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Conversando con MARÍA VALENTINA GONZÁLEZ Incursiones

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Incursiones

mvg María Valentina González Pm Paula Monroy

mvg ¿Cómo estás, Paula?

Pm ¡Muy bien! Muchas gracias por aceptar esta invitación. Estoy muy feliz de poder contar con una mujer más dentro de esta sección, ¿y tú?

mvg Muy emocionada de que hayan llegado hasta nosotros y sobre todo, con la apuesta de la Bienal [“Lo común y lo corriente”], algo en lo que estábamos tan inmersos y que está tan presente.

Pm Valentina, ¿cómo definirías tu idea de lo “cotidiano” en Caracas?

mvg Soy arquitecto. Nací y vivo hoy en Caracas, pero no soy de Caracas. Crecí en el interior del país y me moví a la capital para estudiar. Comencé a construir mis relaciones aquí siendo una “extraña”, muy diferente tal vez de lo que vive mi socia, que sí es caraqueña. Todos los días, durante mucho tiempo, cada calle era una nueva aventura. Primero estuve viviendo en la periferia de Caracas y ahora en el centro. Caracas es un territorio que poco a poco he ido conociendo. Vivo aquí hace nueve años y en ese tiempo, podría decir que he ido viviendo en “diferentes Caracas”, con un cotidiano que se ha transformado drásticamente y donde hay una tendencia a rememorar “lo que fue y ya no es”. En nuestro caso [Incursiones], nos gusta pensar en cómo esta ciudad y rutina de turno están directamente relacionadas a oportunidades, lo que va muy de la mano con cómo nació la oficina.

Durante nuestra formación universitaria, las tres socias fundadoras acumulamos un gran interés por incidir en los espacios públicos de nuestra ciudad, y cuando estábamos llegando al fin de la carrera, la crisis económica [también llamada “depresión económica venezolana” que tuvo sus inicios en 2009 y se ha agravado hasta convertirse en una emergencia humanitaria compleja] comenzaba a golpear fuertemente a los gobiernos locales, que eran los entes a cargo de gestionar estos espacios, sus proyectos y posibilidades. Esto, para muchas oficinas tradicionales, significaba esperar que las “condiciones ideales” regresaran. Nosotras vimos esta peligrosa pausa —con tiempo indefinido— como una nueva variable a considerar. Así fue como comenzamos.

Pm Pero me imagino que existía una cierta sensación de amenaza, en términos generales...

mvg Encontramos un gran desafío en “cómo nos reconocemos” dentro de Caracas. La percepción de desconfianza era uno de los indicadores más alarmantes en

cuanto a la percepción de nuestras ciudades. Más allá de pensar en que el espacio público se iba a degradar, era la calidad de “lo público” —el lugar donde deberíamos encontrar oportunidades de intercambio y confianza— lo que nos preocupaba. Imagínate, sumergidos en una crisis generalizada, con recortes presupuestarios que apenas alcanzaban para cubrir partidas operativas y con el comienzo de las protestas en el 2014. Incursiones nació en 2015, con todo este panorama a nuestro alrededor. Como ves, las referencias de nuestras vidas personales y profesionales están directamente referenciadas al panorama político del momento.

Pm ¿Y cómo comienza el escritorio en medio de todo esto?

mvg Comenzamos a trabajar en pequeña escala, buscando un modo diferente de hacer las cosas. Eso abrió la posibilidad de trabajar junto a departamentos culturales de las Misiones Diplomáticas para hacer apuestas en promover ciudadanía y hacer ciudad. Entonces, el trabajo, más allá de espacial, consistió en la construcción de confianza y complicidad entre las instituciones, los ciudadanos, la academia… Y bueno, nosotras asumimos el rol de articuladoras del proceso-proyecto.

Pm ¿Cómo es la relación de ustedes con la práctica académica? ¿Les interesa esta área?

mvg Sí. Hoy somos tres socios y todos hemos dado clase de arquitectura. En lo personal, creo que es otro espacio desde donde puedo aportar e incentivar a otros a que tomen un rol activo en las transformaciones que queremos ver. Siempre digo que si hubiese estudiado otra cosa, quizá estaría aportando desde otro espacio pero esto es lo que hago y disfruto. Entonces me pregunto, ¿cómo, desde la arquitectura, apoyándonos de las virtudes del diseño, podemos mejorar las condiciones de nuestro entorno y sumar a otros en el proceso? La práctica académica es uno de esos espacios que permite hacerlo, formular esta pregunta en alumnas y alumnos.

Pm Ahí hay un punto interesante: el entender la práctica profesional como causa o consecuencia. En tu caso, ¿te parece que la arquitectura es una consecuencia de una serie de posturas frente a tu contexto?, ¿o es más bien una vía mediante la cual desarrollas el tipo de trabajo que más se ajusta a tus afinidades?

mvg Creo que es muy difícil desligar lo que hacemos del compromiso que hemos asumido ante lo que está pasando. En nuestra práctica, el resultado no está únicamente atado a la materialización de un espacio u objeto, sino también a sus procesos previos y a su ocupación posterior. Sugerimos cuestionar y visibilizar la normalización de ciertas cosas que están lejos de ser “normales”: violencia, escasez, asistencialismo, hiperinflación, miseria. Trabajamos con “formas” que sugieren “procesos”, y estos procesos son abiertos, multidisciplinares, participativos. Detrás de ellos hay un equipo diverso en el que puedo ver reflejada a Caracas, y por ello me es fácil creer que Caracas también podrá verse reflejada en aquello ideado por esas personas.

