SARMIENTO TEXTOS FUNDAMENTALES Selecciテウn de LUIS FRANCO OVII)IO OMAR AMAYA
T O \1 O
1 COMPAテ選A GENERAL FABRIL EDITORA Buenos Aires
IMPRESO N LA ARGENTINA PPJNTED IN ARGENTINA
Queda hecho el depósito que previene la ley número 11.723. 1959 by COMPAÑfA GENERAL FABRIL EDITORA, S. A., Bs. As.
ADVERTENCIA
LA CUESTION SARMIENTO No creernos descubrir ninguna novedad si advertimos que desde que Rosas la llamó así en su mensaje a la Legislatura en el año 1849: La Cuestión Sarmiento, ella existe para la conciencia argentina de cualquier tiempo. Lo prueban el erizado entusiasmo de jabalí con que se ha atacado siempre su figura, las bombas de alquitrán con que se busca tornar su estatua del mismo color que la del negro Falucho, y sobre todo esas coronas fúnebres de sus panegiristas liberales que le sientan a Sarmiento tan bien como al pobre de solemnidad uno de esos jaqués de fiesta alquilado en las casas del ramo. Sea corno fuere, esa fervorosa e infatigable dedicación, prueba que Sarmiento, inventor de ideas libertadoras, de palabras permanentes de hermosura y júbilo, y de obras de filantropía prometeana, sigue escandalosamente vivo como ningún argentino hasta hoy, y peleando con sus libros y anécdotas y el recuerdo de su demiúrgica personalidad; todo ello mientras los demás próceres, sin excepción casi, no hacen más que estorbar el tránsito urbano o atajar el sol con sus estatuas en plantón vitalicio, o jineteando uno de esos caballos de bronce que alzan una pata delantera corno las grullas dormidas. Confesarnos ingenuamente nuestro empeño. No intentaremos defender a Sarmiento de sus denigradores profesionales, porque es como defender al gigante Giz//iver de la hormigueante irritación de los liliputienses cuando apagó el incendio del palacio real de Liliput con un chisguete urinal. En efecto, la biografía de Sarmiento escrita por los revisionistas es la vida del león contada por los chacales. Nuestro empeño en la ocasión es tan ambicioso como inocente:
ADVERTENCIA
intentamos defender a Sarmiento de sí mismo y, sobre todo, de la traición bonafide de sus panegiristas más o menos oficiales y liberales.
EL CRIOLLo \IODLRN() Sarmiento ha sido cargosamente tildado de europeísta y subestimador de lo nuestro. Esto es, como en tantos casos semejantes, la mala fe y la incomprensión van de la mano. En Europa, como en cualquier parte, Sarmiento ameritó con fervor esa herencia universal de humanidad, que es la cultura, pero nada le vedó ver sus menguas: "V engo de recorrer Europa, de admirar sus monumentos, de postrarme ante su ciencia, asombrado todavía del prodigio de sus artes, pero he visto sus millones de campesinos, proletarios Y artesanos viles, degradados, indignos de ser contados entre los hom/ res". No es aventurado, en cambio, sospechar que Sarmiento fue el más profundo de nuestros criollos, por la doble razón de que nadie sintió y expresó más honda, certera y bellamente los rasgos geniales del paisaje argentino ' del hombre argentino, y también por que nadie tuvo una conciencia más profunda de nuestras necesidades y problemas; es decir, nadie los amó más ni luchó mejor por sustraerlos de su Medioevo colonial y empujarlos hacia la modernidad y la libertad. Sólo que si bien ello implicaba el aprendizaje de innumerables cosas del mundo que ignorábamos y el abandono de nuestros vicios de crianza histórica, no significaba el abandono de nuestras mejores cualidades y muchos buenos usos ni el desdén de lo nuestro y el plagio de vaciedades ajenas. Precisamente todo lo contrario, y nadie lo combatió más y mejor que Sarmiento. La colonia se caracterizó precisamente por su tendencia a vivir de reflejos de su metrópoli ultramarina, sin atreverse a validar lo propio. Hasta mediados del siglo X IX habíamos estado mirando sin ver algo de lo más poderoso y virginalmente nuestro: la pampa y el gaucho. Sarmiento se acercó a ellos con ojo y envión americanos y los tradujo lealmente, es decir, les dio carta de ciudadanía literaria. Pero el criollismo de Sarmiento, a fuer de serlo de verdad, no fue ni pudo ser meramente estético: fue integral, es decir, genialmente sensible a las más diversas expresiones de la gea, la flora, la ['•1
ADVERTENCIA fauna y a las del inacabable paisaje hun,ano: las estatuas vivientes de Facundo, el Chacho, el sargento A raya, el mayor Navarro, el general Paz, el coronel Sandes, el cacique Baigorria, el rastreador de la sierra, el biqucano de la Pampa, el minero de los A ndes. Huelga advertir que de nuestros indigenistas ninguno ha dejado un testimonio de más poderosa simpatía que el denunciado por El indio Juan Chipaco, aquel quichua santiagueño, modelo de sereno coraje y de industriosa capacidad y sagacidad en su medio, que un día da a su patrón blanco la más resplandeciente lección de desprecio por los metalizantes tesoros y de respeto sagrado al decoro del hombre, desinflando con la uña de su meñique el globo del privilegio racial. Pero el amor de Sarmiento por nuestras cosas se volvió aun a las más humildes y las señaló a los otros y se trocó en su ahogado cada vez que fue preciso. A sí en sus páginas sobre el ñandú, enderezadas a dar irresistible persuasión a su propuesta de incorporar al deporte argentino, con todos los honores de la elegancia moder1/a, la linajuda corrida gaucha del ñandú: "No es de perder la esperanza de que salvada la raza de los avestruces por la domesticidad....¡ sport, cuando deje de ser pura importación británica y se torne argentino, tengamos el curre del avestruz". Ni decir que el consejo del gran criollo fue desoído y 7/7/estros elegantes desocupados prefieren la corrida del zorro, servilmente fieles como en todo, a sus modelos británicos. Naturalmente a Sarmiento no lo movió cii la Ocasión solo el propósito de salvar de la extinción al gran gallo heráldico de la Pampa sino también, según se ve, de asegurar la supervivencia de aquello que años después, en reveladora coincidencia con Sarmiento, Guillermo Enrique Hudson tendría por el mejor espectáculo deportivo del mundo: el peatón alado que huye, hecho un torbellino de celeridad y esguinces, y el gaucho y sus boleadoras a caballo que se pliegan a ese juego para superarlo. Pero nuestros impenitentes criollos coloniales oponían a eso la aspiración -expresada más de una vez - de importar la corrida de toros, por la doble razón de que era fabulosamente bárbara y de que venía de la casticisima tierra de Castilla. Sarmiento se volvió contra ese dulce ensueño regresivo con todo el empuje de su índole propulsora, y llamó a la propaganda de sus apóstoles: "Mazorca literaria pura". Eso sí, Sarmiento estuvo i mil leguas de creer, como los jingoistas de cerebro occipital, que lo nuestro, sólo por serlo, era lo mejor. El peleó para salvarlo siempre que valiera la pena. Y sobre
ADVERTENCIA todo para mejorarlo. A sí llegó a interesarse un día hasta por incorporar al orbe de la civilización corno policía de parques y jardines, a la más arisca y utilizable de nuestras fieras: "El oso hormiguero. . . hoy relegado a los bosques del Chaco, tanto lo han perseguido los conquistadores del suelo. Cada estancia debería llamar a estos proscriptos al seno de la patria común". Su simpatía por las buenas cosas nativas, aun las más humildes, le venía fácil, dadas su fundamental sencillez y su sagacidad. A los cortesanos y sofisticados platos de la cocina francesa, el presidente Sarmiento prefería las aceitunas de Cuyo, las truchas de Guanacache y la plebeya mazamorra. En página iluminadora hizo un día la defensa y el elogio del maíz, la más prócer de las plantas americanas: "Entre los errores que aceptamos de Europa vino. . . la supresión del maíz como ahmanto popular, llegando hasta crearse contra él una especie de excoimimon. . ." Recordó de propósito que el Méjico y el Perú imperiales habían sido básicamente civilizaciones del maíz. Y algo que asombró a la elegante ignorancia de nuestros cultos: "Norteamérica es la más grande de las repúblicas modernas porque el, ujíz, y no el trigo ni la carne, es la base de su alimentación". Pero elgran criollo que era expresábase quizá menos en su empeño de conservar lo nuestro que en el de mejorarlo o redimirlo, aliándolo nupcialmente a lo mejor de afuera. ¿No pensó el predicador de ferrovías y telégrafos en importar hasta el arcaico camello para volver practicables las travesías como arábigas o palestinianas de nuestro Noroeste? A l trazar en Recuerdos de Provincia la semblanza de su pariente Domingo de Oro, Sarmiento parece haber insinuado lo que quizá llevaba en sí como ideal del criollo americano: "Oro ha dado el modelo y el tipo argentinos, europeo hasta los últimos re finam ientos de las bellas artes, americano hasta cabalgar el potro indómito". Entre las fallas que sus adversarios imputaron a Sarmiento estuvo la de esta contradicción: que el propugnador de la inmigración europea se dedicase a reñir con los extranjeros radicados entre nosotros. La imputación es una obra maestra de mala fe o de miopía. Lo que él combatió - caso único en su generación,creemos - fue la pretensión hirsutamente absurda y alevosamente ing rata. de parte de los grupos inmieratorios. de vivir a quí corno inquilinos que no pagan alquiler y sólo hasta llenar la bolsa que vino vacía. ¿En nombre de qué? De ideales de raza (idealización de ¡a zoología) o de frontera patria (idealización de la cueva). A ún después de Caseros los ingleses pretendían seguir en sus trece negando al país lo
ADVERTENCIA el derecho de imponer el servicio militar y las obligaciones republicanas a los argentinos que... tuvieran imperial sangre inglesa en las venas. Por ahí iban los demás - franceses, italianos, españoles que querían vivir aquí, ellos y su prole, enquistados no sólo en su lengua, sino hasta en sus ideales monárquicos de ultramar. Sarmiento se volvió belicosamente contra ese conato de hacer del país un campamento internacional de gitanos y no una república libre. ¡A él que no le vinieran con cuentos! Conocía la cultura aristocratizante de Europa, pero no conocía menos el nivel de alfombra de las clases populares, hasta en Inglaterra y Francia, para no hablar del analfabetismo católico y la mendicidad industrializada de España, Irlanda y la Italia Pontificia. No escaparon, por cierto, los judíos, con su secular idoneidad para prosperar dentro de los otros pueblos, pero manteniéndose aislados y encerrados en sí mismos como Jonás dentro de la ballena. Nada más ajeno a ¡a xenofobia, por cierto. Sarmiento, con derecho igual a su clarividencia, sólo quería que los hijos y los habitantes del país, y sólo por serlo, jubilaran sus mitos raciales, devotos o patrioteros, y se constituyeran en miembros de una sociedad de responsabilidad ilimitada ante la libertad y la cultura.
LOS GAUCHOS Pocas leyendas más difundidas que la que presenta a Sarmiento como enemigo o despreciador de los gauchos. Ella tuvo su raíz en el hecho cierto de que él denunció su atraso social y la indigencia de los gauchos y les buscó vías de salida mientras los demás apuraban el viacrucis. Muy Otra cosa es decir que fue enemigo de los demagogos de poncho, como lo fue después de los de levita. Sarmiento creyó advertir que los caudillos rurales - hijos de la clase patronal, ultramontanos y ultrarricos o enriquecidos con los ex polios - eran los albaceas de la colonia española y los Judas del gauchaje. Quc uno de ellos, el Chacho, no se honró con degiiellos y despojos? Sí, pero los fomentó o toleró en sus tenientes para sostenerse. En cuanto a seguir imputando a Sarmiento su trágica muerte - obra espontánea de un jefe subalterno - es una calumnia transparente de ingenuidad y mala fe. "Cuánto no habrá contribuido a la independencia de una parte
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ADVERTENCIA de la A mérica la arrogancia de estos gauchos argentinos que nada han visto bajo el sol mejor que ellos." ¿No está ahí ponderando el decoro del hombre libre, porque se crió así, pese a su barbarie, frente al servilismo de las masas campesinas de Europa o la servidumbre de los apeadospeones de estancia que devendrían más tarde los pocos gauchos sobrevivientes a la voracidad del privilegio estancieril? ¿Y la ponderación admirativa y profunda de los distintos tipos gauchos que revelan las páginas más perdurables del Facundo? El rastreador, "personaje grave y circunspecto cuyas declaraciones hacen fe cii los tribunales inferiores"; el baqueano, "personaje eminente" que puede "tener en sus manos la suerte de un ejército"; el gaucho malo "que no es un salteador". ¿Y quién explicó o exculpó mejor la ponderada y tan discutible ferocidad del gaucho? "El hombre de la plebe de los demás países toma el cuchillo para matar y mata; el gaucho para pelear, y hiere solamente. La riña se traba, pues, por la gloria del vencimiento. Sólo que él vio, mejor que nadie, que bajo los caudillos el coraje gaucho se cambió en crueldad alquilona, es decir, en miseria de verdugo: "Porque así es el gaucho: 7/lara porque le mandan sus caudillos matar". A l paisano cantor, el aeda de la Pampa, Sar'inici,to lo presenta como una ejemplificación del valor civilizador de la poesía en las sociedades primarias y como campeador de su propia libertad, y así lo destaca en una anécdota homérica. A l hablar del gaucho dice en París: "Es un bárbaro, , sin embargo, honrado, inteligente y susceptible de abrazar con pasión la defensa de una idea". La diferencia entre la actitud de Sarmiento y la de los gauchófilos de antes o de hoy, con estancia o sin ella, es honda hasta lo abismal. Estos admiran en el gaucho su baquía de equitador circense, su magistral dominio de la tierra y su orgulloso desinterés, pero pasan por alto que sus padres, que fueron autore3 de su desposesión y su miseria, lo fueron también de su desaparición física como subclase social. Eliminado de la realidad pueden ya celebrarlo en la retórica del folklore. Sarmiento aspiraba precisamente a todo lo contrario. En vísperas de asumir la suprema magistratura dijo: "El Presidente de la República será el caudillo de los gauchos convertidos en pacífico r ciudadanos". Para ello, en efecto, quería ponerlos en posesión de la tierra, trocarlos en propietarios al par de los inmigrantes y a ello obedeció su gran proyecto sobre la materia rechazado por el Senado con mayoría opositora. Es decir, de terratenientes. Había luchado para
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\1)VFRTI NCI \ librar a las masas de la ignorancia, mediajile el alfabeto, pero no luché menos para librar/as de la miseria, mediante la propiedad de la tierra. Triunfé a medias en el primer frente, pero fracasó del todo en el segundo, aunque no fue su culpa. A l minotauro estancieril le sobraba pujanza cornY ipeda para triunfar contra la voluntad de un solo hombre.
LA NATURALEZA En Sarmiento, el pensador y el hombre de acción se dan como una desmesure del intelecto y de la voluntad. Pero su sensibilidad general no fue menos extraordinaria y es imposible entender el fenómeno Sarmiento sin partir de esa base, que si explica su apego a las cosas de los hombres, alude más primordialmente a su vocación cósmica. Queremos decir que por su sensorio está en la misma línea de los baqueanos y rastreadores de la época, capaces de percibir instintiva o intuitivamente - mágicamente, mejor - los pormenores cargados de sentido o de destino que los demás no advierten. No es mucho, pues, que en plena mocedad, mucho antes de leer a Darwin, adivinara que lo be/lo no es un adorno, sino un imperativo vital: "La hermosura que ha nacido para triunfar hasta de la estupidez". Es decir, que la belleza en su doble y armonioso aspecto sensual y espiritual - y la alegría que ella comporta - es la primera justificación de lo creado. Pero el instinto de belleza, universal en la Naturaleza, se hace conciencia en el hombre. El arte ha educado al hombre mucho antes que las normas morales o racionales. Sarmiento advirtió que las religiones en general - la hebrea y la musulmana, por ejemplo temieron a la belleza porque temieron a la vida, y vieron en ella una incitación al pecado, y condenaron el uso de las imágenes, es decir, el arte. De que esa sombría herencia de milenios perdura, Sarmiento tuvo pruebas en Nueva Y ork al/te la gazmoñería puritana í2erida por un desnudo estatuario, negándose a "contemplar la beldad artística en aquel espejo de mármol". Sarmiento recordó en esa ocasión lo que la historia y la antropología enseñan y dijo: "El arte es la realización del hombre, es el hombre mismo", verdad conceptual que era sólo un trasunto de su verdad vital de artista nato. Es explicable que un hombre así w sintiera en entrañable paren-
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tCsco de carne y espíritu con la naturaleza. Cruzó varias veces la Cordillera, y sin duda - como lo prueban alguno que otro pasaje suyo - no fue insensible a la ardua hermosura de esa Babel de piedra alzada por la tierra para trepar al cielo. Pero miró su esterilidad sublime un poco como se miran los monstruos: como algo fuera del alcance humano. Cosa semejante le ocurrió, sin duda, con las travesías de Cuyo, tan alusivas al desierto bíblico o al alcoránico, engendradores de predicadores de abstinencias y castigos. Su salubre y torrencial vitalidad inclinábalo, desde luego, a las comarcas donde el agua horizontal y la lluvia cantan su canción de feracidad y de hermosura humana. A sí presintió la belleza salvaje y aún inédita de la Pampa (ese Sahara donde el arenal fue derrotado por el oasis) y la gracia del ñandú con su estampa antediluviana y su velocidad ultramoderna. Lo que había de ecuatorial en su naturaleza se sintió a sus anchas en ese edén monstruoso que es el trópico americano, y cantó, en párrafos más intensos y memorables que las estrofas de los poetas de la época, la belleza casi aérea y con bisbiseo como de alma de la palma real, y los estrangulamientos y estupros vegetales, y esa "universal orgía de que dan testimonio los impúdicos perfumes que se escapan de las flores, deshonestas y ebrias como bacantes. ." Su diario en la travesía del Merrirnac denuncia que tampoco fue insensible al mar y a su escalofrío de integración con la totalidad y el lilisterio. El hijo de la piedra y de la are//a fue, sobre todo, Ufl torrentoso amador de lagos y ríos, CO/no lo dice su Poema del agua dulce, en que cantó la belleza salvaje pero ya humanizada del Hudson. A unque lo mejor de ese amor afluyó hacia la más soberbia de las formas líquidas, aquélla en que el agua parece entrar en ebullición por obra de su propia energía, o muestra su entraña primordial y mística blanqueando sobre el horizonte como un alba: la catarata. A l pisar por primera vez tierra yanqui su sedienta curiosidad de interiorizarse de la pedagogía popular de Boston cedió ante su sed de arrimarse al Niágara: "Mirando el cielo a través del húmedo infierno siento lo sublime". Pero el hijo de la mediterránea San Juan era ante todo un terríge//a, y no flOS extrañe que el más alto de los cariños que la naturaleza suscitó en él fuera el pájaro, la criatura más encargada de recordar cada amanecer a los hombres la incorruptible inocencia y la alegría creadora del mundo. Pero de los pájaros (con quienes gustaba compartir su techo para sentir de cerca ese canto de la tierra que sin embargo baja del cielo) ai;zó la inteligencia y el trabajo atizados por el amor. A sí celebró al
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ADVERTENCIA hornerc -quizá el más talentoso de los pájaros del mundo - ca una página tan alada como las mejores de Thoreau o de Hudson: "esa avecilla que construyendo más sólidos edificios que Semiramis en Babilonia, de la misma arcilla, ha dejado atrás a los indios, con sus toldos de cuero".
LA RELIGION Desde el comienzo de su carrera en Chile, Sarmiento, mozo de poco más de treinta años, ha logrado ya ver o entrever genialmente la función regresiva o momificadora jugada por las religiones en la historia. "El cristianismo nació en la época más espantosa que ha cabido a la especie humana y en la que la mayor de las desgracias para el hombre era el haber nacido." Es decir, que a través del dogma de la castidad o celibato absolutos, Sarmiento entrevió la entraña nihilista de la religión, negadora del encanto sagrado de la vida (y por ende con su propuesta de buscar la salvación en la vida eterna del otro mundo), de la progresiva liberación y expansión del hombre sobre la tierra. ¿Que Francia tenía treinta y seis millones de almas y España, con más espacio, só lo doce? "En 1638, un tercio de la población viril de España llevaba sotana." No fue menor su acierto de ver en el religioso el factor capital del letargo histórico de España: "La lucha de setecientos años termina con la conquista de Granada. La regeneración social principiada ya en toda Europa viene a estrellarse en España a ese tiempo con la tirantez y la exaltación católica que acababa de expulsar a los moros". Esa regeneración a que Sarmiento alude es la del Renacimiento. España no tuvo, pues, Renacimiento, y por eso la España del siglo X V I perduró casi intacta hasta el siglo X IX . Su tercer gran acierto en la materia es haber visto que cuando en Europa se advirtió que la Inquisición no había logrado detener el renacimiento y crecimiento de las ideas griegas (y en ellas se afirmó en parte la Reforma), España inició la Contrarreforma, invento de Ignacio de Loyola. Los aportes del jesuitismo contra el proceso ascendente de la historia fueron decisivos: 1ç') la sublimación del dogma de obediencia y la anulación de personalidad: "una asociación montada sobre el principio de la unidad que hace de millones
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de hombres un solo individuo, un solo pensamiento, es la palanca más poderosa que pueda ponerse en juego para llevar a través de las vicisitudes de los tiempos a producir un resultado dado". 21') los jesuitas son la más diabólica de las tribus de la iglesia cristiana, pues, hombres esencialmente mundanos, no sólo se ingirieron en las finanzas de la burguesía y en los oídos de las reinas y los re y es, sino que penetraron en los secretos de la ciencia moderna para castrarles su sentido revolucionario y emancipador; y para rematar su propósito, copando el control interno de la sociedad, se trocaron - sin renunciar al confesionario - en los educadores de las castas dirigentes de la sociedad moderna. Por lo demás pocos historiadores han visto con tanta claridad la misión histórica de la inquisición, verdadera línea de fuego - y no es metáfora - que estuvo deteniendo por siglos el avance del pensamiento humano. Y en todo caso nadie, al menos en nuestro idioma, denunció su carácter y ponderé sus proezas con más convincente esplendor. La Inquisición echó de un golpe a tierra el derecho del hombre a su propia vida que había venido estructurándose en las sociedades de la antigüedad en forma de garantías y eyes que parecían ya intangibles. La quema del hereje significó la vuelta al canibalismo, perpetrado también - principalmente, cabe recordarlo - por motivos religiosos. Dos nuevos atisbos de Sarmiento son también del mayor calado. El Santo Oficio (devenido el más infernal de todos) fue mucho menos una institución religiosa que una herramienta política, y Torquemada, un hombre de Estado. Ultimamente, al elegir sus víctimas "por el ángulo facial más abierto, por el cráneo más voluminoso", la Inquisición significó una selección racial al revés. (Es que no debe haber nunca religiones perseguidoras, pues sólo cuando son perseguidas conservan su pureza de credo y de costumbres: un motivo más para que no deba haber paz con ellas.) Sarmiento, civilizador y pedagogo esencial creyó fervorosamente que el hombre individual o el colectivo puede ser educado y amaestrado para lo mejor, es decir, para superar sus contradicciones y sus menguas mediante la iluminación de su inteligencia, el afinamiento de su sensibilidad y la aplicación industriosa y fecunda de su voluntad de acción. En tal sentido vio que la fe, que recibe verdades reveladas para ganar el cielo, es la enemiga de la razón y la acción que por su cuenta buscan la verdad para ganar el mundo. Por eso la pedagogía religiosa le pareció la negación de la pedagogía. (No sería mayormente dañosa si 710 dejara huellas, pero las vol
ADVERTENCIA deja indelebles como un tatuaje.) Y de ahí su incansable batalla por librar de la enseñanza tonsurada a la escuela moderna. V io igualmente que las masas suelen ser supersticiosas, pero no fanáticas, condición esta última que corre por cuenta del clero. A sí ocurrió con la España que expulsó a los españoles de sangre arábiga y judía; así ocurrió entre nosotros: "Las masas no se movieron espontáneamente y los que adoptaron aquel lema (¡Religión o muerte!): Facundo, López, Bustos, etc., eran completamente indiferentes". Dijo que los Papas fueron los verdaderos herederos de los Césares. A unque tal vez no alcanzó a advertir del todo que los dogmas y bulas fueron mucho más gravosos para el mundo que las legiones de la Roma pagana. Sospechó también, con penetración de baqueano, no sólo que "cuando más bárbaro, más religioso es un pueblo", sino lo que hoy comprueba la psicología: que la religión no frena los instintos perversos, sino que los potencia y enardece. Que lo diga, entre mil ejemplos, la noche de San Bartolomé. "Para el árabe - escribió Sarmiento de los de A rgelia - todo es religioso, desde la venganza que ejerce hasta el pillaje que forma el fondo de la industria nacional. . Y mientras tanto imposible imaginar depravación moral más profunda." Que esa antinomia aciaga es la esencia misma de todas las religiones es lo que Sarmiento no alcanzó a ver del todo. Como buen masón, creyó que las religiones podían volverse tolerantes (era creer en la conversión del lobo al régimen vegetariano) y progresivas. Hoy creemos saber que mientras los hombres y los pueblos no se sacudan de los ojos la religión - saldo de la mentalidad tribal - no se sacudirán la modorra histórica y la servidumbre. Y cuando ese miS?no año 1847, de A frica pasó a Italia, lo que vio en la Meca cristiana y los Estados Pontificios no fue para recrear la vista ni el espíritu. ¿A gricultura, industrias, caminos, alfabeto popular, libcrtad de palabra? Ni gota de todo eso. ¿Qué, en cambio? "Los gobcrnad9;es de provincia y algunas veces hasta los generales son sacerdptcv." "El monopolio de la carne y el vino", "persecución por opciones, mezclándose la religión a la política para castigar con actos reconocidamente malos ideas y juicios reconocidamente Imeuo." Eso había sido en días del Papa anterior. Sarmiento, con juvenil ingenuidad liberal, creyó que todo podía cambiar bajo el flamante Pío Nono, a quien tomó por una especie de Mazzini tonsurado o un Garibaldi con capelo. Pero veinte años después, Sarmiento, ya
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ADVERTENCIA Presidente de la República, vio que aquel Papa, que se parecía al precedente como dos gotas de agua bendita, lanzaba en su Syllabus la más jordánica condena de toda libertad y modernidad. Se vio obligado a condenarlo como error, olvidando - él, que había jurado por los Evangelios al asumir el mando - que el Papa era infalible. . "El Syflabus es una Constitución que echa abajo nuestra Constitución y nuestro deber es sostener ésta." En sus últimos años su luciferina memoria recordó para beatos y profanos que si Esquiú, propuesto por él para la sede arzobispal, declinó el honor, no fue por una crisis de humildad franciscana, sino por veto del Infalible al fraile apologista de una constitución liberal.
LA ACCION TRANSFORMADORA í En Sarmiento el pensamiento y el arte no sólo no estorbaron a la acción, sino que se desposaron amorosamente con ella. Es que él fue un hombre integral, cuya intuición prometeana coincidió con el pensamiento más revolucionario de su siglo, que, superando el materialismo del siglo anterior, averiguó que el hombre no era una mera resultante de la mecánica de las fuerzas naturales - ni un muñeco de Dios -, sino un colaborador tan activo y delantero que termina decidiendo de su propia suerte. No sólo sabe adaptarse al medio sino que, gracias a su actividad creadora, lo transforma y se transforma a sí mismo. A lgo más: el hombre sólo puede conocer el mundo, que no es una estatua sino un proceso, interviniendo en éste. Mondolf o compara el conocimiento puramente contemplativo al del anatomista que estudia al ser vivo en su cadáver. Giordano Bruno había dicho que el hombre real está hecho para que no contemple sin acción ni obre sin contemplación. Y el hombre que, en el siglo de Sarmiento, señaló la mengua del mero pensamiento abstracto: "Los filósofos hasta hoy sólo han interpretado diversamente el mundo, pero se trata de cambiarlo". O sea: para obrar sobre la realidad hay que entenderla, pero no se la entiende realmente si no se obra sobre ella. Se trata de la historia vista por primera vez en su real sentido: como un proceso dialéctico entre el ambiente físico-social y la praxis. En el orbe social ese conflicto creador se da como una lucha L'J
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ADVERTENCIA entre la clase conservadora que representa el pasado y la clase transformadora que impulso al mundo hacia adelante. ¿Llegó Sarmiento al concepto modernísimo de la umwalzende Praxis, la acción transformadora? Podemos creerlo, aunque no sacara las últimas conclusiones políticas. Y ello pudo ocurrir porque apareció cii una época de la historia de Occidente y en un medio telúrico y social que clamaban por transformarse, y porque en él el pensador y el realizador se dieron como vasos comunicantes y a nivel. Su sabiduría fue esencialmente sabiduría operante y es ésa, por cierto, la fuente prima de su fuerza y su modernidad. Entre las benevolentes descortesías del profesor Ricardo Rojas contra Sarmiento, está la de cotejarlo reíncidentemente con Don Quijote, que es como emparentar al chivo con el caracol porque los dos usan cuernos. ¿Pobreza, desinterés, defensa de los desvalidos y oprimidos, desmesurado coraje co,nbatiente puesto al integro servicio de la justicia? Sí, el parentesco es grande, pero la diferencia es abismal: Douz Quijote, tardío saldo español del Medioevo, es un idealista impenitente, esto es, un iluso irredento - de ahí el fracaso grotesco de sus empresas - mientras el campeador argentino, aun en el ensueño y la profecía, se mueve sobre los caminos de la realidad. Si Sarmiento había visto con claridad la entraña tenebrosa de la religión y desconfiaba fervorosamente de ella, ponía toda su fe en la razón y cii la voluntad humanas. No era un beato de la ciencia, ni creía que ella estaba obligada a poner al trasluz todos los misterios, pero sí que la ciencia - que comenzara con el invento del fuego y el cuchillo de piedra y no terminaba con el de la imprenta, el vapor y la electricidad - era una ayuda indispensable para la eliminación de la servidumbre material del hombre y la expansión iluminada de su espíritu. Es que su espíritu de hijo del fuego y de la roca, como el de todos los grandes del Renacimiento y los que vinieron después (Rabelais, Erasmo, Bacon, Shakespeare, Diderot, Goethe, Darwin, Marx, Nietzsche) era de raíz helénica. "Nos llamamos pueblos cristianos, aunque seamos grecorromanos en civilización y en leyes." Como Prometeo -el inventor de las ciencias y las artes no creía en la inmovilidad eterna y ponía toda su fe en los dos agentes que mueven y transforman las cosas transformándose a sí mismos, es decir, el pensamiento y la voluntad obradora del hombre. A ello obedeció su cruzada - tan vasta como la otra por rescatar el Santo Sepulcro - por aclimatar entre nosotros la más ancha va-
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ADVERTENCIA riedad de industrias y técnicas. Sil entusiasmo por el pueblo y anqui prendió básicamente en aquella su ubérrima capacidad de innovación e invención (como la de Robinson en su isla) que él ponderé jzzsticieralnentc como el mejor antídoto de nuestro quietismo y rutina, de esa endemia 1/aviada resignación. Y en esto España y los Estados Pontificios - para no citar más - se parecían a las aldeas hizarpes o quichuas. Entre tanto ¿qué pasaba allá en el Norte? "Este año (1867) ha concedido la oficina de patentes de W ashington 6.600 privilegios de inventos nuevos." Eso: la inventiva técnica habíase vuelto una especie de plaga tan pululante col/lo los mosquitos y caii,ianes en los ríos sudamericanos. Pero el yanqui no sólo inventaba máquinas. De un fangal o un erial hacía un bosque, de un bosque salvaje un huerto arcádico. Inventaba ciudades. Sarmiento ponderé la perspicacia moderna de A lejandro de Macedonia - tan opuesta al genio arcaizante de Napoleón - que acertó con el lugar más estratégico para el cm plazamiento de A lejandría, la ciudad que reemplazaría a Tiro como epicentro del tráfico mediterráneo. Y dijo: "Esta obra la realizan los A lejandros norteamericanos que vagan por desiertos buscando los puntos que un estudio profundo del porvenir señala como centros futuros del comercio. El y anqui inventor de ciudades. Le interesaron intensa y e#ensÜlllcilte todas las variedades del trabajo moderno. La agricultura y la selvicultura, tan novedosas que parecían nuevas, el trazado inteligentemente eficaz y hermoso de calles y caminos, los ríos populosos de barcos, la arisfocratización del ganado, la casita de campo sin lujo adiposo, pero exacta de higiene, comodidad y gracia. Sí, a Sarmiento le interesó férvidamente todo lo que contribuyese a libertar al hombre de sil externa, lo que ayudara a hacer la vida más saludable y hermosamente grata. De ahí su entusiasmo por la ciencia aplicada, esa hija rozagante de la razón maridada con el trabajo, esa Cenicienta cuya belleza no eclipsa;, 1/lar//litas y sartenes. Pero flO solo de tocino y huevos vive ci hombre. La ciencia no puede limitar su misión a posibilitar el dominio utilitario del horno sapiens sobre la para natura1eza ordeñar mantecosa y cómodamente sus ubres. La Naturaleza, fol/lo lo sintieron los antiguos, es una diosa: misterio, belleza, espíritu. Y el hombre es también un dios, un dios sombrío que busca su propio esclarecimiento. Y eso no lo lograron la magia ni la religión. La función más prócer de la ciencia es su lucha homérica contra la tiniebla y el miedo: su misión última es la emancipación y dilatación del espíritu humano.
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ADVERTENCIA Sarmiento adivinó que las ciencias naturales, mucho más que las éticas y matemáticas, eran el antídoto de la teología, esa ciencia de las ilusiones aherrojadas y los ensueños tránsfugas, esa torre de Babel del espíritu. Por eso trató de prestigiar y acreditar su estudio entre nosotros. Por ello actualizó y comentó la obra semiolvidada de Muñiz, nuestro primer naturalista y paleontólogo, y puso al frente del Museo de Historia Natural al cabal hombre de ciencia que era el alemán Burmeister. Y , lo que no es menos, reconoció con magnánima modestia e insistencia los néritos de A meghino ("el joven maestro"), un genial muchacho que se preparaba a dilatar en nuestro suelo las noticias europeas sobre el insondable pasado de la vida y de las especies y el origen terráqueo y zoológico del hombre, escribiendo las páginas de un Génesis menos p7ntoresco que el trasmitido por Sumeria, Egipto o Judea, pero grandiosamente más veraz y fecundo. En su clarividente discurso sobre Darwin, Sarmiento hizo el elogio de la ciencia moderna -prolongación y coronación de la jónica - cu y as averiguaciones han trocado a los dogmas sacros en piezas de ui;•i Museo de Historia A ntinatural, poniendo en solfa las niñerías con aureolo de todas las Biblias escritas en el umbral de la historia, con su castigo del hombre por el delito de haber querido conocer por sí mismo, es decir, sin el permiso de los corresponsales de Dios sobre la tierra. El comenzó, desde luego, por no esconder su solidaridad canónica con la teoría del origen cuadrúpedo y colmillado del hombre: "Tenemos ya creado al hombre, variedad de un mono, antecesor nuestro, algún dandy de la familia de nuestros parientes, los antropomorfos, Mr. Gorila o cualquier otro. . Sarmiento, artista ingénito, adhirió a la teoría del móvil estético de la selección natural. Pero él llevó esa valoración sensual y espiritual de la belleza - tan contraria a las religiones en general - de la historia natural a la humana para explicar el milagro de la cultura helénica: "Con la belleza como base de toda aspiración, la Grecia, dado el corto número de sus habitantes, ha producido en poco más de tres siglos, la civilización más asombrosa, sin excluir la de nuestros tiempos". Dejamos para el final la alusión de otra muestra de la pagana incompatibilidad del espíritu de Sarmiento con el de las iglesias. Las religiones tienen por vocación el más allá de la tumba, la concepción de las cosas sub-especie aetcrnitatis, vale decir, fuera del mundo perecedero y del tiempo fugaz: fuera de la vida. De ahí ese egipticisnio, es decir, esa voluntad de inmovilidad e inmutabi21
ADVERTENCIA ¡¡dad, la veneración de los mausoleos. A través de Heráclito, Grecia expresó inmortalmente su sentir y concebir diametralmente opuestos: nada es, todo deviene; el mundo no es una estatua sino un proceso. Heraclitiallo esencial, Sarmiento sintió entrañablemente que lo único permanente son el movimiento y el cambio. A ludiendo a las creadoras novedades de la hégira iniciada en el Renacimiento dijo: "Todo se ha puesto en movimiento desde entonces: la circunnavegación del globo, la astronomía; ninguna estrella encontraréis perezosa ni tranquila". Otro día se burló finianibulescamente de la vanidad de ziia generación de legar a las futuras - que tendrán necesidades y gustos distintos - "edificios tan inmutables como los que alzó Keops en el desierto". Y otra vez, aludiendo al origen ' carácter proteico de los idiomas: "Las lenguas se han desenvuelto, pues, de la misma manera que las estrellas, el hombre y la civilización". De esta ¡aya fue el hombre que, según la versión de uno de sus biógrafos liberales, "le yo en la madurez a Darwin sobre transformismo y a Taine sobre psicología positiva.., pero estos autores 720 lo hicieron cambiar de creencias". "Creía en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo." ¿Que Sarmiento habíale escrito a su hija: "esperar para mañana o más allá del sepulcro, tú en una vida mejor que esperas, yo en la justicia de la posteridad que es el cielo de los hombres públicos"? ¿Que la recomendación para su hora final fu "que no haya sacerdotes junto a mi lecho de muerte"? Todo esto y lo anterior intenta ser borrado por la esponja liberal cristiana de los profesores del palle girismo oficial.
LA GEA Sarmiento, ya 10 dijimos, fue ante todo un presentidor de bienestar y ascensos humanos, un anticipador de Canaanes. A rnó la naturaleza externa, pero a través del hombre y en el hombre, no COl/lO Uil bello cuadro colgado de la pared. Odió la esterilidad como una insuficiencia de la naturaleza o una ausencia humana: así lo sintió en el agro romano, en la llanura de Castilla o en Nordá frico. El supo que la civilización se inauguró en lugares en que la ferti-
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ADVERTENCIA lidad fue purificada de su infección de fango, mosquitos y fiebres por el hombre: los deltas meso potámico y egipcio. Esa noción y su instinto prometeano lo llevaron desde los primeros días de su residencia en Buenos A ires a la confluencia de su espíritu, como un río más, con los de nuestro Delta. A mó la ubérrima hermosura fluvial de nuestra A mérica como nadie, y celebró los diluvios acostados del A mazonas y el Paraná y su color pardo de limo y fecundidad ("este color regio de los ríos soberanos") y cantó con la inspiración genesiaca con que Job cantera el misterio sobrehumano de la ballena, la creación cotidiana de las islas de nuestro Delta. Sólo que el artista no estorbaba en él al civilizador. Soñó primero que aquel delta fangoso y revuelto podía trocarse en el jardín frutal de la República. Y al otro día del sueño comenzó a trabajar desmesuradamente para trocarlo en realidad. Por eso se fue a vivir allí por largos intervalos, donde el intelectual, el pedagogo, el político transfigure' banse en elemental pionero, desvirgando semidesnudo y machete en mano la maraña, inventando senderos y puentes, remando por entre dédalos de canales, pescando con la paciencia zahorí de un charrúa, refugiándose por la noche o la siesta en un bungalow de tablas levantado por sus manos. Sarmiento era hijo de una comarca tacaña de frondas y vivió la mitad de su vida en otra donde el árbol apenas existía como una muestra: "La Pampa es tabla rase; hay que escribir sobre ella árboles". Conjugó en sí el amor al árbol del poeta y del civilizador. Fu el primero en un país de despreocupados e improvisados crónicos, en lanzar el grito de alarma cuando los ferrocarriles ingleses la emprendieron contra nuestros bosques para entretener la fogosa voracidad de sus locomotoras: "El ferrocarril está creando el desierto". (No se olvide que la profecía se cumplió del todo y que hoy en p rovincias como Santiago, La Rioja, San Luis y parte de Córdoba, el Chaco y La Pampa, donde la sequía era epidemia, ha pasado a ser endemia.) La de Sarmiento, ya lo vimos, era un alma pánica. Su cariño fundamental al árbol le venía de allí y de Sil fertilidad poética, de su vocación y pasión de mejora y ascenso humanos. El árbol, dador de techo, de sombra, de fruto y de leña ¿no había aliviado o redimido la indigencia nómada de las tribus del desierto o de las llanuras sin sombra? ¿Y acaso no debe añadirse SU feraz hermosura llamadora de pájaros y lluvias y SU generosidad revitalizadora del resuello humano - y su virtud de tener a raya a las dunas movedizas y desbaratar las tropelías indias del viento? 23
ADVERTENCIA Sarmiento planeó en grande para el porvenir y comenzó como pudo. Desde su llegada a Buenos A ires había tratado de convencer a los isleños del Delta de la urgencia de comenzar a trabajar para trocarlo en la quinta experimental y el edén hortense de la República. A tal fin el certero previsor comenzó advirtiendo a todos que si con tiempo no se echaba la base de la futura industria canastera, esa cornucopia frutal que sería mañana el Delta, malograría sus dones. Para ello hizo venir desde el pie de los A ndes la planta preciosa que él había introducido desde Chile: "Hoy planto C071 mis manos el primer mimbre que i ,a a fecundar el limo del Parma''. Pero si al Delta podrían sobrarle árboles de fruta no le sobraban los de leña. Sarmiento hizo traer las primeras semillas de eucalipto desde la remota A ustralia. Por su estatura eminente, su haber de leña, su crecer como a tono con la prisa del país, ese árbol era, entre todos, el bienvenido en llanuras de horizonte caído a ras del suelo. Por eso Sarmiento dijo: "El eucalipto será el marido de la Pampa". (Y lo es hoy, en poliandria prodigiosa, con cincuenta millones de unidades.) Pero en la cruzada por la hermosura benefactora del árbol, fu Buenos A ires quien opuso una resistencia estrecha y pantanosa como sus calles. ¿Destruir rúas trazadas por e! mismísimo Garay sólo por el gusto de ensancharlas y arbolar/as? ¿Y esas desgarbadas gigantes en plantón, las p almeras, como burlándose del yacente reposo de la Pampa? Cabe advertir que en este terreno como en Otros la resistencia no vino de la chusma de abajo sino de la de arriba, semifosilizada por la rutina y el apego a sus privilegios. Pese a ello Sarmiento hizo lo que pudo en un país recién salido de la mal aconsejada y peor ejecutada guerra del Paraguay, con su macabro saldo de malones e insurrecciones, fiebre amarilla y deudas. A lgo más que árboles en calles y plazas: dotar de un salubre pulmón selvático a la ciudad de los pantanos cuyas flores en macetas nada podían contra la fragancia fúnebre de los mataderos... El parque fue emplazado revolucionariamente en lo que era como el ombligo del quietismo colonial: la ex mansión de Rosas. "A quí fue Palermo, aquí es el Parque 3 de Febrero. Tras de las altas montañas que forman la cordillera de los A ndes, un hombre de grande corazón preparó con su pluma la caída del tirano; hoy ese hombre, poniendo su planta sobre la tierra ensangrentada, ha cambiado el aspecto de esta morada lúgubre..." (Eduardo W ilde.) Sarmiento, recién apeado de la Presidencia, dirigió personalmen-
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ADVERTENCIA te los trabajos y nunca se evidenció mejor como el doble poeta del ideal y la acción que él era. El bosque insurgido sólo como un reto a la chatura y los fangales resultó a la larga una novedad superior a los jardines colgantes de Semíramis, hechos para disfrute de la vanidad solitaria de su inspiradora: este bosque integrado por los representantes venidos de los cuatro ángulos del mundo, esta Internacional del A rbol, era ante todo, como dijo su autor: "un 7fl07711711C/)tO al pueblo". El sueño a la Jacob de Sarmiento, era una gea realzada por el desposorio con el hombre: "Tenemos que continuar la obra de la creación cubriendo de árboles y de toda clase de simiente este pelazo de tierra que quedó a medio hacer". Comenzó introduciendo las cincuenta variedades de trigo entonces conocidas. Pero ése era un mero corolario entre tantos. El problema central era extender en todo el país lo que él ya había hecho y probado como bueno en Chivilcoy: la tierra repartida, con justicia regeneradora y creadora, entre las manos del trabajo: la democratización de la tierra, conw base sine qua non entre nosotros, de una democracia real y no verbal. Pero el proyecto que intentó trocar en ley ese detalle de su pro granza de civilización - anterior Y ma y or que el de la siembra del abedecedario - fue, como tenía que ser, vetado patrióticamente por el Senado de los dueños del agro.
EDUCAR Al,SOBERANO La pasión educadora de Sarmiento nació principalmente del contacto de su corazón y su cerebro adolescentes con el espectáculo de niños, mujeres y gauchos manejados y entenebrecidos por los caudillos y los curas. ¿La educación popular en Europa? En su viaje de 1846 encontró que ella no existía en España y parte de Italia ni como problema. "En Francia visité las Escuelas Normales de V ersailles reunidas en los edificios que habitaron los señores Perros de las jaurías de S. M. Luis X IV . Eran todas de hombres." El analfabetismo popular era una endemia en el continente de la civilización. . . La excepción relativa constituía/a Prusia. La definitiva hallóla en Norteamérica, personificada por Mann. El encuentro de los dos hombres empujados por la misma pasión caudalosa y profunda, fue como el de dos ríos que mezclan sus aguas. Lo que el argentino aprendió del yanqui en unos días no lo hubiera adqui-
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ADVERTENCIA rido en décadas. Lo erie Mann resumía en sí y lo expresaba era el despertar intelectual 'e un pueblo en su hora de auténtico ascenso democrático. Un soberano moderno - el pueblo - no podía ser analfabeto como los del Medioevo. La lección pedagógica recogida en Boston, Meca cultural yanqui, podía resumirse así: educación al alcance de todos y sin distinción de sexos; instrucción básicamen-
te racional y práctica y sin tutela religiosa; edificios escolares higiénicos; retribución y trato acordes con su noble función social a maestros y maestras; gobierno educacional autónomo. Sarmiento resumió su saber teórico y práctico en la materia en su noble tratado de Educación Popular presentado al gobierno de Chile. Las dos novedades más iluminadoras del libro podían concretarse así: 1) instrucción laica, es decir, emancipada de todo dogna más o menos irracional; 2) instrucción para todos, esto es, capacitación para el uso de la inteligencia propia, como base de la autonomía individual y política; 3) instrucción de la mujer y mediante la mujer, dados su mayor idoneidad pedagógica que el hombre y su mayor contacto con el niño. Su conclusión final era categórica: "De la educación de las mujeres depende la suerte de los Estados. . Sarmiento fundó la primera escuela normal de Chile. Pero ni el gran apoyo del prestigioso ministro Montt fue suficiente para quebrar la resistencia de los sedicentes representantes del pueblo a esa novedad desaforada: elevar a las masas al nivel del alfabeto. Sarmiento regresó definitivamente a su patria en 1851. Ni decir que en Buenos A ires se encontró con el mismo espíritu de indiferencia fósil y más aun, de obstrucción sorda o retumbante. Como resultas de ello, lo que debía hacerse por chorros se hacía por gotas o no se hacía. Sarmiento se batió a la redonda con los jerarcas oficiales, con sus colegas legisladores o ediles, con el clero y hasta con las matronas que no concebían siquiera que una escuela pudiera dar más importancia a la hitoria natural que a la historia de Josué o San Pedro, y menos que varones y niñas pudieran frecuentar la misma aula sin que la moral tuviera que pedir auxilio a la policía. Sólo que no todo era imputable a incomprensión o a idolatría dl pasado. Sarmiento tuvo que hacerse a una evidencia meridiana que en adelante guiaría lo mejor de su acción y su verbo. La clase poseyente, que se decía culta., y su aliado ci clero - ¡igual que en la Edad Media! - no sólo no tenían ningún interés en sacar a las chusmas de la ignorancia sino que tenían muc.l'o más interés en mantenerlas en ella como en un campo de concentración. A unque tal vez él no le asignó a ese descubrimiento toda la di-
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ADVERTENCIA mensión revolucionaria que tenía, lo denuncié sin tregua, hasta en su último discurso en el Paraguay: El peor enemigo de la educación popular en nuestra América son las clases cultas. Tampoco calló ese absurdo burlesco implícito en el hecho de que los pobres,
que no recibían instrucción, costeaban con sus contribuciones la educación gratuita que el Estado daba a los hijos de los ricos.
Se explica, pues, de sobra, no sólo la resistencia ya aludida sino el que ella deviniese al fiu odio fervoroso. Cuando en 1883, Sarmiento pronunció en la Escuela Normal de Montevideo el más inmarcesible y hernioso de sus discursos sobre el derecho sagrado de la mujer a cultivar su belleza y su espíritu y a procurar su emancipación de la milenaria tutoría sacerdotal, trocándose en agente, a través del niño, de la emancipación del hombre mismo, los literatos católicos de Buenos A ires cubrieron de pies a cabeza al Lucifer criollo de improperios apocalípticos. Pero no es honrado hablar del Sa1-771ie71to pedagogo olvidando, adrede o no, que el presentidor de futuros inmediatos o mediatos fue un fornido realista y un ojo tan idóneo para el análisis como para el resumen integrador. El no pensó en ningún momento - como quieren creerlo muchos - que la wera posesión del alfabeto garantiese la emancipación de las masas. En primer lugar sostuvo hasta el cansancio que el leer y escribir era apenas el punto de partida para la verdadera instrucción: por ello, entre otras ayudas, confié en las bibliotecas populares. En segundo término, Sarmiento adivinó sin esfuerzo que pensar en emancipación espiritual sin emancipación material previa, era caer en la utopía. Es decir, creyó (como los griegos contemporáneos de Esquilo) que el hombre histórico es un hijo del matrimonio entre su intelecto y sus manos. El trabajo revestía para él tanto valor formativo o educativo como la instrucción intelectual. Por ello, desde el primer momento, vinculó la escuela argentina a la práctica agropecuaria. A ntes de regresar definitivamente a su país publicó en Chile su Plan combinado de
educación común, selvicultura e industria pastoril aplicable al Estado de Buenos A ires. Y por esa causa, desde su juventud hasta su muerte vivió incansablemente empeñado en aclimatar industrias nuevas en su tierra y en Chile y el Paraguay - sericicultura, piscicultura, ebanistería, lechería, canastería - pequeñas industrias que
fuesen preparando para la grande que vendría después y que fuesen educando al hombre tanto o más que el alfabeto o los números. Eso mismo es sin duda lo que quiso expresar en Lima en 1864, cuando dijo que la escuela industrial recién inaugurada era "el corolario de A yacucho".
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\DVER IENCIA En la última década de su vida Sarmiento vio mejor que nunca - es decir, con irrefutable claridad - que la inoculación en plena niñez de los dogmas revelados mantenían para siempre al hombre en la edad mental del paleolítico. La educación era laica o era educación al revés. La llamaba "la escuela ultrapampeana" - es decir, dirigida desde Roma - y en el volumen de sus Obras que lleva ese título recoge mucho de lo más valeroso y delantero de su pensamiento y las sales más agudas de su estilo.
LA MUJER Quizá nada ta/) sugeridor de la rica y moderna sensibilidad de Sarmiento como la actiud de su espíritu y su corazón ante la mnIjer - madre, hija, amiga, amante, o mentora de niños. Con su genio de rastreador nato de la historia, advirtió muy desde el comienzo que en todas las civilizaciones de tipo patriarcal - la nuestra lo sigue siendo - la mujer había hecho de chivo emisario. Y no precisó decirse dos veces que quien tuvo la amabilidad de crear mujeres hermosas no podía autorizar leyes horribles contra ellas. Es asaz conocido el amor que le inspiró su madre entre cuyos merecimientos no es el menos hondo el haberle sugerido las páginas más perdurables de Recuerdos de Provincia. Su hija Faustina - fruto de un irregular amor de muchachez - fue de las criaturas que estuvieron más dulcemente cerca de su corazón a lo largo de su combatida y combatiente existencia. El amor a su esposa, la joven viuda del chileno Domingo Calvo y madre de Domin guito - quebrantado dramáticame,zte un día - le procuró quizá los pocos años de paz domstica que conoció. Sus amores con A urelia V élez, comenzados dichosa y tempestuosamente, devinieron una honda y fértil amistad espiritual que duró treinta años. Queda todavía la misteriosa pasión que Sarmiento inspiró a una dama norteamericana - joven y suntuosamente hermosa como reina de cuento - y que, a lo que puede presumirse, insurgió y conmovió como una primavera el corazón del grande hombre ya en su Otoño. Pero hay algo no menos revelador. Son los vínculos con otras mujeres, hechos a base de fraternidad en el misterio diáfano del intelecto y en el sacramento de la amistad: los que lo ligaron perdurablemente a Mar y, la viuda de su gran colega e iniciador Ho-
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ADVERTENCIA racio .Iam,, y a Juana Manso, la humilde maestra de escuela que él trató de igual a igual, reconociéndole méritos próceres: el "znico hombre" que hubiera advertido el alcance de su patriada educacional. Y a vimos que ameritó, como superior a la del hombre, la idoneidad pedagógica de la mujer, llamándola "esa segunda maternidad". No es mucho, pues, que partiendo de aquí, Sarmiento ponderara con exacta justicia la profunda misión civilizadora y emancipadora de 1a mujer. Sólo que el futuro libertador debe liberarse primero. De ahí que lo más intenso de su pensamiento y de su acción estuviese consagrado a sustraerla de su milenaria servidumbre exterior e interior, señalándole la única vía de escape: la iniprescindihilidad de ron/par el cerco doméstico incorporándose a la actividad social y el trabajo extrahogareño. Por eso impugnó la unutación romántica de Martí que temía que con su intervención en trabajos y funciones que hasta entonces fueran tabúes para ella, la mujer iría perdiendo la poesía de su femineidad, olvidando ingenuamente que en los países latinos, más que en los nórdicos, la mujer - doméstica bestia de labor o ídolo en nicho vitalicio seguía siendo una esclava asiática. Y que la liberación social - partiendo de su básica equiparación económica con el hombre - llevaría a la mujer a abdicar esa personalidad de pega, impuesta por el varón, y a profundizar y expresar la auténtica personalidad femenina, enriqueciendo lo humano con esa maravilla inédita. Para Sarmiento la maestra bostoniana (educada y educadora según las necesidades de la vida social del siglo) era la antípoda del producto medieva!: la monja. "Tantas partidas de hermanas de caridad, de la misericordia, del Sacre Cur, des sacrées Soeurs... ¿no sería hermoso espectáculo para presenciarlo desde el muelle, ver llegar a Buenos A ires, cuarenta muchachas rubias, modestas, sin gazmoñería, virtuosas de esa virtud práctica, útil, social.., colonas de educación y de republicanismo?" Sarmiento, mirador Ion gividente, advirtió que la mujer no sólo tenía pleno derecho a intervenir en la educación del niño y en todas las actividades de la vida moderna hasta romper el medieval cinturón de V enus y todo lo que el matrimonio tradicional tiene de cárcel, sino que debía hacerlo si quería liberarse y liberar ni hombre de su nada honorable profesión de cancerbero del cuerpo ' el alma de la mujer, de imitador de aquel fresco ¡y tan fogoso! - legislador del Corán, que, miel/tras disfrutaba poligárnicame//te de las hijas de Eva en la tierra, les cerraba en las narices la puertas de su paraíso.
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LA LIBERACION DEL IDIOMA Creo que nadie be llamado eón la atención sobre cierta similitud de fondo que existe entre Fushkin, padre de la literatura rusa, y Sarmiento, iniciador de la literatura hispanoamericana. No es imposible rastrear la causa: la evidente analogía entre sus respectivos ambientes históricos. Fushk'in - como Heme después - reaccionó no sólo contra muchas de las inancas oligárquicas, cuando no cortesanas, del clasicis7770, SIflO renibién contra la tendencia irrealista y egocentrista del romanticismo: de iíiia vez por todas la realidad circundante y el pueblo con sus sueños y luchas por la liberación debían entrar a pie llano en la literatura. Pushilin amó como pocos a su pueblo y su lenguaje, pero no con idolatría inmovilizante, sino para trascender/os y elevarlos. Lo popular y lo racional, lo autóctono y lo mejor de Occidente debían colaborar en la obra eniancipadora. (Esa síntesis superaría la visión de sus pa/le giristas póstumos: Turguenev, impresionado más de lo esperable por el liberalismo, y Dostoycwsbi, es/aré filo y cristiano impenitente.) ¡'ushk'in exige al escritor, entre otras cosas: "filosofía. . . ojo político de historiador.., una idea querida e independencia". ¿Que eso por el momento no era ruso? Sí, pero era uno de los ingredientes de la redención rusa. Sarmiento no estudió escolarmente la literatura universal sino que la asumió vitalmente y la conjugó con su directa experiencia de la realidad ambiente. Gracias a eso pudo ser el pionero de una literatura. El, col/lo el ruso, no aclimató en su idioma la elegancia francesa (eso lo harían Rubén Darío y los suyos) sino que echó la levad//ra de la literatura universal en la lengua española de su tiempo, para crear 717/a lengua moderna. ¡'ushkin pedía a la prosa rusa la jubilación del énfasis y la pompa 71n consumo creciente de ideas, que es exactamente lo que exigía y Sarmiento: "¿Formas?... ¿y quién suministra el fondo?" "Escriba con la naturalidad con que 7/le escribe a mí. Ese es el grande estilo". De cualquier nodo, en nadie - ni en José Hernández - están más presentes las esencias de lo sudamericano que en Sarmiento: de lo que es y sobre todo de lo que quiere y debe ser. (Lo que en
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Martín Fierro es mera protesta, en Sarmiento es planteo y comienzo de solución, en las ideas y los hechos.) El sanjuanino creía que no sólo la lengua de vaca en conserva es indigesta. Y que en el aprendizaje de la lengua latina se perdía baldíamente el tiempo que debía emplearse en el aprendizaje de los idiomas de la civilización viva y delantera: el inglés, el francés, el alemán. Era una ventaja no sólo para el intelecto sino también para la sensibilidad. Se burló en más de una ocasión de nuestra literatura con ecos de latín ciceroniano o agustiniano o con caireles a la francesa. Había leído de joven unos versos de Luis Domínguez en los que el Paraná aparecía con « 'faz de nácar". "Qué ha de ser!" - dijo más tarde cuando lo vio y TCiflÓ y se bañó en sus aguas -. "Es revuelto y turbio el infeliz." Sarmiento era y sería toda la vida un fundamental artista. Pueba inicial de lo mismo fue su intensa batalla por la liberación del idioma que testimonia su percepción y convicción de que el idioma literario no era para él una perfecta e intangible pieza de museo sino algo vivo y, como tal, en conexión orgauica con las necesidades y modos intelectuales y emocionales del medio y la época. Mas no sólo creía que el vino nuevo no debe ser guardado en odres viejos, sino algo más: que entre el contenido y la forma no hay fronteras y aduanas, como siguen creyendo los filisteos, académicos o no, sino que el espíritu engendra la forma y que ambos son aspectos de una sola cosa, como el cuerpo y el alma: si ésta se va, lo que queda no es un cuerpo sino un cadáver. La palabra es hermosura viviente cuando el pensamiento y la emoción lo son. Que es lo que un gran crítico de hoy enseña: "el estilo no es un triunfo de la palabra sino sobre la palabra". Sarmiento es un real artista de la palabra (en sus buenos momentos, como todos) porque logra trasmitir la emoción y el pensamiento vivientes que hay en él. Eso es todo. En sus últimos años, coincidiendo totalmente con su visión moza, Sarmiento acuñó esta frase incorruptible: "Este idioma se llama de Cervantes y ha sido momificado en su honor". Y así, un día, en Chile, en desaforada lucha con el estilo colonial - con su ortodoxia de rezo, su culto meticuloso de la monotonía y el aburrimiento, su pudibundez trasnochada, su ingenio lento como digestión de boa, sus gracias aprendidas de perro de circo, sus adjetivos zánganos, sus metáforas descoloridas hasta lo invisible por el manoseo tradicional - fue naciendo el estilo nuevo. A mérica se había revelado hasta entonces sólo en la lujuria de sus paisajes, sus productos y su coraje nativos. Precisaba mostrar un
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nuevo poder. La frente de Sarmiento se levantó entonces cojijo un alba. A pareció el estilo americano. En sus grandes momentos, Sarmiento se ha mostrado, en prosa, como el más auténtico poeta de nuestras tierras mestizas. Todo ello para no hablar de su humor rabelesiano o de su agudeza ática - que la risa contra la aviesa solemnidad de las tiranías y los dogmas es otro de sus buenos inventos en A mérica. ("Los grandes maestros han sido inmortalmente risueños.") Y para no aludir a su caudaloso anecdotario, tan expresivo de la felicidad inventora de su ingenio.
ANTIDEMAGOGO Y ANTIOLIGARCA Pese a pertenecer, por crianza y tradición de familia, al partido llanza10 federal, Sarmiento, en plena mocedad, vio cómo los caudillos de las masas campesinas a caballo, en nombre de la federación, expoliaban a las ciudades y daban por alfombra a las patas de sus caballos la flaca herencia de libertad y bienestar públicos recibida de la colonia. Excomunión de los más primarios elementos de gobierno; sometimiento a la voluntad totalitaria del jefe; afluencia de la bolsa pública y de las bolsas privadas al bolsillo de ese jefe; atropellos, degüellos o castigos tan multiplicados como los panes del Evangelio. Y todo esto en nombre de la Religión: ¡Religión o muerte! Para sugerir a través de la biografía de un hombre el cuadro que ofrecía la República, Sarmiento escribió su Facundo. Creyó que en síntesis se trataba de un conflicto entre la torrentosa barbarie a caballo de los campos y la remansada civilización ciudadana. A lgo como los huracanados hicsos del desierto cayendo sobre la laboriosa paciencia y riqueza de Egipto. Sarmiento acertaba tanto como erraba en esa improvisada visión. El error básico provenía de dejar en el fondo del tintero estas circunstancias: la economía argentina era decisivamente campesina y pecuaria; nuestras ciudades - herencia española - manteníanse carentes de industrias, ello es, católicamente parasitarias: su "civilización" reducíase apenas a algo más que a las callejas y al traje, a algunas citas de las Siete Partidas y algunos latinajos curiales o parroquiales. Los caudillos no eran carne de las chusmas galopantes sino hijos de familias próceres de las ciudades y dueños de vastos feudos. que
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usüba;, a las masas con la artería del que amo//tojia escombros para escalar un muro. Sarmiento senior, madurado por el largo estudio y la larga experiencia, hizo un descubrimiento tan grandioso y novedoso COl/lo cl de Balboa al darse de manos a boca con el océano Pacífico: que eran las clases cultas y ricas las principales interesadas en el atraso de los desposeídos para salvar incólumes sus privilegios tradicionales. Advirtió que el caudillo de mucho caballo y poco alfabeto de antaño tenía hoy sil en el de charreteras o levita y latín que usaba también a la masa de escalera o pedestal. Vio también que esos montoneros municipales, al revés de los rurales, no rehusaban poner el hombro al progreso externo (cosa de época y cuyo impulso venía de afuera en gran parte), aunque la patriada no era propiamente patriótica, ya que sus logros cran los suyos de concesionarios de todo el haber patrio. En los últimos lustros de sil - es decir, cuando el liberalismo recorría ya su curva declinante - Sarmiento fue sintiéndose cada vez más alejado del grupo de sus pares sociales o políticos con quienes nunca había estado codo con codo. Tuvo que enfrentarse del todo con ellos , con nlonnas eruditas y tapires ilustrados, con gigantes en miniatura, pero que tenían la grosería de los gigantes auténticos. La oligarquía estaba capitaneada políticamente por hombres como Mitre, caudillo de erudición humanista, o como Quintana, elocuente y elegante ahogado de las compañías inglesas. La obstrucción parlamentaria (no es la discusión sonora el deporte de los tartamudos intelectuales?) al plan de distribución popular de tierra y alfabeto del Preside//te Sarmiento había sido casi victoriosa. Derrotado a medias en el poder siguió luchando más desembarazadamente desde el llano. Se burló de la gibosa vanidad de los doctores, del lujo medieval de las universidades, de los escribas u oradores laicos que encendían sus luces en las velas de los altares y de nuestras aristócratas. Se rió jupiterinamente de /11/estros lihraIcs, como Heme de los condes polacos que defendían con denuedo de arcángeles su libertad de seguir explotando a los campesinos. Contra la mentira tradicional aceptada debemos insistir en que aquí faltó esa legión de granjeros, obreros y aun de pequeños burgueses que en el Norte respaldó y posibilitó el triunfo de Lincoln, y que el programa de civilización y liberación de Sarmiento se frustró en lo esencial, y que esa derrota del más grande de los argentinos y de los que siguieron su huella ha significado la derrota 33
\DVERTFNCL\ del país. No somos los líaicos en ver "que los sueños de Sarmiento no se materializaron, que la tarea que se propuso como meta de su vida sacrificada a los destinos de su patria todavía está por hacer". (Gregorio lvVeinbcrg.) En 1970 la A rgentina oficial, tirando la casa por la ventana, hasta costeando la venida de una infanta real y reumática, resolvió celebrar, en su centenario, el advenimiento de una A rgentina próspera, independiente, libre, igualitaria y justiciera. Profesores, literatos, periodistas y científicos identificados con el presupuesto y sacerdotes identificados con Roma, criollos coleccionistas de estancias y extranjeros coleccionistas de dividendos, ventripoten/es hombres de negocios y abogados de empresas extranjeras, todos corearon el in excclsis. Pero la realidad decía que el país estaba tan sometido a la nueva madre patria - la del Támesis - como antes a la otra, y que en estancias, y erbatales, quebrachales, ingenios de azúcar o fábricas, las masas trabajadoras (la aplastante mayoría de nuestro pueblo) vivían en condiciones caninas y que cuando en las ciudades la clase obrera se amotinó espoleada por el hambre y la esperanza la le y le quitó hasta el derecho de residencia y la policía se encargó de probar el espesor de sus cráneos. Sarmiento se pregunto en 1883 Si su patria habíase movido hacia adelante y se contestó: iíás l,ien parece que volvemos atrás". No aludió, por cierto, al progreso material e intelectual, el cual habíase logrado en buena parte. Pero eso era un medio, no un fin. El se refirió al ascenso de su pueblo en el camino de gobernarse a sí mismo, es decir, el de su emancipación efectiva. Y de eso estábamos y estamos lejos. Entonces Sarmiento se enfrentó directamente y abiertamente con la casta propietaria y parasitaria y con sus taras profesionales: "Y o estoy hace tiempo divorciado de las oligarquías ... de la gente decente a ¡ci cual pertenezco... aunque no tengo estancia". "Los Otros tic/len la tierra y el colegio; el paisano, su destitución y su facón". De un probable incremento del ejército: "Sera contribuir a echarle la soga al cuello a las libertades civiles". De la enseñanza tonsurada: "Es la filoxera de la educación". De ¡a democracia de los terratenientes: "Las vacas dirigen la política argentina". Sarmiento vio lo que estaba siendo y adivinó lo que seria siempre una democracia en minoría de edad tutelada por la casta poseyente. Sin olvidar sus modales de catapulta, se encargó de reír hounéricamentc de sus colegas políticos poniéndolos en paños menores ("esos liberales furibundos" "proclamadores de libertad" "elegidos libremente por la voluntad de las bay onetas"). Entonces todos los
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ADVERTENCIA monitores de la sociedad - con las excepciones del caso - se volvieron contra él: los caudillos y los curas del interior, y el Sector porteño de filiación mitristr, y su rival, el alsinista, y la gran prensa, y el alto clero, y las matronas de la oligarquía, y los extranjeros que querían vivir entre nosotros de espaldas al país mirando sólo su barriga cada vez más rechoncha. Sarmiento denuncié que Roca (que gobernaba con sus hermanos más que con sus ministros) había duplicado de golpe nuestra burocracia militar para inaugurar esa monarquía presidencial tutelada por las bayonetas que sobrevive hasta nuestro.7 días. No podía guardar silencio, y no lo guardó, sobre la barrabasada más heroica de la época y de las que vinieron: el reparto de la tierra pública trocada en botín privado de la oligarquía y en cebo político para asegurarse la patriótica obsecuencia de las charreteras. Señaló también que la marca montante de nuestra deuda pública expresaba en izijo la rapacidad de la casta gobernante y la del prestainista extranjero a quien la primera nos enfeudaba sin asco y sin plazo, política y financieramente: "Quedaremos - dijo - por UJi Siglo bajo la inspección adunzcra". Y del gobierno elegido por Roca para sucederle: "J3uscáronse hombres que para la Bolsa de Londres, no para la nuestra, fueran garantía". Naturalmente un hombre que perpetraba tales desmanes de palabra y conducta debía estar loco, y el criterio de la gorda mayoría fue coincidiendo en el diagnóstico. ¿Ensayar con éxito el reparto y colonización de tierras en Chivilcoy y empeñarse en extender ese prorrateo agrario a todo el país, como estaba haciéndose en el Oeste americano, sólo por molestar a nuestros coleccionistas de latifundios? ¿Hacer un edén frutal de las islas del Tigre y un parque de flora internacional de los fangales de Palei'mo? ¿V olver a la Pampa tan populosa de árboles como de astas y crines, en un país cuyos conductores estaban ya dedicándose con exclusividad al cultivo de árboles de mera raíz - los genealógicos? ¿Preocuparse más de nuestro futuro que de nuestras cegadoras glorias pasadas? ¿Sostener que la política y el destino del país estaban en manos de rústicos (tontos o pilletes) en. . . edición de lujo, duchos en el arte de ahorrar los dineros públicos en sus alcancías privadas? ¿Un viejo que en vez de jugar al tresillo se entretenía en burlarse del venerable espíritu conservador, es decir, el del hombre que sigue las normas y sueños de sus tatarabuelos con la devota y corcovada fidelidad con que el camello de la caravana sigue la huella de sus antepasados milenarios, sosteniendo de paso que ¡a tonsura de mollera traía la tonsura de ideas? ¿Pretender enjaular entre alambres, como si se 35
ADVERTENCIA tratara de canarios, las estancias, aunque fueran las de A nchoreni o Pereyra? ¿Llegar a la primera magistratura para llevar un día a su mesa a un albañil, o enseñar persona/mente el alfabeto a un indiecito del Chaco y a un gallego, esto último tal vez sólo por abochornar a España? ¿Importar no sólo plantas y animales gringos sino maestras de Boston y otras muestras protestantes de cerebro cultivado? ¿Escuelas hasta para adultos y aunque fueran calvos y con barba? ¿fliblio tecas para la chusma y peces para lagunas a las que Dios mismo se los había negado? ¿Industria de la seda, del papel, del queso, de la i;iadera fina, sosteniendo de paso que el hierro, la cal y el carbón plebeyos valían más para el país que la nobleza del oro y la plata? ¿Un observatorio para meterse con la Cruz del Sur y hasta con estrellas desconocidas? ¿Bajar de allí para proteger toros bravíos y matungos resignados, perros libertos y aves lacustres? ¿Pasar por los más pingües cargos y salir como había entrado, es decir, con las manos vacías y sin casa propia?: Kolossal Scandal! - digámoslo en A lemán. ¿Podía no estar medio loco semejante sujeto? El mis/no sospechado, favorecido con el título de Emperador de las máscaras, hahíalo confesado tardíamente: "He estado loco durante cuarenta años. Dos reinados me ti/vieron por tal, dos generaciones se pasaron la palabra que sirvió de disculpa hasta a los asesinos. Como todo cuanto he escrito, hecho, pensado o dicho, corre impreso o en documentos, esas dos generaciones y esos dos gobiernos rendirán estrecha cuenta de su propia capacidad para juzgar los unos, de su moralidad los otros." Pero el grande hombre flO es un dios, sino que tiene una ancha zona en común con los hombres comunes: sus estrecheces y sus yerros. El 1/lis/I/O Goethe, con ser quien era, tuvo más de una vez cosas de filisteo, y vio turbia/Ile//te la Revolución Francesa y hasta llegó a simpatizar con la paleontología política de Metternich. No era diferente en el fondo, la actitud de Taj/le y la de Spencer, que seguían desayunándose a dos carrillos con el plato volador de la democracia capitalista y su itincrario perfectible. Todo ello para sólo aludir de paso a dos ejemplos posteriores, los de las mayores figuras de la literatura rusa: Tolstoi y Dostovewski, que en sus creaciones y cii sus prédicas denunciarán clara e implacablemente las magnas bellaquerías del Estado y de la propiedad, las de lii vieja servidumbre y las del joven capitalismo, las de la Iglesia y su Santo Sí/lodo detrás de la cortina de incienso, todo para retroceder hacia un caihjón sin salida: la homilía del autoperfeccio17amiento interior y la /20 resistencia al nial, el rechazo de la cien-
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ADVERTENCIA cia y de la política y la vuelta al simplismo evangélico de San Mateo ... y la más piadosa amnesia ante el ñnico factor de liberación y ascenso: la lucha del proletariado revolucionario. (La misma ceguera fervorosa acreditada en nuestros días por Krishnamurti y el Mahatma Gandhi.) Las limitaciones del pensamiento político de Sarmiento pueden, sin duda, reducirse a una sola en el fondo, común a todo el espíritu liberal: su carencia de sentido de la lucha de clases en la historia. A sí no entrevió que la burguesía y su democracia nominal estaban recorriendo la curva de su declinación y que el destino se preparaba a traspasar a las clases del trabajo la responsabilidad de la historia. Como Flaubert y cualquier literato de la época, creyó que la Comuna de París - en que el proletariado moderno ensayaba trágicamente su primera batalla por la liberación mundial - fue una revuelta de esclavos ebrios. Dijo que en los Estados Unidos habían sido suprimidas las clases, sin sospechar que allí se incubaba ya el huevo de águila de la clase más rapaz del mundo. Renegó de nuestras primeras huelgas obreras, considerándolas un producto filtrado de matute. Creyó antinómicamente que la insaculación de los dogmas religiosos, repudiable en la escuela, era bienvenida en el hogar. A unque no le pasó inadvertida la mecánica externa del gran capital, no malició, sin duda, su inminente ascenso imperialista a mago embaucador del mundo. De todos modos nadie indagó y luchó entre nosotros como él, con cien ojos y cien manos, para sacarnos de encima ese íncubo que era la herencia colonial y medieval, mientras despachaba palomas mensajeros al porvenir. Otro sí digo: No puede hablarse de Sarmiento, aunque sea de prisa, sin retrotraerlo todo a su fuente: su perspnalidad. La suya - como la de Martí -, esa indivisible trinidad de pensamiento, belleza y acción, sólo pudo darse en nuestra A mérica (no en la del Norte y menos en Europa) que después de tres siglos de espera más o menos vegetativa, insurgía con un largo ímpetu de liberación y ascenso. De ahí que la personalidad del hombre que pareció servir de cauce a todo eso constituya quizá una hazaña de creación y hermosura mayor que su propia obra. Sólo q ue la envidia vanidosa de los enanos es gigantesca. ,A título de qué podía ser un solo hombre el pensador más delantero, el mayor artista literario, el más rico de experiencia y previsión y voluntad realizadora, el más incontenible e inexhausto servidor de todos, el más sufridor y reidor a la vez? La coalicion canónica de todos los pigmeos contra el A tlante he-
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ADVERTENCIA reje que quería echar a su pueblo sobre sus hombros, y llevarlo hacia adelante. Este espectáculo - sin duda el más grande que presenció jamás nuestro país - es el que nuestra democracia cristianoburguesa, en la última fase de su parálisis progresiva, le reprocha hoy a Sarmiento como un error o una mengua, por agencia de Ricardo Rojas, uno de sus dignos voceros.
JUSTIFICACION Li que .Sarm:nto es la más ponderable figura de la literatura de nuestra A mérica tiene por primer veedor a Unamuno: "Sarmiento, el criollo que en el campo de la literatura marcó la mayor originalidad, el escritor americano de lengua española que hasta hoy se nos ha mostrado con más robusto y poderoso ingenio y más fecunda originalidad". Cabe agregar que su personalidad es también la más espiritual7/lente caudalosa y fecunda. Con tan/años antecedentes, resulta doblemente extraño que hasta hoy no se haya penetrado en ese museo inmenso y de frecuentación difícil que es la Obra Completa de Sarmiento al solo objeto de extractar en un millar de páginas destinadas a la masa popular leyema (para quien, con preferencia, escribía, según dijo en sus últimos años) lo más moderno de su pensamiento y lo más inmarcesible de su palabra. Es lo que se ha intentado empeñosamente en esta antología, cuyo iniciador debe agradecer aquí la eficaz colaboración de Ovidio O. A ma-va y Lilia B. Correas.
L. F.
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fi AUTOBIOGRAFIA
LOS A LBARRACINES A mediados del siglo xÍi, un jeque sarraceno, Al Ben Razin, conquistó y dio nombre a una ciudad y a una familia que después fue cristiana 1 . M. Beauvais, el célebre sericicultor francés, ignorando mi apellido materno, y sin haberme visto con albornoz, me hacía notar que tenía la fisonomía completamente árabe; y como le observase que los Albarracines tenían, en despecho del apellido, los ojos verdes o azules, replicaba en abono de su idea que, en la larga serie de retratos de los Montmorency, aparecía cada cuatro o cinco generaciones el tipo normal de la familia. En Argel me ha sorprendido la semejanza de fisonomía del gaucho argentino y del árabe, y mi cbauss me lisonjeaba diciéndome que, al yerme, todos me tomarían por un creyente. Mentéle mi apellido materno, que sonó grato a sus oídos, por cuanto era común entre ellos este nombre (le familia; y digo la verdad, que me halaga y sonríe esta genealogía que me hace presunto deudo de Mahoma. Sea de ello lo que fuere, los viejos Albarracines de San Juan tenían en tan alta estima su alcurnia, que para ellos el hijo del alba habría sido a su lado, cuando más, un cualquiera. Una tía mía, casi mendiga, solía llegar a casa desde sus tierras de Angaco, coronando, sobre un rocín mal entrazado y huesoso, unas grandes alforjas atestadas de lcgumbres y pollos, echando pestes contra don Fulano de Tal, que no la había saludado porque ella era pobre. Y entonces se seguía la reseña de los cuatro abolengos del infeliz que no esca paba, a la segunda o tercera generación, de ser mulato por un lado y zambo por ci otro, y además excomulgado. Yo he encontrado 1
I)iccj,J,ai-j(, geográfico I,içtórieo,
art. Alharracj,,. 41
SAR1IF\1O - I'1'XIOS FUNDAMENTALES a los Albarracines, sin embargo, en el borde del osario común de la muchedumbre oscura y miserable. A más de aquella tía, había otro de sus hermanos imbécil que ella mantenía; mi tío Francisco ganaba su vida curando caballos, esto es, ejerciendo la veterinaria sin saberlo, como M. Jourdain escribía prosa sin haberlo sospechado. De los otros once hermanos y hermanas de mi madre, varios de sus hijos andan ya de poncho con el pie en el suelo, ganando (le peones real y, al día. (Recuerdos de Provincia.)
LOS ORO Casósc doña Elena Albarracín con clon Miguel de Oro, hijo, según tradición de la familia, del capitán don José de Oro, que vino a la conquista después de terminadas las guerras del Gran Capitán en Italia. Llevóle en dote bienes de fortuna y el patronato de Santo Domingo, que se conserva aún entre sus descendientes; y si dos generaciones no habían desmentido la reputación de sesudos que traía la sangre Albarracín, por la línea de don Miguel, vinoles a sus hijos una irnainación ardiente, caracteres osados, y tal actividad de espíritu y de acción, que hasta las mujeres de aquella casa se distinguen por cualidades notabilísimas en que el conato de la ambición y la sed de gloria corren parejos. Tenía don Miguel un hermano clérigo loco, está loca hoy una de sus hijas, monja, y el presbítero don José de Oro, mi maestro y mentor, tenía tales rarezas de carácter que, a veces por disculpar sus actos, se achacaba a la locura de familia las extravagancias de su juventud. Capellán del número 11 del ejército de los Andes, jinete como el primero, compañero de camorras y locuras del célebre Juan Apóstol Martínez, no estorbándole la sotana para llevar el uniforme de su batallón y sable largo de la época, tenía desenfado bastante para atravesar su caballo con una real moza en ancas, a la puerta de un baile, y desnudar su alfanje y chirlear al más pintado, si tenía la rara ocurrencia de hallárselo a mal. Compañeros suyos de francachela me han asegurado que había en esto más malicia y travesura que verdadero libertinaje. Lígase mi infancia a la casa de los Oro por todos los vínculos que constitu yen al niño miembro adoptivo de una familia. Era mi madrina, y esposa de don Ignacio Sarmiento, mi tío, la matrona doña Paula, blanda de carácter como una paloma, grave y 2fec-
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tuosa a la par como una reina, y un tipo de la perfección de la madre de familia entre nosotros. Don José, el presbítero, llevórne de la escuela a su lado, enseMme el latín, aconipañéle en su destierro en San Luis, y tanto nos arriábamos maestro y discípulo, tantos coloquios tuvimos, él hablando v escuchándole yo con ahinco, que, a hacer de ellos uno solo, reputo que haría un discurso que necesitaría dos años para ser pronunciado. Mi inteligencia se amoldó bajo la impresión de la suya, y a él debo los instintos por la vida pública, ini amor a la libertad y a la patria, Y mi consagración al estudio de las cosas de ¡ni país, de que nunca pudieron distraerme ni la pobreza, ni el destierro, ni la ausencia de largos años. Salí de sus manos con la razón formada a los quince años, valentón como él, insolente contra los mandatarios absolutos, caballeresco y vanidoso, honrado como un ángel, con nociones sobre muchas cosas, y recargado de hechos, de recuerdos y de historias de lo pasado y de lo entonces presente, que me han habilitado después para tomar con facilidad el hilo y el espíritu de los acontecimientos, apasionarme por lo bueno, hablar y escribir duro y recio, sin que la prensa periódica me hallase desprovisto de fondos para el despilfarro de ideas y pensamientos que reclama. Salvo la vivacidad turbulenta de su juventud, que yo fui siempre taimado y pacato, su alma entera transmigró a la mía, y en San Juan mi familia, al y erme abandonarme a raptos de entusiasmo, decía: "ahí está don José Oro hablando"; pues hasta sus modales y las inflexiones de su voz alta y sonora se me habían pegado. Creílo, durante el tiempo en que vivimos juntos, un santo, y me huelgo de ello, que así pudo trasmitirme sus sabios consejos, sin que embotara su eficacia la duda que trae el ejemplo contrario. De hombre barbado y por la voz pública, supe de otros su historia. Era insigne domador, de apostárselas a don Juan Manuel de Rosas, y a la fiesta del A cc'quión, descendía de las montañas, donde tenía su hacienda de ganados de los Sombreros, cabalgando un potro, garantidas sus piernas por espesos guardamontes que le permitían salvar barrancos y esteros, y arremeter con los altos y tupidos espinos que embarazan el tránsito en nuestros campos. La energía de su físico le acompañó hasta la vejez, y una vez le vi agarrar a un español cuadrado y hacerlo rodar diez varas por el suelo. Era valiente y se preciaba de serlo, gustaba de las armas, y una chapa de pistolas adornaba siempre la cabecera de su silla. Vestía de paisano con chaqueta, y no rezaba el breviario por concesión especial del Papa. Gustaba con pasión de bailar, y él y yo hemos fandangueado todos los domingos de un año enre-
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SARMIE', 10 1FXT05 FUNDAMENTALES dándonos en pericones y contradanzas en San Francisco del Monte, en la Sierra de San Luis, en cuya capilla, estando él de cura, reunía por las noches, después de la plática de la tarde, a las huasitas blancas o morenas, que las hay de todo pelaje y lindas corno unas Dianas, para domesticarlas un poco, porque ningún pensamiento deshonesto se mezcló nunca a estos recreos inocentes. No digo que no hiciese de las suyas cuando joven, que eso no me atañe. Tenía un profundo enojo con la sociedad, de que huía, no viéndosele en la ciudad sino co la fiesta de Santo Domingo, o en el púlpito. Díjome una vez que llevaba predicados setenta y seis sermones hasta 1824; y corno yo le escribí tres o cuatro de ellos, puedo hablar de su oratoria concisa, llena de sensatez y de ideas elevadas, expresadas en lenguaje fresco, y sin aquel aparato de citas latinas y palabras abibliadas. "Señores", decía al comenzar su sermón, dirigiéndose al pi'ihlico desde el fondo del púlpito, donde permanecía inmóvil, cruzados los brazos sobre el pecho, para evitar el manoteo de ceremonial, y pronunciaba su oración en tono de conversación, parecido al sistema (l uC ]'sI. Thiers ha introducido con tanto brillo en la Cámara francesa. Una vez, dictándome un sermón de San Ramón, recordó una escena de infancia en que había sido aplastado por una tapia, y sido necesario desmoronarla sobre sus hombros, a golpes de azadón, para desembarazarlo. Salváronle los huesos de hierro en que estaba armado su cuerpo, colocado de bruces sobre pies y manos, y la intercesión de San Ramón. a quien invocaba llorando su madre, sobre cuyo corazón resonaba cada golpe de azada, temiendo que reventaran el hijo de sus entrañas, mientras que el fornido travieso gritaba desde abajo: "den no más, que todavía aguanto". Hacía alusión a este milagro del santo, y el llanto de la gratitud empezó a humedecer su voz, a medida que me iba dictando; anubláhanscme a mí los ojos, y caían sobre el papel gruesas lágrimas que echaban a perder lo escrito e impedían continuar, hasta que soltando él el llanto de recio, pude yo desahogarme, y, o yéndome él, me llamó con sus brazos, y sollozarnos juntos largo rato, hasta que mc dijo: "dejémoslo para mañana. . . somos unos niños!" • . . Después de la batalla de las Leñas, en que los suyos fueron vencidos, don José de Oro cuhigró a San Luis, y fui yo a poco a reunírmele, abandonando la carrera de ingeniero que había principiado. Nos queríamos como padre e hijo, y yo quise seguirlo, Y iiii madre, por gratitud, lo aprobaba. Algunos rastros han debido quedar en San Francisco del Monte de nuestra residencia allí.
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Introdujimos flores y legumbres que nosotros cultivábamos, pasando horas enteras en derredor de un alhelí sencillo, el primero que nos nació. Fundamos una escuela, a que asistían dos Ni1TOS Camargos, de edad de veintidós y de veintitrés años, y a otro discípulo fue preciso sacarlo de la escuela, porque se había obstinado en casarse con una muchacha lindísima y blanca, a quien yo enseñaba el deletreo. El maestro era yo, el menor de todos, pues tenía quince años; pero hacía dos por lo menos que era hombre por la formación del carácter, y ¡ay de aquel que hubiese osado salirse de los términos de discípulo a maestro a pretexto de que tenía unos puños como perro de presa! La capilla estaba sola en medio del campo, como acontece en las campañas de Córdoba y San Luis. Yo tracé, pues que tenía unos tres meses de ingeniero, el plano de una villa, cuya plaza hicimos triangular para darnos buena maña con la escasa tela; delineósc una calle, en cu y o costado trabajó un señor Maximiliano Gatica, si no me olvido. Demolimos el frente de la iglesia, que había pulverizado un rayo, y construimos un primer piso de una torre y coro, compuesto de pilares robustos de algarrobos, coronado de un garabato natural, encontrado en los bosques, que describía tres curvas, la del centro más elevada que las otras, en la cual tallé yo en grandes letras de molde esta inscripción: San Francisco del Monte de Oro, 1826. ¡Por qué rara combinación de circunstancias mi primer paso en la vida era levantar una escuela y trazar una población, los mismos conatos que revelan ho y mis escritos sobre Educación popular y colonias! Vagaba yo por las tardes, a la hora de traer leña, por los vecinos bosques; seguía el curso de un arroyo trepando por las piedras; internábame en las soledades prestando el oído a los ecos de la selva, al ruido de las palmas, al chirrido de las víboras, al canto de las aves, hasta llegar a alguna cabaña de paisanos, donde, conociéndome todos por el discípulo del cura y el maestro de la escuelita del lugar, me prodigaban mil atenciones, regresando al anochecer a nuestra solitaria capilla, cargado con mi hacecillo de leña, algunos quesos o huevos de avestruz con que me habían obsequiado estas buenas gentes. Aquellas correrías solitarias, aquella vida selvática en medio de gentes agrestes, ligándose sin embargo a la cultura del espíritu por las pláticas y lecciones de mi maestro, mientras que mi físico se desenvolvía al aire libre, en presencia de la naturaleza triste de aquellos lugares, han dejado una profunda impresión en mi espíritu, volviéndome de continuo el recuerdo de las fisonomías de las personas, del aspecto de los cam45
SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES pos, y aun hasta el olor de la vegetación de aquellas palmas en abanico, y del árbol peje tan vistoso y tan aromático. Por las tardes, vuelto a casa, oía en la cocina cuentos de brujos a una Ña Picho, y volvía más tarde al lado de mi tío a promover conversación sobre lo pasado, a leer un libro juntos y preparar las lecciones del día siguiente. Una mañana aparecióse uno de mis deudos que venía a llevarme a San Juan, para mandarme de cuenta del gobierno a educar a Buenos Aires. Dejóme optar libremente mi tío, y escribí a mi madre la carta más indignada y más llena de sentimiento que haya salido de pluma de niño de quince años. ¡Todo lo que en ella decía, era, sin embargo, un puro disparate! Vino a poco por mí mi padre, y entonces no había que replicar. Nos separamos tristes sin decirnos nada, entrechocándome él la mano y volviendo los ojos para que no lo viera llorar. ¡Ah! Cuando nos juntamos después de su regreso de la Convención de Santa Fe, a que fue nombrado diputado en 1827, era yo. . . ¡unitario! La razón que él había desenvuelto con tanto esmero, había visto claro, y una vez que tocamos el asunto, vio él que había de mi parte convicciones profundas, ló gicas, razonadas, que podían ser respetadas. (Recuerdos de Prozincia.)
HISTORIA DF Mi MADRE Por fortuna, téngola aquí a mi lado, y ella me instruye de cosas de otros tiempos, ignoradas por mí, olvidadas de todos. ¡A los setenta y seis años de edad, mi madre ha atravesado la cordillera de los Andes para despedirse de su hijo, antes de descender a la tumba! Esto solo bastaría a dar una idea de la energía moral de su carácter. Cada familia es un poema, ha dicho Lamartine, y el de la mía es triste, luminoso y útil, como aquellos lejanos faroles de papel de las aldeas, que con su apagada luz enseñan, sin embargo, el camino a los que vagan por los campos. Mi madre en su avanzada edad conserva apenas rastros de una beldad severa Y modesta. Su estatura elevada, sus formas acentuadas y huesosas, apareciendo muy marcados en su fisonomía los juanetes, señal de decisión y de energía, he aquí todo lo que de su exterior merece citarse, si no es su frente llena de desigualdades protuberantes, como es raro en su sexo. Sabía leer y escribir en su juventud, habiendo perdido por el
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desuso esta última facultad cuando era anciana. Su inteligencia es poco cultivada, o más bien destituida de todo ornato, si bien tan clara, que en uua clase de gramática que yo hacía a mis hermanas, ella, de sólo escuchar, mientras por la noche escarmenaba su vellón de lana, resolvía todas ]as dificultades que a sus hijas dejaban paradas, dando las definiciones de nombres y verbos, los tiempos, y más tarde los accidentes de la oración, con una sagacidad y exactitud raras. • . La posición social de mi madre estaba tristemente marcada por la menguada herencia que había alcanzado hasta ella. Don Cornelio Albarracín, poseedor de la mitad del valle de Zonda y de tropas de carretas y de mulas, dejó después de doce años de cama, la pobreza para repartirse entre quince hijos, y algunos solares de terreno despoblados. En 1801 doña Paula Albarracín, su hija, joven de veintitrés años, emprendía una obra superior, no tanto a las fuerzas, cuanto a la concepción de una niña soltera. Había habido el año anterior una grande escasez de anascotes, género de mucho consumo para el hábito de las diversas órdenes religiosas, y del producto de sus tejidos había reunido mi madre una pequeña suma de dinero. Con ella y dos esclavos de sus tías Irarrazábales, echó los cimientos de la casa que debía ocupar en el mundo al formar una nueva familia. Como aquellos escasos materiales eran poco para obra tan costosa, debajo de una de las higueras que había heredado en su Sitio, estableció su telar, y desde allí, yendo y viniendo la lanzadera, asistía a los peones y maestros que edificaban la casita, y el sábado, vendida la tela hecha en la semana, pagaba a los artífices con el fruto de su trabajo. En aquellos tiempos, una mujer industriosa, y lo eran todas, aun aquellas nacidas y criadas en la opulencia, podía contar consigo misma para subvenir a sus necesidades. en una situación Cuando yo respondía que inc había creado vecina de la indigencia, el presidente de la República, en su interés por mí, deploraba estas confesiones desdorosas a los ojos del vulgo. ¡Pobres hombres los favorecidos de la fortuna, que no conciben que la pobreza a la antigua, la pobreza del patricio romano, puede ser llevada como ci manto de los Cincinatos, de los Arístides, cuando el sentimiento moral ha dado a sus pliegues la dignidad augusta de una desventaja sufrida sin mengua! Que se pregunten las veces que vieron al hijo de tanta pobreza, acercarse a sus puertas sin ser debidamente solicitado, en debida forma mvi47
SARMIFNTO - TEXTOS FUNDA\U \ FAIJ S
tado, y comprenderán entonces los resultados imperecederos de aquella escuela de su madre, cii donde la escasez era un acaso y no una deshonra. En 1848 encontrénie por accidente en una casa con el presidente Buines, y después de algunos momentos de conversación, al despedirnos, díjele maquinalmente: "tengo el honor de conocer a Su Excelencia"; disparate impremeditado que llainó su atención, y que bien mirado no carecía de propósito, puesto que en ocho años era la segunda vez que estaba y o en su presencia. Bienaventurados los pobres que tal madre han tenido! (Recuerdos
de Provincia.)
FI. HOGAR PÁTFRNO La casa de mi madre, la obra de su industria, cu yos adobes y
tapias pudieran computarse en varas de lienzo tejidas por sus manos para pagar su construcción, ha recibido en el transcurso de estos últimos años, algunas adiciones que ]a confunden hoy con las demás casas de cierta medianía. Su forma original, empero, es aquella a que se apega la poesía del corazón, la imagen indeleble que se presenta porfiadamente a mi espíritu, cuando recuerdo los placeres y pasatiempos infantiles, las horas de recreo después de vuelto de la escuela, los lugares apartados donde he pasado horas enteras y semanas sucesivas en inefable beatitud, haciendo santos de barro para rendirles culto en seguida, o ejércitos de soldados de la misma pasta para engreírme de ejercer tanto poder. A poca distancia de la puerta de entrada, elevaba su copa verdinegra la patriarcal higuera que sombreaba aún en mi infancia aquel telar de mi madre, cu y os golpes y traqueteo de husos, pedales y lanzadera, nos despertaban antes de salir ci sol para anunciarnos que un nuevo día llegaba, y con él la necesidad de hacer por el trabajo frente a sus necesidades. Algunas ramas de la liiguera iban a frotarse contra las murallas de la casa, y calentadas allí por la reverberación del sol, sus frutos se anticipaban a la estación, ofreciendo para el 23 de noviembre, cumpleaños (le mi padre, su contribución de sazonadas brevas para aumentar el regocijo de la familia. Deténgome con placer en estos detalles, porque santos e higuera, fueron personajes más tarde de un drama de familia en que lucharon porfiadamente las ideas coloniales con las nuevas.
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En el resto del sitio que quedaba de veinte varas escasas de fondo, tenían lugar otros recursos industriales. Tres naranjos daban fruto en el otoño, sombra en todos tiempos; bajo un durazno corpulento había un pequeño pozo de agua para el solaz de tres o cuatro patos, que, multiplicándose, daban su contribución al complicado y diminuto sistema de rentas sobre que reposaba la existencia de la familia; y como todos estos medios eran aún insuficientes, rodeado de cerco, para ponerlo a cubierto de la voracidad de los pollos, había un jardín de hortalizas, del tamaño de un escapulario, y que producía Cuantas legumbres entran en la cocina americana, el todo abrillantado e iluminado con grupos de flores comunes, un rosal morado y otros varios arbustillos florescentes. Así se realizaban en una casa de las colonias españolas la exquisita economía de terreno y el inagotable producto que de él sacan las gentes de campaña en Europa. El estiércol de las gallinas y la bosta del caballo en que montaba mi padre, pasaban diariamentea dar nueva animación a aquel pedazo de tierra, que no se cansó nunca de dar variadas y lozanas plantas; y cuando he querido sugerir a mi madre algunas ideas de economía rural, tomadas al vuelo en los libros, he pasado merecida plaza de pedante, en presencia de aquella ciencia de la cultura que fue el placer y la ocupación favorita de su larga vida. Hoy, a los setenta y seis años de edad, todavía se nos escapa de adentro de las habitaciones, y es seguro que hemos de encontrarla aporcando algunas lechugas, respondiendo en seguida a nuestras objeciones, con la violencia que se haría de dejarlas al verlas tan mal tratadas. Todavía había en aquella arca de Noé algún rinconcillo en que se enjebaban o preparaban los colores para teñir las telas, y un pudridor de afrecho de donde salía todas las semanas una buena porción de exquisito y blanco almidón. En los tiempos prósperos, se añadía una fábrica de velas hechas a mano, alguna tentativa de amasijo que siempre terminaba mal, y otras mil granjerías que sería superfluo enumerar. Ocupaciones tan variadas no estorbaban que hubiese orden en las diversas tareas, principiando la mañana con dar de comer a los pollos, desherbar antes que el sol calentase las eras de legumbres, y establecerse en seguida en su telar, que por largos años hizo la ocupación fundamental. Está en mi poder la lanzadera de algarrobo lustroso y renegrido por los años, que había heredado de su madre, quien la tenía de su abuela, abrazando esta humilde reliquia de la vida colonial un período de cerca de dos siglos en que nobles manos la han agitado casi sin descanso; y aunque una de mis hermanas haya heredado
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el hábito y la necesidad de tejer de mi madre, mi codicia ha prevalecido y soy yo el depositario de esta joya de familia. Es lástima que no haya de ser jamás suficientemente rico o poderoso, para imitar a aquel rey persa que se servía en su palacio de los tiestos de barro que le habían servido en su infancia, a fin de no ensoberbecerse y despreciar la pobreza. Esta singular victoria dio nuevos bríos al espíritu de reforma; y después del estrado y los santos, las miradas cayeron en mala hora sobre aquella higuera viviendo en medio del patio, descolorida y nudosa en fuerza de la sequedad y los años. Mirada por este lado la cuestión, la higuera estaba perdida en el concepto público; pecaba contra todas las reglas del decoro y de la decencia; pero, para mi madre, era una cuestión económica, a la par que afectaba su corazón profundamente. Ah, si la madurez de mi corazón hubiese podido anticiparse en su ayuda, corno el egoísmo me hacía o neutral o inclinarme débilmente en su favor, a causa de las tempranas brevas! Querían separarla de aquella su compañera en el albor de la vida y el ensayo primero de sus fuerzas. La edad madura nos asocia a todos los objetos que nos rodean; el hogar doméstico se anima y vivifica; un árbol que hemos visto nacer, crecer y llegar a la edad provecta, es un ser dotado de vida, que ha adquirido derechos a la existencia, que lee en nuestro corazón, que nos acusa de ingratos, y dejaría un remordimiento en la conciencia, si le hubiésemos sacrificado sin motivo legítimo. La sentencia de la vieja higuera fue discutida dos años; y cuando su defensor, cansado de la eterna lucha, la abandonaba a su suerte, al aprestarse los preparativos de la ejecución, los sentimientos comprimidos en el corazón de mi madre estallaban con nueva fuerza, y se negaba obstinadamente a permitir la desaparición de aquel testigo y de aquella compañera de sus trabajos. Un día, empero, cuando las revocaciones del permiso dado habían perdido todo prestigio, oyóse el golpe mate del hacha en el tronco añoso del árbol, y el temblor de las hojas sacudidas por el choque, como los gemidos lastimeros de la víctima. Fue éste un momento tristísimo, una escena de duelo y de arrepentimiento. Los golpes del hacha higuericida sacudieron también el corazón de mi madre, las lágrimas asomaron a sus ojos, como la savia del árbol que se derramaba por la herida, y sus llantos respondieron al estremecimiento de las hojas; cada nuevo golpe tenía un nuevo estallido de dolor, y mis hermanas y yo, arrepentidos de haber causado pena tan sentida, nos deshicimos en llanto, única reparación po50
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sible del daño comenzado. Ordenóse la suspensión de la obra de destrucción, mientras se preparaba la familia para salir a la calle, y hacer cesar aquellas dolorosas repercusiones del golpe del hacha en el corazón de mi madre. Dos horas después la higuera yacía por tierra enseñando su copa blanquecina, a medida que las hojas, marchitándose, dejaban ver la armazón nudosa de aquella estructura que por tantos años había prestado su parte de protección a la familia. Después de estas grandes reformas, la humilde habitación nuestra fue lenta y pobremente ampliándose. Tocóme a mí la buena dicha de introducir una reforma substancial. A los pies de nuestro solarcito, está un terreno espacioso que mi padre había comprado en un momento de holgura. A la edad de dieciséis años, era yo dependiente de una pequeña casa de comercio. Mi primer plan de operaciones y mis primeras economías, tuvieron por objeto rodear de tapias aquel terreno para hacerlo productivo. Esta agregación de espacio puso a la familia a cubierto de la indigencia, sin hacerla traspasar los límites de la pobreza. Mi madre tuvo a Su disposición teatro digno (le SU alta ciencia agrícola; a la higuera sacrificada, se sucedieron en su afección cien arbolillos que su Ojo maternal animaba en su crecimiento; más horas del día hubieron de consagrarse a la creación de aquel plantel, de aquella vida de que iba a depender en adelante gran parte de la subsistencia de la familia. Cuando yo hube terminado esta obra, pude decir en mi regocijo de haber producido un bien: et vid¡ quod esset bonum, y aplaudirme a mí mismo. (Recuerdos de Provincia.) *
Estos miedos que han rodeado la cuna de las sociedades humanas, revoloteaban bajo todas las formas en torno de la cuna del niño, y no lo abandonan sino muy lentamente, a medida que aquella oscura noche del no conocer las causas se disipe. El seno materno es el árbol en que la tierna avecilla halla seguridad contra los fantasmas que lo acechan. ¡Cómo sonríe entonces! ¡Con qué triunfante mirada los desafía! ¡Con qué confianza tiende desde lejos las manecillas a la luz del fuego o de la bujía!; porque su instinto le dice que la luz disipa la tiniebla, aunque como las mariposillas aprende a su costo, cuando la toca, que también quema. Materia de mucho comento ha sido para los educadores, el estú-
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SAR\IIENro - 1JX1OS }U\DA\I1'N1\II pido recurso de viejas nodrizas y aun madres de asustar a los niños con miedos fantásticos o monstruos de la imaginación supersticiosa. No le bastan al infeliz los propios miedos a las cosas que ve y no comprende y le inventan nuevos Íantasnias cuya naturaleza nunca comprenderá, pero que viciarán irreparablemente su razón, predisponiéndola a creer en lo absurdo. Yo pasé en mi infancia bajo el azote de estos terrores, y contaré aquí uno, el más persistente, que hizo la desgracia secreta de muchos años de mi niñez. Ahora sé la causa natural que lo produjo: el aire viciado de la habitación en que dormía. En ella pasaba las veladas de invierno a puerta cerrada toda la familia en torno del brasero árabe, y sobre un estrado se tendía mi cama. Cuando se apagaba la luz, principiaba mi martirio. Un momento después y cuando empezaba a adormecerme, salían de todos los rincones bultos sin forma, de vara y media de alto, como los postes y los palitroques de los juegos de bolas. Eran seres animados, pero sin fisonomías discernibles y empezaba una danza, un dar vueltas en el interior de la pieza. No me hacían mal ninguno; no venían hacia mi cama. Yo estaba en lo oscuro mirándolos aterrado, sin atreverme ni a gritar, de miedo que se irritasen y me hiciesen mal, me comiesen, ¿quién sabe? ¡Y esto ha durado años! Al fin estaba habituado a éstas y otras escenas; eran como mis amigos, mis conocidos. La luz del día y el sueño reparador que la había precedido traían la alegría y el olvido de los pasados terrores. Alguna vez conté a mi madre y hermanas estas extrañas visiones. ¿Quién hace caso de las tonteras de un niño? Así viví tranquilo con seres fantásticos. Ahora sé que son la comitiva obligada de todos los que duermen en aire viciado. (V ida de Dominuito.)
