El ídolo

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El Ă­dolo


Jairo Emmanuel Sánchez Evaristo GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO

Fausto Vallejo Figueroa Gobernador Constitucional

Marco Antonio Aguilar Cortés Secretario de Cultura Juan García Tapia

El ídolo

Secretario Técnico María Catalina Patricia Díaz Vega Delegada Administrativa Paula Cristina Silva Torres Directora de Vinculación e Integración Cultural Raúl Olmos Torres Director de Promoción y Fomento Cultural Héctor García Moreno Director de Patrimonio, Protección y Conservación de Monumentos y Sitios Históricos Fernando López Alanís Director de Formación y Educación Jaime Bravo Déctor Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural Héctor Borges Palacios Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura

Gobierno del Estado de Michoacán Secretaría de Cultura Consejo Nacional para la Cultura y las Artes


Juventino era el hombre más querido que San Juan haya albergado alguna vez desde su fundación. Desde niño fue cobijado por El ídolo

Primera Edición, 2012

el amor desmedido que los habitantes del

© Jairo Emmanuel Sánchez Evaristo © Secretaría de Cultura de Michoacán

pueblo experimentaban hacia él y que, con

Colección Premios Michoacán de Literatura 2012 Xviii Concurso de Cuento de Humor Negro: José Ceballos Maldonado Jurado calificador Martha Elena Estrada Soto José Eduardo Aguirre Illescas Manuel Alejandro Ayala Chávez Imagen de portada:

el paso de los años, se convirtió en absoluta devoción. Juventino era hijo de campesinos, cuyo rasgo característico siempre fue la solidaridad para con los demás. Ellos siempre se las ingeniaron para compartir sus bienes con los que no tenían ni un mendrugo de

Diseño Editorial: Paulina Velasco Figueroa

Secretaría de Cultura de Michoacán Isidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc, C.P. 58020, Morelia, Michoacán Tels 01 (443) 322-89-00, 322-89-03, 322-89-42 www.cultura.michoacan.gob.mx

pan para comer, o un pedazo de tela para cubrir sus cuerpos durante las heladas. Solía pasar que llegaba a sus oídos la noticia de que una persona del pueblo estaba necesi-

ISBN:

tada y los señores enviaban a Justino para

Impreso y hecho en México

enterarse de lo que acontecía y así encontrar el modo adecuado de ayudar. 7


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Los beneficiados agradecían conmo-

por lo general, a cambio de sus servicios

vidos hasta el llanto. Le decían “gracias,

recibía comida, ropa o, en casos extremos,

muchas gracias Juventinito, ¡son tan bue-

dinero, otorgado, la mayoría de las veces,

nos! que Dios se los pague”, justo antes de

por ganaderos a quienes les cuidaba sus

besarle la mano o lanzarse a sus pies. En-

animales cuándo éstos no podían hacerse

tonces Juventino se decía que jamás deja-

cargo de la empresa debido a su afición

ría de brindar su apoyo a quien lo necesita-

por el alcohol.

ra y que al igual que sus padres, sólo haría

El paso de los años no hizo sino en-

el bien por amor al bien pues al hacerlo,

fatizar el carácter bondadoso que poseía el

según él conseguía la riqueza más preciada

pan de Dios, como le llamaban las señoras

por todo hombre, esa que se llama felici-

de edad. Además, gracias a su incansable

dad.

dedicación por beneficiar a los demás, muy Así, cuando años después les llegó

pronto se hizo acreedor de una elevadísima

la muerte, Juventino continuó realizando

reputación. Todo San Juan era víctima de un

actividades que aseguraron el beneficio de

amor arrebatado hacia ese joven excepcio-

sus semejantes, a pesar de que sólo era un

nal, de modos afables y corazón sin igual.

niño. Se ofrecía para auxiliar en las labores

Incluso cuando iba por la calle, no había ni

del campo, en las tareas hogareñas de sus

un hombre en aquellas tierras que no pa-

vecinos y en otros menesteres que su corta

deciera de un deseo insoportable de correr

edad le permitía realizar sin problemas. Y

hacia él para abrazarlo y darle un poco del 9


cariño que el pueblo sufría deliciosamente

vísperas de convertirse en santo. Por esa

por su persona.

