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Cómo comunicar la decisión

pandemia. Si antes podías ir a visitar a tu familiar a la residencia cuando quisieras, ahora hay que pedir cita previa, acudir en el horario asignado y estar un tiempo limitado. En esas visitas hay que cumplir las medidas básicas de higiene, mantener la distancia de seguridad y evitar el contacto físico con el residente, algo que sigue causando estragos tanto en los residentes como en los familiares.

Las medidas de prevención de la COVID-19 en residencias también dependen de las comunidades autónomas, por eso el número de visitantes que acudan a la vez puede estar limitado y generalmente solo se permite el acceso a una sola persona de la misma familia.

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Como es lógico, según la situación va cambiando, las diferentes medidas y restricciones se van amoldando, pero en la propia residencia te irán indicando cada cambio. Y esperamos que muy pronto podamos volver a esa ansiada normalidad y que tanto residentes como familiares puedan recuperar sus rutinas habituales.

Tal vez te estás preguntando si en estos momentos en los que todavía convivimos con la pandemia es una buena idea ingresar a tu familiar en una residencia. ¿Hay nuevos ingresos durante el coronavirus? Los hay, por supuesto. Cumpliendo con una serie de medidas excepcionales, pero sí se puede llevar por primera vez a un mayor a una residencia en estos momentos.

A no ser que se detecte algún brote en la residencia, los nuevos ingresos de residentes son posibles. Al nuevo residente se le hará una PCR, y si el resultado es negativo, se puede continuar con el proceso con toda la normalidad que es posible en estos momentos. Además, si el nuevo residente no está vacunado, la residencia se encargará de ponerle la vacuna lo antes posible.

Muchas personas mayores viven solas aunque tengan familia, M y la verdad es que, después de toda una vida cuidando hijos y nietos, resulta muy complicado reconocerse a uno mismo que ya no puede valerse por su cuenta. Por eso se retrasa la mayoría de las veces la decisión de irse a vivir a una residencia, incluso aunque la persona mayor tenga en mente la residencia geriátrica como vivienda en el futuro. Pero ese futuro en el que ve claramente que no puede valerse por sí mismo no llega.

No es fácil para esa persona mayor y tampoco es fácil para la familia, porque cuidar de una persona dependiente no está al alcance de todo el mundo. A veces la persona mayor presenta un deterioro importante o un grado alto de dependencia y requiere unos cuidados específicos que la mayoría de las personas no podemos dar por falta de experiencia, por falta de preparación, por falta de tiempo o incluso por no disponer de una vivienda adaptada a las necesidades de esa persona.

También tenemos que contar con todas esas personas mayores que por un motivo u otro se niegan rotundamente a ir a una residencia, aun cuando es más que evidente que ellas solas no pueden estar y que sus familiares no tienen los medios adecuados para cuidar de ellas. Sea cual sea el caso, lo cierto es que el momento de comunicar la decisión de ir a una residencia es muy delicado para toda la familia.

En primer lugar hay que advertir que el ingreso en una residencia de mayores ha de ser un acto voluntario, no se puede obligar a una persona mayor a ir a la residencia salvo resolución judicial o incapacitación legal. Por eso, la decisión se debe tomar de forma conjunta entre

toda la familia, la persona interesada, los cuidadores habituales y otros posibles cuidadores aunque hasta el momento no hayan intervenido.

Lo ideal es poner sobre la mesa todas las opciones de ayuda posibles. Puesto que la persona mayor tiene algún grado de dependencia, tal vez pueda quedarse en su casa o en casa de alguno de sus hijos contando con una persona de ayuda a domicilio o con la posibilidad de un centro de día. Pero, antes o después, la opción de la residencia podrá convertirse no solo en la mejor sino también en la única viable.

Y cuanto antes se plantee el tema, cuanto antes se empiece a hablar de las residencias, de vecinos o conocidos que están en el centro más cercano, de los cuidados que puede recibir allí la persona mayor y de la cantidad de actividades de las que podrá disfrutar, mucho mejor. Una decisión conjunta que pondrá sobre la mesa malentendidos o rencillas familiares y que hay que solventar pensando todos en la misma prioridad: el bienestar de la persona mayor.

Otra cosa es la posterior adaptación de esa persona mayor a la residencia, pero no tenemos que adelantarnos. En la medida de lo posible, y si la persona mayor está en plenas facultades, hay que implicarla en la búsqueda y elección de la residencia. Al fin y al cabo, estamos hablando de la persona que se va a trasladar allí. Conocer el centro residencial y visitarlo unas cuantas veces antes del ingreso definitivo también es una opción a tener en cuenta.

Algunas familias encuentran en las estancias temporales en una residencia el mejor método para que la persona mayor se vaya haciendo a la idea de su cambio de domicilio. A todos, mayores y no tan mayores,

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