MI EDUCACION Extrañas emociones han debido agitar el alma de nuestros padres en 1810. La perspectiva crepuscular de una nueva época, la libertad, la independencia, el porvenir, palabras nuevas entonces, han debido estremecer dulcemente las fibras, excitar la imaginación, hacer agolpar la sangre por minutos al corazón de nuestros padres. El año 10 ha debido ser agitado, lleno de emociones, de ansiedad, de dicha y de entusiasmo. Cuéntase de un rey que
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temblaba como un azogado a la vista de un puñal desnudo, efecto de las emociones que lo conmovieron en las entrañas de su madre, en cuyos brazos apuñalearon a un hombre. Yo he nacido en 1811, el noveno mes después del 25 de Mayo, y mi padre se había lanzado en la revolución, y mi madre palpitado todos los días con las noticias que llegaban por momentos sobre los progresos de la insurrección americana. Balbuciente aún, empezaron a familiarizar mis ojos y mi lengua con el abecedario, tal era la prisa con que los colonos, que se sentían ciudadanos, acudían a educar a sus hijos, según se ve en los decretos de la junta gubernativa y los otros gobiernos de la época. • . . A los cinco años de edad leía corrientemente en voz alta, con las entonaciones que sólo la completa inteligencia del asunto puede dar, y tan poco común debía ser en aquella época esta temprana habilidad, que me llevaban de casa en casa para oírme leer, cosechando grande copia de bollos, abrazos y encomios que me llenaban de vanidad. Aparte de la facilidad natural de comprender, había un secreto detrás de bastidores que el público ignoraba, y que debo revelar para dar a cada uno lo que le corresponde. Mi pobre padre, ignorante, pero solícito de que sus hijos no lo fuesen, aguijoneaba en casa esta sed naciente de educación, me tomaba diariamente la lección de la escuela, y me hacía leer sin piedad por mis cortos años la Historia crítica de España por don Juan Masdeu, en cuatro volúmenes, el Desiderio y Electo, y otros librotes abominables que no he vuelto a ver, y que me han dejado en el espíritu ideas confusas de historia, alegorías, fábulas, países y nombres propios. Debí, pues, a mi padre, la afición a la lectura que ha hecho la ocupación constante de una buena parte de mi vida, y si no pudo después darme educación por su pobreza, diome en cambio por aquella solicitud paterna, el instrumento poderoso con que yo por mi propio esfuerzo suplí a todo, llenando el más constante, el más ferviente de sus votos. • . . En aquel naufragio de mis cualidades morales, de los últimos tiempos de la escuela por desocupación de espíritu, salvé una que me importa hacer conocer. La familia de los Sarmientos tiene en San Juan una no disputada reputación, que han heredado de padres a hijos, dirélo con mucha mortificación mía, de embusteros. Nadie les ha negado esta cualidad, y yo les he visto dar tan relevantes pruebas de esta innata y adorable disposición, que no me queda duda de que es alguna cualidad de familia. Mi madre, cm-
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SARMIENTO - 1'FXTOS FUNDAMENTALES pero, se había premunido para no dejar entrar con mi padre aquella polilla en su casa, y nosotros fuimos criados en un santo horror por la mentira. En la escuela me distinguí siempre por una veracidad ejemplar, a tal punto que los maestros la recompensaban proponiéndola de modelo a los alumnos, citándola con encomio, y ratificándome más y más en mi propósito de ser siempre veraz, propósito que ha entrado a formar el fondo de mi carácter, y de que dan testimonio todos los actos de mi vida. Concluyó mi aprendizaje de la escuela por una de aquellas injusticias tan frecuentes, de que mc he guardado yo cuando me he hallado en circunstancias análogas. Don Bernardino Rivadavia, aquel cultivador de tan mala mano, y cuyas bien escogidas plantas debían ser pisoteadas por los caballos de Quiroga, López, Rosas, y todos los jefes de la reacción bárbara, pidió a cada provincia seis jóvenes de conocidos talentos para ser educados por cuenta de la Nación, a fin de que, concluidos sus estudios, volviesen a sus respectivas ciudades a ejercer las profesiones científicas, y dar lustre a su patria. Pedíase que fuesen de familia decente, aunque pobres, y don Ignacio Rodrí guez fue a casa a dar a mi padre la fausta noticia de ser mi nombre el que encabezaba la lista de los hijos predilectos que iba a tomar bajo su amparo la Nación. Empero se despertó la codicia de los ricos, hubo empeños, todos los ciudadanos se hallaban en ci caso de la donación, y humo de formarse una lista de todos los candidatos; echóse a la suerte la elección, y como la fortuna no era el patrono de mi familia, no me tocó ser uno de los seis agraciados. Qué día de tristeza para mis padres aquél en que nos dieron la fatal noticia del escrutinio! Mi madre lloraba en silencio, mi padre tenía la cabeza sepultada entre sus manos. • Quiero, antes de entrar en cosas más serias, echar una mirada sobre los juegos de mi infancia, porque ellos revelan hábitos solariegos de que aún se resiente mi edad madura. No supe nunca hacer bailar un trompo, rebotar la pelota, encumbrar una corneta, ni uno solo de los juegos infantiles a que no tomé afición en mi niñez. En la escuela aprendí a copiar zotas, y me hice después un molde para calcar una figura de San Martín a caballo que suelen poner los pulperos en los faroles de papel; y de adquisición en adquisición, yo concluí en diez años de perseverancia, con adivinar todos los secretos de hacer mamarrachos. —Mi maestro, cansado de corregirme en este pasatiempo, concluvó por resignarse y respetar esta manía instintiva. Cuando pude
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AUTOBIOGRAIIA por el conocimiento de los materiales de la enseñanza del dibujo, faltóme la voluntad para perfeccionarme. En cambio esparcí más tarde en mi provincia la afición a este arte gráfico, y bajo mi dirección o inspiración se han formado media docena de artistas que posee San Juan. Pero aquella afición se convertía en mis juegos infantiles en estatuaria, que tomaba dos formas diversas: hacía santos y soldados, los dos grandes objetos de mis predilecciones de niñez. Creábame mi madre en la persuasión dc que iba a ser clérigo y cura de San Juan, a imitación de mi tío,y a mi padre le veía casacas, galones, sables y demás zarandajas. Por mi madre me alcanzaban las vocaciones coloniales; por mi padre se me infiltraban las ideas y preocupaciones de aquella época revolucionaria; y obedeciendo a estas impulsiones contradictorias, yo pasaba mis horas de ocio en beata contemplación de mis Santos de barro debidamente pintados, dejándolos en seguida quietos en sus nichos, para ir a dar a la casa del frente una gran batalla entre dos ejércitos que yo y mi vecino habíamos preparado un mes antes, con grande acopio de balas para balear las pintorreadas filas de monicacos informes. Por las tardes de los domingos, el provincial se tornaba en general en jefe de un ejército de muchachos, y, ay de los que quisiesen hacer frente a aquella lluvia de piedras que salía del seno de mi falange! Andando el tiempo, yo había logrado hacerme de la afección de una media docena de pilluelos, que hacían mi guardia imperial, y con cuyo auxilio repetí una vez la hazaña de Leónidas, a punto de que el lector, al oírla, la equivocará con la del célebre espartano. Este es un caso serio que requiere traer a uno de los personajes que brillaron en aquel día memorable. Había en casa de los Rojos un mulato regordete que tenía el sobrenombre de Rarrilito; muchacho inquieto y atrevido, capaz de una fechoría. Otro del mismo pelaje, de Cabrera, de once años, diminuto, taimado, y tan tenaz que cuando hombre, elevado a cabo por su bravura, desertó de las filas de Facundo Quiroga con algunos otros, y en lugar de fugarse, tiroteó al ejército en marcha hasta que se hizo coger y fusilar. A éste llamáhanle Pio jito. Descollaba el tercero bajo el sobrenombre de Chuña, ave desairada; un peón chileno de veinte a más años, un poco imbécil, y por tanto muy bien hallado en la sociedad de los niños. Era ci cuarto José 1. Flores, ini vecino y compañero de infancia, a quien también distinguía el
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SARMIENTO - TEXTOS FUNI)AMJ\F\J.1'S sobrenombre de V elita, que él ha logrado quitarse a fuerza de buen humor y jovialidad. Era el quinto el Guacho Riberos, excelente muchacho y mi condiscípulo; y agregósc más tarde Dolores Sánchez, hermano de aquel Eufemio, a quien por envolverse el capote en el brazo para defenderse de las piedras, llamábamos el Capotito. Este nuevo recluta se educó a mi lado, y probé) mu y luego ser digno de la noble compañía en que se había alistado. En el año, pues, del Señor no sé cuántos (que los niños no saben nunca el año en que viven), hicimos tres o cuatro jornadas más o menos lucidas, con más o menos pedradas y palos dados y recibidos, terminando un domingo en deshacer un ejército y tomar prisioneros generales, tambores y chusma, que paseamos insolentemente por algunas calles de la ciudad. Esta humillación impuesta a ¡os vencidos trajo su represalia, y no más tarde que el miércoles o jueves de la semana siguiente, supimos que los barrios de la Colonia y de Valdivia, cuan grandes son, y poblados de cardúmenes de muchachos, se aprestaban a volvernos la mano al domingo siguiente. Viernes y sábado me llovían los avisos cada vez más alarmantes de los progresos de la liga colono-valdiviana, mientras que yo citaba a toda mi gente para hallarme en actitud de recibirlos dignamente. Sobrevino el domingo tan esperado por los unos, tan temido por los otros, y llegó la tarde y se avanzaba la hora y mis soldados no aparecían, tanto miedo les ponía la noticia de los preparativos y amenazas de nuetros enemigos. En fin, convencidos de la imposibilidad de aceptar el combate, dirigímonos yo y aquellos seis de que he hecho mención, y que no habrían dejado de reunirse, aunque se hubiera despoblado el cielo, hacia los puntos por donde era presumible viniese el ejército aliado para tener el gusto de verlo siquiera. Así marchando a la ventura lle p iunos hasta la Pirámide, en donde oímos ya ci fragor de las adamnaciones y gritos de entusiasmo de los chiquillos y el sonido de los tambores de calabazas o de cuero que los precedían. Momentos después apareció la columna y se derramó en el erial vecino. Dios mío! Eran quinientos diablejos con veinte banderas, y picas y sables de palo que no reflejaban los rayos del sol. Contamos más de treinta adultos mezclados entre la imberbe turba, tanta era la novedad que causaba aquella inusitada muchedumbre. Nosotros instintivamente retrocedimos, temerosos de ser 5epul_ tados por aquella avalancha de muchachos ávidos de hacer una diablura, sobre todo en venganza de lo pasado en el domingo anterior. Tomamos los siete por la calle de atravieso que conduce hacia el molino de Torres, desconcertados, cabiz.hajo, y punto menos que
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huyendo. Precede al puente echado sobre el ladrón del molino hacia el Norte, un terreno sólido, gredoso y unido, mientras que en torno del puente había una enorme cantidad de guijarros sacados del fondo de la acequia. Una idea me vino, que Napoleón me la habría aplaudido, que Horacio Cloques me habría disputado como suya. Ocurrióseme que, parados los siete en el estrecho puente y con aquella bendición de piedras en la mano, podíamos disputar el paso al ejército aliado de la Colonia y de Valdivia. Detengo a los míos, les explico el caso, los arengo, y concluyo arrancándoles un está bueno firme y chisporroteando de entusiasmo. Me prometen obediencia ciega, tomo yo con dos más, Riberos y el Barrilito, el centro del puente, distribu yo dos de cada lado de la trinchera hecha por la acequia, y todos nos ocupamos diligentemente en acopiar piedras, de manera de suplir el número por la vivacidad del fuego. Habíannos apercibido en tanto, y el aire se estremecía con los gritos de aquella muchedumbre que se avanzaba rápidamente sobre nosotros. Mi plan era no disparar una piedra hasta tenerlos a tiro. Acercóse la turba, y de repente arrojamos tal granizada de piedras, que los chiquillos de diez a doce años a quienes en el montón alcanzaron, dieron prueba sonora de que no se habían malogrado del todo. Huyó aquella chusma desordenada, querían lanzarse los míos a la persecusión, pero el general lo había calculado todo, y visto que la interposición del puente era el único medio posible de defensa. Cuando digo que lo había calculado todo, olvidaba que lo mejor no se me había pasado por las mientes, y era que las mismas piedras que habíamos tirado, podían volvérnoslas a su turno, y que a su retaguardia tenían la inmensa columna la calle de San Agustín, rica en guijarros a despear los caballos que la transitan. Vueltos en efecto de su espanto los agresores, y mandando muchachos por centenares a traer piedras a ponchadas, se trabó el más rudo combate de que ha y an hecho jamás mención las crónicas de los pilluelos vagabundos. Acercóse a la trinchera que yo defendía un muchacho, Pedro Frías, y me propuso, a fuer de parlamentario, que peleásemos a sable. ¡Nosotros siete contra quinientos! Después de bien reflexionada la propuesta, la deseché terminantemente, y un minuto después el aire se veía cubierto de piedras que iban y venían, a tal punto que aun había riesgo de tragadas. Al Piojito le rompieron la cabeza, y destilando sangre y mocos de llorar, y echando sendas puteadas, disparaba piedras a centenares como una catapulta antigua; el Chuña había caído desmayado ya dentro de Li acequia a riesgo de ahogarse; estábamos todos contusos, y la re57
SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES friega seguía con encarnizamiento creciente; la distancia era ya de cuatro varas y el puente no cedía el paso, hasta que el negro Tomás de don Dionisio Navarro, que estaba en primera línea, gritó a los suyos: "Ño tiren, vean al general que no puede mover los brazos". Cesó con esto el combate y se acercaron los más inmediatos a mí, silenciosos y más contentos de mí que de su triunfo. Era ci caso, que a más de las pedradas sin cuento que yo tenía recibidas en el cuerpo, habíanme tocado tantas en los brazos, que no podía moverlos, y las piedras que aún lanzaba por puro patriotismo iban a caer sin fuerza a pocos pasos. De mis valientes habían flaqueado y huido dos, que no nombro por no comprometer su reputación, que no ha de exigirse a todos igual constancia. Estaba aún a mi lado Riberos; chillaba y puteaba todavía el Pioito, y sacamos al Chuña de la acequia, a fin de cuidar de nuestros heridos. Quisieron algunos desalmados compelerme a seguir en clase de prisionero; opúserne yo con el resto de energía que me quedaba, teniendo mis dos brazos caídos y empalados; intervinieron en mi favor los hombres que venían en la comitiva, dando su debido mérito y todo el honor de la jornada a los vencidos, y retiréine bamboleándome de extenuación a casa, donde con el mayor sigilo me administré durante una semana frecuentes paños de salmuera para hacer desaparecer aquellas negras acardenaliduras que me habrían hecho aparecer, si me hubiese desnudado, a guisa de potro overo, tan frecuentes y repetidas eran: Oh vosotros, compaíeros de gloria en aquel día memorable! ;Oh vos, Pie jito, si vierais! ¡Barri/ito, V e/ita, Chuña, Guacho, y Capotito, os saludo aún desde el destierro en el mornento de hacer justicia a]. ínclito valor de (10C hicisteis prueba! Es lástima que no se os levante un monumento en el puente aquél para perpetuar vuestra memoria. No hizo más Leónidas con sus trescientos espartanos en las famosas Termópilas. No hizo menos el desgraciado Acha en las acequias de .Angaco, poniendo con la barriga al sol a tanto imbécil que no sabía apreciar lo que vale una acequia puesta de por medio, cuando hay detrás una media docena (le perillanes clavados en el suelo. Volviendo a mi educación, puede decirse que la fatalidad intervenía para cerrarme ci paso. En 1821, fui al selilinario de Loreto en Córdoba, y hube de volverme sin entrar. La revolución de Carita me dejó sin maestro de latín. En 1525 principié a estudiar matemáticas y agrimensura, bajo la dirección de M. Barreau, ingeniero de la provincia. Levantamos juntos el plano de las calles de Rojo, Desamparados, Santa Bárbara, y de allí rodeando hacia el Pueblo Viejo; y y o solo, por liahenuc abandonado el maestro, la
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de la Catedral, Santa Lucía y Legua. En ci mismo año fui a San Luis a continuar con el clérigo Oro la educación que había interrumpido la revolución del año anterior. Un año más tarde era llamado por el gobierno para ser enviado al Colegio de Ciencias Morales, y llegaba a San Juan después de habérseme negado una vez, en el momento que las lanzas de Facundo Quiroga venían en bosque polvoroso agitando sus siniestras banderolas por las calles. En 1826 entraba tímido dependiente de comercio en una tienda, yo, que bahía sido educado por el presbítero Oro en la soledad que tanto desenvuelve la imaginación, soñando congresos, guerra, gloria, libertad, la república, en fin. Estuve triste muchos días, y como Franklin, a quien sus padres dedicaban a jabonero, él que debía robar al cielo los rayos y a los tiranos el cerro, toméle desde luego ojeriza al camino que sólo conduce a la fortuna. En mis cavilaciones en las horas de ocio, inc volvía a aquellas campañas de San Luis en que vagaba por los bosques con mi Nebrija en las manos, estudiando mascula sunt man bus, e interrumpiendo el recitado para tirarle una pedrada a un pájaro. Echaba de menos aquella voz sonora que había dos años enteros sonado en mis oídos, plácida, amiga, removiendo mi corazón, educando mis sentimientos, elevando mi espíritu. Las reminiscencias de aquella lluvia oral que caía todos los días sobre mi alma, se me presentaban como láminas de un libro cuyo significado comprendemos por la actitud de las figuras. Pueblos, historia, geografía, religión, moral, política, todo ello estaba va anotado como en un índice; faltábame empero el libro que lo detallaba, y yo estaba solo en el mundo, en medio de fardos de tocuyo y piezas de quimones, menudeando a los que se acercaban a comprarlos, rara a rara. Pero debe haber libros, me decía yo, que traten especialmente de estas cosas, que las enseñen a los niños; y entendiendo bien lo que se lee, puede uno aprenderlas sin necesidad de maestros; y yo me lancé en seguida en busca de esos libros, y en aquella remota provincia, en aquella hora de tomada mi resolución, encontré lo que buscaba, tal como lo había concebido, preparado por patriotas que qucrín bien a la América, y que desde Londres habían presentido esta necesidad de la América del Sur de educarse, respondiendo a mis clamores los catecismos de Ackermann que había introducido en San Juan don Tomás Rojo. ;Los he hallado! podía exclamar como Arquímedes, porque yo los había previsto, inventado, buscado aquellos catecismos, que más tarde, en 1829, regalé a don Saturnino Laspiur para la educación de sus hijos. Allí estaba la historia antizua, y aquella Persia, y aquel Egipto, y aquellas Pirámides, y aquel Nilo de que me habla159
SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES ba el clérigo Oro. La historia de Grecia la estudié de memoria, y la de Roma en seguida, sintiéndome sucesivamente Leónidas y Bruto, Arístides y Camilo, Harmodio y Epaminondas; y esto mientras vendía yerba y azúcar, y ponía mala cara a los que me venían a sacar de aquel mundo que yo había descubierto para vivir en él. Por las mañanas, después de barrida la tienda, yo estaba leyendo, y una señora Laora pasaba para la iglesia y volvía de ella, y sus ojos tropezaban siempre día a día, mes a mes, con este niño, inmóvil, insensible a toda perturbación, sus ojos fijos sobre un libro, por lo que, meneando la cabeza, decía en su casa: "¡este mocito no debe ser bueno! ¡Si fueran buenos los libros no los leería con tanto ahinco!" Otra lectura ocupóme más de un año, ¡la Biblia! Por las noches, después de las ocho, hora de cerrar la tienda, mi tío don Juan Pascual Albarracín, presbítero ya, me aguardaba en casa. y durante dos horas discutíamos sobre lo que iba sucesivamente le yendo, desde el Génesis hasta el A pocalipsis. ¡Con cuánta paciencia escuchaba mis objeciones para comunicarme en seguida la doctrina de la Iglesia, la interpretación canónica, y el sentido legítimo y recibido de las sentencias donde decía blanco, no obstante que yo leía negro, y las opiniones divergentes de los santos padres! La Teología natural, de Payey; Evidencia dei Cristianismo, por el mismo; V erdadera idea de la Santa Sede, y Feijoo, que cayó por entonces en mis manos, completaron aquella educación razonada y eminentemente religiosa, pero liberal, que venía desde la cuna transmitiéndose desde mi madre al maestro de escuela, desde mi mentor Oro basta el comentador de la Biblia, Albarracín. Por entonces pasó a visitar a San Juan el canónigo don Ignacio Castro Barros, e hizo su misión pública predicando quince días sucesivamente en las plazas, a la luz de la luna, teniendo por auditorio cuanta gente cabe apiñada en una cuadra cuadrada de terreno. Yo asistía con asiduidad a estas pláticas, procurando ganar desde temprano lugar favorecido. Precedíalc la fama de gran predicador, y durante muchos días me tuvo en febril excitación. Había logrado despertar en mi alma ci fanatismo rencoroso que vertía siempre de aquella boca espumosa de cólera, contra los impíos y herejes, a quienes ultrajaba en los términos más innobles. Furibundo, frenético, andaba de pueblo en pueblo encendiendo las pasiones populares contra Rivadavia y la reforma, y ensanchando el camino a los bandidos, como Quiroga y otros, a quienes llamaba los Macabeos. Hice confesión general con él para consultarme en mis dudas, para acercarme más y más a aquella fuente de luz, que con
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mi razón de dieciséis años, hallé vacía, oscura, ignorante y engañosa. • . . Hízome dudar de su sinceridad el espectáculo de una de esas farsas que le habían valido su celebridad. Terminaba una prédica dentro de la iglesia, ensañándose contra Llorente, a quien llamó impío, viborezno, por haber calumniado al Santo Tribunal de la Inquisición, asegurando al auditorio que había muerto comido de gusanos en castigo de sus iniquidades. Seguíale yo con avidez en aquellas imprecaciones destilando veneno, sangre, maldiciones y ultrajes Contra Rousseau y otra retahila de nombres, para mí desconocidos, y su bilis se iba exaltando, y la rabia de un poseído se asomaba a sus ojos inyectados de sangre, y a su boca, en cuyos extremos se colectaban babas resecas; cuando de repente se levanta, y extendiendo los brazos y levantando su voz estentórea, a que respondían los ecos de las bóvedas del templo, invocó al demonio mandándole presentarse ante él, asegurando en términos positivo:. y terminantes que él tenía potestad del Cielo para hacerlo comparecer, y que iba a presentarse en el acto; y sus ojos lo buscaban y sus manos crispadas señalaban los lugares oscuros de la iglesia, y las mujeres, inquietas, se movían y volvían la cara para huir, mientras yo clavaba los ojos en aquella fisonomía del clérigo descompuesta y cárdena, esperando encontrar en ella signos de fascinación, por no atreverme todavía a creer todo aquello una patraña. Después he visto a Casacuberta hacer con igual pasión papeles más difíciles, y he sentido bullir mi sangre de indignación contra aquella prostitución de la cátedra. El cura Castro Barros echó en mi espíritu la primera duda que lo ha atormentado, el primer disfavor contra las ideas religiosas en que había sido creado. • . .Pero el joven que sin otro apoyo que su razón, pobre y destituido, trabaja con sus manos para vivir, estudia bajo su propia dirección, se da cuenta de sus acciones para ser más perfecto, ilustra su nombre, sirve a su patria ayudándola a desligarse de sus opresores, y un día presenta a la humanidad entera un instrumento sencillo para someter los rayos del cielo, y puede vanagloriarse de redimir millones de vidas con el preservativo con que dotó a los hombres, este hombre debe estar en los altares de la humanidad, ser mejor que Santa Bárbara, abogada contra rayos, y llamarse el Santo del Pueblo. Para los pueblos de habla castellana, aprender un idioma vivo,
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SARMIENTO - ILX i OS FUNDAMENTALES es sólo aprender a lec, y debiera uno por lo menos enseñarse en las escuelas primarias. El clérigo Oro, al enseñarme el latín, que no sé, me había dotado de una máquina sencilla de aprender idiomas, que he aplicado con suceso a los pocos que conozco. En 1829, escapado de ser fusilado en Mendoza por el fraile Aldao, por la benéfica y espontánea intercesión del coronel don José Santos Ramirez, a cuyo buen corazón no deben perjudicar las flaquezas de su juicio, tuve en San Juan mi casa por cárcel, y el estudio del francés por recreo. Vínome la idea de aprenderlo con un francés, soldado de Napoleón, que no sabía castellano, y no conocía la gramática de su idioma. Pero la codicia se mc había despertado a la vista de una biblioteca en francés perteneciente a don José Ignacio de la Rosa, y con una gramática y un diccionario prestados, al mes y once días de principiado ci solitario aprendizaje, había traducido doce volúmenes, entre ellos las Memorias de Josefina. De mi consagración a aquella tarea puedo dar idea por señales materiales. Tenía mis libros sobre la mesa del comedor, y apartábalos para que sirvieran ci almuerzo, después para la comida, a la noche para la cena; la vela se extinguía a las dos de la mañana, y cuando la lectura me apasionaba, me pasaba tres días sentado registrando el diccionario. Catorce años he puesto después en aprender a pronunciar el francés, que no he hablado hasta 1846, después de haber llegado a Francia. En 1833, estuve de dependiente de comercio en Valparaíso, ganaba una onza mensual, y de ella destiné media para pagar al profesor de inglés Richard, y dos reales semanales al sereno del barrio para que me despertase a las dos de la mañana a estudiar mi inglés. Los sábados los pasaba en vela para hacerlos de una pieza con el domingo; y después de mes y medio de lecciones, Richard me dijo que no me faltaba ya sino la pronunciación, que hasta hoy, no he podido adquirir. Fuime a Copiapó, y mayordomo indigno de la Colorada que tanta plata en barra escondía a mis ojos, traduje a volumen por día los sesenta de la colección conipleta de novelas de \Valter Scott. • .Era juez de minas en 1835 el mayor Mardones, que había militado en la República Argentina en los tiempos de la guerra de la independencia; su señora tenía tratos, costumbres, aseo, y algunos muebles que nos reconciliaban con la vida civilizada, y solíamos por la noche bajar a su habitación, en la Placilla, y pasar allí agradablemente el rato. Una noche encontramos hospedado a un señor Codecido, pulcro y sibarita ciudadano que se quejaba de las incomodidades y privaciones de la jornada. Saludáronlo todos
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Con atención, to(1uc01e yo ci gorro con encogimiento, y fui a Colocarme en un rincón, por sustraerme a las miradas en aquel traje que me era habitual, dejándole ver, sin embargo, al pasar mi tirador alechugado, que es la pieza principal del equipo. Codecido no se fijó en mí, corno era natural con un minero a quien sus patrones consentían que los acompañase, y a haber yo estado más a mano, me habría suplicado que le trajese fuego, u otra cosa necesaria. La conversación rodó sobre varios puntos, discreparon en una cosa de hecho que se refería a historia moderna europea, y a nombres geográficos, e instintivamente Carril, Chenaut y los demás se volvieron hacia mí para saber lo que había de verdad. Provocado así a tomar parte en la conversación de los caballeros, dije lo que había en el caso, pero en términos tan dogmáticos, con tan minuciosos detalles, que Codecido abría a cada frase un palmo de boca, viendo salir las páginas de un libro de los labios del que había tomado por apir. Explicáronle la causa del error en medio de la risa general, y yo quedé desde entonces cii buenas gracias. ¿Cómo se forman las ideas? Yo creo que en ci espíritu de los que estudian sucede como en las inundaciones de los ríos, que las aguas, al pasar, depositan poco a poco las partículas sólidas que traen en disolución, y fertilizan el terreno. En 1833 yo pude comprobar en Valparaíso que tenía leídas todas las obras que no eran profesionales, de las que componían un catálogo de libros publicado por el Mercurio. Estas lecturas, enriquecidas por la adquisición de los idiomas, habían expuesto ante mis miradas el gran debate de las ideas filosóficas, políticas, morales y religiosas, y abierto los poros de mi inteligencia para embeberse en ellas. (Recuerdos de Provincia.)
LA VIDA PUBLICA A los dieciséis años de mi vida entré a la cárcel, y salí de ella con opiniones políticas, lo contrario de Silvio Pellico, a quien las prisiones enseñaron la moral de la resignación y del anonadamiento. Desde que cayó en mis manos por la primera vez el libro de Las Prisiones, inspiróme horror la doctrina del abatimiento moral que el preso salió a predicar por el mundo, y que hallaron tan aceptable los reyes que se sentían amenazados por la energía de los
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SAR\llIN lO - H XI OS 1 U\1)A\ElN IAl] 5 pueblos. a anduviera adelantada la especie humana, si el hombre necesitase, para comprender bien los intereses de la patria, tener ejercicios espirituales por ocho años en los calabozos de Espielberg, la Bastilla y los Santos Lugares! ¡Ay del mundo, si el zar de Rusia, el emperador de Austria, o Rosas, pudiesen enseñar moral a los hombres! El libro de Silvio Pellico es la muerte del alma, la moral de los calabozos, el veneno lento de la degradación del espíritu. Su libro y él han pasado por fortuna, y el mundo seguido adelante, en despecho de los estropeados, paralíticos y valetudinarios que las luchas políticas han dejado. Era yo tendero de profesión en 1827, y no sé si Cicerón, Franklin o Temístocles, según el libro que leía en el momento de la catástrofe, cuando me intimaron por la tercera vez cerrar mi tienda e ir a montar guardia en el carácter de alférez de milicias, a cuyo rango había sido elevado no hacía mucho tiempo. Contrariáhame aquella guardia, y al dar parte al gobierno de haberme recibido del principal sin novedad, añadí un reclamo en el que me quejaba de aquel servicio, diciendo: "con que se nos oprime sin necesidad". Fui relevado de la guardia y llamado a la presencia del coronel del ejército de Chile, don Manuel Quiroga, gobernador de San Juan, que a la sazón tomaba el solcito, sentado en el patio de la casa de gobierno. Esta circunstancia y mi extremada juventud autorizaban naturalmente el que, al hablarme, conservase el gobernador su asiento y su sombrero. Pero era la primera vez que yo iba a presentarme ante una autoridad, joven, ignorante de la vida, y altivo por educación, y acaso por mi contacto diario con César, Cicerón y mis personajes favoritos; y como no respondiese el gobernador a mi respetuoso saludo, antes de contestar yo a su pregunta "des ésta, señor, su firma?" levanté precipitadamente mi sombrero, calémelo con intención, y Contesté resueltamente: "sí, señor". La escena muda que pasó en seguida habría dejado perplejo al espectador, dudando quién era el jefe o el subalterno, quién a quién desafiaba con sus miradas, los ojos clavados el uno en el otro, el gobernador empeñado en hacérmelos bajar a mí por los rayos de cólera que partían de los suyos, yo con los míos fijos, sin pestañear, para hacerle comprender que su rabia venía a estrellarse contra un alma parapetada contra toda intimidación. Lo vencí, y enajenado de cólera, llamó a un edecán y me envió a la cárcel. ¡\ 1
• . . Cuando la guerra estalló, entregué a mi tía doña Angela la tienda que tenía a mi cargo, alistéme en las tropas que se habían sublevado contra Facundo Quiroga en las Quijadas, hice la campa_
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ña de Jachal, hallérne en el encuentro de Tafín, salvé de caer prisionero con las carretas y caballadas que había tomado yo el primero en el Pocito bajo las órdenes de don Javier Angulo; escapéme con mi padre a Mendoza, donde se habían sublevado contra los Aldaos las tropas mismas que nos habían vencido en San Juan, y a poco, fui nombrado con don J. Al. Echegaray Albarracín, ayudante del general Alvarado, quien hizo donación de mi persona al general Moyano, que me cobró afición, y me regaló un día, en premio de una buena travesura, el caballo bayo overo en que fue vencido don José Miguel Carrera. Después he sido ayudante de línea incorporado al 29 de coraceros del general Paz; instructor aprobado de reclutas, de lo que puede dar testimonio el coronel Chenaut, bajo cuyas órdenes serví quince días; más tarde declarado segundo director de academia militar, por mi conocimiento profundo de las maniobras y táctica de caballería, lo que se cNplica fácilmente por mi hábito de estudiar. Pero la guerra, con todas las ilusiones que engendra, y el humo de la gloria que va embriagaba a un capitán de compañía, no me han dejado impresiones más dulces, recuerdos más imperecederos, que aquella campaña de Mendoza, que concluyó en la tragedia horrible del Pilar. Fue para mí aquella época la poesía, la idealización, la realización de mis lecturas. Joven de dieciocho años, imberbe, desconocido de todos, yo he vivido en el éxtasis permanente del entusiasmo, y no obstante que nada hice de provecho, porque mi comisión era la de simple ayudante, sin soldados a su mando, era o hubiera sido un héroe, pronto siempre a sacrificarme, a morir donde hubiese sido útil, para obtener el más mínimo resultado. Era el primero en las guerrillas, y a media noche el tiroteo lejano me hacía despertar, escabullirme, y lanzarme por calles desconocidas, guiándome por los fogonazos hasta el teatro de las escaramuzas, para gritar, para meter bulla y azuzar el tiroteo. Ultimamente me había proporcionado un rifle con que hacía, donde había guerrillas, un fuego endemoniado, hasta que me lo quitó el general Iioyano, como se les quita a los niños el trompo, a fin de que hagan lo que se les manda y de cuyo cumplimiento los distrae el embeleco, iii padre, que me seguía como el ángel tutelar, se me aparecía en estos momentos de embriaguez, a sacarme de atolladeros que, sin su previsión, habrían podido serme fatales. De día en día iba haciéndome de mayor número de amigos en la división, y en la mañana del 29 de setiembre, día de la derrota nuestra, después de haber por mi vigilancia y previsión salvado el campo (le un ataque, por un lienzo de muralla que habían echado abajo en la noche, un joven Cutió65
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rrez me prestó su partida de 20 hombres para ir a escaramucear con el enemigo por Otro lado. Era yo esta vez dueño de una fuerza imponente, y la calle, de paredes largas como una flauta, ahorraba al general la necesidad de trazarse un plan estratégico muy complicado. Avanzar para adelante, y huir para atrás, he aquí las dos operaciones jefes, pivotales de la jornada. Los soldados de ambos bandos, milicianos poi lo general, lo que menos deseaban era irse a las manos, y ésta era la curiosidad que yo tenía y que me proponía satisfacer. Ordeno un tiroteo que sirva de introducción al capítulo; avánzome en seguida a provocar de palabra, diciéndole montonero, avestruz y otras lindezas al otro adverso, quien sin avanzarse mucho, me hace fusilar con tres o cuatro de los suyos, que se estaban un minuto apuntándome los tiros. Me ingenio del modo más decente que puedo para no seguir sirviendo de blanco, después de haberme aguantado quince tiros a veinticinco pasos. Mando cargar, nos entreveramos un segundo, y los míos y los ajenos retroceden a un tiempo, cada partida por su lado, dejando en el fugaz campo de batalla al pobre general molino de que no siguiera un rato más la broma. Reúnome a los míos, y siento, en todas las evoluciones del caballo, que me acompaña un soldado. Extrañan su fisonomía los otros, reconócenlo enemigo que se ha quedado entre los nuestros, siendo el poncho el uniforme de todos; lo atacan, lo defiendo; insisten en matarlo, se dispara; salgo a su alcance, y al reunirse a los suyos, logro metérmele de por medio, y al sesgar el caballo, acomodarle un chirlo en buena parte, echarlo dentro de la acequia que corría al costado de la calle, y dejar a disposición de los nuestros el caballo ensillado, mientras yo hacía frente a los que venían en su socorro. He aquí la hazaña más cantabile que he hecho en mis correrías militares. Después era ya hombre hecho, capitán de línea, y por necesidad circunspecto. Asistía con frecuencia a los debates que tenía el general Alvarado con el pobre Moyano. Alvarado no tenía nunca razón, pero tenía el prestigio de la guerra de la independencia y oponía a todo la fuerza de inercia, que es el poder más temible. Moyano fue fusilado, y Alvarado se retiró tranquilo a San Juan, después de vencido. Más tarde mandaba decir al señor Sarmiento, escritor en Chile, que en la V ida de A ldao hacía alusión a su conducta de entonces, que ya él se había vindicado de esos cargos. Mucha sorpresa causó a Frías mi respuesta: "dígale al general que un ayudantito que dio él a Moyano, y reprendió una vez por el ahínco con que oía las conversaciones entre los jefes, es el señor Sarmiento a quien se dirige ahora". ¡Oh! Diez veces han perdido la República hombres
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honrados, pero fríos, incapaces de comprender lo que tenían entre manos. Tomóme afición don José María Salinas, ex secretario de Bolívar, patriota entusiasta, adornado de dotes eminentes y que fue degollado por Aldao, mandado mutilar, desfigurado con una barbaridad hasta entonces sin ejemplo. Ultimamente en los días que precedieron a la derrota del Pilar, por la amistad del doctor Salinas y las simpatías de los Villanuevas y de Zuloaga, que había tomado el mando de la división, fui admitido a los consejos de guerra de los jefes, no obstante mi poca edad, contando con mi discreción; debo creer que, suponiéndome rectitud de juicio, pues que de ini resolución no había que dudar. Terminaron este episodio incidentes que son necesarios al objeto de esta narración. Saben todos ci ori g en de la vergonzosa catástrofe del Pilar. El fraile Aldao, borracho, nos disparó seis culebrinas al grupo que formábamos sesenta oficiales en torno de Francisco Aldao, su hermano, que había entrado en nuestro campo, después de concluido un tratado entre los dos partidos beligerantes. El desorden de nuestras tropas, dispersas merced a la paz firmada, se convirtió en derrota en el momento, en despecho de esfuerzos inútiles para restablecer las posiciones. Jamás la naturaleza humana se me había presentado más indigna, y sólo Rosas ha excedido en cinismo a los miserables que le preparaban así el camino. Yo estaba aturdido, ciego de despecho; mi padre vino a sacarme del campo y tuve la crueldad de forzarlo a fugar solo. Laprida, el ilustre Laprida, el presidente del congreso de Tucumán, vino en seguida y me amonestó, me encareció en los términos más amistosos el peligro que acrecentaba por segundos. ¡Infeliz! fui yo el último, de los que sabían estimar y respetar su mérito, que oyó aquella voz próxima a enmudecer para siempre. Si yo lo hubiera seguido, no pudiera deplorar ahora la pérdida del hombre que más honró a San Juan, su patria, y ante quien se inclinaban los personajes más eminentes de la República, como ante uno de los padres de la patria, como ante la personificación de aquel congreso de Tucumán que declaró la independencia de las Provincias Unidas. A poco andar lo asesinaron, sanjuaninos, se dice, y largos años se ignoró el fin trágico que le alcanzó aquella tarde. Yo salí del campo del Pilar después de haber visto morir a mi lado al ayudante Estrella, y haber ultimado uno de los nuestros a un soldado enemigo que me cerraba el paso, mientras bregábamos con la lanza y el sable con que yo había logrado herirlo. Salí por entre los enemigos, por una serie de peripecias y de escenas singulares, entrando en espacios de calle en que
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nosotros éramos los vencedores, para pasar a otro en que íbamos prisioneros. Más allá los hermanos Rosas, de partidos contrarios, se disputaban un caballo; más adelante juntéme con Joaquín Villanueva, que fue luego lanceado, reuniéndome con José María su hermano que fue degollado tres días después; y todos estos cambios de situación se hacían al andar del caballo, porque el vértigo de vencedores y vencidos que ocupábamos en grupo media legua en una calle, apartaba la idea de salvarse por la fuga. Pocos sabían lo que pasaba realmente atrás, y de esos pocos era uno yo. Cuando la hora ile la reflexión, de la zozobra y el miedo vino para mí, fue cuando habiendo salido de aquel laberinto de muertes, por un camino que entre ellas me trazó mi. buena estrella, vine a caer en manos de las partidas que se dirigían a la ciudad a saquear, y una de ellas, después de haberme desarmado y desnudado, me entregó al comandante don José Santos Ramírez, en cuyo honor debo decir que venía cargado de noble botín hecho en el campo de batalla: heridos y prisioneros que traía a salvar de la carnicería bajo el techo doméstico. El comandante Ramírez me salvó entonces, y cuatro días después, cuando llegó de San Juan orden de fusilar a los jóvenes sanjuaninos que habían sido tomados prisioneros, entre ellos cayeron Echegaray, Albarracín, Carril, Moreno y otros, la mayor parte pertenecientes a las primeras familias, que por convicciones habían luomentáneamente tomado las armas, don José Santos Ramírez contestó a los que mc reclamaban para matarme: "Ese joven es el huésped de mi hogar, y sólo pasando sobre mi cáver llegarán hasta él". Entregómc a poco a Villafañe para que uno de mis tíos me restituyese al seno de mi familia. De mi padre, salvado al principio de la derrota, hay un hecho digno de recuerdo. La ignorancia de mi paradero, llevábalo inconsolable, fuera de sí, y como avergonzado de haber salvado su existencia. Parábase a cada momento a esperar los últimos grupos de fugitivos para ver si su hijo venía entre ellos, hasta ser el último de los que precedían a las partidas enemigas. Llegado a lugar de salvamento, no quiso seguir hacia Córdoba a los prófugos, y permaneció días enteros rondando en torno de las avanzadas enemigas, hasta que cayó en su poder, como aquellos tigres a quienes han robado sus cachorros, y vienen llevados del instintu maternal a entregarse a los cazadores implacables. Trajéronlo a San Juan, pusiéronlo en capilla, y escapó de ser fusilado mediante una contribución de dos mil pesos. Paso asimismo en blanco otras peripecias, ascensos militares y campañas estériles, hasta el triunfo de Quiroga en Chacón, que nos
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forzó en 1831 a emigrar a Chile, y a mí a pasar de huésped de un pariente en Putaendo, a maestro de escuela en los Andes, de allí a bodeguero en Pocuro con un pequeño capitalito que me había enviado mi familia; dependiente de comercio en Valparaíso, mayordomo de minas en Copiapó, tahur por ocho días en el Huasco, hasta que, en 1836, regresé ami provincia, enfermo de un ataque cerebral, destituido de recursos y apenas conocido de algunos, pues con los desastres políticos, la primera clase de la sociedad había emigrado, y hasta hoy no ha vuelto. • . .,NI¡ situación a fines de 1839 se hacía en San Juan cada vez más espinosa, a medida que el horizonte político se cargaba de nubes amenazadoras. Sin plan ninguno, sin influencia, rechazando la idea de conspirar en cafés y tertulias, como en la presencia de Benavides, decía mi parecer con toda la lisura que me es propia, y los recelos del gobierno me rodeaban en todas partes, como una nube de moscas, zumbando a mis oídos. Un incidente vino a complicar la situación. El fraile Aldao fue derrotado y se anunció su llegada instantánea a San Juan. Los pocos hombres que hacían sombra al gobierno temieron por su vida. El doctor Aberastain era el único que no se quería fugar. Yo lo decidí, se lo pedí y se resignó. Yo sólo entre todos conocía a Aldao de cerca. Yo solo había sido espectador en Mendoza de las atrocidades de que habían sido víctimas doscientos infelices, veinte de entre ellos mis amigos, mis compañeros. Cuando se me habló de prepararme para la intentada fuga, yo di las razones de conveniencia y de deber que me imponían la obligación de permanecer en San Juan, y tuvieron que asentir a ellas. Aldao no vino, pero sobre mí se reconcentraban los temores del gobierno y la rabia de los hombres nuevos, desconocidos, en cuyas manos había puesto las armas. Aberastain defendía a una pobre mujer, a quien un propietario había asesinado el hijo ebrio, en una tentativa de robarle una oveja. El juez de alzada decía a la madre: "Vaya usted, mujer, al ladrón se le mata, y se le arroja de una pata a la calle". Y con esta formidable sentencia, se le negaba audiencia, y hacía un año que estaba dando pasos porque se levantara información sumaria del caso. Como Aherastain faltase, el juez puso un proveído ordenando a la mujer que, si dentro de cuatro días no presentaba acusación en forma, se sobreseería en la causa. Al segundo día, la mujer desvalida presentó la pieza requerida, estableciendo el delito por un lado, y por otro recapitulando todas las iniquidades del juez, comprobadas por la causa misma. El juez principió a miwi
SARMIINTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
rar con ojo serio el asunto, y fue a y erme a casa para probarme que la Carta de Mayo, es decir, la Constitución política, autorizaba a matar al que penetrase en la casa de un particular. Los escritos arreciaban, la evidencia del crimen del propietario se hacía m6s palpable, y al faltar al juez ci apoyo del poder, lo que no era imposible en aquellos momentos, ci tal podría ser declarado cómplice. Entonces un personaje federal y mi amigo me escribió diciéndome que yo defendía el crimen contra la propiedad, y que él era desde entonces el defensor del homicida. Contestéle que le sentaba bien a él, que era rico, defender la propiedad, que yo defendía el derecho a conservar la vida que teníamos los pobres, que por tanto cada uno estaba en su terreno, dependiendo del éxito de la causa y de la importancia de las pruebas el saber si había un ladrón o un asesino en ella. Un tercer escrito de la mujer puso en campaña al juez para obrar una transacción entre partes, a condición que ese escrito no se incorporase en la causa. El juez se veía convicto, confeso de complicidad, y sentenciado. La mujer era menesterosa, su hijo muerto no podía volver a la vida, hicieron lucir ante sus ojos un poco de oro, y convino en la transacción. De ese oro tomé quince pesos para mí, por mis tres escritos que hubieran podido costarme la cabeza, y cincuenta que mandé al destierro al doctor Aberastain, que había defendido a la pobre un año, y que le supieron a talega de pesos, tan bien venidos le fueron. Por entonces hice un esfuerzo supremo. Vi a Maradona, ex ministro, a los representantes de ]a Sala, a cuanto hombre podía influir en el ánimo de Benavídez, para que lo contuviesen, si era posible en la pendiente en que ya lo veía lanzado, el despotismo, el caudillaje, el trastorno de todos los fundamentos en que reposan las sociedades. Llamóme el naciente tiranuelo a su casa. - "Sé que usted conspira, don Domingo." - "Es falso, señor, no conspiro." - "Usted anda moviendo a los representantes." —"¡Ah! ¡Eso es otra cosa! Su Excelencia ve que no hay conspiración; uso de mi derecho de dirigirme a los magistrados, a los representantes del pueblo para estorbar las calamidades que Su Excelencia prepara al país. Su Excelencia está solo, aislado, obstinado en ir a su propósito, y me intereso en que los que pueden, los que deben, lo contengan en tiempo." - "Don Domingo, usted me forzará a tomar medidas." —"Y qué importa!" - ''¡Severas! " - "Y qué importa?" - "Usted no comprende lo que quiero decirle?" - "Sí, comprendo, ¡fusilarme! ¿y qué importa?" - "Bcnavídez se quedó mirándome de hito en hito; y juro que no debió ver en mi semblante signo ninguno de fanfarronada; estaba yo poseído en aquel momento (lel espíritu de
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Dios; era el representante de los derechos de todos, próximos a ser pisoteados. Vi en ci semblante de Benavídez señales de aprecio, de compasión, de respeto, y quise corresponder a este movimiento de su alma. - "Señor, le dije, no se manche. Cuando no pueda tolerarme más, destiérreme a Chile; mientras tanto cuente Su Excelencia que he de trabajar por contenerlo, si puedo, en el extravío a donde se Jo lleva la ambición, el desenfreno de las pasiones." - Y con esto me despedí. Algunos días después, fui llamado de nuevo a casa de gobierno. - "He sabido que ha recibido usted papeles de Salta, y del campamento de Brizuela." - "Sí, señor, y me preparaba a traérselos." - "Sabía que le habían llegado esos papeles, pero ignoraba (añadió con soma), que quisiese mostrármelos." - "Es que no había puesto en limpio la representación de mi parte con que quería acompafiárselos. Aquí tiene Su Excelencia lo uno y lo otro." - "Estas proclamas son impresas aquí." - "Se equivoca, señor, son impresas en Salta." - "Hum! A mí no me engaña usted." —"Yo no engaño jamás, señor. Repito que son impresas en Salta. La imprenta de San Juan no tiene esta letra versalita, este otro tipo, aquél. . Benavídez insistía, hizo llamar a Galaburri, y se convenció de su error. - "Déme usted el manuscrito ése." -"'Yo lo leeré, señor, está en borrador." - "Léalo usted. (Yo guardaba silencio.) Léalo, pues." - "Haga Su Excelencia salir para afuera al señor jefe de policía, a quien no es mi voluntad hacerle confidencias." Y cuando hubo salido, echándome miradas que eran una amenaza de muerte, como si yo debiese pagar por su mala educación que lo hacía permanecer de tercero, y o leí mi factum con voz llena, sentida, apoyando en cada concepto que quería hacer resaltar, dando fuerza a aquellas ideas que me proponía hacer penetrar más adentro. Cuando concluí la lectura que me tenía exaltado, levanté los ojos, y leí en el semblante del caudillo. . . la indiferencia. Una sola idea no había prendido en su alma, ni la duda se había levantado. Su voluntad y su ambición eran una coraza que defendía su corazón y su espíritu. Bcnavídez es un hombre frío; a eso debe San Juan el haber sido menos ajado que los otros pueblos. Tiene un excelente corazón, es tolerante, la envidia hace poca mella en su espíritu, es paciente y tenaz. Después he reflexionado que el raciocinio es impotente en cierto estado de cultura de los espíritus; se embotan sus tiros, y se deslizan sobre aquellas superficies planas y endurecidas. Como la generalidad de los hombres de nuestros países, no tiene conciencia clara del derecho ni de la justicia. Le he oído decir candorosa71
SARMIFNTO - TEXTOS FUNDAMENTALES mente, que no estaría bien la provincia sino cuando no hubiese abogados, que su compañero Ibarra vivía tranquilo y gobernaba bien, porque él solo, en un dos por tres, decidía las causas. Rosas tiene en Benavídez su mejor apoyo; es la fuerza de inercia en ejercicio, llamando todo al quietismo, a la muerte, sin violencia, sin aparato. La provincia de San Juan, salvo La Rioja, San Luis y otras, es la que más hondamente ha caído; porque Benavídez le ha impreso su materialismo, su inercia, su abandono de todo lo que constituye la vida pública, que es lo que el despotismo exige. Coman, duerman, callen, rían si pueden, y aguarden tranquilos, que en veinte años más. . . sus hijos andarán en cuatro pies. • . Ultimarnente, una cuarta vez fui llamado a casa de gobierno. Esta vez estaba yo prevenido, sabía que se preparaba un golpe de terror y que yo era la víctima designada. Era domingo, y me bahía despedido de casa de algunos entre chanzas y veras, y escrito afuera que mi existencia estaba en peligro. Fui, no obstante, al hatriado, haciéndome acompañar de un sirviente para que diese la noticia de mi prisión en caso de ocurrir. Vi de paso a uno de mis amigos, y resistí a sus ruegos, a sus súplicas de que desistiese de presentarme. -"Lo van a prender, todo está dispuesto." -"Deje usted, me ha hecho llamar Benavídez por un edecán, y tendría vergiienza de no asistir al llamado." - Me prendieron, y a la oración, al presentarse la escolta que debía conducirme a la cárcel, el ruido de sables me hizo estremecer los nervios; zumbábanme los oídos, y tuve miedo, pavor. La muerte, que creí decretada en ese monler)to, se me presentó triste, sucia, indigna; y no tuve valor para recibirla en aquel carácter. Nada sucedió, sin embargo, y en mi calabozo me remacharon una barra de grillos. Pasaron los días, y corno los ojos a la oscuridad, el espíritu se habituó a dominar las zozobras y el desencanto. Era una víctima pasiva, N I no es mi faniihia, nadie estaba cuidadoso de mi suerte. Mi causa era la mía no más. Sufría poraue había sido indiscreto, porque había deseado atajar el mal sin poseer los medios de atajarlo; a los hechos materiales oponía protestas, abnegación aislada, y los hechos seguían su camino. La noche del 17 de noviembre, a las dos de la mañana, un grupo de a caballo gritó, parándose enfrente de la cárcel: ¡mueran los salvajes unitarios! Tan sin antecedentes era esta aclamación, tan helado y acompasado salía aquel grito de las bocas de los que lo pronunciaron, que se conocía que era una cosa calculada, convenida, sin pasión. Comprendí que algo se urdía. A las cuatro
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repitieron la misma dosis, mientras yo velaba escribiendo una zoncera que me tenía entretenido. Al alba se introdujo en la prisión un andaluz que la echaba de borracho, y entre agudezas y bromas risibles para distraer a los centinelas, al pasar haciendo equis cerca de otro preso que me acompañaba, dejaba caer en frases entrecortadas: "¡Los van a asesinar! . . . ¡Las tropas vienen a la plazal. El comandante Espinosa los va a lancear. . . ¡ Al señor Sarmiento!!.. . ¡Salven si pueden!'..... Esta vez estaba yo montado a la altura de la situación; pedí a casa un niño, escribí al obispo que no se asustase, y que tratase con su presencia de salvarme... pero el pobre viejo hizo lo contrario, se asustó, y no pudo hacer que sus piernas lo sostuviesen. Las tropas llegaron y formaron en la plaza. El niño que estaba a la puerta del calabozo, a guisa de telégrafo, me comunicaba todos los movimientos. Algunos gritos se oyeron en la plaza, carreras de caballos; vi pasar la lanza de Espinosa, que la pedía. ¡Hubo un momento de silencio! Y luego ochenta oficiales se agruparon bajo la prisión, gritando "abajo los presos!" El oficial de guardia subió y me ordenó salir. -"¿De orden de quién?" -"Del comandante Espinosa." - "No obedezco." Entonces pasó al calabozo vecino y extrajo a Oro, y lo exhibió; pero al verlo gritaron de abajo: "1A ése no! ¡a Sarmiento!" "Vaya, pues, me dije yo, no hay manera de excusarse aquí"; porque ya le había a mi compañero jugado otra vez el chasco de hacerle poner los grillos más gordos, por una negativa imperiosa a recibirlos antes en mis delicadas piernas. Salí y me saludaron con un hurra de mueras y denuestos aquellos hombres que no me conocían, salvo dos que tenían razón de aborrecerme. "Abajo! ¡Abajo! ¡Crucifige eum!" - "No bajo! Ustedes no tienen derecho de mandarme." - ";Oficial de guardia! ¡Bájelo a sablazos!" - "Baje usted, me decía éste, con el sable enarbolado." - "No bajo", tomándome yo de la baranda—. "Baje usted!", y descargaba sablazos de plano—. "No bajo", respondía yo tranquilamente. - "¡Déle usted de filo!. .. gritaba Espinosa, espumando de cólera. "Si subo yo lo lanceo, ¡señor oficial de guardia!" -"Baje usted, señor, por Dios, me decía bajito el buen oficial, verdugo a su pesar y medio llorando, mientras me descargaba sablazos, voy a darle de filo ya." - "Haga usted lo que guste, le decía yo quedo, no bajo." Algunos gritos de espanto de dos ventanas de la plaza, salidos de bocas que me eran conocidas, al ver subir y bajar aquel sable, me habían conturbado un poco. Pero quería morir corno había vivido, como he jurado vivir, sin que mi voluntad consienta jamás en la violencia.
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Había además en aquella situación una pillería de mi parte, que debo confesar humildemente. Yo me había cerciorado de que Benavídez no estaba en la plaza, y este dato me había servido para combinar rápidamente mi plan de defensa. La baranda de los altos del cabildo era realmente mi tabla de salvación. Las tropas han venido a la plaza, me decía yo, luego Benavídez tiene parte en la broma; no está aquí para achacarla al entusiasmo federal, y decir como Rosas al asesinar a Maza, que era aquél un acto de "atroz licencia en un momento de inmensa, profunda irritación popular". Ahora, la cárcel está en línea recta, a cuadra y media de casa de Benavídez. El sonido corre a tantas leguas por minuto, y para llegar a 225 varas sólo se necesitaba un segundo. En vano el gobernador habría querido lavarse las manos de aquella tropelía anónima, que ahí estaba yo, en lugar alto y expectable, para enviar a su fuente y origen el delito. Los criados de la casa de Benavídez, uno de sus escribientes, su edecán, corrieron al ver brillar el sable que revoloteaba sobre mi cabeza, gritando despavoridos uno en pos de otro, ";señor! ¡señor! ¡están matando a don Domingo!" ¡Tenía, pues, cogido en su propia red a mi gaucho taimado! O se confesaba cómplice, o mandaba orden de dejarme en paz, y Benavídez no tenía coraje entonces para cargar con aquella responsabilidad; mi sangre habría estado destilando sobre su corazón gota a gota toda su vida! Cuando los furibundos de abajo se convencieron de que yo no quería morir en las patas de los caballos, gustándome más hacerlo en lugar decente y despejado, subieron diez o doce de ellos, y cogiéndome de los brazos, me descendieron abajo, en el momento que llegaban doce cazadores que Espinosa había pedido para despacharme. Pero Espinosa quería yerme la cara y aterrame. El cómico limeño a quien yo silbaba en el teatro por ridículo, hecho capitán de la federación, me tenía apoyada la espada en el pecho, con los ojos fijos en Espinosa para empujarla; el comandante, en tanto, me blandía la lanza, y me picaba en el corazón gritando blasfemias. Yo tenía compuesto mi semblante, estereotipado en el aspecto que debía conservar mi cadáver. Espinosa picó más fuerte entonces, y mi semblante permaneció impasible, a juzgar por la rabia que le dio, pues, recogiendo su lanza, me mandó una horrible lanzada. La moharra tenía media vara de largo y un palmo de ancho, y yo conservé por muchos días el cardenal que me quedó en la muñeca (le rebotarle la lanza lejos de mí. Entonces el bruto se preparaba para saciar su rabia burlada, y yo, inspirado por el sentimiento de la conservación y calculando que debía Be-
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navídez mandar a su edecán, levantando la mano extendida, le dije con imperio: "¡oiga usted, comandante!" y como él prestase atención, yo di vuelta, metíme debajo del corredor para rodear el grupo de los caballos, llegué al extremo, cayeron sobre mí, apartme una nube de bayonetas del pecho con ambas manos, y llegó el edecán de gobierno que mandó suspender la farsa, consintiendo solamente en que me afeitasen, cosa que habían hecho con otros. Si en el fondo no hubo permiso para más, Espinosa había perdido ya el dominio de sus pasiones de bandido, y yo había tenido frescura suficiente para hacer caer la máscara con que Benavídez quería ocultarse. Metiéronme a la cárcel baja, y entonces ocurrió una escena que dobló el terror de la población. Mi madre y dos de mis hermanas atropellaron las guardias y subieron a los altos; vióseles entrar y salir de los calabozos vacíos; descendieron como una visión y fueron a rematar a casa de Benavídez, a pedirle el hijo, el hermano. ¡Oh! ¡También el despotismo tiene sus angustias! Lo que pasó en seguida sábenlo varios; y no fui yo sin duda quien suplicó ni dio satisfacciones, holgándome todos los días de que en aquella prueba no se desmintiese la severidad de mis principios. ni flaquease mi espíritu. (Recuerdos de Provincia.)
CHILE • . .Los que han recibido una educación ordenada, asistido a las aulas, rendido exámenes, sentídose fuertes por la adquisición de diplomas de capacidad, no pueden juzgar de las emociones de novedad, de pavor, de esperanza y de miedo que me agitaban al lanzar mi primer escrito en la prensa de Chile. Si me hubiese preguntado a mí mismo entonces, si sabía algo de política, de literatura, de economía y de crítica, habríame respondido francamente que no, y como el caminante solitario que se acerca a una grande ciudad ve sólo de lejos las cúpulas, pináculos y torres de los edificios excelsos, yo no veía público ante mí, sino nombres como el de Bello, Oro, Olaeta, colegios, cámaras, foro, como otros tantos centros de saber y de criterio. Mi oscuridad, mi aislamiento, me anonadaban menos que la novedad del teatro, y esta masa enorme de hombres desconocidos que se me presentaban a la imaginación cual si estuvieran todos esperando que yo hablase para juzgarme. Bajo el aguijón de la duda, como el dramatista novel, aguardé la llega-
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da del .4lercurio del 14 de febrero de 1841. Un solo amigo estaba en el secreto; yo permanecía en casa escondido de miedo. A las once trájorne buenas noticias, mi artículo había sido aplaudido por los argentinos; esto era ya algo. A la tarde se hablaba de él en los corrillos, a la noche en el teatro; al día siguiente supe que don Andrés Bello y Egaña lo habían leído juntos, hallándolo, bueno. ¡Dios sea loado! me decía a mí mismo, ¡estoy a salvo! Atrevíme a presentarme en casa de un conocido, y a poco de estar allí entra un individuo: "y bien, le dice, ¿qué dice usted del artículo? Argentino no es el autor, porque hay hasta provincialismos españoles". Yo me atrevía a observar, tomando parte en la conversación, con timidez que podía creerse mal disimulada envidia, que no era malo, sin embargo de ciertos pasajes en que el interés se debilitaba. Rebatióme con indignación académica mi interlocutor que, según supe después, era un señor don Rafael Minvielle, y por cortesanía tuve yo que asentir al fin en que el artículo era irreprochable de esti!o, castizo en el lenguaje, brillante de imágenes, nutrido de ideas sanas revestidas con el barniz suave del sentimiento. Esta es una de las veces que me he dejado batir por Minvielle. El éxito fue completo y mi dicha inefable, igual sólo a la de aquellos escritores franceses que, desde la desmantelada guardilla del quinto piso, arrojan un libro a la calle y recogen en cambio un nombre en el mundo literario y una fortuna. Si la situación no era igual, las emociones fueron las mismas. Yo era escritor por aclamación de Bello, Fgaña, Olañeta, Orjera, Minvielle, jueces considerados competentes. ¡Cuántas vocaciones erradas había ensayado antes de encontrar aquella que tenía afinidad química, diré así, con mi esencia! • . .Entonces podía acercarme a los amigos del gobierno, a quienes estaba encargado de introducirme aquel don Rafael Minvielle, que acertó a encontrarme en un cuarto desmantelado, debajo del Portal, con uña silla y dos cajones vacíos que me servían de cama. Fui, pues, introducido a la presencia de don Manuel i\tontr, ministro entonces y jefe del partido, que de pelucón había pasado, rejuveneciéndose en su persona e ideas, a llamarse moderado. Es don del talento y del buen tino político arrojar una palabra como al acaso, y herir con ella la dificultad. "Las ideas, señor, no tienen patria" , me dijo el ministro al introducir la conversación, y todo desde aquel momento quedaba allanado, entre nosotros, y echado el vínculo que debía unir mi existencia y mi porvenir al de este hombre. Estaba en 1841 curado ya, o afectaba estarlo, que es un
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tributo rendido a la verdad, de la fea mancha de las preocupaciones americanas, contra las cuales he combatido diez años; y de las que no se mostraban libres hasta 1843, Tocornal, García Reyes, Talavera, Lastarria, Vallejo y tantos jóvenes chilenos que en el Semanario estampaban este concepto exclusivo: "todos los redactores somos chilenos, y lo repetimos, no nos mueven otros alicientes que el crédito y la prosperidad de la patria". Ellos dirán hoy si todos ellos han hecho en la prensa más por la prosperidad de esa patria, que el solo extranjero a quien se imaginaban excluir del derecho de emitir sus ideas, sin otro aliciente tampoco que el amor del bien. Un punto discutimos larga y porfiadamente con el ministro, y era la guerra a Rosas que yo me proponía hacer, conclu yendo en una transacción que satisfacía por ci nionlcnto los intereses de ambas partes, y me dejaba expedito el camino para educar la opinión del gobierno mismo, y hacerle aceptar la libertad de imprenta lisa y llanamente como después ha sucedido. .Para tomar el hilo de los hechos, volveré a don Manuel Montt, mi arrimo antes, mi amigo hoy. Su nombre es uno de los pocos que de Chile hayan salido al exterior con aceptación, y generalizádose en el país suscitando impresiones diversas de afecto o de encono como hombre público, sin tacha del carácter personal que todos tienen por circunspecto, moral, grave, enérgico y bien intencionado. Su encuentro en el camino de mi vida ha sido para mí una nueva faz dada a mi existencia; y si ella hubiese de arribar a un término noble, deberíalo a su apoyo prestado oportunamente. Algunas afinidades de carácter han debido cimentar nuestras simpatías, confirmadas por diferencias esenciales de espíritu, que han hecho servir el suyo de peso opuesto a la impaciencia de mis propósitos, no sin que alguna vez haya yo quizás estimulado y ensanchado la fuerza de su voluntad en la adoptación de mejoras. El aspecto grave de este hombre, de quien ha y persona que cree que no se ha reído nunca, está dulcificado por maneras fáciles que seducen y tranquilizan al que se acerca, encontrándolo más tratable que lo que se había imaginado. Habla poco, y cuando lo hace, se expresa en términos que muestran una clara percepción de las ideas que emite. Es tolerante más allá de donde lo deja sospechar a sus adversarios, y yo tendría más encogimiento de dar rienda suelta a la imaginación delante de un poeta o un proyectista destornillado, que delante de don Manuel Montt, que oye sin sorpresa mis novelas, con gusto muchas veces, tocándolas con la vara de su sentido
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práctico para hacerlas evaporarse con una palabra, cuando las ve mecerse en el aire. Tiene una cualidad rara, y es que se educa; el tiempo, las nuevas ideas, los hechos, no se azotan sobre su sien, sin dejar vestigios de su pasaje. Don Manuel Montt pretende no saber nada, lo que permite a los que le hablan exponer sin rebozó SU Sentir, y poder contradecirlo sin que su amor propio salga a la parada, a diferencia en esto de la generalidad de los hombres con poder y con talento, que se aferran a su propia idea, negando hasta la existencia a las adversas; y un ministro letrado o un orador que no sea pedante, es una rara bendición en estos tiempos en que cada hombre público está haciendo la apoteosis de su fama literaria en decretos y discursos. Durante muchos años nos hemos entendido por signos, por miradas de inteligencia, sin que hayan mediado explicaciones sobre puntos capitalísimos, de los que yo tocaba en la prensa. Nunca me habló de mis rencillas literarias, y cuando más por don Ramón Vial, llegaba a mis oídos alguna palabra que me dejaba sospechar que sentía que me extraviase. Si me oía elogiar por otros, guardaba silencio; si me vituperaban con injusticia buscando su asentimiento, les entregaba a examinar su semblante, impasible, frío, tabla rasa, y los desconcertaba. Una vez que me tiranizaba la opinión por lo de extranjero, mandóme decir con don Rafael Vial, que le diese al público sin piedad; y cuando me di por vencido dejando la redaccion de El Progreso por primera vez, me dijo con imperio: ";Es preciso que usted escriba un libro, sobre lo que usted quiera, y los confunda!" Si él no tenía fe en mí, hacía de manera que yo lo creyese, y esto me alzaba del suelo. De él dependió que en 1843 no me fuese a Copiapó a buscar fortuna, afeándome tan negro propósito. Delante de don Miguel de la Barra me ha rogado, me ha suplicado que no atacase al agente de Rosas, resignándose él, ministro, a aceptar mi repulsa formal de acceder a su deseo. Don Manuel Montt cree en la educación popular; y las discusiones de la cámara en 1849 han mostrado hasta la evidencia que, entre jóvenes y viejos, entre liberales y retrógrados, no hay en Chile un solo estadista que vaya más adelante a este respecto. Lastarria, Bello, Sanfuentes, han tenido esta vez que presentarse al público como hombres más moderados, menos utopistas, más prácticos y más cachacientos que don Manuel Montt; cosa que revela lo falso de la posición, y puede ser que un día les pese haber tomado este papel que tan mal sienta a sus juveniles años, y su ultraliberalismo. En materia de inmigración europea habló-
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me en 1842, y desde entonces no hemos perdido de vista este asunto. Tres o cuatro ideas simples, pero capitales, hacen todo el caudal político de don Manuel Montt, abandonando con gusto a otros la explotación de las demás. Como todos los hombres esencialmente gubernativos, deplora la desmoralización de los elementos legítimos de fuerza y de estabilidad en el gobierno, si bien la mala escuela de Luis Felipe, que domina desde 1830 hasta 1848 en todos los gabinetes de la tierra, y muy acatada en Chile, tuvo paralizada en él la expansión que debe darse al progreso, única cosa que hace santa y útil la conservación del orden. La revolución actual del mundo le ha sido en este sentido útil. Tiene todos los géneros de coraje que traen las glorias difíciles de alcanzar; ci coraje de hablar pocas veces en la cámara, no obstante la lucidez que sus enemigos le conceden; el coraje de no ir adelante de la popularidad como aquellos diputados a quienes se ve afanados raspando su bola para hacerla correr; el coraje, en fin, de ser honrado, el más difícil de todos en estos momentos en que el vértigo del cinismo político viene desde Barrot abajo, hasta oradores extraviados que me repugna nombrar. Don Manuel Montt marcha a rehabilitar en esta América española, podrida hasta los huesos, la dignidad de la conciencia humana tan envilecida y pisoteada por los poderes mismos destinados a representarla. El cinismo en los medios ha traído por todas partes el crimen en los fines; vense tartufos imberbes haciendo muecas en la senda de fango que ha seguido Rosas, a nombre también de un fin honesto. Dos veces ha traído a sus pies en la cámara de este año propósitos culpables, que se han dejado vencer por sólo los prestigios de la moralidad más severa. La elocuencia es inútil arma aun en pueblos y en hombres toscos de corazón y duros de cerebro, cuando la voluntad tenaz del bárbaro con frac endereza hacia algún rumbo. Ojalá que el cielo alumbre el camino de mi digno amigo, y después de los astutos tiranuelos, apoyados a nombre del pueblo, en chusma de soldados, mazorqueros o diputados, nos dé una escuela de políticos honrados que está pidiendo América para lavarse del baño de crímenes, inmundicias y sangre en que se ha revolcado de cuarenta años a esta parte. Es la única revolución digna de emprenderse. ¿Llaman revolución continuar siendo siempre la canalla que somos por todas partes hasta hoy? Hombres hay que creen que tienen coraje en ser inmorales, pillos y arteros en la América del Sur. ¡Sed virtuosos si os atrevéis! En 1841, a principios de setiembre, terminada la campaña electoral, y seguros ya del triunfo de nuestro candidato, despedíme
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SARMIENTO TEXTOS FUNDAMENTALES del ministro Montt y de la redacción de El Nacional y de El Mercurio para regresar a mi patria. —"Qué Se ha vuelto usted? Oh, no! No hay seguridad. La situación del general La Madrid es crítica". —"Es por eso, señor, que quiero ir a prestarle la ayuda de mis esfuerzos en Cuyo". Mi resolución era irrevocable, y yo partí luego premunido para el general La Madrid de esta carta de introducción: "Setiembre 10 de 1841. A. S. el director de la Coalición del Norte, General en jefe del 29 ejército libertador.— La Comisión Argentina se permite recomendar a Su Excelencia al señor don D. F. Sarmiento. A sus antecedentes tan favorables se agrega la circunstancia de haber sido miembro suyo, y haber desempeñado honrosamente sus Comisiones. Adornado de patriotismo y entusiasmo por la libertad, su capacidad es otro título para que se aproxime a Su Excelencia y para que Su Excelencia le proporcione ocasión (le hacer a nuestra causa los servicios que puede. Tiene la confianza de sus compatriotas aquí y merece la de Su Excelencia. La comisión reitera, etc. - J. Gregorio de Las Heras. - Gregorio Gómez. - Gabriel Ocampo. - Martín Zapata. - Domingo de Oro". En la tarde del 23 de setiembre, yo y tres amigos más asomábamos sucesivamente las cabezas sobre la arista principal de la cordillera de los Andes. El penoso ascenso de un día a pie, hundiéndonos en la nieve reblandecida por los débiles rayos del sol, nos traía fatigados, y reclamaban nuestros miembros un momento de reposo en aquel páramo batido por la brisa glacial que ha desenvuelto el deshielo del día. La vista descubre hacia el Oriente cadenas de montañas, que achican y orlan el horizonte, valles blancos como cintas que fueran serpenteando por entre peñascos negros que brillan al reflejarse el sol; y abajo, al pie de la eminencia, como una cabeza de alfiler, la casucha de ladrillo que ofrece amparo y abrigo al viajero. ¡Salud, República Argentina! exclamábamos cada uno, saludándola en el horizonte y tendiendo hacia ella nuestros brazos. En aquel piélago blanco y estrecho que se extiende abajo, divisó uno de nosotros bultos de caminantes, y este encuentro de seres humanos, que tan bien venido es siempre en aquellas soledades, nos conturbó instintivamente a todos, y nos miramos unos a otros sin atrevemos a comunicar la idea siniestra que había atravesado nuestro espíritu. Descendimos hacia el lado argentino menos gozosos que antes, y apenas, y aun antes de llegar a la casucha, la palabra derrota hizo de dolor zumbar largo rato mis oídos. Los restos del
Dña Picil,t i\ll,arricíii de Siruieita. Illacire dci ,roCcr. (OLa de Eugenia Belín Sarmiento.)
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ejército de La Madrid venían a poco marchando a pie, a asilarse en Chile. Era preciso obrar. Despaché en el acto un propio a los Andes para que subieran mulas a la cordillera; y después de hablar con los primeros prófugos, volvimos a remontar aquella montaña que creí haber dejado atrás para siempre. Llegado a los Andes establecí ni¡ oficina en casa de un amigo; desde la una de la tarde, fui un poder ejecutivo con la suma del poder público para favorecer a los infelices argentinos que quedaban comprometidos en la cordillera. Un anciano, vecino de los Andes, respetable por sus cualidades morales, mi amigo íntimo desde la edad en que yo tenía veinte años y él sesenta, don Pedro Bar¡, era mi secretario general. He aquí los actos de aquel gobierno de doce horas de trabajo; buscar, contratar y despachar a la cordillera esa misma tarde doce peones de cordillera para auxiliar a los que se fatigasen; comprar, reunir y despachar seis cargas de cueros de carnero para forro de pies y piernas, sogas, charqui, ají, carbón, algunas velas, tabaco, yerba, azúcar, etc., etc., etc.; despachar un propio a San Felipe, avisando al intendente la catástrofe ocurrida, y pidiendo protección para los necesitados; hablar a varios vecinos con el objeto de mover su filantropía; un expreso a la comisión argentina para ponerla en movimiento; Carta al ministro Montt, reclamando la asistencia del gobierno, pidiendo médicos y otros auxilios; carta a los Viales y al señor Gana para que excitasen la caridad pública; al director del teatro para que se diese una función a beneficio de los que sufrían; un artículo a El Mercurio de Valparaíso para alarmar a la nación entera y despertar la piedad. Cuando todo estuvo hecho, las cargas en marcha, los correos despachados, y agotada la bolsa hasta el último maravedí, yo resigné el puesto buscando el reposo que reclamaban el pasar y repasar la cordillera como por apuesta, descender corriendo desde los Ojos de Agua hasta los Andes para sentarme a escribir largo y tendido. Contestáronme dos días después el señor Gana y el general Las Heras, en términos que recuerdo para su honra 1 (Recuerdos de Provincia.) 1 Señor don Domingo Sarmiento.
preciso que se limite usted a carne y pan, porque para ese mezquino soCompatriota y amigo: Por toda res- corro hemos agotado todos los recurpuesta a la muy apreciable carta de sos, y vencido dificultades de que sólo tendrá idea cuando venga y se usted, le acompaño esa orden para imponga. que con su resultado atienda usted a dar carne y pan a los infelices arAhora mismo excitamos a los de gentinos hambrientos que vienen. Es Valparaíso a ver cómo nos ayudan a - Santiago, octubre i de 1841. -
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LAS CULEBRINAS DE SAN MARTU En 1845 llegaba a París, y lo primero que solicitaba mi curiosidad entre los grandes 11U)flUrnefltos, era la figura (le San Martín, el héroe (le la Independencia, al que adherían nuestras ardientes simpatías de patriotas. Ver a San Martín, hablar con él, era mi gran anhelo que debía realizar con Manuel de Guerrico, introduciéndome en su presencia. Cosa singular y que viene bien recordar aquí. Mi primer escrito en la prensa de Chile, mi diploma de escritor americano, ¡nc viene de la descripción de la batalla (le Chacabuco, y lo que va del 11 de febrero al 5 de abril de 1841, fecha del aniversario de Maipú, que también describí, había bastado para dar al joven emigrado oscuro, una posición brillante y asegurarle la amistad del general don José Gregorio de Las Heras, que cultivé largos años, así como del general Dehesa, del coronel de la Plaza, y del famoso coronel Barañao. Todos estos jefes me ayudaron con sus testimonios a redactar socorrer a nuestros infelices compatriotas. Ha sido solicitado el gobierno y nos ha prometido para esta noche las órdenes que pudiéramos desear para socorrer la afligida humanidad. El expreso ha sido despachado antes de la hora de llegada. Nada diré a usted de lo que ha conmovido la relación de los horrores que usted no ha hecho más que indicar. Esto dejémoslo para sentido. Abrace usted a los valientes y desgraciados. Somos argentinos y son argentinos. Algún día Dios nos dará patria, y habrá gratitud para los beneméritos, o no merecerá aquel país tener tales hijos. Adiós, amigo. Siempre afectísimo
de usted.— l. Gregorio de Las Heras.
El escribiente saluda a usted y a todos los valientes desgraciados. Señor don Domingo Sarmiento.
Santiago, jS' de octubre de 1841.
—Apreciable señor: Espantado de
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la catástrofe que usted me anuncia, salí al momento a casa de Orjera, donde acabaron de imponerme de las desgracias sucedidas en Mendoza. Extremadaniente sensibles a tantos males no hemos hallado otro arbitrio para detener el progreso de los más urgentes, que levantar una suscripción implorando la generosidad de nuestros compatriotas en favor de las infelices víctimas de la causa de la civilización. Ya se están dando los primeros pasos; y debe usted creer que, si el éxito corresponde a nuestro empeño e interés, se renscdiar:ín sin duda las más premiosas necesidades. Jamás he deseado tanto como ahora, en este instante, el ser hombre de influjo y fortuna; pero, para qué hemos de poner en cuenta los deseos? Hacemos lo posible; sólo me atrevo a ofrecer por ahora, juntamente con mi amistad, como su más apasionado servidor Q. B. S. M.
Josí Francisco Gana.
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una descripción de la batalla de Maipú, que debe ser tenida por la más completa y verídica, puesto que era escrita siguiendo el testimonio de los actores mismos en aquella brillante jornada, a saber: el teniente Dehesa que mandaba la guardia del campamento de Cancha Rayada, cuando los españoles en columna cerrada, asaltaron el campo por la noche; el general Las Heras que salvó del desastre la derecha, y el coronel de la Plaza, que mandaba la artillería argentina. • . Hizo más franca y cordial nuestra primera entrevista, una feliz reminiscencia del general. —Conocí un capitán de milicias de San Juan, don Clemente Sarmiento, a quien entregué después de la batalla de Chacabuco, los prisioneros españoles que debían llevarse a San Juan. —Es mi padre, señor, y yo vi llegar los prisioneros. —Pero. . . Debía usted ser muy niño. —Seis años justos, pues he nacido ci 15 de febrero y siendo el 11 de 1817 la batalla, los prisioneros han de haber llegado el 20, a más tardar. —Es raro acordarse. —Como si fuera hoy. Mi madre había quedado con sus chicos a cargo de mi tío el cura de la Matriz, el hoy obispo Sarmiento, y debía yo haberme escapado hacia la plaza, cuando oí la hulla de la llegada de gentes formadas y el alboroto popular de los que corrían de todas partes a ver los prisioneros godos, pues no se les llamaba de otro modo. Debí oír el nombre de mi padre que llegaba, y siguiendo el ruido de la gente, entre hombres y caballos que llenaban la calle (hoy Laprida) en que vivía el gobernador don Ignacio de la Rosa (casa de Ferreira después), yo aparecí azorado, pero sin desconcertarme, dentro del salón de recibo del gobernador, buscando con los ojos a mi padre, y una vez encontrado y sabídose que había pasado por entre las patas de los caballos, don Ignacio de la Rosa me tomó en sus brazos. . . y he aquí mi primera campaña militar. . . (V ida de San Martín.) *
Almorzábamos en casa del escribano Mayorga, que nos estaba preparada, cuando se presentó doña Paula Rosas, esposa del oficial mayor de Gobierno, preguntando despavorida: —Con esa calma se está usted, mientras ya vienen a prenderlo, con orden de tomarlo vivo o muerto? MA
SARMIINTO - TEXTOS I'UN1)A\WNTA!FS Corno no era para imaginarse en país que acababa de darse y de jurar una Constitución, la posibilidad siquiera de tales extremos, sirvió de pie forzado la noticia, para continuar de sobremesa, no obstante que aseguraba la señora saberlo de doña Juana Porven, a quien se lo mandaba decir el edecán de Gobierno, encargado de la prisión, quien la había prevenido por hallarse enferma, que no se alarmase si oía tiros. Insistía doña Paula porque me trasladase inmediatamente a su casa, y seguía dándosele, bromas por su credulidad, cuando seña, lando a una ventana, añadió Con voz lamentable y rostro Compadecido: —Ahí los tiene usted; ríase ahora. Pasaban, en efecto, soldados con los fusiles bajos y a poco cerraron el claro de la puerta con una reja de bayonetas cruzadas. Avanzóse un capitán, y con voz conmovida, esforzándose en hacerla terrorífica, apostrofó al huésped, diciéndole: —Está usted preso. —En buena hora. ¿Trae usted orden por escrito? —No necesito; soy ci edecán de Gobierno. —Es para precaver contra esas órdenes, que se puso el resguardo de que la orden debe venir de un juez. — Y o sé, señor, mi deber. —Muy bien; permítame ponerme una levita. Estaba en robe de chambre, y como me dirigiese al dormitorio, me siguió espada en mano y me hizo seguir con soldados, siempre con las bayonetas bajas. Otros dos se dirigieron hacia un piano, sobre el cual yacían dos revólveres. Preguntéle: _¿Cree usted, señor, que he venido a Mendoza con mi familia, a saltar paredes a mi edad? —Yo cumplo con mi deber, y no tengo que responder a preguntas de nadie. Lleváronme por esas calles de Dios, debo decir que dejando atrás los soldados; metiéronme en un cuartel, señaláronme un calabozo y pusiéronme un ccni:inela de vista. Antes que empezase la incomunicación de regla, pedí que me trajesen mi catre de carnpaña, y en llegando tumbéiuc en él, y Inc escapé de este pobre mundo por la puerta del sueño, sin entrar en otro, porque en la puerta me caí dormido boca arriba, como si me hubiera tomado todo el opio de la botica. Era el caso que no había dormido hacía cuarenta y ocho horas, y no hay conciencia por culpable que sea, que resista a la tentación; habiéndome ya sucedido, siendo capitán (le línea y cubrien-
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do la retirada de los sanjuaninos, para Coquimbo, después de la derrota del Rodeo del Medio en Mendoza, caerme de cabeza del caballo, no obstante saber que el enemigo no daba cuartel, y dormir como un bronce, hasta que ci asistente me puso de pie, velis nolis, mostrándome el enemigo cerca. A la oración, hiciéronme en ci calabozo igual operación; dos soldados me forzaron a sentarme, restregándome vo los ojos, persuadido de que estaba en las casas de Uspallata y el arriero me despertaba para emprender la última jornada. Hízome volver a la realidad la voz del general Rosas, de Mendoza, que me notificaba cortésmente la causa de mi prisión. Se me acusaba de conspiración. - ;No es más que eso? —contesté—. No embrome con zonceras. Y pedí permiso para echar otro sueñito, como aquel coya que habiendo dormido hasta la tarde, se puso de pie, desperezóse, tendió de nuevo el poncho, y exclamando: — A zzá lo verás, cuerpo vil, echar el hiel, durmiendo... —se durmió a más y mejor. La pesada modorra esta decidió, sin embargo, de la sentencia de la causa, pues que viendo todos lo animal de semejante sueño, que no puede imitarse, porque no se pueden hinchar los ojos a voluntad, abotagado el rostro, etc., y demás síntomas del sueño letárgico, fue preciso convenir que tal hombre era inocente hasta de pecados veniales, a no ser un Napoleón durmiendo sentado, a a víspera de Austerlitz, en lo que pudo haber algo de consumada táctica, para obrar sobre el ánimo del soldado, tan segura tendría la victoria; y el general Paz, sin cabecear delante del fogón del campamento, ganaba las batallas, porque los soldados y el enemigo creían que no las podía perder. Acusábame de propósitos subversivos un chasque llegado de Valparaíso, según lo supe después; y lo confimiahan los peones y allegados que venían conmigo, un cierto número de armas de fuego y balas que traía, y esta idea tan natural; ¿a qué ha de venir, sino a conspirar contra el orden establecido? Yo no había tomado cartas en la revolución de setiembre, y habiendo quedado la República dividida en dos, creo que fui el único argentino que no aceptó de plano hecho tan deplorable. Natural habría sido, por la abstinencia primera, suponer que vendría para emprender su curación, antes de que cicatrizase, volviendo a Buenos Aires a trabajar por la unión, según consta en mi carta A los Electores, negándome a aceptar un asiento en la Legislatura del Estado de Buenos Aires, VIM
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Pero, como nadie lo intentaba —véase si no el rechazo de la misión Paz, llamada "la traición en berlina"— nadie tampoco admitía que hubiese quien la solicitase. La acusación me ponía en confabulación con tres individuos, a quienes no conocía, alguno ni de nombre; y en el último alegato, el ministro de Gobierno vino a sentarse, declarándome cómplice, al lado del reo principal, y el oficial mayor del mismo Ministerio, don Damián Hudson, fue el defensor. Don Franklin Villanueva era el acusador de derecho. El reo expuso en su defensa, que todo el cargo estaba montado en un mito popular, cuyo origen no conocía, por no ser mendocino y no haber hablado en las 24 horas en que estuve libre, sino con aquellos cmpledos públicos y con el escribano de la causa, que le había ofrecido su casa. Figuraba en la causa un. número 300. Trescientos caballos le venían de San Juan, trescientos hombres le esperaban y no sé qué Otros trescientos, ni de qué, entraban en el enjuague. Lo de las armas, tenía algo de grave. Constaban de un rifle, revólver Kolton, valor de cien fuertes; una carabina Minnié, dos fusiles de cargar por la culata, recién llegados, dos revólveres de uso: todo ello introducido por la Aduana. Iban además, dos mozos de servicio (que eran veteranos), sus familias, un impresor y un francés de paso para Europa. Era regular que se vaciasen balas en moldes para armas de tan diversos calibres, y ésta era la acusación deducida de la declaración del negro que las fundió, diciendo que era un montón... ¡así! ¿Y qué menos, si sólo se daban de dotación veinte a cada uno? El no ser armas del Estado, y por el contrario, todas (le lujo, y ser militar el poseedor, echaba por tierra el cargo. Pero en la hora de la sentencia apareció el enemigo malo del reo, que como se sabe fue siempre su conato de cometer un crimen, sin que su mala estrella se lo permitiese nunca. El centinela que lo mantenía incomunicado en los altos del Cabildo. dos días después de haberlo acusado otro centinela de hablarlo el reo, por preguntarle en vista de sus andrajos y su porte marcial: "De qué cuerpo de San Martín fue usted?". Esta vez era el centinela que le hablaba quedito, diciéndole: —Soy sirviente de don Indalecio N., y anoche decía allí el juez Palma: "Si Sarmiento no anda vivo, mañana va a perder su causa"; se lo aviso para su gobierno. Vuelta a pedir el reo al tribunal. ..Lea usted este escrito, y diga si su contenido es suyo, Kei
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A una ojeada lo reconocí al muy indigno, era mío; pero de Otra letra, autorizado: es copia, Benavídez. —No conozco, señor, este escribano en San Juan, y los conozco a todos. —No; es el general Benavídez; léalo usted, sin embargo. —Es excusado, señor; no es mi letra, y no es escribano el que copia, y tales papeles un Tribunal de Justicia no puede aceptarlos. Póngalo así, señor escribano—. El semblante risueño de éste, acreditaba que había dado en la tecla. Se me mandó retirar, y fui absuelto, sin restricción alguna, aunque el Fiscal lo pedía. Cuando pude hablar expliqué lo ocurrido. Desde Chile había escrito a Benavídcz, induciéndolo a separarse de Urquiza y reparar su ausencia en Caseros, sirviendo de intermediario para la reunión de la República. Pero, para qué invocar el derecho de petición que autoriza estos actos, cuando son dirigidos al mismo gobierno, sin escándalo? Puesto en libertad y ufano de mi triunfo, recibía y pagaba visitas, recorriendo los alrededores de la ciudad, testigos de mis hazañas de dieciocho años, chivateando a los enemigos en las guerrillas que mandaba don Joaquín Villanueva, con quien hice migas, y me valieron del general Movano, mi segundo jefe, un arresto y prohibición de apartarme del cuartel general. El ministro Villanueva y el gobernador Segura dieron a los tres o cuatro días, en hacerme decir, en vía de prudente consejo, que sería bueno tratase de regresar a Chile, para evitar habladurías; y como yo echase plantas de no oír consejos que tendieran a coartar mi libertad de entrar y salir, según el texto expreso de la Constitución, creyeron deber insistir, alegando que no siempre podrían responder de mi seguridad. Yo insistía en mis jactanciosos y altaneros propósitos, en público, lo que no impedía que en privado hiciese alistar carga y arrieros y tenerlo todo listo a la primera orden. Había un secretico que nos guardábamos recíprocamente, y era que, al llegar a Mendoza y bajo la impresión primera de que iba a convulsionar la provincia, y de allí la República, habían avisado al Paraná mi llegada y malos propósitos. El gobernador temía ahora las consecuencias, esperando por horas órdenes del Gobierno Federal. Yo, por mi parte, estaba de ello segurísimo, y no las tenía todas conmigo; pero calculando el tiempo necesario para que llegase un chasque al Paraná, pasase el río, proveyesen lo conveniente y regresase, no podía llegar antes de veintidós días la temida orden.
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SARMIENTO - lExios FUNDAMENTALES Echando balacas, pues, de hombre que nada teme en una nación constituida, me dejé andar hasta los dieciocho días y poniendo los pies en polvorosa llegué sano y salvo a Uspallata, el día mismo que entraba con una partida de doce hombres del Paraná, un Ayudante, casado en San Juan con doña Mercedes Herrera Carril, con orden de conducir preso al Paraná al conspirador que había huido de hallarse en Buenos Aires para la del 11 de setiembre. No se guardó el secreto al llegar el oficial, que me creía preso y custodiado, y cuando supo que el pájaro era ya el cóndor que se cierne tranquilo sobre las altas montañas, contemplando las escenas de los valles, sintió la vergüenza de su situación. (V ida de Dominguito.) * Ha dicho don Domingo Godoy que recién me estoy civilizando aquí, y es la pura verdad. Mis amigos y las personas que me tratan de cerca, se ríen de mi torpeza de modales, de mi falta de elegancia y de aliños, de mis descuidos y desatenciones, y yo no soy de los últimos en acompañarlos en sus burlas. Tengo cierta cortedad huraña, descortés, que me hace estar mal en presencia de hombres colocados en la sociedad en más alta posición que yo. (Mi Defensa, 1843.) * Yo vivo en mi cuarto encerrado casi constantemente. No visito a nadie, ni aun a mis amigos, no me conocen los que iiie tratan más disipaciones que el teatro y los domingos en la Alameda. (Mi Defensa.) * Tú sabes que me curo poco de la opinión de los demás, y que soy yo siempre el mejor testigo que pueda citarse contra mí. (Carta a José Posse, 1845.) * Recordando haber escapado providencialmente de manos de seis bandoleros en 1831. Como Facundo salvado de las garras de un tigre, pude decir, entonces supe lo que era tener miedo. (Memorias.)
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CIRCULAR A LOS GOBERNADORES Yo dejo, excelentísimo señor, al gobierno de Chile el esfuerzo penoso, la violencia que a sus sentimientos de dignidad debe costarle, el deber de contestar en términos mesurados una nota en la que se registran estas frases: "el salvaje unitario D. F. Sarmiento; la criminal cuanto abominable furia con que el traidor D. F. Sarmiento, perteneciente a una logia sanguinaria e infame, conspirando del modo más alevoso e inicuo", palabras desmesuradas, epítetos ultrajantes que se creerían producción de un energúmeno o de un ebrio, si no estuviesen incorporadas en un documento oficial emanado de un gobierno reconocido. Me creo, pues, excelentísimo señor, vindicado ante la justificación de S. E. del cargo de conspirador que no justifica en manera alguna la carta que ha publicado el asustadizo gobierno de Buenos Aires, quedando esta vez demostrado lo que el estudio del corazón humano había puesto ya de manifiesto, y es, que los hombres que emplean para dominar a los otros el terror y la violencia, lo hacen porque no conocen ellos mismos otra pasión que la del miedo. Si aquellas manifestaciones de mi vida me constituyen un conspirador ante los ojos de S. E., en tal caso, puedo asegurar que la conspiración tal como la establecen mis antecedentes públicos y privados; la conspiración por la palabra, por la prensa, por el estudio de las necesidades de nuestros pueblos; la conspiración por el ejemplo y por la persuasión; la conspiración por los principios, y las ideas difundidas por la prensa y por la enseñanza; esta clase nueva de conspiración será, excelentísimo señor, de mi parte, eterna, constante, infatigable, de todos los instantes, mientras una gota de sangre bulla en mis venas, mientras un sentimiento moral viva sin relajarse en mi conciencia, mientras la libertad de pensar y de emitir el pensamiento exista en algún ángulo de la tierra. Yo envidio, excelentísimo señor, las dotes naturales de aquellos genios privilegiados que, como la persona del gobernador de Buenos Aires, desde una crianza de ganado, han pasado, sin otra pre paración, a ponerse a la cabeza de una nación para domar pueblos y desjarretar hombres. Sin aspirar a posición tan encumbrada, yo he debido proceder de un modo más vulgar y humilde, imitando el ejemplo y la práctica de todos los hombres que quieren servir a su patria. He principiado por aprender, por estudiar las ciencias que mi
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tienen relación con el gobierno de los pueblos, he viajado por toda la tierra, he enseñado a la juventud, lic escrito, en fin, para manifestar las ideas propias, fruto de aquel estudio en los que me han precedido, para prepararme a la vida pública, haciendo conocer el árbol por sus frutos. Esto me vale la consideración de que gozo en Chile y entre al g unos hombres cultos del mundo, la estimación de mis compatriotas y la proscripción de mi patria, y el epíteto de conspirador del gobierno de Buenos Aires. Réstame, excelentísimo señor, para terminar esta larga apología que de mi conducta elevo a la consideración de V. E., justificarme del vaticinio que en mi carta al general Ramírez hago de que "el despotismo de Rosas será imposible, no por las resistencias armadas (que no procura) ni por las armas coaligadas de las potencias extranjeras (que yo no he traído al Río de la Plata), sino que caerá por el ridículo, por el oprobio, por la humillación, por la esterilidad de los resultados obtenidos en veinte años de desastres, de persecución y de crímenes". (Diciembre de 1849.)
VIDAS PARALELAS Si la cuestión de Magallanes no suministra probabilidades de un pleito de cuatro años, de irritaciones (le toda la vida, entonces. entonces... se toma a algún pobre diablo de mampuesto para continuar la reyerta. Un quidam, un Perico de los palotes, un D. F. Sarmiento que ha escrito una carta, y contestado en La Crónica a las injurias que el ocioso de Buenos Aires le dirige en una nota oficial al Gobierno de Chile; pero que antes de enviarla a su destino, la hace imprimir y la remite a todos los caudillejos que le obedecen, como si se tratara del asunto más grave. Pero otra es la madre del cordero. Estos dos personajes son argentinos ambos, y no se entienden sobre la manera de gobernar a aquel país. Rosas sostiene que debe arruinarse a los actuales vecinos, aniquilar a los gauchos con la guerra permanente con todos los pueblos, para que los hijos de los extranjeros regeneren el país. Sarmiento cree, por el contrario, que al mismo tiempo que se proteja la innhigación europea, debe darse educación a los actuales habitantes, abrirles el comercio, darles garantías y seguridad, a fin de que no se embrutezcan y desciendan a la plebe. Ambos quieren la independencia de su país; pero Rosas
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quiere conquistarla a fuerza de armar reyertas con todo el mundo, y Sarmiento cree que basta con no incomodar a nadie para ser independiente. Ambos son escritores. Rosas produce volúmenes de notas oficiales al año, dirigidas a diez gobiernos sobre veinte pleitos pendientes; el otro produce volúmenes sobre educación popular que es su manía favorita, inmigración, correos, industrias, y demás cosas necesarias para la prosperidad de los pueblos. Ambos están dotados de grande actividad. Rosas la emplea en sitiar a Montevideo, invadir al Paraguay, reclamar el Estrecho, Tarja, etc., y negarse a todo arreglo con la Francia y la Inglaterra a quienes quiere forzar a que le den de mojicones. Sarmiento escribe, traduce y prepara libros y métodos para la enseñanza, y por entretenimiento y gana pan hace crías de gusanos de seda, de abejas, de conejos, de cerdos, lo cual le divierte sobremanera. Ambos son celosísimos de su libertad personal. Rosas pretende que sólo él tiene derecho de hacer lo que desea, y al que pretenda hacer lo mismo, sin más ni más le corta la cabeza. Sarmiento pretende, por el contrario, que los deseos de mil son más poderosos que los de uno solo, y que lo que el despotismo no puede hacer en un siglo, lo hace en un año la libertad de obrar de los individuos; y lo prueba con el ejemplo de los Estados Unidos donde la riqueza se dobla todos los años, hay 138 caminos de hierro, veinte mil naves en los ríos, y máquinas y poder; mientras que en la Confederación, gracias a que sólo don Juan Manuel se ha reservado el derecho de hacerlo, y de quererlo todo, la pobreza aumenta, la barbarie crece, los campos se despueblan, los indios los saquean, el comercio se destruye, ninguna ciudad nueva se funda, y todos lo pasan mal, excepto el don Juan Manuelito que lo pasa perfectamente bien, salvo cuando lo ataca el mal de piedra, que entonces se desahoga con algún pobre gobierno a quien le dirige un reclamo impertinente. Ambos aman las vías ejecutivas; Rosas proclama el exterminio de sus enemigos, a quienes llama salvajes, de puro tosco Y mal criado que es; mientras que el Otro que no ha muerto una pulga, sostiene que las vías ejecutivas se han de poner en activar la inmigración, en permitir la navegación de los ríos, en establecer correos, en dictar grandes medidas, que conviertan en diez años aquel desierto que se llama Confederación Argentina, en un estado rico y poderoso. Rosas dice: es preciso conquistar a Ta~ rija, Magallanes, Montevideo y Paraguay para engrandecer la república. Sarmiento dice: al contrario, es preciso reconcentrar sus fuerzas en poco espacio para tener poder; es preciso aumentar la población para ser fuertes, entonces imponerle la ley a los vecinos.
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SARMIENTO - IIXTOS FUNDAMENTALES Ambos son testarudos. Rosas se propone llevar adelante sus antojos por medio de Ja tenacidad, la astucia, la intriga y la opresión; el otro lleva adelante sus ideas a la luz del día, por la prensa, por los libros, por los periódicos, por la discusión. Todo lo que piensa lo dice y lo prueba, sin pararse en saber si le agrada o no a sus lectores; bástale que lo crea útil. Ambos son envidiosos. Rosas le envidia a su enemigo la mansa y quieta reputación que se ha hecho entre los argentinos de querer el bien de su país. Si lo hubiera Rosas a las manos, le torcería el pescuezo, y no pierde la esperanza de hacerle mal y algo peor aún en el país lejano que vive. Sarmiento le envidia el puesto admirable que ocupa, y si pudiera suplantarlo, lo que se promete para dentro de diez años, se forma mil castillos de todas las grandes cosas que realizaría con el concurso de todos sus compatriotas. Si su enemigo cayera en sus manos, no sólo lo dejaría vivir para que viese lo que él pudo hacer y no hizo en bien de su país en veinte años de poder absoluto, sino que lo haría su consejero de Estado, por la mucha experiencia de los negocios que ha adquirido en tantos años, por su conocimiento de los hombres, su rara astucia, su energía indomable, y otras cualidades eminentes que bien dirigidas serían de grande provecho para ci Gobierno de la Nación. Ambos hacen poco caso de la opinión y de la crítica. El uno desafiando la desaprobación de los buenos, y formándose una reputación execrable que en cuanto se muera (dentro de cuatro años) será la hablilla de la gente, el cuco de los niños, y el ejemplo del mal; ci otro formándose la suya con paciencia para dentro de diez años. . . (Crónica, noviembre de 1849. Obras: T. X X X V .) * Desde niño he enseñado lo que y o sabía a cuantos he podido inducir a aprender. (Obras: T. JI!.) * Llegaba de Europa y tomaba yo asiento en Valparaíso, en una mesa de huéspedes. Estaba allí un personaje chileno de espíritu travieso y que no había hecho muy buenas migas con el recién llegado. Comían poco menos que en silencio, cuando el taimado con voz autoritaria y afectando superioridad, dijo: "Domingo Sarmiento, páseme ese plato". El al parecer aludido tuvo sin embargo la presencia de ánimo de no mover un músculo, y como si nada hubiese oído, volvió la vista maquinalmente cuando vio, en efecto,
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un sirviente traer un plato. —Mozo! ¿Es usted de San Juan? —Sí, señor. —De Puyuta? — Sí, señor. —Hijo de don Rafael o de don Domingo? —De don Rafael, señor —Vengan acá esos cinco, que es usted mi primo, y alcance aquella botella de vino. (Sarmiento A necdótico.) * A Montt, enviándole la carta en que Buloz pone a disposición la "Revue de Deux Mondes": Guárdemela con cuidado; demostraciones así serán el rapé de mi vanidad para los malos trances. (Sarmiento A necdótico.) * A l Coronel Mur que llega a su casa de Y ungay a proponerle, en nombre de Rosas, la aceptación de un ministerio: Juro a usted que dentro de dos años lo encontraré en Buenos Aires y le cruzaré el rostro a latigazos. * Rawson en Y ungay: —Qué piensa hacer usted por su parte si la guerra a Rosas? —Hacer el general Urquiza se levanta NI la guerra de este lado, entrar a la Confederación en armas! - ¿La guerra, la sangre? Eso no! Y el debate duró dos días sobre esta extraña teoría de derrocar tiranías armadas, arraigadas, por otros medios que la violencia; en fin, hacer la guerra cuando se ha declarado la guerra. Para terminar este pueril debate, me levanté de mi asiento, y encarándolo, le dije: —Doctor, tiene usted la inteligencia de un sabio alemán, el corazón sano, pero rotos los brazos - y estrechándoselos por las sangraderas -: Ud. no hará nada en su vida. Esta profecía lo exasperó. Dios guardó al doctor Rawson para mejores cosas. Pero el diagnóstico de Yungay se cumplió. No hizo nada en toda su carrera política, sino estorbar buenas iniciativas. (Obras: T. X LIX .)
