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PILAR DEL RÍO
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La mujer del mago / La mujer del mago
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José Saramago utilizaba los viajes como un ardid de la imaginación, una tenaz manera de refrendar la solidaridad humana, de combatir el espectro neblinoso del olvido y de ventilar en volcánicos coloquios y cotarros animosos los yerros, enigmas, dubitaciones y heridas del mundo, al punto de que su llegada a cualquier feria internacional, simposio, congreso o evento se transformaba en una tumultuosa y poética celebración, un rito fecundo y subversivo.
Por/ BY Iván Beltrán Castillo y Luz Martínez Fotos / PHOTOS: CORBIS, ???????
© EFE/Toni Albir
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La Feria Internacional del Libro de Bogotá, que enciende sus luces el 18 de abril, cuenta entre sus invitados con la traductora y periodista española Pilar del Río, viuda de José Saramago, Premio Nobel de Literatura. Ella conoce los sutiles pliegues y los temas esenciales de la obra de este portugués que hizo del arte de la escritura una forma de reflexión y del lúdico ateísmo, una suerte de fe. Fue su mujer, su compañera de dudas y certezas, su vigía en los instantes de sombra, su novia, su lectora encarnizada, su amiga cotidiana, su talismán y quien tuvo el privilegio de escuchar sus últimas inquisiciones verbales. Los recuerdos, sentimientos y convicciones de Pilar quedan dibujados en tonos muy precisos en esta entrevista, concedida exclusivamente a Panorama de las Américas antes de su arribo a Bogotá.
La Feria Internacional del Libro de Bogotá, que enciende sus luces el 18 de abril, cuenta entre sus invitados con la traductora y periodista española Pilar del Río, viuda de José Saramago, Premio Nobel de Literatura. Ella conoce los sutiles pliegues y los temas esenciales de la obra de este portugués que hizo del arte de la escritura una forma de reflexión y del lúdico ateísmo, una suerte de fe. Fue su mujer, su compañera de dudas y certezas, su vigía en los instantes de sombra, su novia, su lectora encarnizada, su amiga cotidiana, su talismán y quien tuvo el privilegio de escuchar sus últimas inquisiciones verbales. Los recuerdos, sentimientos y convicciones de Pilar quedan dibujados en tonos muy precisos en esta entrevista, concedida exclusivamente a Panorama de las Américas antes de su arribo a Bogotá.
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José Saramago utilizaba los viajes como un ardid de la imaginación, una tenaz manera de refrendar la solidaridad humana, de combatir el espectro neblinoso del olvido y de ventilar en volcánicos coloquios y cotarros animosos los yerros, enigmas, dubitaciones y heridas del mundo, al punto de que su llegada a cualquier feria internacional, simposio, congreso o evento se transformaba en una tumultuosa y poética celebración, un rito fecundo y subversivo.
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Cada lector tiene su libro y tiene a su autor. Claro que compartir la vida con un ser humano cuya materia de trabajo es contarse a sí mismo (no su vida, sí sus reflexiones, pensamientos, dudas, preocupaciones) hace entender de otra manera, más íntima si se quiere. Pero no desvalorizaría las lecturas de quienes entran en una obra y navegan por ella, aunque no conozcan al autor. Hasta puede ser más literario.
Y en todas las partes, a su lado, derrochando una presencia discreta pero inolvidable, estaba Pilar del Río, la periodista y traductora granadina casada desde 1988 con Saramago, luego de un noviazgo fulminante donde las dosis de pasión amorosa, furor literario y vigilia filosófica se anudaban y alimentaban entre sí, como una gran serpiente sagrada.
¿Sería muy fantasioso o audaz suponer que nadie en el mundo puede entender ciertos guiños, latencias, secretos y ritmos verbales de las novelas de José Saramago como Pilar del Río?
Y en todas las partes, a su lado, derrochando una presencia discreta pero inolvidable, estaba Pilar del Río, la periodista y traductora granadina casada desde 1988 con Saramago, luego de un noviazgo fulminante donde las dosis de pasión amorosa, furor literario y vigilia filosófica se anudaban y alimentaban entre sí, como una gran serpiente sagrada.
“José no vivía con una calavera shakesperiana preguntándose ‘ser o no ser’ y cosas así de sublimes; era un señor de lo más normal al que le gustaba el cine, la buena música y los perros”.
