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Testimonios. Entrevista a María del Carmen Siryi
TESTIMONIOS
Entrevista a María del Carmen Siryi
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¿Cuándo y cómo comenzó tu participación en OVR?
Fue en setiembre de 1995, cuando el Padre Ariel me propuso participar de esta comunidad totalmente desconocida para mí, ni siquiera sabía el significado de sus letras: OVR, enseguida aprendí que se denomina así a la Obra de Vocaciones Redentoristas. Viniendo la invitación de quien venía, me dio la seguridad de que era el mismo Señor quien me estaba dando la oportunidad de descubrir una arista muy especial de la congregación. La aceptación surgió desde el corazón y la esperanza, sabiendo que con su ayuda todo iba a ser posible. Y así comenzó este camino. Olga de Olguín y Nelby de Toresani, quienes llevaban adelante a OVR, me pasaron esta posta de animar la comunidad, que hasta el día de hoy llevo adelante, con luces y sombras, trabajo y dedicación, desgastes y esperanzas, sacrificios y entusiasmo, pero con un gran cariño hacia cada integrante, tanto laicos como consagrados, sean postulantes, novicios, sacerdotes, hermanos o hermanas.
¿Qué te llevó a comprometerte con OVR todos estos años?
Es indudable que ser partícipe de una comunidad de nuestra parroquia desarrollando un servicio a los hermanos, es algo que nos hace crecer interiormente y descubrirnos a nosotros mismos y a los demás y valorizar cada gesto, cada apoyo, cada acompañamiento, cada palabra o cada acción. Es la comunidad en sí
quien nos hace crecer, ser mejores, fortalece nuestro espíritu y nos sostiene en el camino de la vida.
¿Recordás alguna experiencia vivida en el ámbito de OVR que quieras compartir?
Ver crecer la comunidad fue muy alentador. Se fueron sumando otros a rezar por las vocaciones en general y de alguien en particular y así surgió lo que denominamos “padrinazgo”: personas que rezan especialmente por un hermano, una hermana o un sacerdote en particular y que cada año renuevan este compromiso. Algunos padrinos han tenido experiencias muy bonitas con sus ahijados. Las reuniones se sucedían y surgían nuevas iniciativas. Las Eucaristías de los primeros jueves de cada mes, donde nos unimos a la plegaria de la Iglesia universal, se renovaron rezando no sólo por los consagrados sino también por los consagrados y padrinos de oración, que en ese mes cumplían años. Enriquecedor es conocer y ahondar en la vida, obra y misión de aquellos que nos precedieron y ahora gozan de la Gloria del Padre y son para nosotros modelos a seguir e imitar: los santos y beatos redentoristas. Sin duda, los encuentros nacionales con las comunidades redentoristas del país me llevaron a conocer otras personas y consecuentemente otras realidades, otras formas, otras vivencias, otras costumbres, que ayudaron a renovar mi entusiasmo y creatividad, por saber que a pesar de la distancias, estamos unidos por la oración y la “siembra”.
¿Qué reconocés que te aporta participar de OVR?
Además del crecimiento espiritual, se fue formando una amistad basada en la fe que nos hace sentir unidos para lo que precisemos o compartir los lindos momentos y los no tan lindos. Esto sucede no sólo en nuestra parroquia de Rosario sino a través de los lazos fortalecidos con las demás comunidades redentoristas del país. Poder acompañar y disfrutar junto a otros hermanos, muchas ordenaciones diaconales, sacerdotales, votos perpetuos, me daban el impulso y la alegría de seguir adelante con un corazón fortalecido y agradecido. Ver rostros conocidos y abrazarnos con la alegría del encuentro y sentirnos familia, es una experiencia que nos demuestra la presencia de Dios en medio nuestro; una experiencia difícil de explicar con palabras, sólo hay que vivirla para entenderla. Cada uno de los sacerdotes que estuvieron como asesores de OVR le dieron su impronta personal pero fue con el Padre Esteban Cullen que después de un largo tiempo de trabajo debate, rezos y discernimiento, pudimos darle forma al objetivo y proyecto de la comunidad.
¿Qué invitación le dejarías a la comunidad parroquial?
En este tiempo de pandemia, en que tenemos que vivir dentro de nuestras casas el mayor tiempo posible, ansiamos poder concurrir al templo, alimentarnos con Jesús Eucaristía y compartir con los hermanos. Entonces valoremos la importancia del sacerdote ya que sin ellos no habría Eucaristía, sin ellos no habría bautismos, perdón ni fortaleza en la enfermedad. Ellos son hombres, que tienen errores, dudas, transitan enfermedades, sufren penas y alegrías, soledad y angustia, en fin: son humanos. Mi invitación es que recemos mucho por las vocaciones sacerdotales y religiosas, tanto de Hermanos como de nuestras queridas Hermanas Misioneras Redentoristas, desde la cercanía o el silencio, pero siempre desde el corazón, la esperanza y la confianza. Rezar por la fortaleza, la fidelidad y vocación de los que ya han dado su SÍ generoso: que el Señor los ilumine en su andar, los proteja en la oscuridad, los acompañe en las dificultades. Que el Espíritu Santo los llene de sabiduría en su entrega cotidiana para ser pastores con mucho olor a oveja como dice el Papa Francisco. Pidamos al Señor nos envíe muchas vocaciones sabiendo que la vocación es la respuesta de Dios providente a una comunidad orante: “María, danos misioneros redentoristas. María, danos muchos misioneros redentoristas. María, danos muchos y santos misioneros redentoristas”.