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CAMPAÑA EN EL EJERCITO GRANDE Un amigo: —Usted ha reñido con Urquiza y por tanto su juicio está preocupado. —Usted ha recibido un nombramiento de Urquiza y ha adquirido, por tanto, el don de lenguas. (Campaña en el Ejército Grande.) * Soldado, con la pluma o la espada, combato para poder escribir, (1uC escribir es pensar; escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizar el pensamiento, y este mi titulado Diario de la Campaña del Ejército Grande tiene por objeto dar cuenta a mis amigos de los hechos a que se refiere como de las causas que los produjeron, y los resultados que debiera dar y dará el triunfo de Monte Caseros, a que concurrí en mi doble carácter, arrastrando desde el Pacífico al campo de batalla aquella prensa de Chile que continuó fulminando y persiguiendo al tirano hasta las calles de Buenos Aires. Tienen estos apuntes la gloria y la recomendación de haber pasado en resumen por la vista de don Juan Manuel de Rosas, la víspera de la batalla, como si hubiese sido la mala suerte de aquel pobre hombre que yo había de estarle zumbando al oído: caerás. ya caes... ¡ya has caído! pues lo que leía en manuscrito estaba destinado para ver la luz después de su caída. Debió hallarlo, sin embargo, bueno y verídico, pues no lo rompió, y pude rescatarlo entre los despojos del combate, y hallar todos mis papeles, según la minuta del general Pacheco, en orden; y ¡cosa extraña y fatídica! amarrados todos con una ancha ¡cinta colorada! dMandábame Rosas en ella el cordón morado que debía amargar nuestro triunfo? Antes de todo, en todas las transacciones de la vida pública y privada quiero ser yo, siempre yo, tal como la naturaleza me ha hecho, y no deformado por las presiones exteriores. Por esta razón no consulto a mis amigos en los actos supremos de mi vida en lo que no tiene relación sino con mi persona. Esta razón debe satisfacerle. Como tuve el honor de decírselo al general (Urquiza) en mi última, era mi intención decidida no ponerme como ciudadano la cinta
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colorada que como militar llevaba; pues entre la obediencia del soldado y el sometimiento del ciudadano a actos puramente voluntarios, de los que ejercen poder, hago distinciones profundas. La cuestión de la cinta colorada era para mí, además, una cuestión personal. En Gualeguaychú el doctor Ortiz, mi compatriota y amigo, y don Rafael Furque, me previnieron lo que los señores Elías, Ponsati y Basavilbaso les habían indicado sucesivamente como un deseo del señor general; pero yo debía esperar a que él mismo me hablase de asuntos a que él por su insistencia, y yo por mi reisrcncia, dábamos una gran importancia. Cuando el señor Elías me dio el parabién por el lema impreso que llevaba mi papel de cartas, y en el cual había una pública declaración de principios, que ha sido adoptada después en Entre Ríos, por consejo del señor general, hice sentir a su secretario la diferencia que yo hallaba entre esta declaración espontánea de ideas y aquel símbolo impuesto y que traía antecedentes manchados por la tiranía de Rosas; y como el señor Elías abundase en el espíritu y modo de ver del señor general, esforcé mi idea asegurándole que jamás me pondría aquella insignia, para mí signo de terror y de sangre, con letras o sin ellas; que era una cuestión de honor, pues no habría más que leerme lo que contra ella había escrito, llevándola ahora, para quedar expuesto a la vergüenza pública. • . . ¿Había de ponerme la cinta, después de tan formales protestas? ¿Había de crearse una excepción en favor de mis convicciones? ¿Podía permanecer allí de piedra de escándalo, o sofisticando el espíritu de la cosa por usar traje militar? Usted ve que mi camino venía trazado; y como había tenido el gusto de decírselo al señor Elías en Gualeguaychú: —Yo no practico ni acepto el axioma de Rosas: de sacrificar a la patria, fortuna, vida y fama. Las dos primeras las he prodigado, a condición de guardar la última intacta, tal como yo la entiendo, pues sólo a las mujeres les hace o quita la honra la opinión ajena. • . . Más tarde se me apareció un viejo de setenta años, blanca la cabeza y cerrada de cabello como un faldero, y, como un faldero, tenía los ojos de lacrimosos. Contaré la escena por lo cómica, y para mostrar el disparate de Rosas en las reclamaciones a son de tambor mandadas a Chile contra mí. —De qué Sarmiento es usted, señor? —De los de San Juan, señor. —Sí; ¿pero de cual de ellos? Yo conozco a Tomás, a José, y muchos otros que ya han de haber muerto. —Soy hijo de don Clemente. —;Clemente! ¿Clemente, uno
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SARMIENTO - T1 - X1OS FUNDAMENTALES alto, que tenía una quemadura en la frente? Hace muchos años que viaja para Buenos Aires. —Ha muerto. —Pobre Clemente! —Y (acercando la silla y echando una mirada en torno) qué es del otro? - (acercando la silla y marcando las palabras). ¡El de Chile! —Soy y o, señor. - (Meneando la cabeza en señal de no haber sido comprendido y acercando la silla). —;E1 que escribe! —Bien, señor, soy yo. - Su paciencia se agotaba, acercó más la silla y me lanzo al oído la bruta parola: ¡el que ataca a Rosas! - Tampoco pude contenerme de reirme, explicándole menudamente el caso, como había venido, etcétera. Entonces el anciano empezó a retirar su asiento y mirarme con ternura; pero creo que con menos interés;¿le sucedía lo que a Galán? ¡era yo un pobre diablo! * En la tarde se movió el campo y tuve que alcanzarlo desde el Pergamino, donde yo había quedado. Esta vez el incendio de los cardales, que por todo el horizonte nos precedía, sucedió al ejér cito, y tuve ocasión de pasar un minuto, al menos, entre las llamaradas de uno y otro lado del camino. Rosas hacía quemar los campos para desemboscar los desertores que se escondían por millares entre los cardos y caballos que ocultaban los propietarios. El calor era sofocante, y las bocanadas de humo venían por momentos a cegarme, • . . Guardo para trabajos más meditados las numerosas observaciones que he hecho durante este viaje, y cuatro días que permanecí en los campamentos, con los datos preciosos que empiezo a recoger para cumplir a Rosas la promesa que le hice en el prólogo de la segunda edición del Facundo, de oir las deposiciones de las víctimas y de los verdugos. En este momento me ocupo de adquirir el fiador y la manea del, cuero de Avellaneda, gobernador de Tucumán, que para en poder de Benigno Oliden, residente hoy en \laldonado, oficial de Oribe, y quien lo sacó del cadáver e hizo de ella un arreo de su caballo. Si las obtengo, mandaré una de estas piezas al museo de París, para edificación de Guizot, de Mackau, Girardin, Balcarce y tantos otros sostenedores de Rosas. ¡Oh! ¡Me las pagarán! .El general volvió a Palermo, yo me despedí de mi jefe, y volví a comer a Buenos Aires, pues debíamos volver a reunirnos para los fuegos artificiales de la noche. Cuando esto sucedió supe
AUTOBIOGR Al lA por los edecanes que en la mesa había dicho, sin prevención: ¿con que no quieren ponerse la cinta en Buenos Aires? Sus edecanes soltaron el trapo, y cada uno le dijo, en los términos más amigables, lo que había en el caso: que la prevención era invencible por los recuerdos odiosos de Rosas, etc. Muchos de entre ellos obraban tanto, animados por la indulgencia del general como por una fuerte reconvención que yo les había hecho el día anterior. Don Diógenes, encontrándose conmigo la víspera en los corredores de Palermo, inc dijo: ¿qué le parece esta tenacidad del pueblo de Buenos Aires? ¡Si mi padre les arruga la frente no han de saber donde meterse! Yo me había propuesto no provocar manifestaciones; pero provocado, no retroceder por una prudencia egoísta. Llamé, pues, a los que estaban cerca, para precaverme de calumnias, y le dije a don Diógenes: Me pide usted mi parecer, y quiero dárselo: ustedes, dirigiéndome a todos, usted que es su hijo, tienen la culpa de que el general se extravíe, y pierda el prestigio que necesita para gobernar la República. Esta cuestión de la cinta subleva resistencias que van a sernos fatales. En Buenos Aires, usted lo sabe, la cinta son los degüellos, los parches de brea puestos a las señoras por la mazorca. —Sí, pero son ustedes los que se oponen. —Acepto el ustedes. ¡Los salvajes unitarios! Enhorabuena. Las negras de Buenos Aires no llevan la cinta colorada ahora, y a ninguna mujer, ni a la de Baldomero 1 se la harán poner. Usted lo ha visto. Usted lo sabe eso. ¿Quiere usted una prueba más clara de que la aversión es general, instintiva? Pero vamos a los salvajes unitarios. En cuanto a mí, don Diógenes, nadie hay aquí que tenga derecho a llamarme salvaje; y por lo de unitario, usted lo sabe que soy quien se encargó de explicar la federación, y darle significado económico. No acepto ni uno ni otro cargo, por necios. Pero hablemos de hechos. El 4 de febrero todo Buenos Aires pisoteó la cinta colorada en las calles, se las arrancaron del pecho a Mansilla, en presencia del coronal Virasoro, y ese día, como hasta hoy, no se vio más ni cinta ni chaleco colorado. Alsina, López, Mármol y los unitarios no han venido hasta el 10 de febrero. Son, como usted dice, unos cuatro. ¿Y usted conviene que cuatro hombres sin medios, sin poder, tienen más influencia que su padre con treinta mil hombres? ¿Dice usted que se la pondrán si su padre les arruga la frente? La pondrán hasta en las murallas como en tiempos de Rosas, ¿pero y las consecuencias? Su padre está destinado a gobernar la República, y si en estas bagatelas muestra tan poco 1 García, abogado, muy rosista.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES miramiento con la opinión, ¿qué cree usted que esperen para después? —Entonces usted quiere que mi padre ceda? —Sí, pues, amigo. —Entonces usted desaprueba su conducta? —No se olvide, don Diógenes, que estoy hablando con el hijo del general; desapruebo todo lo que le perjudica, todo lo que le prepara resistencias, todo lo que trae desafecciones y división en la opinión. —Mi padre lo que quiere es uniformar la opinión. —Pero no ve, amigo, que unifornia los sombreros y divide los espíritus? • Lntrc las singularidades de esta excursión, era una la de haber tenido ocasión de tratar de cerca, con intimidad, a algunos, a casi todos los personajes que han figurado, o habían de figurar, en el drama argentino. A bordo del Pince me encontré con el general Mansilla, cufiado de Rosas, el hijo de éste, el seíior Terrero, y el comandante Magnan, que se decía el confidente de Rosas, y que fue quien lo embarcó en el Locust. Estaba, pues, en medio del séquito de Rosas. Los primeros días se pasaron en tentativas de aproximación, hechas con decoro de parte del general, y de la mía aceptadas sin esquivez como sin prisa. A bordo las ocasiones se presentan a cada momento. El general había hablado de mí ante los pasajeros, atribuyéndome una parte exagerada en la caída de su hermano. Al fin me habló, preguntándome de Oro, si lo conocía. El terreno era bien escogido, y inedia hora después las paces estahan firmadas. El general había permanecido un mes en las balizas de Buenos Aires, solicitando en vano se le permitiese desembarcar. Prudencio, Gervasio Rosas, el general Pacheco no habían sido molestados. Mansilla no había servido después de Tonelero; habíase justificado victoriosamente del cargo de haber ordenado el saqueo con que la opinión lo había manchado. ¿Por qué no se le permitía volver a su casa? El general Mansilla me dijo que creía que era porque había sido antes gobernador de Entre Ríos, y dejado simpatías, olvidadas para todos, menos para el celoso general. Nuestras relaciones fueron haciéndose más fáciles, nos hablamos con Terrero y Magnan, más tarde con el joven Lucio Mansilla, muy estimable, muy bien educado, y que creía tener motivos de queja personal contra mí, y me lo manifestó con cordura, delicadeza y dignidad superior a sus años. Acababa de regresar de un largo viaje: había visitado la India y el Egipto, y volvía a salir para España acompañado de su padre. Todos sus amigos, y entre ellos López, han asegurado al general que usted no lleva el proyecto de escribir contra él. El
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otro día dijo que le encontraba dos defectos: muy aspirante y muy engreído. Después añadió: Yo sé que Sarmiento piensa escribir contra mí; pero yo lo he de confundir con mi conducta." Parece que esta vez no hallaba que hubiese de chillar en vano la prensa de Chile. Sin embargo, entre aquellos cargos, más ligeros que infundados, se reconoce cierto aprecio de mis motivos, cierta mesura de los cargos. Confundirme con su conducta era a propósito para hacerme caer la pluma de la mano. El cargo de engreído es muy paisano para que deje de tener fundamento. El general Urquiza es juez conipetenc en materia de servilismo. En cuanto a ambición, debe ser muy infeliz la mía que da ciento en la herradura y ninguna en el clavo. Ambición que principió el año 1829 cerrando una tienda y alistándome soldado; ambición que en 1836 me hizo sordo a los buenos oficios de Benavídez para obtener en cambio la prisión, y la amenaza de muerte, violencias y el destierro; ambición que me hizo el órgano, el apóstol diez años de las ideas consignadas en las bases del doctor Albcrdi; ambición que cuando todos los escritores argentinos dormían en Chile, me tenía solo en vela contra la tiranía; ambición que cuando aún no asomaba en el horizonte Urquiza, le ofrecía su concurso para elevarse; ambición que, apenas declarado contra Rosas, me llevó a su lado como político y como soldado; ambición que, por una bagatela de conciencia, se cerró el camino a los honores, abierto de par en par para los que, sin ambición y sin darse tanto trabajo, llegaban a ellos sin más que ceder a lo que yo me negaba; ambición que cuando el mal triunfa y los buenos se dividen, se esconde en un oscuro rincón, mientras las carteras pasan por su cabeza enviadas a los que no tienen aquella mala pasión. Ambición, en fin, que cuando la lucha comienza de nuevo, sale a la palestra defendiendo a Buenos Aires en las provincias, olvidando que son trece contra uno, y que la política aconseja estar siempre, no a lo recto y justo, sino a lo conveniente. Fueron ministros Gutiérrez, fuéronlo Alsina, Gorostiaga, López, Peña, Cáceres, Pirán, Galán, y embajadores, don Diógenes, Alberdi, Irigoyen, Guido y otros; y yo, que había hecho todo lo posible para que no me hallase bueno para nada el dispensador de empleos, soy el ambicioso más engreído, y, como tal, el más inhábil de la tierra. Van veinte años de fiasco permanente para esta ambición tan desaprovechada, y temo que le quedan otros veinte para su eterno escarmiento. De paso la República, la moral, la civilización, y hasta los constitucioneros, como diría el general Urquiza, han de, lo espero, recoger algo de las indiscreciones del ambicioso, que no LOJ
sAR..\lINro - FtXTOs FUxl)A\IFNtALLS sabe jota de política práctica. L-Iay, empero, otra cola del perro de Alcibíades que el general no vio: mi vanidad, muy conocida en Chile y muy explotada. De manera que a esta malhadada e indiscreta ambición se le puede cantar aquel chistoso versito de la zambacueca: ¿Para qué vas y vienes, Vienes y vas, Si otros con andar menos Consiguen más?
(Campaña en el Ejército Grande, 1852.) *
Vivo solo corno un presidiario. Rasguño la silla en que estoy sentado, tallo la mesa con el cortaplumas y me sorprendo mordiéndome las uñas. Estoy lleno de canas, mi pecho cede desde hace dos meses, y mi salud conmovida sin quebrantarse, me quita aquella bestial seguridad que hacía la fuerza de mi carácter. • . . Ustedes viven en las agitaciones del foro, de la tribuna, de la prensa y del campo de batalla; viven porque eso es vivir. Yo muero aquí corroído en la inacción por los tormentos del espíritu. (Sarmiento-Mitre. Corres pondrncia. Chile, 1852.) *
La serenidad de su espíritu no deja a usted comprender las pasiones y los caracteres trágicos. (Sarmiento-Mitre. Correspondencia.) *
y ya estoy más resignado, aunque el recuerdo de sus gracias infantiles, sus juegos conmigo, me haga llorar más que la idea de su trágica y sangrienta muerte (de Dominguito). No puedo recordarlo sino alegre y riendo y esto me hace sufrir más. (Carta a Ma-
ría Mann, 1866.)
* A un estanciero legislador que esgrime el argumento de que la de Buenos A ires "es una sociedad muy aristocrática": Sí, una aristocracia con olor a bosta (le vaca. (Sarmiento A necdótico.)
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AUTOBIOGRAFIA * A otro que dice: - Si a cada mozo de los que llaman liberales se les da vuelta patas arriba no se les caerá un cobre del bolsillo. - Pa-
tas arriba o patas abajo a usted no se le caerá jamás una idea. Toda su respetabilidad la debe a la procreación espontánea de los toros alzados de sus estancias. (Sarmiento A necdótico.) * A un espadachín que lo desafía a duelo por los diarios: - Acepto el duelo. Hora: doce del día. Lugar: Plaza Veinticinco de Mayo. Padrinos: Jefe de Policía y Arzobispo. ¡No sea zonzo! (Sarmiento A necdótico.)
*
Ahora que dos o tres de estos sabios verdaderos andan pensando traducir el Facundo en inglés, me acuerdo de Florencio Varela, que al llegar yo a Montevideo me hizo en mis barbas el cumplido de que ese libro no valía nada ( ... ) A los pocos días vino a pedirme ejemplares porque Deffaudis y todos los europeos le decían que era el único libro americano que merecía ese nombre. (A mbas A méricas.) *
siguieron el mismo plan. . . de molestarme, de desaprobarme, desaprobando lo mismo que me ordenaban hacer, sin más intento que mostrarme su superioridad. (A mbas A méricas.) * Sobre la muerte de su madre. Como estuviese tan avanzada en años, hacíame materia de jocosidad toda vez que hablaba de morir, diciéndole que iba a vivir un siglo; y conmigo hizo un convenio para que donde quiera que me hallara vendría yo, cuando ella me llamase, para que la acompañase a dejar esta vida. Hízolo así, y la guerra civil me estorbó por lo pronto; pero al partir el ejército para San Juan le escribí del camino el 22 de noviembre de 1861: "No le permito morirse antes de que yo llegue." En San Luis, en el camino, encontré a un sacerdote que venía de San Juan - Y mi iadrç? - Yo la ayude a morir el 2 l, y me encaró decirle silo
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES veía que lo bendecía y que no había podido esperarlo más. (Boletín de la A cademia A rgentina de Letras, T. IV .) * Qué poeta griego habría imaginado hacer que saliesen a mi encuentro los escapados del desastre del Pocito, para recibirme sobre el sitio en que mataron a Aberastain? (Obras: T. X LIX .) * No debo ocutar1e que todos mis amigos desean y erme más bien en el Congreso que alejarme a los Estados Unidos y a mí me sería indiferente. (Sarmiento - Mitre. Correspondencia.) * En 1864, antes de partir de San Juan a Estados Unidos, mirando hacia Buenos A ires y haciendo un corte de manga a alguien: -¡Te embromaste! Más que nunca seré Presidente. Cuando más lejos, más hermoso. Me idealizan. . . (Sarmiento A necdótico.) * En otra anterior a que contesté largamente, atribuía usted mis actos al deseo de obtener aplausos de plaza pública, y esto en nombre de la amistad: ahora son los de las mujeres de Lima, cosa que usted observa en nombre de unas pocas canas que le han Salido. Guárdese de las fascinaciones del poder que nos hacen creer que crecemos en años, prudencia y saber, mientras los otros descienden en la misma proporción, hasta producirse aquel fenómeno óptico de ver a los hombres, desde tales alturas, como granos de mostaza. (Sarmiento - Mitre. Correspondencia.) * Tengo una curiosidad insaciable, inextinguible; nadie habrá visto más que yo, aunque muchos habrán viajado más. Véolo en la muchedumbre que me acompaña; conversan, leen, duermen; sólo yo estoy pegado al vidrio de la ventanilla del tren, desde que amanece hasta que oçhççç, mirando con los ojos fijos
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siempre, viendo desfilar bosques, maíz, papas, casitas, fábricas, villas, cascadas, y siempre viendo, mirando, alegre, silencioso, contemplativo. Todos los árboles nuevos para mí me llaman la atención y si una yerbita es de mi país, yo la saludo al paso, como a un amigo. Si en las ciudades me pierdo vagando por las calles, bástame fijarme en los millones de letreros, en las estampas de la litografía. Luego reconozco uno al cual le faltaba la A, o un retrato de Lincoln o de Grant colocado a la derecha, y me basta para orientarme, porque todo, letras, estampas, arquitectura, lo había admirado bien. Este panorama de centenares de leguas que van pasando deja sus impresiones que se perpetúan en recuerdos... Más tarde en sueño, en las horas de contemplación, en este vivir la vida interna, estos depósitos de imágenes se iluminan de por sí, se mueven y avanzan al frente, y la imaginación les da vida, volviendo a viajar gratis, sin que ningún oportuno le diga al oído: your ticket. *
De regreso a Boston estábamos invitados el 26 a una tertulia de gentes de las clases más distinguidas. • . . La mayor parte de las señoras habían estado en Europa y hablaban francés. Con varias tuve este diálogo con sus variantes: —Qué idioma se habla en su país de usted, señor? —El castellano, mi señora. —Pero, ¿y en la corte hablarán francés? —No tenemos corte. —Pero, el rey, cómo está sin corte? —No tenemos rey; nuestro gobierno es republicano, federal, como éste. —Ah! perdóneme usted. No sabemos palabra de aquellos países. (A mbas A méricas.) *
Yo, desesperado de servir a mi país, porque prefiere a los prestidigitadores que lo divierten, sigo mi camino, consagrándome a preparar el remedio que otros aplicarán más tarde, cuando se convenzan de la eficacia de la panacea. (Carta a Posse, febrero de 1865.) * La Gaceta Mercantil y los Mensajes de Rosas hicieron odiosamente popular el nombre del "pelafustán" Sarmiento; y después de que ci tirano cayó, aquel hombre no pudo en muchos años la-
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SAR\1I[NTO 1IXT1OS FUNDAMENTALES varse de la desconsideración ante la juventud que había mamado con la leche, en Buenos Aires, aquellas oficiales difamaciones. Tomólo Alberdi por su cuenta, y en las provincias, antes teatro de sus trabajos, quedó por años vilipendiado. En San José y en el Paraná había oficinas de difamación. Villergas se contó por su sarmienticidio entre los santos del calendario federal. Retirado a San Juan, después de haber llevado a cabo la grande obra de la unión de la República, que no tuvo de uno y otro lado más constante operario, Rawson se encargó de proseguir la obra de Alber_ di, presentándolo como anarquista y poco entendido en asuntos de gobierno. Los efectos producidos en la opinión de entonces han quedado consignados en la prensa. La difamación personal no durmió mientras tanto. Un Calvo hizo sus hazañas. El comercio de Buenos Aires estuvo largo tiempo persuadido de que se había servido del tesoro de Buenos Aires como ministro para revolucionar a San Juan. De su misión a los Estados Unidos hubo sólo palabras dichas en el Senado, que a la distancia irían a sonar dolorosamente en sus oídos. La muerte de su hijo, que tanto debía desgarrar su corazón, le llegaba con insinuaciones pérfidas de la prensa denigrando su carácter moral, en cuestiones que con el trabajo sordo, lente, durante seis años de ausencia, han sido juzgadas, decididas por la opinión, según el relatorio de abogados oficiosos. Mañana será éste, el otro, aquél el que tome su nombre y lo haga para sus fines, el loco, el ignorante, el asesino, el malversador, el tirano, el anarquista, porque no hay para la detractación necesidad de ser lógico. se hará al fin justicia tardía a Sarmiento, y los móviles de sus detractores serán conocidos, pero esto no quitará que pase su vida limpiándose del lodo con que lo salpicaron los unos, para recibir el nuevo que otros le prepararán. (A mbas A méricas.) * Soy gaucho civilizado y sé extraerle al caballo la última gota de marcha que puede suministrar, estrujándolo hasta que quede estirado e inmóvil. (V iajes.) * No hemos respondido una sola palabra a Villergas, el más refutable de todos, o con muy pocas, porque no había ni un objeto ni
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una pasión que nos moviese a ello. Su diatriba no se ligaba a nada que nos fuese caro, y, si ha habido personas ante quienes flOS ha dañado, si no es por simpatías de nacionalismo, nos importa poquísimo la falta de criterio que revelan al aceptar tan gordos desahogos. (Sobre sus detractores.) *
El correo de Chile trae noticias espléndidas del triunfo de los Estados Unidos sobre los rebeldes, corno desgraciadas de Méjico. Estos dos hechos se enlazan entre sí, y dan a mi misión, sin que ése sea su objeto ostensible, un carácter providencia¡. Me creo llamado a fijar la opinión de los Estados Unidos sobre la América del Sur, y me considero el único de sus hijos que se halla preparado para contener los progresos y tentativas del despotismo imperial. E. . .1 Me dará aquella colosal empresa pábulo a la necesidad de acción inteligente que me consume; y el género de gloria a que puedo con más derecho aspirar - irradiar la libertad, la educación y el gobierno sobre toda la América—. (Carta a Mitre, 1865.)
*
¡Señor, habed piedad de mí! Ya no tengo lugar en mi corazón para nuevos dolores. (Sobre la muerte de su sobrino Marcos, después de la de su hijo Dominguito. 1867.) *
He debido mucho del pequeño éxito de mi vida, dados sus desapacibles comienzos, al don precioso de saber acordarme, o recordarme a tiempo, lo que me impresionó un día. Ese fue mi talento. (Sarmiento A necdótico.) *
Era el caso que a fuerza de abnegación personal, para no estorbar a nadie su camino, llegué a empequeñecerme tanto a los ojos de los aventureros felices, que vine a ser al fin la piedra de esquina en que alzaban la pata todos los perros. Me habían tomado para ensayo de sus fuerzas, a punto de hacerme a mí mismo dudar de si no era esa mi posición respectiva. (Carta a José Posse, febrero de 1866.) *
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Esa es tu patria y la mía. ¿Qué crees que haré? Mi deber. Luchar con las dificultades, infundir nuevas ideas, desbaratar, si puedo, la calumnia y establecer un sistema de gobierno regular. 1. . Si no me hacen perder el tiempo en disputas de colegiales, estableceré sobre bases sólidas la República. Si no puedo, por la indolencia de los buenos y la actividad de los malos elementos, habré conquistado esa pobre gloria, la única posible en América, de haberlo intentado. (Carta a Posse, 1869.) *
Aquí continúo con las tareas de Presidente, trabajo de mula. Mas lastimosa cuenta tengo que darte de tu pedido tan cariñoso, tan de amigo, de venir unos días a pasarlos conmigo en mi cuarto, para hablar de cama a cama. Ven, si quieres aceptar esta precisa condición, pues en la casa en que vivo no hay una sola pieza de que disponer. Mi sirviente sale a dormir a la calle. He aquí a un Presidente en condiciones bien estrechas. (Carta a Posse, diciembre de 1872.) *
Tengo una enfermedad de desencanto de nuestro país y de nuestra capacidad gubernativa que, a aplicarla y fundarla, te haría caer las alas del corazón. No creas que es la vejez. (Carta a Posse, diciembre de 1877.) *
He querido, señor presidente, que la barra me oiga una vez, que vea toda la libertad de que soy capaz. Y es una pérdida para el país que ustedes encadenen, humillen y vejen a un espíritu que ha vivido sesenta años duro contra todas las dificultades de la vida; que ha sufrido la tiranía, que ha sufrido la pobreza que ustedes no conocen, y las aflicciones que puede pasar un hombre que no sabía en la escuela sino leer, y que desde entonces viene abriéndose camino con el trabajo, la honradez y el coraje de desafiar las dificultades. (Discurso en ci Senado, 1875.) *
Mitre me lo repitió tantas veces y con frases tan poco disimuladas que un día le dije con el mayor respeto: no sea zonzo, y ha dejado de niolestarme, (A mbas A méricas.)
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Tengamos confianza recíproca. Nos la debemos. Contóme alguien que reprochándole un sujeto de estar conmigo, Contestó: "Si Sarmiento piensa hostilizarme, yo lo he de saber por él mismo, mientras que otros me dan la mano de amigo, escondiendo el puñal que me asestan". Yo acepto el primer concepto porque lo merezco. (Carta del Presidente al general Urquiza.) *
Si las voces de reprobación, si los gritos que se dan, si la fuerza del número que pesa sobre mí principalmente son medios de coacción para hacerme pensar como desean los que piensan en contra de mis ideas, yo diré que. . . no conocen la historia. Y o soy don yo, como dicen, pero este don yo ha peleado a brazo partido con don Juan Manuel de Rosas y lo ha puesto bajo sus plantas, y ha podido contener los desórdenes de Urquiza, luchando con él y dominándolo; todos los caudillos llevan mi marca. Y no son los chiquillos de hoy los que me han de vencer. Viejo como soy. (Discurso en el Senado, 1875.) *
Yo estoy hace tiempo divorciado de las oligarquías, de las aristocracias, la gente decente a cuyo número y corporación tengo el honor de pertenecer, salvo que no tengo estancia. (Sarmiento A necdótico.) *
Soy un ente raro. Otros lo son mucho más, sin apercibirse de ello. Soy un intermediario entre dos mundos distintos. Empecé a ser hombre entre la colonia española que había concluido y la República que aún no se organizaba; entre la navegación a vela y el vapor que comenzaba. Mis ideas participan de esos dos ambientes. Yo soy el único que quedó todavía gritando: ¡mueran los godos! Pertenezco a los viejos revolucionarios de la independencia, y voy con la teoría de entonces y la práctica norteamericana, contra lo que queda de la vieja colonia. (Diario del Merrimac, 1868.)
Me prometiste un mundo de enredaderas de Tucumán, que aguardo aún y más ahora que repueblo mi isla para retirarme de la vida pública
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES He quedado sordo rematado, con ocho meses de tensión cerebral, requerida por Jordán, Segovia, los integrantes del Congreso, los enfants terribles de la prensa, etc. (Carta a Posse, cuero 1874.) * A un porteño que le pregunta si, después de ministro, escritor, doctor, presidente, general - qué le falta ser: Obispo y porteño. (Sarmiento A necdótico.) * Desde la edad de veinte años hasta la de cuarenta, joven, militar, maestro de escuela, embrión de publicista, de literato, de político y de constituyente, flotaba yo en el aire más bien que caminaba sobre la tierra, tenido suspenso por una sublime idea: el porvenir de la patria, empujado hacia adelante por una irresistible propensión: matar al tirano. (Las Carpas, 1882.) * A los niños de una escuela de Tucumán en 1876: He sido mucho más pobre que ustedes y he luchado con dificultades mucho más terribles que las que nunca conocerán ustedes. He combatido mucho y muchos años; pero parece que las tempestades se hicieron para que el piloto avanzara más camino, las resistencias para vencerlas, la detracción para dar testimonio de la vida honrosa; y sin desviarme de la obra de hacer bien a mis semejantes, he llegado a la cima de montaña, en la penumbra de esa zona de gloria a que se han encaminado mis pasos. Esto lo comprenderán ustedes más tarde. Pero lo que sus maestros no necesitarán explicarles, es que he amado mucho, he amado a mi madre y he amado a mi patria, y muchos de mis pecados me serán perdonados. . . (Sarmiento A necdótico.) * Señor presidente: creo que ésta será la última vez que hable ante una asamblea; puede decirse que es de ultratumba que lanzo la palabra, porque quizá a esta hora seré suprimido como ministro, y quiero que esta vez los jóvenes que vienen después de nosotros, los viejos que hemos luchado treinta años, oigan la palabra y crean a un hombre sincero, que no ha tenido ambición nunca, que nun-
AUTOBIOGP.AFTA ca ha aspirado a nada; si no a la gloria de ser en la historia de su país, si puede, un hombre, ser Sarmiento, que valdrá mucho más que ser Presidente por seis años o juez de paz de una aldea. (Diario de Sesiones de ¡ci Cámara de Senadores, 1875.) * Por carta a una de sus sobrinas: Por la miseria de unos Cuantos miles que me faltan, no realizo el único deseo que pudiera abrigar, como novela, y es reunir aquí los fragmentos de familia y consagrarles mis últimos días a su felicidad, en cambio de hacerlos llevaderos y amenos. (Sarmiento a través de un epistolario, 1.
Ottolenghi.)
* Carta a su sobrina Sofía Lenoir: No es mi suerte envidiable, pues la vejez se acerca y me Siento impotente para ayudar a los otros, en la medida de mis deseos. Hay tanto que no se dice, que es más bien lo que no se dice lo que queda en el fondo del tintero. (Sarmiento a través de un epistolario. J. Ottolenghi.) *
• ..el señor Sarmiento, don Domingo, el general Sarmiento, el doctor Faustino, que no es Fausto y otros personajes que trata de conciliar. (Obras: T. X X X V .)
* A un beato ministerial que asegura fundaría bibliotecas con lo que ignora Sarmiento: Razón tenía en este cálculo el doctor Dídimo, si se atiende que la biblioteca del British Museum, posee un
millón y cien mil libros cuyo contenido ignora el señor Sarmiento; pero puesto que el doctor Pizarro apela al testimonio de los que conocen al señor Sarmiento, daremos aquí el de todos sus amigos, y es que desde que lo conocen lo han encontrado siempre leyendo o escribiendo; que no pasea, ni Visita, ni asiste a teatros ni banquetes, ni juega para divertirse; que hace medio siglo lee en francés, inglés, italiano, castellano, etc., todo cuanto puede leer un estudioso. . . Concédenle sus émulos talento (para negarle instrucción) y gran memoria para ocultar bajo estas palabras todo lo que ha leído, oído y escrito en sesenta años. En Estados Unidos sería citado con orgullo como un scif-made-mam. En Alemania un tal
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SARMIENTO - TEXTOS fuNDAMENTALES
hombre sería tenido por un sabio, como Lincoln, Franklin, Garfield mil más. Aquí es un charlatán y en Córdoba es reputado un animal. (Obras: T. XL VIII.)
* El hombre público desempeña varios papeles, y a mí en tan digno drama me han tocado los más difíciles. Pero sencillo o complicado, el drama del hombre público (hablo por propia experiencia) es recibido por la rechifla del respetable público, injuriado por sus colegas, escarnecido por los ancianos si saben teología, cuando de derechos políticos se trata. Nada diría de la 1uventud estudiante, esperanza de la patria. El hombre público es Rigoletto cuando está solo, y si es viejo cuenta los días, los meses y los años de este suplicio eterno, de todas las horas, esperando de dónde se levantará un nuevo clamor, una nueva grita contra el hombre público que no supo tener la lengua, que llamó las cosas por su nombre, que hirió tal o cual susceptibilidad estúpida. Principié yo mi carrera en tiempos que vosotros llamaréis de Mar¡ Castaña, y en países y tierras muy lejanos para fundar una escuela normal, un internado de señoritas como éste, escribir un libro que han traducido a otras lenguas, e hice restablecer a San Martín en el escalafón del ejército de Chile, de que había sido borrado. Permitidme que me apropie estos tres actos contando con que no volveré a hacerlo más. Para principiar el hombre público, ya veis que no estaba tan malo. Otros envidan con caballos y sotas y les sale mucho mejor. (Discurso en la Escuela Normal de Montevideo, 1883.) *
A su nieto, quien le señala el gentío que le sigue por las calles tucumanas: Se paran a mirarme como al Dante en Florencia, porque soy el hombre cine ha bajado a los infiernos. (Sarmiento A necdótico.) *
A la guerra hay que hacerla alegremente. (Sarmiento A necdótico.) *
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AUTOBIOGRAFIA
Lo que me hace reir debajo del poncho al ver a jesuitas, judíos, nuncios y gazmoños echando los cimientos de la división y la discordia en vez de dar educación a los niños. . . ( Conflicto y A r-
monías...
* A Pedro Goyena: Le prevendremos que Sarmiento no ha sido fiel a nadie porque nunca ha estado al servicio de nadie. (Sor-
7/tiento A necdótico,)
* A l Obispo de Cuyo: — Y cómo se halla, don Domingo? -Bien, no más. Como no estoy con el oficialismo ni con la oposición, ha de ser fácil entenderse, llegado el caso. Cuando preguntaban a jesús si Salomón se había salvado, corno la causa había sido juzgada en sesión secreta por tener cosas muy feas, respondió: "Me ha edificado un templo". Mire, S. S. 1., todos los templos que he edificado en América, y diga si cultivar la inteligencia no es acercar a su creador la criatura. (Sarmiento A necdótico.) * A Miguel Cané padre: El día que me devuelven a uo de mis viejos amigos alejado por disidencia de opiniones, me saco el gran premio de la lotería. (Sarmiento A necdótico.)
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El jefe de estado debe ser como Melchisedec, sin padres, sin madre, sin genealogía... (Sarmiento A necdótico.) * De su oración fúnebre a Rosario V élez: Sentí que debía haber escrito algo bueno, porque al terminar me vi bañado en lágrimas. (Sarmiento A necdótico.)
* A los estudiantes que lo visitan en sus últimos años: Que
hagáis 10 que yo, que siempre hice lo que me pareció bueno, sin pedirle permiso al jefe de policía. *
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¡Pero que vengan a mí a decirme ahora que ya he muerto! ¡A mí que recibo en este día los honores que no siempre me prodigaron en mejores tiempos; a mí que tengo todavía en la mano, a falta de espada que no sustentaría ya ¡ni débil brazo, el buril, la pluma y el látigo que fijan las ideas, cuando no sea más que para dar fe de hallarme en mi puesto, cuando las andan buscando para encadenarlas! (Respuesta a una felicitación en su 75 aniversario.) *
No se ha escrito todavía un verdadero tratado sobre la más noble, la más grande y la más útil pasión humana, la gloria; ciencia difícil de comprender, porque no se explican sus principios; arte durísina de practicar porque impone privaciones, dolores, martirios sublimes, que todos soportarían si supieran claramente que ella conduce a vivir siglos en despecho de la muerte, a ser ciudadano conquistador de gran número de naciones, sin necesidad de derramar sangre, acaso con economía de la propia. (Obras: T. X LV I.) *
Naná, que han reimpreso ciento y una veces en un año; una novelita americana lleva quince ediciones en estos tres meses; pero Conflictos demanda otra clase de trabajo y de lectores y cae en terreno mal preparado. Cualquier estanciero, comerciante, agiotista en tierras acumula millones, sin duda con su grande inteligencia; pero nadie le disputa ni aun el valor de las expoliaciones que se deslizan entre el grano bueno. Es tristísima la situación del que piensa, del que escribe, desvelándose, privándose de todo goce, para recibir, en cambio de vida tan miserable, las injurias y el desprecio y pagar apenas la impresión del trabajo mental. ¡Todavía con lo de La Unión (el diario católico) viene el trabajo de zapa, para deshonrarlo y empequeñecerlo, sin saber qué les ha hecho! Esta ha sido la vida que ha llevado el autor sesenta años, padeciendo, sufriendo, aun en las situaciones más altas, para que otros gocen, para que el país prospere, para que disminuya la ignorancia de las muchedumbres, etc. Ahí están por sacarse los ojos, discutiendo sobre educación, los que han embarazado sus progresos, quitando de su puesto al que había sacrificado todo a mejorarla, sin el remordimiento de quitarle a uno el fin de una vida entera, que sólo para esto no lo hallan viejo.
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Pero no ha de ser por las punzadas de La Unión que abandone mi puesto, persistiendo como aquel centinela que olvidaron en la guerra del Paraguay y encontraron al otro día paseando en presencia de las avanzadas enemigas. ¡Ahí me han de hallar cuando me venga el relevo! (El Nacional, agosto 10 de 1883.) *
Nacido en la pobreza, creado en la lucha por la existencia, más que mía de mi patria, endurecido a todas las fatigas, acometiendo todo lo que creía bueno, y coronada la perseverancia con éxito, he recorrido todo lo que hay de civilizado en la tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo; he sido favorecido con la estimación de muchos de los grandes hombres de la tierra; he escrito algo bueno entre mucho indiferente; y sin fortuna que nunca codicié, porque era bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé y no deseé mejor, que fue dejar por herencia millares en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas sus instituciones y surcado de vías férreas su territorio, como cubiertos de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida que y o gocé sólo a hurtadillas. (Sarmiento A necdótico.)
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II
POLEMICA LITERARIA
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• . . Consiguientes a la idea de que estas apuntaciones que nos han sido suministradas son solamente aplicables al común de las gentes, nos abstendremos de elevarnos con respecto a las formas y los límites que toma el idioma entre nosotros, a consideraciones de más gravedad, buenas sólo para los estudiosos. Convendría, por ejemplo, saber si hemos de repudiar en nuestro lenguaje hablado o escrito, aquellos giros o modismos que nos ha entregado formados el pueblo de que somos parte, y que tan expresivos son, al mismo tiempo que recibimos como buena moneda los que usan los escritores españoles y que han recibido también del pueblo en medio del cual viven. La soberanía del pueblo tiene todo su valor y su predominio en el idioma; los gramáticos son como el senado conservador, creado para resistir a los embates populares, para conservar la rutina y las tradiciones. Son, a nuestro juicio, si nos perdonan la mala palabra, el partido retrógrado, estacionario, de la sociedad habladora; pero como los de su clase en política, su derecho está reducido a gritar y desternillarse contra la corrupción, contra los abusos, contra las innovaciones. El torrente los empuja y hoy admiten una palabra nueva, mañana un extranjerismo vivito, al otro día una vulgaridad chocante; pero, ¿qué se ha de hacer? Todos han dado en usarla, todos la escriben y la hablan, fuerza es agregarla al diccionario, y quieran que no, enojados y mohinos, la agregan, y que no hay remedio, y ¡el pueblo triunfa y lo corrompe y lo adultera todo! Tan cierto es esto, que en la mayor parte de los idiomas modernos ni prójimos son la escritura de las palabras con los sonidos que representa, lo que atribuimos nosotros a que en los siglos bárbaros que han precedido a la cultura de las lenguas vivas, poquí-
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES simos eran los que escribían, y éstos como literatos, no admitían en lo escrito la corrupción en que veían iba degenerando el habla popular. Llegó el día en que un gran número se sintió con ganas de aprender a escribir y se encontró con que nos señores literatos escribían como el pueblo había hablado quinientos años antes. En balde fue gritar contra el absurdo y pedir que se escribiese como se hablaba. No señor! O escribir como escriben los literatos, o no se enseña a escribir a nadie; y ya ven ustedes que el caso era apretado, y fuerza le fue al pobre pueblo someterse, a trueque de saber algo, a la voluntad de los susodichos letrados. Lo que nos para los monos, es el pensar Cómo los españoles han andado siempre tan liberales en su modo de escribir, que han llevado la ortografía tas con tas con el habla, ellos que tan empacados se mostraban contra las otras innovaciones, a no ser que al principio no hubiese literato ninguno, o que hayan acertado en lo que todos los demás pueblos han errado, por la misma razón que han errado en casi todo lo que los otros acertaron. (Mercurio, V alparaíso, 27-117-1842.) * • . Aceptamos con costas y perjuicios el cargo que con la aplicación de estos versos nos hace el autor de un comunicado que suscrito Un quidam y bajo el epígrafe Ejercicios populares insertamos en nuestro número del 12. No nos proponemos demostrar que dicha aplicación es inexacta, ni menos que nosotros vamos por el buen camino cuando hemos querido mostrarnos tan licenciosamente populares en materia de lenguaje. En estas cuestiones como en muchas otras, apelamos a nuestras propias deducciones sacadas de ciertos hechos establecidos, o que pugnan por establecerse, y sin una doctrina o una teoría aprendida en las aulas y recibida como un artículo de fe, sobre cuya evidencia no nos es dado alimentar ningún género de duda, examinamos los hechos que nos rodean; y de su conjunto, de su unidad y de su tendencia sostenida, deducimos a posteriori la teoría que les da existencia. Sabemos muy bien que la licencia de nuestras ideas en la materia de que hemos tratado en el artículo que precedió a los Ejercicios populares y que tantos comunicados ha improvisado, va a suscitar con nuestras nuevas explicaciones, mayores y más altos clamores de parte de los rigoristas que, apegados a las formas del lenguaje, se curan muy poco de las ideas, los accidentes y vicisitudes que lo modifican.
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• . . Fiemos escogido por tema de nuestras observaciones las amargas burlas de Iriarte e Isla, no tan sólo por lo que pueden convenimos sino porque ellas revelan un hecho que nos servirá de punto de partida. Iriarte e Isla nacieron muy a principios del siglo xviii, por manera que la invasión del galicismo sobre la unidad del castellano, se ha hecho notar de ciento cincuenta años a esta parte. ¿Por qué no se quejaban entonces Iriarte e Isla, y por qué no se quejan ahora como entonces los gramáticos de los tartarismos o los indianismos que se introducen en el idioma? Sin duda porque no está amenazada de estas invasiones lejanas. Y luego, si el gálico trata de degradar el español, ¿es por Ventura a causa de la vecindad de la España con la Francia? No, por cierto, porque en Chile se deja hoy sentir esta maléfica influencia, según la nota el Quidam, y ya ha y un pueblo en América, cuy o lenguaje va degenerando en un español-gálico; de donde se colige que hay una causa general que hace sentir sus efectos donde quiera que se habla la lengua castellana, en la Península como en las repúblicas de América. Y cuando se nos replica que allá como aquí es causada esta revolución por los que, iniciados en los idiomas extranjeros y sin el conocimiento y estudio de los admirables modelos de nuestra rica literatura, se lanzan a escribir según la versión que más han leído, preguntamos ¿por qué los tales estudian con prefe-
rencia los idiomas extraños? ¿Qué buscan en ellos que no hallen en el suyo propio? ¿Se quejan los franceses o ingleses de los espa, ñolismos que se introducen en sus idiomas respectivos? ¿Por qué los españoles que no son puramente gramáticos, no estudian los admirables modelos de su rica literatura, y van a estudiar las literaturas extranjeras, y luego se lanzan a escribir según la versión que más han leído? ¡Oh! ¡Según la versión que más han leído! he aquí la solución del problema, solución que nuestro Quidam, sin profundizar, sin comprender siquiera, nos arroja con desdén, y creyendo avergonzarnos con ella. Eso es, pues, escriben según la versión que más leen, y no es su culpa si la antigua pureza del castellano se ve empañada desde que él ha consentido en dejar de ser el intérprete de las ideas de que viven hoy los mismos pueblos españoles. Cuando queremos adquirir conocimientos sobre la literatura estudiamos a Blair el inglés, o a Villemain el francés, o a Schlegel el alemán; cuando queremos comprender la historia, vamos a consultar a Vico el italiano, a Herder el alemán, a Guizot el galo, a Thiers el francés; si queremos escuchar los acentos elevados de las musas, los buscamos en la lira de Byron o de Lamartine o de Hugo, o de cualquier otro extranjero; si vamos al teatro,
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SARiIENrO - TEXTOS FUNDAMENTALES allí nos aguarda el mismo Víctor Hugo y Dumas y Delavigne y Scribe y hasta Ducange; -Y , en política y en legislación y en ciencias y en todo, sin excluir un solo ramo que tenga relación con el pensamiento, tenernos que ir a mendigar a las puertas del extranjero las luces que nos niega nuestro propio idioma. Parecería que en religión, en historia y costumbres nacionales, hubiésemos de contentarnos COfl lo que la católica España nos diese de su propio caudal; pero desgraciadamente no es así. Los españoles de hoy traducen los escritos extranjeros que hablan de su propio país, y nunca tuvieron en religión un Bossuct, ni un Chateaubriand, ni un Lamennais. ¿Con qué motivo de interés real y de aplicación práctica a nuestras necesidades actuales, se quiere que vayan a exhumarse esas antiguallas venerandas del padre Isla y Santa Tere:a y fray Luis de León y el de Granada, y todos esos modelos tan decantados que se proponen a la juventud? ¿Para adquirir las formas? ¿Y quién suministra el fondo de las ideas, la materia prima en que han de ensayarse? Un idioma es la exprcsiln (le las ideas de un pueblo, y cuando un pueblo no vive de su propio pensamiento, cuando tiene que importar de ajenas fuentes el agua que ha de saciar su sed, entonces está condenado a recibirla con el limo y las arenas que arrastra en su curso; y mal han de intentar los de gusto delicado poner coladeras al torrente, que pasarán las aguas y se llevarán en pos de sí estas telarañas fabricadas por un espíritu nacional mezquino y de alcance limitado. Esta es la posición del idioma español que ha dejado de ser maestro para tomar el humilde puesto de aprendiz, y en España como en América se ve forzado a sufrir la influencia de los idiomas extraños que lo instruyen y lo aleccionan. Y no se crea que no sabemos apreciar sus bellezas ni su capacidad; apuntamos solamente un hecho en sus efectos y en su origen; señalamos lo que los puristas en el estrecho círculo en que se han encerrado no alcanzan a comprender, y si presienten la pretendida degradación del idioma, les apuntamos la enormidad de la causa para que no estén en vano dando coces contra el aguijón. Los gritos de unos cuantos (porque unos cuantos serán siempre los que se dediquen a tan estériles estudios) no bastarán a detener el carro que tiran mil caballos. Y no hablamos en esto de memoria, como suele decirse. Vamos a producir nuestras pruebas. Hemos tomado a la ventura el catálogo de una de nuestras librerías, y de cerca de quinientas obras en castellano, sólo cincuenta son originales, y entre ellas ocupan un largo espacio obras como éstas:
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A visos de Santa Teresa, Camino real de la Cruz, Despertador eucarístico, etc. • . . Por manera que los que han renunciado a su propio pensamiento para repetir las tradiciones de sus pedagogos, en lugar de enseñar nuestros admirables modelos, debían ocuparse, Con más aprovechamiento de sus discípulos, en enseñar el arte de importar ideas y los medios de expresarlas, porque ésta es la ocupación primordial del castellano. La España aún no está libre hoy de esa cadena que ha pesado sobre su cuello durante tantos siglos: privada por la Inquisición y el despotismo de participar del movimiento de ideas que con el Renacimiento había principiado en todos los otros pueblos; dominada entonces por ese mismo odio a todo lo que era libre y repugnaba con su unidad católica y su reconcentración despótica, que muestran los celosos partidarios de la imposible incoluniidad de la lengua, quedóse sola en Europa y renunció a su poder marítimo, terrestre, literario y científico; y cuando la mano de la libertad ha venido a despertarla en nuestros tiempos, como despertó a sus colonias, halló a la madre y a las hijas en la miseria y en la ignorancia, sin tradiciones, sin arte y sin ideas. Desde entonces madre e hijas van a buscar al extranjero las luces que han de ilustrarlas; y con cortas diferencias van a la par pidiendo cada una de su propia cuenta, poroue las necesidades son casi iguales. De aquí nace que la España y sus colonias se alarman con los extranjerismos que deponen en su idioma las ideas que de todas partes importan. Trabájase en España como en Chile en la adquisición de las luces que poseen los extraños, y en España como en Chile se levantan clamores insensatos contra un mal inevitable. El pensamiento está fuertemente atado al idioma en que se vierte, y rarísimos son los hábiles disectores que saben separar el hueso sin que consigo lleve tal cual resto de la parte fibrosa que lo envolvía. Sin tratar de mirar en menos los esfuerzos que el naciente ingenio español hace hoy por elevarse y desplegar sus alas, no nos arredraremos de decir iue la influencia dci pensamiento de la península, será del todo nula entre nosotros; y que teniendo allí que alimentarse Y tomar sus formas del extranjero, no se nos podrá exigir cuerdamente que recibamos aquí la mercadería después de haber pagado sus derechos de tránsito por las cabezas de los escritores españoles. En el comercio de las letras, corno en el de los artefactos, tenernos comercio libre, y como los españoles importaremos de primera mano, naciendo de esta libertad misma y de otras
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES concausas que en artículo separado señalaremos que, por más que rabie Garcilaso, bastará en América que los escritores, siguiendo el consejo de Boileau, aprendan a pensar antes de escribir, para que se lancen a escribir según la versión que más hayan leído, y que así como en tiempo de Moratín se empezaba a conceder sentido común a los que no sabían latín, se conceda hoy criterio y luces a los que no han saludado, porque no lo han creído necesario, a Lope de Vega, ni a Garcilaso, ni a los frailes de León y de Granada. (Mercurio, 19-1V -1842.) * Creemos sin embargo, que la palabra pueblo tomada en un sentido aristocráticamente falso, ha contribuido al extravío de ideas que notamos. Si hay un cuerpo político que haga las leyes, no es porque sea ridículo confiar al pueblo la decisión de las leyes, como lo practicaban las ciudades antiguas, sino porque representando al pueblo y salido de su seno, se entiende que expresa su voluntad y su querer en las leyes que promulga. Decimos lo mismo con respecto a la lengua: si hay en España una academia que reúna en un diccionario las palabras que el uso general del pueblo ya tiene sancionadas, no es porque ella autorice su uso, ni forme el lenguaje COfl sus decisiones, sino porque recoge como en un armario las palabras cuyo uso está autorizado unánimemente por el pueblo mismo y por los poetas. Cuando los idiomas, romances y prosistas en su infancia, llevaban el epíteto de vulgares con que el latín los oprimía, se formaron esas academias que reunieron e incorporaron la lengua nacional en un vocabulario que ha ido creciendo según que se extendía el círculo de ideas que representaban. En Inglaterra nunca ha habido academia, y no obstante ser el inglés el idioma más cosmopolita y más sin conciencia para arrebatar palabras a todos los idiomas, no ha habido allí tal babel ni tal babilonia como el Quidam y Hermosilla se lo temen. En Francia ha y una ilustrada academia de la lengua; pero a más de que se ocupa de asuntos más serios que recopilar palabras, su diccionario no hace fe, y muchos hay, escritos y publicados sin su anuencia que son más abundantes de frases y de modismos, y que por tanto son más populares. Otro tanto sucederá en España cuando sea más barata la impresión de libros, y aun ahora empieza a suceder. Cuando hemos señalado la influencia que la literatura francesa ejerce sobre nuestras ideas, y por consecuencia en nuestra manera de expresarlas, hemos creído indicar las causas que perturban el lenguaje, y la noble disculpa que hallarán a los ojos de la cultura
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intelectual, ya que la gramática se muestra tan terca, los que embebecidos en los idiomas extra?ios de que sacan abundante nutrimiento, andan perezosos en consultar a los escritores oriinalcs que no pueden ofrecerles sino formas heladas y estériles. Quisiéramos que nuestro antagonista, ahorrándonos cuestiones que no lo son en realidad, examinase los elementos que constituyen nuestra propia lengua, para que se convenza de que los pueblos en masa y no las academias forman los idiomas. Encontraría entonces impresas en el nuestro las huellas de todos los pueblos que han habitado, colonizado o subyugado la península. El idioma de un pueblo es el más completo monumento histórico de sus diversas épocas y de las ideas que lo han alimentado; y a cada faz de su civilización, a cada período de su existencia, reviste nuevas formas, toma nuevos giros y se impregna de diverso espíritu. Cuando Roma conoció la civilización griega, el latín abrió sus puertas a las palabras que le traían nuevas ideas; a su turno la civilización latina apoyada en las legiones romanas encarnó su idioma en los pueblos conquistados; el francés recibió de la emigración griega de Constantinopla un fuerte sacudimiento; y el inglés ha continuado, después de haberse impretnado de voces hebreas, latinas y griegas en sus estudios de la Biblia, al regreso de cada buque, importando una palabra más para su diccionario. Pero una influencia más poderosa, porque es más popular, empieza a sentirse en todos los idiomas modernos y que el castellano en América sufre también, en razón de la nueva organización que las sociedades modernas han recibido. Los idiomas vuelven hoy a su cuna, al pueblo, al vulgo, y después de haberse revestido por largo tiempo el traje bordado de las cortes, después de haberse amanerado y pulido para arengar a los reyes y a las corporaciones, se desnuda de estos atavíos para no chocar al vulgo a quien los escritores se dirigen, y ennoblecen sus modismos, sus frases y sus valientes y expresivas figuras. El panteísmo de todas las civilizaciones, de todas las literaturas que las investigaciones de los modemos construyen; la mezcla y la fusión de las ideas de todos los pueblos en una idea común, conio la que empieza a prepararse, el contacto diario de todas las naciones que mantienen el comercio; la necesidad de estudiar varios idiomas; la incorrección y superficialidad de la prensa periódica y las diversas escuelas literarias; en fin, ci advenimiento de tantos hombres nuevos, audaces y emprendedores, hacen vacilar todas las reglas establecidas, adulteran las formas primitivas y excepcionales de cada idioma, y forman un caos que no desembrollarán los gritos (le los gramáticos todos, hasta
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SARMIENTO - 1FXTOS FUNDAMENTALES que el tiempo y el progreso hayan sacado al arte como los idiomas, de la crisis que hoy experimentan. En vano será decirle a Víctor Hugo, que asesina el idioma, que aprenda a escribir. Inútil; seguirá adelante con paso firme arrastrando en pos de sí a la multitud encantada, hasta ir a sentarse, quieran que no, en las sillas académicas. ¿Qué hacer, Dios mío, con un Dumas que sólo sabe leer y escribir y se mete a componer dramas y se sienta tranquilo en una luneta, a esperar los aplausos que en efecto le prodiga el público más quisquilloso y más inteligente del mundo? ¿Qué hacer? Darle un asiento en la academia y dejarlo. ¡Mire Usted, en países como los americanos, sin literatura, sin ciencias, sin arte, sin cultura, aprendiendo recién los rudimentos del saber, y ya con pretensiones de formarse un estilo castizo y correcto, que sólo puede ser la flor de una civilización desarrollada y compleja! Y cuando las naciones civilizadas desatan todos sus andamios para construir otros nuevos, cuya forma no se les revela aún, nosotros aquí apegándonos a las formas viejas de un idioma exhumado ayer de entre los escombros del despotismo político y religioso. ;Bella solución por cierto, que no sólo condena a la impotencia y a la esterilidad la generación presente, sino que insulta a las venideras, y pronuncia sobre ellas un fallo tan injusto como arbitrario! No, no es el clima, que es variado y risueño, y ha cobijado almas enérgicas y guerreros valientes. No es eso, es la perversidad de los estudios que se hacen, el influjo de los gramáticos, el respeto 'a los admirables modelos, el temor de infringir las reglas, lo que tiene agarrotada la imaginación de los chilenos, lo que hace desperdiciar bellas disposiciones y alientos generosos. No hay espontaneidad, hay una cárcel cu ya puerta está guardada por el inflexible culteranismo, que da sin piedad de culatazos al infeliz que no se le presenta en toda forma. Pero cambiad de estudios, y en lugar de ocuparnos de las formas, de la pureza de las palabras, de lo redondeado de las frases, de lo que dijo Cervantes o fray Luis de León, inquirid ideas de donde quiera que vengan, nutrid vuestro espíritu con las manifestaciones del pensamiento de los grandes luminares de la época; y cuando sintáis que vuestro pensamiento a su vez se despierta, echad miradas observadoras sobre Vuestra patria, sobre el pueblo, las costumbres, las instituciones, las necesidades actuales, y en seguida escribid con amor, con corazón, lo que se os alcance, lo que se os antoje, que eso será bueno en el fondo,
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aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará al lector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie; pero bueno o malo, será nuestro, nadie os lo disputará. Entonces habrá prosa, habrá poesía, habrá defectos, habrá bellezas. La crítica vendrá a su tiempo y los defectos desaparecerán. (Mercurio, 22-V -1842.)
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Nos hemos visto, pues, metidos y sin saber cómo en una alta y peliaguda cuestión de idioma, de gramática, de literatura y aun de sociabilidad; porque tal es el enlace y la trabazón de las ideas, que no es posible hablar de idioma sin saber quién lo habla o escribe, para qué, para quiénes, dónde, cómo y cuándo. Esto es lo que veremos al menos en el discurso de esta polémica. Pero ya que nos veíamos cogidos en la red, quisimos poner la cuestión en términos que removiese los ánimos, suscitase antipatías y aficiones, a fin de que todos los que se interesan en esta materia prestasen atento oído a lo que se iba a decir por ambas partes, y no sucediese lo que de ordinario con los trabajos de la prensa periódica, que pasan de día claro delante de nosotros como las aves nocturnas cruzan el cielo en el silencio de la noche, sin que nadie se fije en ellas. Y por cierto merece ser considerada; se trata de saber qué estudios ha de desenvolver nuestro joven pensamiento, qué fuente debe alimentarlo y qué giro ha de tomar nuestro lenguaje; si a este respecto hay doctrinas sancionadas entre nosotros, si tienen el apoyo de grandes y justificados nombres y la sanción de pensadores de primer orden, si hay doctrinas rivales, si cuentan éstas con el apoyo de la filosofía y la sanción de los hechos. ¿Hay en esto una pretensión insensata y presuntuosa? Eso es al menos lo que dice cada siglo, cada forma de arte, cuando se les presentan sus sucesores a disputarles el predominio de la sociedad. Voltaire llamaba bárbaro, borracho a Shakespeare; Boileau fanático a Milton; los académicos franceses no habían oído jamás nombrar a Hugo, aunque después su nombre literario llenaba el mundo. Un poco después la Academia ha recibido en su seno a este innovador ignorante, y el borracho Shakespeare y el fanático Milton han arrancado el cetro a los que con asco los rechazaban. Grande fermentación ha causado nuestro artículo del 22 de mayo, y bueno fuera que no hubiéramos logrado nuestro intento cuando poníamos todos los medios de conseguirlo; pero la primera manifestación que de esta efervescencia ha salido a luz, suscrita por Otro Quidam, nos saca fuera de la cuestión literaria y nos lleva a otra
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social, a la que iremos de mil amores, porque lo creemos no sólo necesario, sino también útil y laudable. Revela el Otro Quida7n una profunda irritación de ánimo, una cólera reconcentrada que la risa sardónica y la punzante ironía y la amarga burla que afecta, no alcanzan a encubrir. ¿Qué ha podido irritarlo tanto? ¿Qué? ¡La cuestión literaria! ¡Santo Dios! No merecía la pena de inconiodarse por ella; mas ha y una palabra que a nuestro juicio lo explica todo. El patriotismo exclusivo, es decir, el egoísmo de los pueblos de que habla Lamennais. El autor del comunicado pregunta quién es el redactor que viene a enseñar doctrinas tan peregrinas, y nosotros vamos a contestarle. Es uno de los redactores del Mercurio y no dé un paso adelante, porque le está vedado; es un redactor de un diario que ha abrazado un partido en una cuestión literaria, es el redactor de un diario que al hacerse cargo de esta tarea, no ha venido a la tierra como un ser descendido del planeta Saturno para hallar que la tierra es chica, que los hombres son como las hormigas de su planeta. No; el redactor del Mercurio ha revestido el saco que debe llevar el escritor público en los pueblos americanos llenos de vicios, de preocupaciones, de indolencia, educados para el despotismo, la inacción y el retroceso, y sin pretender ser llamado un oráculo, ha manifestado francamente sus opiniones, ha levantado su voz contra un abuso, contra una costumbre añeja y retrógrada; a la policía le ha dicho, nuestras calles son inmundas e intransitables, componedlas; a la municipalidad, no tenemos caminos, no tenemos teatros, no tenemos alumbrado, levantaos, cumplid con vuestros deberes; al gobierno le ha dicho, los carros ambulantes son una monstruosidad, remediadla; a la juventud, habéis estudiado, ocupaos de las ideas de nuestra época, servid a la patria con vuestras luces, ilustrad al público con vuestros escritos. Ha ridiculizado lo que era ridículo a todas luces, aplaudido todo lo que mostraba visos de merecerlo, ha manifestado sus opiniones en las cuestiones de política interna y externa, sin penetrar jamás en el santuario de la vida privada; ha deplorado la muerte de los buenos ciudadanos como Salas y como Pereira, y recordado siempre con veneración la memoria de los héroes de la independencia, cualesquiera que, por otra parte, hayan sido sus opiniones políticas y la afección o desafección del gobierno para con ellos; ha hecho, en fin, lo que cualquier otro hubiera hecho en su lugar, es decir, cumplir con los deberes que impone la redacción de un diario que debe ocuparse en todos y en cada uno de los intereses de la sociedad, fomentar el bien, perseguir los
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abusos, ridiculizar las preocupaciones y las malas costumbres y expresar libremente sus opiniones. (Mercurio, 3-V I-1842.) ME
• . . El Otro Quidam q ue tan celoso se muestra del hombre chileno, gusta, sin embargo, de oír a Larra humillar a sus propios paisanos, halla muy justo y muy laudable que un español levante en el seno de la España su voz iracunda y eche en cara a su nación su atraso, se burle de sus costumbres, de su pobreza y de su ignorancia, y que con sus sales punzantes haga de su patria el objeto de lástima de todas las naciones. ¿Qué moral saca de su lectura? ¿Cree que Larra escribió en España sus inmortales artículos para darle a él asunto de risa? ¿Cree que los muchos que le han seguido y de cuyo lenguaje castizo se muestra tan prendado, han hallado por muy gustoso el martirizar a su nación, degradarla, arrastrarla por los suelos? ¡Insensatos! ¡Larra en tales manos no es más que un chusco impávido oue escribe muy bien el castellano! Pero ese Larra, cuyas palabras parecen tan limadas y que por sólo eso es apreciado en algo, es un modelo que todos los escritores públicos, en América como en España, deben afanarse en imitar, es el campeón de la juventud que habla el idioma español hoy, que ama a su patria, la América o la España, no importa; que la hiere, que la sacude para que se irrite, se incorpore, se levante y marche en el ancho camino de progresos que le han abierto la civilización y la libertad de las otras naciones. Hallan muy hermoso en España aquel lenguaje, y cuando el escritor de América, que en cada sección de las suyas tiene mil llagas podridas que curar, cuando el Mercurio dice que no tenemos poesía, que no hemos escrito un solo verso, no por incapacidad, sino por la mala tendencia de los estudios, entonces se levanta el patriotismo del Otro Quidam echando espumarajos y diciendo a grandes voces: venga acá el redactor del Mercurio, ¿quién es su padre? ¿Dónde ha nacido? ¿En la capital o en las provincias? ¿De este lado o del otro de los Andes? ¿Tiene usted carta de nacionalidad para atreverse a decir que no hemos hecho versos? ¿Tiene usted patente para tener ojos y juicio y opiniones? ¿Cómo insulta a la nación diciendo lo que sucede, para que se remedie el mal o se averigüe su causa? ¡Pobrezas que harían avergonzar a cualquier hombre culto, patriota y verdadero amante de su país! ¡Miserias que la juventud ilustrada debe desechar con el asco que merecen! ¡Preocupaciones en que nos crió el régimen colonial odiando a todo lo que no era español y despótico y católico!
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Así nos educaron para sobrellevar sin murmurar el bloqueo continental en que estuvieron las costas americanas durante tres siglos, en que no oímos hablar de los extranjeros sino como de unos monstruos, herejes y condenados, y cuando la independencia abrió nuestro puerto al comercio, empezamos a buscar entre nosotros mismos dónde se alzaba un cerro de por medio, dónde se atravesaba un río, para decir: allí, del otro lado, están los extranjeros que hemos de aborrecer ahora; porque nos ha quedado un fondo de odio que no sabemos dónde ponerlo para que dé todos sus intereses. Así la España, por odio a los extranjeros, se quedó encerrada en su Península: pobre después de haber sido rica, débil, despreciada, cuando había sido el terror de la Europa; ignorante, cuando su antigua literatura había ido a inspirar la de otras naciones; sin industria, después que sus fábricas sirvieron a todos de modelo; pero desnuda de ideas y de vestido, se envolvía en su roto manto y calentaba sus manos ateridas en las hogueras de la Inquisición, encendidas para abrasar en ellas las ideas que se desenvolvían en el extranjero; ¡todo por odio a los extranjeros! Nosotros seguimos ahora sus huellas, ahora que ella ha abandonado ese camino, los americanos divididos en pequeños grupos de españoles hostiles, se miran de reojo, no se tratan, no se comunican; si un grupo perece a manos del despotismo, los otros no lo saben, no le tienden una mano, no inquieren por qué padece tanto. ¿Para qué? son extranjeros. Extranjeros que fueron hermanos para libertarse juntos; extranjeros que hablan un idioma, que tienen una religión, un origen, unas costumbres, un gobierno, un solo fin. ¡Extranjeros! ¡Así marchamos a la libertad, a la asociación americana, a la emancipación! (Mercurio, 5-171-1848.) * Se ha dicho que la literatura es la expresión del progreso de un pueblo. Ahora bien, marchar en ideología, en metafísica y en política, aumentar ideas nuevas a las viejas y pretender estacionarse en la lengua que ha de ser la expresión de esos mismos progresos, es haber perdido la cabeza. Las lenguas siguen la marcha de los progresos y de las ideas; pensar fijarlas en un punto dado, a fuer de escribir castizo, es intentar imposibles; imposible es hablar en el día el lenguaje de Cervantes, y todo el trabajo que en tan laboriosa tarea se invierta, sólo servirá para que el pesado y monótono estilo anticuado no deje arrebatarse de un arranque sólo de calor y patriotismo. El que una voz no sea castellana es para nosotros objeción de poquísima
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POLEMICA LITERARIA importancia; en ninguna parte hemos encontrado todavía el pacto (1t1C ha hecho el hombre con la divinidad ni con la naturaleza, de usar tal o cual combinación de sílabas para entenderse; desde el momento que por mutuo acuerdo una palabra se entiende, va es buena. En esta parte diremos de buena fe lo que ponía Iriarte irónicamente en boca de uno que estropeaba la lengua de Garcilaso: que si él habla la lengua castellana, yo hablo la lengua que me da la gana. Ni reconocemos magisterio literario en ningún país, menos en ningún hombre, menos en ninguna época. Rehusamos, pues, lo que se llama en el día literatura entre nosotros; no queremos esa literatura reducida a las galas del decir, que concede todo a la expresión y nada a la idea, sino una literatura hija de la experiencia y de la historia, pensándolo todo, diciéndolo todo en prosa, en verso al alcance de la multitud ignorante aún; literatura nueva, expresión de la sociedad nueva que constituimos; toda de verdad, como es de verdad nuestra sociedad; sin más reglas que esa verdad misma, sin más maestro que la naturaleza misma; joven, en fin, como el estado que constituimos. Libertad en literatura como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí la divisa de la época, he aquí la nuestra. El entusiasmo es la gran regla del escritor, el único maestro de lo bello y de lo sublime. No es la palabra sublime, séalo el pensamiento, parta derecho al corazón, apodérese de él, y la palabra lo será también. He aquí verdades que no comprendieron los escritores españoles del siglo pasado; quisieron adoptar ideas peregrinas, exóticas y vestirlas con la lengua propia; es decir que al adoptar las ideas francesas del siglo xviii, quisieron salvar del antiguo naufragio la expresión, esto es, representarlas con nuestra lengua del siglo xvi. Una vez puros, se creyeron originales, pero esta lengua desemejante de la túnica del Señor, no había crecido con los años y con el progreso que había de representar; esta lengua tan rica antiguamente, había venido a ser pobre para las necesidades nuevas. (Mercurio, 25-171-1842.) * • . . debemos declarar que las opiniones e ideas de don Mariano José de Larra no tienen el peso de una autoridad, y cuando más lo consideramos como un hecho que acredita que la joven España, por la boca de aquel célebre crítico, ha desechado, y aún más, negado la existencia de una literatura modelo en España; como nosotros y antes que nosotros, ha pronunciado un decreto de di-
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES vorcio con lo pasado, y hecho sentir la ncceidad de echarse en nuevas vÍas para alcanzar una regeneración en las ideas y en la literatura; como nosotros ha declarado la incompetencia de un idioma vetusto para expresar las nuevas ideas; como nosotros, en fin, ha recomendado la libertad en idioma y literatura, como en política. Los que con tanta prevención y desdén combatieron nuestros principios, pueden rectificar con esta lectura los más claros de entre sus conceptos, y convencerse (le que en idioma y literatura vamos más atrás que la España de un siglo por lo menos, y que se han propuesto la rehabilitación del español, cuando los legítimos tenedores de él han abandonado etc estéril trabajo. Muy más de acuerdo hubiéramos anclado en nuestra polémica, si hubiésemos definido bien nuestros principios filosóficos. Nosotros creemos en el progreso, es decir, creemos que el hombre, la sociedad, los idiomas, la naturaleza misma, marchan a la perfectibilidad, que por tanto es absurdo volver los ojos atrás, y buscar en un siglo pasado modelos de lenguaje, como si cupiese en lo posible que el idioma hubiese llegado a su perfección en una época a todas luces inculta, cual es la que citan nuestros antagonistas; como si los idiomas, expresión de las ideas, no marchasen con ellas; como si en una época de regeneración social, el idioma legado por lo pasado había de escapar a la innovación y a la revolución. (Mercurio, 30V I-1842.) * Cuando se pasó el furor de la innovación, el romanticismo fue clasificado por un hombre eminente que no se había alistado en sus filas, con esta frase sencilla: la libertad del pensamiento; otros lo llamaron la rehabilitación, es decir: una protesta enérgica y solemne contra las categorías en que el antiguo espíritu social había encerrado la creación; la admisión de las cosas despreciadas, odiadas y miradas con asco, sin excluir lo feo en el orden físico, lo malo en el orden moral, lo extraño en el orden intelectual. El romanticismo era, pues, una verdadera insurrección literaria como las políticas que le han precedido. Ha destruido todas las antiguas barreras que se creían inamovibles, lo ha revuelto y destruido todo. Pero no construyó nada tampoco, y desapareció el día que concluyó su tarea. Quién le ha sucedido en el lugar que dejó desamparado? Quién aspira al menos a sucederle? El socialismo, perdónennos la palabra; el socialismo, es decir la necesidad de hacer concurrir la ciencia, el arte y la política al único fin de mejorar la suerte de los pueblos, de favorecer las tendencias liberales, de combatir las
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POI[MICA LITERARIA preocupaciones retrógradas, de rehabilitar al pueblo, al mulato Ya todos los que sufren. De esa escuela puso en Francia, la primera piedra Beranger, combatiendo por ci pueblo; y en España, Bretón de los Herreros que ha combatido en el teatro a los carlistas, a las preocupaciones retrógradas, hablando el nuevo lenguaje que adopta hoy la España, que no arroja de las tablas la incorrección popular, las chocarrerías y vulgaridades del pueblo. Fíjese el que quiera en las composiciones de Bretón de los Herreros, muy subalternas en otros respectos, pero con una tendencia social tangible y manifiesta. Los scmi'laristcfs dirán que todo esto son vulgaridades, frases ampulosas. No importa, vamos adelante. El poderoso genio de Víctor Hugo, después de haber hecho pedazos y pulverizado todas las cadenas literarias, tanto las que oprimían como las que estorbaban o eran innecesarias, porque ése es el carácter de toda revolución, sintió la necesidad de reconstruir, y de hacer servir el nuevo arte a enderezar los entuertos de la sociedad. Quiso pintar una sociedad caduca, un edificio social que se dcsniorona, una nobleza decrépita y sin virtudes, una monarquía próxima :1 su ruina, y en este fango y entre esta podredumbre, colocar al hombre del pueblo, es decir, al pueblo mismo, o al hombre de genio que se esconde bajo los harapos del vulgo, pero que comprende, porque siente los niales que pean sobre la nación; el hombre del pueblo que dice entre dientes meneando la cabeza: ¡si yo fuera rey!, ¡Si yo fuera ministro!, ¡si yo fuera favorito! Este hombre lo encuentra Víctor hugo envuelto en la librea de un lacayo; le presenta la oportunidad de ser ministro, de ser favorito, y entonces el hombre lacayo porque nació pobre, toma la dignidad del genio, echa del palacio real a puntapiés a la turba de nobles venales y corrompidos, como Croiiiwell a los miembros del parlamento largo, y se propone salvar la monarquía introduciendo el orden, y remediando los males de la nación que él ha presenciado, sentido y sufrido, como presencian, sienten y sufren todos los oprimidos. Hugo desempeña la idea admirablemente; el lacayo ministro, pone en todas partes el sello del genio y de la audacia. Pero para desatar la intriga, para producir un trivial efecto teatral, hace al fin que el lacayo con la conciencia de su poder, de su genio y del amor de la reina, se someta a su antiguo amo, y vuelva a vestir la librea, destruyendo Hugo, como por juguete, toda la grande obra que había comenzado con tanto brillo, y que se había propuesto realizar. Ya llegamos adonde queríamos. Venga ahora el Semanario, que "no puede menos de rebelarse contra Víctor 1-lugo, cuando en Ruy
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Blas nos pinta Un laca y o (atención) que nunca ha sido más que un lacayo locamente enamorado de una reina (¡atención! ¡atención!) y preñado el corazón de pensamientos y aspiraciones (¡atención ahora!) que apenas cabrían en el alma de uno de los más orgullosos grandes de España". Suplico a los que lean esto que tengan a la vista el artículo Ro7na/Jtic/smo del Semanario. "Semejantes monstruosidades, dice, no existen en la naturaleza." Lean lo que sigue, que choca al entendimiento del autor del artículo. ¿Qué quiere decir un lacayo que nunca ha sido más que un lacayo? ¿Querría que hubiese sido siquiera licenciado, o hidalgo, o rico, o qué querría hubiese sido antes? Esto es lo más groseramente estúpido que se ha escrito jamás. ¿Conque la librea de lacayo puede destruir en el hombre el genio y la audacia que son dotes naturales? ¿Cree acaso que se necesita haber cursado las aulas y estudiado a los clásicos para tener sentido común, perspicacia y miras encumbradas? ¿Duda de que la organización privile g iada de Napoleón se habrá encontrado más de una vez bajo los andrajos de un mendigo? ¿Cuántos papas han sido lacayos? ¿Cuántos grandes caudillos pastores? ¿Cuántos reyes grandes no han sabido leer? Durante las revoluciones, ¿cuántos millares de Ruy Blas han aparecido los primeros por sus talentos, por sus virtudes, por su genio, por su valor? El Semanario atribuirá al colegio los extraordinarios talentos de Napoleón, que al fin no llevó nunca la librea del lacayo; pero ¿y Junot el tambor, y Lannes el sargento, y Kleber, que fué el primero en comprender a Napoleón, y Cambrone que no sabía leer, y el rey ]\Iurat hijo de un hostelero, y todos los generales guerrilleros de la guerra de la península; y el Príncipe de la Paz, tipo de Ruy ¡3/as, y Mehemet AIf, que ha civilizado su patria venciendo las preocupaciones y las resistencias nacionales, y comprendiendo todo lo que el genio más colosal puede alcanzar, y O'Connell y. . .? ¡Eh! da asco ponerse a combatir semejantes torpezas. La guerra de la independencia americana nos había familiarizado con estos Ruy Blas, que han aprovechado la ocasión de un sacudimiento social para manifestarse, tomar un fusil y acabar una campaña, generales, gobernadores, representantes del pueblo, no hay república en América que no tenga hasta hoy generales y diplomáticos que han sido en su origen verdaderos lacayos. Era preciso que todo un clásico viniese a ultrajar la naturaleza humana, a tomar el hábito por el monje, a desmentir la historia contemporánea y la de todos los tiempos. ¡Y luego, hallar absurdo que un lacayo de genio conciba más alto que un grande de España estúpido! ¡Un grande de España! ¿Cuál es el grande de España que ha tenido capacidad y talentos
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medianos siquicra en estos tiempos? La generalidad de los hombres eminentes de España han sido plebeyos. ¡Se asombra de que un lacayo se atreva a enamorarse de una reina! Pídanos la lista de las reinas que han prodigado sus favores a lacayos y cocineros y se la pasaremos gustosos; pídanos la lista de los favoritos en las monarquías absolutas y de los eunucos y hoinhres del vulgo en el imperio romano, hombres verdaderamente grandes que han sido elevados al poder por los más raros caprichos, y se han mostrado dignos de su posición, y se la daremos. (Mercurio, 28-V II-1842.)
REMINISCENCIAS DF. LA VIDA LITER RIA Escribieron al autor de estos apuntes casi a un tiempo, luego después de la muerte del ilustre hombre de estado de Chile, don Manuel Montt, tanto su hijo don Pedro, distinguido debater de la Cámara de Diputados, el señor Balmaceda, ex plenipotenciario en la Argentina, y la señora de Toro, amiga de la familia, que la víspera de morir, mostrándose muy alegre y comunicativo el enfermo, los entretuvo largamente contándoles las aventuras de su viejo amigo Sarmiento en sus primeros años de vida política y literaria en Chile, sus horas y manera de sentarse y escribir, con mil anécdotas que refería riéndose, y gustando de comunicarlas a sus o y entes, como muestra del aprecio que le conserva. Este incidente puso al autor en camino de referir algo que a aquellos tiempos se ligare, y coordinó en las siguientes reminiscencias:
Decía una dama hablando de la ida de las provincias, que allí viven apenas los hombres, o más bien están va medio muertos, si el trabajo material no los absorbe. Siéntanse a tomar mate horas, permanecen sentados. inin6 ilc medio día, y si ' an a un café, es para sentarse de nuevo en silencio, fumar un cigarro tras otro, y dejar transcurrir el día. Ni diario, ni libros, ni ópera, ni alguno (le tantos movimientos intelectuales (111C solicitan en los grandes centros, n1ponenres de la existencia. y son otros tanto Como el extremo opuesto, otra es la vida de los que escriben; y
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES era de ver al doctor Vélez, cuando preparaba los trabajos y estudios que formaron el Código de Comercio. Había rejuvenecido diez años, hablaba del códi go con entusiasmo, y desgraciado el amigo, si no era aficionado, que le cayese a las manos, porque tomándolo de un botón para que no se le escapase (ésta era invención nuestra) le decía: "sabe usted lo que son los papeles de crédito?" y contestándose a sí mismo, le espetaba ci capítulo entero sobre los papeles de crédito, que estaba ordenándose en su cabeza antes de ponerlo por escrito. Por estos entusiasmos pasan más que nadie los escritores públicos, y más que todos los que estaban en alguna de esas polémicas literarias o políticas que exaltan el espíritu, y nos hacen vivir de la lucha y de las ideas. El libro sabe más que el autor, solía decir el doctor Vélez; y a mí me ha sucedido a veces, asombrarme a los años de lo que he escrito, muy superior a mis fuerzas y conocimientos de ahora, y aun dudar un rato si no sería algún plagio, no obstante que tengo la conciencia de que no cometí ninguno a sabiendas, ni como Moliére diciendo: tomo mi bien donde lo encuentro. Pero hubo una época en que este estado de exaltación del espíritu alcanzaba a muchos, a todos casi, y fue la de la emigración argentina a Chile. Escribieron por necesidad y sentirse capaces, sin duda. Vicente F. López, Miguel Pifíero, J . M. Gutiérrez, Albcrdi, J. Carlos Gómez y tantos Otros. Qué extraño que escribiese yo, si desde el primer ensayo encontré tal aprobación del público, que un artículo anónimo en el Mercurio de Valparaíso fue en verdad un acontecimiento político y literario por aquellos mundos y en aquellos tiempos? La rehabilitación de San Martín y un escritor salieron de ahí: el pasado y el porvenir. Todos los emigrados participaban de aquella seguridad y conciencia de sí nusmos que sentían los más aventajados; no obstante que había a la sazón en Chile, universidad, colegios, y no sólo jóvenes instruidos, sino escritores notables como don Andrés Bello. García del Río y otros, Las emigraciones por causas políticas o religiosas han producido en todos los tiempos este estado febril que ha llevado la civilización o el movimiento intelectual de un país a otro. Así se explica cómo los árabes han acarreado civilizaciones; así los Estados Unidos son ci fruto de las persecuciones religiosas en la Inglaterra. Un oficialito puntan, teniente de milicias, de familia decente, pero que no sabía leer, cosa mu y común en San Luis entonces, inc decía con su acento golpeado y la ma yor convicción: "pero ha visto usted,
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POLEMICA LITERARIA amigo, chilenos más bárbaros que éstos?" Y yo tenía que convenir en efecto, que entre todos los chilenos del mundo, aquéllos eran los más bárbaros. Don Vicente López había llevado en clase de allegado un medio pariente suyo, quien vino cierto día, después de varios de separación, a pedirle algún libro así como para enseñar geografía, porque, le dijo: "he puesto un colegio en Talca". - Pero animal, si tú apenas sabes leer! - Eh!. ¿qué quiere?, por allá todos creen que siendo pariente de usted, del escritor López. La verdad es que hicimos muchísimo bien a Chile, despertando a la juventud, iniciando mejoras, creando diarios, escribiendo; y escribiendo cosas buenas, hijas de esa misma exaltación febril del espíritu, como se ve en el Facundo, en la Oración a Casacuherta, y en cien artículos de la prensa de diversas plumas, que llevaban la agitación hasta Bolivia, residencia de Mitre, Frías, Paunero; hasta el Perú, donde tomaban interés todas las gentes de letras en aquellos debates. En 1864, al pasar por puertos intermedios el vapor que llevaba en el palo may or la bandera argentina, anuncio de ir a bordo un nlinistro, las poblaciones estaban en los puertos para saludarlo y conocerlo. Ilarto!ito ]\ 1 itrc, Juan Lavalle, Halbach, preguntaban asombrados: "qué significa esta popularidad en todos estos puertos?" "Esta es una reputación, les dccfa, de ahora veinte años atrás, que ustedes no conocen en la República Argentina; es del escritor del Mercurio, el Progreso, etc., etc., en Chile." De regreso por ci Atlántico, iguales jiianifestacioncs en Pará, Bahía, etc. "Esta es otra reputación distinta, les decía, es la del Ejército Grande y de la polémica con Rosas." 2 Quiero contar cómo se sostenían aquellas polémicas puramente literarias a veces, y cómo se apasionaban las poblaciones, siguiendo las peripecias de duelos en que corría mucha tinta, y entre galicismos y harl,arisnios se cruzaban excelentes y buenas ideas. Estaba establecida mi reputación de escritor en Chile, gracias a un magnífico artículo de entrada en escena, al favor de un ministro de mucho poder, y a la lisura y franqueza de decir todo lo que le viene uno al magín y baja a la punta de la pluma, pues que si no es tonto, o demasiado ignorante o fatuo, y con tal que tenga su chispa de ingeniatura, ha de salir bien por fuerza el
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES que tenga las dotesnaturales. Pero el favor público y' la infatuación producida por situación tan nueva, inspiraban al escritor novel audacias que se hacían al fin intolerables, a las gazmoñas una vez por alguna burla, a los clérigos por alguna alusión poco piadosa, al país, en fin, por las razones que cada zote tiene de hallar ci suyo irreprochable, y muy impertinente al extranjero que pretenda que es posible que se parezca a tantos otros. La juventud universitaria se sentía ajada con la idea de incapacidad nacional que argüía el ser argentinos todos los escritores; bien es verdad que muchos reputados literatos, tenían a menos escribir para diarios... ¡Folicularios! Ocurría esto por los tiempos aquellos en que llegaba a Chile la primera oleada del romanticismo; y que con pasaderos actores, el teatro repetía el Hernani, el Podestá de Padua y las demás piezas de Víctor Hugo. Reinaba a la sazón en las aulas de la universidad, Hermosilla, purista español y enemigo jurado del galicismo, como ferviente adorador de las tres unidades, etc.; y tales enormidades debimos enjaretar, López que no creía en Cervantes, y yo que hallaba a Larra mejor que a Moratín, en favor del drama y de la escuela romántica y contra la gramática, que no pudieron llevarlo con paciencia los que de entendidos se preciaban y doce literatos, ni uno menos de doce, se pasaron la palabra para vengar tanta afrenta, y produjeron a escote entre los alaridos de la montaña. El Semanario de Santiago, con el resuelto propósito de acabar con la cuyana chocarrería y poner a buen recaudo a los tales románticos de allende y aquende, conservando en su no eclipsada fama a los Moratines y demás plagiarios del empíreo clásico. Todavía me acuerdo del alborozo con que me aparecí en casa de Vicente López, que departía en ci patio con Miguel Piñero, alzando en alto un papel diciendo a gritos y a saltos: "¡tenemos fiesta! Un periódico nuevo contra nosotros, que escriben Talavera, Tocornal, Sanfuentes, Lastarria, Bello hijo, etc., etc., hasta doce". Un periódico COntre. nosotros... Y ]os románticos! A Piñero, que se reía a carcajadas de mis muccas: cbut! le repetía yo, ¡no nos espante la caza! Les vamos a dar una sableada. L . ópez desde la Gaceta de Valparaíso (que redactaba), vendrá detrás con la gruesa artillería, las carronadas, los razonamientos, las citas de autores y demás, mientras que y o, desde el Mercurio. . . déjenmelos a mí gucrriliarlos todos los días, y va verá usted el desparramo que vamos a hacer. Y manos a la obra. Nada más cortés ni más zalamero que el ar-
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POLEMICA LITERARIA tículo del Mercurio (no había diarios en Santiago), aplaudiendo la aparición oportuna y necesaria, que ya se hacía esperar demasiado, de una publicación hebdomadaria, escrita en lenguaje castizo y correcto por la ilustrada juventud chilena. (ah, pícaros!, decía yo, mientras escribía estos cumplidos, ¡ya me las pagarán!). En efecto, en el segundo número se les escapó decir: escritores extranjeros, y aun me parece que famélicos, hablando sin el debido respeto de Víctor 1-lugo y comparsa romántica... ¡Ira de Dios! ¡Todavía siento sabrosa la mano que movió aquella vengadora pluma! ¡Qué tunda! ¡Y qué iniquidad a la vez! Figúrense ustedes que ellos daban el sábado un artículo que había pasado tres veces por la criba, y se publicaba con licencio del ordinario, como los antiguos libros, mientras que el Mercurio se les dormía desde el lunes de una pieza hasta el sábado, que salía el nuevo número del Semanario ya todo acontecido y abollado, y con el brazo en guardia para los nuevos zurriagazos que se aguardaba. El Mercurio era una especie de revólver, tum... mm. . . tum. seis tiros a la semana. Estos artículos, no habiendo diario en Santiago, ¡oh témpora!, llegaban de Valparaíso, y despertado el interés por ci primero, al día siguiente llegaba un segundo más incisivo, seguido de otro más contundente. El efecto era desastroso. En una antigua casa de la plaza de armas del lado del este, que fue después imprenta del Progreso, y es hoy un palacio monsardé corrido, estaba la oficina de correos, y el de Valparaíso llegaba a las siete de la mafiana trayendo el Mercurio. Toda persona que sentía rebullirse allá en sus adentis el patriorisino chileno, que es un patriotismo asaz reacio, acudía a esa hora al correo, y desde mi balcón (recova del sur) como en territorio extranjero y con anteojo de largo alcance, podía divisar la mancha negra con puntos blancos de gente devorando, no que leyendo, el recién llegado 1iercurio. ¡Qué crispacioncs de nervios! ¡Qué sacudidas a guisa de protesta, y amenazas de hacer pedazos al sarcástico diario! Uno de los Viales vino a decirme de parte de don Manuel Montt, el ministro: "-dígale (l C si está en SU juicio!, que las piedras bailan en las calles!'' ¡Y en efecto bailaban los guijarros del empedrado de puro patriotas! Pero era el caso que cuando llegaba a Santiago impreso el artículo improbado, ya iba en camino otro; y quc se estaba a la sazón imprimiendo otro en Valparaíso, del mismo jaez y catadura de la tropilla; y no se había inventado
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES aún el telégrafo para decirles: ¡bárbaros!, no publiquen el tercero, que me va a matar. Ah, no sé cómo no me morí esos días a fuerza de sustos! Y sin embargo, lo que son las cosas de este mundo!, al tercer día estaba furioso todo Santiago; al cuarto empezaba a aburrirse de estar enojado; al quinto una ligera sonrisa desarrugó algunos mustios y sañudos semblantes, y tantas desvergüenzas les dijo a los literatos chilenos el Mercurio, v tan bien fundadas eran sus razones, que el público sensato acabó por reírse, y cuando les rieurs están de vuestro lado, el pleito está zanado. Santiae:o acabó por celebrar la invención, el chiste, las burlas a clásicos, Moratines castizos, puristas y Hermosillas. (Nueva Revista de Buenos A ires, 1881 Obras: T. 1.)
ORTOGRAFIA CASTELLANA La formación de los idiomas modernos, o más bien su uso en los libros impresos, coincide con la toma de Constantinopla por los árabes. Este hecho, al parecer sin relación con la ortografía, ha ejercido, sin embargo, una poderosa influencia en las del inglés y del francés sobre todo. Los emigrados griegos y bizantinos fueron protegidos en ambas naciones y sus universidades dieron desde entonces más ensanche al estudio del griego; y en los colegios reales se hizo y se conserva hasta hoy obligatorio para todos los estudiantes que aspiran al grado de bachiller, el estudio de aquella lengua muerta. La ortografía del francés y del inglés, reflejó desde luego los estudios clásicos de los escritores; y el arte de escribir bien fue menos la expresión de los sonidos de la palabra, que la historia que recordaba su origen o sus migraciones de un idioma a otro. Este sistema de ortografía puede llamarse con propiedad plástico, por cuanto asegura a la palabra escrita una forma invariable, no obstante que ha y an variado o hubieren de variar los sonidos que actualmente le componen. Las ventajas de una ortografía plástica son muy sentidas por los sabios franceses e ingleses; sus estudios en las ciencias los llevan forzosamente a la creación de términos técnicos, que toman prestados al griego o al latín; y conservando la radical griega o latina con su ortografía original, rastrean en el acto aquella voz que ha
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servido para la formación del nuevo término y por tanto su significado. El inconveniente no es por eso menos sensible. El aprendizaje de la lectura se hace complicado, empírico e irregular, mientras que el arte de escribir, que tan sencillo debiera ser, se convierte en una ciencia innecesaria para la grande mayoría. Es de absoluta necesidad que sean conservadas en lo escrito siquiera las etimologías de las palahra'? ¿Desdeciría tan bárbaro uso con la pretensión de fecundar ] ciencia, sin que se tache a una nación de no haber frecuentado mucho los clásicos? La Italia ha dado ci ejemplo del sistema contrario en in ortografía, y a fe que franceses ni ingleses pueden tachar a los sabios de la Crusca de estar nicnos preparados que ellos por buenos y sólidos estudios. La civilización brillaba en Italia, cuando la Inglaterra era bárbara aún, y la Francia estaba mu y lejos de la altura que ha alcanzado después. La Italia era la única heredera directa del latín; lo había conserque las huellas de los caballos de los vado hasta el siglo iv y, bárbaros se hubiesen borrado de su suelo, se le veía revivir en sus repúblicas de Pisa. Venecia. Génova y Florencia. Dante, el Tasso V el Ariosto seguían de cerca las huellas de Virgilio, y los Papas tomaban los títulos y la política de los eniperadores. Y bien; esta Italia, siempre culta, fundadora de la civilización, del arte y de la literatura modernos, no bien ientc que su idionia se ha transformado, rehace su ortografía b,-,jo un plan nuevo, puramente italiano, desechando toda tradición latina que no sea expresión fiel de un sonido actual, de manera que una vez montada su ortografía en aquella base indestructible, por lo mismo que es lógica y sencilla, no tiene necesidad de retocarla de nuevo, Y sin que por esto sus numerosos poetas clásicos intenten introducir las formas gráficas del latín, ni sus sabios modernos los Volta, los Galvani, los Galileo, los Cassini hallasen dificultad en revestir con el ropaje italiano las palabras griegas o latinas que necesitaban introducir para expresarse. Duranic iiii residencia en España, mi observación del habla coniún y la aseveración positiva de los inteligentes, me llevó a concluir que el sonido y , tal cual lo tiene el francés, el italiano y el inglés, no existe actualmente en el español. Creí, por un tiempo, y así lo escribí en Madrid, que los barceloneses lo conservaban; Pero salí de mi error más tarde leyendo en Puig-Blanch, purista español de origen barcelonés, que aquel sonido no existía tampoco entre sus nacionales. Averiguado este hecho, que está fuera de toda controversia, que_
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SARi\IIEN 10 - 1FX lOS lUNi) \1IN IALFS daba por averiguarsc otro más importante, a saber:;Existió jamás tal sonido en español? Y los trozos citados anteriormente prueban victoriosamente que no. Si hubiese existido, cómo ha podido suceder que en una misma época, escritores contemporáneos hayan usado de una u otra letra indistintamente en un mismo vocablo, que en épocas sucesivas se haya dado en el ridículo uso de escribir una vez y y otra b, según que se encontraban dos palabras en una frase, y últimamente que la Academia para fijar ci uso, haya tenido que apelar al origen latino, después de seis siglos que se estaba escribiendo el idioma espanol? Quédame examinar la conducta de la Academia (le la lengua castellana desde su creación hasta nuestros días, y si no hallamos en ella pruebas de su convicción de que la ortografía del español era puramente fonética, encontraremos al nmenos una deplorable escasez de luces, y tan poco conocimiento de su asunto que hace atribuir sus deliberaciones, menos al resultado de estudio profundo, que a la impulsión de instintos nacionales, a los cuales obedecía sin darse cuenta de ello. Ya he indicado antes cómo la Francia y la Inglaterra fueron echadas irremimisibleumente co el estudio de los idiomas clásicos y principalmente el del griego. La literatura francesa, Racine, Coineille, l3oileau, La 1 larpe. Voltaire, P. L. Courrier en tiempos pos tenores, son ci griego encarnado en el francés. La literatura española se improvisó a sí misma, fue una planta espontánea del suelo, (lC cultivaron los cancioneros y sazonaron los románticos por excelencia, Moreto, Lope de Vega, Calderón de la Barca y los demás cuyos nombres nos son conocidos. Las conquistas de los reyes españoles en Italia, los embajadores que fueron a residir cerca del Papa o de las repúblicas italianas, importaron algunas formas y algunas manías de la literatura contemporánea. Fuera de esto, la literatura española se conserva nacional hasta el advenimiento de la dinastía de los Borbones en España, suceso contemporáneo y generador de la creación de la Academia de la lengua y origen de la tintura clásica que dieron a las letras españolas ambo \ loratines y los que les sucedieron. Pero aun este cambio tardío, este barniz clásico, carecía de la base que había servido en Francia para levantar el edificio grecolatino de su literatura nacional, que era ci estudio profundo de los dos idiomas muertos. La iglesia dominaba a la sazón en todo su esplendor, y para ser clérigo, abogado o monje co España, los estudios latinos bastaba que fuesen rudimentales. En cuanto al
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POLEMICA LITERARIA griego, no habría sabido qué hacerse con él; la filosofía pagana a nadie interesaba, los padres de la iglesia griega eran desconocidos y en cuanto a la interpretación de la Biblia, que tantos estudios filosóficos ha motivado, la de los Setenta había sido bien traducida en la Vulgata, y no excitaba, habiendo fe, duda alguna ni discrepancia de opiniones. Resultó de aquí que en España no se abrió una cátedra, sino transitoriamente, de griego y no formó este idioma parte de los estudios ordinarios ni obligatorios para recibir grados. Este abandono absoluto del estudio del griego no sólo se nota en los pasados siglos en España, sino que en nuestros días se hacen notar los españoles como la única nación cristiana que no conoce ni las radicales griegas siquiera. En Francia, si entre adultos y estudiantes hay doscientos mil hombres que hayan recibido educación en los colegios, hay doscientos mil individuos que saben griego, mientras que actualmente en España no hay treinta personas que ha y an estudiado los rudimentos de esta lengua. Sélo de buena tinta, puesto que (1uien me lo di j o era un helenista que había estudiado en Francia ci griego y el hebreo, y solicitaba una cátedra del primero de estos idiomas; razón por la que tenía interés de contar y recontar los que podían hacerle oposición. No sé de miembro actual de la Academia de la lengua que sepa el griego, lo que no excluye que haya alguno, como no sé de miembros de las Academias francesas ni de escritor conocido que lo ignoren. No es mi ánimo hacer de esta ignorancia normal del griego un reproche a los sabios ni literatos españoles. He querido sólo po y mostrar el origen de una tenden--neruatcd sio cia particular. Ya hemos visto cómo los literatos italianos, los académicos de la Crusca y los sabios modernos de aquella nación, heredera primogénita del latín y muy versados en las tradiciones helénicas, no vacilaron en romper con toda etimología y fundar su ortografía en la simple pintura de los sonidos de su lengua. La Academia española, al tiempo de su organización, no era más helenista que lo que lo es ahora, y maldita la gracia que debían hacerle las formas ortográficas que las radicales griegas habían conservado en el castellano. El primer paso de aquella corporación fue, pues, eliminar de la escritura castellana todo rastro griego, sin acordarse que para pretender racional y útilmente citar los orígenes y la etimología de las palabras era preciso respetar escrupulosamente las formas exteriores de las raíces griegas, únicas que habría utilidad y ventaja en conservar. Escribíase antiguamente en español como en griego.
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SARMIENTO - [LX TOS 1'U\DA\I[NT LFS Resultaba de esta llaneza para destruir etimologías, que el castellano, al revés del italiano, conservo la qu en los peregrinos casos de que, qui; de manera que hoy tenernos un caracter en el alfabeto para expresar que, qui solamente, y una letra sin sonido u, para expresar la etimología latina, hollada, pisoteada por la Academia en todos los otros casos análogos. Si en todas estas reformas no se reconoce una ley fónica de ortografía, tendrán al menos, los que lo nieguen, que convenir co que la Academia obraba a ciegas, con una deplorable ignorancia del asunto que manoseaba, ajándolo y mutilandolo, corno el bárbaro que decapita una estatua para llenar un agujero o rompe un cuadro de Rafael para poner un remiendo en un saco. Y si esto es así, en adelante mostraré que hoy mismo no está curada de este defecto. • . . Hablando en París sobre este punto con Salva. y diciéndome que sentía que Bello hubiese, contra su costumbre, dcjádose arrastrar por un espíritu irreflexivo de innovación, intentó explicarme por qué se usaba en español la griega y no la latina por conjunción. Díjorne que en lo manuscrito se prefería la y a la i, por prestarse aquélla al ligado de unas palabras con otras. Pareciéndome poco académica la solución me permití observarle que ejecutándose en la escritura española aisladamente cada letra, y por tanto careciendo de arranques y perfiles, me parecía que para los ingleses o los franceses era buena su razón, menos para los españoles; reparo que dejó un poco patifrío al señor Salvá, que no se acordaba en aquel momento que la letra española no se ligaba entre sí. D. J . J . de Mora, vituperando también nuestra reforma, me decía: "lo que yo no quiero es que se pierdan en español las etimologías, cosa que nos echaría en la maor confusión " . Esto me lo decía negando que él hubiese introducido en Chile ninguna reforma ortográfica, habiendo solo, según él, adoptado las ya existentes. Quizá los que siguieron en su tiempo las discusiones que en la prensa motivó la reforma ortográfica, recuerden que, haciendo prolija investigación del caso, probé entonces, el año, el periódico y el autor que primero puso en uso aquellasvariantes; y Mora traía desde Londres el pecado de la reforma de que cual otro Pedro, ha renegado después, cuando vuelto a la España e incorporándose en el partido moderado, se ha calentado al mismo fuego con sus perseguidores antiguos, la rutina ignorante de la España tradicional. En todos los profesores y literatos españoles con quienes hablé hallé la misma resistencia y el mismo espíritu de conservación de los orígenes, que inc apiadaba de ver
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tanta ilusión y tan poco estudio. Así cuando después de haberse repantigado con aires académicos exponiéndome las razones (le etimología y origen en que se fundaba la conservación de los pocos absurdos que aún conserva nuestra ortografía, explicábales yo a mi turno las diferencias de lo plástico a lo fonético, y el espíritu nacional castellano representado por los pocos eruditos cancioneros y cronistas españoles primero, y después por los menos helénicos académicos hasta nuestros días. Estas distinciones y apreciaciones mías me traían esta constante respuesta: "Yo no me he ocupado especialmente de este asunto; yo no he estudiado a fondo la cuestión" o cosa parecida; con lo que nuestra discusión terminaba, en lo que terminan siempre las discusiones, es, a saber, en conservar cada uno su opinión anterior, evitando cuidadosamente reconocerse ignorante, cuando se ve amenazado de ello. No debieron producir mejor resultado las razones que expuse en ci Tiempo, de Madrid, justificando a la Universidad de Chile, pasando probablemente inapercibidas del público si no es por Martínez de la Rosa, que se las tenía tiesas al señor Irarrazábal sobre la ignorancia que nos había guiado en nuestra reforma ortográfica. ¡Vaya usted a persuadir a un sabio!, y un sabio español y de la altura de Martínez de la Rosa, que era ministro, en reserva, y relacionado con reyes y reinas! Quédanos por tanto, después de lo referido, juzgar entre la Academia de la lengua y el señor Borrego, y buscar de qué lado está el mejor acuerdo. La Academia reconoció antes que el idioma propendía a dulcificar los sonidos ásperos, cosa que el señor Borrego tacha de corruptela y enervación. Es verdad que el italiano, considerado como un idioma dulce en demasía, excluyó desde los principios la ex latina, resolviéndola en es delante de vocal, suprimiéndola o asimilándola a la consonante subsiguiente. A sí escribió y pronunció: essainen, nessuno, ottenerc, assoluto, estraniero, etc. Pero se necesita tener gordas cataratas en los ojos para equivocarse hasta este punto sobre la naturaleza e índole del castellano, rotundo, sonoro, vocalizado y antipático para los sonidos que demandan cambios súbitos y violentos de los órganos. El castellano carece de aquellas consonantes finales que continúan en los idiomas del norte apoyándose en una vocal. No tiene cuatro palabras acabadas en t, 11, j, e. Se conserva istmo, aritmética, atmósfera, porque son palabras que la masa de la nación no usa con
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES frecuencia. Complot, club, detall, son extranjeras; azimut, zenit, bisimzt, técnicas. El castellano cambia de ordinario la p del latín en b, que es el mismo sonido labial más suave: lupus, lobo; episco pus, obis ... po; la c en g; seguiulus, segundo; de directo hace derecho; de factus, hecho; de pectus, pecho; de 7/OX , noche. Cambia la t fuerte en la d suave: crmatus, amado; creator, creador. Puso vocales intermedias para disolver los sonidos concretos: convictus, convencido. Suprimió la m final en todos los neutros latinos: Jerusalén, Belén, Adán, no obstante el derivado adamitas. La p de scriptus en escrito; y si se ha conservado en rescripto es por no ser popular esta palabra. No sucede así en baptismo, que dulcificó en bautismo conservando la p en anabaptista por no ser palabra popular, pero sí acto en auto (de fe), frase popular. Diluyó la s líquida en esperanza de spes, estoico, stoicus, estilo de stylus. Suprimió la p en redcmptor, septentrión, septiembre. 1-la cambiado sos-tituir por subs-tituire, so por sub, sostener, oscuro por obscuro, y ahora que se le ve dulcificar los sonidos ex en es, cuando se les sigue consonante, un académico, a falta de Academia que discuta, dice de oficio que es una degeneración del idioma, no obstante ser práctica seguida por escritores de nota. ¿Quién le prueba al señor Borrego, que antes de ahora se haya pronunciado ecspericncia, ecstraño por los autores? La pronunciación falsificada de los académicos y latinos ¿puede inspirarnos mucha confianza? ¿No estamos viendo en España mismo jóvenes educados en Francia, que traen las dicciones succeso, acceptar, mcceder, que han tomado del francés, aunque sean latinas de origen?, ¿y no vendrá de aquel contacto el empeño de algunos de creer que hay un sonido o en español, y de mantener violentamente el ex latino delante de consonante, confundiéndolo todo o falsificando los hechos el señor Borrego, cuando en su Prontuario de ortografía de orden de la reina, generaliza la dulcificación hasta los casos en que al ex se sigue vocal, como en examen, exequias, lo cual no lo pide la índole del idioma? Dígolo sin mira de ofender a nadie: he buscado en vano en España un libro o un hombre que se haya ocupado de estas cuestiones, sin haber encontrado otra cosa que ignorancia, terquedad en los unos, instintos nacionales en los otros. Cualquiera que estudie la marcha de la Academia de la lengua hasta 1826, notará que si bien se dejaba guiar por la influencia del idioma, no obedeció sino a instintos ciegos, sin
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estudio, sin lógica muchas veces, incurriendo por tanto en deplorables contradicciones. no han dado un paso niás k)S españoles en la materia, cortando con decretos y patadas del poder, una cuestión que no alumbra la discusión concienzuda de los principios ni de la ciencia. Es sensible que la América española sea tan negada corno su madre en el asunto, que no se atreve, por temor de errar, a quitar unas cuantas manchas que afean su ortografía para darle la última mano de sencillez y belleza que está próxima a alcanzar. Puede ser que en España, si llega a generalizarse el estudio del griego, den los helenistas en escribir syphilis, chioris, lo que vendrá sin duda a empeorar la cuestión. (Educación Popular.)
ORTOGRAFIA DE AMBAS AMERICAS Pocos días antes de prorrogarse el Congreso XL de los Estados Unidos presentóse un proyecto de ley en la Cámara de Diputados, pidiendo se nombrase una comisión de dos, para que de acuerdo con otra que se solicitaría nombrase el gobierno inglés, estudiase la cuestión de cambiar la ortografía actual del inglés por otra puramente fonética, y de ello informasen al Congreso. Nada de particular tendría que ci Congreso no diese curso por ahora a esta moción; pero hasta para nuestro propósito recordar que hombres muy eminentes en Inglaterra y Estados Unidos, dan una importancia capital a esta cuestión, como que de la simplificación de la ortografía depende la más pronta y fácil difusión de los conocimientos. Cuando de adoptar el sistema métrico decimal se habla, rara vez se esfuerza en su abono la principal de las razones de conveniencia que trae, cual es simplificar las operaciones de aritmética, ahorrando iiiucho tiempo de aprendizaje en las escuelas con la supresión de quebrados y denominados. • . . Conformar la ortografía a la pronunciación sería, en efecto, llenar cumplidamente los objetos prácticos de la escritura. Para nosotros hay una razón a más de las facilidades que ofrece para enseñar a leer y escribir; pues el sistema de los etimológicos supone y requiere que ci niño sepa cuál es el origen de las palabras, cuáles los usos tradicionales, antes de iniciarse el arte primordial de leer y de escribir. Nuestra razón, además, sería quitar del um_
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bral de la vida intelectual el primer escándalo que perturba y desmoraliza la razón del niño, mostrándole resultados sin causa, consecuencias contrarias a la deducción lógica. ¡Cuánto estrago en la rcta inteligencia del niño, causado por estos triviales accidentes ga ge (je) gi (ji) go gu, hace a = a! ¿Qué absurdo estará dispuesta a rechazar la inteligencia si desde el primer paso se le enseña a falsear las inmutaciones de la analogía y de la deducción, que rigen los actos de la mente humana? Mas no es en este terreno que debemos combatir a los que prefieren seguir las prescripciones de la Academia de la lengua. Debemos combatirlos con sus propias armas; y aun en ese terreno, creemos que no podrían defenderse largo tiempo. Esta corporación supone que ha y tres reglas en nuestra ortografía, a saber: el USO constante, la etimología y la pronunciación. ¿Siguiólas jamás la misma Academia? Esto es lo que negaría su propia historia; pues fue en concurso que la ortografía castellana llegó al borde de su perfección, en el cual, por una intempestiva reacción, se ha detenido en estos últimos años. En El Prontuario de Ortografía que por orden de la reina publicó la Academia, hubo por circular de 28 de abril del mismo año prohihídosc que "en las Escuelas Publicas del Reino se enseñe otra ortografía (1uC la adoptada por ci mismo cuerpo''. En 1557, sin embargo, los maestros de escuela de Madrid se habían asociado para enseñar una ortografía puramente fonética o de sonidos; y cuando de la presencia de este hecho hablamos a algunos miembros de la Academia, nos contestaron: ¿qué caso hace usted de esos tíos? ¡Los que conocen el significado de esta calificación en la península, saben todo el menosprecio que encierra! Y sin embargo, esos tíos están encargados por años de enseñar a ser irracionales a los niños, luchando por horas contra la tendencia del niño a ser racional, propendicndo invenciblemente a leer gato, género, guicara, gorro, gula! ¡Cuánto dieran de su escaso sueldo esos tíos, por aborrarse la ingrata tarea de inculcar el absurdo; hasta por el hábito, ha logrado vencer la razón! ¿Qué reglas seguir? "Es, pues, evidente, dice la misma Academia, que tales reglas no pueden serles del menor provecho (a los niños), pues para saber el origen es indispensable ci conocimiento más o menos extenso de otros idiomas y principalmente del latino; y para cerciorarse de la generalidad del uso ha y que dedicarse a la lectura, y aun al estudio de las obras antiguas y modernas que merecen universal aceptación."
