REVISTA MUNDO DINERS 455

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FIRMA (O)

HISTERIAS PERSONALES

Por ANA CRISTINA FRANCO Ilustración LUIS EDUARDO TOAPANTA

LA CASA FLOTANTE

unas escaleras circulares, de esas que dan la impresión de llevarte al principio del universo, y entonces, había otra puerta, y al abrirla, se descubría otro mundo: otra pequeña casa, una salita perfecta, una mecedora, una mesa de comedor, alimentos servidos... La casa de la tía Gordita parecía escondida dentro de las demás; cuando estaba ahí me sentía en el otro lado del espejo. Pero no estaba en el mundo de Alicia, estaba en la casa de la tía Gordita, que tenía más de 75 años y seguía soltera. Iba a la peluquería casi todos los días y escuchaba programas de radio en los que conocía las vo-

En las noches de insomnio viene a mí una

extraterrestres, su locro (el mejor del mundo)

ces de posibles galanes.

imagen-sensación que sirve para conciliar el

con Coca-Cola, sus tazas de café humeante;

De la casa flotante se desprenden muchas

sueño: no sé por qué pienso en la casa de mis

galletas, mermeladas, pan, jugo, chocolate ca-

historias. Como la de mi bisabuela, a la que re-

tías abuelas en Latacunga. Soy un fantasma

liente, pastas, caramelos, bizcochos... Parecía

cuerdo con una luz amarillenta, que se quedó

y puedo jurar que la recorro. Como una ma-

el comedor de una reina o un hada.

viuda con nueve hijos a cuestas y dicen que

trioshka era la casa. Interminable. Con puertas

Recuerdo su juego de matrioshkas. Me

siempre estaba alegre, que, de hecho, murió

que daban a otros mundos. Pasillos serpenti-

gustaba pensarlas como muñecas encantadas,

riendo. O la historia del tío Marco Chancho (no

nos en los que había muñecas, espíritus, alter

fantasear con que allí, en esos cuerpos minia-

pregunten por qué el apodo), que viajaba has-

egos. En cada alacena, un agujero negro. De

tura, se escondía un mundo perfecto y eterno,

ta Quito en burro mientras leía el periódico al

hecho, más que una casa, parecía un laberin-

un microcosmos que coexistía en silencio con

revés. O los primos que “pescaban” gallinas,

to mágico. O al menos eso me gustaba creer,

lo demás. Pensaba que quizá las muñecas de

sentados en el muro de los vecinos, con anzue-

tal vez por las historias que me contaba mi

madera no eran más que la representación de

los con maíz.

mamá; como esa en la que ella y sus primos

mis tías y sus universos infinitos, y por eso ha-

Probablemente estoy inventando más de la

habían jugado a la ouija en esa habitación de

bían dispuesto las piezas a manera de pistas.

mitad de este relato. Seguro que la casa no era

cristal que estaba incrustada en plena sala, y

Recuerdo el patio central y los gallos del tío Gui-

así, pero así la recuerda mi memoria caprichosa

un espíritu les había dicho que en su vida pa-

do, su barba blanca, su alegría, su risa. Al otro

e insomne, y por alguna razón, la energía de

sada habían sido amantes; desde que supe de

lado del patio estaba la casa de la tía Negrita,

mis tías y sus corazones enormes regresa a ve-

esa historia, y de otras de extraterrestres que

nunca me voy a olvidar de su chocolate calien-

ces, por las noches, un ratito, a hacerme com-

contaba mi tía Ceci, me gustaba pensar en esa

te y su cabello negro azabache recogido en un

pañía. La casa de Latacunga es mi ancla o mi

pequeña cabina de cristal como una máquina

moño perfecto, y la conversación de la tía Car-

mantra para evadir mi mente frenética que

del tiempo. Me acuerdo también de la mesi-

men, que también tiene el cabello negrísimo,

quiere seguir trabajando a pesar del sueño.

ta pequeña con el mantel bordado, redondo,

algo de gitana y nos leía las cartas. No recuerdo

Gracias, tías, por hacerme compañía a través

bajo el teléfono de disco; el comedor de la tía

exactamente dónde, pero en alguna parte de

del tiempo. De a poco, el sueño va llegando

Ceci, siempre con los puestos servidos para

la casa de la tía Negrita, había una puerta, una

mientras me diluyo en las paredes de su casa.

todo el mundo, para el que llegue, su cora-

puerta que parecía que daba a otra habitación

Pienso en esa casa y pienso en el amor. Pienso

zón enorme, su pelo blanco, sus historias de

o a un baño, pero, si se la abría, conducía a

en la casa y pienso en el misterio.

ABRIL 2020

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