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Postales del Hollywood clásico por Marcelo Vieguer

POSTALES DEL HOLLYWOOD CLÁSICO

El Hollywood clásico tuvo su esplendor entre las décadas del 30, 40 y 50 del siglo pasado, y entre las muchas herramientas y características del cine generado en el “bosque sagrado”, una de ellas estaba relacionada al star system. ¿Pero cómo funcionaba este sistema de estrellas?

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Los estudios contrataban a actores y actrices con exclusividad, teniendo de esta manera verdaderos íconos que representaban a cada estudio, y cuyos protagonistas eran seguidos películas tras películas por el público de todo el mundo, por lo que resultaba un sistema donde se establecía una relación directa entre el público espectador y las estrellas cinematográficas, actrices y actores que entregaban en la pantalla, no solamente una serie de características particulares acorde al papel de turno, sino además aquellas relacionadas a eso muy propio y siempre presente en cada caracterización, esa serie de rasgos únicos e irrepetibles que los terminaba de definir, más allá de los rasgos faciales y corporales ineludibles en cada uno de ellos.

Al actor Gary Cooper lo escogieron desde el estudio a partir de verlo pasar caminando como extra en un western, una figura que destacó por presencia en el fondo de la imagen. Pero también existe otro rasgo reconocido que es el que se define como fotogenia, ese plus de sentido que un determinado actor o actriz, genera desde la propia imagen cinematográfica, algo que la

propia iconicidad potencia a un punto de sensibilidad extrema, y que no se comporta bajo ningún grado de moralidad, pues ese extra potencia un aura singularísimo en cada artista que lo posee.

Como otra de las maneras de interactuar entre

las estrellas y el público espectador, y como consecuencia de la establecida en cada visiona-

do de un film determinado, hubo otra relación —pero esta de manera directa—, que se dio a partir de la correspondencia epistolar. Así, el público enviaba una misiva al estudio, estimulada y potenciada por las publicidades que aparecían en las revistas cinematográficas o de espectáculo de la época, y a las semanas se le enviaba respuesta a la petición; por caso, se solicitaba una fotografía de Greta Garbo, y esta llegaba a veces sin firma, a veces con firma, y a veces con firma y dedicatoria de manera genérica, pero siempre llegaba.

Si estas eran escritas por agentes de las estrellas o de los estudios poco importa a los fines del lazo emocional establecido entre la estrella y el público, y en todo caso, como la correspondencia epistolar de amores de antaño, quedaba sellado un pacto implícito entre ambos.

En el verano austral entre fines de 2021 y comienzos de 2022, Susana Rita Gelabert —tras el fallecimiento de su marido Carlos Alfredo Para-

lieu—, decidió legarme tres álbumes de fotografías con cientos de postales de actores y actrices del Hollywood clásico. Carlos Paralieu — cuyo hermano Sidney Paralieu es autor del esencial libro “Los cines de Rosario. Ayer y hoy”, editado por la Fundación Ross— supo atesorar aquellas fotos postales durante décadas, lo que dimensiona de manera sobrada el amor que emerge en ese acto de conservar aquellas fotografías con tanta pasión, donde cada una quedó resguardada detrás de una lámina foliada.

Más allá de la tremenda alegría ante semejante tesoro fotográfico, me pregunté qué podría hacer con este material. Una sola cosa tenía de manera

muy clara: que debían ser publicadas en la revista. Llegó a mi auxilio el colaborador habitual de esta revista, Fernando Regueira, quien me sugirió que sean los propios colaboradores de la publicación quienes escriban sobre cada uno de ellos, a partir de una película, o de su obra, o de las impresiones que tuvieron o les dejó en su memoria, tales nombres propios. Grata fue mi sorpresa al recibir de parte de muchos de ellos —con profunda calidez y satisfacción—, el poder encomiarse a tan disfrutable tarea. Una

muestra más de lo que generaron los grandes estudios en aquellas épocas. Una muestra más de lo que fue aquel Hollywood clásico; aquel mito que no deja de estar vivo.

Marcelo Vieguer

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