Autor: Luis Carlos Castillo
2.1. La evaluación cómó ejercició pedagógicó Por lo general, la evaluación interna, la que se ejecuta en las aulas, no se asume como aprendizaje sino como la actividad que se reduce a la aplicación de técnicas, recursos e instrumentos para medir, calificar, discriminar y clasificar a los estudiantes entre los que aprendieron o no, los que son buenos o malos académicamente o simplemente los que pierden. Es decir, la evaluación es más un resultado que un proceso de experiencias de aprendizaje. No se aprende de la evaluación y con la evaluación. Se trata de una evaluación que excluye el saber del sujeto que aprende, del proceso educativo del sujeto. Para cambiar esta forma de concebir y vivir la evaluación en las aulas, proponemos un enfoque cualitativo formativo de la evaluación. Por otra parte, es importante tener en cuenta que es bastante saludable y conveniente que las prácticas de evaluación sean coherentes con el modelo pedagógico que las instituciones educativas han determinado para lograr sus objetivos educativos. Así, se espera que si el modelo pedagógico está basado en un modelo constructivista, en el que se postula que el estudiante debe ser reconocido como sujeto activo de su propio proceso de aprendizaje, el dispositivo de evaluación igualmente debería brindar a los estudiantes los espacios y las oportunidades para que ellos auto evalúen sus capacidades y procesos de aprendizaje. Para lograr esto al interior de las aulas de clase, es fundamental disociar, al menos metodológicamente, las dos funciones de la evaluación de los aprendizajes de los estudiantes. Nos referimos a la función social de la evaluación y a la función pedagógica. La primera se usa para brindar información a los padres sobre los resultados o avances de sus hijos o para tomar decisiones de promoción de los estudiantes. La segunda tiene por
Autor: Luis Carlos Castillo
finalidad comprender, regular y mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Para el caso que nos atañe: cambiar las prácticas de evaluación mediante el uso de rúbricas como instrumentos de evaluación, es fundamental que toda la propuesta que planteamos esté encaminada a la evaluación como práctica pedagógica. De este modo procedemos en coherencia con cualquier modelo pedagógico de enfoque constructivista ya que de acuerdo con éste la evaluación en su función pedagógica deber ser el referente que oriente y guíe las decisiones y mirar a profundidad las implicaciones educativas de la evaluación, que potencie y privilegie el aprendizaje significativo – constructivo de los alumnos. Esta función es fundamental para valorar si la actividad educativa está ocurriendo tal y como se pensó y si está alcanzando las metas o intenciones para las cuales fue diseñada. En otras palabras, permite hacer los ajustes necesarios in situ para el logro de las metas. No obstante, es fundamental reconocer que ambas funciones son compatibles. La pedagógica es fundamental mientras ocurre el proceso y la social tiene sentido al final. Se equivocan quienes creen que estas funciones son opuestas o creen que la social debe determinar la función pedagógica. A la función social hay que ponerle límites dentro de las prácticas escolares, pues la función social tiende a anular la pedagógica; sobre todo cuando se considera a la evaluación supeditada a la calificación, acreditación, clasificación, jerarquización y selección de alumnos e instituciones.
Autor: Luis Carlos Castillo
En este marco, entonces, ¿qué entenderemos por evaluación?
Llamamos evaluación al conjunto de prácticas que se despliegan en las aulas de clase y que buscan comprender, regular y mejorar in situ el proceso de enseñanza-aprendizaje. A su vez, esta práctica se asume como un evento complejo y dinámico durante el cual y en el cual se espera que ocurra una transformación del sujeto que evalúa y del sujeto evaluado. Esta transformación será significativa en la medida en que ambos protagonistas tengan experiencias de aprendizaje.