Cada lector tiene su libro y tiene a su autor. Claro que compartir la vida con un ser humano cuya materia de trabajo es contarse a sí mismo (no su vida, sí sus reflexiones, pensamientos, dudas, preocupaciones) hace entender de otra manera, más íntima si se quiere. Pero no desvalorizaría las lecturas de quienes entran en una obra y navegan por ella, aunque no conozcan al autor. Hasta puede ser más literario.
Es ardua la tentativa de reducir 22 años de matrimonio a unas pocas páginas. Sin embargo, Pilar del Río ha tratado de hacerlo para nosotros, con una estupenda brújula.
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“José no vivía con una calavera shakesperiana preguntándose ‘ser o no ser’ y cosas así de sublimes; era un señor de lo más normal al que le gustaba el cine, la buena música y los perros”.
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Así le vimos en Bogotá (Colombia) en una ocasión febril que seguirá viviendo en la memoria de la ciudad. La multitud, en aquellas célebres y palpitantes horas, asedió al autor de Todos los nombres, El viaje del elefante, Caín, El año de la muerte de Ricardo Reis o Ensayo sobre la ceguera, con una curiosidad a la que no sería un despropósito tildar de erótica.
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¿Sería muy fantasioso o audaz suponer que nadie en el mundo puede entender ciertos guiños, latencias, secretos y ritmos verbales de las novelas de José Saramago como Pilar del Río?
Así le vimos en Bogotá (Colombia) en una ocasión febril que seguirá viviendo en la memoria de la ciudad. La multitud, en aquellas célebres y palpitantes horas, asedió al autor de Todos los nombres, El viaje del elefante, Caín, El año de la muerte de Ricardo Reis o Ensayo sobre la ceguera, con una curiosidad a la que no sería un despropósito tildar de erótica.
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Es ardua la tentativa de reducir 22 años de matrimonio a unas pocas páginas. Sin embargo, Pilar del Río ha tratado de hacerlo para nosotros, con una estupenda brújula.
r Sí lo noté; pero piensen que cuando lo conocí, ya lo conocía, porque había leído los libros hasta entonces traducidos. Lo sorprendente, lo mágico, lo excepcional, es que él sintiera que me conocía cuando no sabía absolutamente nada de mí. Nuestro encuentro está narrado en La balsa de piedra, según él contó en público muchos años después. Otras circunstancias, otros personajes, pero un temblor que hacía presagiar que ocurriría algo y que ese algo iba a ser para toda la vida.
Sí lo noté; pero piensen que cuando lo conocí, ya lo conocía, porque había leído los libros hasta entonces traducidos. Lo sorprendente, lo mágico, lo excepcional, es que él sintiera que me conocía cuando no sabía absolutamente nada de mí. Nuestro encuentro está narrado en La balsa de piedra, según él contó en público muchos años después. Otras circunstancias, otros personajes, pero un temblor que hacía presagiar que ocurriría algo y que ese algo iba a ser para toda la vida.
Balzac conocía a gente muy rara. En mi mundo no hay nadie que carezca de imaginación y ésta, en ocasiones, puede adoptar formas terribles: las mentiras de los especuladores, las justificaciones de ciertos políticos, las ofertas de las tiendas, la excusa del niño que llega tarde a casa, los recursos para trabajar menos, la inventiva para ocultar adulterios; todas esas son estratagemas que delatan una gran capacidad fabuladora. Otra cosa es que estas personas no escriban, que incluso practicando el engaño desprecien la imaginación. Pero yo les digo: ¿acaso ver el sol y encontrarlo sublime no es una señal de imaginación portentosa?
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La periodista y traductora granadina Pilar del Río se casó con Saramago en 1988, luego de un noviazgo fulminante marcado por la pasión amorosa y el furor literario.
La periodista y traductora granadina Pilar del Río se casó con Saramago en 1988, luego de un noviazgo fulminante marcado por la pasión amorosa y el furor literario. ¿Qué piensas de los escritores actuales que, siguiendo el rastro de ceniza del negocio editorial, escriben para concursar y buscan el prestigio como un fin? Cada persona escribe por un motivo y hay sitio para todos. A veces un joven que se obsesiona con la fama rápida, con el requerimiento, con la notoriedad, puede descubrir que eso es nada y que lo importante es excavar la materia de la que todos los seres humanos estamos hechos. No significa que haya que escribir solo filosofía o libros trascendentes: un buen policial cuenta nuestro mundo y a veces nos dice quiénes somos. Pero José Saramago, cuando un escritor joven le preguntaba, siempre respondía, tras advertir que jamás daría un consejo, que lo que a todos nos conviene es no tener prisa y no perder tiempo. En fin, prefiero la buena literatura a la llamada de consumo, pero hay días que solo queremos algo que nos relaje; no que nos arrebate.
