La voz encendida

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La voz encendida


GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO

Fausto Vallejo Figueroa Gobernador Constitucional

Marco Antonio Aguilar Cortés Secretario de Cultura Juan García Tapia Secretario Técnico Fernando López Alanís Director de Formación y Educación Jaime Bravo Déctor Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural Raúl Olmos Torres Director de Promoción y Fomento Cultural Paula Cristina Silva Torres Directora de Vinculación e Integración Cultural Héctor García Moreno Director de Patrimonio, Protección y Conservación de Monumentos y Sitios Históricos Miguel Salmón del Real Director de la Orquesta Sinfónica de Michoacán María Catalina Patricia Díaz Vega Delegada Administrativa Héctor Borges Palacios Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura


Carolina López Herrejón

La voz encendida

GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN SECRETARÍA DE CULTURA CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES


La voz encendida Primer edición, 2012 © Carolina López Herrejón © Secretaría de Cultura de Michoacán Colección Premios Michoacán de Literatura 2012 VI Concurso de Ópera Prima, Narrativa Jurado calificador: Ernesto Hernández Doblas Roberto Manuel Barajas Castillo

Imagen de portada: Entre las sombras se ocultan las formas y las mariposas nocturnas de Emilia Solís González Diseño editorial: Paulina Velasco Figueroa

De venta en la Librería Ágora de la Casa de la Cultura de Morelia

Secretaría de Cultura de Michoacán Isidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc, C.P. 58020, Morelia, Michoacán Tels 01 (443) 322-89-00, 322-89-03, 322-89-42 www.cultura.michoacan.gob.mx ISBN: 978-607-8201-29-7 Impreso y hecho en México


Índice

1. Yo, tú, él y ella

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Lepidóptera

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El caballito, el apache

y la maringuía también

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Carmen

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Un corto cabrío

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Ella

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2. Nosotros

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Aquella etapa

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Sounds, songs

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Laúd

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Mío, el amor

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I

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II

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3. Ustedes, ellos, ellas

65

Nebulosa

69

I

69

II

73

III

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IV

78

La voz encendida

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La raíz que sostiene

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Abuela, tu color favorito

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A Hernán mi luz y energía



1. Yo, tú, él y ella



Tu corazón se abre cuando quiere tu voluntad se cierra cuando quiere y tu salud navega cuando quiere aguas arriba. NICANOR PARRA



Lepidóptera

—Chula, apúrate, que esto va directito al desastre —dijo Carmelo acomodándose la tanga. Lorena respiró profundo, sacó todo el aire hasta quedarse sin pulmones, se colocó las alas. Al subir por los escalones tropezó un poco, emocionando más al público conocedor, con la vergüenza en las mejillas se agarro muy firme del tubo, saltó y empezó a volar. Gritos, meseros, Carmelo con las uñas en los dientes, Lua en un privado y su novio cobrando la entrada en la puerta. Gritos, gemidos, el norteño impaciente tocando un compás cada vez más rápido. Gritos ¡Ay mami! ¡Ven mi angelito! ¡Yo te llevo al cielo! Gritos, gemidos ¡BASTA! Lorenita siempre iba disfrazada, a la tienda, a misa, a las fiestas de cumpleaños, en estas era aceptable, pasaba desapercibida. En su casa era el 15


centro de atención, el ambiente más vulnerable para que la molestaran sus hermanos, siempre disfrazada, siempre de mariposa, siempre volando. Paco y Tito le gritaban ¡moosssca!, los colores que teñían la vida se diluían, Lorenita se convertía en un insecto asqueroso y puerco que le gustaba oler, comer y reproducirse en la caca. ¡Moosssca! y los dos grandulones zumbaban alrededor de ella hasta hacerla llorar, su mamá nunca la rescataba por que se encontraba a media hora de su casa, ensamblando en una fábrica. Su papá menos, el no tuvo intenciones de rescatarla desde el momento en que supo que Lore venía volando, en camino. A los 12 años decidió que sería entomóloga. Su maestra de 6°, le explicó que los entomólogos se dedicaban al estudio meticuloso de los insectos. Lorena no sabía el significado de m-e-ti-c-u-l-o-s-o, deletreando la palabra se dio cuenta de algo espantoso, esta palabra era algo así como dos palabras que si separabas lo que querían decir y luego lo unías el resultado era: meter por el culo. Con el rostro hecho fuego encaró a la maestra y 16


ella con la carcajada en los cachetes le dio un diccionario. —Ten Lorenita encuentra la palabra y ve que significa en realidad, de paso investiga qué tipo de entomóloga quieres ser. Lore era una niña determinada, ella lucharía con todo su cuerpo y sus alas, para ser entomóloga lepidóptera, dicho de otra forma, estudiaría toda su vida a las mariposas, sus colores, su vuelo, la forma ligera de vivir y sobre todo, por qué nunca ponían los pies sobre la tierra; Lorena descubrió que las mariposas siempre se posaban en las plantas, las espigas, los arboles, los muros, ¿Por qué no poner los pies en el suelo? Seguramente era una regla creada entre todas las mariposas, eso y la estupidez de los humanos que pisaban todo lo que fuera colorido. La mamá de Lorena también era determinada y le explicó a la niña que ella no veía futuro en esa carrera, que ni sabia dónde se estudiaba eso, lo que podía hacer por Lorena con todo su 17


esfuerzo era meterla a cultora de belleza o a un secretariado con computación. Fin de la discusión. La secundaria fue sencilla, risas, cambio de boletos de camión por besos anaranjados, ir al baño entre clase y clase, lucir en las tardeadas ese cuerpo recién salido de la crisálida, firme, bello, voluptuoso, Lore investigó la palabra en el diccionario, se dio cuenta que esa palabra la definía. Voluptuosa, como una monarca al sol posada en la rama de un oyamel. Concluyó la secundaria, no hubo bachillerato que le acomodara estudiar pegada a la cama de su mamá que ya tenía amputados tres dedos del pie izquierdo, al ver la responsabilidad de cuidar a un enfermo, los hermanos de Lorena se fueron a zumbar a otro lado. Una noche en primavera con dieciocho años en la mirada, Lorena esperaba el suburbano en una esquina, un carro frenó muy despacio frente a ella, el conductor le ofreció llevarla y ella le entregó su ojos, su boca, su cuerpo, sus alas con la promesa de que el la incluiría en un negocio con 18


