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NUEVAS CONFIGURACIONES ESPACIALES DEL HABITAR MIGRANTE

nuEvaS COnFIguRaCIOnES ESPaCIaLES DEL haBItaR mIgRantE

ELCASODELACALLE MARURI, BARRIO NORTE HISTÓRICODE LA CHIMBA, INDEPENDENCIA

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PALABRASCLAVE Espacio Público; Calle; Migrante; Prácticas; Apropiación AUTORÍA Alexandra Cambiaso UNIVERSIDAD Universidad de Chile NIVELACADÉMICO 4to año / 5to año E-MAIL cambiaso16@hotmail.com PROFESOR GUÍA Jorge Inzulza

Almuerzo en la calle. Combinación del uso tanto del frente de fachada como la platabanda, genera una particular forma de construir la configuración, que parece imponer su propia organización del espacio circundante. Elaboración Propia, 2017.

La calle —entendida como el espacio urbano no edificado y visible— presenta características espaciales propias, las cuales han evolucionado de acuerdo a los nuevos modos de uso del residente migrante. Por ello es importante hacer referencia a la relación física de los edificios y los espacios libres que constituyen el valor estructural de la calle. A medida que se van construyendo las prácticas y apropiaciones de este nuevo actor, se revelan nuevas espacialidades que no habían sido diseñadas como tal.

Los efectos de las migraciones internacionales latinoamericanas en Chile a partir de los años ‘90, han generado una serie de transformaciones significativas en las ciudades chilenas, tanto en la configuración, apropiación y valoración del paisaje urbano de los barrios históricos. La Chimba, en las comunas de Recoleta e Independencia, se ha establecido como

lugar estratégico de los asentamientos de inmigrantes, lo que conlleva una forma de habitar el territorio caracterizada por la maleabilidad y capacidad transformadora de los lugares, el cité, de la vivienda y la calle (Márquez, 2014).

La calle, para efectos de la investigación, se convierte en el escenario urbano donde se evidencian nuevas formas de habitar el territorio, nuevas configuraciones espaciales donde la sociedad desarrolla un ejercicio de significación y diferenciación del espacio bajo la forma de su apropiación, delimitación y/o definición funcional (Garcés, 2005). Por tanto, la calle como espacio transformado rompe los esquemas de diseño pre-establecido, los que necesitan una revisión para adaptarse a estos nuevos modos de vida.

La investigación desarrollada entre agosto y diciembre de 2017 buscó estudiar, como objetivo general, las transformaciones que había experimentado la calle frente a los nuevos modos de uso del residente migrante latinoamericano en el barrio norte histórico de La Chimba, específicamente en la calle Maruri [comuna de Independencia]. Se propuso reconstruir la estructura espacial de la calle a partir del análisis de las formas de apropiación del residente migrante, que fueron determinadas en virtud del espacio utilizado, y el tipo y la forma en que se relacionan.

La calle Maruri se encuentra en un área consolidada del casco histórico de la ciudad, a dos calles paralelas de la avenida Independencia, donde se concentra la actividad comercial de la comuna. Esta calle conforma una unidad espacial, la cual se hace visible a través de los elementos físicos que la componen, transformándola —en palabras de Rossi (1986)— en una arquitectura persistente que se ha mantenido a lo largo del tiempo; que luego, con la llegada del residente migrante latinoamericano, ha adquirido una nueva configuración a través de sus nuevos modos del uso de la calle.

Para entender los cambios en la configuración espacial de la calle Maruri, se caracterizó su espacialidad como un vacío que se conforma a partir de sus elementos verticales y horizontales, es decir, la edificación, la vereda y la calzada.

La edificación —en especial, la fachada— constituye el plano vertical. Posee los elementos característicos de la vivienda tradicional de finales de siglo xix, de fachada continua, de baja altura y orientada hacia la calle, donde la escalerilla de acceso a la vivienda forma el primer vínculo con el espacio público.

Por otro lado, el plano horizontal lo conforman la vereda y la calzada. Se puede reconocer que la vereda se construye por dos espacialidades bien definidas: la primera es la vereda propiamente tal, pavimentada, que permite la circulación peatonal de forma continua; y la platabanda, compuesta de vegetación, que provee sombra y sirve como protección frente al vehículo.

Finalmente, está la calzada, que mide siete metros de ancho, es unidireccional y permite el estacionamiento a ambos lados.

En estas condiciones, todas las formas de permanecer en el espacio exterior tienen mejores oportunidades para desarrollarse (Gehl, 2006). Sin embargo, los resultados dan

cuenta de que pese a haber una cualidad espacial bastante buena, no existe un uso de la calle más allá de una visión estética y funcional —desplazamiento—, previo a la llegada del residente migrante. Esto se verifica gracias al relato extraído del trabajo etnográfico que aporta el residente chileno en comparación al nuevo actor, que destaca por su apropiación de este espacio.

Se evidenció que a la llegada del nuevo residente, el migrante, se intensificó el uso y la configuración del espacio de la calle a través de las prácticas que se pudieron detectar mediante el trabajo de campo y la observación. Estas prácticas reconfiguraron la estructura espacial de la calle Maruri, otorgándole una condición de elemento generador para consolidar el carácter integrador de la realidad actual del barrio, fomentando el reconocimiento y refuerzo de su identidad con una oferta de espacios públicos más adecuada a las actividades y la dinámica de la población migrante.