A Balzac le asombraban las personas que podían vivir sin imaginación. ¿Qué lugar le asignas a esta ‘gran señora’ en la existencia y la plenitud de los hombres? Balzac conocía a gente muy rara. En mi mundo no hay nadie que carezca de imaginación y ésta, en ocasiones, puede adoptar formas terribles: las mentiras de los especuladores, las justificaciones de ciertos políticos, las ofertas de las tiendas, la excusa del niño que llega tarde a casa, los recursos para trabajar menos, la inventiva para ocultar adulterios; todas esas son estratagemas que delatan una gran capacidad fabuladora. Otra cosa es que estas personas no escriban, que incluso practicando el engaño desprecien la imaginación. Pero yo les digo: ¿acaso ver el sol y encontrarlo sublime no es una señal de imaginación portentosa?
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Cada persona escribe por un motivo y hay sitio para todos. A veces un joven que se obsesiona con la fama rápida, con el requerimiento, con la notoriedad, puede descubrir que eso es nada y que lo importante es excavar la materia de la que todos los seres humanos estamos hechos. No significa que haya que escribir solo filosofía o libros trascendentes: un buen policial cuenta nuestro mundo y a veces nos dice quiénes somos. Pero José Saramago, cuando un escritor joven le preguntaba, siempre respondía, tras advertir que jamás daría un consejo, que lo que a todos nos conviene es no tener prisa y no perder tiempo. En fin, prefiero la buena literatura a la llamada de consumo, pero hay días que solo queremos algo que nos relaje; no que nos arrebate.
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¿Qué piensas de los escritores actuales que, siguiendo el rastro de ceniza del negocio editorial, escriben para concursar y buscan el prestigio como un fin?
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A Balzac le asombraban las personas que podían vivir sin imaginación. ¿Qué lugar le asignas a esta ‘gran señora’ en la existencia y la plenitud de los hombres?
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¿Cómo recuerdas la primera vez que viste a José Saramago? ¿Notaste pronto que ocuparía un lugar en tu vida personal?
© Bradley Smith/Corbis
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¿Cómo recuerdas la primera vez que viste a José Saramago? ¿Notaste pronto que ocuparía un lugar en tu vida personal?
r Creo que los ciudadanos hacemos lo que queremos con nuestras vidas. Los mercachifles existen porque los demandamos. Pienso que los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, tienen mucha responsabilidad. Fuimos degradando el panorama, bajando la calidad de lo que se ofrecía y ahora nos asustamos de lo que se demanda. Nosotros iniciamos esta escalada, descendiendo de la inteligencia y la fina sensibilidad, a los instintos más zafios. Me temo que será difícil volver a proponer el caviar cuando el gusto se habituó a la bazofia.
¿Cómo eran los rituales y ceremonias cotidianas al lado de José Saramago? ¿Era sencillo vivir al lado de una persona con tan hondas y lacerantes preocupaciones existenciales?
¿Cómo eran los rituales y ceremonias cotidianas al lado de José Saramago? ¿Era sencillo vivir al lado de una persona con tan hondas y lacerantes preocupaciones existenciales?
Las preocupaciones estaban expresadas en sus libros y en sus intervenciones cívicas, pero José no vivía con una calavera shakesperiana preguntándose ‘ser o no ser’ y cosas así de sublimes; era un señor de lo más normal al que le gustaba el cine, la buena música, los perros, el vino tinto, las comidas sencillas y no picantes, la conversación, acariciar y ser acariciado. Como todos, ¿no? Luego, cuando se ponía a trabajar, el hombre que acababa de podar el jardín y recoger caca de perro, escribía como un Dios. Creo que allí estaba la grandeza.
