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Ava Gardner por Varinia Mangiaterra

Postales del Hollywood clásico

AVA GARDNER

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Por Varinia Mangiaterra

Ava, la condesa descalza

Ava fue la más hermosa. Esa hermosura hizo que la compararan con un animal, “el más bello del mundo”. Dicen que no le agradaba ese mote, que prefería ser “la condesa descalza”. A riesgo de ser políticamente incorrecta —y de que Ava me odie— creo que sí interpretaba algo de su naturaleza el apodo. Tenía una tácita sensualidad, una reserva felina que hacía pensar en un animal más que humano. También dicen que Sinatra se sintió un tonto (fool) por quererla. Por querer tenerla, por buscar un beso que no era solo para él, según canta en “I’m a Fool to Want You”. Dicen que la canción habla de ella. Ava no daba discursos inspiracionales sobre cómo ser mujer; no daba discursos. Vivía. A su manera… Una histerectomía voluntaria no dejó descendencia de ese amor tortuoso con el cantante ni de sus otros matrimonios y flirteos, pero sí la trascendió una larga lista de films, tres casamientos y otros tantos amores, el descubrimiento de España como su refugio durante casi quince años, la vecindad con el general Perón, al que (dicen) le gritaba “maricón” cuando él protestaba por sus ruidosas y regadas fiestas. Ava fue esa mezcla entre la distinción aristocrática

y su animalidad salvaje. No cualquier mujer se enreda entre las sábanas con un torero. Salió de su

sonada relación con Sinatra enganchándose con uno en una suerte de danza taurina, a pesar de que no se viera el capote. Toda su vida fue un floreo esquivando las estocadas, moviéndose libremente como un animal silvestre, no doméstico. Fue una verdadera condesa descalza.

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