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POLFAIICA LITERARIA Habría un medio de obviar esta dificultad? Creemos que sí, y va la América española tiende visiblemente a ello, y es continuar la desatención a los orígenes, que la Academia misma, si no inició, aceptó en lo principal, adhiriendo sólo a lo embarazoso e inútil, y favorecer la tendencia a la regularización completa, cuando los que no merecen ser llamados tíos lo proponen. Un hecho entre mil. En 1820, en Londres, los más distinguidos literatos y hablistas españoles y americanos emprendieron y pusieron en práctica la reforma final de la ortografía castellana. Los miembros de la Academia de la Lengua no eran autoridad más competente que aquellos escritores para representar las necesidades y el espíritu de la lengua. Pero hubo reacción pública en España contra la escuela libejo que de esa fuente emanase fue objeto de proscripral, Nción. Sáhese que la Iglesia en Francia ha conservado hasta ahora poco, en sus impresos, algunas irregularidades de ortografía que Voltaire suprilino, guiado en ello por los mismos antagonismos. Expondremos algunos hechos generales para guiar el juicio en materia tan trivial de suyo, y a la que se pretende, sin embargo, dar la importancia de una ciencia. Es una de las excelencias de la razón humana, el que aun los más chocantes absurdos y , están casi siempre fundados en principios generales, que prevalecieron antes, y han dejado, después de denio5trada su falsedad, hechos que se perpetúan sin razón de ser. La orto rafia es uno de estos hechos. El griego y el latín tuvieron sus ortografías respectivas fonéticas, pues que ninguna etimología extraña debían conservar. Cualquiera que sea la manera como cada nación moderna lee el latín, hoy , todas lo leen literalmente según cada una ha convenido co leerlo. En Francia se introdujo hace años una reforma en la manera de leer el griego, conformándola a la pronunciación del rumaico, que lo representa en la Grecia moderna, creyendo con razón que los descendientes de los helenos deben saber mejor cómo pronunciaban sus padres, que no los que ni de oídas lo han aprendido, lejos de los lugares donde aquel idioma se habla, si bien modificado. Todos los dialectos salidos del latín, han debido escribir las palabras de origen latino de la misma manera, pues que los sonidos primordiales y el origen era el mismo. En etimología no podía haber divergencia; y, sin embargo, éste es el punto en que más la hubo desde el principio.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES LI italiano, (lile fue el prinlero dc los dialectos (jtlC tomó posesión de sí mismo, puCs que él encabezó el Renacimiento, si no Ic precedió coiiiplcraniente formado, como lo requerían las Repúblicas de Venecia, Pisa, Florencia, con su asonibroso desarrollo de ideas, fue el primero también en darse una ortografía, y asombra la libertad de toda sujeción a erilliología con que procedió desde su renacimiento. El italiano se escribe como debe escribirse todo idioma, es decir, como se pronuncia. El italiano ignora ci latín, aunque sea el heredero directo, hasta del suelo, sin que la iglesia latina, que ha continuado la antigua supremacía de Roma, haya intentado latinizarlo. La ortografía francesa y aun la inglesa se formaron más tarde y bajo otras influencias. Las Cruzadas, a que no concurrieron italianos ni españoles, infundieron en el animo (le los entonces bárbaros del Norte, grande respeto por la civilización del Imperio de Occidente; y cuando Constantinopla fue tomada por los otomanos, centenares de literatos griegos se refugiaron en Francia e Inglaterra, imprimiendo a las respectivas lenguas el prurito de tener por sus etimologías, la muestra de su procedencia. Italia estaba ya demasiado avanzada y el antagonismo de las Iglesias católica y ortodoxa era demasiado fuerte para que la presencia de los griegos se hiciese sentir. La España, colocada geográfica e históricamente entre Italia Francia, y más católica que ambas, por su cruda lucha con el islamismo, procedió hermanando un termino medio entre las dos tenciencias. Desde luego, los prillieros impresos en espanol muestran que se propendía a pintar las palabras tales como herían el oído, rrazón, TraTo. Cuando la Academia se organizó, en imitación de la de Italia la Crusca (afrecho), imitación que se ve en el emblema español "el crisol'', su primitiva tendencia fue a descartar los rastros de orígenes a que tan tenazmente propendían ingleses y franceses; y como el estudio del griego no entró en la educación chísica de los españoles, la segur de la reforma, dio buena cuenta y sin escrúpulo de toda etimología griega. Christo, chrisrna, physica, phylosoplia, phthysis, iheologia, thema, choro, charo, etc , que se escribió desde entonces: Cristo, física, tisis, tema. El latín no quedó mejor parado en quanto, quaresma, Scipion, Statua, Xerxes, Exercito, etc. Si los orígenes hubieran de conservarse en la ortografía, era precisamente al principio de dicción; pues allí es donde ha de buscarse la radical de cada palabra. Ahora que existe una ciencia del
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POLEMICA LITERARIA lenguaje, que ha mostrado que griego, romano, sánscrito, persa, teutónico, celta, son todos hermanos, hijos de un padre común, y que el griego ni el latín son siquiera primogénitos, ni los niás clásicos y perfectos; se comprende la importancia de conservar la fisonomía exterior de las palabras a fin de descubrir las facciones de familia. Bastaría saber sólo si para tales fines ha de condenarse a la humanidad entera a llevar sobre sus espaldas el peso enorme de cuatro mil años de tradición, de historia y de emigraciones, pues vese que las palabras de los idiomas se distinguen en emigrados e indígenas como más tarde en radicales y derivadas. Es nueva en el mundo la idea de educar con la palabra escrita a la masa humana; y aquella carga soportable y llevadera para literatos y eruditos, hasta deponerla prolija y cuidadosamente en lexicones y vocabularios, para que acuda a ellos, como a los archivos de escrituras púh!icas, el que quiera conocer la heráldica de la lengua. En ortografía ha de procederse como en el lenguaje mismo, en cuanto a etimologías, la regla de las sustituciones de Grimm, que tanto ha contribuido a aclarar las oscuridades que al principio ocultaban la similitud de idiomas afines. El español, al desprenderse del latín siguió, como sus hermanos el francés, el portugués, el italiano, el valaco, las propensiones y carácter especial de su pueblo; y éste es uno de los puntos en que el espíritu reaccionario y latinista de la actual Academia más se aparta (le la verdad, suponiendo sin razón que es un idioma fuerte. Todo lo contrario resulta (le las sustituciones, si no es tan suave como el italiano, que acaso como el rumaico hoy, representa mejor el latín; pues va Quintiliano observaba que los extranjeros lo pronunciaban más fuerte en su tiempo. Esta cuestión de los sustitutos es demasiado importante para la solución de la otra de ortografía, y por tanto le consagraremos algunas observaciones. Las palabras latinas per-tu-la-ca, a-cu-tus, se transformaron en ver_do_la_ga, a_gu_do. Vese en las transformaciones el genio del pueblo oriental, acaso por su mezcla anterior de fenicios y cartagineses. Los labios menos apretados en las consonantes, la boca menos abierta en las vocales. Sólo los gallegos han conservado la u aguda del latín que el resto (le los españoles sustituyó con la o, que es la manera (le esforzar menos la voz. De aquí viene la regla empírica para los niños, de que se escribe be en los casos que los latinos escribían con pe. Pero cómo explicarle a un niño cómo se escribe bizco-
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES cho? Esta palabra si2ue otra regla de sustituciones, hiscoci iis, dos veces cocido, bizcocho, pectus, pecho, directus, derecho. Tactzis, fecho. Fi español se resiste a pronunciar apac, que requieren movimientos muy determinados. De haptisnio, ha hecho bautismo; de actos, ha hecho al/tos, dos palabras familiares al pueblo; pero si derivados de esta clase andan sólo en boca de gente culta, entonces conservará su pronunciación latina, anabaptistas, actas. ¿Quién no sabe que ha y personas vulgares a las que no se les puede hacer pronunciar ni enseñándoles, afecto, que dicen afeuto; perfecto, perfeuto? Plano, planctus, se tradujo llaijo, llanto, que los italianos tradujeron aún inás sea e, piano, »iaJI lo.
Donde la lucha entre e 1 breviario y la realidad se mantiene aún vivísima, es sobre la x fuerte del ex latino. En vano será que cuarenta millones de españo!cs ni sospechen que tal sonido exista en e\rcnso, experiencia, extracto. Todo el que ha y a estudiado latín, o asomádose a un aula, nos estará expectorando el ex de los romanos. Si pudiera la gente educada de una cierta manera dudar un poco de sus adquiridas nociones, pararía mientes en el hecho de que los romanos inisnios que aún conservan la fisonomía de sus abuelos, el arado, la lúinpara y el vestido en el campo, pronuncian ('jeIto, esclaijiare, ('sistc/,:a, essainen. El español ha sustituido es, nial que le pese a la Academia y a todos sus ciegos secuaces, espediente, espulsar, estenso, estremo. Queda el sonido ex ante vocal, porque allí es más fácil, en examen, exequias, que pudiera disolverse en ecsaiiien o c'gsalncn, en cese quias e cgsequias, pues la una o la otra son sustituciones españolas, como en acutus agudo. La Academia tiene firme sobre este punto j queriendo volver al latín, por parecer que es francesa en la manera de pronunciarlo. ¿No se ha llevado la reacción hasta escribir auxilio, y aun J!é'cico? La Academia creó la confusión que reina en el uso de la j y la g. Cuando puso la mano en los orígenes (irreverentemente si no había de ir, como el italiano, hasta el fin), se encontró ante x ex c, Xenofontc, Xicara, \cfe, Xcneral, Xavier, Xantipo, México. El buen enrido aconsejaba pero halló mejor crear unas etimologías académicas, tales como General y Jantipo, cojo, gícara, que confunden ho y a los que más se precian de no perderse en estos vericuetos. No hablaremos sino para memoria de la b y de la y, porque estamos seguros (le no encontrar sino contradictores, cuando dcciiiios que no existen, que no existieron jamás los dos sonidos dis-
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POLEMICA LITERARIA tintos en la lengua española que supone el uso de estas dos letras, y cada uno que sostenga lo contrario, ha aprendido a duras penas, al estudiar francés, y nunca bien a dar el sonido y silbado. La Academia de hoy dijo una vez que se iba perdiendo este sonido entre las gentes del pueblo, como si los individuos que la componen hubiesen vivido ahora cien años para comparar la supuesta transformación de la lengua. La verdad es que del uso vario y promiscuo de ambas letras entre los antiguos escritores, hasta que la Academia trató de sujetar su uso a reglas deducidas del latín, resultaba que no hubo nunca tal sonido silbado en la lengua, como no lo hay en dialectos intermediarios entre el francés y el español. Puig_Blanch, castizo hablista español y que pretendía nada menos que añadir ciertas reglas para fijar el idioma, hizo declaración formal de no ser de la lengua tal sonido, y por tanto una interposición de la letra que lo representa; pero la Academia, gálica de origen y en sus tendencias ortográficas niás de lo que presume, se tiene firme sobre su breviario; inútil por ahora hablar de fablar, jablar, hablar y ablar; fijos, jijos, hijos, ijos; del phornioxos, fcrmosus, hermoso, ermoso, latín, que los italianos escriben como uomo, avere, croe, istoria, para no andar trayendo ramas secas, que el venado deja, cuando apuntan las nuevas hojas. Todo esto desaparecerá así que América entre en posesión de su propia lengua, y la adapte a la expresión de sus necesidades, guiada por deseo de ahorrar tiempo y penalidades a los niños, y facilitar la difusión de los conocimientos útiles entre los adultos. Preguntaráse: ¿por qué no prevaleció la ortografía reformada por la Universidad de Chile, no obstante haber estado en práctica tres años entre escritores de nota y periodistas? ¿Por qué a la pueril vanidad de un ministro de Gobierno que no reconoce sujeción a nada, no le ocurrió poner este decreto: "Las oficinas de gobierno escribirán Como lo ha acordado la Universidad"? ¿Qué importaba que el ministro en el borrador escribiese buey, hay, extemporáneo, NI le viniese del hábito? Estos continuadores del pasado, a nombre de mayor saber, pasaron entonces por sobre la autoridad de don Andrés Bello, grande erudito, decidor o hablista, a quien más tarde la Academia de la Lengua hizo la justicia que le negaron oficialmente sus compatriotas, destruyendo con una mano lo que con la otra habían creado. Para los objetos de este escrito, y ya nos hemos extendido demasiado, aunque más pudiéramos, baste lo dicho con el fin de justificar, no la ortografía de A mbas A méricas, sino explicar la razón por qué preferimos la que siguen en Chile y Estado de Colombia
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SARMIIN1() - T!Xi'OS FUNDAMENTALES y propenderemos a hacer prevalecer la ortografía fonética come en Inglaterra y Estados Unidos propenden todos los hombres liberales e interesados en la fácil y pronta difusión de los conocimientos. La ortografía que Bello, Gángara, Argüelles, Blanco, White Villanueva, Puig-Blanch, J . J. de Mora trataron de generalizar, se puede enseñar en una lectura a todas las damas y al pueblo en media hora. La de la Academia, por su propia confesión, hace "que personas de cuenta lleguen al término de sus días sin saber escribir su propio nombre'', sobre rodo si es Xavier o Ximénez. .La prueba está en la rareza y limitación de las ediciones hechas en nuestras imprentas, y para uso de españoles, de Tácito, Cicerón ópera olm2ia, Salustio, etc., etc., etc., y toda la literatura latina. De Tucídides, Jenofonte, Plutarco, Aristóteles, de ésos ni se habla entre buenos españoles. Una palabra diremos sobre los acentos, que sólo el español tiene, para marcar la prosodia, en lo que su ortografía fue más racional que las Otras. Tenemos, tres palabras celebre, que en castellano se escriben célebre, celebre y celebré. Nada niás perfecto; pero. ¿qué significa el acento en las vocales cuando figuran como palabras .. voy á casa, Pedro é Ignacio, blanco ó negro. ú? ¿Y si algo significan, por qué no escribían Pedro y Juan? ¿Por qué la y es consonante cuando es vocal? ¡Oh lógica! A riesgo de pasar por pedantes, diremos que esta letra en griego, se pronuncia u en physic, que se lee fusica, según la corrección romaica; y ya pueden los académicos sacar sus consecuencias. Descartemos, pues, acentos inútiles, y en esto han quedado subsistentes las reglas que dio la facultad de Humanidades de Chile, que se reducen a poca cosa, y se recomiendan por su simplicidad. Las palabras castellanas que terminan en vocal están naturalmente acentuadas en la penúltima sílaba. Si una palabra discrepa de esta regla, se acentuará en la sílaba en que carga. Luego: 1 9 Las vocales solas no se acentuarán jamás, por inútil, lo mismo que las sílabas que hacen palabras, porque están de suyo cargadas: a, et, ]'o, tan. Los plurales de estas palabras no se acentuarán, porque siguen la regla (le SUS singulares, excepto carácter y régimen, que se apartan de la regla general. Los diptongos no se acentúan.
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POLFMICA LITERARIA Los pretéritos imperfectos tampoco. Esta es la regla. Paloma palomas - nadie - entonces - extendiéndolo, no cambia. Esto es lo más sencillo. Reló se acentúa porque es resto de la palabra relox, que la Academia creyó endurecer en reloj, y la índole de la lengua que huye, corno los perros del agua, de terminaciones finales duras, suprimió. Qué le cuesta decir club, meeting, complot? Los predicadores de aldea habían hecho para ci USO diario de sus invectivas un Roiau, un V oltairc, un Diderote y un Montalamberto, como en boca del pueblo un adjetivo improsulta, que pide mucho discernimiento para descomponer en el nec plus ultra originario, por el mismo procedimiento, sin embargo, de la transmutación de periculum, enque la 1 final ha ocupado el lugar de la r; ]a e se convierte en su sustituto g; y entonces se contrae el fin de la palabra para representar lo que quedó del esdrújulo latino. En francés péril! Miraculuni, milagro, episcopus e = o, pis bis - suprimida la sílaba oscura del esdrújulo co, quedando obis-po; todo conforme al genio de la lengua, y a su manera de pronunciar el latín. Siéntese de a leguas el bárbaro antiguo tomando al vuelo los sonidos más marcados, y dulcificándolos al reproducirlos. Folia, Filius, Folia, filio, foja, fijo—hoja, hijo, oja, ijo. ¡Siete siglos! (A mbas A méricas.)
LENGUA, PENSAMIENTO, ESTILO.. Cuando digo España. en materia de letras, inclu yo a la América, y no sería yo quien escupiera al ciclo. La España, como Pueblo que trabaja por salir de la nulidad a que la han condenado los errores de sus antiguos déspotas, es la nación más digna de respeto. * No se publican libros en España, y la América está dividida en tribus que no dan quinientos lectores para cada una, porque no se entienden en castellano. * Es que dos renglones de un escritor bastan para medir su capacidad, como el puñado de trigo que tomamos de la parva revela la calidad de la cosecha. (A mbas A méricas.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Me parece que el castellano mismo se ha de resistir a repetir en su lengua bozal algo que fuere útil. Si fueran versos o declamaciones vacías o pomposas, declaraciones de liberalismo, pase; pero agricultura en castellano, geología en castellano, hablar de cercos y de inventos... ¡un diablo! se ha de volver mudo o decir cosas al revés para que el ánima de Cervantes o de Góngora no rabie. (A mbas A méricas.) * Condenadas a desaparecer (las reglas ortográficas de la A cademia Española) como la alquimia medieval y la arqueología judiciaria. * Cervantes. Es gloria excelsa de la raza humana y todos lo reclaman. Creó a su paso por la tierra un idioma, porque los ángeles perfeccionan todo lo que tocan. Este idioma se llama idioma de Cervantes y ha sido momificado en su honor. (Obras: T. X X I.) * Escribo corno medio y arma de combate, que combatir es realizar e! pensamiento. (Obras: T.X !17.) * Don Quijote es el proares() iiioral, es un programa de gobierno de instituciones vcnideras, Como la crítica acerba de sus tiempos en que Cervantes, al crearlo, vivía desdeñado, a merced de la caridad de un poderoso, no obstante sus heridas de Lepanto, batalla (]UC salvó a la cristiandad y a la civilización moderna ( . . . ) Qué ridículas escenas las que excitan el caballeresco ardor por el bien, por la justicia, por la libertad (le las oprimidos de entonces, los galeotes, la mujer, el desvalido, el ignorante cabrero, que no se les alcanza la edad de oro a que llegará un día el mundo! (Obras: T. X L.)
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POLEMICA LITERARIA
CARTA A PAUL GROUSSAC • . •Ahora pídole su concurso para llevar a todas partes con el francés, (IUC es la lengua universal del espíritu humano, la palabra americana, genuina, sintiendo a selva virgen, a cascada del Niáara, a cadena de los Andes, a corrientes de aguas cuino el Mississipi o ci Plata, a pallipa, en fin, que deja ver la curvatura de la Tierra sin obstáculo humano que oponerle, aunque fuera el puente de Brookl y n, o alguna pirámide tlascalteca o de quien sea, que deja enanas las del Lgipto. • La estatua debiera tcnci la cascada del Niágara a sus pies. No pudiendo reunirla, tuvo al pueblo americano, que no es otra cosa que saltos de las corrientes históricas, la historia misma de la libertad humana hecha nación, gobierno, república, pueblo de millones y crisol por el que pasa la especie humana en el mundo, terreno y topografía prodigiosos. Tuvo la inauguración de la estatua, que es la del advenimiento de la libertad por los hechos, por los millones en hombres, en lenguas y en dinero sonante, por historiógrafo a Martí, un cubano, creo, y usted verá que sus emociones son las del que se asoma a la caverna de los cíclopes, u ove la algazara de los titanes, o ve rebullirse el mundo futuro. bien; todas las grandezas que Martí, nuestro representante de la lengua castellana, ha sentido, acogido y descrito van a quedar en Buenos Aires, y pasar como ráfaga perfumada de una hora, para dar lugar a nuestro aire de saladero, de pantano, de mugre política y de cólera morbus; y aquí viene el objeto de esta carta, Y es pedirle que traduzca al francés ci artículo de Martí, para que el teléfono de las letras lo lleve a Europa, y haga conocer esta elocuencia sudamericana áspera, capitosa, relampagueadora, que se cierne en las alturas sobre nuestras cabezas. Tradfizcaio usted, que es nuestro bibliotecario inmérito, aunque sea nuestro literato francés, y se halle en buen camino de merecer su puesto. En español nada hay que se parezca a la salida de bramidos de Martí, y después de Víctor Hugo nada presenta la Francia de esta resonancia de metal.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Deseo que le llegue a Martí este homenaje de nii admiración por su talento descriptivo y su estilo de Goya, el pintor español de los grandes borrones con que habría descrito el caos. (La Nación, 4 de enero de 1887. Obras: T. X LV !.)
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UNA TARl)1 l)L OTOÑO Seguirlo con la mirada fija; [ ... ] hasta verse esconder el sol tras un grupo de árboles, cuyas ramillas diseña sobre su fondo de oro, y descender y sepultarse, al fin, como una hostia de fuego en una urna al pie de un árbol, son goces éstos que están al alcance de todos, y muchos no experimentan, porque la facultad de sentir la naturaleza se educa con los viajes, la edad y el tedio de la vida. Así en las largas peregrinaciones, al través de la tierra y de la vida, se aprende a gozar con avaricia de lo que Dios da y nadie tiene interés en disputarnos. Hay a12o (le melancólico, de filosófico en la puesta del sol, de que carece la salida. El niño salta de contento al ver asomar el sol en el horizonte; pero sólo en la edad madura se goza profundamente en verlo ponerse; acaso por la misma causa las avecillas le entonan himnos de alegría desde el alba, y se retiran calladas a sus enramadas desde temprano en la tarde. Cuatro veces hemos ido a las islas del Paraná, por ver una buena iluminación de luna llena sobre los silenciosos canales. Al fin la vimos sublime como en el Lido de Venecia. Añádase a esto que tenemos en la memoria ci repertorio riquísimo de puestas de sol, y como son cuadros iluminados vigorosamente, cada vez que uno nuevo contemplamos, los antiguos se presentan a la imaginación, Con su procesión de recuerdos pegados a cada uno de ellos, y visibles todavía a la luz de un sol poniente que iluminó los originales. Puesta de sol en Africa, bajo su cielo tostado, y sobre las alturas del Atlas, con las tiendas del árabe a la vista; sol de Italia en Nápoles, con el Vesubio, Pussoles, San Telmo, Prochida y Sorrento por decoraciones; sol del lago On-
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SARMIENTO - T[XTOS FUNDAMENTALES tarjo en el otoño, iluminada la cascada del Niágara, y baFiando las copas ilc los bosques en (111C se ocultaba no ha mucho el último de los mohicanos; y si se quiere qUe la disposición a simpatizar que tan plácidas escenas despiertan al ocultarse el sol en medio de tantas maravillas, ha y a hecho alguna vez que una mano encuentre la nuestra, o una mirada enternecida revele que dos almas se comprenden, o una palabra de dicha alucine esperanzas fugaces, comprenderán por qué las puestas de sol en la tarde de la vida reviven la frescura de la juventud del corazón, para engalanar emociones que sin eso, serían tristes acaso, (El Nacional, 14 de marzo de 1856. Obras: T. X X V I.) * Saliendo de las Cámaras y atravesando en carruaje o diligencia el espacio que media hasta San Fernando y tomando allí la chalana, la canoa guaraní movida a pala, iba por entre canales hermosos a abordar una isla, húmeda de la humedad de la crisálida que se escapa de la cápsula, a tomar asiento a la orilla del fuego, bajo techo escaso de ramas aún... Dónde ha podido nunca el espíritu del hombre pasar por contrastes tan marcados del santuario de la ley a los misterios de la creación de mundos futuros, por ci lento depósito de sedimentos que provienen de rocas disueltas de mundos que Na fueron. (llcmorias.) * Las islas vienen invadiendo a pasos rápidos, o más bien marchan hacia el mar. . . LI junco es el primer día de la creación de las islas; las cardas y los ceibos hacen la mañana y la tarde del día segundo. Sobre los frágiles juncos se mece luego el blandengue, avecilla de cuello colorado por imitar a los ceibos florecidos ...Un roedor sin nombre es el primer cuadrúpedo que reina en esta creación embrionaria. (Ob)as: T. X X V I.) * La juventud dorada de Buenos Aires no sabría sentir estos goces acres de arrancarse a la vida civilizada y en ci intervalo de pocas horas sepultarse entre la espesura de las malezas de las islas, abrirse paso, machete en mano, por entre el enmarañado laberinto de enredaderas, sentir sudor caliente corriendo a chorros y la sangre de las manos clavadas y rasguñadas por las espinas, co-
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I-•\ NATURALEZA
iner corno lo exige la reparación de las fuerzas así derrochadas, recorrer la Boca de las Palias en la oscuridad de la noche, atravesado sobre una tabla en espacio y postura que las sardinas hallaran regalada, haciendo fiesta y caudal de los incidentes más insignificantes, sin otro interés que nioverSC, sentirse vivir, olvidarse de todo, reir con todo motivo y a toda ocasión, cansarse y volver a su casa después de tres días de haber sido divinamente bruto, a hacer las muecas y musarañas uue constitu y en la vida civilizada. (Sarmiente A necdótico.) * Era sublime aquella noche por el desorden y confusión de un ejército, apiñado en torno de una laguna, en que se metían los soldados y los caballos a apagar la sed; el suelo estaba negro como luto con los restos del pasado incendio y las gaviotas asustadas volando en masa de millones hacían retemblar la tierra como si se desplomara una montaña, y, por lo pronto tenernos de pie nosotros, temiendo fuese disparada de caballos, y toda esta escena nocturna alumbrada a lo lejos por el fuego del incendio de la Pampa que nos venía precediendo, como aquella columna ígnea que dirigía la marcha de los hebreos en el desierto. (Obras: TX IV .) LA PALMA REAL Es la palma real una de las producciones artísticas de la Naturaleza. Su tallo, a diferencia de otros filamentosos y ásperos, tiene corteza blanca y unida como el tronco de la higuera, asumiendo cuando llega a su completo crecimiento la fornia cebollina de algunos vasos del Japón. Remata el tronco blanco en un estuche verde brillante que envuelve el plumero de las hojas de la palma, corno el capitel de una columna corintia, teniendo cada hoja en su arranque una membrana que envuelve en su tallo, y sirve después para acomodar el tabaco que se exporta de La Habana. Pero a tanta belleza artística de caña y capitel se añade la hoja de la palma, que en lugar de ser pareadas las lanzas, a guisa de barba de pluma, corno las ordinarias, son dobles, presentando cuatro órdenes en cruz, y en lugar de rectas cada hojilla es rizada como un tirabuzón del tocado de una dama. Estos rizos, agitados
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SARMIENTO - TEXTOS FUND.\\!INTALF.S los céfiros tibios de las noches tropicales, producen un vago e indefinible susurro, en que el oído se esfuerza por percibir armonías misteriosas, como si las palnias murmurasen algo, o entonaran en VOZ apenas as perceptible himnos o canciones gratas al corazón. La palma remata en un cogollo recto como una pararrayo, en que están con una recilla o un glutc contenidas las hojas que se preparan para reemplazar las que caen; pues hasta en esto es la planta coqueta y cuidadosa de su fastuoso y brillante tocado. Cuando la hoja más baja envejece se inclina hacia abajo, y el peso, obrando mecánicamente sobre la articulación que la sujeta. al tal lo, faltando la savia, obra el deprendiniiento, y la hoja cae al suelo, quedando sólo en el árbol las que conservan su verdor. Nos han asegurado los habaneros que cada mes cae una hoja de la base del plumero y se desenvuelve otra del cogollo, hallando en esto relaciones misteriosas en alguna función periódica de los seres bu ulanos. 1 a que ben ios aquí, vista acaso por ser demasiado joven, no deja caer todavía sus hojas marchitas, lo que establecería otra relación niiís, si es (]nc la planta necesita llegar a su pubertad, para cuidar de su ornato. Los antiguos cafetales de La Habana están rodeados de estas palmas plantadas de distancia en distancia, y las calles interminables que forman, contempladas de noche al claro de la luna, agitados sus plumeros por la.s auras, cantan con una indecible melancolía, como si fuesen esas columnas de Balhec o Palmira que despiertan tantas emociones. Y no se crea que es forzada la comparación; pues que los cafe tales son ruinas taiiibién, creación de un pueblo destruid ( > , N , de industria que cuenta una tristísima historia. Los cafetales de La ilahana son hasta hoy la concepción más artística del hombre aplicada a la agricultura. Si una loreta de París arrebatada en un globo aerostático cayese en un cafetal de los alrededores de La 1-lalaina, ercería (]flC había sido arrojada en la luna; no concibiendo escena terrestre lo que sus ojos presenciaban. l)ivídcnsc con hileras (le palivas cuadros (le terreno, separados por calle; cada cuadro está subdividido en cuarteles por cuadros de naranjos en flor siempre y recargados de frutas. El suelo es rojo, a punto de teñir el polvo de la tierra que se levanta, y las plantas de café, con su verde lustroso y lavado diariamente por lluvias tropicales, contrasta de la manera más cruda con aquel fondo que parece pintado por principiante. *
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LA NATURALEZA terrábanos en La Habana ci genio maléfico de otra parasita nacida traidora por instinto, con premeditación asesina de sil que lo era sienipre el más frondoso de los árboles del bosque. Nace aquella parásita en la copa de un árbol, y desde allí lanza raíces en busca del suelo para apoyarse. Una vez alcanzada la tierra, la parásita toma los aires insolentes de un árbol sentado en la copa de otro. Desde entonces la obra de la estrangulación y la ocultación del cadáver del huésped comienza con una astucia y perseverancia infernales. * • . . Con sólo darle este título va empiezan a flotar en el aire crespones sombríos y en la memoria del viajero a gemir suavemente con el bullicio eolio de las palmas reales que contemplé en los cafetales de La 1-labana, de noche, a la luz plácida de la luna, en ordenadas'1)1rerIoss filas, y cuyos rizos, porque sus hojas son espirales a guisa de cabelleras encrespadas, agitadas por la brisa tibia de los trópicos, dan sonidos que el alma busca a los anos, tristes, melancólicos. * El océano de Hugo, cuan perverso y terrible lo pinta, es un fragmento del grande y noble océano, puesto entre la espada y la pared entre dos rocas. Aun los más inofensivos y tímidos animales se vuelven furiosos y terribles por desesperación. Toda esa atormentada historia (Los trabajadores del mar), no es más que la imaginación del poeta puesta en prensa. Su héroe mudo hace algo, que es salvar una máquina, reservando a Hugo el gusto de recitar, él solo, a(Inel eterno iiionólogo de un hombre práctico que trabaja y un hablador que está ahí para decirnos lo que siente o debe sentir, lo que dijera y pensara, si quien algo ejecuta con conciencia estuviera para componer frases. El que tal escribe no ha navegado mucho. Se conoce de a leguas. Es el océano contemplado desde la playa, en el Canal de la Mancha, donde se engolfa \ agita y se encoleriza contra las paredes que lo limitan de uno y otro lado. El océano libre de embarazos, el océano gran monarca y no el depuesto y aprisionado tirano, no obra así. Sus cóleras son grandiosas como sus calmas, como su sonrisa misma... (A mbas A méricas.) *
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Sobre esas crestas nevadas que ve usted al Oriente, cclébransc en invierno los misterios de la Naturaleza. Ay del profano a quien envuelva la helada nube que los rodea! ¡Ay del caminante a quien se encuentra en la cima de los Andes cuando el sol se cubre el esplendente rostro y, entre rayos y truenos, el cielo fecunda a la tierra, cirniendo el polvo de sus nieves eternas! (Obras: T. X L V I.) * Me creo tolerablemente bien instruido en materia de cataratas. Las otras me han hecho sonreir. Pero ante la del Niítgara siento temblar mis piernas. Mirando el cielo a través del húmedo infierno, siento lo sublime. (V iajes.) * Tierra feraz como nin2una, húmeda y caliente cuino en los trópicos, blanda y profunda como en los invernáculos, tierra de aluvión arrastrada desde los bosques de la América Central. (Introducción al discurso sobre el mimbre.) * La pampa es tabla rasa; hay que escribir sobre ella árboles. (A mbas A méricas.) * El eucalipto será el marido de la pampa. (A mbas A méricas.) * Te incluyo el telegrama que anuncia la venida de un tordo de Santa Cruz de la Sierra, destinado a embellecer y alegrar con sus cantos el A viarium de que me das cuenta, sin novedad. Jmagínate una prima donna negra, cantando un aria COi la acción de la Sarah Bernhardt, tendiendo el cuello para dejar escapar los sonidos, haciendo trémolos con las alas desplegadas como el tejedor, aunque sin ostentar el manto dorado que cubre sus alas como una capa pluvial. Padilla tiene uno desde 1872, conocílo a la apertura del ferrocarril (1876) y vive, y da la bienvenida al visitante con sus cantos. Tendré, pues, en reemplazo del de Santa Fe (bo yero), uno de luengas tierras, que me ahorre el inútil trabajo de ir al teatro,
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LA NATURALEZA pues si no es el bombo, poco oigo. Su procedencia también es un nueva encanto y su recuerdo será imperecedero. (Carta a su nieta Elena, 1886.) * Por lo que a mí respecta vuelvo a mis antiguos amores carapachayos, atraído por la eterna primavera de la vegetación y por ese húmedo olor a vegetación que exhala el terreno bañado por las aguas y que debió inspirar a los poetas griegos la idea de hacer nacer a Venus saliendo de las ondas. Quiero vivir y me establezco donde más se vive, en los deltas que se están formando y extienden su superficie, y donde el agua misma está animada.. El pacú honró nuestra mesa ayer, y aparte los pejerreyes y dorados, los armados fatigan por redundantes. ¿Y los mosquitos dónde los deja?, dirá el lector. Y los Fígaros y Purvis de la capital, ¿dónde se los mete usted?, responderé, y punzada por punzada, vayan los unos por los otros. (Obras: T. X LIÍ.) * Descanso en efecto de mis pasadas y pesadas tareas hallando un encanto increíble en mi isla, con álamos y árboles como en San Juan, con huerta de durazneros y manzanos, como la de mi Ñaña Ursula, de inolvidable recuerdo de infancia. (Sarmiento a través de ZLfl epistolario. S. Ottolenghi.) * Trafame arrobado por dos meses atrás la contemplación de la naturaleza y a veces sorprendía en el fondo de mi corazón un sentimiento extraño que no había experimentando ni en París. Era el deseo de quedarme a vivir por ahí para siempre... (V iajes.) * Quizá se realice la idea de canalizar el terreno que divide el Paraguay, afluente del Plata, con el \ladcra, afluente del Amazonas, que está por la naturaleza ligado al Orinoco, presentando así al mundo atónito el último de los mundos en reserva para el desarrollo de la humanidad, con una navegación fluvial de mil doscientos ríos tributarios, atravesando el valle del Amazonas que es por sí mismo un mundo y descargando sus aguas en el
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES mar Caribe al norte, o en ci Río de la Plata al sur, o en el Amazonas al este. (Obras: T. X X I.)
EL MAR Y LOS TROPICOS ¡Oh, el mar; cómo se dilatan los pulmones respirando sus saludables brisas! Me siento vivir. Cómo se agranda el horizonte! En ci buque, sobre mar sin límites. (lc]a uno de ser grey, pueblo, especie hu niana. ln mi casa, en tierra, esto y sobre un planeta. Aquí; Dios, el mar, ci pensamiento. * Una banda de toninas, los potros de esta pampa, brincando. ¡Oh, los antiguos compañeros de viaje, los delfines, amigos del hombre! ¡Imposible no saltar de gusto al verlos retozar, y pensar que ninguno de ellos está destinado a ser senador o presidente de la República Argentina! En la estela verde aún, juguetean poqueTeis, pamperos, según los españoles, ci alcyon, según los griegos. El día pasa en darse por satisfecho, presagiar buen viaje, echar cuentas y satisfacer la curiosidad. La noche la reconozco, es la misma noche de los mares, misteriosa, callada, salvo el susurro de las olas. ¡Luna nueva!, ¡promesa de quince noches divinas! Todo va bien; el capitán es bueno; el sueño viene al camarote. . . la luz entra de nuevo por la ventanilla y . * Esto y en un planeta. Hasta la exactitud de los movimientos del vapor es Planetaria. Este cuerpo tiene su órbita trazada entre Río de Janeiro y Nueva York que recorre en ... días y . . . horas; pero, es más chico que la luna, es planetoide, como los ciento y uno entre Júpiter y Marte. * Estaba pensando esto y peor, reclinado sobre la borda, con los o j os clavados en ci agua salada que pasa a diez millas por hora. Espectáculo eterno, siempre el mismo, siempre variado, como la llama de la chimenea que puebla de visiones alegres la soledad de la noche. iLas olas son verdes, negras, azules? Problema a resol-
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LA NATURALEZA verse en horas de contemplación, en años de viajar. Pero aquí en alta mar al lado de la rueda del vapor, se descubre bajo la espuma que levanta, una veta, un abismo de azul de mar, de azul cobalto, el azul ideal, ci azul que no se ve en otra parte jamás. Es un abismo de azul que cubre la espuma nevada que se desprende de la rueda. * Ale he acordado ho- de liii tierra y rile ha vuelto el pensamiento de las cosas políticas y de mi porvenir. Lo siento... Estaba tan contento (le ver olas, nubes, puestas de sol: la de anteayer fue bella, el sol se deslizó por un agujero a guisa (le hogar de chimenea C1UC le había preparado una nube. A\ cr, fue gloriosa: fondo (le fuego. nubes cirrosis, amontonadas, en (los entradas con crestas doradas. Una roca, de nubes, estaba sola delante del sol y le cubría la mitad al ponerse, de manera que parecía luna menguan te. Las puestas del sol son mis amores. * Otra isla, de San Cristóbal o de (jatos, una monada. Me alejo a pepa, coloco ini silla enfrente y requiero ci anteojo. Hay teatro, panorama y decoración para dos horas. Fil hombre queda sobreentendido a esta distancia. Las plantaciones de caña verdean como trigales en Chile: grupos de cocoteros interrumpen la monotonía del paisaje. Las casitas inglesas, con su g1-ove alrededor, embellecen y animan la escena. Las chimeneas (le los ingenios lanzan al aire sus espirales de humo. Un pueblecillo a la sombra de palmeras y ahuacates, hace venir la idea que allí se atan perros con longanizas. ¿Por qué ha de haber infelices en medio de campiñas tan risueñas, a la sombra de phitanos, naranjales en eterna primavera? Tales deben ser aquí, lejos del bullicio del mundo corrompido, Pablos NI *
A las seis (le la mañana, isla al costado. Un peñón que sale ex abrupto del fondo del ill:Ir. Divisase un grupo (le casitas blancas hacia la cumbre. Es la isla de Saba. Diré lo que el francés que pasaba a treinta millas de una isla: los habitantes parecen hospitalarios. Si algún viajero desembarca en este peñón, de seguro que
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- 1] XFOS F'U\L)AI\IF\ fALIS
lo llevan en palmas de manos. ¿A quién pertenece? Lo único que saco en limpio es que no me pertenece a mí. ¿Qué fuerza es que ha de ser de alguien? * II joven suizo me encanta con la descripción de las nuevas colonias peruanas en los afluentes del Amazonas. Fue el primer europeo establecido allí. Fxportábanse hace quince años 30.000 sombreros de paja. Exportamos ahora 250.000 a 3 pesos - pescado salado, antes unos centenares de arrobas y ahora miles. La vida es feliz, la tierra feraz, la naturaleza hermosa, el clima tolerable. Bajo el régimen peruano, sin contribuciones, ni autoridad, ni policía, ni leyes, se vive allí perfectamente y el país progresa en proporción, mientras aguas abajo, donde principia el imperio, empieza el orden y el juez, el comandante, el colector, la aduana y el fisco y el fastidio. Para llegar a aquel dorado se necesitan 35 días de navegación a vapor, los mismos que pondremos de Nueva York a Buenos Aires. Es un tesoro el que he descubierto. Cultivaré esta relación. Hace años que le tengo codicias al Amazonas. Arredrábame, más que yacarés, alacranes y cientopiés, el qué dirán, si republicano tan intratable acababa como Alcibíades por pedir auxilio al rey de Betunia y Aníbal al del Ponto. Era Alcibíades; para el caso es lo mismo. Pero ciudadano peruano en el Incalí, donde no haya peruanos, en tierra virgen, a la cabecera de aquel estupendo valle, de ríos que cubren más área que el Mississipi. Toda la presente humanidad cabe holgada a orillas de estos canales y aquí se jugará el último drama del mundo. * ¡Tierra! ¡Tierra de Sudamérica! La boca del Amazonas, ancha, abierta como el pórtico que dará entrada al viejo mundo hacia el futuro, que se extiende por 1600 ríos navegables hasta los Andes, el Paragua y , el Orinoco. Las islas que se le quedan al majestuoso río, como mialas en la boca de un glotón, son grandes como estados. Las aguas que conduce son verdes en el mar, verde pálido en la boca, basta que cambian en topacio pajizo como en el Plata. Este es el color regio que usan los ríos soberanos. *
LA NATURALEZA La estrada de Braganza corta la selva primitiva cinco leguas a lo largo; y metiéndose por esta grieta, puede sorprenderse in fraganti la naturaleza tropical a la obra, como se ve la colmena a través (le Ufl vidrio. Y aquí para ci cuento. Vea una fotografía e imagínese mundos superpuestos, una pelotera, un enjambre de moscas, de hormigas, de abejas, todas empeñadas en devorar la tierra, estrecha para muchedumbre tanta; yerbas y plantas, arbustos y árboles, unos encima de otros; gigantes que de vez en cuando elevan su copa al cielo y miran con desdén la lucha por vivir que se agita a sus plantas; enredaderas, astutas e intrigantes, que se dan maña, y de rama en rama, y por troncos, o balanceándose en ci aire, ascienden hasta lo alto, y exponen humildemente sus agravios y piden su parte de sol también, lo toman mientras se les concede; y luego las parásitas, musgos, orquídeas, que como los de su especie viven en el palacio de los grandes, adulándolos, robándolos de su subsistencia y engriéndose de su prestada elevación. (Pido perdón y gracia para una orquídea de flor morada, como lirios, que floreció ho y - para mí -, la primera de su género, traída del alto Amazonas y me fue debidamente presentada y obsequié a la señora del ministro americano.) Y todo este tumulto, en que se oye el crujir de los troncos, el reir a la brisa de las flores y renuevos, y el gemir de los oprimidos por parásitas y enredaderas, es no sólo para vivir sino para gozar, para tomar su parte en la universal orgía, de que dan testimonio los impúdicos perfumes que se escapan del polen de las flores, deshonestas y ebrias como bacantes antiguas. En el jardín de Piedrabuena estaba la gigantesca Sarnmaüa que ha descrito y dibujado Agassiz. Hay en dicho jardín lo que en todo jardín brasilero: ibiscus lacres y amarillos, naranjos, palmas, exóticos de todos colores y formas. Pasé un día como pocos en la vida, gozando sin testigos, a la manera de aquellos perros que se apartan con su hueso a roerlo y sacarle la substancielle moche. Y o no gruñía sin embargo. IE Con las bellezas tropicales se asocian en el ánimo boas constrictoras, tigres, cocodrilos monos, insectos venenosos, escorpiones y cientopiés. Yo dejaré para los naturalistas y para los tontos estas sombras de la pintura. Tengo otra más plácida que hacerle. El jardín reúne todo lo que la naturaleza ha producido en formas y colores. La urania excelsa, traída de Madagascar, es un
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES inmenso abanico de hojas de bananero montado en un cabo de palma entero. El viajero se detiene a mirarlo, diciéndose para su capote: ¡a mí 00 inc la pegan, es hecho a inano Luego ve que es un necio: la naturaleza tropical es dueña de hacer lo que le da la gana. * Vecino a la casa de Piedrahuena, mi huésped, hay un jardín que reúne las bellezas de las i ilontanas, con sus sinuosidades oscuras y perspectivas umbrosas, ci lujo ebrio del bosque y la culta extravagancia del jardín. Esto lo dejo co su conjunto para iniaginado. Es ci fondo del cuadro. Fn primer plano está el cortijo pintado en que vive un negro vielo, con su vieja ilcgra \ inedia ch)ecna de negritos que me inirau Con SUS ojos de gacela tímida y el dedito en la boca, como los angelitos de Rafael en la madona de San Sixto. Angelitos negros, desnudos, inamoncitos, ¿por qué no? Sobre la cahana se eleva un arbol muy alto, tan alto que no da sombra a la casa; en las ramas de este írhol anidan cuatrocientos o quinientos japiús, pajarito amarillo de alas azules, del tamaño del zorzal. Los nidos cii racimos de a diez y de a veinte, son unos cilindros de paja, de media vara, a lo que se divisan. Conté más de doscientos. Los j apiás es un pueblo niu v sociable que construye y estas aldeas, no sólo para poner sus huevos, lo que nada tendría de nuevo, sino para vivir, goi.ar de los phicercs (loillCstiCOS, conversar y reirse todo el día. No cantan precisamente, sino que gritan para expresar sus emociones, meten bulla como los ninos, y están en acecho de cuanto ruido les llega para unitario. Si canta un pajarillo, los japi1s tratan de imitarlo, si grazna un avechucho lo remedan, y si los negritos ríen, ríen ellos a su turno. Es, pues, el caserío, una zambra perIuannte. De repente, sale uno ti-as de otro, para darle un buen pellizco, por cargoso, con aplauso general de la turbamulta, si lo alcanza, y le da bien, bien a su gusto. Si verdadera querella ha y, que no lo creo, habiendo alimento para todos en dondequiera, y no usándose los Urquiza que se cogen la mejor Parte; 51 ha y, pues, querella, ha de ser por lo que trajo la guerra de Troya, único motivo racional para cortarle a otros el pescuezo. Pero el pueblo ja pu/ii//o 00 gozara de su felicidad, si ni tuviera aliados y amigos que lo contemplen. ¿Qué habría hecho Dios, toda la vida en las profundidades de la eternidad, si no hubiera
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LA NATURALEZA creado al hoiiihre para alabar su poder y adorarlo? Los japiús construyen su Sión cerca de una habitación humana. Gustan del hombre, cuando no sea más que para verle afanarse en vano para ser feliz. En el presente caso, el aliado es el negro viejo, el pueblo fronterizo es la familia de negritillos. La paz se ha mantenido ocho o diez años sin interrupción. Si pudieran los negritos (que no pueden por ser el árbol tan alto), si pudieran tirarles una pedrada, los japi/is se irían con sus lares y penates a otra parte, a buscar un lejano Lacio. Sucedióle así a mi huésped. Un cazador tiró sobre los que él tenía, y al día siguiente cargaron baúles y petacas y no se les vio más en la casa. \o contemplo una hora ci placido espectáculo, sentado a la sombra de una palmera. El negro levantando la cabeza para mostrármelos, dejábame ver el perfil de su rostro iluminado por la sonrisa del padre que ve a sus hilos revolcándose de dicha sobre el césped. ¡Cuántas amarguras habrán dulcificado aquellos compañeros en la larga y penosa vida del pobre negro esclavo! * Pero lo que hará la eterna gloria de Bahía, más que sus antigüedades, sus calles impracticables, sus conventos y su teatro, es lo hiperbólico, superlativo, incomparable y dulce de sus naranjas. La naranja principia en Buenos Aires, agria a los 350 de latitud; asciende en tamaño y toma todas las variedades de china, argelina, tetón de négressc, limas, etc., en Río de Janeiro hasta que en Bahía, toca al zenit, al apogeo, la naranja umbilical, sin semilla, grande COmO melón Canta/oup. * A las tres y media de la mañana me despertó un negro. Yo quería ir a visitar el jardín botánico. Al doctor Vélez, aquella planta de Córdoba, arraigada en Buenos Aires, decíale una vez, cuando se lamentaba de no haber viajado y decía envidiarme de haber estado en Roma: —Tome doctor, el vapor (le Río de Janeiro, desembarque, hágase conducir al jardín botánico y vuélvase a su casa seguro de que ha visto la más bella página de la creación. El Brasil está todo en ese pedazo de país con las decoraciones del escenario circunvecino. (Obras: T. X LIX .) *
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SAR.\IIFNI'() - TEXTOS FUNDAMENTALES
EL ÑANDU O AVESTRUZ PAMPEANO El doctor Muñiz publicó hace años en varios números de La Gaceta Mercantil una monografía del ñandú o avestruz americano, que es uno de sus más acabados estudios de las peculiares facciones de nuestro país. Su observación personal le permite rectificar no pocos errores de Buffon, en su famosa historia natural, guiado a veces por similitudes que cree existen con el avestruz de Africa, o bien repitiendo errores de viajeros, que recogen al paso tradiciones NI populares sobre las costumbres de los animales notables de América; y hace cierta gracia encontrar que Muñiz desde esta parte de América sobre el ñandú, como Audubon desde el otro extremo con respecto a las costumbres del pavo, tiene que habérselas con Buffon, pudiendo aquél como éste exclamar: "Qué me ha de decir M. de Buffon sobre el pavo a mí, que he vivido con ellos años enteros en los bosques, estudiando sus hábitos Y costumbres?" Muñiz vivió veinte años entre ellos en las Pampas. I-Ioy ha tomado una grande importancia el avestruz, como conquista nueva que la industria hace, sometiendo a la domesticidad el ave que provee de plumas de ornato, y conviene que nuestros hacendados conozcan la historia y costumbres de este productivo animal, que hace poco tiempo forma parte del ganado que puebla las estancias y embellece y anima el paisaje con su presencia hasta acabar por domesticarse, desde que el hombre lo ha tomado bajo su protección, en cambio de sus plumas variadas, y en gran demanda, a medida que el bienestar y la moda las hacen codiciar como adorno de todas las femeniles cabezas, envidiosas de los cardenales y picaflores que ostentan penachos de colores brillantes. Amenazaban los indios extirpar la raza en sus boleadas, para obtener su escasa provisión de carne y plumas, cuando la idea de protegerlos en el país cristiano, vino a algunos depositarios de la suma del poder público, no sabemos si Rosas o Urquiza; pero de seguro Urquiza los acogió en sus estancias de Entre Ríos; y tan seguros se mostraban de tan alta protección que se les veía acercarse a los caminos, y detenerse a mirar a los transeúntes, con el desdén que inspira la conciencia del derecho. Por poco no dan en incomodar a los pasajeros, que se guardaban de echar sobre
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LA NATURALEZA ellos, ni por hacerse la mano, un tirito de bolas; y sea dicho en mengua de las ideas liberales de que blasonamos, y de la hidalguía que nos atribuimos los del habla castellana, que asesinado alevosamente por sus propios protegidos el amo, los que se pretendieron con ello libres, la emprendieron con los avestruces, ya sin protector; y por poco no acaban en unos cuantos meses con ellos, donde quiera que no estuvieran las armas nacionales para garantirles la existencia. Felizmente el impulso estaba dado, y el ensayo de Urquiza no fue estéril. Los estancieros gustaron de verlos asomar sus cuellos en ci paisaje, la industria halló su cuenta, en propagarlos, e imitando el ejemplo de los boers y de los ingleses del Cabo de Buena Esperanza, el ñandú forma parte hoy, del dominio del hombre, domesticado como el camello en Asia, la llama y la alpaca en América. Ya el de Africa, más corpulento, se aplica con éxito al tiro de carruajes, imitando sin duda las palomas que tiraban el carro de Venus. (Váyase lo Vigoroso de l mptilso por la falta de elegancia.) El doctor Muñiz, después de haber agotado la materia en la descripción del ñandú, concluye por darnos una completa idea de una boleada de avestruces según las buenas reglas del sport indígena; y es fortuna que quede este directorio, porque aunque ya desaparecen con el predominio de la Pampa, que ejerció por siglos el caballo, antes y después del diluvio, cediendo su puesto a la herrada, fatídica y estúpida locomotora, no es de perder la esperanza de que salvada la raza de los avestruces, por la domesticidad, multiplicados éstos por reclamar el maor asco sus plumas en plumeros, y el mayor ornato en plumajes, el sport cuando deje de ser pura importación bretona, y se encarne argentino, tengamos el curra del avestruz en nuestras dilatadas Pampas, sobre magníficos alazanes de raza, cabalgados por nuestra juventud, brillante entonces de ánimo y de salud, tras bandadas de avestruces, boleando ñanduces, al correr de los corceles. Boleando! ¿Por qué no? Ya pudieran los gringos, más "que aguantarse un par de corcovos", revolear sobre sus rubias cabezas los libes, y de (los vueltas prendérselos al ave mañera (que a un potro serían palabras mayores) como ya la caracteriza Muñiz, que se tiende de costado, en la rapidez de la fuga, y avanzando el ala con inimitable arte y gracia, sale en ángulo recto, desviándose de la dirección que llevaba, y dejando a mi gringo que vaya a sujetar, a una cuadra de distancia, el pingo indócil al bocado como no lo es un flete de la Pampa al freno mular que no se anda con chicas. Gra-
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES cias a que cabalgará un mestizo, que de su madre la yegua criolla traerá el instinto de tenderse igualmente hacia el lado y en el ángulo que describe el fugaz avestruz. Es lástima que los Casteces, los Castro, y tantos otros campeones de la vieja escuela de equitación argentina va yan llegando a la época del desencanto, sucediéndoles una generación de daildys Y COX Col/II), de a pie, o de carruaje, si no los grandes jue2os hípicos, las boleadas de sus buenos tiempos, serían todavía el orgullo de nuestros jinetes, con lo que tendríamos la adopción por completo de los usos británicos, cuyos gentIeiieiz corren, es verdad, salvando cercas y saltando zanjas, tras de un zorro de cartón, o cosa parecida, pues estando a punto de extinguirse la raza en las islas que ha visto extinguirse los lobos, conservan en las mansiones señoriales un zorro doméstico, y que después de servir para una cacería, lo guardan a fin de que vuelva a servir en otras sucesivas. Y para que el diablo no se ría de la nientira, y porque no habrá (le repetirse de nuevo la hazaña, ni habrá en adelante ocasión de traerla a cuento, consignaré aquí un caso ocurrido recientemente en Australia, donde como en Inglaterra ha y día designado para abrirse la caza. Hahíase dado cita una banda de jóvenes en una pequeña aldea, para de allí lanzarse al día siguiente a la caza, en los vecinos campos. Ya enjaezados con los arreos de gala peculiares a aquel sport, cargaban sus escopetas, ajustaban sus botines y polainas, cuando entra desalado el mozo del hotel, diciendo: ¡una liebre!, y señalando hacia el lado donde la dejaba.Esto SÍ que era salirles la liebre al atajo! Coi-ten todos los novicios cazadores, y tanta prisa se dan por tener el honor de ponerla patas arriba, que ningún tiro le aciertan, y la liebre se deja estar tranquila contemplándolos con la ma y or indiferencia. Míranse los unos a los otros isonibrados de tan inusitado proceder entre liebres, cuando acercándose uno de los cazadores a distancia poco respetuosa, la liebre indignada saca una pistola, le descerraja el tiro a boca de jarro, y acaso por la emoción tampoco le acierta, lo que evitó felizmente efusión de sangre (le una y otra parte; y huhiéranse dado las manos y quedado tan amigos como de antes, si la liebre por razones que no se dignó exponer, no hubiese preferido tomar el portante. El hecho es auténtico e histórico; y siendo como es de suponer el asunto del día en el teatro (le tan singular suceso, diose al fin con la explicación del fenómeno. Una compañía de prestidigitadores pasaba a la sazón, y el 1- lerniann que la dirigía había adiestrado una liebre, entre otros animales savants, a disparar en las tablas, un tiro, probablemente vestido de militar (él o ella), y el
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LA NATURALEZA mozo del hotel se la había 010Ct1 rado para hacerles aquella mala pasada a los j(')vcncs iicjin-ods cuidando de sacar a la carga (le las carabinas todo misil mortífero. Así poco más o menos es por cierto la caza del zorro manso de Inglaterra, desprovista de la gracia de la del avestruz, con sus gambetas, sus tendidas de alas, cambios de rumbos, y astucias. Porque aun co esto viene errada la tradición que siguió Al. Buffon, acreditando el estúpido cuento árabe de que viéndose perdido el avestruz, en la persecución, entierra el pico en la arena, creyendo con no ver él,queno lo ven a él los otros. Esto lo hacemos nosotros, en política sobre todo, de donde viene el decir, "¡esconde la pata que se te ve!", que le están diciendo los diarios todos los días al gobierno, en materia (le elecciones y otros enredos. Por el contrario el íandú si encuentra delante de sí un médano y logra distanciar a sus adversarios, lo sube, y por POCO que encuentre pajonales altos del lado opuesto, se desvía, siguiéndolos de sosla y o para esconderse; de tal llanera que si ofrece bajada el médano hacia el mismo lado de donde viene la corrida, lo rodea y va a salir en dirección opuesta al lado a donde van, dejando burlados y sin rumbo a los perseguidores. De la gracia infinita de los movimientos circunflejos a que a y uda el uso (le las largas alas como velamen o timón, he presenciado CSCCI1fTS de que Muñiz no pudo tener idea, por no haber iiavd'ícs en grande escala domesticados en su tiempo. En la comisión recibida de la Sociedad l'rotcctoni de los Anima/es para gestionar en Santa Fe, el cumplimiento de nuestras antiguas leves prohibitivas (le corridas de toros, llenado satisfactoriamente el objeto, y teniendo alun )S días por delante, hube de aceptar gustosísinio la amistosa invitación de los señores Casado y Leguizamón para visitar sus respectivas colonias. El señor Leguizamón tenía en su estancia cría de avestruces, y como en las cabras de Córdoba, la experiencia aconseja tener reunidos los polluelos en rededor de las casas, a fin sin duda de precaverlos de accidentes. 1-labía reunidos más de sesenta polluelos grandulones, listos, y bien emplumados ya, y sea que les causase novedad la presencia (le un extranjero, o que estuviesen de buen humor, noté que principió de un lado y se comunicó alrededor mío a todo el chiquero (de chico) un furor (le correr y de hacer aiiihetas y tendidas de alas para girar en círculo, que mostraba una especie de locos o de histericados, de tenerme absorto, alucinado con espectáculo tan bello. Duró casi media hora, y creo que animal ninguno, ni los cabritilbs, ni las bailarinas de la Opera, sean capaces de desplegar tanta
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES gracia de movimientos; tendiendo los cuellos y sentando de golpe la carrera, mediante un ala tendida para equilibrarse y saliendo a escape en dirección opuesta. Sus plumas alborotadas y desparpajadas parecían espuma de agua que hierve a borbotones, o velas que entiende la maniobra, o pañuelos en los bailecitos americanos para recogerse de nuevo cual mariposas que suprimen o dilatan sus brillantes alas. Esta zalamería me trajo a la memoria la fantasía árabe, lengua que nos ha dejado la palabra, aunque la cosa ha desaparecido. La fantasía es la recepción que los jinetes de un aduar o de una tienda árabe hacen en el desierto a la persona a quin quieren dar la bienvenida. Salen a recibirla a caballo los varones a cierta distancia, y la saludan con disparos de sus largas escopetas, ra y ando los caballos, saliendo a escape mientras cargan de nuevo, para volver corriendo a disparar nuevos tiros casi a las orejas del caballo que monta el favorecido. Cuando los jinetes son numerosos se deja comprender la novedad y el brillo del espectáculo, pues a cada revuelta y durante la carrera, los albornoces blancos se extienden al aire, inflados como velas latinas o juanetes de goletas, mientras que el humo, las detonaciones, el polvo y los aleluyas o avzíyu de bienvenida hacen escenas, que con el peligro de las caídas, llegan a ser inlpresivas. No habrán tornado de los avestruces los árabes la fantasía, pues yo la he visto original como la describo? La imitación de la naturaleza es nuestra dote a veces civilizadora, testigo los vestidos de cola de nuestras damas, que son imitación del magnífico aditamento del pavo real, lo que nada quita a su majestad y a la elegancia de los movimientos verdaderamente regios que el llevarla provoca en nuestras pavitas. Perdimos con los árabes la fantasía como gimnástica, pero quedó por estos pasados siglos en América, su tradición con el juego de tirar al pato, que también ha desaparecido, o va camino de extinguirse en la molicie de nuestras modernas costumbres. Dábanse cita los más bien cabalgados caballeros y mejores jinetes para ostentar su destreza y elegancia en el manejo del caballo, y llevando uno un pato tomado de las patas, corriendo en círculo, seguíanle otros diez o doce a un tiempo para arrebatárselo. Fórmese idea el que pueda sin haberla visto, del peligro de las volcadas, del terror de los encuentros, de rodar unos sobre otros jinetes, con caballo y todo, y de la destreza y coraje para dejarlos a todos dejar burlados del campeón, rayando bruscamente ci caballo para
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LA NATURALEZA pasar a los perscguidorcs, y TCl2TOUSSCT Che7,1///, si ése era el giro indicado. Oh restablezcamos las corridas de avestruces en las estancias como las de Unzué, Cano, Luto, Pereira, Muñiz, en campos como los vecinos de la Mar del Plata, o las Lagunas de Gómez, y otros lugares pintorescos, y nuestras costumbres recuperarán su antigua bizarría. No la echemos de civilizados, nada más que por ser gomosos (léase poltrones), pues hasta las naciones sucumben, cuando las facultades físicas no se desarrollan a la par de las intelectuales. (Obras: T. X LIII.) 1S BOLEADORAS Tiene un particular interés la conservación del uso de las bolas, como misil entre nosotros, y mayormente aplicado a la caza del avestruz o ñandú, que quiero hacer notar aquí. Las boleadoras, el avestruz y la Pampa, tienen entre sí tan íntima relación, que suprimido uno de estos factores quedan supriinidos los otros dos. Si la Pampa estuviese cubierta de bosques, aun matorral, el ejercicio franco del tiro sería perdido. Esta invención del hombre prehistórico es exclusiva de la Pampa, como el boomerang lo es de la Australia. La primitiva embarcación es un tronco que flota y desciende los ríos, sobre el cual se asientan pájaros. Cada región o raza humana tiene su embarcación especial, lo que prueba que es local la invención. Sin embargo, en las costas del Pacífico la piragua se compone de dos bolsas de lobo sopladas y pareadas. El arco y la flecha son armas universales en América, Asia, Africa y Europa; la pagalla, o el dardo arrojadizo es de todos los países; pero aun así no son armas primitivas, ni aun las piedras como armas arrojadizas, pues cuesta mucho estudio a los niños aprender a dirigirlas. Desgraciada aquélla de nuestras damiselas que contase salvar de una agresión con arrojarle una piedra al agresor, le saldría el tiro hacia un lado, infaliblemente. Y bien, las boleadoras o los libes son invención de nuestros antecesores prehistóricos, impuesta por la necesidad, cuando ya el hombre se habría adiestrado a arrojar piedras a los animales o a sus enemigos. Los querandíes, indiada de estas pampas, usaban las bolas en los días de la conquista, descritas por Ramírez como "globos de pie-
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SAR'.ILFN1 O - TEXIOS FUNDAMENTALES (Ira redondos y del tamaño de un puño, atados a una cuerda que los guía, los lanzan Con tanta seguridad que jamás yerran " (citado por Ameghino). El padre Lozano extiende su uso, a la Banda Oriental, y cosa rara y significativa, Azara niega el hecho. "Ni les hacían ventaja los avestruces, dice Lozano, para cuya caza usaban las bolas de piedra, no sólo para enredarlos y detenerlos, sino para herirlos en la cabeza, en que son tan certeros, que poniéndoselas a competente distancia no erraban tiro", confunde instrumentos distintos. Pero es el caso que no hay piedras en ]a pampa; y sólo pudo el habitante de esta dilatada planicie procurárselas, por el comercio, o de las sierras de Córdoba o (le la Ventana, y debió ingeniarse para recoger la piedra misma que tiró, desmintiendo el adagio "piedra suelta no tiene vuelta". En este país todo tiene vuelta, hasta las palabras. La bola solitaria que el indio maneja para quebrar el cráneo, conservándola en su poder por medio de una cuerda, pertenece a la misma familia. Los instrumentos que de piedras se labraron los hombres primitivos, los proveía el sílex o pedernal, y otras piedras duras como la obsidiana. El señor Ameghino, que posee el más rico arsenal de armas y de instrumentos de pedernal de nuestros indios, nos hacía notar la pequeñez de los instrumentos, cuchillos, raspadores, agujereadores, etc., debido, decía, a la escasez de la materia prima, pues han tenido que procurarse de Montevideo o Entre Ríos los fragmentos de pedernal en que las han tallado. Los señores Zavalla, afincados a la orilla de la Mar Chiquita, debiendo procurarse arena para proveer a las obras de ferrocarriles, tuvieron la excelente idea de encargar a los trabajadores apartasen los fragmentos de roca que encontrasen, u otros objetos del arte humano. Pobrísima y poco variada es la cosecha de pedernales obtenidos de las orillas del lago. Una libra de los que nos cedieron como muestra la componen pequeños fragmentos de cuarzo blanco sin excepción, la mayor parte tallados en forma de dardo de flecha, alcanzando poquísimos a una pulgada y el resto sin formas, y como desechos del mismo pedernal, pero que parecen conservados como cosa preciosa. Supongo que sea muy reciente la mansión de indios, por ser como se cree, moderna la aglomeración de aguas que ha formado aquella gran laguna; pero en todo caso es de lamentar la escasez de instrumentos de aquellas indiadas, pues no se descubren otros utensilios que aquellas diminutas puntas de pedernal. El señor Ameghino, oriundo de las poblaciones del país clásico de los fósiles, cuya fauna ha emprendido clasificar, ha coleccio-
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LA NATURALEZA nado un grande arsenal de instrumentos de los indios primitivos, con lo que tendremos la historia de sus artes y de sus progresos. Suya es la explicación del porqué de las boleadoras, como misil, como es nuestra su adaptación especial a las condiciones de la Pampa, equivocándose a nuestro juicio en querer generalizarlas a otros pueblos, pues ni en Chile se usaron ni se usan boleadoras a causa del bosque y la abundancia de piedras. El uso de las boleadoras requiere, corno las arnms más civilizadas, prolongado ejercicio, para. hacer certero el misil. La esgrima robustece la musculatura y da rapidez a la mirada, y el ejercicio de bolear produce el mismo resultado a mayores distancias, y sin peligro de efusión de sangre. Los niños en las campañas se adiestran diariamente en el manejo de esta arma verdaderamente nacional, y aun en las ciudades era practicado su ejercicio, sirviéndose de un palenque para blanco, pues no es así nomás que el POCO ejercitado ha de lograr dcsdc distancia adecuada envolverlo con las bolas. En el interior se hacía la caza de guanacos y vicuñas con libes más pequeños, y los niños de las ciudades, llegado el invierno, construyen en moldes de greda que ellos mismos saben construir lo que llaman bolitas, y es un cono de plomo a guisa de campánula, perforado por el centro, para asirlo a las torcidas de crin que las unen entre sí, con una tira de paño lacre en el centro para descubrir su paradero cuando han sido lanzadas a la distancia. Prestáhanse al ejercicio del arte, bandadas de cuervos que dejaban acercarse a los que los espantaban y era alarde de los rapaces cortarles al vuelo un ala con la cuerda de las bolas y ver caer ala y cuervo a sus pies, amén de tero-teros, loros, ibiñas y otros pájaros aunque en ocasiones más raras. Dábanse cita los jueves por la tarde los niños de escuela en un potrero para revolear, justa en que alguno lanzaba las bolas al aire, y los demás debían cazarlas con las suyas, sucediendo no pocas veces que cuatro pares se cruzaban con las mantenedoras y caían hechas el nudo gordiano, tan enredadas entre sí, que era mejor sacrificar las bellas torcidas de crin, antes que desenmarañar el enredo. La Pampa no se cubrirá de árboles en siglos y los avestruces abundarán siempre, porque se les cuida, y conserva. Faltará solo el jinete que revolee las boleadoras y persiga a través de los campos, la esquiva y artera tropiya de ñanduces, gambeteando y tendiendo las alas para escapar al tiro. En los hipódromos queda el ancho espacio que guarda por el interior la cancha ovalada. La del parque de Palermo es espaciosa,
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
y siquiera por verlo una vez para mostrarles a los imsteques una corrida de avestruces, podrían obtenerse cincuenta, y lanzarlos en aquella magnífica plaza. Todavía me temo que las corridas de toros se introduzcan entre nosotros por los poltrones que se divierten a bragas enjutas. Las de avestruces por lo menos son nobles, y mantendrán la destreza y gallardía de¡ jinete, sin sangre ni brutalidades. ¡Veremos qué ventajas obtiene la España en la guerra con Alemania de poseer valientes y diestros chulos y toreros! ¿Van a po -nerldosbuapin? ¡Cosa singular! Las boleadoras manejadas por hábiles tiradores n tina, retardando tres veces los han figurado en la historia arge progresos de la ocupación cristiana, o haciendo prevalecer las resistencias indígenas contra un mayor grado de cultura, como todo lo que es criollito. E] fundador de la ciudad de Buenos Aires, el general Mendoza 1 , fue capturado, según lo trae ci doctor Almiliz, por los indios salvajes, maniatándole el caballo durante el combate V dándole muerte. La tradición no olvida la memoria del célebre coronel Rauch, alemán, que al mando de sus húsares, no contento con rechazar a los indios del territorio cristiano, se trasladaba a sus tolderías a imponerles terrible castigo por sus depredaciones, rescatando los cautivos. Rauch, el temible y movible guardián de la frontera fue boleado por montoneras de gauchos e indios, y murió asesinado después de caído, y [del liarlo con los libes, [por] los que no se habrían atrevido a mirarlo cara a cara en sus tiempos gloriosos. Pero el hecho más extraordinario producido por este misil pampeano, ocurrió en Córdoba en 1831, dejando estériles tres victorias anteriores del general Paz, en el acto de emprender con excelentes tropas, su campaña final contra el gobierno de caudillos que sólo quedaba en Santa Fe y Buenos Aires, estando toda la República organizada ya y pronta a reconstituir el gobierno cional, bajo instituciones regulares, de conformidad con los principios y prácticas de las naciones civilizadas. Causa tan noble estaba confiada al general más hábil y científico que las guerras de la Independencia y del Brasil nos habían legado; y los que estuvieron más tarde en su intimidad como el que esto escribe, oyeron de sus propios labios que tenía la más completa confianza en el éxito final de la campaña, dados los 1 Así en la edición de la Obra fundador, llamado Diego, quien fue muerto por los indios. (N. de los C.) Completa. Trátase del hermano del
LA NATURALEZA elementos de guerra tJUC había reunido y el valor moral de sus soldados. Un tiro de bolas bastó empero para prolongar veinte años más la guerra civil, dando tiempo a que se desenvolviese el sistema de sangre y de crímenes que desoló al país, hasta que en Caseros vino a remediarse el estrago causado por aquel singular accidente de la vida argentina. Hecho tan notable y tan contra las buenas reglas que preservan al general en jefe de percances fortuitos, debe recordarse, y aquí tiene su lugar el relato, ya que hablarnos del instrumento mismo. Avanzaba el ejército del general Paz en orden regular, cuando se tuvo noticia de la proximidad de montoneras de Santa Fe, hacia el frente, y pudiera ser emanados de centros que quedarían al Este, y por tanto incomodando por el flanco al ejército en marcha hacia Buenos Aires. Las montoneras de Santa Fe acaudilladas por López desde los primeros tiempos de la revolución, eran un factor muy principal en la campaña, y el general en jefe se propuso examinar a fondo su número y su carácter. Al efecto, y esto explica todo el misterio, había hecho disfrazar de gauchos una partida de soldados de línea que debían con jefe entendido ir a la descubierta, sin alarmar desde lejos a los montoneros, que disciernen de a leguas el porte especial del soldado de línea, sucediéndonos en las calles de Santiago de Chile en 1842 reconocer en jinetes, desde la distancia, antiguos oficiales retirados del ejército de los Andes, y señalarlos. El general Paz se había trasladado a la vanguardia a esperar el regreso de sus emisarios, cuando se vio venir una partida de montoneros en la dirección que él ocupaba. Su a y udante, que no estaha en el secreto, le dijo, señor, son enemigos, de lo que el general se desentendió, creyéndose mejor informado; repiti(lc la misma admonición el ayudante, cuando estuviera cerca, y el general no volvió de su error, sino cuando los tenía encima. El ejército estaba empero a algunos cientos de pasos a retaguardia y podía oirse el rumor de los soldados. Otro incidente del terreno produjo nuevo error irreparable, origen de la catástrofe. Un montecillo de chañares o algarrobos acababa en punta en el lugar de la escena, lo que los paisanos llaman una ceja de monte. El general tratando de huir tomó el lado de afuera de dicha ceja, sin reparar que era en fornia de cuña, de manera que cuanto más avanzaba más se separaba del campamento, sin poder atravesar el bosque, una vez conocido el error. El mismo orden de plantación, diremos así, estorbó que un va-
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES por de doble quilla que transportaba un escuadrón de caballería con sus caballos, y medio batallón de infantería tornase a López Jordán en el puerto de Hernandarias, a donde había venido con una escolta, en procura de un prometido armamento. La expedi_ ci(')n desCiliharCó a la cabecera de un monte, de] lado opuesto a la entrada, por precaución y cautela; pero como el bosque asumía la forma de cuña, perdieron la noche cu andar y desandar, y el golpe se nIalogr('). ¿Qué son pues las boleadoras que tau singulares efectos han producido? ¿Sabéniosio nosotros mismos ni el público en general?, ni encontraría el escritor europeo, un autor que le describa este instrumento único en su género, pues como lo hemos demostrado es invención pan 1)c:ina, sugeridí por la escasez de piedras. El coronel Muñjz en las Ilotas con que ha aclarado el texto de su estudjo sobre la :aca ¡ta les consa g ra un capítulo, y no he de ser yo quien lo suprima, admirando por el contrario esta prolijidad de conservar por lo escrito, la descripción de las cosas vulgares hoy, de la Pampa; pero que pueden tener un valor histórico o tradicional, como sucede en efecto con las bolas. "Bolas de potro" dice, "son tres piedras gruesas cuino el puño, forradas en cuero, y atadas a un centro común, con fuertes cuerdas de lo mismo, de más de una vara. Las usan tomando la más pequeña, que llaman manija; y haciendo girar sobre la cabeza las otras dos voladoras las despiden a las patas del caballo o vaca que quieren enredar. Debe existir cierta relación entre el peso de la manija, y el mayor de las voladoras que deben ser iguales entre sí; sin esta circunstancia al arrojar las bolas, las voladoras arrastrarían sin contrapeso a la manija, lo que perjudicaría a la segu ridad y buen efecto del tiro. . . El lado de la manija es un poco más corto que las voladoras; peso de éstas: seis a ocho onzas, según la fuerza del brazo. "Los tiros de bolas se distinguen en tiro de tres vueltas que es el más largo que puede hacer un hombre, probablemente a la distancia de veinte varas. Un tiro más largo es un tiro de azar. El (le dos vueltas es el regular de quince varas más o menos. El de una vuelta que comprende la mitad de ese tiro, y todavía se puede llamar tiro de media vuelta aquel en que se pilla tan cerca el animal que poco hay que revolear para enredarlo con las bolas. Esto se lluici ruinar al animal bajo el freno. (Las bulas que han de usarse para avestruces, ciervos, guanacos, pueden ser de menos peso, si se quiere evitar fracturas con el golpe de la hola. En este caso pueden ser de plomo.)"
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LA NATURALEZA Ultimamente, y para completar las notables observaciones de Muñiz, debe tenerse presente que es difícil salvar al caballo de la acción de las bolas, cuando vienen lanzadas por mano hábil. Hemos visto maniatar a un sargento, tomándolo del costado de su mitad, ligando en un terrible nudo la tercerola que tenía en la mano, el cuerpo, los brazos y la rienda del caballo, de manera (ue quedándose éste parado, ci cazador de hombre pudo, desniontándose, bajarlo del caballo Como a un maniquí, quitarle de la cintura el sable, y desprenderle la carabina antes de desenvolverlo uñiz, tienden ci del lío. Los fllS afunados gauchos, al decir de Muñiz, poncho extendido hacia atrás del caballo, toiiándolc de una punta, tendiéndose ellos en la fuga a todo escape, sobre el anca del caballo, de espaldas, a fin de alejar más y más el poncho para que las bolas se enreden en él, antes de tosar al animal. I.n la retirada da la dispera caballería después de Cepeda, los mayordomos que acompañaban al rico estanciero Cascallares, venían en pos, revoleando los lazos. con el mismo fin (le detener las bolas al paso, pero no llegaron los enemigos a ponerse a tiro (le lanzarlas. La domesticación del avestruz es va un hecho conquistado, y sería gloria argentina exclusiva el haber aiíadido un animal más puesto al servicio del hombre, si al mismo tiempo y COfl máS produeto no hubiese sido sometido el avestruz de Africa, que ya se propaga entre nosotros con el uso (le la incubadora artificial. Hay, va propietarios que poseen dos mil cabezas (le avestruces nuestros, y en menos cantidad siempre creciente se les ve en los terrenos alambrados regocijando a los pasajeros al pasar los trenes. Al pasar el que viene de la ciudad de La Plata por la estancia (le Pereira, una tropilla (le veinte avestruces acertó a estar al paso. Gustóics la gracia, y se echaron a correr con el tren, levantadas las cuarenta alas al aire, gambeteando hasta darse por vencidos, con el aplauso de los pasajeros, asomados por las ventanillas. Cuando la producción de huevos exceda a la demanda para aumentar las crías, se venderán por millares en nuestro mercado para proveer a fritangas y tortillas monstruos. Sin eso ya hemos enriquecido con un nuevo animal doméstico al mundo, para proveer de un nuevo comestible al hombre. (Obras: T. X LIII.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNI)AMENIALES
EL CARPINCI-T() Y LA MULITA Llámale Cabiav cl A pi,ario Científico Industrial por 1864, al que nosotros llamamos Carpincho, pues que dice que se le encuentra en Buenos Aires. "La domcsticación, dice, sería a lo que parece una excelente de campo, pues no demanda adquisición para las estancias y, más cuidados que un conejo, y puede suministrar tanta carne como un cordero. "Su forma es la del cerdo, piel rosada, cubierta de pelos gruesos color canela. Y aunque no tenga los pies palmeados nada bastante bien, manteniendo el hocico fuera del agua. No es acuático sin embargo, y sólo se echa al agua para defenderse de sus enemigos." Don Marcos Sastre crió uno en su casa de San Fernando, que se daba mucho con los niños y jugaba con ellos. Una vez robado, se escapó y volvió a su casa. La carne es excelente, y en una fiesta veneciana tenida en el Carapachay todo el High-Life, gustó en general de un enorme carpincho asado, chupándose los dedos las damas que no sabían que era carpincho, y relamiéndose los bigotes los machos que o sabían. El Parque 3 de Febrero tiene actualmente un casal de hermosos carpinchos enteramente domesticados, y tanto que tienen tres cachorros, o lechones, en estado y edad de ir al horno, si no fuera que va a ensavarse la cría regular y propagación de tan útil y sabroso producto. Acaso sean las islas del Paraná su patria, excelente terreno acuático para establecer estancias de Carpinchos, y, el chasco y sorpresa de la no olvidada fiesta veneciana de las Islas, a que asistió el Presidente, ha y a llevado la fama de su sabor a jardines de aclimatación de Europa, con la noticia dada por el Anuario citado. La ménagerie de Buenos Aires lo ha ensayado con el mayor éxito, como lo ven los millares que visitan el Parque 3 de Febrero, donde ya ha empezado la cría. Otras adquisiciones podemos hacer como hemos va hecho la del ñandú y la del carpincho. La pampa se puebla (le árboles con dificultad a causa de la abundancia de las hormigas que los persiguen y destruyen. Dios creó el mundo, y las hormigas el humus, que cubre de una tercia la superficie (le la tierra. Sin hormigas no ha y agricultura ni civilización. Tiene este reino animal moderadores, leones y ti-
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Lk NATURALEZA gres que COfltiCflCfl a les herbívoros de apoderarse del suelo. ¡No hay enemigo chico! 11 OSO lionniguero es el encargado de la policía de las hormigas; su boca Contiene una espada flexible, elástica, cubierta de un pavón viscoso que mete en los hormigueros, y recogiendo el instrumento se trae consigo un hormiguero entero. Hoy está relegado a los bosques del Chaco, tanto lo han perseguido los conquistadores del sucio. Cada estancia debe llamar a estos proscriptos al seno de la patria común. Todavía queda otro animal utilísimo y mandado hacer ex profeso para mantener la mecánica animal. Deshonra y envilece nuestra horticultura, la multiplicación del gusano de canasto, bicho indecente que hace el invierno en la canícula, desposando la vegetación de su iiis bello ornato, las hojas. El coatí u oso lavandero tiene la vocación especial de almorzarse, vendo de rama en rama, en un santiamén, todos los gusanos que contienen los cestos de uno o dos naranjos infestados; y así de suite con todos los árboles de una finca. Abunda en Corrientes y le llaman los naturalistas lavandero por su innata propensión de lavarse la cola. Lo hemos visto hacer esta operación con jabón; la mano de oso de su familia aunque pequeña se presta para manejarlo. Otro animal doméstico tiene anunciado la fauna de la pampa al mundo gastrónomo para el siglo veinte. No ha ensayado la naturaleza forma tan gigantesca como la de los clyptodones que pudieron llevar el peso de seis hombres sobre sus lórigas, ni reducídolas al pichicicgo, superviviente que cabe en el hueco de la mano, mediando armadillo, peludos, quirquincho y mataco, nada más que para q ue se admire cmii la boca abierta su inventiva de formas extraúas, sin comernolos. Si aún hubiere reyes en el siglo venidero comerán mulitas en us mesas fastuosas, criadas en viveros como los conejos. Es una experiencia que está por hacerse. Don Augusto Bclin Sarmiento llevó un casal al jardín de plantas de París para su propagación; y los que dan de almorzar a extrantranseúntes deben propinarle una mulita asada en la cáscara y pedirles que nos den des aozivel/es. La gente culterana de Buenos Aires, porque eso de culto no es de prodigarlo, no come mulita por refinamiento, pues que M. Charpentier no las ha reconocido diremos que gato cultas, él, que sirve rana a los franceses, N I por liebre a sus parroquianos. que la América del Norte contriEl pavo es coatingente con que buyó al regalo de la ilesa del hombre. Por qué la del Sud no
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMFNTÁLES proveería el más delicado manjar que la raza de los edentados produce, ya que descendida de las colosales dimensiones del clyp_ todon, se reproduce sin limitación en nuestros campos? El Parque 3 de Febrero, o la menagcne de Palermo podrían ensa y ar su domcsticacirjn. (Obras: T.X LJIJ.)
MIS (: FI. A N FA C011 las noticias de esta administración de aire en ]halsarnado, de cielo azul cobalto, y de ra y os de sol tibio en lo más crudo del invierno (provincia de Tucumán) circulaban en Buenos Aires doscientas chirimoas de Salta. ...FTstas i i'tiras, fragantes cuino las diainclas, dulces como las chirimoyas, pues sólo se parecen a sí misias como las Venus de Milo o de Medicis, hablan y persuaden de que hay otra cosa en este inundo que peras, manzanas o duraznos, y preparan el advenimiento de nuestros climas intertropicales para hacer de una pieza la vida encantadora, trasladándonos de clima en clima como lo enseñó el instinto a las aves, y no las seguíamos a causa de haber de por medio mares, gobiernos (a veces "federales"), lenguas distintas, religiones llenas de nransedumhre, cuyos guardianes se equivocaban solamente en la cantidad y en la estación de administrarnos el fuego. (Obras: T. XLII)
* Montevideo. He encontrado a la ciudad coqueta, reclinada artísticamente entre rocas y flores. ¿Náyade o ninfa? Entre fracción (le tierra que avanza dentro (le las aguas, sin alcanzar a ser islas, contemplando siempre aquel bello Cerro, que no alcanzó a ser montaña, pero que para ella es Narciso que se mira en las aguas donde bañan ambos sus pies. Aguas indecisas que son dulces y sucesivalliente a1naras. ¿Río O niar? Su ojo no lo distingue. Es, pues, isla y continente, montaña o pall)pa, marina o fluvial, y el genio del habitante se ha amoldado a estos nicdios tintes.
(Obras: T. XLVI)
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LA NATURALEZA La historia de las aves de los Estados Unidos por Audubon, es el más bello libro que ha ya sido escrito por autor más al alcance de los niños. Audubon fue un chiquillo que desde pequeue10 e dio a cazar pajaritos con cebo, trampas, y, más tarde, con carabina. De su juego infantil se hizo la profesión de toda su vida. Quiso conocer las aves y fue estudiando ornitología; siguiólas a los bosques para estudiar sus costumbres y se hizo el amigo íntimo de ellas; y cuando se sintió maduro aprendió a dibujarlas y trasladarlas vivas al papel, introduciendo así una revolución en el arte (Yráfico. El hombre re perdido en la selva, el picaflor, el incendio del bosque. el deshielo de¡ Mississipi, ci caballo salvaje, el águila (le cabeza blanca, son trozos de literatura y de estilo que sobrepasan a toda descripción conocida, por la sencilla razón de que el autor es testigo y actor en las escenas, y cuando del pavo silvestre se habla, él es pavo también, qué han de venir los naturalistas a contarle, a él, que ha vivido con los animales y los conoce como a sus manos ( V idj de /)omi// guito.)
LOS EUCALIPTOS Desde esas cumbres, que se dejarán intactas, bajaran los cordeles hasta las rayas negras que serán los valles entre las quebradas, y ci hacha dará cuenta (le los millares (le cabezas cortadas por sobresalir de la línea que dibuja la pretendida montaña. Los despojos pagan la operación de ganar palos, perder el árbol que seguirá vegetando horquetas, esperando el verde s, la monoton fa, pues nos va a mostrar el Interior del bosque como un diamante con facetas llevando la luz a todas partes y acelerando la vegetación. Si en la poda se encuentra un árbol lozano y fuerte, se deja fuera de línea y entonces tendremos unos eucaliptos plantados en todas las alturas de la montaña que diversifiquen la vista. Esto es lo más haced ro que se Inc ocurre con un cordel y un hacha, sin gastar dinero. Si sacan las plantas de las avenidas donde están mal, pues allí no dan sombra, pueden comprarse algunas para aquellas fementidas quebradas, hondonadas y valles, donde
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SARMIENTO - TEX TOS FUNDAMENTALES ha de sobrar sonibra siempre, y se necesita algo que rompa lo flioliotoflo IC1 eterno eucalipto. ¡Siquiera tuviéramos diez de las noventa variedades que reunió ci doctor Aherg en su quinta y subsisten aún, entre ellos un eucalipto de tronco negro con flores rosadas y olorosas! Ojalá pudiera injertarse el eucalipto y embellecer el parque de La Plata, haciéndolo el museo del árbol que rompió la monotonía de la Pampa, y llevó a todos sus extremos aquel aviso a diez leguas a la redonda mientras no lo estorbaba la curvatura de la tierra que hasta llegaron las buenas ideas que hacían cruda guerra al solitario e inútil ombú, con la ociosidad y barbarie que representaba. (Obras: T. X LII) MIS PAJARITOS A AURELIA V. SARSFIELD.
1885.
Estaba y o en mis setenta y más abriles de vigor, de mando, de cóleras olinipicas, excitadas por la i,zaledrcsse d'un vain peziple, cuando levantando la vista al cielo, acaso para protestar de mi entourage, ¿qué veo? ., apenas me persuado de ello!, un hornerito industrioso, afanado, sobre mi cabeza, en una rama de sauce que había hecho podar un mes hacía para desembarazar la perspectiva del río, afanado en construirse un nido de arcilla, sin tanta hulla como la que y o metía por hacer un muelle de dos varas de frente, aunque una monada de perfección. ¿1-Jabría usted contemplado sin enternecerse esta competencia entre un anciano y un joven; entre un ex todo lo humano v honradamente apetecible entre los hombres, y una avecilla que, construyendo más sólidos edificios que Semíramis en Babilonia, de ]a misma arcilla, ha dejado a los indios atrás cii sus toldos de pieles? Ud. sabe cuánto quiero y o a los horneros, a quienes creo dotados de más inteligencia que a los hombres de la época primitiva, y que se persuaden que los postes del telégrafo han sido puestos para servir de base a sus hornos, según han tomado posesión de ellos en todas partes. Vuelvo a mis horneros. Dos días han dejado de trabajar, no obstante de estar al terminar la bóveda e iniciada la mampara, biombo o como se llame en lengua de pajarito la muralla que resguarda la entrada, de manera que el viento no dé de frente sobre los polluelos. Se ha observado que todos ponen la entrada,
LA NATURALEZA la puerta de calle, al norte, precaviéndose acaso del viento reinante; no obstante ha y e j emplos de entrada a la parte del sud. Sus buenas razones tendrá para ello el innovador. Su primo González me dio noticia de un progreso que habían hecho los horneros de Bolivia, de que los nuestros no participan, pues la nianipara tiene un inconveniente cuando uno vive entre pícaros. No es raro que un pajarito sin delicadeza, un gorrión, por ejemplo, que vive a costillas del prójimo, se apodere del nido del hornero, y cuando éste viene a entrar como a su casa, encuentra un picazo abierto y un cuerpecillo que llena todo el pasaje. Y vaya usted a decirle a un pícaro: esa casa es mía, salga usted de ahí. El hornero, sobrio en argumentos, se retira callado su pico, y dos horas después se presenta con una comisión de diez a doce horneros a intimarle rendición y entrega de la plaza, sin condiciones, pero Leonidas sabe lo que significa un desfiladero, y a toda la turba reunida, y a más que fueran, presenta su pico abierto en lo más oscuro y estrecho del pasaje. A la una, a las dos, a las tres, ¿no se rinde?, pues manos a la obra, y que cada inglés cumpla con su deber. Dispérsanse los auxiliares, y a poco vuelven, cada uno con su pelotilla de barro, como albañiles que son, y a poco empieza algo más práctico que la torre de Babel, que es una zoncera, y uno tras otro la deposita en la entrada, cuidando de amasarla y afirmarla con pico y patas, subiendo la muralla nueva por minutos, como una oleada de lava fría en la época de la creación, haciendo la oscuridad dentro de la fortaleza sitiada, con su sublevada guarnición adentro, que, falta de luz y de aire querría rendirse ahora, antes que la última vislumbre desaparezca, pero su suerte está echada. "Y toda vez, me decía González, que en Bolivia vea usted un horno tapiado, sin puertas, esté seguro que ,, dentro está, para escarmiento de usurpadores, el esqueleto de un intruso que quiso vivir a expensas de otro o apoderarse de su reino." Dos días hace que nIis horneros han dejado de trabajar. ¿Por qué? Lo ignoro. ¿Habránse amedrentado con el movimiento y mis gritos dirigiendo la maniobra al parar el estacón? ¿Qué significan estos amores en abril? (Otoño). ¿Los polluelos vendrán en lo crudo del invierno? ¿Se construirán Filemón y Baucis un albergue para pasar el invierno? ¿O es simplemente coquetería conmigo, y se construyen una casa para que reconozca su profesional habilidad, como la chuña que se envenenó picando y tragando fragmentos
SAR1IFNTO - TEXTOS Fu\DMENTAlEs brillantes de vidrio, toda vez que ponía yo atención en su figura desmelenada a guisa de gar7a y sus ojos de profunda o inteligente mirada? En pocos días lo sabré. Lo cierto es que no hay horneros en las islas y éstos han pasado el río desde que ven señales de habitaciones humanas. Me hacen monadas y fiestas cuando nos encontramos, Yendo cada uno a sus quehaceres. ¿Comprenderán que los amo como aquellos cardenales que se asilaron enfrente de mis ventanas en la vieja Casa Rosada? • . Sabe usted que gustan los de su especie (los horneros) de la sociedad humana, lejos de temerla -como el mocking bird viene a anidar en el árbol más próximo del log-housc que se construye en los bosques solitarios ci Squatter norteamericano, para acariciarlo con sus cantares imitando a todos los pájaros y aún gritos humanos. Trájome cuatro el comandante Davidson de los Torpedos, y el uno que llegó murió de nostalgia echando de menos las selvas espesas del calle del i\lissisipi. Cantaba en voz baja, como tararean las niñas cosiendo, y nos acercábamos con precaución a escuchar aquellas melodías no oídas en nuestros países, y que parecían cantos lejanos traídos por el céfiro. * En medio de tantas felicidades, compadézcame sin embargo. Algo he tenido que deplorar a la par de su ausencia. No necesito usar de circunloquios al anunciarle la triste nueva. Oigala usted con el corazón helado, cuando de pajaritos se trata. Le diré todo de una vez. ¡Murió uno de mis pajaritos amarillos! ¡Lo mataron! Lo dejaron morir a manos y colmillos de un ratón aleve. ¿Cómo? Queda por saber cómo. Se lo comieron y san se acabó. Y hubiérale hecho usted el duelo, sabiendo que le dio a usted la razón en el largo debate sobre bichos colorados y mosquitos. Es el caso que manteniéndolos a ambos encerrados en sus jaulas, meses hacía, por temordi de que tomasen las llaves del campo, un día, compadecido, les suelta, fuéronse gozosos a los vecinos duraznos, triscaron, cantaron, saltaron de rama en rama, y no opusieron objeción seria a la idea de volver a sus jaulas. Animado por esta comportación de personas grandes, traje otro día una jaula en pos de otra a mi silla poltrona, y a ambos Caciques abrí de par en par las puertas. ¡Qué salir! Fue preciso echarlos fuera por fuerza. Aquel a quien por toda gracia le he enseñado a pelear, se mantuvo media hora sobre mi muslo, provocándome a la lucha. Estira
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LA NATURALEZA
para cilio ci cuello como vihora, N ergue alta la cabeza, eleva ci pico hacia ci ciclo, y cubre ci ojo con' tela amarilla, sin duda como una coraza, no dejando visibles Sino unos puntitos negros que son el centro de las pupilas. Así apercibido al combate, me aguarda con una patita mds adelante que la otra, diciendo clarito: "atajate cordobés", como decía un loro de casa con igual postura: "atajate, ataj ate". Mi juego es darle estocadas con el índice de punta, después de muchos golpes falsos, y los buenos, cuidando de que pasen por debajo del ala, como si no acertara a bandcarlo de parte a parte. Alguna vez sucede que lo asalto N , le dejo más recurso que la fuga. Qué Se tiende en el suelo o sobre mi pierna. o colgado de una rama, antes que retroceder un palmo, enderezándose, así que dejo de oprimirlo. Mientras tanto, al menor descuido, se viene sobre mí y de repente me arrima un picotazo, haciéndome derramar una gota de sangre y volviendo a su puesto mi muslo o a una rama de árbol donde se ha trabado el combate. Conócesele el gusto de herirme, al mismo tiempo que la cólera que se le despierta. Yo siempre pierdo... (Obras: T. X LV I.)
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el a
iv LA MUJER
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Parta Ud. desde ahora del principio de que no se amarán siempre. Cuide Ud. pues cultivar el aprecio de su mujer y de apreciarla por sus buenas calidades. Oiga Ud. esto, porque es capital. Su felicidad depende de la observancia de este precepto. No abuse de los goces del amor; no traspase los límites de la decencia; no haga a su esposa perder el pudor a fuerza de prestarse a todo género de locuras. Cada nuevo goce es una ilusión perdida para siempre; cada favor nuevo de la mujer es un pedazo que se arranca al amor. Yo he agotado algunos amores y he concluido por mirar con repugnancia a mujeres apreciables que no tenían a mis ojos más defectos que haberme complacido demasiado. Los amores ilegítimos tienen eso de sabroso, que siendo la mujer más independiente aguijonea nuestros deseos con la resistencia. Deje a su mujer cierto grado de libertad en sus acciones y no quiera que todas las cosas las haga a medida del deseo de Ud. Una mujer es un ser aparte que tiene una existencia distinta de la nuestra. Es una brutalidad hacer de ella un apéndice, una mano para realizar nuestros deseos. Cuando riñan, y esto ha de haber sucedido antes dé que reciba ésta, guárdese por Dios de insultarla. Mire que he visto cosas horribles: la primera palabra injuriosa que la cólera del momento sugiera deja una idea en su espíritu: si en la primera riña le dice Ud. bruta, en la segunda le dirá infame, y en la quinta p... Tenga Ud. cuidado con las riñas y tiemble Ud. no por su mujer, sino por la felicidad de toda su vida. En fin, no quiero hablar más de esto. (Carta a Domingo Soriano Sarmiento. Santiago de Chile, 1843.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
LA LIMEÑA Hasta hoy también la mujer conserva bajo el clima muelle de Lima, encantos y seducciones que el viajero no encuentra en ningún otro punto de la tierra. Desgraciadamente la civilización y el progreso de las ideas, abren cada día honda brecha a la originalidad antigua, y el colorido desaparece en presencia de la moda y de los usos europeos. En Lima había alcanzado la mujer a gozar por lo menos dos horas en el espacio de un día, de aquella absoluta independencia que para su sexo han predicado en vano los sansimonianos. Esto se hacía y aún se hace hoy, merced a un traje que los españoles adoptaron de los árabes por espíritu religioso, y que las limeñas convirtieron en dominó por galantería. Las mujeres de Lima visten de ordinario a la europea; pero cuando quieren ser libres como las aves del ciclo, solteras o casadas llevan la saya, cubren su cabeza y rostro con el manto, dejando descubierto apenas un ojo travieso y burlón, y desde ese momento todos los vínculos sociales se aflojan para ellas, si no se desatan del todo. La censura de la opinión pública no puede calar aquel incógnito limeño, que desafía toda inquisición; la familia desaparece para la que lo lleva, y en los templos y en los paseos, en lugar de huir de la proximidad de los hombres, la niña modesta y tímida antes, se acerca, les dirige pullas picantes, los provoca y los burla. ¡Desgraciado del que quisiera levantar la punta del velo que encubre a su perseguidora! ¡Desgraciado del que quisiera saber a quién pertenece aquel ojo de fuego que brilla solo como un diamante, entre los graciosos pliegues del oscuro manto! Esta es la más grave ofensa que pudiera hacerse a las costumbres. La tapada vuelve a su casa, y tomando los vestidos europeos, entra en todas las condiciones de la vida ordinaria. Pero esta mascarada, este carnaval de Lima es eterno; y en un baile como en un entierro, en las sesiones de las Cámaras, como en la fiesta de un Santo, las tapadas se presentan indistintamente, siempre impenetrables, siempre dejando adivinar con la increíble estrechez de la saya, el volumen que ha hecho dar el nombre a una Venus antigua, y cuantas otras seducciones la coquetería femenil sabe, sin comprometer mucho ci pudor, poner en disimulada evidencia. (V iajes.)
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LA MUJJR
LA ESPAÑOLA Diez mil pañuelos y otros tantos abanicos se cruzan, y las mantillas que no encubren ya los ojos negros brillantes de las españolas dejan ver que las damas de hoy día, como las de los torneos de la Edad Media, saben apreciar el valor y medir la profundidad de las heridas. En España, en efecto, las mujeres de todas las clases están iniciadas en los secretos del arte de los combates, y aprecian los buenos golpes o reprueban los poco diestros. "Se le dice a Ud., señor banderillero - decía con desdén en alta voz, cerca de mí, una interesante señorita, al ver un par de banderillas mal puestas - se le dice a Ud. que ese golpe no vale nada." (Viajes.)
LA JUDIA Y LA MORISCA Las mujeres judías visten un gabán exactamente como el de nuestros clérigos, con mangas de telas diáfanas, como las del sobrepelliz, y un magnífico pectoral recamado de oro, acaso análogo al del gran sacerdote hebreo. Las moriscas atraviesan las calles envueltas de pies a cabeza en una nube de velos blancos y lo bastante transparentes para dejarse ver unos a otros sin que nada humano revelaran estos fantasmas ambulantes si una extraña abertura horizontal en la frente no permitiera ver dos ojos negros, brillantes, grandes y hermosos, para probar que no sin razón los poetas orientales han comparado los ojos de sus mujeres con los de las gacelas del desierto. (Viajes.)
LA PURITANA ¡Oh, Calvino, cuánto mal ha hecho tu fanatismo! La mujer puritana es como las hembras de las aves pintadas de los trópicos. Es parda, sin moños, sin galas. (Obras: T. X LIX .)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
CAMILA O'GORMAN Saben todos que Buenos Aires goza de tranquilidad, de movimiento comercial y de grande animación en todas las transacciones de la vida. El extranjero que visita aquella ciudad, el europeo que dcscnibarca, ci negociante que especula, todos están de acuerdo en decir que su estado es bueno, tranquilo, excelente para los negocios de la vida; pero hay, debajo de aquellas exterioridades, cosas que requerirían años de observación para aprender a discernirlas. Por ejemplo, los médicos notan que la tisis pulmonar hace progresos espantosos en aquella ciudad, sin que haya causa aparente que la desenvuelva; y el que penetra en el interior de las familias, sabe que hay centenares de locos, escondidos, ocultados cuidadosamente a las miradas del público. Estos locos son o ancianos cansados de la vida, o jóvenes llenos de ardor en un tiempo y que cayeron repentinamente en una especie de estupor o de embrutecimiento. Las escenas terribles de que han sido testigos, las emociones espantosas que han experimentado y la falta de esperanzas, los han sumido en aquel anonadamiento; en cuanto a la tisis, creen los facultativos que procede igualmente de afecciones del ánimo, de miedo continuo, del esfuerzo permanente de disimulo; pues que las pasiones humanas rompen el vaso que las contiene cuando no pueden salir al semblante y evaporarse. Otro tanto sucede con los hábitos domésticos. Las familias se recatan unas de otras, los jóvenes apuestos hu yen de la sociedad que preferirían, pero que puede comprometerlos; y después de diez y ocho años de educación por el terror, por las escenas más pavorosas, el público ha aprendido, al fin, a manejarse, a dominar sus inclinaciones, 1 reprimir toda nianifestación exterior, a componer los músculos del semblante, a sofocar la emoción en el corazón mismo, de manera que nadie pueda penetrar en aquella corteza exterior. Hay más todavía, y es que los extraños observarán cierto calor en el decir, cierta ostentación de entusiasmo y de contento que, por ser exacerado y sin motivo, muestran que es el último esfuerzo de la disimulación. Si acudimos a las cartas de Buenos Aires, vese la misma compostura, el mismo arte; puede suceder en Buenos Aires la cosa más espantosa, más ruidosa, más irritante, seguro de que entre mil cartas que salgan en el mismo día del suceso, no haya dos en
LA MUJER que se dé noticia de lo ocurrido. Todavía es peor la prensa. El que recorra Siete años de La Gaceta, siete años del Diario de la Tarde y siete años del British Packet, se espantará de observar que aquellos diarios son unos cadáveres que hablan; unos autómatas que se mueven los tres a un tiempo por un resorte misterioso; el mismo lenguaje, las mismas palabras y la misma materia en los tres, en el mismo día y a la misma hora; y de todo lo que los tres dicen, jamás sacará el curioso el más leve indicio de lo que pasa en Buenos Aires, en la sociedad, en la calle. Cualquiera que lea los diarios de Chile en este momento en California o en Pekín, por poco que siga el movimiento de la prensa, sabrá quiénes son los diputados, los escritores, los partidarios de éste o aquél, los fines de cada uno, sus amigos, sus medios, sus esperanzas, sus defectos y hasta su historia. De la prensa, de las cartas y de los semblantes de Buenos Aires, jamás el extraño obtendrá nada que revele el estado de la sociedad. Hemos necesitado recordar estos antecedentes, para trazar algunos lineamientos del paisaje en que va a desenvolverse el crimen de Camila O'Gorman, que ha hecho helarse de horror a aquella ciudad, no por el crimen mismo, sino por el castigo que sufrió. La señorita Camila O'Gorman pertenecía a una familia distinguida de Buenos Aires; era linda, bien educada, joven, cantaba y ejecutaba en el piano con arte, y vivía en una de las calles más decoradas de tiendas de lujo, circunstancia que en aquella ciudad, en que se pasea por el comercio todas las noches, debía darle alguna notoriedad. Su padre es un sujeto respetable, de modales finísimos, esmerado en el vestir, y muy europeo en sus costumbres, lo que debía hacerlo naturalmente el blanco de las antipatías de aquellos que tantas manchas de lodo o de sangre han echado sobre el fraque, el peal del pantalón, el corte del chaleco, la barba o el pelo, objeto de persecución, no ha mucho, de parte de la política. Visitaba la casa del señor O'Gorman un clérigo Gutiérrez, joven, lleno de atractivos y de blandura, cuyas dotes le habían merecido la estimación de la familia. Pero, a causa de aquel estado forzado de la sociedad, de vicio secreto y oculto que gangrena y daña las relaciones, la joven Camila es seducida por el joven clérigo, y en la desesperación de remedio para situación tan vergonzosa, quién sabe si obedeciendo a alguna de esas vívidas ilusiones que pasan por el alma de los enamorados, ambos fugaron de Buenos Aires, anduvieron errantes por los campos, fue el sacrílego esposo maestro de escuela para vivir, hasta que recono-
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SARMIE'N'TO - TEXTOS FUNDAMENTALES cidos y delatados, fueron transportados a Buenos Aires, circunstancia que atrajo y avivó la curiosidad pública. Al día siguiente, a las diez del día, se mandaba parar de orden de la policía, en la calle, a cada transeúnte, para avivar más la imaginación, haciendo que el silencio, la movilidad extraña de los objetos y de los hombres, preparase al público a las emociones que le esperaban. De repente cunde la noticia de que el cura Gutiérrez, Camila O'Gorman y el niño de ocho meses que llevaba ésta en sus entrañas, habían sido fusilados juntos por orden del gobernador Rosas y sepultados juntos en un cajón. Buenos Aires tiene encallecido el corazón de experimentar horror, y no es cosa fácil conmoverlo con muertes, degüellos, desapariciones de individuos. Todo es vulgar; pero aquel fusilamiento de una linda joven, de un cura y de un niño, a quien, según la expresión de Ascasubi, el bardo gaucho, "mataban antes de haber nacido", era tan exquisitamente horrible, imprevisto, repentino y aterrante, que valía por una matanza por las calles llevando al mercado las cabezas. Si la ciudad entera hubiese recibido un solo instante la noticia, se la habría visto estremecer, como si una cadena galvánica hubiese comunicado a todos una descarga eléctrica. Hemos visto cartas de extranjeros dirigidas entonces a sus corresponsales de Valparaíso, en que decía una: "Estoy horrorizado, se me vuela la cabeza; esto es espantoso". Y, sin embargo, no decía qué era lo que tan profundas emociones le causaba. Quince días después, se explicó en términos generales sobre el acontecimiento, y bajo las mismas impresiones de pavor. Añádase a esto, que acompañaron a la muerte de aquellos infelices, detalles que despedazan el corazón. La guarnición de Santos Lugares, encargada siempre de ejecuciones, habituada siempre a matar a quien se le ordena, tuvo esta vez horror de sí misma, y el oficial contestó, sin saber lo que se decía: "Que me maten, pero yo no hago lo que me mandan". Fue preciso avisar a Rosas, prolongar la expectación y que llegase nueva partida de soldados. Al clérigo le desollaron las palmas de las manos y la corona, práctica que ya se había observado con otros cuatro viejos curas y canónigos degollados en Santos Lugares. En el momento del suplicio, el cura criminal flaqueaba; y teniendo los ojos vendados, preguntaba, oyendo pasos cerca de él: —"Quién está conmigo?" —"Yo", le contestaba una voz que por mucho tiempo había sonado dulce a sus oídos. —"Qué, tienes miedo? Yo estoy tranquila; me han bautizado a mi hijito." Esta pobre víctima de una pasión, se había echado el pelo hermosísijjio sobre su rostro, para ocultar
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LA MUJER quizá el rubor tan natural en una mujer; y la madre, al sentir amartillarse los gatillos de los fusiles, encogía el cuerpo, como para evitar que alguna bala fuese a matar al hijo que palpitaba en sus entrañas. Los soldados de don Juan Manuci de Rosas, son hombres al fin; uno cayó desmayado al disparar su fusil; otros volvieron la cara haciendo fuego a la ventura, y ninguno acertó a herirla en la primera descarga. En la segunda de ocho tiros, uno hirió en un brazo a la pobre señorita, que dio un grito. Al fin la piedad se despertó en aquellos corazones embrutecidos, y a la tercera descarga la despedazaron a balazos. Estas escenas bastarían para hacer morir de miedo a la mitad de las mujeres de Santiago si las presenciasen. Allí no sucedió eso. Después del acontecimiento veíanse las tiendas llenas de gente, hablando de cosas indiferentes; a veces risotadas temblorosas, descompasadas, daban a aquel juego de fisonomías un aire infernal, como la risa de Otelo cuando se descubre engañado; y al día siguiente, personas que querían instruirse de lo ocurrido, no encontraban quién conociese los detalles; habían oído algo, se decía que habían fusilado a unos criminales. Porque así está educado Buenos Aires. Cuando una familia tiene miedo, sale a la calle para mostrar que no tiene culpa; cuando recibe la noticia de que un deudo ha muerto o ha sido degollado en la guerra, da un baile para mostrar que reniega de su propia sangre. ¿Qué había podido motivar aquel exceso de rigor sobre una niña infeliz hasta donde no puede llegar otra en su posición social, ser madre de un hijo sacrílego? ¿Y contra un cura perdido en la opinión? ¿Era celo llevado hasta el fanatismo por la religión y la moral? Pero en su sociedad íntima de Palermo admite Rosas a la barragana de un sacerdote, del señor Elortondo, bibliotecario, sirviendo este hecho de base a mil bromas cínicas de su tertulia. Los que creen conocer los resortes que mueven su alma, suponen que los móviles de aquella ejecución eran de una naturaleza especial. Hacía algún tiempo que la mansedumbre de la policía había dejado ir desapareciendo poco a poco la cinta colorada en el pecho y en el sombrero aun en los mismos federales. Niñas mu y apuestas y de la tertulia de Rosas, osaban presentarse en público sin moños colorados; los chalecos de rojo vivo que eran, habían degenerado en punzó, en negro con listas coloradas, en color castaña, y últimamente hasta en negro y en colores vivos sin mezcla de colorado. En presencia del negociador Lepredour se habían llevado ciento ochenta ciudadanos a la cárcel, por encontrárseles en la calle infraganti delito de no tener la cinta colorada. Es claro
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES que la autoridad necesitaba remontar un poco los espíritus olvidados de la mazorca, era preciso dar una lección a los jóvenes, que llegaban a la virilidad desde 1840 adelante; en ocho años de seguridad hay tiempo de olvidarse de que hay una autoridad que quiere ser obedecida en cosas tan capitales y gloriosas como el trapito colorado. Créese que el apcl!ido (le O'Gorman, sus aires de caballero, sus maneras europeas, extranjeras, entraban en algo para hacerle aquella afrenta. En fin, la circunstancia de ser un clérigo criminal, le daba al acto algo de picante, de novedoso, castigando al sacerdocio por pasiones puramente humanas, que no provienen del ministerio sacerdotal. ¿Quién ha podido ser indiferente a aquel suceso?, una niña cumplida, un clérigo, un niñito fusilados son cosas que se quedan hondamente grabadas en el espíritu. Y luego, la revolución europea se sabe en Buenos Aires; muchos Icen papeles extranjeros; ¡el espíritu de insubordinación es contagioso! ¡Qué momento más oportuno para descargar uno de esos golpes sobre el corazón, que hacen refluir la sangre y el alma a las extremidades por un año entero! (Crónica, agosto de 1849.)
