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ZITTA TEXTUAL
Desde su última colección hasta la preocupación por la pandemia, el diseñador ahonda en los temas que recorren su vida hoy.
Por CECILIA CONDE Fotos SOL ABADI
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El extraño caso del médico convertido en diseñador de indumentaria ya no es noticia. Sin embargo, nunca deja de asombrar esa conjunción de universos tan disímiles que habita Fabián Zitta. Anestesiólogo algunas mañanas y creador de moda el resto del tiempo, se convirtió en referente del prêt-àporter de lujo local gracias a la construcción de un estilo personal que sintetiza tradición y modernidad.
Su última colección (que ilustra estas páginas) está inspirada en la arquitectura experimental del alemán Jürgen Mayer y, según dice, es uno de sus trabajos más completos y complejos. Pero apenas llegó a presentarlo en sociedad; el coronavirus obligó a poner en pausa su negocio… y un poco la vida. Desde su casa, entre clases de yoga por video, lecturas relegadas y bocetos para el próximo verano, comparte pensamientos y afirmaciones en este momento que define como bisagra.
MODA Y PANDEMIA. “Es difícil saber cuál será la consecuencia en el mundo de la moda porque no se asemeja a nada que hayamos vivido antes. La industria está herida: a la mayoría de los diseñadores nos agarró con la colección de invierno recién colgada. No hubo tiempo de venderla y hay que seguir pagando alquileres, empleados y la estructura lógica de cualquier negocio. Pero estoy convencido de que vamos a salir fortalecidos de esta situación. Con la introspección obligada van a resurgir las ganas de vivir y crear cosas nuevas”.
FIJAR POSICION. “La salud siempre está primero. Es inevitable. Entiendo que sin economía el mundo está parado, pero sin salud no podemos pensar ni siquiera en tener una economía. Un pueblo enfermo no puede rendir ni generar industria. Por eso tenemos que curarnos. La moraleja que nos deja esta pandemia es que la salud debe ser respetada”.
VIDA #ENCASA. “Cuando a los 18 años me vine desde Entre Ríos a cursar Medicina a la Universidad de Buenos Aires, estuve seis años prácticamente encerrado, estudiando. Después de eso nunca paré, salvo para irme unos días de vacaciones. Pero jamás tuve un intervalo sabático. Siento que es un gran privilegio poder pasar tiempo en mi casa. Estoy haciendo muchísimas cosas que nunca había podido hacer, como tomar una clase de yoga al día, preparar una masterclass, leer todo lo que tenía atrasado o había dejado por la mitad, o redecorar mi casa”.
PODER DIGITAL. “No llegué a presentar la temporada de invierno 2020 y me gustaría hacer una minicampaña digital para mostrarla. Más allá de este momento, en el ambiente del diseño venimos hablando de que, más temprano que tarde, los contenidos digitales serán más importantes que lo que sucede en vivo. ¿Si tiene sentido seguir haciendo desfiles? Es un tema muy discutido. Para mí es el lugar donde uno, como creador, plasma su trabajo junto con la música, la coreografía, el estilismo y un montón de detalles que lo potencian. La pasarela transmite una emocionalidad mucho más intensa que aún no puede ser reemplazada por lo digital. Lo virtual llega más rápido pero no siempre de la mejor forma. Solo más rápido”.
NUEVOS COMUNICADORES. “Soy bastante escéptico respecto de las fórmulas ‘mágicas’ que proponen los influenciadores. Lo más relevante es tener identidad y un estilo propio. No creo que alguien que tiene muchísimos seguidores pueda posicionar a un diseñador sin talento o sin nada para contar. La base es tener buenas ideas, telas de calidad, excelente hechura, un buen soporte, redes sociales acordes, comunicación fluida y, por último, musas. A veces invitás a cincuenta celebridades de las cuales treinta no comunican nada porque no referencian a tu marca, no tienen nada que ver con el espíritu de lo que hacés. Eso no sirve”.
LO QUE LA TELE LE DEJO. “Me dio popularidad, me hizo conocido en otro ambiente. No me dejó mucho más. Antes de participar en Corte y confección [el programa de Canal 13 en el que fue jurado durante un año], ya tenía un bagaje propio. La televisión es exitista y eso no tiene que ver con el prestigio, que es lo que yo prefiero. Por eso estuve solo un año, me ayudó para hacerme más conocido en el interior del país, donde tengo muchas clientas nuevas. Pero la fama vacía no me interesa”.
DOS AMORES. “La medicina es parte de mi vida porque es una profesión que te acompaña siempre. No hay día en que alguien no me haga una consulta. Sobre todo, ahora. Nunca me liberé ni me quise liberar. Tengo muchos amigos dentro del quirófano y me resulta positivo el cruce de los dos mundos. En un momento estás atendiendo a un paciente y tratando de salvar una vida y en otro, en un programa de tevé evaluando a un chico que quiere ser diseñador, como me pasó el año pasado. Ese ida y vuelta me interesa, me alimenta y le da equilibrio a la vida. En general, la moda suele ocupar más tiempo en mi rutina. Pero en este momento especial compiten, porque coordino el equipo de anestesiólogos de una clínica, y estoy muy dedicado a ajustar protocolos para la protección de los médicos y la preparación para una potencial crisis. Creo que se tomaron decisiones claras y a tiempo. Nos ayudaría si la gente estuviera más concientizada; a algunos todavía les parece banal la situación”.
FUTURO DE LA INDUSTRIA. “En el país hay dos problemas: tenemos poca visibilidad porque estamos muy alejados del resto del mundo. Pero, además, los gobiernos no entienden la moda local como generadora de recursos y puestos de trabajo, no la ven ni la tratan como industria. También existe una crisis global en los hábitos de consumo que, sin duda, va a profundizarse. Tomarse una cerveza, nadar en una playa y otras experiencias se valoran más que comprar ropa. Sin embargo, hay mucho contenido detrás de por qué nos vestimos, para qué o qué queremos comunicar. Son preguntas que van a empezar a aparecer y tenemos que estar preparados para responderlas”. n