LOS TRES NACIMIENTOS DE LA INSTRUMENTALIDAD
FELIPE ANGEL
Del aire al aire, como una red vacía, iba yo entre las calles y la atmósfera, llegando y despidiendo, en el advenimiento del otoño la moneda extendida de las hojas, y entre la primavera y las espigas, lo que el más grande amor, como dentro de un guante que cae, nos entrega como una larga luna. Alguien que me esperó entre los violines encontró un mundo como una torre enterrada hundiendo su espiral más abajo de todas las hojas de color de ronco azufre: más abajo, en el oro de la geología, como una espada envuelta en meteoros, hundí la mano turbulenta y dulce en lo más genital de lo terrestre. Puse la frente entre las olas profundas, descendí como gota entre la paz sulfúrica, y, como un ciego, regresé al jazmín de la gastada primavera humana.
Alturas de Macchu Picchu Pablo Neruda
No diferenciar lo humano de lo homínido asume la continuidad del proceso de este mamífero que se peina; continuidad sin la cual daremos perennes vueltas a la noria, o poco más. La ciudad, el sedentarismo o sea la historia, despista; impide ver el nomadismo o sea la prehistoria. La ciudad nos construye mucho más de lo que nosotros la construimos a ella; construye la finitud de nuestro espacio simbólico, del espacio funcional que ocupamos dentro del conglomerado poblacional construye la finitud y lo mismo hace, o sea cercena, con la finitud del espacio intuitivo de lo que suponemos nido de la tecnología.
¿Tecnología? ¿Qué digo? Ese vocablo maquilla el engreimiento de la Modernidad en su risible afán por estimarse auto hecha, auto construida, una época única, época que alega que nada debe al resto del proceso homínido. Para los instrumentos físicos sedentarios previos a ella, la Modernidad usa el vocablo
técnica, porque de los de los nómadas no acepta genealogía. Ni tecnología ni técnica; se denomina instrumentalidad cuando no se separa lo humano de lo homínido. Ya desnuda de sus vestidos etimológicos, la instrumentalidad deviene una cosa en lares y días unos y en otros otra. Hoy representa el cúmulo de previos logros y de errores anteriores; cúmulo dado en el ejercicio histórico de la domesticación de los ecosistemas, que devino
en
la
perturbación
biosférica
contemporánea.
La
racionalidad de los saberes actuales proviene de allí, de la domesticación aislada, uno por uno, de los ecosistemas; de allí igual viene el orden internacional actual dividido en Estados Nación
desde
1800,
cada
cual
con
sus
propias
leyes,
etnicidades, organización social, valores y apropiación de la instrumentalidad.
La Modernidad está hecha como estrategia
adaptativa para los ecosistemas, no para relacionarse con la biosfera. Esta incapacidad para relacionarse con la biosfera señala el límite de la resiliencia histórica de la Modernidad.
Debemos dirigirnos hacia una racionalidad, hacia un orden poblacional y hacia una instrumentalidad instituidos ya no para domesticar específicos ecosistemas sino para domesticar la biosfera. Domesticar significa incorporar una presencia a la casa de cada quien, convertir una presencia biosférica, una presencia del entorno, en parte de la fiesta de las presencias al interior del
domus, al interior de tu casa. De ahí las paredes de tu intimidad; de ahí los ladrillos arcilla domesticada, el techo metales domesticados, las cañerías metales domesticados, la electricidad metales domesticados los cables que la traen a tu domus y agua domesticada en una lejana hidroeléctrica que la procrea, los muebles madera domesticada, el jugo naranja domesticada, etc.
No los tres nacimientos de la instrumentalidad sino, vea Usted, el ritmo de su proporción y la proporción de su ritmo sirven como uno de los caminos cuyo recorrer clarifica la pretensión general de esta época, en cuanto a la necesidad de una construcción
civilizatoria
capaz
de
enfrentar
el
Cambio
Climático. Lucy, mi comadre australopiteca, no mataba para comer; recolectora domesticó la piedra para cortar ramas o para abrir cocos y crustáceos, para desgarrar la piel de la fauna y convertirla en cuero, en ropa, en almohada; para tumbar frutos protegidos por el follaje y la altura o para limar los callos de manos y pies, etc. Lucho, el pitecántropo, cazador él, volteó la relación homínida con el entorno: a matar se inclinó. La piedra fue lanza y fue flecha por ser más rápida que el tigre, que el enemigo o que el oso. Por ello se configuró la penúltima evolución orgánica homínida, la de los ojos; la última, la de la mandíbula, la de la palabra orgánicamente resuelta en su versatilidad, aunque es producto de la complejidad instrumental que aportó el pitecántropo, la traen homínidos posteriores, básicamente el neandertal.