DOS CARTAS DE AMOR A AURELIA \7ELEZ (Sin fecha) He debido meditar mucho antes de responder a su sentida carta de usted, como he necesitado tenerme el corazón a dos manos para no ceder a sus impulsos. No obedecerlo, era decir adiós para siempre a los afectos tiernos y cerrar la última página de un libro que sólo contiene dos historias interesantes. La que a usted se liga era la más fresca y es la última de mi vida. Desde hoy soy viejo. Acepto de todo corazón su amistad, que será más feliz que no pudo serlo nunca un amor contra el cual han pugnado las más inexplicables contrariedades. Hoy se añaden peligros para usted sola; y aquella "afirmativa" con que la amenazaron, la darían los que no la comprenden, y esto por mi causa, y por agentes que pueden salir de mi lado. Los que tanto la aman no me perdonarían haberla expuesto a males que no me es dado reparar. Ante esta responsabilidad, todo sentimiento egoísta debe enmudecer de mi parte, y con orgullo puedo decírselo, han enmudecido.
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LA MUJER Cuando esté su corazón de usted tranquilo en el puerto, contemplaremos como se lo dije el otro día, la mar serena, y hablaremos sin temor de los escollos con que hubimos de estrellarnos. Mc acojo a la amistad que me ofrece, y que la creo tan sincera como fue puro su amor. En pos de pasiones que nos han agitado, hasta desconocernos el uno al otro, es una felicidad que el Cielo nos depara, salvar del naufragio, y en lugar de aborrecernos cuando ya no nos amaremos, poder estimamos siempre. Sólo así gozaremos de la felicidad que hemos buscado en vano. No conservo resentimiento alguno, por los últimos incidentes que han turbado nuestras relaciones. No tenía usted el poder de herirme; y cuando me entregaba el papel que contenía la explosión de desahogos no motivados, leía en sus ojos que nada había quedado en su pecho. Me siento aliviado de un gran peso, y creo que quedará usted lo mismo al leer ésta; y así como cuento con ser creído en los motivos y los fines, cuento con que la generosidad de sus sentimientos le hará alejar toda sugestión de amor propio que en manera alguna está interesado. Me ha presentado usted dos caminos para llegar de nuevo a su corazón, y he tomado el que menos dificultades para usted traería, pues que no son las espinas las que me arredran de tomar el otro. Cuando pueda le daré el beso en la frente, que para este caso le tenía ofrecido su SARMIENTO A...
(Sin fecha. Probablemente de los comienzos de 1862.) He recibido tu recelosa carta del 8 de diciembre, extrañando mi silencio y recordándome posición y deberes que no he olvidado. Tus reproches inmotivados me han consolado, sin embargo; como tú, padezco por la ausencia y el olvido posible, la tibieza de las afecciones me alarma. Tanto, tanto hemos conlprometido que tiemblo que una nube, una preocupación, un error momentáneo, haga inútiles tancos sacrificios. Te quejas de no haber recibido en quince días cartas; y sobre este delito fraguas ya un ultimátum. Pero, si no hubiese sido posible escribirte con seguridad? No has visto que a tu padre, a tu madre, a alguien de los tuyos escribo para recordarte que ml alma anda rondando cerca de ti?
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES ¿Y si esas cartas no se han recibido todas?, ¿no temes que alguna tuya se perdiese? La verdad es sin embargo que tu amiga me alarmó con prevenciones que me hicieron temer un accidente, pues ella anda muy cerca de las personas en cuyas manos una carta a ti, o tuya, sería una prenda tomada. He recibido tu primera carta, y una segunda en que me decías que no tenías voluntad de escribirme, nada más. ¿Y con este capital crees que quedan justificados tus amargos reproches? Sé, pues, justa, y tranquilízate. No te olvidaré porque eres parte de mi existencia; porque cuento contigo ahora y siempre. Mi vida futura está basada exclusivamente sobre tu solemne promesa de amarme y pertenecerme a despecho de todo; y yo te agrego, a pesar de mi ausencia, aunque se prolongue, a pesar de la falta de cartas cuando no las recibas. Esos dos años que invocas velan por ti y te reclaman como la única esperanza y alegría en un piélago de dolores secretos que tú no conoces, de estragos causados por nuestro amor mismo. A mi llegada a Mendoza avisé a Juanita que escribiese, no pudiendo hacerlo yo, para que supieses mi llegada. El correo está franco. ¿Por qué no escribes sin intermediarios? Hazlo en adelante y abandona este tema de las quejas que dan a tus cartas un carácter desabrido, haciendo más insoportable la separación. Necesito tus cariños, tus ideas, tus sentimientos blandos para vivir. Un amigo de Córdoba me escribe: "No puedo disimularle que he recibido una impresión penosa al leer su carta, porque veo en ella reflejarse un profundo desencanto que muchas veces he apercibido en el fondo de su pensamiento." Atravieso una gran crisis de mi vida. Créemelo. Padezco horriblemente, y tú envenenas heridas que debieras curar. Al partir para San Juan, te envío mil besos y te prometo eterna constancia. Tuyo SARMIENTO
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LA MUJER OTRAS CARTAS
A ELENA SARMIENTO1 Mayo 25 de 1864. (Desde Santiago de Chile.) SRTA. LLFNA SAR\IIENFO.
Mi cara Elena: Salgo de un banquete de familia, en que el general Las Heras, viejo de 83 años, me acompañaba a celebrar este día. ¿No vale algo para Vd. que después de un rato tan agradable, sea a Vd. a quien mi pensamiento vuelva? Le remito un precioso libro que Vd. leerá en ini nombre. Las ideas que contiene son de mi entera aprobación, y necesita Vd. consultarlas, para precaverse de excesos escrupulosos, que la inocencia acepta como expresión femenina de la conciencia. Es un libro inspirado para sentimientos que en París, Chile o San Juan están labrando los ánimos y produciendo el mal por el bien mismo, a que se aspira. No tenga la seguridad que rechaza. Viva con su época. A Tránsito le mando la bandera que adornaba una pirámide. Que le sirva para memoria de que la tengo presente en los momentos felices. He sido acogido con benevolencia en Chile. Mi discurso al presentar las credenciales, ha tenido la rara fortuna de recibir la aprobación unánime del público, creyendo todos ver en él estereotipada la vieja República Argentina con sus granaderos a caballo, y al representante que se ha escogido, y muy conocido por los estallidos de la pasión cuanto algún grande interés excita sus sentimientos. Lea en voz alta en el círculo simpático y amigo que otras veces me escuchaba, mi discurso y, después de leerlo, pelee por el viejo tío, por el joven amigo, que es todo sentimiento, todo corazón, y que sin embargo tiene en él tantas espinas, cuyas punzadas soporta en silencio. A su papá dígale que Olmedo quería deshacerse de las cuatro acciones que le quedan en las Razas; y que no quiero quedarme con 7 que es número fatal. Supe de Josefina que va hoy, esta noche a la hora que escribo (son las once de la noche) a ostentar sus galas en un baile. Descaré que pasen todas una noche feliz. Ya gano la cama, a soñar si puedo, que soy joven, que aún puedo ser amado. Que lo mereciera lo creo despierto todavía. Con mil recuerdos a Josefina me suscribo de todas Uds. affmo. amigo D. F. SARMIENTO 1 Hija de doña Elena Rodríguez de Oro.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES A MARY MANN
Nueva Y ork, setiembre 28 de 1865. Mi distinguida y buena amiga: He saltado de gusto, al saber por su amable carta del 25, que Vd. sabe de español, en cuanto a hablarlo, más que yo de inglés, pues aún no hablo una palabra. Dios me la envía Como un ángel tutelar, y Vd. debe aceptar con cristiana resignación esta misión providencial. Tenía que hacer traducir al inglés mis cartas; y escribiendo con cuidado en castellano, haré que le sea menos molesto leerme en mi propio idioma. Dígame si me entiende bien. Imagínese que su revelación de poseer esta otra habilidad me llega cuando estaba pensando mandar traducir al inglés mi introducción a la Vida de Lincoln, para que Vd. pudiese leerla y darme su juicio. Ahora se la mandaré en castellano tan pronto como pueda procurármela impresa. Mucho he de gustar que Vd. lea Igunos LIC nuestros libros y poderle mostrar lo que yo he escrito aunque poco tengo aquí. La corrección de pruebas me tiene atado a Nueva York; pero en la semana entrante estaré desembarazado. Me estoy saboreando ya con la idea de comer el pavo tradicional de Nueva Inglaterra. Pero somos compatriotas entonces, aunque nacidos en los extremos opuestos de la América. En San Juan, mi provincia natal al pie de la cordillera de los Andes, se conservan aún las costumbres patriarcales de la colonia; y la más nutritiva de ellas, como la más sabrosa, es la de mandar al recién llegado un pavo asado, y una fuente de manjar blanco, que es leche confitada. Este presente viene en un azafate, cubierto con un paño blanco, bordado en el país, conducido por una sirvienta de color. Como yo volviese en 1861, vencedor de los bárbaros, después de veinte años de proscripción, los de mi familia, mis antiguas discípulas, y mis amigos políticos se desobligaron con el recién venido mandándole cada uno su pavo de bienvenida, de manera que era una procesión, un aya/anche, un diluvio de pavos asados, siete a veces en un día, hasta tener como don Basilio que decirles, ¡basta, basta, basta! Ya ve Vd. pues que, como hombre que ha corrido mundo, no me sorprende Vd. con su exquisito pavo de Nueva Inglaterra, sino en cuanto vendrá sazonado por la hospitalidad de la excelente amiga. Espero el librito que me envía y no he recibido aún, seguro de que cuadrará bien con mis propósitos de educación. Tengo que
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LA MUJER confesarle a Vd. una infidelidad (como no faltan entre hombres, en sus relaciones con el sexo). Un trocito de su anterior carta, invitándome a participar de su mesa, se me escurrió en una correspondencia a mi país, con nombre de autor, como bellísima muestra de amistad, sin cumplimientos; y aunque estoy arrepentidísimo de ello, temo, que como viejo pecador va a suceder lo mismo con el precioso párrafo del pavo, que es otro vínculo de familia americano. Mis lectoras allá van a reconocerse compatriotas de \d. y amarla, como mis lectores amaron a Mr. Mann, que vive en Vd. por su bondad e inteligencia. Mi magnífica Escuela de San Juan se ha inaugurado el 16 de julio, con grande pompa, y mucho regocijo público. Me mandan los detalles de la fiesta, y uno de los muchos discursos pronunciados. Todo esto lo publicaré en mi segundo libro sobre educación que ya está al terminar. Mandé de aquí libros y útiles de escuela, para aquélla, y continúo mandándoles. Entre estas cosas he mandado para adorno de las murallas, ¿qué se imagina Vd.? Una soberbia colección de estos carteles mamut con pinturas y letras de todos colores que tapizan las calles de Nueva York. En aquel apartado rincón del mundo, aquellos carteles serán un extraño y sorprendente museo de letras y pinturas del mejor gusto... para niños. No sé si le he dicho que me propongo publicar en inglés una Historia de las Escuelas de la A mérica del Sur. Mi propósito es llamar la atención de los norteamericanos, a aquellos países, interesarlos en su suerte, y cambiadas ya las malas tendencias de la política esclavócrata, de anexión y conquista, señalar a la filantropía americana el camino de extender la República, que es la educación común. El libro valdrá poca cosa; pero la introducción que le preparo ha de ir al corazón y al espíritu yanqui, si no soy un topo; y haremos tanto tapage Vd. y sus amigos y los de la educación que el público educacionista leerá el libro y lo hallará muy bueno; con lo que muchos maestros y maestras se trasladarán a América, y llevarán los sistemas de Massachusetts, y el nombre de sus promotores. La obra es grande, noble, y fecunda de bien. Me ayudará Vd. Le mando mi fotografía a fin de que no tome de nuevo a sus hijos, la fisonomía un poco árabe de su affmo. amigo D. F. SARMIENTO
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
A LA MISMA
Nueva Y ork, octubre 24 de 1865. Mi buena y distinguida amiga: Llegué el sábado en la noche a mi hotel, descansando por fin de la agradable tarea de recibir las atenciones que Vd. y tantos amigos me habían prodigado. Complacíame en repasar ante mis amigos aquella sucesión de imágenes y recuerdos que como ilusiones fantásticas de un ensueño de felicidad moral e intelectual venían a encerrarme en un paisaje de hojas rojas, y doradas como aquellas que contemplé extático en sus bosques de Concord. Cuando estas visiones estaban todavía luminosas y frescas recibo la carta de Vd. del sábado que venía tras de mí trayéndome las impresiones que le ha dejado la lectura de mi glorius introducción. Mil veces gloriosa por cierto si ha alcanzado la entusiasta aprobación de Vd. por lo que en ella entra su elevado juicio y su ardiente y simpático corazón. Imaginaráse con cuánto placer he leído su carta, aunque la crea exagerada por su buen deseo, si tiene presente lo que debe costar de incertidumbres y desconfianza a quien por la primera vez escribe ante un público, a quien juzga harto competente para estimar los defectos más bien que las cualidades. Me ha despejado Vd. de nieblas el horizont, y aunque repute parcial el juicio, me alienta y fortalece. Quitándole a su apreciación diez tantos de exactitud, siempre quedará mucho y demasiado para contentar a quien ni ese décimo de indulgencia se prometía. ¡Quién puede traducirla sino quien mejor sabe sentir las ideas que ha querido expresar la introducción! No quería cuando de ello hablamos aceptar su ofrecimiento temeroso de imponerla un trabajo tedioso; pero ahora que me consta lo hará con amor de madre, ni por todo el oro del mundo quisiera que otro que Vd. pasase al inglés mi pensamiento. Trad(,zcalo pues, y haga de ello de modo que pase en revista, si encuentra entre sus amigos, quien quiera prestarle la columna de alguna publicación. Sería este servicio muy importante para mí. Hablábamos de ello con Mr. Emerson. Cuando publiqué el Facundo en Chile, casi nadie se apercibió (le la aparición de un libro americano por el autor, el asunto y el estilo; y sólo después que la Revista de A mbos Mundos lo anunció en Europa como una novedad, y fue después
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Libreta (le gastos de Sarmiento en su viaje a Europa, donde anotaba mi nuciosaniente to(los sus gastos ver a la derecha, a mitad de página 'Tour le chez legnéral Sin \lniu .. . 5 chemin de fer pur allei 5 de lavo de 1846.
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Similicilui LII(II1(j() Cid CIflbiIjICIIIE Cil los LSt1(lC)S IjiI j . Ir Bartolito \iitrc Juan Iaval1e, 1 Ialhach y Salcedo. Año 1 (Areb yo ^á fico de La N cid .)
LA MUJER traducido, se mostraron maravillados de que fuese libro en efecto eso mismo que por distracción habían leído. A LA MISMA Nueva Y ork, junio 8 de 1866. Mi estimada amiga: Su interesantísiiia que recibí a yer nada me muestra de nuevo, en cuanto a los nobles motivos, y al interés que se complace en llamar el mío. Lo que me dice de la persona que convendría para nuestros planes, mc parece incuestionable. Por la carta del Ministro que le adjunto, verá que todo es posible, si él logra hacerse decretar fondos. Espero que me conteste directamente a cartas que sobre proposiciones anteriores de Vd., incluyéndole su carta, le he hecho. Desde entonces ya había yo puesto los puntos a Buenos Aires, por el mismo procedimiento lógico que la llevó a Vd. a pensar lo mismo. Dejemos pues a San Juan por ahora, y vamos a tomar el punto estratégico, las alturas, para dominar el campo. De lengua española hablaremos luego. Veremos cómo se ha de arreglar algo. He aceptado con gratitud la idea de una biografía escrita por Vd. Esta será su recomendación allá. Tiene la ventaja de que el biógrafo ama el asunto y la narración será ella misma una enseñanza. Como Vd. me ha pedido que le revele todos mis secretos de estado, como el médico se ingiere en los más indiferentes accidentes de la vida de su enfermo, le comunicaré uno al caso. Escríbenme de mi país, que soy el único candidato posible para la Presidencia; y siguiendo el orden lógico, yo mismo tendría la misma idea. Pero el mundo real no se rige por la lógica: hay el politician de por medio, Vd. lo sabe; y allá más que aquí esas cosas se preparan, manipulan, y hacen, teniendo como tienen la sartén por el mango. Mi residencia en los FE. UU., la estimación que Vd. y otros amigos me manifiestan, mis trabajos reales también, me dan, ante mis compatriotas, la aureola que tienen los objetos vistos a la distancia, como las montañas ásperas y rudas vistas de cerca, que de lejos son azuladas y suaves de contornos. Rivadavia, mi predecesor en trabajos por organizar el país, volvió de Inglaterra e importó con él los elementos ingleses, crédito, bancos, emigración, gobierno responsable. Yo podría presentarme también, llevando conmigo el genio norteamericano, el espíritu del go ahead yanqui,
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES que todos me reconocen de muchos años atrás; y todo sería posible porque tendría en mis manos el instrumento, ya que Dios me ha concedido la inspiración. Entonces no mendigaría como veinte años el fiat, que de mala gana dan los que gobiernan. En cuanto a su biografía no quiero que carezca Vd. de datos suficientes para hacerla completa en lo que respecta a educación, pues mi parte política es tan larga y complicada que requeriría un volumen. Remítole para que siga la huella de mi trabajo, cuatro de mis obras: Monitor de las Escuelas, Educación Popular, Viajes y Anales. Los documentos oficiales de Chile, que he reunido en un volumen, contienen año por año desde 1831 a 1865, la marcha de los trabajos del gobierno. Le señalo en este libro, lo único que Vd. debe ojear. En veinte años de trabajos jamás ha sido mencionado mi nombre, en documento público en Chile (acaso porque no era chileno y mucho porque un hombre que de escuela se ocupa y no es doctor, no llama la atención y no merece llamarla). En los EE. UU., donde la opinión será formada sobre otros principios, no se concebirá que haya pueblos donde la educación común sea una idea nueva, extraña, y para muchos repugnante. La plebe, los peones van también a aprender a leer? Qué confusión, qué depravación. Cuando el gobierno de Chile hasta 1842 habla de escuelas, se entiende una para hombres en cada ciudad, para ciertas clases de niños. Cuando el presidente dice que las Municipalidades han propuesto, y él acepta, que las escuelas que ellas sostienen deben convertirse en colegios, lejos de ser el propósito ensanchar la educación, es monopolizar las escuelas para sus hijos y amigos de la primera clase de la sociedad, y hacer que el público con rentas municipales les pague la educación de sus hijos, y no pagarlas ellos. En 1842 llegué yo a Chile, donde adquirí repentinamente una gran celebridad, por un artículo en un diario, por el cual yo mismo descubrí en vista del éxito, que tenía cualidades de escritor. Civilización y Barbarie lo confirmó después, aunque en América no estimaron el libro, sino cuando la Revue de Deux Mondes, lo encomió, como el único que había producido la América. Con motivo de mis artículos en un diario, me puse en relación con don Manuel Montt, entonces ministro, y después presidente. Mi primer paso fue hablarle de educación para el pueblo. Sin eso aquel ministro que era joven, tenía buenas ideas, y había sido rector o presidente de la universidad, habría hecho algo, quizá mucho
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LA MUJER por esta parte de la educación; pero ese algo no habría salido de fundar algunas pobres escuelas, donde no las había; porque ni él, ni su país entero, tenía la menor idea de la importancia y de los medios de difundir la educación. Su mérito, y es muy grande, consistió en aceptar mis ideas, y apoyarlas contra la rutina y ejecutarlas. Sugerílc la creación de una escuela normal —inc ofrecí a abrirla y organizarla—, demostré en un trabajo que no había un spelling hook con qué enseñar a leer, si no es el horn book, cartilla, así —escribí un método gradual de lectura inventado por mí— pedí visitar la Europa y los EE. UU. para estudiar la legislación y a mi vuelta publiqué Educación Popular, a cuyo fin está el proyecto de le y, de Montt, obra Suya C'X CIUSi7. ,a7fle7íte, para organizar el sistema con rentas propias; y que rechazó el Congreso por más de diez años. Traduje varios libros para textos de lectura. Hice tomar por la primera vez en América razón, returfls, del número de escuelas y de niños en ellas. (Va un resumen de mi letra de todo eso.) Fundé el Monitor de las escuelas primarias, que yo llamé en el borrador del decreto Monitor de la Educación; pero que el ministro cambió, por el de escuelas agregándole primarias, por parecerle demasiado pretencioso el otro. El resultado fue que ninguna persona decente, legisladores ricos, jóvenes, leyó cosa que parecía ser escrita sólo para maestros de escuela, que era lo más desconsiderado e impotente. Hice un ensayo de institutos de maestros, puse en la idea del presidente edificar la primera escuela, la de San Pablo, con bastante capacidad, aunque sin lujo. Probé todo, renuncié, para volverme a mi país, de la redacción del Monitor, y al aceptarla, no me dieron ¡as gracias, como es de práctica gubernativa, cuando no se castiga a un mal empleado. El Monitor cesó, quizá porque no lo creían necesario, quizá porque no había persona capaz de redactarlo. Al continuarlo después, el nuevo redactor, dijo en memoria mía lo que va señalado: ¡y eso es lo único que se haya dicho en mi favor en Chile en quince años! Un señor Carballo que había residido ministro ocho años en los EE. UU., oyendo hablar mal de mí, en un acto público dijo: Un día la América sabrá estimar la obra de Sarmiento, y la posteridad le pagará por la ingratitud de sus contemporáneos. Eso o algo parecido, porque no tengo a la vista el papel. Suárez ha escrito en el mismo sentido. Fui a Buenos Aires y en la carta a la Manso, hallará Vd. la misma historia, con mucho más que no cuento. En Buenos Aires logré apasionar al pueblo por poseer casas hermosas para escuelas, en las campañas, más que en la capital, donde sólo logré fundar
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES dos. Pero toda mi obra la han destruido, aunque se hable de mí muy bien. Lo que pude hacer en San Juan, en dos años de guerra, fue edificar una grande escuela, todo lo demás, está ya en decadencia. Así les escribo: Hace 20 años que marcho adelante y hallo todos los elementos para la obra; ;pero detrás de mí viene la colonia española, cerrando colegios y escuelas, suspendiendo diarios de educación, y borrando mis huellas en Chile, Buenos Aires, San Juan! Ahora la he emprendido con toda la América. Si algún mérito ha y en mi obra, es que principiada a los 16 años de edad en que fundé en San Luis en la Sierra (San Francisco del Monte) la primera escuela, no he abandonado jamás la idea ni el empeño, en medio de las vicisitudes de vida tan agitada: militar, escritor, diarista, político, senador, ministro, y hoy plenipotenciario, todo lo hice servir a mi propósito, la educación, que no da prosélitos, ni fama en nuestros países, por eso los demás politicians, no se ocupan de eso, porque no conduce a nada. Decretarán caminos, monumentos, palacios, estatuas, paseos públicos para captarse la voluntad de los pueblos; pero no escuelas aunque universidades y colegios (para los ricos) entren en el programa. El ministro actual es mi apasionado amigo, y dos más, y aquél hará lo poco que va comprendiendo; pero está en el ministerio un ambicioso vulgar, que todo lo está preparando, para hacerse elegir presidente en el próximo período y lo conseguirá. Es hábil, simpático, no ha pertenecido a nuestro partido y por tanto no ha cargado con las responsabilidades de treinta años de vida pública. No ha escrito nada, porque no sabría qué, si no es una refutación contra mí, para captarse la voluntad de los demócratas, ni más ni menos. Es querido, complaciente y popular. Su biografía estaría encerrada en estas dos palabras: nació, estudió medicina (porque es médico) para ser ministro ¡y subió desde allí a la presidencia! ¡Dígole la verdad que lo siento! Son seis años más perdidos, que harán perder acaso veinte más; y si yo fuera al poder, lo que probablemente no sucederá, dentro de ocho años, iría ya viejo, sin el vigor que aún conservo, y el poder de dominar las resistencias. Ya tiene Vd. mi confesión. Ahora le haré el detalle de los manuscritos que van. Unos apuntes biográficos que me pidieron de Francia, y que le servirán. Los dos primeros capítulos de la V ida del Chacho, para que vea si son de la pluma de la de Quiroga, y me los devuelva cuida-
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LA MUJER
dosamcnte para imprimirlos. En la vida de¡ Chacho, verá explicada la intriga de los ministros hostiles a mí. La vida de Abcrastain, mi compañero, y amigo adorado. Fue desde joven, cl único hombre con crédito de sabio que me estimó, y comprendió. Murió infelizmente, en una tentativa de resucitar el terror de Rosas. Lea este papel y dígaine si basta por sí solo para explicar el incidente; porque es copia hecha de letra de su mujer, de esa misma biografía, que yo publiqué al saber su muerte. No quisiera alterarla, porque ese escrito ayudó mucho a despertar el sentimiento moral, y Buenos Aires se resolvió al fin a ir a las provincias, a vengar este horrible atentado. También devuélvamelo. El otro es el discurso que debí pronunciar en una reunión de superintendentes y, la verdad sea dicha, no tuvieron mucha gana de oírlo. Esas son mis ideas. En política soy siempre maestro de escuela. Si algún esclarecimiento se necesita, pídamelo, que va me estoy envaneciendo de y erme retratado por Vd. Temo que se retrate a usted misma. No importa. Suyo, SARMIENTO A LA MISMA
Lake Oscawana, July 7 de 1866. Mi estimada amiga. Acaso fue hoy el día en que resolví, el año pasado, escribirle congratulándola por la erección de la estatua a Mr. Mann, y el origen de nuestra amistad, basada en la común estimación del obrero y de la obra. Mr. Rimmer, el artista, inc csci-ihe que tiene terminado los bustos de Mann y Lincoln, y que el primero estará en casa de Vd. De manera que por la misma fecha un año después, habremos levantado Otra estatua al objeto de nuestro culto, para crigirla en el extremo opuesto de la América. Mr. Rimmcr me comunica la necesidad de ciertos fondos para ejecutar en el mármol el trabajo. Ningún inconveniente tengo para llenar su deseo; pero como este asunto ha corrido por mano de usted, quiero que así continúe adelante, y en esta virtud, espero que usted y rnistress Peabody me digan si están satisfechas con el diseño y el juicio que forman los inteligentes. Esto sólo para estar seguro de que ustedes están contentas,
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES En cuanto a la cantidad que mister Rimrner necesita, dígale que me la indique por conducto de mistress Peabody y el banquero de Boston a quien haya de girarla en su favor, y todo será arreglado según su deseo. Hace mucho calor aquí: navego en el precioso lago, leo mucho inglés, y hablo poquísimo. Mitre no me ayuda, desde que ve que yo no insisto. Cuando fui a Francia, hablé francés a los dos meses. Verdad es que tomé el buen camino, que era irse al campo, y no hablar español. Dentro de un mes, antes quizá, saldré a viajar al oeste solo, sin ningún attaché y entonces hablaré un poco. Pasaré por Cambridge a Niágara, y la veré a usted y veré los queridos bustos. Estoy invitado a Indianápolis para el 13 de agosto a la reunión del Instituto A mericano, y asistiré por estar al corriente del movimiento de las ideas. Nuestras últimas noticias son de terribles combates, en que hemos perdido muchos amigos, pero avanzado algo. Espero en ci próximo vapor noticias de Buenos Aires por una amiga muy inteligente que fue de aquí, y que se interesaba mucho por conocer a fondo nuestra política, en que yo vuelva lo más pronto posible, con la esperanza de que influya en su dirección. Mistress Hopkins, francesa, republicana, amiga de Mazzini y Garibaldi, debe estar llena de esperanzas de una reconstrucción europea, por medio de la guerra de conquista. Con mil recuerdos, a los amigos, .a mistress Peabody y a mister Riinmer, inc suscribo su affmo. D. F. SARMIENTO A LA MISMA Nueva Y ork, diciembre 13 de 1866. Mi estimada amiga: Por corresponder a su solicitud tomo la pluma. En la guerra ha muerto mi lujo, de un balazo en un pie, por donde se desangró antes de recibir auxilios. Después le mandaré los diarios de Buenos Aires con los discursos pronunciados en su tumba. Ha sido un día de duelo para toda la ciudad. Era el ídolo de todos. Una esperanza para la patria. Para mí era todo, y una muestra de lo que puede la educación. A los veinte años era ya el primero de todos por el saber, el patriotismo, y la popularidad. A los quince era ya hombre admitido en la sociedad, mimado por los viejos, seguido por los jóvenes, distinguido por las damas. Había nacido con las dotes del corazón y la inteligen-
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LA MUJER
cia, y yo lo había dirigido desde los primeros pasos. Enseñéle a leer, sin molestia, de edad de tres años y medio, al calor de la chimenea, escribiendo con un carbón las palabras, en un libro en blanco que todavía existe. Allí está escrito de esa edad con su mano y carbón la palabra Sarmiento, para mostrarme que ya entendía. Se haría una novela extraña si le contase todos los incidentes de su vida que mostraban el talento, quizá el genio, el corazón, el carácter. A los once años acometió a un ladrón y le quitó el sombrero de otro niño que se había robado. A los dieciocho estaba en correspondencia con Ventura de la Vega, poeta español, a causa de un juicio crítico sobre su tragedia de la muerte de César, y publicaba la traducción de París en A mérica. A los 21 ha muerto, combatiendo como un héroe. Como es necesario recibir grados en la universidad y terminaba sus estudios este año, esperaba eso para traerlo a mi lado. La muerte lo ha arrebatado, como una linda flor que se quiebra sobre su tallo. Tengo que conformarme, y ya estoy más resignado, aunque el recuerdo de sus gracias infantiles, sus juegos conmigo, me haga llorar más que la idea de su trágica y sangrienta muerte. No puedo recordarlo sino alegre y riendo y esto me hace sufrir más. Estos días estaré más tranquilo. Le agradezco su tierno interés, y quedo su desconsolado amigo D. F. SARMIENTO
A LA MISMA
Nueva Y ork, noviembre 6 de 1867. Mi estimada amiga: Apruebo las palabras finales, puesto que usted las encuentra oportunas; s, que el todo de su obra encuentre la simpática aprobación de sus socios. De la de usted por demasiado parcial no habría estado del todo satisfecho. Le he mandado por "mail" Los Viajes, pues no sabía qué es lo que Vd. querría traducir. Puedo mandarle lo que me pida. Costóme $ 10 la traducción que no vale cinco; pero no piense en ello. A l andar del caballo, significa al paso natural, entre nosotros. Como el primer plan de la obra fue una Educational biography no me interesé en darle detalles particulares, sino los que se hallaban en esos apuntes tales como los escribí en Chile en 1863 para otro fin. Mi acción en las dos Convenciones habría suministrado materia para muchas páginas, de mucho interés. Voy a escribir lo que quepa en ésta sólo para usted. Como Buenos Aires estaba ya
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES separado ocho años del resto de la república y puede vivir por sí, pues tiene el principal puerto, sólo un sentimiento elevado de justicia podía inducirlo a incorporarse a la nación, bajo el gobierno de un partido adverso, y los mismos que le habían hecho la guerra. Por lo que a mí respecta yo trabajaba por la unión; pero quería precaver y salvar a Buenos Aires de la dominación de sus adversarios. Cuando se nombró la Convención de Buenos Aires, resultó una mayoría en favor de aceptar la Constitución federal sin reformas; pero cuando hubo de nombrarse una comisión que informase, nosotros, los que pedíamos que se propusiesen enmiendas, ganamos la votación y nombramos los individuos que debían formar la comisión que había de proponerlas. Esta comisión se componía de unos que querían que se hiciesen las menos posibles a fin de entrar en la unión; y de Otros que querían introducir enmienda tras enmienda, a fin de hacer imposible la unión. Yo quería que se hiciesen enmiendas necesarias, para acercar nuestras prácticas a las federales norteamericanas, bonafide. La mayoría de la Convención no quería que se discutiese ni examinase la cuestión sino que se aprobase y aceptase la Constitución, sin examen. Para combatir estas doctrinas extremas creé una publicación llamada el Censor de la Comisión, que iba publicando las enmiendas en ella propuestas y las razones alegadas en pro y en contra, con lo que el debate se abría necesariamente en la prensa. Ultimamente tuvimos mayoría en la Convención, convencidos muchos de los adversarios de mi buena fe, quedando la primera mayoría reducida a unos diecisiete en minoría, juramentados a no tomar parte en la discusión de las enmiendas propuestas por la Comisión. Entonces temiendo que los que querían enmendarlo todo para demorar o imposibilitar la unión prevaleciesen en mi propio partido, me entendí con uno de los diecisiete, para que me apoyasen a resistir la introducción de nuevas enmiendas y con su auxilio, evité que se declarase una religión de Estado; y ci día último, la sesión concluyó con un discurso mío, en ponerse de pie el pueblo, el chairman, espontáneamente, y los miembros de la Convención tomándose de las manos, y yo abrazado con Frías, el autor de una moción en términos ofensivos para mí, proclamaron, entre vivas y lágrimas de placer la reunión de Buenos Aires y el antiguo nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se procedió inmediatamente a nombrar por cada provincia delegados a la Convención Nacional que debía reunirse en •Santa Fe, y aprobar o desaprobar las enmiendas propuestas por Buenos Aires. Nada se había logrado si allí no eran aprobadas. Yo fui
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LA MUJER igualmente nombrado miembro por Buenos Aires en esta Convención, siendo a la sazón ministro del gobierno de Buenos Aires, lo que hacía que el vapor que nos llevaba estuviese a mis inmediatas órdenes. Cuando llegamos al Rosario, nos encontramos allí con la mayor parte de los delegados de las provincias del interior; y una hora después pude sacar en limpio que los que aceptaban las enmiendas se hallaban en minoría. El presidente de la Confederación, nuestro enemigo, quería reservarse la facultad de aceptar o no las reformas. Estábamos pues perdidos, si no teníamos mayoría en la Convención. Para ir a Santa Fe era preciso tocar de arribada en el Paraná, capital entonces de la Confederación, y el presidente contaba con obsequiar a los delegados, y asegurarse de sus votos. Para evitar este peligro yo llamé al capitán del vapor de guerra en que íbamos, y le pregunté si no había medio de ir directamente a Santa Fe, sin tocar en el Paraná; y como me dijese que arriba le faltaría agua, le ordené secretamente dirigirse a Santa Fe, y darme aviso, cuando el vapor hubiese encallado. En el Río de la Plata no hay peligro ninguno en que un buque encalle sobre la arena. La marea lo pone horas después a flote. Por la desesperación del presidente, al saber que estábamos en Santa Fe, pudo juzgarse que esta hábil maniobra de buena guerra había salvado las enmiendas. Cuando estuvimos reunidos en Santa Fe nos hallamos siempre en minoría, pues los que faltaban estaban en el Paraná con el presidente, y vendrían luego. Entonces escribí a Buenos Aires pidiendo el refuerzo de dos delegados mu y influyentes que se quedaban atrás, y con el auxilio de ellos, logré separar del partido del presidente Derqui siete delegados que obedecían a la influencia personal del general Urquiza, con lo que tuvimos mayoría absoluta. Esta defección llevaba la consternación al campo enemigo; pero al mismo tiempo nos imponía ciertas sujeciones, a que la ma y or parte de los nuestros por espíritu de partido no querían someterse. Tres días cauczls N , tormentosos debates costóme arreglar estos puntos, y cuando se abrió la Convención ya la influencia del presidente estaba counteracted. Entonces comprendí la coronación de la obra que era evitar discusiones que podían ser irritantes entre partidos tan adversos, y proclamar por unanimidad adoptadas las enmiendas después de oído el informe de la comisión; lo que se consiguió haciendo entrar en el plan a los amigos personales mismos de Dcrqui. Así terminó la lucha de ocho años con Buenos Aires, que quedaba de derecho incorporada en la unión y satisfechas sus demandas.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
Cuando volvimos a Buenos Aires deseosos de confirmar el buen espíritu que había producido estos hechos, al gobierno de la Confederación, Ic propusimos que tanto él como Urquiza viniesen a Buenos Aires, a fin de presentarlos al pueblo, y hacerles los debidos honores. Nunca se habrá presentado en la historia espectáculo más imponente que la llegada del ex presidente Urquiza, ministros plenipotenciarios, al muelle de Buenos Aires, donde los aguardábamos nosotros; y el pueblo atrás, por millares de personas. Nos abrazamos en el nmellc, y en el coche de Estado atravesaron por entre la inmensa multitud, en medio de burras y salvas de artillería, el presidente Derqui y el gobernador \litre, el caudillo Urquiza y el publicista Sarmiento que lo bahía combatido. Otras influencias trajeron el posterior rompimiento, acaso porque era imposible unir elementos tan opuestos. Quedo su affmo. D. F. SARISIIENro A LA \IJSMA
Buenos A ires, setienibre 2 de 186$. Mi estimada amiga: Tengo al fin el placer de escribirle desde Buenos Aires, y después de pasadas las primeras impresiones de mi arribo, proclamado ya presidente por el Congreso según lo veía usted en los diarios. Mi llegada fue una ovación en el muelle, y dio lugar a otra en mí casa al día siguiente, por las escuelas. Aquel artículo que escribí en el A dvertiser, me había precedido de algunos días, y producido un inmenso efecto, aquí, por cuanto servía a mostrar cuáles eran mis sentimientos sobre la guerra del Paraguay, pues muchos de mis partidarios por espíritu de oposición abogaban por la paz. El emperador mismo estaba alarmado, mostrándose complacido con mis seguridades de que la guerra sería llevada a término hasta donde el honor y la previsión de males futuros lo ordenasen. La declaración tomada por el ministro de la guerra general Gelly, al prisionero paraguayo, que va en los diarios que le adjunto, le servirá para mostrarle al autor del A dvertiser la verdad (le lo que yo le respondí. López ha dado muerte a sus ministros, generales, y tiene encadenada a toda su familia porque habrían manifestado deseos de hacer la paz, pues contrariarlo es Conspirar para aquel animal feroz. Si aún quedan simpatías por López, es preciso creer que ha y aberraciones inexplicables en el espíritu humano. cuanta a la política, encuentro e] país anarquizado, dividido
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LA MUJER y amenazada y comprometida la tranquilidad pública. Mucho esperan de mí, acaso más de lo que ser humano puede hacer. Puede usted contar con que haré cuanto esté en la esfera de lo posible. Ruda tarea, que me arredra sin embargo, tales son las dificultades de la situación. El general Urquiza, cuando se vio vencido trató de entenderse conmigo, declarando hallarse muy contento con mi elección. Mi respuesta fue tan circunspecta como lo exige la libertad de acción que quiero reservarme. Le hice decir que el presidente de la república contaba con que él, como cualquier otro, acataría la elección popular, pero que yo no podía, sin comprometer la dignidad del gobierno, dar seguridades ni entrar en explicaciones sobre mi política, que sería ajustada a la Constitución y las leyes. Creo que no le ha sabido muy bien esta respuesta, aunque parece mu y dispuesto a permanecer tranquilo. Mañana voy a las islas del Paraná donde me aguardan los habitantes en número de ocho o diez mil que ya hay en ellas, y el l de octubre iré a Chivilcov, cuya municipalidad mc vino a felicitar e invitarme a ir a ver mi obra. El 12 de octubre me recibo del gobierno, y desde entonces principiará la obra de dar instituciones o hacer prácticas las que existen, aplicando los conocimientos que he adquirido en los Estados Unidos; nada podré hacer tan pronto en materia de educación por dificultades que me opone la organización federal, pues no tengo jurisdicción sobre las provincias; pero apenas se instale el gobierno, me he de ocupar del Observatorio, y del profesor Gould, como de otros trabajos científicos. Dos días después de mi llegada vendí al contado los 260 ejemplares de la V ida, Lif e in the A rgentine Republic, a 2 pesos oro con un descuento de 33 por ciento. Si más se necesitan, y creo que se necesitarán, le avisaré; pero creo desde ahora que pudieran mandarse 100 ó 200 a Río de Janeiro donde hay muchos ingleses y desean tenerlo. Allí pueden irle consignados a mister Schullv, editor del A nglo-Brasilian Times. Espero tener noticias suyas, y los artículos de diarios o revistas que puedan interesarme, corno asimismo la noticia del éxito pecuniario de la publicación de su libro, pues me intereso en ello, por lo que está comprometida la imprenta y usted misma. Por lo demás no crea usted que tengo gran confianza en la situación de las cosas. La desiuoralizacióii producida por la guerra es muy grande y la necesidad de reformas en todo sentido se encuentra con el inconveniente de un gobierno sin poder, porque así Jo han constituido. El Congreso se compone de hombres bien intencionados pero en general faltos de nociones de gobierno, excita-
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES dos por las pasiones que ha puesto en juego la lucha electoral. En la prensa reina el mismo espíritu, y todo presenta la imagen del caos. Siete años de convulsiones y de inacción del ejecutivo han creado un sentimiento de repulsión a toda medida que tiende a consolidar la tranquilidad porque no comprenden cuál es el poder real del ejecutivo. ¿Creerá usted que en cinco años de guerra civil y de guerra exterior, el gobierno no ha puesto en uso la ley marcial sobre las provincias sublevadas o las vecinas al teatro de la guerra? En fin, espero mucho del buen sentido público y más de la Providencia que rige los destinos humanos. Le escribiré siempre, para que conserve fresca la memoria de su affmo. amigo D. F. SARMIENTO
A LA MISMA Buenos A ires, noviembre de 1872. Mi estimada amiga: Hace meses que no le escribo, no obstante haber recibido siempre sus buenas y afectuosas cartas. Alejábame de llenar este grato deber el malestar que trae en nuestro país la presencia del Congreso, escaso de ideas casi siempre, pero lleno de odio en los que hacen oposición, que son contados pero versados en las artes parlamentarias y llenos de ambición para la próxima presidencia, a que yo no soy obstáculo, pues no hay reelección. Antes de entrar en otras cosas le agradeceré los buenos oficios suyos, en defensa de nuestro país, en las cuestiones del Brasil, pues el ministro García me los encarece sumamente en dos cartas, dándoles mucha influencia, por cuanto ilustraban la opinión. Los temores de un rompimiento han pasado, aunque no CSCCWOS que desista el Brasil de sus avances, ni de su política absorbente. Tiene una fuerte guarnición (3000 hombres) en el Paraguay, y no la retirará, y nos tiene ocupada y fortificada una isla en territorio indisputable nuestro, que no nos entregará. Tenemos una embajada en Río de Janeiro que gestiona estos y otros puntos. La paz interior se ha conservado, no obstante tentativas desacordadas para turbarla y espero que llegaré al término de mi gobierno sin que se altere, lo que será un grande hecho. Las rentas siguen aumentando, y creo que están en proporción, dada la población, con las de los Estados Unidos. El Congreso ha dictado este año muchas leyes invirtiendo millones en la construcción de nuevos
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LA MUJER ferrocarriles, puertos. telégrafos. Mi temor es que nos pasemos más allá de lo que la prudencia aconseja, si bien es verdad que tal es la fuerza de la opinión que no ha sido posible limitar ni contener este movimiento. En mi mensaje de clausura he dicho algo sobre esto. El año nuevo principia con la agitación de los partidos para el nombramiento de nuevo presidente. El gobierno no tiene funciones ni papel en esta elección pues que el actual presidente no puede ser reelecto. Los candidatos serios son Mitre, que no obtendrá mayoría según se cree —Alsina que la tendrá muy pronunciada en Buenos Aires, y Avellaneda que la tiene decidida en muchas provincias del interior. Mis simpatías estarían por éste por ser uno de mis ministros, un amigo íntimo, y más que todo porque ha secundado poderosamente mis esfuerzos para difundir y mejorar la educación. Creo que la lucha será muy reñida, y a falta de principios que sostener se desencadenarán pasiones tales como rivalidades de provincias, etc. He tenido carta del señor profesor Gould que no me escribía antes. Esta última a propósito del lente quebrado de que no me había hablado antes. Estamos en el pensamiento de reparar la pérdida, comprando otro. Por lo demás está muy contento de sus trabajos y cree haber hecho dar a las ciencias un gran paso. De todos los pasos dados por mi administración para mejorar la educación, o avanzar la civilización del país, el Observatorio Astronómico es el que más éxito promete, gracias a la contracción, talento e instrucción del profesor Gould, nuestro amigo. Vemos desde aquí la lucha presidencial en los Estados Unidos sin poder presagiar cual será el desenlace pues a veces la balanza parece inclinarse a Greely, a veces a Grant. Creo que uno u otro harán que los estados continúen engrandeciéndose. En mi familia han ocurrido algunos sucesos desgraciados. El marido de una hermana mía se enloqueció, y el marido de la hija, mi sobrina, que estaba casada con un loco, ha muerto, dejándola por lo menos libre de esta triste carga. Estas y otras circunstancias desagradables que se ligan a mí me hacen bastante desgraciado, no obstante la Situación encumbrada que ocupo. Como usted ha sido tan probada estos últimos años, y como sus elevados sentimientos religiosos le dan conformidad que no siempre alcanza nuestra filosofía mundana, cuento a usted estos dolores internos seguro de que hallarán simpatía a su corazón. Espero tener noticias suyas, pues sólo careciendo por dos meses de ellas he podido sentir cuánta falta me hacían. Cuento con que
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SARMIENTO - J ¡'Xi OS FUNDAMI'NTAL[ S sus hijos están buenos y usted conserva esa admirable salud del alma que vale mil veces la del cuerpo. Con el ma yor cariño inc despido de usted affmo. amigo D. F. SAR1I1's'10 A AURI ¡JA VELIZ SARSFIFIl) Nueva York, mayo 20 de 1865.
Señora \urclia \'lcv SirsfickI: Escríbole para tomar posesión de la vía de comunicación nueva, de aquí a Liverpool, para llevarle a Buenos Aires la noticia de que he llegado bueno, encontrando frescas todavía las profundas emociones causadas por el asesinato del honrado Lincoln, para dar más realce y solemnidad a la gloria y prestigio de la que hoy apellidan en Europa la Gran República. ¡Cuán grande es, co efecto, y qué nueva era abre para el mundo el desenlace de esta guerra gigantesca, con el drama del sacrificio estéril del gran patriota! Veré dentro de tres días en Washington a Grant. Sherman y Slieridan, seguidos de doscientos mil hombres y pasando inmediatamente a Ricbmond, sobre la más ensangrentada de sus trincheras de cuarenta millas, celebraré mi 25 de Mayo, con la desaparición de la esclavitud de la faz de la tierra. ¿Qué le diré de mis impresiones, al volver a Nueva York a los veinte años de distancia, a usted, tan pobre de puntos de comparación, nacida en esa llanura sin accidentes, en esa ciudad la más bella de la América del Sud, y tan distante de lo que son las ciudades norteamericanas? Bastará decirle que yo que he visitado todas las grandes ciudades y visto los puntos más bellos del globo, no vuelvo todavía de la fascinación que experimento al entrar en la estupenda bahía, que principiando por una garganta cerrada por fortalezas formidables y rodeada, como preámbulo, de mansiones espléndidas salpicadas entre el verde de los bosques naturales o de los parques, cubren sin formar población, cinco millas de ambos costados, para llegar a la bahía cruzada por segundos, en todas direcciones, de vapores y que sirve de plaza central a tres ciudades, cada una tan grande como las más célebres del mundo, excepto París y Londres. Le mandaré un mapa de la ciudad o de las ciudades, y esto le
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LA \1VJLR dará una idea pálida, de una realidad que no puede concebirse sin verla, porque no hay medios de representar este movimiento gigantesco entre palacios, árboles, carruajes, flores y letreros dorados que esnialtan los edificios. Tantas maravillas acumuladas por la riqueza, la general ilustraión y la libertad, empiezan a ser comprendidas por la Europa, cuyos gobiernos se sienten pequeños en presencia de los sucesos de los últimos meses, habiendo servido la trágica muerte de Lincoln para dar ma yor solemnidad a la abolición de la esclavitud. Usted recordará mi eterna prédica, hasta cansar a su padre, sobre los Estados Unidos. Glóriomc (le haber tenido veinte años antes la clara percepción de su definitiva influencia sobre los destinos de la América toda y de haberme consolado de nuestra depresión anunciando a la Europa lo que ésta empieza ya a sentir. Usted que es joven, ha de ver el fin del comienzo que ya presenciamos. Y a propósito de juventud, ¿por qué deja usted disiparse la suya como planta pegada al suelo, usted libre de cuidados y obligaciones, y no se resuelve a tomar el vapor que se establecerá en noviembre entre Buenos Aires y Nueva York y en treinta días de viaje cómodo, tocando en las Costas del Brasil, se encuentra en Nueva York, donde desemboca el Hudson, acarreando naves por millares y remontándolo, llega a la cascada del Niágara, desciende el San Lorenzo, y se vuelve a su casa, llena de recuerdos, enriquecida de emociones plácidas, que bastará cerrar los ojos para evocarlas y complacerse en ellas? ¡Si fuera yanqui! ¡Si viese ferrocarriles, vapores, hoteles, calles llenas de jóvenes solteras, solas, viajando como las aves del cielo, seguras, alegres, felices! A LA MISMA
Nueva Y ork, agosto 6 de 1865. Señora Aurelia Vélez: Su cartita de 11 de junio me llegó única de Buenos Aires, lo que realzaba el placer de leerla. Recibíla el 4 de agosto en la calle, yendo a comer con algunos amigos a la Maison Dorée, un extra que me daba, con motivo de mi pretendido santo, para llenar una promesa hecha en Valparaíso en el mismo día, donde nos prometimos los copartícipes de una francachela, saludarnos dondequiera que nos hallásemos y beber a la memoria de los amigos, a las 8 y 35 minutos. Cumplí mi parte a las 8 y 25 minutos 46 segundos,
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SARMI[NTO - TFXTOS FUNDAMENTALES que es la hora correspondiente a Nueva York relativamente a Valparaíso. Usted con su carta tan a tiempo, se presentó por usted y por su familia, a tomar parte en ese acto del culto a las amistades verdaderas; y como al brindar de pie, todos teníamos la vista hacia el suroeste en la dirección a Valparaíso, terno haberme inclinado un poco más al sur, de manera que la línea pasase por el meridiano de Buenos Aires. Encontráhame su carta como en ella lo deseaba: feliz en el país de mi predilección, felicidad iluminada todavía por la expresión del cariño de por allá, en la parte sombría de ésta mi luna menguante, plácida, melancólica, y sin embargo viviendo ya no más para sí, sino para guiar a otros en la oscuridad de la noche. Explicarélc mi felicidad, que por ahora es real. Me levanto a las cinco corno sil Leo poco, porque no sabría qué escoger entre la muchedumbre (le libros, panfletos y diarios que se mc están acumulando. Escribo, traduzco, compilo e imprimo dos libros a la vez. Despacho correspondencias que cada día se están haciendo más frecuentes e interesantes; publico algo en los diarios y llegan las doce de la noche muy a pesar mío y encuentro en "mullido lecho" (porque sin poesía, son muy buenas las camas americanas), el sueño que por tantos años huyó de mis párpados. Sobrándome acción mental, que parece lo más poderoso en mi organización, escribo a ratos una correspondencia para El Zonda que empezará usted a ver luego. Salgo por la mañana a almorzar, me compro al paso un pepino del que hago una ensalada; a la tarde a comer y pasearme por el Broadway haciendo ejercicio, muy rara vez al teatro o los minstreis por desengraso, y casi siempre estoy a las nueve en casa. De vez en cuando un trip por los alrededores, con algún objeto útil; paseo a vapor, por tierra o por el río, viendo bosques, ciudades y sitios encantadores y volviendo a casa fatigado y reposado, deleitado y ansioso de continuar mis tareas. ¿Quiere usted un hombre más feliz?, si felicidad hay en no tener goces, en huir de ellos y vivir alimentándose de su propia sustancia. La muerte de Belin vino a robar a estos cuadros tan severos alguna poesía de esperanza que los embellecía. La vuelta a Buenos Aires se hacía con él posible. Habría tenido familia mía a mi lado y ocupación independiente de los otros. Pero eso se acabó. Ahora es prosa todo. ¿Leyó usted mi Carta a la Manso, desde Lima? ¿Predicaré en el desierto? Pues ahí les va un libro entero sobre educación, que pienso difundir por toda la América y tomarla por mi cuenta.
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riiuh,r nc de l'criicie Coronel. (A rchivo grรกfico de La Naciun.)
LA MUJER Ha publicado Avellaneda la que le dirigí sobre estado de sirio? Leerá usted luego la V ida de Lincoln y verá usted a este su amigo en 1859, creo, sosteniendo en el senado lo que Lincoln en 1862 sostenía con las mismas palabras. No sé si al leerla, Rawson tendrá rubor de todos los disparates que en tono magistral contestó sobre el mismo asunto. Mis dos libros tienen eso de bueno, que vuelven por mí, sin que sea yo quien hable. Es Mann, es Lincoln, que salen a mi defensa en los dos puntos en que he pretendido ejercer la autoridad de la doctrina, educación y constitución; pero bastaba haber estudiado para médico y ser ministro para arribar a resultados mejores. Quiere hacer una cosa buena? Traduzca los se/f made men, los hijos de sus obras que le mando, para publicarlo en las escuelas. Haga más todavía; escriba cada día lo que llama la atención en Buenos Aires y sus propias impresiones y con un seudónimo cualquiera mande al Zonda. Sería ésta la invención nuís inocente y picaresca, como aquélla del teatro Argentino. No sabe usted los tesoros de estilo y composición que usted posee. Quisiera que ocupase su inteligencia ayudándome en la obra piadosa de tener despierto a San Juan. Acometa la empresa y escriba con el abandono que me escribe a mí: ése es el grande estilo. Ponga en ello interés más serio que el que aparece a primera Vista. Necesito que usted me a y ude y deje de desestimarse a sí misma condenándose a la inacción. Viva usted del espíritu y como tantas mujeres ilustres asóciese a alguna idea. Téngalos en San Juan al corriente de lo que suceda y de lo que usted siente. Fírmese lo que quiera. En tiempo de Rosas hubo una correspondencia de Buenos Aires a Montevideo que todo lo sabía y nadie descubrió el autor y era un inglés. Qué sucederá a la hora de ésta por ci Paragua y ? Estaba inquieto antes, y las noticias de la colegiada del desembarco no es para tranquilizar. Llégame en treinta y ocho días la noticia de la embarrada hecha por los entrerrianos al mando de Urquiza; cuya presidencia veía usted en el horizonte. Cómo se explica el suceso? ¿Es acaso un movimiento de pueblo guaraní, de pueblo que no halla, en cuanto a él toca, diferencia entre Urquiza o Solano López, sintiéndose más misionero que argentino? Mi traducción es otra y allá va por lo que valga. El prestigio de los caudillos se funda en la facultad horrible que ejercen de fusilar y degollar a sus propios servidores. El terror era el secreto de esta adhesión del Entre Ríos a Urquiza. ¡Falta
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES el terror, el prestigio se acaba! y una causa que venía obrando desde atrás, vino a producir sus consecuencias en el momento más impropicio. No eran hasta entonces, ar g entinos, ni entrerrianos, eran esclavos. FI día qtic pudieron ser libres, lo fueron. Acaso sea la obra de los federales descontentos con Urquiza por haber transigido. De todos modos es un desastre que espero hayan conjurado ya. Si esto se ha conseguido, habremos logrado librarnos del caudillo prestigioso, mostrando COfl aquel escándalo lo que era su poder realmente: y si trae consecuencias funestas, mostrará también lo que produce a la corta o a la larga esta política de compromiso u obtemperancia. Me ocurre comparar la "sabia política" con ci dicho vulgar sobre la fortuna: - lo bien ganado se lo lleva el diablo y lo mal, con dueño y todo. Urquiza va a ser clemente, de miedo, y esta vez la errará de medio a medio y bien luí en cuica. No tocaré con mi trémula mano de viejo a mi juvenil Facundo por complacer a usted cuyo juicio y Cariñosa tutela respeto y acepto. Pero pienso agregarle un complemento. Treinta años después, la guerra o sublevación del Chacho en que el autor del Facundo acaba COfl el último movimiento de los bárbaros. ¿Qué le parece la idea? Lo que en ello me interesa es restablecer la verdad de esa carnpafia en que otros me despojan de todo el mérito de mis esfuerzos y del éxito final. Con los documentos a la mano, haré este Cuento que procuraré sea lindo. Cuando vea usted la V ida de Lincoln, tendrá lástima de los demagogos que por comprometerme me atacaron. A cada uno le llega su San Martín. Le hablo a usted (le todo esto, porque usted no es hombre ni político. Guardo mi silencio y me gozo de ser olvidado, menos de su tatita a quien no se lo perdonaría. Le he dicho alguna vez que tengo la paciencia y la tenacidad del presidiario. Pero me ha de sorprender la muerte, esperando los años necesarios para que una idea madure.
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LA MUJER
A LA MISMA
Boston, octubre 15 de 1865. Señora Aurelia Véez: Necesitaría muchas páginas para narrar todo lo que ha pasado de bello, de grande, de útil, en estos ocho días, por mis sentidos, por mi corazón, por mi espíritu. Son cuadros vistos con vidrio de aumento en que parece asistimos a un inundo de gigantes, que está delante, sin ser el nuestro. Fui a Concord, verdadera aldea, sin alumbrado, y sin embargo bellísima, en medio de la naturaleza de otoño, que me habrá oído es aquí de una belleza que parece sobrenatural, por los colores vivísimos que reviste la vegetación al aproximarse el invierno; y usted sabe que gozo con estos espectáculos. En esta simple aldea viven algunas reputaciones literarias del país. Mistress Peabody, escritora de libros de educación. Waldo Emerson, poeta y filósofo. Mistress Mann me ha recibido como a uno de la familia, con la simplicidad de la Nueva Inglaterra, donde todos son hermanos, con el cariño y la solicitud de una antigua amiga. Sabe francés y español, y se complace en traducirme. Soy su embeleco. Tiene tres hijos grandes que estudian, y entre invitarme a venir y llegar yo, le robaron toda su fortuna en un Banco. Ni una palabra me escribió ni me dijo, para no entristecerme sin duda. Yo lo sabía por los diarios; pero su silencio me hacía esperar que el daño no fuese tan grave. En el tren salió a recibirme uno de sus hijos, quien me instruyó de que no le quedaba sino la casa y sus hijos, repitió el jovencito con fuerza. Después he sabido que habiendo el mayor perdido con ella su hijuela, los dos menores han vuelto a partir para darle su parte al arruinado. Siento contarle esto que aflige, aunque tanta ecuanimidad de la madre y tanta fraternidad de los hijos consuele. ¡Mary Mann es mi ángel viejo! El corazón le arrastra. ¡Ah! En medio de tantos desencantos y traiciones, me queda el consuelo de haber sido amado, como me amaron usted, su padre, Aberastain, Posse, Mary Mann y algunos otros. Esta última es víctima de una fascinación que acaso proviene de un exceso de amor maternal que desborda de su corazón; acaso de encontrar en mí un admirador y un condnuador de su esposo. Nos hemos visto cuatro veces en dos años; pero nuestra correspondencia es frecuente. Vive para mí, para ayudarme y hacerme
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SAIlI1'NTO - TEXTOS FUND A\t ENTALFS valer. Su primera pregunta a quien se le acerca es, ¿conoce usted al ministro argentino? y principia el panegírico. Ella me ha dado los mejores amigos, ;ntroducídome a los más altos personajes. Conozco que tal artículo en una revista es suyo, porque ha hecho uso de lo que en mis cartas encuentra. Quisiera traducirme todo entero. Admira mis V iajes; y de Recuerdos de Provincia decía que no ha leído jamás pinturas iguales de la vida. Mi biografía le absorbe todo el tiempo que le dejan otros deberes. En el correo venidero creo poderle mandar el resultado de su empeño de hacerme conocer y estimar por los hombres tan notables que la rodean en su nueva casita de Cainbridge, adonde iré a verla el día que su hijo mayor reciba sus grados, o yo dé gracias de los míos. Va corriendo los sesenta y un años y esta seducción la hace valer, para inoidarme en nombre de la autoridad de mayor edad, que hable inglés o me distraiga de mis pesares. Fuimos al día siguiente a Lexington a ver el establecimiento de educación física, del doctor Lewis, para mujeres. Vuelve este país a los tiempos de la Grecia, dando a los juegos gimnásticos una grande atención. Los que vi ejecutar a las niñas aseguran la mayor perfección de la raza, por la fuerza, la belleza y la gracia. Al día siguiente conlí con Waldo Emerson, a quien había mandado el Facundo. Este libro me sirve de medio de introducción. Si ser ministro no vale para todos, ser educacionista es ya un gran título a la benevolencia de este pueblo de profesores y de maestros; pero todavía me queda en reserva el Facundo que es mi cañón Parrot. Nada le resiste. El célebre literato Ticknor me busca hace tres días y hoy me escribe pidiéndome audiencia. Imagínese que no necesito tanto para estar hueco como una calabaza, aunque aquí, para inter nos, estoy desconocido de humilde, tanto me han hecho sentir mi inferioridad mis amigos, estos pasados años. De casa de mistress Marín me llevaron a Cambridge, la célebre universidad, donde he pasado dos días de banquete continuo, para ser presentado a todos los eminentes sabios que están allí reunidos: Longfellow, el gran poeta, que habla pertectamente el español, Gould, el astrónomo, amigo de Humboldt; Agassiz (hijo), a quien pronostican mayor celebridad que al padre; Hill, el viejo presidente de la universidad. ¡Cómo se gozaría su padre en este seminario de ciencias y de estudios clásicos; con un templo por biblioteca y una villa entera de escuelas para todos los ramos del saber humano! Me arranqué de allí para venir a Boston a asistir a la clausura
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LA MUJER de la asociación de maestros de Massachusetts, donde fui recibido con manifestaciones de simpatía que se expresan lo mismo en todas las grandes asambleas. Como va había estado en el Instituto de Instrucción de New 1-laven, doscientos de los presentes me conocían. Estas reuniones de maestros son el espectáculo más imponente que pueda ofrecerse a la contemplación. Mil o dos mil mujeres y hombres que saben mucho más que todos nuestros sabios (con las excepciones del caso) a quienes dirigen la palabra en discurso* escritos, los sabios más grandes que cuentan los Estados Unidos. Hágole gracia de mi visita a la Feria de las artes mecánicas que dejan muy atrás a la Europa entera en prodigiosos inventos; de mistress Parepa, que da conciertos, porque la ópera no es admitida por la rigidez puritana, para contarle que ayer vino a buscarme mister George Emerson, el patriarca de los educacionistas bostonianos, y me llevó a su iglesia (unitarians) a los oficios del domingo, y de allí a su casa, donde pasé siete horas con su familia, hablando con él de sobremesa de cuanto tiene relación con nuestro común objeto. Cuánto gozo con estas relaciones, puede usted calcularlo; cuánto p rovecho sacaré, verá usted lucto, que corno se lo anuncié desde Lima, voy a renovar mi campaña con nuevo brío. Si no consigo todo lo que deseo para vencer la inercia y la ignorancia orgullosa de nuestra raza española, habré al menos gozado de la distinción que aquí merezco por los esfuerzos intentados. No se les caerá la cara de vergüenza, al saber que sólo 27.000 niños se están educando en la República Argentina, según lo ha revelado la memoria del ministro Costa en una reunión, de más de un millón de hombres que pretende ser nación! Espero obtener libros, datos y cuanto quisiera, si no temiera abusar de la buena voluntad de estas gentes, prontas siempre a prodigar sus conocimientos a quienes los estiman; pero que me es permitido creer que un poco más que lo ordinario ponen a mi disposición. Emerson mc llevará mañana a ver al gobernador Andrew a quien ya conozco y tendré que anunciar mi partida, para no pasar un mes entero visitando establecimientos. Tengo que pasar IT1ís tarde un informe a mi gobierno sobre universidades; y de lo poco que he visto en las de Yale y Harvard, estoy tentado a reducirlo a esto sólo: cierren las de Buenos Aires y Córdoba, por respeto a la ccncia y mandçn llevar un hombre
SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES de aquí - que les designaré - para que abra otra que no sea una burla. Ayer me mostraban en un laboratorio un pedazo de acero que acababan de hacer en cinco minutos, sometiendo el hierro común a una corriente eléctrica - progreso en la ciencia; un grabado de música en plancha de cobre, ejecutado sobre cera - invento del Rector; una cara de un discípulo anunciando un planeta que acaba de descubrir. Mister Gould, en cuya casa estaba, me llevaba a su observatorio particular para mostrarme la estrella de duodécima magnitud más vecina al polo, de cuarenta que había clasificado por la primera vez. Teniendo en la mano un aparato eléctrico de su invención, para transmitir las señales a un telégrafo que las deja escritas en el papel, con expresión del minuto, segundos y décimos de segundo en que ocurre el pasaje. En la escuela de matemáticas vi prodigios mayores; y el museo de historia natural pretende ser luego el primero del mundo. La colección de pescados de Agassiz es única. He sabido que han encargado a Gutiérrez que les presente un plan de universidad; y me vuelve la idea ¿por qué no le encargaron a Cazon de arreglar aquella farsa de ciencia? Tanto sabe el uno como el otro. Decididamente esos pobres pueblos no piensan salir jamás del sendero que les ha trazado la España. Gutiérrez es el hombre más ignorante que yo haya conocido jamás, aunque como buen castellano sepa cómo debiera escribir el que tenga una idea que él no tiene. Habrá observado usted que cuando todos han agotado la biografía de Rivadavia, él sale con una final, aunque intencionalmente trunca, para robarle a Rivadavia sus títulos de gloria; cuando se han escrito todas las biografías de San Martín, él publica un libro iluminado, con el trabajo ajeno. Y sabrá usted que me he encontrado aquí con que 5111 haber por qué, ni para qué, le escribe a un quidam, no sé con qué motivo, contra mí. ¡Ya se ve; tiene mil veces razón! Cuando él compare los antecedentes de su vida y los míos, y pese las respectivas posiciones en la estimación de sus compatriotas, debe mirarme en muy poco. Dejemos este asunto que empieza a acibararme. Ahora que dos o tres de estos sabios verdaderos andan pensando en traducir el Facundo en inglés, me acuerdo de Florencio Varela, que al llegar yo a Montevideo me hizo en mis barbas el cumplido de que ese libro no valía nada, ponderándome una baratija que yo
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LA MUJER había escrito, pero que él ignoraba que y o era el autor de ella'. Díjele, riéndomele en sus barbas también: "Eso prueba la capacidad de juzgar de usted". A los pocos días vino a pedirme ejemplares, porque Deffaudis y todos los europeos le decían que era el único libro americano que merecía ese nombre. No me trató en dos meses que estuve en Montevideo, por no perder tiempo (textual) y el día que partí para Europa, vino a despedirse a las ocho de la mañana v se fue a las cuatro de la tarde: "Ahora que lo he oído a usted ¡cuánto siento no haberlo tratado!". Aquí veo que no son tan difíciles los hombres que llenan el mundo con sus nombres, y me basta mostrarles una página mía, para que me miren en algo. Siempre me acuerdo que su tatita solía repetir a otros: "yo soy el único que aquí lee a Sarmiento" y ahora me explico por qué. Veo que he vuelto a resollar por la herida pero qué quiere usted? es profunda y necesito una persona como usted para desahogarme. Si supiera usted todo lo que me han hecho sufrir desde antes de salir de Buenos Aires, hasta ahora poco, mis amigos, me hallaría razón. Del público, no digo nada; es el mismo en todas partes: un niño. Para consolarme, le contaré que en la Biblioteca de Cambridge donde hay un libro que firman todos los visitantes, me trajeron una pluma que me dijo el bibliotecario era la que había servido a Jerónimo Bonaparte, a Grant y otros personajes y que sólo se usaba para casos semejantes. Ya ve usted que no soy tan cualquiera, aunque sea ministro de la República Argentina, que nadie sabe dónde está y poquísimos en Europa están más adelantados. Dígale a tatita que ponga en movimiento a los cordobeses para tener un observatorio astronómico. La propuesta es real, aunque yo ponga de mi parte el calor necesario para incubarla. Entre tanto que escribo, no encuentro una hojilla de esta carta. Sería curioso que se la mande trunca. En cambio tendrá usted siempre el afecto de Dor1INGo F. SARMIENTO
1 Con un doctor Ferrara había mandado Sarmiento desde Chile en 1846, una Memoria al general Paz, aconsejando se adoptasen las represalias para conjurar el terror que pro_ ducían las matanzas de Rosas y Oribe y dando las razones del derecho
de gentes que apoyaban la medida. El enviado se había dado por autor del trabajo y al llegar Sarmiento a Montevideo, encontró a Paz, Varela, Alsina, entusiasmados con aquel escrito y dispuestos, corno lo hicieron, a adoptar sus conclusiones.
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SARMILINTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
A LA MISMA UN VIAJE DE NUEVA YORK A BUENOS AIRES
23 de julio. — 29 de agosto de 1868. A doña Aurelia Vélez Sarsfield. Pidióme usted las impresiones de viaje en mi excursión a Francia. Dedícole las que iré sintiendo a medida que me acerco a mi patria y con la esperanza se aviva el deseo de verla. Quejóse usted de no haber satisfecho su deseo? Olvidaba que aún estaban sangrando profundas heridas de mi corazón, y mi ánimo no estaba despejado aún de amargos recuerdos. La exhibición de París, por otra parte, no podía considerarse en una carta, sin perder la variedad de formas y objetos que constituían su magnificencia. Mil plumas teníanla por delante, y la mía habría sido la menos adecuada para describirla. Para hacerlo con acierto, ella sola debía llenar el cuadro, sin que el artista apareciese en la escena. En este viaje que me propongo describir, el viajero sólo es el protagonista; y dedicado a usted sola su lectura, dale la seguridad que para llevar a cabo la idea, a toda hora del día ha de estar presente usted en mi memoria. Viviré, pues, anticipadamente en su presencia, y cada escena que describa, tendrá a usted como espectador, complacido acaso de recibir este diario tributo.
HOMEWARDS (A TU TIERRA GRULLO)
Mi regreso a la patria estaba ya de largo tiempo resuelto. Cuestión de oportunidad solamente, que una carta resolvió. Desde que la hube recibido, empezaron los preparativos de viaje, dando disposiciones para terminal trabajos comenzados y cortar ciertos hilitos que nos ligan a un país, después de un tiempo de residencia. Tan ancho es el círculo en que nuestra vida se mueve en este país, que el solo despedirse de los amigos, es y a cuestión seria. 'lén()los en Chicago, Camhridge, Washington, 1 ancaster, a tres rumbos opuestos y a centenares de leguas. Pero tengo además una tierna y constante amiga a quien quería ver en todo su atractivo, por si no vuelvo a verla más. La naturaleza, tan bella, tan risueña de los Estad s Unidos. Fui a despe-
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LA MUJER dirme del Hudson, para decir adiós con ]a mano a cada una de sus pintorescas vistas. Quise sentir el terror de la cascada del Niágara, aunque sólo por un minuto fuese: y como mi última visita al oeste había sido en invierno, envuelto en las frías sábanas de nieve, quedaba estereotipada esa imagen, si no iba a refrescarla, engalanada con la verde vestidura de la primavera. CHICAGO Así llegué a Chicago. Vi la ciudad hercúlea en momento escogido. Preséntaseme ahora en mis recuerdos, coronada y ceñida de luces, cual la vi en uno de sus días de gala. Cada día Chicago toma más y más el rango de centro y capital de los Estados Unidos. La gran convención republicana para nombrar presidente reunióse allí. Hansc reunido varios que llamaremos concilios religiosos y están citados en agosto quinientos hombres de ciencia, de la asociación que tiene por objeto promoverla y de que soy miembro honorario. Llegaban a la sazón, de Vutcnhcrg, Viena, Francfort, Berlín y de cada ciudad de los Estados Unidos, por centenares y por millares, los alemanes, para celebrar una Sctngerfest. Mil quinientas voces ejecutaron una de esas composiciones musicales que han constituido la nacionalidad alemana. Ni la lengua servía de vínculo a los pueblos separados por reyes, emperadores, obispos, abades, electores que los dividieron como rebaños. Hay alto y bajo alemán, alemán del sur y del norte. Dónde está la nacionalidad alemana? Ni en Prusia, ni en Austria, aunque la preparó la Grande Opera de Sado\va con acompañamiento de mil cañones. La música, pues, fue el órgano nacional de los alemanes; y en América, la música y la cerveza son signo de reconocimiento. Este concierto monstruo de Chicago, con los delegados de Europa, presentaba el más solemne espectáculo. Los antiguos tuvieron sus solemnidades parecidas, en los templos únicos de un culto. Una calle, Stat' Strcct, estaba decorada de verdura para darles la bienvenida. Chicago es célebre por su cerveza, y el partido republicano en Nueva York perdió 50.00() votos alemanes, por haber prohibido beber el día domingo. Cuánta cerveza bebieron -O.00O alciiiancs en tres días! Yo iba con mi secretario a las once de la noche a un Lagger beer house a tomar mi modesta parte en la alegría general. La última noche hubo procesión de antorchas, cuarenta mil
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES luces en columna, iluminando banderas, inscripciones, emblemas. Había visto los torrentes de publicación para todo Méjico; pero que ya estaba arreglado con Juárez que serían 200. ¡La cebada al rabo! —Dígale que soy más rico que Méjico, pues he podido gastar tres mil duros. Que lea el artículo que le consagro y donde le hago la justicia de reconocer qué clase de borrico había de ser el tal ministro de instrucción.
LAS SANTAS MUJERES
En París compré una copia de la Venus de Milo en cuya base puse esta inscripción:
A la grata memoria de todas las mujeres que me amaron y ay udaron en la lucha por la existencia. La Venus de Médicis es todo amor; la de Milo es la mujer pronta a ser madre o amante, pues sólo enseña su seno y su fisonomía es grave, como si sintiera la idea del deber. Hay las Mujeres de la Biblia, hay las de Shakespeare, o de Goethe. ¿Por qué no he de tener para mí las Mujeres de Sarmiento? No porque yo las ha y a creado al grado de mi fantasía, Sino porque todas ellas me cobijaron bajo el ala de madres, o me ayudaron a vivir en los largos años de prueba. Mi destino, hanlo desde la cuna, entretejido mujeres, casi sólo mujeres, y puedo nombrarlas una a una, en la serie que, como una cadena de amor, van pasándose el objeto de su predilección. ¡Mi madre! Su sombra está hoy aquí presente. Mistress Mann la ha evocado para que me propicie ci sentimiento religioso de los Estados Unidos. Fue mi madrina de bautismo doña Paula de Oro y mi protectora. Niño pequeño, acompañándola en las calles, me contaba las grescas que tenía con una perra tía mía que me malquería. Ella fue el intermediario, ]levándome a vivir a su casa, para que el clérigo Oro, su hermano, me educase, desenvolviendo la facultad de pensar que a sus lecciones debo. Cuando salí de sus manos, recibiórne doña Angela Salcedo que ni mi pariente era; pero que, viuda de don Soriano Sarmiento, me entregó una casa de comercio que el finado tenía preparada para ayudarme y darme ocupación en la vida. Su hijo, Domingo Soriano, a los 40 años de edad, esposo feliz, padre de una hija
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LA MUJER única ya casada, vecino rico, se suicidó a la sola idea de que su tocayo, que su maestro, pudiese creerlo mal ciudadano. La Manso, a quien apenas conocí, fue el único hombre en tres o cuatro millones de habitantes en Chile y la Argentina que comprendiese mi obra de educación y que inspirándose en mi pensamiento, pusiese el hombro al edificio que veía desplomarse. ¿Era una mujer? Hay otra que ha dirigido mis actos en política; montado guardia contra la calumnia y el olvido; abierto blandamente puertas para que pase en mi carrera, jefe de estado mayor, ministro acaso; y en el momento supremo de la ambición, hecho la seña convenida, para que me presente en la escena en el debido tiempo. Otra hay, y ésta llena dolorosamente el fondo de la existencia; volcán de pasión insaciable, inextinguible, el amor en ella era un veneno corrosivo que devoraba el vaso que lo contiene y los objetos sobre los cuales se derrama. ¡Dios le habrá perdonado el mal que hizo, por el que se hizo a sí misma, por el exceso de su amor, sus celos, su odio! ¡Extraño fenómeno! Desfavorecido por la naturaleza y la fortuna, absorto desde joven en un ideal que me ha hecho vivir dentro de mí mismo, descuidando no sólo los goces, sino hasta las formas convencionales de la vida civilizada, desde mis primeros pasos en la vida sentí casi siempre a mi lado una mujer, atraída por no sé qué misterio, que me decía, acariciándome: adelante, llegarás. Debe haber en mis miradas algo de profundamente dolorido que excita la maternal solicitud femenil. Bajo la ruda corteza de formas desapacibles, la exquisita naturaleza de la mujer descubre acaso los lineamientos generales de la belleza moral, ahí donde la física no se muestra. No me jacto de amores, ni de buenas fortunas. Una mujer jugando a las visitas con las muñecas, es ya madre o amante y antes de ser en realidad la última, era lo otro en espíritu y afección. ¿Por qué una joven virtuosa ama a un calavera? Es la madre la que ama, esperando curar la dolencia, con sus cuidados. ¿Por qué una beldad ama a un hombre feo? Porque lo ve oprimido, y sale valientemente a su defensa. Una mujer es madre o amante, nunca amigo, aunque ella lo crea; si puede amar, se abandona como un don o un holocausto. Si no puede, física o moralmente, protege, vigila, cría, alienta y guía.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
MISTRESS MARY MANN
Esta es la encarnación del amor materno. Ha dejado a su esposo Horacio Mann, cristalizado en la estatua de bronce que decora el frente del State Hall de Boston. Puede vivir tranquila, no será olvidado jamás, y su excelsa gloria no necesita de su patrocinio. Conocíla en 1847, época en que me sirvió de intérprete para entenderme con su marido. Renové mi relación con motivo de la inauguración de la estatua. Teníamos, pues, un objeto común de adoración. Era pr..ciso ayudarme a sacar la tarea que a mí me cupo en suerte y ella puso mano a la obra. Su vida, desde entonces, se liga a la mía, aunque no nos veamos más que dos o tres días una vez cada año. Su correspondencia es numerosa y las ramificaciones de su afecto abrazan a la República Argentina, porque yo la amo, a la Manso, porque me ama a mí, a mi hija porque murió Dominguito, cuyo retrato está sobre su mesa y es adornado de guirnaldas de flores cuando voy a verla. Donde quiera que vaya, encontraré amigos que su solicitud me ha deparado; y si algo publico, las revistas, los diarios, hablarán del libro, y sorprenderé en un artículo de diario una frase que es tomada de una carta mía a ella. Es, pues, suyo ese escrito. Y our g/orious introduction, me escribió de la de Lincoln ¿pero quién es usted que así comprende nuestras cosas? Tradujo esa introducción, no sé si para publicarla, pero seguramente para tener el gusto de traducirla. Traduciría mis V iajes, si estuviera yo seguro de que fuesen leídos. Al fin. cninrcnde la tarea iriás desesperada, cual era escribir mi biografía. ¡Cuántas molestias le hubiera costado si, colilo mc lo dice en una carta, no encontrase en ello su propia complacencia. Su plan primero era la historia de mis trabajos sobre educación, para lo que le suministré copiosos datos, contenidos en libros y publicaciones del género. Quiso más tarde abrazar la vida política y tuvo que rehacer los apuntes. I\iandélc al fin Recuerdos de Provincia, y entonces mc escribió: "Por fin lo tengo todo entero y lo comprendo". mvitórne una vez a revisar sus apuntes, y cuál fue ini pena al ver en ellos materia para un g rueso volumen. Cómo decirle que había extractado, traducido, redactado demasiado? Tomé conmigo los papeles, pretextando ser con urgencia llamado de Nueva York, y allí, rehaciendo, podando, cercenando, mutilando sin piedad, dejé
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LA MUJER lo necesario para un bosquejo, única forma en que podía introducirse tan indiferente asunto a un público desapasionado. Debió 1loraí sobre los despojos de su obra, tan sentidas son sus posteriores cartas, reclamando restablecer trozos que reputa característicos e interesantes. Pedíarne gracia por la Toribia y Ña Cierne que eran episodios interesantísimos. Benavídez debía entrar en escena, aunque fuese sólo para mostrar los comienzos de la vida pública. Flechas las concedidas reparaciones, el librero editor del Facundo que cuida ante todo del tamaño del libro en relación al precio de venta, concedía sólo ochenta páginas de biografía. La lucha fue larga, hasta que al fin obtuvo doce más, seducidos los libreros, de ordinario insensibles, por el entusiasmo de la autora, acaso por el interés dramático o novelesco que ha dado al personaje. Si la vida de Quiroga tiene éxito, y se lo prometen los editores de varias revistas que recibieron pruebas, deberáse al esfuerzo y talento de la introductora, que ha sabido interesar al público e iniciarlo en las CueSti3nes de la América del Sur. "Procuro, me dice en una carta, separar a la República Argentina, y lo lograré, de la masa de South América sobre la cual recae el desprecio o la indiferencia de mis compatriotas." Las cartas a Súmner, ella las ha agregado al fin de la obra, como justificación. La víspera de mi partida, recibí la carta de despedida que acompaño en inglés, por no perturbar la sublime fascinación que revela. Su amor de madre la eleva a la altura de Cornelia. "No es usted para luí un hombre, sino una nación." "Si los pueblos no fueran perfectibles, la creación sería un absurdo y Dios un mito" —son pensamientos inspirados por una fuerte convicción o una grande esperanza y fe en los destinos humanos. ?.IISTRESS IDA WICKERSHAM
Mi intimidad con esta linda dama ha sido casi impuesta por una especie de fatalidad feliz. Es mi maestra de inglés, enseñado en interminables coloquios, provocados ex profeso para enseñarme a hablar. Las mujeres se deleitan en enseñar a los niños a balbucear la lengua materna; y un extranjero que apenas puede expresarse, es una especie de niño, cualquiera que su rango y edad sean. Cuando me jactaba de llegar a hablar correctamente el inglés, me decía: ¡sería una lástima, es tan agradable el acento extranjero! Es nhistress Ida esbelta, pálida y casi morena, tipo rarísimo entre
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES americanas del norte y acusa la sangre francesa (De Lacey) que corre por sus venas. "Su amabilidad, me escribía miss Lucy Smith, o más bien su tiecn1y bcanty me habían ganado el efecto desde que la vi." Belleza de reina expresa bien la idea, pues es ci tipo de belleza de la Edad Media, antes que Rafael hubiese introducido en las madonas las más bellas formas griegas. Su frente es irreprochable y el tocado que usa muestra que sabe hacerla valer. Dice en confianza, que cuando jovencita, la llamaban tLc Prairy qucdn, la reina de la pradera; y hasta asistir a la Opera de Chicago para cerciorarse, por la falta de distinción que caracteriza a una población nueva, que ci epíteto no era mal empleado. Crceríanla siempre una danm española o habanera, y en cualquier situación denunciarían la dama sus formas N aristocrático. Por lo dcmu. es la mujer más mujer que he conocido, y juraría que mc amaba en el fondo de su corazón, si no estuviese seguro de que mis años y posición le permitían abandonarse sin las reservas de su sexa, a la confianza que inspira un confidente. How do you like it? era la femenil pregunta a cada cosa, sombrerillo picaresco, una cinta, un collar que me mostraba por la primera vez. Ofrecíla tomar un retrato, y en dos cartas y de palabra más tarde quiso saber si lo había hecho, pues su interés era vivísimo por saberse preservada en imagen. Lee admirablemente y no obstante admirar ese talento que le hacía ejercitar, dos horas después de haberme leído no sé qué ocurrencia de diario, reflexioné que me había leído y no contado el caso, tal era la impresión que conservaba. Su marido el doctor \Vickersham, es tan lindo y joven como ella y médico de cierta clientela en Chicago, donde se ha establecido definitivamente. Entre 700 maestros reunidos en New Haven, llamóme uno la atención por la nobleza y dulzura de sus facciones, y por su porte, fue él el primero en acercárscrne. Encontrámonos en Washington; volvimos a vernos en Indianapolis. Era el profesor Wickcrsham, hoy superintendente en Pensilvania. De allí hicimos viaje juntos a Chicago e introdújome a su hermano y señora. Diez días comimos, cenamos y almorzamos los cuatro juntos, lo que da treinta lecciones de inglés, pues ésta era la vez primera que me aventuraba a hablarlo. Seis meses después remitía a Lancastcr al profesor el primer número de A mbas A méricas, contestándome con una invitación a visitarlo en verano, ya que encontraría allí a mister Wickersham. Prometíles aceptar la invitación, de regreso de Francia, para donde I
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LA MUJER tenía tomado pasaje y de vuelta estuve ocho días en Heart Grove. Ocho días importaron cuatro volúmenes de conversación, pues lloviendo constantemente, la sociedad se tenía bajo techo. Formaban parte de ella misrress Wabtson, dama de corte que había viajado y conservaba parientes en Francia e Inglaterra y otras señoras, esposa de un general una, de un sabio otra. Entre todos formábamos lo que se llamó el Pickwick Club, motivo de inocente alegría y animación para todos. Sugirióine la idea de un viaje en invierno a Chicago para gozar de espectáculo para mí nuevo, y sus continuas instancias y las de su marido, me hicieron emprenderlo. Fue aquélla una temporada de Inoviluiento y felicidad, la más completa y activa que ha y a te111(10 en los Estados Unidos, aunque no hubiese cabido en suerte a mi amiga proporcionarme los mejores ratos, pues luego sin ser sustituida, partieron con ella sus cuidados.
MISTRESS KATE N. DOGGET
No bien hube llegado a Chicago, una dama me hizo pedir una entrevista. Había recibido carta de dos amigas de Cambridge (aquéllas para quienes pedía alojamiento en la quinta del doctor Vélez, de paso para San Juan), recomendándome especialmente a su cuidado. Mistress Dogget es la más cumplida dama de Chicago; protectora de las artes, su casa es el rendez vous de los extranjeros de distinción. Una invitación a comer fue sólo prólogo de una soirée a que habían sido invitados cuantos hombres notables cuenta la ciudad naciente, para serme presentados. Una soirée musical, tres noches después, me mostró el Chicago dilettante, si una temporada de ópera, no me hubiese ya iniciado en esta facción singular de la singularísima ciudad. Museos, universidad, escuelas, todo entraba en el vasto programa de mistress Doggct, para hacerme los honores de la ciudad y llenar el encargo de sus amigas. ¿No está sintiendo en todo esto la mano de Inistress Mann? Púselas pues, en contacto como a la Wickershamn con la Dogget y ahora estas dos últimas entre sí cultivan excelentes relaciones. Ambas han estado en La Habana y conocen si no hablan el español, conservando la última tan agradable recuerdo de la hospitalidad española, que no cree pagarla ofreciendo su casa a cuantos hablan la lengua. Ultimamente, por sus cartas recientes después de ini regreso de
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SARMIENTO TEXTOS FUNDAMENTAT.J1S Francia, y su empeño de vcrmc antes de partir, acaso para siempre para mi país, tuve ocasión de volver por una semana a Chicago y Michigan donde conocí a MISS LUCY L. SMITH
Esta niña entra como un relámpago en mi existencia; y sin em-• hargo a su conocimiento accidental se liga el título de doctor acordado por ci consejo universitario de Michigan . Mitre había prometido encontrarla en Ann Arbor y a esta trivial ocurrencia se debió ni¡ presencia accidental en el acto del Commencernent. Al pie de un retrato que me pidió escribí ele lápiz: D. F. Sarmiento, L. L. doctor de par la grce de niiss Lucy L. Smith. Decía dc la \Vickersham que era inucr a todas horas. Miss Smith es la mujer yanqui en todo su brillo, un tipo nuevo en el mundo. Contábame un inglés que, invitado por una señorita de Nueva York, a cuya familia había sido recomendado para llevarlo al teatro, pasando de regreso por Delmonico, le propuso entrar a refrescar. Ella echando mano al bolsillo, le respondió: - ¡cuánto lo siento pero he dejadomi llave de la calle y no puedo entrar tarde sin molestar! Una vez, en la calle, un amigo mío codeó intencionalmente a una guapa muchacha que venía comiendo avellanas. Dio ésta vuelta en el acto, y le plantó una en las narices, riéndosele en los hocicos y preguntándole: How do you lilc this? Estaban a ruano. L\liss Smith es libre como las mariposas del aire. Estaba enWashington con su padre, senador. Allí conoció a Mitre y se aficionó a él. Escribíale despnés desde su residencia en Siracusa, mandándole su retrato, por qué no contesta a mis cartas? Mitre decía: - Porque tengo miedo de que dé más valor que el que merece una galantería. Miss Luc y había mostrado cariño a una casa en que se crió, y su madre se la compró por 200.000 pesos. Hija única, su padre se congratulaba haber vendido medio millón de mercaderías este año. Vaya esto por la riqueza. Su educación es completa, su espíritu muy cultivado. Pero Mitre estaba comprometido y no tenía el valor de decírselo. En una soirée en Ann Arbor vi a la pobre niña, ofreciendo todas las facilidades que el decoro permite, al amigo que una palabra puede transformar en novio feliz. Después de pasar tres días en paseos, juego de croquet y fiestas, ella siguió viaje a Chicago, con cartas de introducción para mis amigos allí y nosotros para Nueva York; V tía Río de Janeiro al ¡Fhite Hozise,
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LA MUJER según me lo decía ella en una carta: Mitre vía Panamá, a Lima. ¡a casarse! ¡Oh! ¡destino humano! Sólo la niña feliz, libre, rica ha visto disiparse la ilusión de un momento... A JUANA MANSO EL POEI\IA EPICO DE LA DEMOCRACIA PERIODICOS DE EDUCACION
Nueva Y ork, noviembre 20 de 1865. Señora Juana Manso: Mucho he celebrado el restablecimiento de los A nales, y la cooperación que los ministros Costa y Rawson le han prestado. Más todavía, que sea usted el redactor de esos verdaderos anales. Es éste un grande acontecimiento. La República Argentina es el único estado sudamericano donde una mujer haya sido llamada a desempeñar una alta misión en la prensa. La Francia tiene un George Sand, la España su Avellaneda, Chile su Solar, Bolivia su Gorriti que amenicen las letras con sus novelas o sus versos. Las Provincias Unidas han hecho mejor llamado a la poetisa, a que consagre su corazón, su mente a preparar el advenimiento del poema épico de la democracia, el más bello de todos los poemas, el Edén en la tierra por la elevación moral e intelectual del pueblo, por la extinción de todas las fealdades que la pobreza, la ignorancia y el atraso echan en la senda de la vida social, como las basuras y malezas deslucen el paisaje. Para qué las ficciones del poeta, si el idilio puede hacerse real, suprimiendo el rancho y creando la casita de Concord, aldea de Massachusetts, embellecida, rodeada de árboles simétricos, de flores y de verdura, morada de una familia de paisanos aseados, robustos, elegantes, ardientes en el trabajo, auxiliados de máquinas y con el libro en la mano, para dirigir las labores de la tierra! Esos versos saldrán un día de los A nales, sin que desestime los que ha dedicado a Lincoln, en los cuales hay destellos que los mejores bardos aceptarían como suyos. Le mando mi felicitación cordial por estas estrofas: Dejas libre una raza conculcada, de una guerra titánica la gloria, la iniquidad de siglos extirpada, triunfante la moral, pura la historia, dejas a las naciones por ejemplo, como alto funcionario, tu carrera, tu sepulcro de mártir para templo, tu palabra de apóstol por lumbrera.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Le envío la V ida de Lincoln, que he hecho preceder de algunas palabras mías, prosa pedestre que tendrá por lo menos el buen sentido sudamericano. Si sus versos me hubieran llegado en tiempo, habríalos colocado al fin de la obra, a continuación de los que tradujo Mitre. Si hay una segunda edición los añadiré, porque allí está bien su nombramiento de usted para sucederme en la valiente tarea de mantener despierto el narcotizado enfermo, mientras obra la naturaleza. Empieza usted a realizar mi deseo de llamar a nuestras mujeres a encargarse de educar a nuestros hijos. Son cientos de miles las mujeres que se consagran a la educación, esta segunda maternidad; por cientos cuentan las que escriben y cultivan las letras, y entre el estrecho círculo de mis relaciones íntimas está nlsrrcss Peabod y , profesora de historia en la institu c ión 1 cwis, y autora (le excelentes tratados; mistress Mann, con iguales dotes, y a nuís un corazón que abarca en sus afecciones cuanto interesa a la mejora de la humanidad, objeto del ilustrado culto de su ilustre esposo. Este hecho me hace creer que no estamos tan lejos del comienzo del fin, como parecen creerlo los que de cerca miran sin ver. Lo que le escribí de Lima sobre solicitar de Boston mujeres idóneas para nuestras escuelas y que encuentra allí la sonrisa del desdén, o la desatención de la indiferencia, ha tenido ya realización espléndida. No hace un mes que partió el vapor continental desde Nueva York conduciendo setecientas niñas (le Boston al distrito de Washington, al norte (le California. Por enfrente (le la ancha embocadura del Plata han pasado para dar vuelta el Cabo de Hornos, y acaso el pampero haya soplado maliciosamente a fin de desviarlas de su ruta, si el pampero es la expresión del sentimiento dominante de la llamada raza latina, cuyo coronado tutor manda legiones de mercenarios a fundar a cañonazos y con la horca para los patriotas, imperios en México, mientras la república envía setecientas maestras sólo a fundar un estado de la Unión en las costas del Pacífico. No me sorprende que los A nales ha yan encontrádose con el disfavor de la administración de Buenos Aires, y que el ministro le dijese a usted que "se encontraría con la indiferencia universal". Ha debido usted experimentar lo que tantas veces he experimentado yo, lo que tantas madres experimentan, cuando sus hijos se obstinan en no tomar el remedio que los salvaría de la enfermedad que amenaza su existencia. Así es, la indiferencia universal mata al remedio; y como usted
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LA MUJER replicaba, el acto flhiSfl)O del ministro estaba mostrando de dónde nace y hasta dónde va la indiferencia. Sólo dos repúblicas sudamericanas podían honrarse de haber, después de medio siglo de emancipación, tenido una pobre publicación consagrada a promover la educación del Soberano Pueblo, en cuyo nombre, corno exclamaba madame Roland viendo a su paso para la guillotina la estatua de la Libertad, ¡tantos crímenes se cometen! Pero las dos repúblicas, Chile y Buenos Aires, cuidarán de dejar consignadas en su historia que era a contre cur que habían dejado nacer esta planta. En las dos la suprimieron luego, por no creerla necesaria; y el Monitor de las Escuelas en Chile y los A nales en Buenos Aires, al reanudar el corto hilo de su publicación, han podido decir como Fray Luis de León al salir de los calabozos de la Inquisición y continuar su curso de filosofía, "como decíamos en la lección anterior! !". Usted ha dicho también el histórico "como decíamos en el número anterior" (tres años ha). ¡Oh, son preciosos los anales de la educación en la América del Sur! ¡Cómo se asombrará la posteridad de estos hechos! Tengo escrita una Historia de la Educación en la A mérica del Sur en relación a las Instituciones Republicanas, que si ve la luz pública será en inglés, esperando que aquí haya quienes por amor al asunto, quieran conocer aquellas curiosidades. Publicarla en español sería condenarla a la suerte de aquellos artículos del pleito de Soraez y Otero que tuvieron el privilegio de no ser leídos jamás, no obstante llenar las columnas de los diarios, sin que de ello el pueblo de Buenos Aires supiese otra cosa que citarse allí unas mulas de Labegoya. La educación común son las mulas de Labegoya de que se ha tratado en diez libros y memorias en Chile y Buenos Aires, que ignoran aún que tales se ha yan emprendido en repúblicas americanas. Voy a contarle hasta dónde llega la indiferencia de que le habla el ministro, digno órgano del sentimiento público. Cuando hubo fondos para dotar las escuelas de material digno de su noble objeto, quise llevar a todas partes, con la vista de aquellos bancos y libros, la propaganda de la educación. El maestro de escuela del Paraná, capital entonces de la Cnfedcración, vino en las vacaciones a Buenos Aires, y como lo viese extasiarse en la contemplación de la Escuela Modelo, díjele que obtuviese de su gobierno un salón adecuado, en el Paraná, y les mandaría bancos, libros, etc., para doscientos niños. Valdría tres mil fuertes el regalo. Obtuve para ello la aprobación del gobierno de Buenos Aires.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES El pobre maestro, loco de contento con la adquisición que le caía del cielo, volvió al Paraná y obtuvo.. . ¡un gesto de desprecio, si no de indignación, por respuesta! Cuando publiqué los A nales, mandé ejemplares al Paraná, con una nota, ofreciendo continuar el envío. El oficial mayor del Ministerio de Instrucción Pública que desempeñaba entonces un doctor de la universidad de Córdoba, como lo es de la de Buenos Aires, el que ahora no ha podido suscribir a los A nales, recibió orden expresa de no contestar. Creerásc que era sólo inspiración del espíritu de partido; error. Era ministro de gobierno de la República del Uruguay, el doctor Acevedo, tan ilustrado y liberal. Hícele el mismo ofrecimiento, con anuencia del ministro Tejedor, su amigo; y con el mismo resultado, contestándome que no había salón adecuado ni el público se interesaba en esas cosas. Cuando estuvimos en Santa Fe, un vecino recordó con entusiasmo las fiestas de las escuelas que había visto en Buenos Aires. Era acomodado e inteligente. Manos a la obra, le contesté. Fundemos una escuela en memoria de la Convención Nacional. Preparen ustedes el entablado de un salón y yo les mando un maestro de la Escuela Normal de Versailles, bancos, mapas, libros, etc. Corremos una subscripción, y como están presentes setenta convencionales, con cincuenta pesos que cada uno de ellos contribuya, tenemos el capital necesario. No paró ahí; vi al gobernador, quien me dijo: ya le tengo la sala que necesita, vamos a verla; y me llevó al mercado o carnicería, vasto salón con alas de forma extraña, pero que revocado y entablado ofrecía el local más adecuado. Todo estaba hecho; pero el vecino entusiasta y cuatro más que vi, no quisieron tomarse la molestia de extender la mano para recoger los dones que se les brindaban. Los A nales se suspendieron por accidente; pero en el diario de sesiones de las Cámaras de Buenos Aires ha de registrarse en la discusión del presupuesto, la moción hecha por un joven diputado liberal para suprimirlos, con censura de su inutilidad, en presencia de su pobre autor, que resistía estos cumplidos sin pestañear. Esta es la historia de la educación en América. Va este espíritu hasta adulterar la historia misma. He visto la bellísima edición de Una vida de San Martín, facsímil del estandarte de Pizarro y todos los documentos históricos que hacen la vida del héroe; todos, menos los que se refieren a las escuelas, que el biógrafo ha suprimido en 1864, por no afear la
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LA MUJER obra con aquellos detalles de cocina, escuelas fi done! ¡Imaginaos al héroe de Chacabuco y Maipú, con el estandarte con que Pizarro presenció el primer auto de fe de la Inquisición de Lima, abriendo la primera escuela de Lancaster en el Perú, ante una numeros concurrencia de condes y marqueses, aún no convertidos a la república, rodeado de aquellos brillantes coroneles! Están silenciados los decretos de 23 de febrero de 1822 mandando crear escuelas en los conventos; el de julio 6 del mismo año, contratando a Thompson para abrir la primera de Lancaster, cuyo acto presidió el Protector, mandando abrir escuelas, rasgo característico de la revolución de la Independencia, corno se ve en la vida de Belgrano, en los decretos de Bolívar, en la administración de Rivadavia, pues una de las quejas de la América contra la España era por la ignorancia que creían mantenía sistemáticamente, cuando no era más que trasmisión de la que diez universidades de la Edad Media mantenían en España y propagaban en América. La indiferencia del público que acusa el ministro, es sin embargo relativa, según resulta de los hechos. Viene de la cabeza a los pies, Contrario al enfriamiento del cuerpo que cuando es de muerte va de los pies a la cabeza. En el corazón de Buenos Aires, en el centro de la civilización argentina, no obstante la Escuela Modelo, no obstante la de la Catedral al Sur, que principiaron con éxito el movimiento, han transcurrido seis años sin que una sola parroquia haya erigido escuelas para sus propios hijos, mientras que, a medida que se alejara de la capital, el vecindario, los jueces de paz, las municipalidades las exigen cada vez más suntuosas. Tras la de Flores se alza la de Morón. Al extremo del ferrocarril del Oeste, Mercedes ostenta su pórtico griego, dando entrada a dos grandes escuelas con habitaciones para los maestros. Chivilcoy con el magnífico grupo del evangelio, que me ofrece usted en lámina, y yo he pedido de bulto al autor, agrega los encantos de las bellas artes a la glorificación de las escuelas; más allá, en el Bragado, a la vista del salvaje.., la escuela pioneer. Pero esto es sublime, es digno de los Estados Unidos, que todavía en sus palacios por millares no han alcanzado a la altura de Chivilcoy. ¡Cómo! ¡Este pueblo que tal hace, es indiferente a los progresos de la educación, a la difusión de los A nales! El hecho lo desmiente, sin embargo. Ahí está ci pueblo, sin los vicios de la educación y las legañas de los ministros y gobernadores, de la clase que
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES se cree ilustrada, porque sabe mal lo que por millares saben hoy en las escuelas todos aquí. Recorra los A nales de la Educación y verá consignados en sus páginas mil hechos que acreditan que el pueblo quiere lo que sus malos administradores le niegan. Los jueces de paz, simples vecinos, levantaron, yendo de casa en casa, personalmente, censo de los niños en estado de educarse; pidieron la educación compulsiva: repitieron con pompas las colocaciones de piedras angulares; los vecinos costearon escudas, y aún les erigen estatuas. Continúe usted su tarea y no va y a en vano a tocar las puertas de los que gobiernan. Diríjase al pueblo, a los vecinos de las campañas, a esos nobles jueces de paz que de tan noble espíritu se hallan animados. Le remito el Informe seniianual de la Comisión de escuelas de la ciudad de Boston, el libro más lujoso que publica el gobierno de aquella ciudad y del estado que tiene entre las oficinas del despacho un departamento de agricultura, un museo de la historia natural del estado de Massachusetts, como archivo para administrar con acierto, y una biblioteca que provee a los Estados Unidos y a la Europa y a los que lo solicitan de la América del Sur, (le colecciones de libros en que se ostentan los progresos de aquel país, que se ha colocado con las escuelas a la delantera de la humanidad, en riqueza, máquinas, capital, arquitectura, educación popular y científica. El estado de Buenos Aires no tiene con costear la suscripción a un diario de educación. Cierto! La España no tiene tampoco con sus 15 millones de habitantes. Perú, Colombia, Bolivia no tuvieron nunca con qué hacer tamaño gasto, que arruinaría a cualquier estado. Chile y Buenos Aires, por economía de sus rentas, volvieron sobre sus pasos, y borraron del presupuesto la enorme suma. Se está imprimiendo un informe sobre cosas que paso al gobierno nacional; impreso, de miedo que una rfaa de economía haga que el llialluscrit() quede archivado. Es la narración de lo que he visto hacerse en tres meses para el desarrollo y fomento de la educación. La inauguración del monumento de Horacio Mann en Boston: Mann, quien decía ahora treinta años: "para dispersar un meeting popular, basta anunciar una lectura sobre educación". Pero no se estrellaron sus esfuerzos contra la indiferencia, sin embargo, porque la indiferencia no estaba administrada y condecorada con títulos de suficiencia. La reunión del Congreso o A sociación A mericana de Industria en que gobernadores de diversos estados, rectores de cuatro universidades famosas, diez superintendentes de escuelas, varios obis-
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LA MUJER pos y mil doscientos profesores, maestros y maestras discutían el mejor medio de hacer de las escuelas, universidades. Los trabajos de la sociedad de auxilios para los negros libertos, que compuesta de comerciantes y vecinos ha formado en cinco meses más escuelas para negros ¡qué doce repóblicas sudamericanas en diez años para blancos! He asistido en la universidad de Cambridge, de que es profesor Agassiz, a un premio de lectura que se disputaron veinticinco estudiantes; y después (le media hora de debate entre los examinadores, que eran el rector, el profesor de griego, el de historia, y un viejo maestro de la escuela de Boston, el doctor Emerson, lograron ponerse de acuerdo ¡cuando convinieron unánimemente que ninguno merecía el premio! Yo que enseño a leer NI y presenciaba esto, saqué por consecuencia que en los veinticinco millones de habitantes de la América del Sur, ninguno habría obtenido un accesir, en esta gran ciencia norteamericana, madre hoy de la oratoria, leer, simplemente leer un libro. Le aseguro que su ministro no se habría presentado en la justa a quebrar una lanza; porque yo que soy albéitar (le Oil regimiento, no sé lccr, qué extraño es que un doctor balordo, bacalao. . ¡qué me importa a mí! no sepa! Oh! Beaumarchais es el más profundo conocedor de la sociedad española. He escrito, pues, un libro sobre eso y otras cosas. Una dificultad queda, y es encontrar quién lo lea en América. Desde luego, el título lleva consigo la prescripción de no abrirlo. Se trata de escuelas, y cosas así. ¿Para qué leerlo? Los que leen, va saben leer, y creen que cuando ellos han comido, todos están repletos. En Chivilcoy lo leerán. En San Juan lo ojearán, sólo porque allí hubieron escuelas siempre, y de sus espaciosas aulas salieron va foriiiadus Salas, el del Departamento Topográfico, Aberastain, Cortínez, Leites, Rawson, Rojo, Sarmiento y tantos que sólo San Juan conoce. Espero que vaya publicando los frontis y plano escenográfico de las escuelas de campaña y me los mande, Como me lo ofrece, no tanto por la complacencia que tendré en contemplarlos, sino porque puedo darles cabida en aquella mi proyectada historia para que iluminen su avidez, pues son las únicas presentables ante mis lectores, que tiene la América del Sur, si no se añade una de poco fuste en Chile, y la de San Juan, que es la catedral de las escuelas de todas las Españas, no obstante los cuatrocientos ministros que en la Península y las innumerables vírgenes en la Aiiiérica, las mantienen en gracia de Dios.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Razón tenía Fígaro para decir "más talento he necesitado yo para procurarme qué comer un día, que ellos (los nobles), para gobernar las Españas". Así andan ambas, las de allá y las de por acá, dándose tumbos medio siglo; porque cuando alguien les dice: sostengan unos anales de la educación ya creados, que ni el trabajo de inventarlos se les da, contestan lo que usted sabe. No se arredre de ello. La hora ha sonado. Fiat lux. Habrá educación universal, costeada por ci pueblo, aprenderán a leer los doctores de la Salamanca. Como todas las grandes doctrinas vendremos desde las campañ2s sobre la Jerusalén, desde Cafarnaum, desde Chivilcoy, Mercedes, avanzando; desde las catacumbas de Roma hasta la superficie en que están los templos de los ídolos, por más que ahora, como siempre, crean los doctores de la ley que de Galilea no salieron profetas. Publique usted ésta en su apreciable diario, segura de que hallará simpatías entre los cándidos; y si hay quien tema que por ello me pierda, contestaréle lo que en igual caso a un amigo de Buenos Aires: ¡Hace tantos años que me vengo perdiendo. . . por lo mismo! LOS TRABAJOS DE LA SESORA MANSO
Nueva Y ork, abril 5 de 1866. Señora doña Juana Manso: En contestación a la observación esta de sus cartas: "cuán distinto juicio forma usted de mi encargo de redactar los A nales de la Educación, al que hacen en Buenos Aires. . ." tengo el gusto de enviarle la segunda edición de la V ida de Lincoln, en que puse al fin como precioso ornato sus lindos versos a la memoria de mi héroe. Más que mi propia aprobación, le consolará la del gran poeta actual de la lengua inglesa, Longfellow, quien al leerlos, ha expresado en cortas, pero elocuentes frases, la estimación que hace del talento y del estilo poético del autor. "Me gusta muchísimo, me dice en una carta, el poema de mistrcss Manso. Es simple, va directamente a su objeto y está lleno de fuerza. Temo que perdiera estas calidades si lo tradujera. La única estancia que se traduce de suyo, es la siguiente: TJou leavest tú the nation jor example Thyne osen career as champion of the right Thy inartir-scpulchre tú be a temple Tl'vn' ipostolic word fo be a ligIt."
