las fallas de lo universal puede surgir una nueva subjetividad política. Significa no tomar por eterno el principio de dominación capitalista, sino destacar su carácter contingente. Acordamos con la propuesta de Jorge Alemán de diferenciar subjetividad de sujeto, derivándose la primera de las construcciones históricas del poder, mientras que el sujeto postulado por el psicoanálisis es singular y efecto del lenguaje. No significa solipsismo ni individualismo; por el contrario, es el acontecimiento en el que cada ser hablante surge conformando un espacio común. 20
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Por último, en esta introducción, algunas palabras sobre mi recorrido en política y psicoanálisis. En el libro Populismo y Psicoanálisis partí de establecer la diferencia conceptual de dos categorías que hasta el momento no se distinguían teóricamente sino que, ideologizadas, se describían según los prejuicios del observador. Esa distinción se imponía como necesaria para realizar análisis políticos con mayor rigurosidad; era imprescindible diferenciar la masa, construcción propia del fascismo, de las construcciones de pueblo. La masa, un dispositivo aportado por Freud, no debe ser confundida con la categoría pueblo que surge de la teoría del populismo establecida por Laclau en La razón populista. En Colonización de la subjetividad. Los medios masivos en la época del biomercado, desarrollé el modo en que el neoliberalismo, caracterizado por la concentración del poder financiero y de las corporaciones, supone una voluntad ilimitada que impone globalmente sus valores y significaciones. El neoliberalismo no consiste solo en un modelo económico sino que es la producción de una nueva subjetividad, configurada fundamentalmente por los medios de comunicación. Desde que surgieron, éstos medios fueron ocupando el lugar del Ideal a nivel global y a partir de allí construyeron una cultura de masas que alimentan día a día, que se presenta como el paradigma social neoliberal. A partir de la mutación del capitalismo a su actual expresión neoliberal, los medios de comunicación corporativos y concentrados imponen las “verdades” del poder a través de un discurso único que construye y digita el sentido común, generando un totalitarismo comunicacional y semiótico nunca visto. La producción de subjetividad neoliberal, operación que denominamos colonización de la subjetividad, incluye dos dimensiones. En Colonización de la subjetividad pusimos el acento en la imposición invisible que realiza el poder a través de distintas estrategias, técnicas y mecanismos que alimentan la sugestión y las identificaciones. En este nuevo libro intentaremos analizar la “otra pata” del fenómeno de colonización de la subjetividad: la obediencia inconsciente de la masa. 21
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Obediencia inconsciente Transcurrieron muchos años desde que en 1548 Étienne de La Boétie escribió su “Discurso de la servidumbre voluntaria”. Sin embargo, en pleno siglo XXI nos enfrentamos al mismo problema teórico y político que a mediados del siglo XVI de La Boétie había denominado servilismo voluntario: la relación que establece lo social con el poder real, antes el de las monarquías absolutistas, hoy el de las corporaciones. Es necesario diferenciar la servidumbre voluntaria de la obediencia inconsciente: en el neoliberalismo ya no se trata de un servilismo voluntario que naturaliza conscientemente el sometimiento al poder del rey. Hoy la imposición es invisible, consiste en una manipulación psicopolítica que se fundamenta en un dispositivo corporativo del poder real: grupos económicos, medios de comunicación concentrados, parte del sistema judicial y político. La relación entre el sometimiento y el poder ya no es voluntaria sino que consiste en una obediencia inconsciente. Estamos en presencia de un individuo que habita una sociedad de masas uniformada y adormecida en una hipnosis colectiva, que cumple órdenes desde lo inconsciente, consume compulsivamente creyéndose libre y ciudadano; en verdad, es un esclavo posmoderno que, a diferencia del antiguo, no se reconoce como tal. Constatamos que las democracias neoliberales ya no cumplen la función original de limitar y regular al poder real, sino que por el contrario implican el retorno del absolutismo de ese poder encarnado hoy en las corporaciones. La concentración mediática constituye la matriz para construir la subjetividad colonizada que obedece inconscientemente. Analizar este fenómeno nos permitirá comprender por qué las personas actualmente apoyan políticas neoliberales: deuda externa, desindustrialización, bicicleta financiera, pérdida de empleo, detenciones arbitrarias, represión y persecución a opositores, desmantelamiento del Estado, aumento de los índices de pobreza y desigualdad social, para mencionar algunas de sus características. No pondremos 22