razón en el pueblo él era el consentido,

Juventino se sentía en armonía con

sin que él lo pidiera, y aun negándose a

el mundo gozando de la felicidad que los

ser recompensado con bienes materiales,

demás le devolvían a manera de pago. Se

Juventino disponía de privilegios que creía

recreaba deleitándose con la alegría que

no merecer, no tenía que trabajar para

esparcía día con día por todo San Juan. La

ganarse la vida debido a que el pueblo se

gente decía que si sus padres no estuvieran

encargaba de mantenerlo. Era dueño de

en la gloria del señor, se sentirían orgullosos

cinco parcelas donadas por los ejidatarios

de él y Juventino respondía con una leve

para los que trabajó sin descanso durante

sonrisa, que era como un tímido asenti-

su adolescencia, y tenía en su poder

miento a esos comentarios, y que producía

veinte cabezas de ganado, otorgadas por

una agradable impresión en los interlocuto-

aquellos ganaderos a quienes socorrió en

res que no se cansaban de repetirle lo mis-

innumerables ocasiones con el cuidado

mo una y otra vez.

de los animales, cuando la resaca les

Cuando llegó a la edad adulta, el pan

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imposibilitaba siquiera abrir los ojos.

de dios gozaba del estatus de ídolo. Su

Pese a ello, Juventino trataba de

arrebatada abnegación era vista como una

mantener un estilo de vida humilde y con-

prueba fehaciente de que era un enviado

tinuaba llevando a cabo la rutina que había

del redentor, un hombre que estaba en

regido su vida desde la infancia: se levan11


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taba muy temprano por la mañana y daba

terroso que conducía al monte donde tenía

un paseo por el campo, en busca de labo-

lugar la cosecha de maíz, Juventino sufrió

res qué realizar. Por la tarde, regresaba al

un infarto que le arrebato la vida en un

pueblo y ahí continuaba su escudriñamiento

suspiro. El pobrecito apenas tuvo tiempo de

hasta el anochecer, cuando regresaba a su

llevarse una mano al pecho antes de caer

hogar henchido de satisfacción por haber

fulminado contra el suelo mientras el burro,

contribuido en las labores que se realizaban

sorprendido por el inesperado derrumbe de

en San Juan. Pocas veces se ocupaba de sus

su dueño, se quedó estático a su lado, sin

terrenos y de sus animales, ya que le habían

saber qué hacer.

contratado personal para que se hiciera car-

Cuando se percató de la magnitud del

go de ello y no tuviera que gastar energías

asunto, el burro salió disparado con direc-

supervisando su mantenimiento. Pero eso

ción al pueblo y en su desesperado correteo

no hacía más que dejarle el día libre para

por los senderos polvosos, el animal rebuz-

efectuar su actividad predilecta: ayudar.

nó enloquecido. A la entrada de San Juan,

Sin embargo, un miércoles por la

por la bocacalle donde se salía a los campos

mañana, un día cualquiera en su agenda,

de cultivo, un grupo de señoras enfrasca-

Juventino salió al campo para iniciar con su

das en conversaciones vulgares, lo vio pasar

jornada habitual, sin saber que sería el último

desbocado muy cerca de ellas y se inquie-

recorrido que daría por los sembradíos

taron al notar que Justino no se encontraba

que lo vieron crecer. A mitad del camino

sobre el lomo del animal. De inmediato se 13


dispersaron en busca de sus maridos para

causa de su incapacidad para asimilar el fa-

comunicarles lo que acababan de presenciar

tídico suceso, y otros más se jalaron los ca-

y éstos, al enterarse, salieron presurosos de

bellos, se revolcaron y se arañaron la cara

sus hogares, casi tan presurosos como el bu-

en un vano intento por rechazar lo ocurrido.

rro, pero sin rebuznar.