muchos ingresos para poder inscribirse a una universidad donde estudiaría a las mariposas. Un año más tarde, ese conductor se convirtió en el novio de Lorena, su manager-proxeneta-explotador. Lorena cumplía los diecinueve cuando murió su mamá, con la casa familiar para ella sola, se adaptó a las necesidades de cualquier vivienda al borde del circuito vial que rodea la ciudad: convirtió su casa en un vuelo de mariposas, un table dance. El antro era humilde, Lorena le dio encanto al asunto haciendo que Nachito, el jorobado, sacara sus dotes imaginativos y pintara mariposas por toda la casa, surgió un problemón cuando Nachito confesó ante todos los accionistas del burdel (Lorena, su novio y su amiga Lua) que él sólo había visto de cerca a las polillas y no estaba seguro de que fueran mariposas, Lorena tristona le respondió a Nachito con media sonrisa: —Ya que, el lugar se llamará “La polilla” —Ay reina, si queda como anillo al dedo el nombre, no ves que las polillas na´más salen en la noche, tú no te me apures mi Nachito 19


vente yo te doy el pago— dijo Lua pegando su pecho a la lúbrica joroba de Nachito. Así comenzó la microempresa, Lorena no iba a los privados con los clientes, Lua disfrutaba todo el trabajo para ella. En ese lugar Lorena sentía mucho asco, sudor, fluidos, la boca grande, manos grandes, escurridizas… ¡BASTA! Lorena se recargó en el tubo para no caerse, los pensamientos la marearon, Carmelo subió a rescatarla, con su sonrisa bloqueo los insultos, los chiflidos y los gritos. En el baño Carmelo le mojo la frente y las caderas, para que calmara el incendio, la impotencia. —Soy una mosca Carmelo, una mosca que se embarra en la mierda de los demás, si me gustara como a Lua no habría problema… —escuchó Carmelo detrás de la puerta soportando el olor a orines y la pena de su amiga.

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—Chula, cállate que Lua sigue al ladito en el privado, si te escuchó ya nos chingamos, no ves que ella mantiene vivo el negocito— comentó Carmelo mordiéndose los labios, apretando con las medias la tanga que se había abultado un poco, los clientes ya empezaban a mirar mucho su entrepierna. Una hora más tarde Lorena se repuso, eligió un coordinado blanco, hacia juego con sus alas, sólo faltaban tres semanas para las inscripciones a la Universidad de Biología, serena, le sonrió a Carmelo que ya se encontraba sentado en las piernas de un cliente, suspendió sus pensamientos y su cuerpo en el aire, asiéndose al tubo como si fuera el hilo que permite que vuelen los papalotes en forma de mariposa.

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El caballito, el apache y la maringuía también

A mi Abue May

Mi papá es panadero, hace conchas, teleras, donas, todo eso con sus brazos fuertes. Él entrena box, pelea y lucha con sus guantes, seguido trae los ojos morados y la boca hinchada, yo lo abrazo, le doy besos con pegamento especial y él me dice que se le van borrando los golpes. Mi papá es fuerte, muy guapo, por eso mi mamá lo escogió. Mi papá tiene un nombre raro, se llama Domingo y en ese día de la semana me prometió llevarme al carnaval de Tarímbaro. Siempre vamos con toda la familia, mis abuelos Moño y Moña, mis primas, mis tíos y los borrachitos de la esquina que no son de la familia pero siempre se nos pegan. 23


Al llegar al pueblo tomamos pulque, mucho pulque con salsa. El corazón se siente alborotado cuando llegamos a la plaza, tum tum suena la tambora, siento que los pies me cosquillean y brincan, tienen vida propia. Hacemos ronda con mis primas, bailamos alrededor de los toros, giramos, sonreímos y nos acercamos a los caballitos. El caballito del Barrio de la Cruz observa mucho a mi prima, la mira como si fuera la mismísima virgen. Le hago la burla y Esperanza se enoja, ya sé que luego se contenta, al final siempre me cuenta como le agarra la mano el caballito, dice que siente toques, como los que sintió cuando conectó la licuadora con las manos mojadas, pero sin miedo a morir, es más bonito que te electrocute una persona a un cable, me dice. Me río y seguimos bailando, brinque y brinque cuidando que los machetes de los apaches no nos den y que el toro no nos aplaste. Los toros son gigantes, unos señores van jalando los cables cuando pasamos por las calles, 24


para que el toro no deje de bailar. A veces se atora y se ladea y entonces si se arma. Porque si se el toro se para, ya no hay más. ¡Toro! ¡Toro! No te nos caigas. ¡Ora toro! ¡Olé! ¡Olé!. La banda nunca para, canción tras canción, pobrecitos sí se cansan, se les nota en la cara, el de la trompeta todo colorado, al del tambor hasta las manos se le han de dormir. Los toros tienen nombre, es el santo y seña del barrio que los hizo, El Misterioso, El Veneno, El Recuerdo, El Único, El Travieso. Los toros tienen alma y cuerpo. Duermen quietecitos todo el año, por que se cansan. Ellos luchan en las calles dos veces al año. Es una lucha de tradición, aunque sea pagana, porque dice mi tía Gela, que los toros son todos los pecados que uno puede cometer antes de que muera Jesús nuestro Señor. Los toros me recuerdan a mi papá, fuertes, coloridos, alegres, luchones. Ahora que vayamos al carnaval le voy a tomar una foto a mi papá, le voy a decir que se ponga cerquita del toro que más le guste, que abrace a mi mamá, que son25


ría y que no se mueva. Luego le voy a pedir a un apache que si nos toma una foto a los tres y le compro un pulquito. El apache no va saber ni agarrar la cámara, me voy a desesperar y lo amenazaré con no comprarle el pulquito si no se pone buzo. Sonreiremos los tres, sentiremos el flash.

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Carmen

Responder es necesario, obligatorio y más difícil que preguntar. Responder por qué lo hice, cómo y cuándo lo decidí. Es complicado andar desesperada toda la vida, necesitar hechos que te afirmen, que deduzcan lo que eres y evadir lo que puedes ser. Soy Carmen, no sé que me compone, en esencia me refiero. Vine a comprar mi despensa, es imposible hacerlo durante la semana, el domingo por la noche es el único momento. Paso primero por el pasillo de detergentes, disfruto respirar las fragancias prefabricadas para quitarle el olor natural a las cosas, a las personas. Yo con mi canasta muy mona recolectando el jabón, el fruto maduro, como campesina del siglo XXI. A ver, aquí hay un cloro olor a lavanda, mata bacterias, duro contra las manchas, resisten27


