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1r de Batxillerat “Mimí y el suelo del parquet” Júlia Costa i Canellas

“Mimí y el suelo del parquet” Júlia Costa i Canellas / 1r de Batxillerat

LLENGUA CASTELLANA_PROSA_3R PREMI

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Me pregunto qué podría estar pensando Mimí de mí en esos momentos, cuando ella se encontraba mirándome con descaro desde el suelo de la entrada. Decidí tumbarme lentamente junto a ella, procurando hacer el mínimo ruido posible para no sobresaltarla. Mientras me encontraba encima del parquet noté cuánto me dolía la espalda y comencé a estirar al máximo mis extremidades hasta tocar cada pared de la estrecha estancia. Relajando los músculos cerré los ojos y, de repente, me di cuenta del vacío que sentía en las manos y fui consciente por primera vez de la irracional necesidad de usar mi pulgar derecho para refrescar una pantalla. A muchos les parecería un simple detalle, sin embargo, una sensación de soledad me inundó profundamente en ese instante. Mi cuerpo parecía prepararse para una situación de alto riesgo y mi respuesta instintiva fue quedarme paralizada observando cómo los ojos de Mimi se iban cerrando con el paso de los segundos y, simultáneamente, él vaivén de su cola iba disminuyendo de velocidad. Sin yo tener ningún control sobre mi cerebro, comencé a adentrarme lentamente en mis pensamientos, dejándome guiar por ellos.

“Qué frío que tengo” fue lo único que hizo falta para entrar en un espiral de invasivos pensamientos. Parecía que todo aquello de lo que había estado huyendo durante tanto tiempo, tras miles distracciones, ahora me tenía entre la espada y la pared. Mientras una pequeña lágrima recorría mi mejilla recordé la última promesa que había hecho a mi abuela de ir a verla de vez en cuando, que aún no había cumplido. Recordé la llamada perdida de mi hermana a quien siempre le contaba todas mis confidencias y de la que ahora solo tenía un vago recuerdo de su voz. Recordé el dibujo que tantas horas había pasado trabajando durante el verano y que estaba sin acabar en mi armario. En cambio, un espacio vacío yacía en mi memoria de las horas que había pasado mirando ensimismada la vida de otras personas. Siguiendo el hilo de recuerdos, sin ningún rumbo, fui escuchando críticas en mi cabeza de centenares de voces que parecía reconocer y llegué a una conclusión:

192 yo no valía para nada. Simplemente, era una mierda de persona. ¿A quién le debería preocupar una persona como yo? Egoísta, tacaña, perezosa, tozuda. Y encima complaciente.

Sería muy fácil aceptar todos estos adjetivos como la absoluta y única verdad, eh Mimí, para así acabar repitiendo los mismos errores una y otra vez. Pero en realidad, así no era como yo me veía o al menos quién quería llegar a ser. De manera deliberada hice desaparecer pensamiento a pensamiento. Pasaron unos cuantos minutos antes de que pudiera comenzar a disfrutar del silencio que me rodeaba, apreciando ese insignificante momento donde me encontraba presente. Fue cuando escuché los aullidos de Mimí que decidí levantarme al fin. Con esfuerzo conseguí ponerme en pie y hacer unos cuantos estiramientos. Debido a lo helado que estaba el suelo no me notaba ni el trasero.

Lo primero que hice fue dar de comer a mi gato. A continuación, entré en el cuarto de baño y aunque antes de entrar todo mi ser me gritaba que no lo hiciera, cuando estuve dentro me derretí dentro del agua. Enjabonar, enjuagar, salir, cremas, muchas cremas, secar y pijama. Todas estas acciones me devolvieron la compostura y ahora, frente al refrigerador me doy cuenta de que es lo que me ha estado faltando, tiempo a solas. Tiempo con esta persona que se ha vuelto una completa desconocida.

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