Una de las mayores apuestas que hace Incursiones es detenerse a evaluar “desde dónde se está viendo” aquello que propones transformar. Ver las cosas desde adentro y no desde arriba provee recursos valiosos capaces de generar respuestas innovadoras.

Pm Y hablando de perspectivas, hay un tema que muchas veces, cuando es mirado desde afuera, se tiende a romantizar: me refiero al tema de la participación [ciudadana]. ¿Cómo viven ustedes este proceso? Me imagino que en algunos casos funciona súper bien, pero también debe existir frustración frente a determinados escenarios donde esta especie de mediación no se concreta de la mejor forma…

mvg Personalmente, el tema participativo es lo que más me apasiona. De lo que nos hemos dado cuenta es que es muy difícil exigir participación sin dedicar esfuerzos en construir confianza. Es consolidar una relación de “alianzas” en lugar de una “usuario-cliente”. Por ejemplo, en este momento estamos diseñando un espacio semi-público en un sector popular de Caracas donde opera un comedor comunitario que beneficia a 55 niños y niñas, un lugar que reúne todas las condiciones para convertirse en un espacio público. Ahora, si yo me presento frente a la comunidad como “el arquitecto capaz y responsable de responder a sus demandas”, recibiré una lista de sentencias sobre el destino de este espacio. Bajo estas condiciones, el ejercicio de interpretación se traducirá en frustración para nosotros, y más daño para el país.

Por eso estoy convencida de que el encanto y las ventajas de la participación van de la mano con la postura y compromiso que asumes frente a ella. La nuestra es de intérpretes que sacarán el mayor provecho con la información que recopilemos, tanto de lo que dicen, como del espacio y su interacción con él. Si nos limitamos a cumplir lo que recorre su imaginación —bajo la premisa de Henry Ford que dice: “si le hubiese preguntado a la gente qué querían, hubiesen dicho ‘caballos más rápidos’” [frase célebre del empresario creador de la marca de automóviles Ford (Ford Motor Company)]—, estaríamos desperdiciando posibilidades. De ellas y ellos necesitamos “el pertenecer”, vivencias, aciertos, desaciertos, patrones, encuentros, desencuentro, las reglas que todos saben y nadie dice… Es decir, todo lo que, al ser invisible ante nuestros ojos, nos tomaría una vida descubrir.

Por eso es que nosotros hablamos de “proceso participativo” y no de “diseño participativo”, porque confiamos en que si todos reconocemos nuestras aptitudes y las ponemos a disposición del proyecto, sólo así podemos asegurar que Incursiones estará dando lo mejor.

Finalmente, la “construcción” es la consolidación de acuerdos entre aliados.

Pm Y más allá de la arquitectura y el urbanismo —aunque todo termine siendo tangencial a ambos temas— ¿cómo ves tú a la clase media caraqueña en relación a los procesos migratorios que está viviendo nuestro continente?

mvg Te diría que la clase media está en extinción, que queda un grupo que perteneció a ella y hoy se sabe empobrecido. Hace un año y medio mi teoría hubiese sido que la clase media está partiendo y que aquí quedarán los extremos: una clase alta de porcentaje desconocido y un 48% de nuestra población que está en pobreza —Esto es teoría. Nuestras cifras de migración no son muy claras—. Eso cambió, porque incluso ese porcentaje más pobre está buscando cómo migrar. Es decir, no es un tema de “privilegio de clases”. La gente está saliendo como puede.

Cuando leíamos el tema de la Bienal, comentábamos: “Incursiones comenzó a proyectar pensando en un usuario

como nosotros —común y corriente, de clase media— sin que esta premisa excluyera la participación del resto”, un estrato social que al sentirse vulnerable y desprotegido ante el miedo, recurre al resguardo, aislándose y cediendo sus espacios. Entonces, si tuviese que definirla, diría que es una clase que añora el haber podido vivir su ciudad y que mediante “actos de rebeldía”, se anima a reapropiarse de ella [...]. Tengo un amigo urbanista que decía: “Salir a nuestras calles es un acto de fe, porque a pesar de saber lo que puede esperarte, aún hay numerosas muestras de rebeldía, de resiliencia”. En ellas veo futuro.

maría valentina gonzález Arquitecta de la Universidad Simón Bolívar (2016), profesora de la Cátedra de Diseño Arquitectónico fau/ucv (2015–2016), miembro del School Grounds Allience, ylai Fellow 2017, Global Shaper 2019. Directora y Co-Fundadora de Incursiones, un espacio de construcción de ideas para transformar las dinámicas y escenarios compartidos de la ciudad.

