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XV-Emprendimiento misionerno en Villa Gobernador Gálvez

Emprendimiento misionero en Villa Gobernador Gálvez XV

A partir del año 1988, se inicia una presencia misionera y sostenida por algunos años, en la parroquia San Enrique, en la vecina localidad de Villa Gobernador Gálvez, atendida pastoralmente por los padres franciscanos capuchinos. El Padre Esteban Cullen será el responsable de diseñar y coordinar el proyecto misionero referido a dicha zona y en diálogo con su párroco, por ese entonces, el Padre Marcos Sánchez y luego, el Padre Luis Dri. El deseo primero del Padre Marcos era fortalecer las comunidades ya existentes, renovando en ellas la experiencia de fe, en torno a la palabra y al anuncio misionero. A la vez deseaba que la presencia misionera de la comunidad redentorista suscitara y acompañara nuevas comunidades en particular previendo la conformación de otra parroquia a futuro, desmembrándose de la única parroquia existente: San Enrique. Los Padres Alfredo Rodríguez y Fernando Bellocq juntos al Padre Esteban Cullen y a laicos y jóvenes de la parroquia Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, formaron parte de los equipos misioneros, que brindaron su servicio pastoral. Hacía el año 1990 primero como diáconos y luego como sacerdotes, se suman Ariel Cattaneo y Daniel Virgili.

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La primera presencia misionera que logró sostenerse por tres años seguidos fue en barrio Los Pinos. También fueron misionados los barrios María Auxiliadora, Cachamai, Itatí y San Diego. Todos ellos pasaron a formar parte de la jurisdicción de la nueva parroquia San Diego, erigida en marzo de 1990.

El tiempo litúrgico previo a la celebración de la Pascua era una ocasión más que propicia para acompañar a las comunidades y animarlas en su dinamismo misionero. La Pascua siempre será una invitación a salir, a ir al encuentro, a anunciar el gozo de la alegría de la resurrección. Las crónicas de la comunidad dejan registro que: “El Padre Esteban Cullen, con laicos de la comunidad parroquial, llevan adelante las celebraciones propias de la semana santa del año 1992 en las capillas y centros pastorales de la parroquia San Enrique en Villa Gobernador Gálvez”239 .

En función de acompañar más y mejor lo suscitado por la realización de la misión popular y potenciarlo, luego de finalizada, se continúa con una etapa de consolidación llamada “Asambleas Familiares”. Las mismas se vuelven una opción de encuentro y celebración de la fe, ahora en pequeñas comunidades, para quienes desean seguir profundizando en el Espíritu y dinamismo de la misión popular. Estas pequeñas comunidades son acompañadas por referentes del lugar, preparados previamente para llevar adelante la semana de Asambleas Familiares. Las crónicas de la comunidad dicen al respecto: “Del 20 al 28 de febrero de 1993 se lleva adelante una misión popular en Barrio Alto Verde y en barrio Triángulo, ambos pertenecientes a la parroquia San Enrique. Un equipo de ocho jóvenes de la comunidad parroquial de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, acompañan al Padre Esteban Cullen. Finalizada la primera etapa de la misión popular, se llevan adelante en casa particulares las así llamadas Asambleas Familiares con el objetivo de dar profundidad al trabajo realizado y suscitar comunidades eclesiales que continúen con el espíritu de comunión y misión”240 .

Carina Balsamelo acompañó la presencia de la comunidad parroquial en Villa Gobernador Gálvez, animando la vida de las comunidades suscitadas con motivo de la predicación de misiones populares, en la geografía de la parroquia San Enrique. Es ella quien comparte un testimonio escrito en el boletín de la Familia Parroquial de marzo de 1995, el aporte es, a la vez, un homenaje a las mujeres en el mes dedicado a ellas.