Las preocupaciones estaban expresadas en sus libros y en sus intervenciones cívicas, pero José no vivía con una calavera shakesperiana preguntándose ‘ser o no ser’ y cosas así de sublimes; era un señor de lo más normal al que le gustaba el cine, la buena música, los perros, el vino tinto, las comidas sencillas y no picantes, la conversación, acariciar y ser acariciado. Como todos, ¿no? Luego, cuando se ponía a trabajar, el hombre que acababa de podar el jardín y recoger caca de perro, escribía como un Dios. Creo que allí estaba la grandeza.
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Creo que los ciudadanos hacemos lo que queremos con nuestras vidas. Los mercachifles existen porque los demandamos. Pienso que los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, tienen mucha responsabilidad. Fuimos degradando el panorama, bajando la calidad de lo que se ofrecía y ahora nos asustamos de lo que se demanda. Nosotros iniciamos esta escalada, descendiendo de la inteligencia y la fina sensibilidad, a los instintos más zafios. Me temo que será difícil volver a proponer el caviar cuando el gusto se habituó a la bazofia.
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Gracias a la cultura de los mass media, asistimos al tiempo de la imaginación degradada. ¿Crees que es la hora de rescatar a la imaginación de las manos de los comerciantes?
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© Tobias Hase/dpa/Corbis
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Gracias a la cultura de los mass media, asistimos al tiempo de la imaginación degradada. ¿Crees que es la hora de rescatar a la imaginación de las manos de los comerciantes?
AVISO MORATO
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No fue tan literario como el abuelo pero, como él, supo que se iba a morir y se fue despidiendo de los amigos y del entorno. Serenamente, sin dramatismos, fue muriendo como una vela que da luz hasta que se consume totalmente. No estuvo nunca inconsciente, no dejamos de hablar de nada, por muy terrible que pudiera ser. Ningún día dejó de sentarse en el jardín, de mirar el mar, el sol, los volcanes, la tierra negra. Por eso sus cenizas están cubiertas con tierra de Lanzarote, enraizadas en un olivo de su aldea natal, Azinhaga, trasplantado junto a la Fundación en Lisboa, frente al río Tajo, ya a punto de desembocar en el mar. Y su epitafio dice, como el final de Memorial del convento: “No subió a las estrellas porque pertenecía a la tierra”. Y por supuesto a nosotros.
No fue tan literario como el abuelo pero, como él, supo que se iba a morir y se fue despidiendo de los amigos y del entorno. Serenamente, sin dramatismos, fue muriendo como una vela que da luz hasta que se consume totalmente. No estuvo nunca inconsciente, no dejamos de hablar de nada, por muy terrible que pudiera ser. Ningún día dejó de sentarse en el jardín, de mirar el mar, el sol, los volcanes, la tierra negra. Por eso sus cenizas están cubiertas con tierra de Lanzarote, enraizadas en un olivo de su aldea natal, Azinhaga, trasplantado junto a la Fundación en Lisboa, frente al río Tajo, ya a punto de desembocar en el mar. Y su epitafio dice, como el final de Memorial del convento: “No subió a las estrellas porque pertenecía a la tierra”. Y por supuesto a nosotros.
AVISO GRUPO Z-BEDA
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¿Cómo enfrentó Saramago sus momentos de enfermedad, de crisis y de inminente caída? ¿Se despidió, como su abuelo, de todos los árboles con una gran pena por abandonar la vida?
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¿Cómo enfrentó Saramago sus momentos de enfermedad, de crisis y de inminente caída? ¿Se despidió, como su abuelo, de todos los árboles con una gran pena por abandonar la vida?
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“Cuando se ponía a trabajar, el hombre que acababa de “Cuando se ponía a trabajar, el hombre que acababa de podar el jardín y recoger caca de perro, escribía como un podar el jardín y recoger caca de perro, escribía como Dios. Creo que allí estaba la grandeza”. un Dios. Creo que allí estaba la grandeza”.
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Saramago jamás dudó en su negación de Dios. Digamos que tuvo fe en su ateísmo y que, por lo menos de manera conocida, no accedió a dubitaciones o dudas respecto al más allá.
Saramago jamás dudó en su negación de Dios. Digamos que tuvo fe en su ateísmo y que, por lo menos de manera conocida, no accedió a dubitaciones o dudas respecto al más allá.
Me gusta esa fórmula: “Tuvo fe en su ateísmo”. Saramago fue ateo siempre, jamás tuvo dudas religiosas; lo religioso no pasaba su piel. Eso sí, respetaba las creencias de todos (siempre que esas creencias respetaran a otros y fueran respetables), y decía que Dios existía para él, si existía en la persona que tenía como interlocutora. Nadie tiene derecho a inventar pecados, normas y dogmas para controlar conciencias, decía. Ese poder no lo aceptaba de nadie, lo contestaba con todas sus fuerzas. Murió serenamente. Sin Dios.
