Maria Grazia Cucinotta Pronto mag Sept'09

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todos los pasos que íbamos a dar. No podía ser que fueran tan listos que se adelantaran siempre. Para no inquietar a la gente que trabajaba para nosotros, contratamos a una empresa informática, para saber si se habían metido en nuestros ordenadores. Nos dijeron que no. Entonces, ¿cómo podían saberlo? ¿Nos estábamos volviendo paranoicos y era simplemente una casualidad? Ya no sabía qué pensar y todo aquel asunto me estaba volviendo loca. Se lo comenté a mi marido y él me dijo que contratáramos a una empresa de seguridad, para descubrir si estaba habiendo alguna filtración. A mí eso me parecía muy de película, pero estaba tan desesperada que le hicimos caso. De hecho, en esos momentos, habíamos calculado que si las cosas no mejoraban, en seis meses tendríamos que cerrar. Así que acudimos a una empresa de detectives, con la mayor discreción, para que nadie se diera cuenta del clima de desesperación en el que vivíamos. El informe nos dejó helados: teníamos un topo. Era Ismael, el joven que trabajaba para nosotros. Cuando le contratamos, mi socio y yo estábamos encantados con él: tenía mucha experiencia y aseguraba que prefería ganar menos y trabajar en un proyecto en el que creyera. Habíamos picado el anzuelo. Mi socio puso el grito en el cielo y dijo que lo iba a denunciar y que se iba a enterar. Pero, en ese momento, yo mantuve la calma. Simplemente le dije que Ismael iría a juicio por lo que había hecho, pero no en ese momento. Le propuse lo siguiente: íbamos a devolver el golpe empleando sus mismas armas. Mi idea era hacer como si nada y dejar que Ismael tuviera acceso a información que habríamos manipulado. Así nos dejarí-

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an en paz y podríamos seguir con nuestros negocios.

Una película de espías Durante seis meses parecía que viviéramos en una película de espías. Todo el trabajo que hacíamos en la oficina era falso y luego, en mi casa o en la de mi socio, hacíamos las cosas de verdad... Nos ausentábamos mucho del despacho y yo empecé a dejar caer que creía que mi socio nos iba a dejar. Así también metíamos más lío. Aunque no soy muy buena para estas cosas, no me quedó otra que aprender. Al cabo de medio año, la empresa de la competencia se había cogido los dedos en varios negocios con empresas no solventes y nosotros teníamos un montón de contratos que no podían pisarnos. Alargar aquello no servía de mucho. Así que denunciamos a nuestro trabajador por espionaje industrial. Él, encima, se hacía el inocente y decía que estábamos locos. Además, denunciamos a la empresa de la competencia por habernos espiado. Eso provocó que hicieran una revisión de todas sus actividades y descubrieran que algunas eran algo fraudulentas. Yo estaba segura de que con las influencias que tendrían, se librarían de todo. Pero, justo había estallado la crisis y cuestiones que antes era muy laxas, ahora se miraron con lupa. Imagino que se libraron de algunas acusaciones, pero todos los directivos en un momento u otro tuvieron que dar explicaciones y algunos fueron despedidos. La empresa ahora está muy tocada. Nosotros seguimos con lo nuestro, no queremos saber nada de los demás. Como todo el mundo, hemos tenido pérdidas con la crisis, pero seguimos a flote. Y lo que es más importante, cada noche me puedo ir a dormir con la conciencia bien tranquila.

Escriban contando su caso a: Revista Pronto «Un hecho real». Apartado de Correos, 446 - 08940 Cornellá de Ll. (Barcelona)

Maria Grazia Cucinotta: «Mi hija me hace ser mejor persona»

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s imposible que pase inadvertida. De una belleza que quita el hipo, con 1,78 de estatura, tacones de más de 10 centímetros y una mirada penetrante, Maria Grazia Cucinotta tiene todas las cualidades necesarias para eclipsar hasta a la mismísima Sofía Loren. «Al principio, fue un drama para mí porque me decían que era su sucesora. Es muy bonito que te comparen con alguien tan grande y potente, pero también es muy peligroso. Sofía es aún una gran estrella, es muy hermosa, sigue actuando y es la única diva que tenemos. Siempre he huido de estas etiquetas», afirma con humildad.

Ha rodado con Miguel Ángel Silvestre La actriz italiana, de 41 años, presentó en Barcelona «Flores negras», un «thriller» de espías rodado entre Viena y la capital catalana en el que, por primera vez, hace de mala. Hace unas semanas, la Cucinotta lució palmito como madrina en la presente edición del Festival de Cine de Venecia y recientemente ha rodado «L’imbroglio nel lenzuolo», junto a Miguel Ángel Silvestre, el Duque. PRONTO: ¿Cómo ha sido la experiencia de rodar con nuestro nuevo «sex symbol»? MARIA GRAZIA CUCINOTTA:

Nos sentimos muy a gusto, hubo buena sintonía entre nosotros. Es un chico con mucho talento, muy guapo, encantador y muy profesional.

P.: ¿Por qué a ti y a muchas actrices os resulta tan placentero hacer de malas? M.G.C.: (Risas) Porque puedo

hacer y decir cosas que en mi vida diaria implicarían un arresto o ir directamente a la cárcel. Me lo paso muy bien cuando juego con pistolas o mato a alguien. Pero sólo en la ficción. P.: ¿Como buena italiana ejerces de «mamma» con tu pequeña Giulia? M.G.C.: Ella es el centro de

mi vida, cambió completamente mi rumbo hace nueve años. Giulia es el amor puro y verdadero, es la libertad, me llena en cada uno de mis momentos y me hace ser mejor persona. Por ella he hecho auténticas locuras, como coger un avión desde Los Ángeles a Roma para darle un beso, prepararle el desayuno y luego volver al trabajo. TEXTO Y FOTO: LUIS FERNANDO ROMO

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