LA MUJER Así traducida por el gran poeta de la época, guarde corno amuleto contra las picaduras de las espinas de la vida, esta tinta de papel balsámico para aplicar a nuevas llagas. Yo me guardo para eso también la carta original de que le mostraré una puntita sobre Civilización y Barbañe: "Valdría la pena de hacer un romance, Le Ruban Rouge", La Cinta Colorada. Y ya que está usted confortada y robustecida para llevar adelante su cruz hasta el calvario, diréle a usted que por un motivo igual, acaso por algún renglón feliz que cayó en mis manos, supe desde temprano estimarla y en Buenos Aires en 1857 dolióme realmente la situación de una mujer de talento y con instrucción a quien otras mujeres le negaban una pobre escuela para vivir honorablemente de su trabijo. De ahí vino su colocación de usted en la primera escuela de ambos sexos y su posterior vocación a la enseñanza. No le disimularé que cuando hube dirigido a usted mi primera carta sobre educación, personas que no la desestiman, me escribieron aconsejándome en adelante cambiar la dirección, por temor de que la humildad de la persona disminuyese el efecto del escrito. Mi persistencia en dirigirme a usted en adelante, le habrá mostrado que no reputo humilde sino a los que hallándose en situación encumbrada son incapaces de ejecutar el bien. Esos son los humildes; pero el talento desconocido por la oscuridad creada en torno suyo, no es despreciable. ¿Es culpa del metal precioso o útil, que está a la vista en la superficie de la tierra, oro o hierro, que el hombre que lo pisa al pasar, no baje la vista para que el brillo del uno le revele su presencia, o sea tan ignorante que se imagine que ese ocre rojizo que cree vil tierra, es el duro acero con que han forjado los rayos de la civilización? Existe en Buenos Aires una institución para honrar a las mujeres. ¿Por qué no está la Manso en su seno? Porque es pobre. Verdad es que lo demás es pobre barro; pero todos hemos sido hechos de barro. Continúe usted, pues, como me lo promete, en la noble empresa que usted cree haber sido yo quien le señalase a la actividad de su espíritu, en lugar de versos y novelas en que supone haberlo derrochado antes. Por el éxito de su última composición verá usted que es injusta con las dotes de su espíritu. Una estancia suya, hoy le atrae el aplauso y le da el diploma de poetisa refrendado por uno de los laureados del Parnaso. Es que dos renglones de un escritor bastan para medir su capacidad, como el puñado de trigo que tomamos de la parva, revela
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SARMIENTO - TEXTOS FUND \MENTALFS la calidad de la cosecha. Lo que se necesita es el conocedor; y va han andado, usted sabe, los cuadros de i.1uriIlo dándose tumbos en los rincones de todas las capitales de nuestra América, hasta que fueron adquiridos por nada y fueron a embellecer los museos de Europa. - ¡Si era un San Antonio, el que yo tenía! - Cuidado! ¡Era un Murillo! Y si no es por la plata que dicen que valdría, todavía me tengo en que era un San Antonio! - ¡Que sea San Antón bendito! ¡Piochez! ¡Piochez! Algo al fin se hará, cuando más no sea que romper la dura superficie del suelo. Le mando materiales para los A nales. Vanle manuscritos sobre A silos Juveniles que debieron entrar en mi informe y no publiqué por no recargar los costos. Acompáíiole con este motivo un precioso artículo descriptivo de una institución de asta clase, que existe en Boston y yo he visitado. Tales ideas sólo en las grandes capitales tienen aplicación y encontrarían patronos. En Massachusetts se produce una grande agitación en este sentido y es de esperar que pronto se condense en instituciones a que provea la lev. Mando algunas muestras al gobierno de Buenos Aires, de mapas murales, tablas, abecedario y modelos admirables de lectura. Va también el plano detallado de la escuela FrLnklin que se construye en Washington para que nuestro Departamento pueda con su auxilio suministrar modelos a las parroquias, si al fin alguna tiene remordimicato de no tener escuela. Mc viene la maldita tentación de lamentarme y esta carta era sólo de congratulación. Continúe usted su tarea con abnegación y constancia y hallará al fin lo que hace sobrellevar aun el desconsuelo de ver que tanta fuerza se malgasta. Quejándose un carapachayo de que los pájaros le comían toda la uva: "Es que es poca'', le repliqué, "cuando haan mucho, viúedos, tomarán los pájaros su parte y mucho quedará". Necesitamos, pues, p lantar mucho más. Mu y fatigado de escribir, quedo su affmo. amigo D. F. SAIx1IENio
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LA MUJER
A MAGDALENA BRIHUEGA DE ABERASTAIN
New Y ork, enero JQ de 1867. Seíora Magdalena Brihuega de Aberastain. Mi estimada amiga: Le deseo a usted año nuevo menos desolado que el que para mí principia. Tiene usted más oue nadie, el derecho de mandar consuelos. Los su y os los he recibido como de quien ha pasado la dura prueba. Tenía a todas horas presente a Aberastain. Son mis dos irandes pérdidas, por las mismas causas, con esa sinrazón que hace difícil resignarse. El buen sentido se subleva y protesta que ambos no han debido morir dónde y cómo murieron. Usted viene pues a estrechar en mi corazón, estos dos caros recuerdos. Cuando yo era joven y mi pobre madre se lamentaba de los riesgos que yo corría por combatir la tiranía de Rosas, y o le predicaba una filosofía que al fin creo, la resignó. Madre, le decía, ha y países en el mundo donde reina la fiebre amarilla, el vómito negro y otras enfermedades endémicas que diezman las familias. En el nuestro es endémico el degüello y es preciso resolverse a abandonar el país para siempre. Yo me he salvado hasta aquí de la plaga, pero he visto caer uno en pos de otro, los seres que más amé y q ue más me amaron y ahora me flaquea mi estoica filosofía. Aherastain dejó un vacío en mi alma que ya nada llenará. ¿Qué le diré del que acaba de hacerme con la temprana pérdida de aquel objeto mimado de tanto amor? Usted sabe que para mí, era el motivo de vanidad. Es el padre el que así se sentía satisfecho. Era el maestro, el patriota, el ciudadano. De una arcilla generosa, y o había moldeado una estatua, según un bello ideal que me había formado. Habría sido Alcibíades, si no alcanzaba a ser como Aberastain, Arístides. Pero estaba seguro de ver continuada cuarenta años más, la obra de regenerar a nuestra sociedad por la palabra, la inteligencia y acaso el talento. ¿No daba, ya, a tan temprana edad, síntomas de ser digno misionero?
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Me consolaré, pues, como no desesperarnos de ver que cada día se desata un vínculo del corazón, muere una esperanza, muertes en detalle que preparan la que termina todo. Mil cariños a su familia y amigos, de su affmo. D. F. SARMIENTO A SU HIJA, DOÑA FAUSTINA S. DE BELIN Nueva Y ork, setiembre 10 de 1867. Sra. Faustina S. de Belin. Mi querida Faustina: Iba a cerrar mi correspondencia, cuando llegó la de Francia devolviendo cartas atrasadas y entre ellas, una tuya en que cuentas tus penas y sufrimientos, a lo que para tu consuelo, te escribe mistress Mano. Una también de Bienvenida en la que me da la noticia de la muerte de Soriano, Marcos y Rodever. Quizás nunca tendrá un hermano deber más penoso que el que ha desempeñado, al pasar ese fúnebre parte. Tu carta no era para aliviarme. Bien. Yo sabía todo eso y había sufrido lo que es de suponer. He pasado por terribles pruebas, como pocos hombres habrán experimentado. Al fin la medida del sufrimiento se colmó y ahora me encuentro con más decisión de ánimo. Nuestra patria es como otros países afligidos por las fiebres pestilentes, sujeto a una enfermedad endémica, la guerra civil, el levantamiento de la barbarie en el Paraguay y en La Rioja. Mi misión fue desde joven combatirla por los libros, como Civilización y Barbarie, por la espada, corno en Caucete, por la educación, como en las escuelas. En este terrible combate han perecido mi hijo, Soriano a quien eduqué y tanto quise, Marcos mi sobrino, Aberastain mi amigo tan idolatrado y San Juan que también me es caro. Afortunadamente para la tranquilidad de mi conciencia, ninguno, ni San Juan, ha sufrido por mi falta, ni comprometido posiciones o intereses por consejo mío. Cada uno obró por su propio sentimiento y sus propias ideas. Si como me dices, mis compatriotas creen que yo soy el áncora de salvación para la República y querían confiarme el poder de conjurar tantos males, lejos de huir de tal posición, como me aconsejas, considerando la posición tranquila y expectable que aquí tengo y que mistress Mann te pinta, volara adonde el voto de
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LA MUJER mis compatriotas me llamase, no a gozar honores, que no lo son tan grandes corno lo creen, sino a poner mi nombre en el edificio que se desploma, a trabajar humilde y valientemente, como el pobre sanjuanino, cuando él vio amenazada de tragarse la ciudad. Las maldiciones de los unos, las injurias de los otros, serán mi recompensa, pero tengo la fe que no me abandonó nunca, de que con trabajo, con decisión, con conocimiento de los males del país y sus causas, se puede llegar al fin a levantar a ese país y elevarlo, al menos, a la condición de los que se cuentan por civilizados. Este es el efecto que me ha producido tu carta. Es preciso que te armes de coraje como tu padre, que acepta la vida como nos viene, sin creerse con derecho a una felicidad en la tierra, que nos ha sido negada. ¿Por qué serías más feliz que tu patria?. . . ¡Acabemos, pues, con las lágrimas! Sé mi hija en eso, en sufrir, en trabajar, en esperar para mañana o para más allá del sepulcro, tú, en otra vida mejor que esperas, yo, en la justicia de la posteridad, que es el cielo de los hombres públicos. Julio sanará de su enfermedad moral. Te lo asegura tu padre. SARMIENTO
EMANCIPACION DE LA YANQUI Quise introducir mujeres en la enseñanza y usted fue la primera en dar el ejemplo, que siguieron y estuvieron prontas a seguir muchas. Habríamos abierto un camino honorable y útil a tantas familias decaídas que se extinguen en esfuerzo impotentes para luchar contra las dificultades de su sexo. Pero me estrellé contra tradiciones arraigadas y posiciones creadas. Cien niñas bostonianas a la cabeza de otras tantas escuelas en Buenos Aires o en las provincias crearían todo el sistema de enseñanza de Massachusetts, con su eficiencia, su extensión y su realidad, casi imposible de hacer de otro modo. ¿Y si no cómo? ¿El Gobierno? El Gobierno no sabe palabra de estas cosas ni le interesan vivamente. ¿El Rector de la Universidad? ¿El secretario del Departamento? . . . (Carta a Juana Man-
so. Lima, abril de 1866.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Un remedio tienen estos males, y es muy sencillo, y es ir con una señora. Entonces todo es cómodo y tranquilo. No se dan camarotes a los hombres, aunque fuera el general Grant, hasta que todas las señoras lo tengan. (Carta a A urelia V élez, junio 1865.) * En una población de cinco mil almas (Concord) no he Visto una sola mujer en la calle, en su casa, niña o adulta, que no sea en sus modales, porte y vestido una completa señorita. He estado dos días atisbando por descubrir una paisanita, cuando menos una aldeana, una guasa, una criada, conio aquella gente que llamamos de la plebe. Ni en los caminos se ve tal cosa. Las mujeres constitu y en, en efecto, en Massachusetts ci ideal de la igualdad. He estado en reuniones de maestros en que mujeres u hombres suben inmediatamente a la tribuna a dar lectura sobre materia de ciencia; en la feria de mecánica centenares de mujeres están haciendo jugar máquinas complicadísimas y explicando al público su mecanismo; de seis mil maestros que hay en el Estado, cinco mil son mujeres y enseñan matemáticas; de cinco escuelas normales, tres son de mujeres, y aprenden anatomía y química. (A mbas A méricas, diciembre de 1865.) * Juana Manso ha visto transcurrir su vida sin que una mirada simpática se haya vuelto hacia ella al oirla recitar sus versos. La única de su sexo que ha comprendido que bajo el humilde empleo de maestra está el sacerdocio de la libertad y de la civilización, ha tenido que ocultar su nombre de mujer y de poetisa, para acometer la continuación de los A nales, y cuando pronuncia una oración que deja asombrada a Mary Mann que sólo palabras elocuentes y pensamientos profundos ha oido a Horacio Mann, Emerson, Pierce Hill, y los sabios de Cambridge y Boston, un bonibre que lleva el vestido de los pueblos cultos, le inutiliza el único vestido con que Cuenta para salir a la calle, tal es su pobreza. ¡Qué atmósfera para trabajos de la inteligencia! (A l director del Correo del Domingo.) *
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LA MUJER En nuestros países se sorprenden (le la importancia e influencia que la mujer aspira a tornar en la educación que la naturaleza parece haberle confiado. Cuatrocientos maestros de postas son mujeres; el telégrafo lo pulsan sus delicadas manos; los tres cuartos de las maestras de las escuelas y la mitad de los empleados de la Tesorería Nacional son mujeres. (A mbas A méricas.) * Cuentan de un catalán que en Burdeos disputaba con un francés, a quien, no sabiendo más (]Ué decirle le lanzó este insulto: ¡seó sabio!... Veo que a usted le dicen ya: ¡sed mujer!, y la cuestión debe terminar allí. ¿Qué tiene usted ( lije responder? (Cartas a Juana Manso. Lago Osca-wana.) * Cuando John Mill en el Parlamento inglés y otros en las Legislaturas de los Estados Unidos proponen dar a las mujeres los derechos políticos reservados a los hombres, y las universidades títulos de suficiencia en derecho, medicina y religión a las mujeres, la sociedad más adelantada de América del Sur se muestra alarmada porque una mujer escriba con pasión e inteligencia, no guardándole corno escritor, las consideraciones que nunca se ha negado a su sexo. Actualmente recorren los Estados Unidos mistress Stanton y otras damas, haciendo lecturas públicas sobre asuntos políticos, sin olvidar que mil mujeres viven exclusivamente de escribir para la prensa... Aunque la mujer escribiera en nuestros países con menos acierto, bastaría que fuera tan raro el hecho, para alentarlo, en lugar de hacerle insoportable la existencia. ¿De dónde proviene todo esto? Doloroso es decirlo; de que nuestros pueblos no respeten sino la fuerza. He visto, no una, sino muchas veces, en los diarios de Buenos Aires críticas acerbas sobre la promiscua admisión de niños y de niñas en las escuelas de ambos sexos de más de diez años. Aquí están reunidos jóvenes de veinte años y niñas de más de quince en las mismas clases; y en los largos mesones del refectorio, en cada uno de ellos, se sientan mujeres de un costado y hombres de otro. Mozos barbados reciben lecciones de maestras de dieciocho años, sin que en cuanto a disciplina y respeto, se note la diferencia de sexos. (Carta a Juana Manso, junio de 1867.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDA.\TENTALES ¿Se rompe así nomás la tradición de servilismo oriental que legaron a la mujer los árabes, dejándole la mantilla para que oculte el rostro, el sentarse en el suelo en la mezquita, que sólo la española conserva en la iglesia cristiana? Una mujer pensadora es un escándalo. ¡Ay, pues, aquel por quien el escándalo venga! Y usted ha escandalizado a toda la raza. ¡Sufra usted, por lo tanto, con la pena, tanta dicha! (Carta a Juana Manso, octubre de 1867.) * Para Dixon, cuestiones políticas entre Sur y Norte, libertad de los negros, religión, mormonismo, espiritualismo, todo tiene una sola solución: The TV oman's Rigbts, posición social de la mujer, educación, ciencia, títulos de suficiencia por igual a la mujer y al hombre, ocho horas de trabajo e igual salario por trabajo igual. (A mbas A méricas, 1867.) * Acaban de publicarse en Albany los Discursos de mistress Stanton sobre Provecto de ley de divorcio que se examinaba en la comisión judicial del Senado de Nueva York en 1861; en favor del sufragio universal (de las mujeres) para elección de los delegados a la Convención Nacional. Ya fuere usted a tratar la cuestión del divorcio, diciendo como una escritora norteamericana semejantes palabras a su contendor varón. "Como no me consta que usted haya sido mujer un solo día, permítame que cuente cómo sentimos nosotras las mujeres a ese respecto." (A mbas A méricas.) * Como se ve, los negros adoraron a las señoritas que iban al campamento a enseñarles a leer. Los blancos pobres del Sur las lapidaron cuando fueron primero a abrir escuelas, que incendiaron... Así comenzó aquí el movimiento hace treinta años. (A mbas A méricas.) * Mi educación sudamericana, a despecho de mis ideas, me hizo cometer una falta. Viendo tan joven y tan bella a miss William, le dije: "Vaya usted confiando en las excelentes recomendaciones que le daré para personas respetables; vaya, y en un año más
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LA MUJER estará casada". No le gustó el cumplido, acaso porque aludía al sexo. « 'Ustedes creen, me dijo sonriendo gravemente, que las mujeres sólo pensamos en casarnos." (A mbas A méricas.)
LA OPERA EN CORDOBA Y EN SANTIAGO DE CHILE • . . Acaba de suceder, y está acaso sucediendo todavía, un acontecimiento que llena de desagrado y mal humor a la sociedad culta, por intentar llevar la disciplina del confesionario al teatro, y convirtiendo en sacristía los palcos. Vamos a extractar lo narrable de las cartas que de allí nos escriben. Preséntase un empresario con la compañía lírica mejor que haya Chile tenido, dicen unánimemente las cartas, con el aditamento de cuatro bailarinas del ballet de la ópera de París. Apresúranse padres de familia y esposos a asegurarse palcos: todo promete una temporada de alegría, cuando al irse a estrenar una ópera, se presenta una comisión de jóvenes gazmoños, y objeta la presencia de las bailarinas. Y bien, ¿qué objetan ustedes?, pregunta el cándido empresario. Los gazmoños se encogen de hombros, y parece que el pudor les embarga la palabra. —Vamos, ¿es por lo corto del traje? —Eso es precisamente. —Bien. Yo, que quiero congraciarme con el público, lo haría alargar; pero el público lo acepta, puesto que están tomados todos los palcos. —Sí, pero son las hijas, las esposas y las hermanas de los que han tomado los palcos, las que nos mandan a prevenirle que ninguna asistirá si las bailarinas aparecen en ese estado indecente. Pues, señor, el empresario cree que todo es broma; pero las caras de Viernes Santo de los monigotillos con levita no le dejan esperanza. Alborótase el pescado, gritan los maridos, se ponen furiosos los jóvenes, y juran éstos constituirse en una sociedad, y no asistir al teatro, y dejar a las beatitas estar bétement pasando las cuentas del rosario, ¡mientras la Norma canta la Casta Diva! ¿Creerán los que están por este mundo o en cualquier otro mundo que no sea ci de los clérigos de Santiago, que pueda ocurrir cosa semejante? Pues ya había ocurrido en ci año 1848, la misma historia con variantes aún más cómicas. Por el mes de febrero de 1848 regresaba de sus largos viajes por Europa el conocido escritor chileno
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES D. F. Sarmiento, y de buenas a primeras se encuentra con que las bailarinas de la Opera ¡hacían sus piruetas con calzones blancos largos hasta la rodilla! Había estado en Africa y visto bailar bayaderas (en el teatro), manolas en España, a la Cerito, Taglioni (ya viejona); pero debía ser de perecerse de risa, un baile, que por supuesto no era a calzón quitado, sino con calzas como las gallinas cochinchinas. Informado del caso, escribió una de esas críticas con tres bemoles que conocían y de que gustaban en Chile, vengando a la decencia y a la humanidad insultadas. Llegaba de Europa, y podía repetir las palabras chistosas de Pío IX, cuando el pueblo de Roma, las damas con los pañuelos al aire, ciento cuarenta obispos, y abates de todo el mundo, sin excluir cardenales, se deshacían en aplausos a la carísima romana que volvía bailarina célebre de Europa. Pío IX lo único que objetaba por gracia, era que le ciñesen coronas en la cabeza cuando pecaba por las patas. Preguntábales a los alarmistas: ¿Creen ustedes que el pudor de la mujer ha venido a refugiarse detrás de la Cordillera y que son damas y jóvenes impúdicas las que componen la aristocracia inglesa, o el faubourg de Saint Germain? ¡No las hemos visto a esas mismas pudibundas gazmoñas en el Parral, viendo por centenares bailar la zambacueca a las célebres Petroquinas, y a las coristas y frailes en parrandeo, arremangarse los hábitos y cernerse remoliéndole las gransas a la zamba! ¿Están borrachos? Y veamos, ¿qué consiguen con los calzones blancos? La gasa es un invento ingenioso para derrotar las miradas inquisitivas, pues borran y estampan todas las líneas, mientras que un género tupido las determina, y no se necesita haber estudiado matemática para encontrar el vértice del ángulo. Pero, añadía ci crítico, esto viene de la abstinencia del célibe. Anda viendo visiones como San Antonio de Padua! El fallo era terrible; y no hay teología ni casuística que valga. De tal manera estaba preocupada la opinión que el presidente de la República, don Manuel Monrt, no obstante su gravedad, se presentó en el teatro, y apenas vio a las bailarinas con aquellas mortajas, como pollos calzados, mandó al jefe de policía levantar la prohibición, y volvieron a aparecer las piernas de la Dimié, que era una excelente cabeza de cuadrilla del ballet de París y una buena y bien educada niña. (La Escuela Ultrapampeana.)
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JA \ltJJ1.R
LA EDUCACION DE LA MUJER En la historia de nuestro primer Congreso Pedagógico Internacional, que es también el primero en la América del Sur, se conservará, con merecida distinción, el nombre de la señora doña Clementina C. de Alió, que es también la primera dama que entre nosotros ha subido a la tribuna de los oradores para demostrar, con ci sentimiento que conmueve y con la razón ilustrada que convence, que la redención de la mujer por la educación y por el trabajo, es la primera y una de las bases más fundamentales de la educación y de la mejora del pueblo. Para los pensadores esta tesis es una verdad evidente, pero desatendida. "El Estado, dice M. Lcgouvé, tiene un interés mayor de lo que puede imaginarse en esta educación, que tanto descuida. "No es sólo por ellas mismas que deben instruirse las mujeres, sino porque ellas son las que educan al género humano. En la primera infancia, la fuerza del ejemplo es tan poderoso, que nuestra educación está hecha en el día en que la comenzarnos. Es cierto que al entrar en el colegio no sabemos ni griego, ni latín, ni historia, ni geografía, pero nuestro corazón ya ha recibido las impresiones que nadie ni nada apagará: religión, verdad, cólera, envidia, ambición, vicios y virtudes, todo nos ha sido inspirado por la madre que ha velado nuestra cuna." Estableciendo así la alta misión social de la mujer, concluye lógicamente M. Legouvé, que educar a las mujeres es educar la generación del porvenir. La señora de Alió dice, con una precisión y claridad admirables, que la naturaleza le ha dado a la mujer una función docente desde que la ha hecho madre; y, por consiguiente, que se debe educar a la madre, para que, a su vez, pueda educar a sus hijos. Y con estas palabras queda establecido axionláticamente que la educación de la mujer es el primer deber y debe ser la primera preocupación del Estado, porque es, para toda la sociedad, la educación inicial. Esta educación se continúa y perfecciona en ]a escuela infantil, a la que va el niño a recibir las nociones elementales de la instrucción. También sobre este punto esencial, la señora de Alió ha puesto
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES fuera de cuestión que estas escuelas deben ser confiadas a las mujeres. "Deben ponerse a su cargo, dice, para que el niño al entrar por primera vez en la escuela, encuentre allí, en lo que es posible, la continuación de la vida de familia, el cariño, la solicitud, la vigilancia que en la familia desempeña la mujer, porque al nacer para ser madre, nace dotada de esa ternura ingénita y previsora que necesitan las débiles criaturas que le confía la naturaleza, y que, imitándola, debe confiarle la sociedad." Estas (los proposiciones que se encuentran en el discurso de la señora de Alió, no pueden dejar de ser tomadas en consideración por el Congreso e incorporadas a sus resoluciones. Se ha ocupado también la señora de .Alió, de la redención y de la salvación moral de la mujer por el trabajo; y en este punto, ella tiene entre nosotros, sin saberlo, los más ilustres predecesores: Be/grano y Rivadavia. Be/grano, deplorando en 1796, la condición social de las mujeres y las miserias que las llevaban a la prostitución, y proponiendo que se les abrieran fuentes de trabajo, decía: porque de su bienestar, que debe resultar de su aplicación, nacerá la reforma de las costumbres y se difundirá al resto de la sociedad. Rivadavia, al instalar la Sociedad de Beneficencia, en abril de 1823, le señaló como uno de sus fines, hacerles adquirir a las mujeres lo que él llamaba las cualidades industriales. Indicó "la necesidad social de que las mujeres se aplicaran a muchos destinos desempeñados comúnmente por los hombres, y para los que ellas tienen mejores aptitudes, contrayéndose los hombres exclusivamente a trabajos análogos a la fuerza de su sexo". Creía Rivadavia que debían colocarse las mujeres en situación de adquirir por sí mismas, por su trabajo, los medios de subsistencia. La preocupación, decía Rivadavia, que cree serle eso imposible a la mujer "debe ser atacada con valor y vencida con firmeza". Estas ideas, que tan temprano aparecieron en Buénos Aires, no habían tenido eco entre nosotros, ni aun cuando, mucho más tarde, en nuestros días, ellas han sido recogidas por las naciones más adelantadas, que ya les están dando aplicación práctica. La señora de Alió, que, sin duda, no conoce ni la memoria consular de Belgrano, ni el discurso de Rivadavia, ha venido por sentimiento, por meditación y por impulso propio, a someter a la consideración del Congreso Pedagógico, las mismas ideas de los precursores de la regeneración de la sociedad argentina.
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LA MUJER Las buenas ideas, que no perecen nunca, suelen desaparecer de la superficie, escondiéndose en esas oscuridades misteriosas en que se elaboran los elementos del progreso humano; hasta que llegada la estación y la hora propicia brotan, como la semilla depositada en el seno de la tierra, para desarrollarse a la luz del sol, coronándose de las flores y de los frutos que en ellas se encerraban. El Congreso Pedagógico va a decirnos, después de haber oido a la señora de Alió, si las ideas de Beigrano y de Rivadavia que ya florecen en otros climas, vuelven al nuestro en la estación y en la hora en que, cultivándolas, podamos recoger sus óptimos frutos. (La Escuela Ultrapampeana.)
UN DIOS GUARANGO' IN DITO
La exposición de Córdoba está en víspera de inaugurarse y el Córdoba santurrón no concurrirá ni con un cristal de roca. Pero era del Dios de Córdoba que queríamos dar una idea. Dios es adorado allí por muchas buenas prendas que sus habitantes le reconocen; pero los frailes de Córdoba lo han hecho además un poco guarango, perdónesenos la palabra, por faltar otra en el diccionario. jScrán guarangos los reverendos padres? Hace tiempo que nos llega la noticia de ocurrencias en los templos que, por una vez, pase; pero que ya van dos o tres y Dios sabe cuántas más; y por lo menos, va que la cosa no tiene remedio, que nuestro silencio no les preste su sanción, por aquello del que calla otorga. Los diarios de Córdoba nada dicen, acaso porque aquellas guaranguerías sientan plaza de actos de celo religioso y son del gusto de todos. Hace algunos meses que habiéndose sentado una dama en el primer escaño que encontró a mano en una iglesia de Córdoba, un padre vino a ordenarle autoritativamente que descendiese de tan cncunil)rada posición, sólo digna de varones. Dejamos para 1 Esta página humorística ha sido escrita en 1871 por el presidente Sarmiento, refiriéndose a la Exposición duda razones de de Córdoba, N, cio". (N.
prudencia aconsejaron no publicar un escrito cuyo estilo nombraba a gritos al autor, que escribía las más de las veces "para despuntar el vidci E.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES imaginado el rubor y confusión de la dama al verse así afrentada r el objeto de los cuchicheos de los espectadores. Qué había de particular en ello? Hace tres días que veíamos en la Catedral de Buenos Aires, en el presbiterio, un grupo de dolientes —cordobés e ilustre era aquel que lloraban y de sangre cordobesa las viudas. Sent:banse alternativamente, porque el salniodeo iba largo, en el pavimicnro o pasaban a las sillas inmediatas, sin que el ultramontano y ultracatólico Aneiros presente, y todos los sacerdotes oficiantes, hallasen nada que reprobar. Más todavía. Llegada la hora del responso final, el sacristán, que proveía el caso, se acercó al dolorido grupo, y con una cultura que sólo en un sacristán portcío se encuentra, procedió a remover las sillas desocupadas, sin decirles a las señoras una palabra, hasta que ellas comprendieron y abandonaron las que ocupaban y el lugar mismo. En Córdoba, por lo Visto, no se andan con tantas vueltas. Dios es allá un poco malcriado y sobre todo no le gusta que las damas se sienten en alto. Si bien ha y gustos que merecen palos, en esto el Dios de Córdoba tiene los mismos , los mismísimos gustos que el Dios de Mahoma. En las mezquitas las mujeres, y admírese el piadoso lector, los hombres también, se sientan en el suelo como las mujeres de América; y corno la conquista de América ocurrió a poco de acaecida la toma de Granada, de sospechar es que los tatarabuelos de los padres cordobeses eran moros de Andalucía o de Málaga va conquistadas: porque muy errado andaría el que o yendo de la expulsión de los moros en España cre y ese que con el último abencerraje salieron los habitantes moros de Andalucía, Córdoba, Granada, etc. De aquellos lodos vienen estas aguas, las mujeres sentadas en cuclillas en las iglesias. Queda, pues, probado, lo que ya se sabía (le antiguo, que la cabra tira al monte y la sangre moruna de los padres cordobeses les hace mirar con horror que las mujeres se sienten como cristianas. Esto es morisco; pero lo que es cordobés, es la pretensión de otro padre, en otra iglesia, haciendo salir de ella a otra dama, porque estaba con sombrerito dentro de la iglesia... ¡qué horror! —Pero, reverendo padre, le habría dicho, a estar en el golpe, los mahometanos se están con sombrero dentro de las mezquitas, pues no se quitan el turbante. ¡Gran cuestión de etiqueta para el Dios de Córdoba! Es muestra mundana de veneración, estar con la cabeza descubierta. Los hombres se descubren en la iglesia; ergo, las mujeres también
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LA MUJER deben hacerlo. El silogismo es vicioso, pues debe plantearse así: —Es uso social que los hombres se quiten el sombrero, como muestra de reverencia; pero como no es uso social que las mujeres se lo quiten, sigue que no es muestra de reverencia de parte de ellas hacer lo que no es de uso para mostrarla. ¿Mas, qué entiende el Dios de Córdoba de modas mujeriles, ni de usos sociales? ¡Abajo el coqueto sombrerillo con flores y cintas profanas! ¡Las flores, en verdad, son inventadas por el diablo. Vean si no las rosas, las camelias y orquídeas, maravillas de la creación. Dios tiene horror a las flores. En Roma, en París, las señoras se sientan en sillas , en las iglesias y asisten al oficio divino con el traje que llevan en visita o paseo. Pero Dios sigue este saludable consejo de la sabiduría de las naciones, "a la tierra que fueres, haz lo que vieres"; y si en Roma gusta de que las mujeres estén sentadas en sillas, con un p7ie-dieu por delante para hincarse, en Córdoba se lo lleva mandinga si se sientan como gente o visten como cualquiera. En lo que no anduvo listo el representante en Córdoba de la cólera divina, fue en la elección de las víctimas. ¿Sería malicia? En provincia se conocen todos y una cara nueva es la novedad del día. ¿Quién será, quién no será la forastera? La primera ensambenitada fue... ¿nos atreveremos a decirlo? Guárdenos el secreto el lector piadoso. . ., fue la esposa del ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación. La segunda, si no era ya la tercera, fue la esposa del ministro del Interior y primer canonista y teólogo de estas y otras Américas y además cordobés, por mal de sus pecados. ¡Las tres eran de a leguas. . . porteías, huéspedas de Córdoba! ¿Qué valen, empero, títulos mundanos, ante el arrobamiento seráfico de aquellos benditos varones, horrorizados, espeluznados a la vista de un sombrerito picaresco o de una dama en alto sentada? Pues allá van otros títulos que merecen acatamiento y simpatía. Acertaban a ser aquellas dos damas, escogidas como terrible ejemplo para edificación de almas devotas y admonición piadosa a pecadores profanos, la espuma y la nata de las beatas de Buenos Aires. Tentados estamos en creer que una y otra fueron a Córdoba en busca de atmósfera más cargada de incienso que la de Buenos Aires, que infesta el gas, moderno invento y respiro del infierno. ¡Ya oleréis, oh, cordobeses, cuando os apliquen el gas, lo que huelen los condenados! El bullicio y traqueteo de los carros sobre el empedrado de las calles —el único mal que le deseo a Córdoba es que Dios le dé empedrado semejante—, el bullicio de
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SARMIENTO - TIXi' OS 1'UNI)A MENTA LES los carros, decía, no deja oir aquí el repiqueteo Continuo de las campanas, y mis devotas iban en romería a Córdoba a regalar sus oídos con las melodías de campanarios, y su delicado olfato con estoraque, cuando, ¡oh!, ¡dolor!; ¡oh!, ;dcscncanto!, apenas ponen el pie en la iglesia y apenas han dado a la ligera gracias a su Dios —el Dios indulgente, culto y sociable de Buenos Aires, que creían ci mismo de Córdoba—, por concederles merced tan grande, uno de sus ministros, con iracundo ceño y palabras que, como el habito, no pecan por el aliño, me las pone a la puerta. Recomendamos a los buenos sacerdotes de Córdoba, celosos de la gloria del Dios de Córdoba, es decir, al estilo cordobés, traducido, corregido y embellecido por padres cordobeses, que cuando se haga la apertura del ferrocarril o la inauguración de la exposición, suelten el trapo, echen el resto, e inventen algunos nuevos ritos, algunas desconocidas prácticas cristianas para edificación de los fieles y conversión de los pecadores. No sería malo sin embargo, tocarles a los de afuera en donde sospechen que llevan enroscada la cola. Si les palpan cola, masones son y a ellos. Pero cerciorarse bien, toquen bien, no les suceda como antes, echar de la iglesia. a las damas más cristianas según ci Evangelio y esposas o hijas de los ministros del gobierno nacional, que es el patrono, JI Padrono, como decía la Ristori, de esas iglesias, y (la de comer a sus ministros, lo que no es de desdeñarse en este valle de lágrimas. (La Escuela Ultrapampeana.) MI
Visité en Francia las Normales de Versailles reunidas en los edificios que habitaban los Señores Perros de las Jaurías de S. M. Luis XIV. Eran todas de hombres. (Discurso en la Escuela Normal de Montevideo, 1883.) * Ahora, pues, debo decir aquí que se están introduciendo de Europa, a guisa de inllligrantcs, compañías (le mujeres generalmente ignorantes, para explotar comercialmente el ramo de educación, a pretexto o a título de enseñanza religiosa, y van apoderándose de ¡os más bien retirados y más altos establecimientos de educación, con la complicidad de los gobiernos, de las nlunicipalidadcs NI los padres de familia; (le modo que cuando vosotras recibáis vuestros diplomas de capacidad, hallaréis que las escuelas
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LA MUJER principales están ya en poder de las compañías mercantiles de enseñanza a tanto la libra y el metro de educación que dan. Esto es la filoxera de la educación, el cardo negro de la Pampa que es preciso extirpar. (Discurso en la Escuela Normal de Montevideo.) * Jesucristo no ha predicado el ascetismo ni las privaciones de los goces legítimos y aun artísticos. Cuando una guapa muchacha, siguiendo la costumbre de su país, se postra ante Jesús y le baña los pies con aceite perfumado y se los seca con su cabello, un pulpero religioso y fanático pretende que ese aceite se economice para los pobres, y vosotros sabéis, o no sabéis, la indignación de Jesús, porque quieren privarle, mientras dure su corta vida, de aquellos goces. Os recomiendo, niñas mías, el uso del agua de colonia y mucha lavanda. Es cristiano. ¿Queréis ver lo que debe ser la mujer conforme al plan de la creación? Estudiad una rosa, o los lirios del campo, y que vuestro maestro os enseñe botánica. Eso es una mujer: Las gasas, los colores brillantes, las formas graciosas y elegantes. Ahora yo os pregunto: ¿qué vienen a enseñar a nuestras niñas destinadas a ser madres, y antes de madres, jóvenes y elegantes y apuestas, aquellas figuras desapacibles que nada saben de atractivos sociales? . qué pueden enseñarles a nuestras niñas aquellas ignorantes —hablo debidamente— que nunca han frecuentado el mundo. Son instrumentos que se excluyen la maestra normal y la Sirvienta que obedece a un contrato, y tiene amos y directores, porque ni voluntad tiene. Es un instrumento en manos ocultas. (Discurso en la Escuela Normal de 1Iontevideo.) * Una cosa le falta a don José Martí para ser un publicista, ya que se está formando el estilo más desembarazado de ataduras y formas, precisamente porque hace uso de todo el arsenal de modismos y vocablos de la lengua, arcaicos y modernos, castellanos o aniericanizados, según lo requiere el movimiento más brusco de las ideas, en C1fl() más vasto, iliás abierto, más Sujeto al embate y a nuevas corrientes atmosféricas. Pero fáltale regenerarse, educarse, si es posible decirlo, recibiendo del pueblo en que vive la inspiración, como se recibe el
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES alimento para convertirlo en sangre que vivifica, en trabajo que condensa calor y transforma la materia. Quisiera que Martí nos diera menos Martí, menos latino, menos español de raza y menos americano del Sur, por un poco más del yanqui, el nuevo tipo del hombre moderno, hijo de aquella libertad cuya colosal estatua nos ha hecho admirar al lado de aquel puente colgado de Brooklyn, que parece responder a la cascada del Niágara por los tamaños. Si esta última es convertida, como se intenta, en generadora de electricidad, acaso intenten crear un sol eléctrico que por la noche ilumine el lago Erie con sus cien ciudades ribereñas y sus mil vapores y navecillas navegándolo. No es que le vituperemos que halle mejor la mujer delicada y de instintos finos a aquellos remedos de hombres en aspiraciones y empleos, sino que se levanta contra un hecho dominante, que viene avanzando y conquistando terreno, hasta hacer desaparecer las diferencias, que traía consagradas la tradición humana, entre los sexos. [. . .] Cada grande progreso humano tiene al frente la presencia y la acción de una mujer. E. . ..] Si descendemos a la acción personal de la mujer sobre los destinos humanos, todavía están frescos los rastros de las mujeres sublimes que han levantado las razas abyectas a la condición de hombres. [ ... ] Martí cita a la autora de un libro, la Ramona, como el ángel tutelar de la raza india elevada ho y a la ciudadanía. (Carta a Paul Groussac.)
A SU NIETA EUGENIA BELIN SARMIENTO A gosto 8 de 1888. Señorita Eugenia Belin Mi estimada nieta: Recibí los loros pintados, retratados a punto de revolverlos, lo que prueba que están bien, y merecen mi agradecimiento. Como me pides mi parecer artístico te diré que la copia pertenece al género que llaman realista, la reproducción de la verdad natural tel/e que/le. Ahora, los loros han estado dando al diablo mientras los juntaban y la pintora ha creido necesario reproducir la crispación de las plumas, una por una, y por tanto el desaliño de la toilette, que un ave que se respeta flO descuida jamás. Resulta pues que los loros, principalmente el amarillo, están enfermos. Los perfiles deben cuidarse y corregirse siempre a fin de conservar al ave su belleza artística, que en esta parte de la creación, como en las flores es más pronunciada que en las otras.
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LA MUJER A propósito. Acostumbraban los naturalistas disecar y pasar las aves en formas rígidas, y pintarlas o dibujar sus formas, sin otro cuidado que los que imponía la clasificación científica. Un niño cazador de pajaritos en los LE. UU. llegó a ser el célebre omitologista A udabone, ci cual a fuerza de estudiar en los bosques las costumbres de los pajaritos llegó a reproducir con su lápiz, tales como se presentaban en los momentos de mayor exaltación, ya con alas desplegadas, ya ostentando la belleza de su plumaje. Y publicó en Londres una edición colorida de su ornitología norteamericana, dando a cada ave su tamaño y colores naturales, costando cada ejemplar 1.200 pesos y desde entonces quedó establecido que los pajaritos deben pintarse en sus momentos de felicidad, y servir de Ornato como las flores. Hasta el día de ayer hemos sufrido el calor más horrible de que se quejaban los paraguayos mismos, y yo una seca que me arruinaba las plantas que estoy poniendo. Pero anoche ha caído el más fuerte aguacero que se conozca, con temporal. Tenemos lluvia, agua, fresco y plantas. Su abuelito D. F. SARMIENTO
* Díjome usted que vendría de buena gana a Paraguay y creílo con placer cuando no fuese más que como las promesas de las madres o de las que cuidan enfermos, es decir que sí, cuando alguna vislumbre de alegría para por aquellas cabezas. ¿Por qué no estimar aquellas piadosas y socorridas mentiras que hacen surgir un mundo de ilusiones y alientan al que harto sabe que nada hay de real en los sonidos sí no es la armonía, unas veces, o bien lo suave de la lisonja, que consiste en hacer creer que somos dignos de tanta molestia? Bien mc dijo de venir. Venga, pues, al Paragua y. ¿Qué falta le hacen treinta días para consagrarle seis a un dolor reumático, cinco a la jaqueca, algunos a algún negocio útil y muchos momentos a contemplar que la vida puede ser mejor? Venga, juntemos nuestros desencantos para ver sonriendo pasar la vida, con su látigo cuando castiga, con sus laureles cuando premia. ¿Qué? Es de reírsele en las barbas. Venga, pues, a la fiesta. Grande espectáculo: ríos espléndidos y lagos de plata bruñida como el de Fontainebleau que usted conoce; iluminación a giorno, ci Chaco incendiado, títeres como en todas partes, y música, bullicio, animación. . . (Ultirna carta a A urelia V élez, 1888.)
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1 LA RELIGION
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POI, E M 1 CA Para mostrar la Revista Católica los inconvenientes de la lectura de la obra de A imé Martín, dice que la mayoría de los lectores son poco o nada instruidos en la ciencia de la religión; y más adelante: el cultivo de las cienci2s religiosas ha sido entre nosotros descuidado, y sólo de poco tiempo a esta parte se ha pensado seriamente en llenar el vacío que a este respecto dejaban nuestros establecimientos literarios. Estas y otras observaciones del mismo género, probarían para nosotros dos cosas: primero, que la Revista comprende que para los hombres que tienen una instrucción radical en la religión, no puede pretenderse una tutela para leer tal o cual libro, y segundo, que admitida la ignorancia general en materia de religión, convendría estorbar la lectura de libros que contuviesen algunos conceptos contrarios, a fin de preservarlos del extravío. • • Desde luego, no hacemos de esto un cargo a nuestro clero actual, ni al clero chileno, ni al americano, sino al clero de los países en que el catolicismo, para mantenerse libre de ataques, se ha apoyado en leyes represivas; donde la intolerancia ha sido y es un dogma, esto es, en España e Italia. Sin duda que no es necesario tener preocupaciones contra nadie para comprender este hecho. El clero mismo no puede ocultárselo: la mayoría de los lectores chilenos son poco o nada instruidos en materia de religión. Generalizando esta observación, nosotros estableceremos como un hecho indisputable que en todos los países católicos donde no ha y tolerancia religiosa o garantías para la emisión del pensamiento, el pueblo adolece de una ignorancia profunda en materia de religión; y por consecuencia este otro, no menos cierto: que en todos los países donde ha y tolerancia, el pueblo católico es muy instruido en
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES materias religiosas. Diremos más todavía, en los países y en los tiempos en que ha reinado la intolerancia, ci clero católico ha descuidado sus deberes de docente; se ha desmoralizado, degradado ' hecho ignorante; mientras que donde quiera que ha habido tolerancia para las Otras creencias, como también para la libre emisión del pensamiento, el clero ha desplegado una grande actividad doctrinaria, los fieles han aprendido a ser católicos, y la moral pública y privada han ganado con ello. • . . Nace esto de que el despotismo es letárgico; y al mismo tiempo que ahoga las doctrinas que lo combaten, mata las que se promete defender. La España no ha producido, es verdad, ningún libro que encierre proposiciones heréticas; pero a causa de no haberse dejado producir estos libros, no sólo no orodujo uno que sirviese para adelantar las ciencias, sino que, lo que parece más inconcebible aun, no produjo ninguno que sirviera para apoyar esa religión que se quería conservar intacta, que inculcase su verdad en el ánimo de los creyertes. • . . Hay, además, un error de principio y un sofisma en Tertuliano, si se le saca de su objeto, que es las verdades dogmáticas. El que busca la verdad, o no la tiene, dice, o la ha perdido. Este dilema puede tener lugar en cuestiones religiosas, pero no en las que trata Aimé Martin. El que busca la verdad, ni la tiene, ni la ha perdido; la busca porque aún no ha sido hallada; y a esta convicción de que es preciso hallar la verdad, debemos los asombrosos progresos de la época y para hallar la verdad, debemos estudiar los libros de aquellos que van explorando todos los caminos para encontrarla. ¿Qué luces, si no, puede suministrarnos la iglesia sobre economía, derecho, ciencias naturales, política, mecánica y aun filosofía? ¿A qué, pues, viene la cita de Tertuliano? ¿Preguntará, por ventura, la Revista Católica, i nuestros padres debieron o no consultar los libros de Reynal, Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Mably y los escritores ingleses, para hacer su revolución política? Dirémoslc entonces que sí. ¿Preguntarános si hemos de ir a leer, para instruirnos en historia, los libros de los protestantes Michelet, Guizot, Niebuhr, Herder? Dirémosle que sí, al menos hasta que la iglesia cuente entre sus escritores maestros en historia tan profundos como aquéllos. Esto mismo podemos aplicar a todos los ramos de las ciencias sociales, naturales y exactas que tienen sus maestros y sus grandes hombres en todas las creencias. (Obras: T. 11. El Progreso, 28 de diciembre de 1844).
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LA RELTG!OÑ
UNAPREGUNTA A LOS REDACTORES DE LA REVISTA CATOLICA Pero antes de entrar en lo grueso de la cuestión, queremos preuntar a los redactores de la Revista Católica una cosa. En Vista del movimiento del clero alemán y francés, ¿qué partido piensan ustedes tomar? ¡Se casan o no se casan! ¡Va y a! ¡No se estén haciendo los lindos! Si los clérigos católicos alemanes se casan, ¿por qué no se casarían ustedes? ¡Qué!, ¿serán ustedes más cachacientos que los alemanes? ¿Más católicos que ellos? ¡Vamos! Cásense, y déjense de ese ultramontanismo rancio, que nosotros les prometemos asistir a la boda. Y no nos digan que esto es faltarles al respeto. Tan graves y respetables son los sacerdotes católicos de Alemania y Francia que se están casando en la actualidad, corno pueden serlo los redactores de la Revista Católica. Dirán ustedes que no piensan en tal abominación, que el celibato es la fuente de todas las virtudes. Nosotros no dudaremos de toda la sinceridad de esta manifestación. Así dicen todas las niñas solteras; ninguna quiere casarse. • . . ¡Vaya! ¡No hablemos disparates! Con toda Vuestra presuntuosa arrogancia, os tenemos lástima, porque tenéis una venda en los ojos que os estorba ver el terreno que pisáis. Mañana OS hemos de prestar nuestro apoyo misericordioso, os hemos de salvar por compasión del abismo a donde corréis ciegos. Vosotros lo habéis dicho: "El clero europeo conoce sobradamente que no está en el orden natural que el espíritu humano retrograde". Ojalá lo conociera y lo conocierais vosotros! Pero conozcaislo o no, el espíritu humano no ha de retrogradar, y no habremos muerto nosotros ni vosotros antes que ese espíritu humano muestre los resultados de sus progresos. El siglo xviii ejecutó una parte de la obra; ci xix ha de completarla. Ya lo estáis viendo, ese Journal des Debats, ese Constitutionnel, ese Olobe, ese Siécle, son los órganos legítimos del espíritu humano; ese consejo de Estado francés que va a dictar leyes penales para los sediciosos con sotana, y a agregarlas a los códigos franceses, es un órgano del espíritu humano; esas cámaras francesas, esa universidad francesa, esos sabios franceses, lumbreras hoy de su siglo, son órganos del espíritu humano. ¡Montalcmbert! No lo nombréis; es un noble rancio y ocioso a quien nadie conoce en el mundo.
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SXR\tI1'N ro - TLX1 OS I'U\ I)\.\1I\ f 'L1'S En fin, ese clero alemán que hoy se insurrecciona y que puede traer otra revolución y otra subdivisión del sacerdocio católico corno la de Lutero y Calvino, es ci espíritu humano. Que si hay división y guerra y herejía, no tenéis que echarnos a nosotros la culpa; son siempre cosas vuestras. Los laicos no predican herejías. Runge, el que encabeza ci movimiento alemán, es sacerdote, como lo eran Lutero y Calvino, y como lo sois vosotros. Lamennais, el grande heresiarca moderno cine acaba de publicar una nueva traducción de los Evangelios con notas y comentarios, es clérigo corno vosotros. Si ha y , pues, herejía, cisma y división, vosotros sois la causa. Entre paréntesis, ¿nos haréis el gusto de decirnos, vosotros eruditos redactores de la Revista Católica, cuál es en vuestro sabio y muy católico sentir la verdadera túnica de Jesucristo, si la que esta en poder del Obispo de Frías, o la que está en Francia? La cucsnon es grave, ya lo veis; porque si la de Frías es la apócrifa, el padre Runge tiene razón y han hecho bien de casarse los clérigos alemanes. Si la de Francia es la mala, la falsificación por algún piadoso obispo, entonces los matrimonios contraídos por los sacerdotes alemanes y franceses son tan ilegales como el de la señora Lidrard de Valparaíso, y en tal caso podéis mandar un auto de allanamiento para las casas de mil clérigos alemanes que hoy están viviendo santamente con sus mujeres que a la fecha estarán encinta, como esa infeliz señora a quien la intolerancia, el mal corazón, el orgullo y el deseo de oprimir de vosotros,, maltrata hoy en Valparaíso. ¿Creéis que hay en esto algo de sarcasmo? No, hijos míos, es una venganza legítima! Os habéis valido de la existencia de leyes absurdas y bárbaras para cebaros en. una infeliz señora, para arrastrarla por las calles, para vejarla, sin atender a su estado, ni a su sexo! ¿Qué interés os mueve para mostrar tanto encarnizamiento? ¿El interés de Dios? ¡Mentira! L. pasión del orgullo que os nluevc. Queréis mostrar que podéis hacer mal y ultrajar a la inocencia! Pero no importa. Sabed todos qac los clérigos en Alemania y Francia se han casado y están viviendo con sus mujeres públicamente, y que la autoridad civil los deja porque hoy día no ha de disparar un cañonazo el poder civil por saber cuál es la verdadera túnica de Jesús, si la que un obispo de Francia presenta como tal a la adoración de los fieles o la que prcscnta el obispo de Frías, cuya grave cuestión divide al clero católico en Europa; porque con cuestiones como éstas, habéis ensangrentado siempre la tierra, y hoy los poderes civiles no están para ocuparse de esas miserias. (Obras: T. 11. El Progreso, 30 de julio da 1845).
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LA RELIGION
LA CATASTROFE DE LA SUPERSTICION 1. DOS MIL VICTIMAS!
Espanto, horror, indignación y profunda simpatía irá propagando por todo ci mundo la narración del incendio de la iglesia de la Compañía de Jesús, en Santiago de Chile, el 8 de diciembre, por la noche; y si marcamos cada uno de estos complementos, es porque cada uno de ellos es condición necesaria y explicativa de la horrible muerte de dos mil y más seres humanos. Sólo en Santiago de Chile, sólo en la Compañía de Jesús, sólo el 8 de dicienibre, sólo por la noche, pudo ocurrir un suceso que dejará pasniados de horror a cuantos lleguen a tener noticia de tamaña desgracia. El temblor de Mendoza en que doce mil habitantes quedaron sepultados bajo ruinas, los frecuentes naufra g ios en que centenares de pasajeros son tragados por el abismo, si bien excitan la compasión de la humanidad entera, no sublevan el espíritu, porque la razón somete la sensibilidad ante la contemplación de las fuerzas de la naturaleza en convulsión, o a las exigencias imperiosas de la vida. Pero ¿qué consuelo hallará la reflexión al saber que la mitad más ilustre de una gran ciudad, por la cultura, por la riqueza, por la juventud y la belleza misma, ha muerto devorada por las llamas, sin que socorro humano haya podido llegarles en el centro mismo de una de las más populosas ciudades de América? ¿Qué necesidad reunió allí tanto número de gente? ¿Por qué murieron quemados vivos todos? ¿Por qué las mujeres y no hombres? ¿Por qué no alcanza a explicarse la causa de tanta y de tan universal indiscreción? La prensa de Chile no se da cuenta del hecho espantoso que refiere; y si al día sigiientc de la catástrofe, apenas removidos los restos informes de las que fueron madres, esposas, hijas, familias, sociedad en fin, no hubiese hablado la Revista Católica, órgano del clero, de derramar sangre si se tocaban las murallas del conflagrado edificio, los que estan os a centenares de legua no podríamos explicarnos, corno nos ex plicamos, el origen de la mutilación de un pueblo, y las pasiones que fomentaron, como el viento que sopla las llamas, aquel incendio. La superstición encendió aquella hoguera, y la superstición todavía amenaza a los que sobreviven con derramar sangre si no se encorvan ante su tiranía. En nombre de la humanidad que nos liga a todos los seres de
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDA\1LNTALFS
nuestra especie, vamos a prestar ci auxilio de nuestra libertad para señalar la causa del mal, ya que los habitantes de Chile no pueden hacerlo, o para estar demasiado afectados Con desgracia que a tantos corazones hiere, o adolecen de la enfermedad que produjo la crisis, o están dominados por el poder fascinante que los amenaza. 2. EL CULTO SENSUAL
Los diarios de Chile creen que la crónica contemporánea no recuerda catástrofe más horrorosa, y tienen razón. La principal causa, empero, se les oculta o la disimulan, forzados a ello por la prudencia. El que les quemó vivas a sus madres, esposas e hijas, está vivo, y tienen miedo. Ningún sacerdote de los oficiantes pereció, esto ha llamado la atención. Si uno sólo hubiese expuesto, no diremos su vida, p ero aun su cutis a recibir un poco de calor de aquella pira que ellos mismos habían encendido, los nueve décimos de la p oblación sacrificada hubieran salvado. En todas las circunstancias de la vida, las muchedumbres liumanas no salvan en las situaciones difíciles sino por la dirección inteligente impresa a sus niovinlientos por sus caudillos. Un general salva su ejército, un capitán de buque su tripulación de la muerte inevitable. La masa es impotente para dirigirse a sí misma en el peligro. Ella se obstru y e, se entrechoca, se neutraliza. Una palabra de dirección la somete, la guía, la reprime y la conduce. Esa palabra no se hizo oir en e1 ámbito de la iglesia de la Compañía. Aquellos pastores que habían encerrado la grey en el aprisco, abandonaron su puesto en el primer asomo del peligro, y dejaron a dos mil quinientas mujeres, el ser sensible, impresionable, irritable, nervioso por excelencia, abandonadas a sí mismas en el peligro, y perecieron todas. He ahí la explicación del horrible remolinear de seres humanos dentro de una hoguera. Por qué no perecieron los sacerdotes, corno habrían de seguro perecido por centenares los bomberos de \ Taiparaíso , que arrostran a toda hora la muerte, sin saber siquiera por quién exponen sus vidas? Es porque el fanático, el supersticioso, el sacerdote embaucador, no es hombre, sino una depravación del hombre. Dícese que se salvaron también trescientos hombres del incendio, y esta acusación que en efecto hacen las cifras (doce hombres quemados por dos mil mujeres), echaría un borrón sobre el sexo masculino en Santiago, si a la palabra hombre no hubiese que añadir el epíteto de devoto, de fanático y de supersticioso, y ya se sabe que esa perturbación del ánimo excluye
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LA RELIGION los sentimientos de humanidad, de honor, de gloria, de verdadera piedad, en los que las experimentan. Son enfermos raquíticos de corazón, que iban a buscar en los juguetes de una verdadera idolatría, pasto para alimentar la aneurisma moral que extravía sus sentimientos o el egoísmo que les hace avaros de indulgencias. ¡No ha ocurrido en el mundo catástrofe del género de ésta en este siglo, dicen lcs diarios! La razón es que no hay, nación cristiana en el mundo, ni ciudad culta, donde viva la población femenina embaucada como en Santiago, con sortilegios, hechicerías y espectáculos, y pueda reunirse a toda una sociedad culta en un lugar relativamente estrecho, para embriagarla con armonías, luces y fantasmagorías. Tengan la paciencia de olmos hasta el fin los enfermos a quienes queremos ayudar a sanar. Los que han hecho perecer dos mil seres humanos que les estaban sometidos, tienen sobre sí tal cargo de conciencia, que deben soportar la verdad que les revela el origen de desastre tan espantoso. El culto de los sentidos, la sensualidad elevada al rango de una religión, he aquí la nv:cha puesta a la mina. ¿Por qué diez mil luces en la iglesia? ¿Por qué no veinte? Es porque las luces exaltan la imaginación de las mujeres. ¿Para qué esa música que la ópera envidiaría? Para atraer mujeres ávidas siempre de armonías, de perfumes, de adornos. Toda la América española está amenazada de una catástrofe igual a la de Santiago, por las formas peculiares del culto que los españoles nos han transmitido. San Agustín en Mendoza se incendió en 1840; la Merced en Buenos Aires, en 1862, y en Córdoba, en el Rosario, en San Juan, donde quiera que hay una fiesta, hay un incendio de tarde en tarde y peligro a toda hora. La gala de los devotos está en acumular luces, flores y relumbrones de mal gusto para fascinar los sentidos, pues éste es el secreto; y la devoción se exalta, en proporción del oropel, las gasas, las flores, las luces y el estoraque.
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SAR\I1[NTO - TEXTOS FLTNDA\1ENTALES
3.
LA COMPA1A DE JESUS
Hace veinte años que se viene preparando en Santiago de Chile la catástrofe que ha dejado a la ciudad sin mujeres. Si la trampa de la Compañía hubiese dado cabida a veinte mil más, todas habrían sucumbido lo mismo. ¡Desmiéntannos las mujeres de Santiago que han sobrevivido a la muerte de las devotas! Fi catolicismo se hi vuelto una enfermedad en aquella ciudad; enfermedad frenética, que tira mordiscos al aire, Como los perros atacados de hidrofobia contra un enemigo imaginario. En Chile, donde no ha y libertad de cultos, donde todos nacen y crecen católicos, el catolicismo se defiende sin que lo ataquen, vive irritado, maldiciente, rencoroso, inquieto. Es propagandista del Catolicismo entre católicos, y se reviste de una librea para reconocer a sus adeptos. Por las mañanas tic todos los días del año, las mujeres en Santiago se visten de clérigos, lo que llaman vestido de misa, de iglesia. Los católicos del resto del mundo se preguntan ¿qué significa aquella librea desapacible que no usan los católicos de Francia, Itaha. ni Roma misma? Si quisiéramos abandonarnos a las inspiraciones de una poesía lúgubre, diríamos que ese ropaje singular e inexplicable, era el luto que llevaron en vida las predestinadas víctimas del incendio de la Compañía. El clero de Santiago ha dado por parte integrante del culto católico el vestido, original y y a abandonado, de las tapadas de Lima, y prescríbelo con un rigor y brutalidad sin ejemplo, pues no es permitido a las mujeres entrar a las iglesias; sin este uniforme de la católica chilena; y como las mujeres no viajan, ni los sacerdotes tampoco, ellas y ellos cracn en Santiago que es requisito del buen cristiano envolverse en sotanas negras para asistir a las iglesias. Si los padres de familia y los esposos quieren precaver a la va generación de mujeres con que reemplazarán la sociedad muerta, de otro incendio q1e está detrás de esas pompas religiosas, prohiban a sus mujeres llevar el luto de su presunta muerte, y habrán roto un eslabón de la cadena que tiene enlazadas sus débiles inteligencias. ¡Secularícenlas! A esta disciplina exterior había sometido el clero a las mujeres en Santiago; y a fe q ue es necesaria expresión de su modo de ser. Las mujeres viven en Santiago para asistir a las iglesias. Los debe-
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LA RELIGION res ordinarios de la vida son allí un accidente; el fondo, la ocupación diaria, primordial, es asistir a la iglesia; misa todos los días, confesión cada ocho días, novena en alguna de las cuarenta iglesias; cuarenta horas aquí; fiesta de una virgen allá; sermón de tal sacerdote celebrado si no célebre; en todas partes, promesa por cada accidente; rnilaro patente en cada hora, indulgencia plenaria por tal devoción, manda a tal altar, imagen o cofradía; música, galas, ornato, jo y as, relumbrones, iluminación, fuegos artificiales, procesiones, profesiones, bendiciones y consagraciones. La conversación rueda sobre las variantes de ese eterno drama. Hasta los crímenes toman un tinte religioso, y las habladurías y cuchicheos versan sobre escándalos sagrados, que ese género de existencia engendra. Es más moral la ciudad de Santiago que otras que no se afanan tanto por revestir las formas de la piedad? Los que han vivido en aquella ciudad y han frecuentado otras sociedades, no creen haber notado diferencia favorable. La humanidad es la misma en todas partes, y los vicios y las virtudes.están repartidos en proporción, no al número de clérigos y frailes, sino al de la población. Un rasgo, sin embargo, distingue a Santiago, a la par de la librea religiosa de las mujeres. Cada candelero de cobre está amarrado con una cadena a cada altar en cada iglesia. Esta precaución niadosa es única en América. Pero nos hemos distraído de la mente de nuestro epígrafe: La Compañía da Jesús en Santiago. Hablemos simplemente de la iglesia. Los diarios chilenos hacen una distinción, que fuera de Chile no se comprenderá, entre los sacerdotes en general y los clérigos de la Compañía. No se trata de los jesuitas sin embargo, aunque ellos o su espíritu esté allí detrás de bastidores. Hay en Santiago coro de canónigos, curas, sota-curas, conventos, prebendados y clérigos por centenares, que viven de sus capellanías. Entre esta falange de sacerdotes, con la porción de virtudes o de vicios que Dios les haya permitido, hay, corno en toda otra vocación humana, los ambiciosos sin colocación, los pretendientes a una inocente popularidad, los jóvenes ardientes, los fanáticos, los supersticiosos. Para todos éstos, que no son curas ni canónigos, la iglesia que antes sirvió a la Compañía de Jesús, era un punto de reunión, un teatro para ensayos, un centro de acción, de propaganda y de proselitismo. Allí se creaban nuevas reputaciones de la cátedra, allí se celebraban las novenas, misiones y meses de María; allí pululaba el mundo devoto que cuenta por millares el
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES número de sus adeptos. Puede calcularse por las que murieron en una noche. Entre esta vanguardia del clero descollaba el clérigo Ugarte, el más. . . fanático y supersticioso que deshonra al catolicismo en todo el mundo. Célebre en la cátedra por la desvergüenza y rudeza de su lenguaje, vomitaba improperios siempre contra impíos e incrédulos imaginarios, pues aquella rara avis no existe en la fauna chilena, desde que Bilbao fue expulsado del país por ser único en la especie; es más notable todavía por las extrañas supersticiones que ha inventado, y por la práctica invención de adornos y fantasmagorías de que ha recargado sus nun'erosas fiestas. El magnífico teatro municipal de Santiago está hace tiempo cerrado, por falta de asistencia. ¡a ópera se ha trasladado al coro de la Compañía. La Inmaculada Concepción de María ha suministrado a aquella imaginación desarreglada un tema para dramas, tragedias y óperas que hacen inútil el teatro para las señoras y las fregonas, que encuentran en el Mes de María temporada gratis de ópera, con fuegos artificiales, e iluminaciones esplendorosas. Es por esta razón que el incendio de la iglesia tuvo lugar el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción de María. Todas las víctimas del incendio eran cofrades de una asociación de mujeres, bajo la dirección del fanático Ugarte, que celebra sus misterios en aquella iglesia. En un sermón anterior había invitado a las devotas a concurrir aquella noche fatal, a oír revelaciones de im secreto que le había sido confiado por la virgen María, y a esta piadosa superchería se debió la concurrencia de más de cuatro mil almas, pues para que hayan perecido dos mil personas, es preciso creer que la mitad que obstruía las avenidas se salvó. Parecerá increíble a los católicos que no lo sean de Santiago este cinismo. El hecho es auténtico y congénere con muchos otros de ocurrencia diaria. En la Compañía había un buzón para dirigirle cartas a la V irgen, pidiéndole gracias especiales, según las necesidades de las devotas que las depositaban por centenares todos los días. Jugábanse loterías piadosas dirigidas por el padre Ugarte, diciéndoles a sus oyentes desde el púlpito: Escoja cada una un número mentalmente, y hecho esto empezaba a distribuir penitencias, padrenuestros, limosnas, flagelaciones, que debía practicar cada una, según el número que hubiese escogido. Por ejemplo, el número 7 rezará siete padrenuestros y avemarías en cruz; el 25, hará mañana una limosna, etc.; y todas estas novedades tenían alborotadas a las mujeres, lo que no estorbaba que alguna vez algún
LA. RELTGTON
santo devoto le robase al padre doscientos pesos recogidos de la suscripción que pagan los cofrades al afiliarse. La compostura de 12 iglesia en el Mes de María era para volver locas a las mujeres. El día de la fiesta ardían diez mil luces a kerosene. El altar ma y or era una ascua; la Virgen reposaba sobre una media luna de fuego: el padre Ugarte había construido con sus propias manos arañas de doscientas luces; la cornisa del templo, desde donde arrancaba la techumbre de madera, estaba adornada de luces que niños subían a encender a mano deslizándose a lo largo de ella, con peligro de la vida. No satisfechos con los numerosos altares que flanquean las naves laterales, en cada uno de los pilares que sostienen la central, se aderezaba un altar confiado a una familia aristocrática y rica, para hacerlas sobrepujarse en lujo, gusto e invención. Las flores artificiales en ramos, guirnaldas y festones, tapizaban sobre nubes de blondas y encajes aquellas colgaduras y zarandajas, que eran materia de cuento y sorpresa durante el espectáculo, y de interminable descripción al volver a sus casas. La Compañía así ataviada, era sin embargo una pira, preparada para la catástrofe, que más hoy, más mañana, debía arder al menor descuido, y consumir adornos, iglesia y devotos, menos al energúmeno, que salvó sin tostarse un cabello, porque huyó como y estará a la hora de ésta ideando algún nuevo medio de embaucar mujeres atolondradas, alguna devoción para aturdirlas y hacerles olvidar la horrible desgracia de sus madre, bijas o hermanas, porque no hay en Santiago quien se atreva a ponerle la mano y encerrarlo en una casa de locos. Al día siguiente de la catástrofe, el arzobispo proyectaba unas exequias solemnes sobre el loca) mismo del desastre, para torturar los corazones despedazados de una ciudad doliente; y al día siguiente, los clérigos de la Compañía alflena7abafl con hacer correr arroyos de sangre, si llevados del horror de la asociación de ideas, querían demoler las murallas de aquella iglesia maldecida por todo hombre de corazón. El gobierno, tan autoritativo en Chile, no ha soñado siquiera en castigar aquel conato y amenaza sangrienta de rebelión, contentándose con decretar 1" la demolición de las odiadas ruinas; y los diarios semiliberales han apelado a las sinodales, a la teología y a los concilios, para probar la injusticia de aquella horrible provocación. Todos tienen miedo, gobierno y prensa, ante aquel cuerpo a quien sólo de orgulloso acusan, ¡y que en efecto es sagrado! ¡La Revista Católica es sagrada, los ladrillos calcinados de la Compañía, son sagrados, la locura furibunda de Ugarte es
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
sagrada, aquel homicidio de dos mil seres humanos, atraídos a la hoguera con ridículas profanaciones del culto, es sagrado, y anatema sic el que murmure! (Obras: T. 11, "El Zonda" de San Juan, febrero de 1864.)
LA COLONIA Y EL CATOLICISMO El señor convencional 11oS habla de la religión, de las virtudes
y de la moral, como si fuera una semilla que trae de Francia o de otro país para sembrar por primera vez en el suelo americano. Y esta América ¿no ha tenido tres siglos de religión, de moral y de virtudes? ¿Quién le estorbaba a la religión producir tan bellos resultados? Si cree que ella es la causa, ¿por qué no se hizo de estos países ci modelo que se quiere seguir ho y? Por qué no prosperaron estos pueblos entonces si 12 base de la libertad y del progreso es el predominio exclusivo de una religión? ¿No era entonces la religión católica, la religión del Estado? Es que en eso estaba el error de los antiguos gobiernos, porque fue tan malo el politeísmo como el protestantismo y el catolicismo, cuando estuvieron armados del poder civil. Esa es la cuestión, señores. Lo que se ha querido evitar en las Constituciones es que estuvieran las religiones con las armas en las manos. • . Y no es cierto como se ha pretendido, que el poder civil encendió las hogueras. Las religiones por lo mismo que son la verdad descendida del cielo, son intolerantes y perseguidoras; y no hay crimen para ellas más grande que contradecirlas. El fuego mismo no es bastante castigo para esta clase de delitos, que se reputan contra Dios. Modernamente la Constitución de los Estados Unidos ha dicho: "La religión no estará armada". (Discurso en la Convención Reformadora de la Constitución, 1860.) * Nosotros ni cristianos somos. Convencidos como estamos de que hemos nacido católicos y que fuera del jirón de la Iglesia no hay salvación, descansamos en la dulce y consoladora esperanza de que todos los demás se condenarán. Aquí son mil millones de
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LA RELIGION seres humanos que no entran en la geograf ja católica: Cuestión de geografía la salvación. (Obras: T. X LIX .) * Yo soy católico de origen y de forma en aquellos países, donde tenemos que luchar para vencerlo y hacerlo útil al progreso. (Discurso en la Masonería, 1868.) * En el famoso Syllabus, S.S. declaró que no reconocía como doctrina sana ni principio legítimo la "soberanía popular". Bien. Si hemos de aceptar esta doctrina papal, nosotros pertenecemos de derecho a la corona de España. Pero tranquilizaos. Podemos ser cristianos y muy católicos, teniendo por base de nuestro gobierno la soberanía popular. Por lo que a nosotros respecta, tenemos por fortuna el patronato de las Iglesias de América que hace al Jefe del Estado tutor, curador y defensor de los cristianos que están bajo el imperio de nuestras leyes, contra toda imposición que no esté de acuerdo con nuestras instituciones. La libertad de conciencia es, no sólo declarada piedra angular de nuestra Constitución, sino que es una de las más grandes conquistas de la especie humana. Digo más la grande conquista por excelencia, pues de ella emana la emancipación del pensamiento que ha sometido las leyes de la creación al dominio del hombre. Ha y más todavía. El gobierno civil se ha instituido para asegurar el libre desarrollo de las facultades humanas, para dar tiempo a que la razón pública se desenvuelva y corrija sus errores a fin de que la utopía de hoy sea realidad de mafiana. Si por tanto hay una minoría de población, y digo así un sólo hombre que difiera honrada y sinceramente del sentimiento de la mayoría, el derecho lo protege, con tal que no pretenda violar las leyes, sino modificarlas, modificando la opinión de los encargados constitucionalmente de hacerlas, pues, para ese fin, para la protección de su pensamiento, se ha construido el edificio de la Constitución. FI Syllahus es una constitución que echa abajo esta otra constitución. \ nuestro deber es sostener ésta. No demos al Syllabus
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES poder alguno; que siga su camino, si puede, en la la opinión de los que lo sostienen. (Discurso en la Masonería, 1868.) * Torquemada es la figura o la síntesis más terrible de una aberración del espíritu humano. Los griegos han derramado sus ideas sobre mecho mundo europeo y asiático; los romanos apurado las formas legales y ci derecho. Con Torquemada es ci sentido moral, el que aconseja quemar a los hombres, si pensaron, si se sospecha que piensan, porque el que cree no piensa sobre lo que cree. Nerón hizo candelabros de cristianos para alumbrar con su grasa ardiendo la entrada de un teatro. Torquemada hizo teoría y legislación sobre este dato y quemó a todo lo que encontró en forma inteligente, lo cual el fanatismo reconoce de lejos corno el detective reconoce al bandido, NI tres siglos, sobre cuarenta mil leguas cuadradas de país en España, en Flandes, en Nápoles, en Méjico, corrió la sangre humana desperdiciándola. pues los Maorícs matan al enemigo para comerlo, lo cual es disculpable. Pero Torquemada es una fisonomía del pensamiento. El asegurar la salvación del alma quemando el cuerpo es una vieja idea (le vieja solterona, cuyo sentimiento de la maternidad tomaría la forma del amor celeste. * Lenguaje como el que precede sería digno de ser inventado por Víctor Hugo, pero su Torquemada es una vieja supersticiosa y fanática; es un delator y no un hombre de Estado, que ha emprendido ayudar a Dios en el gobierno del mundo, agregando a la peste y a la guerra, la hoguera, que no ciega como aquellas Euménides, Sino que escoge las víctimas por ci ángulo facial más abierto, por el cráneo más voluminoso Oh! Newton, Humboldt, Cuvier, Darwin, ¿por qué no nacisteis en la España del siglo xv? Torqueinada os hubiera descubierto en la cuna. Qué mirada de réprobos! - hubiera dicho al ver vuestros ojos por donde se asomaba va el alma curiosa e inquisitiva. Retardar el advenimiento (le la ciencia cuatro siglos, ¿os parece poco? Torquemada mandaba la retaguardia de la Edad Media. Gracias a la ciencia y táctica de la orden (le los jesuitas, se retiró combatiendo siempre. *
L.k RFLIGTON La Inquisición no es docente; es un cartabón para medir la altura de la inteligencia; es una romana.., para determinar los quilates del pensamiento. No miramos la Inquisición sino como una institución politica e intelectual, y bajo estas dos formas mató a la España y sus colonias. En cuanto a inteligencia, la del pueblo español fue atrofiada por una especie de mutilación, con cauterio a fuego. * La Inquisición legalizó, cristianizó, hizo católica la práctica de los antiguos pueblos, olvidada hace tres mil años, de sacrificar hombres a los dioses, tornando de los antropófagos el asarlos y presentar la cocina en horrible festín al pueblo devoto. * Felipe II es la concentración del principio mahometano español de la unidad de creencia. El y no el Papa funda la Inquisición, él y no el Papa emprende la persecución de las nuevas ideas de sus compatriotas los flamencos. Los gérmenes de la persecución religiosa estaban en toda la Europa cristiana; dentro del catolicismo mismo, en las leyes, y en la tradición del imperio romano; pero en todas las otras naciones le faltó el enjebe mahometano, aquel mordente que se aplica a la fibra para que la untura agarre. Sin \lahoma no hay Inquisición en España. * El pueblo romano en España gozó el último de estos amargos y ásperos placeres: hacer sufrir, oir gemidos, y todo con pasión, con convicción, por la fe, como los romanos en el circo por amor a la guerra, a la gloria y las artes veían morir a los gladiadores y caer en posturas académicas. Así se conservan en España los toros, uue dan las mismas fruiciones y crispaturas de nervios y exaltaciones de la sangre todavía romana. * La expulsión de los judíos, al mismo tiempo que la España conquistaba la América, ha impedido que Cádiz, la antigua y soberbia
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SARMIENTO - TEXTOS FUDAM1:NTAlES Gades (le los fenicios y cartagineses, no hubiese sido el Londres de nuetra época, por la acumulación de los caudales de las Indias orientales y occidentales. ['ales son los hechos, las instituciones, las creencias con que fue envenenada la España, y muerta co menos de medio siglo de administrarle estos brevajes, que estimulaban la envidia y perversidad (le chusmas ignorantes y abyectas, a quienes estaban abiertas las puertas de los convntos, para hacerse camino con adular y fomentar todos los instintos populares (le odio, y la sed de rapiíia de una nobleza igualmente inorantc. Llámese uno de estos advenedizos cardenal Jiménez, llezue a ser prior de un convento Tomás de Torquemada, apóderese un astuto hipócrita del oído de una reina nerviosa y enloLeecida con tan extraños acontecimientos y vendremos cuatro siglos después a sentir todavía las consecuencias en América de la supresión de todos los derechos del hombre por la Inquisición, de la destrucción de todas las industrias griegas, romanas, asiáticas, africanas que se habían venido acumulando en España y desenvolviéndose con los moros y los hebreos, pueblos ambos viajeros, cosmopolitas, excelentes conductores de civilizaciones, en los siglos de mayor ignorancia de Europa. * Había bastado el descubrimiento de un continente para poner en tela de juicio los accesorios de la creencia religiosa, que a las ideas abstractas y metafísicas sobre el destino, hubiese asociado afirmaciones sobre geografía. astronomía, etc. Por eso San Agustín hallaba herética la admisión de los antípodas, y que algunos frailes dominicos jurasen que el planeta tierra es el centro del sistema solar. La reforma religiosa del siglo xv en Alemania provenía de un cambio en la manera de discurrir en general que se había venido operando en los espíritus, con la admisión de más elementos para formar el raciocinio. El fatalismo es una manera de razonar como cualquiera otra. Quoci scriptum scriptum. Estaba escrito! Así lo había dispuesto Dios ab initio. * Habían provocado la tormenta intelectual de la Reforma las demasías de los Papas como Hildebrarido y Borgia, elevando el uno el poder sacerdotal sobre el civil, prescindiendo de la moral
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LA RFLIGION el otro para dar a la religión formas plásticas, como las que muestra San Pedro de Roma, el Partenón de Pendes de la Roma gentílica e imperial. Los puritanos se declararon iconoclastas, aquella herejía que mata las bellas artes, que es esencialmente cristiana, pero que tiene por patriarca al que huyó de la servidumbre de Egipto, antes de doblar la rodilla ante los ídolos y animales sagrados de Egipto, ya que el pueblo que rescató había sido agobiado por los trabajos para construir templos y, * Este es el gran crimen de la Inquisición y del siglo que la favoreció e inspiró, pues que Torquemada se llama también Inocencio, Benedicto. El crimen está en haber destruido en la práctica diaria, y en el sentimiento íntimo, la noción del derecho, la segu . -ridaelvntsy,acoiedljust,ímites del poder público. El español, y con más razón el americano del Sur, nacen enervados por este atrofiamicnto de las facultades de gobierno va tdquiridas por la raza humana. * Vives, en una carta a Erasmo datada de 1534, decía: "Vivinios en tiempos muy malos en que ni hablar ni callar es posible sin peligro". En los cuarenta y tres años de las administraciones de los cuatro primeros inquisidores que terminan en 1524, entregaron a las llamas dieciocho mil seres humanos, e impusieron castigos menores a doscientas mil personas más con diversos grados de severidad. Cinco mil personas por año, en tiempos en que el saber leer era tan escaso, han debido comprender la mayor parte de la gente instruida y principalmente los judíos. * Pero la prevalencia y firmeza de la tradición contra las demostraciones de las ciencias, ha contribuido a falsear la razón de los españoles de ambos continentes. . . ¿Qué hubiera sido de Edison, de Morse, si descubren en aquella atmósfera las aplicaciones de aquello que llamarnos electricidad por no saber cómo llamarla, pues no lo conocemos sino por sus efectos., ci rayo, el telégrafo y el teléfono?
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Este mismo efecto ha debido obrarse en lo moral como también en lo político. Hombres educados a dejarse prender por actos criminosos que lo provoquen, sin saber quién los acusa; y una vez acusados sin saber cómo defenderse, sin cometer por ignorancia el mismo delito que se les impura no estando definido ci delito, han debido perder, de padres a hijos, toda noción de derecho, de justicia, de proporcionalidad, por la crueldad del castigo, entre el delito y la pena, de humanidad. * Catorce mil cadáveres de judíos fueron sucesivamente desenterrados de Sevilla, de españoles de origen hebreo, tan españoles sus hijos, expulsos después de saqueados, que en las costas norte del Mediterráneo, se habló largo tiempo español, y que los apellidos de Gómez, Alvarez y muchos otros son conocidos hoy mismo en las finanzas y en las letras de otras naciones. Los más execrables antropófagos no han llegado a este grado de profanación. El cadáver aleja las profanaciones. * El primer congreso reunido en las Provincias Unidas del Río de la Plata, en sesión del 16 de julio de 1813, declaró abolido el tormento para el esclarecimiento de la verdad y esclarecimiento de los crímenes, mandando se inutilicen por mano del verdugo, en la Plaza Mayor, los instrumentos destinados a ese objeto. El ejército al mando de San Martín solemnizó la toma de posesión de la ciudad de Lima con un auto de fe celebrado con los instrumentos de tortura de la Inquisición, en la Plaza misma de las ejecuciones a fuego. * Las misiones del Paraguay, inspiradas por el sentimiento religioso de los jesuitas, mantenidas aparte del resto de la colonización española, y educadas como en invernáculo por un sistema de educación social y comunista, se marchitaron y secaron cuando los vidrios se rompieron, y quedaron expuestas esas plantas a la atmósfera de este mundo sublunar. *
LA R['lIC ION Qué impresiones hn debido dejar en el alma del espcctador, para desdoro de nuestra pobre humanidad, complacido, ávido de ver sufrir en grande escala, como el pueblo romano el día en que algún triunfador arrastraba tras sí los reyes asiáticos, vencidos y encadenados a su carro, con sus mujeres e hijos que sabían iban a ser decapitados en seguida sin misericordia. Las ejecuciones de la Inquisición participaban del carácter de grandes fiestas y solemnidades religiosas, con todo el aparato de la justicia y con la presencia de todos los altos funcionarios, lo que les daba aterrante majestad. Haber presenciado un auto de fe, que se los economizaba para darse tiempo a reunir gran número de reos, y de todas las categorías, debía ser un acontecimiento notable en la vida, y proveer de pábulo a las hablillas populares poiaños ... Excusamos la descripción de los horrores del fuego, pues que no entran en nuestros propósitos. Bástanos estos horrores consentidos, aplaudidos, festejados por el pueblo, para hacer sentir los defectos de la vida pública, política de aquellos tiempos en que a título de religión, o de hacerle justicia a Dios o a Jesucristo, a sus santos, a la iglesia, en fin, se despojó al hombre real, en servicio tic abstracciones, de los derechos que había en otros casos adquirido y entregaba así voluntariamente. A este respecto, como en tantos otros, no hubo en realidad revolución en el Perú, siendo indiferentes a toda mejora moral, intelectual o religiosa las razas aimará y quichua, que hacen todavía el fondo de su población, indiferentes los mestizos, cuarterones y negros de Lima, las clases medias de los criollos, proveedores de coristas y clérigos y de dotes para monjas los ricos, hostiles a la revolución la grandeza y la nobleza titular de Lima, especie de Versailles colonial. Hubo imprenta en Lima apenas se hubo propagado en Europa, y sus prensas gemían dando a luz sermones, novenas, vidas de santos, carteles de tOlOS y décimas y endechas para perpetuar la vida de los salteadores célebres que ganaron la gloria mediante un escapulario. * Celebran los indios con grande devoción la fuga a Egipto del santo Patrón, y para solemnizarla, el santo, en lugar de andas, llevadas a hombros, ocupa ci centro de la procesión caballero en un borrico y llevando a María Santísima a las ancas figurada por una linda paisanilla que cuidará sin duda con disimulo que se tenga
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES derecho sobre sus estribos el santo de palo para no arrastrarla en su caída. La madre lleva el niño, también, obra, no de San José, como se sabe, sino de algún buen santero italiano. Precede a la procesión un crucifijo enorme de madera en la cruz, llevada por un indio solo, enarbolada a la altura del pecho, haciendo, como es natural, supremos esfuerzos para mantener en equilibrio mole tan desequilibrada. S.lo se presentan a tentar la gloriosa jornada jóvenes atletas que quieren con estos juegos olímpicos ganar fama imperecedera. La lucha terrible del porta-cruz hace el interés y' el drama de aquella jornada. Los ojos están fijos en el semblante encendido del indio, midiendo cada uno por el grado de inyección de las venas del cuello, por la hinchazón (le los músculos, de brazos y piernas, cuál es el grado de fuerza. ¡Cuánta aflicción revelan aquellos ojos brillantes y hundidos, cuánta energía aquella boca contraída y espumosa! ¡Qué gloria si llega a la nieta, sin necesidad de cambiarlo cuando se le ve extenuado! ¡Qué lástima si revienta una arteria y cae fulminado! El borrico es objeto de verdadero culto, como el buey Apis en Egipto o el elefante blanco en Siam. Vive del tesoro de la parroquia durante el año, y entra al mercado de legumbres, busca con la mirada las yerbas que más le placen; y la india vendedora se considerará dichosa y predestinada a la gloria si prefiere sus zapallos, sus choclos o sus lechugas para desayunarse. El cielo siempre nublado sobre Lima, cubierto con una gasa luminosa que no es nube ni se condensa en agua, ofrecía palio eterno para las pompas triunfales de sacramentos, santos y autos de fe. Ciudad antes sin industria, posada de empleados, sede arzobispal y patria de santos, como Santo 'Toribio, Santo Tomé y Santa Rosa, la ahogada de América, no tenía qué hacer con la Independencia, Porque nadie tenía para qué ser independiente y sí mucho que perder en serlo. La revolución penetró en las ideas, sin embargo, produciendo, por donde pecaba la colonia, un heresiarca, el Padre Vigil. Escribió muchos volúmenes sobre punto teológicos que a nadie apasionan, porque a nada conducen hoy, y un libro en que había reunido todos los testimonios de la iglesia católica contra la afirmación que los jesuitas habrán introducido furtivamente en el bendito ". . y la Purísima Concepción sin pecado original, amén". No tenía sin embargo, como el común de los teólogos modernos, incluso Lamennais, Renan y otros, el talento de la oportunidad. Cuando publicó el trabajo de su vida, precisamente por creerlo de la época, se reunió el último Concilio Luteranense que
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LA RELIGION ció los títulos de María a la divinidad, al mismo tiempo que a los Papas la infalibilidad, con lo que declaraba divino un cuerpo de mujer y divina una inteligencia de hombre. (Conflictos y armonías de las razas en A mérica.)
1A EXPOSICION INDUSTRIAL EN CORDOBA Había el autor de aquella descripción de la Córdoba de 1820 que hemos citado al principio, llegado a la cúspide del poder en su país, y tenía en sus manos proveer a las necesidades de las provincias, y corregir en cuanto fuese posible sus deficiencias, según había podido observarlas en su larga experiencia. Un proyecto de ley pidió al Congreso autorización y fondos para hacer una exposición de las industrias, designando como local la ciudad de Córdoba. Todos convenían n la utilidad de la exposición; pero a pocos les entraba en la cabeza aquella elección de una ciudad interior, sin industrias, sin comercio, sin las artes y artefactos siquiera indispensables para el decoro de la vida. Las exposiciones europeas habían sido hechas en Londres, en París, y han continuado después y se anuncian para en adelante en las capitales. Todo, pues, estaba contra la idea del presidente. El mismo sabía que pocas gentes se trasladarían de la costa o del interior a ciudad tan distante y desprovista de atractivo. El transporte de maquinaria era COStOSO. En Buenos Aires, la ciudad misma era una exposición. Ministros, opinión, extranjeros, expositores todos estaban en contra. El presidente se mostró sordo a estas consideraciones. Obedecía a una idea fija. Léase ahora lo que había escrito treinta años antes y se comprenderá su pensamiento. Llevar a Córdoba el espectáculo de la industria, de las artes, de la maquinaria para romper con la tradición del quietismo conventual; y al convento y la torre, oponerle ci Palacio Industrial con sus capillas y compartimientos, como el palacio de cristal de Londres ha derrotado, según se lo decía el ingeniero Moneta al doctor Vélez Sarsfield, a San Pedro de Roma. (La Escue1.' Ultrapampeana.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNJ)AMENTALF.S
MERCEDES Y GRACIAS Es antigua la idea de que cuando el rey recorre sus Estados, están sus cofres abiertos para distribuir dones y recompensas, y lleva las manos llenas de mercedes y de gracias para conceder a los que con justo título, las soliciten. El presidente de la República al pedir venia al Congreso para asistir a la apertura de la exposición industrial de Córdoba, solicitó fondos que le fueron acordados exiguamente; lo que no estorbó que respondiendo a la tradición, donase de ocho, dos mil fuertes para ayudar a erigir una escuela primaria en la ciudad. (No han sido empleados hasta hoy, ni ganan rédito). Al día siguiente de la llegada a Córdoba del presidente, se levantó con el sol y salió solo a buscar la casa en que paró siendo niño en 1820, no recoidando nombres propios, pero teniendo grabadas en la memoria ciertas señas que podía reconocer. No fue feliz en esta excursión, pero llamóle la atención una construcción de iglesia abandonada desde su origen, tras del convento de San Francisco; y como en San Juan había hecho, de una construcción de templo de San Clemente, la escuela que ho y se llama Sarmiento, creyó poder hacer lo mismo en Córdoba. Inquirió quién corriese con ello, y le designaron al canónigo Vélez, hermano del editor (le El Eco, de Córdoba, como síndico de la cofradía o de los bienes de aquel convento. Expúsole el caso, ofrecióle dos mil fuertes, pidiendo se cediese para escuela aquella construcción abandonada, etc. El canónigo se reservó contestar, y lo hizo a poco favorablemente, a condición de que el proponente firmase una declaración de que nunca habrá en aquella escuela un maestro protestante! ¡La enfermedad crónica cerebral! Contestó que, siendo la suya una donación como la que pedía del terreno en beneficio de Córdoba, el presidente no podía firmar obligaciones que negaban derechos acordados por la Constitución. Se abandonó toda negociación, no se fundó la escuela, no enseña en ella ningún protestante, y un pobre herrero hace resonar el martillo, enderezando barras de hierro. Aun los incidentes triviales de la vida debían tener relación con esta espina que lleva clavada al pie aquella ciudad. Ponía el presidente una hermosa tarde de verano el pie en el coche abierto
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LA RELIGION en que se proponía salir a paseo, cuando llega un extranjero, inglés o americano, que solicita hablarlo. Hácelo subir en el carruaje, a fin de que de camino le refiera su caso. Contóle entonces que al volver de una esquina se encontró de manos a boca con el sacerdote que llevaba en procesión el viático a los enfermos. Que mandándole hincarse se negó a ello, con lo que el padre lo empujó fuera de la vereda. Que entonces, y no pudiendo reprimir un instinto primo, había correspondido al ultraje con darle en el hombro un golpe con el paraguas. Debemos hacer la justicia al clero de decir que no se oyó rumor alguno de protesta o agravio, acaso por saberse, si es que se supo, que el presidente paseaba por las calles a su lado, al delincuente, pues nadie sabía la casualidad que había motivado el acto. Las peticiones de gracias no se hicieron esperar, y a poco se presentaron dos señoras, con una credencial de buena conducta, pidiendo al presidente de la República auxiliase a una de ellas con una dote para entrar de monja en un convento. ¡La Córdoba de 1820! Creemos que en ninguna otra ciudad se habría acudido al presidente para tal objeto. El funcionario público hizo comprender, en los términos más suaves, a la postulante que, como individuo, quedaría mal parado poniendo su nombre al pie de tales donaciones. Ofrecióle en cambio dote para casarse, donarle máquinas de coser, etc. Todo inútil. Dos días después recibe el presidente un billete en que una niña le cuenta su historia, reducida a ponderar, con justicia, los esfuerzos que ha hecho para educarse a sí misma, ser maestra de escuela ganar escasamente con qué vivir; pidiendo al presidente de la República, a fin de llenar la grande aspiración de su vida, una pequeña suma para entrar de sirvienta en un convento de monjas. El presidente la hace venir a su presencia. La encontró en efecto guapa, animosa y dotada de energía. Ofrecióle montarle una escuela modelo, y va había montado una espléndida en Buenos Aires, pues no le daría nada para su objeto. ¡Todo en vano! Era, decía, vocación, un llamamiento del cielo. El presidente creyó que, en efecto, las campanas oídas desde la infancia, las novelas iomanescas que la imaginación se hace o le hacen de la vida claustral, inocente, sin tentaciones mundanas, en contacto sólo con su Creador... ¡Ah!, era Pompe ya que no había sido enterrada, y vivía de las vestales de la Edad Media. Era Treguir, la patria de Renán, mil trescientos años después la misma
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES ciudad, nido de conventos, sorda a todo ruido exterior, sordera de que Renán mismo participaba. Al fin se presenta una comisión de gente del pueblo, artesanos en su porte, de edad avanzada y aspecto decente, solicitando y obteniendo una entrevista con el presidente. Antes de entrar en materia hacen valer, como hábiles diplomáticos, sus buenos lados personales. Son ambos antiguos cívicos de Córdoba que han servido a las órdenes del general Paz, tan reverenciado del presidente, y peleado con él por la libertad, sufriendo después de tomado el general las persecuciones de los bárbaros gobiernos que se sucedieron. El exordio prometía. Vamos al caso. El caso era que ellos y los socios que los mandaban pertenecían a la orden tercera del Rosario, a quien le habían, de tiempos atrás y antes de asegurada la Independencia, adjudicado para sus procesiones anuales, una virgencita chica (señalando el tamaño), mientras que la orden segunda tenía una imagen grande, siendo incompatible con la igualdad que aseguraba la Constitución a todos los ciudadanos aquella odiosa división de clases entre una y Otra orden, como lo mostraba la humillación de cargar en andas una imagen más pequeña. . . Es preciso ponerse en el caso del presidente, que caía del quinto cielo, de aquel simpático exordio; y cuando esperaba una petición digna de un pueblo en que tan costosas innovaciones acumulaba, oír estas quejas de sacristía, sin saber si reir a carcajadas y humillar más a aquellas buenas gentes, o estallar, como le venían ímpetus, en gritos de indignación contra la superstición que había a ese grado falseado el ideal de las aspiraciones humanas, reduciéndolo al tamaño de imágenes o figuras de madera, tras las cuales se mueve la muchedumbre estólida. Poniéndose de repente de pie el presidente, medio sofocado por la emoción, dijo al señor Avellaneda, que se hallaba presente: a usted, corno ministro de Culto, toca arreglar estas cuestiones de cofradías y de tamaño de vírgenes, retirándose a otra pieza a respirar, a pensar tristemente sobre aquella universal postración y entorpecimiento de las facultades creadoras, por el deseo o la esperanza que tiene el hombre como la mejor de sus dotes. La industria es un instrumento que se inventa para adquirir: es un deseo obrando por medio de máquinas, de ruedas, de canales de agua, para producir al fin la satisfacción de una aspiración, la riqueza, el bienestar, etc. Pero ¿a dónde va el entrar de monja, perdiendo y pidiendo dinero? A qué la imagen más grande, en lugar de la chica? ¿Qué satisfacción da este cambio? ¿Cuál es
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LA RLLIGION ci ideal del pueblo para que mujeres u hombres, individuos o asociaciones, todos piensen en lo mismo, cre y endo que el presidente se dará prisa a invertir fondos públicos o interponer su autoridad a fin de satisfacer estos extravíos de la imaginación o del interés personal? Nadie más se presentó pidiendo gracias, acaso por difundirse, lo que es presumible, la noticia de que el presidente no era buen cristiano, pues que ya se sabía que no había ido a los locutorios de los monasterios, como era de práctica, y para ello fue solicitado a pedir por cortesía monástica la bendición a las madres abadesas. Fue en cambio a visitar las culturas de riego introducidas sobre la sierra por un ingeniero Argüelles; inauguró, aunque en vano, un ferrocarril a la Calera para la exportación de una materia prima, y subió los Altos a dar la bienvenida al astrónomo Gould, que va enriquecía la ciencia con su Uranometría, digna de la medalla de oro que le ha sido discernida en Inglaterra, como al trabajo más adelantado y perfecto. Qué bellas cosas se dijeron tomados (le las manos aquellos dos obreros, que se habían conocido, sin tener trabajo para sus inteligencias antes, y se encontraban ahora en aptitud de hacer un poco de bien a la República! (La Escuela Ultrapampeana, 1883.) EL CONCORDATO (El Nacional, febrero 22 de 1883.) Creóse entonces una cátedra de teología, y se dio impulso a la reacción clerical que nos amenaza y que combatiremos, a fin de conservar al gobierno su carácter puramente civil, y al pueblo su libertad de adorar a Dios según los dictados de la conciencia, corno la garante la Constitución. Debemos prevenir a los ministros actuales, que el momento es poco adecuado para tales innovaciones, si no se toman las precauciones que aconseja el deseo del acierto. Trataríase de la provisión de los obispados en la República y parece es materia de concordato a los inquietos novadores, arreglar puntos que no requieren arreglo, puesto que hace tres siglos se proveen estas iglesias de un cierto modo y no hay razón nacida de algún hecho en 1883 que induzca a cambiar de modo, a no ser que se trate de encadenar al gobierno mismo y al Congreso, despojando al país de su soberanía.
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SARMIENTO - TEXTOS 1'LNi)A\1FNi ALES La América española ha gozado de un derecho propio eclesiástico, que siendo orgánico, debe conservarse incólume. Este derecho lo expuso el eminente jurisconsulto civil y canonista doctor don Dalmacio Vélez Sarsfield, y traicionaría a su país, quien pretendiera suplantarlo en la práctica por otro derecho eclesiástico, desconocido o nuevo. .La cuestión que suscitan los ultrairiontanos hoy, apo yados por la escuela teológica de Córdoba, y los irlandeses emigrados y las pretendidas asociaciones religiosas, de que habiendo cambiado de dominio la América con la Revolución de la Independencia, el rey de España se quedó con las antiguas regalías de estas iglesias; pero basta leer los tratados de reconocimiento de la Independencia, para ver que el traspaso de soberanía es absoluto, sin restricción ni reserva alguna. Sería curioso que la España se hubiese reservado una franquicia americana para usarla en España, pues que no era común a ambos dominios sino para anularla y dejarla perderse, o acaso para mejorar las pretensiones de la Curia romana a extender su influencia en las cosas internas y administrativas de los países que aún le reconocen autoridad. Como se trata de un derecho común a toda la América, la República Argentina no puede intentar modificar ese derecho eclesiástico, ni renunciar sus privilegios y prerrogativas sin consultarse con las otras fracciones de la Hispanoamérica, a fin de no dañarlas, creando antecedentes que les sean perjudiciales. [. . El gobierno de Chile está hace tiempo en contacto con la Curia romana, y no ha de decirse que tiene tendencias poco religiosas, pues es el país que ha promovido incautamente los intereses eclesiásticos, más que ninguno otro. Ha sucedido sin embargo, que al ir a proveer a una sede chilena, según el antiguo derecho eclesiástico americano, reconocido y practicado con Chile por todos los Papas hasta Pío IX, la Curia ha demorado preveer al arzobispado de Santiago de Chile y cuando ha sido requerida por el gobierno chileno, se ha producido una insólita tramitación, creándose una comisión inquisitorial, sin precedente en la Curia misma, que aconsejó mandar a Cb:le un delegado de la Curia a inquirir secretamente, lo que les place inquirir, sin respeto a los derecho:, del gobierno s' la soberanía de aquel país. El delegado vino en efecto a Chile, residió ocho meses, y ha vuelto acaso avanzándole sus pasaportes el gobierno chileno, y de-
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LA RELIGION jando una revolución obrada por sus instigaciones en el clero chileno, factor de toda pretensión ultramontana, como que disminuye la autoridad del gobierno civil. Nuestro gobierno debe ponerse al habla con el de Chile, e informarse de lo ocurrido. Debe además, tratándose de los mismas derechos, unirse a aquel gobierno a fin de reunir sus esfuerzos, y no confiar a un solo hombre como el doctor Viso, la gestión de asuntos tan graves, en corte célebre por las intrigas, y en oficinas tan duchas como son las de la Curia romana para arrancar ventajas, extender la influencia, y embarazar la marcha de los gobiernos civiles, a título de la humildad del Pescador que representaron regorio VII y Julio II, etc., y tantos de sus sucesores. En Chile el clero es numeroso, generalmente ilustrado y rico, gracias a la política de don Manuel i\lontt, errada en este punto, como lo ex p erimentó él mismo cuando fue excomulgado como presidente y excomulgada la suprema corte y el congreso por el que él mismo nombró arzobispo. El presidente, no obstante la red de intrigas y de empeños que lo rodea, nombra al padre Esquiú, arzobispo, según el derecho americano. El padre Esquiú había pronunciado un pobre sermón, en que en la hora oportuna reconocía la Constitución de 1853 y recomendaba desde la cátedra su obediencia. El obispo Aneiros, por el contrario, había enseñado públicamente que no había patronato civil sobre las iglesias. El gobierno nombró a Fsquiú. La cábala acudió al nuncio y a Roma denunciando liberal, liberalote, a Esquió, ¡al infeliz Esquiú! - y Esquiú renunció la sede archiepiscopal, sirviendo de tema su humildad, para composiciones retóricas al paladar de la sacristía; pero como la humildad del padre Esquiú, a fuerza de usarla se acaba, después que su rival estuvo en posesión del puesto, aceptó humildemente otro obispado, lo que deja suponer que no fue tan espontánea la renuncia del primero. (La Escuela Ultrapampeana.)