Me gusta esa fórmula: “Tuvo fe en su ateísmo”. Saramago fue ateo siempre, jamás tuvo dudas religiosas; lo religioso no pasaba su piel. Eso sí, respetaba las creencias de todos (siempre que esas creencias respetaran a otros y fueran respetables), y decía que Dios existía para él, si existía en la persona que tenía como interlocutora. Nadie tiene derecho a inventar pecados, normas y dogmas para controlar conciencias, decía. Ese poder no lo aceptaba de nadie, lo contestaba con todas sus fuerzas. Murió serenamente. Sin Dios.
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Creo que intentan que no veamos la realidad, sino sombras que alguien fabrica para confundirnos; que el capitalismo, sistema que tenemos y en el que nos desarrollamos, nos prefiere consumidores a ciudadanos, y creo que hay poca resistencia a ser considerado mero comprador. Se habla del mercado como regulador de la vida democrática; sin embargo, esa tesis me parece impropia de quienes la enuncian: no es el mercado, son los mercaderes; no regulan, hacen sus negocios; no pueden dirigir la vida pública, aunque lo están haciendo. El mundo es un gran centro comercial del que han sido expulsados millones de personas, las leyes no son los Derechos Humanos ni los Deberes Humanos, son las del mercado que nos regula, nos hunde o nos salva si les somos útiles. Así de claro.
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Creo que intentan que no veamos la realidad, sino sombras que alguien fabrica para confundirnos; que el capitalismo, sistema que tenemos y en el que nos desarrollamos, nos prefiere consumidores a ciudadanos, y creo que hay poca resistencia a ser considerado mero comprador. Se habla del mercado como regulador de la vida democrática; sin embargo, esa tesis me parece impropia de quienes la enuncian: no es el mercado, son los mercaderes; no regulan, hacen sus negocios; no pueden dirigir la vida pública, aunque lo están haciendo. El mundo es un gran centro comercial del que han sido expulsados millones de personas, las leyes no son los Derechos Humanos ni los Deberes Humanos, son las del mercado que nos regula, nos hunde o nos salva si les somos útiles. Así de claro.
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Siempre que visitamos un centro comercial es difícil no evocar la novela La Caverna, donde estos lugares han crecido hasta devorarlo todo. ¿Crees que el mundo trivialmente llamado moderno avanza presto a devorarlo todo?
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Siempre que visitamos un centro comercial es difícil no evocar la novela La Caverna, donde estos lugares han crecido hasta devorarlo todo. ¿Crees que el mundo trivialmente llamado moderno avanza presto a devorarlo todo?
AVISO CUPFSA
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r Nunca supimos bien qué tan buen lector de otros géneros era Saramago. En poesía, ensayo, teatro, ¿cuáles eran sus preferencias y sus autores? José Saramago era un lector voraz. Leía y releía. Seguramente los géneros que le ocupaban más tiempo eran el ensayo y la poesía. Difícilmente se iba a la cama sin leer poesía. Luego, ya en la cama, leía novelas que, ante mi incomprensión absoluta, eran de ciencia ficción, género que le resultaba estimulante, como jugar solitarios en el ordenador. La gran literatura la paladeaba por la tarde, o había semanas enteras que leía al Padre Vieira o a Cervantes. Y estaba al día de lo que iba apareciendo, de tal manera que dio su nombre en un premio para jóvenes escritores menores de 35 años.
¿Cómo describiría Pilar del Río la cosecha interior que le dejaron sus años felices al lado de un marido genial?
¿Cómo describiría Pilar del Río la cosecha interior que le dejaron sus años felices al lado de un marido genial?
AVISO RODEO
Pues sé que mucho de lo que soy es José Saramago. Intercambiamos tanto que nos fuimos compenetrando. A veces siento que tengo que vivir con la intensidad de dos; es decir, con la intensidad que teníamos, que estaba llena de naturalidad, de escenas cotidianas, pero en el fondo ambos sabíamos que había algo que nos mantenía levantados. Soy consciente ahora de que la vida que construimos juntos fue bastante singular.
