Saltar de la cuna

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SALTAR DE LA CUNA



Gabriela Insua

SALTAR DE LA CUNA La subjetividad adolescente. El derecho al sĂ­ntoma


Insua, Gabriela Saltar de la cuna : La subjetividad adolescente. El derecho al síntoma – 1a ed. – Buenos Aires : Letra Viva, 2017. 110 p.; 22,5 x 14 cm. ISBN 978-950-649-763-7 1. Psicoanálisis. I. Título CDD 150.195

© 2017, Letra Viva, Librería y Editorial Av. Coronel Díaz 1837, (1425) C. A. de Buenos Aires, Argentina e-mail: letraviva@elsigma.com / web page: www.imagoagenda.com © 2017, Gabriela Insua gabinsua99@gmail.com

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Dirección Editorial: Leandro Salgado Editor: Nicolás Cerruti: nicolascerruti@gmail.com Obra de tapa: “Mujer ante el sol” de Joan Miró Primera edición: noviembre de 2017 Impreso en Argentina - Printed in Argentina Queda hecho el depósito que marca la Ley 11. 723 Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método, incluidos la reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expresa autorización por escrito de los titulares del copyright.


A Santiago y Lujรกn, mis hijos, cada letra, cada trazo.

A mis pacientes adolescentes, en sus gritos y silencios.



Índice

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . 9 Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . Gustavo Garófalo

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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Capítulo 1 Una política sobre el síntoma, el derecho al síntoma 21 Capítulo 2 Estatuto del síntoma en la estructura . . . . . . 29 Capítulo 3 Construcción del Síntoma

. . . . . . . . . . .35

Capítulo 4 Irrupción del síntoma en la adolescencia . . . . .41 Capítulo 5 La irrupción del síntoma en la adolescencia II La Prematuración Adolescente: ¿Qué voy a hacer ahora que soy grande? . . . . 47 Capítulo 6 El lugar del analista frente a la subjetividad adolescente . . . . . . . . .

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Capítulo 7 La angustia, esa señal. Y… la angustia tiene mala prensa . . . . . . . . . 67 Capítulo 8 ¿Se anuncia el sinthome en la adolescencia? . . . 77

Diversidades “Lucía tiene un gato” Gabriela Insua

. . . . . . . . . . . . .85

El enredo originario De cómo el Psicoanálisis no pudo escapar a la heteronorma . . . . . . . Jorge Reitter

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El reflejo . . . . . . . . . . . . . . . . . 103 Sara Lemos Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109


Agradecimientos

A Gustavo Garófalo por su prólogo sustancial y emotivo, pero además y por sobre todo, porque su transmisión plena de pasión por la clínica con niños y adolescentes despertó esa causa que esperaba en mí sin que yo me anoticiara aún… Gustavo, maestro y amigo con quien cantamos las mismas canciones, cada uno a su ritmo y en su tono. A Jorge Reitter y Sara Lemos, colegas y amigos, por regalarme la alegría de sus textos que engalanan este libro y por lo inefable de la coincidencia. A los colegas con los que compartimos tantas veces largas charlas atravesadas por la impotencia frente al arrasamiento que cierto abordaje de la exclusión y la cosificación lleva a cabo sobre el adolescente. A mi amor, a mis hijos, mi familia y amigos por el aguante en las horas restadas a la cotidianeidad y por acompañarme siempre en cada sueño en que me empecino. A Leandro Salgado y la editorial Letra Viva, por esta relación de trabajo y respeto que forjamos desde hace años.

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Y una vez mรกs, no sรณlo dedico el libro sino que agradezco a mis pacientes adolescentes por el relanzar cada sesiรณn el deseo que me convoca a la cita con ellos.