cia a malos olores. Lo recolecto. A la vuelta del estante, cremas dentales, menta intensa, frescura, dientes blancos, 24 horas de protección contra el sarro. Sin pensarlo, a la canasta. Departamento de lácteos, queso “tipo” manchego, consistente y con el ¿sabor exacto?, lo compro. Así recorro uno a uno los pasillos recolectando lo que me ofrece más. La tragedia de hoy, ocurrió en el pasillo de blancos. Siempre evito pasar por ahí, pero el pendejo del gerente ordenó reacomodarlo y ponerlo al lado del departamento de cosméticos, que no por nada es mi favorito. Veía un lápiz labial, cherry romance, volumen extra a los labios, color que perdura, no se desvanece, brillos de oro para mayor luminosidad. Veía digo, pero en realidad caminaba hacia las sábanas, blancas, 100% algodón egipcio, una caricia para el sueño. Caminaba dije, más bien las rayaba, las llenaba de color. Tire todas las que estaban en el estante las arrastre, baile sobre 28


ellas, escupí y limpie con ellas mis flemas. Corrí de nuevo a los cosméticos, agarre los que pude, los destruí encima de las sábanas, las cobijas, las toallas, los trapos de cocina, las posibilidades de diversión no se agotaban, eran infinitas. El gerente lo arruinó, llegué a su oficina entre las risas de los compradores y de alguno que otro vendedor desobediente. Hizo algunas llamadas, pero jamás me dirigió la mirada, llegó la policía y ahora estoy pagando una fianza, ahí va todo lo que tengo. Responder por qué lo hice. Responder. Adiós entrada a mi súper favorito. Tendré que buscar otro. Creo que en las afueras de la ciudad comienzan a construir uno nuevo, más lineal y abstracto que cualquiera en la ciudad. Tengo grandes ideas con colores y manchas, tengo una sonrisa roja que no se borra al mirarme en el espejo.

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Un corto cabrío

Ya están domados mis sentimientos, mejor así. LA DESPEDIDA, MANU CHAO

La prisa que tengo y la necesidad por acabar contigo o sin ti, consume más mis movimientos, te destruyo, te envuelvo, te fragmento: no hay salida, te me regalas como la lluvia al suelo. Y yo te chupo Diana y me preocupa acabarte, de un sorbo dejar la nada, donde siempre estuviste. Bien sabes que en tu lugar jamás está otra en específico, pero sí muchas cualquieras. Bien sabes lo que tienes, dónde y cómo usarlo, para que me vuele la cabeza con un chingo de manías para reinventarte. Aparece ya dentro del baúl, hazte recuerdo, haz que fluya, flagele y vierta, por sobre todas las cosas, la ansiedad que me dejaste. 31



Ella

Miércoles 15 de octubre. Ella sabe que hoy es la cita. Abre los ojos muy despacio y busca el reloj, las 5:30 de la mañana, se queda inmóvil por un momento y desvía la mirada al otro lado de la cama, él sigue al lado de ella, así ha sido desde hace 10 años. El resultado de ese matrimonio: dos hijos, una casa a treinta minutos de la ciudad, desmañanadas los trescientos sesenta y cinco días del año, ternura y pasión en su cama, una vez entre cada semana, de repente, cuando él se acuerda que duerme con una mujer. Irene duerme siempre de un lado o de otro, se incorpora y con los pies descalzos llega al baño. Se lava la cara. Se contempla. Se peina. Se lava los dientes. Está cansada de reflejarse al otro lado del espejo hexagonal que compró por pura superstición. Con flojera se

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cambia, mete en una bolsa el carnet, su cartera y las llaves, le dice adiós a él, dormido le contesta e Irene cierra la puerta. A las 6:00 de la mañana toma el camión a la clínica general. Dentro de la clínica general de la ciudad, se enfilan en largos pasillos, sillas azules, muy rígidas, con soporte de metal. De tres en tres las personas que acuden al hospital por costumbre o por que en verdad están enfermos, se acomodan rígidamente también en cada una de las butacas. Todos evaden el último trío de sillas, por ende del último pasillo, cerca de la ventana, abierta para la ventilación. La ventana da a un patio con un poco de pasto y se estampa la mirada con un muro, gris y no muy alto, que deja entre ver algunos coches estacionados. Las sillas del fondo nadie las ocupa, los pacientes que no logran conseguir un lugar cerca de los consultorios, prefieren sentarse en el suelo o estirar los pies de vez en cuando, recorriendo el pasillo de extremo a extremo, para no 34


entumirse. Irene, alta, treinta años, tez y ojos muy cafés, dirige la mirada hacia esas tres sillas y se sienta en la de en medio. Algunos alzan la mirada, otros pacientes, disimulando la impresión, la miran de reojo y vuelven a sus actividades, lecturas, juguetear con el celular, tejer bufandas o servilletas con punto de cruz. Irene, muy quieta, relaja el cuerpo y se recarga en la silla azul, cierra los ojos, y las miradas se desvanecen en su mente, la cual tiñe de blanco de inmediato. El silencio que provoca, el pensar detenidamente en algo, da al rostro, la expresión de nunca haber tenido esas experiencias que se guardan en las comisuras de los labios cuando surge una sonrisa. Irene se encuentra en este momento de esa manera, y su silencio habla: Nosotros nos llevamos como la arena y el agua, separo tu humedad de mi firmeza, yo hago que cada partícula se moldee a tu antojo y, a su vez, tu me absorbes. No puedo, ya no puedo soportar todo yo solo. 35


—¡Irene Tovar, venga a que la mida y pese!— dice una enfermera que es la réplica exacta de un bocho. Irene se incorpora. Camina. Deja de pensar lo que le inquieta, sube a la báscula y recuerda su apodo en la familia: China. Frente a la enfermera trata de apodarla, la observa, busca, su voz la distingue. —¡Siéntese! Yo le digo cuándo pasar.— Gruñe la enfermera. Al momento China encuentra el apodo de la enfermera: perra. De nuevo se sienta, se recarga en la misma posición cierra los ojos, vuelve a su cabeza, piensa: China, yo, tiene como alma gemela a un ser muy payaso a un voluptuoso egocéntrico o tal vez es un alcohólico muy decidido, un hombre. China somos todas las hermanas, las mujeres de la familia. China somos siempre general nunca particular. Somos una ley universal un dictamen ya prescrito la no conciencia de nuestros actos y n —¡Irene Tovar!— ladra la enfermera. 36


—Pase, cierre la puerta.— se oye a través del consultorio frente a China, una voz educada para ordenar y prescribir las cosas. China se incorpora se adentra en la puerta, no identifica la bata blanca ni al hombre que la porta, China no atiende, automatizada cierra la puerta de madera, se sienta en una silla negra de nuevo rígida y de metal. Mientras el doctor escribe algunas cosas en una hoja cuadriculada, Irene piensa, piensa: Sentimos que la risa es la respuesta a un efecto luminoso, algo así como atreverse a mirar el sol de frente, yo no río, solo hago muecas, entonces mi respuesta solo se debe a un flash fotográfico, nada más. Lloramos a causa de palabras que tocan el alma y eso sí me sale muy bien pero no arrastro estos sollozos a mis ojos las lágrimas no significan llanto, mi llanto, el nuestro, se ve reflejado en cómo caminamos o distraemos la vista a un abismo que no está. Despierto y duermo cansada. Quiero y regaño con debilidad, 37


soy la mujer de un hombre. Necesito una estrella, una flor, un suspiro, un abrazo, un te quiero, un —Sí, libertad— Irene pronuncia estas palabras en voz muy baja. El doctor no le toma importancia y pregunta a la China de qué está enferma, nombre y edad.