En efecto, Lucy veía pocos colores como sucede con buena parte de los mamíferos. Los grandes bovinos entran a la plaza de toros y no ven más que el capote; la valentía del torero invoca el artilugio de vestirse con los colores imperceptibles para el astado. Lucy distinguía, por ejemplo, los amarillos ya que las
mandarinas
maduras
seducían
su
paladar;
distinguía
los
amarillos pero no la fruta específica; no podía enfocar. Le bastaba la mancha amarilla que a lo lejos brillaba para confiar en que poco desperdiciaría su energía al ir hasta ese árbol. Lucho, en cambio, no podía cazar sin enfocar. El paso de la recolección a la caza, con todo lo que significa, en el lento andar de los siglos demandó una cada vez más certera vista estereoscópica, o sea capaz de enfocar, que para serlo trae en su bagaje lo policromado, o sea capaz de diferenciar el abanico de los colores. La lanza resultaba inútil sin precisar a distancia el veloz reno, sin diferenciarlo del entorno móvil atado a su carrera. El nuevo ritmo orgánico de la instrumentalidad de Lucho condujo a una nueva proporción de la capacidad para perturbar un mayor entorno en el proceso de mejorar las condiciones de vida de una cada vez más amplia población.
Durante más de un millón de años Lucho perfeccionó su manera de organizarse socialmente, las narrativas de sus vocablos y sus hachas amadas, sus lanzas o sus flechas preferidas. Lapso tras el cual la piedra, la organizada cacería y los aciertos del entendimiento
insuficientes
resultaron
para
mantener
el
incremento poblacional. Lucho, el Sinensis, o sea, cómo no, en este caso iniciático también un chino, domesticó el fuego en una larga travesía que, por difícil, por tremenda, por poner a prueba lo mejor de los homínidos de todos los tiempos, convirtió en
tumbas selvas y praderas, quemó equinos miles e insectos por así decirlo innúmeros, además de poblaciones rivales y, muchas veces, su propia familia. Esa misma domesticación del fuego amarga hoy el ritmo de la biosfera; por ejemplo, la energía fósil al calor del domesticado fuego, pero no ella sino su proporción, acaba con el ritmo biosférico. La instrumentalidad huella por huella acompasa el mismo andar desde entonces, desde hace quinientos mil años.
La técnica del fuego significa la construcción de la primera energía domesticada. Hoy en día, al igual que ayer para Lucy y para Lucho, nutrir nuestra vida se basa en la domesticación de la energía. Llamo energía biosférica a toda aquella que está dentro de los flujos de energía no debidos a la intervención humana. Llamo energía domesticada a toda aquella que no está determinada por los flujos que gobiernan la vida en la Tierra sin intervención humana.
Estamos ante la primera característica de la instrumentalidad ya que la domesticación del fuego se autoconstruye, por decirlo así; o sea que se reproduce sola. No necesita más que resina y otra llama nace. No pasa lo mismo con las piedras y los otros elementos domesticados, hierro, bronce, higos, agua, vacas, etc. La sabiduría del fuego consiste en hacer reaccionar los
elementos químicos. El aumento controlado de la temperatura es la sabiduría del domesticador del fuego. Cuanto más controlada la temperatura, mayor sabiduría. Lo supo el primer sedentario con el bronce y el segundo con el hierro. Lo saben la metalurgia y la siderurgia actuales. No lo ignora el adolescente domesticador del viejo átomo.
Los elementos químicos reaccionan al calor: esa es la primera premisa de la domesticación del fuego, esa es la primera premisa de la instrumentalidad. Es decir, todo reacciona al calor puesto que todo está compuesto por elementos químicos. Benjamín Farrington (Ciencia Griega; p.23) y John D. Bernal (Historia Social de la Ciencia; ps. 112 y ss.), dos de las mayores autoridades de la Modernidad sobre historia de la ciencia, mencionan la ―química‖ como el resultado de las investigaciones hechas en el fuego. Ambos, uno más que otro, expresan la misma idea: el pensamiento de los jonios, la racionalidad filosófica
contrapuesta
al
mito, proviene
de
la
―química
aplicada‖. Cuando se menciona el vocablo ―química‖ aparece envuelto en una aureola de Modernidad. Nos imaginamos inmediatamente un gran laboratorio actual, con tecnología de punta. Es un gran error. Un grave error.
