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22 y
Antonio Alatorre
En su presentación en el Colnal, Tenorio abordó cuatro facetas del escritor, una de ellas su vida familiar, donde cuenta cómo llegó a la Ciudad de México (vivía en un cuarto de azotea con su hermano Moisés, quien estudiaba música en el Conservatorio Nacional de Música), y de noche era policía), y en medio de la precariedad estudió hasta llegar a ser el reconocido académico.
En la entrevista menciona que daría la primicia de los documentos que le dejó en el folder anaranjado con la leyenda en manuscrito “para obras completas”. Ahí están las cartas privadas que sostuvo con Paz durante aquellos debates sobre sor Juana y otros temas.
Vale recordar una discusión que tuvieron en diciembre de 1978 a raíz de la publicación de unos comentarios de Alatorre en el suplemento Sábado del periódico unomásuno, por un libro del historiador Jorge Aguilar Mora, La divina pareja, sobre la obra de Paz. Este le reclamó:
“Me comparas con Reyes. La comparación podría haberme alegrado: lo quise y lo admiré. (A mí su conversación no me quitó el tiempo: me hizo ganarlo.) Pero nos comparas sólo para injuriarnos: somos un par de momias. ¡Y tú lo dices!... Antonio: déjate de chismes y vuelve a tus trabajos literarios. La erudición es respetable e incluso admirable; no lo es el erudito défroqué” (sacerdocio).
La investigadora explica que mientras vivió la viuda de Paz, Marie-Jose Tramini, prefirió no sacar los documentos (ella tenía los derechos de autor). Pero quedan “las viudas de Paz, Krauze y los que están en Letras Libres”, que podrían sentirse molestos. En varias de esas cartas se ve a un Paz caprichoso.
Las misivas que conserva son tanto aquellas que el poeta le envió al filólogo como de éste al primero, porque Alatorre tenía la costumbre de escribirlas en máquina, con papel carbón, conservaba la copia y entregaba el original. Es con Paz la “correspondencia más sabrosa”. Se registra ahí cuando Paz le pide presentar su libro Las trampas de la fe:
“Alatorre encontró muchos errores, no erratas, errores: fechas, latines, nombres, porque él era un erudito. Entonces se lo mandó a Paz y le dijo: ‘Mira, si yo presento tu libro voy a decir esto. Paz se molestó y le contestó que en los latines se había equivocado porque claro, Alatorre sabía latín porque era exseminarista, pero se lo dice con desprecio, no acepta muchas cosas. Le reclama y le dice que se hace eco de la gente que es su enemiga, se ve como un niño berrinchudo, muy poco receptivo a la crítica”.
En la siguiente edición Paz corrigió ciertas cosas y “le agradece a Alatorre haberle corregido algunas erratas, pero no eran erratas, eran errores, no es lo mismo. Luego vino lo de la ‘Segunda Celestina’ que se decía que el final fue escrito por sor Juana y Paz lo publicó, Alatorre pensaba que ese no era el final y ahí se enojaron también mucho”.
Alatorre le contó que un día coincidieron en El Colegio Nacional esperando el elevador, y Paz le preguntó: “¿Qué elevador vas a tomar?”. “El próximo”, dijo Alatorre. “Ah bueno, entonces me espero al otro”.