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2. Nosotros



Y una necesidad, no una costumbre, besar, amar en medio de esta lumbre… MIGUEL HERNÁNDEZ



Aquella etapa

Negro y azul. De noche, las sonrisas brillan y se diluyen. No encuentro tu silueta en la ciudad, duele, arde, acá en el pecho, en las arterias, en la sangre, en todo el cuerpo. El día que te conocí el cielo era negro y azul, la calle era sepia y tu rostro el más iluminado. La palidez, los hoyuelos, mi gusto. El salón era amplio, pero la calle otorgaba más espacio, más oxigeno y el cuerpo se sentía más terrenal. Cayeron las miradas de los dos, uno frente al otro, luego uno alejándose. ¿Hizo frío? Yo creo que las luces se helaron, cuando la fiesta acabó. ¿Ya te confundí? Andábamos recordando el primer acercamiento. Luego ya sabes, vinieron más fiestas, más miradas, más música, más cigarros, más alcohol, más de ambos, menos de los demás. 43


Las noches se alargan solo con un pensamiento, los días…nos conceden la vida, nos dan dosis de energía, las horas, los minutos, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac. En mi memoria, aparte del día en que te conocí, solo me queda el recuerdo de la primera vez. Nos recuerdo en una parada de autobús, es absurdo, tedioso, nada romántico. El paisaje urbano, suele tener su encanto solo si hay un recuerdo que lo sostenga y le dé sentido. Ese día decidimos caminar hasta tu casa, cruzamos el borde del río, dos, tres, cinco, siete ratas nos pasaron muy cerca. No te asustaste. Nos escondimos debajo del puente, fumamos y rayamos las paredes, nos tocamos largo rato. La casa estaba sola, sin luz. Subimos a tu cuarto. Nuestros cuerpos temblaron antes del atardecer. Entrar en ti, dolía mucho. Desertamos a los quince minutos, desnudos, seguimos la escalera de caracol, hasta la azotea. Recargados en la pared comenzamos a encender con las yemas de los 44


dedos, las lucecitas de las casas. Los edificios se encendían con un movimiento rápido de manos. Te subiste a mi vientre, me cerraste los ojos, como se les cierran a un muerto. Con ese gesto, me untaste las estrellas que colgaban del cielo. Muy a mi pesar amo la ciudad, muy a mi pesar todas sus calles guardan hechos que construimos entre los dos. Recordar nuestros principios me hace bien. Aún duele, acá en el pecho, en las arterias, pero la sangre ya no arde.

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Sounds, songs

Viernes. Música. Tan diferentes el uno del otro. Yo le pego a los latinos, tú a los británicos. Nos aprendemos las letras, en nuestra jerga seria: te amo, te amo, te amo, canto lo que gustes, critico lo que tengas, coincido con algunas rolas y escupo bilis con otras de tu interés. Pero ya sabes que a la hora de la hora la canción tuya o mía sale sobrando cuando te quedas así tartamudo, inconsciente, sin disimular el placer de tenerme, yo me regocijo, comienzo poco a poquito, desde tu cuello hasta que no hay palabra justa que se amañe en tu cintura cuando hundo las yemas de mis dedos en el huesito más fino, ahí donde empieza tu candor y mi locura. You think you know, el vecindario entero también lo sabe, como buena melómana me gusta

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cantar y gritar a placer, mi placer. Si les molesta que se persignen o le suban a la tele, que al cabo, pendejos son y en polvo se convertirán. Y quién va a decirme donde hago los hoyitos y quién va a decirme donde yo la deposito, que sepan que soy adicta a tu cabo porque me endulza la amígdala, así endulzados, ambos pensamos your sex is on fire and so were the words to transpire. Sábado. Sobra decir que el mundo nos ha importado poco and we don’t care about the young folks, and we don´t care about the old folks; que la gente pasa, se asombra o nos asombra, se disuelve allá en la ciudad, porque nuestro espacio queda lejos de ella, nuestra casa es una casa para dos. Si una de las dos partes quiere meter a un tercero, a la chingada, ya te dije que no. ¿Te molesta? Agárrame la cadera, no me dejes respirar, escucha los movimientos de una mujer de verdad, no te enojes, no debí sacar el tema, ya, apriétame lentamente, que no sintamos 48


más nada, perdón, perdón. ¿Te gusta cómo me muevo? Así, más despacito, si, ahí, ah ah. ¿Ya? Listo vámonos a la fiesta. DANCE, DANCE, DANCE. ¿Por qué no bailas? Pégate, haber sepárate, acércate, giro, manos arriba, úntate a mí como hace rato. Mejor espérame allá con tus amigos, si, si, me la traes, una dos equis y me consigues un cigarro. Brincar, moverse, las notas musicales entrando y saliendo por los poros de la piel, transpirar energía y alcohol, humo, volutas bailarinas, volutas de neón. Boom boom, tan tan, vamos haciendo, aquí y acá me estoy moviendo. Armonías, melodías, sintonías. Hablando de sintonizados, entre baile y baile, te pierdo de vista. Lo más tedioso en una relación es buscar siempre a la otra persona, en las fiestas, en el mercado, en la playa, en la cocina, en sus propios ojos. Te encuentro y me saliste más avispa de lo que yo creía, pinche infiel, ya verás cómo te va, ¿qué no te llenas? Si te di hace rato cabrón y tu 49


perrita, órale o te desfiguro la cara de pendeja que te cargas. No me hables en tu puta vida ó hasta que lleguemos a la casa. You better run, better run faster than my bullet. Domingo. Para qué le sonreímos a la otra persona. Por qué nos apropiamos de su cuerpo, de sus nalgas, de sus ojos, esos ojos que son mi abismo. Mejor bailar con diferente acompañante en cada pieza, toda la vida. Mejor llorar y auto derretirse, auto complacerse, automáticamente morir solita. Déjame llorar que ya estoy cansada de bailar y bailar con lo que nunca eres, con tus inseguridades, con mis buenas miras al futuro, el futuro perfecto en lo que nos convertiremos. Love, love it can make you crazy. Lunes. Creo que al levantarte te repites “Hoy le voy a chingar la vida a Carolina” “Hoy le voy a chingar la vida a Carolina” “Hoy le voy a chingar la vida a Carolina” infinitamente, hasta que me visualizas y arrepentido bajas la mirada a 50