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Prólogo “El que quiere nacer tendrá que destruir un mundo y escuchar las verdades que su sangre murmura en él…”. Hermann Hesse

Con esta cita la autora cierra su epílogo y con la misma cita empieza este prólogo. Algo de historia: allá por los años 80 siendo joven, enamorado de la obra de Freud, me autoricé a la transmisión del psicoanálisis. Dictaba seminarios en el Centro de Estudios Freudianos y un día, más precisamente una tarde, vi aparecer en mi seminario a una alumna joven, muy bella, ávida de conocimientos y al poco (muy poco) tiempo descubrí en ella, además del brillo notable de su inteligencia, lo que considero las cualidades de un psicoanalista, a saber, siendo una joven profesional sabía escuchar, sabía callar, sabía interrogar (se) y sabía intervenir. Creo que eso es lo que define a un psicoanalista y Gabriela Insua lo es. Hace rato viene insistiendo (o algo insiste en ella) con el tema de la adolescencia. Éste, su último libro, añade un concepto extraordinario, totalmente novedoso: El derecho humano al síntoma. Derecho universal sin duda, que en la adolescencia es muchas veces torpemente cuestionado. Gabriela y sus colaboradores proponen un recorrido que articula la teoría con la experiencia clínica, para abordar la subjetividad adolescente desde el principio de la despatologización del adolescente frente a la sistemática medicalización de la problemática que los aqueja. 11


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Valdría la pena pensar a qué llamamos adolescencia. Siempre creí que después de Freud todos somos niños a lo largo de nuestra vida. Aunque esa niñez que nos atrapa estructurada en la urdimbre edípica, tiene sin duda sus etapas y la llamada adolescencia es una de ellas. Acaso la más ardua ya que al adolescente, acuciado por las exigencias del Ello y los condicionamientos insoslayables del deseo del Otro, le cabe la inmensa tarea de reconocer y aceptar ese cuerpo que irrumpe, a lo que se le suma la tarea, muchas veces dolorosa, de aprender a amar y lo que es aún más importante, aprender a hacer el amor. Gustavo Garófalo

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“No sé si podré escribir más cartas porque estaré ocupado tratando de encajar… pero quiero que sepas que yo estuve en un mal lugar antes de empezar la preparatoria y que tu me ayudaste (…) Hay gente que olvida lo que es tener 16 cuando cumple los 17. Sé que todo esto serán historias algún día y que nuestras fotos se volverán fotografías viejas y todos nos volveremos papás y mamás de alguien, pero ahora, en este momento no son historias, esto está pasando, estoy aquí y la estoy mirando y es tan hermosa (…) Puedo verlo, este momento en que no eres una historia triste, que estás vivo, te levantas y ves las luces de los edificios y todo te maravilla y escuchas que tocan esa canción en ese paseo con las personas que más amas en el mundo… y en ese momento… te juro que somos infinitos”. Las Ventajas de ser Invisible1

1. Stephen Chbosky, autor del libro The Perks of Being a Wallflower (1999) y director de la película, estrenada en 2012, que en Hispanoamérica se tradujo como Las Ventajas de ser Invisible.



Introducción

“Metiendo la mano en el mar uno toca todas las orillas”. Sordidísimos Pascal Quignard

Hace muchos años, desde las letras de un libro, alguien me contó una historia. La de unos niños que en épocas de la revolución industrial tenían como una de sus pocas pertenencias, tal vez la más preciada, su fantasía. Ese alguien se llamó Charles Dickens y el libro desde el que me contó la historia Tiempos Difíciles. Dickens relató magistralmente el arrasamiento que padecía el pueblo, entre ellos, en especial los niños, en la época de la Revolución Industrial. En esta novela hay un tal Sr. Gradgrind, un hombre de realidades, un director de escuela que comienza diciéndole a los maestros del colegio donde asistían jovencitos de las clases más golpeadas por la situación social, lo siguiente: “–Pues bien; lo que yo quiero son realidades. No les enseñéis a estos muchachos y muchachas otra cosa que realidades. En la vida sólo son necesarias las realidades. No planteéis otra cosa y arrancad de raíz todo lo demás. Las inteligencias de los animales racionales se moldean únicamente a base de realidades; todo lo que no sea esto no les servirá jamás de nada. De acuerdo con esta norma educo yo a mis hijos, y de acuerdo con esta

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norma hago educar a estos muchachos. ¡Ateneos a las realidades, caballero!”1.