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Pues sé que mucho de lo que soy es José Saramago. Intercambiamos tanto que nos fuimos compenetrando. A veces siento que tengo que vivir con la intensidad de dos; es decir, con la intensidad que teníamos, que estaba llena de naturalidad, de escenas cotidianas, pero en el fondo ambos sabíamos que había algo que nos mantenía levantados. Soy consciente ahora de que la vida que construimos juntos fue bastante singular.
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José Saramago era un lector voraz. Leía y releía. Seguramente los géneros que le ocupaban más tiempo eran el ensayo y la poesía. Difícilmente se iba a la cama sin leer poesía. Luego, ya en la cama, leía novelas que, ante mi incomprensión absoluta, eran de ciencia ficción, género que le resultaba estimulante, como jugar solitarios en el ordenador. La gran literatura la paladeaba por la tarde, o había semanas enteras que leía al Padre Vieira o a Cervantes. Y estaba al día de lo que iba apareciendo, de tal manera que dio su nombre en un premio para jóvenes escritores menores de 35 años.
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Nunca supimos bien qué tan buen lector de otros géneros era Saramago. En poesía, ensayo, teatro, ¿cuáles eran sus preferencias y sus autores?
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n Perdonen que no hable de mí, no me gusta, prefiero hacerlo del hombre extraordinario y cercano que todos conocemos. Mis días cambiaron en tanto que tuve que dejar el periodismo que practicaba al cien por cien. Ahora me ocupo de la Fundación y colaboro con algún medio. Ni en él, ni en mí cambiaron las rutinas por estar juntos: fuimos siempre lo que ya éramos porque nunca quisimos cambiarnos.
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Perdonen que no hable de mí, no me gusta, prefiero hacerlo del hombre extraordinario y cercano que todos conocemos. Mis días cambiaron en tanto que tuve que dejar el periodismo que practicaba al cien por cien. Ahora me ocupo de la Fundación y colaboro con algún medio. Ni en él, ni en mí cambiaron las rutinas por estar juntos: fuimos siempre lo que ya éramos porque nunca quisimos cambiarnos.
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¿Cómo eran tus días antes de conocer a Saramago? ¿Cómo son ahora después de haberlo conocido?
AVISO COPA 3
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¿Cómo eran tus días antes de conocer a Saramago? ¿Cómo son ahora después de haberlo conocido?
No; lo que José Saramago tenía que decir, lo dijo en sus libros, en las novelas, ensayos y diarios. No voy a escribir para contar peor lo que ya está contado. Pero espero no olvidar ningún momento compartido mientras tenga vida y no haya enfermedad que me impida saber quién soy y quiénes fuimos.
No; lo que José Saramago tenía que decir, lo dijo en sus libros, en las novelas, ensayos y diarios. No voy a escribir para contar peor lo que ya está contado. Pero espero no olvidar ningún momento compartido mientras tenga vida y no haya enfermedad que me impida saber quién soy y quiénes fuimos.
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¿Podemos esperar un deleitoso libro tuyo que nos cuente ¿Podemos esperar un deleitoso libro tuyo que nos cuendetalles, anécdotas e historias de tu matrimonio? te detalles, anécdotas e historias de tu matrimonio?
Me parece precioso que le llamen ‘mago’, con el ‘sara’ o el ‘será’, o como quieran. Era mago: con las historias que construyó, con las palabras que utilizó, con su estilo tan propio como envolvente, a los lectores nos hizo crecer. Creo que el mejor mago del mundo puede hacer desaparecer, mediante un truco, a una persona. El mago Saramago nos hacía crecer con sus libros y sin truco alguno. Se justifica que le queramos y le estemos agradecidos.
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Me parece precioso que le llamen ‘mago’, con el ‘sara’ o el ‘será’, o como quieran. Era mago: con las historias que construyó, con las palabras que utilizó, con su estilo tan propio como envolvente, a los lectores nos hizo crecer. Creo que el mejor mago del mundo puede hacer desaparecer, mediante un truco, a una persona. El mago Saramago nos hacía crecer con sus libros y sin truco alguno. Se justifica que le queramos y le estemos agradecidos.
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¿Alguien podía ser el mismo después de tratar a Saramago? ¿Alguien podía ser el mismo después de tratar a SaramaSe justifica que sus lectores le llamemos sara-mago? go? Se justifica que sus lectores le llamemos sara-mago?
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