mis senos. Empieza el martirio, a mí se me antoja desayunarte y los obstáculos flotan desesperados, yo tengo que llegar temprano a la clase de las ocho porque ya me sentenciaron, tú tienes que trabajar y ensayar algunas canciones, para sacar los pesitos que nos dan de comer, de beber y de fumar. No te hagas, aún estoy emputada porque besaste a esa cara de torta. Hoy no te toca papacito y quítate que se me hace tarde. Estudiamos lo que nos gusta, aprendemos las herramientas para afrontar el campo laboral a través de nuestra profesión, pero nunca sabemos elegir los instrumentos que nos ayudan a superar las pruebas cotidianas de la vida. El amor es simple, nada más cotidiano que el amor. El amor me apendeja, hace de mí la piltrafa más feliz del universo. Mientras pensaba todo esto en el camión, te perdoné. Martes. Sin vos pierdo el camino, todo lo bueno, lo malo, ya no hay tuyo, ni mío. Reflexionando en nosotros, concluí que debo otorgarte una noche 51


infiel al mes, tú me concedes el mismo privilegio y todos contentos. Hace dos años que no pruebo otra boca que la tuya y los labios ya se me están escaldando. Tengo ya dos víctimas en mente, me apetece el chico (yo-no-hablo-aunque-me-metanun-cohete-por-el-culo) de mi clase y Marco, tu amigo el baterista. Si te molesta que bese a tus amigos, házmelo saber y reglamentamos este asunto. No es venganza mi cariño, es igualdad de género. Bueno, es empatía de mi parte, hacia tu necesidad. Sólo eso. Miércoles. Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida. Cada quincena regresamos al mercado donde nos conocimos. A parte de que los tacos de chivo están re buenos. La gente, los puestos, la música, los norteños improvisados, le dan color a la realidad, la hacen más inmediata. Azucena se ve siempre linda en su puesto, acomoda las verduras por color, nos causa mucha risa, nos ilumina los ojos, nos provoca ser felices, darnos muchos besos y causarle mucha ternura a Azucena que termina regalándonos medio kilo de 52


cada verdura, medio kilo para dos. ¡Despensa gratis! Sonrisota y el soundtrack de Amelie retumbando en nuestra sien, ambientando el momento. Jueves. Ya casi llega el fin de semana, podemos estar orgullosos de echarnos otra semana al bolsillo, casi otro mes, casi otro aniversario. Y si este amor es cierto nos consumiremos con agrado hasta que la piel, los ojos, el sexo se nos caiga y sea algo así como un pellejo plisado de experiencias, de bonitos bordes o de antiestéticas arrugas que nos agradarán mutuamente. ¡Ay! el futuro, de nuevo me carcome. Lo que está afuera es el final yo no por ti, tu no por mí. Si no envejeciéramos juntos, nada pasa, pero lo que uno imagina se queda en ansia si no se puede dar. Todos

los

días.

Indie-ferente

a

las

posibilidades de esta relación. Ó todos los días, yo, presionando lo que somos, ahogando el momento, enojándome. Ó todos los días, ambos, suspendiendo el final. Wait, they don’t love you like I love you. 53


¿Qué es esto que nos sobrepasa? ¿Cómo se engulle esta sensación? ¿De qué manera se cura uno el corazón con ámpulas de cariño, llagado de brío? There is no modern romance. This is no... Modern romance. Es el amor de todos los tiempos, de la belle epoque, un amor medieval o ilustrado. El amor, ese añejo instante que nos concedió vivirlo.

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Laúd

Tú no tienes la culpa mi amor de que el mundo sea tan feo. LÁGRIMAS DE ORO, MANU CHAO

Si la luna brilla y está cerca del mar, seguro salen. Tengo que esperar, caminar por toda la orilla y no molestarlas. Las asusta el reflejo de mi linterna, son criaturas temerosas y delicadas. Tres o cuatro rondas durante la noche, hasta la madrugada. El golpe de las olas con la arena tranquiliza a uno, de vez en cuando entran los miedos, no se aplacan por más que uno los apacigüe, la espuma en los pies a veces calma. Las cosas se deforman en la oscuridad, los cocodrilos, los cuervos, las palmeras parecen seres diferentes, desfigurados, cuando las tinieblas se los comen. 55


Va uno caminando cuando aparece el espejo iluminado, nada entre las olas, como un pequeño barquito surcando los mares hacia la arena y uno feliz de que ya sacó para el comercio de mañana. Hay que ser muy paciente y quedarse quietecito a que la chula desove, uno, dos, tres, cuatro…noventa, noventa y uno, noventa y dos. Voy a vender cuarenta y seis, la otra mitad se los llevo a mi Julita, tan linda como las tortuguitas que nos dan de comer. Mi Julita trae encargo y no le gusta que trafique con los huevos, por eso le llevo la otra mitad de los hijuelos, que esta linda prieta parió, pa´que los cuide. Cuando nazcan los vamos a traer al mar con los chiquillos y verán como las gaviotas se comen a unas cuantas, sabrán mis hijos lo doloroso de la vida, que nos quita en un segundo lo que costó una eternidad. Julia, mujer hermosa como las palmeras, como el viento. Julia que me esperas al amanecer, meciendo el sueño y mi tardanza. Julia que se asusta de las balas marinas, las mismas que mataron a sus her56


manos. Julia que no tolera ver la sangre sobre el sembradío sustancioso que esconden las palapas de la costa. Julia que si yo te perdiera, haría lo mismo que ésta laúd. Enterraría a mis hijos en la arena y me entregaría al mar para que me guarde en su fondo, hasta que tú regreses con el vientre henchido o hasta que la luna ya no exista.

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Mío, el amor

Instrucciones a) Reproduzca la canción Burro de Velandia y la Tigra al comenzar la lectura del texto. b) Lea y disfrute. c) En el segundo apartado pause la canción. d) Reinicie la reproducción en el último diálogo que se presenta en el texto. e) Destruya el objeto reproductor para una dosis de realismo meta textual entre usted y el cuento.

