Como resultado de las sostenidas tare-as Ilevadas a cabo tanto por la etnografla y la etriologia como por la filosofla de nuestra época, este siglo ha visto por fin constituirse, con su objeto especifico y su estatuto de ciencia, la antropologla social y cultural. Es, en efecto, una ciencia interdisciplinaria y consulta de' manera directa la concepción filosófica del hombre. Malinovski, Boas, Radcliffe-Brown, Levi-Strauss, etc., entre muchos otros, son nombres hoy por hoy famihares para quienes procuran conocer el funcionamiento del espIritu humano. En nuestro pals se suma a ellos el de Luis Franco. Franco no es, ahora bien, un antropólogo estricto. Sus aritecedentes Iiterarios nos Ia presentan ante todo como poeta (Leopoldo Lugones saludó alborozado su aparición en Ia lIrica de America) y enseguida como ensayista hondamente preocupado por nuestra historia. Y quien dice historia menciona, como tan a las claras lo ha seialado Lucien Goldmann, las tres dimensiones del tiempo humano: pasado, presente y futuro. Franco recoge una larga serie de datos u observaciones inherentes a la antropologla filosófica y sobre la base de ellos enjuicia, a veces para acusar y condenar y otras para defender y celebrar, las entidades que dificultan el1desarrollo social y las que lo favorecen. Sus principios son los deslindados y esclarecidos porel materialismo histórico. Su propósito, uno meridianamente claro: contribuir a la desalienación del hombre, a su libertad. Pero además Franco es dueio de un particular registro lingülstico. He aqul el castellano revitalizado por la savia de America. He aqul la ironia empleada, corrio querla Rilke, en función eminentemente creadora. No hay el menor hiato entre este Franco reflexivo y punzante y el excelso cantor de Pan. Lucifer, el prIncipe de los rebeldes celestiales, se emparienta de alguna manera con Prometeo, pues uno rescató la ciencia y otro el fuego —y ambos la luz— para entregarlos a su verdadero amo: el hombre. En este libro se hace patente la dialéctica de la libertad y la necesidad. Y su toma de conciencia es, como desde Ia primera página apreclara el lector, radiante.
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