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alfred monroy

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ale montero

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Aquí en Honduras

Te escribo desde el vientre de esta madre lastimada con el filo de la cuchilla, la espada, la bayoneta y la bala. Alfred Monroy

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Aquí también se llora; aquí también se sueña con la libertad y la bonanza.

En esta pieza tan chiquita del enorme rompecabezas americano, te recuerdo, con mayúscula tristura. Aquí también “chisporrotean los yunques y surgen las bellezas del arte”.

Aquí, también hay miseria, pandillas y políticos. Las muchachas van a lavar al río, los niños juegan en las veredas: “escondelero”, “canicas”, “pelota”. Las madres cantan y los abuelos aplauden las canciones que suenan en la emisora de la utopía. Aquí también se sonríe, aquí también se ama, aquí también se olvida.

Oración

Madre nuestra que estás en la tierra, no tengo paños para secar tus lágrimas; bendita eres, bastardo soy. Padre que estás en mi ausencia, regidor latente de mis tormentos, no sabrás nunca que mamá se muere. Amén.

La anciana

La de canas sucias solloza, al borde de su cama.

Seca sus ojos clandestinos, su mirada no le pertenece. Observa el parque Colón, los andenes le recuerdan las noches que el sopor llego a sus parpados.

La anciana se arregla la blusa desteñida; oculta, como una diáfana muchacha sus pechos buscando libertad. Se acuesta encima de un fútil pensamiento,

cobijada con una lágrima, gime.

Inocencia

Papá me quiere y dice que soy su niña amada, me besa, me abraza y me habla cosas bonitas. Papá me quiere, me lo dice en la madrugada Me toca suavemente la piel con sus caricias.

Papá me dice que mamá también me quiere, me ruega, por favor, que no le diga nada, que yo soy su tesoro y que a mí me prefiere, llevándome obsequios hasta mi almohada.

Papá dice que me ama, pero me duele cuando toca duro mi piel con sus manos, a veces lloro y gimo un poco fuerte, y él me dice –silencio--, despacio, sin regaños.

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