I 7:50 a.m. Se enciende la radio escupiendo la alharaca matutina. —Buenos días mis escuchones melomanitos, hoy les tengo como no a Velandia y la Tigra, 59


pan nuestro de cada día, los invito mis amores, llénense la boca de pura sonoridá con el rolón que los va a despertar. Un cuerpo en reposo con su respectiva mano, baja el volumen de la radio, se coloca boca abajo y se hunde de nuevo en el colchoncito que lo soporta. El cuerpo percibe la luz solar a través de la persiana semi abierta, ve el reloj digital de la radio. Malena: Diez para las ocho, se me fueron los ojos entre sueño y sueño, ¿Dónde andas mi bien? Bruno: Acá mi sucre, preparando los alimentos, esperando que te me despabiles para chambear un rato. Malena: Deja lavarme las axilas por lo menos ¡hombre! Y deja también que te de un beso. Bruno: Si quieres hasta dos, pero ya despégate las sábanas. Ven a escribir tus cien líneas diarias piloncilla, de lo contrario CU-E-LLO (rebanándose el cuello alegóricamente). 60


Malena: O CA-BE-LLO VE-LLO Bruno: Gracias por el cumplido, pichona arcoíris del amor. Malena: O del odio, precioso maricón. Bruno: Bájale mi putilla del rubor…morado te dejo el ojo si no te paras y le chingas un rato a la novela. Malena: No te sofoques, sabes que no desobedezco, me gusta hacerte enojar y chingarte mi arrocito empopotado. Bruno se dirige al cuarto y le da una golpiza a Malena.

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II 8:52 a.m. El cuerpo desnudo de Malena, se reincorpora sangrante una hora después, las costillas, el pecho, el sexo, los puños, chorreando furia rojiza, Malena reconoce su mujer interior pero no su cuerpo, avanza al cajón debajo de su cama toma el revólver, sale del cuarto hacia la cocina, con un solo disparo destroza la nuca de Bruno. Malena: Te venías cuando soplaba esa nuca y recitaba Never More junto a Alancito Po, el muchachito que completaba el trío para no jugar entre los dos un eterno solitario, él barajeaba el cuerpo de otra manera y nos gustaba. Domesticaste la fierecilla que me hizo diva con mi primera publicación, instruiste mis lecturas, revisaste y corregiste minuciosamente todas mis novelas, nunca me hiciste caso cuando escribí poesía, decías que eso era para burros… pendejo, bien sabes que yo siempre fui tu burro favorito, no por ex62


tensión y contenido de mis versos, fue por la extensión y contenido de mi miembro. Malena escupe en lo que queda de la cabeza de Bruno. Escucha atenta la radio —¡Ay papitos!, ya prendidos con la canción, nos despedimos bellamente, hasta mañana linduras, hagan el bien y empastíllense de amor. Chao corazones. Malena le dispara a esa voz estúpidamente melosa. Entre el humo y las chispas que hecha la radio sale de la casa a escribir una nueva vida.

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3. Ustedes, ellos, ellas.



Lo que yo deseo, la fuerza que yo busco, no es aquella que te lleva a perder o a ganar. Tampoco quiero una muralla para repeler las fuerzas que lleguen del exterior. Lo que yo deseo es una fuerza que me permita ser capaz de recibir todo cuanto proceda del exterior y resistirlo. Fortaleza para resistir en silencio cosas como la injusticia, el infortunio, la tristeza, los equívocos, las incomprensiones. HARUKI MURAKAMI



Nebulosa

A Jazmín

I El techo que protegía la casa de Efrén, se estaba derrumbando. Telarañas y polvo en todo el perímetro, minaciones de agua diluviales al centro. Era un techo circular. La casa fue comprada en 1998, pertenecía a la quinta etapa del fraccionamiento. Para ese entonces solo dos casas más estaban habitadas. Para este entonces, sólo dieciséis residentes habitan el fraccionamiento compuesto por ciento diez casas. Efrén no comprendía por qué se construían tantas casas, si nadie quería vivir tan lejos de la ciudad en unas estructuras parecidas a un planetario, como los sombreros que pintaba en sus cuadros René Magritte. 69


El proyecto había fracasado y el arquitecto inversionista, el señor Azulino, ni en cuenta de todo este fiasco. Azulino, era un hombre que parecía tener cuarenta años cumpliditos, cuando le vendió la casa a los papás de Efrén que casi tenía diez años. Pero cada vez que Efrén se cruzaba con el arquitecto Azulino y lo observaba a los ojos, dudaba de la edad de ese hombre, sus ojos eran un pequeño universo, eran oscuros y a la vez claros, en las pupilas se apreciaba un manto de estrellas. Su edad bien podía rondar los cincuenta y cuatro ó los mil años, actualmente. Los padres de Efrén murieron cuando él tenía veinte años, salieron a una reunión en la ciudad, ese día, llovía demasiado, el alejado fraccionamiento está situado en las faldas de una colina, su papá olvidó los lentes en su escritorio de trabajo y al subir al carro prefirió encenderlo a regresar por ellos. La pereza y el destino se dieron un apretón de manos, en una curva el carro se volcó, entre toda la niebla, el carro 70


que venía en sentido contrario no visualizó el accidente, estrelló la parte izquierda del carro volcado y de paso el cráneo de la mamá de Efrén. La sensación que provocó la muerte de sus padres a Efrén, era sentirse partido cada día por un relámpago, la mitad de sus órganos quedaban calcinados al ser divididos por el rayo, la otra mitad exhalaba halitos vitales, centellas encarnadas en el corazón que sobrevivía apenas. El arquitecto Azulino, hombre bondadoso, liquidó la deuda de hipoteca que debían aun los padres de Efrén, como él ya era mayor de edad, quedó propietario universal de esa casa sombrero y se aisló durante dos años en su interior. Nadie supo qué paso durante esos dos años, de vez en cuando se le veía observando el cielo a través de la ventana circular del frente de la casa. Efrén aparecía en la ventana a las cinco de la tarde y, para las ocho las persianas estaban estáticas y cerradas.

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En agosto de 2010, Efrén termino su aislamiento y partió a la ciudad, se matriculó en la Facultad de Historia a sus veintidós años.

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II —Diagnóstico— dijo Efrén algo preocupado —Va bien, debes reparar esa mina de agua que casi le llega a las orillas— Saúl subió un escalón más para poder palpar la humedad del techo. Efrén abrazo con fuerza la escalera. —¿Si el agua la toca, se deshace?— al preguntar esto, Efrén entrecerró sus ojos marinos para enfocar esa área del techo con mayor precisión. —No lo creo, a lo mucho se dañaría de las orillas. Debido a la inestabilidad de la materia que la conforma… mejor no te arriesgues y repara la humedad de esa área en el techo.— Saúl comenzó a descender, Efrén dio un paso atrás para separarse de la escalera. Ya en tierra firme Saúl sonrió aliviado.—No te angusties, nada pasa. Hoy la veo muy anaranjada. Aún mantiene calor, el polvo acumulado es el correcto. Regreso el viernes a mediodía y vemos qué pasa. 73