Hubo otros que cometieron suicidio, azuza-

No había pasado ni media hora desde que el heráldico animal anunciara la muerte de su dueño por las calles de San Juan, cuando ya los hombres rodeaban el cuerpo inerte de Juventino. Lo encontraron tendido boca arriba, con la rigidez propia de un árbol y tan pálido que todos lo desconocieron en

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dos por la negativa de vivir en un mundo sin él e imitaron burdamente la forma en que murió el hijo prodigo de San Juan: montaron sus burros e iniciaron una carrera hacia la muerte y cuando el animal alcanzó una velocidad considerable, los jinetes se arrojaron de espaldas con la esperanza de que, a falta de problemas cardiacos, el golpe contra el

una primera revisión. Sin embargo, tras los

suelo les arrancara la vida y los condujera

titubeos nacidos de la confusión, llevaron el

al otro mundo, donde los estaría esperan-

cadáver al pueblo y ahí, hombres y mujeres

do ese hombre que tanto amaban. Algunos

lloraron al unísono la muerte de Juventino,

consiguieron su propósito; otros en cambio,

el joven más bondadoso de la región.

sólo consiguieron romperse las costillas y

En un santiamén, las labores se sus-

una fuerte contusión en la cabeza que a la

pendieron y toda la gente se reunió en casa

postre los dejaría tullidos, en condiciones

del muerto. Ahí, varios perdieron la razón a

dignas de un mueble. 15


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La casa de Juventino estaba abarro-

necer. En aquel lugar, todos estaban devas-

tada por una multitud llorosa, aturdida por

tados, aunque Juventino parecía descansar

la pérdida inconmensurable que significaba

cómodamente en medio de aquél valle de

la muerte del hijo prodigo de San Juan. La

lágrimas, dentro de la caja de muerto, indi-

gente se apilaba sobre el ataúd para tratar

ferente al barullo que su ataque al corazón

de extraer al muerto y tocarlo, besarlo por

había provocado en San Juan. Pero si hu-

última vez. La situación estaba por salirse de

biera estado vivo, habría oído las disputas

control, así que para evitar situaciones que

que se desataron entre fanáticos y guardias

pusieran en riesgo al difunto, se comisionó

cada vez que éstos últimos impedían el

a cuatro hombres para que custodiaran la

acercamiento de los primeros por motivos

caja e impedir posibles secuestros o daños

de seguridad.

físicos irreversibles ocasionados por el api-

Al llegar el mediodía, Juventino salió

ñamiento de los presentes, completamente

de su casa rumbo a la iglesia, seguido por

enajenados por el dolor.

un mar de personas que se desbordaba por

Al día siguiente, el pueblo recibió al

todas las calles de San Juan. Allá espera-

sol con rostros maltrechos por el insomnio,

ba el padre Fausto, parado a la entrada de

la aflicción y el desconsuelo. Aquella no-

la casa de Dios. Estaba afligido y un suave

che nadie durmió ni un minuto. Ojerosos y

rubor cubría sus mejillas. Iba a entrar a la

compungidos, los comensales (dolientes)

iglesia para encender algunas veladoras en

permanecieron en sus lugares hasta el ama-

el altar, pero vio que la multitud ya se acer17


caba y decidió esperar. Al llegar, la caja se

todo el pueblo y enseguida se dedicó a en-

colocó sobre un par de caballetes frente a la

salzar las cualidades del muerto: dijo, entre

iglesia, para que fuera bendecida antes de

otras cosas, que en su vida había tenido el

que iniciara la misa mortuoria, pero enton-

privilegio de conocer a alguien más bueno

ces el padre Fausto, fuera de sí, se abalanzó

que Juventino, que poseía las virtudes de

contra el féretro y se deshizo en un llanto

un santo y, que si alguna vez el pueblo de

ahogado y amargo.

San Juan alcanzaba cierta notoriedad entre

Nadie reparó en el inusual gesto del

las comunidades aledañas, sería porque és-

cura, siempre desapegado e impasible en

tas estarían al tanto de que alguna vez ahí

los entierros. No obstante, si la pena no

vivió un hombre bendito, casi tan grande

embargara el ánimo de todos los ahí reu-

como Jesucristo.

nidos, cualquiera habría notado el fuerte

Los comensales alcanzaron el delirio

olor a vino que exudaba el padre Fausto.

con las sabias palabras del padre Fausto y

Pero como no era así, la gente contempló

su discurso fue recibido como un bálsamo

embelesada la escena y se emocionó tan-

que los sacó del letargo en que estaban

to que más de la mitad estuvo a punto de

inmersos desde la mañana anterior. Hubo

desfallecer.

