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El caso de Farmacias Similares

Cuando cursaba la maestría en Dirección de Empresas, hace más o menos 35 años, recuerdo que el entonces Director General del IPADE, Sergio Raymond-Kedilhac, nos dijo, que hacer negocios era vivir el arte de ganar (dinero) y servir (a las personas) al mismo tiempo. Servir ganando, o ganar sirviendo, tendría que ser la consigna de una empresa bien pensada y bien manejada que no solo estuviera orientada a la satisfacción lucrativa de sus accionistas sino también a contribuir al bien común de la sociedad. Desde luego este no siempre es el caso de lo que uno encuentra en nuestra selva urbana y no es nada raro encontrar empresarios incapaces de concebir a su empresa como una entidad que pueda estar al servicio del bien común. La cuestión dependerá de lo que el empresario lleve puesto en su cabeza y en su corazón: sus concepciones sobre la vida y el mundo y la jerarquía de sus valores con los que rige su existencia. Al conocer la biografía de Víctor González Torres, ya legendario fundador de Farmacias Similares, uno no puede dejar de sorprenderse de la historia de un hombre que pasó de ser un empresario obsesionado por ganar todo el dinero posible para enriquecerse a ser un hombre obsesionado con ayudar en lo más posible a las personas con el medio más eficaz que tenía para ello: su propia empresa. Su padre, Roberto González Terán, había fundado Laboratorios Best en 1954 y uno de sus hermanos, Javier era dueño de las Farmacias Fénix, de modo que el negocio de los medicamentos estaba en las raíces de su árbol genealógico. Sin embargo, Don Víctor, a raíz de una profunda crisis personal, según se narra en los videos “Mi Vida es Lucha” (se pueden ver en YouTube), decidió que su modelo de negocio se basara en el servicio a los demás. Tal vez haya sido la relevancia que el catecismo católico tuvo en su formación básica; tal vez su propia experiencia personal desarrollada en constante adversidad debido a una serie de problemas físicos desde el nacimiento; tal vez fueron los consejos de su hermano Enrique, sacerdote jesuita, que lo orientó significativamente para afrontar su depresión. El caso es que Don Víctor tuvo la audacia, la visión estratégica y la capacidad ejecutiva para realizar un modelo de negocio que permitiera ofrecer medicamentos al más bajo precio posible a la mayor cantidad de gente posible. Así lograron tener más de mil sucursales apenas cinco años después de fundada la empresa. Con su liderazgo y esta visión de negocio, fueron pioneros en la operación de consultorios médicos adyacentes a las farmacias con servicios gratuitos o de muy bajo costo que mucho bien han hecho a millones de personas. Posteriormente, con la fortuna generada por este modelo de negocio, las iniciativas de acción social se han multiplicado en programas de ayuda diversos a la población marginada, al mejoramiento del medio ambiente y del país. Cosa de tener iniciativa, imaginación, ganas de servir y capacidad de liderazgo para hacer que las cosas sucedan. Conviene conocer este caso, estudiarlo y aprender de él. Después de todo, como escribía aquella pensadora teológica cristiana, convertida desde el judaísmo y activista social, Simone Weil: Lo que los pueblos requieren son maestros y guías admirables.

Adrián Ruiz de ChávezV.

ProfesoryconsultorenLiderazgoeInteligenciaEstratégica,Institutode DesarrolloEmpresarialAnáhuac,UniversidadAnáhuacMéxico. Correo:adrian.ruizdechavez@anahuac.mx LinkedIn:Adrián Ruiz de Chávez.Twitter:@adrianrdech.

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