Saúl y Efrén se conocieron en una conferencia impartida por académicos de la Universidad Central. Saúl es astro-físico, especialista en nebulosas. En realidad Efrén se equivocó de conferencia y en vez de doblar a la izquierda en el edificio máster de la ciudad universitaria, dobló a la derecha, llegando a la sala donde se hablaba sobre los fractales en el universo. Dada su condición de habitante de un semi-planetario con plaga de nebulosa, Efrén optó por quedarse a oír toda la charla. Al terminar la conferencia Efrén se acercó al exponente y le explicó su problema. El techo que protegía la casa de Efrén, se estaba derrumbando. Telarañas y polvo en todo el perímetro, minaciones de agua diluviales al centro. En realidad, ese no era el problema primario que inquietaba a Efrén y, Saúl no impermeabilizaba techos. Hacían cinco semanas que en el hemisferio izquierdo del techo, comenzó a acumularse polvo bruñido de tonos muy extraños, al observar la acumulación de polvo, Efrén descubrió que se 74


estaba gestando una masa de calor dentro de ese montículo. En internet, tras varios intentos en el buscador, reunió las características del montón de polvo: se trataba de una nebulosa. Saúl se esforzó por comprender e imaginar la situación que le estaba planteando Efrén. No pudo. En esa primera charla intento aplicar el lema científico, fiel a la probabilidad y posibilidad de cualquier situación en esta realidad o en una paralela. Efrén desesperado lo invitó esa misma tarde a su casa, al cruzar la puerta y alzar la vista al techo, Saúl midió en ese momento su capacidad de asombro. Un espiral hecho de polvo y bruma gaseosa en tonos rosados flotaba en el tope de la casa, no había truco, no era diamantina de colores pegada al techo ó humo expedido por una máquina. Lo más urgente era el estudio de esa materia y su cuidado, Saúl y Efrén acordaron en reunirse una vez por semana para observar y procurar la nebulosa, evitando su desaparición espontánea. 75


III El techo que protegía la casa de Efrén, se estaba derrumbando. Telarañas y polvo en todo el perímetro, minaciones de agua diluviales al centro. Era un techo circular. Era un techo en expansión. El otoño terminaba, en sus orillas, la nebulosa comenzaba a colorarse con un tono violeta, la posibilidad de que se enfriara hasta un tono azulado era inevitable. Varios días atrás Efrén notó una sensación extraña al observar la nebulosa, cuando salía de la casa siempre estaba ansioso, pensaba en el estado de la nebulosa como se piensa en una persona enferma, muy querida. Al regresar a su hogar, el huracán que agitaba el interior de Efrén se aplacaba al alzar la vista hacia el techo. Ahí estaba. Suspendida. Siempre igual, siempre iluminada y cambiante. Para el jueves, un día antes de la visita de Saúl, la nebulosa había matizado su color de un anaranjado ácido a un violeta oscuro, el polvillo se fue decolorando todo el día para encontrarse en 76


un azul alimonado el viernes, dos horas antes de la inspección semanal. Efrén pensó en varias soluciones, caminaba por toda la casa, vueltas en círculo y en infinito, sacudía constantemente la cabeza, repiqueteaba a cada rato los dedos. La nebulosa se estaba evaporando, Saúl tardaba demasiado. Efrén la necesitaba, no quería otros cuatro o cinco años recluido en ese redondel húmedo y lleno de moho. La nebulosa se enfriaba. Efrén tomó la escalera y una tabla que le funcionaba de repisa, ascendió hasta la cima, colocó la tabla horizontalmente en la superficie de la escalera. Muy despacio se recostó boca arriba, equilibrando el peso para no caer a tres metros de altura. Sus ojos quedaron a un centímetro de la nebulosa. La observo largo rato, a esa distancia la nebulosa estaba compuesta de muchos tonos, dorados, neones, plomo. Tal vez no estaba a punto de extinguirse, solo estaba decaída. Efrén tenía que procurarla más, se sentó sobre la tabla y pego su pecho a la nebulosa, tratando de asirla con los brazos, todo estalló. 77


IV El techo que protegía la casa de Efrén, explotó. Una hilera de humo, fuego, polvo y gases se veía desde la carretera que conducía al fraccionamiento sobre la colina. El arquitecto Azulino regresaba a su oficina de trabajo y Saúl iba a examinar la nebulosa, la explosión fue tan aparatosa que ellos a diez kilómetros de distancia pudieron observarla. Saúl sabía que esa descarga atómica venía de la casa de Efrén. —¡Joven!, ¡Joven! ¿Está bien?— gritaba el señor Azulino mientras golpeaba la ventana del coche de Saúl. Bajó la ventana y se topó con esos ojos llenos de estrellas. —Sí, gracias. ¿Usted?— dijo Saúl algo aturdido, al parecer todo en esta zona remitía al universo. —Sí estoy bien ¿Será seguro subir? Mejor llamo a emergencias— mencionó el señor Azulino con el celular en mano. —No, no se apure, soy astro—físico, sé de 78


explosiones. Saúl mucho gusto. — alargó la mano. —Azulino, al parecer la explosión fue en el fraccionamiento. Qué más dá casi nadie lo habitaba, no funcionó mi proyecto. —Si quiere subimos, no es peligroso, no hay ceniza y gases descendiendo desde el cielo, solo fue el estallido, una explosión muy local— Saúl encendió su coche, el señor Azulino se subió al suyo, siguieron ascendiendo por la colina. Al llegar al fraccionamiento todo estaba estático y en su lugar. Por inercia Saúl condujo hacia la casa de Efrén, el señor Azulino lo seguía. Al estacionar el carro Saúl descubrió un hueco de tierra y nada muy profundo, donde estaba la casa de Efrén. Cuando iba a acercarse más, el señor Azulino lo detuvo. —¿Ya vio?— dijo el arquitecto deteniendo con su mano derecha el cuerpo de Saúl y con la izquierda apuntando hacia el horizonte. 79


Dos círculos azulados estaban suspendidos, donde alguna vez estuvo el techo redondo, girando en torno a ellos rotaban tres círculos más y otro cuerpo más en forma de corazón. —Es un sistema solar, los que se trasladan alrededor de los soles azulados son sus planetas, el círculo rosado es un planeta neón,— le explicaba Saúl al confundido señor Azulino— ve que es el más pequeño; el dorado, el más resplandeciente, tiene una dimensión más amplia, el planeta plomizo es mucho más grande, casi al tamaño de los soles, bien pueden medir lo que mide una llanta de un tráiler. De aquí se ven pequeños, calculando la distancia ese es su tamaño aproximado. —¿Y el objeto que parece un corazón?— cuestionó el señor Azulino, algo extrañado. —Ese, es el planeta de Efrén, un planeta solitario, enamorado de la vitalidad inalcanzable 80


que conforma el espacio, donde habitan los seres que ya pasaron por esta tierra.