Más adelante en un capítulo que Dickens titula “El Asesinato de los Inocentes” describe a Gradgrind de la siguiente manera: “Tomás Gradgrind, sí, señor. Un hombre de realidades. Un hombre de hechos y de números. Un hombre que arranca del principio de que dos y dos son cuatro, y nada más que cuatro, y al que no se le puede hablar de que consienta que alguna vez sean algo más”2.

El señor Gradgrind resulta muy actual en su planteo, casi un neurobiologicista extremo, un científico positivista, un educador que trabaja para readaptar al mundo de la “realidad” a los niños y jóvenes que considera no alcanzarán los objetivos. Una vez más cuando un escritor es de la genialidad de Dickens sus planteos exceden una época y van a lo nodular de una posición frente al mundo y a lo humano. Permítanme compartir un par de párrafos de la novela para adentrarnos en la idea que a mi entender la habita. “¡Niña número veinte! –voceó el señor Gradgrind, apuntando rígidamente con su rígido índice–. No conozco a esta niña. ¿Quién es esta niña? –Cecí Jupe, señor –contestó la niña número veinte, poniéndose colorada, levantándose del asiento y haciendo una reverencia. –Cecí no es ningún nombre –exclamó el señor Gradgrind–. No digas a nadie que te llamas Cecí. Di que te llamas Cecilia. –Es papá quien me llama Cecí, señor –contestó la muchacha con voz temblona, repitiendo su reverencia. –No tiene por qué llamarte así 1. Dickens, Charles, Tiempos Difíciles, Alianza Editorial, Madrid, 2013, pág. 13. 2. Ibíd., pág. 14.

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Introducción

–dijo el señor Gradgrind–. Díselo que no debe llamarte así. Veamos, Cecilia Jupe: ¿qué es tu padre? –Se dedica a eso que llaman equitación, señor; a eso es a lo que se dedica. El señor Gradgrind frunció el ceño e hizo ademán con la mano de rechazar aquella censurable profesión. (…) Supongo que lo que tu padre hace es domar caballos, ¿no es eso? –Eso es, señor (…) Bien; veamos, pues. Di que tu padre es domador de caballos. (…) Dame la definición de lo que es un caballo. Cecí Jupe se queda asustadísima ante semejante pregunta. –La niña número veinte no es capaz de dar la definición de lo que es un caballo –exclama el señor Gradgrind para que se enteren todos los pequeños jarritos–. ¡La niña número veinte está en ayuna de hechos con referencia a uno de los animales más conocidos! Veamos la definición que nos da un muchacho de lo que es el caballo. Tú mismo, Bitzer. (…) –Bitzer –preguntó Tomás Gradgrind–, veamos tu definición del caballo. –Cuadrúpedo, herbívoro, cuarenta dientes; a saber: veinticuatro molares, cuatro colmillos, doce incisivos. Muda el pelo durante la primavera; en las regiones pantanosas, muda también los cascos. Tiene los cascos duros, pero es preciso calzarlos con herraduras. Se conoce su edad por ciertas señales en la boca. Esto y mucho más dijo Bitzer. –Niña número veinte –voceó el señor Gradgrind–, ya sabes ahora lo que es un caballo”3.

Ahora sí, los muchachitos y muchachitas que debían saber sólo de realidades acababan de conocer la definición exacta de lo que era un caballo, y en el mismo movimiento había sido desestimado el modo en que Ceci nombraba el oficio de su padre. Así como también Ceci había dejado de ser, porque el Amo lo ordenaba, la Ceci de la significación deseante paterna que la constituía, para ser una Cecilia impersonal. Sigamos a Dickens un poco más: 3. Ibíd., pág. 15.