Lo común y lo corriente

Por juan Pablo urrutia, Beatriz Coeffé, tomás villalón, joaquín gonzález y vesna Obilinovic

La escena arquitectónica persistentemente ha destacado lo extraordinario de la producción edilicia, generalmente por su singularidad, exuberancia, extravagancia o novedad. No cuesta mucho hacer una revisión histórica para comprender que, constantemente, lo que se valora es aquello que denominamos como monumento.

Por su parte, la ciudad neoliberal ha contribuido a la creación de riqueza y superación de la pobreza, por décadas ha contribuido también a la concentración del capital, lo que deja a nuestras urbes bajo el flagelo de la desigualdad y una alta segregación socio-espacial. ¿Es esto lo que queremos celebrar de la arquitectura?

La ambición por acumular fue la que llevó a miles de especuladores y banqueros a generar una de las crisis económicas más grandes de la era global en 2008, la que trajo consigo la desalentadora idea de que en este sistema las ganancias son privadas mientras que los costos se socializan.

Sobre este contexto, se produjo una nueva lectura de la arquitectura, distanciada de la acumulación y especulación. Así resurgieron la pobreza y precariedad como objetos de estudio y admiración. Ejemplo de esto son la serie subsecuente de premios Pritzker y bienales enfocadas en el conflicto y la escasez alojadas principalmente en el llamado Sur Global, transformándolo en un campo fértil de exploración como alternativa al espectáculo de la gula edificatoria que caracterizó las décadas precedentes.

A pesar de las críticas atribuibles al modelo capitalista y su impacto en nuestras ciudades, hay que reconocer que ha generado las condiciones para crear una gran masa que ha superado lo exótico de la pobreza. Es decir, ha estimulado la creación de una amplia clase media que goza de estándares aceptables de calidad de vida. Sin embargo, esto conlleva una paradoja, porque como señaló Adam Smith en The Wealth of Nations, donde hay grandes patrimonios hay también una gran desigualdad. Estamos todos mejor que antes, pero cada vez más segregados.

La masificación de la presencia de los grupos de clase media va de la mano con la construcción de un paisaje común y corriente, poseedor de una dimensión sociocultural que no es lo suficientemente llamativa para los medios o los intelectuales. Este grupo social ha ido creando silenciosamente sus propias lógicas y símbolos, fuera de los estándares académicos que suelen estar hipnotizados dentro de una ficción que reniega de lo ordinario, precisamente por ser común y corriente.

“Lo común y corriente” no ha sido de interés para la arquitectura: personas y organizaciones que no cuentan con los recursos para grandes obras ni tampoco con la brutal estética de la pobreza y su altruismo asociado. Este segmento al que llamamos clase media, podría ser definido como aquel compuesto por personas con ingresos entre $400.000 y $1.000.000 pesos chilenos mensuales, es decir, 60% de la población nacional. ¿Cuál es la arquitectura común y corriente? ¿Quién la diseña para los “ni tan ricos ni tan pobres”? ¿Qué nivel de participación tienen los arquitectos y arquitectas en las necesidades de la gente común y corriente? Son preguntas que esta Bienal intenta responder y utilizar de sustento para indagar en aquella arquitectura que necesitamos para cubrir las demandas de una nueva demografía y geografía, la de un país en el borde del desarrollo, con necesidades más maduras en torno a la calidad de vida y desarrollo de las ciudades. Aparece entonces, a modo de crítica y producto del cansancio, un genuino interés por lo común.

Lo cotidiano pasa a ser lo característico y auténtico. La política de lo invisible y lo doméstico entrega una nueva lectura de la ciudad. Situaciones con lugares reversibles, reciclados, adaptados, promiscuos, condicionados virtualmente, donde tal como plantea Andrés Jaque con los urbanismos ordinarios, lo estructural está en las personas y el uso que dan al espacio, como un urbanismo performativo 1 sin pretensiones ni escasez de dignidad.

Ésta es una configuración muy presente en los barrios neurálgicos y comunes a lo largo de nuestro territorio nacional así como, en el Barrio Franklin, que se entiende como un barrio adaptado y reciclado, también informal y por sobre todo, en permanente cambio. Set de piezas que en conjunto crean una coreografía sin descanso, dependiente de los demás caracteres que lo conforman y de las personas que lo activan. Es el reflejo del divorcio entre planificación, proyecto y realidad. Y de ahí nace la idea de adaptarlo, generando los soportes que den pie a una muestra de arquitectura para celebrar lo común y corriente.

Sin embargo, lo atractivo de aquella condición del Barrio Franklin puede ser a la vez su virtud y su condena. Esta ambición por ser común lo deja en una situación de riesgo y vulnerabilidad al estar en disputa por agentes que negocian volverlo un ejemplo de cultura local. Una contradicción que esta Bienal pretende entender para equilibrar las ambiciones de los distintos actores locales, comerciales, inmobiliarios, académicos y gubernamentales, quienes en su afán por valorar lo ordinario, pueden terminar por expulsar su esencia en favor de lo extraordinario.

1 Conceptualización de una forma de entender la relación entre personas y el espacio en Disputing calculations in Architecture: Notes for a pragmatic reframing of parametricism and architecture (2015).

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