—Como sus padres— el Señor Azulino, apenas musitó la frase y se evaporó al momento.

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La voz encendida

Hoy mi esposo cumple veintinueve años. Me gustaría abrazarlo, besar sus ojos que ya no me ven, su boca que ya no me habla, sus oídos que ya no me escuchan, su nariz afilada que ya no me huele. Veintinueve, casi treinta. Como los días que me tuvieron encerrada para no verte, amarrada para no tocarte, amordazada para no gritarte, mi amor. Luché con el alma para que no me destruyeran, me vencieron a golpes y torturas. Ultrajaron mi cuerpo y de qué les sirvió si toda mi alma, tú la tenías guardada. Me remataron por eso, nunca lloré cuando me mancillaban, no les di el gusto de gritar aunque me cortaran los pezones. Cuando el alma se ausenta el cuerpo se curte inerte, el sentido del tacto se evapora aunque lo flagelen. ¡Señor escúcheme! Que mate los cuerpos no le va a servir de nada. No van a callar las vo83


ces de las noticias, matando a sus empleados. Si quiere destruir los periódicos, tiene que empezar por eliminar la palabra y usted hace uso de ella y no puede negarla. ¡Escúcheme! La sangre que corre por sus manos llena su corazón de negras manchas, lo amorata, su corazón engulle con sus venas mucha rabia, mucho rencor, que provoca un hueco profundo en la sien, por eso le ha de gustar rematarlas. La sien es recuerdo y acumulación. Y en la suya ha de haber una podrida nada. ¡Usted oiga bien! Siempre quiere más y más, más, denme más, hagan más, nazcan más, mueran más. Usted debe procurar a la gente y solo procura el poder, su palacio y su cama. Usted debería evitar el hambre en su pueblo y lo alimenta con saña. Usted no merece el título que porta. Así de ostentosa su vida, así de crispada su calma. ¡Señor mío no existes! No eres. Si fueras, el mal no estaría comiéndose mi patria. No eres y con eso basta. 84


Hoy mi esposo cumple veintinueve años, me gustaría abrazarlo con mi voz que no ha muerto, le haré sentir mucho calor con halitos de fuego. Le daré esperanzas con mi voz encendida.

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La raíz que sostiene

Otro sábado. Justo en la madrugada, cuando el frío se agudiza, el cielo fosforece gamas multicolores y deja atrás la lobreguez que carga el sueño matutino, justo en ese momento, se escuchan unos tacones haciendo eco a lo largo de la avenida, son pasos inseguros, rápidos, retumban con el concreto. Laura. Tu silueta se tambalea con la luz del amanecer, despeinada y con el calorcito del sol mañanero, siempre tornan los recuerdos y la desesperación que te aqueja. Laura, regresas de la nocturna, tediosa jornada de trabajo. Pasas cada sábado, como obra de teatro perfectamente ensayada. Más el trazo marcado se va a modificar, ya que hoy, un hogar de esta calle, emana el olor que se genera, cuando la nostalgia reposa en la leña al fuego. Este olor que despierta la memoria y llena los pulmones, 87


se esparce y llega hasta ti y hace que suenen las imágenes olvidadas, con todas sus vivencias y circunstancias que te han transformado en la mujer rota que ahora eres. Ves la columna de humo, la ubicas, diriges tu vista y tus pasos en esa dirección, frente a la casa amarilla, Laura, ese olor llega a ti, ondulante y denso para avivar un recuerdo, se disfraza y se tiñe de sepia, de barro. Te replica una imagen infantil donde los objetos fueron estáticos y el movimiento surgía a partir de sus manos: llenas de líneas, de años; esas manos que no tocaste de tan antiguas. Nunca su sonrisa tuvo la entereza de sus movimientos, amasar como ella lo hacía era querer desquebrajar el mundo, partir el cielo sin que se diluyera, desmembrar la voz femenina, encontrar la libertad. Ella aplaudía al ritmo de su raza, fogueaba su condición, hincada al centro del cuarto, halitos de luz y de polvo iluminaron cada mañana su cuerpo, sus manos y tu memoria. El sudor, el entorno y el fuego exacto, remataban 88


el resultado: perfectos círculos, amarillos casi blancos. No puedes dejar partir este recuerdo como ella lo hizo, en adelante, yo sé que no te vas a permitir que te despojen de ti misma, porque tu ser es con lo único que cuentas, eso y los tacones que comienzan a caminar con un paso más suave.

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Abuela, tu color favorito

Dentro del cuarto nos acomodamos uno a uno hasta llenar de presencia tu partida, fuimos una coraza transparente, llena de resuellos plisados. No era necesario que alguien nos contara tu historia, sacudiendo lo que fuiste para cada uno de nosotros. No. Solo hubo que pintar de sepia tus canas y tus líneas. Bastó tu aliento para convertir el corazón en una piedra de ámbar muy luminosa, tan llena de ti. Cerraste los ojos, la nada se posó en tu pecho y tu hija más pequeña te inundo de besos y agua. Después vinieron las prisas, el alboroto. Quisimos decirle al tiempo lo mucho que nos hizo falta y lo poco que nos apoyó. Fue necesario desprendernos el alma con insomnio, cantando tu ausencia cual eco eterno, cargado de agonía y resignación. Y la pesadumbre, abuelita, nos llegó 91


en la madrugada, tumbó el polen que flotaba en el aire para adormilarnos no de sueño, de angustia al ver que el cielo despuntaba ya en su resplandor, brillos vaporosos, solares. Se desprendió poco a poco la mañana, callamos los rezos, abrimos los ojos ante tu imagen finita y detallada, la última que nos diste antes de cerrar la ventana de este mundo y abrir la puerta del universo. Pasaron ante nosotros, millones de pelusas por el vuelo sereno que dimos a tu lado. Aterrizamos en el campo donde habrás de tener ya muchos vecinos, donde la estadía se regula en valor a lo inerte. El sol se detuvo justo en medio del cielo y tu cuerpo, abuelita, comenzó a descender a las entrañas longevas del principio infinito. Dentro del oído, en nuestro caracol, retumba aún el crac, que la tierra soltó al recibirte. Con los puños llenos de polvo o de nostalgia, contemplamos hoy que en tu lugar comienza a nacer un pasto muy verde, como tu color favorito. 92




La voz encendida de Carolina López Herrejón se terminó de imprimir el 30 de noviembre de 2012, en los talleres gráficos de Impresora Gospa ubicados en Jesús Romero Flores no.1063, Colonia Oviedo Mota, C.P.58060 en Morelia, Michoacán, México. La edición consta de 1,000 ejemplares y estuvo al cuidado de Héctor Borges Palacios, Mara Rahab Bautista López y la autora





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