En cuanto uno se pone a profundizar en el tema, se topa con que lo cierto es lo contrario. Remito al amable lector a la obra de Farrington en su Ciencia Griega, de la cual extraigo este breve acápite: ―La obra de Partington Origins and Development of
Applied Chemestry (Longmans Green and Co.) proporciona un resumen completo y actualizado del conocimiento de los materiales del hombre, desde la aurora de la civilización hasta el año 1500 antes de Cristo, es decir, hasta las postrimerías de la Edad de Bronce. Se han producido –nos asegura—muy pocas novedades en la química aplicada entre el fin de la Edad de Bronce y lo que bien pueden llamarse los tiempos modernos‖ (p.20).
Hay, pues, en el proceso homínido una continuidad en la instrumentalidad. La desaparición de Lucho, el pitecántropo, se debió a su falta de ductilidad para manejar la nueva complejidad construida por su sabiduría sobre el fuego. Por eso ocurre inmediatamente después de legar la técnica de la domesticación del fuego. El primer nacimiento de la instrumentalidad era un hecho. Lucy, australopiteca, y Lucho, pitecántropo, madre y padre.
El segundo nacimiento de la instrumentalidad eres tú, tu tío, tu rutina, el nocturno ir y la aurora del venir hasta y desde tu cama,
yo, mi hijo, el baño donde logras permanecer a solas, los últimos siete u ocho mil años, según. Es más, pero con eso descrito baste; es más, obvio; lo denomina tecnología la soberbia,
en
desarrollo
la
propaganda
epistemológica
lo
convierte, tu conciencia finalidad misma de los días lo alega, es aquello con lo que supones haber sido educado y lo que la amplitud de tu esperanza lega, sí, lo sé; lo sabes, cómo no.
Si el primer nacimiento de la instrumentalidad sobre el biotopo lo realizó la mal llamada prehistoria, el segundo sobre el bioma lo ejecutó el sedentarismo. Flora y fauna vueltos desayuno, mito, Ley, orden social, horizonte de lo posible por ser pensado; flora y fauna domesticados. La instrumentalidad deviene tanto objeto físico como técnica, tanto martillo como alambre de púas, tanto calendario como techo hecho para la cotidianidad sin lluvia, tanto puerta resuelta en cedro como en útero de tu intimidad construida día a día desde la Revolución Francesa. El enigma de lo que deparará el futuro está en la posibilidad de mantener el ejercicio de la individualidad construido por la Modernidad, ese su enorme logro, la individualidad humana, en una estrategia civilizatoria hecha para adaptarnos no a los ecosistemas sino a la biosfera. Hay una correlación entre la singularidad de los ecosistemas y la construcción histórica del individuo humano. Por ejemplo, flujos domesticados de la nuclear como única energía disponible impedirían el libre
desarrollo
de
la
personalidad
individual.
Ronda
la
vieja
pregunta, la inquieta ironía de Voltaire, la respuesta coyuntural de Kant, la rota atarraya con la cual pretenden las ciencias naturales pescar la peculiaridad homínida: cuánta libertad individual cabe en un Universo que dentro de un orden canta sus versos. Siamesas son el hacha y la libertad de mi comadre Lucy,
la
precursora,
la
australopiteca.
Determinada
instrumentalidad deviene en libertad, allí donde otra manda dogmas.
El segundo nacimiento, al nacer, organizó, es cierto, esclavitud, desdén racionalizado y auto desprendimiento de sí misma en gran parte de las personas; ciudad dividida en estratos quietos; ciudad que actúa en ti el papel de títere del desdén; ciudad que impide que vuelvas a leer el primer párrafo de este texto. O si no, no. Y lo lees. Y esperas hasta que te llegue; aprendes que en el afán hay un tácito fingir. No admitas otro examen fuera del espejo; los saberes de la Madre Tierra son para ti, no para lo que de ti digan; aprende eso y al Cambio Climático habremos pegado primero que él a nosotros nos vuelva a dar. Sobre el íntimo sentido polisémico producto del sedentarismo, causado por la ciudad como estrategia adaptativa, ahondo en otros textos1.