algunos aplausos y un débil rayo de resig-

El padre se enjugó las lágrimas que

nación se coló en el interior de los asisten-

aún temblaban sobre sus pestañas y se aco-

tes, provocando delicadas sonrisas en sus

modó la sotana. Agradeció la asistencia de

rostros hinchados y enrojecidos por las lá19


grimas vertidas durante día y medio. Ade-

pueblo a lo largo de su intachable y beata

más, el apretujamiento ocasionado por los

vida. Consideraba que todo lo que le había

deseos de acercarse al muerto disminuyó,

sido dado hasta antes de su muerte no era

como si las ilustres palabras del cura fueran

suficiente, al menos no para el pobre de Ju-

las riendas que se necesitaban para aplacar

ventino que hasta el último día de su vida se

a esa bestia atormentada en que se había

preocupó de socorrer a los demás.

convertido la multitud.

Entonces vino el desconcierto, la

Minutos después, el padre Fausto

extrañeza generalizada ante la propuesta

formuló una sugerencia que nadie imaginó.

inusual, la incomprensión evidenciada en

Sería difícil precisar si tal ocurrencia fue una

toscos intercambios de miradas que busca-

idea concebida por los tragos de alcohol o

ban una explicación razonable de eso que

si, por el contrario, fue una idea premedita-

parecía completamente irracional. Luego,

da, fraguada durante las horas posteriores

un inexplicable estallido abrumador, una

a la muerte de Juventino. El padre pidió si-

sorda explosión de alegría que retumbó en

lencio y recuperando su habitual seriedad,

todos los rincones de San Juan: seducidos

propuso mantener el cadáver por unos días

por su divina grandilocuencia, los presentes

más entre los vivos, argumentando que un

aceptaron la descabellada sugerencia del

hombre de su alcurnia no podía abandonar-

padre con la entera convicción de que si él

los así como así, sin haber sido recompensa-

lo decía, así tenía que ser.

do por los beneficios que había reportado al 20

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La concurrencia celebró con gritos y

dicha inmensa de tener entre sus brazos,

aplausos la resolución que se había toma-

aunque solo fuera por unos segundos, al di-

do y como si el fallecimiento de Juventino

choso que regresaba del más allá.

hubiera sido parte de una pesadilla que lle-

Luego de unas horas, cuando por fin

gaba a su fin, el padre sacó de la caja al

concluyeron las variadas muestras de afec-

finado y le dio un fuerte abrazo para darle

to y devoción, Juventino fue tomado de los

así la bienvenida a su nueva vida como re-

brazos por dos hombres asignados por el

sucitado.

padre que lo escoltaron en un recorrido por

No obstante, debido a los desórde-

las calles que volvían a acogerlo con fervor.

nes que comenzaron a gestarse entre los

El ambiente se puso como si fuera el día

que estaban más alejados del muerto, quie-

del santo patrón: las campanas repiquetea-

nes exigían una oportunidad de acercarse

ban incesantes, la gente se agolpaba en las

para darle su salutación, el padre ordenó

aceras, se lanzaban cohetes, se llamó a una

que se hiciera una fila para que los besos

banda para musicalizar la caminata y en dos

y los abrazos se rigieran por turnos y de

respiros se organizó un gran banquete en

esa manera asegurar la integridad física de

honor al cadáver que el pueblo se había ne-

Juventino. Pidió que dejaran de empujarse

gado a enterrar.

y con gesto arrobado, señaló el lugar para

Esa tarde se consumió entre con-

formar la línea. La concurrencia obedeció y

versaciones animadas, música y alcohol,

así, uno por uno se fue regocijando con la

teniendo como cede la casa donde horas 23


antes hubo llantos y desmayos al por mayor.

cabeza inclinada hacia la izquierda, el es-

Los asistentes se mostraban exaltados, fe-

pectáculo que se desarrollaba frente a él.

briles, como si fueran víctimas de un júbilo

Aunque eso de mirar es solo un decir, ya

que amenazaba con hacerlos reventar y sus

que sus ojos estaban cerrados por causas

rostros, congestionados por las bebidas y el

mortuorias y la posición de la cabeza redu-

buen humor, reflejaban la satisfacción que se

cía considerablemente su campo visual; si

experimenta al vencer un obstáculo que, en

pudiera ver, en todo caso, sólo contempla-

primera instancia, parecía imposible superar.