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aquí el acento en los mecanismos de colonización que utiliza el poder, trabajo que hemos realizado en la obra ya citada. La obediencia inconsciente es la respuesta acrítica y banal de la subjetividad neoliberal. Este modo sometido cobró fijeza repetitiva, por lo que nos es lícito recortarlo como una nueva categoría que nos permitirá continuar y ampliar la comprensión política respecto del interrogante acerca de por qué, en forma creciente a nivel global, las personas adhieren y votan políticas neoliberales que van en contra de sus intereses y de las democracias. La articulación de política y psicoanálisis resulta una herramienta con un gran potencial para pensar la cultura. La hipótesis del sujeto y del pueblo en tanto categorías singulares, no sometidos a los procesos de homogenización y uniformidad que impone el neoliberalismo y su circuito thanático de la mercancía, constituyen una posibilidad política de autonomía frente al mercado global que pretende legislar de manera universal. Insistir allí decididamente es nuestra apuesta teórica y política.
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Capítulo 1 De la servidumbre voluntaria a la obediencia inconsciente
En la época del antiguo régimen, con la justificación proveniente del derecho divino de que la fuente de la autoridad de los reyes emanaba directamente de Dios, el monarca concentraba el poder absoluto. Étienne de La Boétie, luego de estudiar derecho en la Universidad de Orleans, en 1553 se convirtió en Consejero del Parlamento de Burdeos. En 1548 escribió el “Discurso de la servidumbre voluntaria o el Contra”, manuscrito que circuló de mano en mano y recién fue publicado veinticinco años después. En él, La Boétie pone en cuestión la naturalidad del derecho del monarca. Se pregunta sobre la relación de sujeción y padecimiento que existe entre lo social y el poder: por qué el conjunto social otorga el poder, trocando derechos y libertad por servidumbre: cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiera soportar y que no podría hacer daño alguno de no ser que se prefiera sufrir a contradecirlo (...). Es el pueblo el que se somete y se degüella a sí mismo; el que, teniendo la posibilidad de elegir entre ser siervo o libre, rechaza la libertad y elige el yugo; el que consiente su mal, o, peor aún, lo persigue.* * La Boétie, Étienne De, El discurso de la servidumbre voluntaria. Buenos Aires: Terramar, 2008, pp. 45-46.
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En la Europa de fines del siglo XVIII, para contrarrestar el absolutismo del “poder real” (el del rey) y atribuírselo a la ciudadanía, surgió el movimiento revolucionario de las democracias modernas, basado en los principios de libertad e igualdad, que constituyó una alternativa frente al absolutismo. De allí en adelante, las decisiones colectivas debían ser adoptadas mediante mecanismos de participación (directa o indirecta) a través de representantes legítimos. Una incipiente democracia surgía como forma de convivencia social, en la que sus miembros debían ser libres e iguales, y las relaciones sociales se establecerían conforme a mecanismos contractuales. Si bien las democracias modernas emergieron para limitar al poder real, constatamos que la fase actual del capitalismo, el neoliberalismo, caracterizada por la concentración del poder financiero y de las corporaciones, implica el retorno del absolutismo de ese poder. Comprobamos con pesar el fracaso de la función democrática en el sistema que iba a ser capaz de regular y oponerse a la concentración de poder. El neoliberalismo tira por tierra lo que Claude Lefort establecía como la condición democrática en La invención democrática. El diagnóstico lefortiano sobre la Modernidad está basado en el estudio de la transición de sociedades ancladas en un poder incorporado, hacia sociedades nucleadas en torno al poder como un lugar vacío. Este pasaje no supone la desaparición del poder sino que, mientras en la premodernidad las sociedades remitían a un núcleo concentrado de poder de origen divino, en la Modernidad esta instancia ya no está referida a un polo incondicionado, sino que es una marca que instituye lo social, que se hace reconocer tácitamente como puramente simbólica. El carácter “simbólico” al que refiere Lefort implica que el poder sigue existiendo y estructurando a la sociedad toda, pero esta ya no puede representarse completamente como un todo. Recordemos algunas afirmaciones de Claude Lefort: la democracia se define como el régimen político donde el poder es considerado un lugar vacío, y quienes lo ejercen son simples mortales que lo ocupan temporalmente. Plantea que la democracia inaugura la experiencia de una sociedad inapren28