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SARMIENTO - II X 1 OS 1IU\DA \1L \ ALI 5
DISPAROS AL )RE Reinontarémonos a los orígenes de la restauración católica, buscando más nobles fk tiras para caracterizar esta falsa oratoria de relumbrones espejuelos, que reclaman la esterilidad del asunto; bien así como, después de los grandes días del foro romano, se creó la retórica, para ejercitar la mente a las agudezas argucias de un alegato sin telita ni asunto posible. CHAl A1. BRIAND. Puede ser que ningún diputado ha a leído las obras del atleta del catolicismo, no por ser poco erudito, sino porque nadie lee hoa Chatcaubriand, ni como literato ni corno apologista. Son bombitas de jabón, la ma or parte de sus artículos oratorios. Brillaron, encantaron un momento, se disiparon al viento, sin necesidad de soplarlas. Chateaubriand fue ci restaurador del catolicismo en Francia, acompañando al concordato que restableció el culto, con el Genio del Cristianismo, y quedándose al fin clásico liberal él, no obstante sus viajes a Jerusalén, sus bellas frases y sus libros, como Constantino, que prcclamó el cristianismo por razón de Estado, quedándose pagano. Por eso, ni Constantino que lo fundó, ni Chatcaubriand que lo restauró, han sido beatificados. La Francia a principios de este siglo no conocía del cristianismo sino el nombre, y era preciso hacérselo aceptable. En Inglaterra, Paley publicaba Evidencia del Cristianismo, fundada en la historia y la lógica para almas creyentes. En Francia Chateaubriand daba tras el concordato, que restablecía las ceremonias del culto católico, el Genio del Cristianismo, para literatos clásicos e incrédulos, comparando SUS hellczas las sublimidades del Génesis con la Ilíada de Honiero. FI efecto fue inmenso, hasta por el estilo iecherché en país harto de proclamas y de decretos, de la tumultuaria literatura republicana. En 1814, tras de la derrota de los ejércitos y el desastre de la Beresina, publicó Los A hártires, que respondía al heroísmo desgraciado del Ejército Grande, N, a cien mil viudas o madres desoladas. Antes de su muerte, empero, el poeta, ci restaurador, el literato de la frase pulida a buril, sintió la reacción que se operaba en los ánimos. Murió descreído. Sus libros no se leían va, como no se leen ahora. Sus argumentos son celadas tendidas al incauto, sus frases
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LA RELIGION de poudre aux yeux para fascinar o enceguecer. Cuando se oía un concepto sorprendente por la forma que viene revestido a guisa de confite, con una capa de frases sonoras, se buscaban, como en las suertes de M. Hermann, y se encontraba fácilmente el artificio. ¡No creía! Monarquista y, de raza, poeta más que filósofo, ambicioso de fama y de poder más que monarquista ni católico, pero dotado de un inmenso talento y de grande penetración, entrevió al fin de su vida los nuevos horizontes del porvenir y la influencia de la prensa que traía la igualdad; y como no podía abjurar la obra entera de la vida, en sus confesiones póstumas, dirigió al catolicismo que quiso restaurar, su condenación, declarándolo muerto en donde había brillado sin interrupción diez siglos: "Los países - dijo menos preparados para las instituciones liberales, la Espada y el Portugal, son solicitados por 11ovimicntos constitucionales. En esos países las ideas van más adelante que los hombres. La Francia y la Inglaterra, como dos enormes catapultas, demuelen a golpes redoblados la antigua sociedad". [1 PADRE LAMENNAIS es el creador del ultramontanismo. Ahí está el "Porvenir", periódico en que estableció la doctrina de que el Papa es el jefe de la cristiandad, el defensor del pueblo, el rey demócrata y el poder encargado en la tierra de mantener la unión entre los príncipes cristianos latinos, contra las potestades civiles. Habíalo tomado tan a pecho el padre Lamennais, que fue a Roma a exponer su doctrina y pedir al jefe de la Iglesia aceptase el imperio terrestre que le estaba preparado. Todo era a condición de defender la libertad de los pueblos contra los tiranos que los oprimían. Fue aquélla una de las ilusiones a que están expuestos los grandes espíritus. Colón quiere en vano hacer comprender a los reyes y sabios de seis naciones que, puesto que la tierra era redonda, se podía pasar por abajo, para ir a la India. ¡Es preciso no insultar a la humanidad diciendo que la reina Isabel lo comprendió mejor! La imaginación se largó por esos mundos a soñar en diamantes, oro, flores, ropas, seda, brocados como los que venían de Oriente, y se descubrió el nuevo mundo. Era muy ignorante, pero era mujer. Lamennais estuvo en Roma seis meses sin obtener una audiencia que se concede hasta a la mulata que fue de aquí y habló largamente con Pío IX. Hubiera sido lo mismo. Hubiera visto un anciano sacerdote italiano, ignorando que tal movimiento neocatólico se operase en Francia, y sobre todo mal informado y prevenido por su círculo, contra el visionario abate.
SR\1!FN ro - IIXI'OS 1L'I)A\1ENJAL[S Todos hemos leído Les affaires de Rome, en que indignado el padre, da contra aquella ruda e ignorante cancillería italiana, y tirando los hábitos a las ortigas, se separó de la Iglesia. Esto es lo que decimos: tiró el diablo la manta N , día los ultramontanos hablan con horror o desprecio del padre Lamennais. Se olvidan que es el creador de la Secta, y que era uno de los más grandes ingenios del catolicismo. Quena que la Iglesia se reconciliase con la civilización y las libertades modernas, y seguro, como lo mostró en "el A venir", ningún obstáculo oponen ni a las ciencias ni a la libertad los dogmas cristianos. El obstáculo estuvo en las viejas ideas de frailes viejos italianos. El ultramontanismo era incapaz de comprender la situación nueva creada por la revolución francesa. EL CONDE M0NTALEMBERT. Afiliado a la escuela, y con más robusta fe en la Iglesia liberal que Lamennais o el padre Lacordaire, siguió en la Asamblea Nacional, sosteniendo el catolicismo en todas las cuestiones políticas, pero siempre el catolicismo liberal que ellos se habían forjado, de manera que el conde de Montalcmbert defendía en la Cámara a un mismo tiempo la libertad y la Iglesia o los intereses del papado, lo que no siempre era lo mismo. La seducción de Montalcmbert nos alcanzó a nosotros mismos, pues don Félix Frías se apoyaba en su grande y noble autoridad para ser republicano y ultramontano a la vez, hasta que la edad endureció su cerebro para no ver los cambios que se venían obrando. El conde Montalembert murió desencantado abandonando el último, pero abandonándola al fin, la ilusión de querer conciliar la libertad. El Syllabus era un bofetón a su palabra en la Asamblea; como fue para Lamennais en su viaje a Roma ver y palpar lo que era el ultramontanismo detrás de los montes. RENÁN. Es el último padre de la Iglesia católica. Digan lo que quieran, su separación es la obra de la estupidez de los retrógrados ultramontanos. Rermán es la lucha inútil de Lamennais, Lacordaire, Fray Jacinto y tantos católicos ilustres, Vigil de Lima entre ellos, que han sucumbido ante el materialismo de la jerarquía, convertida en partido político. Era el neófito que se está preparando en el altar mismo con el estudio, con los padres más eruditos de Europa, los sulpicianos. Pero el espectro que ha enloquecido a Lamennais y al padre Jacinto, la terquedad que ha desencantado con sus negaciones a Alontalcmbert y Lacordaire, se presenta ante un nuevo Teseo, a
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LA. RELIGION
quien no arredran ni paran esfinges. Fraile como Lutero, hebraísta como Suinglio, moral como Melanchton, interroga a sus maestros en sus dudas y le contestan: que se "apure a recibir las órdenes". ¿Sentían que aquella robusta- inteligencia se les escapaba? Ahí está Renán, la obra del ultramontanismo, estrecho, ignorante, porfiado. Va a alejar de la Iglesia católica a la gente sabia. Quedaréis de paganismo para aldeas. El ex fraile sulpiciano Renán, revive quince siglos después la doctrina del obispo Arrio que siguió el Oriente, la Grecia, y recibieron los bárbaros del norte, y que mantenía la humanidad de Cristo. (La Escuela Ultrapam peona.)
LAS MANIFESTACIONES (Julio 25 de 1883.)
Cuando el jocen estudiante Leverrier había va mostrado su extraordinaria aptitud para el cálculo matemático, pidió consejo a Arago sobre la carrera que abrazaría. El célebre astrónomo y más que astrónomo óptico, le dijo que poco o nada quedaba que cosechar en los campos celestes, pues ya estaba todo estudiado. Puede, sin embargo, le (lijo, un planeta hipotético que explique las causas inexplicables de las aberraciones de Saturno. Leverrier con la revisión de los cálculos de esas aberraciones, y la teoría empírica de Kepler sobre las distancias armónicas de los planetas del doble más un quebrado, descubrió el planeta Neptuno. El joven Goyena ha querido imitarlo, pero en lugar de consultar a un astrónomo o un hombre del siglo sobre el mejor uso que hubiera de hacer del talento que sentía rebullirse en su cerebro, consultó al padre Magendie, que le indicó el restablecimiento de las misiones jesuíticas en América, como el gran desiderátum de las ciencias religiosas modernas. Las misiones son como la Luna, un planeta muerto que anda dándose tumbos en los espacios de la historia humana. Alumbra de noche, imperfectamente. Desde que nuestro lord mayor inaugure el alumbrado eléctrico, hemos de revocar el decreto de creación de aquel luminar, diciendo: "Queda sin efecto el alumbrado intermitente a Lunas, por ineficaz, aun para los viandantes, desde que toda la tierra esté surcada por ferrocarriles". El joven Goycna ha tenido tal fe en su misión y en sus fuerzas que hace alarde de no leer libro alguno de los sabios modernos,
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAIENTALES Darwin, Renán, Huxlev, Spcncer, Draper. y todos los pensadores, por ser libres, corno si se pudiera pensar no pensando. Qué hace Goyena y los de su escuela? Repensar, es decir, re-petir lo mismo que re-pitieron su madre, su abuela y su nodriza o re-cibieron en materia de re-ligo (vuelvo a atar). Esto re quiere la re-consideración de la historia para obrar la re-acción. El senador Avellaneda había ya señalado el camino que recorrió Goyena en su famoso discurso, Con invocación del Paracleto. (La Escuela Ultra pampeana.) LA ROMERIA A LUJAN (El Nacional, ma y o 16 de 1883.) Mil quinientas personas, dice la fama, fueron el domingo en romería a visitar el santuario de Luján, donde en tiempo de entonces la devota imagen de la virgen que dio nombre a la ciudad, hacía milagros, de que dan fe las imitaciones de piernas o brazos de plata, según que fueron reumatismo, fracturas o parálisis, enfermedades curadas por su intercesión. No es tanto su poder, sin embargo, que pueda hacer competencia a nuestra señora de Lourdes, que tiene más frescos títulos, y viene apoyada con el prestigio de la Iglesia militante. Digan lo que quieran, ninguna de las damas de las cofradías y beatas que componían el estado mayor de la peregrinación, se apasiona por la de Luján, mientras qué la de Lourdes es reina y soberana de los corazones. Escribimos estas ideas sin espíritu ninguno de crítica, por más que reputamos fruta madura en invernáculo, estas excitaciones religiosas, con programa, citaciones, ferrocarril gratis, y a más del rosario y el libro de devociones, la elegante valijita con provisiones de boca, confituras, etc. Hace diez años o menos que S. S. Ilma., emprendió la primera romería; pero hace el mismo tiempo que se resucitaron iguales prácticas de otros tiempos ya olvidadas en Bélgica y Francia, hasta terminar en esta última, en la virgen de Lourdes y sus aguas benditas que se exportan a todos los países católicos del mundo. Para ponernos a cubierto de las tergiversaciones que la milicia de la escuela de Veuillot puede prepararnos, recordaremos que mientras mil quinientas personas iban a Luján en cómodos trenes a darse el placer de sentirse excitadas por el sentimiento religioso,
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LA RELTGJON cien mil cristianos están a punto de perecer de hanibre en La Rioja, Catamarca y Valle Fértil, sin que a uno solo de los inspiradores, de esas excursiones les haya ocurrido modirectores s" ver el sentimiento de caridad del cristiano para socorrer a los afligidos. En el Rosario ya se han reunido personas para llenar aquel santo deber. Seguiránlos en Buenos Aires, los que antes socorrieron a los incendiados en Chicago, a los inundados en Murcia de España, en el Véneto de Italia, y donde quiera que la humanidad sufre, con escasísimos auxilios de los que hacen y aconsejan peregrinaciones, los cuales no oyen por esa oreja, como dicen los franceses. Invitamos desde ahora a los devotos de Lu j án a poner mil quinientas firmas al pie de oblaciones, para los que sufren en La Rioja y Catamarca que aunque menos sean, siempre serán más que el óbolo de la viuda. Recordarémoslcs para ello, hechos históricos que muestran por donde se manifiesta el tan recomendado amor al prójimo. Cuando se trató a los desgraciados de Mendoza, la comisión laica reunió más de cuarenta mil fuertes; mientras San Vicente de Paúl aun con el estímulo de don Félix Frías y la bendición episcopal, no reunió dos mil, y algunas ropas de uso. Cuando en la guerra de los Estados Unidos se asociaron las damas para auxiliar a los heridos y aun asistirlos personalmente, se notó que las sociedades religiosas, en el país más religioso del mundo, contribuyeron y ayudaron con la mitad menos que las sociedades puramente laicas. • • ¿Qué iban tantas gentes .v con tanto fervor, buscando a Luján? Sería curioso proponerles esta adivinanza, y ni los más ladinos dieron con el busilis. ¿Danse por vencidos? Acercáronse a Jesús unos fariseos diciéndole: haced alguna manifestación de vuestra misión, para que creamos que sois profeta. El Deuteronomio trae indicados los signos por los cuales deben ser reconocidos los profetas, hacer anclar a los paralíticos, dar vista a los ciegos, etc. Eso va buscando el buen cristiano a Lourdes, a Luján, algún signo que muestre a los indiferentes, a los incrédulos, a los impíos, que ha y en efecto ci poder de hacer milagros en ciertas imágenes y localidades, va que a los hombres se les ha negado, en estos tiempos de química, de física, de teléfono. Quéjanse de la incredulidad predominante, como si fuera acto de voluntad y no estado de la mente, la facultad de creer en lo maravilloso. Anuncian los diarios que se preparan en Inglaterra a
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDA\IENTATES acusar por blasfemo a Huxlev, el sabio naturalista que ha clasificado homogéneos el embrión del hombre y del perro; a Faraday y a dos o tres físicos más. No son católicos los que tal intentan, sino fervorosos anglicanos, enemigos de los papaistas, pero que son cristianos y se alarman con razón, de lo que llaman las audacias de la ciencia, como antes los católicos se armaban contra el filoofismo del siglo dieciocho. (La Escuela Ult)-apampeana.) * Estrada tiene las llaves del cielo, para condenar a los que no piensan corno Estrada cree que piensa, lo cual es una ilusión óptica, puesto que piensa corno sus padres, pensamiento vegetal, heredado. (Sarmiento A necdótico.) * La áltima recomendación a su hija: Y o les he respetado sus creencias sin violentarlas jamás. Devuélvanme ahora ese respeto. Que no haya sacerdotes junto a mi lecho de muerte. No quiero que una debilidad pueda comprometer la integridad de mi vida. * Ningún presidente de ideas liberales fue tan tolerante en materia religiosa, y se halla entre los papeles de Sarmiento un oficio del arzobispo Aneiros, una vez terminado su mandato, agradeciéndole el respeto que había sabido observar con la Iglesia y el haber apartado todo conflicto. Mantenía firmes, empero, las prerrogativas del poder civil si veía algún avance de las autoridades eclesiásticas. Las catedrales de América son declaradas por bulas pontificias propiedad de la corona de Espaía y pertenecen hoy a la República por transmisión de soberanía. Andando ci tiempo se le ocurrió al jefe de policía Cazón poner en relieves dorados las armas pontificias en la catedral de Buenos Aires y todo el mundo las halló muy bonitas sin acordarse que no es ése su lugar. Un 25 de mayo izaron sobre el tímpano de la catedral la bandera de los Estados Pontificios. El presidente se ponía ya en marcha para asistir al Tedeum, cuando apercibió una insignia. Mandó un edecán a averiguar el caso y rogar a S. S. Ilustrísima quisiera arriar la bandera de una soberanía extraña. Contestaron con el non roffl
LA RFLIGION possumus consabido. El presidente mandó al edecán con soldados de su escolta a intimar la orden, y si no era obedecida, orden de ejecutarla manu militan, con el agregado que si se llegaba a esa extremidad, nunca más iría el presidente a la catedral. (Sarmiento A necd(jtico.) * 1876. Ibamos por la acera de la calle San Martín, y viendo venir al arzobispo Aneiros, le cedió Sarmiento la derecha que llevaba; el prelado bajó a la calle y tomándole del brazo el ex presidente, lo violentó suavemente hasta colocarlo en la vereda, diciéndole: -No olvide, S. S. Ilustrísima que es un príncipe tic la Iglesia, y yo un simple particular. —Para mí S. E. es siempre ci presidente de la República. —Eso no. Le prevengJ que siendo presidente ni al Papi. . . (Sanmiel/ro A necdótico.)
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VI TIPOS, CARACTERES Y USOS
LOS MINEROS (Nacional, 14 de abril de 1841.) Hay en el seno de las sociedades americanas una clase excepcional de hombres con un traje, ocupaciones, ideas y costumbres peculiares. Las leyes que los rigen forman un código aparte, y su Contacto COfl la sociedad ordinaria es menos frecuente que el del marinero, que baja a tierra en los intervalos de reposo que median entre las diversas expediciones de su bajel. El minero reside en medio de los áridos riscos que ocultan los veneros metálicos, por lo común a distancias muy largas de toda habitación humana, rodeado de una naturaleza salvaje y adusta, en las soledades de los cerros, cuyo silencio sólo interrumpen los prolongados y mil veces repetidos ecos que responden al estampido trémulo del tiro, con que se hace volar los peñascos, y que en las hondas y tortuosas excavaciones de las minas, toma un sonido más pavoroso que el del cañón que se oye detonar a la distancia. Privado de todos los goces de la vida de las poblaciones, sumido en las entrañas de la tierra, luchando con la naturaleza, marchando sobre abismos, donde a cada paso puede sepultarse, familiarizado por el peligro que le asedia a toda hora, y lejos del contacto de la mujer, que suaviza las penas de la vida, el carácter del minero participa de la naturaleza dura y sombría que le rodea, su corazón se niega y se cierra a toda emoción tierna, sus pasiones toman un tinte más fuerte, y su alma se embrutece y pierde toda su elasticidad. Sus ideas en moral no son menos extrañas y singulares; y nada es más cierto, por más que ello parezca exagerado, que no tiene conciencia del robo, de que lejos de avergonzarse, se vanagloria allá entre sus compañeros, y aun ante sus patrones mismos, con tal que esté seguro de la impunidad. El robo de los metales pre-
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES ciosos, cualquiera que sea su cantidad y su valor, es reputado como una regalía, y como un gaje de su profesión. Familiarizado con ]a vista de los tesoros que explota para enriquecer con ellos a otro más afortunado, a quien sólo le cuestan diligencias judiciales de un pedimento, y quien acaso ayer fue su compañero de trabajo, no se hace escrúpulo de participar con el convencional propietario de los bienes que la naturaleza prodiga a ciegas, y que sólo a él le cuestan sudores y fatigas. Con un trabajo físico que sin exageración sobrepasa todo otro esfuerzo humano, contando siempre con su sueldo y sus gajes eventuales, y sin ninguno de los goces de la sociedad, necesita de conmociones fuetcs para gustar la existencia, y el juego es por este principio su diversión favorita. Si por fortuna baja a las ciudades a recibir el precio de un futuro año de privaciones y trabajo, la embriaguez, las prodigalidades garbosas, y las debilidades compradas del sexo, le dejan en dos días exhausto de goces y de medios, encaminándose de nuevo a su faena, a someterse a la dureza del género de vida que allí se sobrelleva; pero dulcifica por algún tiempo el recuerdo del brillante y momentáneo paréntesis que le ha precedido, y que hace un contraste tan fuerte con la monotonía normal de su existencia. Sus veladas las pasa reunido a sus compañeros en torno del fogón, que sirve de lumbre, refiriendo o escuchando historias tristes de asesinatos, en que no pocas veces se ha Visto implicado, o bien deleitándose con los recuerdos de las orgías, en que se ha hartado de goces y de vino; porque todo aquello que en la sociedad es reputado criminal y deshonroso, se presenta a los ojos del minero con un ropaje menos repulsivo. Carece de religión, y de ella no comprende sino muy vagamente algunas verdades muy triviales, pero intermezciadas con las supersticiones más absurdas y más groseras. Repetidas veces se ve al apir que avienta el trigo con que condimenta el alimento de que se mantienen los mineros, llamar al viento con un especial silbido, triste y misterioso; mirar en torno suyo, como si buscase un ente visible, repetir sus silbos, aguardar un momento, y continuar la tarea cuando se imagina que el aire obedece a su llamado. Más viva fe que en Dios mismo, tiene en la aparición de las almas, que suelen, en medio del silencio profundo de la noche, hacer rodar los desmontes, o dar el hondo y seco quejido con que el apis acompaña la descarga del capacho; y no hay un viejo minero que muchas veces en su vida no ha ya visto asomarse a la boca de una mina antigua, el fantasma de algún barretero que arroja afuera
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TIPOS, CARACTERES Y USOS
su herramienta, haciendo resonar los inmediatos cerros con el sonido plañidero de los hierros, y cuyos huesos se encuentran después en el fondo de una labor aterrada, por el desplomamiento del cerro que apretó al infeliz trabajador. Con traje y habitudes especiales, tiene un fuerte espíritu de cuerpo que le adhiere tenazmente a sus usos y a sus compañeros, por quienes está siempre dispuesto a tomar parte, siendo rarísimo que alguno de ellos sea infiel a las doctrinas de su corporación, vendiendo un robo, o denunciando un complot criminal. Con una vida e ideas semejantes, el minero es un ser indomable, corrompido por principios y por hábito, no conociendo de la sociedad sino lo que tiene de más degradante e innoble. Disimulado, por necesidad de encubrir sus diarias rapiñas, vengativo por la dureza de su carácter, no reconoce freno que contenga sus pasiones, una vez que las contradicciones del juego, la borrachera o la necesidad las irritan; y a cada momento está dispuesto a sublevarse contra todo obstáculo, seguro de encontrar solícito y cordial apoyo en sus compañeros. • . La causa de los males que se experimentan, y de los más trágicos y alarmantes que pueden sobrevenir aún, viene de la profunda y sistemada inmoralidad de los mineros, de sus pasiones, agriadas por la dureza de la vida que llevan, del embrutecimiento que produce un trabajo penoso y sin mezcla de aquellos goces en que toma parte el corazón, y del cinismo que engendra el aislamiento, y la carencia de otros testigos de sus acciones que los mismos que las aprueban, porque están dispuestos y preparados para repetirlas. (Obras: Tomo 1.)
EL CAPATAZ DE CARRETAS Muchos filósofos han creído también que las llanuras preparaban las vías al despotismo, del mismo modo que las montañas prestaban asidero a las resistencias de la libertad. Esta llanura sin límites que desde Salta a Buenos Aires, y de allí a Mendoza, por una distancia de más de setecientas leguas permite rodar enormes y pesadas carretas sin encontrar obstáculo alguno, por caminos en que la mano del hombre apenas ha necesitado cortar algunos árboles y matorrales, esta llanura constitu y e uno de los rasgos más
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES notables de la fisonomía interior de la República. Para preparar vías de comunicación basta sólo el esfuerzo del individuo y los resultados de la naturaleza bruta; si el arte quisilera prestarle su auxilio, si las fuerzas de la sociedad intentaran suplir la debilidad del individuo, las dimensiones colosales de la obra arredrarían a los más emprendedores, y la incapacidad del esfuerzo lo haría inoportuno. Así, en materia de caminos, la naturaleza salvaje dará la lev por mucho tiempo y la acción de la civilización permanecerá débil e ineficaz. Esta extensión de las llanuras imprime, por otra parte, a la vida del interior cierta tintura asiática que no deja de ser bien pronunciada. • alguna analogía encuentra el espíritu entre la pampa y las llanuras que median entre el Tigris y el Eufrates; algún parentesco en la tropa de carretas solitaria que cruza nuestras soledades para llegar, al fin de una marcha de meses a Buenos Aires, y la caravana (le camellos que se dirige hacia Bagdad o Esmirna. Nuestras carretas viajeras son una especie de escuadra de pequeños bajeles, cuya gente tiene costumbres, idiomas y vestidos peculiares que la distinguen de los otros habitantes, como el marino se distingue de los hombres de tierra. Es el capataz un caudillo, como en Asia el jefe de la caravana; necesítase para este destino una voluntad de hierro, un carácter arrojado hasta la temeridad, para contener la audacia y turbulencia de los filibusteros de tierra, que ha de gobernar y dominar él solo en el desamparo del desierto. A la menor señal de insubordinación, el capataz enorbola su chicote de fierro y descarga sobre el insolente golpes que causan contusiones y heridas; si la resistencia se prolonga, antes de apelar a las pistolas, cuyo auxilio por lo general desdeña, salta del caballo con el formidable cuchillo en mano y reivindica bien pronto su autoridad por la superior destreza con que sabe manejarlo. El que muere en estas ejecuciones del capataz no deja derecho a nin gún reclamo, consider;mndose leítima la autoridad que lo ha asesinado. Así es como en la vida argentina empieza a establecerse por estas peculiaridades el predominio de la fuerza brutal, la preponderancia del más fuerte, la autoridad sin límites y sin responsabilidades de los que mandan, la justicia adlTlinistrada sin formas y sin debate. La tropa de carretas lleva además armamento, un fusil o dos por carreta, y a veces un caoncito giratorio en la que va a la delantera. Si los bárbaros la asaltan, forman un círculo atando unas carretas con otras, y casi siempre resisten victoriosamente a las codicias d los salvajes ávidos de sangre y de pillaje. La arrea de niulas cae con frecuencia inde-
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TIPOS, CARACI [RES V USOS
fensa en las manos de estos beduinos americanos, y rara vez los troperos escapan de ser degollados. En estos largos viajes el proletario argentino adquicre el hábito de vivir lejos de la sociedad y de luchar individualmente con la naturaleza, endurecido en las privaciones, y sin contar con otros recursos que su capacidad y mafia personal para precaverse de todos los riesgos que le cercan de con-
tinuo. (Facundo.) UN SERRANO DE SAN LUIS Hallábanie en 1838 en la sierra de San Luis, en casa de un estanciero cuyas dos ocupaciones favoritas eran rezar y jugar. Había edificado una capilla en la que los domingos por la tarde rezaba él mismo el rosario, para suplir al sacerdote y el oficio divino de que por años había carecido. Era aquél un cuadro homérico: el sol llegaba al ocaso; las majadas que volvían al redil hendían el aire con sus confusos balidos; el dueño de la casa, hombre de sesenta años, de una fisonomía noble, en que la raza europea pura se ostentaba en la blancura del cutis, los ojos azulados, la frente espaciosa y despejada, hacía coro, a que contestaban una docena de mujeres y algunos mocetones, cuyos caballos, no bien domados aún, estaban amarrados cerca de la puerta de la capilla. Concuido el rosario, hizo un fervoroso ofrecimiento. Jamás he oído voz más llena de unción, fervor más puro, fe más firme, ni oración más bella, más adecuada a las circunstancias, que la que recitó. Pedía en ella a Dios lluvia para los campos, fecundidad para los ganados, paz para la República, seguridad para los caminantes. Yo no soy muy propenso a llorar, y aquella vez lloré hasta sollozar, porque el sentimiento religioso se había despertado en mi alma con exaltación y como una sensación desconocida, porque nunca he visto escena más reli giosa; creía estar en los tiempos de Abraham, en su presencia, en la de Dios y de la naturaleza que lo revela; la voz de aquel hombre candoroso e inocente me hacía vibrar todas las fibras y me penetraba hasta la médula de los huesos. (Facundo.)
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SARMIENTO - ILIXFOS FU\I)AdENTALES
LOS GAUCHOS A falta de todos los medios de civilización y de progreso, que no pueden desenvolverse sirio a condición de itie los hombres estén reunidos en sociedades numerosas, ved la educación del hombre en el campo. Las mujeres guardan la casa, preparan la comida, trasquilan las ovejas, ordeñan las vacas, fabrican los quesos y tejen las groseras telas de que se visten; todas las ocupaciones domésticas, todas las industrias caseras las ejerce la mujer; sobre ella pesa casi todo el trabajo, y gracias si algunos hombres se dedican a cultivar un poco de maíz para el alimento de la familia, pues el pan es inusitado como manutención ordinaria. Los niños ejercitan sus fuerzas y se adiestran por placer en el manejo del lazo y las bolas, con que molestan y persiguen sin descanso a las terneras y cabras; cuando son jinetes, y esto sucede luego de aprender a caminar, sirven a caballo en algunos quehaceres; mds tarde y cuando Y a son fuertes, recorren los campos ca y endo y levantando, rodando a designio en las vizcachcras, salvando precipicios y adiestrándose en el manejo del caballo; cuando la pubertad asoma, se consagran a domar potros salvajes, y la muerte es el castigo menor que les aguarda si un momento les faltan las fuerzas o el coraje. Con la juventud primera viene la completa independencia y la desocupación. Aquí principia la vida pública, diré, del gaucho, pues que su educación está ya terminada. Es preciso ver a estos españoles, por el idioma únicamente y por las confusas nociones religiosas que conservan, para saber apreciar los caracteres incloniitos y altivos que nacen de esta lucha del hombre aislado con la naturaleza salvaje, del racional con el bruto; es preciso ver estas caras das (le barbas, estos semblantes graves y serios como los de los árabes asiáticos, para juzgar (lel compasivo desdén que les inspira la vista del hombre sedentario de las ciudades, que puede haber leído muchos libros, pero que no sabe aterrar un toro bravío y darle muerte, que no sabrá proveerse de caballo a campo abierto, a pie y sin ci auxilio de nadie, que nunca ha parado un tigre, recibídolo con el puñal en la mano y el poncho envuelto en la otra para metérselo en la boca mientras le traspasa el corazón y lo deja tendido a sus pies. Este hábito de triunfar de las resistencias, de mostrarse siempre superior a la naturaleza, de desafiarla y vencerla, desenvuelve prodigiosamente el sentimiento de la ¡ni-
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TIPOS, CARACTERES Y USOS
portancia individual y de la superioridad. Los argentinos, de cualquier clase que sean, civilizados o ignorantes, tienen una alta conciencia de su valor como nación; todos los demás pueblos americanos les echan en cara esta vanidad, y se muestran ofendidos de su presunción y arrogancia. Creo que el cargo no es del todo infundado, y no me pesa de ello. Ay, del pueblo que no tiene fe en sí mismo! ¡Para ése no se han hecho las grandes cosas! ¡Cuánto no habrá podido contribuir a la independencia de una parte de la América la arrogancia de estos gauchos argentinos que nada han visto bajo el sol mejor que ellos, ni el hombre sabio, ni el poderoso! El europeo es para ellos el último de todos, porque no resiste a un par de corcovos del caballo 1 Si el origen de esta vanidad nacional en las clases inferiores es mezquino, no son por eso menos nobles las consecuencias, como no es menos pura el agua de un río porque nazca de vertientes cenagosas e infectas. Es implacable el odio que les inspiran los hombres cultos, e invencible su disgusto por sus vestidos, usos y maneras. De esta pasta están amasados los soldados argentinos, y es fácil imaginarse lo que hábitos de este género pueden dar en valor y sufrimiento para la guerra; añádase que desde la infancia están habituados a matar las reses, y que este acto de crueldad necesaria los familiariza con el derramamiento de sangre, y endurece su corazón contra los gemidos de las víctimas. La vida del campo, pues, ha desenvuelto en el gaucho las facultades físicas, sin ninguna de las de la inteligencia. Su carácter moral se resiente de su hábito de triunfar de los obstáculos y del poder de la naturaleza, es fuerte, altivo, enérgico. Sin ninguna instrucción, sin necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia, como sin necesidades, es feliz en medio de su pobreza y de sus privaciones, que no son tales para el que nunca conoció mejores goces ni extendió más altos sus deseos; de manera que si esta disolución de la sociedad radica hondamente en la barbarie por la imposibilidad y la inutilidad de la educación moral e intelectual, no deja, por otra parte, de tener sus atractivos. El gaucho no trabaja; el alimento y el vestido lo encuentra preparado en su casa; uno y Otro se lo proporcionan sus ganados, si es propietario; la casa del patrón o del pariente, si nada posee. Las atenciones que el ganado exige, se reducen a correrías y partidas de placer. La hierra, es como la que no saben galoparse una noche?" 1 El general I.Iansilla decía en la Y la inmensa barra plebeya ahogó la Sala, durante el bloqueo francés: "Y voz del orador con ci estrépito de qué nos han de hacer esos europeos los aplausos.
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SARMIENTO TEXTOS FUNDAMFINTALF.S vendiinia de los agricultores, es una fiesta cuya llegada se recibe con transportes de júbilo; allí es el punto de reunión de todos los hombres de veinte leguas a la redonda, allí la ostentación de la increíble destreza en el lazo. El gaucho llega a la hierra al paso lento y mesurado de su mejor parejero, que detiene a distancia apartada, y para gozar mejor del espectáculo, cruza la pierna sobre el pescuezo del caballo. Si el entusiasmo lo anima, desciende lentamente del caballo, desarrolla su lazo y lo arroja sobre un toro que pasa con la velocidad del ra yo a cuarenta pasos de distancia; lo ha cogido de una uña, que era lo que se proponía, y vuelve tranquilo a enrollar su cuerda. • Salen, pues, los varones sin saber fijamente a dónde. Una vuelta a los ganados, una visita a una cría o a la querencia de un caballo predilecto, invierte una pequeña parte del día; el resto lo absorbe una reunión en una venta o pulpería. Allí concurren cierto número de parroquianos de los alrededores; allí se dan y adquieren las noticias sobre los animales extraviados; trázanse en el suelo las marcas del ganado; sábese dónde caza el tigre, dónde se le han Visto los rastros al león; allí se arman las carreras, se reconocen los mejores caballos; allí, en fin, está el cantor, allí se fraterniza por el circular de la copa y las prodigalidades de los que poseen. En esta vida tan sin emociones, el juego sacude los espíritus enervados, el licor enciende las imaginaciones adormecidas. Esta asociación accidental de todos los días, viene por su repetición a formar una sociedad más estrecha que la de donde partió cada individuo; y en esta asamblea sin objeto público, sin interés social, empiezan a echarse los rudimentos de las reputaciones que más tarde, y andando los años, van a aparecer en la escena política. Ved cómo. El gaucho estima, sobre todas las cosas, las fuerzas físicas, la destreza en el manejo del caballo, y además ci valor. Esta reunión, este club diario, es un verdadero circo olímpico, en que se ensayan y comprueban los quilates del mérito de cada uno. El gaucho anda armado del cuchillo que ha heredado de los españoles; esta peculiaridad de la península, este grito característico de Zaragoza: ¡guerra a cuchillo!, es aquí más real que en España. El cuchillo, a más de un arma, es un instrumento que le sirve para todas sus ocupaciones; no puede vivir sin él, es como la trornpa del elefante, su brazo, su dedo, su todo. El gaucho, a la par de jinete, hace alarde de valiente, y el cuchillo brilla a cada momento, describiendo círculos en el aire, a la menor provocación, sin provocación alguna, sin otro interés que medirse con un des-
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conocido; juega a las puñaladas como jugaría a los dados. Tan profundamente entran estos hábitos pendencieros en la vida íntima del gaucho argentino, que las costumbres han creado sentimientos de honor y una esgrima que garantiza la vida. El hombre de la plebe de los demás países toma el cuchillo para matar, y mata; el gaucho argentino lo desenvaina para pelear, y hiere solamente. Es preciso que esté muy borracho, es preciso que tenga instintos verdaderamente malos o rencores muy profundos, para que atente contra la vida de su adversario. Su objeto es sólo marcarlo, darle una tajada en la cara, dejarle una señal indeleble. Así se ve a estos gauchos llenos de cicatrices, que rara vez son profundas. La riña, pues, se traba por brislar, por la gloria del vencimiento, por amor a la reputación. Anciio círculo se forma en torno de los combatientes, y los ojos siguen con pasión y avidez el centelleo de los puñales, que no cesan de agitarse un momento. Cuando la sangre corre a torrentes, los espectadores se creen obligados en conciencia a separarlos. Si sucede alguna desgracia, las simpatías están por el que se desgració; el mejor caballo le sirve para salvarse a parajes lejanos, y allí lo acoge el respeto o la compasión. Si la justicia le da alcance, no es raro que haga frente, y si corre a la partida, adquiere un renombre desde entonces que se dilata sobre una ancha circunferencia. Transcurre el tiempo, el juez ha sido mudado, y ya puede presentarse de nuevo en su pago, sin que se proceda a ulteriores persecuciones; está absuelto. Matar es una desgracia, menos que el hecho se repita tantas veces que inspire horror el contacto del asesino. El estanciero don Juan Manuel de Rosas, antes de ser hombre público, había hecho de su residencia una especie de asilo para los homicidas, sin que jamás consintiese en su servicio a los ladrones; preferencias que se explicarían fácilmente por su carácter de gaucho propietario, si su conducta posterior no hubiese revelado afinidades que han llenado de espanto al mundo. En cuanto a los juegos de equitación, bastaría indicar uno de los muchos en que se ejercitan, para juzgar del arrojo que para entregarse a ellos se requiere. Un gaucho pasa a todo escape por enfrente a sus compañeros. Uno le arroja un tiro de bolas que en medio de la carrera maniata al caballo. Del torbellino de polvo que levanta éste al caer, vese salir al jinete corriendo, seguido del caballo, a quien el impulso de la carrera interrumpida hace avanzar obedeciendo a las leyes de la física. En este pasatiempo se juega la vida y a veces se pierde. ¿Creeráse que estas proezas, la destreza y la audacia en el manejo del caballo, son las bases de las grandes ilustraciones que han
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SARMIENTO - lix ]'OS lUNI) \\IlNr\Jrs llenado con su nombre la República Argentina, y cambiado la faz del país? Nada es más cierto, sin embargo. No es mi ánimo persuadir que el asesinato y el crimen hayan sido siempre una escala de ascensos. Millares son los valientes que han parado en bandidos oscuros; pero pasan de centenares los que a estos hechos han debido su posición. En todas las sociedades despotizadas, las grandes dotes naturales van a perderse en el crimen; el genio romano que conquistara el mundo, es hoy el terror de los Lagos Pontinos, y los Zumalacarregui, los Mina españoles, se encuentran a centenares en Sierra Leona. Hay una necesidad para el hombre de desenvolver sus fuerzas, su capacidad y ambición, que, cuando faltan los medios legítimos, él se forja un mundo con su moral y sus leyes aparte, y en él se complace en mostrar que había nacido Napoleón o César. Con esta sociedad, pues, en que la cultura del espíritu es inútil e imposible, donde los negocios municipales no existen, donde el bien público es una palabra sin sentido, porque no hay público, el hombre dotado eminentemente se esfuerza por producirse y adopta para ello los medios y los caminos que encuentra. El gaucho será un malhechor o un caudillo, según el rumbo que las cosas tomen en el momento en que ha llegado a hacerse notable. (Facundo.)
EL JUEZ Y EL COMANDANTE DE CAMPAÑA Costumbres de este género requieren medios vigorosos de represión, y para reprimir desalmados se necesitan jueces más desalmados aún. Lo que al principio dije del capataz de carretas, se aplica exactamente al juez de campaña. Ante toda otra cosa, necesita valor; el terror de su nombre es más poderoso que los castigos que aplica. El juez es naturalmente algún famoso de tiempo atrás, a quien la edad y la familia han llamado a la vida ordenada. Por supuesto, que la justicia que administra es de todo punto arbitraria; su conciencia o sus pasiones lo guían, y sus sentencias son inapelables. A veces suele haber jueces de éstos que lo son de por vida y que dejan una memoria respetada. Pero la conciencia de estos medios ejecutivos y lo arbitrario de las penas forman ideas en el pueblo sobre el poder de la autoridad que más tarde viene a producir sus efectos. El juez se hace obedecer por su reputación de audacia temible, su autoridad, su juicio sin formas, su sentencia,
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yo lo 7/Ja/Ido y SUS Castigos inventados por él mismo. De este orden quizá por mucho tiempo inevitable, resulta que el caudillo que en las revueltas llega a elevarse, posee sin contradicción, y sin que sus secuaces duden de ello, el poder amplio y terrible que sólo se encuentra hoy en los pueblos asiáticos. El caudillo argentino es un Mahoma, que pudiera a su antojo cambiar la religión dominante y forjar una nueva. Tiene todos los poderes; su injusticia es una desgracia para su víctima, pero no un abuso de su parte; porque él puede ser injusto; más todavía, él ha de ser injusto necesariamente; siempre lo ha sido. Lo que digo del juez es aplicable al comandante de campaña. Este es un personaje de más alta categoría que el primero, y en quien han de reunirse en los más altos grados las cualidades de reputación y antecedentes de aquél. Todavía una circunstancia nueva agrava, lejos de disminuir, el mal. El gobierno de las ciudades es el que da el título de comandante de campaña; pero como la ciudad es débil en el campo, sin influencia y sin adictos, el gobierno echa mano de los hombres que más temor le inspiran para encomendarles este empleo, a fin de tenerlos en su obediencia; manera muy conocida de proceder de todos los gobiernos débiles, y que alejan el mal del momento presente para que se produzca más tarde en dimensiones colosales. Así, el gobierno papal hace transacciones con los bandidos, a quienes da empleos en Roma, estimulando con eso el vandalaje y creándole un porvenir seguro; así el Sultán concedía a Mehernet-Alí la investidura de Bajá de Egipto, para tener que reconocerle más tarde rey hereditario, a trueque de que no le destronase. Es singular que todos los caudillos de la revolución argentina han sido comandantes de campaña: López e Ibarra, Artigas y Giiemes, Facundo y Rosas. Es el punto de partida para todas las ambiciones. Rosas, cuando hubo apoderáJose de la ciudad, exterminó a todos los comandantes que lo habían elevado, entregando este influyente cargo a hombres vulgares que no pudieron seguir el camino que él había traído: Pajarito, Celarrayán, Arbolito, Pancho el Ñato y Molina, eran otros tantos bandidos comandantes de que Rosas purgó al país. Doy tanta importancia a estos pormenores porque ellos servirán a explicar todos nuestros fenómenos sociales y la revolución que se ha estado obrando en la República Argentina; revolución que está desfigurada por palabras del diccionario civil, que la disfrazan y ocultan, creando ideas erróneas; de la misma manera que los españoles, al desembarcar en América, daban un nombre europeo conocido a un animal nuevo que encontraban, saludando con su
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el terrible de león, que trae al espíritu la idea de la magnanimidad v` del rey de las bestias, al miserable gato llamado puma, que huye a la vista de los perros; y tigre al jaguar de nuestros bosques. Por deleznables e innobles que parezcan estos fundamentos que quiero dar a la guerra civil, la evidencia vendrá luego a mostrar cuán sólidos e indestructibles son. (Facundo.)
EL RASTREADOR Del centro de estas costumbres y gustos generales se levantan especialidades notables, que un día embellecerán y darán tinte original al drama y al romance nacional. Yo quiero sólo notar aquí algunos que servirán a completar la idea de las costumbres, para trazar en seguida el carácter, causas y efectos de la guerra civil. El más conspicuo de todos, el más extraordinario, es ci Rastreador. Todos los gauchos del interior son rastreadores. En llanuras tan dilatadas, en donde las sendas y caminos se cruzan en todas direcciones, y los campos en que pacen y transitan las bestias son abiertos, es preciso saber seguir las huellas de un animal y distinguirlas de entre mil, conocer si va despacio o ligero, suelto o tirado, cargado o vacío. Esta es una ciencia casera y popular. Una vez caía yo de un camino de encrucijada al de Buenos Aires, y el peón que me conducía echó, como de costumbre, la vista al suelo. "Aquí va - dijo luego -, una mulita mora inuN buena. . .; ésta es de la tropa de N. Zapata. . .; es de muy buena silla. . ., va ensillada. ha pasado ayer. . ." Este hombre venía de la sierra de San Luis; la tropa volvía de Buenos Aires, y hacía un año que él había visto por última vez la mulita mora, cuyo rastro estaba confundido con el de toda una tropa en un sendero de dos pies de ancho. Pues, esto que parece increíble, es, con todo, la ciencia vulgar; éste era un peón (le árrea, y no un rastreador de profesión. El Rastreador es un personaje grave, circunspecto, cuyas aseveraciones hasta hacen fe en los tribunales inferiores. La conciencia del saber que posee le da Cierta dignidad reservada y misteriosa. Todos le tratan con consideración; el pobre, porque puede hacerle mal, calumniándolo; ci propietario, porque su testimonio puede fallarle. Un robo se ha ejecutado durante la noche; no bien se nota, corren en busca de una pisada del ladrón, y encontrada, se cubre con algo para que el viento no la disipe. Se llama en seguida al
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Rastreador que ve el rastro y lo sigue sin mirar sino de tarde en tarde el suelo, como si sus ojos vieran de relieve esta pisada que para otro es imperceptible. Sigue el curso de las calles, atraviesa los huertos, entra en una casa y, señalando un hombre que encuentra, dice fríamente: "Este es!" El delito está probado, y raro es el delincuente que resiste a la acusación. Para él, más que para el juez, la deposición del Rastreador es la evidencia misma; negarla sería ridículo, absurdo. Se somete, pues, a este testigo, que considera como el dedo de Dios que lo señala. Yo mismo he conocido a Calíbar, que ha ejercido en una provincia su oficio durante cuarenta años consecutivos. Tiene ahora cerca de ochenta años; encorvado por la edad, conserva, sin embargo, un aspecto venerable y lleno de dignidad: "Y a no valgo nada; ahí están los niños". Los niños son sus hijos, que han aprendido en la escuela de tan famoso maestro. Se cuenta de él que durante un viaje a Buenos Aires, le robaron una vez su montura de gala. Su mujer tapó el rastro con una artesana. Dos meses después Calíbar regresó; vio el rastro ya borrado e imperceptible para otros ojos, y no se iabló más del caso. Año y medio después, Calíbar marchaba cabizbajo por una calle de los suburbios, entra en una casa y encuentra su montura, ennegrecida ya y casi inutilizada por el uso. ¡Había encontrado el rastro de su raptor después de dos años! El año 1830, un reo condenado a muerte se había escapado de la cárcel. Calíhar fue el encargado de buscarlo. El infeliz, previendo que sería rastreado, había tomado las precauciones que la imagen del cadalso le sugirió. ¡Precauciones inútiles! Acaso sólo sirvieron para perderle, porque, comprometido Calíbar en su reputación, el amor propio ofendido, le hizo desem peñar con calor una tarea que perdía a un hombre, pero que probaba su maravillosa vista. El prófugo aprovechaba todos los accidentes del suelo para no dejar huellas; cuadras enteras había ido pisando con la punta del pie; trepábase en seguida a las murallas bajas, cruzaba un sitio y volvía para atrás. Calíbar lo seguía sin perder la pista; si le sucedía moncntáneamente extraviarse, al hallarla de nuevo exclamaba: "Dónde te mi-asdir!" Al fin llegó a una acequia de agua en los suburbios, cuya corriente había seguido aquél para burlar al Rastreador. ¡Inútil! Calíbar iba por las orillas sin inquietud, sin vacilar. Al fin se detiene, examina unas hierbas y dice: "Por aquí ha salido, no hay rastro, pero estas gotas de agua en los pastos lo indican!" Entra en una viña; Calíbar reconoció las tapias que la rodeaban y dijo: "Adentro está". La partida de soldados se cansó de buscar, y volvió a dar cuenta de la inutilidad de las pesquisas. "No ha salido",
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES fue la breve respuesta que, sin moverse, sin proceder a nuevo examcn dio el rastreador. No había salido, en erecto, y al día siguiente fue ejecutado. En 1830, algunos presos políticos intentaban una evasión; todo estaba preparado: los auxiliares de afuera, prevenidos; en el momento de efectuarla, uno dijo: "Y Calíbar?" —"Cierto! - contestaron los otros, anonadados, aterrados—. ¡Calíbar!" Sus familias pudieron conseguir de Calíbar que estuviese enfermo cuatro días, contados desde la evasión, y así pudo efectuarse sin inconveniente. ¿Qué misterio es éste del rastreador? ¿Qué poder microscópico se desenvuelve en el órgano de la vista de esos hombres? ¡Cuán sublime criatura es la que Dios hizo a su imagen y semejanza!
(Fadundo.
EL BAQUEANO Después del Rastreador viene el Baqueano, personaje eminente y que tiene en sus manos la suerte de los particulares y de las provincias. El Baqucano es un gaucho gra%e y reservado, que conoce a palmos veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas. Es e] topó g rafo más completo, es el único mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de su campaña. El Baqucano va siempre a su lado. Modesto y reservado como una tapia, está en todos los secretos de la campaña; la suerte del ejército, el éxito de una batalla, la conquista de una provincia, todo depende de él. El Baqucano es casi siempre fiel a su deber; pero no siempre el general tiene en él plena confianza. Imaginaos la posición de un jefe condenado a llevar un traidor a su lado y pedirle los conocimientos indispensables para triunfar. Un Baqiacano encuentra una sendita que hace cruz cii el camino que lleva: él sabe a qué aguada remota conduce; si encuentra mil, y esto sucede en el espacio de cien leguas, él lis conoce a todas, sabe de dónde vienen y adónde van. El sabe el vado oculto que tiene un río más arriba o más abajo del paso ordinario, y esto en cien ríos o arroyos; él conoce en los ciénagos extensos un sendero por donde pueden ser atravesados sin inconveniente, y esto en cien ciénagos distintos. En lo más oscuro de la noche, en medio de los bosques o en las llanuras sin límites, perdidos sus compañeros, extraviados, da una vuelta en círculo de ellos, observa los árboles; si los hay, se des-
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monta, se inclina a tierra, examina algunos matorrales y se orienta de la altura en que se halla; monta en seguida, y les dice para asegurarlos: "Estamos en dereceras de tal lugar, a tantas leguas de las habitaciones; el camino ha de ir al sur"; y se dirige hacia el rumbo que señala, tranquilo, sin prisa y sin responder a las objeciones que el temor o la fascinación sugiere a los otros. Si aún esto no basta, o si se encuentra en la pampa y la oscuridad es impenetrable, entonces arranca pastos de varios puntos, huele la raíz y la tierra, la ¡nasca y, después de repetir este procedimiento varias veces, se cerciora de la proximidad de algún lago, o arroyo salado, o de agua dulce, y sale en su busca para orientarse fijamente. El general Rosas, dicen, conoce por el gusto, el pasto (le cada estancia del Sur de Buenos Aires. Si el Baqueano lo es de la pampa, donde no hay caminos para atravesarla y un pasajero le pide que lo lleve directamente a un paraje distante cincuenta leguas, el Baqueano se para un momento, reconoce el horizonte, examina el suelo, clava la vista en un punto y se echa a galopar con la rectitud de una flecha, hasta que cambia de rumbo por motivos que sólo él sabe, y, galopando día y noche, llega al lugar designado. El Baqueano anuncia también la posibilidad del enemigo, esto es, diez leguas, y el rumbo por donde se acerca, por medio del movimiento de los avestruces, de los gamos y guanacos que huyen en cierta dirección. Cuando se aproxima observa los polvos, y por su espesor, cuenta la fuerza: "Son mil hombres" - dice - "quinientos", "doscientos", y el jefe obra bajo este dato que, casi siempre es infalible. Si los cóndores y cuervos revolotean en un círculo del cielo, él sabrá si hay gente escondida, o es un campamento recién abandonado, o un simple animal muerto. El Baqueano conoce la distancia que hay de un lugar a otro, los días y las horas necesarios para llegar a él, y a más una senda extraviada e ignorada por donde se puede llegar de sorpresa y en la mitad del tiempo; así es que las partidas de montoneras emprenden sorpresas sobre los pueblos que están a cincuenta leguas de distancia, que casi siempre las aciertan. Creerásc exagerado? ¡No! El general Rivera, de la Banda Oriental, es un simple baqucano, que conoce cada árbol que hay en toda la extensión de la República del Uruguay. No la hubieran ocupado los brasileños sin su auxilio, y no la hubieran libertado sin él los argentinos. Oribe, apoyado por Rosas, sucumbió después de tres años de lucha con el general baqueano, y todo el poder de Buenos Aires hoy con sus numerosos ejércitos que cubren toda la campaña del Uruguay, puede desaparecer, destruido a pedazos por una
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES sorpresa hoy, por una fuerza cortada mañana, por una victoria (pie él sabrá convertir en su provecho, por el conocimiento de algún caminito que cae a retaguardia del enemigo, o pof otro accidente inapercibido o insignificante. El general Rivera principió sus estudios del terreno el año 1804, y haciendo la guerra a las autoridades, entonces como contrabandista, a los contrabandistas después como empleado, al rey en seguida como patriota, a los argentinos como jefe brasileño, a éstos como general argentino, a Lavalleja como presidente, al presidente Oribe, como jefe proscrito, a Rosas, en fin, aliado de Oribe, como general oriental, ha tenido sobrado tiempo para aprender un poco de la ciencia del Baqueano. (Facundo.)
EL GAUCHO MALO Este es un tipo de ciertas localidades, un outlaw, un squater, un misántropo particular. Es el Ojo de Halcón, el Trampero de Cooper, con toda la ciencia del desierto, con toda su aversión a las poblaciones de los blancos, pero sin su moral natural y sin sus conexiones con los salvajes. Llámanle el Gaucho Malo, sin que este epíteto lo desfavorezca del todo. La justicia lo persigue desde muchos años; su nombre es temido, pronunciado en voz baja, pero sin odio, y casi con respeto. Es un personaje misterioso; mora en la pampa, son su albergue los cardales; vive de perdices y mulitas; si alguna vez quiere regalarse con una lengua, enlaza una vaca, la voltea solo, la mata, saca su bocado predilecto y abandona lo demás a las aves montesinas. De repente se presenta el Gaucho Malo en un pago de donde la partida acaba de salir, conversi pacíficamente con los buenos gauchos, que lo rodean y lo admiran; se provee de los vicios, y si divisa la partida, monta tranquilamente en su caballo y lo apunta hacia el desierto, sin prisa, sin aparato, desdeñando volver la cabeza. La partida, rara vez lo sigue; mataría inútilmente sus caballos, porque el que monta el Gaucho Malo es un parejero pangaré tan célebre como su amo. Si el acaso lo echa alguna vez de improviso entre las garras de la justicia, acomete a lo más espeso de la partida, y, a merced de cuatro tajadas que con su cuchillo ha abierto en la cara o en el cuerpo de los soldados, se hace paso por entre ellos, y tendiéndose sobre el lomo del caballo para sustraerse a la acción de las balas
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que lo persiguen, endilga hacia el desierto, hasta que poniendo espacio convenien*e entre él y sus perseguidores, refrena su trotón y marcha tranquilamente. Los poetas de los alrededores agregan esta nueva hazaña a la biografía del héroe del desierto, y su nombradía vuela por toda la vasta campaña. A veces se presenta a la puerta de un baile campestre con una muchacha que ha robado; entra al baile con su pareja, confúndese en las mudanzas del cielito, y desaparece sin que nadie se aperciba de ello. Otro día se presenta en la casa de la familia ofendida, hace descender de la grupa a la niña que ha seducido y, desdeñando las maldiciones de los padres que le siguen, se encamina tranquilo a su morada sin límites. Este hombre divorciado de la sociedad, proscrito por las leyes; este salvaje de color blanco, no es en el fondo un ser más depravado que los que habitan las poblaciones. El osado prófugo que acomete una partida entera es inofensivo para con los viajeros. El Gaucho Malo no es un bandido, no es un salteador; el ataque a la vida no entra en su idea, como el robo no entra en la idea del Cbwricidor; roba, es cierto; pero ésta es su profesión, su tráfico, su ciencia. Roba caballos. Una vez viene al real de una tropa del interior; el patrón se propone comprarle un caballo de tal pelo extraordinario, de tal figura, de tales prendas, con una estrella blanca en la paleta. El gaucho se recoge, medita un monlento, y-, después de un rato de silencio contesta: "no ha y actualmente caballo así". Qué ha estado pensando el gaicho? En aquel momento ha recorrido en su mente mil estancias de la pampa, ha visto y examinado todos los caballos que hay en la provincia, con sus marcas, color, señas particulares, y convencido de que flO hay ninguno que tenga una estrella en la paleta; unos la tienen en la frente, otros una mancha blanca en el anca. Es sorprendente esta memoria? No! Napoleón conocía por sus nombres doscientos mil soldados, y recordaba al verlos, todos los hechos que a cada uno de ellos se referían. Si no se le pide, pues, lo imposible. el día señalado, en un punto dado del camino, entregará un caballo tal como se le pide, sin que el anticiparle el dinero sea un motivo de faltar a la cita. Tiene sobre este punto el honor de los tahures sobre las deudas. Viaja, a veces, a la campaña de Córdoba, a Santa Fe. Entonces se le ve cruzar la pampa con una tropilla de caballos por delante; si alguno lo encuentra, sigue su camino sin acercársele, a menos que él lo solicite. (Facundo.)
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EL CANTOR Aquí tenéis la idealización de a(Iuc111 vida de revueltas, de civilización, de barbarie y de pelig ros. El gaucho cantor es el mismo bardo, el vate, ci trovador de la Edad Media, que se mueve en la misma escena, entre las luchas de las ciudades y del feudalismo de los campos, entre la vida que se va y la vida que se acerca. El Cantor anda de pago en pago, "de tapera en galpón", cantando sus héroes de la pampa perseguidos por la justicia, los llantos de la viuda a quien los indios robaron sus hijos en un malón reciente, la derrota y muerte del valiente Rauch, la catástrofe de Facundo Quiroga y la suerte que cupo a Santos Pérez. El Cantor está haciendo candorosamente el mismo trabajo de c:iónica, costumbres, historia, biografía, que el bardo de la Edad Media, y sus versos serían recogidos más tarde como los documentos: y datos en que habría de apoyarse el historiador futuro, si a su lado no estuviese otra sociedad culta con superior inteligencia de los acontecimientos que la que el infeliz despliega en sus rapsodias ingenuas. En la República Argentina se ven a un tiempo dos civilizaciones distintas en un mismo suelo; una naciente, que, sin conocimiento de lo que tiene sobre su cabeza, está remedando los esfuerzos ingenuos y populares de la Edad Media; otra que, sin cuidarse de lo que tiene a sus pies, intenta realizar los últimos resultados de la civilización europea. El siglo xix y el siglo xii viven juntos: el uno dentro (le las ciudades, el otro en las campañas. El Cantor no tiene residencia fija; su morada está donde la noche lo sorprende; su fortuna, en sus versos y en su voz. Donde quiera que el cielito enricda sus parejas sin tasa, donde quiera que se apure una copa de vino, el Cantor tiene su lugar preferente, su parte escogida en el festín. El gaucho argentino no bebe si la música y los versos no lo excitan 1, y cada pulpería tiene su guitarra 1 No es fuera de propósito recordar aquí las semejanzas notables que representan los argentinos con los árabes. En Argel, en Orín, en Mascara, y en los aduares del desierto, vi siempre a los árabes reunidos en cafés, por estarles completamente prohibido ci uso de los licores apiñados en derredor del cantor, gene-
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talmente dos, que se acompañan de la vihuela a dúo, recitando canciones nacionales plañideras como nuestros tristes. L..a rienda de los árabes es tejida de cuero y con azotera como las nuestras; ci freno que usamos es freno árabe, y muchas de nuestras costumbres revelan el contacto de nuestros padres con los moros de la
TIPOS, CARACTERES Y USOS
para poner en manos del Cantor a quien el grupo de caballos estacionados a la puerta anuncia a lo lejos donde se necesita el concurso de su gaya ciencia. El Cantor mezcla sus cantos heroicos con la relación de sus propias hazañas. Desgraciadamente, el Cantor, con ser el bardo argentino, no está libre de tener que habérselas con la justicia. También tiene que dar la cuenta de sendas puñaladas que ha distribuido, una o dos desgracias (muertes) que tuvo y algún caballo o una muchacha que robó. El año 1840, entre un grupo de gauchos y a orillas del majestuoso Paraná, estaba sentado en el suelo y con las piernas cruzadas un Cantor que tenía azorado y divertido a su auditorio con la larga y animada historia de sus trabajos y aventuras. 1-labia ya contado lo del rapto de la querida, con los trabajos que sufrió; lo de la desgracia y la disputa que la motivó; estaba refiriendo su encuentro con la partida y las puñaladas que en su defensa dio, cuando el tropel y los gritos de los soldados le avisaron que esta vez estaba cercado. La partida, en efecto, se había cerrado en forma de herradura; la abertura quedaba hacia el Paraná, que corría veinte yardas más abajo, tal era la altura de la barranca. El Cantor oyó la grita sin turbarse; vióselc de improviso sobre el caballo, y echando una mirada escudriñadora sobre el círculo de soldados con las tercerolas preparadas, vuelve el caballo hacia la barranca, le pone el poncho en los ojos y clávale las espuelas. Algunos instantes después se veía salir de las profundidades del Paraná, el caballo sin freno, a fin de que nadase con más libertad, y el Cantor tomado de la cola, volviendo la cara quietamente, cual si fuera en un bote de ocho remos, hacia la escena que deja en la barranca. Algunos balazos de la partida no estorbaron que llegase sano y salvo al primer islote que sus ojos divisaron. Por lo demás, la poesía original del Cantor es pesada, monótona, irregular, cuando se abandona a la inspiración del momento. Más narrativa que sentimental, llena de imaginaciones tornadas de la vida campestre, del caballo y las escenas del desierto, que la hacen metafórica y pomposa. Cuando refiere sus proezas o las de algún afamado malévolo, paréccsc al improvisador napolitano, desarreglado, prosaico de ordinario, elevándose a la altura poética por momentos para caer de nuevo al recitado insípido y casi sin versificación. Fuera de esto, el Cantor posee un repertorio de poesías populares, quintillas, décimas y octavas, diversos géneros de versos octosílabos. Andalucía. De las fisonomías no se hable: algunos árabes he conocido
(]tlC jurara
haberlos Visto
Cfl ini
país.
(Nota de la edición de 1851.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Entre éstos hay muchas composiciones de mérito y que descubren inspiración y sentimiento. Aún podría añadir a estos tipos originales muchos otros igualmente curiosos, igualmente locales, si tuviesen, como los anteriores, la peculiaridad de revelar las costumbres nacionales, sin lo cual es imposible comprender nuestros personajes políticos ni el carácter primordial y americano de la sangrienta lucha que despedaza a la República Argentina. Andando esta historia, el lector va a descubrir por sí solo dónde se encuentra el Rastreador, ci Baqueano, el Gaucho Malo, el Cantor. Verá en los caudillos cu yos nombres han traspasado las fronteras argentinas, y aun en aquellos que llenan el mundo con el horror de su nombre, el reflejo vivo de la situación interior de país, sus costumbres, su organización. (Facundo.)
EL MAYOR NAVARRO • . Si el lector se fastidia en estos razonamientos, contaréle crímenes espantosos. Facundo, dueño de Mendoza, tocaba, para proveerse de dinero y soldados, los recursos que ya nos son bien conocidos. Una tarde cruzan la ciudad en todas direcciones partidas que están acarreando a un olivar cuantos oficiales encuentran de los que han capitulado en Chacón; nadie sabe el objeto, ni ellos temen por lo pronto nada, fiados en la fe de lo estipulado. Varios sacerdotes reciben, empero, orden de presentarse igualmente; cuando ya hay suficiente número de oficiales reunidos, se manda a los sacerdotes confesarlos; lo que, efectuado, se les forma en fila y, de uno en uno, empiezan a fusilarlos, bajo la dirección (le Facundo, que indica al que parece conservar aún la vida, y señala con el dedo el lugar donde deben darle el balazo que ha de ultimarlo. Concluida la matanza, que dura una hora, porque se hace con lentitud y con calma, Quiroga explica a algunos el motivo de aquella terrible violación de la fe de los tratados: "Los unitarios - dice - le han muerto en Chile al general Villafañe, y uso de represalias". El cargo es fundado, aunque la satisfacción sea un poco grosera. "Paz, decía otra vez, me fusiló nueve oficiales, yo le he fusilado noventa y seis; estamos a mano". Paz no era responsable de un acto que él lamentó profundamente, y que era motivado por la muerte de un parlamentario suyo. Pero el sistema de no dar cuartel, seguido por Rosas con tanto tesón, y de violar todas las formas recibidas,
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TIPOS, CARACTERES Y USOS
pactos, tratados, capitulaciones, es efecto de causas que no dependen del carácter personal de los caudillos. El derecho de gentes, que ha suavizado los horrores de la guerra, es el resultado de siglos de civilización; el salvaje mata a su prisionero, no respeta convenio alguno siempre que halla ventaja en violarlo; ¿qué freno contendrá al salvaje argentino, que no conoce ese derecho de gentes de las ciudades cultas? ¿Dónde habrá adquirido la conciencia del derecho? ¿En la pamna? La muerte de Villafañe ocurrió en territorio chileno. Su matador sufrió ya la pena del talión: ojo por ojo, diente por diente. La justicia humana ha quedado satisfecha; pero el carácter del protagonista de aquel sangriento drama hace demasiado a mi asunto para que me prive del placer de introducirlo. Entre los emigrados sanjuaninos que se dirigían a Coquimbo iba un mayor del ejército del general Paz, dotado de esos caracteres originales que desenvuelve la vida argentina. El mayor Navarro, de una familia distinguida de San Juan, de formas diminutas y de cuerpo flexible y endeble, era célebre en el ejército por su temerario arrojo. A la edad de dieciocho años montaba guardia como alférez de milicias en la noche en que en 1820 se sublevó en San Juan el número 1 de Los Andes. Cuatro compañías forman en frente al cuartel e intiman la rendición a los cívicos. Navarro queda solo en la guardia, entorna la puerta y con su florete defiende la entrada; catorce heridas entre golpes de sable y bayoneta, lo franquean, y el alférez, apretándose con las manos tres bayonetazos que ha recibido cerca de la ingle, con ci otro brazo cubriéndose cinco que le han traspasado el pecho, y ahogándose con la sangre que corre a torrentes de la cabeza, se dirige desde allí a su casa, donde recobra la salud y la vida después de siete meses de una curación desesperada y casi imposible. Dado de baja por la disolución de los cívicos, se dedica al comercio, pero al comercio acompañado de peligros y aventuras. Al principio introduce cargamentos por contrabando en Córdoba; después trafica desde Córdoba con los indios, y últimamente se casa con la hija de un cacique, vive santamente con ella, se mezcla en las guerras salvajes, se habitúa a comer carne cruda y beber la sangre en la degolladera de los caballos, hasta que en cuatro años se hace un salvaje hecho y derecho. Sabe allí que la guerra del Brasil va a principiar, y dejando a sus amados salvajes, sienta plaza en el ejército en su grado de alférez, y tan buena maña se da y tantos sablazos distribuye, que al fin de la campaña es capitán graduado de mayor y uno de los predilectos de Lavalle, el catador de valientes. En Puente Márquez deja atónito al ejército con sus hazañas, y después de todas aquellas correrías queda en Buenos Aires
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES con los demás oficiales de Lavalle. Arbolito, Pancho ci Ñato, Molina y otros banddos de la campaña eran los altos personajes que ostentaban su valor por cafés y mesones. La animosidad con los oficiales del ejército era cada día más envenenada. En el café de la Comedia estaban algunos de estos héroes de la época, y brindaban a la muerte del general Lavalle; Navarro, que los ha oído, se acerca, tórnale el vaso a uno, sirve para ambos, y dice: ";Tomc usted a la salud de Lavalle!" Desenvainan las espadas y lo deja tendido. Era preciso salvarse, ganar la campaña y, por entre las partidas enemigas, llegar a Córdoba. Antes de tomar servicio penetra tierra adentro a visitar a su familia, a su padre político, y sabe con sentimiento que su cara mitad ha fallecido. Se despide , de los suyos, y dos de sus deudos, dos mocetones, el uno su primo y su sobrino el otro, le acompañan de regreso al ejército. De la acción de Chacón traía un fogonazo en la sien, que le había arreado todo el pelo y embutido la pólvora en la cara. Con este talante y acompañamiento y un asistente inglés tan gaucho y certero en el lazo y las bolas como el patrón y los parientes, emigraba el joven Navarro para Coquimbo; porque jovcn era, y tan culto en su lenguaje y tan elegante en sus modales corno el primer pisaverde; lo que no estorbaba que cuando vela caer una res, viniese a beberle la sangre corno un salvaje. Todos los días quería volverse, y las instancias de sus amigos bastaban apenas a contenerlo. "Yo soy hijo de la pólvora, decía con voz grave s y onora, la guerra es mi elemento." "La primer gota de sangre que ha derramado la guerra civil, decía otras veces, ha salido de estas venas, y de aquí ha de salir la última." "Yo no puedo ir más adelante, repetía parando su caballo, echo de menos sobre mis hombros las paletas de general." "En fin, exclamaba otras veces, qué dirán mis compañeros cuando sepan que el mayor Navarro ha pisado ci suelo extranjero sin un escuadrón con lanza en ristre?" El día que pasaron la cordillera hubo una escena patética. Era preciso deponer las armas, y no había forma de hacer concebir a los indios que había países donde no era permitido andar con la lanza en la mano. Navarro se acercó a ellos, les habló en la lengua; fuése animando poco a poco; dos gruesas lágrimas corrieron de sus ojos, y los indios clavaron con muestras de angustias sus lanzones cmi el suelo. Todavía después de emprendida la marcha volvieron sus caballos y dieron vuelta en torno de ellas, como si les dijesen un eterno adiós! Con estas disposiciones de espíritu pasó el mayor Navarro a Chile, y se alojó en Guanda, que está situado en la boca de la que-
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TIPOS, CA RA CTERES Y USOS brada que conduce a la cordillera. Allí supo que Villafañe volvía a reunirse a Facundo, y anunció públicamente su propósito de matarlo. Los emigrados, que sabían lo que las palabras importaban en boca del mayor Navarro, después de procurar en vano disuadirlo, se alejaron del lugar de la escena. Advertido Villafañe, pidió auxilio a la autoridad, que le dio unos milicianos, los cuales le abandonaron desde que se informaron de lo que se trataba. Pero Villafañe iba perfectamente armado y traía además seis riojanos. Al pasar por Guanda, Navarro salió a su encuentro, y mediando entre ambos un arroyo, le anunció en frases solemnes y claras su designio de matarlo, con lo que se volvió tranquilo a la casa en que estaba a la sazón almorzando. Viflafañe tuvo la indiscreción de alojarse en Tilo, lugar distante sólo cuatro leguas de aquel en que el reto había tenido lugar. A la noche, Navarro requiere sus armas y una comitiva de nueve hombres que lo acompañan y que deja en lugar conveniente cerca de la casa de Tilo, avanzándose i solo a la claridad de la luna. Cuando hubo penetrado en el patio abierto de la casa, grita a Villafañe, que dormía con los suyos en el corredor: "Villafañc, levántate! Vengo a matarte; el que tiene enemigos no duerme". Toma éste su lanza, Navarro se desmonta del caballo, desenvaina la espada, se acerca y lo traspasa. Entonces dispara un pistoletazo, que era la señal de avanzar que había dado a su partida. La cual se echa sobre la comitiva del muerto, la mata o dispersa. Hacen traer los animales (le Villafañe, cargan su equipaje y marchan en lugar de él a la República Argentina a incorporarse al ejército. Extraviando caminos llegan al Río Cuarto, donde se encuentran con el coronel Echevarría, perseguido por los enemigos. Navarro vuela en su ayuda, y habiendo caído muerto el caballo de su amigo, le insta que monte a su grupa. No consiente éste; obstínase Navarro en no fugar sin salvarlo, y últimamente se desmonta de su caballo, lo mata y muere al lado de su amigo, sin que su familia pudiese descubrir tan triste fin sino después de tres años, en que ci mismo que lo ultimó contara la trágica historia y desenterrase, para ma y or prueba, los dos esqueletos de los infelices amigos. (Facundo.)
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
EL GENERAL RIVERA
¡Ay, que estúpidos son los pueblos! No me canso de contemplar a este general Rivera! Qué bruto tan fastidioso y tan insípido! ¡Qué saco de mentiras s, jactancias ridículas, qué nulidad! Y sin embargo hay hombres decentes por millaies que no sólo se dejan arrastrar por él a los conflictos de la guerra y de la revolución, sino que aun estando caído, se sienten dominados por su prestigio! Yo concibo que la nulidad que se oculta a las miradas del público y sólo se hace sentir por atrocidades, ejerza al fin la fascinación del misterio y la acción endémica del terror que enferma la razón obrando sobre los nervios, pero la insignificancia a cara descubierta, palpable y poco dañina; porque esta justicia se le debe a Rivera, esto es lo que no comprendo. lic debido quedar muy mal puesto en su concepto; y todas aquellas fórmulas con que la buena educación prescribe disimular nuestro pensamiento para no lastimar el amor propio ajeno, no han bastado, a lo que creo, para ocultarle al buen general, no diré mi desprecio, porque no es ésta la palabra, sino la risa que me da verlo caudillo de pueblos, personaje histórico Y hombre influyente. Hablúbase en casa del enviado montevideano de los negocios del Río de la Plata, Y como recientemente llegado, y o exponía los últimos acontecimientos. Los interventores francés e inglés, decía yo, desearían arreglar por un tratado la cuestión. Montevideo no puede tratar, repuso el general Rivera con un aplomo y una sencillez adorables; si no se trata conmigo, todo lo que se haga es nulo; yo soy Montevideo, yo soy todo, ¡la verdad! Hahíame quedado estupefacto al oir este lenguaje en boca de un hombre ya entrado en años; estábamos todos con la circunspección conveniente, y de repente por una de aquellas súbitas revoluciones de la imaginación, muy frecuente en los nulos, yo, cl menos condecorado entre tantos altos personajes, yo reventé de risa. (Viajes.)
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TIPOS, CARACTFRFS Y USOS
DOMINGO l)F ORO Es hijo mayor de don José Antonio de Oro, hermano del presbítero y del obispo, Domingo de Oro, cuyo nombre ha oído todo hombre público en la República Argentina, en Bolivia y en Chile, y de quien Rosas escribía "es una pistola de viento que mata sin hacer ruido", y a quien los argentinos no han podido clasificar, viéndolo asomar en cada página de la historia de la guerra civil, a veces en malas compañías, y casi siempre rodeado del misterio que precede a la intriga; y como sus actos no pueden inspirar terror, porque nada hubo jamás de cruento en su carácter, desconfían de él a lo lejos, prometiéndose huir de las seducciones irresistibles, de las artes encantadoras de este i\.icfistófeles de la política. Y, sin embargo, Domingo de Oro pudiera apostar que saldría sano y salvo de la caverna de una tigre parida, si las tigres pueden ser sensibles a los encantos de la voz humana, a la elocuencia blanda, risueña, sin aliño, pérfida, si es posible decirlo, como los espíritus que atacando una a una las fibras adormecen el cerebro y entregan maniatada la voluntad. Este ensalmo se ha ensayado con el mismo éxito sobre Bolívar y sobre Portales, sobre Rosas y sobre Facundo Quiroga, sobre Paz ' y sobre Ballivián, sobre unitarios y federales, sobre amigos y enemios; y en los consejos del gabinete, como en los estrados y en las tertulias, la palabra de Oro ha resonado única, dominante, atractiva, haciéndose un círculo de auditores, domeñando todas las aversiones, acariciando artificiosamente las objeciones para poder desnudarlas de sus atavíos, y así en descubierto, entregarlas al ridículo. Oro, de quien todos los hombres, que de él han oído hablar, han pensado mucho mal, y a quien han amado cuantos lo han tratado de cerca, no es el pensador más sesudo, no es el político más hábil, no es el hombre más instruido, es sólo el tipo más bello que haya salido de la naturaleza americana. Oro es la palabra viva, rodeada de todos los accidentes que la oratoria no puede inventar. He aquí, pues, uno de los grandes secretos de Oro; los otros son de ejecución, y no son menos certeros. Pronuncia las palabras nítida y pausadamente, modulando cada una con el finido de una miniatura, con un esmero que se conoce ser obra de un estudio largo y perseverante, que ha concluido por convertirse en segunda
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naturaleza. La pasión, ci fervor de una réplica fulminante no lo harán jamás precipitar la frase, dejar inapercibida una coma, sin rotundidad un período, aunque no se trate sino de dar órdenes a su criado. Si combate la idea ajena, Oro la adopta, adopta, la prohija, y teniéndola en sus brazos la prescrita al que la emite, preguntándole con cariño, si tal otra forma no le convendría mejor, si no la reconocería por bija suya con tales o cuales lunares menos, y el padre embobado empieza a negar a su criatura, y a acariciar y adoptal la que Oro supone ser la legítima; si asiente, lo hace de tal manera que preste al pensamiento ajeno la fuente de un axioma, de un resultado confirmado por su experiencia de los hombres y de las cosas; si discute, oye las réplicas con interés, con mil sonrisas de benevolencia, hasta que la impertinencia de su adversario le deja tomar la palabra, y entonces, si la cosa no vale la pena de discutirla ni el contrario de convencerlo, lleva por rodeos infinitos la conversación a mil leguas de distancia, a pretextos de disgresiones involuntarias, sembrando el camino de los dichos más picantes, de los chistes más risibles; porque Oro sabe todo lo ridículo que ha sucedido en América, y posee la tradición íntegra de cuanto la lengua posee inventando para reir; historias de frailes enamorados, de zafios consentidos, de decretos y leyes dictados por estúpidos, con un repertorio de cuentos eróticos, para solaz y animación de mozos y solterones que harían de él siempre un compañero de pagar a tanto el minuto de francachela, en la cual hace entrar al neófito, por una exclamación de sargentón, lanzada oportunamente, a fin de que cada uno se halle a sus anchas, desprendido de todo encogimiento y sujeción. Este hombre tan espléndidamente dotado ha abierto a don Juan Manuel de Rosas su camino y abandonándolo con estrépito el día que se lanzó en la carrera de violencias inútiles de donde no puede salir hoy; ha combatido al lado del caudillo López, sido el predilecto de Bolívar, el amigo del general Paz, figurado en los más ruidosos acontecimientos de la República Argentina, y hoy, si no me engaño, es mayordomo de una casa de amalgamación, lidiando con patanes que muelen metales, como lidió toda su vida con patanes generales, gobernadores y caudillos que demolían pueblos. Estos pueblos no le han perdonado, no, sus actos, sino su superioridad. Nos vengamos siempre hablando mal de nuestros amos, y el rato de fascinación involuntaria ejercida por Oro, lo paga en las desconfianzas que suscita, porque nadie se cree realmente tan pequeño y tan tonto como se ha visto al lado de él, sino porque ha de haber
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1 IPOS. CARAC 1 t (1 5 Y USOS habido de parte del embaucador un engaño y un fraude manifiesto, pero que no se puede explicar en qué consiste. Oro, con las cualidades de exposición que lo adornan, sería un hombre notable entre los hombres notables de Europa. jóvenes he visto, que acababan de salir del seno de la sociedad más culta de Madrid y a quienes dejaba azorados aquella distinción exquisita de maneras, hechas aún más fáciles por el tinte americano, argentino, gaucho, que da Oro a los modales cultos sin hacerlos descender a la vulgaridad; porque Oro, salido de una de las familias más aristocráticas de San Juan, ha manejado el lazo y las bolas, cargado el puñal favorito como el primero de los gauchos. Vilo una vez en la fiesta del Corpus en San Juan con un hachón en la mano y envuelto en su poncho, que caía en pliegues llenos de gracia artística. Estas predilecciones, adquiridas en su contacto con las masas de jinetes en Corrientes, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, han subido hasta su cabeza y organizándose en sistema político, de que aun hasta hoy puede curarse. Pero estas predilecciones gauchas en él son un complemento, sin el cual el brillo de su palabra habría perdido la mitad de su fascinación; el despejo adquirido por el roce familiar con los hombres más eminentes de la época, el conocimiento de los hombres, la seguridad del juicio adquirido en una edad prematura, y las dotes que traía ya de la Naturaleza, toman aquel tinte romancesco que dan a la vida americana las peculiaridades de su suelo, sus pampas, sus hábitos medio civilizados. Oro ha dado el modelo y el tipo del futuro argentino, europeo hasta los últimos refinamientos de las bellas artes, americano hasta cabalgar ci potro indómito; parisiense por el espíritu, pampa por la energía y los poderes físicos. Conocí a don Domingo de Oro en Santiago de Chile en 1841, y tal era la idea que de la República Argentina traía de su superioridad, que cuando publiqué en El Mercurio mi primer escrito en Chile, manJé secretamente un migo a la tertulia en que Oro solía hallarse, para que leyese en su fisonomía qué efecto le causaba su lectura. Si él hubiese desaprobado mi ensayo, si él lo hubiese hallado vulgar o ridículo, c'en était fait, yo habría perdido por largo tiempo mi aplomo natural y mi confianza en la rectitud de mis ideas, única cualidad que puede formar escritores. El amigo volvió después de dos horas de angustiosa expectativa, diciéndome, desde lejos: "bravo! Oro ha aplaudido". Yo era escritor, pues, y lo he probado hasta cierto punto. Después vi en él una de las dotes que más lo distinguen. A diferencia de muchos, Oro, a medida que yo salía de mi oscuridad, iba dejando agrandarse en su espíritu la pequeña idea que había tenido al principio de mi valimiento. Creo
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SARMIFNTO - TEXTOS FUNDAMENTALES que un día empezó a creer que yo le llegaba a la barba va, sin manifestar otra cosa que placer e indulgeacia, y llegaría a persuadirse de que puedo continuar sin desdoro la carrera que él ha abandonado, sin que esta persuasión le cause pena ni descontento. ...El día que Rosas inició su nueva política, ese día don Domingo de Oro hizo saber a todos que él no era cómplice en ninguno de los actos de demencia sangrienta que se veían en germen en aquel decreto. Oro ha sido el único federal de los que elevaron a Rosas, que no se haya prostituído, manchado y degradado, dejándose llevar por la corriente de los sucesos; el único hombre de principios que haya dicho: hasta aquí es mi obra, para en adelante yo me lavo públicamente las manos; prefiriendo ser víctima que cómplice. Sublime esfuerzo de conciencia para mantenerse puro en medio del lodo que iba a caer sobre todos. (Recuerdos de Provincia.)
CAMPAÑA EN EL EJERCIfO GRANDE No sé dónde en ci mundo se habría presentado país más aparente para la estratégica marcha de los ejércitos. En la Pampa pueden avanzar en batalla días enteros, de manera que por gala más que por previsión pudo marcharse según todas las reglas prescritas por el alemán Becker, y seguidas en cuanto es posible, por todos los ejércitos del mundo. Con ellas no hay sorpresa, deserción, extravío ni defección posible. Los flancos quedan dominados, el frente explorado, los obstáculos conocidos en tiempo, y donde quiera que se presenten, en el acto pueden acumularse fuerzas superiores para vencerlos. Nosotros marchábamos en masa, sin una partida exploradora de diez hombres siquiera adelante de la cabeza de las columnas, a distancia de quince cuadras. La marcha presentó al principio dificultades de detalle como era de esperarse; habían otras que se habían inventado. Por ejemplo, a los batallones de Buenos Aires se les había hecho dejar en el Diamante la mochila para aligerarlos. Rosas había agrandado el tamaño (le las mochilas a punto de hacer de ellas un verdadero tercio, como había alargado la lanza de media vara, y aumentado la capacidad de la canana para añadirle un paquete; porque estos bárbaros presuntuosos, a la par que ignorantes, están creyendo que
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TIPOS. CARACTERES Y USOS
este arte de la guerra, que desde los tiempos de Jenofonte, Alejandro, César, Federico y Napoleón se viene perfeccionando por el genio y la ciencia, lo inventan ellos violando las reglas de la dinámica, o los resultados de la experiencia de siglos. Quitar las mochilas al soldado es quitarle un contrapeso mecánico que opone al fusil, que sin eso lo maltrata; pero no es esto lo peor, sino que, independiente del desagrado de separarse de su escasa propiedad, el soldado suple a la mochila haciendo ataditos, que lleva colgados a la cintura, en el hombro, en el fusil, porque al fin en alguna parte ha de llevar lo que encuentra, lo que le dan, sabiéndose que no hay ser más rehuscón, más guardoso que el soldado. Si encuentra en la maíana un palo a su paso, lo carga para el fuego del vivaque. Como un rasgo característico del país, recordaré que, habiéndonos avanzado hasta un rancho con el general Virasoro, mostró deseo de almorzar, y las buenas gentes contestaron: prontito, señor, se le matará una vaca. como si se dijera se, le matará una gallina; y, en efecto, creo que la vaca estaba viva todavía, y ya le habíamos comido un asado: tan pronta fue la operación. El general, jefe del centro, había recibido un itinerario de su marcha en dirección a la Cañada de Cabral. Entre mis curiosidades de campaña traía yo la carta topográfica de la provincia de Buenos Aires, levantaca por el departamento topográfico y reproducida en Londres, donde la compré, por Arrowsmith, con expresión y mensura de las estancias y los nombres de los propietarios. y muy en el fondo de mis malas, otra de los alrededores de la ciudad, donde tenía la idea fija que habríamos de tener que bregar con cercas, callejuelas y quintas, para hacer entender razón a Rosas. Sacar la carta topográfica en aquel Estado Mayor, compuesto del general Virasoro, un coronel Félix Gómez, tipo charrúa, y sin más intermediarios que treinta jóvenes correntinos que hablaban guarani, habría sido exponerse a un coro universal de ridículo; porque, fuera de bufonada, el idioma del Estado Mayor era el guaraní. El general, su ministro, los edecanes, una escolta de cadetes y los asistentes lo hablaban admirablemente, y no se hablaba castellano sino conmigo, y creo que con el coronel Gómez, que pertenecía a otra raza. El itinerario era, pues, y lo fue hasta Buenos Aires, verificado por el baqueano que de la vanguardia se tomaba para dirigirnos. También llevaba yo aguja de marear, utilísima en aquel piélago sin límites de la Pampa. El primer día marchamos en dirección a un árbol que se divisaba a lo lejos, cosa que más tarde me hizo notar el
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SARMIENTO - TEXTOS FUND k\IENTALES tiempo que perdíamos en la marcha por las desviaciones que del rumbo hacía la cabeza de las COu1u11aS por falta de objetos que sirviesen de dirección a nuestro frente, y no haber una avanzada con los baqueanos adelante para trazar el camino. Estas pequeñeces no lo son cuando se tiene en cuenta que marchan a pie veinte mil hombres, y ruedan cincuenta piezas de artillería, y cien carretas; pues no sé si el lector ha comprendido, lo que en Europa nadie sospecharía de posible, que niarchábamos a campo abierto, sin caminos practicados. Así se hizo toda la campaña; pues el país no presenta ohstácuio serio ninguno, ni el hombre ha creado aquellos bellos tropiezos que se llaman cercas, alquerías, propiedad, casa, ciudad, camino. De cualquier punto del horizonte en cien leguas a la redonda puede llegarse a Buenos Aires por línea recta. Cerca del Monte de Flores atravesamos en ángulo recto el camino de las provincias a San Nicolás, ancho, traqueado y visible a larga distancia. El camino de San Juan, la familia, el hogar doméstico, si pudiera seguirlo al oeste, en quince días, me decía conmovido, llegaría a mi casa! Pero era preciso seguir al sur, a abrir la puerta (le par en par. aco gotando al portero. Acampamos a poco, la noche sobrevino y saboreé hasta tarde el espectáculo nocturno de la Pampa, silenciosa no obstante sus quince mil huéspedes, iluminada en mis alrededores por los fuegos ordenados de los vivaques, incandescentes a lo lejos por el incendio que abrasaba a trechos el horizonte. Los olores de la vegetación silvestre humedecida por el rocío, el grito de algunos pájaros acuáticos, no sé qué armonías del silencio, anuella extensión infinita, dan a la Pampa, contemplada de noche, cierta majestad solemne, que seduce, atrae, impone miedo y causa melancolía. El espectáculo era nuevo para mí, y lo be gozado muchas veces sin Saciarme, sin hacérseme vulgar, variado por accidentes que no valen nada, y que le daban, sin embargo, nuevo interés y mayor encanto. A rroyo del Medio, enero 17 de 1852. Este día tocamos en la frontera de la provincia de Buenos Aires que designa el nombre del pequeño arroyo que le sirve de límite. El campo que habíamos atravesado desde la Punta de la Cañada de Cabral hasta el Arroyo del Medio está cubierto, como una tupida e impenetrable alfombra, de los pastos más exquisitos, predominando la cola de zorro, la cebadilla, sin me7c1a de ninguna maleza inútil. Pudiera segársele por leguas cuadradas como el heno en Euro-
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TIPOS, (.AR ACI F RF S Y USOS
pa y cinparvarlo para el invierno. Los prados artificiales no producirían más. Los ganados del norte de Buenos Aires los retraen a estos campos para forialcccrlos y prepararlos a la marcha hacia las provincias. La cost'i del río está a diez leguas, y estos pastos exquisitos llegan hasta la barranca. Esta tierra privilegiada, dotada por la naturaleza de productos iguales a los que el trabajo del hombre obtendría solo por una labor incesante, está despoblada y lo ha estado siempre. No ha y una sola casa, no hay en esta vasta extension una sola c2be7a de ganado. Los gamos son los poseedores de esta parte del territorio ar g entino. A c ada paso que da el caballo espanta una perdiz, y este día tuve a mi mesa seis ele la clase ordinaria y una martineta, que por el tamaño y la delicadeza es nin superior a las gallinas. ¿Por qué, pues, esta despoblación Desde luego las guerras de frontera entre López de Santa Fe y Buenos Aires, que asolaron el país durante veinte años. Después la imperfección de nuestros sistemas rurales. Una buena estancia es aquella que tiene pastos naturales exquisitos \ una laguna en medio. Si no ha\ una laguna, el propietario se c(ntenta con un arroyo de agua corriente. Puéblase de ganado, y una fortuna está hecha en POCOS años. Si no hay pastos ni aguadas, la tierra está por demás, y es un embarazo; y aun habiendo pastos, conv) los cinc he indicado, el desierto subsiste por siempre. ¿Qué sería este país, como tantos otros que he atravesado a ambas márgenes de los ríos, caramente vendidos por lotes de diez cuadras a familias de emigrantes, con los ríos a un paso, con aquellos pastos que son un caudal, con diez vacas y cien ovejas cada familia, con una noria para extraer ci agua que está a sólo una vara y nunca a más de diez de la superficie de la tierra? Ca/lada dc ¡os Toros, 24 de enero.
Favorecidos prr un día nublado llegamos a las diez a la Cañada de los 'Toros. La misma niebla había contribuido a desorientar a los vaqucanos de la vanguardia y se dirigen al sur, teniendo que describir un rodeo para buscar las lagunas del Juncal Grande. Una descubierta sorprende dos escuadrones enemigos y les toma ochenta caballos, doce monturas, valijas y armas. ¡Y va de sorpresas! Toda la campaña se reduce a esto; de repente, ahí están, o se les escapan de entre las patas de los caballos, como las perdices que anidan en el pasto. Sópose que en un rancho vecino se encontraban dos heridos.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDA \IFNTALES Un a1emn se suicidó ese día, cansado, sin duda, (le las fatigas de aquellas niarchis tan pesadas. La de la SJada fue horrible. No dando un momento de re p oso a los infantes cada tres cuartos (le hora, los batallones se desbandaban, abrasados de sed, fulminados por el sol, sofocados por el polvo, y sangrando los pies, desgarrados por las espinas. Hahíasc recibido orden del general en jefe de avanzar en la tarde hasta las lagunas del Juncal Grande. La carta daba tres leguas largas y el campo no se movía a las tres y media. Yo me acerqué al ma yor general, NI pri inc lo que había notado. - FI t)a(]ueano dice (l UC ha legua y media. - Yo no insistí abiendo lo que era la autoridad del haqueano, y el descrédito (le tina carta topográfica, que había costado diez años de trabajos y de verificaciones. La marcha principié) tarde, el sol declinó en el horizonte, el crepúsculo se disipó, y el c}ército se halló niarchando en las tinieblas. Los baqueanos se adelantaron a cercar con los los deseos las inencontrables lagunas, y la noche avanzaba, en tan o, y no había esperanza de dar con ellas; y carretas y trenes de artillería rechinaban abriéndose paso por pajonales y campo abierto. Nosotros llegamos a la laguna a las nueve de la noche; pero aún a las once se oía todavía el chirrido de las carretas, los gritos de los rezagados preguntando por sus batallones. Fi enemigo había quemado el pasto en torno de las lagunas y toda la caballería pasó sin cenar. Era sublime iquella noche por el desorden y confusión de un ejército, apiñado en torno de una laguna, en que se metían los soldados y los caballos a apagar la sed: el suelo estaba negro como luto con los restos del pasado incendio, y las gaviotas, asustadas, volando en masas de millones, hacían retemblar la tierra como si se desplomara una montiuia, y por lo pronto tenernos de pie a nosotros, temiendo fuese disparada de caballos. 'r toda esta escena nocturna alumbrada a lo iejos por el fuego del incendio eterno de la Pampa, que nos venía precediendo, como aquella columna ígnea que dirigía las marchas de los hebreos en el desierto. Yo no armé mi tienda esta noche, extendiendo ini cama de campaña debajo de una carreta, temeroso de ser cortado en dos en algún enredo de caballos. Los pájaros volvieron a espantarse a la media noche; todo el mundo se puso instintivamente de pie; y lo que se temía sucedió al fin. 1-lubo una disparada de caballos en la división Ahalos. Nada hay más aterrador que este desorden tan frecuente en nuestros campamentos. Al día siguiente hubo otra en que mi tienda fue cogida entre los lazos, y mis caballos arrastrados en el torbellino que venía de un campamento contiguo.
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TIPOS, CARACTERES Y USOS
Laguna del Tigre, 25 de enero de 1852. El Ejército Grande marcha, como el destino, a llenar su misión de dar libertad a los pueblos y acabar con el sistema de expoliación y degüellos que por tantos años los ha empobrecido y diezmado. Nuestra gloria está cifrada en soportar con valor las fatigas; nuestro triunfo, nuestra conquista será la cesación de esas mismas fatigas, restableciendo la Daz de la Confederación. El triunfo de Rosas sobre el Ejército Grande sería, por el contrario, el principio de nuevas guerras y de nuevas privaciones para el soldado, porque el Tirano reserva las recompensas para unos cuantos cómplices privilegiados, mientras que para el soldado solo hay en sus filas pobreza, fatigas y destierro perpetuo. lJ Ejército Grande ha atravesado hasta hoy ricos campos, desiertos de población, excepto las estancias de Mansilla y de Pacheco, llenas de ganado. El Ejército Grande ha respetado la propiedad de sus enemigos mismos, porque sería su vergüenza que se dijera que trae la desolación, el desorden y la destrucción al mismo tiempo que la libertad y el restablecimiento de las leyes. Un atentado contra la propiedad es un ultraje hecho al buen nombre del Ejército Grande y un delito que el general Urquiza castiga con la última pena. La laguna de las Toscas o del Gato, 26 de enero de 1852. La extenuación de los caballos se hace sentir por todas partes. I'l general en jefe empleaba activamente la vanguardia en recoger yeguas chúcaras y potros, que nos dejaba en corrales para remontar la caballería. Uno de los espectáculos más novedosos que se ofrecía a la vista era el de una división entera, montada en potros indómitos, y aquella donma de mil quinientos caballos, c3yendo, levantando, haci'ndo piruetas en el aire o lanzándose a escape por los campos, hasta que, a la vuelta de dos horas de lucha, los brutos vencidos, la división recobraba su orden de marcha cual si fuera montada en caballos domesticados. El paisano correntino o entrerriano, nadando o domando, es un prodigio de resistencia, de osadía y de fuerza. Sucedía, empero, en la distribución de los caballos lo que en todas las cosas por falta de organización y de método. El jinete es insaciable de caballos, y los jefes de unas divisiones, más afortunados que otros, estaban remontados con profusión, mientras otros carecían de lo indispensable.
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SARMIENTO - TEXTOS FL T N[) •\MENTALF.S Día 27.
Gorostiaga había hecho frente a los nulos tiempos para el ganado, sembrando trigo, y fomentando a los extranjeros que piden tierras para labrarlas. Hícele notar que de este sistema iba a nacer el inquilinaje, la plaga social más incurable y más desastrosa. No antecedentes, pareció no comprender la cuestión. El estando en antecedentes, departamento de Chivilcoy va haciéndose agrícola con todas las ventajas que la explotación del suelo da a las poblaciones rurales. Muchos extranjeros están establecidos allí, y gozan de coniplera y ibsoluta seguridad, tanto oue nos inspiraba recelos Gorostiaga sobre la lealtad del vasco que nos servía de baqueano. En el país donde el criollo no tiene garantía alguna contra la arbitrariedad de su gobierno, ci extranjero, garantido contra esa arbitrariedad, se hace temido y tiránico. Ellos eran los que sembraban el trigo; ellos los q ue, arrastrados a Buenos Aires los chacareros, compraban las mieses en pie, o en gavilla por precios usurarios. En la mañana habíamos pasado por tina chacra donde ¡fenómeno raro! cuatro gauchos a pie estaban mirando impávidamente desfilar nuestras divisiones. Accrcámonos en busca de leche, y yo dirigí la palabra al prinlero. - ¿Quién es usted? -Yo soy, señor, inglés. - ;Y usted? -Vasco, para servir a usted,, - ¿Y usted, amigo? Lspañol. - ¿Y usted? - Francés. Gauchos los cuatro, seguros de nosotros como de Rosas, viendo pasar a los criollos en busca los unos de los otros para degollarse entre sí. ¡Ah, decía yo, si fueran cuarenta mil, cien mi], un millón estos testigos impasibles de nuestras canalladas! Lucgc vinieron las mujeres y nos dieron mate. Batalla de Caseros-, 3 de febrero de 1852.
El general '\•lansilla me ha asegurado aue Rosas, desbandada la mitad de su caballería, no debió tener dieciséis mil hombres en el cam po de batalla. Hombres, porque soldados no tenía dos mil hombres que, como en el batallón del coronel Hernández, fusilaron a su coronel, anti g uo mazorquero, al frente del enemigo; hombres que, como en el batallón que se le seguía, fusilaron once oficiales antes de desbandarse hombres, en fin, recogidos por la fuerza: el batallón de policía de Buenos Aires, los serenos, los muchachos en nómero de más de dos mil, los sirvientes, los presos, hombres atormentados veinte años, y que habían jurado, a riesgo de su vida, dejar caer al majadero, causa de tantos desastres.
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No había, pues, batalla posible, aunque se iniciase como se inició, aunque hubiese de nuestra parte un plan de batalla, y el enemigo hubiese escogido sus posiciones. No entraría en detalles, pues, sobre esta batalla si de uno y otro lado no hubiese habido la misma escuela militar impotente y nula. La batalla se inició sin guerrillas y por un fuego de artillería de poco efecto, desde que las baterías estuvieron al alcance. El abandono del Puente de Alárquez y los dos de ¡Morón, por quien tenía artillería de calibre, aquella línea inmóvil, y aquel silencio y soledad que precedió a la batalla, da una idea de la fuerza moral, estratégica y física del ejército de Rosas. El general en jefe hizo cargar con su caballería el ala izquierda del enemigo, donde estaba la de Rosas, corrida en el Puente de Márquez. Esta se desbandó y no aguardó que se acercase la nuestra. No vi en el campo un solo muerto de caballería. Ignoro lo que esta masa de regimientos nuestros, que traspasó la línea enemiga, entre la batería de Chilavert, que era la extremidad de la izquierda de Rosas, hizo después, porque entonces debió evolucionar a retaguardia de la infantería enemiga para tomarla de revés. Cuando yo pasé por los lugares encontré al mayor Carril, de la división Burgoa, que iba a retirar una guerrilla avanzada. Todavía hacía fuego la batería de Chilavert. El general no tenía a su lado sino un edecán militar, que era el coronel Chenaut, oue prestó inmensos servicios. El general La Madrid, con una división de caballería de 1.500 hombres, se corrió al este, se dejó ir, y llegó casi a San José de Flores. Esta división no vio el combate. Nuestra derecha de infantería, mandada por Galán, no alcanzó a entrar en línea. .La artillería que mandaban Pirán y Mitre fue la que sostuvo el cañoneo del centro durante toda la jornada. El combate, pues, se redujo a la casa de Caseros, embestida el frente y el costado de la derecha por diez batallones de infantería de línea brasileños y orientales; y aunque hubo resistencia (le la artillería colocada en el patio que no veía lo que pasaba en todo el campo, y un momento de fuego muy nutrido de infantería, el combate era demasiado desigual para que durase largo tiempo. Con la mitad de estos batallones, la artillería de Mitre y Piran, y la división Urdinarrain u otra cualquiera de caballería, no habría habido en qué empezar en despecho de su posiciones fortificadas con la chusma que había puesto en línea Rosas. Creo, pues, que la división Urdinarrain, inutilizada en la posición en que la olvidaron, debió por la izquierda obrar a retaguar
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES día de la casa de Caseros y que las divisiones que disiparon la caballería de Rosas debieron, para utilizar su posición avanzada detrás de la línea de batalla de Rosas, tomar de revés la línea entera, en la parte que no estaba apoyada por puntos fortificados. Pero lo repito: esto y cualquiera otra cosa era inútil; no había enemigo que combatir, y todo se acabó así que nos acercarnos por la izquierda y aun antes de acercarnos por la derecha. Esta fue la batalla de Caseros para los de casa. La batalla para el público puede leerse en el Boletín número 26, novela muy interesante que tuvimos el honor de componer entre Mitre y yo, con algunos detalles que a su tiempo vendrán. (Campaña en el Ejército Grande.)
F 1 CORONE!, HORNOS En la fiesta de la isla de Fragas, que me traía enamorado, por su graciosa colocación en medio de Cualegua.ychú y enfrente de la Aduana, convidóme a bañarnos el coronel Hornos. Es éste un personaje notabilísinio de Entre Ríos, y el rival en otro tiempo de Urquiza. Sirvió con Lavalle, y más tarde cayó en manos de su adversario. Un día en la prisión ve a un soldado que, mirándole de hito en hito, le hacía señas atravesándose un dedo por la garganta. 1-Tornos, que com p rendió a media señal, pidió permiso de salir a sus necesidades, escogió la proximidad de un caballo que vio a la estaca, distrajo al centinela, saltó en él y partió a escape hacia el río. El soldado le disparó un balazo, dio la alarma y pudieron tomarle las avenidas. Entonces Hornos, perdido, se metió en el bosque, y desde lo alto de la barranca lanzóse al agua. Un sargento, indio salvaje de la escolta de Urquiza, que lo seguía, se lanzó tras él con el cuchillo en los dientes, y comenzó aquella horrible regata de dos nadadores diestros, el uno por dar la muerte, y el otro para evitarla. El Uruguay tiene allí cerca (le una milla hasta las islas que lo engalanan en las inmediaciones de la Concepción. Hornos y el indio llegaron a una isla sucesivamente y cayeron extenuados de fatiga el uno cerca del otro, mirándose, acechándose, sin poder mover un brazo, sin poder el asesino arrastrarse hasta su víctima. Un bote de una corbeta francesi de guerra, que estacionaba en las inmediaciones y había presenciado la csccna, voló en auxilio de Hornos y fue salvado. Su hermano había sido degollado ese mismo día y era la señal que el soldado le hacía. Los 1-Tornos
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de Entre Ríos pertenecen a una ele las familias más poderosas, antiguas y ricas, cuyas propiedades han sido confiscadas. El general Urquiza llamaba a Hornos hacía tiempo de la frontera del Brasil, donde se había asilado; pero Hornos le contestaba siempre: declárese contra Rosas y voy a servirle. Llegado este caso 1-lomos vino, el general le regaló una magnífica lanza incrustada el asta de oro y plata, le dio a mandar una división de la caballería de Buenos Aires; pero, me decía el viejo guerrero, nada me ha dicho hasta ahora de mis estancias, de mis treinta mil vacas, de mis casas. Estoy viviendo en un ranchito. Amigo. cuando mi padre vivía había en casa una pieza con treinta camas prontas para hospedados. 'Va inc he acostumbrado a la miseria; pero cuando uno tiene algo, bueno es saber a qué atenerse. En fin, volteemos a Rosas, y todo se ha de arreglar. Hornos es el tipo elel gaucho argentino. Alto, fisonomía noble, europea, movimientos fáciles y andaluzados, alegre, valiente y jinete. En las batallas monta en pelo a guisa de Centauro. Tiene la religión del triunfo de la libertad, y en Palermo, cuando vio desenvolverse la política de cintajos y caudillejos, era preciso contenerlo de que a gritos desahogase su cólera, poniendo la mano a la espada, y diciendo en tono reconcentrado: "Todavía hemos de montar a caballo, y desenvainar esta espada. ¿Qué ha creído, que hemos venido a servirle de banco para sentarse en la silla de Rosas?" (Campaña en el Ejército Grande.)
LAS 'f ROPAS DE ROSAS Pocas veces he experimentado impresiones más profundas que la que me causó la vista e inspección de aquellos terribles tercios de Rosas, a los cuales se ligan tan sangrientos recuerdos, y para nosotros preocupaciones que habíamos creído invencibles. ¿De cuántos actos de barbarie inaudita habrían sido ejecutores estos soldados que veía tendidos de medio lado, vestidos de rojo, chiripá, gorro y envueltos en sus largos ponchos de paño? Fisonomías graves, como árabes y como antiguos soldados, caras llenas de cicatrices y de arrugas. Un rasgo común a todos, casi sin excepción, eran las caras de oficiales y soldados. Diríase al verlos que había nevado sobre las cabezas y las barbas de todos aquella mañana. La mayor parte de los cuerpos que sitiaban hasta poco
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES antes a Montevideo habían salido de Buenos Aires en 1837; y desde entonces ninguno, soldados, clases ni oficiales, habían obtenido ascenso. Qué misterios de la naturaleza humana!, ;qué terribles lecciones para los pueblos! He aquí ]os restos de diez mil seres humanos, (ltiC han permanecido diez años casi en la brecha combatiendo y cayendo uno a uno todos los días, ¿por qué causa?, ¿sostenidos por qué sentimientos? Los ascensos son un estímulo para sostener la voluntad del militar. Aquí no había ascensos. Todos veían los cuerpos sin jefes, o sin oficiales; por todas partes había claros que llenar y no se llenaban; y los mil postergados nunca trataron de sublevarse. Estos soldados y oficiales carecieron diez :uos del iiljriU() de un techo, y nunca murmuraron. Comieron sólo carne asada en escaso fuego, 'y nunca murmuraron. La pasión del amor, poderosa e indomable en el hombre corno en el bruto, pues que ella perpetúa la sociedad, estuvo comprimida diez afios, y nunca murmuraron. La pasión de adquirir como la (le elevarse no fue satisfecha en soldados ni oficiales subalternos por el saqueo, ni entretenida por un salario que llenase las más reducidas necesidades, y nunca murmuraron. Las afecciones de familia fueron por la ausencia extinguidas, los goces de las ciudades casi olvidados, todos los instintos humanos atormentados, y nunca murmuraron. Matar y morir: he aquí la única fac&td despierta en esta inmensa familia de bayonetas y de regimienros, y sus miembros, separados por causas que ignoraban, del hombre que los tenía condenados a este oficio mortífero, y a esta abnegación sin premio, sin elevación, sin término, tenían por él, por Rosas, una afección profunda, una vencración que disimulaban apenas. ¿Qué era Rosas para estos hombres? o, más bien, ¿qué seres había hecho de los que tomó en sus filas hombres y había Convertido en estatuas, en máquinas pasivas para el sol, lluvia, las privaciones, la intemperie, los estímulos de la carne, el instinto de mejorar, de elevarse, de adquirir, y sólo activos para matar y recibir la muerte? Y aun en la administración de la sangre había crueldades que no sólo eran para el enemigo. No había ni hospitales ni médicos. Poquísimos son los invál i dos que han salvado de entre estos soldados. Con la pierna o el brazo fracturado por las balas iba al hoya el cuerpo, atacado por la gangrena o las inflamaciones. ¿Qué era Rosas, pues, para estos hombres?, ¿o son hombres estos seres?