La estructura espacial de la calle se readapta espacialmente en función de sus necesidades. El frente de fachada ha sido uno de los elementos más destacados en el estudio, ya que su implicación sobre la calle es de suma importancia. La fachada es capaz de enlazar el interior con el exterior, tanto funcional como psicológicamente (Gehl, 2006), a través de sus accesos. Las ventanas y los elementos que se proyectan sobre la vereda, como sillas o bancas, permiten al residente migrante oportunidades completamente distintas para fluir hacia adentro o hacia afuera, protegido de las condiciones climáticas, aconteciendo este espacio como un lugar atrayente y práctico para sentarse y contemplar hacia la calle. Por otro lado, la platabanda, gracias al confort climático que ofrece debido a su vegetación, otorga una nueva mirada. Más allá de ser un espacio de amortiguación frente al vehículo, permite su uso prolongado simplemente para “estar”.

De esta forma, la combinación del uso, tanto del frente de fachada como la platabanda, genera una particular forma de construir la configuración, que parece imponer su propia organización del espacio circundante.

El “patio prolongado” (Anderson, 1981) ocurre cuando las prácticas migrantes se apropian de la calle como una continuación de la vivienda, de forma arbitraria e imprevista, sin hacer referencia a la espacialidad física de organización antes mencionada. Esta situación se da independiente de la función de la edificación, ya que la investigación demostró que este fenómeno se puede ver tanto en configuraciones asociadas a edificaciones residenciales como comerciales. El frente de fachada y la platabanda se convierten en una, generando una apropiación del espacio circundante, demarcando sus límites a través de la incorporación de elementos materiales como toldos, mesas, sillas, parrillas, anuncios publicitarios, entre otros.

Se concluye así que la función principal que ha adquirido la calle ha sido proporcionar un escenario para los modos de vida del residente migrante, para sus actividades cotidianas: la circulación peatonal, las estancias cortas, los juegos y aquellas actividades sociales a partir de las cuales se puede construir un entorno híbrido. Sin embargo, esto conlleva problemas que se dan cuando el uso intensivo de la calle como lugar de intercambio y ocio por parte

de los inmigrantes provoca rechazo en el residente antiguo, originando una situación de incomprensión mutua que dificulta las interrelaciones entre ambos grupos. La proximidad no trae necesariamente la interrelación (Chamboredon y Lemaire, 1970).

Por ejemplo, las reuniones de grupos socio-culturales en la calle —cuando sacan parrillas, mesas, toldos y música— delimitan el espacio de la vereda para un uso práctico. Por tanto, se apropian de un espacio que “es de todos” para “unos pocos”. Y no sólo esto. El acto de apropiarse de la vereda intimida a los residentes que no pertenecen a ese determinado grupo socio-cultural para poder transitar libremente.

Así, podemos decir entonces que la experiencia del residente migrante hace necesaria la re-espacialización de las formas socio-culturales de los grupos migrantes en la calle. En primer término, por la importancia que tiene “lo espacial” como construcción social en términos de identidad cultural y prácticas sociales. La idea de estas nuevas configuraciones espaciales, de estas culturas en el territorio de la calle, se basa en la idea de lugar como construcción simbólica del espacio, y constituyen aproximaciones que refuerzan esta vinculación que tiene el residente migrante (Garcés, 2006). En segundo lugar, estas nuevas formas de apropiación nos permiten observar esta experiencia como una nueva espacialización en la construcción de estos habitares de frontera (Márquez, 2014). Y, por último, el residente migrante, como grupo socio-cultural, pone sobre la mesa diversas estrategias de reconstrucción espacial en el modelo pre-establecido de la calle.

En síntesis, la investigación permitió dar cuenta de las distintas transformaciones que ha estado adquiriendo la calle. Entre ellas, destacó la transformación del frente de fachada y su espacio inmediato, la platabanda, o incluso la combinación de ambas, que dan respuesta a distintas actividades que antes no fueron concebidas. Estas transformaciones conllevan a reflexionar sobre el valor que está aportando el migrante latinoamericano, para quien la calle cumple un rol fundamental en la vida cotidiana y que, por tanto, debe cambiar, con el objetivo de acoger de la mejor manera una realidad nueva. La calle se transforma espontáneamente, reconfigurando su estructura espacial y abriéndose a nuevas espacialidades que deberían ser consideradas en toda planificación urbana.

Referencias bibliográficas

anderson, s. (1981). Calles: Problemas de estructura y diseño (Arquitectura-Perspectivas). chamboredon, j. c., lemaire, m. (1970): «Proximité spatiale et distance sociale: les grands ensembles et leur peuplement». Revue française de sociologie, Nº XI-1, Paris. garcés, a. (2006). Configuraciones espaciales de lo inmigrante: usos y apropiaciones de la ciudad. Papeles del ceic, 6(20), 1–34. ghel, j. (2006). Life Between Buildings: Using Public Space. European Journal of Cell Biology (Vol. 85). Barcelona: Gustavo Gili. márquez, f. (2014). Inmigrantes en territorios de frontera: La ciudad de los otros. Santiago de Chile. eure (Santiago), 40 (120), 49-72. rossi, a. (1986). La arquitectura de la ciudad (7a ed.). Barcelona: Gustavo Gili. Rutas migrantes en Chile: Habitar, festejar y trabajar (Colección antropología). Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado.

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