1
. Ver revistas Ambientales junio 2010 y Ambientico abril 2010, de la Facultad de Ciencia Ambientales de la Universidad Nacional de Costa Rica.
Lo que padece crisis es la ciudad como estrategia adaptativa, lo hecho para lo local, lo impuesto a lo regional y, al galope de los siglos,
lo
devenido
metrópoli
global;
el
sedentarismo
oficialmente hecho saberes indiscutibles, hecho empleo y racionalidad, institucionalidad y esperanza, instrumentalidad y, qué cosa, utopía. Es decir, horizonte que muchos conciben único, horizonte no cimentado para ser otro sino para defender su statu quo. El antropocentrismo funge de correlato de lo urbano.
Entro, entonces, al tercer nacimiento de la instrumentalidad, el que pete hoy, el de la actual vivencia tanto humana como biosférica. No sobra comenzar con el Renacimiento que, como período histórico inmediatamente previo a la Modernidad, señala el acercamiento de lo humano a lo humano; el David desnudo que, a su vez, desnuda el mundo interior del grande, de Miguel Angel; lo humano tal cual es. Estos días requieren un nuevo re-nacimiento que, como período histórico posterior a la Modernidad, señale el acercamiento de lo humano ya no a lo humano sino a la biosfera; el huracán Arianne, a las 2 y 20 a.m. del 28 de agosto del 2011 en que esto verso, re-pasa su lógica sobre Washington D.C. Hijos y nietos de los anteriores dos procesos
de
domesticación,
los
procesos
del
domus
ecosistémico, el del biotopo nómada y el del bioma sedentario, ahora entendemos que el de la biosfera comenzó con los
galeones globales del circular Magallanes; ahora no tomamos al desgaire el hecho de que la muerte de la Reina Victoria, el 22 de enero de 1901, se conoció en la India a los siete minutos; ahora entendemos qué implica que desde hace casi dos siglos el precio del trigo imperial lo dicta el Londres de turno.
En ese marco se da el tercer nacimiento de la instrumentalidad. Es de naturaleza diferente a los dos nacimientos previos; así pues,
distinto
vocablo
lo
designa:
adaptación
es
y
no
domesticación. En la relación A, domesticación, el entorno regional o local obedece a lo humano; en la relación B,
adaptación, lo humano obedece al entorno biosférico; obedecen, uno u otro, ritmo y proporción. La Costa Este de EEUU, tarde que temprano quiera que no, obedecerá el ritmo y la proporción de los huracanes. Cuál de los dos sistemas termodinámicos, el humano o el biosférico, gobierna los flujos de energía dados en la
Madre
Tierra,
eso
Arianne,
eso
Katrina,
eso
son:
manifestaciones del fluir energético biosférico en su duelo con los flujos energéticos humanos; cuál moviliza un flujo mayor determina cuál gobierna al otro.
La capacidad poblacional, la
racionalidad de los saberes ecosistémicos y la instrumentalidad desafían, pues, el funcionamiento biosférico. Esto es lo que tajar no se puede, el fondo del asunto: los fenómenos del Cambio Climático que llamamos desastres resulta en la biosfera debido a la irrupción de un nuevo sistema termodinámico humano.
Mediante
hidroeléctricas,
con
acueductos
y
con
cañerías
construimos un ciclo humano del agua, un ciclo distinto al ciclo biosférico del agua; de-construimos los flujos fotosintéticos de la energía biosférica mediante la agricultura, la ganadería, la avicultura, la porcicultura, etc.; estropeamos primero y después reparamos la capa de ozono con un elemental cambio de la instrumentalidad; en fin.
El tercer nacimiento de la instrumentalidad resulta adaptación; ¿qué es adaptación? Adaptación es la domesticación que el entorno hace con lo humano. Enfrentamos los flujos contrarios a los dos primeros nacimientos de la instrumentalidad, donde lo humano domestica el entorno. Que sí, que claro, que cómo no, que fenoménicamente desde el Australopiteco el proceso siempre deviene un mutuo ir y venir de perfiles construidos en el ejercicio relacional entre el entorno y lo humano; pero refiero la direccionalidad del proceso relacional, en cuyo cúmulo no se esconde cuál del otro acata ritmo y proporción.