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TERAPIAS ONLINE
Videoterapia La crisis que desató el coronavirus dejó patas para arriba el mundo exterior y también el interior. Si bien las terapias psicológicas tradicionales exigen la presencia de especialista y paciente, la virtualidad se convirtió en un espacio de contención.
Por CECILIA CONDE Ilustración ARIEL ESCALANTE
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Atravesamos una situación novedosa y nadie tiene las respuestas de antemano”. Quien así habla es la licenciada Gisela Cassouto, psicoanalista especializada en estudios de género y coordinadora de la Red de Psicólogas Feministas. Agrega: “Cada uno desde su campo o disciplina puede aportar un granito para que todos la pasemos un poco mejor”. En su caso, eso se traduce en brindar contención a sus pacientes a través de una pantalla.
Desde que existen plataformas de videollamada, el sistema de atención remota se utiliza como recurso para no interrumpir tratamientos con personas que, por ejemplo, se mudan al exterior o tienen algún padecimiento que les impide acercarse a un lugar físico. Lo inédito del escenario actual es que alcanza a toda la sociedad. Y eso incluye a los profesionales, que no son inmunes a la incertidumbre que genera la pandemia. “Antes que nada somos personas que también podemos sufrir ansiedad, depresión o angustia. La diferencia es que tenemos ciertas herramientas de gestión emocional y el autorregistro agudizado, que ayudan a enfocar ciertos objetivos”, afirma Cassouto. ¿Lo que sucede a través de una pantalla es igual a lo que pasa dentro del consultorio? “No, por supuesto –responde la licenciada Laura Müller, psicóloga sistémica, especialista en terapias cognitivo-conductuales–. Pero es tarea del profesional flexibilizar el encuadre”. Para ella, algunas de las dificultades que se encuentran en el universo virtual son las fallas en la conectividad, que en ocasiones no permiten la fluidez del discurso; la pérdida de cierta información, como los gestos y toda la comunicación no verbal; y la falta de privacidad. “Tengo una paciente que hace la sesión desde el auto para tener intimidad. Lo cierto es que toda esta situación genera cierta informalidad, aun en quienes tenemos un estilo menos acartonado”.
Entre los conflictos que surgen por estos días, el alejamiento social, el encierro, la incertidumbre respecto del futuro y la sensación de constante imprevisto encabezan el ránking, acompañados por la ansiedad y la desesperanza. “Es un momento muy particular y lo importante es resignificar el espacio –sostiene Cassouto–. Hay quienes siguen el hilo de lo que traían a la sesión antes del aislamiento, pero la gran mayoría habla de lo que sucede ahora. Y está bien tener al menos una hora por semana para ordenar esas ideas y ver qué despiertan en cada persona”.
Sin embargo, la especialista es clara con relación a la singularidad del momento. “Hay algo que compartimos con la red de psicólogas feministas y es no posicionarnos en un lugar de sabiduría absoluta. La sesión online es una propuesta. También están quienes prefieren hablar por teléfono. Hay que probar qué es lo mejor para cada uno”. Según Cassouto, las condiciones de funcionamiento se pautan entre psicólogo y paciente.
“Quienes trabajamos con terapia cognitivo-conductual estamos acostumbrados a flexibilizar los encuadres –explica Laura Müller–. Quizá hay disciplinas más ortodoxas que son más difíciles de adaptar. Pero nosotros trabajamos con tratamientos validados con metodologías de intervención específicas que, por ejemplo, nos permiten proponer técnicas de relajación para ayudar a un paciente”.
Si bien el sentido de sumarse a las sesiones online es dar continuidad al trabajo terapéutico previo, comenzar un tratamiento de forma remota también puede ser una opción válida. “Hay psicólogas que hace tiempo trabajan con esta modalidad. Con las herramientas que existen hoy en día, se puede sostener un espacio de calidad de forma virtual”, cuenta Cassouto y subraya la importancia de acudir a profesionales de la salud mental si los sentimientos que despierta el aislamiento se tornan desbordantes. “Hay un punto importante y es entender que la terapia no reemplaza a las amistades ni las amistades reemplazan la terapia”. n