ría los agitados pasos de los bailarines más

Más tarde tuvo lugar un baile mul-

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próximos y nada más.

titudinario en la plaza del pueblo, con la

Al finalizar la fiesta, el muerto fue

misma banda que con sus notas amenizó el

transportado a su casa acompañado de los

triunfante regreso de Juventino a San Juan.

danzarines, quienes lo vitoreaban enloqueci-

Como es de esperarse, el festejado estuvo

dos, como si el alcohol y los bailes hubieran

presente en el jolgorio, ocupando un lugar

redoblado su felicidad. Iban agitados, tam-

privilegiado como le correspondía dado su

baleantes, lanzando hurras a un Juventino

prestigio casi divino. Reclinado sobre una

atrapado en medio de los hombres que lo

silla de cojines aterciopelados que el padre

cargaban engrandecidos, sumamente agra-

extrajo de la iglesia, y que era la que usaba

decidos por haber sido encomendados

para descansar en misa durante las lecturas

para realizar tan privilegiada labor. El cura

de los evangelios, Juventino miraba, con la

ordenó que fuera acomodado en la cama y 25


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mandó traer una capa del santo Juan para

entre los anfitriones, quienes se disputaban

cobijarlo con ella. Afuera, la gente se agol-

su presencia a base de golpes y amenazas,

pó en la entrada y resolvió quedarse a ve-

alegando preferencias que Juventino tuvo

lar el sueño del muerto y para sobrellevar

para con algunos de ellos durante su vida.

la noche, encendieron algunas fogatas y

Cuando eso sucedía, ni las plegarias del pa-

compraron varias botellas de licor. Algunos

dre Fausto podían frenar los encontronazos

sacaron un par de guitarras y todo el mundo

que se daban alrededor del padrino, quien

se puso a cantar hasta el amanecer.

ya exudaba un olor acre que parecía atraer a

Durante los siguientes días, y aprove-

la concurrencia. Daba la impresión de ser un

chando la segunda vuelta del joven ejemplar,

gran trozo de carne descompuesta, rodeada

varios pobladores llevaron a cabo los santos

por moscas ávidas, deseosas de succionar

sacramentos en los que el muerto tuvo un

el jugo amarillento que drenaban sus poros

papel importante, ya que se convirtió en el

abiertos por la hinchazón.

padrino por excelencia de bautizos, prime-

Cuando las peleas cesaban, gracias

ras comuniones y un par de casamientos. A

a los acuerdos que establecían los conten-

lo largo de dos días, el fiambre fue llevado

dientes, la algarabía continuaba y el muer-

de un lado para otro como si fuera parte

to, junto con el padre, eran invitados a ame-

indispensable de la ornamentación festiva.

nizar la comida en un nuevo hogar, donde

Salía de una casa para entrar a otra y encima

ya los esperaban otros ahijados, deseosos

tenía que soportar las reyertas que se daban

de convivir, aunque sólo fuera durante una 27


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hora, con él. Ahí, durante las comidas, Ju-

emoción: la gente se abría paso cuando

ventino se notaba impasible, incluso con los

Juventino franqueaba la entrada y la banda

moscardones que se le pegaban a la cara

comenzaba a tocar. Los ahijados se lanza-

para recrearse en su piel negruzca y malo-

ban sobre él. Lo estrujaban y derramaban

liente. Daba la sensación de estar absorto

algunas lágrimas sobre su pecho. Los in-

en cavilaciones que trascendían los aconte-

vitados, por otra parte, realizaban brindis

cimientos en que estaba inmerso, como si

multitudinarios en honor al padrino y él ni

estuviera perdido en parajes que sólo él con

por enterado. Para ser la piedra angular de

los ojos cerrados podía vislumbrar. Y aunque

todo el revuelo, Juventino parecía estar muy

eso hubiera acarreado cierta incomodidad

aburrido, algo que, sin embargo, tenía sin

entre los presentes, si la indiferencia del pa-

preocupación a los festejados, pues ellos se

drino hubiese sido intencional, seguramente

entregaban sin piedad a los excesos.

