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Testimonios. Pertenencia cordial, fraternidad y compromiso misionero - Silvia Ramos
TESTIMONIOS
Pertenencia cordial, fraternidad y compromiso misionero
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Soy Silvia Ramos. Recuerdo en el año 1971, cuando el Padre Fermín Villagra, quien luego sería nuestro guía y formador espiritual, fue al colegio Nuestra Señora de Guadalupe para invitar a las alumnas del secundario a participar de la catequesis de niños en la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro; allí donde muchas de nosotras asistíamos a misa y habíamos recibido nuestra Primera Comunión y la Confirmación. Comenzamos un grupo de adolescentes, guiadas por catequistas ya formadas, a transitar esa experiencia maravillosa que es la catequesis de comunión y confirmación de la Parroquia y Vicarías Santísimo Redentor y Resurrección del Señor.
Nos reuníamos en casa de Cristina Funes o en los salones de la parroquia durante la semana para preparar los encuentros que tenían lugar los sábados a la mañana en los salones laterales que daban al patio de la casa parroquial. También lo hacíamos para preparar la misa dominical con los catecúmenos, definíamos quién guiaba, las lecturas a realizar, canciones que compartiríamos con el grupo juvenil de ese momento. Organizábamos retiros de catequistas y convivencias con los chicos y sus familiares en campos de deportes y la canchita, a fin de compartir el día todos juntos y afianzar lazos.
Todo esto fue generando un espíritu muy especial entre las catequistas de la Parroquia y Vicarías, con quienes realizábamos anualmente los famosos y tan esperados viajes a Villa Allende, que sin lugar a dudas por los hermosos momentos vividos y compartidos, merecen una mención aparte. Siempre recuerdo el primer viaje donde partimos tres grupos y regresamos sintiéndonos partes de un mismo cuerpo…los paseos, las anécdotas, las misas diarias compartidas en el seminario o celebrando, caminando en la montaña o a orillas del arroyito. Las cenas y guitarreadas, con los sacerdotes y seminaristas de ese momento, que hoy son nuestros sacerdotes, hicieron surgir un verdadero sentimiento de comunidad, de testimonio de crecimiento en la Fe, de compromiso y pertenencia total a la familia redentorista.
Pero no quedó allí lo vivido, se plasmó en la cantidad de chicos que asistían a la catequesis, en el compromiso de cada una, en la disposición completa para todas las tareas y en el cariño enorme que nos teníamos y perdura hasta hoy. Sin dudas, fue la época fuerte de la catequesis que continuamos transitando de la mano del Padre Pablo del Río, verdadero padre para nosotras, cariñoso, y con una paz y paciencia increíble, testimonio vivo, siempre.
Después de un tiempo, algunas catequistas ingresamos en el grupo juvenil con el Padre Victorino Bisi. Qué tiempo inolvidable y especial de vivencias tan variadas, de formación espiritual, que nos hicieron abrazar el carisma misionero de los redentoristas… nos reuníamos en misa de 11.00 h los domingos y por la noche en grupos dirigidos por Victorino y un grupo de colaboradores. Así llegaron las misiones barriales
y en otras provincias… pero recuerdo especialmente la de Barrio Cristalería donde nos quedamos dos semanas a vivir en el lugar, ocupando todo el día en distintas tareas pastorales, esperando la noche para el encuentro en la misión general diaria, donde se podía sentir el recibir el ciento por uno como dice Jesús ¡Es indescriptible lo que significa VIVIR una MISIÓN..! Recuerdo que antes de cada una, el Padre Victorino nos reunía en la Casa de María, en Funes, para preparar lo necesario para utilizar en cada una de ellas: gorros, recuerdos, afiches, ensayo de los temas a charlar y prepararlos con audiovisuales, canciones, testimonios personales. Cuánto entusiasmo, compromiso y trabajo ponía cada uno de los misioneros, tanto que llegamos a ser 100 corazones unidos por y para Dios.