“Cañaverales y un terraplén te indican la puerta de entrada a dos Barrios. Uno es muy pequeño y pobre. En la arquitectura de las viviendas predomina la

239 Crónica, Tomo IX, Op. Cit., p. 21. 240 Crónica, Tomo IX, Op. Cit., p. 62

chapa. Las mujeres de barrio Triángulo ponen todo a los pies de María, se lo dejan a la “Señora de Itatí”: los hijos a parir, las trenzas de las niñas que nacen amparadas en su manto y la inmigración a otra tierra cuando el Chaco o Corrientes no les da de comer; viven el milagro del “pan nuestro de cada día”… “si tuvieran fe como un granito de mostaza”, dice Jesús. Las mujeres del barrio Alto Verde (barrio colindante al Triángulo) se dejan alcanzar por un Dios bueno, sensible al dolor que trae la miseria. Estas mujeres de brazos fuertes, tienen tanta fuerza para luchar, como andar para dar. Siempre están dispuestas. Cuando se las necesitó estos días estuvieron presentes. Cotidianamente, nuestra sociedad se cobra las víctimas del desamparo y la negligencia: niños abandonados son casi parte del paisaje urbano. Las mujeres de Alto Verde se atrevieron a romper esta fisonomía inhumana. La sarna y la desnutrición se las vieron con ellas. No temen a los problemas que aparecen cuando afloran en estos chicos la herida del desamor: trastornos afectivos, problemas en al aprendizaje escolar. Para estas mujeres creyentes, Jesús “es un verbo, no un sustantivo”. El amor vive en tanto haya personas que amen; entonces está Dios presente. Estas mujeres no se derrumban fácilmente y sin embargo no confían solo en sus fuerzas sino en la Gracia “de otra Mujer”, la Mediadora, la Consoladora. Con mucha naturalidad asumen a María como modelo de mujer y hacen lo mismo. Consuelan, interceden, se desvelan por hijos propios y ajenos como lo hizo María con Jesús y el discípulo Juan. Estas mujeres son mujeres de Dios. Confían en su misericordia infinita: “no hay nada que temer”, si Dios está con nosotras ¿Quién estará contra nosotras?”.

Compartiendo José Luis Bruno su intensa experiencia en la Misión Permanente en Villa Gobernador Gálvez, expresa entre otras cosas: “No sé cómo ni porqué, pero siempre me las arreglé para estar “permanentemente a full” en los equipos misioneros que formaba el padre Esteba Cullen y esto es regalo de Dios. Hubo años en que no tuve vacaciones, por propia decisión; venía de una misión, descansaba unos días en casa y ya partía hacia la otra. No había cansancio, ni hartazgo, sino alegría profunda, respuesta a un llamado interior, y que aún hoy siento dentro mío; llamado que predisponía en apertura a compartir, entregar y aprender todo lo que Dios nos tenía preparado. Nada de esto lo hubiera vivido con tanta intensidad sino fuera en comunidad, y con la presencia del padre Esteban”.

La presencia de la comunidad redentorista, animando misioneramente las comunidades eclesiales en Villa Gobernador Gálvez, donde la participación de correntinos y en especial de la zona del campo goyano no era menor, posibilitó la presencia de sacerdotes y laicos misioneros redentoristas de la parroquia de San Roque y San Jacinto de la cuidad de Goya, para acompañar en el espíritu de la misión compartida dichas comunidades:

“Del 22 al 30 de enero de 1994, los Padres Carlos Córdoba con jóvenes de Goya y los Padres Esteban Cullen y Ariel Cattaneo con jóvenes de la parroquia de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, llevan adelante una misión popular en la zona pastoral llamada Iglesia Antigua, en tres sectores, cada uno con su centro misionero. Ntra. Sra. de Itatí es la advocación mariana convocante, ya que la mayoría de los residentes en la zona son nacidos en la provincia de Corrientes. Una escuela primaria alberga en esta ocasión al grupo de misioneros. Finalizada la misión popular se propone a los participantes la realización de las Asambleas Familiares, en domicilios particulares, con una amplia adhesión a la propuesta”241 .

Sin duda, la presencia de la comunidad religiosa y laical, en las comunidades de la parroquia San Enrique y luego en la parroquia San Diego, fue un tiempo rico y valioso de una parroquia en salida misionera, que a la vez que evangelizaba, se nutrió siendo evangelizada. En el recuerdo memorioso y agradecido de muchos, queda la alegría de lo vivido, el gozo de lo compartido, rostros y nombres que han quedado en el corazón de quienes oportunamente participaron de esta bendecida presencia misionera de la comunidad del Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro.

241 Crónica, Tomo IX, Op. Cit., p. 89.

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