se habrían dicho, como se lo decían enton-

Solo fueron un par de días los que se

ces, que Juventino estaba más lleno de vida

dispusieron para llevar a cabo farras mara-

que nunca y que su silencio se debía a sus

tónicas en San Juan. Luego siguieron algu-

esfuerzos sobrehumanos por contener toda

nas misas y rosarios a causa del inminente

esa alegría que mantenía hinchado su cuer-

regreso de Juventino a los sepulcros. Ahí,

po y que amenazaba con hacerlo estallar.

al finalizar las oraciones, la gente se acer-

Sin embargo, en cada una de las reu-

caba al difunto, sentado a un lado del altar

niones a las que asistía era recibido con

construido para el santo patrón, y le pedían 29


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que abogara por ellos ahora que estaba a

nocible: la descomposición le había puesto

un lado del señor.

la carne blanda, purulenta y no dejaba de

Pero un sábado por la tarde, Juven-

emanar ese líquido amarillento, pestilente

tino salió hacia el campo en compañía de

al que sus seguidores parecían ser inmunes,

los jornaleros. Ellos pidieron pasearlo por

pues en ningún momento la peste les hizo

los sembradíos con el pretexto de que sería

arrugar las narices.

imperdonable que se fuera al otro mundo si

Habían arribado a las parcelas don-

haber visitado, ahora si por última vez, las

de el elote ya sazonaba, cuando ocurrió

tierras que lo vieron crecer. Amarraron su

una nueva desgracia. Tal vez así lo quiso la

abultado cuerpo al lomo de un burro que

providencia, o tal vez las cosas no pudieron

era arriado por el padre Fausto y echaron a

terminar de otra manera: de improviso, el

andar. Con paso firme, el animal avanzaba,

burro perdió toda la solemnidad de la que

denotando solemnidad en cada uno de sus

había hecho gala desde la salida de la casa

movimientos mientras los demás caminaban

del muerto y como si le hubieran cortado

en torno a él, a paso lento y sin ocultar la

el rabo, comenzó a reparar con vehemen-

emoción que ese recorrido les proporciona-

cia, sin aparente explicación. Sus saltos eran

ba. El padre iba delante del asno, jalándo-

tan fuertes, que el padre cayó al suelo y los

lo con suavidad y cuidando que Juventino

intentos de sus acompañantes por tranqui-

fuera bien seguro allá arriba. Para entonces,

lizar al animal fueron inútiles. El burro soltó

el cadáver ya estaba muy hinchado, irreco-

patadas a diestra y siniestra, en su alocado 31


intento por liberarse de aquellos hombres y

ahí reunidos. De nuevo se les adelantaba,

cuando nadie lo esperaba, el animal reparó

y a un día de volverlo a despedir, en gran-

de tal manera, que su montador salió dis-

de. Porque si Juventino hubiera aguantado

parado hacia delante, azotando de bruces

la caída, habría sido despedido al siguiente

muy cerca del padre Fausto. Al estrellarse

día con jaripeo y una quema de castillo por

contra el suelo, hizo un sonido seco, como

la noche, donde lo pondrían hasta la cima,

de costal de avena. El burro ni se inmutó

sobre una base giratoria desprendible, que

y corrió despavorido hacia los maizales,

sería impulsada por una serie de fuegos ar-

en tanto los hombres, preocupadísimos se

tificiales que estallarían en el cielo, en el lu-

acercaron al inerte de Juventino. Le dieron

gar al que siempre perteneció.

vuelta y encontraron que había perdido parte de la piel del rostro y que su barriga se había reventado, dejando salir sus órganos pútridos, embarnizados por una sustancia negruzca que, por primera vez desde que inicio la corrupción de su carne, los dejó mudos gracias a su penetrante aroma. Ya no había nada qué hacer y ni siquiera la sugerencia del cura de que podría ser remendado convenció a lo que estaban 32

33


El Ídolo de Jairo Emmanuel Sánchez Evaristo se terminó de imprimir el 4 de noviembre de 2012, en los talleres gráficos de Impresora Gospa ubicados en Jesús Romero Flores no.1063, Colonia Oviedo Mota, C.P.58060 en Morelia, Michoacán, México. La edición consta de 1,000 ejemplares y estuvo al cuidado de Héctor Borges Palacios y el autor.





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