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sible e indeterminada respecto al fundamento del poder, de la ley, del saber y de las relaciones sociales. El lugar abierto impide que existan certezas como referentes, haciendo posible la crítica y la interrogación permanentes sobre el sistema de representaciones, la soberanía y los sentidos comunes. La cultura de masas, modo social paradigmático del neoliberalismo, es un sistema cerrado, circular, que rechaza la imposibilidad y produce un todo uniformado, que en política se denomina totalitarismo. Freud vio en el rebaño, en la fascinación colectiva y en la homogeneización de la psicología de las masas, un prolegómeno del totalitarismo. Advertimos que la masa no es un modo de lazo social, de discurso, sino que está conformada por un montón de gente seriada y uniformada por identificación, caracterizada por la obediencia inconsciente a los imperativos y mensajes comunicacionales que imponen los medios de comunicación concentrados. Si la causa como lugar vacío es condición de la democracia, debe permanecer abierta e indeterminada, por lo que taponarla con un discurso único proferido por la concentración mediática, una moral para todos que conduce a la uniformidad y a la obediencia inconsciente, resulta contraproducente para la vida democrática. La cultura constituida por un imperativo categórico que iguala, fracasa en el objetivo de regular las relaciones sociales. En democracia lo común, condición indispensable de la política, no debe consistir en una fusión indiferenciada sino orientarse por la pluralidad radical de desacuerdos y conflictos.
Incompatibilidad entre neoliberalismo y democracia El neoliberalismo supone una voluntad ilimitada que busca extender globalmente sus valores y significaciones. Se apropia de los gobiernos, las democracias y la vida en general, y está logrando lo que podemos definir como su mayor triunfo, la colonización de la subjetividad, la producción de un hombre nuevo: el individuo que habita en la masa cumpliendo órdenes y consumiendo compulsivamente. 29
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Actualmente el sometimiento no es hacia un evidente poder exterior encarnado en el monarca, el amo antiguo o el señor feudal. Realizando un salto histórico y geopolítico, tampoco se trata del Plan Cóndor de los años ‘70, consistente en violentos y explícitos golpes de Estado en América Latina llevados a cabo por las fuerzas armadas y el poder económico. Hoy la imposición es invisible, consiste en una manipulación psicopolítica y la obediencia es inconsciente. Las estrategias consisten en la configuración del sentido común desde un totalitarismo comunicacional y semiótico que digita la opinión pública y construye cultura de masas a través de los medios de comunicación monopólicos. Formando parte de este dispositivo, en el campo de la educación y la salud mental se pretende restituir para el tratamiento de la subjetividad un anacrónico paradigma biológico que rechaza el inconsciente y el sujeto efecto del discurso, la memoria, los legados simbólicos, históricos, políticos y sociales. Este paradigma pretende reducir el cuerpo erógeno, pulsional, al organismo y a un funcionamiento sustentado en una lógica organicista, produciendo una subjetividad con etiquetas, trastornos y angustias que se buscan reducir por medicalización, adaptándola a un totalitarismo de una supuesta normalidad impuesta por el poder. La Boétie sostuvo que sin la obediencia consentida por los oprimidos no habría poder real. Su discurso sigue resonando actualmente en la reflexión política, lo que hace necesario volver a ella a partir de los desarrollos freudianos, sobre todo haciendo eje en el fenómeno de la psicología de las masas descrito por Freud en 1921, época del ascenso del nazismo. La masa, paradigma social del neoliberalismo y modo actual del servilismo voluntario, presenta a la obediencia como rasgo específico que nos proponemos interrogar. La servidumbre es una tesis política sobre una forma colonizada de la subjetividad a partir de la instalación, por parte de los medios de comunicación, de una cultura de masas hipnotizada que cumple órdenes. No constituye solo una respuesta moral individual ni refiere a elecciones singulares, sino que describe un fenómeno colectivo de relación con el poder, un sistema de identificaciones y creencias, que funcionan como certezas y modos de satisfacción. 30
