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XIV-Teatro y evangelización

Teatro y evangelización XIV

Inaugurado el templo parroquial el 2 de junio de 1929, el espacio edilicio que anteriormente ocupaba la capilla pasó a convertirse en salón de usos múltiples primero y a partir del domingo 17 de noviembre de ese mismo año, fue inaugurado como salón-teatro. Las crónicas del libro tercero de la comunidad religiosa en su páginas 140 y 141 dejan registro: “ese mismo día el cuadro teatral del Círculo de Obreros puso en escena, con todo acierto, la comedia “El Vasco de Olavarría” y que días después, el 23 de noviembre, se realizó una velada literario-musical organizada por las Conferencia Vicentina de Señoras a beneficio de los pobres a quienes asistían”. También las crónicas de la comunidad hacen referencias a diversos grupos de teatro que, contando con el escenario del salón, realizaban distintas propuestas artísticas, casi todas a beneficio de alguna iniciativa caritativa que se acompañaba o bien para alguna celebración o para una conmemoración de algún acontecimiento institucional. Los mismos podían ser tanto de la parroquia, como el grupo de las Hnas. Franciscanas, el de los Padres de la Divina Providencia o el de alguna institución de barrio Arroyito237 .

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A partir del año 1991, el desarrollo del teatro ha estado vinculado con laicos de la parroquia que, en su rol de actores, brindaron a la comunidad representaciones de historias diversas, proponiendo una mirada reflexiva de ciertas realidades; la propuesta consensuada por todos los integrantes de este espacio cultural y artístico fue el de presentar un ideario de vida donde la inspiración de los valores evangélicos fuera una nota clave y distintiva. María del Carmen Siryi, quien participó en los inicios de esta nueva etapa del grupo de teatro, aporta el siguiente testimonio escrito, presentando la consolidación y desarrollo del mismo:

“En la fiesta de la familia realizada en diciembre de 1991, a un grupo de amigos se nos ocurrió

237 Crónica, Tomo IV, Op. Cit., p. 89; Crónica, Tomo VII, Op. Cit., p. 107. presentar una reducida parte de la obra “Las de enfrente”. Sorprendimos al público por el despliegue de escenografía, vestuario y un poco por nosotros, que pusimos empeño, ensayos y nos atraía componer personajes. El entusiasmo nos llevó a pensar en hacer la obra completa, aprovechando el escenario del excine. Ardua tarea fue acondicionar el espacio: desocupar el escenario de las butacas que estaban amontonadas allí, limpiar todo, pintar, instalar cables y luces. Dos alfombras que iban a ser tiradas fueron de mucha utilidad: la que había sido sacada del altar nos permitió achicar la boca del escenario y la blanca de los casamientos fue teñida de negro, para hacer las bambalinas; con la cortina de entrada al cine obtuvimos el telón. Muchas horas de esfuerzo y trabajo entre risas, mates y entusiasmo puesto en ello y la colaboración del barrio, que a través de donaciones, hicieron posible solventar muchos gastos. El Padre Luis De Simone, nos puso en contacto con una persona entendida en el tema, y así fue que llegó Dora Rivero, para ser nuestra directora y pudimos empezar a ensayar. Después de mucho deliberar surgió el nombre “Diez p’al peso”: éramos diez y peso era la abreviatura de Perpetuo Socorro. El elenco estaba integrado por: Alejandro Abud, Claudia Farana, Mirta Morales, Romina Salvagno, Luis Velek, Luis Rizzo Patrón, Silvia Ibarra, Javier Orsi y María del Carmen Siryi, y la grandes colaboraciones de Ana María Meneses como apuntadora, Gabriela Feroglio en la escenografía y Patricia y Alberto Kesuani en luz y sonido. Llegó el día del estreno con muchos nervios y expectativas. Pusimos lo mejor de nosotros y nos lanzamos al escenario. La sala estaba repleta. Los aplausos, felicitaciones y comentarios al final fueron un bálsamo para cada uno de nosotros. Entre el público hubo directores de teatros de la ciudad muy importantes que

nos elogiaron gratamente. Todo esto nos motivó a seguir con el grupo y Dorita nos enseñaba técnicas teatrales, ejercicios de vocalización, de improvisación, expresión corporal... en fin, seguíamos mejorando nuestra formación actoral.

Por mucho tiempo participamos con sketchs inventados por nosotros mismos en los eventos parroquiales: pascua, pentecostés, navidad, etc., siempre con un mensaje evangélico. Ingresaron nuevos participantes, otros se fueron, entre ellos

Dorita, que por razones de trabajo se mudó a

Córdoba, y así fue teniendo vida el grupo por casi cuatro años, hasta que por diversas razones todo quedó en una hermosa y recordada experiencia teatral y de comunidad.”