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• . ¿Cuál es el secreto de fenómeno tan extraño? La ineptitud humildad de condición de los jefes y oficiales subalternos, y el aunamiento de los jefes superiores para explotar la guerra y el poder que cjercían. Veinte generales y coroneles, orientales y argentinos, han reunido fortunas inmensas: han talado el país que ocupaban, sirviéndose det ejército como de peones sin salario. De coroneles abajo ci terror mantenía la resignación, la pobreza y a viy la moralidad. Cerca del campamento de Oribe vase ho sitar la zanja donde están insepultos los cadáveres y esqueletos de centenares de sok1 ados degollados, mezclados con los salvajes unitarios orientales y argentinos. Por estos medios una sola queja no ha sido oída en diez años de sufrimientos y de injusticia. (Campaña en el Ejército Grande.)
EL GENERAL PAZ EN MONTEVIDEO Encontrérne en Montevideo con el viejo soldado de la independencia, el general estratégico, el brazo que se ha alzado en veinte años a parar los golpes dirigidos a la libertad argentina, el salvador de Montevideo, cI maestro, en fin, que enseñó a la parte civilizada de la República Argentina a pararse firme ante el caudillaje y dejar con eso sólo en descubierto su arrogante impotencia. El político ha sido vencido, ci general nunca. Su persona puede desaparecer, pero su obra es imperecedera, y ella acabará de salvar la República. Había ceñido la espada en mi juventud, bajo sus órdenes, y pertenecido a su esclta, sin conocerlo. Habíamonos escrito desde 1848, y nuestra entrevista, y nuestro encuentro en Montevideo, tenía el interés de un reconocimiento personal deseado, y de una similitud de posición originalísima. ¿Conque se viene usted? - ¿Conque le estorban llegar a usted? El general Paz había permanecido en Río de Janeiro cinco años, dando el ejemplo de la resignación en la desgracia, de la pureza de costumbres que debe caracterizar al patriota, y de la dignidad humilde del hombre público. Rodeado de su familia, no habiendo perdido su esposa sino en este último año, el general vivía oscuro en Río de Janeiro por modestia, por pobreza y por gusto. Había comprado uno o dos negros, seis vacas americanas y una inglesa del Cabo de Buena Esoeranza, que producía veintiséis botellas de
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SARMIENÇO - TEXTOS FUNDAMENTALES leche diarias, y con la de todas, cuidadas por un negro y el otro sirviéndole de doméstico, mantenía su familia con una mediocridad humilde. Tenía, además, un bodegón de mínestras, mal situado, peor administrado, que concluyó, al fin, por llevárselo el diablo. En la rui de San Clemente, cerca del jardín botánico, a casi una legua del centro de la ciudad, a la puerta de aquel descuadernado bodegón, veíase, casi todos los domingos, un magnífico coche Con cuatro laca yos de gran librea, y con las armas de la embajada oriental, apostado todo ci día. Era el enviado plenipotenciario de la Re p ública Oriental, que, con el qcneral Pacheco y Obes, y algunos argentinos, venían a comerle al general Paz sus malos porotos con fariña, y honrar así las virtudes austeras del invicto general y del desgraciado jefe político. Algún tiempo después de establecido en Río de Janeiro el general recibe por la estafeta dos contos de rcis en billetes de banco (1.000 pesos) y una carta anónima en que se le hacía depositario de esta suma por algunos años, con encargo de no indagar el origen y Otras menudencias. He aquí al pobre general en conflictos, lleno de escrúpulos, queriendo protestar contra aquel avance, pero ¿ante qiién? Convoca a consejo de guerra a sus amigos, expone su tribulación, y se resuelve, lo único que podía resolverse, que se calle y aguante el depósito, dádiva o lo que fuese. Al mes siguiente recibió sin carta por el correo doscientos mil reis (100 pesos) y todos los meses tuvo la misma incumbencia. ¿Quién le mandaba esta sum? ¿Quién podía m'ndarla? Y una terrible sospecha pesó sobre su conciencia. ¿ Será el emperador? ¿Puedo, sin desdoro, aceptar el don, si realmente viene de sus manos? Hasta hoy no se ha podido traslucir nada; pero el emperador ha hecho muchas de ésas en su vida, y la suposición no tendría nada de gratuito. La época de la regeneración argentina llega, y el general Paz consagra todo el ardor de su alma, toda la capacidad de su espíritu a allanarle el camino al hombre más feliz, aunque cien veces menos digno que él, a quien va a caberle la honra de salvar la República. Escribe a Chile, me escribe a mí, y en todas sus cartas, cartas de pliegos, el nombre del general Urquiza es alzado a las nubes, bendecido, aclamado. En setiembre 24 de 1851 el general Paz me escribía de Río de Janeiro: "Al ver el incruento desenlace que va a tener la cuestión oriental, en donde casi no ha corrido sangre, nos es permitido esperar que lo mismo suceda en la Republica Argentina. Pronto va a hacer la prueba el general Urquiza, pues se propone pasar el
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Paraná tan luego ciinie concluva su rápida campaña 'al estado del Lruguav. Su programa, que ya conocerá usted, merece mi más completa conforiiiidad. Ni puede ser de otro modo, habiendo sido ci mío en los tiempos en que tuve influencia en los negocios públicos, congreso, constitución, organización nacional. "Aunque nada nuevo diga en la carta a que me refiero, no quiero que usted ignore mi modo de pensar. Me contentaré ahora con reproducir lo que en ella expreso, y añadir que su réplica al A rchivo A mericaijo (nacionalización de las aduanas) que he visto después, me ha confirmado en mi opinión. No me parece menos acertada la prescindencia de personas, cualesquiera que sean sus antecedentes políticos; con tal que bagan el bien, se harán acreedores al reconocimiento nacional. Yo, desde ahora, le ofrezco al general Urquiza el muy sincero tributo de mi gratitud." Interpelada la opinión del general, por los nhinistros del Brasil, en consejo ele ministros a que fue llamado, en el momento supremo de echar el peso del imperio en la balanza de la lucha argentina, sobre la sinceridad del general Urquiza, para arriesgar en sus manos la gloria, el honor y los intereses del imperio, el general Paz da a su turno la garantía de su probidad, y responde de Urquiza. 111 Brasil no vacila desde este momento. Triunfa éste, y Paz pierde su austeridad, vende negros y vacas, quema todas sus pobrezas, embárcase y vuela a dar un abrazo al libertador, y volver a aquella patria que no fue segura para él sino en los campos de batalla. Llega a Montevideo, y al trasladarse de un buque a otro para continuar a Buenos Aires, sabe que ci general victorioso ha dicho que lo fusilará en el acto de desembarcar. Sus amigos le escriben que regrese a Río de Janeiro, y el antiguo proscrito, el preso de diez años consecutivos, dice "pero los que tal inc aconsejan no saben lo que es el destierro sempiterno para un viejo, cargado de hijos, sin fortuna, que ha perdido en él su mujer ..... El 4 de mayo me escribía a Río de Janeiro: "Las preve ncu riles contra mí, en lugar de disminuir, aumentan, según me escriben personas bien informadas. Es muy singular mi posición! Pero qué extraño, si la de usted es la misma. ¡Qué países y q ué hombres éstos!" (Campaña en ci Ejército
Grande.)
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UN VICEALMIRANTE DE QUINCE AÑOS Pero encontré allí un personaje más curioso, más raro, y de cuya catadura no hay otro ejemplar en la tierra. Un vicealmirante de una república, de edad de quince años, que había merecido tan alto honor desdc la edad de trece años. Con este título se había presentad en el Brasil, solicitando entrar en una escuela de náutica, de cadete , y empeñarse en hacerse uniforme de su rango. Se le hizo sentir lo poco decoroso que sería el aplicarle el guante al señor vicealmirante, estando de grande uniforme. En aquella fisonomía infantil se podía estudiar los estragos que hacen estas posiciones altas, a que se elevan muchachos imberbes, y por su capacidad y prendas naturales, insignificantes. Imagínese el orgullo de un niño que habla con la gente grande, que vive libre de toda sujeción, que charla de todo, y se cree ci igual de todo el mundo. Sabiendo quien yo era, se me acercó a la mesa, y a poco pudo entablarse un diálogo de este género, principiado por él con tono de hombre que juzga de la altura de su posición estos pequeños sucesos que alteran la faz de los pueblos. - Qué le parece a usted la conducta del general Urquiza? Cree usted que haga algo bueno? Yo creo que no ha hecho más que sustituir a Rosas. —Tiene mil dificultades con que luchar; pero aún no hay nada que se oponga a su marcha. —Veo (esto con un sentimiento de desprecio y de lástima), que hay muchas ambiciones en la Confederación: todos han de querer mandar. —No deja usted de tener razón. Sin embargo, son siempre los que se han elevado por el capricho del acaso los que hallan muy ambiciosos a los que serían dignos de reemplazarlos. —Si, pero. . . hablo de las ambiciones despreciables. - Tales para cuales, no suelen ser menos despreciables los que hallan dcspreciabilísmo el deseo de otros de remediar absurdos que chocan al buen sentido. El niño estaba en espinas, y bajando poco a poco el tono de suficiencia en que había principiado, habló de cosas más conformes a su edad. Después, refiriéndose a ni,, había dicho: "me parece poca cosa este hombre". Creo que he olvidado decir al lector quién era este vicealmirante. Era nada menos que el hijo del señor presidente de la República del Paraguay. Su otro hermano, de veinte años ahora, es, de tiempo atrás, generalísimo de los ejércitos de su padre, y la
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república por mar y por tierra está gobernada por estos personajes. (Campaña en el Ejército Grande.)
AQUINO En la tarde ele! 10 de enero el teniente coronel Mitre y el capitán Forcst se dirigían con otros por la Pampa hacia el occidente de los acantonamientos de varias divisiones de caballeria, en busca de la división Aquino, acantonada la última muy adentro de la Pampa. Sobrevino la noche, extraviííronse de su rumbo, y vagaron largo tiempo por aquellas planicies pastosas, cuyo silencio sólo interrumpe el revolido de la perdiz que terne ser pisada por los caballos, y cuya monotonía alegran luciérnagas vagarosas como almas en pena. Al fin, divisaron la blanquecina tienda del jefe, y allá se dirigieron. Era raro, sin embargo, aquel profundo silencio del campo; ofanse las pisadas de los propios caballos sin ecos, sin otros sonidos que las hiciesen menos distintas. Forcst dio voces, y las voces se perdieron en la so l edad. Vio al fin hombres durmiendo, hablólos, desmontóse, reYnoviólos, tomó a uno en fin de un brazo, V sintió humedecidas sus manos, que pasó por su camisa y quedaron en ella estampadas las señales. ¡Era sangre! Forest montó a caballo, se reunió a sus compañeros y dijo al oído a Mitre: ¡estamos perdidos! El campo ha sido sorprendido por el enemigo, y esos que hemos visto están degollados. Paráronse, miraron en las tinieblas a todos lados, escucharon; ¡nada! Dirigiéronse a la tienda entonces, en cuyos alrededores había cadáveres. Uno era el de Egueta, sargento de granaderos a cahallo licenciado de Chile, el otro era el ele Aquino. Es, sin duda, necesario tener nervios de hierro para resistir al pavor supremo de estas impresiones en que la soledad del desierto, el silencio de la oscuridad dan pavores nuevos a la muerte. Aquino y Mitre eran amigos, y se habían convidado a pasar aquella noche juntos. Había sídolo yo también y negádome por mis ocupaciones. Al fin oyóse una voz firme que pedía auxilio. Era el mayor Terrada, que había escapado amarrado, y pudo, una vez desembarazado de sus ligaduras, contar la horrible catástrofe. Aquino se ocupaba de arreglar sus malas conversando con Terrada, oyóse tropel, y dijo: disparada de cab:llos, dirigiéndose a la puerta de la tienda,
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES donde una lanza lo atravesó de parte a palte, cayendo muerto co el acto. He aquí una historia bien corta. Otras heridas le habían hecho después y una incisión en la garganta. El semblante del cadáver tenía imponente seriedad, el ceño un poco fruncido y en los extremos de los labios la contraccién iniciada de la cólera, los ojos abiertos, aunque turbios, como si mirase, y los labios cerrados con naturalidad. Habían, además, degollado al teniente coronel Aguilar y tres oficiales más de los que habían sido de Rosas, y herido a Villegas, chileno también, ascendido a alférez. Terrada tenía ya el cuchillo a la garganta cuando su asistente le dijo al asesino: "por qué matas a ese pobre diablo? Sácale las prendas y déjalo". Hízolo así el soldado, y el asistente, dirigiéndose a Terrada: "arrástrese, señor, añadió, hasta esos pajonales; el primero que venga lo ultima", y así había salvado a 1 errada. Mitre regresó con sus compañeros, siete en número, encontró en su camino una división brasileña. El rondín lo recibió a conveniente distancia, y desde allí, por una red de guardias y puestos avanzados, llegó hasta el jefe de día, a quien dio parte de lo acaecido. De allí salió en busca de una división entrerriana de mil quinientos hombres de caballería, entró en el campo por la retaguardia, gritó, dio voces, y despertando con dificultad un soldado aquí, saltando a otro escuadrón, llegó al fin en hora y media a la cabeza y pudo dar parte al jefe de la desgracia, tomándose luego disposiciones para recorrer el campo, pues nada más podía hacerse. Cuál fue el origen de este desastre? El general Sostuvo siempre que Aquino era un borracho y que era la causa de los malos tratamientos que daba a la tropa, hasta que se sublevó hostigada por las tropelías de que eran víctimas oficiales y soldados. La sublevación de la división Aquino es el nudo del drama de esta campaña, y sin jactancia puedo decir que sólo yo sé el origen de este suceso. Como lo he dicho antes, había vivido en el seno de esta división, navegado con ella, y estaba ligado de amistad con muchos oficiales. Sabía, pues, la historia íntima de este cuerpo. Parte de los soldados habían sido presidiarios, aunque el coronel García, hermano de don Baldomero, me aseguró después que éstos habían sido casi totalmente exterminados en la guerra oriental. El teniente coronel Aguilar era aborrecido de todos sus compañeros, debiendo entrar por algo en esto la superioridad de sus modales bastante cultos, lo que me lo hizo tomar en afición. Yo se lo
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recomendé a Aquino j untanlente con el capitán Guardia, ci mayor Aramburu, y ci mayor Recabarren. El mayor Aramburu tuvo reyertas con Aquino por detalles de conducta, y se separó del cuerpo. Digo que sé todo lo que sucedía en el cuerpo porque me lo contaba Aquino por un lado, y Guardia y Aramburu me lo habían contado por otro. Parece fuera de dula que un cabo Segovia fue el jefe de la revolución; apovólo un mayor Aguilar, ascendido desde trompa, y la tropa y oficiales siguieron el ¡novimientu por terror. Asegúiase también que los soldados llevaban a una vista a sus ofiialcs. Fi hecho es que la división llegó íntegra a Luján, y Rosas le decretó honores, sobresueldo, y recompensas. He tenido en mis manos los cuadernos de boiradores de Rosas, con los nombres de los premiados, y las cantidades puestas de lápiz al lado de cada uno, de su letra: "Don A. 11., por ejemplo, teniente de l a Escolta en 1836, hecho capitán por el loco, veinte mil pesos." Esta expresión ci loco, estaba repetida invariablemente en cada partida. Pero tomemos las causas en trrande, las causas lógicas, históricas, para explicar los hechos producidos por las pasiones. A Aquino lo conoccron todos en Chile, y lo estimaron cuantos lo conocieron. 1-lijo de una familia de Buenos Aires, confió a su espada, desde muy joven, el cuidado de rbririe paso en la sociedad. En 1831 lo conocí teniente, de veinte anos, con una herida fresca aún en la cabeza. Fue después oficial de Lavalle, en cuyos ejércitos adquirió la reputación de valiente que no desmintió nunca. El Boyero lo había adoptado por hijo. y cuando encontraban, con seis hombres, un escuadrón enemigo, el Bo y ero le decía: venga, hijo, tome una lección, y cargaban juntos. Emigrado al Perú, tomó servicio y se distinguió por actos de valor romanesco. Era un verdadero oficial de fortuna, franco, disipado, derramando el dinero o la sangre, para satisfacer sus necesidades lujosas y elegantes, o servir sus ideas políticas. 1-lablaba inglés y un poco de francés, y era el amigo (le gringos y yanquis, de capitanes de buques de guerra y de nédicos de las escuadras; y con ci inglés le había venido el uso del grog, el brandy y la ginebra de que tomaba, al uso inglés, todo ci día, sin propasarse sino rara vez. A mí me mandó pedir dos botellas de ginebra al Rosario y no quise mandarle, conociendo las ideas del general, pero después se las procuró por otra vía. Esta costumbre dio origen al rumor de que era borracho. Un hombre de esta clase, un jefe, que en el Perú había tenido los caballos de su cuerpo a pesebre, recibió una división de las de
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES Rosas, soldados encauecidos ya, habituados a cierto modo de ser inveterado. Los oficiales, en gran parte, de la misma condición del soldado, camarada el jefe de su propio asistente, comiendo juntos y sin ninguna de las distinciones de la jerarquía militar. Estas tropas, ocupadas en saladeros y otras faenas hacía cinco años, apenas sabían maniobrar, y los oficiales mismos, Recabarren el primero, habían olvidado la táctica, si no son las cuatro primeras reglas, diré. Esta división no había cambiado un solo jefe, un solo oficial, elevándose los mismos antiguos de un grado desde cabos a tenientes coroneles. Aauino era, pues, una anomalía, una cabeza de mármol sobre un cuerpo de arcilla. La represión dada a uno afectaba a todos, porque el motivo era común, y siendo todos amigos antiguos, y él sólo el extraño al cuerpo, soldados y oficiales formaban una universa' conspiración de odo, de celos, de reprobación. Aquino cometió, además, dos gravísimas faltas que le costaron la vida. Jefe de brillo y de táctica, se desesperaba al tocar el arma con que debía combatir y hallarla pesada, mohosa e inmanejable. Emprendió, pues, la ingrata tarea de adoctrinar su regimiento, y por lo angustiado del tiempo prolongaba indefinidamente los ejercicios doctrinales, sobre terreno desigual, con soldados viejos que casi habían olvidado todo. Su rabia era, en proporción, de la vehemencia de sus deseos de mejorar la tropa y la ineptitud de oficiales y soldados. Esto los exasperó mucho. La otra fue que, acampando a discreción en la pampa, tomaba caballos de noche para estar prevenido para una sorpresa, lo que facilitaba los medios de dejar impune un levantamiento. Estas son las causas aparentes. La verdadera causa, empero, partía de fuente más alta. Venía de la completa desorganización de aquel ejército, de la falta de estado mayor; venía, en fin, del general en jefe, único responsable de aquel desastre y de todos los que se le siguieron. Dije al principio, que no había querido organizar estado mayor para que ningún jefe militar tuviese parte en el mando del ejército, y que no se creyese necesario para él, el auxilio de la ciencia y de la administración, indispensable en grandes masas reunidas. Después de la batalla de Caseros decía con jactancia: Ahí tienen una batalla y una campaña hecha sin estado mayor; para que vean lo que necesito yo de esos generales fundillos caídos (clasificación que da a todos los veteranos, Paz a la cabeza). Me parecía oír a estos bodegoneros que, vendiendo grasa, se enriquecen y que dicen: qué me vienen a mí con libros, cuentas corrientes, balances, etcétera; todas son pamplinas.
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TIPOS, CAaACTERES Y USOS
• Quien crea que hay exageración en estos reproches debe saber que en el Ejército Grande no había jefe de día, ronda, rondín, patrullas, ni avanzadas; que no había orden del día, ni estado general del ejército, ni órdenes escritas, ni edecanes reconocidos, ni oficial ninguno de estado mayor. En las marchas la vanguardia avanzaba sin exploradores, reservas, gran guardia, flanqueadores, ni vanguardia de la vanguardia; y el centro, en tres columnas de infantería y dos exteriores de caballería, no tenía ni vanguardia, ni avanzada de noche siquiera al frente. Este lujo inaudito de barbarie y el desorden se hacía en presencia de brasileños y orientales, que en sus campos respectivos estaban en regla. No había comunicación regular por medio de los ayudantes, que de cada cuerpo debe permanecer uno en el estado mayor para llevar a sus respectivos jefes las órdenes que se impartan. El general se jactaba, pues, de haber descendido más abajo de las prácticas guerreras de las pampas; pues una vez Galán, mostrándole yo la Petite Guerre. que es el manual de avanzadas, me decía: los indios toman todas esas precauciones. La división Aquino se sublevó, pues, porque cada jefe acantonaba donde creía convenirle, y aquellos soldados, ausentes de su país catorce años, no podían resistir al deseo de volverlo a ver. La vista de la Pampa sin obstáculo y la proximidad de los caballos fue la jmica causa de la sublevación. La prueba de ello es que del lado del general en la vanguardia se fugó un escuadrón de Hornos, antes de la sublevación, se le siguió un tercio de la división Sushiela, y sucesivamente de los batallones de infantería hasta la sorpresa hecha al general Pacheco, que restableció la moral del ejército porteño. Ten2o en mi poder interrogatorios levantados por el señor Jimeno y tomados en Caseros, en que los oficiales pasados con tropa anunciaban los que estaban prontos a pasalse. Todo esto procedía de la falta de precauciones, vigilancia y organización íntima de los cuerpos, y el abandono de aquellas prácticas sencillísimas de los ejércitos en campaña, que alejan hasta el pensamiento de la deserción por la red de guardias, rondas, patrullas, jefes de día y otras vigías que hacen imposible o peligrosa la defección o el motín. No hubo jamás santo dado al ejército, no habiendo guardias; y tres veces me han despertado a media noche, en ni¡ tienda, hombres que venían de chasques de la vanguardia y penetraban hasta allí en busca del general Virasoro, sin haber encontrado un obstáculo, ni un centinela. Así, pues, la defección se ejerció por divisiones, como la de Aquí-
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES no; por escuadrones, como la de Hornos; por compañías, como la de Susbicla; por mitades, como la de los cuerpos de infantería. Si los entrerrianos no desertan es porque saben que tienen casa, familia y que para después les aguarda la muerte, la ruina y la deportación de todos los suyos. Las consecuencias de la falta de estado mayor fueron que, con la defección de todos estos cuerpos, Rosas, que estaba acantonado definitivamente en Palermo, avanzó hasta Santos Lugares, y sus tropas, prontas a abandonarlo, se contuvieron y se aventuró la batalla de Caseros en la esperanza de nuevas defecciones de que nos salvó por casualidad la sorpresa hecha al general Pacheco en los campos de Cabral. Las consecuencias de la falta de estado mayor fueron que, después de la batalla, las tropas desbandadas saquearon los alrededores de Buenos Aires, y el 4 por la mañana vencedores y vencidos principiaron el saqueo de la ciudad, que se achacó a orden de Mansilla y motivó la matanza (le ladrones en las calles de Buenos Aires. La consecuencia de la falta de estado mayor fué el exterminio decretado de la división Aquino, y las escenas horrorosas de Palermo que deshonraron el triunfo. ¿Cuántas víctimas sacrificadas a la realización de un capricho inaudito inspirado por los celos y la rabia de mando absoluto? —Aquino y seis oficiales. —Cien individuos de su división aprehendidos y fusilados. —Todos los muertos de una batalla, sin esta circunstancia imposible: puesto en peligro el éxito de la campaña. —Ciento y más víctimas del saqueo que nada se había hecho para precaver. —Dos millones saqueados, según consta de declaración tomada judicialmente. Pero lo que cl general no apreciaba es que los brasileños que venían con nosotros veían diariamente la impotencia y nulidad de nuestros ejércitos, a punto de tener que decir yo muchas veces al brigadier Márquez y a sus edecanes que no se hiciesen ilusión, pues que nuestros ejércitos, los que habían hecho sicnlpre la gloria de nuestras armas, no eran esa turba inculta de jinetes y paisanos armados, que sólo eran levantamientos en masas de poblaciones indisciplinadas. (Cainpaí(t en ci Ejército Grande.)
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TIPOS, CARACTERES Y USGS
EL CAPITAN GAUNA Del campamento del general Flores trae el coronel Rivas al capitán Gauna, que corno Aquiles, por una cautiva había ganado su tienda, sentido por haber admitido en el ejército a un rival suyo en la Banda Oriental, y blanco además, que lo había perseguido cinco meses por montes y valles. Al saber que estaba allí vino en su busca para matarlo, lo que sabido a tiempo por el general Flores, interpuso su autoridad armada de revólver en mano, apéndice necesario para dar acentuación a las palabras. Gauna jura no pertenecer a un ejército donde se admiten hombres como su enemigo; y todos los esfuerzos, consejos e instancias del coronel Rivas sólo le arrancaron la promesa de acompañarlo a él corno amigo y paisano, sin carácter ni empleo militar alguno, y así lo sigue a su campamento. En todos los países fronterizos en que arden por siglos guerras civiles como los borderers entre Escocia e Inglaterra, los Indian haters, en la orla de las poblaciones norteamericanas lindantes con los indígenas, se desenvuelven caracteres fuera de las reglas ordinarias que rigen las sociedades humanas. La tradición de los odios de razas, el desamparo y dominio de la fuerza se trasmiten por la sangre, o por la palabra y el ejemplo. La vendetta es la ley de la tierra, y el culto que el hermano y el hijo pagan a la memoria de los suyos, expresa en escenas de sangre los sentimientos más dulces dci corazón. La Banda Oriental del Río de la Plata, ha sido desde la conquista hasta nuestros tiempos el campo de batalla que portugueses y españoles ensangrentaron de padres a hijos, disputándose la ejecución de la bula de Alejandro VI que tomaba un meridiano del cielo como límite terrestre de la dominación de ambas coronas. Artigas, Rivera y tantos otros famosos caudillos de jinetes han salido del seno de estas envenenadas luchas de frontera, comunicando a los territorios vecinos de Entre Ríos y Santa Fe el sistema de guerra a caballo, el levantamiento en masa de las poblaciones de jinetes, con la crueldad y espíritu devastador que ha caracterizado nuestras luchas civiles. Estos antecedentes históricos de la Banda Oriental han impreso a sus paisanos un carácter heroico de que tenemos muestras en Flores, Caraballo, Sandes, Fausto, Gauna, que afiliados hoy a la
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES causa de la libertad que sostuvo el partido colorado contra Rosas, han venido a levantar nuestra caballería donde quiera que se hallan presentes. El capitán Gauna es la expresión más genuina del espíritu de frontera, del outiaw inglés, del contrabandista español, si jamás hubiese hecho ci comercio del partidario, en fin de todos los países; y épocas en que la guerra civil se prolonga hasta entrar en los; hábitos y las costumbres del pueblo. Singular contradicción:; Gauna es hijo de padre y madre irlandeses, cuyo apellido debe ser Gawn y el vulgo ha hecho Gauna; establecido en Paysandú donde poseía bienes, y hoy muerto el padre, la madre viuda reside en Tacuarembó, frontera del Brasil, donde posee una estancia. Tiene Gauna treinta y dos años, y de ellos cuenta ocho que no ha dormido bajo techo, alzado en los campos contra las autoridades que lo perseguían, contra los blancos a quienes hacía cruda guerra, desde que vio despojar a su pacífico y honrado padre por Pinedo, comandante entonces de Paysandú, de nueve carretas cargadas de harina y cuarenta y ocho bueyes y rematarlas en Mercedes. A la edad de catorce años Gauna presenció la muerte violenta dada a uno de sus hermanos por dos portugueses brasileños, y juró desde entonces venganza expiatoria. A los 22 años encontrólos o los buscó, lo que es más creíble, y dio muerte a ambos. La justicia debió intervenir, y desde entonces data esa vida extraña de aventuras, violencias y combates, en que han caído indistintamente comisarios de policía y oficiales del ejército al mando de tropa, lo que ha dado a su nombre celebridad que alcanza a las poblaciones fronterizas del Brasil, llena todas las sinuosidades y bosques de] Uruguay, y pasado al Entre Ríos, su asilo en los malos tiempos, y a Buenos Aires desde que ha consagrado su brazo a nuestra causa. De una estatura colosal aunque esbelta, de facciones europeas, si bien americanizadas por el porte y actitud del jinete americano, nada revela en su apariencia el carácter enérgicamente templado, y el valor de que ha hecho ostentación tantas veces. Once días antes de la matanza de Quinteros, Gauna se las había habido con un capitán Fernández, comisario, y su partida, dejando tendido a aquél después de un combate desesperado, y recibiendo de la otra un balazo que le fracturó la mano. No obstante esta herida que picaba en gangrena, Gauna precedió a los blancos hasta el paso de Quinteros guerrilleándolos catorce leguas, y sólo salvó de aquella odiosa carnicería, por hallarse cubriendo un punto
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durante la capitulación, cuya existencia ignoró hasta después de consumada, volviendo para salvarse, a su vida de aventuras, hasta que un año después tuvo que aceptar con cinco secuaces el combate con un capitán al mando de cuarenta y tres hombres de tropa. Cuál debía ser el terror que inspiraba, puede deducirse del hecho que los cuarenta y tres echaron pie a tierra para defenderse, y aun así perdieron a uno de los oficiales, muertos y varios caballos, retirándose Gauna en su presencia sin ser molestado. Pasó entonces a Entre Ríos donde el general Urquiza le prodigó todas las atenciones que acostumbra para captarse la gratitud de los valientes. Gauna comió a su mesa, montó en sus parejeros, pudiendo en una corrida de toros ostentar su destreza corno picador, y su audacia, descendiendo del caballo con grandes espuelas a hacer un lance. El capitán Gauna paso el Paraná con los entrerrianos que invadían a Buenos Aires en 1859; pero en el campamento de las Saladas, el recuerdo de la causa que había sido inmolada en Quintetos habló más alto en su corazón que la gratitud a distinciones interesadas, y tomando la pampa con tres secuaces suyos, no más conocedores que él del suelo nuevo en que pisaban, fue a caer sobre el fuerte de i\lelincué guarnecido por nueve hombres. La batalla se trabó incontinenti; fueron heridos dos de los suyos, mató a un contrario, y prolongando el combate hasta la noche, pudo alzar sus heridos e incorporarse al ejército en vísperas de la batalla de Cepeda en que tomó parte, y fue prisionero, cortándose el bigote para disfrazarse. Un año después se presentaba en las filas que debían reivindicar en Pavón la pérdida de Cepeda. El general en jefe necesitaba datos, y encargó al capitán Gauna traerle un prisionero vivo. Fuese a la guerrilla más a mano y tomó al alférez Flores, escogiendo al que le pareció más entendido para dar noticias; unos dicen que lo tomo de un pie; otros que del pescuezo lo sacó del caballo. Al día siguiente fue herido por Birrichín, y herido tomó parte en la batalla de Pavón. El capitán Gauna se encontró en la Cañada de Gómez, y es excusado decir el estrago que bacía su espada, allí donde dejaron de acuchillar cuando los caballos dejaron de puro fatigados de obedecer a la espuela y al rebenque! ... (Obras: T. X LV , 1864.) *
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Durante una de las últimas tentativas de Jordán, de la estirpe de Ramírez, en el Entre Ríos, para restablecer el levantamiento indígena de 1872, un Gauna, uruguayo, cayó en manos de sus enemigos en la Banda Oriental, y fue inmediatamente degollado en expiación de tantos otros que él había sacrificado. • • Había pasado a esta banda con el general Flores, antiguo oficial de Artigas, aunque hombre muy honorable, y con otros jefes orientales. No querían, a lo que parece, tenerlo a su lado, y el coronel Rivas, oriental, se lo llevó cons go. Tenía una historia siniestra. • . . El coronel Rivas, que conocía a su protegido, haciendo de ojos a un compañero de armas, decía a Gauna: —Vamos, Gauna, cuéntanos tu vida. -Oh, señor, replicaba aquél, mi vida es muy fiera, no se puede contar. —Hombre, veamos, cuántos hombres Iras muerto con tus manos en tanta refriega como has tenido. Dí la verdad. —Por mi cuenta, llevo ciento treinta y dos. (Si era exagerada la cifra, la depravación del sentido moral para atribuirsela a sí mismo, debía ser mayor.) íConflictos. .1
B A 1 G O R Rl •
Distínguese en la columna de caballería la fuerza de Baigorria por la presencia de cuarenta lanzas indígenas que alzaban sus moharras sin banderolas o con adornos de pluma de avestruz a cuatro varas más sobre la cabeza de los jinetes, blandiéndose sobre delgadas cañas tacuaras. Este es el escaso contingente que manda con su hermano el cacique Coliquco. El número 79 de línea que los precede, se distingue por la hermosa banda de clarines, única en nuestra caballería. El comandante general y el auditor de guerra aprovechan el descanso de un cuarto de hora para visitar esta división que tanto se distinguió en Pavón, arrollando delante de sí cuanto se presentó, hasta quedar comprometida a la retaguardia del enemigo. El coronel Baigorria recuerda al auditor de guerra la primera vez que llegó su nombre a las tolderías de las tribus ranqueles de quc era hijo adoptivo en 1851. Uno de los caciques en un asalto a psajíros en los frecuentes
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES malones sobre los caminos y poblaciones cristianas, tomó una valija llena de papeles, que cedió a Baigorria corno cosa de ningún valor. Entre ellos encontró 17 números de "Sud América" que instruveron del estado de la política en los pueblos cristianos, reanimando las esperanzas del antiguo unitario, vencido treinta aios ha, y lanzado al desierto en busca de amparo. La entrevista con los capitanejos fue corta y expresiva. Baigorna señaló al hermano de Coliquco, el comandante en jefe, quien le dio la mano felicitándolo y, pidiéndole noticias de su hermano y familia, a que contestó con sencillez y reciprocidad. Llamó a los capitancjos, uno de los cuales, Chapilao, reclamó el auxilio del intérprete, pronunciando en seguida un discurso con el tono declamatorio de la oratoria indígena. No entendiéndose el sentido de las palabras, podía gozarse más todavía del artificio de la entonación, especie de música, con notas prolongadas y corcheas que se sucedían rápidamente, agrupando palabras como descargas, acceso, aseveraciones de afecto, amistad y alianza. Sentíase que éste era el tono declamatorio, puesto que otros indios, diciendo poco más o menos lo mismo, usaban ci estilo llano que llamaríamos recitado. Todos los pueblos primitivos han cantado sus idiomas en las ocasiones solemnes, testigos los griegos, y hoy las tribus indígenas de ambas Américas. Hemos oído a un intérprete traducir ante el gobernador de Buenos Aires un discurso y revestirlo de accidentes de persuasión tan eficaz, como lo habría hecho el autor original. Baig orria es un nombre que suena hace veinte años en la historia de las fronteras del Sur; y el que lo lleva es uno de los tipos más singulares de la vida argentina. Al contemplar sus facciones 110 sabría discernirse si es un cacique verdadero o un cristiano. Tiene toda la fisonomía indígena, pequeño de estatura, color cobrizo tostado, pelo negro y fuerte, barba escasa y dura. Una enorme cicatriz desde la oreja hasta la boca ha deformado el óvalo aplastado de su cara, habiendo demolido la carretilla de ese lado. Su aspecto es suave sin embargo; su lenguaje sin el pulimento de las clases cultas, carece de los defectos de los hombres del pueblo. Discurre sencillamente, con muestras de buen sentido, acaso exagerando un poco su amor a los buenos principios tic gobierno. Su historia principia por un accidente a que debió la conservación de su vida. Oficial subalterno del regimiento mandado por el coronel Echeverría en 1831, cayó prisionero en el Desaguadero y fue conducido a Mendoza poco después de haberse apoderado de aquella provincia Facundo Quiroga. Cuando fueron fusilados por
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él todos los oficiales prisioneros de guerra en número de Veintiséis, Baigorria fue olvidado y poco después puesto en libertad. Regresó a San Luis en busca de su cuerpo, y allí supo que el coronel Echeverría había sido entregado por el indio Galván y fusilado como era entonces la práctica de los jefes federales. Con tales noticias ganó a los indios; desde entonces inquietó largo tiempo las fronteras de las provincias limítrofes. Excitando luego la envidia y los celos tan naturales en los indios contra el valiente jefe cristiano que muchas veces había hecho vencer a los de la tribu que lo hospedaba en sus querellas incesantes con las otras. lnstruíalo una querida de estas veleidades, revelándole lo que se tramaba contra su vida; pidió y obtuvo la mano de una hija de Epudec, de que era cacique Quechude, cuyo nombre significa cinco ratones, y quedó desde entonces, según la costumbre indígena, adoptado hijo de la tribu ranquel a que pertenece su mujer; y esta alianza que era poderosa por sus relaciones con numerosos capitanejos indios, destruyó o dejó frustradas las conjuraciones que contra su vida tramaban sus émulos, siendo respetado Y obedecido como el más prestigioso cacique de la tribu. Durante su larga permanencia en el desierto cuidó Baigorria de conservar y cultivar las adquisiciones de la vida civilizada. Su rancho de paja construido con la solidez y confort posibles estaba apartado de los groseros toldos de los indios, y cuanto papel impreso y libros caían en manos de los indios en sus correrías y ataques a los pueblos iban a enriquecer la pequeña biblioteca con que mantenía vivas las ideas de los hombres civilizados. En los últimos tiempos cuando los hermanos Saá asilados antes entre los indios y que dirigieron varios malones contra Sari Luis, regresaron a su país, y se volvieron contra sus antiguos huéspedes y cómplices de la guerra del desierto, Baigorria atacado por ellos recibió la terrible herida que desfiguró su semblante. Al fin lució un día para que Baigorria se reconciliase con los pueblos civilizados que lo habían proscrito. Después de la caída de Rosas, Urquiza lo mandó llamar, y dándole el grado de coronel le confió la guarda de la frontera de Córdoba. Sus relaciones y prestigio con los indios, y su alianza con una de las tribus, lo habían admirablemente calificado para este destino, y en efecto diez años de seguridad imperturbable en aquella parte de las fronteras han justificado el acierto de la elección. Pero si Baigorria correspondió a las esperanzas del gobierno, éste estuvo lejos de dar satisfacción a los sentimientos políticos
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES que le habían forzado en su juventud a internarse al desierto. El gobierno de la Confederación después de las atrocidades de San Juan, y la invasión de Córdoba, no disimulaba de perseguir a los unitarios y entronizar la Mazorca, y Baigorria había pertenecido a aquéllos. El regimiento de su mando impago por tantos años, los indios engañados, Córdoba con cuyo gobierno estaba de acuerdo, asaltado y destruido sin pretexto ni derecho, Baigorria a causa de las sospechas que inspiraba, recibiendo el mandato de ponerse a las órdenes de Juan Saá, el verdugo de San Juan, el intruso jefe ascendido por el favor del gobierno, y su enemigo, para invadir a Buenos Aires y derrocar el gobierno de sus antiguos correligionarios. Baigorria tomó su partido y se puso en contacto con el general Mitre, y en marcha inmediatamente para Buenos Aires C011 su tribu y su regimiento. Este tuvo la gloria de Pavón de ser el único cuerpo de caballería que peleó con éxito saliendo reunido del campo, cuando el resto de la caballería había flaqueado por todas partes. Sin su oportuna aparición en el Pergamino cuando el general Hornos hacía frente con 300 hombres a 700 mandados por Laprida, logra éste penetrar en la campaña de Buenos Aires, entregarla al saco, reuniendo a sus filas diez mil dispersos armados que sólo buscaban un centro, y jefes para proclamar la federación triunfante. El coronel Baigorria había partido del desierto a traer a los indios amigos, encontrándose allí con la noticia de un desastre sufrido, habiendo sido atacados por el indio Mariano en su ausencia. Hoy se incorporó al ejército para volver al Río 1 a sus antiguos acantonamientos, y perseguir a Saá, el autor e instrumento de tantos males. Buenos Aires y la República han ganado un sostén poderoso y, allanado una de las dificultades que le crea la enemistad de las tribus salvajes vecinas. Con Baigorria podrá recuperarse y guardarse la antigua frontera poblada que se dirigía en línea recta desde San Luis a Buenos Aires, y rehabilitar el viejo y corto camino de carretas que ha quedado en territorio constantemente amenazado por los ranqueles. Así un teniente a las órdenes del general Paz en 1831, asilado en los indios, viene hoy, por una de esas singulares coincidencias de la historia, a ser el brazo fuerte de un capitán en ese mismo ejército, ascendido hoy a general, para intentar y llevar a cabo con mejor suceso la obra de constituir la República y asegurar la libertad de los pueblos. (Obras: T. X LV .)
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EL CORONEl, SANDES
El hecho culminante de este día es la incorporación del coronel graduado Sandes. El coronel Sandes es el Cid Campeador de nuestro ejército y por poco que la fortuna le favorezca, está destinado a formar una de esas reputaciones que como la de Garibaldi, surgida de entre las luchas americanas, sirve a los pueblos de lábaro para reincorporarse a la obra suprema, rompiendo al despertar la enmohecida cadena que los ataba. Sandes posee una fortuna superior a sus necesidades, y no ha querido aceptar hasta ahora poco los despachos de teniente coronel y de coronel graduado que sucesivamente le ha extendido el Gobierno de Buenos Aires; Sandes pelea por amor al arte puramente; pelea con sus armas, caballos y gentes; pues al ofrecer sus servicios pocos días antes de la batalla de Pavón, dejando su estancia al Sur, trajo a su sueldo veintiséis hombres que continúan a su servicio. La única ambición que lo lleva hoy es encontrarse con Juan Saá. Sandes completó en la vanguardia que estaba sobre el Carcarafíá cuarenta y nueve heridas, de puñal, de lanza, de sable, de bayoneta y de bala. Su retrato, desnudo el busto, reproducido por la fotografía es el más extraño museo de la variedad de cicatrices que pueden dilacerar ]a piel humana. Tiénelas en cruz, paralelas, redondas, angulares y de todas las formas, como arabescos. A. esta especie de atracción fatídica que ejerce sobre el hierro y el plomo, su naturaleza responde con una facultad de reparación que es tan maravillosa como el número de sus heridas. Estas se curan a sí mismas; se cierran y cicatrizan a los tres o cuatro días, con lo que puede recibir hoy un balazo y pasado mañana una cuchillada. 1-la estado agusanado y tirado por muerto en los campos por muchos días: se ha recogido él mismo las entrañas derramadas, entrándolas en su herida, y seguido su camino. Después de Cepeda, un asesino, al volver de una esquina, le hundió en el pulmón un estoque, dejándole la punta clavada. Sandes fue a una visita, y como hubiera extraños, aguardó a que se despidiesen para hablar del caso, y mostrar la cuarta de hierro que llevaba en el cuerpo. S i' mujer notó una mancha de sangre en su vestido, "no es nada le decía, para tranquilizarla; son dos halas que me han metido; pero no me incomodan". Herido tres veces después de Pavón, Ja última fue de hala en el estómago. No
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES las tuvieron todas consigo los cirujanos del ejército cuando lo vieron vomitar. El doctor Obligado vino a la vanguardia a llevarlo en su coche, para que se curara formalmente, lo que consi guió a duras penas. ¡Trabajo inútil! A los cuatro días estaba sano en la vanguardia y, a los ocho mandaba con Caraballo la vanguardia de seiscientos hombres que en la Cañada de Gómez pulverizó al ejército de Virasoro y Laprida, fuerte de 1.400 hombres. En Ningunilla el enemigo hizo cuatro tiros, una bala de éstas tocó a Sandes. Sandes proclamaba ese día la tropa de su mando, los Guías, en la Cañada de Gómez recorriendo la formación y diciendo a sus soldados, con su voz etridente, con su frase rápida, atropellándose y repitiendo las palabras, lo que muestra una fuerte excitación nerviosa: ¡Vamos muchachos, pongan la cara alegre! Un hombre asustado hasta las mujeres lo desprecian. ¡Mato al que dé vuelta! y esta afirmación iba acentuada con el blandir de una aguda lanza, con moharra estrecha como la lengua de una víbora, sobre una media luna igualmente cortante. La verdad es que los soldados que lo han visto pelear; que lo ven cuando el enemigo no está a su alcance contraer los labios, y agitarse con el ansia de devorarles, acaban por tener miedo de este torbellino de sangre, de este leopardo que se lanza sobre quien se presentare, no importa el número, pródigo de su sangre y codicioso de la ajena, y abandonando casi siempre su cuerpo al enemigo, como si creyese perder en defenderlo, el tiempo precioso que es escaso para arrancar la vida a cuantos se presentan, su estatura gigantesca, su tipo árabe, fuerte y muscular no dañan a la elegancia varonil de su porte. (Obras: Y . X LV .) * Era un almacén de cólera, pronto a incendiarse con el menor frotamiento, y miraba como tiempo perdido el consagrarse a parar un golpe mientras había un pecho en donde hundir su terrible lanza. (Obras: Y . V II.) * • . . La quincuagésima tercera (banda), una lanzada en la pierna en las Lomas Blancas, frontera de San Juan. Aquí paró la cuenta. Buscaba con ahínco, dando las señas, al que le dio la última lanzada en quien reconocía un valiente de su talla, "porque éste, vino a pelearme sabiendo quién era yo". [...} Rodeándole ocho, dio algunas buenas lanzadas, recibió una ligera en la pierna, y viendo el cuento mal parado, se replegó sobre la infantería. Sandcs decía
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al hablar de la lanzada, "aunque poca cosa, lo siento porque el viejo [Sarmiento] me va a arrestar por haber desobedecido sus instrucciones". (Obras: T. V II.) * Como las mujeres en achaques de hermosura, no toleraba el elogio en su presencia de Otro valor que el suyo; y cuando de valientes heridas se hablaba, preguntaba con la dignidad de un senador que interrumpe: Dónde están las heridas?, en el pecho? (Obras:
T. Vil.)
* Mencionaré la tela del coronel Sandes, con su caballo al lado, no pudiendo hacer la estatua ecuestre del terrible Aquiles de nuestras guerras civiles que podría apellidársele "Sandes, el de las cincuenta y seis heridas'', como al griego, "de los pies ligeros". Lo acusaron de sanguinario; pero el hombre que ha recibido una a una, cincuenta heridas sin estar tendido, sin ser prisionero, todas por delante, como lo decía él, negando ci título de valiente al que no presentase este diploma que ostentan sus fotografías de busto desnudo. Era el hombre-fiera, como el libreto de La Be/le Hlene muestra a Aquiles, sacando la espada a la menor contradicción. Causábale mucha sorpresa y gusto recibir una partida de caballos gordos, sanos, herrados de pies y manos para su tropa. Apenas podía creer a sus ojos! —Y las mulas? —Las mulas no se hierran, coronel. —Hágame herrar mis mulas! —Si no se hierran, coronel. Ya empezaba a amostazarse, y el jefe de policía le dijo que necesitaba orden del gobernador [Sarmiento.] El coronel mandó al caballerizo, con bota de potro y lanza, al gobernador, con esta misión: —Dice el coronel que le haga herrar las; mulas. El gobernador oye y se calla. —Qué le digo a mi coronel? —Nada. Amenazaba tragedia. En San Luis había acometido al administrador de rentas. El gobernador hizo traer de su casa dos revólveres, y, cubriéndolos con un pañuelo de mano sobre el escritorio, empezó a pasearse y aguardar. A un rato el mismo caballerizo:
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
—Dice el coronel Sandes que le haga herrar las mulas. La misma respuesta; mirarlo y no contestarle. Habría comprendido, sin duda, que no siendo el jefe de la división, no podía dirigirse al gobernador, y solicitaría venia del coronel comandante. Su etiqueta militar no llegaba hasta comprender que un caballerizo no es órgano. El día se pasó en esta terrible expectación, que tenía embargados igualmente a los ministros. Pasaron las horas de despacho, y el gobernador volvió a su casa. Después de comer, se presenta Sandes a caballo. Se desmonta, da la niano con cariño, conversa, y ni una palabra del incidente. Venía a dar satisfacción, sin duda, a su manera, sin decir nada. De repente, una contracción horrible de la boca, mordiéndose el labio inferior. (¡Si le vendrán accesos de cólera y gana de echarse sobre el gobernador!) Siguió la conversación, y otro acceso repentino. Despidióse, y no se habló más del caso. Momentos después llega el doctor Tamini, y hablando de esto y de aquello, el gobernador dijo que Sandes le había dicho tal cosa. —Dónde ha visto a Sandes? —Aquí. -¿Cuándo' —¡Hace media hora! —Imposible; lo he dejado en cama, después de una operación. —Dígole que acaba de salir. El médico se hacía cruces. —Le he reabierto una herida en el estómago, y sacádole un pedazo de camiseta que le habían dejado en la curación y lo incomodaba. Aquél era Sandes. Sc trataba a sí mismo con la misma dureza que a los demás. Habría comprendido o le hicieron comprender que había faltado al respeto al gobernador, y se había levantado de la cama a reparar la falta, y las contorsiones atroces del dolor de heridas vendadas, inflamadas, eran aquellos alarmantes gestos que parecían arrebatos de cólera. Hizo cien leguas sin desmontarse en dos días y medio de marcha, por darle caza al Chacho que se le había escapado; caían los soldados dormidos o muertos, hasta que el caudillo reventó, puede decirse, porque se le abrieron diez heridas, y vomitó el pulmón. Sandes dejó, sin embargo, el 10 de línea, el primer regimiento de caballería que dejó de mirar para atrás, y contar los que tenían por delante, como lo hicieron en Caucete a las órdenes del mayor Irrazábal que por instrucción del comandante Sarmiento atacó a 700 hombres del Chacho en línea, y los arrolló, perforándola. (Obras: T. X LV .)
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lPOS, CARACTERES Y USOS
EL DOCTOR DON ANTONINO ABERASTAIN
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La Rcpóblica Argntina ha perdido en ci doctor don Antonino berastain, que ha terminado sus días coronando con su nombre la tragedia espantosa 'le San Juan, una de las más nobles manifestaciones de un sentimiento cu ya falta en la política de estos países prolonga sus males, el sentimiento del derecho y (le la moral. Acaso aquella manifestación era prematura. Acaso exceso del mal mismo, tocado por él, y que ha aparecido en la superficie, COrnO aparece un enjambre de insectos venenosos, cuando se le perturba en su asilo, sea signo visible ya de que ese sentimiento va a desenvolverse, y regir los actos de pueblos y de gobiernos. Aberastain ha muerto víctima de su propia esencia moral. Había prometido a su patria sacrificarle su vida y ofrecerle su sangre; y los hechos han mostrado cómo entendía él el sentido de las palabras. No hace un año que extraño a los acontecimientos políticos, señalaba desde San Juan donde se encontraba accidentalmente, el mal de que iba a morir, o la fuerza que debía aplastarlo. La falta de conciencia moral de los pueblos argentinos. ¿Quién es en efecto el autor de la catástrofe de San Juan? ¿Para qué buscar hombres culpables, si cada uno de los que figuran en este espantoso drama, estaba allí por una causa anterior que toca a la moral de los pueblos? Nazar de Mendoza es quien ha infundido allá el espíritu de exterminio de aquellas bandas horribles; pero Nazar gobierna en i\ lendoza en representación va título de la tradición sangrienta (le SU tío el fraile Aldao. Los Saá han pasado los mejores días de su vida en toldos de los salvajes acaudillando sus hordas contra los cristianos, ¿qué extraño es que hayan hecho en nombre del gobierno nacional un malón que habrá excitado la envidia de los caciques de la pampa, más civilizados ya, puesto que respetan casi siempre a las mujeres, y hace siglos que son impotentes contra grandes ciudades? Si el gobierno nacional le pide cuenta de su Comisión y le sorprende la manera de desempeñarla, ¿no tendrán a su turno el derecho de asombrarse de que esperase Otra cosa? 1 Publicado en El Nacional mmcdiatamente de recibirse en Buenos Aires la noticia de la muerte de Abe_
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rastain y escrito de un solo trozo, bajo la inspiración de la indignación y el dolor. (N. del E.)
TIPOS, CARAC1 - 1'RFIS Y USOS
Pues qué!. ¿no era eso lo quc pedían? ¿Sabía hacer algo más? Acaso la sorpresa viene (le que no se sabía de todo lo que era capaz. Saá es un poeta que ha realizado ci helio ideal del malón de la Pampa. La tragedia de San Juan es una importación que trajo de su país de los toldos, como otros han traído de Chile, de Estados Unidos y de Europa, el conato de dar instituciones, ferrocarriles, educación, etc. Pero no olvidemos que Saá era gobernador, y comisionado nacional, y no es culpa suya si la ocasión se presentó de hacer una entrada en las ciudades interiores con el malón a que están expuestas las fronteras. Sea dicho para justificación de los pueblos argentinos, que en la expedición que ha desolado a San Juan, no han ido tres personas que pertenezcan a las clases cultas o educadas de aquellos pueblos. Comisionado, jefes, oficiales y soldados pertenecían todos a las masas populares, a las gentes de a caballo de los campos. El saqueo no era hasta hoy tradición de nuestras guerras civiles. Ha sido preciso que nos constituyamos, para que se introduzca esta importante mejora. Los mendocinos y riojanos con los Aldao, Brizuda, Quiroga, han entrado en San Juan seis veces en veinte años, sin que hayan obrado sus soldados sino como cristianos. El artículo 69 de la Constitución ha introducido el saqueo. Con seis intervenciones más la pampa se extenderá por toda la falda de los Andes. ¿Para qué seguir trazando retrospectivamente el itinerario por donde ha venido avanzando el atentado? Volvamos al malogrado Aherasrain. Ha perecido a los cincuenta años y seis meses; y si han de traerse a colación las causas accidentales,como aqueils que hacen que un hombre esté parado precisamente en el momento y en lugar donde un edificio se desploma, Aberastain ha muerto víctima de la estricta observancia de los preceptos morales que dirigían en lo aparente y en lo más recóndito de su vida, sus pensamientos y sus acciones. • • • Aberastain ha muerto porque (los personas que en Buenos Aires y en Córdoba le tenían mil quinientos fuertes, no se los mandaron a tiempo, y él no sabía lo que era acudir al auxilio de nadie, de nada para vencer las dificultades de la. vida. Su permanencia En San Juan hasta estos iltimnos tiempos no tuvo otro origen. Hacía un año que estaba a punto de partir con su familia para Buenos Aires donde pensaba establecerse definitivamente. Este hecho que aislado parece inconcebible y que ha sido materia de discusión con él mismo, en cuanto a hallarse o no en él
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SARMIIIN[O - TEXTOS l'U1)AtENTALES interesada la moral, no se explica sino conociendo los humildes detalles de su vida, de que el que esto escribe es casi el único conocedor, por haberle estado ligado cerca de cuarenta años. Aberastain era una encarnación de la moral, un ensayo hecho sobre sí mismo por un hombre, para ser impecable. Como Washington, a la edad de doce años se había hecho un código de preceptos para arreglar su propia conducta; como Franklin, a la de veinte tomaba examen de conciencia diaria y scrnanal después, a fin de corregir y estimar los deslices morales en que incurría; así Aherastain atravesó s infancia a su edad adulta llevando con mano firme el timón de la moral que debía conducirlo. A la edad de doce años en la escuela era serio, aprendía con asiduidad todo, descollaba sobre todos sus condiscípulos v no fue reprendido nunca por acto ninguno de los tan frecuentes en los niños. Este hecho no pasaba inapercibido en la escuela. Aberastain era mirado corno un niño aparte, corno si fuera de otra naturaleza que los denis. La forma de sus facciones grandes, su cara ancha, sin ser ni fea ni bella, la seriedad innata (le su porte, lo inofensivo y dulce de su carácter y la claridad de su inteligencia que se reputaba un talento superior, le afirmaban esta superioridad. Llarnábanle los niños por sobrenombre "el padre eterno", y respondía sin desagrado a esta apelación inofensiva: llamáronle los estudiantes de la Universidad "el bue y ', y su robusta mole, su calma habitual, su mansedumbre inmutable daba a esta similitud una extraña oportunidad. El cordero ha sido consagrado por nuestro culto por una de esas sublimes analogías. Perteneciente a una de las más antiguas familias de San Juan, pues que uno de sus antepesados alcanzó hasta 1605, la de Aberastain era pobre, y esta circunstancia le hacía pasar en ci colegio las penurias que son consiguientes; pero Aberastain suplía a esta desventaja con el respeto y simpatía de todos los demás, y con su industria personal que lo constituía carpintero, para componer todo mueble desarreglado; zapatero para remendar su calzado y el de SUS amigos; copista de cuadernos, pues tenía lindísima letra, y todo medio de servir a los demás. Nombrado oficial en el ministerio de Hacienda por don Salvador María del Carril, su pariente, no aceptó el encargo, dando para ello razones especiosas. Hace dos años que moralizando sobre la fortuna, daba la explicación del hecho. "Es preciso, decía, dejar algo a sus hijos: la absoluta falta de medios en los jóvenes es un gran inconveniente; que a veces influye en su destino futuro."
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TIPOS, CARA(IIIR [5 \ USOS "Yo no fui oficial del ministerio de Hacienda de Rivadavia, por que no tenía Con qué comprarme un frac nuevo para presentarme en las oficinas. -,Y no había sastres entonces que le diesen un vestido a plazos? -Sí, había, contestaba con sencillez; pero yo no los había visto. —Y no comunicó usted a su pariente Carril, la causa de su renuncia? —¡Eso menos habría hecho!" Reconviniéndolo un amigo, por no urgir desde San Juan a los que tenían fondos en Buenos Aires, o librar sobre ellos, o tomar prestado de sus amigos, contestaba, ese consejo es insolente en el sentido de la palabra litina insolcns, lo que no se acostumbra. De manera que a la edad de 20 años no entró en los destinos públicos por no tomar prestada una pequeña suma, y a los 50 muere por no haber tenido a mano los fondos con que contaba, y no creer moral pedirlos. Estos hechos que me complazco en referir, justifican la idea de aquella extraña encarnación moral llevada hasta la exageración. No aprendió a fumar porque se le llamaba vicio a este hábito; no usó jamás ni en chanza palabra alguna mal sonante, ni aun las más suaves interjecciones habituales del idioma. Era a la edad de cuarenta años digna de estudio la comprimida mortificación de malestar que le causaban las conversaciones libres y el rubor de su semblante sombreado por cabellos grises, y la risa infantil y pudibunda, cuando él quería contar en el seno de la amistad, algo que del género hubiese visto u oído. Estos antecedentes dejan sospechar lo que es inútil observar en cuanto a sus costumbres personales a este respecto. El doctor Aberastain vuelto a San Juan en 1853, después de concluidos sus estudios, fue nombrado juez de alzada en el acto, nombramiento confirmado por la legislatura imponiéndoselo, así que se supo que renunciaba, fundándose en que acababa de llegar y no conocía ni la práctica del foro ni las costumbres siquiera, ofreciendo aceptar cuando estuviese más aclimatado. Había, como sucede siempre en las provincias, hambre y sed de justicia, y Aberastain venía desde la infancia en olor de santidad. Este mismo sentimiento que movió a la legislatura entonces, ha precipitado a toda la provincia de San Juan a sepultarse con él en la misma fosa en busca de esa justicia que le niegan treinta años hace, y que ni Caseros ni la incorporación de Buenos Aires, ni ambas constituciones, fueron parte a asegurarle. Un delenda fue su última justicia. Porque es preciso convencerse, para no juzgarlo mal, Aberastain no era un hombre dado a la política, ni le habría ocurrido
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SAR\I1I\ YO - 1 UNTOS ¡'U\D\\lFNTJFS
nunca iniciar por sí acto ninguno. Pruébilo su vida oscura en campo abierto hasta a los más embrionarios pedantuclos. Había solicitado en Buenos Aires un destino en la judicatura, para poner en ejercicio sus conocimientos prolcsionales. Carecía de iniciativa, Contentándose en reprobar los hechos que herían su conciencia del bien, del deber, de la justicia, y ]a iniquidad permanente que agobia a San Juan hace tantos años, y que ha ido ahondándose de día en día, hasta hacerse un insondable abismo, encontró en él, su órgano y su fatal expresión, tocándole la única cuerda que vibraba poderosamente en su alma, cl sentimiento del derecho y del deber. (Obras: T. X LV .)
EL INDIO JUAN CHIPACO
Un tipo de indio de la raza quichua que dejó una colonia en Santiago rIel Estero, vivió largos años en Fucunián y murió muy avanzado de edad en la finca que es ho y el ingenio de la Cruz Alta y que perteneció siempre a la antigua familia de los Posse [ . . . Juan Chipaco era un indio santiagueño dotado de cualidades morales que no Son siempre cristianas, pues a veces descienden de las condiciones peculiares a otros linajes í . 1 En el huerto de naranjos que se conserva al lado del ingenio de la Cruz Alta, señálase u:1 naranjo especial de talla crecida, a cuy a sombra se cobijó hasta su muerte ci indio Juan Chipaco, cuidador del plantío, desde un ranchito de su hechura que le servía de asilo. Es tan notable este tipo de moral india, que es acto de moral ronsers arlo, Como uno de los rasgos característicos de la raza que conquistó estos países y sometió a sus habitantes, acercándonos a las tradiciones del imperio de los incas cuya lengua quedó por estos bosques, en sus descendientes. Juan Chipaco, aparece desertor del ejército de Oribe, buscando refugio por estos campos de Tucumán. No se ha olvijado cómo se reclutaban nuestros ejércitos de la guerra civil. Las partidas salían a reunir gente corno la leva antigua y como la press inglesa para remontar de marineros la escuadra. Los prisioneros son entregados a los jefes de cuerpo para llenar los vacíos que ha dejado el combate o la deserción. El soldado no tiene partido ni opnio L ¡ os pobres, como decía Rosas, pertenecen al partido fe-
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TIPOS, cARACrERIIs y usos
deral; los negros fueron en cuerpo y alma de la patria; los indios de quien los manda, eso va se sabe. Juan Chipaco se encuentra so]dado en el ejército de Oribe, no se sabe cómo, pero cuando ci ejército se prepara a regresar para abajo, el indio quichua encuentra que es demasiado pedirle, y deserta con un compañero de raza Y patria, que la crónica recuerda en su efímero pasaje por el Cordero. Andaban ambos prófugos hu y endo de la mirada de todos, en aquella época de terror, y acaso por buscarse la vida que no siempre se halla en los campos solitarios, se acercaron a alguna población, donde, apercibiéndolos los soldados de Oribe emprendieron la persecución, hasta quedar dos que tomaron a Cordero, acaso peor montado que Juan. Quedaría éste en acecho por los vecinos Sotos de quebrachos y arbustos espinosos, cuando oyó balar a su compañero en tan lastimeros términos, que no dudó lo estaban degollando o por degollar, como era la práctica casera en aquella época maldita de canibalismo. Oribe, sus subalternos y sus sargentos aplicaban este remedio a todas las enfermedades políticas como se ha usado en algún tiempo la sangría. Jugaba una vez al tresillo Oribe con su estado mayor y tenía sus cartas vueltas hacia abajo, en circunstancia que oscureció la puerta un bulto. Era un oficial que anunció simplemente: —Dos prisioneros unitarios (era después de la batalla de Farnaillá). —Que los degüellen - contestó el general, apenas levantando la vista hacia ci interlocutor, y levantando acto continuo las cartas que ya tenía arrcgladas por palos, dijo: —Solo de oro, señores, - y continuó jugando sin que se hiciera alusión a lo ocurrido poco antes, ignorandu hasta su muerte Oribe quienes eran los dos oficiales prisioneros ni la clase de delito. .Juan Chipaco, va salvo, acudio sin embargo al lado de su compañero, mató un soldado, hirió al otro, y llamó siempre Cordero al que con tan terrible abundo había pedido socorro. Quedaron en los aliedelores de Tucumán siendo desertores y se fueron acercando a las casas después de restablecida la paz. Fue Chipaco aceptado peón en en la finca de Cruz Alta, que mediaba entre la ciudad y ci desierto intermediario hasta Santiago, con lo que podía hacerse Ja ilusión de que estaba en sus términos, o que tenía a su alcance la puerta de campo.
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES
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Andando el tiempo y gozando de gran valía con su patrón, robáronlc a éste el caballo de estima de su silla, y Juan Chipaco era rastreador corno Calíbar, pues es dote de los halótantes del desierto seguir el rastro, más que peculiaridad árabe o india. Habrá rastreadores en el país donde no hay todavía caminos trillados. Dos días después, Chipaco dio cuenta de su encargo. -Te han robado el caballo, sacándolo por tu misma puerta, patrón. Lo han llevado a lo de la santiagueña, a donde paraban los ladrones. De allí sale el rastro para Santiago, no te ocupes del caballo. Dalo por perdido. La santiagueña era una mujer de dudosa existencia, teniendo parada para ambulantes de su misma calaña. Verificado el rastro en los alrededores del rancho, ci crimen y la complicidad estaban confesados. El amo del caballo y señor feudal del lugar, de que era inquilina la santiagueña, resolvió castigar ejemplarmente el delito de hurto con connivencia de aquella posadera, y haciéndola venir a las casas de la Cruz Alta, y confesado el delito, pasó a Juan Chipaco el chicote que el jinete lleva siempre en las manos, que es caballero desmontado todo dueño de casa de campo, y ordenó al que había descubierto el robo, dar a la encubridora cincuenta azotes. Chipaco había tornado maquinalmente el chicote, mientras el patrón Posse afeaba a la delincuente su maldad; pero reiterada la orden con la última palabra, Chipaco permaneció inmóvil con ci cabo del rebenque en la posición en que lo había tomado, los ojos fijos en los 1e1 iracundo juez y la sonrisa de la resignación del mártir resuelto a todo, sin oponer otra fuerza que la inercia. Insistía Posse, reiteraba la orden a gritos, sin obtener ni un movimiento ni una disculpa. Fuera de sí, desde que se persuadió que era irrevocable la tranquila y silenciosa negativa a ejecutar la sentencia, Posse le arrebató el rebenque y le descargó por la cabeza varios golpes al empacado servidor. Es de creer que este exceso no cambiaría la fisonomía plácida, la mirada estólida, la sonrisa resignada que tanto debieron irritarlo. La escena concluyó despidiendo a la mujer y al servidor y quedándose solo para pensar en la extrañeza de lo sucedido, y el acto de violencia a que la cólera lo había arrastrado. La mujer culpable debió abandonar para siempre el lugar, lo que hizo cesar
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TIPOS, CARACTERES Y USOS
el movimiento de intrusos y formncos por aquellos alrededores, mientras que en el interior de la finca se echaba de menos la figura tranquila de Chipaco, más que ofendido, avergonzado de su desgracia y esquivando de presentarse ante el ofensor verdadero. Acosábalo el remordimiento al dueño de casa, y arreciando el malestar a medida que transcurrían los días, resolvió se enderezar el entuerto dando cumplida satisfacción al agraviado. Hízole buscar y decirle que deseaba hablarlo, y en viniendo con fliflU) apocado y acercándose con pasos contados, mucho debió impresionarlo el sincero arrepentimiento de su patrón, y la casi humildad con que imploró de su sirviente ci perdón, abundando en declaraciones de afecto que en verdad eran excusadas por estar de manifiesto. Para poner el sello de esta reconciliación entre el blanco y el indio, entre el barón feudal y el siervo, como antes había puesto en manos de Juan ci látigo de la justicia, ponía esta vez el premio de la virtud en un puñado de plata. Juan hubo de mirarlo con los mismos ojos sorprendidos que al rebenque; pero reteniéndole el puño cerrado la mano afectuosa del donador pródigo, pues era un caudal lo que le daba, despejó su ceño, dejó ver la dentadura de marfil del indio, y levantando el brazo, y tomando ci portante, gritó al salir, y arrojó al cielo las monedas para que descendiesen en lluvia, sobre una muchedumbre ausente, "que todos tomen y se diviertan con la plata del patrón, que y o no recibo dones ni acepto castigo por cumplir con el deber". (Obras: T. X L11.)
EL BUHONERO • • El buhonero es el pio/leer del comercio de detalle, y el propagador de las mercaderías, entre los que no están habituados al consumo. Entrad en el rancho miserable del gaucho de campaña aquí, del pobre paisano de todos los países, y os sorprenderá la exigüidad de sus comodidades"la falta de todo ornato, de todo objeto producido por el arte. Su candelero, si lo tiene, es una botella, su asiento una cabeza de vaca, su cama un catre forrado de cuero. El buhonero llega a la puerta y hace brillar a los ojos de la familia un almacén en miniatura de objetos de un lujo inaudito. Los niños reunidos en torno suyo codician caballos y jardines de plomo, un espejo las niñas, varias estampas la madre, y mediante el charlatanismo del poseedor de tantas maravillas, las
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SARMIENTO TEXTOS FUNDAMENTALES murallas se cubren de imágenes, o de representaciones de las estaciones; cintas y espejos, abalorios, joyería falsa, cien cosas útiles y mil embelecos, crean, cambiándose por dinero, una cosa que no existía que es ci consumidor. Esto es Jo que el comerciante a domicilio fijo no comprende a primera vista. En los campos no son mercaderías las que faltan, son hábitos civilizados, SOfl necesidades creadas, son en fin consumidores. li buhonero es la contraparte del comerciante; educa un comprador despertando el placer de los goces, de las comodidades y de las adquisiciones. Añádese a esto, que el buhonero hace cambalaches, trueques e descubre a su vez producciones que eran perdidas para la industria, tres cueros de carnero aquí, uno de potro allá, un vellón de lana, o un poco de gordura acullá. Dejad ir en paz al buhonero, que es el mensajero del comercio, e la guerrilla avanzada de la civilización en el cam po enemigo de todo conlercio que es la barbarie, la ¡alta de necesidades, y la abstención de todo consumo. El buhonero además es un aprendiz, un embrión de comerciante. Con cien pesos de su salario que ha economizado como peón, compra el italiano inmigrado, el alemán o el español industrioso, unas cuantas baratijas, y con paso firme se lanza en la campaña a llevar a los extremos apartados de los centros de población, objetos manufacturados y baratísimos, jabones de olor que a nada huelen, cintas, listones, agujas, joyas, ¡ay!, ¡e qué joy as!, a siete pesos la docena de sortijas, pendientes y brazaletes. En cambio recoje las miajas de los productos, los desperdicios (le la indolencia, dejando por todas partes rastros de su presencia en libros, plumas, botones, peines, navajas, tijeras y otros artículos. Yo no (ligo que estos aventureros levanten un proceso verbal sobre los títulos de propiedad de los objetos que traen en cambio. Sucede en esto lo que en otras cosas El que roba pueblos se llama conquistador, el héoe del desiertc; el que roba un cuero es un ladrón. Dijéronselo así a Alejandro el Grande, unos pobres piratas a quienes se proponía colgar; pero con ser tan antiguo y auténtico el hecho, los idiomas no se han rectificado en este equívoco, que puede aplicarse a nuestro caso. 1 os estancieros detestan e persiguen de muerte al león que les come un ternero, y le han dado el nombre fiera, por esta sangre que derrama. Hagan, pues, las paces comerciantes ' buhoneros. ?\Iañana es seguro que se encontrarán unos y Otros Con sus almacenes, roperías, bodegones, rendejones, en la 1nisira calle de la misma villa. Es cuestión de fe-
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TIPOS, CARACTERES Y USOS
chas; es la sartén que menosprecia a la olla. El buhonero es el pichón de comerciante, de propietario, de estanciero, banquero, quién sabe lo que va a salir de esa caja, que al revés de la de Pandora, encierra el porvenir del comercio y de la civilización de los campos! (El Nacional, 23 de agosto de 1855. Obras: T. X X V I.)
UN EPISODIO 1W LAS TROPAS EXPEDICIONARIAS CONTRA LOS INDIOS MANDADAS POR FI. CORONEL ErsuLlo MITR EN 1857
La expedición llegó sin novedad a la laguna del Espinillo, 220 leguas al oeste de la Loma Negra. Cuatro leguas más adelante termina la Pampa, sucediéndosele un bosque de añosos algarrobos que se dilata por centenares de leguas. Este bosque sombrío es sin embargo un espantoso desierto, que interrumpen de tarde en tarde lagunas perennes o accidentales, sólo conocidas de baqueanos experimentados. La expedición buscaba la laguna del Recado, residencia habitual de los ranqueles, cuyos toldos trataban de sorprender. Los salvajes lo atraviesan por sendas de ellos conocidas y al galope, tanto es el temor que inspiran aquellas soledades. La expedición partió animosamente de aquel punto hacia el oeste al entrar la noche. El baqucano oficial había renunciado guiarla, ocupando su puesto uno que decía haber conducido desde allí al coronel Bustos en otra entrada, y llevándolo a la laguna del Recado, que distaría doce leguas Miarchó li división al trote y galope hasta las diez de la mañana del día siguiente, hora en que se hizo alto, para mandar partidas en todas direcciones en busca de agua, las que volvieron sin encontrar rastros de su existencia. La marcha continuó hasta las ocho de la noche en que se dio con un charco fangoso que llamaron Fortuna, por haber apagado un tanto la sed de los hombres. Calculóse que habían avanzado veinte leguas. El baqueano declaró no conocer los parajes, y por tanto no podía guiar en adelante. El jefe de expedición guiándose por las engañosas indicaciones de nuestras cartas geográficas y la aguja, ordenó continuar la marcha esa noche y el día siguiente hasta las diez, en despecho de la observación de los inteligentes, que no o y endo al amanecer cantar las aves, dedujeron de este síntoma no haber agua a muchas leguas a la redonda. A la diez del siguiente día dieron con una lagunita que llamaroñ con gratitud religiosa
SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES "Providencia", creyendo que sólo Dios podría haberla puesto allí para salvar de una muerte horrible dos mil seres humanos. Habíanse internado en el desierto veinte leguas más. Habíase cumplido con el honor militar y estirado la cuerda de la energía humana hasta el heroísmo, acaso hasta la obstinación. Diose la orden de contramarchar. Los soldados no podían hacerse ilusión; cuarenta y ocho horas de sed tenían por delante. Se enterraron municiones para aligerar los trenes; más adelante la caballería abandonó dos piezas; los caballos, ganado y yeguadas, perecían por centenares; los soldados no obedecían va, y al siguiente día todos los cuerpos se desbandaron. El interior de la boca presentaba la misma sequedad que el cutis exterior; salvo cuando aparecían flemas precursoras de la muerte. En la tarde una tormenta empezó a acumular sus negras baterías en el horizonte invadiendo rápidamente el cielo. Los soldados tendían las manos pidiéndole una gota de agua que aplacase los tormentos de la sed. Las nubes lanzaron rayos sobre la cabeza de la columna con gruesas y escasas gotas que recogían en los ponchos y chupaban con avidez, extrayendo la tinta azul y el polvo. La división Gorordo dio con un árbol aljibe que contenía en su seno ciento diez y seis caramaolas del agua más límpida, más fresca y dulce que hayan tomado hombres a punto de perecer de sed. Los indios hacen entalladuras en los troncos huecos que contienen agua de lluvia, a fin de reconocerlos. Los jefes y oficiales, y los que aún conservaban sus caballos, se adelantaron con caramaoIas a la laguna del Espinillo a que la cabeza de aquella larga tragedia se acercaba, volviendo en auxilio de los moribundos que se enderezaban como Lázaro al solo contacto del agua echada a gotas en sus labios secos. Perecieron nueve hombres cinco mil caballos, y las yeguadas y ganados. Después se supo que habían llegado a ocho leguas de las márgenes del Río IV; y por el indio que debió servirles de baqueano y llegó tarde, que habían tenido la segunda noche agua abundante a tres leguas de distancia. (Obras: T. X LV .)
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TIPOS, CARACTERES Y USOS
OTRO EPISODIO Chisporrotearon los churrascos y creo que cii el templo de Jerusalén, en días de solemne holocausto, no se complacieron más las narices del Altísimo al llegarle el humo gordo, perfumado y hasta sabroso de mil asados que están atisbando devotos. Un comandante de caballería, fusilado después, y que había hecho largas campañas a los indios, limpiaba, después de regalar su hambre, el cuchillo en su bota de potro, y en seguida, con el revés de la mano se limpiaba la boca arreando los secos labios de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, y en seguida repetía la misma operación en la bota para descargar la mano de la grasa recogida como lo había hecho antes con el enorme alfajor, y toda la operaración con cómica gravedad y compostura de un cacique, que nos hacían perecer de risa. Al amanecer, sin aclarar todavía, que es cuando más arrecia el sueño, unas descargas y tiroteos, casi en nuestras orejas, nos pusieron de punto y en indecible confusión a los caballos amarrados a lazo largo en los manzanos, intentando disparar, enredándose, dándose coces. Algunos oficiales despavoridos saltaron sobre sus caballos en pelo y alguno arranca trayéndolo a la razón y al suelo, al aturdido jinete que no había cuidado de desatar primero el animal. (Memorias.) EL CHACHO ¡EN CHILE Y A PIE!
Eran emigrados políticos que, de esa costa, regresaban a su patria contando con incorporarse al ejército del general La Madrid, antes que se diese la batalla que venía a librarle el general Oribe a marchas forzadas desde Córdoba. Al asomar la cabeza sobre la cuesta de Las Cuevas, desde donde se divisa la estrecha quebrada hasta la Punta de las Vacas, tres bultos negros como negativos de fotografía fue lo primero que vieron destacarse sobre el fondo blanco del paisaje. Los viajeros se miraron entre sí y comprendieron. Nada bueno auguraban
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SARMIENTO - TEXTOS FUND.'•1ENi'A[E,s aquellas figuras! L j ¡Derrotados!, exclamó uno meneando con desencanto profundo la cabeza; y precipitándose por el declive, descendieron hasta la casucha que está al pie, del lado argentino de la cordillera, donde a poco se acercaron los que de Mendoza venían. ¿Derrotados?, preguntáronle aquéllos a éstos desde lejos, poniéndose las manos en la boca para hacer llegar la voz; ¡derrotados!, repitieron los ecos de la niontaa y las cavernas vecinas. Todo estaba dicho. Entre aquellos prófugos estaba el Chacho, jefe desde entonces de los montoneros que antes había acaudillado Quiroga; ahora, y seducido su jefe por el heroísmo desgraciado del general Lavalle, habíase replegado a las fuerzas de La Madrid, y contribuido no poco con su falta de disciplina y ardimento ,l la batalla. Llamaba la atención de todos en Chile la importancia que sus compañeros generalmente cultos daban a este paisano semibárbaro, con su acento riojano tan golpeado, con su chiripá y atavíos de gaucho. Recibió corno los demás la generosa hospitalidad que les esperaba, y entonces fue cuando, preguntado cómo le iba, por alguien que lo saludaba, contestó aquella frase que tanto decía sin que parezca decir nada: ¡Cómo me a dir, amigo. En Chile y a
pie!
Dícese (1 UC era fámulo de un padre, quien al llamarlo, para más acentuar el grito, suprimía la primera sílaba de muchacho, y así le quedó por apodo Chacho; y aunque no sabía leer, como era de esperarse de un familiar de convento, acaso el haberlo sido le hiciese valer entre hombres más rudos que él. Firmaba, sin embargo, con una rúbrica los papeles que le escribía un amanuense o tinterillero cualquiera, que le inspiraba el contenido también. Era blanco, de ojos azules NI rubio cuando joven, apacible de fisonomía cuanto era fliOtOSu de carácter. A pocos ha hecho morir por orden o venganza su y a, aunque millares hayan perecido en los desórdenes que fomentó. No era codicioso, y su mujer mostraba más inteligencia y carácter que él. Conservóse bárbaro toda su vida, sin que el roce de la vida pública hiciese mella en aquella naturaleza cerril y en aquella alma obtusa. Su lenguaje era rudo más de lo que se ha alterado el idioma entre aquellos campesinos con dos siglos de ignorancia, diseminados en los llanos donde él vivía; pero en su rudeza ponía exageración y estudio, aspirando a (lar a sus frases, a fuerza de grotescas, la fama ridícula que las hacía recordar, mostrándose así cándido y el igual del
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TIPOS, CARACI'FRF'S Y USOS
último de sus muchachos. Habitó siempre una ranchería en Guaja, aunque en los últimos años construyó una pieza de material, para alojar a los decentes, según la denominación que él daba a las personas de ciertas apariencias que lo buscaban. Hacía lo mismo con sus modales y vestidos: sentado en posturas que el gaucho afecta, con el pie de una pierna puesto sobre el muslo de la otra, vestido de chiripá y poncho, de ordinario en mangas de camisa, y un pañuelo amarrado a la cabeza. • . Su papel, su modo de ganar la vida, digámoslo así, era intervenir en las cuestiones y conflictos de los partidos, cualesquiera que fuesen, en las ciudades vecinas. Apenas ocurría un desorden, el Chacho acudía, dándose por interesado de alguna manera. Así había servido a Quiroga, Lavalle, La Madrid, Benavídez, Rosas, Urquiza y Mitre. En favor o en contra de alguien había invadido cuatro veces San Juan, tres a Tucumán, a San Luis y Córdoba una. • . . El Chacho no usó de la coerción, que casi siempre los gobiernos cultos necesitan para llamar los varones a la guerra. * • A estas causas de tan lejano origen [el despojo, se deben el eterno alzamiento de La Rioja y el último del Chacho. La familia de los Del Moral hace medio siglo que viene condenada a perecer víctima del sordo resentimiento de los despojados. Para irrigar unos terrenos los abuelos desviaron un arroyo, y dejaron en seco a los indios ya de antiguo sometidos. En tiempo de Quiroga fue esta familia, como la de los Ocampo v los Doria, blanco de las persecuciones de la montonera. Cinco de sus hijos han sido degollados en el último levantamiento, habiendo escapado a los bosques la señora con una niñita y caminado a pie dos días para salvarse de estas venganzas indias. * El 4 de enero [1862] treinta hombres de Guías al mando del capitán Irrazábal, varios oficiales sanjuaninos y el Auditor de Guerra, se dirigieron a San Juan, contando ya no encontrar resistencia armada, por tener anuncios, aunque inciertos, de un cambio de autoridades.
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SAR\i1I\I() - 1 1 X 1 OS I :
\1 )i\I FIN 1ALI:
• . Después (le vcintc años de ausencia de un joven, San Juan recibía en medio de manifestaciones de júbilo a un viejo, cuyo espíritu, por la prensa, la tribuna o la guerra, nunca estuvo, sin embargo, fuera del estrecho, oscuro y pobre recinto de su provincia. 1 coronel Sarmiento, hasta entonces Auditor de Guerra del primer cuerpo de ejército, aceptó así el gobierno que sus compatriotas le imponían como un deber, y como un honor que estimaba en mucho. San Juan era, como Mendoza en lo material', un montón de escombros en lo moral. * Quedando La Rioja, corno quedaba, y el Chacho establecido en Guaja, que sólo dista quince leguas de la villa de Valle Fértil de San Juan, era conveniente cultivar las mejores relaciones diplomáticas con aquel cacique que aconsejaba a los prudentes tener en cuenta las situaciones respectivas. Felizmente había acompafiado al ejército de Buenos Aires un capitán de línea, hombre muy circunspecto, y además pariente muy cercano de Peñaloza. Este fue nombrado subdelegado de Villa Fértil con encargo de cultivar la amistad del Chacho, y evitar toda ocasión de desacuerdo, tan frecuentes en las fronteras, e inevitables en aquel asilo de vagabundos y cuatreros que eran el azote de San Juan. Del tono de las relaciones dará idea la carta del Chacho que contestaba a las primeras del subdelegado que más tarde fue a Guaja y pasó algunos días con él. "Guaja, setiembre 22 de 1862. "Señor sargento mayor don Sixto Fuensalida. "El párrafo de la carta que transcribe textualmente del señor gobernador de San Juan, me lisonjea en alto grado, y creo que siguiendo esas máximas, habremos logrado el afianzamiento de nuestras instituciones, corrigiendo los daños y desórdenes causados por la guerra, los sentimientos nobles que abriga el gobierno de San Juan no me son desconocidos, por lo que presagio un VENTUROSO porvenir, estrechando una relación sincera entre las dos provincias, prometiendo a usted que todo lo que esté en la esfera de mis atribuciones, lo emplearé contribuyendo con el contingente de mi poco valer, a fin de conseguir tan importantes fines... A ngel V icente Peñalosa." 1 Alusión al terremoto que destruyó la ciudad.
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(N. de los C.)
TIPOS, cARAC1'I'RI1S Y USOS
Esta carta había sido precedida, meses antes, por otra dirigida al gobernador de San Juan en que recordaba con arte los servicios que había de él recibido en Chile. "Por mi parte, le decía, no esquivaré la ocasión de serle útil, tanto más cuanto es un deber en mí para con uno de los más valerosos campeones de la causa que en Otro tiempo sostuvo con el malogrado ilustre general Lavalle, y de la que no he desertado". Estas manifestaciones tomarán luego, en vista de los hechos, una singular importancia. No sería fácil decir si estos conceptos de la cancillería de Guaja, el rancho del Chacho, eran suyos o del amanuense. Hay, sin embargo una palabra cuyo origen es curioso recordar. El adjetivo VENTUROSO flO entra en la común parlanza de la gente llana. Rivadavia en sus conversaciones, se extasiaba al arrullo de la esperanza en el VENTUROSO PORVENIR que aguardaba al país. Sus enemigos hicieron de esta frase un apodo de ridículo, y el que esto escribe la oyó en 1829 andando de boca en boca entre los parciales de Quiroga. Triste cosa! Después de treinta años de desastres, en lugar del venturoso porvenir anunciado, encuéntrasela frase en el fondo de los Llanos, en boca de uno de los bárbaros que alejaron ese porvenir con sus violencias, como encontraríamos en los matorrales un jirón del vestido de un viajero que fue robado y muerto en ellos! * Era claro y sabido que se preparaba una insurrección cuyo centro estaba en Guaja, y cuyos aliados se movían activamente en Aconcagua, de Chile, desde donde mantenían inteligencias con San Juan, Mendoza y San Luis.
El coronel Sandes, pocos meses antes, había recibido, saliendo de la casa del gobernador de San Luis, una puñalada que, le dejó tres pulgadas de hierro clavado milagrosamente en una costilla, y el asesino asiládose en los Llanos, a cuya política servía. El gobierno de San Juan hacía tiempo se preparaba para hacer frente al desquiciamiento que se veía venir. Podía contarse con la guardia nacional de infantería; pero la milicia de caballería que se forma en los departamentos rurales, simpatizaba ahora como siempre, con el Chacho. *
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SAR \IIFNTO - TEXTOS FUNI)A\1IINTALES
Persuadir al paisanaje (le (1UC el Chacho no entraría a San Juan esta vez, ni frailes descalzos lo hubieran conseguido. Se había encargado a Chile armas, paños, plomo, traídose dos mil cabos de lanza de Tucumán, y se procedía a organizar medios de defensa. ALZA\iIFTN1'O DEL C1-J.CI ¡O
Todas las provincias del interior se pusieron en armas espontáneamente, así que les fue llegando la noticia del alzamiento. Salta, Tucumán, Santiago del Estero, concertaron sus fuerzas para reforzar a Catamarca o rescatarla si fuese tomada. Córdoba, San Luis, San Juan y Mendoza, entraron en campaíia inmediatamente para rechazar la invasión, o sofocar la insurrección que por todas partes amenazaba. Los gobiernos de estas cuatro provincias teatro de la guerra, declararon el estado de sitio, a fin de apoderarse (le los cabecillas conocidos que podrían (lar apoyo a la invasión o acaudillar insurrecciones. * Al coronel Smdes: "Marzo 27, 11563 1. Puesto que tiene la deferencia de pedirnic consejo sobre la conducta que debe guardar con los montoneros y las autoridades, quiero corresponder a su confianza. "A usted no hay que alentarlo, sino al contrario moderar los ímpetus de su valentía. Le recordaré que nuestros valientes generales Lavalle, La Madrid, icha, no fueron felices en la guerra a causa de su mucho valor. El objeto del general es vencer. Si disparando se vence, el objeto está logrado. Chacho ha probado lo que puede hacerse por esta vía. Le exagero las cosas para que más impresión le hagan.'' Si caen en sus manos cabecillas y oficiales (le la montonera, mándelos bien amarrados al gobierno de San Luis, para ser juzgados en un consejo de guerra, y de ese modo se ahorrará las reconvenciones de los que de sus sillas poltron;s en Buenos Aires hallarían qué decir." *
Desde ese día [en que derrotado en Córdoba va a refugiarse en La Rioja] principia el acto más heroico, más romancesco que las crónicas de la montonera tan intangible, tan rápida y fugaz, recuerdan. Alguna cualidad verdaderamente grande debía de 384
TIPOS, CARACTERES Y USOS
haber en el carácter de aquel viejo gaucho, si no era nativa estolidez, como la terquedad brutal que a veces pasa plaza de constancia heroica. Batido toda su vida en sus algaradas, derrotado esta vez en las Lomas, en las Playas, destruidas sus esperanzas de cooperación en Córdoba, San Luis, Catamarca y Mendoza, esperado a su regreso a los Llanos por Arredondo, su ecuanimidad no se abate un momento, y perseguido a outrance, huye, huye, huye siempre, pero sin perder los estribos. Toca la frontera norte de La Rioja, la sigue al este hasta encontrarse con la cordillera de los Andes, que le ofrece paso para Chile; pero lejos de aceptar este medio de salvación, recorre sus faldas orientales, vuelve hacia el este por la frontera de San Juan, y llega, después de haber recorrido en cuadro la provincia, al punto desde donde había partido quince días antes, dejando a sus perseguidores a oscuras otros quince días sobre su paradero, y asombrados y desconcertados al saberlo, después de haber destruido sus caballadas y encontrándose casi bloqueados en la ciudad de La Rioja; pues pasando por los pueblos en esta corrida fabulosa, el Chacho volvió a resucitar las montoneras, que dieron en qué ocuparse por meses a la caballería sanjuanina. * "San Juan, setiembre 2 de 1863. "Señor don A ngel V icente Peñalosa: "He recibido una nota firmada por usted llamándose "general de la nación", en. la que dice "que deseando terminar la incesante lucha, se dirige a mí para saber cuál es el verdadero fin que me propongo al hacer la guerra a esa provincia". "Llámase usted general de la nación, y con ese título se dirige a un gobierno. ¿Obedece usted al presidente de esa nación, manteniéndose en armas? El ser o haber sido general, ¿le da a usted títulos para reunir fuerzas? "Y al quejarse de los males que usted mismo hace sufrir a La Rioja, ¿obedece usted al gobierno de esa provincia, o está usted Domingo E. Sarmiento." investido de algún poder legal? í ... 1 * Carta del general Pauiiero a Sarmiento, 14 de octubre: "No creo que ante la inminencia del peligro los sanjuaninos se dejen saquear inconstitucionalniente por el Chacho, por no dar a usted todos los
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES recursos del modo más constitucional posible; pero si dan lugar a que aquello suceda, que con su pan se lo coman. Mas la historia y la República le harán a usted un cargo tremendo por no haber salvado a San Juan por salvarlas formas..." EL CHACHO EN SAN JUAN La ciudad se apreste con lo que puede para resistir el ataque inminente, mientras Irrazábal, con una desproporción de diez a uno, le presenta combate en Caucete: A la caída del sol, con el anteojo del vigía se veía primero mucho polvo dentro de una calle de álamos, la principal de Caucete, y todo el paisaje circunvecino despejado; más tarde unas líneas tenues a guisa de celajes en el médano pálido que se divisa más lejos sobre la faja verdinegra de las bellas plantaciones de Caucete y a la falda del Pie de Palo. ¿Serán derrotados? - Los nuestros no, porque los polvos vendrían hacia el río. El crepúsculo enturbió aquellas fugaces imágenes; y luego la noche hizo caer lentamente su negro telón sobre el proscenio donde acaso se estaba jugando la suerte de la República, ante dos espectadores silenciosos y preocupados que trataban de adivinar desde una torre por platea, lo que representaban en aquel lejano teatro. ¿Una tragedia? La noche avanzaba en silencio. • . . ¡escuchen por si ladra algún perro! Entraba a la sazón un comandante que depositó con precaución al oído del jefe esta frase: ¡un derrotado que llega! Examinado el parte, dijo que se habían batido en Caucete y sido derrotados. -;Y el mayor Irrazábal? —No lo vi en la fusión.
c1-
• . . Dos derrotados más, un oficial. Una disputa se oía en la cuadra vecina: —;Aunque sea oficial miente! —Yo he salido después que se ha acabado todo. —Yo llevé la infantería. —1-lemos triunfado.
TIPOS, CARACTLRIS Y USOS
LAS COSAS COMO SON Tres días después de esta noche angustiosa, el gobernador de San Juan dejaba la procesión religiosa que bendecía ci nuevo cementerio del día de ánimas, para trasladarse a Caucctc a dar un abrazo al coronel Arredondo, que si bien llegaba dos días después de terminado todo, bahía encontrado la montonera en fuga y héchole ciento v tantos prisioneros. "Por salvarlo, coronel, le dijo, he salvado a San Juan y me he salvado yo! ¡Qué día ci 291" El coronel Arredondo poniéndole una mano sobre el hombro, le replicó: "Pero fue un solo día! Imagínese lo que serían para mí cinco mortales, tirado en el campo, con mi división a pie, y apenas me llegan SUS caballos y los que mandaban de Chilecito y salgo en busca del Chacho, sé por las mujeres y los licenciados, que me llevaba dos adelante a San Juan. ¡No he dormido ni comido de aflicción temiendo lo que habría sucedido, hasta que divisando la montonera de regreso, comprendí que había sido derrotado, sin poder atinar cómo ni con qué fuerzas!" * No habiéndose perseguido al enemigo derrotado en Caucete por acabar el combate de noche, y ser espantoso el desierto de sesenta leguas que media hasta los Llanos, puesto ya el mayor Trrazábal a las órdenes del coronel Arredondo, dispuso éste que al frente de cuatrocientos hombres perfectamente montados en mulas y con caballos de tiro herrados y escogidos, se lanzase sobre los Llanos en busca del Chacho para acabar con la montonera. Con tal rapidez se ejecutó la operación, que el Chacho en Olta, adonde había ido a tirar la rienda, poniendo tres sierras de por medio, recibió la noticia primera por la partida que lo rodeaba en su campamento. —Son de Arredondo los soldados, dijo al ver infantes a caballo. —Es mi tío Vera, contestóle un muchacho que tenía a su lado. Lograron escaparse algunos cabecillas que lo acompañaban; él no hizo resistencia y se entregó. Llegado el mayor Irrazábal, mandó ejecutarlo en el acto y clavar su cabeza en un poste, como es de forma en la ejecución de
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SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES los salteadores, puesto en medio de la plaza de Olta, donde quedó por ocho días. Una orden del día del ejército vituper6, sin embargo, en el niavor Irrazái)al, la ejecución sin formas del Chacho, Y todo quedó por entonces dicho. ¿Había justicia en esa condenación? ¿Había alguna conveniencia política? ¿No era esa orden del día prima hermana de la circular sobre el estado de sitio y de las tentativas de tratados con el Chacho? Este es un asunto muy grave y merece examinarse. Las instrucciones del ministro de la guerra al gobernador de San Juan, le encomendaron castigar a los salteadores, y los jefes de fuerzas no castigan sino por medios ejecutivos que la ley ha provisto; y cuando son salteadores los castigados, los ahorcan si los encuentran en el teatro de sus fechorías. • En la carta confidencial que confirmaba y explicaba esas instrucciones, estaba más terminante el pensamiento: "Digo a usted en esas instrucciones que procure no comprometer al gobierno nacional en una campaña militar de operaciones, porque dados los antecedentes del pais, no quiero dar a ninguna operación sobre La Rioja el carácter de guerra civil. INE idea se resume en dos palabras, quiero hacer en La Rioja una guerra de policía. La Rioja se ha vuelto una cueva de ladrones que amenaza a los vecinos, y donde no ha y gobierno que haga ni la policía de la provincia. Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos, ni elevar sus depredaciones al rango de reacción, lo que hay que hacer es nniy sencillo 1 Al itre 1 ." (Obras: T. V II.) * Contestando a Rawson Cu, la Cámara de Senadores de la Nación, sesión del 18 de julio de 1875: ... Todo lo contrario; yo sostengo que el presidente tenía que hacer la guerra, como si fuera a una cueva de ladrones, negando que fuese un partido político, y que debía obrarse en ese sentido; pero aún así, yo no tenía que ver con esos hechos. Basta para probarlo saber que cuando ha sido ejecutado el Chacho, hacía seis meses que yo no tenía nada que ver con la guerra. Era el general Paunero el jefe de las fuerzas puestas por el Gobierno Nacional, a efecto de mi renuncia.
TIPOS, CARACTERES Y USOS
Renuncié por los desagrados que el Gobierno (mi Gobierno) y sus ministros me habían dado; por una de esas susceptibilidades que hay entre los hombres. Dos días después de la batalla de Lomas Blancas, mandé mi renuncia, y acabé con mi comisión, y diciendo que no quena continuar más el cargo de dirigir la guerra. Entonces se encargó de ella el general Paunero. Vamos a ver la relación que conmigo tenga la ejecución del Chacho que se ha citado con tanto horror, cuando se lean los fragmentos de notas que tengo aquí comparando las fechas. "Señor inspector general y comandante general Paunero. "San Juan, junio de 1563. "Habiendo dado el infrascripto, cuenta al señor ministro de guerra y marina, de las operaciones de la guerra de que fue encargado, dando por terminada tan honrosa misión, se limita el infrascripto a trascribir al teniente coronel Arredondo, llene la parte que a él le corresponde y le pre'endrá que en adelante recibirá instrucciones del señor inspector y comandante general de armas en cuanto a su cuerpo, dejando a sus órdenes la parte de la Guardia Nacional de San Juan que creyese necesaria. . ." ( sigue una carta a A rredondo y Otra al gobernador de Mendoza 1.) El señor ministro de la guerra me escribía en junio 4, lo siguiente: ". . . con dolor veo por la repetición de sus notas en el sentido que lo hace, que está muy afectado por la nota que le pasé, etc.. "Si no nos separasen distancias tan desiertas nada de esto habría sucedido, pues con comunicaciones más frecuentes, se hubiera explicado el error que causó la nota que tanto le mortifica. . (A continuación se trascriben más cartas con el mismo fin 2) *
Bien; el señor Senador por San Juan [Rawson] ha establecido en su discurso una concomitancia muy significativa realmente, entre la ejecución del Chacho y el encargo a mí de dirigir la guerra, pero he establecido a mi vez y probado que no existe, que 1-2
Las notas y aclaraciones son de los compiladores.
SARMIENTO - TEXTOS FUNDAMENTALES aquel suceso, que él reputa horrible, no ha sucedido bajo mi dirección de k guerra. Pido pues, al señor Senador que corrija el hecho, en vista de los documentos auténticos que prueban lo contrario y contra los cuales no hay nada que oponer. • Se ha dicho que he celebrado en una nota la forma de ejecución del Chacho, he dicho que es inocente la forma, es la forma que la nación más culta de Europa usa, en los tiempos modernos la Francia usa la decapitación. Ahora, eso de poner la cabeza en un palo, los que lo hicieron, es tradición de nuestro país, originada en nuestras propias leyes, que se han aplicado así hasta tiempos en que yo he podido ver todavía ejemplo de ello. (Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 1875.
I!i,J
INDICE GENERAL DE LA OBRA
TOMO PRIMERO ADVERTENCIA
.................................7
La cuestión Sarmiento ............................................7 El criollo moderno ..............................................8 Losgauchos .......................................................11 La naturaleza .....................................................13 La religión .......................................................15 La acción transformadora .........................................18 Lagea ............................................................22 Educar al soberano ...............................................25 Lamujer .........................................................28 La liberación del idioma ..........................................30 Antidemagogo y antioligarca .....................................32 Justificación ......................................................38 1. AUTOBIOCRAFiA ................................................... Los Albarracines ..................................................41 LosOro ........................................................42 Historia de mi madre .............................................46 El hogar paterno .................................................48 \1i educación .....................................................¶2 La vida pública ..................................................63 Chile............................................................. Las culebrinas de San Martín ......................................82 Circular a los gobernadores .......................................89 Vidas paralelas ...................................................90 Campaña en el Ejército Grande ...................................94
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INDICE GENERAL DE LA OBRA
II. POLI' MECA
1,rI'ERARIA
..............................................115
Reminiscencias de la vida literaria .................................133 Ortografía castellana ..............................................138. Ortografía de ambas Américas ..................................... 145 Lengua, pensamiento, estilo... -. ...... ..... ............ 153 Carta a Paul Groussac ............................................ 155 III. LA NATURALEZA .................................................
157
Una tarde de otoño ............................................... La palma real ..................................................... El mar y, trópicos ............................................. El ñandú o avestruz pampeano ....................................
159
Las boleadoras ..................................................
El carpincho y la mulits ......................................... Miscelánea Los eucaliptos .................................................... Mispajaritos .................................................... IV.
LA
MUJER
161 166 172 177 184 186 187 188
.....................................................193
Lalimeña ........................................................ Laespañola ....................................................... La judía y la morisca .............................................. Lapuritana ....................................................... Camila O'Gorn1an ................................................. Dos cartas de amor ...............................................
196 197 197 197 198 202 A A urelia V élez ................................................ 202 A .............................................................. 203 Otras cartas ....................................................... 205 A Elena Sarmiento .............................................. 20 A Mary Mann ................................................ 206 A A n'relia V élez Sarsfield ....................................... 222 Un viaje de Nueva Y ork a Buenos A ires ...................... 232 Homewards (a tu tierra grullo) ................................ 232 Chicago........................................................ 233 Las santas mujeres ............................................... 234 Mistrcss Mary Mann ........................................... 236 Mistress Ida JV ickershan, ....................................... 237 Mistress Kate N. Dogget ........................................ 239 Miss Lucy L. Smith ........................................... 240
A Juana Manso, El poema épico de la democracia - Periódicos de educación.................................................... 241
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INDICE GENERAL DE LA OBRA Los trabajos de la señora Manso ................................. 218 • Magdalena Brihuega de A berastain ........................... 251 • su hija, doña Faustina S. de Belin ............................. 252 Emancipación de la yanqui ........................................ 253 La ópera en Córdoba y en Santiago de Chile ...................... 257 La educación de la mujer ......................................... 259 Un dios guarango (inédito) ....................................... 261 A su nieta Eugenia BelinSar7niei,to ............................. 266
V.
LA
REI.lcióN ....................................................269
Polémica......................................................... Una pregunta a los rcdacorcs de la Revista Católica .............. La catástrofe de la superstición .................................... 1. ¡Dos mil víctimas! ........................................... 2. El culto sensual ............................................. 3. La Compañía de Jesús ....................................... La colonia y el catolicismo ......................................... La exposición industrial en Córdoba ............................... ............................................... MercedesY , El concordato .................................................... Disparos al aire ................................................... Las manifestaciones .............................................. La romería a 1.tjin ................................................ VI.
lÍPOS, CARACTERES
271 273 275 275 276 278 282 291 292 295 298 301 302
y usos ......................................307
Losmineros ...................................................... El capataz de las carretas ......................................... Un serrano de San Luis ........................................... Los gauchos ...................................................... El juez y el comandante de campaña .............................. El rastreador ..................................................... Elbaqueano ...................................................... El gaucho malo Elcantor ......................................................... El mayor Navarro ................................................ El general Rivera ................................................. Domingode Oro ................................................. Campaña en el Ejército Grande .................................. El coronel Hornos ............................................... Las tropas de Rosas .............................................. El general Paz en Montevideo .................................... Un vicealmirante de quince años ..................................
309 311 313 314 318 320 322 324 326 328 332 333 336 344 345 347 350
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INDICE GENERAL DE LA OBRA .Aquino 351 El capitán Gauna ................................................ 357 Baigorria......................................................... 360 El coronel Sandes ................................................ 364 Fi doctor don Antonino Aberastain ............................... 368 El indio Juan Chipaco ............................................ 372 Elbuhonero ...................................................... 375 Un episodio de las tropas expedicionarias contra los indios mandadas por ci coronel Emilio Mitre en 1857 ............................ 377 Otro episodio ..................................................... 379 U.! Chacho ........................................................ 379 ¡En Chile y a pie! .............................................. 379 A lzamiento de Chacho ......................................... 384 El Chacho en San Juan .......................................... 386 Las cosas como son ............................................ 387
VOLUMEN II VII. PUEBLOS ....................................................... Indios americanos ................................................. Quichuas, araucanos y guaraníes ................................... La raza negra .................................................... Las tres razas .................................................... Los españoles arábigos ............................................ España...........................................................
9 10 13 13 14
Barcelona....................................................... Africa............................................................ Los estados pontificios ............................................ Florencia, Venecia ................................................ Austria........................................................... Suiza............................................................. Alemania......................................................... Francia........................................................... Los Estados Unidos ............................................... ElParaguay ......................................................
16 18 21 22 29 31 37 37 37 39 40 46
VIII. BIOGRAFÍAS ....................................................
49
La Mancha .......................................................
Facundo..........................................................51 Rosas.............................................................87
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INDICE GENERAL DE LA OBRA Alzaga........................................................... 105 Lasrenuncias ..................................................... 106 La educación pública bajo la federación ........................... 110 Mensaje de Rosas a la 27 4 legislatura de Buenos Aires .............. 112 San Martin y Bolívar ............................................. 114 Urquiza.......................................................... 136 Pasaje del Paraná (Boletín Número 3) ........................... 143 Rosario......................................................... 145 Boletín nuumero 13 .............................................. 147 Introducción a la vida de Abraham Lincoln ........................ 149 Vida de Dominguito ............................................. 171 Instrucción ..................................................... 181 Laescuela ...................................................... 185 IX. EDUCAR AL SOBERANO ...........................................195 197 207 Cuentos ilustrados para niños .................................... 213 Las misas y sufragios y la educación de los niff)S ................... 215 El alma en pena ................................................... 216 219 El Congreso de Tucumán, la teología y el doctor Avellaneda Córdoba intelectual ............................................... 226 La Edad Media ................................................... 229 Importación de jesuítas ............................................ 230 231 Extrañas coincidencias 232 Archivos de la Inquisición ....................................... El Congreso argentino ........................................... 233 La escuela sin la religión de mi mujer ............................. 234 Cuestiones incendiarias en el Congreso Pedagógico ................ 240 Auto-da-fe, propuesto al Congreso Pedagógico por los presentes no pedagogos...................................................... 242 El Congreso Pedagógico .......................................... 243 Las dragonadas en la República Argentina ......................... 244 Las escuelas en las iglesias ......................................... 246 La enseñanza del catecismo ....................................... 247 La especulación docente .......................................... 247 Discurso en la masonería .......................................... 250 El último discurso ................................................. 250
Instrucción pública ............................................... Desde los Estados Unidos ........................................
X. ACCIÓN, CIVILIZACIÓN .............................................253 Las aduanas de Rosas ..............................................25 Aduanas y navegación de ríos ....................................258
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INDICE GENERAL DE LA OBRA
.............................................. .......................................................... ......................................................... ..................................... ................................................... ...........................................
Ganadería argentina Palermo Elmimbre En el principio fue la acción Hacia el Oeste Robinson es una nación Benjamín Franklin
..............................................
.................................. La doctrina Monroe ..............................................
XI.
ANTLDEMACOO Y ANTIOLICARCA
XII.
.................................................. ...........................................................
PENSAMIENTO
Darwin
La Divina Comedia .............................................
396
26 2ó 264 265 290 295 301 307 318 339 35()
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