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“–Muy bien –dijo este caballero con una sonrisa vivaracha en los labios y cruzándose de brazos–. Ya sabemos lo que es un caballo. Decidme ahora, muchachas y muchachos, una cosa. ¿Empapelaríais las habitaciones de vuestras casas con papeles que tuviesen dibujados caballos? Hubo un instante de silencio, y de pronto, la mitad de los niños y niñas gritaron a coro: «¡Sí, señor!». Pero la otra mitad, que vio en la cara del preguntón que el sí era un error, gritó también a coro: «¡No, señor!...», que es lo que suele ocurrir en esta clase de exámenes. – Claro que no. ¿Y por qué no? Silencio. (…) Al cabo de otro silencio lúgubre, dijo el caballero: –Voy a explicaros el por qué no debéis tapizar las paredes de un cuarto con dibujos de caballos... ¿Habéis visto alguna vez en la vida, en la realidad, que los caballos se suban por las paredes de un cuarto? ¿Lo habéis visto? –¡Sí, señor! –gritó media clase. –¡No, señor! –gritó la otra mitad. El caballero dirigió una mirada de enojo a la mitad equivocada, y dijo: –¡Claro que no! Pues bien: lo que no se ve en la vida real, no debéis verlo en ninguna parte; no debéis consentir en ninguna parte lo que no se os da en la vida real”4.

La fuerza del deseo se había abierto paso en esa mitad que gritaba ¡Sí!, pero inmediatamente recibía la lección de que las cosas no eran como ellos las pensaban o imaginaban sino como la “realidad” la mostraba. No me explayaré en esta oportunidad en todo lo que esta maravillosa novela comporta de denuncia social y epocal, voy a usarla como una metáfora exquisita del arrasamiento subjetivo cometido por el Otro social, en el pasado y en los tiempos que corren o que nos corren. El modo subjetivo en que el adolescente construye su idea de sí y del mundo, dentro de eso que llamamos vida cotidiana, es frecuentemente arrasado por el saber del Otro, sea este Otro el núcleo parental, la esfera escolar, la ciencia positivista. 4. Ibíd.

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Introducción

La cantidad infinita de modalidades personales, subjetivas con que los adolescentes se manifiestan son vistas tantísimas veces como patologías o trastornos, como desbordes por fuera de lo normativo, de la realidad del señor Gradgrind. Puestas así las cosas, es evidente porque los videojuegos con historias fantásticas y de epopeyas, los films como “Los Juegos del Hambre” o “Crepúsculo”, las series como “Walking Dead” o “Games of Thrones” y tantas más donde zombies, cruzados, dragones, vampiros irrumpen en la pantalla sean las preferidas de los adolescentes. Se juegan allí avatares donde los caballos sí pueden caminar por las paredes. Los adolescentes se refugian ahí, tal vez como un lugar donde poder escapar a la mirada cosificante que rotula sus dibujos, sus pseudoalucinaciones, sus cortes, sus elecciones, como por fuera de lo esperable para ser llamados “normales”. Los y las Gradgrinds de nuestro tiempo sostienen esa aberrante idea de normalidad que confina a la patología a la subjetividad adolescente. Foucault en Los Anormales muestra la torsión que a la coerción excluyente la transforma en inclusión normativizante con el mismo efecto arrasador: “… la norma trae aparejados a la vez un principio de calificación y un principio de corrección. Su función no es excluir, rechazar (…) Al contrario siempre está ligada a una técnica positiva de intervención y de transformación, a una especie de proyecto normativo”5.

Esto es más que claro hoy por hoy: se escuchan cantidad de voces que proclaman luchar contra lo segregativo, pero que utilizan lo normativo, el ajustar al individuo a una norma general, moral. 5. Foucault Michel, Los Anormales, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2007, pág. 57.

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Lo moral es lo normativo y colectivo. La ética es del sujeto, del caso por caso, como tan bien aprehendió el muchacho Lacan de su lectura de Spinoza. En una ocasión una paciente, adulta, en una situación de profunda inhibición, me relata un recuerdo: el de su padre que durante un tiempo largo, todas las mañanas, antes de ir al jardín de infantes, al haber ella dibujado de forma incorrecta una manzana, le hacía dibujarla de nuevo para luego decirle: “Así se dibuja una manzana”. Recuerdo haberle dicho: “Qué suerte para la humanidad que Dalí haya sostenido que los relojes podían ser líquidos y que un reloj no era para todo el mundo de la misma forma”. En un mundo y una época plagada de normalidades, la subjetividad adolescente se abre paso desoyendo a los señores y señoras Gradgrinds como puede, dibujando, con el poco lugar en la hoja que suele permitírsele, manzanas, caballos, relojes, que tienen la forma y la impronta de su salto por fuera de la cuna.

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