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La existencia del monarca es efecto de la red de relaciones sociales entre un “rey” y sus “súbditos”. Estos se identifican con esa posición, creen firmemente en su condición de súbditos y en un deber de obediencia al rey como si se tratase de un orden natural y no de la producción de un sistema de relaciones. Nos interesa interrogar esa trama de relaciones sociales, adjudicaciones, identificaciones y creencias que hacen existir al rey y los súbditos, así como la obediencia repetitiva como modo de satisfacción pulsional subyacente que adquirió fijación compulsiva. El psicoanálisis aporta una caja de herramientas que permite comprender el carácter activo, compulsivo e inconsciente de esta obediencia, lo que significa que no se trata simplemente de una pasividad ante la dominación, sino más bien de un carácter “activamente pasivo”. A través de la constitución y profundización de las masas, la democracia dejó de ser el escenario privilegiado del debate común para transformarse en el mejor modo para la obediencia social y “voluntaria”, que a partir del descubrimiento freudiano sabemos que consiste en una repetición inconsciente. La servidumbre voluntaria es una relación social con el poder, a través de una modalidad fascinada, acrítica y sugestionada. Una lógica política de institución de lo social fundamentada en la obediencia y el sometimiento a un poder concentrado real, simbólico e imaginario, que determina una sujeción cuya particularidad es que la causa de la esclavitud ya no es solo exterior sino también interior. Quedan excluidas de esta consideración, tal como afirma La Boétie, las situaciones de forzamiento a la servidumbre, como por ejemplo a través de las armas. El descubrimiento freudiano del inconsciente y del superyó permite sustituir y reformular lo “voluntario” de la servidumbre por la obediencia inconsciente. ¿Qué sucede con la democracia cuando la libertad de mercado conduce a la concentración del poder económico, político y simbólico? ¿Qué sucede cuando los actos de las mayorías, aunque se hayan realizado conforme a la normatividad formal democrática, resultan manipulados y responden a la lógica de la obediencia inconsciente? Estos interrogantes nos conducen a pensar en el retorno 31
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social de la servidumbre voluntaria bajo un nuevo cuño. El neoliberalismo es un dispositivo de poder que busca la dominación manipulando y reforzando la obediencia inconsciente, opera activamente para el sometimiento y la dependencia, consiguiendo la complicidad de una subjetividad colonizada que actúa cumpliendo con los mandatos y en contra de los propios intereses. Neoliberalismo y obediencia inconsciente son dos caras de la misma moneda y constituyen un obstáculo a la democracia.
Superyó El superyó, instancia que Freud establece en el sujeto y en la cultura, en el capitalismo asume la figura obscena y feroz de una voz que exige insaciablemente consumo y rendimiento. Se trata de un imperativo de goce con raíz pulsional, que domina al sujeto en un círculo sin salida donde a mayor sometimiento más severo y exigente es el superyó. La cultura está organizada como una empresa, se habla del gestor, el empresario de sí, el capital humano, se etiqueta a los individuos, etc. Como los rendimientos exigidos por el superyó son ilimitados, nadie da con la talla esperada, surge la culpa crónica y la depresión de un sujeto que obedece y se autoexplota. En definitiva, sea voluntaria o inconsciente, la obediencia consiste en la producción de un sistema de vínculos sociales de adjudicación de dominación y sometimiento, identificaciones y creencias que dan consistencia al poder neoliberal. La obediencia inconsciente e insensata, característica principal de la masa neoliberal, es funcional al poder, lo que destaca la relevancia de un análisis crítico que la defina como un síntoma social que pone en riesgo la democracia.
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