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Memoria agradecida

Complementando la primera entrega de Una Historia para celebrar: Presencia y memoria de los Misioneros Redentoristas en la ciudad de Rosario, recibimos ahora este nuevo libro, que tiene la característica de enlazar la historia con testimonios. Esto es lo mismo que decir que la historia toma voz en quienes han hecho camino de vida en esta comunidad, enriqueciéndose y aportando con sus propios dones al caudal que se ha hecho un cauce común de vivencias, aprendizajes y solidaridades compartidas.

Las que aquí se comparten son experiencias profundamente humanas y, por lo mismo, también religiosas. Son experiencias de sentido, como aquello que expresa la búsqueda de lo que es fundante y fundamental en la vida. Es lo que todos tenemos en común por nuestra condición humana y que encuentra, en el espíritu religioso, la posibilidad de re-ligarnos con el misterio, que se nos revela en los espacios y acontecimientos que vivenciamos como especialmente significativos en nuestra existencia.

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El templo aparece entonces como la concreción material de esa experiencia vital que necesita una orientación fundamental en el horizonte abierto. No en vano las torres de las iglesias han sido referencias ineludibles en los trazados urbanos. Expresan ese anhelo de habitar en el mundo de apertura a lo sagrado y que se visualiza desde lejos. El templo que nos describe el P. Ariel, con la belleza de toda su construcción y ornamentación, se ha constituido, para la comunidad que lo rodea, en la concreción de ese vínculo entre el mundo de las cosas de Dios y la tarea cotidiana de las cosas de los hombres: el trabajo, la familia, los hijos, los anhelos y los dolores que atraviesan siempre nuestras vidas.

La convocatoria en ese lugar, que se constituye como un auténtico espacio tras-cendente, suscita el interés por los otros, sensibiliza hacia las necesidades que se perciben, provoca la actitud de extender el “alero” del templo a quienes todavía no se cobijan bajo su amparo.

Por eso, las distintas expresiones institucionalizadas que florecieron en esta comunidad del Perpetuo

Socorro: las Conferencias Vicentinas, las Hijas de María, la Acción Católica, los Gerardinos y las Teresitas, el Apostolado de la oración, la Obra de las Vocaciones Redentoristas… surgieron como riqueza de un carisma que se concreta en distintas sensibilidades, pero con la centralidad de la misma experiencia del Jesús que nos ha dicho: “mi mandamiento es que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn 15, 12).

Pero lo que más permite explicar la fecundidad del Perpetuo Socorro de Rosario, es la característica que más la define: su esencia misionera. Fundada por la Congregación de los Misioneros Redentoristas, ha desplegado su obra evangelizadora de modo constante y siempre privilegiando a los pobres y abandonados. Para eso, los redentoristas fundaron la comunidad, han formado cristianos en los que fraguó el espíritu evangelizador, han convocado niños, jóvenes y adultos para que se entusiasmen en ser testigos del Evangelio y por eso, también, de sus parroquianos, han brotado vocaciones de consagrados a la misión, de matrimonios comprometidos por el Reino y de jóvenes entusiasmados por seguir a Jesús en la misión cotidiana.

Agradecemos al P. Ariel Cattaneo por permitirnos asomarnos a esta bendecida historia de la comunidad del Perpetuo Socorro de Rosario y renovarnos en el desafío de continuar dando también nosotros nuestra vida por la abundante Redención en Jesucristo.

Padre Marcelo Pomar cssr

Provincial Redentorista

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