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Día 3: El Dios redentor
Guárdalo en tu corazón
Ya estamos mucho más cerca de memorizar todo el texto del Salmo 103. Escribe a continuación tanto como recuerdes de este pasaje. Luego regresa y compáralo con tu Biblia. Escoge alguno de los versículos ya estudiados y úsalo hoy como una oración.
Día 4 Un Dios de pactos
Pero la misericordia del Señor es desde la eternidad hasta la eternidad […] Para los que guardan Su pacto Y se acuerdan de Sus preceptos para cumplirlos. Salmo 103:17‑18
Cuando la infidelidad nos ha marcado de una manera u otra, entender que Dios es fiel se nos hace difícil. El corazón se rehúsa a confiar. Sin embargo, la Escritura nos habla de un Dios de pactos, que guarda y cumple Su Palabra. El concepto de pacto es un poco ajeno a nosotras porque somos producto de un mundo caído que, en la mayoría de los casos, no es fiel a su palabra, que rompe los compromisos y no honra los acuerdos. Nuestro corazón pecaminoso es por naturaleza infiel. Y cuando hablo de infiel no me estoy refiriendo solamente a la infidelidad matrimonial, sino a cualquier tipo de situación en la que no cumplimos con lo que dijimos o con lo que deberíamos cumplir.
El pasaje de hoy nos habla del pacto de Dios. En los pactos, Él afirma cómo quiere que actuemos y también hace promesas con respecto a cómo Él actuará. Dentro del contexto bíblico, podemos entonces definir que un pacto es «un acuerdo legal, inalterable y divinamente impuesto entre Dios y el hombre que estipula las condiciones de sus relaciones».1 A pesar de que cuando leemos la palabra acuerdo pensamos en la responsabilidad equitativa de las partes involucradas, el hecho de que sea «divinamente impuesto» nos aclara que es Dios quien tiene la última palabra. Nosotras no podemos negociar con Dios ni cambiar los términos de dicho pacto. Todo esto se resume en una frase que encontramos en varios pasajes del Antiguo Testamento: «Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo». El primer pacto de tipo divino no ocurrió entre Dios y el hombre sino entre Dios y los miembros de la Trinidad. Este ha sido llamado el «pacto de redención». Aunque no encontramos la palabra pacto directamente con relación a esto, la Escritura sí habla con claridad de un plan y propósito redentor que involucra al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Este pacto tuvo su origen en la eternidad y precedió a todos los demás. Veamos a continuación algunos pasajes que nos ayudarán a entender mejor el pacto de redención. Toma el tiempo de leer cada uno para poder responder a las preguntas.
2 Timoteo 1:9‑10. ¿Desde cuándo se preparó este plan de redención?
Juan 17:2,6. ¿Qué le dio el Padre al Hijo?
Hebreos 10:5. ¿Cómo preparó el Padre al Hijo para poder cumplir con el pacto de redención?
1. Grudem, Teología sistemática, pág. 2112.
Hebreos 9:24. ¿En qué se convirtió el Hijo?
Hebreos 10:7‑9. ¿Qué dice acerca de la disposición del Hijo?
Filipenses 2:8. ¿Cuál fue la actitud del Hijo?
Mateo 3:16. ¿Qué se nos dice sobre el rol del Espíritu Santo y Su relación con el Hijo en este pacto de redención?
Juan 14:16‑17. ¿Qué aprendemos sobre el rol del Espíritu Santo con relación a los creyentes luego de la obra redentora de Cristo?
El pacto de la redención, como su nombre lo indica, tenía como meta nuestra redención, el rescate que tanto necesitábamos. Ahora bien, el primer pacto al que la Biblia hace referencia es el que se conoce como el «pacto de las obras». Leemos de este pacto en Génesis, y es el que Dios estableció con Adán en el Edén. De nuevo, la palabra pacto no aparece en la narración, pero sí queda clara la promesa que Dios hace y la condición de obediencia de parte del hombre (Gén. 2:16‑17). Había un mandamiento para Adán y una promesa de castigo por la desobediencia; el castigo sería la muerte. Es obvio entonces que la obe‑ diencia resultaría en lo opuesto, la vida perfecta y en eterna comunión con Dios. Como sabemos, Adán y Eva no cumplieron con su parte y fueron expulsados de Edén, experimentaron muerte física y espiritual. Se lo llama pacto de las obras porque «la participación en las bendi‑ ciones del pacto dependía claramente de la obediencia u “obras” de parte de Adán y Eva».2
Dado que no pudimos recibir los beneficios de este pacto de las obras, por causa de la desobediencia, la Escritura nos presenta allí mismo en
2. Grudem, Teología sistemática, pág. 2121.
Génesis el comienzo de otro pacto que conocemos como el «pacto de la gracia».
Pondré enemistad Entre tú y la mujer, Y entre tu simiente y su simiente; Él te herirá en la cabeza, Y tú lo herirás en el talón. (3:15)
¿Qué entiendes que significan estas palabras?
Lee ahora 1 Juan 3:8. ¿Qué dice acerca de Cristo?
Dios estaba haciendo un pacto, estaba garantizando que seríamos res‑ catadas por uno que «aplastaría» a la serpiente; quedaríamos libres de un pacto con el que no podemos cumplir, el de las obras. Nuestra obediencia —por mucho que intentemos— nunca será perfecta; no puede cumplir con los estándares de Dios. Por eso necesitamos el pacto de la gracia. En este pacto, los participantes son Dios y el pueblo que Él redimiría para sí mismo.
Veamos ahora algunos pasajes que nos enseñan acerca del pacto de la gracia.
Hebreos 8:15. ¿Cuál es el papel de Cristo en este nuevo pacto?
Gálatas 3:13‑14. ¿Cuál es la condición para poder participar en este pacto?
1 Pedro 2:9‑10. ¿Cuál es un resultado de haber entrado en este nuevo pacto con Dios?
Romanos 6:4. ¿Cuál es una señal externa del nuevo pacto en la vida del creyente?
Efesios 2:8‑9. De acuerdo con este texto, ¿por qué crees que se llama pacto de la gracia al nuevo pacto?
A lo largo de la historia de redención, que nos narra la Escritura, encontramos varios momentos en los que Dios ratificó Su pacto de una manera u otra. El gráfico que aparece a continuación te puede ayudar a ubicarlos en la cronología bíblica.