Luego de un corto espacio de tiempo, el teatro vuelve a tener vigencia en la comunidad parroquial. Algunos integrantes del equipo anterior fueron nexo y a la vez, equipo base para continuar esta experiencia artística y evangelizadora. La primera obra presentada en el ex-cine parroquial fue “El trueno entre las hojas”. El acompañamiento en la dirección del grupo de teatro estuvo, en este tiempo, a cargo del director Héctor Feroni. El nombre que asumió esta nueva configuración del grupo de teatro, y como abreviatura del nombre de la parroquia, fue “Grupo de Teatro Socorro”. Las representaciones de los personajes asumidos en las actuaciones propuestas siempre evidenciaron el interés colocado en lo realizado y el deseo de llegar de una manera convincente a la audiencia que convocaban. Los ensayos, de por sí exigentes, para la puesta en escena de la obra a presentar encontraban al grupo de teatro reunido sobre el escenario varias veces por semana; los mismos fueron de un aprendizaje muy valorado, ya que permitieron a los actores proyectar todo lo actuado de forma creativa y eficaz. Gratamente presentada la obra, podían percibir las emociones despertadas en los espectadores. Los sonidos, la música, la escenografía, el vestuario, nunca improvisados, integraron a otros laicos de la comunidad parroquial, que con gusto se sumaron al grupo de trabajo.

Haciendo referencia a esta nueva etapa, y a la intención del grupo de teatro, expresaba José Luis Barbero en una nota a la revista de la Familia Parroquial: “Nuestra intención es dejar un mensaje en cada obra que representamos: en estos momentos estamos ofreciendo “Historias de la vida cotidiana”, las cuales representan tres historias actuales de cómo se está comportando el hombre en este momento en su lucha

íntima; la falta de amor al hermano, la impotencia, la falta de dignidad, etc.”238. José Luis Barbero, Alejandro Abud, Marisa Mariné, Daniel Grossi, Damián y María Eugenia Dumbek, Leticia Göttig, Anabela Almada, Alicia Povedano, entre otros, dieron vida a esta nueva etapa tan significativa para la comunidad parroquial como la etapa anterior.

Daniel Grosi, uno de sus integrantes, comparte el relato siguiente:

“Una tarde en la parroquia, al terminar una reunión, se acerca mi amigo José Luis barbero y me dice: “Dani, ¿te gustaría hacer teatro con nosotros?, nos está haciendo falta gente”; así de una, así de simple. Y sólo después de dejarme la invitación me preguntó cómo andaba. Realmente me sorprendió su invitación y mucho; la respuesta fue: ¿y por qué no?, y así comencé. El lugar de encuentro era el salón del excine parroquial y su escenario. Me encontré con varios conocidos de la misma iglesia y otros que no conocía, pero la buena onda y la afinidad se dio enseguida. Fueron varios años de trabajo intenso, donde con gusto y dedicación preparábamos las obras a presentar, los decorados, el vestuario, la música, ya que era el grupo quien se encargaba en general de realizar todo. Fue una experiencia inolvidable y única,

238 Revista de la Familia Parroquial, 1999, p. 4 que me permitió conocer gente nueva en el incesante ir y venir de quienes se integraban al grupo.

A todos nos movían intereses distintos: estaban quienes buscaban despejarse y distenderse, para otros fue una verdadera terapia, para algunos fue por vocación y placer y estaban quienes se sumaban para no estar solos. Pero lo que destaco como importante y valioso de este aprendizaje, es lo capaz que somos con la actuación teatral, de despertar todo tipo de sentimiento y sensaciones en los demás: alegría, tristeza, esperanza, angustia, sorpresa, gozo, confianza, entusiasmo, enojo, identidad… También descubrí que Dios me mostraba otra forma de evangelizar y de trasmitir los valores del evangelio, llegando de modo especial a quienes participaban de las propuestas, que como grupo de teatro realizábamos. Fue una etapa de mi vida muy entusiasta y divertida; pero a la vez muy rica en reafirmar valores tales como la amistad, el compromiso, el compañerismo, la paciencia y sobre todo valorar el trabajo y el esfuerzo de los demás”.

Aún se perciben ecos y resonancias favorables en la comunidad parroquial de este aporte realizado por quienes en etapas distintas, épocas y contextos diferentes, dieron forma, vida y realce al teatro, como medio cultural, artístico y evangelizador.

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